Aguirre-Antimanual del mal historiador-
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ANTIMANUAL DEL<br />
MAL HISTORIADOR<br />
O ¿cómo hacer hoy una buena historia critica?<br />
Carlos Antonio <strong>Aguirre</strong> Rojas<br />
Los libros d
Primera edición:<br />
Ed. La Vasija, Ciudad de México, México, febrero de 2002.<br />
Segunda edición:<br />
Ediciones Desde Abajo, Bogotá, Colombia, octubre de 2002.<br />
Tercera edición:<br />
Editorial Prohistoria, Rosario, Argentina, enero de 2003.<br />
Cuarta edición:<br />
Ed. La Vasija, Ciudad de México, México, marzo de 2003.<br />
Quinta edición:<br />
Editorial Magna Terra, Ciudad de Guate<strong>mal</strong>a, Guate<strong>mal</strong>a, agosto de 2004.<br />
Sexta edición:<br />
Ed. Centro "Juan Marinello", La Habana, Cuba, noviembre de 2004.<br />
Séptima edición:<br />
Ed. Contrahistorias, Ciudad de México, México, octubre de 2005.<br />
PRÓLOGO<br />
INTRODUCCIÓN<br />
CAPÍTULO I<br />
ÍNDICE<br />
DE ANTIMANUALES Y ANTIDEFINICIONES<br />
DE LA HISTORIA<br />
9<br />
15<br />
21<br />
CAPÍTULO II<br />
LOS SIETE (Y MÁS) PECADOS CAPITALES<br />
DEL MAL HISTORIADOR<br />
35<br />
CAPITULO til<br />
EN LOS ORÍGENES DE LA HISTORIA CRÍTICA<br />
53<br />
ISBN 999-3969-22-2<br />
© CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />
© Contrahistorias. La otra mirada de Clío<br />
CAPÍTULO IV<br />
POR LOS CAMINOS DE LA BUENA HISTORIA<br />
ANTIPOSITIVISTA<br />
CAPÍTULO V<br />
, .<br />
LAS LECCIONES DE 1968 PARA UNA POSIBLE<br />
CONTRAHISTORIA RADICAL<br />
71<br />
87<br />
Estamos por la difusión más amplia posible de la cultura. Se permite la reproducción<br />
total o parcial de esta obra por medios electrónicos, mecánicos, químicos,<br />
ópticos, de grabación o fotocopia, con el simple permiso escrito <strong>del</strong> editor.<br />
Diseño gráfico y formación: ALFREDO QUIROZ ARANA<br />
Impreso en México / Printed in México<br />
CAPITULO VI<br />
¿QUÉ HISTORIA DEBEMOS HACER Y ENSEÑAR HOY?<br />
UN MODELO PARA (DES)ARMAR 111<br />
BIBLIOGRAFÍA ESENCIAL DEL BUEN SEGUIDOR<br />
DE ESTE ANTIMANUAL 129
WALTER BENJAMÍN
"Sólo tiene derecho a encender en el pasado<br />
la chispa de la esperanza aquel <strong>historiador</strong><br />
traspasado por la idea de que ni siquiera los muertos<br />
estarán a salvo <strong>del</strong> enemigo si este vence..."<br />
Walter Benjamín, Sobre el concepto de historia,<br />
tesis VI, ca. 1940.
PRÓLOGO<br />
E<strong>del</strong>iberto Cifuentes Medina<br />
¿QuÉ HISTORIA HAY QUE CONSTRUIR y enseñar a principios <strong>del</strong> siglo xxi?.<br />
¿Es la historia un ejercicio intelectual y profesional que constituye<br />
una verdadera necesidad y urgencia para la comprensión, interpretación<br />
y explicación de un mundo en crisis?. ¿Y es todavía útil e<br />
importante aprender y enseñar historia, en el mundo globalizado<br />
de hoy, y dentro <strong>del</strong> vertiginoso proceso de vaciamiento de la<br />
subjetividad que ahora vivimos?. ¿Tiene sentido que una persona<br />
dedique su tiempo y su vida a un quehacer que en la mayoría de<br />
los casos no requiere, supuestamente, de ninguna formación profesional<br />
y/o académica?.<br />
Porque si bien es ampliamente reconocida la función que tiene<br />
la memoria para el sujeto, y también la importancia que posee el<br />
pasado en la sociedad, vale la pena preguntarse, ¿de qué memoria<br />
se trata, y qué parte de ese pasado está estructuralmente expresado<br />
en el presente?. ¿Y qué diferencias o similitudes existen entre<br />
la memoria individual y la colectiva, y de otra parte la historia?.<br />
Pero también, ¿cuál es el sentido de investigar y escribir historia<br />
en un momento en el que aparecen nuevas interrogantes, e hipótesis,<br />
y problemas, todos ellos sobre el sentido de la sociedad, sobre<br />
las estructuras <strong>del</strong> poder y sobre el contenido de lo humano?. Y<br />
aún más: ¿cuál es la importancia <strong>del</strong> trabajo <strong>del</strong> <strong>historiador</strong>, en una<br />
época de generalizada confusión y de crisis de los paradigmas en<br />
las ciencias sociales, pero también en los tiempos de un supuesto<br />
carácter exclusivamente narrativo <strong>del</strong> discurso historiográfico, provocado<br />
por la anacrónica sobrevivencia <strong>del</strong> positivismo y defendido<br />
en las <strong>del</strong>irantes posiciones <strong>del</strong> discurso posmoderno?.<br />
Y es que, sin duda, ningún <strong>historiador</strong> que se considere<br />
verdaderamente imbuido de su responsabilidad profesional, y
CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />
• ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR •<br />
comprometido con su propia sociedad, puede dejar de plantearse<br />
estas preguntas, y de realizar un serio y profundo análisis de su<br />
trabajo, lo mismo que de la función y de los efectos que el mismo<br />
pueda tener en el desarrollo social. Y aunque no es frecuente que el<br />
<strong>historiador</strong> reflexione sobre su quehacer, y sobre la importancia y<br />
trascendencia <strong>del</strong> mismo en la percepción, comprensión, interpretación<br />
y transformación de las complejidades de su sociedad, eso<br />
no impide que todo trabajo historiográfico cumpla una función, y<br />
que tenga por lo tanto una utilidad y un sentido, sea en la línea de<br />
la humanización, o por el contrario, en la de la deshumanización<br />
de esa misma sociedad.<br />
Es decir que todo trabajo o ensayo sobre la sociedad, sobre la<br />
memoria, o sobre la historia, se enfrenta siempre a un claro dilema<br />
ineludible, que es el de, o bien tener impactos perversos sobre la<br />
evolución y el desarrollo de la sociedad, o por el contrario, convertirse<br />
en cambio en una verdadera herramienta para la estructuración<br />
de subjetividades individuales y colectivas que estén en<br />
correlato con una condición humana plena, y con un conjunto de<br />
valores y prácticas diferentes y superiores a las actuales. Por eso,<br />
todo posible ensayo de este género, o bien reproduce prácticas<br />
autoritarias, o en cambio, se abre hacia la pluralidad de las acciones,<br />
los procesos y los hechos; o bien se construye como una verdadera<br />
y rigurosa forma de pensar, o por el contrario, se reduce al<br />
simple ejercicio <strong>del</strong> recuerdo y la nostalgia.<br />
En suma, todo trabajo historiográfico, desde el más ingenuo<br />
y espontáneo hasta el más elaborado y crítico, deja su impronta,<br />
impacta y produce efectos en la conformación <strong>del</strong> sujeto y en las<br />
subjetividades, lo mismo que en el rol que las mismas juegan<br />
dentro de la existencia y para la transformación de los mo<strong>del</strong>os de<br />
vida.<br />
Por ello, ningún trabajo historiográfico puede estar al margen<br />
de los desarrollos filosóficos, de los debates políticos, de los métodos<br />
y de las reflexiones que otros saberes hacen sobre lo humano<br />
y lo social. Así, no es posible que el trabajo <strong>del</strong> <strong>historiador</strong> exista<br />
al margen de los aportes, problemas, hipótesis y métodos <strong>del</strong> resto<br />
de las ciencias sociales y de las reflexiones filosóficas más importantes.<br />
Por ello, el <strong>historiador</strong> que asuma su función como un trabajo<br />
creativo y comprometido con su sociedad no podrá atenerse a<br />
las viejas fuentes y a las viejas prácticas de recuperación <strong>del</strong> pasado<br />
concebidas sólo como un regodeo personal, o como un discurso<br />
que sirve para entretener a los ociosos y a los "jubilados", llenando<br />
por ejemplo las secciones de la prensa en los fines de semana, en la<br />
simple lógica de ofrecer una "sana" distracción dominical.<br />
Es decir que para construir una historia nueva y profundamente<br />
renovada, será necesario ubicar a esos diversos discursos<br />
historiográficos en su función o de legitimadores, o de superadores<br />
de lo establecido. Caso este último en el que el trabajo <strong>del</strong> <strong>historiador</strong><br />
por esa historia nueva, será a la vez un análisis y superación<br />
de sus fuentes, de sus técnicas, de sus métodos y hasta <strong>del</strong><br />
estilo de construcción <strong>del</strong> relato, junto a una inquietud y verdadero<br />
entusiasmo para recuperar y recrear por cuenta propia las nuevas<br />
formas de construir la historia, a partir entonces de otras fuentes, y<br />
por ende de toda huella, creación y producción de lo humano.<br />
Es pertinente, en consecuencia, en esta construcción de una historia<br />
crítica, acotar las particularidades de la historia tradicional y<br />
de la historia crítica moderna, y señalar que no solo hay una radical<br />
diferencia en cuanto a la percepción, comprensión, y explicación<br />
de los procesos sociales, sino a la vez una diferencia rotunda en<br />
cuanto a cómo asumir y concebir las relaciones de poder y de vida:<br />
porque si la historia tradicional es aburrida y llena de fechas, personajes,<br />
protocolos palaciegos, siendo además legitimadora y conservadora,<br />
la historia crítica es en cambio una historia abierta a la<br />
vida, a las creaciones y a las resistencias populares, lo mismo que a<br />
todos los procesos que le dan centralidad a las expresiones humanas<br />
más esenciales.<br />
Y es que el oficio de historiar implica tareas y prácticas verdaderamente<br />
interesantes, novedosas y a tono con los sueños y creaciones<br />
de los grupos que resisten y que luchan en los diversos<br />
campos y frentes sociales por una vida mejor. Por eso, hacer esta<br />
historia genuinamente crítica implica superar los mo<strong>del</strong>os que atan
12 I<br />
CARLOS ANTONIO AÍJUIRRK ROJAS<br />
ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />
el trabajo <strong>del</strong> <strong>historiador</strong> a la simple narración <strong>del</strong> pasado, y a contracorriente<br />
de esto, proponer que el trabajo <strong>del</strong> <strong>historiador</strong> actual<br />
debe situar su objeto de estudio dentro de inesperadas y siempre<br />
heurísticas coordenadas <strong>del</strong> tiempo, <strong>del</strong> espacio, <strong>del</strong> tema y hasta<br />
de los resultados.<br />
En suma, se trata de recuperar para el trabajo <strong>del</strong> <strong>historiador</strong><br />
aquellas tradiciones críticas forjadas en un previo esfuerzo de teorización<br />
y de reflexión, pero también de luchas, de debates y de<br />
prácticas que recuperan el cambio, el movimiento, y los estilos de<br />
vida solidarios y sustentados en la pluralidad, la verdad y la justicia.<br />
Se trata, seriamente, de asumir el trabajo de historiar en todas<br />
sus complejidades, en su rigor, en su profundo compromiso con<br />
la verdad, pero a la vez, con su función altamente ediñcadora y<br />
gratificante de saberse militante por la vida, lo mismo que por el<br />
verdadero enaltecimiento de la condición humana.<br />
Este libro de Carlos <strong>Aguirre</strong> Rojas, que ahora se reedita por<br />
tercera ocasión en México, después de haberse editado ya en<br />
Colombia, Argentina, Guate<strong>mal</strong>a y Cuba, nos ofrece un expediente<br />
documentado y riguroso sobre el por qué y cómo escribir esa historia<br />
crítica antes mencionada, a la vez que nos devela los propósitos<br />
deshumanizantes que se ocultan en la historia tradicional, en<br />
la historia oficial y en la versión más elaborada, pero no por ello<br />
menos perversa de la historia positivista.<br />
Desde indicarnos los deslices simplificadores y de control de la<br />
historia acartonada tradicional, hasta comentar los siete (y más)<br />
pecados capitales <strong>del</strong> <strong>mal</strong> <strong>historiador</strong>, desde hacer una sistemática<br />
y rigurosa exposición de los orígenes de la historia crítica hasta<br />
exponer las formas y/o modos de una historia antipositivista, y<br />
desde un señalamiento de los vicios y perversiones de la historia<br />
elaborada desde el poder, hasta la exposición de los nuevos discursos<br />
historiográñcos que afloran a partir de los movimientos contrasistémicos<br />
de 1968, de emergencia y expresión planetaria, es que<br />
se arma el argumento de este libro.<br />
Porque este último es una crítica (en su acepción de examen<br />
sistemático), de las diversas versiones tradicionales de la historia,<br />
pero a la vez, una propuesta, para la práctica de un oñ'cio verdaderamente<br />
vital y a tono con los desarrollos actuales más avanzados.<br />
Es decir, una propuesta que no solo supera a las corrientes y discursos<br />
que reproducen lo for<strong>mal</strong> y lo esquemático, sino que, avanzando<br />
a contracorriente, se apoya también en aquellas versiones<br />
que ya han comprobado su poder y su fuerza para acceder hasta<br />
las estructuras ocultas, hasta los entornos mas oscuros, en el objetivo<br />
de iluminar ahora el lado generoso y creativo que practican<br />
grandes sectores de la humanidad.<br />
Así, para un todavía vasto sector de nuestro medio latinoamericano,<br />
y por ejemplo para Guate<strong>mal</strong>a entera y también aún para<br />
México, la reedición de este <strong>Antimanual</strong> <strong>del</strong> <strong>mal</strong> <strong>historiador</strong>, O ¿cómo<br />
hacer hoy una buena historia crítica? representa la existencia de un<br />
material de capital utilidad para el debate y para la profesionalización<br />
de un oñcio que, en todavía amplios espacios de nuestras<br />
historiografías de América Latina, arrambla los lastres de esa historia<br />
positivista, desde sus expresiones más vulgares, hasta las ambiguas<br />
formas de una supuesta historia cultural, o de una historia<br />
política, o también de una sociología completamente inmediatista.<br />
Con la riqueza de una trayectoria intelectual intensa y fructífera<br />
de ya largos años, y con experiencias en diversas Universidades<br />
y países de todo el mundo, aunque en pleno gozo de una de sus<br />
juventudes; con la ya extensa realización de estudios y publicaciones,<br />
pero con la reiterada novedad de ofrecernos siempre un trabajo<br />
que, desde la primera idea hasta la última propuesta crítica, no<br />
deja de provocarnos y de transmitirnos reflexividad, entusiasmo<br />
y energía por el ejercicio de una profesión que es y será siempre<br />
edificante si se le asume con los afectos, rigores e imaginación que<br />
exige la práctica de toda ciencia; y con la ya conocida apabilidad y<br />
particular deferencia hacia todas las naciones de nuestra América<br />
Latina, expresadas en las múltiples visitas académicas realizadas<br />
en los últimos cuatro lustros, pero siempre con una renovada<br />
frescura de nuevos saberes, Carlos Antonio <strong>Aguirre</strong> Rojas deja,<br />
con esta publicación y con su magisterio, su impronta dentro de la<br />
actual historiografía latinoamericana.
