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El Deseado de Todas las Gentes por Elena White [Nueva Edicion]

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

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ignorantes, a presentarles <strong>las</strong> Escrituras y educar los para ser útiles en el servicio <strong>de</strong> Cristo. Hasta<br />

entonces Pedro no había sido apto para hacer esto, ni siquiera para compren<strong>de</strong>r su im<strong>por</strong>tancia.<br />

Pero ésta era la obra que Jesús le or<strong>de</strong>naba hacer ahora. Había sido preparado para ella <strong>por</strong> el<br />

sufrimiento y el arrepentimiento que había experimentado. Antes <strong>de</strong> su caída, Pedro había tenido<br />

la costumbre <strong>de</strong> hablar inadvertidamente, bajo el impulso <strong>de</strong>l momento. Siempre estaba listo para<br />

corregir a los <strong>de</strong>más, para expresar su opinión, antes <strong>de</strong> tener una comprensión clara <strong>de</strong> sí mismo<br />

o <strong>de</strong> lo que tenía que <strong>de</strong>cir. Pero el Pedro convertido era muy diferente. Conservaba su fervor<br />

anterior, pero la gracia <strong>de</strong> Cristo regía su celo. Ya no era impetuoso, confiado en sí mismo, ni<br />

vanidoso, sino sereno, dueño <strong>de</strong> sí y dócil. Podía entonces alimentar tanto a los cor<strong>de</strong>ros como a<br />

<strong>las</strong> ovejas <strong>de</strong>l rebaño <strong>de</strong> Cristo. La manera en que el Salvador trató a Pedro encerraba una lección<br />

para él y sus hermanos. Les enseñó a tratar al transgresor con paciencia, simpatía y amor<br />

perdonador.<br />

Aunque Pedro había negado a su Señor, el amor <strong>de</strong> Jesús hacia él no vaciló nunca. Un amor tal<br />

<strong>de</strong>bía sentir el subpastor <strong>por</strong> <strong>las</strong> ovejas y los cor<strong>de</strong>ros confiados a su cuidado. Recordando su propia<br />

<strong>de</strong>bilidad y fracaso, Pedro <strong>de</strong>bía tratar con su rebaño tan tiernamente como Cristo le había tratado<br />

a él. La pregunta que Cristo había dirigido a Pedro era significativa. Mencionó sólo una condición<br />

para ser discípulo y servir. "¿Me amas?" dijo. Esta es la cualidad esencial. Aunque Pedro poseyese<br />

todas <strong>las</strong> <strong>de</strong>más, sin el amor <strong>de</strong> Cristo no podía ser Pastor fiel sobre el rebaño <strong>de</strong>l Señor. <strong>El</strong><br />

conocimiento, la benevolencia, la elocuencia, la gratitud y el celo son todos valiosos auxiliares en<br />

la buena obra; pero sin el amor <strong>de</strong> Jesús en el corazón, la obra <strong>de</strong>l ministro cristiano fracasará<br />

seguramente. Jesús anduvo a so<strong>las</strong> con Pedro un rato, <strong>por</strong>que había algo que <strong>de</strong>seaba comunicarle<br />

a él solo. Antes <strong>de</strong> su muerte, Jesús le había dicho: "Don<strong>de</strong> yo voy, no me pue<strong>de</strong>s ahora seguir;<br />

mas me seguirás <strong>de</strong>spués." A esto Pedro había contestado: "Señor, ¿Por qué no te puedo seguir<br />

ahora? mi alma pondré <strong>por</strong> ti."<br />

* Cuando dijo esto, no tenía noción <strong>de</strong> <strong>las</strong> alturas y profundida<strong>de</strong>s a <strong>las</strong> cuales le iban a conducir<br />

los pies <strong>de</strong> Cristo. Pedro había fracasado cuando vino la prueba, pero volvía a tener o<strong>por</strong>tunidad<br />

<strong>de</strong> probar su amor hacia Cristo. A fin <strong>de</strong> que quedase fortalecido para la prueba final <strong>de</strong> su fe, el<br />

Salvador le reveló lo que le esperaba. Le dijo que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> vivir una vida útil, cuando la vejez<br />

le restase fuerzas, habría <strong>de</strong> seguir <strong>de</strong> veras a su Señor.<br />

Jesús dijo: "Cuando eras más mozo, te ceñías, e ibas don<strong>de</strong> querías; mas cuando ya fueres viejo,<br />

exten<strong>de</strong>rás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a don<strong>de</strong> no quieras. Y esto dijo, dando a enten<strong>de</strong>r<br />

con qué muerte había <strong>de</strong> glorificar a Dios." Jesús dio entonces a conocer a Pedro la manera en que<br />

habría <strong>de</strong> morir. Hasta predijo que serían extendidas sus manos sobre la cruz. Volvió a or<strong>de</strong>nar a<br />

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