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7 MI BELGRANO RIVER - Enero de 2017
Merlo, Fillol, D. Onega y Alonso
Glorias de River, nos cuentan el
inicio de su camino en el fútbol
Por Damian Giovino
@DamianGiovino
Reinaldo Merlo
“Jugaba al baby fútbol en el club
Fulgor de Villa Crespo, un día
hubo un partido contra River y
un cazatalentos, Palomino, me
vio y me llevó. Tenía 10 años en
ese momento. Empecé a jugar
al baby en River y después en
cancha de 11. Jugué arriba, de 9,
en 2 partidos. El primero contra
Ferro e hice un gol, y el segundo
contra Chacarita. Después
Carlos Peucelle, que era el que
coordinaba las inferiores y sabía
muchísimo de fútbol, me ubicó
donde tenía que ir. Miraba las
prácticas con pantalón y camisa.
Un día me agarró y me dijo que
juegue un poco más atrás. Yo
quería jugar. Al principio corría
por todos lados. Apretaba acá,
apretaba allá. Peucelle me iba
tranquilizando, me daba ítems
puntuales para que me vaya ubicando
mejor. Estuve 4, 5 meses
sin jugar mientras él me iba puliendo.
Un día me preguntó si
me gustaba el puesto, yo le dije
que sí y me avisó que el próximo
partido iba a jugar de 5. Eso fue
en octava división. A partir de
ahí no paré más hasta debutar en
primera. No tenía la habilidad de
JJ ni la del Beto. Fui conociendo
mis limitaciones. Mi juego se basaba
en cortar y jugar. Más que
marcar, adivinaba e interceptaba.
Labruna me vio jugando en la
quinta división, me llamó el auxiliar
y me dijo que al otro día
vaya a entrenar con la primera
que el domingo iba a jugar. Y así
fue, un partido en el Monumental
contra Estudiantes en el ´69”.
Ubaldo Fillol
“En mis inicios, en la pensión de
Quilmes, hice amistades, conocí
a mi primera novia que hoy es
mi esposa, nacieron mis hijos.
Siempre hay que tener claro los
orígenes de uno. Los potreros
en San Miguel del Monte, ahí
aprendí y mamé muchísimas
cosas. Cuando llegué a River ya
era un arquero formado. El recorrido
fue muy duro pero siempre
apunté a más. Me acuerdo de
mis maestros cuando estaba en
las inferiores de Quilmes. Cuando
llegué de Montes vivía solo,
hubo mucha gente que me ayudó
como ser humano no como jugador.
Esos valores que aprendí,
los pregono siempre hasta el día
de hoy”.
Daniel Onega
“Llegué al club a los 13 años, en
la novena división. Primero vino
Ermindo, 2 años antes. River
tenía en los puntos más futboleros
del país, gente que miraba
partidos y buscaba jugadores interesantes.
Así fue que una persona
hizo llegar la información
de un chico de La Parejas, que
era Ermindo. Lo fueron a ver,
lo siguieron, lo hicieron venir
a Buenos Aires para hacer unas
pruebas e inmediatamente lo ficharon.
Todo con el aval de Renato
Cesarini que en ese momento
trabajaba en las inferiores. A
los 18 años ya estaba jugando en
primera. A los 2 años de haber
llegado él, me trajo a hacer una
prueba en la cancha auxiliar del
Monumental. Me fue bien y me
ficharon. Así comencé a jugar de
titular en novena. A los 18 años
pasé a jugar en tercera, estuve 2
años ahí. En el ´65 Renato Cesarini
vino como técnico de la primera
y en el ´66 me hizo debutar.
Fue nada más ni nada menos que
en la Libertadores de ese año y
frente a Boca. A partir de ahí comencé
a ser titular. Ese año me
fue bien, llegamos a la final de la
Copa y marqué 17 goles, siendo
hasta hoy el máximo goleador de
la historia de la Libertadores”.
Norberto Alonso
“Había un delegado de River, de
nombre Carlos Palomino, que
andaba por todos lados recorriendo
clubes de todas las zonas
buscando talentos. Tenía 9 años
y vino con un equipo de River a
enfrentar al club donde jugaba
que lo dirigía mi viejo. Cuando
terminó el partido Palomino
le preguntó a mi papá que edad
tenía y él le respondió que tenía
9. No le creyó y le pidió que le
muestre mi documento. Cuando
certificó que era verdad, le
ofreció llevarme a River sin hacer
prueba ni nada. Mirá cómo
era mi viejo que no le dijo que
sí ni que no, le contestó que me
iba a preguntar a mí. Volvimos
caminando después de jugar ese
partido, que ganamos el campeonato,
y me contó la situación. Le
dije que si era para jugar al fútbol,
iba. Así fue. Tenía una hora
y media de viaje desde Polvorines
a River. El primer viaje, me
acompañó mi papá para guiarme
y enseñarme dónde me tenía que
tomar el tren, dónde bajarme y
demás. Ya después iba en el ferrocarril
Belgrano reclutando
pibes en todas las estaciones que
iban también a entrenar. Bajábamos
del tren y nos íbamos tirando
caños, jugando con la pelota.
Siempre divirtiéndonos. Inicialmente
jugaba de 11 pero me tiraba
mucho para el medio porque
quería tener más contacto con la
pelota y entrar más en juego.
Un partido fuimos a jugar a La
Plata y el maestro Didí me llevó
al banco. Iba perdiendo River 2
a 0. Daniel Onega, que jugaba
de 10, salió lesionado y entré
yo. Terminamos 2 a 2 y a partir
de ahí me quedé para siempre
de enganche. Lo que no veía la
gente es que yo también hacía el
trabajo sucio. Jugaba sin pelota,
arrastraba marcas”.
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