14<br />
15<br />
CARLOS ANTONIO AGUIRRK ROJAS<br />
Corresponde entonces a los seguidores realmente críticos de<br />
Clío, en este espacio nuestro que llamamos Latinoamérica, continuar<br />
rompiendo lanzas por una historia renovada, actualizada,<br />
crítica y alimentada en las más añejas tradiciones de resistencia,<br />
de lucha y de esperanza. Y ello, con la más profunda convicción<br />
de que nuestro trabajo y nuestros afanes, inscritos en el horizonte<br />
<strong>del</strong> objetivo de alcanzar la existencia de "Un mundo en el que<br />
quepan todos los mundos posibles", y con la seguridad de que<br />
"Otra América Latina es todavía posible", serán siempre un trabajo<br />
y unos afanes profundamente gratificantes y socialmente convocantes.<br />
Ciudad de Guate<strong>mal</strong>a,<br />
octubre de 2004.<br />
INTRODUCCIÓN<br />
"Creo en el futuro porque yo mismo<br />
participo en su construcción"<br />
Jules Michelet<br />
En México, algo muy importante comenzó el primero de enero de<br />
1994. Hasta el punto de que podemos añrmar que el "breve siglo<br />
xx", que a nivel general comienza con la Primera Guerra Mundial<br />
y con la Revolución Rusa de 1917, para cerrarse con la caída <strong>del</strong><br />
Muro de Berlín, ha comenzado en cambio, en nuestro país, con<br />
el estallido de la Revolución Mexicana de 1910, para concluir precisamente<br />
en esa fecha simbólica importante que representa la<br />
irrupción pública <strong>del</strong> movimiento neozapatista mexicano. Porque<br />
los siglos verdaderamente históricos se construyen, precisamente, a<br />
partir de las diversas duraciones de los fenómenos que dentro de<br />
ellos se despliegan, dándole temporalidad y sentido a las distintas<br />
curvas evolutivas que esos mismos siglos representan. Entonces,<br />
cuando se cierra un siglo histórico, distinto <strong>del</strong> simple siglo cronológico,<br />
se cierran con él esos mismos procesos fundamentales<br />
que le dieron vigencia y sustancia, cambiando la página de la historia,<br />
para inaugurar nuevos procesos y nuevas situaciones, igualmente<br />
correspondientes al nuevo siglo y al nuevo ciclo histórico<br />
que comienza.<br />
Por eso, entre tantas otras razones, es que se impone también<br />
la construcción de un nuevo tipo de historia. Y esto, en el doble sentido<br />
de participar activamente en la transformación de esa historia<br />
real que los hombres y las sociedades construimos todos los días,<br />
pero también en la línea de intentar edificar un nuevo tipo de saber<br />
histórico y de discurso historiográfico, capaz de aprehender y de
17<br />
CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />
ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />
reflejar adecuadamente a esas nuevas realidades de la historia real,<br />
pero también capaz de proveernos de algunas de las herramientas<br />
intelectuales necesarias para intervenir eficazmente en dicha construcción<br />
renovada de esa historia real.<br />
Algo que por lo demás, ha sido también planteado por los indígenas<br />
rebeldes de nuestro país. Pues ellos han insistido constantemente<br />
en que su lucha es también una lucha de la memoria contra<br />
el olvido, lo que significa que es también un intento por recuperar<br />
y por mantener viva la memoria de su propia historia, la memoria<br />
de sus luchas y de sus reclamos, tanto como la reivindicación <strong>del</strong><br />
pasado, <strong>del</strong> presente y <strong>del</strong> futuro que ellos, como indígenas, representan,<br />
y que la historia oficial ha borrado e ignorado sistemáticamente<br />
durante siglos.<br />
Porque si la historia la escriben siempre los vencedores, y si<br />
cada clase que domina reinventa al pasado y a las tradiciones para<br />
legitimar su propia dominación, entonces es claro que el papel<br />
que han tenido los indígenas mexicanos, dentro de las múltiples<br />
historias oficiales escritas durante siglos en nuestro país, ha sido<br />
un papel completamente marginal e irrelevante. Ya que lo mismo<br />
en la visión abiertamente racista, que trata al indígena como si<br />
hubiese sido una simple "materia prima" de los conquistadores,<br />
como presa y punto de apoyo de la sociedad colonial que "lo mestiza",<br />
que en la visión paternalista y despreciativa que lo quiere<br />
"nor<strong>mal</strong>izar", "modernizar" e incorporar al "progreso" de nuestra<br />
modernidad capitalista, el papel que se le ha asignado a los pueblos<br />
indígenas de México, ha sido siempre el de simples objetos pasivos<br />
y receptivos de la historia, pero nunca el de sujetos activos, rebeldes,<br />
actuantes y poseedores de un proyecto propio y específico de vida,<br />
de sobrevivencia, de resistencia y de modernidad alternativas, e<br />
incluso de propuestas de caminos diferentes para el desarrollo de<br />
ciertos procesos en nuestro país.<br />
Así que cuando los neozapatistas reclaman mantener viva la<br />
herencia de sus muertos y de sus antepasados, lo que están reivindicando<br />
es justamente ese pasado que ellos mismos han construido,<br />
y en el que siempre han sido los sujetos de su propia historia,<br />
pasado que a través de luchas, insurrecciones, rebeliones y resistencias<br />
prolongadas y continuas, han logrado preservar y mantener<br />
vivo hasta el día de hoy.<br />
Por eso urge reescribir toda la historia de México, incorporando<br />
de manera orgánica y sistemática dentro de su trama, entre varios<br />
otros, también a este sujeto indígena y al conjunto de sus acciones,<br />
intervenciones, luchas y resistencias específicas. Como también<br />
urge comenzar a ver la historia, en general, de un modo nuevo y diferente,<br />
haciéndola, escribiéndola, investigándola y enseñándola de<br />
una manera radicalmente distinta a como lo hemos hecho hasta<br />
ahora, una manera diferente que sea realmente acorde con estos<br />
nuevos tiempos que han comenzado a vivirse en México después<br />
de 1994.<br />
Pero es claro que es imposible construir una historia nueva, con<br />
las viejas y desgastadas herramientas que corresponden a los también<br />
ya anacrónicos modos en que se ha practicado hasta hoy el<br />
oficio de <strong>historiador</strong> en nuestro país. Pues son esas viejas concepciones<br />
de la historia, y esas viejas fuentes y técnicas consagradas<br />
durante tantas décadas, y repetidas durante lustros y lustros en las<br />
aulas, las que han forjado esa historiografía oficial que no sólo ha<br />
ignorado a los indígenas, sino también a las mujeres, e igualmente<br />
a los campesinos, a los obreros y a las grandes masas populares, a<br />
la vez que se concentraba solamente en el estudio de la vida de los<br />
presidentes y de los políticos mas conocidos, en las pugnas de los<br />
pequeños y elitistas grupos o facciones de las clases dominantes,<br />
o en el análisis de los discursos y las obras de tal o cual literato,<br />
científico, o 'gran personaje' de nuestra historia nacional. Poniendo<br />
entonces el énfasis en ese estudio de las guerras, de los tratados, de<br />
las acciones <strong>del</strong> Estado y de la biografía de los supuestos "grandes<br />
héroes" de la nación, la historia oficial e incluso una inmensa mayoría<br />
de la historia académica, ha hecho hasta el día de hoy caso<br />
omiso de las realidades económicas, sociales, culturales y civilizatorias<br />
que, en profundidad y de una manera esencial, han definido<br />
las grandes líneas de la evolución de nuestra historia en general.
18<br />
CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />
ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR •<br />
Por eso, hace falta llevar a cabo una doble tarea transformadora<br />
dentro <strong>del</strong> vasto espacio de nuestros estudios históricos actuales:<br />
en primer lugar, un trabajo sistemático de crítica permanente de<br />
esa historia oficial, positivista y tradicional, trabajo que al mismo<br />
tiempo que denuncia y demuestra las inconsistencias y la pobreza<br />
de los resultados historiográficos producidos por esta historia limitada<br />
que ha sido dominante en nuestro país hasta el día de hoy,<br />
hace evidente también la clara función conservadora <strong>del</strong> statu C\UQ<br />
que ha cumplido y que cumple este mismo tipo de historia perezosa<br />
y complaciente con los actuales grupos y clases dominantes.<br />
Pero también y en segundo lugar, es ahora necesario mostrar con<br />
claridad los nuevos rumbos por los que debe transitar la nueva historia<br />
que urge comenzar a elaborar, explicando con paciencia y<br />
detalle el conjunto de herramientas intelectuales y de puntos de<br />
apoyo que habrá que utilizar en la construcción de esa otra historia<br />
diferente y crítica, a la vez que avanzamos, audazmente, en las<br />
primeras aplicaciones y reconstrucciones de los diferentes temas y<br />
períodos que comprende nuestra propia historia nacional.<br />
De este modo, promover e impulsar una historia nueva, actualizada,<br />
científica y crítica en nuestro país, no es otra cosa que intentar<br />
asumir, dentro de nuestro propio oficio de <strong>historiador</strong>es, las<br />
consecuencias importantes de la situación histórica también nueva<br />
que ahora vivimos. Pero no para renovar y reciclar una vez más,<br />
vistiéndola con nuevas ropas, a la vetusta y siempre bien vista historia<br />
oficial complaciente con el poder y dispuesta eternamente a<br />
legitimarlo y a servirlo, sino más bien para volver a conectar a esta<br />
renovada ciencia de la historia con sus raíces fundadoras esenciales,<br />
pertenecientes a las mejores tradiciones <strong>del</strong> pensamiento social<br />
crítico contemporáneo. Es decir, renovar a la historia para restituirle<br />
su dimensión profunda como historia crítica, vinculada a los<br />
movimientos sociales actuales y a las urgencias y demandas principales<br />
<strong>del</strong> presente, a la vez que dispuesta a contribuir y a colaborar,<br />
en la medida de lo posible, en la construcción de un futuro<br />
diferente, donde se elimine la explotación económica, el despotismo<br />
político, y la desigualdad y discriminación sociales, y en<br />
donde el porvenir no sea visto, como sucede hoy, con aprehensión<br />
y con temor, sino por el contrario, con verdadero optimismo y con<br />
profunda esperanza.<br />
* * *
CAPÍTULO i<br />
DE ANTIMANUALES<br />
Y ANTIDEFINICIONES DE LA HISTORIA<br />
"En pocas palabras, podemos decir<br />
que (...) un <strong>mal</strong> Manual solo merece<br />
ser fulminado...".<br />
Marc Bloch, "¿Manuales o Síntesis?",<br />
AHES,vol. V, 3933.<br />
MARC BLOCH<br />
¿Por qué escribir y publicar hoy, en los inicios de este tercer milenio<br />
cronológico, un Anti-manual y además, un anti-manual <strong>del</strong> "<strong>mal</strong><br />
<strong>historiador</strong>"?. Porque estamos convencidos de que la mayoría de<br />
las instituciones académicas que hoy forman y educan a los futuros<br />
<strong>historiador</strong>es de nuestro país, lo que están educando y formando<br />
es a <strong>mal</strong>os <strong>historiador</strong>es, y no a <strong>historiador</strong>es críticos, serios, creativos<br />
y científicos. Y también porque sabemos que el sentido que tienen,<br />
en general, todos los "manuales" es el de simplificar ideas o argumentos<br />
complicados, con el fin de volverlos asequibles a un público<br />
cada vez más amplio.<br />
Pero nuestro objetivo en este pequeño libro es muy distinto: lo<br />
que queremos no es hacer simples, ideas que son complejas, sino<br />
más bien combatir y criticar viejas ideas simples, rutinarias y ya<br />
superadas sobre lo que es y sobre lo que debería ser la historia.<br />
Ideas que a fuerza de repetirse, desde la educación primaria más<br />
elemental hasta el nivel universitario de la licenciatura y de los<br />
postgrados, han terminado por ser aceptadas y reconocidas por la<br />
inmensa mayoría, construyendo así la empobrecida y deformada<br />
noción de lo que hoy se llama comúnmente "historia".<br />
Al mismo tiempo, y luego de criticar esa visión anacrónica y<br />
limitada hoy imperante, de lo que es y de lo que debería ser la
CARLOS ANTONIO AGUTRRE ROJAS<br />
• ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR •<br />
historia, queremos presentar, también de modo accesible a un<br />
vasto público, ciertas ideas y propuestas, complejas y elaboradas,<br />
de lo que en nuestra opinión debería ser y es en verdad la historia<br />
más actual y más de vanguardia. Pero no convirtiendo a esas propuestas<br />
e ideas en tesis y nociones simples, sino más bien reformulándolas<br />
de una manera sencilla, que a la vez que mantiene su<br />
complejidad, las ilustra con ciertos ejemplos y las desmenuza con<br />
más detalle, retraduciéndolas a un lenguaje más cercano y asequible<br />
a ese amplio público.<br />
Porque lejos de esa imagen que nos han impuesto, y que reproducen<br />
con tenacidad la inmensa mayoría de nuestras escuelas y<br />
de nuestras Universidades, imagen que presenta a la historia como<br />
algo aburrido y memorístico, que sólo se ocupa de cosas viejas y de<br />
rancios pasados ya muertos y lejanos, la historia más actual y de<br />
vanguardia es en cambio algo vivo y apasionante, que investiga los<br />
más relevantes problemas <strong>del</strong> ser humano y de las sociedades contemporáneas,<br />
con una riqueza de instrumentos intelectuales, y de<br />
métodos y técnicas, que deslumhran de inmediato a todos aquellos<br />
que deciden introducirse seriamente en sus interesantes e intrincados<br />
laberintos.<br />
Así, para nosotros, la historia no es una disciplina asociada solamente<br />
con los archivos, y con los hechos, personajes y sucesos ya<br />
desaparecidos y muertos, sino una ciencia también de lo social y<br />
de lo vivo, atenta al perpetuo cambio histórico de todas las cosas,<br />
y directamente conectada, de mil y una maneras, con nuestro presente<br />
más actual, lo mismo que con nuestra vida social mediata e<br />
inmediata, en todas sus múltiples y variadas manifestaciones.<br />
Además, si el tipo de <strong>historiador</strong> que hoy se forma en la gran<br />
