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El Deseado de Todas las Gentes por Elena White [Nueva Edicion]

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

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arrepentimiento, era seguida <strong>por</strong> una pena mucho mayor. La obra realizada en favor <strong>de</strong> su hijo<br />

había convencido a los padres; sin embargo respondieron: "Sabemos que éste es nuestro hijo, y<br />

que nació ciego: mas cómo vea ahora, no sabemos; o quién le haya abierto los ojos, nosotros no lo<br />

sabemos; él tiene edad, preguntadle a él, él hablará <strong>de</strong> sí. Así transfirieron toda la responsabilidad<br />

a su hijo; <strong>por</strong>que no se atrevían a confesar a Cristo. <strong>El</strong> dilema en el cual fueron puestos los fariseos,<br />

sus dudas y prejuicios, su incredulidad en los hechos <strong>de</strong>l caso, fueron revelados a la multitud,<br />

especialmente al pueblo común. Jesús había realizado frecuentemente sus milagros en plena calle,<br />

y sus obras servían siempre para aliviar el sufrimiento.<br />

La pregunta que estaba en muchas mentes era: ¿Haría Dios esas obras po<strong>de</strong>rosas mediante un<br />

impostor como afirmaban los fariseos que era Jesús? La discusión se había vuelto encarnizada <strong>por</strong><br />

ambas partes. Los fariseos veían que estaban dando publicidad a la obra hecha <strong>por</strong> Jesús. No podían<br />

negar el milagro. <strong>El</strong> ciego rebosaba gozo y gratitud; contemplaba <strong>las</strong> maravil<strong>las</strong> <strong>de</strong> la naturaleza y<br />

se llenaba <strong>de</strong> <strong>de</strong>leite ante la hermosura <strong>de</strong> la tierra y <strong>de</strong>l cielo. Relataba libremente su caso y otra<br />

vez ellos trataron <strong>de</strong> imponerle silencio, diciendo: "Da gloria a Dios: nosotros sabemos que este<br />

hombre es pecador." Es <strong>de</strong>cir: No repitas que este hombre te dio la vista; es Dios quien lo ha hecho.<br />

<strong>El</strong> ciego respondió: "Si es pecador, no lo sé: una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo."<br />

Entonces le preguntaron otra vez: "¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?" Procuraron confundirlo<br />

con muchas palabras, a fin <strong>de</strong> que él se juzgase engañado. Satanás y sus ángeles malos estaban <strong>de</strong><br />

parte <strong>de</strong> los fariseos, y unían sus fuerzas y argucias al razonamiento <strong>de</strong> los hombres a fin <strong>de</strong><br />

contrarrestar la influencia <strong>de</strong> Cristo. Embotaron <strong>las</strong> convicciones hondamente arraigadas en<br />

muchas mentes.<br />

Los ángeles <strong>de</strong> Dios también estaban presentes para fortalecer al hombre cuya vista había sido<br />

restaurada. Los fariseos no comprendían que estaban tratando más que con un hombre inculto que<br />

había nacido ciego; no conocían a Aquel con quien estaban en controversia. La luz divina brillaba<br />

en <strong>las</strong> cámaras <strong>de</strong>l alma <strong>de</strong>l ciego. Mientras aquellos hipócritas procuraban hacerle <strong>de</strong>screído, Dios<br />

le ayudó a <strong>de</strong>mostrar, <strong>por</strong> el vigor y la agu<strong>de</strong>za <strong>de</strong> sus respuestas, que no había <strong>de</strong> ser entrampado.<br />

Replicó: "Ya os lo he dicho, y no habéis atendido: ¿Por qué lo queréis otra vez oír? ¿queréis<br />

también vosotros haceros sus discípulos? Y le ultrajaron, y dijeron: Tú eres su discípulo; pero<br />

nosotros discípulos <strong>de</strong> Moisés somos. Nosotros sabemos que a Moisés habló Dios: mas éste no<br />

sabemos <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> es." <strong>El</strong> Señor Jesús conocía la prueba <strong>por</strong> la cual estaba pasando el hombre, y<br />

le dio gracia y palabras, <strong>de</strong> modo que llegó a ser un testigo <strong>por</strong> Cristo. Respondió a los fariseos<br />

con palabras que eran una hiriente censura a sus preguntas. Aseveraban ser los expositores <strong>de</strong> <strong>las</strong><br />

Escrituras y los guías religiosos <strong>de</strong> la nación; sin embargo, había allí<br />

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