30.08.2016 Views

El Conflicto de los Siglos por Elena White

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

14), y cada uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> que trabajaban tenía la espada ceñida. (Efesios 6:17.) En todo tiempo el mismo<br />

espíritu <strong>de</strong> odio y <strong>de</strong> oposición a la verdad inspiró a <strong>los</strong> enemigos <strong>de</strong> Dios, y <strong>los</strong> siervos <strong>de</strong> él necesitaron<br />

la misma vigilancia y fi<strong>de</strong>lidad. Las palabras <strong>de</strong> Cristo a sus primeros discípu<strong>los</strong> se aplicarán a cuantos<br />

le sigan, hasta el fin <strong>de</strong> <strong>los</strong> tiempos: "Y lo que os digo a vosotros, a todos lo digo: ¡Velad!" (S. Marcos<br />

13: 37, V.M.)<br />

Las tinieblas parecían hacerse más <strong>de</strong>nsas. La adoración <strong>de</strong> las imágenes se hizo más general. Se<br />

les encendían velas y se les ofrecían oraciones. Llegaron a prevalecer las costumbres más absurdas y<br />

supersticiosas. Los espíritus estaban tan completamente dominados <strong>por</strong> la superstición, que la razón<br />

misma parecía haber perdido su po<strong>de</strong>r. Mientras que <strong>los</strong> sacerdotes y <strong>los</strong> obispos eran amantes <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

placeres, sensuales y corrompidos, sólo podía esperarse <strong>de</strong>l pueblo que acudía a el<strong>los</strong> en busca <strong>de</strong><br />

dirección, que siguiera sumido en la ignorancia y en <strong>los</strong> vicios. Las pretensiones papales dieron otro<br />

paso más cuando en el siglo XI el papa Gregorio VII proclamó la perfección <strong>de</strong> la iglesia romana. Entre<br />

las proposiciones que él expuso había una que <strong>de</strong>claraba que la iglesia no había errado nunca ni podía<br />

errar, según las Santas Escrituras. Pero las pruebas <strong>de</strong> la Escritura faltaban para apoyar el aserto. <strong>El</strong> altivo<br />

pontífice reclamaba a<strong>de</strong>más para sí el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> <strong>de</strong>poner emperadores, y <strong>de</strong>claraba que ninguna<br />

sentencia pronunciada <strong>por</strong> él podía ser revocada <strong>por</strong> hombre alguno, pero que él tenía la prerrogativa <strong>de</strong><br />

revocar las <strong>de</strong>cisiones <strong>de</strong> todos <strong>los</strong> <strong>de</strong>más. (Véase el Apéndice.)<br />

<strong>El</strong> modo en que trató al emperador alemán Enrique IV nos pinta a lo vivo el carácter tiránico <strong>de</strong><br />

este abogado <strong>de</strong> la infalibilidad papal. Por haber intentado <strong>de</strong>sobe<strong>de</strong>cer la autoridad papal, dicho<br />

monarca fue excomulgado y <strong>de</strong>stronado. Aterrorizado ante la <strong>de</strong>serción <strong>de</strong> sus propios príncipes que <strong>por</strong><br />

or<strong>de</strong>n papal fueron instigados a rebelarse contra él, Enrique no tuvo más remedio que hacer las paces<br />

con Roma. Acompañado <strong>de</strong> su esposa y <strong>de</strong> un fiel sirviente, cruzó <strong>los</strong> Alpes en pleno invierno para<br />

humillarse ante el papa. Habiendo llegado al castillo don<strong>de</strong> Gregorio se había retirado, fue conducido,<br />

<strong>de</strong>spojado <strong>de</strong> sus guardas, a un patio exterior, y allí, en el crudo frío <strong>de</strong>l invierno, con la cabeza<br />

<strong>de</strong>scubierta, <strong>los</strong> pies <strong>de</strong>scalzos y miserablemente vestido, esperó el permiso <strong>de</strong>l papa para llegar a su<br />

presencia. Sólo <strong>de</strong>spués que hubo pasado así tres días, ayunando y haciendo confesión, con<strong>de</strong>scendió el<br />

pontífice en perdonarle. Y aun entonces fuéle concedida esa gracia con la condición <strong>de</strong> que el emperador<br />

esperaría la venia <strong>de</strong>l papa antes <strong>de</strong> reasumir las insignias reales o <strong>de</strong> ejercer su po<strong>de</strong>r.<br />

Y Gregorio, envanecido con su triunfo, se jactaba <strong>de</strong> que era su <strong>de</strong>ber abatir la soberbia <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

reyes. ¡Cuán notable contraste hay entre el <strong>de</strong>spótico orgullo <strong>de</strong> tan altivo pontífice y la mansedumbre y<br />

humildad <strong>de</strong> Cristo, quien se presenta a sí mismo como llamando a la puerta <strong>de</strong>l corazón para ser<br />

admitido en él y traer perdón y paz, y enseñó a sus discípu<strong>los</strong>: "<strong>El</strong> que quisiere entre vosotros ser el<br />

primero, será vuestro siervo"! (S. Mateo 20: 27.) Los sig<strong>los</strong> que se sucedieron presenciaron un constante<br />

aumento <strong>de</strong>l error en las doctrinas sostenidas <strong>por</strong> Roma. Aun antes <strong>de</strong>l establecimiento <strong>de</strong>l papado, las<br />

31

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!