mayoría de las escuelas y de los postgrados de historia de nuestro<br />
país, es de manera predominante un <strong>mal</strong> <strong>historiador</strong>, poco actualizado<br />
respecto de las principales corrientes historiográficas más<br />
actuales, y poco informado de los trabajos y de las obras de los más<br />
importantes <strong>historiador</strong>es <strong>del</strong> siglo xx, entonces el tipo de historia<br />
que también de un modo generalizado se produce y se publica<br />
entre nosotros, es una historia puramente descriptiva, monográ-<br />
fica, empobrecida y profundamente acrüica. Porque no hay duda<br />
de que es inofensivo y hasta conveniente para los actuales poderes<br />
y grupos dominantes, que se repitan hasta el cansancio -de los<br />
alumnos y hasta de los propios profesores- las "gestas gloriosas"<br />
de nuestra Independencia, los cuentos sabidos y archir repetí dos<br />
de nuestra historia colonial, las versiones paternalistas y hasta<br />
indulgentes de nuestra etapa precolombina o prehispánica, y las<br />
siempre ligeramente preocupadas versiones de nuestro "agitado" y<br />
"caótico" siglo xix. Y todo ello, para confortarnos al final con la idea<br />
de que hoy, a pesar de todo, estamos mucho mejor que en cualquiera<br />
de esas épocas <strong>del</strong> "pasado", y para demostrarnos por enésima<br />
ocasión que, a fin de cuentas, "hemos progresado".<br />
Sin embargo, y desde hace ya más de un siglo, la verdadera historia<br />
científica ha peleado abiertamente para dejar de ser ese simple<br />
instrumento de legitimación de los poderes estatuidos, tratando<br />
de distanciarse tanto de la "historia" oficial -en verdad, más bien<br />
simple crónica de las conquistas, de las victorias y de los 'logros' de<br />
esos mismos poderes-, como de las distintas versiones de la igualmente<br />
limitada y sometida historia tradicional. Ya que es imposible<br />
hacer una historia seria, de cualquier hecho, fenómeno o proceso,<br />
en cualquier momento o etapa <strong>del</strong> "pasado" o <strong>del</strong> "presente", que<br />
no muestre en su análisis la necesaria finitud y caducidad de lo<br />
que se estudia, haciendo evidentes el carácter efímero y los límites<br />
temporales de ese problema investigado, y subrayando el obligado<br />
cambio histórico al que están sometidos todos esos procesos, fenómenos<br />
y sucesos mencionados.<br />
Pero entonces, si practicamos el análisis histórico desde esta<br />
idea de la historia siempre atenta al cambio, y siempre enfocada en<br />
esa dialéctica de permanencia y de transformación de todos sus<br />
objetos de estudio, desembocamos necesariamente en una historia<br />
genuinamente crítica, que junto al "lado bueno" de las cosas<br />
observa y analiza también su "lado <strong>mal</strong>o", desmitificando a los<br />
héroes y nor<strong>mal</strong>izando a los personajes y a las situaciones extraordinarias<br />
y excepcionales, al tiempo que "desglorifica" los orígenes<br />
y las gestas fundadoras, e introduce sistemáticamente los fracasos
CARLOS ANTONIO AGUIRRF. ROJAS<br />
• ANTTMANUAL DEL MAL HISTORIADOR •<br />
junto a los éxitos, la vida cotidiana al lado de los "grandes momentos<br />
históricos", los procesos sociales y económicos por debajo de las<br />
grandes batallas militares o de los resonantes sucesos políticos, y<br />
las creencias colectivas y la cultura popular junto a las brillantes<br />
ideas y las "obras geniales" de la ciencia, la literatura o el conocimiento<br />
de lo social, por mencionar sólo algunos de los tantos<br />
ejemplos posibles.<br />
Una historia crítica, que siendo forzosamente opuesta a las historias<br />
oficiales y tradicionales hasta hoy dominantes, se desplaza<br />
sistemáticamente de las explicaciones consagradas y de los lugares<br />
comunes repetidos, para intentar construir nuevas y muy diferentes<br />
interpretaciones de los hechos y de los problemas históricos,<br />
para rescatar e incorporar nuevos territorios, dimensiones<br />
o elementos hasta ahora ignorados o poco estudiados por los<br />
<strong>historiador</strong>es anteriores, y para restituir siempre el carácter dinámico,<br />
contradictorio y múltiple de toda situación o fenómeno<br />
histórico posible. Una historia difícil, rica, aguda y crítica, que se<br />
cultiva muy escasamente en nuestro país, y que es sin embargo la<br />
única historia realmente valiosa y aceptable, si es que deseamos<br />
escribir y enseñar una buena historia, y si es que pretendemos, en<br />
esa misma práctica histórica, estar por lo menos a la altura de los<br />
desarrollos y de los progresos más recientes que ha alcanzado hoy<br />
el oficio de <strong>historiador</strong>, en el mundo entero, y en estos inicios <strong>del</strong><br />
tercer milenio cronológico que ahora comenzamos a vivir.<br />
Si un manual tradicional, que ayuda a formar <strong>mal</strong>os <strong>historiador</strong>es<br />
oficiales y tradicionales, comienza siempre por ciertas definiciones,<br />
entonces un <strong>Antimanual</strong> como este, que persigue abrir el espacio<br />
y coadyuvar a crear las condiciones para formar buenos <strong>historiador</strong>es<br />
críticos, debería comenzar tal vez con toda una serie de<br />
antidefiniciones. Anticonceptos, antinociones y antidefiniciones de<br />
lo que debemos entender por la historia, de cuál es su específico<br />
objeto de estudio, de sus métodos principales y de sus técnicas fundamentales,<br />
lo mismo que de sus objetivos, sus resultados y sus<br />
mo<strong>del</strong>os, teorías, categorías y problemáticas más esenciales.<br />
Entonces, definiendo o estableciendo lo que para nosotros no es<br />
la historia y los problemas a los que no debería de limitar su estudio,<br />
y las técnicas en las que no debería estar confinada, etc., quizá<br />
sea posible no sólo identificar con más precisión a este tipo de<br />
historia tradicional y aburrida que todavía hoy padecen nuestros<br />
estudiantes a lo largo de toda su formación, sino también ayudar<br />
a desbrozar el camino para superar a este tipo de historia, y para<br />
ser capaces de proponer y de practicar otra historia, completamente<br />
diferente y nueva.<br />
Historia diferente a la que hoy se cultiva mayoritariamenté, que<br />
no es "la ciencia que estudia los hechos y situaciones <strong>del</strong> pasado".<br />
Porque, más allá de que es totalmente imposible fijar con rigor y<br />
certidumbre la fecha, o momento, o etapa que hoy divide nuestro<br />
"presente" de nuestro "pasado", es claro también que la historia<br />
no es esa aburrida y temerosa ciencia <strong>del</strong> pasado, sino más bien la<br />
ciencia que se consagra al estudio de "la obra de los hombres en el<br />
tiempo", según la acertada definición de Marc Bloch, y por lo tanto,<br />
el examen crítico que abarca lo mismo el más pretérito periodo de<br />
la <strong>mal</strong> llamada "prehistoria" humana, que el más actual e inmediato<br />
presente.<br />
Ya que es claro que esta definición de la historia, como ciencia<br />
que estudia el pasado, no sólo pretende rehuir el compromiso<br />
social <strong>del</strong> <strong>historiador</strong> con su propio presente, sino que también<br />
confunde a nuestro oficio, con la simple y burda tarea <strong>del</strong> anticuario.<br />
Porque son el anticuario o el coleccionista de antigüedades,<br />
los que se ocupan "sólo <strong>del</strong> pasado", rompiendo artificialmente una<br />
línea temporal que es esencialmente continua, línea que nos demuestra<br />
permanentemente que cualquier 'presente' -y por ende,<br />
también cualquier 'pasado'-, no es más que una compleja articulación<br />
estratificada de distintos "pasados todavía presentes", es<br />
decir de diversos hechos y fenómenos históricos que remontan<br />
su origen y su vigencia a muy diferentes líneas y magnitudes
CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />
ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR •<br />
temporales, magnitudes que incluyen desde el estricto ayer de<br />
unos días, semanas o meses, hasta los varios pasados de lustros,<br />
décadas, siglos o hasta milenios.<br />
Historia entonces que estudia tanto el "pasado" como el más<br />
actual y candente "presente", y además sin caer en su falsa y siempre<br />
artificial separación, que explica que hoy exista, con plena<br />
legitimidad y reconocimiento social, el área de la llamada historia<br />
contemporánea, también nombrada a veces como historia inmediata,<br />
o historia <strong>del</strong> tiempo presente, historia que tomando como<br />
su objeto de análisis a esos fenómenos actuales <strong>del</strong> más diverso<br />
orden, es capaz de integrarlos y de explicarlos dentro de una visión<br />
que restituye en profundidad toda su carga y toda su densidad<br />
históricas específicas.<br />
Una historia que no se construye, además, sólo con documentos<br />
escritos, ni tampoco sólo con los testimonios depositados en los<br />
archivos históricos. Porque el buen <strong>historiador</strong> no se forma sólo en<br />
los archivos, sino también, y muy esencialmente, en la observación<br />
acuciosa y aguda de la vida más actual y de la vida <strong>del</strong> pasado en<br />
todas sus múltiples y variadas manifestaciones. Ya que hace más<br />
de siglo y medio que aprendimos que las fuentes <strong>del</strong> <strong>historiador</strong> no<br />
se reducen sólo a los textos y a los testimonios escritos, sino que<br />
abarcan absolutamente a toda huella o trazo humano que nos permita<br />
descifrar y reconstruir el problema histórico que acometemos.<br />
Así, lo mismo la dendrocrenología, que nos permite volver a trazar<br />
las diferencias <strong>del</strong> clima durante cientos de años, que el análisis <strong>del</strong><br />
carbono 14, que hace posible datar la antigüedad de un hueso fósil,<br />
e igualmente la fotografía aérea, que nos deja ver las diferentes<br />
formas que adquieren los campos de cultivo en las distintas regiones<br />
de un país, o la iconografía, que nos entrega parte de las actitudes<br />
y de las prácticas cristianas de un culto religioso, son todas<br />
fuentes pertinentes y legítimas <strong>del</strong> trabajo actual y cotidiano de los<br />
<strong>historiador</strong>es. Ya que cuando se trata de comprender, y luego de<br />
explicar un hecho o proceso histórico determinado, el <strong>historiador</strong><br />
inteligente está autorizado a recurrir a cualquier elemento o indicio<br />
posible que le permita entender o analizar el específico problema<br />
que aborda. Lo que explica el hecho de que, en la actualidad, la<br />
historia se haga apoyándose lo mismo en la fotografía o en el cine<br />
que recurriendo sistemáticamente a los testimonios orales, e igualmente<br />
interpretando una pintura o un monumento, que construyendo<br />
una serie económica, demográfica o cultural, entre tantas<br />
otras posibles fuentes de las que ahora disponen los <strong>historiador</strong>es<br />
en el ejercicio de su oficio.<br />
Otra "antidefinición" importante de la historia verdaderamente<br />
científica es la que afirma que no es posible hacer la historia de<br />
México, o de Francia, o de Chile o España, e incluso la historia de<br />
Europa, o de África, o de América Latina, si uno se queda limitado<br />
al análisis de los procesos y de los hechos puramente mexicanos,<br />
franceses, chilenos, españoles, europeos, africanos o latinoamericanos,<br />
según los diversos casos respectivos. Porque después <strong>del</strong><br />
siglo xvi, y <strong>del</strong> profundo e irreversible proceso de radical universalización<br />
histórica que la humanidad ha vivido en los últimos cinco<br />
siglos, es cada vez más imposible entender las historias locales,<br />
nacionales o regionales, si uno se encierra en el limitado y siempre<br />
parcial horizonte local, nacional o regional. Y sin embargo, todavía<br />
hoy siguen siendo muy comunes y difundidas, por ejemplo, esas<br />
historias "nacionales" que no van más allá de sus propias fronteras,<br />
limitándose en el mejor de los casos a considerar ciertos elementos<br />
que desde esta perspectiva, suelen calificarse como los "factores<br />
externos" de esos mismos procesos nacionales estudiados<br />
-factores externos que, en este caso, son siempre concebidos solamente<br />
como un simple "complemento" marginal e inesencial, para<br />
la explicación <strong>del</strong> "cuadro total"-, cuando no simplemente ignoran<br />
totalmente la existencia misma <strong>del</strong> resto <strong>del</strong> mundo, en el peor de<br />
los casos.<br />
Pero si Henri Pirenne gustaba de repetir que no había "historia<br />
posible de Bélgica, que no fuese a la vez una historia de Europa",<br />
y si tanto March Bloch como Fernand Brau<strong>del</strong> han retomado esta<br />
sentencia pirenniana para agregar que, además, no hay historia<br />
posible de Europa que no sea a la vez una historia <strong>del</strong> mundo,<br />
entonces no existe hoy historia científica posible que no rompa
( \tm»', AN IONIO AIÍUIRRK ROJAS<br />
ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />
totalmente con el limitado marco nacional, incorporando y considerando<br />
el rol siempre esencial que juega la historia universal<br />
dentro de cada una de las historias regionales, continentales, nacionales<br />
y hasta locales de cualquier espacio o rincón de nuestro<br />
planeta. Y esto, no al simple modo secundario de los "factores<br />
externos", sino como dimensión fundamental subyacente a los procesos<br />
más locales, sin la cual es imposible la adecuada comprensión<br />
de los problemas estudiados. Porque, por ejemplo, los movimientos<br />
y los procesos complejos de las Independencias de México, o<br />
de Colombia, o de toda América Latina como conjunto, no pueden<br />
entenderse adecuadamente, sin tomar también en cuenta los elementos<br />
fundamentales que aporta la existencia de la crisis profunda<br />
que entonces vive Europa, y que determina el sentido de los<br />
profundos reacomodos internos europeos de esos mismos tiempos,<br />
que serán factor decisivo para la irrupción de dichas Independencias.<br />
