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Aguirre-Antimanual del mal historiador-

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ANTIMANUAL DEL<br />

MAL HISTORIADOR<br />

O ¿cómo hacer hoy una buena historia critica?<br />

Carlos Antonio <strong>Aguirre</strong> Rojas<br />

Los libros d


Primera edición:<br />

Ed. La Vasija, Ciudad de México, México, febrero de 2002.<br />

Segunda edición:<br />

Ediciones Desde Abajo, Bogotá, Colombia, octubre de 2002.<br />

Tercera edición:<br />

Editorial Prohistoria, Rosario, Argentina, enero de 2003.<br />

Cuarta edición:<br />

Ed. La Vasija, Ciudad de México, México, marzo de 2003.<br />

Quinta edición:<br />

Editorial Magna Terra, Ciudad de Guate<strong>mal</strong>a, Guate<strong>mal</strong>a, agosto de 2004.<br />

Sexta edición:<br />

Ed. Centro "Juan Marinello", La Habana, Cuba, noviembre de 2004.<br />

Séptima edición:<br />

Ed. Contrahistorias, Ciudad de México, México, octubre de 2005.<br />

PRÓLOGO<br />

INTRODUCCIÓN<br />

CAPÍTULO I<br />

ÍNDICE<br />

DE ANTIMANUALES Y ANTIDEFINICIONES<br />

DE LA HISTORIA<br />

9<br />

15<br />

21<br />

CAPÍTULO II<br />

LOS SIETE (Y MÁS) PECADOS CAPITALES<br />

DEL MAL HISTORIADOR<br />

35<br />

CAPITULO til<br />

EN LOS ORÍGENES DE LA HISTORIA CRÍTICA<br />

53<br />

ISBN 999-3969-22-2<br />

© CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />

© Contrahistorias. La otra mirada de Clío<br />

CAPÍTULO IV<br />

POR LOS CAMINOS DE LA BUENA HISTORIA<br />

ANTIPOSITIVISTA<br />

CAPÍTULO V<br />

, .<br />

LAS LECCIONES DE 1968 PARA UNA POSIBLE<br />

CONTRAHISTORIA RADICAL<br />

71<br />

87<br />

Estamos por la difusión más amplia posible de la cultura. Se permite la reproducción<br />

total o parcial de esta obra por medios electrónicos, mecánicos, químicos,<br />

ópticos, de grabación o fotocopia, con el simple permiso escrito <strong>del</strong> editor.<br />

Diseño gráfico y formación: ALFREDO QUIROZ ARANA<br />

Impreso en México / Printed in México<br />

CAPITULO VI<br />

¿QUÉ HISTORIA DEBEMOS HACER Y ENSEÑAR HOY?<br />

UN MODELO PARA (DES)ARMAR 111<br />

BIBLIOGRAFÍA ESENCIAL DEL BUEN SEGUIDOR<br />

DE ESTE ANTIMANUAL 129


WALTER BENJAMÍN


"Sólo tiene derecho a encender en el pasado<br />

la chispa de la esperanza aquel <strong>historiador</strong><br />

traspasado por la idea de que ni siquiera los muertos<br />

estarán a salvo <strong>del</strong> enemigo si este vence..."<br />

Walter Benjamín, Sobre el concepto de historia,<br />

tesis VI, ca. 1940.


PRÓLOGO<br />

E<strong>del</strong>iberto Cifuentes Medina<br />

¿QuÉ HISTORIA HAY QUE CONSTRUIR y enseñar a principios <strong>del</strong> siglo xxi?.<br />

¿Es la historia un ejercicio intelectual y profesional que constituye<br />

una verdadera necesidad y urgencia para la comprensión, interpretación<br />

y explicación de un mundo en crisis?. ¿Y es todavía útil e<br />

importante aprender y enseñar historia, en el mundo globalizado<br />

de hoy, y dentro <strong>del</strong> vertiginoso proceso de vaciamiento de la<br />

subjetividad que ahora vivimos?. ¿Tiene sentido que una persona<br />

dedique su tiempo y su vida a un quehacer que en la mayoría de<br />

los casos no requiere, supuestamente, de ninguna formación profesional<br />

y/o académica?.<br />

Porque si bien es ampliamente reconocida la función que tiene<br />

la memoria para el sujeto, y también la importancia que posee el<br />

pasado en la sociedad, vale la pena preguntarse, ¿de qué memoria<br />

se trata, y qué parte de ese pasado está estructuralmente expresado<br />

en el presente?. ¿Y qué diferencias o similitudes existen entre<br />

la memoria individual y la colectiva, y de otra parte la historia?.<br />

Pero también, ¿cuál es el sentido de investigar y escribir historia<br />

en un momento en el que aparecen nuevas interrogantes, e hipótesis,<br />

y problemas, todos ellos sobre el sentido de la sociedad, sobre<br />

las estructuras <strong>del</strong> poder y sobre el contenido de lo humano?. Y<br />

aún más: ¿cuál es la importancia <strong>del</strong> trabajo <strong>del</strong> <strong>historiador</strong>, en una<br />

época de generalizada confusión y de crisis de los paradigmas en<br />

las ciencias sociales, pero también en los tiempos de un supuesto<br />

carácter exclusivamente narrativo <strong>del</strong> discurso historiográfico, provocado<br />

por la anacrónica sobrevivencia <strong>del</strong> positivismo y defendido<br />

en las <strong>del</strong>irantes posiciones <strong>del</strong> discurso posmoderno?.<br />

Y es que, sin duda, ningún <strong>historiador</strong> que se considere<br />

verdaderamente imbuido de su responsabilidad profesional, y


CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />

• ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR •<br />

comprometido con su propia sociedad, puede dejar de plantearse<br />

estas preguntas, y de realizar un serio y profundo análisis de su<br />

trabajo, lo mismo que de la función y de los efectos que el mismo<br />

pueda tener en el desarrollo social. Y aunque no es frecuente que el<br />

<strong>historiador</strong> reflexione sobre su quehacer, y sobre la importancia y<br />

trascendencia <strong>del</strong> mismo en la percepción, comprensión, interpretación<br />

y transformación de las complejidades de su sociedad, eso<br />

no impide que todo trabajo historiográfico cumpla una función, y<br />

que tenga por lo tanto una utilidad y un sentido, sea en la línea de<br />

la humanización, o por el contrario, en la de la deshumanización<br />

de esa misma sociedad.<br />

Es decir que todo trabajo o ensayo sobre la sociedad, sobre la<br />

memoria, o sobre la historia, se enfrenta siempre a un claro dilema<br />

ineludible, que es el de, o bien tener impactos perversos sobre la<br />

evolución y el desarrollo de la sociedad, o por el contrario, convertirse<br />

en cambio en una verdadera herramienta para la estructuración<br />

de subjetividades individuales y colectivas que estén en<br />

correlato con una condición humana plena, y con un conjunto de<br />

valores y prácticas diferentes y superiores a las actuales. Por eso,<br />

todo posible ensayo de este género, o bien reproduce prácticas<br />

autoritarias, o en cambio, se abre hacia la pluralidad de las acciones,<br />

los procesos y los hechos; o bien se construye como una verdadera<br />

y rigurosa forma de pensar, o por el contrario, se reduce al<br />

simple ejercicio <strong>del</strong> recuerdo y la nostalgia.<br />

En suma, todo trabajo historiográfico, desde el más ingenuo<br />

y espontáneo hasta el más elaborado y crítico, deja su impronta,<br />

impacta y produce efectos en la conformación <strong>del</strong> sujeto y en las<br />

subjetividades, lo mismo que en el rol que las mismas juegan<br />

dentro de la existencia y para la transformación de los mo<strong>del</strong>os de<br />

vida.<br />

Por ello, ningún trabajo historiográfico puede estar al margen<br />

de los desarrollos filosóficos, de los debates políticos, de los métodos<br />

y de las reflexiones que otros saberes hacen sobre lo humano<br />

y lo social. Así, no es posible que el trabajo <strong>del</strong> <strong>historiador</strong> exista<br />

al margen de los aportes, problemas, hipótesis y métodos <strong>del</strong> resto<br />

de las ciencias sociales y de las reflexiones filosóficas más importantes.<br />

Por ello, el <strong>historiador</strong> que asuma su función como un trabajo<br />

creativo y comprometido con su sociedad no podrá atenerse a<br />

las viejas fuentes y a las viejas prácticas de recuperación <strong>del</strong> pasado<br />

concebidas sólo como un regodeo personal, o como un discurso<br />

que sirve para entretener a los ociosos y a los "jubilados", llenando<br />

por ejemplo las secciones de la prensa en los fines de semana, en la<br />

simple lógica de ofrecer una "sana" distracción dominical.<br />

Es decir que para construir una historia nueva y profundamente<br />

renovada, será necesario ubicar a esos diversos discursos<br />

historiográficos en su función o de legitimadores, o de superadores<br />

de lo establecido. Caso este último en el que el trabajo <strong>del</strong> <strong>historiador</strong><br />

por esa historia nueva, será a la vez un análisis y superación<br />

de sus fuentes, de sus técnicas, de sus métodos y hasta <strong>del</strong><br />

estilo de construcción <strong>del</strong> relato, junto a una inquietud y verdadero<br />

entusiasmo para recuperar y recrear por cuenta propia las nuevas<br />

formas de construir la historia, a partir entonces de otras fuentes, y<br />

por ende de toda huella, creación y producción de lo humano.<br />

Es pertinente, en consecuencia, en esta construcción de una historia<br />

crítica, acotar las particularidades de la historia tradicional y<br />

de la historia crítica moderna, y señalar que no solo hay una radical<br />

diferencia en cuanto a la percepción, comprensión, y explicación<br />

de los procesos sociales, sino a la vez una diferencia rotunda en<br />

cuanto a cómo asumir y concebir las relaciones de poder y de vida:<br />

porque si la historia tradicional es aburrida y llena de fechas, personajes,<br />

protocolos palaciegos, siendo además legitimadora y conservadora,<br />

la historia crítica es en cambio una historia abierta a la<br />

vida, a las creaciones y a las resistencias populares, lo mismo que a<br />

todos los procesos que le dan centralidad a las expresiones humanas<br />

más esenciales.<br />

Y es que el oficio de historiar implica tareas y prácticas verdaderamente<br />

interesantes, novedosas y a tono con los sueños y creaciones<br />

de los grupos que resisten y que luchan en los diversos<br />

campos y frentes sociales por una vida mejor. Por eso, hacer esta<br />

historia genuinamente crítica implica superar los mo<strong>del</strong>os que atan


12 I<br />

CARLOS ANTONIO AÍJUIRRK ROJAS<br />

ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />

el trabajo <strong>del</strong> <strong>historiador</strong> a la simple narración <strong>del</strong> pasado, y a contracorriente<br />

de esto, proponer que el trabajo <strong>del</strong> <strong>historiador</strong> actual<br />

debe situar su objeto de estudio dentro de inesperadas y siempre<br />

heurísticas coordenadas <strong>del</strong> tiempo, <strong>del</strong> espacio, <strong>del</strong> tema y hasta<br />

de los resultados.<br />

En suma, se trata de recuperar para el trabajo <strong>del</strong> <strong>historiador</strong><br />

aquellas tradiciones críticas forjadas en un previo esfuerzo de teorización<br />

y de reflexión, pero también de luchas, de debates y de<br />

prácticas que recuperan el cambio, el movimiento, y los estilos de<br />

vida solidarios y sustentados en la pluralidad, la verdad y la justicia.<br />

Se trata, seriamente, de asumir el trabajo de historiar en todas<br />

sus complejidades, en su rigor, en su profundo compromiso con<br />

la verdad, pero a la vez, con su función altamente ediñcadora y<br />

gratificante de saberse militante por la vida, lo mismo que por el<br />

verdadero enaltecimiento de la condición humana.<br />

Este libro de Carlos <strong>Aguirre</strong> Rojas, que ahora se reedita por<br />

tercera ocasión en México, después de haberse editado ya en<br />

Colombia, Argentina, Guate<strong>mal</strong>a y Cuba, nos ofrece un expediente<br />

documentado y riguroso sobre el por qué y cómo escribir esa historia<br />

crítica antes mencionada, a la vez que nos devela los propósitos<br />

deshumanizantes que se ocultan en la historia tradicional, en<br />

la historia oficial y en la versión más elaborada, pero no por ello<br />

menos perversa de la historia positivista.<br />

Desde indicarnos los deslices simplificadores y de control de la<br />

historia acartonada tradicional, hasta comentar los siete (y más)<br />

pecados capitales <strong>del</strong> <strong>mal</strong> <strong>historiador</strong>, desde hacer una sistemática<br />

y rigurosa exposición de los orígenes de la historia crítica hasta<br />

exponer las formas y/o modos de una historia antipositivista, y<br />

desde un señalamiento de los vicios y perversiones de la historia<br />

elaborada desde el poder, hasta la exposición de los nuevos discursos<br />

historiográñcos que afloran a partir de los movimientos contrasistémicos<br />

de 1968, de emergencia y expresión planetaria, es que<br />

se arma el argumento de este libro.<br />

Porque este último es una crítica (en su acepción de examen<br />

sistemático), de las diversas versiones tradicionales de la historia,<br />

pero a la vez, una propuesta, para la práctica de un oñ'cio verdaderamente<br />

vital y a tono con los desarrollos actuales más avanzados.<br />

Es decir, una propuesta que no solo supera a las corrientes y discursos<br />

que reproducen lo for<strong>mal</strong> y lo esquemático, sino que, avanzando<br />

a contracorriente, se apoya también en aquellas versiones<br />

que ya han comprobado su poder y su fuerza para acceder hasta<br />

las estructuras ocultas, hasta los entornos mas oscuros, en el objetivo<br />

de iluminar ahora el lado generoso y creativo que practican<br />

grandes sectores de la humanidad.<br />

Así, para un todavía vasto sector de nuestro medio latinoamericano,<br />

y por ejemplo para Guate<strong>mal</strong>a entera y también aún para<br />

México, la reedición de este <strong>Antimanual</strong> <strong>del</strong> <strong>mal</strong> <strong>historiador</strong>, O ¿cómo<br />

hacer hoy una buena historia crítica? representa la existencia de un<br />

material de capital utilidad para el debate y para la profesionalización<br />

de un oñcio que, en todavía amplios espacios de nuestras<br />

historiografías de América Latina, arrambla los lastres de esa historia<br />

positivista, desde sus expresiones más vulgares, hasta las ambiguas<br />

formas de una supuesta historia cultural, o de una historia<br />

política, o también de una sociología completamente inmediatista.<br />

Con la riqueza de una trayectoria intelectual intensa y fructífera<br />

de ya largos años, y con experiencias en diversas Universidades<br />

y países de todo el mundo, aunque en pleno gozo de una de sus<br />

juventudes; con la ya extensa realización de estudios y publicaciones,<br />

pero con la reiterada novedad de ofrecernos siempre un trabajo<br />

que, desde la primera idea hasta la última propuesta crítica, no<br />

deja de provocarnos y de transmitirnos reflexividad, entusiasmo<br />

y energía por el ejercicio de una profesión que es y será siempre<br />

edificante si se le asume con los afectos, rigores e imaginación que<br />

exige la práctica de toda ciencia; y con la ya conocida apabilidad y<br />

particular deferencia hacia todas las naciones de nuestra América<br />

Latina, expresadas en las múltiples visitas académicas realizadas<br />

en los últimos cuatro lustros, pero siempre con una renovada<br />

frescura de nuevos saberes, Carlos Antonio <strong>Aguirre</strong> Rojas deja,<br />

con esta publicación y con su magisterio, su impronta dentro de la<br />

actual historiografía latinoamericana.


14<br />

15<br />

CARLOS ANTONIO AGUIRRK ROJAS<br />

Corresponde entonces a los seguidores realmente críticos de<br />

Clío, en este espacio nuestro que llamamos Latinoamérica, continuar<br />

rompiendo lanzas por una historia renovada, actualizada,<br />

crítica y alimentada en las más añejas tradiciones de resistencia,<br />

de lucha y de esperanza. Y ello, con la más profunda convicción<br />

de que nuestro trabajo y nuestros afanes, inscritos en el horizonte<br />

<strong>del</strong> objetivo de alcanzar la existencia de "Un mundo en el que<br />

quepan todos los mundos posibles", y con la seguridad de que<br />

"Otra América Latina es todavía posible", serán siempre un trabajo<br />

y unos afanes profundamente gratificantes y socialmente convocantes.<br />

Ciudad de Guate<strong>mal</strong>a,<br />

octubre de 2004.<br />

INTRODUCCIÓN<br />

"Creo en el futuro porque yo mismo<br />

participo en su construcción"<br />

Jules Michelet<br />

En México, algo muy importante comenzó el primero de enero de<br />

1994. Hasta el punto de que podemos añrmar que el "breve siglo<br />

xx", que a nivel general comienza con la Primera Guerra Mundial<br />

y con la Revolución Rusa de 1917, para cerrarse con la caída <strong>del</strong><br />

Muro de Berlín, ha comenzado en cambio, en nuestro país, con<br />

el estallido de la Revolución Mexicana de 1910, para concluir precisamente<br />

en esa fecha simbólica importante que representa la<br />

irrupción pública <strong>del</strong> movimiento neozapatista mexicano. Porque<br />

los siglos verdaderamente históricos se construyen, precisamente, a<br />

partir de las diversas duraciones de los fenómenos que dentro de<br />

ellos se despliegan, dándole temporalidad y sentido a las distintas<br />

curvas evolutivas que esos mismos siglos representan. Entonces,<br />

cuando se cierra un siglo histórico, distinto <strong>del</strong> simple siglo cronológico,<br />

se cierran con él esos mismos procesos fundamentales<br />

que le dieron vigencia y sustancia, cambiando la página de la historia,<br />

para inaugurar nuevos procesos y nuevas situaciones, igualmente<br />

correspondientes al nuevo siglo y al nuevo ciclo histórico<br />

que comienza.<br />

Por eso, entre tantas otras razones, es que se impone también<br />

la construcción de un nuevo tipo de historia. Y esto, en el doble sentido<br />

de participar activamente en la transformación de esa historia<br />

real que los hombres y las sociedades construimos todos los días,<br />

pero también en la línea de intentar edificar un nuevo tipo de saber<br />

histórico y de discurso historiográfico, capaz de aprehender y de


17<br />

CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />

ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />

reflejar adecuadamente a esas nuevas realidades de la historia real,<br />

pero también capaz de proveernos de algunas de las herramientas<br />

intelectuales necesarias para intervenir eficazmente en dicha construcción<br />

renovada de esa historia real.<br />

Algo que por lo demás, ha sido también planteado por los indígenas<br />

rebeldes de nuestro país. Pues ellos han insistido constantemente<br />

en que su lucha es también una lucha de la memoria contra<br />

el olvido, lo que significa que es también un intento por recuperar<br />

y por mantener viva la memoria de su propia historia, la memoria<br />

de sus luchas y de sus reclamos, tanto como la reivindicación <strong>del</strong><br />

pasado, <strong>del</strong> presente y <strong>del</strong> futuro que ellos, como indígenas, representan,<br />

y que la historia oficial ha borrado e ignorado sistemáticamente<br />

durante siglos.<br />

Porque si la historia la escriben siempre los vencedores, y si<br />

cada clase que domina reinventa al pasado y a las tradiciones para<br />

legitimar su propia dominación, entonces es claro que el papel<br />

que han tenido los indígenas mexicanos, dentro de las múltiples<br />

historias oficiales escritas durante siglos en nuestro país, ha sido<br />

un papel completamente marginal e irrelevante. Ya que lo mismo<br />

en la visión abiertamente racista, que trata al indígena como si<br />

hubiese sido una simple "materia prima" de los conquistadores,<br />

como presa y punto de apoyo de la sociedad colonial que "lo mestiza",<br />

que en la visión paternalista y despreciativa que lo quiere<br />

"nor<strong>mal</strong>izar", "modernizar" e incorporar al "progreso" de nuestra<br />

modernidad capitalista, el papel que se le ha asignado a los pueblos<br />

indígenas de México, ha sido siempre el de simples objetos pasivos<br />

y receptivos de la historia, pero nunca el de sujetos activos, rebeldes,<br />

actuantes y poseedores de un proyecto propio y específico de vida,<br />

de sobrevivencia, de resistencia y de modernidad alternativas, e<br />

incluso de propuestas de caminos diferentes para el desarrollo de<br />

ciertos procesos en nuestro país.<br />

Así que cuando los neozapatistas reclaman mantener viva la<br />

herencia de sus muertos y de sus antepasados, lo que están reivindicando<br />

es justamente ese pasado que ellos mismos han construido,<br />

y en el que siempre han sido los sujetos de su propia historia,<br />

pasado que a través de luchas, insurrecciones, rebeliones y resistencias<br />

prolongadas y continuas, han logrado preservar y mantener<br />

vivo hasta el día de hoy.<br />

Por eso urge reescribir toda la historia de México, incorporando<br />

de manera orgánica y sistemática dentro de su trama, entre varios<br />

otros, también a este sujeto indígena y al conjunto de sus acciones,<br />

intervenciones, luchas y resistencias específicas. Como también<br />

urge comenzar a ver la historia, en general, de un modo nuevo y diferente,<br />

haciéndola, escribiéndola, investigándola y enseñándola de<br />

una manera radicalmente distinta a como lo hemos hecho hasta<br />

ahora, una manera diferente que sea realmente acorde con estos<br />

nuevos tiempos que han comenzado a vivirse en México después<br />

de 1994.<br />

Pero es claro que es imposible construir una historia nueva, con<br />

las viejas y desgastadas herramientas que corresponden a los también<br />

ya anacrónicos modos en que se ha practicado hasta hoy el<br />

oficio de <strong>historiador</strong> en nuestro país. Pues son esas viejas concepciones<br />

de la historia, y esas viejas fuentes y técnicas consagradas<br />

durante tantas décadas, y repetidas durante lustros y lustros en las<br />

aulas, las que han forjado esa historiografía oficial que no sólo ha<br />

ignorado a los indígenas, sino también a las mujeres, e igualmente<br />

a los campesinos, a los obreros y a las grandes masas populares, a<br />

la vez que se concentraba solamente en el estudio de la vida de los<br />

presidentes y de los políticos mas conocidos, en las pugnas de los<br />

pequeños y elitistas grupos o facciones de las clases dominantes,<br />

o en el análisis de los discursos y las obras de tal o cual literato,<br />

científico, o 'gran personaje' de nuestra historia nacional. Poniendo<br />

entonces el énfasis en ese estudio de las guerras, de los tratados, de<br />

las acciones <strong>del</strong> Estado y de la biografía de los supuestos "grandes<br />

héroes" de la nación, la historia oficial e incluso una inmensa mayoría<br />

de la historia académica, ha hecho hasta el día de hoy caso<br />

omiso de las realidades económicas, sociales, culturales y civilizatorias<br />

que, en profundidad y de una manera esencial, han definido<br />

las grandes líneas de la evolución de nuestra historia en general.


18<br />

CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />

ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR •<br />

Por eso, hace falta llevar a cabo una doble tarea transformadora<br />

dentro <strong>del</strong> vasto espacio de nuestros estudios históricos actuales:<br />

en primer lugar, un trabajo sistemático de crítica permanente de<br />

esa historia oficial, positivista y tradicional, trabajo que al mismo<br />

tiempo que denuncia y demuestra las inconsistencias y la pobreza<br />

de los resultados historiográficos producidos por esta historia limitada<br />

que ha sido dominante en nuestro país hasta el día de hoy,<br />

hace evidente también la clara función conservadora <strong>del</strong> statu C\UQ<br />

que ha cumplido y que cumple este mismo tipo de historia perezosa<br />

y complaciente con los actuales grupos y clases dominantes.<br />

Pero también y en segundo lugar, es ahora necesario mostrar con<br />

claridad los nuevos rumbos por los que debe transitar la nueva historia<br />

que urge comenzar a elaborar, explicando con paciencia y<br />

detalle el conjunto de herramientas intelectuales y de puntos de<br />

apoyo que habrá que utilizar en la construcción de esa otra historia<br />

diferente y crítica, a la vez que avanzamos, audazmente, en las<br />

primeras aplicaciones y reconstrucciones de los diferentes temas y<br />

períodos que comprende nuestra propia historia nacional.<br />

De este modo, promover e impulsar una historia nueva, actualizada,<br />

científica y crítica en nuestro país, no es otra cosa que intentar<br />

asumir, dentro de nuestro propio oficio de <strong>historiador</strong>es, las<br />

consecuencias importantes de la situación histórica también nueva<br />

que ahora vivimos. Pero no para renovar y reciclar una vez más,<br />

vistiéndola con nuevas ropas, a la vetusta y siempre bien vista historia<br />

oficial complaciente con el poder y dispuesta eternamente a<br />

legitimarlo y a servirlo, sino más bien para volver a conectar a esta<br />

renovada ciencia de la historia con sus raíces fundadoras esenciales,<br />

pertenecientes a las mejores tradiciones <strong>del</strong> pensamiento social<br />

crítico contemporáneo. Es decir, renovar a la historia para restituirle<br />

su dimensión profunda como historia crítica, vinculada a los<br />

movimientos sociales actuales y a las urgencias y demandas principales<br />

<strong>del</strong> presente, a la vez que dispuesta a contribuir y a colaborar,<br />

en la medida de lo posible, en la construcción de un futuro<br />

diferente, donde se elimine la explotación económica, el despotismo<br />

político, y la desigualdad y discriminación sociales, y en<br />

donde el porvenir no sea visto, como sucede hoy, con aprehensión<br />

y con temor, sino por el contrario, con verdadero optimismo y con<br />

profunda esperanza.<br />

* * *


CAPÍTULO i<br />

DE ANTIMANUALES<br />

Y ANTIDEFINICIONES DE LA HISTORIA<br />

"En pocas palabras, podemos decir<br />

que (...) un <strong>mal</strong> Manual solo merece<br />

ser fulminado...".<br />

Marc Bloch, "¿Manuales o Síntesis?",<br />

AHES,vol. V, 3933.<br />

MARC BLOCH<br />

¿Por qué escribir y publicar hoy, en los inicios de este tercer milenio<br />

cronológico, un Anti-manual y además, un anti-manual <strong>del</strong> "<strong>mal</strong><br />

<strong>historiador</strong>"?. Porque estamos convencidos de que la mayoría de<br />

las instituciones académicas que hoy forman y educan a los futuros<br />

<strong>historiador</strong>es de nuestro país, lo que están educando y formando<br />

es a <strong>mal</strong>os <strong>historiador</strong>es, y no a <strong>historiador</strong>es críticos, serios, creativos<br />

y científicos. Y también porque sabemos que el sentido que tienen,<br />

en general, todos los "manuales" es el de simplificar ideas o argumentos<br />

complicados, con el fin de volverlos asequibles a un público<br />

cada vez más amplio.<br />

Pero nuestro objetivo en este pequeño libro es muy distinto: lo<br />

que queremos no es hacer simples, ideas que son complejas, sino<br />

más bien combatir y criticar viejas ideas simples, rutinarias y ya<br />

superadas sobre lo que es y sobre lo que debería ser la historia.<br />

Ideas que a fuerza de repetirse, desde la educación primaria más<br />

elemental hasta el nivel universitario de la licenciatura y de los<br />

postgrados, han terminado por ser aceptadas y reconocidas por la<br />

inmensa mayoría, construyendo así la empobrecida y deformada<br />

noción de lo que hoy se llama comúnmente "historia".<br />

Al mismo tiempo, y luego de criticar esa visión anacrónica y<br />

limitada hoy imperante, de lo que es y de lo que debería ser la


CARLOS ANTONIO AGUTRRE ROJAS<br />

• ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR •<br />

historia, queremos presentar, también de modo accesible a un<br />

vasto público, ciertas ideas y propuestas, complejas y elaboradas,<br />

de lo que en nuestra opinión debería ser y es en verdad la historia<br />

más actual y más de vanguardia. Pero no convirtiendo a esas propuestas<br />

e ideas en tesis y nociones simples, sino más bien reformulándolas<br />

de una manera sencilla, que a la vez que mantiene su<br />

complejidad, las ilustra con ciertos ejemplos y las desmenuza con<br />

más detalle, retraduciéndolas a un lenguaje más cercano y asequible<br />

a ese amplio público.<br />

Porque lejos de esa imagen que nos han impuesto, y que reproducen<br />

con tenacidad la inmensa mayoría de nuestras escuelas y<br />

de nuestras Universidades, imagen que presenta a la historia como<br />

algo aburrido y memorístico, que sólo se ocupa de cosas viejas y de<br />

rancios pasados ya muertos y lejanos, la historia más actual y de<br />

vanguardia es en cambio algo vivo y apasionante, que investiga los<br />

más relevantes problemas <strong>del</strong> ser humano y de las sociedades contemporáneas,<br />

con una riqueza de instrumentos intelectuales, y de<br />

métodos y técnicas, que deslumhran de inmediato a todos aquellos<br />

que deciden introducirse seriamente en sus interesantes e intrincados<br />

laberintos.<br />

Así, para nosotros, la historia no es una disciplina asociada solamente<br />

con los archivos, y con los hechos, personajes y sucesos ya<br />

desaparecidos y muertos, sino una ciencia también de lo social y<br />

de lo vivo, atenta al perpetuo cambio histórico de todas las cosas,<br />

y directamente conectada, de mil y una maneras, con nuestro presente<br />

más actual, lo mismo que con nuestra vida social mediata e<br />

inmediata, en todas sus múltiples y variadas manifestaciones.<br />

Además, si el tipo de <strong>historiador</strong> que hoy se forma en la gran<br />

mayoría de las escuelas y de los postgrados de historia de nuestro<br />

país, es de manera predominante un <strong>mal</strong> <strong>historiador</strong>, poco actualizado<br />

respecto de las principales corrientes historiográficas más<br />

actuales, y poco informado de los trabajos y de las obras de los más<br />

importantes <strong>historiador</strong>es <strong>del</strong> siglo xx, entonces el tipo de historia<br />

que también de un modo generalizado se produce y se publica<br />

entre nosotros, es una historia puramente descriptiva, monográ-<br />

fica, empobrecida y profundamente acrüica. Porque no hay duda<br />

de que es inofensivo y hasta conveniente para los actuales poderes<br />

y grupos dominantes, que se repitan hasta el cansancio -de los<br />

alumnos y hasta de los propios profesores- las "gestas gloriosas"<br />

de nuestra Independencia, los cuentos sabidos y archir repetí dos<br />

de nuestra historia colonial, las versiones paternalistas y hasta<br />

indulgentes de nuestra etapa precolombina o prehispánica, y las<br />

siempre ligeramente preocupadas versiones de nuestro "agitado" y<br />

"caótico" siglo xix. Y todo ello, para confortarnos al final con la idea<br />

de que hoy, a pesar de todo, estamos mucho mejor que en cualquiera<br />

de esas épocas <strong>del</strong> "pasado", y para demostrarnos por enésima<br />

ocasión que, a fin de cuentas, "hemos progresado".<br />

Sin embargo, y desde hace ya más de un siglo, la verdadera historia<br />

científica ha peleado abiertamente para dejar de ser ese simple<br />

instrumento de legitimación de los poderes estatuidos, tratando<br />

de distanciarse tanto de la "historia" oficial -en verdad, más bien<br />

simple crónica de las conquistas, de las victorias y de los 'logros' de<br />

esos mismos poderes-, como de las distintas versiones de la igualmente<br />

limitada y sometida historia tradicional. Ya que es imposible<br />

hacer una historia seria, de cualquier hecho, fenómeno o proceso,<br />

en cualquier momento o etapa <strong>del</strong> "pasado" o <strong>del</strong> "presente", que<br />

no muestre en su análisis la necesaria finitud y caducidad de lo<br />

que se estudia, haciendo evidentes el carácter efímero y los límites<br />

temporales de ese problema investigado, y subrayando el obligado<br />

cambio histórico al que están sometidos todos esos procesos, fenómenos<br />

y sucesos mencionados.<br />

Pero entonces, si practicamos el análisis histórico desde esta<br />

idea de la historia siempre atenta al cambio, y siempre enfocada en<br />

esa dialéctica de permanencia y de transformación de todos sus<br />

objetos de estudio, desembocamos necesariamente en una historia<br />

genuinamente crítica, que junto al "lado bueno" de las cosas<br />

observa y analiza también su "lado <strong>mal</strong>o", desmitificando a los<br />

héroes y nor<strong>mal</strong>izando a los personajes y a las situaciones extraordinarias<br />

y excepcionales, al tiempo que "desglorifica" los orígenes<br />

y las gestas fundadoras, e introduce sistemáticamente los fracasos


CARLOS ANTONIO AGUIRRF. ROJAS<br />

• ANTTMANUAL DEL MAL HISTORIADOR •<br />

junto a los éxitos, la vida cotidiana al lado de los "grandes momentos<br />

históricos", los procesos sociales y económicos por debajo de las<br />

grandes batallas militares o de los resonantes sucesos políticos, y<br />

las creencias colectivas y la cultura popular junto a las brillantes<br />

ideas y las "obras geniales" de la ciencia, la literatura o el conocimiento<br />

de lo social, por mencionar sólo algunos de los tantos<br />

ejemplos posibles.<br />

Una historia crítica, que siendo forzosamente opuesta a las historias<br />

oficiales y tradicionales hasta hoy dominantes, se desplaza<br />

sistemáticamente de las explicaciones consagradas y de los lugares<br />

comunes repetidos, para intentar construir nuevas y muy diferentes<br />

interpretaciones de los hechos y de los problemas históricos,<br />

para rescatar e incorporar nuevos territorios, dimensiones<br />

o elementos hasta ahora ignorados o poco estudiados por los<br />

<strong>historiador</strong>es anteriores, y para restituir siempre el carácter dinámico,<br />

contradictorio y múltiple de toda situación o fenómeno<br />

histórico posible. Una historia difícil, rica, aguda y crítica, que se<br />

cultiva muy escasamente en nuestro país, y que es sin embargo la<br />

única historia realmente valiosa y aceptable, si es que deseamos<br />

escribir y enseñar una buena historia, y si es que pretendemos, en<br />

esa misma práctica histórica, estar por lo menos a la altura de los<br />

desarrollos y de los progresos más recientes que ha alcanzado hoy<br />

el oficio de <strong>historiador</strong>, en el mundo entero, y en estos inicios <strong>del</strong><br />

tercer milenio cronológico que ahora comenzamos a vivir.<br />

Si un manual tradicional, que ayuda a formar <strong>mal</strong>os <strong>historiador</strong>es<br />

oficiales y tradicionales, comienza siempre por ciertas definiciones,<br />

entonces un <strong>Antimanual</strong> como este, que persigue abrir el espacio<br />

y coadyuvar a crear las condiciones para formar buenos <strong>historiador</strong>es<br />

críticos, debería comenzar tal vez con toda una serie de<br />

antidefiniciones. Anticonceptos, antinociones y antidefiniciones de<br />

lo que debemos entender por la historia, de cuál es su específico<br />

objeto de estudio, de sus métodos principales y de sus técnicas fundamentales,<br />

lo mismo que de sus objetivos, sus resultados y sus<br />

mo<strong>del</strong>os, teorías, categorías y problemáticas más esenciales.<br />

