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niños de seis, siete y ocho años irrumpieran en el<br />
aula. Se pre<strong>para</strong>ba un té, se aseguraba de tener listo<br />
el material y revisaba el plan <strong>para</strong> el día. Mientras,<br />
Seth solía quedarse en la sala multiusos practicando<br />
guitarra. Era perfecto.<br />
Sin embargo, ese día nada sería perfecto.<br />
–Tenemos un problema, un coche en la escena –gritó<br />
una mujer, pasando a su lado sin saludar, mientras<br />
un hombre la cegaba con la luz de los focos.<br />
Antes de que pudiera resguardarse de la luz, alguien<br />
habló a su lado.<br />
–¿Jennifer? Hola, soy Bobby Bolton. Nos conocimos<br />
en la boda. Me alegro de volver a verte. Estoy<br />
encantado de poder estar aquí, haciendo algo bueno<br />
por la escuela. Hacéis un buen trabajo y nos entusiasma<br />
poder participar. Pero vamos a necesitar que<br />
quites tu coche.<br />
Jennifer. A Jenny se le erizaron los pelos de la<br />
nuca. Sí, Bobby había intentado halagarla, pero ella<br />
no se llamaba Jennifer. Su nombre era Jenny Marie<br />
Wawasuck.<br />
Se giró despacio, mientras su hijo Seth hacía una<br />
mueca. Hasta un chico de catorce años sabía que por<br />
nada del mundo debía ll<strong>amar</strong>la Jennifer.<br />
–¿Disculpa? –dijo ella. Fue lo más educado que se<br />
le ocurrió responder.<br />
Bobby llevaba auriculares y, a pesar de que no parecía<br />
la clase de hombre que se levantara antes de<br />
mediodía, estaba tan guapo como siempre.<br />
–Como estoy seguro de que sabes, Jennifer, vamos<br />
a grabar esta mañana. Necesitamos que muevas el coche.<br />
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