De la misma manera en que el movimiento de 1968 en<br />
México, o el proceso <strong>del</strong> 'Cordobazo' argentino de 1969, resultan<br />
incompletos en su explicación, si no los resituamos dentro de un<br />
cuadro mucho mas global que permita compararlos y vincularlos<br />
con las similares y también simultáneas experiencias de, por ejemplo,<br />
el mayo francés, la primavera de Praga o la gran revolución<br />
cultural china de 1966, entre otros.<br />
Otra antinoción importante, es la que afirma que el <strong>historiador</strong><br />
bien formado y capaz de enfrentar los problemas actuales e históricos<br />
más importantes, no se forma leyendo sólo textos y trabajos de<br />
otros <strong>historiador</strong>es o de otros practicantes <strong>del</strong> mismo oficio. Porque<br />
si bien es cierto que sin conocer la obra de los principales <strong>historiador</strong>es,<br />
y de las principales corrientes historiográficas de los últimos<br />
ciento cincuenta años, es imposible aspirar a ser un verdadero <strong>historiador</strong>,<br />
también es claro que el buen <strong>historiador</strong> se educa y se<br />
forma, hoy en día, lo mismo en la lectura de los economistas que<br />
de los antropólogos, y lo mismo con los buenos textos clásicos<br />
de la sociología, la geografía o la sicología, que leyendo buenas<br />
y muchas novelas, junto a los trabajos mas importantes y a las<br />
obras principales de los cientistas políticos, de los etnólogos o de<br />
los especialistas <strong>del</strong> derecho, entre otros.<br />
En este punto, alguien podría observar y con razón, que en<br />
una gran parte de nuestras escuelas de historia no se estudia ni<br />
se lee ni siquiera a los propios <strong>historiador</strong>es importantes <strong>del</strong> siglo<br />
xx, ni tampoco a las principales obras de historia paradigmáticas y<br />
ejemplares de las más importantes corrientes historiográficas hoy<br />
vigentes en el mundo entero. Pero si esta observación es legítima,<br />
sólo señala la doble laguna que debemos aún colmar, leyendo tanto<br />
esas obras de historia y a esos <strong>historiador</strong>es, como también a los<br />
autores esenciales de todo el conjunto de las hoy llamadas ciencias<br />
o disciplinas sociales. Porque es obvio que la historia abraza,<br />
dentro de sus vastos territorios, a todo el inmenso abanico de lo<br />
social-humano en el tiempo, lo que quiere decir que sólo puede<br />
construirse adecuadamente, desde un conocimiento sólido e igualmente<br />
amplio de los principales aportes de todas esas ciencias que<br />
versan sobre los distintos aspectos que incluye esa dimensión de lo<br />
social-humano en su totalidad. Lo que implica, entre tantas otras<br />
cosas, que una buena licenciatura en historia, debería de incluir en<br />
su plan de estudios, buenos y sólidos cursos de introducción o de<br />
nociones básicas de la antropología y de la economía, lo mismo que<br />
los fundamentos de la geografía histórica -o mejor aún, de la geohistoria-,<br />
de la sociología, de la ciencia política o de la sicología,<br />
por mencionar sólo algunos de los varios ejemplos posibles.<br />
Antidefiniciones de una buena historia crítica, que incluyen<br />
también, necesariamente, la idea de que esta historia científica y<br />
rigurosa no puede elaborarse con seriedad, si se rechaza o se ve<br />
con desprecio, o incluso si se considera sólo marginal o secundariamente,<br />
a todas esas dimensiones fundamentales que son las de<br />
la filosofía, la teoría, la metodología y la historiografía. Ya que es<br />
necesario reconocer que, en el tipo de historia que hoy se hace y<br />
se enseña predominantemente en nuestras escuelas y en nuestras<br />
divisiones de postgrado, reina una visión de la historia terriblemente<br />
empirista y hasta antiteórica.<br />
Así, toda reflexión que vaya más allá <strong>del</strong> mero enunciado de los<br />
supuestos "datos duros" y de los "hechos comprobados", y todo<br />
esfuerzo por preguntar acerca de los modos en que se organiza
.11<br />
CARLOS ANTONIO AGUTRRE ROJAS<br />
• ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />
e interpreta el material historiográfico, o por los mo<strong>del</strong>os que se<br />
ponen en juego para llevar a cabo la investigación histórica, lo<br />
mismo que las múltiples preguntas sobre el sentido específico que<br />
tiene la elección de un tema de estudio, sobre el cuestionario que<br />
organiza la pesquisa histórica, respecto de las categorías que se<br />
utilizan para explicar los fenómenos abordados, o sobre la forma<br />
en que habrán de presentarse y de transmitirse los resultados <strong>del</strong><br />
trabajo realizado, todo esto es rápidamente descalificado por los<br />
actuales promotores de la <strong>mal</strong>a historia oficial, positivista y tradicional,<br />
que se nos intenta imponer desde las aulas. Descalificación<br />
que, inmediatamente, presenta a todo este tipo de preguntas y de<br />
reflexiones como si fuesen problemas "metafísicos", "filosóficos" en<br />
un sentido peyorativo <strong>del</strong> término, y más en general, como simple<br />
y perniciosa "pérdida de tiempo".<br />
Y es que domina todavía terriblemente, entre el gremio de los<br />
seguidores de Clío, un antiteoricismo ampliamente difundido, que<br />
rechaza los debates teóricos fuertes e ignora totalmente los problemas<br />
de orden metodológico, mirando desdeñosamente a los<br />
filósofos que se atreven a incursionar en la historia, y abandonando<br />
ciegamente el fundamental campo o rama de la historia de la historiografía.<br />
Con lo cual, no existen en nuestras carreras y postgrados<br />
de historia, buenos y sólidos cursos de teoría de la historia y de<br />
metodología histórica, a la vez que tanto la filosofía de la historia<br />
como la historiografía, son casi siempre rebajadas a un aburrido y<br />
elemental recuento cronológico de autores y de obras, que se enumeran<br />
y resumen de la manera más simplista posible, sin ubicar<br />
jamás los contextos historiográfieos, intelectuales, sociales y generales<br />
de dichos autores y obras, por no mencionar la ausencia total<br />
de clasificaciones, de periodizaciones razonadas y comprehensivas,<br />
de estudios serios de filiaciones y de tipologías, a la vez que de<br />
reagrupamientos globales, de líneas de tendencia y de itinerarios<br />
más estructurales.<br />
Pero sin teoría no hay buena historia, como no la hay tampoco<br />
sin el desarrollo de un cierto entrenamiento en el campo de la<br />
reflexión filosófica, sin la comprensión y el manejo de sus múltiples<br />
metodologías, y sin el diagnóstico y balance permanente que representa<br />
su propio autoexamen, desarrollado justamente por esa<br />
rama que constituye dicha historia de la historiografía.<br />
También es importante, para poder escribir y enseñar una historia<br />
seria y digna de este nombre, afirmar la antinoción de que la<br />
historia no es una disciplina antiquísima, bien establecida y <strong>del</strong>imitada,<br />
con su objeto, sus métodos, sus técnicas y sus conceptos ya<br />
definitivamente constituidos y determinados. Por el contrario, la<br />
historia concebida como proyecto realmente científico data de hace<br />
sólo ciento cincuenta años, siendo una disciplina que se encuentra<br />
todavía en sus primeras e iniciales etapas de desarrollo, y por ende,<br />
en un intenso y continuo proceso de crecimiento y de enriquecimiento<br />
constante, y aún a la búsqueda de nuevos objetos, paradigmas,<br />
mo<strong>del</strong>os teóricos, conceptos, problemáticas y técnicas aún por<br />
descubrir.<br />
Porque como bien lo ilustra la historia de esa historiografía que<br />
en sentido estricto podemos llamar contemporánea -es decir, la que<br />
se despliega desde los trabajos y los aportes <strong>del</strong> proyecto crítico de<br />
Carlos Marx desarrollados dentro de este campo y hasta nuestros<br />
días-, es claro que con cada nueva generación de <strong>historiador</strong>es,<br />
nuestra disciplina se ha ido desarrollando y haciendo más compleja,<br />
en la medida en que incorpora, todo el tiempo y de modo<br />
incesante, a esas nuevas técnicas, nuevos problemas, nuevos mo<strong>del</strong>os,<br />
teoremas, paradigmas y conceptos que antes hemos mencionado.<br />
Lo que entonces, y quizá más que en otras ciencias, obliga al<br />
<strong>historiador</strong> a estar atento, siempre y con mirada ágil y despierta,<br />
a los nuevos desarrollos y a los progresos y avances más recientes<br />
de su propia disciplina. Por eso, Fernand Brau<strong>del</strong> nos ha recordado<br />
que la historia no puede ser más que la "suma de todas las historias<br />
posibles, pasadas, presentes y futuras", es decir sólo el conjunto<br />
articulado de todos los progresos de una ciencia que se encuentra<br />
todavía en su infancia, y a la que aún le falta un largo y amplio<br />
camino por recorrer.<br />
Otra antinoción necesaria es la que nos enseña que la historia no<br />
es ni la simple "cronología" o recuento sucesivo de gobernantes y
CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />
ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />
batallas, ni tampoco un titánico y siempre aburrido ejercicio de la<br />
memoria de los alumnos y los estudiantes, a los que se quiere obligar<br />
a repetir y acumular en la cabeza una serie de fechas, lugares,<br />
datos, cifras y anécdotas, en su mayoría inútiles e irrelevantes,<br />
aún cuando a veces puedan ser pintorescos y hasta emocionantes.<br />
Porque todavía hoy, existen en nuestro país eruditas colecciones de<br />
nuestra historia "contemporánea", cuyo criterio de periodización<br />
sigue siendo, asombrosamente, el de los cortes sexenales o cuatrianuales<br />
de los sucesivos gobiernos de los presidentes, como si<br />
un país entero cambiase totalmente, o incluso cambiase significativamente,<br />
con cada unción de un nuevo presidente de nuestra<br />
república. Y es todavía el día en que se sigue equiparando a la historia,<br />
con el aprendizaje memorístico de lugares y batallas de nuestra<br />
"ruta de la independencia", o de decretos y leyes emitidas por<br />
los gobernantes liberales o conservadores, lo mismo que por las<br />
disputas, golpes de estado, rebeliones o consolidaciones de tal o<br />
cual Estado, gobierno o régimen político.<br />
Sin embargo, y felizmente para nosotros los <strong>historiador</strong>es, la<br />
historia es mucho más que esas solas cronologías políticas de presidentes,<br />
gobernantes, facciones políticas y Estados, abarcando la<br />
densidad misma <strong>del</strong> tejido completo de las sociedades, e incluyendo<br />
entonces dentro de sus territorios a la historia económica y a<br />
la historia cultural, a las transformaciones demográficas y a las<br />
grandes mutaciones sociales, lo mismo que a la evolución religiosa,<br />
psicológica, artística o de la familia, entre tantos y tantos<br />
otros temas que no "ajustan" jamás sus itinerarios evolutivos, a<br />
los simples cortes <strong>del</strong> "gobierno <strong>del</strong> presidente x", o <strong>del</strong> "régimen<br />
político de Y".<br />
Además, y si es claro que toda historia seria necesita de buenas<br />
y sistemáticas cronologías, de mapas y Atlas b'ien proyectados y<br />
bien concebidos, de buenas y sólidas series cuantitativas, y de<br />
estadísticas pertinentes de hechos, cifras y datos precisos y rigurosos,<br />
también es evidente que todo esto no es otra cosa que el soporte<br />
fáctico, o la plataforma de los hechos indispensable, sobre la cual se<br />
construye la verdadera historia, es decir la explicación comprehen-<br />
siva, la interpretación inteligente, y la reinserción cargada de sentido<br />
profundo, de todo ese conjunto de hechos y de fenómenos,<br />
dentro de los procesos históricos globales específicamente investigados.<br />
Finalmente, una última antinoción en contra de la <strong>mal</strong>a historia<br />
positivista y oficial, se refiere al hecho de que la historia no<br />
está ni obligada ni condenada fatalmente, a ser sólo el registro y el<br />
instrumento de autolegitimación de las clases dominantes y de los<br />
poderes existentes en turno. Pues aunque siempre han existido, y<br />
seguirán existiendo, los <strong>historiador</strong>es y los profesores de historia<br />
que están dispuestos a rebajar a Clío a la simple y limitada función<br />
de ser una clara "memoria <strong>del</strong> poder", que rehace la tradición y<br />
reinventa todo el tiempo el pasado, para construir la historia desde<br />
el "punto de vista de los vencedores", también han existido siempre<br />
los <strong>historiador</strong>es valientes y críticos, que "pasando el cepillo<br />
a contrapelo de la historia" han sido capaces de construir la historia<br />
"desde el punto de vista de las víctimas" y de los vencidos, forjando<br />
contrahistorias y contramemorias históricas que rescatan esos<br />
múltiples "pasados vencidos", pero vivos y actuantes, de que habla<br />
Walter Benjamín.<br />
Entonces, rompiendo con los lugares comunes de la historia oficial,<br />
y haciendo frente a ese proceso de legitimación de lo existente,<br />
que siempre concluye por explicarnos que "vivimos en el mejor de<br />
los mundos posibles", y que tal o cual proceso actual puede ser<br />
bueno, regular o <strong>mal</strong>o, pero que es inevitable e ineludible -como en<br />
el caso actual de la <strong>mal</strong> llamada "globalización"-, rompiendo con<br />
estas visiones interesadamente fatalistas <strong>del</strong> pasado y <strong>del</strong> presente,<br />
el buen <strong>historiador</strong> genuinamente crítico, nos recuerda siempre<br />
que ayer igual que hoy, la historia es un terreno de disputa constante,<br />
donde de manera contradictoria y tenaz se enfrentan siempre<br />
varios futuros alternativos posibles, varias líneas abiertas de posibles<br />
evoluciones diferentes, y en donde la línea o futuro que resulta<br />
finalmente vencedor y que se actualiza, se decide justamente desde<br />
y dentro de las condiciones concretas de ese espacio de combate.