Entonces, definiendo o estableciendo lo que para nosotros no es<br />

la historia y los problemas a los que no debería de limitar su estudio,<br />

y las técnicas en las que no debería estar confinada, etc., quizá<br />

sea posible no sólo identificar con más precisión a este tipo de<br />

historia tradicional y aburrida que todavía hoy padecen nuestros<br />

estudiantes a lo largo de toda su formación, sino también ayudar<br />

a desbrozar el camino para superar a este tipo de historia, y para<br />

ser capaces de proponer y de practicar otra historia, completamente<br />

diferente y nueva.<br />

Historia diferente a la que hoy se cultiva mayoritariamenté, que<br />

no es "la ciencia que estudia los hechos y situaciones <strong>del</strong> pasado".<br />

Porque, más allá de que es totalmente imposible fijar con rigor y<br />

certidumbre la fecha, o momento, o etapa que hoy divide nuestro<br />

"presente" de nuestro "pasado", es claro también que la historia<br />

no es esa aburrida y temerosa ciencia <strong>del</strong> pasado, sino más bien la<br />

ciencia que se consagra al estudio de "la obra de los hombres en el<br />

tiempo", según la acertada definición de Marc Bloch, y por lo tanto,<br />

el examen crítico que abarca lo mismo el más pretérito periodo de<br />

la <strong>mal</strong> llamada "prehistoria" humana, que el más actual e inmediato<br />

presente.<br />

Ya que es claro que esta definición de la historia, como ciencia<br />

que estudia el pasado, no sólo pretende rehuir el compromiso<br />

social <strong>del</strong> <strong>historiador</strong> con su propio presente, sino que también<br />

confunde a nuestro oficio, con la simple y burda tarea <strong>del</strong> anticuario.<br />

Porque son el anticuario o el coleccionista de antigüedades,<br />

los que se ocupan "sólo <strong>del</strong> pasado", rompiendo artificialmente una<br />

línea temporal que es esencialmente continua, línea que nos demuestra<br />

permanentemente que cualquier 'presente' -y por ende,<br />

también cualquier 'pasado'-, no es más que una compleja articulación<br />

estratificada de distintos "pasados todavía presentes", es<br />

decir de diversos hechos y fenómenos históricos que remontan<br />

su origen y su vigencia a muy diferentes líneas y magnitudes


CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />

ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR •<br />

temporales, magnitudes que incluyen desde el estricto ayer de<br />

unos días, semanas o meses, hasta los varios pasados de lustros,<br />

décadas, siglos o hasta milenios.<br />

Historia entonces que estudia tanto el "pasado" como el más<br />

actual y candente "presente", y además sin caer en su falsa y siempre<br />

artificial separación, que explica que hoy exista, con plena<br />

legitimidad y reconocimiento social, el área de la llamada historia<br />

contemporánea, también nombrada a veces como historia inmediata,<br />

o historia <strong>del</strong> tiempo presente, historia que tomando como<br />

su objeto de análisis a esos fenómenos actuales <strong>del</strong> más diverso<br />

orden, es capaz de integrarlos y de explicarlos dentro de una visión<br />

que restituye en profundidad toda su carga y toda su densidad<br />

históricas específicas.<br />

Una historia que no se construye, además, sólo con documentos<br />

escritos, ni tampoco sólo con los testimonios depositados en los<br />

archivos históricos. Porque el buen <strong>historiador</strong> no se forma sólo en<br />

los archivos, sino también, y muy esencialmente, en la observación<br />

acuciosa y aguda de la vida más actual y de la vida <strong>del</strong> pasado en<br />

todas sus múltiples y variadas manifestaciones. Ya que hace más<br />

de siglo y medio que aprendimos que las fuentes <strong>del</strong> <strong>historiador</strong> no<br />

se reducen sólo a los textos y a los testimonios escritos, sino que<br />

abarcan absolutamente a toda huella o trazo humano que nos permita<br />

descifrar y reconstruir el problema histórico que acometemos.<br />

Así, lo mismo la dendrocrenología, que nos permite volver a trazar<br />

las diferencias <strong>del</strong> clima durante cientos de años, que el análisis <strong>del</strong><br />

carbono 14, que hace posible datar la antigüedad de un hueso fósil,<br />

e igualmente la fotografía aérea, que nos deja ver las diferentes<br />

formas que adquieren los campos de cultivo en las distintas regiones<br />

de un país, o la iconografía, que nos entrega parte de las actitudes<br />

y de las prácticas cristianas de un culto religioso, son todas<br />

fuentes pertinentes y legítimas <strong>del</strong> trabajo actual y cotidiano de los<br />

<strong>historiador</strong>es. Ya que cuando se trata de comprender, y luego de<br />

explicar un hecho o proceso histórico determinado, el <strong>historiador</strong><br />

inteligente está autorizado a recurrir a cualquier elemento o indicio<br />

posible que le permita entender o analizar el específico problema<br />

que aborda. Lo que explica el hecho de que, en la actualidad, la<br />

historia se haga apoyándose lo mismo en la fotografía o en el cine<br />

que recurriendo sistemáticamente a los testimonios orales, e igualmente<br />

interpretando una pintura o un monumento, que construyendo<br />

una serie económica, demográfica o cultural, entre tantas<br />

otras posibles fuentes de las que ahora disponen los <strong>historiador</strong>es<br />

en el ejercicio de su oficio.<br />

Otra "antidefinición" importante de la historia verdaderamente<br />

científica es la que afirma que no es posible hacer la historia de<br />

México, o de Francia, o de Chile o España, e incluso la historia de<br />

Europa, o de África, o de América Latina, si uno se queda limitado<br />

al análisis de los procesos y de los hechos puramente mexicanos,<br />

franceses, chilenos, españoles, europeos, africanos o latinoamericanos,<br />

según los diversos casos respectivos. Porque después <strong>del</strong><br />

siglo xvi, y <strong>del</strong> profundo e irreversible proceso de radical universalización<br />

histórica que la humanidad ha vivido en los últimos cinco<br />

siglos, es cada vez más imposible entender las historias locales,<br />

nacionales o regionales, si uno se encierra en el limitado y siempre<br />

parcial horizonte local, nacional o regional. Y sin embargo, todavía<br />

hoy siguen siendo muy comunes y difundidas, por ejemplo, esas<br />

historias "nacionales" que no van más allá de sus propias fronteras,<br />

limitándose en el mejor de los casos a considerar ciertos elementos<br />

que desde esta perspectiva, suelen calificarse como los "factores<br />

externos" de esos mismos procesos nacionales estudiados<br />

-factores externos que, en este caso, son siempre concebidos solamente<br />

como un simple "complemento" marginal e inesencial, para<br />

la explicación <strong>del</strong> "cuadro total"-, cuando no simplemente ignoran<br />

totalmente la existencia misma <strong>del</strong> resto <strong>del</strong> mundo, en el peor de<br />

los casos.<br />

Pero si Henri Pirenne gustaba de repetir que no había "historia<br />

posible de Bélgica, que no fuese a la vez una historia de Europa",<br />

y si tanto March Bloch como Fernand Brau<strong>del</strong> han retomado esta<br />

sentencia pirenniana para agregar que, además, no hay historia<br />

posible de Europa que no sea a la vez una historia <strong>del</strong> mundo,<br />

entonces no existe hoy historia científica posible que no rompa


( \tm»', AN IONIO AIÍUIRRK ROJAS<br />

ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />

totalmente con el limitado marco nacional, incorporando y considerando<br />

el rol siempre esencial que juega la historia universal<br />

dentro de cada una de las historias regionales, continentales, nacionales<br />

y hasta locales de cualquier espacio o rincón de nuestro<br />

planeta. Y esto, no al simple modo secundario de los "factores<br />

externos", sino como dimensión fundamental subyacente a los procesos<br />

más locales, sin la cual es imposible la adecuada comprensión<br />

de los problemas estudiados. Porque, por ejemplo, los movimientos<br />

y los procesos complejos de las Independencias de México, o<br />

de Colombia, o de toda América Latina como conjunto, no pueden<br />

entenderse adecuadamente, sin tomar también en cuenta los elementos<br />

fundamentales que aporta la existencia de la crisis profunda<br />

que entonces vive Europa, y que determina el sentido de los<br />

profundos reacomodos internos europeos de esos mismos tiempos,<br />

que serán factor decisivo para la irrupción de dichas Independencias.<br />

De la misma manera en que el movimiento de 1968 en<br />

México, o el proceso <strong>del</strong> 'Cordobazo' argentino de 1969, resultan<br />

incompletos en su explicación, si no los resituamos dentro de un<br />

cuadro mucho mas global que permita compararlos y vincularlos<br />

con las similares y también simultáneas experiencias de, por ejemplo,<br />

el mayo francés, la primavera de Praga o la gran revolución<br />

cultural china de 1966, entre otros.<br />

Otra antinoción importante, es la que afirma que el <strong>historiador</strong><br />

bien formado y capaz de enfrentar los problemas actuales e históricos<br />

más importantes, no se forma leyendo sólo textos y trabajos de<br />

otros <strong>historiador</strong>es o de otros practicantes <strong>del</strong> mismo oficio. Porque<br />

si bien es cierto que sin conocer la obra de los principales <strong>historiador</strong>es,<br />

y de las principales corrientes historiográficas de los últimos<br />

ciento cincuenta años, es imposible aspirar a ser un verdadero <strong>historiador</strong>,<br />

también es claro que el buen <strong>historiador</strong> se educa y se<br />

forma, hoy en día, lo mismo en la lectura de los economistas que<br />

de los antropólogos, y lo mismo con los buenos textos clásicos<br />

de la sociología, la geografía o la sicología, que leyendo buenas<br />

y muchas novelas, junto a los trabajos mas importantes y a las<br />

obras principales de los cientistas políticos, de los etnólogos o de<br />

los especialistas <strong>del</strong> derecho, entre otros.<br />

En este punto, alguien podría observar y con razón, que en<br />

una gran parte de nuestras escuelas de historia no se estudia ni<br />

se lee ni siquiera a los propios <strong>historiador</strong>es importantes <strong>del</strong> siglo<br />

xx, ni tampoco a las principales obras de historia paradigmáticas y<br />

ejemplares de las más importantes corrientes historiográficas hoy<br />

vigentes en el mundo entero. Pero si esta observación es legítima,<br />

sólo señala la doble laguna que debemos aún colmar, leyendo tanto<br />

esas obras de historia y a esos <strong>historiador</strong>es, como también a los<br />

autores esenciales de todo el conjunto de las hoy llamadas ciencias<br />

o disciplinas sociales. Porque es obvio que la historia abraza,<br />

dentro de sus vastos territorios, a todo el inmenso abanico de lo<br />

social-humano en el tiempo, lo que quiere decir que sólo puede<br />

construirse adecuadamente, desde un conocimiento sólido e igualmente<br />

amplio de los principales aportes de todas esas ciencias que<br />

versan sobre los distintos aspectos que incluye esa dimensión de lo<br />

social-humano en su totalidad. Lo que implica, entre tantas otras<br />

cosas, que una buena licenciatura en historia, debería de incluir en<br />

su plan de estudios, buenos y sólidos cursos de introducción o de<br />

nociones básicas de la antropología y de la economía, lo mismo que<br />

los fundamentos de la geografía histórica -o mejor aún, de la geohistoria-,<br />

de la sociología, de la ciencia política o de la sicología,<br />

por mencionar sólo algunos de los varios ejemplos posibles.<br />

Antidefiniciones de una buena historia crítica, que incluyen<br />

también, necesariamente, la idea de que esta historia científica y<br />

rigurosa no puede elaborarse con seriedad, si se rechaza o se ve<br />

con desprecio, o incluso si se considera sólo marginal o secundariamente,<br />

a todas esas dimensiones fundamentales que son las de<br />

la filosofía, la teoría, la metodología y la historiografía. Ya que es<br />

necesario reconocer que, en el tipo de historia que hoy se hace y<br />

se enseña predominantemente en nuestras escuelas y en nuestras<br />

divisiones de postgrado, reina una visión de la historia terriblemente<br />

empirista y hasta antiteórica.<br />

Así, toda reflexión que vaya más allá <strong>del</strong> mero enunciado de los<br />

supuestos "datos duros" y de los "hechos comprobados", y todo<br />

esfuerzo por preguntar acerca de los modos en que se organiza


.11<br />

CARLOS ANTONIO AGUTRRE ROJAS<br />

• ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />

e interpreta el material historiográfico, o por los mo<strong>del</strong>os que se<br />

ponen en juego para llevar a cabo la investigación histórica, lo<br />

mismo que las múltiples preguntas sobre el sentido específico que<br />

tiene la elección de un tema de estudio, sobre el cuestionario que<br />

organiza la pesquisa histórica, respecto de las categorías que se<br />

utilizan para explicar los fenómenos abordados, o sobre la forma<br />

en que habrán de presentarse y de transmitirse los resultados <strong>del</strong><br />

trabajo realizado, todo esto es rápidamente descalificado por los<br />

actuales promotores de la <strong>mal</strong>a historia oficial, positivista y tradicional,<br />

que se nos intenta imponer desde las aulas. Descalificación<br />

que, inmediatamente, presenta a todo este tipo de preguntas y de<br />

reflexiones como si fuesen problemas "metafísicos", "filosóficos" en<br />

un sentido peyorativo <strong>del</strong> término, y más en general, como simple<br />

y perniciosa "pérdida de tiempo".<br />

Y es que domina todavía terriblemente, entre el gremio de los<br />

seguidores de Clío, un antiteoricismo ampliamente difundido, que<br />

rechaza los debates teóricos fuertes e ignora totalmente los problemas<br />

de orden metodológico, mirando desdeñosamente a los<br />

filósofos que se atreven a incursionar en la historia, y abandonando<br />

ciegamente el fundamental campo o rama de la historia de la historiografía.<br />

Con lo cual, no existen en nuestras carreras y postgrados<br />

de historia, buenos y sólidos cursos de teoría de la historia y de<br />

metodología histórica, a la vez que tanto la filosofía de la historia<br />

como la historiografía, son casi siempre rebajadas a un aburrido y<br />

elemental recuento cronológico de autores y de obras, que se enumeran<br />

y resumen de la manera más simplista posible, sin ubicar<br />

jamás los contextos historiográfieos, intelectuales, sociales y generales<br />

de dichos autores y obras, por no mencionar la ausencia total<br />

de clasificaciones, de periodizaciones razonadas y comprehensivas,<br />

de estudios serios de filiaciones y de tipologías, a la vez que de<br />

reagrupamientos globales, de líneas de tendencia y de itinerarios<br />

más estructurales.<br />

Pero sin teoría no hay buena historia, como no la hay tampoco<br />

sin el desarrollo de un cierto entrenamiento en el campo de la<br />

reflexión filosófica, sin la comprensión y el manejo de sus múltiples<br />

metodologías, y sin el diagnóstico y balance permanente que representa<br />

su propio autoexamen, desarrollado justamente por esa<br />

rama que constituye dicha historia de la historiografía.<br />

También es importante, para poder escribir y enseñar una historia<br />

seria y digna de este nombre, afirmar la antinoción de que la<br />

historia no es una disciplina antiquísima, bien establecida y <strong>del</strong>imitada,<br />

con su objeto, sus métodos, sus técnicas y sus conceptos ya<br />

definitivamente constituidos y determinados. Por el contrario, la<br />

historia concebida como proyecto realmente científico data de hace<br />

sólo ciento cincuenta años, siendo una disciplina que se encuentra<br />

todavía en sus primeras e iniciales etapas de desarrollo, y por ende,<br />

en un intenso y continuo proceso de crecimiento y de enriquecimiento<br />

constante, y aún a la búsqueda de nuevos objetos, paradigmas,<br />

mo<strong>del</strong>os teóricos, conceptos, problemáticas y técnicas aún por<br />

descubrir.<br />

Porque como bien lo ilustra la historia de esa historiografía que<br />

en sentido estricto podemos llamar contemporánea -es decir, la que<br />

se despliega desde los trabajos y los aportes <strong>del</strong> proyecto crítico de<br />

Carlos Marx desarrollados dentro de este campo y hasta nuestros<br />

días-, es claro que con cada nueva generación de <strong>historiador</strong>es,<br />

nuestra disciplina se ha ido desarrollando y haciendo más compleja,<br />

en la medida en que incorpora, todo el tiempo y de modo<br />

incesante, a esas nuevas técnicas, nuevos problemas, nuevos mo<strong>del</strong>os,<br />

teoremas, paradigmas y conceptos que antes hemos mencionado.<br />

Lo que entonces, y quizá más que en otras ciencias, obliga al<br />

<strong>historiador</strong> a estar atento, siempre y con mirada ágil y despierta,<br />

a los nuevos desarrollos y a los progresos y avances más recientes<br />

de su propia disciplina. Por eso, Fernand Brau<strong>del</strong> nos ha recordado<br />

que la historia no puede ser más que la "suma de todas las historias<br />

posibles, pasadas, presentes y futuras", es decir sólo el conjunto<br />

articulado de todos los progresos de una ciencia que se encuentra<br />

todavía en su infancia, y a la que aún le falta un largo y amplio<br />

camino por recorrer.<br />

Otra antinoción necesaria es la que nos enseña que la historia no<br />

es ni la simple "cronología" o recuento sucesivo de gobernantes y


CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />

ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />

batallas, ni tampoco un titánico y siempre aburrido ejercicio de la<br />

memoria de los alumnos y los estudiantes, a los que se quiere obligar<br />

a repetir y acumular en la cabeza una serie de fechas, lugares,<br />

datos, cifras y anécdotas, en su mayoría inútiles e irrelevantes,<br />

aún cuando a veces puedan ser pintorescos y hasta emocionantes.<br />

Porque todavía hoy, existen en nuestro país eruditas colecciones de<br />

nuestra historia "contemporánea", cuyo criterio de periodización<br />

sigue siendo, asombrosamente, el de los cortes sexenales o cuatrianuales<br />

de los sucesivos gobiernos de los presidentes, como si<br />

un país entero cambiase totalmente, o incluso cambiase significativamente,<br />

con cada unción de un nuevo presidente de nuestra<br />

república. Y es todavía el día en que se sigue equiparando a la historia,<br />

con el aprendizaje memorístico de lugares y batallas de nuestra<br />

"ruta de la independencia", o de decretos y leyes emitidas por<br />

los gobernantes liberales o conservadores, lo mismo que por las<br />

disputas, golpes de estado, rebeliones o consolidaciones de tal o<br />

cual Estado, gobierno o régimen político.<br />

Sin embargo, y felizmente para nosotros los <strong>historiador</strong>es, la<br />

historia es mucho más que esas solas cronologías políticas de presidentes,<br />

gobernantes, facciones políticas y Estados, abarcando la<br />

densidad misma <strong>del</strong> tejido completo de las sociedades, e incluyendo<br />

entonces dentro de sus territorios a la historia económica y a<br />

la historia cultural, a las transformaciones demográficas y a las<br />

grandes mutaciones sociales, lo mismo que a la evolución religiosa,<br />

psicológica, artística o de la familia, entre tantos y tantos<br />

otros temas que no "ajustan" jamás sus itinerarios evolutivos, a<br />

los simples cortes <strong>del</strong> "gobierno <strong>del</strong> presidente x", o <strong>del</strong> "régimen<br />

político de Y".<br />

Además, y si es claro que toda historia seria necesita de buenas<br />

y sistemáticas cronologías, de mapas y Atlas b'ien proyectados y<br />

bien concebidos, de buenas y sólidas series cuantitativas, y de<br />

estadísticas pertinentes de hechos, cifras y datos precisos y rigurosos,<br />

también es evidente que todo esto no es otra cosa que el soporte<br />

fáctico, o la plataforma de los hechos indispensable, sobre la cual se<br />

construye la verdadera historia, es decir la explicación comprehen-<br />

siva, la interpretación inteligente, y la reinserción cargada de sentido<br />

profundo, de todo ese conjunto de hechos y de fenómenos,<br />

dentro de los procesos históricos globales específicamente investigados.<br />

Finalmente, una última antinoción en contra de la <strong>mal</strong>a historia<br />

positivista y oficial, se refiere al hecho de que la historia no<br />

está ni obligada ni condenada fatalmente, a ser sólo el registro y el<br />

instrumento de autolegitimación de las clases dominantes y de los<br />

poderes existentes en turno. Pues aunque siempre han existido, y<br />

seguirán existiendo, los <strong>historiador</strong>es y los profesores de historia<br />

que están dispuestos a rebajar a Clío a la simple y limitada función<br />

de ser una clara "memoria <strong>del</strong> poder", que rehace la tradición y<br />

reinventa todo el tiempo el pasado, para construir la historia desde<br />

el "punto de vista de los vencedores", también han existido siempre<br />

los <strong>historiador</strong>es valientes y críticos, que "pasando el cepillo<br />

a contrapelo de la historia" han sido capaces de construir la historia<br />

"desde el punto de vista de las víctimas" y de los vencidos, forjando<br />

contrahistorias y contramemorias históricas que rescatan esos<br />

múltiples "pasados vencidos", pero vivos y actuantes, de que habla<br />

Walter Benjamín.<br />

Entonces, rompiendo con los lugares comunes de la historia oficial,<br />

y haciendo frente a ese proceso de legitimación de lo existente,<br />

que siempre concluye por explicarnos que "vivimos en el mejor de<br />

los mundos posibles", y que tal o cual proceso actual puede ser<br />

bueno, regular o <strong>mal</strong>o, pero que es inevitable e ineludible -como en<br />

el caso actual de la <strong>mal</strong> llamada "globalización"-, rompiendo con<br />

estas visiones interesadamente fatalistas <strong>del</strong> pasado y <strong>del</strong> presente,<br />

el buen <strong>historiador</strong> genuinamente crítico, nos recuerda siempre<br />

que ayer igual que hoy, la historia es un terreno de disputa constante,<br />

donde de manera contradictoria y tenaz se enfrentan siempre<br />

varios futuros alternativos posibles, varias líneas abiertas de posibles<br />

evoluciones diferentes, y en donde la línea o futuro que resulta<br />

finalmente vencedor y que se actualiza, se decide justamente desde<br />

y dentro de las condiciones concretas de ese espacio de combate.


.15<br />

CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />

Por eso "ni siquiera los muertos están a salvo" sí el enemigo hoy<br />

en el poder vuelve a vencer, precisamente recodificando y reinventando<br />

el pasado en función de sus intereses, y de sus propios<br />

mitos y justificaciones ideológicas específicas. Y frente a ello, sólo<br />

es posible encender de nuevo "la chispa de la esperanza", si nos<br />

ubicamos <strong>del</strong> lado de los oprimidos y de las víctimas, defendiendo<br />

esos pasados que hoy han sido provisionalmente derrotados, pero<br />

a los que posiblemente les corresponde la victoria <strong>del</strong> mañana.<br />

Y por eso también, en lugar de escribir un aburrido manual<br />

para <strong>mal</strong>os <strong>historiador</strong>es, lleno de definiciones anacrónicas sobre<br />

una historia plana, acomodaticia con el poder, acendradamente<br />

empirista y limitada en sus concepciones, en sus fuentes y en sus<br />

horizontes, hemos preferido mejor, intentar esbozar esta suerte<br />

de <strong>Antimanual</strong>, con ciertas "antidefiniciones" iniciales, y que toma<br />

partido abiertamente por una historia más densa y más profunda,<br />

aunque también más difícil y compleja. Una historia que ubicándose<br />

claramente dentro de las tradiciones <strong>del</strong> pensamiento social<br />

crítico, desarrollado desde hace siglo y medio, está atenta a la teoría,<br />

a la filosofía y a la metodología, a la vez que se reivindica como<br />

abierta y vasta en la definición de su objeto, sus fuentes, sus técnicas,<br />

sus mo<strong>del</strong>os y sus paradigmas más esenciales.<br />

Después de haber definido el tipo de historia que no queremos<br />

continuar haciendo, y que no deseamos que se siga enseñando e<br />

imponiendo en nuestras aulas, pasemos a ver ahora los "pecados"<br />

recurrentes <strong>del</strong> <strong>mal</strong> <strong>historiador</strong>, pecados que es necesario evitar a<br />

toda costa, si es que realmente intentamos construir otro tipo de<br />

historia, genuinamente científica y genuinamente crítica.<br />

CAPITULO u<br />

LOS SIETE (Y MÁS) PECADOS CAPITALES<br />

DEL MAL HISTORIADOR<br />

"...la historia que se nos enseñaba a hacer<br />

no era, en realidad, mas que una deificación<br />

<strong>del</strong> presente con ayuda <strong>del</strong> pasado. Pero<br />

rehusaba verlo -y decirlo-".<br />

Lucien Febvre, Combates por la historia, 1953.<br />

La <strong>mal</strong>a historia es mil veces más fácil de hacer y de enseñar que la<br />

buena historia, que la historia crítica. Por eso, entre otras razones,<br />

ha proliferado tanto y se ha mantenido viva, en nuestro país y<br />

en muchas otras partes <strong>del</strong> mundo, durante tanto y tanto tiempo.<br />

Pero si es mucho más fácil y exige mucho menos esfuerzo ser un<br />

<strong>mal</strong> <strong>historiador</strong>, también es cierto que la medida de esa dificultad<br />

reducida y de esos magros esfuerzos, es igualmente la medida<br />

de los limitados resultados y de las pobres obras históricas que<br />

se obtienen. Porque el fruto directo de esa <strong>mal</strong>a historia hecha y<br />

enseñada, son justamente esos libros aburridos y pesados en tantos<br />

sentidos, que nadie lee y que nadie toma en cuenta, con la excepción<br />

de los pobres estudiantes a los que se obliga literalmente a<br />

revisarlos y a consultarlos, para poder obtener la nota o la calificación<br />

necesaria correspondiente.<br />

Libros y artículos que duermen en las bodegas de las editoriales<br />

universitarias, o en los anaqueles de las librerías y bibliotecas<br />

públicas, que sólo se dedican a repetirnos por enésima vez, en relatos<br />

grises y sin chiste, las "Actividades <strong>del</strong> Congreso Constituyente<br />

<strong>del</strong> Estado de x, en el momento de la revolución de Y" o "La biografía<br />

<strong>del</strong> general M, líder <strong>del</strong> movimiento N, en los años de 18..<br />

o 19..", o también "La historia <strong>del</strong> Virrey B, en el siglo c" o "La


CARLOS ANTONIO AGUIRRK ROJAS<br />

• ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR •<br />

historia de la inmigración E, y su influencia en nuestro país durante<br />

los años de la Revolución F". Ensayos y libros que, en su mayoría,<br />

no contienen ni siquiera investigación empírica nueva de hechos<br />

históricos relevantes, sino que en el peor de los casos resumen lo ya<br />

dicho e investigado por otros autores, y en el mejor de los casos<br />

sólo rescatan el fruto casual de algún trabajo directo de visita a<br />

cierto Archivo, realizado de manera azarosa y sin sistema, y en el<br />

que los datos e informaciones que se recolectan no tienen ningún<br />

orden ni sentido, al carecer de la definición de una problemática<br />

histórica específica, y de un sólido cuestionario que hiciese posible<br />

organizar dicha recolección de aquellos datos y hechos históricos<br />

que sean realmente los hechos significativos, en torno al problema<br />

concreto y específico que se quiere resolver. Trabajos pues característicos<br />

de esa <strong>mal</strong>a historia positivista, perezosa y fácil, que<br />

generalmente terminan por recuperar y poner juntos, de manera<br />

indiscriminada, lo mismo sucesos y datos importantes para los<br />

procesos históricos generales, que acontecimientos e informaciones<br />

totalmente irrelevantes e inesenciales.<br />

Mala historia, fácil de hacer y aburrida para enseñar, y que se<br />

plasma en una gran mayoría de los libros de historia que hoy se<br />

escriben y se editan en nuestro país, y que generalmente reproduce,<br />

en mayor o en menor medida, a los siete y a veces más<br />

"pecados capitales" <strong>del</strong> <strong>mal</strong> <strong>historiador</strong>, pecados que abordamos a<br />

continuación.<br />

El primer pecado capital de los <strong>mal</strong>os <strong>historiador</strong>es actuales es el<br />

<strong>del</strong> positivismo, que degrada a la ciencia de la historia a la simple<br />

y limitada actividad de la erudición. Muchos <strong>historiador</strong>es siguen<br />

creyendo hoy en día, en pleno comienzo <strong>del</strong> tercer milenio cronológico,<br />

que hacer historia es lo mismo que llevar a cabo el trabajo<br />

de investigación y de compilación <strong>del</strong> erudito. Y aunque ha pasado<br />

ya más de un siglo, desde la época en que fue escrito el tristemente<br />

célebre Manual de Ch. V. Langlois y Ch. Seignobos, titulado Introducción<br />

a los Estudios Históricos, este libro continúa siendo todavía la<br />

Biblia de esos <strong>mal</strong>os <strong>historiador</strong>es positivistas.<br />

Como si todo el siglo veinte cronológico, y toda la historiografía<br />

contemporánea que arranca con el proyecto crítico de Marx, desde<br />

los años de 1848, no fuese justamente una protesta permanente y<br />

una crítica sistemática de esta versión empobrecida de la historia<br />

que ha sido la historia positivista. Una historia que limitando el trabajo<br />

<strong>del</strong> <strong>historiador</strong>, exclusivamente al trabajo de las fuentes escritas<br />

y de los documentos, se reduce a las operaciones de la crítica<br />

interna y externa de los textos, y luego a su clasificación y ordenamiento,<br />

y a su ulterior sistematización dentro de una narración<br />

que, generalmente, solo nos cuenta en prosa lo que ya estaba dicho<br />

en verso en esos mismos documentos.<br />

Historia positivista que se autodefine justamente como la "ciencia<br />

que estudia el pasado", y que autoconcibiéndose a sí misma<br />

como una disciplina hiperespecializada, ya terminada, precisa y<br />

cerrada, es alérgica y reticente frente a la filosofía, la teoría, la<br />

metodología, e incluso frente a cualquier forma de interpretación<br />

audaz y creativa de los hechos históricos. Teniendo entonces horror<br />

respecto de toda interpretación que se despegue, aunque solo sea<br />

un poco, de la simple descripción de los datos "duros" "comprobados"<br />

y "verificables", esta historia positivista reduce no obstante<br />

dicha Verificabilidad' a la simple existencia o referencia de dichos<br />

datos, dentro de un documento escrito de archivo, que sea siempre<br />

posible citar, con toda precisión, en el pie de página correspondiente.<br />

Una historia justamente enamorada de los "grandes" hechos<br />

políticos y de las acciones resonantes y espectaculares de los Estados,<br />

igual que de las "grandes" batallas militares, que es también<br />

generalmente acrítica con los poderes y con los grupos dominantes<br />

que existen en cada situación.<br />

Y si bien es claro que sin erudición no hay historia posible, también<br />

es una gran lección de toda la historiografía contemporánea,<br />

desde Marx y hasta nuestros días, que la verdadera historia solo se<br />

construye cuando, apoyados en esos resultados <strong>del</strong> trabajo erudito,


CARLOS ANTONIO AGUIRRK ROÍAS<br />

• ANTIKÍANUAL DEL MAL HISTORIADOR •<br />

accedemos al nivel de la interpretación histórica, a la explicación<br />

razonada y sistemática de los hechos, de los fenómenos y de los<br />

procesos y situaciones históricas que estudiamos. Porque solo transitamos<br />

desde esa erudición todavía limitada hasta la verdadera<br />

historia, si reconocemos la importancia fundamental de este trabajo<br />

de la interpretación y de la explicación históricas, que construyen<br />

mo<strong>del</strong>os comprehensivos, que ordenan y dan sentido a los hechos<br />

y fenómenos históricos, integrando a estos últimos dentro de las<br />

grandes tendencias evolutivas <strong>del</strong> desarrollo histórico, y estableciendo<br />

de modo coherente y sintético, también los porqués y los<br />

cornos de los distintos problemas investigados.<br />

Porque ¿de qué nos sirve saber cuándo y dónde acontecieron<br />

ciertos hechos históricos, si no somos capaces de explicar también<br />

las causas profundas, mediatas e inmediatas, que provocaron y<br />

suscitaron estos hechos, y si no tenemos la habilidad de explicar,<br />

igualmente, las razones concretas y el sentido esencial que determinan<br />

que tal hecho se haya producido en ese momento y no antes<br />

ni después, en ese lugar y en ninguna otra parte, y además que<br />

haya acontecido <strong>del</strong> modo concreto en que sucedió y no de otra<br />

forma, teniendo por añadidura el peculiar desenlace o resultado<br />

que tuvo y no cualquier otro destino posible?. Y son precisamente<br />

todo ese tipo de preguntas, las que nunca se plantea el <strong>historiador</strong><br />

positivista, ocupado solo de expurgar los documentos de archivo,<br />

para fijar únicamente las fechas y los lugares de los "hechos tal y<br />

como han acontecido".<br />

Marginando entonces a un plano secundario, cuando no ignorando<br />

de plano, este nivel imprescindible de la explicación histórica,<br />

y de la genuina reconstrucción <strong>del</strong> sentido profundo que tienen los<br />

problemas históricos, los <strong>mal</strong>os <strong>historiador</strong>es positivistas se dedican<br />

solo a componer esas "colecciones de hechos muertos" que ya<br />

Marx ha criticado acertadamente desde sus propios tiempos.<br />

El segundo pecado capital <strong>del</strong> <strong>mal</strong> <strong>historiador</strong> es el <strong>del</strong> anacronismo<br />

en historia. Es decir, la falta de sensibilidad hacia el cambio<br />

histórico, que asume consciente o inconscientemente que los hom-<br />

bres y que las sociedades de hace tres o cinco siglos o de hace más<br />

de un milenio, eran iguales a nosotros, y que pensaban, sentían,<br />

actuaban y reaccionaban de la misma manera en que lo hacemos<br />

nosotros. Es decir, una historia que proyecta al actual individuo<br />

egoísta y solitario de nuestras sociedades capitalistas contemporáneas,<br />

como si fuese el mo<strong>del</strong>o eterno de lo que han sido los individuos,<br />

en todo tiempo y lugar, y a lo largo de toda la curva <strong>del</strong><br />

desarrollo humano.<br />

Pero con esto, se cancela una de las tareas primordiales de la<br />

historia, que es justamente la de mostrarnos, primero a los <strong>historiador</strong>es<br />

y después a toda la gente, en qué ha consistido precisamente<br />

el cambio histórico, qué cosas se han modificado al paso de los siglos<br />

y cuáles se han mantenido, y también cuáles han sido las diversas<br />

direcciones o sentidos de esas múltiples mutaciones históricas.<br />

Y no para afirmar, al modo de la <strong>mal</strong>a historia oficial y tradicional,<br />

una "necesaria" evolución o progreso ineluctable y fatal de la<br />

humanidad, sino más bien para comprender de manera crítica y<br />

autocrítica, el camino que hemos recorrido y los muchos errores<br />

que hemos cometido.<br />

Así, no hay buena historia posible sin la capacidad de "extrañamiento"<br />

y de "autoexilio" intelectual de nuestra propia circunstancia<br />

histórica, y también de nuestros propios valores y modos de<br />

ver, capacidad que nos prepara, justamente, para percibir y aprehender<br />

realmente otras culturas y oíros modos de funcionamiento<br />

de la economía, de la sociedad y de la política, y por lo tanto, para<br />

comprender de manera adecuada esas otras etapas y momentos de<br />

la historia que son también parte de nuestras preocupaciones.<br />

¿Cuántas biografías "históricas" de personajes <strong>del</strong> pasado no<br />

hemos leído, en donde su sicología y su actitud nos son tan cercanas<br />

como si fuesen nuestros contemporáneos, a pesar de haber<br />

vivido hace treinta, o cien, o trescientos o más años?. ¿Y cuántas<br />

historias <strong>del</strong> siglo xix, o de la Independencia, o <strong>del</strong> periodo colonial<br />

no hemos leído, que ignoran por completo que, en el transcurso<br />

de uno o dos siglos y a veces en periodos aún más cortos, mutan<br />

completamente las técnicas militares, o los hábitos sexuales, o las


CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />

ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />

formas de organización de la familia, o los modos de explotación<br />

económica, o las formas de conflicto entre las clases, o las cosmovisiones<br />

culturales, entre tantos y tantos elementos que, sin decirlo<br />

explícitamente, se asumen como si fuesen idénticos o casi, en todos<br />

estos periodos mencionados?.<br />

Y si todo el mundo comprende que no se piensa igual cuando<br />

uno vive en un palacio que cuando uno vive en una cabana, entonces<br />

también debería de ser claro que la vida y el mundo en su conjunto,<br />

no se construyen <strong>del</strong> mismo modo hoy que en la primera<br />

mitad <strong>del</strong> siglo xx, y mucho menos en el siglo xix o xvi, o vn, o<br />

antes. Así, por ejemplo, ¿qué noción <strong>del</strong> tiempo y de la distancia<br />

puede tener un habitante de Nueva España, cuando las noticias de<br />

la Metrópoli tardan alrededor de noventa días en llegar a la Colonia<br />

y viceversa?, y ¿qué idea <strong>del</strong> mundo puede tener un campesino<br />

francés <strong>del</strong> siglo xm, que puede nacer, vivir y morir sin haber salido<br />

jamás en su vida de un radio de solo cien kilómetros, en torno de<br />

la pequeña aldea en la que vio la luz por vez primera?, ¿y qué significan,<br />

en cambio, nociones incluso como las de "China" o "Rusia"<br />

o "África" para un niño urbano conectado a través <strong>del</strong> Internet,<br />

de cualquier ciudad <strong>del</strong> mundo hoy?. Estas son preguntas que los<br />

<strong>mal</strong>os <strong>historiador</strong>es nunca se plantean, lo que los hace ver la historia<br />

como una misma tela gris, en donde cambian solo los nombres,<br />

las fechas y los lugares, pero donde todo el resto permanece<br />

como si no existiera el cambio histórico de las sociedades, de las<br />

culturas, de las economías y de las psicologías de los diferentes<br />

grupos humanos.<br />

Un tercer pecado capital de la <strong>mal</strong>a historia, hoy todavía imperante,<br />

es el de su noción <strong>del</strong> tiempo, que es la noción tradicional<br />

newtoniana de la temporalidad física. Una idea <strong>del</strong> tiempo que lo<br />

concibe como una dimensión única y homogénea, que se despliega<br />

linealmente en un solo sentido, y que está compuesto por unidades<br />

y subunidades perfectamente divididas y siempre idénticas,<br />

de segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años, lustros,<br />

décadas, siglos y milenios. Es decir, una idea que asume que el<br />

tiempo de los relojes y de los calendarios, es también el tiempo de<br />

la historia y de los <strong>historiador</strong>es, y que por lo tanto, cualquier siglo<br />

histórico tiene siempre cien años, y cualquier día de la historia es<br />

idéntico a cualquier otro, aunque el primero sea el 9 de noviembre<br />

de 1989 ó el 1 de enero de 1994, y el segundo sea el 17 ó el 18 ó el 19<br />

de junio <strong>del</strong> año de 2001.<br />

Pero como nos lo han explicado tan brillantemente Marc Bloch,<br />

Norbert Elias, Walter Benjamín o Fernand Brau<strong>del</strong>, entre otros, el<br />

tiempo newtoniano de los físicos, medido por calendarios y relojes,<br />

no es nunca el verdadero tiempo histórico de las sociedades y de los<br />

cultivadores de Clío, que es más bien un tiempo social e histórico,<br />

que no es único sino múltiple, y que además es heterogéneo y variable,<br />

haciéndose más denso o más laxo, más corto o más amplio, y<br />

siempre diferente, según los acontecimientos, coyunturas o estructuras<br />

históricas a las que se refiera. Porque para el buen <strong>historiador</strong><br />

cada siglo tiene una temporalidad distinta, lo que le permite<br />

hablar lo mismo <strong>del</strong> "largo siglo xix" que comienza con la Revolución<br />

Francesa y termina con la Primera Guerra Mundial, que <strong>del</strong><br />

"breve siglo xx", iniciado con esa primera guerra y con la Revolución<br />

Rusa de 1917, y concluido con la caída <strong>del</strong> Muro de Berlín en<br />

1989. Y si los siglos o las jornadas históricas no son nunca iguales,<br />

tampoco son precisas las fechas de múltiples acontecimientos y<br />

fenómenos históricos, como por ejemplo la 'revolución cultural de<br />

1968' que en algunos casos comienza en 1966 y en otros en 1967,<br />

pero también a veces desde 1959, y otras solo hasta 1969 inclusive.<br />

Además, como bien lo saben los <strong>historiador</strong>es críticos, no son<br />

iguales los tiempos en que una sociedad vive una verdadera revolución<br />

social, que los tiempos de lenta evolución, igual que difieren<br />

las temporalidades para una sociedad que se encuentra en pleno<br />

auge y crecimiento, que para otra que vive en cambio su proceso<br />

de decadencia y eclipsamiento social. Puesto que si cada fenómeno<br />

histórico tiene su singular y específica duración que le corresponde,<br />

y si la historia no es, en ese sentido, más que la compleja síntesis<br />

de todas esas múltiples y diversas duraciones históricas diferenciadas,<br />

entonces lo que el <strong>historiador</strong> tiene que aprender a detectar


CARLOS ANTONIO AGUIRRK ROJAS<br />

ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />

y establecer, es justamente esas múltiples temporalidades o duraciones<br />

históricas distintas de todos los fenómenos que investiga,<br />

asumiendo las implicaciones complejas que esa misma diversidad<br />

temporal conlleva para sus análisis.<br />

Ya que los presidentes y los gobiernos pasan mientras que las<br />

sociedades permanecen, recorriendo estas últimas lo mismo ciclos<br />

económicos expansivos y luego depresivos, que coyunturas culturales<br />

a veces de florecimiento y ebullición y a veces de aletargamiento<br />

y repliegue, en dinámicas en donde hoy se habla casi la<br />

misma lengua que hace trescientos años, y se comen los mismos<br />

alimentos que hace un milenio, pero donde también se han instalado<br />

formas de urbanización que datan de hace solo unas pocas<br />

décadas, o medios de comunicación que tienen solo unos cuantos<br />

años de existencia. Y son solo estas nociones <strong>del</strong> tiempo y de la<br />

duración, múltiples, variables y flexibles, las que permiten captar la<br />

inmensa riqueza y diversidad de la historia, reducida en cambio en<br />

las visiones de la historiografía tradicional, a siglos uniformes y a<br />

fechas rigurosas, siempre bien ordenadas y siempre bien ubicadas<br />

en ese tiempo vacío, homogéneo y lineal de los <strong>mal</strong>os <strong>historiador</strong>es<br />

positivistas.<br />

El cuarto pecado repetido de la <strong>mal</strong>a historia, en los diversos<br />

manuales tradicionales, es el de su idea limitada <strong>del</strong> progreso. Lo que<br />

está directamente conectado con el pecado anterior, con la noción<br />

<strong>del</strong> tiempo como tiempo físico, único, homogéneo y lineal. Pues si<br />

el tiempo histórico es concebido solo como esa acumulación ineluctable<br />

de hechos y sucesos, inscritos progresivamente en la sucesión<br />

de días, meses y años <strong>del</strong> calendario, la idea <strong>del</strong> "progreso"<br />

que desde esta noción temporal se construye es también la de una<br />

ineluctable acumulación de avances y conquistas, determinadas<br />

fatalmente por el simple transcurrir temporal.<br />

Una idea <strong>del</strong> progreso humano en la historia, que parece afirmar<br />

que inevitablemente, todo hoy es mejor que cualquier ayer,<br />

y todo mañana será obligatoriamente mejor que cualquier hoy.<br />

Entonces, la humanidad no puede hacer otra cosa que avanzar<br />

y avanzar sin detenerse, puesto que según esta construcción, lo<br />

único que ha hecho hasta hoy es justamente "progresar", avanzando<br />

siempre desde lo más bajo hasta niveles cada vez más altos,<br />

en una suerte de "escalera" imaginaria en donde estaría prohibido<br />

volver la vista atrás, salirse <strong>del</strong> recorrido ya trazado, o desandar<br />

aunque solo sea un paso el camino ya avanzado. Y no cambia<br />

demasiado la cosa, si esta idea es afirmada por los apologistas actuales<br />

<strong>del</strong> capitalismo, que quieren defender a toda costa la supuesta<br />

"simple superioridad" de este sistema sobre cualquier época <strong>del</strong><br />

"pasado", o si es afirmada por los marxistas vulgares -que no por<br />

los marxistas realmente críticos-, marxistas vulgares que han pretendido<br />

enseñarnos que la historia avanza y tiene que avanzar,<br />

fatalmente, <strong>del</strong> comunismo primitivo al esclavismo, <strong>del</strong> esclavismo<br />

hasta el feudalismo, y de este último hacia el capitalismo, para<br />

luego desembocar, sin opción posible, en el anhelado socialismo y<br />

tal vez después en el comunismo superior. Una visión extremadamente<br />

simplista <strong>del</strong> progreso y de la historia, que el propio Marx<br />

ha rechazado, y que ha sido tan brillantemente criticada también<br />

por Walter Benjamín, en sus célebres "Tesis sobre la filosofía de la<br />

historia".<br />

Pero basta observar con cuidado lo que realmente ha sido la historia,<br />

para percatarse de que su desarrollo no tiene nada de lineal<br />

y de simple, y que lejos de esa "escalera imaginaria" de avances<br />

y conquistas ineluctables, sus itinerarios se despliegan más bien<br />

como una especie de complejo "árbol de mil ramas", que a veces<br />

abandona totalmente una línea evolutiva que había seguido por<br />

siglos y hasta milenios, para recomenzar de nuevo desde otro punto<br />

de partida, mostrando además en esos múltiples itinerarios, igual<br />

avances que retrocesos o largos estancamientos, combinados con<br />

saltos dramáticos de un nivel a otro, con rupturas radicales de<br />

toda continuidad, pero también con líneas que, efectivamente, progresan<br />

y se enriquecen sucesivamente de manera permanente.<br />

Frente a esta idea entonces limitada y demasiado simple <strong>del</strong> progreso,<br />

propia de los <strong>mal</strong>os <strong>historiador</strong>es positivistas, que lo concibe<br />

como una línea recta, siempre ascendente, majestuosa y llena de


CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />

• ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />

avances y conquistas sin fin, el buen <strong>historiador</strong> crítico restituye a<br />

la noción de progreso un sentido totalmente diferente, mostrando<br />

esa multiplicidad de líneas y de trayectorias diversas que lo integran,<br />

en un esquema que nos recuerda un poco al trabajo de los<br />

científicos, que acometen muchas veces un problema hasta encontrar<br />

su solución, ensayando y equivocándose, avanzando en un<br />

sentido y luego dejándolo de lado, consolidando ciertas certezas<br />

adquiridas y recuperando en un momento posterior resultados que<br />

anteriormente creían poco útiles, y recomenzando la tarea tantas<br />

veces como sea necesario, hasta encontrar el buen modo de resolución<br />

de dicho problema.<br />

Y es así como "progresa" la humanidad: explorando y avanzando<br />

primero casi a ciegas en su propia evolución, para ir muy<br />

poco a poco siendo consciente de lo que ha hecho y de por qué<br />

lo ha hecho, a la vez que va asumiendo también, lentamente, la<br />

responsabilidad consciente de que es solo ella misma la que debe<br />

construir la historia, y la que debe elegir de manera también consciente<br />

los rumbos de su futuro desarrollo.<br />

Otro pecado capital <strong>del</strong> <strong>mal</strong> <strong>historiador</strong>, el quinto, es el de la<br />

actitud profundamente acrítica hacia los hechos <strong>del</strong> presente y <strong>del</strong><br />

pasado, y hacia las diferentes versiones que las diversas generaciones<br />

han ido construyendo de ese mismo pasado/presente. Es decir,<br />

la típica actitud pasiva que los <strong>historiador</strong>es positivistas mantienen<br />

siempre frente a los testimonios y a los documentos, lo mismo<br />

que frente a los resultados y a los hechos históricos "tal y como<br />

han acontecido". Porque el <strong>mal</strong> <strong>historiador</strong> actual, educado en el<br />

Manual de Langlois y Seignobos, o en el equivalente nacional de<br />

este mismo texto, no sólo es incapaz de leer los documentos con los<br />

que trabaja de una manera que no sea su lectura literal, sino que<br />

también es incapaz de "preguntarle" a esos testimonios escritos,<br />

algo distinto a lo que ellos declaran o pretenden decir de manera<br />

explícita. Es decir, que los <strong>mal</strong>os <strong>historiador</strong>es ignoran por completo<br />

lo que Marc Bloch llamaba la "lectura involuntaria" de los<br />

textos, en donde una memoria autobiográfica puede usarse más<br />

bien para reconstruir la cultura de las clases dominantes de una<br />

época, o en donde un documento de gobierno puede ser utilizado<br />

más bien como fuente para la reconstrucción de las formas de<br />

exclusión social de una determinada sociedad.<br />

Con lo cual, esta historia acrítica no solo tiende a ser involuntariamente<br />

ingenua, y también cómplice de las ilusiones que los<br />

individuos se han hecho sobre sí mismos y sobre su mundo en<br />

cada época dada, sino que también termina por legitimar y hacer<br />

pasar como verdaderas, a esas falsas percepciones sociales que<br />

existen siempre en toda sociedad, y que prosperan persistentemente<br />

dentro de la cultura y el imaginario colectivo de los pueblos<br />

y de las sociedades humanas. Además, y en la medida en que<br />

cada época histórica rehace siempre el pasado, en función de sus<br />

intereses y urgencias más importantes, este <strong>historiador</strong> positivista<br />

acrítico va también haciéndose solidario de esas diferentes visiones<br />

sesgadas y sesgadoras de los hechos históricos, al recoger de<br />

manera solo pasiva y puramente receptiva esas distintas reinterpretaciones<br />

de las historias anteriores, codificadas en cada uno de<br />

los momentos ulteriores a su propio desarrollo.<br />

Por eso, es natural que este <strong>mal</strong> <strong>historiador</strong> tenga casi horror al<br />

uso <strong>del</strong> razonamiento "contrafactual", y que rechace toda especulación<br />

acerca de lo que hubiese podido acontecer si el desenlace <strong>del</strong><br />

drama histórico hubiese sido distinto al que fue. Pero si la historia<br />

la han hecho siempre los propios hombres -de modo más o menos<br />

consciente-, y si los resultados de cada encrucijada histórica han<br />

sido siempre el fruto de la confrontación y el combate entre distintos<br />

proyectos de futuro, igualmente impulsados por clases sociales<br />

o por grupos humanos, entonces la historia que hemos vivido y<br />

construido no era la única posible que podía desarrollarse, y solo se<br />

ha afirmado sobre la derrota y el sometimiento de las varias historias<br />

alternativas, vencidas pero igualmente factibles.<br />

Por lo demás, es claro que esta historia acrítica con los documentos<br />

y con las mismas versiones ya rehechas <strong>del</strong> pasado, es<br />

totalmente compatible con el statu quo que existe y que domina<br />

en cada momento. Pues si la historia que fue, era la única que


4fS<br />

47<br />

CARLOS ANTONIO ACUIRRE ROJAS<br />

ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />

podía ser, entonces el último eslabón de esa cadena de necesidades<br />

ineludibles es la historia que es hoy, con los grupos y con las clases<br />

que hoy dominan, y con los hombres y personajes que hoy disfrutan<br />

de esa dominación, la que por lógica derivación, es también<br />

"necesaria" y es la "única posible". Explicar entonces, de manera<br />

crítica, por qué la historia que aconteció, lo hizo de esa forma y<br />

no de otra -una tarea primordial <strong>del</strong> <strong>historiador</strong> crítico-, implica<br />

igualmente demostrar las otras diversas formas en que pudo haber<br />

acontecido, explicando a su vez las razones por las cuales, finalmente,<br />

no se impuso ninguna de esas otras formas, igualmente<br />

posibles pero a fin de cuentas no actualizadas.<br />

Un sexto pecado capital de los <strong>historiador</strong>es no críticos es el <strong>del</strong><br />

mito repetido de su búsqueda de una "objetividad" y "neutralidad"<br />

absoluta frente a su objeto de estudio. O dicho en otros términos,<br />

la pretensión de no tomar partido, no juzgar, no apasionarse y<br />

no involucrarse para nada con los personajes o con las situaciones<br />

que se investigan. Una idea ampliamente difundida de la posibilidad<br />

de hacer una historia completamente "aséptica", que incluso<br />

se utiliza como argumento para negarle al <strong>historiador</strong> la posibilidad<br />

de ocuparse, con mirada igualmente histórica, de los candentes<br />

y comprometidos hechos <strong>del</strong> "presente". Pero, como lo han<br />

demostrado incluso la física y la química contemporáneas, resulta<br />

imposible estudiar cualquier fenómeno de manera científica, sin<br />

intervenir de manera activa dentro <strong>del</strong> propio proceso que se estudia,<br />

y por lo tanto, sin modificar en mayor o en menor medida las<br />

condiciones mismas <strong>del</strong> objeto que se analiza. Lo que en el caso de<br />

las ciencias sociales y de la historia, se complementa además con<br />

el hecho de que somos nosotros mismos los que hemos construido<br />

nuestra propia historia, a la que luego intentamos explicar y analizar.<br />

Por lo tanto, es imposible una historia que sea realmente neutral,<br />

y que sea "objetiva" si por esto último entendemos una historia<br />

en la cual no nos involucremos de ninguna manera, manteniendo<br />

un desinterés, una distancia y una indiferencia totales hacia lo que<br />

examinamos. Pero en cambio, si es posible una historia científica-<br />

mente objetiva, en el sentido de no estar falseada conscientemente<br />

con ciertos fines de legitimar tal o cual interés mezquino o particular,<br />

o en el sentido de silenciar aquellos hechos o fenómenos que<br />

no concuerdan con una interpretación preestablecida, que es lo que<br />

en realidad si hacen las historias positivistas, las que sin embargo<br />

claman de manera tan ruidosa por esta falsa 'objetividad' ya mencionada.<br />

Así, puesto que toda historia es hija de su época y de sus circunstancias,<br />

y dado que el <strong>historiador</strong> es también un individuo que<br />

tiene un compromiso específico con su sociedad y con su presente,<br />

toda historia reflejará necesariamente las elecciones y el punto de<br />

vista <strong>del</strong> propio <strong>historiador</strong>, los que se proyectan incluso desde la<br />

elección de los hechos que son investigados y los que no, hasta el<br />

modo de organizarlos, clasificarlos, interpretarlos y ensamblarlos<br />

dentro de un mo<strong>del</strong>o más comprehensivo que les da su sentido y<br />

significación particulares. Y dado que no existe ni puede existir<br />

esa historia desde el punto de vista atemporal, eterno, ahistórico<br />

y fuera <strong>del</strong> mundo que proclaman los <strong>mal</strong>os <strong>historiador</strong>es positivistas,<br />

que claman por esa imposible neutralidad/objetividad, y<br />

puesto que toda historia lleva entonces la marca de sus propios<br />

creadores, lo más honesto e inteligente por parte <strong>del</strong> buen <strong>historiador</strong><br />

consiste en hacer explícitas las específicas condiciones que han<br />

determinado su investigación, declarando sin ambages sus tomas<br />

de posición determinadas, así como los criterios particulares de<br />

sus distintas elecciones <strong>del</strong> material, de los métodos, de los paradigmas<br />

y de los mo<strong>del</strong>os historiográficos utilizados.<br />

Renunciando entonces a la falsa objetividad <strong>del</strong> <strong>mal</strong> <strong>historiador</strong>,<br />

el <strong>historiador</strong> crítico asume sin conflicto los sesgos de su trabajo<br />

y de su resultado hisfonográfico, convencido de que la verdad<br />

absoluta no existe ni existirá nunca, y de que el modo más pertinente<br />

de acercarnos a verdades cada vez más científicas aunque<br />

siempre relativas, es justamente este que hace explícitos los límites,<br />

las condiciones y los sesgos de su propia actividad en el terreno de<br />

la historia.


48<br />

CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROÍAS<br />

• ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />

El séptimo pecado capital de los <strong>historiador</strong>es que son seguidores<br />

de los Manuales hoy al uso, es el pecado <strong>del</strong> postmodernismo en<br />

historia. Porque haciéndose eco de algunas posturas que se han<br />

desarrollado recientemente en las ciencias sociales norteamericanas,<br />

y también en la historiografía estadounidense, han comenzado<br />

a proliferar en nuestro país algunos <strong>historiador</strong>es que intentan<br />

reducir a la historia a su sola dimensión narrativa o discursiva, evacuando<br />

por completo el referente esencial de los propios hechos<br />

históricos reales. Así, siguiendo a autores como Hayden White,<br />

Michel de Certau o Paul Veyne, estos defensores recientes <strong>del</strong> postmodernismo<br />

histórico, llegan a afirmar que lo que los <strong>historiador</strong>es<br />

conocen e investigan no es la historia real, la que muy posiblemente<br />

nos será desconocida para siempre, sino solamente los discursos<br />

históricos que se han ido construyendo, sucesivamente y a lo largo<br />

de las generaciones, sobre tal o cual supuesta realidad histórica,<br />

por ejemplo sobre el carácter y los comportamientos <strong>del</strong> sector de<br />

la plebe romana, en las épocas <strong>del</strong> Bajo Imperio.<br />

Desplazando así la atención <strong>del</strong> <strong>historiador</strong>, desde la historia<br />

real hacia los discursos sobre la historia, esta postura de los <strong>mal</strong>os<br />

<strong>historiador</strong>es termina por desembocar en posiciones abiertamente<br />

relativistas e incluso agnósticas. Pues si según este punto de vista,<br />

cada discurso histórico es siempre diferente, y siempre correspondiente<br />

a la época en que es producido, entonces no es posible establecer<br />

jerarquía o comparación entre todos esos discursos, lo que<br />

significa que no podemos saber si hoy conocemos más o conocemos<br />

menos de la historia <strong>del</strong> Imperio Romano que lo que han<br />

conocido los hombres y los autores <strong>del</strong> siglo xix, o <strong>del</strong> siglo xvi, o<br />

durante el siglo x. Y tampoco podemos decir que nuestra visión<br />

actual es más o es menos "científica" o mas o menos Verdadera'<br />

que la que construyeron los <strong>historiador</strong>es de hace tres o siete o<br />

trece siglos.<br />

Incluso, y prolongando hasta el final su argumento, estos autores<br />

posmodernos llegan a descalificar la pretensión misma de construir<br />

una ciencia de la historia, afirmando que los <strong>historiador</strong>es sólo<br />

escribimos "relatos con pretensiones de verdad", relativos a distin-<br />

tos "regímenes de verdad" siempre cambiantes y siempre relativos.<br />

Por eso pueden concluir, sin sonrojo alguno, que la escritura de la<br />

historia se reduce, en última instancia, a la reconstrucción de una<br />

historia de la escritura, y que las razones para dedicarse a la historia<br />

no son la búsqueda de una verdad histórica científica, en el<br />

fondo imposible e inalcanzable, sino puramente razones de orden<br />

estético.<br />

Pero más allá de estas divagaciones logocéntricas, y de estos<br />

desvarios de claros tintes idealistas, persiste el hecho innegable de<br />

que los <strong>historiador</strong>es hacemos historia con el objetivo de conocer,<br />

comprender y luego explicar la historia real, la que constituye sin<br />

duda nuestro objeto de estudio principal. Además, hacemos historia<br />

convencidos de que somos capaces de establecer, cada vez más,<br />

verdades históricas científicas, y además, verdades cada vez más<br />

precisas y más capaces de dar cuenta real de los problemas concretos<br />

históricos que investigamos. Desde una posición abiertamente<br />

racionalista, y que aspira a ser científica, los <strong>historiador</strong>es<br />

críticos son también capaces de comparar y de criticar las distintas<br />

interpretaciones que se han hecho de un cierto problema histórico,<br />

haciendo evidente como nuestras explicaciones actuales son, en<br />

general, mucho más sofisticadas y complejas que las anteriores,<br />

y en términos generales, más adecuadas para captar los hechos<br />

históricos y más finas para poder encuadrarlos dentro de mo<strong>del</strong>os<br />

globales que les restituyen, cada vez de manera más precisa, su<br />

verdadero sentido profundo. Porque "los hechos son testarudos",<br />

y más allá de las sutilezas <strong>del</strong> lenguaje, continúan desafiándonos<br />

para que seamos capaces de explicarlos de un modo racional y<br />

coherente.<br />

Y si bien es obvio, que no existe historia posible que no se<br />

exprese a través de una cierta construcción narrativa, también es<br />

un abuso ilegítimo querer reducir por ello a la historia a su sola<br />

dimensión narrativa. Igual entonces que la erudición, que no es<br />

historia pero si es una de sus condiciones imprescindibles y uno<br />

de sus elementos importantes, así la narración y el discurso no son<br />

tampoco historia, aunque si son también uno de sus componentes<br />

fundamentales e ineludibles.