.15<br />
CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />
Por eso "ni siquiera los muertos están a salvo" sí el enemigo hoy<br />
en el poder vuelve a vencer, precisamente recodificando y reinventando<br />
el pasado en función de sus intereses, y de sus propios<br />
mitos y justificaciones ideológicas específicas. Y frente a ello, sólo<br />
es posible encender de nuevo "la chispa de la esperanza", si nos<br />
ubicamos <strong>del</strong> lado de los oprimidos y de las víctimas, defendiendo<br />
esos pasados que hoy han sido provisionalmente derrotados, pero<br />
a los que posiblemente les corresponde la victoria <strong>del</strong> mañana.<br />
Y por eso también, en lugar de escribir un aburrido manual<br />
para <strong>mal</strong>os <strong>historiador</strong>es, lleno de definiciones anacrónicas sobre<br />
una historia plana, acomodaticia con el poder, acendradamente<br />
empirista y limitada en sus concepciones, en sus fuentes y en sus<br />
horizontes, hemos preferido mejor, intentar esbozar esta suerte<br />
de <strong>Antimanual</strong>, con ciertas "antidefiniciones" iniciales, y que toma<br />
partido abiertamente por una historia más densa y más profunda,<br />
aunque también más difícil y compleja. Una historia que ubicándose<br />
claramente dentro de las tradiciones <strong>del</strong> pensamiento social<br />
crítico, desarrollado desde hace siglo y medio, está atenta a la teoría,<br />
a la filosofía y a la metodología, a la vez que se reivindica como<br />
abierta y vasta en la definición de su objeto, sus fuentes, sus técnicas,<br />
sus mo<strong>del</strong>os y sus paradigmas más esenciales.<br />
Después de haber definido el tipo de historia que no queremos<br />
continuar haciendo, y que no deseamos que se siga enseñando e<br />
imponiendo en nuestras aulas, pasemos a ver ahora los "pecados"<br />
recurrentes <strong>del</strong> <strong>mal</strong> <strong>historiador</strong>, pecados que es necesario evitar a<br />
toda costa, si es que realmente intentamos construir otro tipo de<br />
historia, genuinamente científica y genuinamente crítica.<br />
CAPITULO u<br />
LOS SIETE (Y MÁS) PECADOS CAPITALES<br />
DEL MAL HISTORIADOR<br />
"...la historia que se nos enseñaba a hacer<br />
no era, en realidad, mas que una deificación<br />
<strong>del</strong> presente con ayuda <strong>del</strong> pasado. Pero<br />
rehusaba verlo -y decirlo-".<br />
Lucien Febvre, Combates por la historia, 1953.<br />
La <strong>mal</strong>a historia es mil veces más fácil de hacer y de enseñar que la<br />
buena historia, que la historia crítica. Por eso, entre otras razones,<br />
ha proliferado tanto y se ha mantenido viva, en nuestro país y<br />
en muchas otras partes <strong>del</strong> mundo, durante tanto y tanto tiempo.<br />
Pero si es mucho más fácil y exige mucho menos esfuerzo ser un<br />
<strong>mal</strong> <strong>historiador</strong>, también es cierto que la medida de esa dificultad<br />
reducida y de esos magros esfuerzos, es igualmente la medida<br />
de los limitados resultados y de las pobres obras históricas que<br />
se obtienen. Porque el fruto directo de esa <strong>mal</strong>a historia hecha y<br />
enseñada, son justamente esos libros aburridos y pesados en tantos<br />
sentidos, que nadie lee y que nadie toma en cuenta, con la excepción<br />
de los pobres estudiantes a los que se obliga literalmente a<br />
revisarlos y a consultarlos, para poder obtener la nota o la calificación<br />
necesaria correspondiente.<br />
Libros y artículos que duermen en las bodegas de las editoriales<br />
universitarias, o en los anaqueles de las librerías y bibliotecas<br />
públicas, que sólo se dedican a repetirnos por enésima vez, en relatos<br />
grises y sin chiste, las "Actividades <strong>del</strong> Congreso Constituyente<br />
<strong>del</strong> Estado de x, en el momento de la revolución de Y" o "La biografía<br />
<strong>del</strong> general M, líder <strong>del</strong> movimiento N, en los años de 18..<br />
o 19..", o también "La historia <strong>del</strong> Virrey B, en el siglo c" o "La
CARLOS ANTONIO AGUIRRK ROJAS<br />
• ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR •<br />
historia de la inmigración E, y su influencia en nuestro país durante<br />
los años de la Revolución F". Ensayos y libros que, en su mayoría,<br />
no contienen ni siquiera investigación empírica nueva de hechos<br />
históricos relevantes, sino que en el peor de los casos resumen lo ya<br />
dicho e investigado por otros autores, y en el mejor de los casos<br />
sólo rescatan el fruto casual de algún trabajo directo de visita a<br />
cierto Archivo, realizado de manera azarosa y sin sistema, y en el<br />
que los datos e informaciones que se recolectan no tienen ningún<br />
orden ni sentido, al carecer de la definición de una problemática<br />
histórica específica, y de un sólido cuestionario que hiciese posible<br />
organizar dicha recolección de aquellos datos y hechos históricos<br />
que sean realmente los hechos significativos, en torno al problema<br />
concreto y específico que se quiere resolver. Trabajos pues característicos<br />
de esa <strong>mal</strong>a historia positivista, perezosa y fácil, que<br />
generalmente terminan por recuperar y poner juntos, de manera<br />
indiscriminada, lo mismo sucesos y datos importantes para los<br />
procesos históricos generales, que acontecimientos e informaciones<br />
totalmente irrelevantes e inesenciales.<br />
Mala historia, fácil de hacer y aburrida para enseñar, y que se<br />
plasma en una gran mayoría de los libros de historia que hoy se<br />
escriben y se editan en nuestro país, y que generalmente reproduce,<br />
en mayor o en menor medida, a los siete y a veces más<br />
"pecados capitales" <strong>del</strong> <strong>mal</strong> <strong>historiador</strong>, pecados que abordamos a<br />
continuación.<br />
El primer pecado capital de los <strong>mal</strong>os <strong>historiador</strong>es actuales es el<br />
<strong>del</strong> positivismo, que degrada a la ciencia de la historia a la simple<br />
y limitada actividad de la erudición. Muchos <strong>historiador</strong>es siguen<br />
creyendo hoy en día, en pleno comienzo <strong>del</strong> tercer milenio cronológico,<br />
que hacer historia es lo mismo que llevar a cabo el trabajo<br />
de investigación y de compilación <strong>del</strong> erudito. Y aunque ha pasado<br />
ya más de un siglo, desde la época en que fue escrito el tristemente<br />
célebre Manual de Ch. V. Langlois y Ch. Seignobos, titulado Introducción<br />
a los Estudios Históricos, este libro continúa siendo todavía la<br />
Biblia de esos <strong>mal</strong>os <strong>historiador</strong>es positivistas.<br />
Como si todo el siglo veinte cronológico, y toda la historiografía<br />
contemporánea que arranca con el proyecto crítico de Marx, desde<br />
los años de 1848, no fuese justamente una protesta permanente y<br />
una crítica sistemática de esta versión empobrecida de la historia<br />
que ha sido la historia positivista. Una historia que limitando el trabajo<br />
<strong>del</strong> <strong>historiador</strong>, exclusivamente al trabajo de las fuentes escritas<br />
y de los documentos, se reduce a las operaciones de la crítica<br />
interna y externa de los textos, y luego a su clasificación y ordenamiento,<br />
y a su ulterior sistematización dentro de una narración<br />
que, generalmente, solo nos cuenta en prosa lo que ya estaba dicho<br />
en verso en esos mismos documentos.<br />
Historia positivista que se autodefine justamente como la "ciencia<br />
que estudia el pasado", y que autoconcibiéndose a sí misma<br />
como una disciplina hiperespecializada, ya terminada, precisa y<br />
cerrada, es alérgica y reticente frente a la filosofía, la teoría, la<br />
metodología, e incluso frente a cualquier forma de interpretación<br />
audaz y creativa de los hechos históricos. Teniendo entonces horror<br />
respecto de toda interpretación que se despegue, aunque solo sea<br />
un poco, de la simple descripción de los datos "duros" "comprobados"<br />
y "verificables", esta historia positivista reduce no obstante<br />
dicha Verificabilidad' a la simple existencia o referencia de dichos<br />
datos, dentro de un documento escrito de archivo, que sea siempre<br />
posible citar, con toda precisión, en el pie de página correspondiente.<br />
Una historia justamente enamorada de los "grandes" hechos<br />
políticos y de las acciones resonantes y espectaculares de los Estados,<br />
igual que de las "grandes" batallas militares, que es también<br />
generalmente acrítica con los poderes y con los grupos dominantes<br />
que existen en cada situación.<br />
Y si bien es claro que sin erudición no hay historia posible, también<br />
es una gran lección de toda la historiografía contemporánea,<br />
desde Marx y hasta nuestros días, que la verdadera historia solo se<br />
construye cuando, apoyados en esos resultados <strong>del</strong> trabajo erudito,
CARLOS ANTONIO AGUIRRK ROÍAS<br />
• ANTIKÍANUAL DEL MAL HISTORIADOR •<br />
accedemos al nivel de la interpretación histórica, a la explicación<br />
razonada y sistemática de los hechos, de los fenómenos y de los<br />
procesos y situaciones históricas que estudiamos. Porque solo transitamos<br />
desde esa erudición todavía limitada hasta la verdadera<br />
historia, si reconocemos la importancia fundamental de este trabajo<br />
de la interpretación y de la explicación históricas, que construyen<br />
mo<strong>del</strong>os comprehensivos, que ordenan y dan sentido a los hechos<br />
y fenómenos históricos, integrando a estos últimos dentro de las<br />
grandes tendencias evolutivas <strong>del</strong> desarrollo histórico, y estableciendo<br />
de modo coherente y sintético, también los porqués y los<br />
cornos de los distintos problemas investigados.<br />
Porque ¿de qué nos sirve saber cuándo y dónde acontecieron<br />
ciertos hechos históricos, si no somos capaces de explicar también<br />
las causas profundas, mediatas e inmediatas, que provocaron y<br />
suscitaron estos hechos, y si no tenemos la habilidad de explicar,<br />
igualmente, las razones concretas y el sentido esencial que determinan<br />
que tal hecho se haya producido en ese momento y no antes<br />
ni después, en ese lugar y en ninguna otra parte, y además que<br />
haya acontecido <strong>del</strong> modo concreto en que sucedió y no de otra<br />
forma, teniendo por añadidura el peculiar desenlace o resultado<br />
que tuvo y no cualquier otro destino posible?. Y son precisamente<br />
todo ese tipo de preguntas, las que nunca se plantea el <strong>historiador</strong><br />
positivista, ocupado solo de expurgar los documentos de archivo,<br />
para fijar únicamente las fechas y los lugares de los "hechos tal y<br />
como han acontecido".<br />
Marginando entonces a un plano secundario, cuando no ignorando<br />
de plano, este nivel imprescindible de la explicación histórica,<br />
y de la genuina reconstrucción <strong>del</strong> sentido profundo que tienen los<br />
problemas históricos, los <strong>mal</strong>os <strong>historiador</strong>es positivistas se dedican<br />
solo a componer esas "colecciones de hechos muertos" que ya<br />
Marx ha criticado acertadamente desde sus propios tiempos.<br />
El segundo pecado capital <strong>del</strong> <strong>mal</strong> <strong>historiador</strong> es el <strong>del</strong> anacronismo<br />
en historia. Es decir, la falta de sensibilidad hacia el cambio<br />
histórico, que asume consciente o inconscientemente que los hom-<br />
bres y que las sociedades de hace tres o cinco siglos o de hace más<br />
de un milenio, eran iguales a nosotros, y que pensaban, sentían,<br />
actuaban y reaccionaban de la misma manera en que lo hacemos<br />
nosotros. Es decir, una historia que proyecta al actual individuo<br />
egoísta y solitario de nuestras sociedades capitalistas contemporáneas,<br />
como si fuese el mo<strong>del</strong>o eterno de lo que han sido los individuos,<br />
en todo tiempo y lugar, y a lo largo de toda la curva <strong>del</strong><br />
desarrollo humano.<br />
Pero con esto, se cancela una de las tareas primordiales de la<br />
historia, que es justamente la de mostrarnos, primero a los <strong>historiador</strong>es<br />
y después a toda la gente, en qué ha consistido precisamente<br />
el cambio histórico, qué cosas se han modificado al paso de los siglos<br />
y cuáles se han mantenido, y también cuáles han sido las diversas<br />
direcciones o sentidos de esas múltiples mutaciones históricas.<br />
Y no para afirmar, al modo de la <strong>mal</strong>a historia oficial y tradicional,<br />
una "necesaria" evolución o progreso ineluctable y fatal de la<br />
humanidad, sino más bien para comprender de manera crítica y<br />
autocrítica, el camino que hemos recorrido y los muchos errores<br />
que hemos cometido.<br />
Así, no hay buena historia posible sin la capacidad de "extrañamiento"<br />
y de "autoexilio" intelectual de nuestra propia circunstancia<br />
histórica, y también de nuestros propios valores y modos de<br />
ver, capacidad que nos prepara, justamente, para percibir y aprehender<br />
realmente otras culturas y oíros modos de funcionamiento<br />
de la economía, de la sociedad y de la política, y por lo tanto, para<br />