51<br />

CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />

Son estos los siete (y más, pues los mismos se manifiestan<br />

después en múltiples maneras) pecados capitales <strong>del</strong> <strong>mal</strong> <strong>historiador</strong>.<br />

Y si, con un comportamiento virtuoso y con una mirada vigilante<br />

y crítica, logramos esquivar el caer en todos ellos, podremos<br />

intentar hacer y enseñar una historia diferente y muy superior a<br />

la que existe hoy en nuestro país. Pero ¿cómo elaboramos esta historia<br />

distinta y mejor?. Tratando de seguir las lecciones que nos<br />

han dado los <strong>historiador</strong>es realmente críticos, durante los últimos<br />

ciento cincuenta años, lecciones que pasamos a ver a continuación.<br />

CARLOS MARX


CAPÍTULO ni<br />

EN LOS ORÍGENES DE LA HISTORIA CRÍTICA<br />

'Por primera vez se erigía la historia sobre su<br />

verdadera base; el hecho palpable, pero<br />

totalmente desapercibido hasta entonces, de<br />

que e! hombre necesita en primer término<br />

comer, beber, tener un techo y vestirse, y por<br />

lo tanto, trabajar..."<br />

Federico Engels, "Carlos Marx", 1877.<br />

Si rechazamos abiertamente volver a hacer la historia aburrida,<br />

complaciente, cómoda y estéril de los <strong>historiador</strong>es positivistas, y si<br />

queremos eludir conscientemente el caer en los más de siete pecados<br />

capitales <strong>del</strong> <strong>mal</strong> <strong>historiador</strong>, debemos entonces intentar construir<br />

y elaborar, y luego enseñar, una historia nueva y diferente,<br />

que será también sin duda una historia crítica. Y si lo que deseamos<br />

es ser capaces de inscribir nuestra labor como <strong>historiador</strong>es o como<br />

científicos sociales dentro de este terreno de la historia crítica, lo<br />

primero que tenemos que hacer, es volver de nuevo la vista hacia<br />

los fundamentos mismos de esta historia crítica contemporánea,<br />

hacia aquellas que fueron sus primeras versiones, y que afirmándose<br />

en tanto que tales, son las que sentaron las bases de toda historia<br />

crítica posible.<br />

Ya que la historia crítica no es un proyecto reciente, ni una preocupación<br />

que haya aparecido solo en los últimos tiempos, sino<br />

que es, en las modalidades específicas que hoy presenta, un proyecto<br />

que prácticamente acompaña, desde su propio nacimiento, a los<br />

discursos y a las formas de hacer historia que hoy podemos<br />

llamar estrictamente contemporáneas. Formas que habiendo comenzado<br />

su desarrollo singular, desde la segunda mitad <strong>del</strong> siglo


CARLOS ANTONIO AGLURRE ROJAS<br />

ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR •<br />

xix cronológico, se han desarrollado y complejizado de diferentes<br />

maneras, para mantenerse hasta el día de hoy, como las específicas<br />

formas vigentes de hacer historia hasta la actualidad.<br />

Porque cuando investigamos con más detalle, acerca de los<br />

orígenes históricos de los tipos de historia que hoy son todavía<br />

vigentes en el mundo entero, resulta claro que dichos orígenes se<br />

encuentran en esa segunda mitad <strong>del</strong> siglo xix cronológico. Ya que<br />

es en estas últimas décadas de ese siglo xix que se afirma, por un<br />

lado, el mo<strong>del</strong>o de la historia positivista que antes hemos mencionado,<br />

y que intenta "copiar" la "exactitud" de las ciencias naturales,<br />

promoviendo una historia puramente descriptiva, fáctica,<br />

empirista, especializada y reducida a "narrar los hechos tal y como<br />

han acontecido", mientras que <strong>del</strong> otro lado se va configurando<br />

y difundiendo, también progresivamente, la primera versión de la<br />

historia crítica contemporánea, que es justamente la historia que<br />

se encuentra incluida dentro <strong>del</strong> complejo y más vasto proyecto<br />

crítico de Carlos Marx.<br />

Así, es claro que ha sido Marx el que ha sentado los fundamentos<br />

de la historia crítica, tal y como ahora es posible concebir a esta<br />

última, y tal y como ella se ha ido desarrollando a lo largo de los<br />

últimos ciento cincuenta años. Ya que no existe duda respecto al<br />

hecho de que, después de Marx y apoyándose en mayor o menor<br />

medida en el tipo de historia crítica y científica que él ha promovido<br />

y establecido, se han ido afirmando, a lo largo de todo el<br />

siglo xx y hasta hoy, distintas corrientes, autores y trabajos que,<br />

reclamándose abiertamente 'marxistas', han alimentado de manera<br />

considerable el acervo de los progresos y de los desarrollos de toda<br />

la historiografía <strong>del</strong> siglo xx. Y entonces, lo mismo los autores de la<br />

Escuela de Frankfurt que los <strong>del</strong> llamado austromarxismo, y hasta<br />

los autores de la actual historia socialista británica o de la historiografía<br />

crítica neomarxista <strong>del</strong> "world-system analysis" (<strong>del</strong> análisis<br />

<strong>del</strong> sistema-mundo), y pasando por los trabajos históricos de las<br />

escuelas marxistas polaca, o alemana, o italiana, o latinoamericana,<br />

entre muchas otras, son todas distintas manifestaciones y proyectos<br />

intelectuales que es necesario inscribir, dentro de esa vasta pre-<br />

sencia global y dentro de esa herencia todavía viva y poderosa, de<br />

esa primera versión de la historiografía crítica, que ha sido la historia<br />

defendida y propuesta por el propio Marx.<br />

Y si bien la caída <strong>del</strong> Muro de Berlín en 1989, ha significado<br />

sin duda la muerte de todos esos proyectos de construir mundos<br />

"socialistas" dentro de sociedades esencialmente escasas -es decir,<br />

de sociedades que carecían de las condiciones y <strong>del</strong> grado de desarrollo<br />

necesarios, en lo económico, en lo social, en lo político, y en<br />

lo cultural, para intentar edificar sociedades no capitalistas-, también<br />

es claro que eso no significa, para nada, el fin <strong>del</strong> discurso<br />

crítico y de la historiografía también crítica marxistas, que encuentran<br />

en cambio su fundamento, no en esas sociedades <strong>del</strong> socialismo<br />

realmente existente que hoy están en proceso de cambios<br />

profundos, sino en las contradicciones esenciales mismas <strong>del</strong> capitalismo,<br />

hoy mas vivas y apremiantes que nunca, así como en la<br />

necesidad todavía vigente y urgente de la necesaria superación<br />

histórica de ese mismo capitalismo.<br />

Puesto que si es claro que, en donde hay explotación habrá<br />

lucha en contra de esa misma explotación, y si donde hay opresión<br />

habrá siempre resistencia, y si es una experiencia reiterada<br />

de la historia, que la injusticia y la discriminación sociales engendran<br />

también ineludiblemente la rebeldía y la sublevación contra<br />

dicha discriminación e injusticia, entonces también es evidente<br />

que mientras exista capitalismo habrá un pensamiento crítico, destinado<br />

a explicar su naturaleza destructiva y despótica, y a orientar<br />

la reflexión que ilumine la lucha contra ese capitalismo y la<br />

búsqueda de las vías concretas de su superación real. Por eso, y en<br />

contra de las visiones simplistas y siempre apresuradas de ciertos<br />

periodistas y de ciertos politólogos actuales, el pensamiento critico<br />

sigue más vigente que nunca, junto a la necesidad y posibilidad de<br />

una historia igualmente crítica.<br />

¿Cuáles son, entonces, las lecciones todavía vigentes para una<br />

historia aún crítica, derivadas de su versión marxista fundadora y<br />

originaria?. La primera de ellas, en nuestra opinión, se refiere al<br />

estatuto mismo de la historia, es decir, a la necesidad de concebir


CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />

ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />

que toda la actividad que desarrollamos, y todos los resultados que<br />

vamos concretando, están claramente encaminados hacia la consolidación<br />

de un proyecto de construcción de una ciencia de la historia.<br />

Una ciencia de la historia que, de acuerdo a la noción <strong>del</strong><br />

mismo Marx, debería abarcar absolutamente a todos los territorios<br />

que hoy están ocupados por las llamadas "ciencias sociales", y que<br />

en la medida en que hacen referencia a los distintos aspectos, actividades,<br />

manifestaciones o relaciones sociales construidas por los<br />

hombres, en el pasado o en el presente, se engloban igualmente<br />

dentro de esa "historia de los hombres" cuyo estudio corresponde<br />

justamente a dicha ciencia histórica. Ciencia de la historia que<br />

entonces, y concebida en esta vasta dimensión, es para Marx una<br />

historia necesariamente global, una historia que posee la amplitud<br />

misma de lo social-humano en el tiempo, considerado en todas sus<br />

expresiones y manifestaciones posibles.<br />

Estatuto científico de nuestra disciplina, concebida en esta vasta<br />

y englobante definición, que se hace necesario reiterar ahora de<br />

nueva cuenta, tanto frente a las minoritarias posiciones postmodernas,<br />

que quieren reducir a la historia a la condición de simple<br />

juego estético, de arte, o de mero ejercicio discursivo, como también<br />

frente a las posiciones que pretendiendo "defender" una fantas<strong>mal</strong><br />

"identidad" dura de la historia, distinta de las "identidades"<br />

de la sociología, la antropología, la economía, la sicología, etc., terminan<br />

reduciéndola también al simple trabajo <strong>del</strong> coleccionista<br />

de antigüedades y <strong>del</strong> anticuario, <strong>del</strong> amante de las "cosas <strong>del</strong><br />

pasado", erudito y positivista.<br />

Pero si, como Marc Bloch lo ha repetido, la historia es la ciencia<br />

que estudia "la obra de los hombres en el tiempo", sólo puede<br />

hacerlo dentro de esta declarada vocación de constituirse en un<br />

determinado y claro proyecto científico. Y por lo tanto, asumiendo<br />

todo lo que este concepto de "ciencia" implica. Porque una simple<br />

descripción o relato no es todavía ciencia, como no lo es tampoco<br />

cualquier tipo de discurso, o cualquier actividad de mera recolección<br />

y clasificación de documentos, de datos y de fechas. En<br />

cambio, la idea de ciencia conlleva necesariamente la de la exis-<br />

tencia de todo un aparato categorial y conceptual específico, organizado<br />

de una determinada manera, a través de mo<strong>del</strong>os y de<br />

teorías de orden general, y que busca y recolecta dichos hechos y<br />

acontecimientos históricos, para ensamblarlos e insertarlos dentro<br />

de explicaciones científicas comprehensivas, y dentro de mo<strong>del</strong>os<br />

de distinto orden de generalidad, que definen tendencias de comportamiento<br />

de los procesos sociales, y regularidades de las líneas<br />

evolutivas de las sociedades, a la vez que dotan de sentido<br />

y de significación a esos mismos sucesos y fenómenos históricos<br />

particulares.<br />

Noción fuerte de la historia como verdadera ciencia, que implica<br />

entonces que la historia, como cualquier ciencia, se haya ido configurando<br />

a partir de diferentes y complejas tradiciones intelectuales,<br />

estando atravesada por debates teóricos, epistemológicos y<br />

metodológicos, y apoyada en un amplio conjunto de teorías, de<br />

paradigmas, de mo<strong>del</strong>os teóricos y de armazones conceptuales<br />

diversas. Lo que desmiente entonces, la repetida frase de que "el<br />

buen <strong>historiador</strong> se hace en los archivos". Porque nunca será dentro<br />

de los archivos, en donde el <strong>historiador</strong> se pondrá al tanto de esas<br />

tradiciones, debates y teorías que conforman el verdadero edificio<br />

de su ciencia. Y de la misma manera en que el físico va al laboratorio,<br />

o el biólogo a la práctica de campo, solo después de haber<br />

aprendido lo que es, lo que investiga, lo que quiere comprender<br />

y resolver la física o la biología, así el buen <strong>historiador</strong> solo va<br />

al archivo después de que ha asimilado lo que es y lo que debe<br />

ser la historia, y luego de haber definido con claridad una problemática<br />

historiográfica determinada, desde y con las teorías, la<br />

metodología y los conceptos y categorías de su propio oficio.<br />

Y también es claro que, aunque la historia incluye sin duda una<br />

cierta dimensión artística, y otra dimensión narrativo-discursiva,<br />

dimensiones que cuando son conocidas y bien manejadas enriquecen<br />

enormemente el trabajo y los resultados <strong>del</strong> <strong>historiador</strong>, sin<br />

embargo la historia no se reduce a ninguna de esas dos dimensiones,<br />

las que si bien están siempre presentes, no son nunca el<br />

elemento o momento determinante de la disciplina o ciencia de la


CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />

• ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR •<br />

historia en su conjunto. Y si la historia no se reduce ni a arte, ni<br />

a discurso, ni tampoco a la práctica <strong>del</strong> erudito en los archivos,<br />

entonces el modo de su enseñanza en las aulas debe también<br />

ajustarse a su condición de verdadera ciencia, remontándose más<br />

allá de la mera transmisión de las técnicas de ficheo y elaboración<br />

de cronologías y de series de datos, y superando su condición de<br />

simple crónica de fechas, lugares y sucesos, que es a lo que la han<br />

reducido sistemáticamente muchos de los <strong>mal</strong>os <strong>historiador</strong>es y de<br />

los <strong>mal</strong>os profesores de historia de nuestro país.<br />

Una segunda lección importante de esta historia científica promovida<br />

por Marx, y que sigue manteniendo toda su vigencia hasta<br />

el día de hoy, es el de concebir a la historia, en todas sus dimensiones,<br />

temáticas y problemas abordados, como una historia profundamente<br />

social. Es decir, que además de estudiar a los individuos,<br />

a los grandes personajes de todo tipo y a las élites y clases dominantes,<br />

la historia debe investigar también a los grandes grupos<br />

sociales, a las masas populares, a las clases sociales mayoritarias<br />

y a todo el conjunto de los protagonistas hasta hace muy poco<br />

"anónimos", protagonistas y clases y grupos, que sin embargo son<br />

las verdaderas fuerzas sociales, los verdaderos actores colectivos, que<br />

hacen y construyen la mayor parte <strong>del</strong> entramado de lo que constituye<br />

precisamente la historia.<br />

Ya que es justamente a Marx, a quien debemos la incorporación<br />

sistemática de las clases populares como verdaderos protagonistas<br />

de la historia, al habernos ilustrado como han sido los esclavos y<br />

las comunidades arcaicas, lo mismo que los siervos, los obreros, los<br />

campesinos y los grupos sociales explotados y sometidos, los que<br />

en gran medida "han hecho la historia". Clases sociales sometidas,<br />

que involucradas dentro de un conflicto social o lucha de clases<br />

que atraviesa una gran parte de la historia humana, -y en particular,<br />

aquella que ha comenzado luego de los múltiples procesos de<br />

disolución de las muy diversas y variadas formas de la comunidad,<br />

que están en el punto de partida de todas las sociedades humanas-,<br />

han ido tejiendo con su trabajo cotidiano y con su actividad social<br />

permanente, pero también con sus luchas y con sus acciones de<br />

resistencia y de transformación, el específico tejido de lo que en términos<br />

concretos ha sido y es justamente la historia humana.<br />

Y es claro que no hay historia científica o crítica posible, que<br />

no tome en cuenta, por ejemplo, a las formas de la cultura popular,<br />

o a los grandes movimientos sociales, a las expresiones de la<br />

lucha de clases o a los grandes intereses económicos colectivos, lo<br />

mismo que a las grandes corrientes de las creencias colectivas o a<br />

los diversos contextos y condicionamientos sociales generales de<br />

cualquier proceso, fenómeno o hecho histórico analizado.<br />

Lo que no implica, ni mucho menos, que dejemos de estudiar<br />

a los individuos, a los grandes personajes, o a las élites, pero si en<br />

cambio modifica de raíz el enfoque tradicional desde el cual han<br />

sido, y son aún a veces abordados, estos grupos o clases minoritarias<br />

y estos individuos. Porque todo individuo es fruto de sus<br />

condiciones sociales, y son estas últimas las que determinan siempre<br />

los límites generales de sus acciones diversas. Y si bien su<br />

propia acción, es un vector que puede influir en el cambio de estas<br />

mismas circunstancias, lo es solo dentro de los márgenes que fijan<br />

las tendencias, una vez más sociales, de la evolución específica que<br />

vive esa sociedad determinada en esa época o momento también<br />

particular.<br />

Con lo cual, la historia crítica es social en un doble sentido:<br />

en primer lugar en cuanto a que, para la explicación de cualquier<br />

hecho o fenómeno histórico, tiene que involucrar y hacer intervenir<br />

a los grandes actores colectivos que antes eran omitidos e ignorados,<br />

y que son siempre el entorno inmediato obligado, tanto de la<br />

formación como de las acciones de cualquier personaje individual.<br />

Y en segundo lugar, en el sentido de que también cualquier suceso<br />

o situación histórica, se desenvuelve dentro de un determinado<br />

y múltiple contexto social general, que lo condiciona y envuelve,<br />

fijándole tanto sus límites como sus posibilidades de repercusión<br />

determinada. Y parece ser claro que, una de las tendencias más<br />

marcadas de prácticamente todas las corrientes historiográficas que<br />

se han desarrollado durante el siglo xx, con la única y obvia excepción<br />

de la tendencia positivista de los <strong>mal</strong>os <strong>historiador</strong>es, ha sido


CARLOS ANTONIO AGUTRRE ROJAS<br />

• ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR •<br />

ésta de incorporar a los grandes grupos sociales, a las sensibilidades<br />

colectivas, a las masas populares, a las formas de conciencia<br />

mayoritarias, y a las clases y movimientos sociales en todas<br />

sus expresiones, dentro de los terrenos y de las perspectivas habituales<br />

de la historia. Lo que, necesariamente, ha sido acompañado<br />

también de esa introducción sistemática de los diversos contextos<br />

sociales -políticos, intelectuales, económicos, civilízatenos, etcdentro<br />

de las explicaciones históricas cotidianas.<br />

Otra lección importante de la historia que Marx ha construido,<br />

la tercera, es su dimensión como historia materialista. Y no en el sentido<br />

vulgar, aunque muchas veces repetido, de que lo "espiritual"<br />

sea un simple "reflejo" directo o dependiente de lo material, sino<br />

más bien en la línea de que, en general, resulta imposible explicar<br />

adecuadamente los procesos culturales, las formas de conciencia,<br />

los elementos <strong>del</strong> imaginario social, las figuras de la sensibilidad<br />

colectiva, etc., sin considerar también las condiciones materiales en<br />

que se desenvuelven y apoyan todos esos productos, y todas esas<br />

manifestaciones diversas de los fenómenos intelectuales, y de la<br />

sensibilidad humana en general.<br />

Porque las ideas no flotan en el aire, separadas de los hombres<br />

y de los grupos sociales que las producen, y los productos de la<br />

cultura, de la conciencia o de la sensibilidad, solo se hacen vigentes<br />

en la medida en que se encarnan y "materializan" en determinadas<br />

prácticas, en instituciones, en comportamientos y en realidades<br />

totalmente materiales. Lo que, sin embargo, no elimina el hecho de<br />

que el tipo de relación específica y concreta que se establece, entre<br />

esa dimensión intelectual y sus condiciones materiales de producción<br />

y de efectivización, sea un problema abierto y por establecen y<br />

que puede abarcar desde la forma de la condensación o la transposición<br />

sublimada que a veces se expresa en el arte, hasta la forma<br />

<strong>del</strong> "reflejo invertido" que en ocasiones descubrimos en la religión,<br />

y pasando por diversas y complejas variantes como la de la "traducción",<br />

la negación, la simbolización, la construcción de fetiches<br />

o las múltiples figuras de una cierta reconstrucción diferente de ese<br />

mundo material en el nivel cultural.<br />

Por lo tanto, afirmar que la buena historia crítica debe de ser<br />

también materialista, solo implica que no es posible hacer una<br />

historia, por ejemplo de las llamadas "mentalidades", sin considerar<br />

los contextos sociales, políticos, económicos y generales de<br />

esas mismas "mentalidades". Es decir, que debemos evitar una historia<br />

idealista de los fenómenos culturales e intelectuales, como<br />

la que ha escrito por ejemplo Philippe Aries. O también una historia<br />

puramente logocéntrica, y puramente ocupada <strong>del</strong> plano discursivo<br />

o conceptual, como la que proponen Hyden White y los<br />

posmodernos.<br />

En cambio, la buena historia debe estar siempre atenta, cuando<br />

se ocupa de esos hechos, fenómenos y procesos <strong>del</strong> llamado<br />

"espíritu humano" -y que nosotros llamaríamos más bien fenómenos<br />

de la conciencia y de la sensibilidad sociales- de las condiciones<br />

materiales que acompañan y se imbrican con dichos fenómenos<br />

intelectuales, conscientes de que el tipo de relación que se establece<br />

entre ambas esferas, la material y la "espiritual", es un problema<br />

abierto y por investigar y redefinir en cada caso concreto, pero<br />

seguros a la vez de que sin esas condiciones materiales, no es realmente<br />

comprensible la naturaleza profunda y el sentido esencial<br />

de todos esos fenómenos de la mente y de la economía psíquica de<br />

los individuos y de las sociedades.<br />

Y es precisamente este error, de ignorar la importancia de esa<br />

base material y de ese conjunto de condiciones reales, el que reencontramos<br />

no sólo en muchas de las versiones de la historia de<br />

las "mentalidades" antes referida, sino también en múltiples historias<br />

de la religión, <strong>del</strong> arte, de la literatura, de la cultura y de las<br />

ideas, que prosperan dentro <strong>del</strong> gremio de los seguidores de Clío.<br />

E incluso, y muy frecuentemente, en muchas de las historias predominantemente<br />

políticas que han escrito los <strong>historiador</strong>es positivistas<br />

de nuestro país, historias donde también ese nivel de lo<br />

político parece "cerrarse sobre sí mismo" y ser totalmente autosuficiente,<br />

y en donde se ignoran por completo también las condiciones<br />

sociales reales y las condiciones materiales de esos procesos políticos<br />

que se estudian.


CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />

ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />

La cuarta posible lección derivada de los trabajos de Carlos<br />

Marx, para una historia genuinamente crítica, es la relevancia fundamental<br />

que tienen, dentro de los procesos sociales globales, los<br />

hechos económicos. Una lección marxista que quizá sea la más vulgarizada<br />

y la más <strong>mal</strong> interpretada de todas, por parte tanto de<br />

los <strong>historiador</strong>es, como incluso de una gran mayoría de los científicos<br />

sociales. Y ello, debido a la amplia difusión e influencia importante<br />

<strong>del</strong> marxismo vulgar en prácticamente todo el mundo, y a lo<br />

largo de casi todo el siglo xx cronológico. Porque esta lección no<br />

implica, ni mucho menos, que todos los fenómenos sociales deben<br />

de "reducirse" a la base económica, ni que la economía es la "esencia"<br />

oculta o el "espíritu profundo" escondido de todo lo social,<br />

sino simplemente -¡simplemente!- que, en la historia que los hombres<br />

han recorrido y construido desde su origen como especie y<br />

hasta el día de hoy, los hechos y las estructuras económicas han ocupado<br />

y ocupan todavía un rol que posee una centralidad y una<br />

relevancia fundamentales innegables. Lo que significa que dichos<br />

procesos sociales globales son incomprensibles sin la consideración<br />

de las evoluciones y la naturaleza determinada de esa dimensión<br />

económica, pero no significa, en cambio, que debamos buscar cuál<br />

es, por ejemplo, "la base económica de la pintura de Picasso", o la<br />

"estructura económica en que se apoya esa 'superestructura' que ha<br />

sido el arte surrealista", lo que es a todas luces una empresa ridicula<br />

y sin sentido, a pesar de haber sido alguna vez planteada por los<br />

marxistas vulgares de Francia en la primera mitad <strong>del</strong> siglo xx.<br />

Reconociendo entonces esta centralidad de lo económico para la<br />

interpretación de los procesos sociales históricos globales, el buen<br />

<strong>historiador</strong> crítico sabe también que la relación específica que esos<br />

fenómenos económicos pueden tener, o pueden no tener con otros<br />

hechos y realidades sociales, es igualmente un problema abierto y<br />

por definir en cada caso concreto, y cuyo abanico de respuestas<br />

abarca, lo mismo la opción de que no existe ningún vínculo, o de<br />

que no existe un vínculo directo, y por lo tanto la conexión se da<br />

sólo a través de complejas e indirectas mediaciones de oíros niveles<br />

y relaciones, hasta la posibilidad de relaciones claras y evidentes de<br />

determinación directa de ese mismo nivel económico, y pasando<br />

nuevamente por vínculos de dependencia, o de condicionamiento<br />

sólo general, de encuadramiento, de limitación indirecta, o de muy<br />

diversos matices de influencias de mayor o de menor peso específico.<br />

Y puesto que ha sido Marx el primero en rescatar de manera<br />

sistemática esta centralidad de lo económico dentro <strong>del</strong> proceso<br />

histórico global, es lógico que sea también él, el fundador de la rama<br />

de los estudios de historia económica dentro <strong>del</strong> tronco mayor de la<br />

historiografía contemporánea. Rama que, desde el autor de El capital<br />

y hasta hoy, ha tenido una buena parte de sus más importantes<br />

representantes, precisamente dentro de las distintas corrientes y<br />

expresiones de los múltiples "marxismos" que llenan la historia y<br />

también la historiografía <strong>del</strong> siglo xx, y que una vez más, abarcan<br />

desde las finas y elaboradas versiones <strong>del</strong> marxismo de Marx y de<br />

algunos de los marxismos críticos posteriores, -como es el caso<br />

de algunos de los trabajos que, con cierta flexibilidad, podríamos<br />

calificar de obras de "historia económica", escritos por Lenin, por<br />

Rosa Luxemburgo o por Henry Grossman, entre otros-, hasta las<br />

variantes simplificadas <strong>del</strong> marxismo vulgar o <strong>del</strong> marxismo reducido<br />

a ideología oficial, en muchos Manuales de la antigua Unión<br />

Soviética o de los países <strong>del</strong> llamado "bloque socialista".<br />

Una quinta lección importante para el buen <strong>historiador</strong>, es la<br />

exigencia de Marx de ser capaces de observar, y luego de explicar,<br />

todos los fenómenos investigados "desde el punto de vista de la<br />

totalidad". Lo que quiere decir que debemos de cultivar y desarrollar<br />

la capacidad de detectar y de descubrir, sistemáticamente<br />

y en todo examen de los problemas históricos que abordamos, los<br />

diversos vínculos y conexiones que existen entre dicho problema<br />

y las sucesivas "totalidades" que lo enmarcan, y que de diferentes<br />

modos lo condicionan y hasta sobredeterminan.<br />

Porque una vez más, no existe problema social o histórico que<br />

esté aislado y encerrado entre ciertos muros infranqueables, sino<br />

que, por el contrario, todo problema histórico y social está siempre<br />

inserto en determinadas coordenadas espaciales, temporales y<br />

contextúales, que influyen sobre él, en distintos grados y medidas,


CARLOS ANTONIO AGUIRRF. ROJAS<br />

ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR •<br />

pero siempre de modo eficaz y fundamental. Y entonces, al buen<br />

<strong>historiador</strong> le corresponde ir reconstruyendo, cuidadosamente y<br />

de modo articulado, esa inserción de su tema de estudio dentro de<br />

las sucesivas totalidades espaciales, temporales y contextúales que<br />

lo envuelven y que lo sobredeterminan. Ya que es siempre una pregunta<br />

pertinente y esclarecedora, la que plantea porque tal fenómeno<br />

ocurrió en el lugar y en el tiempo específicos en los que han<br />

acontecido y no en ningunos otros, desarrollándose además dentro<br />

de las particulares circunstancias en que ha sucedido, y en ningunas<br />

otras, lo que nos abre justamente al análisis de las diversas<br />

influencias y de las conexiones específicas que se establecen entre<br />

esas dimensiones <strong>del</strong> espacio, <strong>del</strong> contexto y de la época sobre el<br />

singular fenómeno <strong>del</strong> cual tratamos de dar cuenta.<br />

Pues aunque parezca y quizá sea una obviedad, -que frecuentemente<br />

olvidan no obstante los <strong>historiador</strong>es positivistas-, es claro<br />

que no es lo mismo una sociedad capitalista <strong>del</strong> siglo xx que una<br />

<strong>del</strong> siglo xvi, o que la sociedad china <strong>del</strong> siglo xm y la sociedad<br />

europea de esa misma época, como tampoco es lo mismo un hecho<br />

histórico que aconteció en América Latina, que otro que sucede en<br />

Europa, o en Rusia, o en el sur de África, por mencionar solo algunos<br />

ejemplos posibles.<br />

Y si estas coordenadas o "totalidades" más generales que son<br />

las <strong>del</strong> tiempo y el espacio, correspondientes a un cierto hecho<br />

histórico cualquiera, son siempre relevantes y fundamentales para<br />

su adecuada comprensión, también lo son las "totalidades" diversas<br />

que constituyen los diferentes contextos que enmarcan a ese<br />

hecho histórico. Pues es claro que dichos contextos geográficos,<br />

económicos, tecnológicos, étnicos, sociales, políticos, culturales,<br />

artísticos, psicológicos, etc., además de especificar y volver más<br />

concretas a esas totalidades o coordenadas espaciales y temporales,<br />

-acotando al espacio como área, región, lugar, país o entorno<br />

geográfico determinado, y al tiempo como una época, momento,<br />

coyuntura, era o periodo igualmente particularizado-, van también<br />

a establecer de manera igualmente concreta, todo el nudo de específicas<br />

conexiones que tendrá ese hecho o fenómeno histórico<br />

investigado con esos diferentes y sucesivos medios contextúales en<br />

los que el se despliega.<br />

Por lo cual, como lo ha explicado Jean-Paul Sartre, se impone<br />

siempre un proceso de "totalización progresiva" <strong>del</strong> problema que<br />

abordamos, proceso que reconstruye esa inserción dada <strong>del</strong> tema<br />

en esas múltiples y diversas totalidades, que son las que le otorgan<br />

su significación y su sentido globales. Reconstruyendo así, una historia<br />

"desde el punto de vista de la totalidad", el buen <strong>historiador</strong><br />

se instala entonces dentro <strong>del</strong> terreno de una historia global o globalizante,<br />

sobre la que volveremos todavía más a<strong>del</strong>ante.<br />

La lección número seis que es posible extraer <strong>del</strong> pensamiento<br />

histórico de Marx, es la necesidad de enfocar los problemas de la<br />

historia desde una perspectiva dialéctica. Una perspectiva que los<br />

<strong>historiador</strong>es de nuestro país han cultivado muy poco en general,<br />

a pesar de las ricas y profundas contribuciones que podría implicar<br />

el desarrollo, el ejercicio sistemático y la aplicación creativa de<br />

este pensamiento y de esta visión dialécticas de la historia. Visión<br />

dialéctica que nos invita a dejar de ver los hechos históricos como<br />

"cosas", y a la historia misma como un conjunto de realidades<br />

muertas, terminadas y disecadas, realidades que además, estarían<br />

determinadas en un sólo sentido, siempre claro y siempre bien<br />

establecido. En lugar de esta última visión, tan extendida entre los<br />

<strong>historiador</strong>es positivistas y tradicionales, esta perspectiva dialectizante<br />

afirma por el contrario que todos los hechos históricos son<br />

realidades vivas y en devenir, a la vez que elementos de procesos dinámicos<br />

y dialécticos en los que el resultado está siempre abierto y en<br />

redefinición constante, a partir de las contradicciones inherentes y<br />

esenciales que se encuentran, tanto en esos mismos procesos, como<br />

en el conjunto de los hechos antes mencionado.<br />

Así, junto a la positividad de cualquier situación o fenómeno<br />

de la historia, es necesario también captar su correlativa negatividad,<br />

mostrando por ejemplo, junto al carácter hoy dominante <strong>del</strong><br />

capitalismo, su naturaleza irremediablemente efímera, y junto a la<br />

modernidad burguesa que hoy se enseñorea todavía en el planeta<br />

entero, a las múltiples modernidades alternativas que la combaten


(Hh<br />

f-,7<br />

CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />

ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />

y que se le resisten, negándola permanentemente. Porque para este<br />

enfoque dialéctico, la realidad histórica es como una manzana que<br />

sólo existe si lleva adentro el gusano que la corroe, o como un dulce<br />

que al chuparlo tuviese también un sabor amargo y agrio. Lo que<br />

explica entonces que, para este punto de vista, todo progreso es<br />

al mismo tiempo un cierto retroceso histórico, y todo "documento<br />

de cultura es al mismo tiempo un documento de barbarie", como<br />

lo ha afirmado y explicado tan brillantemente Walter Benjamin. Y<br />

si la historia es una ciencia que se interesa de manera especial en<br />

el estudio <strong>del</strong> cambio histórico, no puede captar adecuadamente<br />

a este último si no lo "atrapa" y lo percibe desde su misma cuna,<br />

desde las contradicciones y tensiones esenciales que caracterizan<br />

a cualquier sociedad histórica de las que han existido hasta hoy,<br />

tensiones y contradicciones que se reproducen y proyectan de distintas<br />

maneras en los diferentes hechos, situaciones y acontecimientos<br />

que se suceden en esas mismas sociedades.<br />

Por eso, en la historia humana que hasta hoy conocemos, los<br />

hechos no son nunca de un solo sentido, y entonces es la derrota la<br />

que es la madre <strong>del</strong> triunfo, y es la guerra la que engendra la paz<br />

y a la inversa, y es por eso que "el triunfo de una idea crea siempre<br />

a la institución que habrá de darle muerte", y también es esta<br />

la razón que explica que las sociedades perecen no por no haber<br />

tenido éxito, sino mas bien por haberlo tenido en demasía. Por ello,<br />

sin ninguna duda, frente a la explotación, la opresión, el despotismo<br />

y la discriminación, que han estado siempre tan presentes<br />

dentro de los procesos de la historia de las sociedades humanas,<br />

han existido también, con la misma persistencia y regularidad, la<br />

rebeldía, la insubordinación, la resistencia y la lucha de las clases<br />

y de los grupos sometidos y explotados, en un acontecer que nos<br />

demuestra, con la fuerza de casi una ley, que los vencedores de<br />

hoy son sin fallo los derrotados <strong>del</strong> mañana. Lo que por lo demás,<br />

es una lección importante y también muy útil, para alimentar las<br />

esperanzas de cambio que hoy se afianzan y difunden con tanta<br />

fuerza en todo el planeta. Porque es solo al más genuino pensamiento<br />

dialéctico al que se le revelan, de manera clara y necesaria,<br />

la obligada caducidad de todo lo existente y los límites y la naturaleza<br />

siempre efímera de cualquier realidad por él analizada.<br />

Finalmente, una séptima lección <strong>del</strong> marxismo para la historiografía<br />

contemporánea, es la de la necesidad de construir siempre<br />

una historia profundamente crítica. Una historia que, como ya lo<br />

hemos señalado antes, se construya "a contrapelo" de los discursos<br />

dominantes, a contracorriente de los lugares comunes aceptados<br />

y de las interpretaciones simplistas, interpretaciones consagradas<br />

sólo a fuerza de repetirse y machacarse tenazmente en todos los<br />

niveles de la enseñanza escolar, y por todas las vías de la difusión<br />

de la historia hoy existente.<br />

Una "contrahistoria" y una "contramemoria", como las llamó<br />

Michel Foucault, que descolocándose de los emplazamientos habituales<br />

de la <strong>mal</strong>a historia y de la historia positivista, rescate<br />

todo el haz de los pasados vencidos y silenciados de la historia,<br />

desechando las explicaciones lineales y simplistas, y elaborando<br />

una historia que sea realmente una historia profunda, compleja y<br />

sutil. Una perspectiva crítico-histórica, que sea también capaz de<br />

dar cuenta de todos esos fenómenos históricos desde explicaciones<br />

multicausales y combinadas, que sumando y articulando los varios<br />

elementos y dimensiones de dichos fenómenos, terminen por dar<br />

cuenta de ellos en toda su específica complejidad.<br />

Historia realmente crítica que, por lo demás, sólo puede construirse<br />

desde los criterios que antes hemos enumerado y esbozado.<br />

Ya que sólo desde una noción fuerte de ciencia de la historia<br />

y de sus implicaciones, es que puede constituirse este discurso<br />

crítico historiográfico, el que tampoco podrá ser otra cosa que la<br />

ya referida historia social, en la doble acepción tanto de historia de<br />

los fenómenos y procesos colectivos y sociales en sentido estricto,<br />

como también de historia siempre contextuada socialmente, aún<br />

cuando se ocupe de las élites, los individuos o los personajes singulares.<br />

Además, será también, necesariamente, una historia materialista,<br />

que reconozca las condiciones materiales de todo fenómeno<br />

intelectual, de conciencia o de la sensibilidad, y a la que no<br />

escapará nunca la centralidad general de los hechos económicos


I<br />

CARLOS ANTONIO AGUIRRF, ROJAS<br />

de la historia. Y será por último, también una historia vista desde<br />

el punto de vista de la totalidad, y con perspectiva dialéctica, que<br />

recorrerá ágilmente los niveles de la totalización sucesiva <strong>del</strong> tema<br />

investigado, a la vez que disuelve toda positividad o afirmación<br />

histórica en su caducidad negativa y en su "lado <strong>mal</strong>o", para hacer<br />

saltar siempre el carácter contradictorio y dialéctico de los problemas<br />

que aborda.<br />

Una historia cuyos resultados habrán de oponerse, necesariamente,<br />

a los de la historia oficial y positivista hoy dominante, historia<br />

que promovida y divulgada desde el poder, se regodea todo<br />

el tiempo coleccionando falsos orígenes gloriosos de las naciones,<br />

y construyendo gestas heroicas que son siempre deformadoras y<br />

hasta falsificadoras de la verdad histórica, cuando no son de plano<br />

totalmente mentirosas e inexistentes, a la vez que "nor<strong>mal</strong>iza",<br />

deforma y elimina todos aquellos hechos históricos difíciles, inexplicables,<br />

o abiertamente subversivos, hechos que por su propia<br />

naturaleza van en contra de sus versiones tersas, lineales, siempre<br />

ascendentes y fatalmente legitimadoras <strong>del</strong> statu quo actual.<br />

Estos son los rasgos que, descubiertos y teorizados por Marx, constituyen<br />

premisas todavía hoy indispensables de toda historia crítica<br />

posible, más allá de las deformaciones y de los excesos de los<br />

muchos marxismos vulgares <strong>del</strong> siglo xx, y más allá de la crisis<br />

irreversible de los proyectos <strong>del</strong> "socialismo real", colapsados<br />

después de la caída <strong>del</strong> Muro de Berlín, y de la reconversión de la<br />

Unión Soviética en la angustiada y complicada Rusia de la última<br />

década.<br />

Pasemos a ver ahora, las otras lecciones que la historiografía <strong>del</strong><br />

siglo xx ha desarrollado, para la elaboración de esta misma historia<br />

de naturaleza genuinamente crítica.<br />

FERNAND BRAUDEL


71<br />

CAPÍTULO iv<br />

POR LOS CAMINOS DE LA BUENA HISTORIA<br />

ANTIPOSITIVISTA<br />

"....todo estopor hacer, o por rehacer, o por<br />

repensar en el plano conceptual y práctico<br />

de la historia."<br />

Fernand Brau<strong>del</strong>, "Personal Testimony", 1972.<br />

No hay duda de que el hecho intelectual más importante de todo<br />

el siglo xix cronológico, fue la aparición y desarrollo <strong>del</strong> Marxismo.<br />

Y su relevancia ha sido tal, que sus ecos e impactos crecen y se<br />

prolongan a lo largo de todo el siglo xx cronológico, para llegar,<br />

vivos e intensos, hasta nuestros días. Y si en las ciencias sociales<br />

en general, esta es la medida real de la presencia <strong>del</strong> marxismo,<br />

en el campo de los estudios históricos, también le corresponde un<br />

papel protagónico esencial, al constituirse como hemos visto, tanto<br />

en el punto de partida indispensable de lo que es, hasta hoy, la historiografía<br />

contemporánea, como también en la versión fundadora<br />

y primera de toda historia crítica aún posible.<br />

Pero la historia, que no tiene nada de lineal ni de simple, ha establecido<br />

que luego de su nacimiento, en la coyuntura histórica de<br />

los años de 1848 a 1870, el marxismo haya permanecido mas bien<br />

alejado totalmente de los ambientes académicos y de los ámbitos<br />

intelectuales oficiales y profesionales, desarrollándose sobre todo<br />

en el seno de los movimientos obreros, socialistas y sindicales<br />

de todo el planeta, y siempre vinculado a las urgencias y a las<br />

demandas diversas de esos movimientos sociales, lo mismo que<br />

de esos partidos y organizaciones políticas. Y no será sino hasta<br />

después de la segunda guerra mundial, cuando el marxismo penetre,<br />

en términos generales, dentro de la academia y dentro de


CARLOS ANTONIO AGUTRRE ROJAS<br />

• ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />

las universidades de todo el mundo, abriendo con ello un nuevo, y<br />

en muchos sentidos extraño, capítulo de su propia historia. Debido<br />

entonces a esta peculiar historia de sus itinerarios de desarrollo<br />

e influencia en el mundo, es que podemos comprender el muy<br />

desigual impacto y la muy desigual presencia de este marxismo,<br />

dentro de las distintas historiografías nacionales de todo el orbe, lo<br />

que entre otros muchos factores, es también un elemento de explicación<br />

de los caminos singulares que han recorrido los estudios<br />

históricos mundiales durante todo el siglo xx.<br />

Así, es sabido que después de esa etapa fundacional de la historiografía<br />

contemporánea, que fueron los años de 1848 a 1870, y que<br />

se encuentra totalmente dominada por esa irrupción y despliegue<br />

<strong>del</strong> proyecto crítico de Marx, se ha desarrollado otra segunda<br />

etapa, que va desde 1870 hasta aproximadamente 1929, y en la<br />

que la nota dominante de la historiografía mundial será la consolidación<br />

y afirmación <strong>del</strong> mo<strong>del</strong>o de la historiografía positivista,<br />

cuyos rasgos generales hemos evocado ya, y que está en la base<br />

de la <strong>mal</strong>a historia, aburrida, oficial, plana y acomodaticia, que es<br />

el extremo opuesto de esa verdadera historia crítica. Una historia<br />

positivista que, representando una clara regresión frente a lo que<br />

había significado el marxismo para los estudios históricos contemporáneos,<br />

ha alimentado sin embargo, a lo largo de todo el siglo xx<br />

y hasta hoy, a una gran parte de los <strong>historiador</strong>es rutinarios, perezosos<br />

y tradicionales de las diversas historiografías nacionales<br />

de todo el mundo. Pero no sin importantes movimientos de resistencia,<br />

ni sin múltiples acciones de rechazo y de búsqueda de alternativas,<br />

por parte de muy distintos grupos de <strong>historiador</strong>es, frente<br />

a este mo<strong>del</strong>o positivista.<br />

Porque lo mismo las diversas escuelas, o ramas, o autores, de<br />

los múltiples "marxismos" <strong>del</strong> siglo xx, que prácticamente todos los<br />

proyectos innovadores historiográficos de los últimos cien años,<br />

todos se han definido en oposición crítica y en posiciones contrapuestas<br />

a esa <strong>mal</strong>a y estéril historiografía positivista. Y entre<br />

ellos, la <strong>mal</strong> llamada "Escuela de los Annales", que siendo más<br />

bien la corriente de <strong>historiador</strong>es más importante dentro de Fran-<br />

cia a lo largo de todo el siglo xx, ha ido descubriendo y luego elaborando,<br />

por su propio camino, otra vertiente de historia igualmente<br />

crítica, que a la vez que coincide en varios puntos esenciales con<br />

los aportes <strong>del</strong> proyecto marxista antes referidos, desarrolla y profundiza<br />

también algunos elementos nuevos de esa misma historia<br />

crítica que aquí estamos tratando de reconstruir.<br />

Entonces, y fundamentalmente durante su primer ciclo de vida,<br />

que abarca los años de 1929 hasta 1968, esta corriente francesa de<br />

los Annales va a consolidar ese proyecto antipositivista de una<br />

historia crítica e innovadora, que ha sido la que ha construido,<br />

tanto su enorme fama planetaria, como también su implantación<br />

y presencia dentro <strong>del</strong> mundo entero. Centralidad y presencia que<br />

determinan, por ejemplo, el hecho de que incluso hoy, la revista de<br />

los Annales. Histoire, Sciences Sociales, sea la revista de historia más<br />

leída y más ampliamente difundida en todo el mundo occidental,<br />

y quizá en todo el mundo en su conjunto.<br />

¿Cuáles son entonces, esos aportes de la corriente de los Annales<br />

de los años de 1929 a 1968, que han logrado que sus autores principales<br />

y sus obras más importantes sean hoy conocidos y discutidos<br />

en todas las historiografías <strong>del</strong> planeta?. Pasemos a verlos con más<br />

detalle.<br />

El primer aporte desarrollado por la corriente de los Annales,<br />

que abona y enriquece las perspectivas de la historia crítica, es<br />

el de la reivindicación e incorporación dentro de la historia <strong>del</strong><br />

método comparativo. Porque para los 'primeros' Annales, desarrollados<br />

entre 1929 y 1941, no hay historia científica posible que no<br />

sea al mismo tiempo una historia comparatista. Así, retomando<br />

en este punto las experiencias de otras ciencias sociales, como la<br />

sociología, la etnología, la lingüística o la literatura, que a principios<br />

<strong>del</strong> siglo xx "aclimatan" y refuncíonalizan dentro de sus distintos<br />

espacios a este mismo método comparativo, Marc Bloch va a<br />

definir la comparación histórica en los términos siguientes: "¿Qué<br />

os, para comenzar, comparar dentro de nuestro dominio de <strong>historiador</strong>es?:<br />

comparar es incontestablemente lo siguiente: elegir,<br />

dentro de uno o varios medios sociales diferentes, dos o más


CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />

ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR •<br />

fenómenos que aparenten a primera vista, mostrar entre ellos ciertas<br />

analogías, describir luego las curvas de su evolución, comprobar<br />

sus similitudes y sus diferencias y, en la medida de lo posible,<br />

explicar tanto las unas como las otras". Es decir, que comparar<br />

implica eludir tanto la "falsa comparación", en donde se intenta<br />

confrontar fenómenos que no poseen entre sí ninguna analogía o<br />

similitud evidente -lo que implica que no todo es comparable con<br />

todo-, como también el simple "razonamiento por analogía", en<br />

donde las similitudes brotan de la pertenencia de los dos o más<br />

fenómenos comparados al mismo medio social que ambos comparten<br />

-y en donde la comparación es estéril, pues las similitudes<br />

obedecen al simple hecho de ser fenómenos que expresan una<br />

misma y única realidad subyacente-.<br />

Entonces, si comparar es establecer ese inventario fundamental<br />

tanto de las similitudes como de las diferencias entre distintos fenómenos<br />

históricos, a la vez que buscar su explicación, es claro que<br />

el resultado más global de esta aplicación sistemática <strong>del</strong> método<br />

comparativo en historia, es el de <strong>del</strong>imitar nítidamente los elementos<br />

generales, comunes o universales de los hechos, fenómenos y<br />

procesos históricos, distinguiéndolos de sus aspectos más particulares,<br />

singulares o individuales. Una distinción que, como sabemos,<br />

resulta crucial para cualquier <strong>historiador</strong>, ya que, por ejemplo, de<br />

ella depende la construcción de mo<strong>del</strong>os y explicaciones generales<br />

dentro de la historia. Y si tanto Henri Berr como Henri Pirenne han<br />

repetido que "no hay ciencia más que de lo general", es claro que<br />

hacer de la historia una empresa científica sólo será posible con el<br />

concurso y apoyo de ese método comparativo.<br />

Pero también, es <strong>del</strong> fino trabajo de <strong>del</strong>imitación de esa dialéctica<br />

entre lo particular y lo general, que parte la solución de esas<br />

grandes cuestiones que se refieren a los temas de si existe o no<br />

existe una cierta causalidad dentro de la historia, o también la<br />

cuestión de la búsqueda de regularidades y de recurrencias dentro<br />

de los procesos históricos, así como el gran debate sobre los determinismos<br />

históricos diversos. Pues es sólo a partir de la repetición<br />

de procesos eficaces y comprobables de causalidad o de determi-<br />

nación histórica, que será posible detectar tendencias y postular<br />

posibles leyes <strong>del</strong> acontecer histórico, acotando al mismo tiempo la<br />

vigencia de su curva evolutiva general.<br />

Comparar en historia, es entonces proyectar siempre una nueva<br />

luz sobre la realidad histórica estudiada, nueva luz que en muchas<br />

ocasiones permite detectar como esenciales, fenómenos que antes<br />

sólo parecían anecdóticos o insignificantes, develando trazos que<br />

parecían originales y únicos como trazos comunes y más ampliamente<br />

difundidos, o transfigurando situaciones y hechos que aparentaban<br />

ser raros y exóticos en cosas perfectamente explicables y<br />

lógicas.<br />

Una segunda contribución metodológica de los Annales, que<br />

los conecta directamente con los desarrollos de la historiografía<br />

contenidos en el proyecto de Marx que hemos resumido anteriormente,<br />

es la <strong>del</strong> horizonte de la historia concebida como historia<br />

global o total. Historia globalizante o totalizante, que ha sido<br />

muchas veces <strong>mal</strong> interpretada, como si fuese equivalente a la<br />

simple historia general, o en otra vertiente a la propia historia universal<br />

Y ello porque este carácter global o total alude en verdad a<br />

dos posibles sentidos <strong>del</strong> término, íntimamente conectados, pero<br />

al mismo tiempo no idénticos. Dos sentidos <strong>del</strong> concepto que, en<br />

realidad, profundizan y detallan algunas tesis ya avanzadas por<br />

Marx en esta misma línea.<br />

Ya que la historia de estos Annales es global, en primer lugar,<br />

por las dimensiones <strong>del</strong> objeto de estudio que abarca. Es decir, por<br />

incluir dentro de su territorio de análisis al inmenso conjunto de<br />

todo aquello que ha sido transformado, resignificado, producido o<br />

concebido por los hombres, desde la más lejana y originaria "prehistoria"<br />

hasta el más inmediato y actual presente.<br />

Historia global que nos dice que todo lo humano y todo lo que<br />

a eso humano se conecta es objeto pertinente y posible <strong>del</strong> análisis<br />

histórico, y ello en cualquier época en que esto haya acontecido.<br />

Lo que, sin embargo, no significa que todo eso humano sea igualmente<br />

relevante, ni igualmente explicativo de los grandes procesos<br />

evolutivos de las sociedades y de los hombres. Porque la historia


CARLOS ANTONIO AGUIRRK ROJAS<br />

ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR •<br />

global no es idéntica ni a la historia universal -ese término descriptivo<br />

que engloba nor<strong>mal</strong>mente al conjunto de las historias de todos<br />

los pueblos, razas, imperios, naciones y grupos humanos que han<br />

existido hasta hoy-, ni tampoco a la historia general -ese otro término,<br />

también solo connotativo, que se refiere genéricamente a todo<br />

el conjunto de sucesos, hechos y realidades de una época dada, o<br />

en otro caso de un actor, fenómeno o realidad histórica cualquiera-.<br />

La historia global es, más bien, un concepto complejo y muy<br />

elaborado que se refiere a esa totalidad articulada, jerarquizada y<br />

dotada de sentido que es precisamente esa "obra de los hombres en<br />

el tiempo", a la que ha aludido Marc Bloch, y que ya antes hemos<br />

mencionado, Y por lo tanto, la apertura de un territorio donde<br />

existen cosas fundamentales y otras menos importantes, en donde<br />

hay elementos determinantes y otros determinados, y en donde<br />

coexisten lo mismo totalidades menores autosuficientes junto a<br />

otras realidades que no contienen dentro de sí mismas los propios<br />

principios de su autointeligibilidad.<br />

Lo que nos lleva a la segunda significación específica de esta<br />

historia global, es decir, a su derivación epistemológica como exigencia<br />

de situar, permanentemente, al problema o tema estudiado<br />

dentro de las sucesivas totalidades que lo enmarcan. Pues si hacer<br />

historia global no es hacer la simple y aburrida historia universal<br />

acumulativa de los positivistas, recorriendo llanamente todas esas<br />

múltiples historias de todo grupo humano en el tiempo, ni tampoco<br />

es hacer la historia general de los <strong>mal</strong>os <strong>historiador</strong>es, agotando<br />

hasta el cansancio y de manera sólo acumulativa y fatigosa<br />

todos los hechos o fenómenos presentes dentro de una sociedad, o<br />

un nivel, o una época dada, si es en cambio ser capaz de, como ha<br />

dicho Fernand Brau<strong>del</strong>, "sobrepasar sistemáticamente los límites"<br />

específicos <strong>del</strong> problema abordado, explicitando sus vínculos y<br />

puentes con las totalidades diversas que le corresponden. Y ello en<br />

el sentido que ya antes hemos abordado, de reconstruir la historia<br />

'desde el punto de vista de la totalidad' como afirma Marx.<br />

Una perspectiva globalizante, que implica entonces que la ciencia<br />

social no debe ser una ciencia de campos o de espacios dis-<br />

ciplinares, -tal y como se le concibe hoy, hablando entonces de<br />

la ciencia de la economía, o de ciencia política o de la disciplina<br />

científica de la historia o de la sicología, etc., etc.-, sino una ciencia<br />

de problemas, tan multidimensionales y polifacéticos, y en consecuencia<br />

tan "unidisciplinares" y "globalizantes", como lo debe ser<br />

esa misma única ciencia de lo histórico y de lo social. Porque como<br />

lo dirá enfáticamente Fernand Brau<strong>del</strong>, la realidad social es sólo<br />

una, "un sólo paisaje" al que las distintas disciplinas y ciencias de<br />

lo social se aproximan, parcial y fragmentariamente, desde sus distintos<br />

"observatorios" o emplazamientos.<br />

El tercer aporte que será desarrollado por los 'primeros' y los<br />

'segundos' Annales es el de la historia interpretativa, y más radicalmente<br />

el de una verdadera "historia-problema". Una historia que,<br />

al mismo tiempo que recoge la tesis de Henri Pirenne cuando<br />

afirma que el "núcleo" <strong>del</strong> trabajo <strong>del</strong> <strong>historiador</strong> no se encuentra<br />

en la erudición, sino justamente en la interpretación, va a radicalizarla<br />

hasta el final, para postular que esa interpretación no es sólo<br />

el núcleo o la parte más importante de la práctica histórica, o la<br />

condición <strong>del</strong> paso de la simple erudición a la verdadera ciencia<br />

histórica, sino más bien la esencia general misma y el momento global<br />

determinante de toda la actividad misma <strong>del</strong> oficio de <strong>historiador</strong>.<br />

Porque si las posturas historiográficas anteriores veían a la<br />

interpretación como un momento siempre ulterior al proceso o trabajo<br />

de erudición, y en consecuencia como un corolario, remate<br />

o incluso como un momento culminante <strong>del</strong> ejercicio historiográfico,<br />

los Annales van a invertir de raíz esta tesis, proponiendo en<br />

cambio que la interpretación es el punto de partida mismo de la<br />

investigación histórica, haciéndose presente además a todo lo largo<br />

<strong>del</strong> trabajo y actividad <strong>del</strong> <strong>historiador</strong>. Y de ahí la denominación de<br />

"historia-problema", pues esta tesis implica que la historia "parte<br />

siempre de problemas", que intenta resolver para llegar siempre<br />

finalmente a nuevos problemas. Y entonces, será claro que "la<br />

realidad sólo habla según se le interroga", y que sólo "se encuentra<br />

lo que se está buscando", por lo que la erudición misma va a<br />

depender, directa y esencialmente, de esa interpretación previa que


CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />

ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />

se plasma en las hipótesis, preguntas, interrogaciones y herramientas<br />

de análisis que el <strong>historiador</strong> tiene ya dentro de su cabeza, en<br />

el momento inicial mismo en que acomete el tratamiento y examen<br />

de sus fuentes y de sus distintos materiales históricos.<br />

Por eso toda investigación histórica, si quiere tener un sentido<br />

científico y no recaer en el simple trabajo <strong>del</strong> erudito positivista,<br />

debe de comenzar con la definición de una "encuesta" o de un<br />

"cuestionario" determinado, lo que implica ya un criterio establecido<br />

frente al tema a investigar, criterio que si bien puede y debe<br />

irse transformando en la medida en que avanza el trabajo de investigación,<br />

<strong>del</strong>imita ya de entrada, si bien sea a modo de conjeturas<br />

provisorias pero actuantes, los parámetros que hacen posible discriminar<br />

lo que es o no significativo, a la vez que proveen la<br />

base para ir edificando y apuntalando el cuerpo de las hipótesis<br />

a fundamentar o a eliminar, así como la agenda de los puntos y<br />

elementos cuya explicación y consideración se intenta encontrar.<br />

Cuestionario o encuesta que define, justamente, el "problema" que<br />

es objeto de esa indagación historiográfica. Un problema que, para<br />

esta perspectiva annalista, va a decidir entonces el curso mismo <strong>del</strong><br />

trabajo erudito, y más a<strong>del</strong>ante los propios resultados de la práctica<br />

<strong>del</strong> <strong>historiador</strong>. Y que, en consecuencia, va a constituirse en la<br />

primera tarea obligada de todos aquellos que intentan hacer una<br />

historia realmente crítica y científica. Pues si el problema o cuestionario<br />

inicial va a sobredeterminar de manera tan fundamental<br />

al propio momento erudito de la actividad, entonces se hace necesario<br />

explicitarlo, con el máximo rigor y detalle, en el comienzo<br />

mismo <strong>del</strong> trabajo historiográfico.<br />

Entonces, al hacer explícito este 'problema', se revelará claramente<br />

tanto la solidez y riqueza de la formación específica de cada<br />

<strong>historiador</strong>, como también y sobre todo, el conjunto global de los<br />

inevitables "sesgos" particulares que dicho <strong>historiador</strong> introduce,<br />

ineludiblemente, en el tratamiento de su propio material. Porque<br />

en contra de la visión ingenuamente positivista, que pide una neutralidad<br />

absoluta <strong>del</strong> <strong>historiador</strong> frente a su tema de estudio, y que<br />

sueña con una objetividad también absoluta de sus resultados, el<br />

paradigma de la 'historia problema' afirma por el contrario que<br />

es el propio <strong>historiador</strong> "el que da a luz los hechos históricos",<br />

construyendo junto a sus procedimientos y técnicas de análisis<br />

también los "objetos" y los "problemas" que va a investigar, para<br />

obtener al final un conjunto de hipótesis, mo<strong>del</strong>os y explicaciones<br />

globales también construidas por él mismo, y por lo tanto igualmente<br />

"sesgadas" por su misma actividad o intervención.<br />

Lo que implica que debemos reconocer que no existe y que no<br />

puede existir esa relación pura, aséptica e incontaminada entre el<br />

<strong>historiador</strong> y su "materia prima", por lo que el trabajo histórico<br />

llevará siempre y necesariamente la marca de los múltiples sesgos<br />

de sus constructores. Sesgos que comienzan con la propia determinación<br />

"epocal" <strong>del</strong> <strong>historiador</strong> -lo que Bloch recordará con el célebre<br />

proverbio de que los hombres son tan hijos de su propio tiempo<br />

como lo son de sus mismos padres-, sesgos que le dictan parte de<br />

los criterios de la elección de sus problemas, y que alcanzan hasta<br />

las singularidades mismas de su biografía o itinerario personal, y<br />

que son los que llevan a unos a interesarse en la cultura o en la<br />

política, y a otros en la economía o en el conflicto social, pasando<br />

sin duda también por los sesgos derivados <strong>del</strong> origen y de la<br />

posición de clase social <strong>del</strong> <strong>historiador</strong>, pero también por los sesgos<br />

que derivan de los efectos producidos por las coyunturas sociales o<br />

culturales, por las situaciones generales o por las experiencias colectivas<br />

e individuales igualmente vividas.<br />

Con lo cual, otra de las funciones esenciales de ese cuestionario,<br />

o encuesta, o problema inicialmente <strong>del</strong>imitado, será también el de<br />

hacer explícitos y conscientemente asumidos a esos sesgos o sobredeterminaciones<br />

específicos <strong>del</strong> <strong>historiador</strong>. Sesgos o limitaciones<br />

que, por lo demás, no conducen a un relativismo absoluto de los<br />

resultados historiográfieos, tan caro a los <strong>historiador</strong>es posmodernos,<br />

sino más bien al reconocimiento elemental de que toda verdad<br />

histórica -como toda verdad en general- es una verdad relativa, y a<br />

que por tanto el progreso <strong>del</strong> conocimiento histórico -como, por lo<br />

demás, todo progreso real- no es un progreso simple, lineal, acumulativo<br />

e irreversible, sino más bien un progreso complejo, lleno


un<br />

CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />

ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />

de saltos y de retrocesos, de múltiples líneas y ensayos, como lo<br />

hemos ya planteado anteriormente.<br />

Una cuarta aportación de esta corriente annalista a la buena<br />

historia crítica, es la de la reivindicación <strong>del</strong> paradigma de la historia<br />

abierta o en construcción. Porque si el nuevo tipo de historia<br />

que se esta defendiendo y promoviendo, es esa historia comparatista,<br />

global y problemática que hemos explicado, es claro que el<br />

proyecto de la misma sólo remonta a la segunda mitad <strong>del</strong> siglo xix,<br />

a la fecha <strong>del</strong> nacimiento y desarrollo tanto <strong>del</strong> marxismo original<br />

como de la propia historiografía contemporánea. Y por lo tanto, este<br />

tipo nuevo de historia crítica, es también una historia joven, en vías<br />

de construcción, y que se encuentra aún a la búsqueda de la definición<br />

de sus perfiles más definitivos y fundamentales.<br />

En consecuencia, se trata de una historia que se dedica permanentemente<br />

a descubrir, y luego a explorar y colonizar progresivamente,<br />

los múltiples nuevos territorios que cada generación<br />

sucesiva de <strong>historiador</strong>es le aporta. Una tarea que, como lo ilustra<br />

el entero periplo de la historiografía <strong>del</strong> siglo xx, se ha cumplido<br />

a lo largo de los últimos cien años, renovando con cada nueva<br />

coyuntura histórica general, los temas y campos de la investigación<br />

histórica. E igual que los nuevos territorios, también las técnicas,<br />

los procedimientos, los paradigmas metodológicos y los mo<strong>del</strong>os,<br />

conceptos y teorías que utiliza, aplica, construye e incorpora esa<br />

misma ciencia de la historia. Pues lo mismo desde la técnica <strong>del</strong><br />

Carbono 14 hasta la dendrocronología, que desde el método comparativo<br />

hasta el moderno "paradigma indiciario" de los micro<strong>historiador</strong>es<br />

italianos, y desde los mo<strong>del</strong>os <strong>del</strong> mundo feudal de<br />

Henri Pirenne o de Marc Bloch, hasta los mo<strong>del</strong>os recientes sobre<br />

el capitalismo de Fernand Brau<strong>del</strong> o de Immanuel Wallerstein o los<br />

mo<strong>del</strong>os de historia cultural de Cario Ginzburg o de Roger Chartier,<br />

la historia no ha cesado ni un sólo momento de ensancharse,<br />

de redefinirse, de profundizarse y de transformarse incluso radicalmente,<br />

para dar cabida y espacio de desarrollo, a todo ese conjunto<br />

vasto y enorme de innovaciones técnicas, metodológicas y<br />

epistemológicas diversas.<br />

Carácter sólo inicial y necesariamente inacabado <strong>del</strong> proyecto de<br />

una ciencia histórica, que no sólo explica esa permanente mutación<br />

y renovación que la historiografía contemporánea ha conocido en<br />

la última centuria, sino que permite también pronosticar acerca <strong>del</strong><br />

futuro inmediato de la misma: está todavía lejos, como dijo alguna<br />

vez con un poco de ironía Fernand Brau<strong>del</strong>, el momento en que<br />

habremos encontrado "la buena ciencia" de la historia, su "forma<br />

definitiva", el espacio por fin abarcado de su inmenso territorio,<br />

las "buenas técnicas" y los "buenos métodos" por fin establecidos<br />

de sus investigaciones. Por el contrario, si la historia posee el espesor<br />

mismo de lo humano, a lo largo de todos los tiempos en que<br />

esto humano ha existido, su progreso sigue y seguirá avanzando<br />

con los cambios y desarrollos mismos de todas las ciencias sociales,<br />

transformaciones y avances cuyo final no se distinguen aún dentro<br />

<strong>del</strong> horizonte.<br />

Y quizá sea esta, una de las razones por las cuales esta nueva<br />

historia crítica, no logra vencer todavía definitivamente en el combate<br />

contra las formas de historia que le han precedido, y con las<br />

cuales ha roto sin embargo de manera radical. Pues al no alcanzar<br />

a consolidar totalmente, dada la magnitud de la empresa, ese carácter<br />

científico y crítico que la distingue de las <strong>mal</strong>as historias positivistas<br />

y empiristas que la preceden, sigue dejando entonces un<br />

espacio historiográfico sin ocupar, espacio en el cual todavía prosperan<br />

y se sobreviven a sí mismas esas historias monográficas y<br />

puramente narrativas, ya anacrónicas y vacías de contenido, pero<br />

todavía actuantes y activas, en vastos dominios de las historiografías<br />

nacionales <strong>del</strong> mundo entero.<br />

Finalmente, un quinto aporte esencial de los Annales <strong>del</strong><br />

período 1929 -1968 a los desarrollos de la historia crítica, es el de la<br />

perspectiva de análisis derivada de la teoría de los diferentes tiempos<br />

históricos y de la larga duración en la historia, desarrollada básicamente<br />

por Fernand Brau<strong>del</strong>. Una teoría que, para fundamentarse,<br />

va a comenzar por criticar y desconstruir radicalmente la noción<br />

moderno-burguesa de la temporalidad, que adoptando sin crítica<br />

al concepto newtoniano <strong>del</strong> tiempo físico, afirma que existe un


CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />

ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR •<br />

sólo tiempo, homogéneo, vacío y compuesto de fragmentos idénticos<br />

entre sí, y que avanza de manera independiente e irreversible<br />

frente a los hechos y procesos humanos, a los que incluso regula,<br />

controla y subordina. Frente a ella, la teoría brau<strong>del</strong>iana va a afirmar<br />

que existen múltiples tiempos, tiempos que no son los <strong>del</strong> reloj<br />

o los <strong>del</strong> calendario, sino que son temporalidades histórico-sociales,<br />

tan múltiples, diversas y heterogéneas, como las realidades históricas<br />

mismas, y en consecuencia, tiempos variables, más o menos<br />

densos y más o menos disímiles, que al hallarse directamente vinculados<br />

a esos acontecimientos, fenómenos y procesos socialeshumanos,<br />

van a expresarse como las muchas duraciones históricas a<br />

investigar y a utilizar por parte de los <strong>historiador</strong>es.<br />

Tiempos o duraciones diferenciados, que Fernand Brau<strong>del</strong> va a<br />

resumir en su triple tipología <strong>del</strong> nivel de los acontecimientos o<br />

hechos <strong>del</strong> tiempo corto, el nivel de las coyunturas o fenómenos<br />

<strong>del</strong> tiempo medio y el plano de las estructuras, de los procesos propios<br />

<strong>del</strong> tiempo largo o de la larga duración histórica. Una descomposición<br />

tripartita de las duraciones que hace posible discriminar,<br />

y luego clasificar en distintos órdenes, a los diversos hechos históricos,<br />

ubicando inicialmente a aquellos hechos inmediatos, nerviosos<br />

e instantáneos, que durando unas pocas horas, días o semanas<br />

se han constituido siempre en la materia prima favorita de los<br />

<strong>historiador</strong>es tradicionales en general y de los <strong>historiador</strong>es positivistas<br />

en particular. Hechos de muy corta vida, tales como la<br />

devaluación brusca de una moneda, la muerte de un jefe de estado,<br />

la irrupción de un terremoto que destruye a una ciudad, o el desencadenamiento<br />

de una guerra que sirve para gastar y enterrar<br />

cientos de misiles en el desierto, y que son hechos que tienen a<br />

veces un impacto espectacular y que atraen de una manera desmesurada<br />

todas las miradas de quienes los protagonizan o presencian,<br />

estando en general cortados a la medida <strong>del</strong> trabajo de los<br />

periodistas y de los puntos de vista de los políticos <strong>del</strong> día al día.<br />

Hechos de muy corta duración que se distinguen claramente<br />

de los fenómenos de coyuntura, de esos datos repetidos y reiterados<br />

durante años, lustros y hasta décadas, que han sido los datos<br />

más estudiados por los <strong>historiador</strong>es económicos, sociales o culturales<br />

de la última centuria. Hechos de la coyuntura, como un<br />

movimiento cultural o literario de una generación, como una rama<br />

depresiva o ascendente <strong>del</strong> ciclo Kondratiev, o como los efectos<br />

diversos de un movimiento político o social contestatario, que<br />

enmarcan a los acontecimientos <strong>del</strong> tiempo o de la duración corta,<br />

a la vez que se proyectan a la medida de la temporalidad correspondiente<br />

a las propias vidas de los hombres.<br />

Finalmente, y por debajo de este tiempo medio de las coyunturas,<br />

sean estas culturales, sociales, económicas o políticas, están las<br />

estructuras de la larga duración histórica, que corresponden a los procesos<br />

seculares y a veces hasta milenarios de las realidades más<br />

duraderas, más elementales y más profundas de esa misma vida<br />

histórica de las sociedades. Realidades de largo aliento como los<br />

rasgos y perfiles de una civilización, los hábitos alimenticios de<br />

un grupo de hombres, los sistemas de construcción y de vigencia<br />

de las jerarquías sociales, o las actitudes mentales frente al trabajo,<br />

la muerte, la vida o la naturaleza, que al aparecer como coordenadas<br />

que persisten y que sobreviven a lo largo de los siglos, tienden<br />

a confundirse como hechos obvios y a veces hasta eternos, escapando<br />

muchas veces a la mirada y al examen, obviamente de los<br />

<strong>mal</strong>os <strong>historiador</strong>es positivistas, pero incluso también, a veces, de<br />

la observación de <strong>historiador</strong>es mas serios y atentos.<br />

Se trata entonces de proponer, para la historia crítica, una visión<br />

nueva de la temporalidad. Visión radicalmente distinta de los fenómenos<br />

temporales, que frente al tiempo lineal y cronológico que se<br />

fragmenta en días, meses, semanas, etc., como en sus puntos constitutivos<br />

sucesivos, pensándose aún dentro de las arcaicas divisiones<br />

<strong>del</strong> pasado, el presente y el futuro, va a proponer en cambio<br />

una idea más compleja de las múltiples duraciones, concebidas más<br />

bien como espacios fluidos y densos, como películas siempre en<br />

movimiento, que desde la correlación móvil y flexible de la dialéctica<br />

<strong>del</strong> antes y el después, van a construir desde su complicada<br />

interrelación a esa "dialéctica de las duraciones", que ha sido postulada<br />

por Brau<strong>del</strong> como el corazón <strong>del</strong> devenir histórico mismo.


CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />

ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR •<br />

Lo que, de asumirse radicalmente, implicaría que los <strong>historiador</strong>es<br />

dejáramos de utilizar esas cada vez más paralizantes y estériles<br />

divisiones <strong>del</strong> pasado y el presente, y <strong>del</strong> presente y el futuro, para<br />

comenzar a estudiar los fenómenos históricos dentro de los diversos<br />

y múltiples flujos, siempre variables pero siempre convergentes,<br />

de sus respectivas duraciones históricas.<br />

Idea pues, de tiempos y duraciones diversos, que negando todos<br />

y cada uno de los supuestos y de los perfiles <strong>del</strong> tiempo moderno<br />

burgués dominante, es susceptible de recuperación no sólo por<br />

parte de la historia sino también por parte de todas las ciencias<br />

sociales en general, y en consecuencia, una clave metodológica que<br />

implica como una de sus posibilidades centrales, la de constituir<br />

un modo radicalmente nuevo de acercarse al estudio de todo lo<br />

sociai-humano, que se ha desplegado dentro de esos mismos tiempos<br />

o duraciones históricas.<br />

Novedad radical y dificultad conceptual profunda, que tal vez<br />

explican algunas de las incomprensiones mas frecuentes que ha<br />

sufrido esta propuesta nueva sobre la temporalidad histórica. Así,<br />

es común encontrar autores o textos que equiparan a la larga duración<br />

con el largo plazo de los economistas, o que creen que basta<br />

que una realidad cualquiera dure más de cien años para calificarla<br />

como estructura de larga duración. O también, quienes siguen<br />

equiparando a la corta duración exclusivamente con los hechos<br />

políticos, al tiempo medio con los fenómenos económicos y sociales,<br />

y a la larga duración con las realidades esencialmente geográficas.<br />

Pero, bien comprendida y bien aplicada, lo que no es sin duda<br />

tarea fácil, esta teoría de los diferentes tiempos históricos y de la<br />

larga duración histórica, resulta también una herramienta preciosa<br />

para la construcción de esa nueva historia crítica que aquí estamos<br />

intentando promover y defender.<br />

que cubre el período de los años de 1929 a 1968, y que hoy constituyen<br />

el verdadero legado annalista para todos aquellos que, en la<br />

actualidad, intentan todavía elaborar una historia realmente científica<br />

y realmente crítica. Veamos ahora las contribuciones que, en<br />

este mismo sentido, han desarrollado las diversas corrientes histonográficas<br />

nacidas o consolidadas como resultado de la gran revolución<br />

cultural de 1968.<br />

Estos son, muy brevemente resumidos, los aportes principales<br />

que la célebre corriente de los Annales ha desarrollado, respecto<br />

<strong>del</strong> proceso más global de construcción de una historia genuinamente<br />

crítica, aportes concretados durante su primer ciclo de vida,


CAPÍTULO v<br />

LAS LECCIONES DE 1968 PARA UNA POSIBLE<br />

CONTRAHISTORIA RADICAL<br />

"...la contrahistoria (...) será el discurso de los<br />

que no poseen la gloria o -habiéndola perdido—<br />

se encuentran ahora en la oscuridad]/ en el<br />

silencio.".<br />

Michel Foucault, Genealogía <strong>del</strong> racismo, 1976.<br />

IMMANUEL WALLERSTEIN<br />

A más de treinta años de distancia de su saludable irrupción,<br />

la revolución cultural planetaria de 1968, parece por fin haber<br />

mostrado ya a todo el mundo sus verdaderos perfiles profundos y<br />

esenciales. Ya que más allá de las derrotas que, en prácticamente<br />

todas partes, sufrieron los movimientos sociales y políticos que<br />

protagonizaron esta revolución de 1968, subsiste el hecho de que<br />

todos ellos, sin excepción y a pesar de haber sido vencidos en lo<br />

político y en lo inmediato, triunfaron radicalmente al lograr desencadenar<br />

una transformación profunda e irreversible <strong>del</strong> conjunto<br />

completo de las estructuras de la reproducción cultural de todas<br />

las sociedades <strong>del</strong> orbe.<br />

Lo que se hace evidente, cuando constatamos que las tres instituciones<br />

o espacios centrales en donde se genera y se reproduce la<br />

cultura contemporánea, que son la familia, la escuela y los medios<br />

de comunicación, han sufrido justamente una mutación de largo<br />

alcance, precisamente a raíz de los efectos y <strong>del</strong> impacto central de<br />

esta revolución de 1968. Y es este impacto global <strong>del</strong> 68, el que se<br />

encuentra en la base de tantos y tantos procesos que hoy vivimos<br />

cotidianamente, y que abarcan desde la crisis de la familia moderna,<br />

el aumento espectacular de la tasa de divorcios, o la ruptura<br />

<strong>del</strong> machismo y el patriarcalismo dentro de las células familiares


CARLOS ANTONMO AGUTRRE ROJAS<br />

ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR •<br />

de todo el mundo, hasta el papel desmesurado que hoy juegan<br />

los medios de comunicación en todas partes, papel que los vuelve<br />

capaces de influir en la opinión pública hasta el punto de hacer<br />

variar el resultado de una elección presidencial, a la vez que desinforman<br />

sistemáticamente sobre una guerra, o sobre un movimiento<br />

indígena dignamente en rebeldía. Pero también, cuando denuncian<br />

valientemente las injusticias, o las expoliaciones que se realizan<br />

a varias generaciones de ciudadanos, por causa de un terrible<br />

acuerdo <strong>del</strong> Estado con los banqueros, o cuando hacen públicas las<br />

transacciones sucias y los acuerdos cupulares de los dirigentes de<br />

tal o cual partido político que desembocan en el veto a la aprobación<br />

de una ley digna sobre los derechos indígenas, por ejemplo.<br />

Pasando además, por todos los cambios enormes que ha sufrido<br />

también la institución de la escuela moderna, desde la redefinición<br />

total y la superación de la vieja relación jerárquica maestroalumno,<br />

y su sustitución por las nuevas técnicas pedagógicas,<br />

hasta la muerte <strong>del</strong> fetichismo acrítico frente a la letra impresa, en<br />

cuyo lugar florece ahora el libre examen crítico de las opiniones, y<br />

el debate directo como nuevo método de conocimiento.<br />

Efectos fundamentales de 1968, en todos los renglones de la<br />

cultura contemporánea, que también han impactado a todo el<br />

entero sistema de los saberes científicos, cuestionando hasta la<br />

misma división de las ciencias en "duras", "sociales" y "humanísticas",<br />

y replanteando, igualmente, la pertinencia y legitimidad de<br />

la división <strong>del</strong> estudio de lo social, en los tradicionales campos<br />

autónomos y separados de las actuales disciplinas de la antropología,<br />

la historia, la sociología, la economía, la geografía o la<br />

sicología, entre otras.<br />

Con lo cual, también la historia y la historiografía se han visto<br />

totalmente sacudidas y transformadas de raíz, renovándose una<br />

vez más, y dando lugar tanto al nacimiento de nuevas corrientes<br />

historiográficas, con nuevos paradigmas, métodos y perspectivas<br />

sobre el oficio de <strong>historiador</strong>, como también a la transformación<br />

profunda e igual renovación de algunas antiguas corrientes o tendencias<br />

historiográficas ya existentes.<br />

Corrientes renovadas profundamente, o en otro caso recientemente<br />

emergentes dentro los estudios históricos mundiales, que<br />

como herederas directas de la gran ruptura cultural de 1968, van<br />

a ser también aquellas que elaboren y propongan los nuevos modos<br />

de ejercer y de practicar la historia y la investigación histórica, estableciendo<br />

no sólo las principales lecciones historiográficas todavía<br />

vigentes de esa revolución de 1968, sino también las formas, los<br />

mo<strong>del</strong>os y los horizontes de la manera en que hoy, en el año de<br />

2004, se estudia, se investiga y se enseña la historia, en una buena<br />

parte de todo el planeta.<br />

Lecciones fundamentales de la historiografía de los últimos<br />

treinta años, que también son olímpicamente ignoradas por la <strong>mal</strong>a<br />

historia positivista hoy dominante, pero que, junto a los aportes y<br />

las lecciones aún vivas de la historia marxista, y unidas también<br />

a las contribuciones desarrolladas por la corriente francesa de los<br />

Annales <strong>del</strong> periodo de 1929 a 1968, constituyen la plataforma imprescindible<br />

de los elementos formativos esenciales que, en la situación<br />

actual, debe poseer todo buen <strong>historiador</strong> genuinamente<br />

crítico, y que desee verdaderamente estar a la altura de nuestra<br />

propia época. Veamos entonces, brevemente, cuáles son estas lecciones<br />

de la historiografía de los últimos treinta años, así como las<br />

corrientes nuevas o renovadas que las han impulsado y propuesto.<br />

Una primera lección que es posible derivar de esta historiografía<br />

post-68, está asociada a los desarrollos más recientes de la corriente<br />

francesa de los Annales, y en especial a lo que podríamos considerar<br />

su "cuarta generación" o cuarto proyecto intelectual fuerte,<br />

desplegado desde 1989 y hasta hoy. Porque es sabido que después<br />

de 1968, la corriente de los Annales tuvo un viraje radical respecto<br />

<strong>del</strong> tipo de historia que había impulsado entre 1929 y 1968, historia<br />

esta última cuyos perfiles y enseñanzas hemos recogido ya en el<br />

capítulo anterior. Y entonces, entre 1968 y 1989, lo que los Annales<br />

hicieron fue dedicarse a la amorfa, ambigua y poco consistente<br />

"historia de las mentalidades", historia que abordó lo mismo problemáticas<br />

y temas históricos bastante banales e inesenciales, que<br />

unos pocos estudios dedicados a temas más serios y relevantes,


CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />

ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />

pero que en conjunto se autodeclaró una historia ecléctica desde el<br />

punto de vista metodológico, y también una historia sin línea directriz<br />

ni principios teóricos, que aceptaba absolutamente cualquier<br />

enfoque histórico posible, con la única condición de que abordara<br />

ese indefinido campo de las "mentalidades". Y es claro que, desde<br />

el punto de vista de la historia crítica, muy poco o nada puede ser<br />

rescatado de esa historia de las mentalidades, desarrollada por la<br />

tercera generación de la corriente annalista.<br />

En cambio, y es esta la primera lección de esa historiografía<br />

francesa de los últimos quince años, resulta interesante el nuevo<br />

mo<strong>del</strong>o de historia cultural que esta cuarta generación de Annales<br />

ha promovido, y que es el mo<strong>del</strong>o de una historia social de las<br />

prácticas culturales, también caracterizado como una nueva historia<br />

cultural de lo social. Una historia que, frente al substantivismo<br />

auto suficiente de los estudios históricos de las mentalidades, -que<br />

en ocasiones ha llegado hasta el idealismo abierto y confeso, como<br />

en la obra de Philippe Aries-, va en cambio a representar un verdadero<br />

esfuerzo de una historia otra vez materialista, y otra vez<br />

profundamente social de los fenómenos culturales.<br />

Así, y asociada muy de cerca a los trabajos de Roger Chartier,<br />

esta historia social de las prácticas culturales nos propone analizar<br />

todo producto cultural como "práctica", y por ende, a partir de las<br />

condiciones materiales específicas de su producción, de su forma de<br />

existencia, y luego de su propia difusión y circulación reales. Por<br />

ejemplo, como en el caso de la historia <strong>del</strong> libro, que no sólo estudia<br />

los contenidos intelectuales y los mensajes culturales <strong>del</strong> mismo,<br />

sino también sus modos de fabricación, los procesos de trabajo<br />

de los editores, la composición material misma de los textos y su<br />

forma de presentación dentro <strong>del</strong> "objeto libro", igual que las diferentes<br />

formas de su lectura y de su recepción, por parte de los muy<br />

diversos "públicos" que lo consumen y lo utilizan en una época<br />

dada. Es decir, una historia cultural que vista como esa síntesis de<br />

diversas "prácticas", es una historia materialista en el mejor sentido<br />

de lo que antes hemos ya resumido.<br />

Y también, una historia de la cultura que es profundamente<br />

social, en la medida en que restituye y reafirma esa condición de<br />

los productos y de las prácticas culturales, como resultados siempre<br />

directos de la propia actividad social. Es decir, que lo mismo una<br />

práctica de lectura determinada que un cierto conjunto de representaciones<br />

asumidas, e igual un cierto comportamiento cultural<br />

de una clase o grupo social, que una determinada modalidad de<br />

construcción <strong>del</strong> discurso, son todas distintas manifestaciones culturales<br />

que son siempre producidas, acogidas y reproducidas por<br />

una específica sociedad y en un cierto contexto histórico, lo que nos<br />

obliga entonces a partir siempre de ese referente social e histórico,<br />

para la explicación de toda práctica o fenómeno cultural posible.<br />

Un nuevo mo<strong>del</strong>o de historia cultural, que si bien se encuentra<br />

todavía en proceso de construcción, y más precisamente en la vía<br />

de desprenderse de su matriz originaria que fue esta historia <strong>del</strong><br />

libro y de la lectura, para intentar convertirse en un mo<strong>del</strong>o más<br />

general de historia cultural, podría eventualmente en el futuro,<br />

llegar a producir y a proponer perspectivas interesantes y útiles<br />

para los <strong>historiador</strong>es críticos contemporáneos.<br />

Una segunda lección, mucho más cercanamente vinculada a la<br />

historiografía de esa cuarta generación de los Annales que hemos<br />

referido, es la de la reivindicación de una historia social diferente,<br />

focalizada en particular en reconstruir, de nueva cuenta, la compleja<br />

dialéctica entre individuo y estructuras, o entre agentes sociales,<br />

sean individuales o colectivos, y los entramados o contextos<br />

sociales más globales dentro de los cuales ellos despliegan su<br />

acción. Así, tratando de ir más allá de las visiones esquemáticas<br />

que, durante décadas, redujeron la acción de los individuos y su rol<br />

social al de simples "marionetas", unilateral mente determinadas<br />

en sus posiciones y en sus prácticas por dichas estructuras sociales,<br />

estos cuartos Annales proponen volver a revalorar el papel<br />

activo y constructivo de esos agentes sociales, que no sólo crean y<br />

dan cuerpo total a dichos entramados y estructuras sociales como<br />

fruto de sus acciones y de sus interrelaciones, sino que también<br />

disfrutan, permanentemente, de ciertos márgenes de libertad en


CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />

• ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />

su acción cotidiana, eligiendo constantemente entre diversas alternativas<br />

y modificando con sus propias prácticas, a veces poco y a<br />

veces totalmente, a esas mismas estructuras sociales que, sin duda,<br />

establecen en cada momento los límites concretos de su acción.<br />

Restituyendo de esta forma, un enfoque mucho más dinámico<br />

y mucho más complejo de los agentes como creadores y reproductores<br />

de las estructuras, y de las estructuras como marco envolvente<br />

y cerno límite de la acción de los agentes, que sin embargo se<br />

interrelacionan e interinfluyen recíprocamente todo el tiempo, para<br />

transformarse mutuamente, esos cuartos Annales son capaces de<br />

mostrar, no sólo el carácter cambiante y móvil de los determinismos<br />

que las estructuras ejercen sobre los agentes -y que lejos de<br />

ser omnipresentes, fatales y de un solo sentido claro, son más bien<br />

determinismos generales, tendenciales y en ocasiones de varios<br />

sentidos posibles-, sino también el papel siempre activo, dinámico<br />

y creador de esos agentes sobre las estructuras, a las que no solo<br />

han construido ellos mismos en el origen, sino a las que reproducen<br />

todo el tiempo con su acción, y a las que por lo tanto pueden<br />

también modificar, incluso totalmente, en ciertas condiciones y en<br />

ciertos momentos históricos determinados.<br />

Una otra historia social, que superando tanto la visión de la<br />

estructura omnipresente y todopoderosa sobre el agente pasivo y<br />

puramente receptivo, como también la vertiente opuesta <strong>del</strong> agente<br />

capaz de todo y demiurgo de la estructura y <strong>del</strong> mundo, que concibe<br />

a dicha estructura como reducida a mero "telón de fondo"<br />

subsidiario y marginal, intenta más bien reconstituir ese complejo<br />

va y viene, desde el individuo o desde el grupo hacia el contexto,<br />

y desde este último hacia los primeros. Restitución de esa compleja<br />

dialéctica entre los sujetos sociales y las situaciones o medios de<br />

su acción, que ha permitido corregir ciertas versiones deformadas<br />

de una historia objetivista y estructuralista, que había reducido el<br />

papel de los individuos, o de los agentes, o de los sujetos sociales, al<br />

de simples "portadores de su condición de clase", o también al de<br />

mera expresión de la estructura, historia que prosperó tanto dentro<br />

<strong>del</strong> marxismo vulgar como fuera de él, antes de la importante<br />

revolución cultural de 1968. Pero que, al replantearse en términos<br />

de esta dialéctica de Ínter influencias recíprocas, permite abonar el<br />

desarrollo de una historia realmente crítica, que puede desarrollarse<br />

dentro de todos los diversos campos de lo histórico, para<br />

aplicarse lo mismo a la historia cultural o a la historia económica,<br />

que a la historia demográfica, política o social.<br />

La tercera lección post-68 para una historiografía crítica, se<br />

encuentra en cambio asociada a los desarrollos de las varias tendencias<br />

y subgrupos que han sido genéricamente calificados como<br />

la 'historia marxista y socialista británicas contemporáneas'. Y se<br />

trata de la propuesta, una vez más, de reivindicación de la historia<br />

social, pero aquí entendida, en particular, como el proceso múltiple<br />

de recuperación <strong>del</strong> conjunto de las clases populares y de los grupos<br />

oprimidos dentro de la historia. Recuperación concebida en muy<br />

diferentes líneas y niveles, que en un caso se despliega, específicamente,<br />

en el sentido <strong>del</strong> rescate de dichas clases y grupos<br />

populares en relación con su verdadera condición de agentes de<br />

la dinámica social y <strong>del</strong> cambio social, mientras que en otro caso<br />

avanza, mas bien, como el proyecto de reintegrar la voz y la memoria<br />

de esos sectores populares en tanto que fuentes esenciales para<br />

la construcción <strong>del</strong> saber histórico. Pero también, en una tercera<br />

vertiente, respecto de la elección de la situación de estas clases<br />

mayoritarias como observatorio o punto de partida <strong>del</strong> análisis<br />

de la totalidad de lo social, al defender una historia construida to<br />

bottom up (desde abajo hacia arriba), en la que el criterio de estos<br />

sectores que son 'los de abajo', es el que define las formas de percepción<br />

y de análisis <strong>del</strong> grado, la intensidad, las formas y el curso<br />

concreto mismo de la confrontación y de la lucha de clases, en sus<br />

múltiples desenlaces y resultados posibles.<br />

De este modo, una primera variante de este proceso multifacético<br />

de recuperación de las clases populares dentro de la historia,<br />

avanza en el sentido de revalorar profundamente, una vez<br />

más, el verdadero papel que han tenido esas clases populares y<br />

esos grupos oprimidos como reales protagonistas y constructores <strong>del</strong><br />

drama histórico. Algo que, como habíamos señalado antes, ha sido


CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />

• ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR •<br />

originalmente planteado y desarrollado por Marx, y que estos <strong>historiador</strong>es<br />

británicos, justamente marxistas, van a volver a recordar<br />

y a replantear con fuerza, frente a la historia positivista inglesa a la<br />

que ellos combaten e intentan superar. Y entonces, tendremos nuevamente,<br />

y apoyada e inspirada en parte en esta historia socialista<br />

inglesa, toda una nueva y vigorosa ola de trabajos concentrados en<br />

reconstruir las historias de la clase obrera, los itinerarios y papel de<br />

los movimientos campesinos, las experiencias y las luchas de los<br />

trabajadores, los estudios y los análisis de los grupos marginales<br />

más diversos, igual que la popularización de obras y ensayos sobre<br />

la cultura popular y la conciencia obrera, sobre las cosmovisiones<br />

campesinas y sobre las formas de ver y de concebir el mundo, características<br />

de esos diversos grupos y sectores sociales marginales<br />

y marginados ya mencionados, entre muchas otras.<br />

Vasto conjunto de perspectivas y de historias de todas las clases<br />

sociales, y de los innumerables movimientos sociales, que habiendo<br />

cobrado nuevo auge después de 1968, se prolongan hasta el día<br />

de hoy como uno de los campos más fértiles para el ulterior desarrollo<br />

de las historiografías críticas de todo el planeta.<br />

Una segunda variedad importante dentro de estos enfoques de<br />

la historia socialista británica, es la que se ha concentrado en proponer<br />

el rescate directo de la voz y de la memoria de esas clases<br />

populares, como instrumento y fuente para la construcción misma<br />

<strong>del</strong> saber histórico. Pues si esta perspectiva afirma que son esas<br />

clases populares las que hacen la historia real, entonces lo más<br />

lógico es que sean también ellas las que escriban la historia, y las<br />

que elaboren los propios discursos históricos que intentan dar<br />

cuenta de sus obras, de sus luchas, de sus actividades y de sus<br />

papeles y roles específicos, dentro de los procesos sociales históricos<br />

globales.<br />

Siguiendo entonces la idea de que la ciencia de la historia debe<br />

de "darle voz" a los oprimidos, y de que debe hacer que todo el<br />

mundo escuche dicha voz, al recuperarla sistemáticamente dentro<br />

de los elementos <strong>del</strong> propio saber histórico, esta historia socialista<br />

británica ha tratado de implementar los mecanismos para rescatar<br />

y reincorporar a esa memoria de los verdaderos protagonistas<br />

esenciales de la historia real, recurriendo para ello a la construcción<br />

y a la revalorización de las técnicas de la historia oral, a la<br />

vez que fundaba los célebres History Workshops o "talleres de historia"<br />

en los que, juntos y combinando sus habilidades y sus saberes<br />

específicos, los propios obreros, o los habitantes de un barrio, o los<br />

protagonistas de un cierto movimiento social, o los campesinos de<br />

una localidad, trabajaban con los <strong>historiador</strong>es "profesionales" o<br />

de oficio, para hacer y escribir, o para rehacer y para reescribir la<br />

historia, de esa clase, de ese barrio, de ese movimiento o localidad<br />

particulares.<br />

Una historia radical que, en la medida en que está incorporando<br />

a los propios trabajadores y sectores populares como generadores y<br />

constructores <strong>del</strong> propio saber histórico, se ha abierto entonces, de<br />

manera amplia y muy receptiva, al seguimiento, estudio y registro<br />

de prácticamente todos los movimientos antisistémicos contemporáneos,<br />

haciéndose eco sin excepción, lo mismo <strong>del</strong> movimiento<br />

feminista que <strong>del</strong> movimiento obrero, de los movimientos pacifistas<br />

y antinucleares o de los movimientos estudiantiles, de los movimientos<br />

campesinos o de los movimientos antirracistas, igual<br />

que de los movimientos indígenas, urbanos, territoriales o locales<br />

más diversos.<br />

Una tercera versión de esta historia, derivada de las dos anteriores,<br />

es la que propone construir toda historia posible como una<br />

"historia desde abajo", es decir como una historia que aún cuando<br />

se ocupe <strong>del</strong> análisis de las clases dominantes, o en otro caso de<br />

la cultura de las élites, o también <strong>del</strong> papel <strong>del</strong> Estado o <strong>del</strong> mercado,<br />

o de la nación, lo hará siempre desde este observatorio específico<br />

que es el <strong>del</strong> emplazamiento y la perspectiva de análisis de<br />

esas mismas clases populares, viendo a los líderes desde el punto de<br />

vista de las masas, o al Estado desde la sociedad civil, a la vez que<br />

diagnostica a la cultura dominante desde la cultura popular, y a<br />

los explotadores y dominadores desde el punto de vista de sus víctimas,<br />

desentrañando los mecanismos <strong>del</strong> mercado desde la producción<br />

o construyendo la explicación <strong>del</strong> fenómeno de la 'nación'<br />

desde el punto de vista <strong>del</strong> ciudadano ordinario y común.


CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />

ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR •<br />

Proponiendo entonces estudiar todo fenómeno histórico "desde<br />

abajo hacia arriba" (to bottom up), esta historiografía socialista<br />

británica quiere descentrar sistemáticamente a la tradicional historia<br />

positivista también inglesa, siempre estatolátrica o adoradora<br />

<strong>del</strong> Estado, politicista, concentrada en los héroes y en los grandes<br />

hombres, e ignorante de esas clases populares antes mencionadas.<br />

Con lo cual, tendremos por primera vez dentro de los estudios<br />

históricos, una perspectiva historiográfica que intenta construirse<br />

desde el propio punto de vista de las clases populares, desde los modos<br />

en que dichas clases sometidas han sentido, vivido y percibido, de<br />

manera concreta, todo el conjunto de los hechos y procesos históricos,<br />

desde los más cotidianos y aparentemente triviales, hasta los<br />

mas espectaculares y llamativos.<br />

Lo que, evidentemente, se opone de manera frontal a la antigua<br />

concepción positivista tradicional, que siempre ha reproducido<br />

sin crítica solo el punto de vista de los vencedores y de las<br />

clases dominantes. Mientras que, en esta variante de la historia<br />

británica socialista, justo de lo que se trata es de reexaminar todos<br />

los hechos, situaciones y procesos de la historia, desde las cosmovisiones<br />

de los campesinos y de los obreros, de los marginados y de<br />

los trabajadores, es decir, de todos aquellos sujetos sociales cuyas<br />

visiones y percepciones específicas han sido casi siempre ignoradas<br />

y omitidas por los <strong>historiador</strong>es anteriores.<br />

Por último, una cuarta línea de derivación importante de esta<br />

perspectiva historiográñca, es la de la reivindicación <strong>del</strong> original<br />

concepto de la "economía moral de la multitud". Concepto este<br />

último que habiendo sido acuñado por el <strong>historiador</strong> Edward P.<br />

Thompson, nos entrega una herramienta muy interesante y muy<br />

fecunda para la historia crítica de la lucha de clases y de los movimientos<br />

populares. Pues recordándonos que esa lucha de clases<br />

no existe solo en los momentos culminantes o espectaculares de<br />

una revolución, de una revuelta popular o de la Toma de la Bastilla<br />

o <strong>del</strong> Palacio de Invierno, sino siempre y permanentemente, este concepto<br />

se nos ofrece como el esfuerzo de dar cuenta o de captar de<br />

modo más preciso el mecanismo o barómetro que, en la sensibilidad<br />

popular y en el punto de vista de las propias masas populares,<br />

regula y establece en cada momento lo que es tolerable y lo<br />

que es intolerable, lo que es justo e injusto, lo que aún puede aceptarse<br />

frente a aquello que en cambio desencadena la ira popular<br />

y la indignación y la sublevación general, mecanismo que en cada<br />

situación histórica particular se ha construido siempre desde las<br />

tradiciones, la historia, las costumbres y los singulares modos de<br />

ver de cada grupo o clase popular, en cada circunstancia y tiempo<br />

histórico específicos.<br />

Una "economía moral" de las clases populares, que solo es captada<br />

por sus líderes más auténticos y por sus portavoces más genuinos,<br />

pero que debe ser estudiada, analizada y reconstruida con<br />

cuidado por el buen <strong>historiador</strong> crítico, si es que este desea realmente<br />

comprender, de manera concreta, fina y detallada, a esa<br />

lucha de clases y a ese decurso social de la historia que intenta<br />

explicar. Ya que sin esa radiografía cuidadosa de dicha "economía<br />

moral de la multitud", será muy difícil entender por qué un motín,<br />

una revuelta, una insurrección, o hasta una revolución, estalla precisamente<br />

en el momento en que lo hace y no antes ni después,<br />

y además por qué los desenlaces de todas esas manifestaciones<br />

populares y de la lucha de clases, han sido en particular los que<br />

han acontecido y no cualesquiera otros diferentes.<br />

Una cuarta lección metodológica importante, deriva en cambio<br />

de las contribuciones y desarrollos de la corriente italiana de la<br />

microhistoria. Una perspectiva historiográfica nacida directamente<br />

de los impactos de la revolución cultural de 1968, que recogiendo y<br />

superando a la vez a todo el conjunto de las tradiciones de la historia<br />

social italiana posterior a 1945, va a irse estructurando durante<br />

los años setenta y ochenta alrededor de la publicación de la hoy<br />

conocida revista Quaderni Storici. Así, manteniendo una posición<br />

clara y definidamente progresista y de izquierda, este grupo de<br />

<strong>historiador</strong>es críticos de origen italiano va a elaborar, en primer<br />

lugar y como una primera herramienta heurística de la nueva historia<br />

crítica, el procedimiento metodológico <strong>del</strong> "cambio de escala", procedimiento<br />

que al postular la posibilidad de modificar la "escala"


CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />

ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />

específica en que un problema de historia es analizado y resuelto,<br />

va en general a desembocar en la reivindicación de la recuperación<br />

recurrente de la escala microhistórica, o <strong>del</strong> universo de dimensiones<br />

históricas "micro" como el posible nuevo "lugar de experimentación"<br />

y de trabajo de los <strong>historiador</strong>es que, no obstante, continúan<br />

empeñados en explicar y en comprender los grandes y siempre<br />

fundamentales procesos globales macrohistóricos.<br />

De este modo, y a la vez que critican los límites de los distintos<br />

mo<strong>del</strong>os "macrohistóricos" precedentes, que al haberse afirmado<br />

dentro de las ciencias sociales y la historiografía <strong>del</strong> siglo xx, fueron<br />

simultáneamente vaciándose de contenido, al abandonar su fuente<br />

nutricia originaria, que era y ha sido siempre el análisis de los<br />

casos particulares y de las experiencias históricas singulares, los<br />

micro<strong>historiador</strong>es italianos van en cambio a defender este cambio<br />

de escala y este retorno sistemático al nivel microhistórico, pero no<br />

para renunciar al nivel de lo general y de la macrohistoria -como si<br />

hacen la mayoría de los <strong>historiador</strong>es locales o regionales tradicionales<br />

y positivistas-, sino justamente para renovarlo y enriquecerlo,<br />

replanteándolo de modo más complejo y elaborado, a partir de<br />

los resultados de esa experimentación y de ese trabajo realizado<br />

dentro de los universos de la escala microhistórica.<br />

Porque el núcleo de este procedimiento microhistórico y de<br />

cambio de escala, consiste precisamente en esta recuperación integral<br />

de ese círculo de va y viene, que constituye a la dialéctica compleja<br />

de lo macrohistórico o general con lo microhistórico o particular.<br />

Recuperación que avanza tomando una o algunas hipótesis centrales<br />

de un mo<strong>del</strong>o de explicación general o macrohistórica ya establecido<br />

o aceptado, para entonces "hacer descender" esta o estas<br />

hipótesis a una nueva escala, que es precisamente la escala microhistórica.<br />

Escala o universo micro, en el cual dichas hipótesis<br />

generales serán puestas a prueba y verificadas, sometiendo su<br />

capacidad explicativa a la prueba <strong>del</strong> caso singular microhistórico<br />

elegido, el que al servir de "test" o de "lugar de experimentación"<br />

de esas mismas hipótesis, va a terminar siempre modificándolas,<br />

enriqueciéndolas, complejizándolas, y a veces hasta refutándolas<br />

totalmente, para reformularlas de una manera muy distinta. Y por<br />

lo tanto, abriendo siempre la posibilidad y hasta la necesidad de<br />

retornar de nuevo a los niveles macrohistóricos o generales, desde<br />

los resultados <strong>del</strong> "experimento microhistórico", para reproponer<br />

entonces nuevas hipótesis generales y nuevos mo<strong>del</strong>os macrohistóricos,<br />

más sutiles, más complejos y más capaces de dar cuenta real de<br />

las distintas situaciones histórico concretas a las que ellos aluden.<br />

Procedimiento microhistórico <strong>del</strong> cambio de escala que, entonces,<br />

no es solo radicalmente diferente de la tradicional y muy frecuentada<br />

historia local, o también de la propia historia regional -y<br />

por ende, igualmente diverso de la difundida "microhistoria mexicana"<br />

de Luis González y González-, sino también de cualquier<br />

historia puramente anecdótica, de las "cosas pequeñas" o de los<br />

"espacios" o "problemas reducidos" dentro de la historia. E incluso,<br />

es un procedimiento que podría, precisamente, explotarse en el<br />

futuro para tratar de renovar a esas historias locales, regionales, o<br />

anecdóticas, que en su inmensa mayoría terminan derivando justamente<br />

en la pura descripción puntual, acumulativa y finalmente<br />

intrascendente, de hechos y anécdotas locales o regionales correspondientes<br />

a esos diversos microu ni versos históricos, los que aquí<br />

son considerados solo de manera aislada y en sí mismos, descripciones<br />

que son tan comunes y tan utilizadas por parte de la <strong>mal</strong>a historia<br />

positivista.<br />

Una quinta lección, también asociada a la microhistoria italiana,<br />

y directamente conectada con el procedimiento microhistórico que<br />

acabamos de explicar, es la de las posibilidades que abre, para<br />

el buen <strong>historiador</strong>, el análisis exhaustivo e intensivo de dicho universo<br />

microhistórico. Es decir, que al reducir la escala de análisis,<br />

y tomar como objeto de estudio a ese "lugar de experimentación"<br />

que es la localidad, o el caso, o el individuo, o la obra o el sector<br />

de clase elegido, se hace posible llevar a cabo un análisis prácticamente<br />

total, tanto de todos los documentos, las fuentes, los<br />

testimonios y los elementos disponibles dentro de ese microuniverso,<br />

como también de los diversos y múltiples sentidos involucrados<br />

en las acciones, las prácticas, las relaciones y los procesos


CARLOS ANTONIO AGUIRRIÍ ROJAS<br />

• ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />

desarrollados por esos personajes, o comunidades, o situaciones<br />

microhistóricas investigadas.<br />

Pues a diferencia de los estudios puramente macrohistóricos,<br />

que necesariamente seleccionan uno o algunos pocos elementos de<br />

la totalidad, a los que investigan y analizan a través de casos o<br />

ejemplos, o de situaciones más o menos ilustrativas y/o representativas<br />

de las tendencias generales -lo que es totalmente pertinente,<br />

útil y necesario, mientras no se caiga en el vicio ya mencionado de<br />

"vaciar" el mo<strong>del</strong>o general de sus referentes empíricos, y de terminar<br />

imponiéndolo como molde rígido y obligatorio de la explicación<br />

de las múltiples realidades concretas-, el análisis de un caso<br />

microhistórico permite, en cambio, mantener el horizonte exhaustivo<br />

de agotar prácticamente todos los niveles de la realidad, y todas<br />

las dimensiones y aristas de una situación, de una comunidad, o<br />

de un personaje histórico cualquiera, reconstituyendo por ejemplo,<br />

la entera red de relaciones de un individuo a lo largo de toda su vida,<br />

o también el mapa de vínculos, alianzas, matrimonios y disputas de<br />

todas las familias de un pequeño pueblo, o también las formas de<br />

vida, los espacios de ocupación, las expectativas familiares y los<br />

comportamientos culturales y políticos de una cierta clase obrera<br />

determinada, o también todos los contextos sociales múltiples de<br />

la redacción y de la recepción social de una cierta obra intelectual,<br />

etc..<br />

Al mismo tiempo, y acompañando a este estudio que agota<br />

todas las dimensiones de la realidad micro bajo examen, se hace<br />

posible también un análisis más intensivo de los testimonios y<br />

de las fuentes diversas. Un análisis que ubicándose ahora desde<br />

el punto de vista <strong>del</strong> sentido de los hechos históricos, intenta también<br />

agotar todos los sentidos imbricados dentro de cada problema<br />

histórico, multiplicando las perspectivas de interrogación de dicho<br />

problema, y los puntos de observación de los mismos, para tratar<br />

de construir, también dentro de la historia, lo que el antropólogo<br />

Clifford Geertz ha llamado "descripciones densas" de los problemas.<br />

Es decir, descripciones que sintetizan y combinan en un<br />

solo esquema explicativo, las muy diversas maneras en que la situación<br />

o el problema analizado ha sido visto, percibido, y procesado,<br />

por todos y cada uno de los actores y agentes sociales en él<br />

involucrados. Un análisis exhaustivo y al mismo tiempo denso <strong>del</strong><br />

"lugar microhistórico", que acerca de inmediato a los <strong>historiador</strong>es<br />

hacia el horizonte de la historia global, y también hacia el punto de<br />

vista de la totalidad, los que hemos ya mencionado y desarrollado<br />

anteriormente.<br />

La última lección hasta ahora aportada por la microhistoria italiana,<br />

y que es la sexta lección de la historiografía posterior a 1968,<br />

es la de la importancia de reconocer, cultivar y aplicar el paradigma<br />

indiciarlo dentro de la historia. Y ello, en general, pero también y<br />

muy especialmente cuando nuestro objeto de estudio es el conjunto<br />

de elementos y de realidades que corresponden a la historia<br />

de las clases populares, de los grupos sometidos, de los "derrotados"<br />

sucesivos en las diferentes batallas históricas, y más en general<br />

de todas esas "víctimas" dentro de los procesos históricos,<br />

cuya historia ha sido siempre silenciada, omitida, marginada, reprimida<br />

o hasta eliminada y borrada de diferentes maneras.<br />

Porque ha sido precisamente en el intento de reconstruir los elementos<br />

que componen a la cultura popular italiana y europea <strong>del</strong><br />

siglo xvi, pero no vista y analizada desde el punto de vista de las<br />

clases dominantes, sino viéndola desde el propio punto de vista de<br />

esas mismas clases populares, que Cario Ginzburg ha explicitado<br />

ese paradigma indiciario. Paradigma basado en el desciframiento<br />

de ciertos indicios históricos, cuya esencia consiste en que el <strong>historiador</strong><br />

se capacite y entrene para ser capaz de leer e interpretar los<br />

múltiples indicios que, habiendo sobrevivido a los procesos de recodificación,<br />

filtro, deformación, conservación sesgada, y reescritura de<br />

la historia por parte de las clases dominantes, permiten todavía<br />

hoy acceder de manera directa a esos puntos de vista y a esas eosmovisiones<br />

de la cultura popular, al modo de huellas, síntomas o<br />

trazos que, adecuadamente leídos e interpretados, logran aún revelarnos<br />

esas realidades silenciadas y marginadas sistemáticamente<br />

que conforman a esa misma cultura popular.


CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />

ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />

Y es que si partimos <strong>del</strong> hecho de que las clases populares no<br />

saben leer ni escribir sino hasta fechas muy recientes, entonces<br />

es claro que los testimonios y documentos sobre su cultura sean<br />

en general escasos, cuando no hasta inexistentes. Y si a ello agregamos<br />

que la historia la hacen siempre los vencedores, entonces<br />

resulta evidente que lo que ha llegado hasta nosotros, cuando ha<br />

llegado, sobre esa cultura popular, son sólo y sobre todo las visiones<br />

de las clases dominantes sobre dicha cultura de las clases que<br />

ellos mismos han sometido y explotado, visiones que además de<br />

no comprender adecuadamente dicha cultura, la banalizan, deforman,<br />

y distorsionan, a través de los ineludibles filtros, interesados<br />

y nada imparciales, de su propia posición de clase hegemónica. Por<br />

ello, lo único que ha llegado hasta nosotros de esa cultura popular,<br />

eminentemente oral y siempre negada y expulsada de la historia<br />

oficial, no son otra cosa que esos pequeños indicios, o rasgos y elementos<br />

aparentemente insignificantes para cualquier mirada ordinaria,<br />

pero en verdad profundamente reveladores y esdarecedores<br />

para la mirada aguda y para el olfato especialmente entrenados <strong>del</strong><br />

<strong>historiador</strong> crítico, que ha cultivado esta búsqueda de los indicios,<br />

y esta capacidad de su lectura e interpretación adecuadas.<br />

Por eso, Cario Ginzburg juega, para explicar este paradigma<br />

indiciarlo, con la comparación metafórica entre la actividad <strong>del</strong><br />

<strong>historiador</strong>, de un lado, y en el otro con toda una serie de actividades<br />

que incluyen, por ejemplo, el trabajo <strong>del</strong> detective, o también<br />

la labor <strong>del</strong> sicoanalista, o la pesquisa de un juez, igual que el<br />

diagnóstico de un buen médico, o la investigación <strong>del</strong> especialista<br />

de arte que es capaz de atribuir acertadamente la autoría de un<br />

cuadro supuestamente anónimo, entre otros. Pues en todos estos<br />

casos se trata de saberes indicíanos, que a partir de esos elementos<br />

sólo aparentemente secundarios o insignificantes, que son los<br />

rastros dejados involuntariamente por el culpable, o los actos fallidos<br />

<strong>del</strong> paciente, o las contradicciones o lagunas presentes en la<br />

deposición de los testigos, o los síntomas diversos de un enfermo,<br />

o también los modos recurrentes y totalmente singulares de pintar<br />

una uña, una oreja, una zona <strong>del</strong> cabello o un pliegue <strong>del</strong> vestido,<br />

logran descubrir y establecer esa realidad oculta y de difícil acceso,<br />

pero finalmente "atrapable" y descifrable por el buen investigador<br />

o pesquis ador.<br />

Un saber indiciarlo que es, también, uno de los modos permanentes<br />

y milenarios <strong>del</strong> saber popular, <strong>del</strong> saber de esas mismas masas y<br />

clases populares, que aprehenden el mundo por la vía de la experiencia<br />

cotidiana y de la observación atenta <strong>del</strong> entorno circundante.<br />

Y por lo tanto, también a partir de esa capacidad de leer los<br />

indicios y de interpretarlos adecuadamente, como en el caso <strong>del</strong><br />

saber de los cazadores, de los marineros, de los carpinteros o de los<br />

curanderos y médicos populares.<br />

Un saber apoyado en indicios que, bien aprendido y bien aplicado,<br />

es una herramienta preciosa tanto para el rescate de todos<br />

esos temas difíciles y que se "resisten" a darse fácilmente al <strong>historiador</strong>,<br />

-lo que hace que el <strong>mal</strong> <strong>historiador</strong> positivista, simplemente<br />

los ignore, y pase de largo olímpicamente frente a ellos-, como,<br />

más en general, para el desarrollo más rico y complejo de esa buena<br />

historia crítica, que recupera esos elementos de la historia popular,<br />

pero siempre desde el propio punto de vista de las víctimas.<br />

Una séptima lección importante de la historiografía posterior a<br />

la revolución cultural de 1968, está vinculada con el desarrollo de<br />

la cada vez más difundida perspectiva <strong>del</strong> "world-system analysis"<br />

(<strong>del</strong> análisis <strong>del</strong> sistema-mundo). Perspectiva que habiéndose<br />

desarrollado, también a raíz de la ruptura de finales de los años<br />

sesenta en Estados Unidos, ha ido difundiéndose y ganando popularidad<br />

en todo el mundo a lo largo de los últimos cinco lustros.<br />

Perspectiva crítica, que se reivindica también como directamente<br />

inspirada en los trabajos de Marx, y cuyo representante principal es<br />

Immanuel Wallerstein, que hoy es, entre muchas otras cosas, director<br />

<strong>del</strong> conocido Fernand Brau<strong>del</strong> Center de la Universidad de Binghamton.<br />

Centro Fernand Brau<strong>del</strong>, al que igualmente podríamos<br />

considerar como el espacio de concentración más importante para<br />

la reproducción e irradiación mundial de este mismo enfoque.<br />

Así, esa séptima lección referida, es la que alude al paradigma<br />

que afirma que la unidad de análisis obligada para el examen y


CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />

• ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR •<br />

explicación de cualquier fenómeno, hecho, o proceso acontecido<br />

durante los últimos cinco siglos, es la unidad planetaria <strong>del</strong> sistemamundo<br />

capitalista. Es decir, una propuesta metodológica que afirma<br />

que, para poder explicar cualquier fenómeno social de la historia<br />

capitalista <strong>del</strong> último medio milenio, es imperativo y forzoso<br />

mostrar sus conexiones y vinculaciones con esa unidad de referencia,<br />

siempre presente y siempre esencial e imprescindible en<br />

términos de una explicación adecuada, que es justamente el<br />

sistema-mundo capitalista en su totalidad.<br />

Lo que implica entonces que, para esta perspectiva, son siempre<br />

inadecuados y hasta encubridores de la realidad, los marcos conceptuales<br />

que intentan encuadrar y explicar esos mismos fenómenos<br />

sociales, desde el marco de la "nación", o <strong>del</strong> "Estado", o de<br />

la "sociedad", o de cualquiera de las combinaciones que derivan<br />

<strong>del</strong> acoplamiento de estos términos, como son el Estado-nación, la<br />

sociedad nacional o la sociedad estatal. Porque al afirmar que el<br />

verdadero marco en el que se desenvuelven iodos los procesos capitalistas,<br />

es el marco <strong>del</strong> sistema-mundo semiplanetario o planetario,<br />

según las épocas, lo que se reivindica es la existencia de una<br />

dinámica global igualmente planetaria, que estaría siempre actuante<br />

y siempre presente durante el último medio milenio transcurrido,<br />

y que sería la dinámica última y determinante <strong>del</strong> conjunto de realidades,<br />

situaciones, sucesos y acontecimientos desplegados dentro<br />

de los límites de este mismo sistema-mundo capitalista.<br />

Y entonces, no se trataría simplemente de "sumar" o de<br />

"agregar" los "factores externos", o extranacionales, a los "factores<br />

internos", nacionales o estatales, de una "sociedad" determinada,<br />

lo que siempre se hace tomando a dichos factores externos como un<br />

mero complemento, marginal y secundario, de esos factores internos,<br />

sino más bien de lo que se trata es de invertir y de transformar<br />

radicalmente nuestros modos de explicación y de interpretación<br />

habituales, reubicando también en el centro de nuestras hipótesis<br />

y de nuestros mo<strong>del</strong>os, a esa dinámica supranacíonal de las tendencias<br />

globales <strong>del</strong> sistema-mundo, dinámica que, solo en un<br />

segundo momento, va a especificarse y a concretarse en las diversas<br />

dinámicas regionales, nacionales y locales particulares.<br />

Reubicación de ese marco global <strong>del</strong> sistema-mundo, como<br />

referente más general de nuestras explicaciones, que entonces nos<br />

obliga a comenzar por preguntar si el problema o tema investigado<br />

se ha desplegado en una zona central, semiperiférica o periférica<br />

de ese sistema-mundo, y también si ha acontecido dentro de una<br />

fase ascendente o descendente, en primer lugar, <strong>del</strong> ciclo Kondratiev,<br />

pero también y en segundo lugar, de los ciclos hegemónicos<br />

de las potencias <strong>del</strong> sistema-mundo, y en tercer lugar, dentro de<br />

qué fase, etapa o momento temporal dentro de la curva integral<br />

de vida <strong>del</strong> sistema-mundo en su conjunto. Preguntas que al ser<br />

respondidas nos dan ya, según esta perspectiva <strong>del</strong> análisis <strong>del</strong><br />

sistema-mundo, las primeras coordenadas esenciales para la explicación<br />

concreta de ese problema histórico analizado.<br />

Una octava lección, también ligada a esta perspectiva <strong>del</strong> análisis<br />

<strong>del</strong> sistema-mundo, es la que se refiere a la necesidad de repensar<br />

nuevamente, de manera crítica, la forma de organización <strong>del</strong><br />

sistema de los saberes humanos en general, y en particular, el episteme<br />

hoy vigente dentro <strong>del</strong> conjunto o universo de las llamadas ciencias<br />

sociales. Porque recuperando en este punto, la exigencia antes referida<br />

de una historia verdaderamente globalizante o totalizante, y<br />

proyectándola en particular hacia el problema de la historia de la<br />

construcción de las diversas disciplinas o ciencias que hoy abordan<br />

los diferentes renglones de lo social humano en el tiempo, este<br />

paradigma <strong>del</strong> world-system analysis va a criticar radicalmente la<br />

actual configuración disciplinar <strong>del</strong> estudio de lo social, que sigue<br />

encerrando nuestras reflexiones e investigaciones dentro de la ya<br />

arcaica división de esas supuestas ciencias autónomas y separadas<br />

que son la economía, la antropología, la ciencia política, la historia,<br />

la geografía, la sociología, la sicología o la lingüística, entre<br />

otras. En contra de esta parcelación <strong>del</strong> saber sobre lo social, cada<br />

vez más paralizante y cada vez mas limitada, esta perspectiva<br />

va en cambio a pugnar abiertamente por "abrir las ciencias sociales",<br />

para reconstruir una nueva y abarcativa "unidisciplinariedad"<br />

para el estudio de lo social, que fundada y apoyada en una<br />

sola epistemología global, sea capaz de edificar la "ciencia social-


CARLOS ANTONIO AGUIRRK ROJAS<br />

ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR •<br />

histórica" que deberá sustituir a esas actuales disciplinas mencionadas<br />

de la antropología, la economía, la ciencia política, la historia<br />

o la sociología, etc..<br />

Revisando y cuestionando entonces de raíz, las específicas<br />

divisiones epistemológicas que fundan este esquema parcelado y<br />

cuadriculado de las distintas disciplinas o ciencias sociales contemporáneas,<br />

esta perspectiva desarrollada en parte por Immanuel<br />

Wallerstein, va a demostrar lo estéril e insostenible de seguir<br />

intentando separar el pasado <strong>del</strong> presente, lo político de lo social<br />

y lo social de lo económico, así como el estudio de las civilizaciones<br />

europeas <strong>del</strong> de las supuestas culturas o civilizaciones<br />

no europeas. Divisiones y separaciones que hoy se revelan como<br />

insostenibles y como puramente artificiales, y que cada vez resultan<br />

más paralizantes y restrictivas para la adecuada comprensión<br />

de lo social, siendo sin embargo el verdadero fundamento último<br />

de la justificación de esta configuración disciplinar actualmente<br />

vigente. Divisiones que urge entonces criticar y eliminar, para abrir<br />

el paso a la construcción de ese nuevo horizonte unidisciplinar en<br />

el análisis de lo social, hacia el cual tienden de manera espontánea<br />

todas las perspectivas y todas las corrientes mas innovadoras<br />

desarrolladas recientemente dentro de esas mismas ciencias sociales<br />

actuales.<br />

Invitándonos entonces a repensar con seriedad estas premisas<br />

no explicitadas de nuestro actual sistema de construcción de la<br />

ciencia sobre lo social, Immanuel Wallerstein explica entonces la<br />

actual crisis que vive este episteme todavía dominante, crisis que<br />

no se resolverá nunca, ni con la interdisciplinariedad, ni con la<br />

multidisciplinariedad, pero tampoco con la transdisciplinariedad<br />

o con la pluridisciplinariedad, las que en todos los casos parten<br />

finalmente <strong>del</strong> dato de respetar, sin criticarlo, ese mismo fundamento<br />

de la división en diferentes disciplinas, al que en el fondo<br />

consideran válido y legítimo, y <strong>del</strong> cual solo quieren paliar o modificar<br />

sus '<strong>mal</strong>as' consecuencias, pero sin transformar de raíz ese<br />

mismo fundamento. Mientras que, por el contrario, en la perspectiva<br />

<strong>del</strong> análisis <strong>del</strong> sistema-mundo, de lo que se trata es justamente<br />

de deslegitimar y de eliminar por completo dicho fundamento de<br />

la división disciplinar, reconstruyendo desde la base otro modo o<br />

episteme diferente para ese mismo estudio de lo social, un episteme<br />

precisamente unidisciplinario para la comprensión y examen de lo<br />

social-humano en el tiempo.<br />

Con lo cual, la actual crisis que viven las ciencias sociales actuales,<br />

solo puede ser superada si abolimos completamente dicha parcelación<br />

en disciplinas, y si volvemos a esas visiones unitarias y<br />

unidisciplinares sobre lo social que existieron, todavía, hasta la<br />

primera mitad <strong>del</strong> siglo xix, por ejemplo en el propio caso de Carlos<br />

Marx. Nueva visión unidisciplinaria en la que, por lo demás, habrá<br />

que recuperar todo el conjunto de las contribuciones importantes<br />

desarrolladas por estas mismas ciencias sociales parceladas, en sus<br />

ciento cincuenta años de desarrollo en general. Una recuperación<br />

compleja y sutil, en la que los aportes hasta hoy desarrollados, en<br />

particular por la historia, deberán ocupar un rol central y de primera<br />

magnitud, al contribuir a esclarecer los mecanismos temporales<br />

de la continuidad y <strong>del</strong> cambio, y más en general, todas las<br />

implicaciones y conexiones de esos fenómenos sociales con esta<br />

dimensión profunda y omnipresente de la temporalidad.<br />

Estas son, brevemente resumidas, las principales lecciones que nos<br />

aportan las más importantes corrientes historiográficas hoy vigentes<br />

dentro <strong>del</strong> panorama universal de los estudios históricos más<br />

contemporáneos. Lecciones que, obviamente, son en su totalidad<br />

térra incógnita para los <strong>mal</strong>os <strong>historiador</strong>es oficialistas, tradicionales<br />

y positivistas, a pesar de que constituyen, sin duda, las herramientas<br />

más cotidianas y los referentes más usuales de los buenos<br />

<strong>historiador</strong>es críticos contemporáneos. Y es claro que resulta abusivo,<br />

y finalmente hasta mentiroso, autodenominarse "<strong>historiador</strong>"<br />

si uno no conoce y domina, por lo menos, a esta serie de autores,<br />

paradigmas y propuestas que, en su conjunto, son el legado más


CARLOS ANTONIO ACUTRRE ROJAS<br />

reciente, y también las perspectivas todavía vivas y vigentes, correspondientes<br />

a los modos más actuales en que se ejerce hoy el<br />

apasionante oficio de la historia.<br />

FEDERICO ENGELS


II<br />

CAPITULO vi<br />

¿QUÉ HISTORIA DEBEMOS HACER Y ENSEÑAR HOY?<br />

UN MODELO PARA (DES)ARMAR<br />

"La burguesía convierte todo en mercancía, y por<br />

ende también la escritura de la historia. Forma<br />

parte de su ser, de su condición para la<br />

existencia, falsificar todos los bienes: también<br />

falsificó la escritura de la historia. Y la<br />

historiografía mejor pagada es la mejor falsificada<br />

para los propósitos de la burguesía".<br />

Federico Engels, Notas para la 'Historia de<br />

Irlanda', ca. 1870-1871.<br />

Después de haber detectado y señalado las distintas figuras de la<br />

<strong>mal</strong>a historia que se hace y que se enseña en nuestro país, y a<br />

las que intentamos abiertamente superar, y luego de establecer los<br />

más recurrentes "pecados capitales" que amenazan al <strong>historiador</strong>,<br />

y que lo hacen estar sometido al riesgo permanente de deformar<br />

y de empobrecer sus propios resultados historiográñ'cos, hemos<br />

tratado de resumir también todo el conjunto de lecciones y de<br />

contribuciones que, desde Marx y hasta la actualidad, han ido<br />

poniendo los cimientos necesarios y los elementos indispensables<br />

para el desarrollo de un historia diferente, de una buena historia, al<br />

mismo tiempo crítica y científica, pero también acorde a las urgencias<br />

y a las circunstancias más contemporáneas.<br />

Con lo cual, y a partir de todas estas lecciones, y también de<br />

todas estas advertencias y prevenciones, quizá sea posible intentar<br />

responder a la importante y acuciante pregunta, respecto a cual es<br />

el tipo de historia que debemos de hacer y debemos de enseñar<br />

en las aulas, para no continuar reproduciendo a la <strong>mal</strong>a y aburrida<br />

historia que ha sido dominante hasta hoy en nuestro país, y


CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />

ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />

para desarrollar, por el contrario, una buena historia crítica que<br />

este realmente acorde con los últimos progresos y avances de los<br />

estudios históricos mas contemporáneos en todo el mundo. Y para<br />

responder a esta pregunta, tal vez sea útil repasar, de manera<br />

sintética, y sobre la base de todo lo planteado anteriormente, algunas<br />

de las más recurrentes falsas disyuntivas a las que se enfrentan<br />

todavía hoy los <strong>historiador</strong>es actuales, disyuntivas que desde las<br />

lecciones antes resumidas pueden ser realmente sobrepasadas y<br />

superadas por los buenos <strong>historiador</strong>es críticos, construyendo mas<br />

allá de ellas y sobre dicha superación, precisamente los perfiles y<br />

los elementos generales de esa nueva historia diferente que aquí<br />

intentamos promover e impulsar abiertamente.<br />

Para poder hacer y enseñar esta nueva historia, que tanto reclaman<br />

y necesitan los estudiantes y los Profesores más activos,<br />

inteligentes y críticos de nuestro país, es indispensable entonces ser<br />

capaces de evitar caer en toda esa serie de falsas disyuntivas ya mencionadas,<br />

que habiéndose planteado en el pasado, e incluso hasta<br />

el presente, como parte de los "grandes debates" entre los <strong>historiador</strong>es,<br />

han presionado a estos últimos, constantemente, para que<br />

escojan o decidan entre diferentes objetos de estudio, pero también<br />

entre distintos órdenes de fenómenos de la realidad, lo mismo<br />

que entre diversas técnicas, o métodos, o paradigmas, o modos de<br />

aproximación hacia sus diferentes temas de investigación.<br />

Y entonces, se ha debatido hasta el cansancio si la historia debe<br />

de ocuparse, sobre todo, de los elementos generales, reiterados y<br />

universales dentro de la historia, o si por el contrario, su atención<br />

debe de concentrarse más bien en el carácter único, irrepetible y<br />

singular de los acontecimientos históricos. O también, se ha prolongado<br />

hasta hoy la eterna querella, entre los defensores <strong>del</strong> trabajo<br />

empírico y erudito <strong>del</strong> <strong>historiador</strong>, y aquellos que deñenden<br />

en cambio la filosofía de la historia, y la construcción metafactual<br />

y esencialmente discursiva <strong>del</strong> <strong>historiador</strong>. Pero sucede lo mismo<br />

cuando se intentan oponer la microhistoria a la macrohistoria, la<br />

historia puramente descriptiva a la historia interpretativa, el individuo<br />

a las masas, o a cualquier otra forma de "lo colectivo", la<br />

historia económica, o social, a la historia de las mentalidades o a<br />

la historia cultural, la historia de las estructuras y de las inercias<br />

fuertes a la historia de los agentes activos y de las acciones, igual<br />

que la historia "objetiva" a la historia "desde el sujeto", o la historia<br />

cuantitativa, serial y anónima, a la historia individual, viva y<br />

vivida, o la historia de la larga duración a la historia de los acontecimientos,<br />

la historia "realmente científica" a la historia "ideológica"<br />

o "políticamente comprometida", o la historia ecléctica o<br />

"sin ortodoxias" a la historia limitada rígidamente a la aplicación y<br />

repetición de un sólo mo<strong>del</strong>o histórico, entre tantos otros ejemplos<br />

que podríamos continuar enumerando largamente.<br />

Pero, como es posible deducir de la lectura de los capítulos anteriores,<br />

y de todo el conjunto de lecciones que nos han legado tanto<br />

Marx y la corriente de los Annales, como todas las perspectivas<br />

historiográficas críticas posteriores a la revolución cultural de 1968,<br />

se trata en todos estos casos sólo de falsas oposiciones y de falsas elecciones<br />

o disyuntivas, que se disuelven y eliminan de inmediato, en<br />

cuanto nos acercamos con cuidado a la lectura de los trabajos principales,<br />

de todos los autores y defensores de esta historia crítica<br />

que hemos ido mencionando a lo largo de este breve ensayo, y<br />

cuyas tesis y aportaciones centrales, hemos tratado de resumir y<br />

de plantear muy brevemente. Porque, como lo ha dicho alguna vez<br />

Fernand Brau<strong>del</strong>, la ciencia de la historia es la suma de todas las historias<br />

posibles, pasadas, presentes y futuras, <strong>del</strong> mismo modo que<br />

la historia verdaderamente crítica, implica siempre y en general, la<br />

consideración de todos esos elementos, perspectivas, dimensiones,<br />

órdenes, métodos, técnicas y paradigmas que intentan oponer falsamente<br />

los <strong>mal</strong>os <strong>historiador</strong>es, arguyendo su carácter excluyente<br />

y a veces hasta antitético.<br />

Pero es claro que la historia es, en su esencia profunda, la<br />

dialéctica compleja y permanente entre una serie de elementos universales,<br />

repetidos, comunes y generales, con otros elementos singulares,<br />

únicos, excepcionales y particulares, dialéctica que en esta<br />

doble vertiente, nos explica a la vez porqué existen ciertas regularidades<br />

y tendencias claras dentro de la historia, pero al mismo


CARLOS ANTONIO AGUIRRK ROJAS<br />

ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />

tiempo porqué esa historia no se repite nunca. Es decir, porque<br />

la historia no es una simple acumulación eternamente variable de<br />

hechos, personajes, acontecimientos y procesos siempre diferentes,<br />

lo que impediría todo análisis racional y científico de la misma,<br />

pero tampoco un mero cambio de formas o de "trajes" para una<br />

historia que, entonces, sería cíclica y eternamente repetida, además<br />

de tediosamente previsible.<br />

Por el contrario, y alejada tanto de la posición historicista, que<br />

ha sucumbido a su enamoramiento respecto de ese carácter único<br />

y singular de lo histórico, como de la posición stalinista y marxista<br />

vulgar, que afirmaba que las leyes de la historia conducían, a<br />

todos los pueblos <strong>del</strong> mundo y de manera fatal e inevitable, hacia<br />

el "socialismo", la historia crítica reivindica la necesidad permanente<br />

de recuperar, en todo momento y en cada análisis histórico<br />

específico, tanto a esos elementos generales, como a los particulares,<br />

restituyendo en cada caso, de manera fina y sutil, su compleja<br />

imbricación y dialéctica específicas.<br />

Y lo mismo es posible plantear respecto de la discusión, vuelta<br />

a retomar por los defensores <strong>del</strong> postmodernismo en historia,<br />

entre la historia como simple trabajo de erudición y de manejo de<br />

"hechos" duros y comprobables, y sujetos a una verificación rigurosa,<br />

y de otra parte la historia como pura "construcción libre" <strong>del</strong><br />