comprender de manera adecuada esas otras etapas y momentos de<br />
la historia que son también parte de nuestras preocupaciones.<br />
¿Cuántas biografías "históricas" de personajes <strong>del</strong> pasado no<br />
hemos leído, en donde su sicología y su actitud nos son tan cercanas<br />
como si fuesen nuestros contemporáneos, a pesar de haber<br />
vivido hace treinta, o cien, o trescientos o más años?. ¿Y cuántas<br />
historias <strong>del</strong> siglo xix, o de la Independencia, o <strong>del</strong> periodo colonial<br />
no hemos leído, que ignoran por completo que, en el transcurso<br />
de uno o dos siglos y a veces en periodos aún más cortos, mutan<br />
completamente las técnicas militares, o los hábitos sexuales, o las
CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />
ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />
formas de organización de la familia, o los modos de explotación<br />
económica, o las formas de conflicto entre las clases, o las cosmovisiones<br />
culturales, entre tantos y tantos elementos que, sin decirlo<br />
explícitamente, se asumen como si fuesen idénticos o casi, en todos<br />
estos periodos mencionados?.<br />
Y si todo el mundo comprende que no se piensa igual cuando<br />
uno vive en un palacio que cuando uno vive en una cabana, entonces<br />
también debería de ser claro que la vida y el mundo en su conjunto,<br />
no se construyen <strong>del</strong> mismo modo hoy que en la primera<br />
mitad <strong>del</strong> siglo xx, y mucho menos en el siglo xix o xvi, o vn, o<br />
antes. Así, por ejemplo, ¿qué noción <strong>del</strong> tiempo y de la distancia<br />
puede tener un habitante de Nueva España, cuando las noticias de<br />
la Metrópoli tardan alrededor de noventa días en llegar a la Colonia<br />
y viceversa?, y ¿qué idea <strong>del</strong> mundo puede tener un campesino<br />
francés <strong>del</strong> siglo xm, que puede nacer, vivir y morir sin haber salido<br />
jamás en su vida de un radio de solo cien kilómetros, en torno de<br />
la pequeña aldea en la que vio la luz por vez primera?, ¿y qué significan,<br />
en cambio, nociones incluso como las de "China" o "Rusia"<br />
o "África" para un niño urbano conectado a través <strong>del</strong> Internet,<br />
de cualquier ciudad <strong>del</strong> mundo hoy?. Estas son preguntas que los<br />
<strong>mal</strong>os <strong>historiador</strong>es nunca se plantean, lo que los hace ver la historia<br />
como una misma tela gris, en donde cambian solo los nombres,<br />
las fechas y los lugares, pero donde todo el resto permanece<br />
como si no existiera el cambio histórico de las sociedades, de las<br />
culturas, de las economías y de las psicologías de los diferentes<br />
grupos humanos.<br />
Un tercer pecado capital de la <strong>mal</strong>a historia, hoy todavía imperante,<br />
es el de su noción <strong>del</strong> tiempo, que es la noción tradicional<br />
newtoniana de la temporalidad física. Una idea <strong>del</strong> tiempo que lo<br />
concibe como una dimensión única y homogénea, que se despliega<br />
linealmente en un solo sentido, y que está compuesto por unidades<br />
y subunidades perfectamente divididas y siempre idénticas,<br />
de segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años, lustros,<br />
décadas, siglos y milenios. Es decir, una idea que asume que el<br />
tiempo de los relojes y de los calendarios, es también el tiempo de<br />
la historia y de los <strong>historiador</strong>es, y que por lo tanto, cualquier siglo<br />
histórico tiene siempre cien años, y cualquier día de la historia es<br />
idéntico a cualquier otro, aunque el primero sea el 9 de noviembre<br />
de 1989 ó el 1 de enero de 1994, y el segundo sea el 17 ó el 18 ó el 19<br />
de junio <strong>del</strong> año de 2001.<br />
Pero como nos lo han explicado tan brillantemente Marc Bloch,<br />
Norbert Elias, Walter Benjamín o Fernand Brau<strong>del</strong>, entre otros, el<br />
tiempo newtoniano de los físicos, medido por calendarios y relojes,<br />
no es nunca el verdadero tiempo histórico de las sociedades y de los<br />
cultivadores de Clío, que es más bien un tiempo social e histórico,<br />
que no es único sino múltiple, y que además es heterogéneo y variable,<br />
haciéndose más denso o más laxo, más corto o más amplio, y<br />
siempre diferente, según los acontecimientos, coyunturas o estructuras<br />
históricas a las que se refiera. Porque para el buen <strong>historiador</strong><br />
cada siglo tiene una temporalidad distinta, lo que le permite<br />
hablar lo mismo <strong>del</strong> "largo siglo xix" que comienza con la Revolución<br />
Francesa y termina con la Primera Guerra Mundial, que <strong>del</strong><br />
"breve siglo xx", iniciado con esa primera guerra y con la Revolución<br />
Rusa de 1917, y concluido con la caída <strong>del</strong> Muro de Berlín en<br />
1989. Y si los siglos o las jornadas históricas no son nunca iguales,<br />
tampoco son precisas las fechas de múltiples acontecimientos y<br />
fenómenos históricos, como por ejemplo la 'revolución cultural de<br />
1968' que en algunos casos comienza en 1966 y en otros en 1967,<br />
pero también a veces desde 1959, y otras solo hasta 1969 inclusive.<br />
Además, como bien lo saben los <strong>historiador</strong>es críticos, no son<br />
iguales los tiempos en que una sociedad vive una verdadera revolución<br />
social, que los tiempos de lenta evolución, igual que difieren<br />
las temporalidades para una sociedad que se encuentra en pleno<br />
auge y crecimiento, que para otra que vive en cambio su proceso<br />
de decadencia y eclipsamiento social. Puesto que si cada fenómeno<br />
histórico tiene su singular y específica duración que le corresponde,<br />
y si la historia no es, en ese sentido, más que la compleja síntesis<br />
de todas esas múltiples y diversas duraciones históricas diferenciadas,<br />
entonces lo que el <strong>historiador</strong> tiene que aprender a detectar
CARLOS ANTONIO AGUIRRK ROJAS<br />
ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />
y establecer, es justamente esas múltiples temporalidades o duraciones<br />
históricas distintas de todos los fenómenos que investiga,<br />
asumiendo las implicaciones complejas que esa misma diversidad<br />
temporal conlleva para sus análisis.<br />
Ya que los presidentes y los gobiernos pasan mientras que las<br />
sociedades permanecen, recorriendo estas últimas lo mismo ciclos<br />
económicos expansivos y luego depresivos, que coyunturas culturales<br />
a veces de florecimiento y ebullición y a veces de aletargamiento<br />
y repliegue, en dinámicas en donde hoy se habla casi la<br />
misma lengua que hace trescientos años, y se comen los mismos<br />
alimentos que hace un milenio, pero donde también se han instalado<br />
formas de urbanización que datan de hace solo unas pocas<br />
décadas, o medios de comunicación que tienen solo unos cuantos<br />
años de existencia. Y son solo estas nociones <strong>del</strong> tiempo y de la<br />
duración, múltiples, variables y flexibles, las que permiten captar la<br />
inmensa riqueza y diversidad de la historia, reducida en cambio en<br />
las visiones de la historiografía tradicional, a siglos uniformes y a<br />
fechas rigurosas, siempre bien ordenadas y siempre bien ubicadas<br />
en ese tiempo vacío, homogéneo y lineal de los <strong>mal</strong>os <strong>historiador</strong>es<br />
positivistas.<br />
El cuarto pecado repetido de la <strong>mal</strong>a historia, en los diversos<br />
manuales tradicionales, es el de su idea limitada <strong>del</strong> progreso. Lo que<br />
está directamente conectado con el pecado anterior, con la noción<br />
<strong>del</strong> tiempo como tiempo físico, único, homogéneo y lineal. Pues si<br />
el tiempo histórico es concebido solo como esa acumulación ineluctable<br />
de hechos y sucesos, inscritos progresivamente en la sucesión<br />
de días, meses y años <strong>del</strong> calendario, la idea <strong>del</strong> "progreso"<br />
que desde esta noción temporal se construye es también la de una<br />
ineluctable acumulación de avances y conquistas, determinadas<br />
fatalmente por el simple transcurrir temporal.<br />
Una idea <strong>del</strong> progreso humano en la historia, que parece afirmar<br />
que inevitablemente, todo hoy es mejor que cualquier ayer,<br />
y todo mañana será obligatoriamente mejor que cualquier hoy.<br />
Entonces, la humanidad no puede hacer otra cosa que avanzar<br />
y avanzar sin detenerse, puesto que según esta construcción, lo<br />
único que ha hecho hasta hoy es justamente "progresar", avanzando<br />
siempre desde lo más bajo hasta niveles cada vez más altos,<br />
en una suerte de "escalera" imaginaria en donde estaría prohibido<br />
volver la vista atrás, salirse <strong>del</strong> recorrido ya trazado, o desandar<br />
aunque solo sea un paso el camino ya avanzado. Y no cambia<br />
demasiado la cosa, si esta idea es afirmada por los apologistas actuales<br />
<strong>del</strong> capitalismo, que quieren defender a toda costa la supuesta<br />
"simple superioridad" de este sistema sobre cualquier época <strong>del</strong><br />
"pasado", o si es afirmada por los marxistas vulgares -que no por<br />
los marxistas realmente críticos-, marxistas vulgares que han pretendido<br />
enseñarnos que la historia avanza y tiene que avanzar,<br />
fatalmente, <strong>del</strong> comunismo primitivo al esclavismo, <strong>del</strong> esclavismo<br />
hasta el feudalismo, y de este último hacia el capitalismo, para<br />
luego desembocar, sin opción posible, en el anhelado socialismo y<br />
tal vez después en el comunismo superior. Una visión extremadamente<br />
simplista <strong>del</strong> progreso y de la historia, que el propio Marx<br />
ha rechazado, y que ha sido tan brillantemente criticada también<br />
por Walter Benjamín, en sus célebres "Tesis sobre la filosofía de la<br />
historia".<br />
Pero basta observar con cuidado lo que realmente ha sido la historia,<br />
para percatarse de que su desarrollo no tiene nada de lineal<br />
y de simple, y que lejos de esa "escalera imaginaria" de avances<br />
y conquistas ineluctables, sus itinerarios se despliegan más bien<br />
como una especie de complejo "árbol de mil ramas", que a veces<br />
abandona totalmente una línea evolutiva que había seguido por<br />
siglos y hasta milenios, para recomenzar de nuevo desde otro punto<br />
de partida, mostrando además en esos múltiples itinerarios, igual<br />
avances que retrocesos o largos estancamientos, combinados con<br />
saltos dramáticos de un nivel a otro, con rupturas radicales de<br />
toda continuidad, pero también con líneas que, efectivamente, progresan<br />
y se enriquecen sucesivamente de manera permanente.<br />
Frente a esta idea entonces limitada y demasiado simple <strong>del</strong> progreso,<br />
propia de los <strong>mal</strong>os <strong>historiador</strong>es positivistas, que lo concibe<br />
como una línea recta, siempre ascendente, majestuosa y llena de
CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />
• ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />
avances y conquistas sin fin, el buen <strong>historiador</strong> crítico restituye a<br />
la noción de progreso un sentido totalmente diferente, mostrando<br />
esa multiplicidad de líneas y de trayectorias diversas que lo integran,<br />
en un esquema que nos recuerda un poco al trabajo de los<br />
científicos, que acometen muchas veces un problema hasta encontrar<br />
su solución, ensayando y equivocándose, avanzando en un<br />
sentido y luego dejándolo de lado, consolidando ciertas certezas<br />
adquiridas y recuperando en un momento posterior resultados que<br />
anteriormente creían poco útiles, y recomenzando la tarea tantas<br />
veces como sea necesario, hasta encontrar el buen modo de resolución<br />
de dicho problema.<br />
Y es así como "progresa" la humanidad: explorando y avanzando<br />
primero casi a ciegas en su propia evolución, para ir muy<br />
poco a poco siendo consciente de lo que ha hecho y de por qué<br />
lo ha hecho, a la vez que va asumiendo también, lentamente, la<br />
responsabilidad consciente de que es solo ella misma la que debe<br />
construir la historia, y la que debe elegir de manera también consciente<br />
los rumbos de su futuro desarrollo.<br />
Otro pecado capital <strong>del</strong> <strong>mal</strong> <strong>historiador</strong>, el quinto, es el de la<br />
actitud profundamente acrítica hacia los hechos <strong>del</strong> presente y <strong>del</strong><br />
pasado, y hacia las diferentes versiones que las diversas generaciones<br />
han ido construyendo de ese mismo pasado/presente. Es decir,<br />
la típica actitud pasiva que los <strong>historiador</strong>es positivistas mantienen<br />
siempre frente a los testimonios y a los documentos, lo mismo<br />
que frente a los resultados y a los hechos históricos "tal y como<br />
han acontecido". Porque el <strong>mal</strong> <strong>historiador</strong> actual, educado en el<br />
Manual de Langlois y Seignobos, o en el equivalente nacional de<br />
este mismo texto, no sólo es incapaz de leer los documentos con los<br />
que trabaja de una manera que no sea su lectura literal, sino que<br />
también es incapaz de "preguntarle" a esos testimonios escritos,<br />
algo distinto a lo que ellos declaran o pretenden decir de manera<br />
explícita. Es decir, que los <strong>mal</strong>os <strong>historiador</strong>es ignoran por completo<br />
lo que Marc Bloch llamaba la "lectura involuntaria" de los<br />
textos, en donde una memoria autobiográfica puede usarse más<br />
bien para reconstruir la cultura de las clases dominantes de una<br />
época, o en donde un documento de gobierno puede ser utilizado<br />
más bien como fuente para la reconstrucción de las formas de<br />
exclusión social de una determinada sociedad.<br />
Con lo cual, esta historia acrítica no solo tiende a ser involuntariamente<br />
ingenua, y también cómplice de las ilusiones que los<br />
individuos se han hecho sobre sí mismos y sobre su mundo en<br />
cada época dada, sino que también termina por legitimar y hacer<br />
pasar como verdaderas, a esas falsas percepciones sociales que<br />
existen siempre en toda sociedad, y que prosperan persistentemente<br />
dentro de la cultura y el imaginario colectivo de los pueblos<br />
y de las sociedades humanas. Además, y en la medida en que<br />
cada época histórica rehace siempre el pasado, en función de sus<br />
intereses y urgencias más importantes, este <strong>historiador</strong> positivista<br />
acrítico va también haciéndose solidario de esas diferentes visiones<br />
sesgadas y sesgadoras de los hechos históricos, al recoger de<br />
manera solo pasiva y puramente receptiva esas distintas reinterpretaciones<br />
de las historias anteriores, codificadas en cada uno de<br />
los momentos ulteriores a su propio desarrollo.<br />
Por eso, es natural que este <strong>mal</strong> <strong>historiador</strong> tenga casi horror al<br />
uso <strong>del</strong> razonamiento "contrafactual", y que rechace toda especulación<br />
acerca de lo que hubiese podido acontecer si el desenlace <strong>del</strong><br />
drama histórico hubiese sido distinto al que fue. Pero si la historia<br />
la han hecho siempre los propios hombres -de modo más o menos<br />
consciente-, y si los resultados de cada encrucijada histórica han<br />
sido siempre el fruto de la confrontación y el combate entre distintos<br />
proyectos de futuro, igualmente impulsados por clases sociales<br />
o por grupos humanos, entonces la historia que hemos vivido y<br />
construido no era la única posible que podía desarrollarse, y solo se<br />
ha afirmado sobre la derrota y el sometimiento de las varias historias<br />
alternativas, vencidas pero igualmente factibles.<br />
Por lo demás, es claro que esta historia acrítica con los documentos<br />
y con las mismas versiones ya rehechas <strong>del</strong> pasado, es<br />
totalmente compatible con el statu quo que existe y que domina<br />
en cada momento. Pues si la historia que fue, era la única que
4fS<br />
47<br />
CARLOS ANTONIO ACUIRRE ROJAS<br />
ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />
podía ser, entonces el último eslabón de esa cadena de necesidades<br />
ineludibles es la historia que es hoy, con los grupos y con las clases<br />
que hoy dominan, y con los hombres y personajes que hoy disfrutan<br />
de esa dominación, la que por lógica derivación, es también<br />
"necesaria" y es la "única posible". Explicar entonces, de manera<br />
crítica, por qué la historia que aconteció, lo hizo de esa forma y<br />
no de otra -una tarea primordial <strong>del</strong> <strong>historiador</strong> crítico-, implica<br />
igualmente demostrar las otras diversas formas en que pudo haber<br />
acontecido, explicando a su vez las razones por las cuales, finalmente,<br />
no se impuso ninguna de esas otras formas, igualmente<br />
posibles pero a fin de cuentas no actualizadas.<br />
Un sexto pecado capital de los <strong>historiador</strong>es no críticos es el <strong>del</strong><br />
mito repetido de su búsqueda de una "objetividad" y "neutralidad"<br />
absoluta frente a su objeto de estudio. O dicho en otros términos,<br />
la pretensión de no tomar partido, no juzgar, no apasionarse y<br />
no involucrarse para nada con los personajes o con las situaciones<br />
que se investigan. Una idea ampliamente difundida de la posibilidad<br />
de hacer una historia completamente "aséptica", que incluso<br />
se utiliza como argumento para negarle al <strong>historiador</strong> la posibilidad<br />
de ocuparse, con mirada igualmente histórica, de los candentes<br />
y comprometidos hechos <strong>del</strong> "presente". Pero, como lo han<br />
demostrado incluso la física y la química contemporáneas, resulta<br />
imposible estudiar cualquier fenómeno de manera científica, sin<br />
intervenir de manera activa dentro <strong>del</strong> propio proceso que se estudia,<br />
y por lo tanto, sin modificar en mayor o en menor medida las<br />
condiciones mismas <strong>del</strong> objeto que se analiza. Lo que en el caso de<br />
las ciencias sociales y de la historia, se complementa además con<br />
el hecho de que somos nosotros mismos los que hemos construido<br />
nuestra propia historia, a la que luego intentamos explicar y analizar.<br />
Por lo tanto, es imposible una historia que sea realmente neutral,<br />
y que sea "objetiva" si por esto último entendemos una historia<br />
en la cual no nos involucremos de ninguna manera, manteniendo<br />
un desinterés, una distancia y una indiferencia totales hacia lo que<br />
examinamos. Pero en cambio, si es posible una historia científica-<br />
mente objetiva, en el sentido de no estar falseada conscientemente<br />
con ciertos fines de legitimar tal o cual interés mezquino o particular,<br />
o en el sentido de silenciar aquellos hechos o fenómenos que<br />
no concuerdan con una interpretación preestablecida, que es lo que<br />
en realidad si hacen las historias positivistas, las que sin embargo<br />
claman de manera tan ruidosa por esta falsa 'objetividad' ya mencionada.<br />
Así, puesto que toda historia es hija de su época y de sus circunstancias,<br />
y dado que el <strong>historiador</strong> es también un individuo que<br />
tiene un compromiso específico con su sociedad y con su presente,<br />
toda historia reflejará necesariamente las elecciones y el punto de<br />
vista <strong>del</strong> propio <strong>historiador</strong>, los que se proyectan incluso desde la<br />
elección de los hechos que son investigados y los que no, hasta el<br />
modo de organizarlos, clasificarlos, interpretarlos y ensamblarlos<br />
dentro de un mo<strong>del</strong>o más comprehensivo que les da su sentido y<br />
significación particulares. Y dado que no existe ni puede existir<br />
esa historia desde el punto de vista atemporal, eterno, ahistórico<br />
y fuera <strong>del</strong> mundo que proclaman los <strong>mal</strong>os <strong>historiador</strong>es positivistas,<br />
que claman por esa imposible neutralidad/objetividad, y<br />
puesto que toda historia lleva entonces la marca de sus propios<br />
creadores, lo más honesto e inteligente por parte <strong>del</strong> buen <strong>historiador</strong><br />
consiste en hacer explícitas las específicas condiciones que han<br />
determinado su investigación, declarando sin ambages sus tomas<br />
de posición determinadas, así como los criterios particulares de<br />
sus distintas elecciones <strong>del</strong> material, de los métodos, de los paradigmas<br />
y de los mo<strong>del</strong>os historiográficos utilizados.<br />
Renunciando entonces a la falsa objetividad <strong>del</strong> <strong>mal</strong> <strong>historiador</strong>,<br />
el <strong>historiador</strong> crítico asume sin conflicto los sesgos de su trabajo<br />
y de su resultado hisfonográfico, convencido de que la verdad<br />
absoluta no existe ni existirá nunca, y de que el modo más pertinente<br />
de acercarnos a verdades cada vez más científicas aunque<br />
siempre relativas, es justamente este que hace explícitos los límites,<br />
las condiciones y los sesgos de su propia actividad en el terreno de<br />
la historia.
48<br />
CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROÍAS<br />
• ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />
El séptimo pecado capital de los <strong>historiador</strong>es que son seguidores<br />
de los Manuales hoy al uso, es el pecado <strong>del</strong> postmodernismo en<br />
historia. Porque haciéndose eco de algunas posturas que se han<br />
desarrollado recientemente en las ciencias sociales norteamericanas,<br />
y también en la historiografía estadounidense, han comenzado<br />
a proliferar en nuestro país algunos <strong>historiador</strong>es que intentan<br />
reducir a la historia a su sola dimensión narrativa o discursiva, evacuando<br />
por completo el referente esencial de los propios hechos<br />
históricos reales. Así, siguiendo a autores como Hayden White,<br />
Michel de Certau o Paul Veyne, estos defensores recientes <strong>del</strong> postmodernismo<br />
histórico, llegan a afirmar que lo que los <strong>historiador</strong>es<br />
conocen e investigan no es la historia real, la que muy posiblemente<br />
nos será desconocida para siempre, sino solamente los discursos<br />
históricos que se han ido construyendo, sucesivamente y a lo largo<br />
de las generaciones, sobre tal o cual supuesta realidad histórica,<br />
por ejemplo sobre el carácter y los comportamientos <strong>del</strong> sector de<br />
la plebe romana, en las épocas <strong>del</strong> Bajo Imperio.<br />
Desplazando así la atención <strong>del</strong> <strong>historiador</strong>, desde la historia<br />
real hacia los discursos sobre la historia, esta postura de los <strong>mal</strong>os<br />
<strong>historiador</strong>es termina por desembocar en posiciones abiertamente<br />
relativistas e incluso agnósticas. Pues si según este punto de vista,<br />
cada discurso histórico es siempre diferente, y siempre correspondiente<br />
a la época en que es producido, entonces no es posible establecer<br />
jerarquía o comparación entre todos esos discursos, lo que<br />
significa que no podemos saber si hoy conocemos más o conocemos<br />
menos de la historia <strong>del</strong> Imperio Romano que lo que han<br />
conocido los hombres y los autores <strong>del</strong> siglo xix, o <strong>del</strong> siglo xvi, o<br />
durante el siglo x. Y tampoco podemos decir que nuestra visión<br />
actual es más o es menos "científica" o mas o menos Verdadera'<br />
que la que construyeron los <strong>historiador</strong>es de hace tres o siete o<br />
trece siglos.<br />
Incluso, y prolongando hasta el final su argumento, estos autores<br />
posmodernos llegan a descalificar la pretensión misma de construir<br />
una ciencia de la historia, afirmando que los <strong>historiador</strong>es sólo<br />
escribimos "relatos con pretensiones de verdad", relativos a distin-<br />
tos "regímenes de verdad" siempre cambiantes y siempre relativos.<br />
Por eso pueden concluir, sin sonrojo alguno, que la escritura de la<br />
historia se reduce, en última instancia, a la reconstrucción de una<br />
historia de la escritura, y que las razones para dedicarse a la historia<br />
no son la búsqueda de una verdad histórica científica, en el<br />
fondo imposible e inalcanzable, sino puramente razones de orden<br />
estético.<br />
Pero más allá de estas divagaciones logocéntricas, y de estos<br />
desvarios de claros tintes idealistas, persiste el hecho innegable de<br />
que los <strong>historiador</strong>es hacemos historia con el objetivo de conocer,<br />
comprender y luego explicar la historia real, la que constituye sin<br />
duda nuestro objeto de estudio principal. Además, hacemos historia<br />
convencidos de que somos capaces de establecer, cada vez más,<br />
verdades históricas científicas, y además, verdades cada vez más<br />
precisas y más capaces de dar cuenta real de los problemas concretos<br />
históricos que investigamos. Desde una posición abiertamente<br />
racionalista, y que aspira a ser científica, los <strong>historiador</strong>es<br />
críticos son también capaces de comparar y de criticar las distintas<br />
interpretaciones que se han hecho de un cierto problema histórico,<br />
haciendo evidente como nuestras explicaciones actuales son, en<br />
general, mucho más sofisticadas y complejas que las anteriores,<br />
y en términos generales, más adecuadas para captar los hechos<br />
históricos y más finas para poder encuadrarlos dentro de mo<strong>del</strong>os<br />
globales que les restituyen, cada vez de manera más precisa, su<br />
verdadero sentido profundo. Porque "los hechos son testarudos",<br />
y más allá de las sutilezas <strong>del</strong> lenguaje, continúan desafiándonos<br />
para que seamos capaces de explicarlos de un modo racional y<br />
coherente.<br />
Y si bien es obvio, que no existe historia posible que no se<br />
exprese a través de una cierta construcción narrativa, también es<br />
un abuso ilegítimo querer reducir por ello a la historia a su sola<br />
dimensión narrativa. Igual entonces que la erudición, que no es<br />
historia pero si es una de sus condiciones imprescindibles y uno<br />
de sus elementos importantes, así la narración y el discurso no son<br />
tampoco historia, aunque si son también uno de sus componentes<br />
fundamentales e ineludibles.