<strong>historiador</strong>, como ejercicio casi metafísico de invención de objetos,<br />

de problemas, de técnicas y de resultados, que culmina también<br />

en la invención de discursos y de pseudoverdades acordes con un<br />

cierto "régimen de verdad".<br />

Falsa oposición que se disuelve igualmente, si asumimos que la<br />

historia es, al mismo tiempo y siempre, tanto trabajo de erudición<br />

como de interpretación, interconectados una vez más dentro de<br />

una dialéctica específica, en la que la labor erudita y el establecimiento<br />

riguroso de los hechos, marca solo el punto de partida y<br />

también los límites de la interpretación, proporcionándole a esta<br />

última su materia prima y su plataforma de apoyo, y en donde la<br />

interpretación es la que le restituye el verdadero sentido y significación<br />

a esos hechos, desentrañando su esencia profunda, y reconstruyendo<br />

de modo coherente su racionalidad y lógica intrínsecas.<br />

Una oposición ficticia que muestra la esterilidad, tanto de los<br />

<strong>historiador</strong>es fanáticamente positivistas, aferrados sólo a la dimensión<br />

erudita <strong>del</strong> trabajo <strong>del</strong> <strong>historiador</strong>, y temerosos de cualquier<br />

interpretación o explicación que vaya más allá de contar "los<br />

hechos tal y como han acontecido", pero también de los <strong>historiador</strong>es<br />

postmodernos, que sobredimensionando el rol y las posibilidades<br />

de este nivel interpretativo de la historia, terminan por<br />

afirmar absurdamente que todo en la actividad <strong>del</strong> <strong>historiador</strong> es<br />

pura y total construcción libre, desde su problema u objeto a estudiar,<br />

hasta su resultado discursivo, pasando incluso por sus fuentes,<br />

sus métodos, sus mo<strong>del</strong>os y sus explicaciones específicas. Y si<br />

el sabio refrán popular nos enseña que "los extremos terminan por<br />

tocarse", es obvio que ha sido ese positivismo temeroso y cerrado<br />

el que le ha permitido prosperar a dicho postmodernismo en historia,<br />

al haber negado todo rol a la interpretación, lo que ha dejado<br />

el vacío que ahora explica, que haya quien quiera restituirle todo a<br />

esa misma interpretación, hasta el punto de las <strong>del</strong>irantes posiciones<br />

postmodernas ya referidas.<br />

Y si ya Hegel nos enseñó que se ve lo mismo en la oscuridad<br />

total que en medio de la luz absoluta -ambas, como es evidente,<br />

completamente enceguece doras-, entonces no será tan extraño el<br />

observar como ciertos <strong>historiador</strong>es de nuestro país han pasado,<br />

sin mediación alguna y en un salto verdaderamente mortal, desde<br />

el positivismo puro y duro, hasta la defensa y promoción de los<br />

trabajos postmodernos de Hayden White, Michel de Certau o Paul<br />

Veyne, entre otros.<br />

Igualmente estéril, resulta la falsa alternativa entre dedicarse al<br />

estudio de los grandes procesos globales, y los grandes problemas<br />

históricos, en periodos largos de tiempo y tomando unidades espaciales<br />

de análisis de grandes dimensiones, o por el contrario, concentrarse<br />

en temas acotados y pequeños de la historia, abordando<br />

problemas muy puntuales, en periodos de corta duración y dentro<br />

de límites más bien locales, o regionales, o de reducidas dimensiones.<br />

Es decir, la falsa oposición entre hacer macrohistoria o historia<br />

general, o en el otro extremo microhistoria de las cosas menudas y<br />

particulares.


117<br />

CARLOS ANTONIO AGUIRRF ROJAS<br />

• ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR •<br />

Pero la filosofía nos había ensenado, hace ya mucho tiempo,<br />

que lo general sólo existe y se manifiesta a través de lo particular, al<br />

tiempo que nos aleccionaba respecto de que ese particular siempre<br />

es, de manera esencial y entre otras de sus determinaciones<br />

importantes, un modo o una figura específica de desplegarse de<br />

esa generalidad o universalidad. Lo que quiere decir que, una vez<br />

más, lo general y lo particular se encuentran siempre imbricados<br />

y entrelazados, y que por lo tanto no es posible tampoco separar<br />

la dimensión macrohistórica de la dimensión microhistórica, sin<br />

arriesgarse a caer, sea en la pura y simple especulación metafísica<br />

de las generalizaciones frágiles y hasta brillantes, pero siempre<br />

erróneas, de las diversas filosofías de la historia -ejemplificadas<br />

de manera muy clara, en este siglo, en los trabajos de Arnold<br />

Toynbee u Oswald Spengler-, sea, en el otro lado, en la pura<br />

descripción anecdótica y pintoresca de microhistorias irrelevantes<br />

de un pequeño pueblo, una pequeña ciudad, una localidad o una<br />

pequeña región cualquiera, descripciones desprovistas de toda lección<br />

o enseñanza de orden general para el conjunto de los <strong>historiador</strong>es.<br />

Pues, para volver una vez más a las enseñanzas de Marc Bloch,<br />

prolongadas ahora por la microhistoria italiana, es necesario recordar<br />

que la condición primera para que una historia local, o regional,<br />

o particular cualquiera "sea de utilidad a toda la corporación de<br />

los <strong>historiador</strong>es", se requiere que aborde siempre, y de manera<br />

explícita y consciente, "problemas de orden general", los que en<br />

este caso, deberá resolver "desde y con los elementos que le provee"<br />

esa localidad, o región, o ejemplo, o situación particular investigada.<br />

Del mismo modo en que la única manera de evitar esa construcción<br />

en el aire, de mo<strong>del</strong>os irreales y fantásticos de la supuesta<br />

evolución histórica humana, es la de retrotraerlos a la confrontación<br />

con las historias concretas, menudas, singulares, y con los<br />

diversos casos individuales de esa dimensión microhistórica, restituyendo<br />

entonces la permanente interrelación y retroalimentación<br />

obligada de la macrohistoria con la microhistoria y viceversa.<br />

Otra falsa elección, que reaparece con frecuencia en las discusiones<br />

de los practicantes <strong>del</strong> oficio gobernado por Clío, es la que<br />

contrapone la historia de los individuos, o de los falsos o verdaderos<br />

"grandes hombres", e incluso de las élites políticas, o militares,<br />

o económicas, o intelectuales, etc., a la historia colectiva y social<br />

de las clases sociales, de los grupos populares, de las masas y de<br />

las grandes mayorías, casi siempre ignoradas o poco consideradas<br />

por los <strong>historiador</strong>es positivistas tradicionales. Pero, si como ya<br />

hemos explicado, uno de los grandes progresos que ha cumplido<br />

la historiografía contemporánea, desde sus inicios coincidentes con<br />

el desarrollo <strong>del</strong> proyecto de Marx y hasta hoy, es justamente el<br />

de la incorporación orgánica de estos diversos actores y protagonistas<br />

colectivos y mayoritarios de la sociedad, eso no significa que<br />

debamos abandonar totalmente e ignorar esa misma historia de los<br />

individuos, de los grandes personajes, y de los grupos de élite de<br />

todo orden. Por el contrario. Ya que es justamente esta incorporación<br />

orgánica de las clases y de los sectores populares dentro<br />

de la historia, la que permite recuperar de una nueva forma, más<br />

rica y más pertinente, a esas mismas historias individuales y de los<br />

pequeños grupos, redimensionándola para darle las justas y equitativas<br />

proporciones que realmente le corresponden.<br />

Porque, sin duda alguna, la historia la hacen las masas, pero<br />

también los líderes, en una compleja trama que sintetiza y combina<br />

a la vez la participación de las clases sociales con los itinerarios<br />

individuales, al mismo tiempo que entrelaza e imbrica la actividad<br />

y las acciones de esos múltiples y plur i face ticos grupos mayoritarios<br />

de la población, con las decisiones y los actos de los llamados<br />

"grandes hombres". Así, para la verdadera historia crítica, ni las<br />

masas lo hacen todo y los individuos no importan, ni tampoco la<br />

historia se reduce a ser el recuento glorioso de las gestas y acciones<br />

de los "héroes que nos dieron patria", o de los "forjadores de<br />

la nación", o de los múltiples "salvadores <strong>del</strong> país", "adalides de<br />

la democracia", o "constructores <strong>del</strong> futuro para un país nuevo y<br />

diferente", de las que nos hablan todo el tiempo los <strong>historiador</strong>es<br />

positivistas tradicionales y los discursos de los políticos contemporáneos.


I 1U<br />

11U<br />

CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />

• ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR •<br />

Y si para esta historia crítica, son importantes tanto las clases<br />

populares como también los individuos, es claro que no podrá<br />

avanzarse en la investigación histórica, sin considerar ambos elementos<br />

en sus interrelaciones recíprocas, resolviendo, como lo<br />

proponía ya Henri Pirenne, la disyuntiva que en su época enfrentaba<br />

la historia, entre la sicología que estudiaba al individuo y a<br />

sus diversas manifestaciones, y la sociología que estudiaba a los<br />

grupos sociales y a las sociedades, en el justo sentido de estudiar, a<br />

los individuos en tanto que miembros actuantes de dichos grupos<br />

sociales, y a los grupos y clases sociales como conglomerados y síntesis<br />

articuladas de esos mismos individuos concretos, distintos y<br />

actuantes.<br />

Falsa contraposición entre individuo y colectividad, que en otra<br />

vertiente se transforma en la antinomia <strong>del</strong> individuo en contra<br />

<strong>del</strong> contexto social. Lo que se hace particularmente evidente en el<br />

clásico problema de la biografía histórica. Porque aún al abordar, ya<br />

como tema central, este campo <strong>del</strong> análisis histórico que es el de<br />

la biografía, es decir el de la reconstrucción crítica <strong>del</strong> periplo completo<br />

y de las curvas diversas de la vida de un determinado individuo,<br />

reaparece nuevamente la falsa disyuntiva de caracterizar<br />

a ese individuo, o como producto claro y plasmación concreta de<br />

su contexto específico -reduciendo su singularidad individual a<br />

las condiciones de lo que ha sido su circunstancia, es decir de su<br />

"medio" y de su "época"-, o en el otro caso, la de exagerar el rol<br />

activo y la potencia transformadora y engendradora de dicho individuo,<br />

reduciendo entonces a ese contexto de su acción y de sus distintas<br />

obras y logros históricos, al papel de mero "telón de fondo",<br />

más bien inesencial y secundario de dichas obras y acciones.<br />

Oscilando así, entre considerar al individuo una especie de<br />

simple "marioneta" de las circunstancias, producto de su medio<br />

y de su tiempo, y que fatalmente debería ser "engendrado" en<br />

una coyuntura dada, para "cumplir" con su rol histórico predeterminado,<br />

o en el otro extremo, concebir a esa circunstancia como<br />

un conjunto de condiciones casi aleatorias, que no explican gran<br />

cosa de la vida singular de ese individuo, y el que más bien habría<br />

logrado llegar a ser lo que fue, y a hacer lo que hizo, debido a<br />

su genialidad excepcional, y a su singular e irrepetible carácter<br />

extraordinario, los <strong>historiador</strong>es tradicionales y positivistas han<br />

reproducido hasta hoy, esta falsa antinomia entre contexto social e<br />

individualidad histórica.<br />

Pero a partir de la lectura de obras como El 18 Brumario de Luis<br />

Napoleón Bonaparte de Carlos Marx, o de Mozart, Sociología de un<br />

genio de Norbert Elias, o también de Martín Lulero. Un destino de<br />

Lucien Febvre, por no mencionar la brillante Crítica de la razón<br />

dialéctica de Jean-Paul Sartre, el buen <strong>historiador</strong> crítico sabe muy<br />

bien que no tiene sentido separar al individuo <strong>del</strong> contexto, de esta<br />

manera brutal y adialéctica, y que es igualmente absurdo tratar<br />

incluso de contraponer ambos términos, forzándonos a escoger<br />

entre ellos. Y sabe también que, por el contrario, lo que más bien es<br />

necesario, es partir de investigar siempre al individuo en el contexto,<br />

inmerso dentro de él, explicitando de manera concreta como dicho<br />

contexto va moldeando al individuo, y formándolo para manifestarse<br />

a través de él y en él mismo, al mismo tiempo que reconstruimos<br />

cómo ese individuo se inserta en dicho contexto, para<br />

proyectar su acción, y para afirmar y desplegar allí sus diversas iniciativas,<br />

transformando a su vez a dicho contexto desde los impactos<br />

múltiples de sus acciones, y configurando de esta forma a las figuras<br />

concretas de ese mismo espacio contextual, a través de la compleja<br />

red de los círculos concéntricos crecientes que constituyen<br />

todo su mundo de relaciones diferentes.<br />

Así, acercando contexto e individuo, en lugar de separarlos y<br />

oponerlos, el buen <strong>historiador</strong> recorre completos los varios círculos<br />

de va y viene que parten, por ejemplo, <strong>del</strong> individuo hacia su<br />

familia, de su familia hacia su barrio, de su barrio hacia su ciudad,<br />

de su ciudad hacia su entorno regional o nacional, y eventualmente<br />

de su entorno nacional hacia el contexto mundial, pero también<br />

y en un claro movimiento de retorno, desde por ejemplo, la caracterización<br />

epocal <strong>del</strong> siglo en que ha vivido ese individuo hacia<br />

el lapso concreto <strong>del</strong> ciclo temporal que abarca su propia vida, y<br />

de dicho ciclo hacia los periodos sucesivos que ha recorrido a lo


CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />

ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />

largo de su itinerario, de dichos periodos mayores hacia las diversas<br />

coyunturas sucesivas que componen cada periodo, y de dichas<br />

coyunturas hasta los sucesos que año con año, e incluso mes tras<br />

mes y día con día, ha ido recorriendo ese individuo en su específico<br />

periplo biográfico.<br />

Reconstruyendo así contextos móviles y cambiantes, en lugar<br />

de rígidos y ya predeterminados de antemano, y concibiendo también<br />

a individuos que evolucionan, se forman, maduran, eligen y<br />

rehacen sus estrategias de vida en función de dichos cambios y<br />

reconfiguraciones de sus múltiples contextos, el <strong>historiador</strong> crítico<br />

supera también esta falsa disyuntiva entre individuo y contexto,<br />

replanteando en términos nuevos ese tema viejo y muy debatido<br />

de la biografía histórica.<br />

Nuevo modo de enfocar la biografía histórica, que disuelve también<br />

la falsa oposición entre historia estructural, o de las estructuras<br />

e inercias pesadas y limitantes de la historia, e historia de<br />

los agentes activos y de los sujetos "creadores" de su propia historia,<br />

y transformadores activos <strong>del</strong> mundo, a través de las revoluciones<br />

y de los movimientos sociales. Falsa oposición que, si bien<br />

no es idéntica a la de individuo y contexto, si se vincula a ella de<br />

una manera muy estrecha, al proyectar dicho contexto como las<br />

"estructuras" pesadas de la historia, lentas en constituirse, lentas<br />

en durar y en tener vigencia, y lentas en destruirse y transformarse,<br />

a la vez que pasa desde el individuo hacia los "sujetos" de<br />

la historia en general, sean estas clases sociales o movimientos revolucionarios,<br />

lo mismo que pequeños o grandes grupos sociales<br />

activos.<br />

Pero, como bien lo han explicado tanto Marc Bloch como Fernand<br />

Brau<strong>del</strong>, la historia es simultáneamente cambio y permanencia,<br />

y por ende, una vez más, síntesis compleja e interactiva<br />

de dichas estructuras que, efectivamente, permanecen vigentes<br />

durante largos periodos de la historia, junto a procesos y realidades<br />

que cambian y se modifican de manera sustancial más o<br />

menos rápidamente. Y todo ello, como marco y a la vez como<br />

resultado de todo un abanico diverso y complejo de acciones indi-<br />

viduales y colectivas, que lo mismo inciden de manera fundamental<br />

para cambiar dichos procesos y estructuras, que se pierden a<br />

veces en efectos menores o insignificantes, al chocar con la mayor<br />

o menor resistencia que esas estructuras y procesos pueden tener<br />

hacia su propia transformación y cambio históricos.<br />

Porque la historia es a la vez revoluciones que triunfan y otras<br />

que fracasan, movimientos que logran hacerse visibles y afirmar<br />

socialmente sus demandas, junto a otros que perecen bajo la represión<br />

sin haber logrado difundirse socialmente, ni implantarse sólidamente<br />

en la sociedad, igual que individuos que alcanzan su<br />

objetivo de cambiar su mundo, en mayor o menor medida, al lado<br />

de otros que sucumben a las presiones sociales o a las circunstancias.<br />

Y todo esto, dentro de distintos escenarios históricos en los<br />

que hay estructuras que se derrumban frente a nuestros ojos, y<br />

otras que resisten y permanecen tenazmente, en un abanico también<br />

múltiple de realidades sociales, a veces más y a veces menos<br />

sensibles al cambio y al impacto de la acción de los sujetos. Y<br />

puesto que no existen revoluciones capaces de hacer tabla rasa<br />

absoluta <strong>del</strong> pasado, como tampoco existen estructuras o sociedades<br />

que sean completamente inmunes al paso <strong>del</strong> tiempo y a la<br />

acción de los sujetos, entonces es claro que, para la historia crítica,<br />

no existe tampoco esa falsa disyuntiva entre la permanencia de<br />

las estructuras y el cambio producido por los agentes, sino más<br />

bien, una dinámica compleja de actores sociales que cada día reinventan<br />

parcialmente el mundo, dentro de un universo de procesos<br />

y estructuras que mueren y mueren cada día un poco, hasta que<br />

llega el momento final de su desaparición total<br />

Con lo cual, el <strong>historiador</strong> no tiene que elegir entre hacer una<br />

historia de las permanencias largas y de las inercias pesadas, de<br />

esas estructuras de la larga duración histórica tantas veces defendidas<br />

por Fernand Brau<strong>del</strong>, o en el otro extremo, una historia de los<br />

acontecimientos agitados y cambiantes en cada momento, de los<br />

tiempos de revolución o de los conflictos sociales cada día renovados,<br />

sino más bien una verdadera síntesis que, al modo de una sinfonía,<br />

nos reconstruya en una sola trama, tanto esa historia de los


CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />

• ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />

acontecimientos, como la de las coyunturas y la de las estructuras,<br />

imbricando en una sola melodía combinada, todo ese conjunto<br />

complejo de hechos, fenómenos y procesos de distintas duraciones<br />

históricas, desplegadas en los muchos registros temporales, de esa<br />

partitura global que es la propia historia de las sociedades y de los<br />

hombres.<br />

Porque la historia no es, tampoco, ni puramente objetiva ni<br />

puramente subjetiva, sino justamente una dialéctica compleja de<br />

la relación entre objeto y sujeto, en la que los educadores sin duda<br />

forman a los educandos, pero en donde también "los educadores<br />

tienen a su vez que ser educados", y ello muchas veces por parte<br />

de esos mismos educandos. Porque si los individuos son el fruto<br />

de las circunstancias, las circunstancias son también creadas por<br />

los individuos, en un movimiento repetido e interminable que es<br />

justamente el de la propia dinámica histórica.<br />

Lo que nos demuestra como carece de sentido reivindicar la<br />

construcción de una historia "desde el sujeto", como supuestamente<br />

opuesta y distinta a la historia "objetiva", o "estructural",<br />

igual que no tiene ningún sustento el tratar también de sobreestimar,<br />

exagerando su importancia, a la historia de las mentalidades o<br />

a la historia cultural, como más relevante o más "universal", o más<br />

abarcativa, que la historia económica, o que la historia política, o<br />

que la historia social. Como si no fuese evidente que toda la historia<br />

es, siempre y en cualquier caso, al mismo tiempo "subjetiva"<br />

y "objetiva", es decir, hecha por los hombres, las clases y los actores<br />

sociales, pero también condicionada por las estructuras, por las<br />

condiciones objetivas y por las circunstancias materiales. E igualmente,<br />

como si la historia no fuese, como ya hemos explicado antes,<br />

una historia siempre total, donde es tan relevante y tan prioritario<br />

de estudiar lo cultural que lo social, lo económico que lo político,<br />

lo psicológico o lo geográfico, etc.. Y en donde, en vez de caer<br />

en el recurrente "fetichismo" <strong>del</strong> especialista de un campo, o de<br />

un espacio problemático determinado, que siempre lo intenta concebir<br />

como "el más decisivo" el "crucial", el que es "la clave de<br />

comprensión de la totalidad", etc., lo que habría que asumir es la<br />

importancia <strong>del</strong> vínculo, siempre esencial, de esa historia social, o<br />

económica, o política, o cultural, etc. con dicha historia global.<br />

E igualmente falso, es oponer la historia cuantitativa, serial, de<br />

masa y anónima, supuestamente más científica por cuanto más<br />

apoyada en el uso de las matemáticas, a la historia concreta, viva y<br />

vivida de los individuos, de las familias o de los pequeños grupos<br />

sociales, supuestamente más real y más cercana de lo "cotidiano" y<br />

de lo "verdadero". Pues la historia es a la vez historia de las masas<br />

y de los individuos, y por ende, por ejemplo, lo mismo historia de<br />

las curvas de población generales, que de los dramas individuales<br />

de cada familia campesina que se colapsa porque su tierra no crece,<br />

mientras si crece la descendencia de los hijos que deben heredarla.<br />

Así que es claro que es una falsa alternativa, optar por hacer la historia<br />

de la cosmovisión de un molinero friulano, o de un obrero<br />

vidriero itinerante de la Francia <strong>del</strong> siglo xvm de un lado, o la historia<br />

cuantitativa, sea de los precios en Europa entre 1450 y 1750, sea<br />

<strong>del</strong> sentimiento de descristianización en la Prevente <strong>del</strong> siglo xvm,<br />

pues todas ellas son igualmente pertinentes e igualmente posibles,<br />

estando además directamente conectadas e interrelacionadas,<br />

como nos lo han demostrado Cario Ginzburg, Daniel Roche, Fernand<br />

Brau<strong>del</strong> o Michel Vovelle, entre muchos otros <strong>historiador</strong>es<br />

críticos importantes.<br />

Y si es verdad que la cuantificación y la construcción de series<br />

de todo tipo, son herramientas muy útiles para el desarrollo de la<br />

historia, lo son al mismo título que la aproximación microhistórica<br />

y la reconstrucción biográfica que ya hemos mencionado. Pues los<br />

múltiples rostros diversos de la historia, y las miles de dimensiones<br />

y de realidades que ella alberga, serían muy difíciles de<br />

aprehender, si nos limitáramos solo a un cierto tipo de técnica o<br />

de método, o a un solo paradigma, o mo<strong>del</strong>o, o campo de investigación<br />

historiográfica particular. Lo que no significa, ni mucho<br />

menos, reivindicar un "eclecticismo" o un falso "ecumenismo" no<br />

atado a ninguna "ortodoxia", ni en el plano metodológico ni en el<br />

plano epistemológico, como lo ha hecho por ejemplo Jacques Le<br />

Goff, para defender y justificar el proyecto de la llamada Ñouvelle


CARLOS ANTONIO AGUIRRK ROJAS<br />

ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />

Histoire o nueva historia, sino más bien reconocer que, dada la<br />

enorme variedad y la extraordinaria complejidad de los hechos y<br />

fenómenos que abarca la historia, se irá haciendo necesario recuperar<br />

e integrar, progresivamente, a todas las lecciones, y paradigmas,<br />

y mo<strong>del</strong>os, y conceptos, y propuestas, que antes hemos<br />

resumido brevemente, en función de los específicos temas y problemas<br />

históricos que cada <strong>historiador</strong> elija abordar y desarrollar,<br />

y en función también de las fuentes disponibles, de los objetivos<br />

de la encuesta histórica planteada, de las formas de aproximación<br />

que el propio objeto estudiado permita y haga posibles, y de las<br />

específicas dimensiones o realidades que intenta atrapar o captar<br />

el propio <strong>historiador</strong>.<br />

Ya que lejos de ser excluyentes y alternativas, esas lecciones de<br />

los distintos autores que, a lo largo de los ciento cincuenta años<br />

que ha recorrido la actual historiografía contemporánea, han ido<br />

edificando las bases de una posible historia realmente crítica, tienden<br />

más bien a complementarse y a confluir de manera general, en<br />

la medida en que todas ellas representan las herramientas todavía<br />

vigentes, y también los referentes todavía imprescindibles, de la<br />

construcción de esa misma historia crítica.<br />

Puesto que si una de las exigencias de esta historia crítica, es<br />

la de "multiplicar las miradas posibles" respecto de un hecho, o<br />

proceso, o fenómeno histórico cualquiera, para así hacer más compleja<br />

su comprensión y su ulterior explicación, entonces esa multiplicación<br />

y complejización solo serán posibles si disolvemos todas<br />

estas falsas disyuntivas, y muchas otras similares que aquí no<br />

hemos abordado. Disolución y superación que nos permitirá ser<br />

capaces de ir más allá de estas estériles antinomias y elecciones,<br />

en el camino de tratar de dar cuenta, de una manera adecuada,<br />

sutil y complicada, de todo el conjunto de elementos que componen<br />

a esas distintas realidades históricas que nosotros pretendemos<br />

explicar científicamente, en toda su también difícil, variada y<br />

compleja diversidad.<br />

Y es justamente en esta línea que deseamos avanzar, para poder<br />

impulsar y promover de modo mucho más activo, el tipo de historia<br />

que hoy deseamos hacer y enseñar en nuestro país.<br />

Al llegar al final de nuestro breve recorrido, se impone una vez<br />

más la pregunta de ¿qué tipo de historia deseamos hacer, y queremos<br />

enseñar, en la actualidad?. Y la respuesta, después de todo lo<br />

anterior, parece ahora ser más clara que al comienzo.<br />

Pues no queremos seguir haciendo, enseñando y aprendiendo<br />

esa historia positivista, tradicional y oficial que es hoy todavía<br />

dominante en nuestro país. Queremos, en cambio, hacer esa historia<br />

crítica, científica, global y dialéctica cuyos perfiles hemos tratado<br />

de esbozar anteriormente. Y no queremos, tampoco, seguir<br />

haciendo microhistorías locales e irrelevantes de pequeños espacios,<br />

o pueblos, o regiones, que parecen universos aislados y autosuficientes,<br />

y que parecen flotar en el aire sin conexión con la<br />

historia exterior. Pero en cambio, si queremos hacer microhistorias<br />

al estilo de la italiana, que vinculan lo local con lo general, y que<br />

no olvidan nunca, en el estudio <strong>del</strong> caso, o <strong>del</strong> personaje, o <strong>del</strong><br />

tema reducido y acotado, las posibles lecciones de orden general<br />

que provee dicho estudio microhistórico.<br />

Y tampoco queremos seguir haciendo esas historias aburridas,<br />

de supuestos o verdaderos grandes individuos, que deben todo a<br />

su genio y a su singular figura, ni tampoco esas historias predominantemente<br />

políticas centradas en los gobiernos, y en los presidentes,<br />

y en los líderes de los movimientos, que se olvidan tanto de las<br />

masas populares y de las clases sociales, como de las dimensiones<br />

económicas, y sociales, y geográficas, y civilizatorias de la historia.<br />

Lo que deseamos, por el contrario, es volver a pensar y a<br />

hacer la historia en su totalidad, incorporando siempre a los agentes<br />

colectivos y a los grupos sociales mayoritarios dentro de los<br />

protagonistas centrales y reales <strong>del</strong> drama histórico, a la vez


CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />

ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR •<br />

que se consideran también las realidades económicas, los fenómenos<br />

geográficos, los procesos sociales, las estructuras culturales y<br />

los elementos y las dimensiones civilizatorias de dicha totalidad<br />

histórica.<br />

Queremos entonces estudiar, elaborar y transmitir a los alumnos<br />

un nuevo tipo de historia, diferente a la actual, y simple y sencillamente<br />

-¡simple y sencillamente!- acorde con los tiempos que<br />

vivimos. Porque si la ciencia histórica, como cualquier ciencia en<br />

general, no tiene felizmente nacionalidad, resulta entonces necesario<br />

y urgente que asimilemos y recuperemos globalmente todos los<br />

desarrollos historiográficos hoy vigentes, producidos en los diferentes<br />

países <strong>del</strong> mundo, y que por distintas vías y caminos han<br />

ido contribuyendo a definir lo que hoy son los estudios históricos<br />

en todo el planeta. Recuperación y asimilación <strong>del</strong> legado hoy vivo<br />

y vigente en la historiografía mundial, que a su vez debería de<br />

impulsarnos para tratar de ir más allá de él, desarrollando nuestra<br />

específica contribución al diálogo multicultural planetario que<br />

hoy se está construyendo, también, en el seno de esta historiografía<br />

mundial.<br />

Proponemos así, tratar de escribir y de enseñar una historia<br />

diferente, que esté acorde con las nuevas realidades que vive<br />

nuestro país y el mundo en la actualidad. Una historia que, entonces,<br />

no puede seguir siendo el relato descriptivo <strong>del</strong> pasado construido<br />

para la glorificación <strong>del</strong> presente, sino más bien el rescate<br />

crítico de la memoria y de la historia, pasadas y presentes, de<br />

las luchas, las resistencias, los olvidos y las marginaciones que ha<br />

llevado a cabo esa misma historia descriptiva y complaciente que<br />

hoy queremos superar.<br />

Porque como Walter Benjamin nos lo ha recordado, "solo tiene<br />

derecho a encender en el pasado la chispa de la esperanza, aquel<br />

<strong>historiador</strong> traspasado por la idea de que ni siquiera los muertos<br />

estarán a salvo <strong>del</strong> enemigo, si este vence...". Y es sin duda una<br />

tarea urgente e imprescindible, para los <strong>historiador</strong>es honestos y<br />

serios de nuestro país, la de volver a "salvar a nuestros muertos", y<br />

la de ayudar a pelear a nuestros vivos, manteniendo todavía encen-<br />

dida, por algún tiempo, esa "chispa de la esperanza" que, desde los<br />

agravios <strong>del</strong> pasado, y desde los conflictos <strong>del</strong> presente, mira siempre<br />

hacia el futuro, en la búsqueda de un posible mejor porvenir.


17H 129<br />

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Crítica <strong>del</strong> Programa de Gotha, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Pekín, 1978.<br />

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Sociedad y cultura en la Francia moderna, Ed. Crítica, Barcelona, 1993.


<strong>Antimanual</strong> <strong>del</strong> <strong>mal</strong> <strong>historiador</strong> o cómo hacer una buena<br />

historia crítica, se terminó de imprimir en el mes de<br />

octubre de 2005, en los talleres de Jiménez Editores<br />

e Impresores, S. A. de C. V., en 2° Callejón de Lago<br />

Mayor N" 53 Col. Anáhuac. 11320 México, D. F. E-mail:<br />

jímenez_edit@att.net.mx o jimenezedit@ya hoo.com.mx.<br />

Se tiraron 2000 ejemplares, más sobrantes para reposición.

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