51<br />
CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />
Son estos los siete (y más, pues los mismos se manifiestan<br />
después en múltiples maneras) pecados capitales <strong>del</strong> <strong>mal</strong> <strong>historiador</strong>.<br />
Y si, con un comportamiento virtuoso y con una mirada vigilante<br />
y crítica, logramos esquivar el caer en todos ellos, podremos<br />
intentar hacer y enseñar una historia diferente y muy superior a<br />
la que existe hoy en nuestro país. Pero ¿cómo elaboramos esta historia<br />
distinta y mejor?. Tratando de seguir las lecciones que nos<br />
han dado los <strong>historiador</strong>es realmente críticos, durante los últimos<br />
ciento cincuenta años, lecciones que pasamos a ver a continuación.<br />
CARLOS MARX
CAPÍTULO ni<br />
EN LOS ORÍGENES DE LA HISTORIA CRÍTICA<br />
'Por primera vez se erigía la historia sobre su<br />
verdadera base; el hecho palpable, pero<br />
totalmente desapercibido hasta entonces, de<br />
que e! hombre necesita en primer término<br />
comer, beber, tener un techo y vestirse, y por<br />
lo tanto, trabajar..."<br />
Federico Engels, "Carlos Marx", 1877.<br />
Si rechazamos abiertamente volver a hacer la historia aburrida,<br />
complaciente, cómoda y estéril de los <strong>historiador</strong>es positivistas, y si<br />
queremos eludir conscientemente el caer en los más de siete pecados<br />
capitales <strong>del</strong> <strong>mal</strong> <strong>historiador</strong>, debemos entonces intentar construir<br />
y elaborar, y luego enseñar, una historia nueva y diferente,<br />
que será también sin duda una historia crítica. Y si lo que deseamos<br />
es ser capaces de inscribir nuestra labor como <strong>historiador</strong>es o como<br />
científicos sociales dentro de este terreno de la historia crítica, lo<br />
primero que tenemos que hacer, es volver de nuevo la vista hacia<br />
los fundamentos mismos de esta historia crítica contemporánea,<br />
hacia aquellas que fueron sus primeras versiones, y que afirmándose<br />
en tanto que tales, son las que sentaron las bases de toda historia<br />
crítica posible.<br />
Ya que la historia crítica no es un proyecto reciente, ni una preocupación<br />
que haya aparecido solo en los últimos tiempos, sino<br />
que es, en las modalidades específicas que hoy presenta, un proyecto<br />
que prácticamente acompaña, desde su propio nacimiento, a los<br />
discursos y a las formas de hacer historia que hoy podemos<br />
llamar estrictamente contemporáneas. Formas que habiendo comenzado<br />
su desarrollo singular, desde la segunda mitad <strong>del</strong> siglo
CARLOS ANTONIO AGLURRE ROJAS<br />
ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR •<br />
xix cronológico, se han desarrollado y complejizado de diferentes<br />
maneras, para mantenerse hasta el día de hoy, como las específicas<br />
formas vigentes de hacer historia hasta la actualidad.<br />
Porque cuando investigamos con más detalle, acerca de los<br />
orígenes históricos de los tipos de historia que hoy son todavía<br />
vigentes en el mundo entero, resulta claro que dichos orígenes se<br />
encuentran en esa segunda mitad <strong>del</strong> siglo xix cronológico. Ya que<br />
es en estas últimas décadas de ese siglo xix que se afirma, por un<br />
lado, el mo<strong>del</strong>o de la historia positivista que antes hemos mencionado,<br />
y que intenta "copiar" la "exactitud" de las ciencias naturales,<br />
promoviendo una historia puramente descriptiva, fáctica,<br />
empirista, especializada y reducida a "narrar los hechos tal y como<br />
han acontecido", mientras que <strong>del</strong> otro lado se va configurando<br />
y difundiendo, también progresivamente, la primera versión de la<br />
historia crítica contemporánea, que es justamente la historia que<br />
se encuentra incluida dentro <strong>del</strong> complejo y más vasto proyecto<br />
crítico de Carlos Marx.<br />
Así, es claro que ha sido Marx el que ha sentado los fundamentos<br />
de la historia crítica, tal y como ahora es posible concebir a esta<br />
última, y tal y como ella se ha ido desarrollando a lo largo de los<br />
últimos ciento cincuenta años. Ya que no existe duda respecto al<br />
hecho de que, después de Marx y apoyándose en mayor o menor<br />
medida en el tipo de historia crítica y científica que él ha promovido<br />
y establecido, se han ido afirmando, a lo largo de todo el<br />
siglo xx y hasta hoy, distintas corrientes, autores y trabajos que,<br />
reclamándose abiertamente 'marxistas', han alimentado de manera<br />
considerable el acervo de los progresos y de los desarrollos de toda<br />
la historiografía <strong>del</strong> siglo xx. Y entonces, lo mismo los autores de la<br />
Escuela de Frankfurt que los <strong>del</strong> llamado austromarxismo, y hasta<br />
los autores de la actual historia socialista británica o de la historiografía<br />
crítica neomarxista <strong>del</strong> "world-system analysis" (<strong>del</strong> análisis<br />
<strong>del</strong> sistema-mundo), y pasando por los trabajos históricos de las<br />
escuelas marxistas polaca, o alemana, o italiana, o latinoamericana,<br />
entre muchas otras, son todas distintas manifestaciones y proyectos<br />
intelectuales que es necesario inscribir, dentro de esa vasta pre-<br />
sencia global y dentro de esa herencia todavía viva y poderosa, de<br />
esa primera versión de la historiografía crítica, que ha sido la historia<br />
defendida y propuesta por el propio Marx.<br />
Y si bien la caída <strong>del</strong> Muro de Berlín en 1989, ha significado<br />
sin duda la muerte de todos esos proyectos de construir mundos<br />
"socialistas" dentro de sociedades esencialmente escasas -es decir,<br />
de sociedades que carecían de las condiciones y <strong>del</strong> grado de desarrollo<br />
necesarios, en lo económico, en lo social, en lo político, y en<br />
lo cultural, para intentar edificar sociedades no capitalistas-, también<br />
es claro que eso no significa, para nada, el fin <strong>del</strong> discurso<br />
crítico y de la historiografía también crítica marxistas, que encuentran<br />
en cambio su fundamento, no en esas sociedades <strong>del</strong> socialismo<br />
realmente existente que hoy están en proceso de cambios<br />
profundos, sino en las contradicciones esenciales mismas <strong>del</strong> capitalismo,<br />
hoy mas vivas y apremiantes que nunca, así como en la<br />
necesidad todavía vigente y urgente de la necesaria superación<br />
histórica de ese mismo capitalismo.<br />
Puesto que si es claro que, en donde hay explotación habrá<br />
lucha en contra de esa misma explotación, y si donde hay opresión<br />
habrá siempre resistencia, y si es una experiencia reiterada<br />
de la historia, que la injusticia y la discriminación sociales engendran<br />
también ineludiblemente la rebeldía y la sublevación contra<br />
dicha discriminación e injusticia, entonces también es evidente<br />
que mientras exista capitalismo habrá un pensamiento crítico, destinado<br />
a explicar su naturaleza destructiva y despótica, y a orientar<br />
la reflexión que ilumine la lucha contra ese capitalismo y la<br />
búsqueda de las vías concretas de su superación real. Por eso, y en<br />
contra de las visiones simplistas y siempre apresuradas de ciertos<br />
periodistas y de ciertos politólogos actuales, el pensamiento critico<br />
sigue más vigente que nunca, junto a la necesidad y posibilidad de<br />
una historia igualmente crítica.<br />
¿Cuáles son, entonces, las lecciones todavía vigentes para una<br />
historia aún crítica, derivadas de su versión marxista fundadora y<br />
originaria?. La primera de ellas, en nuestra opinión, se refiere al<br />
estatuto mismo de la historia, es decir, a la necesidad de concebir
CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />
ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />
que toda la actividad que desarrollamos, y todos los resultados que<br />
vamos concretando, están claramente encaminados hacia la consolidación<br />
de un proyecto de construcción de una ciencia de la historia.<br />
Una ciencia de la historia que, de acuerdo a la noción <strong>del</strong><br />
mismo Marx, debería abarcar absolutamente a todos los territorios<br />
que hoy están ocupados por las llamadas "ciencias sociales", y que<br />
en la medida en que hacen referencia a los distintos aspectos, actividades,<br />
manifestaciones o relaciones sociales construidas por los<br />
hombres, en el pasado o en el presente, se engloban igualmente<br />
dentro de esa "historia de los hombres" cuyo estudio corresponde<br />
justamente a dicha ciencia histórica. Ciencia de la historia que<br />
entonces, y concebida en esta vasta dimensión, es para Marx una<br />
historia necesariamente global, una historia que posee la amplitud<br />
misma de lo social-humano en el tiempo, considerado en todas sus<br />
expresiones y manifestaciones posibles.<br />
Estatuto científico de nuestra disciplina, concebida en esta vasta<br />
y englobante definición, que se hace necesario reiterar ahora de<br />
nueva cuenta, tanto frente a las minoritarias posiciones postmodernas,<br />
que quieren reducir a la historia a la condición de simple<br />
juego estético, de arte, o de mero ejercicio discursivo, como también<br />
frente a las posiciones que pretendiendo "defender" una fantas<strong>mal</strong><br />
"identidad" dura de la historia, distinta de las "identidades"<br />
de la sociología, la antropología, la economía, la sicología, etc., terminan<br />
reduciéndola también al simple trabajo <strong>del</strong> coleccionista<br />
de antigüedades y <strong>del</strong> anticuario, <strong>del</strong> amante de las "cosas <strong>del</strong><br />
pasado", erudito y positivista.<br />
Pero si, como Marc Bloch lo ha repetido, la historia es la ciencia<br />
que estudia "la obra de los hombres en el tiempo", sólo puede<br />
hacerlo dentro de esta declarada vocación de constituirse en un<br />
determinado y claro proyecto científico. Y por lo tanto, asumiendo<br />
todo lo que este concepto de "ciencia" implica. Porque una simple<br />
descripción o relato no es todavía ciencia, como no lo es tampoco<br />
cualquier tipo de discurso, o cualquier actividad de mera recolección<br />
y clasificación de documentos, de datos y de fechas. En<br />
cambio, la idea de ciencia conlleva necesariamente la de la exis-<br />
tencia de todo un aparato categorial y conceptual específico, organizado<br />
de una determinada manera, a través de mo<strong>del</strong>os y de<br />
teorías de orden general, y que busca y recolecta dichos hechos y<br />
acontecimientos históricos, para ensamblarlos e insertarlos dentro<br />
de explicaciones científicas comprehensivas, y dentro de mo<strong>del</strong>os<br />
de distinto orden de generalidad, que definen tendencias de comportamiento<br />
de los procesos sociales, y regularidades de las líneas<br />
evolutivas de las sociedades, a la vez que dotan de sentido<br />
y de significación a esos mismos sucesos y fenómenos históricos<br />
particulares.<br />
Noción fuerte de la historia como verdadera ciencia, que implica<br />
entonces que la historia, como cualquier ciencia, se haya ido configurando<br />
a partir de diferentes y complejas tradiciones intelectuales,<br />
estando atravesada por debates teóricos, epistemológicos y<br />
metodológicos, y apoyada en un amplio conjunto de teorías, de<br />
paradigmas, de mo<strong>del</strong>os teóricos y de armazones conceptuales<br />
diversas. Lo que desmiente entonces, la repetida frase de que "el<br />
buen <strong>historiador</strong> se hace en los archivos". Porque nunca será dentro<br />
de los archivos, en donde el <strong>historiador</strong> se pondrá al tanto de esas<br />
tradiciones, debates y teorías que conforman el verdadero edificio<br />
de su ciencia. Y de la misma manera en que el físico va al laboratorio,<br />
o el biólogo a la práctica de campo, solo después de haber<br />
aprendido lo que es, lo que investiga, lo que quiere comprender<br />
y resolver la física o la biología, así el buen <strong>historiador</strong> solo va<br />
al archivo después de que ha asimilado lo que es y lo que debe<br />
ser la historia, y luego de haber definido con claridad una problemática<br />
historiográfica determinada, desde y con las teorías, la<br />
metodología y los conceptos y categorías de su propio oficio.<br />
Y también es claro que, aunque la historia incluye sin duda una<br />
cierta dimensión artística, y otra dimensión narrativo-discursiva,<br />
dimensiones que cuando son conocidas y bien manejadas enriquecen<br />
enormemente el trabajo y los resultados <strong>del</strong> <strong>historiador</strong>, sin<br />
embargo la historia no se reduce a ninguna de esas dos dimensiones,<br />
las que si bien están siempre presentes, no son nunca el<br />
elemento o momento determinante de la disciplina o ciencia de la
CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />
• ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR •<br />
historia en su conjunto. Y si la historia no se reduce ni a arte, ni<br />
a discurso, ni tampoco a la práctica <strong>del</strong> erudito en los archivos,<br />
entonces el modo de su enseñanza en las aulas debe también<br />
ajustarse a su condición de verdadera ciencia, remontándose más<br />
allá de la mera transmisión de las técnicas de ficheo y elaboración<br />
de cronologías y de series de datos, y superando su condición de<br />
simple crónica de fechas, lugares y sucesos, que es a lo que la han<br />
reducido sistemáticamente muchos de los <strong>mal</strong>os <strong>historiador</strong>es y de<br />
los <strong>mal</strong>os profesores de historia de nuestro país.<br />
Una segunda lección importante de esta historia científica promovida<br />
por Marx, y que sigue manteniendo toda su vigencia hasta<br />
el día de hoy, es el de concebir a la historia, en todas sus dimensiones,<br />
temáticas y problemas abordados, como una historia profundamente<br />
social. Es decir, que además de estudiar a los individuos,<br />
a los grandes personajes de todo tipo y a las élites y clases dominantes,<br />
la historia debe investigar también a los grandes grupos<br />
sociales, a las masas populares, a las clases sociales mayoritarias<br />
y a todo el conjunto de los protagonistas hasta hace muy poco<br />
"anónimos", protagonistas y clases y grupos, que sin embargo son<br />
las verdaderas fuerzas sociales, los verdaderos actores colectivos, que<br />
hacen y construyen la mayor parte <strong>del</strong> entramado de lo que constituye<br />
precisamente la historia.<br />
Ya que es justamente a Marx, a quien debemos la incorporación<br />
sistemática de las clases populares como verdaderos protagonistas<br />
de la historia, al habernos ilustrado como han sido los esclavos y<br />
las comunidades arcaicas, lo mismo que los siervos, los obreros, los<br />
campesinos y los grupos sociales explotados y sometidos, los que<br />
en gran medida "han hecho la historia". Clases sociales sometidas,<br />
que involucradas dentro de un conflicto social o lucha de clases<br />
que atraviesa una gran parte de la historia humana, -y en particular,<br />
aquella que ha comenzado luego de los múltiples procesos de<br />
disolución de las muy diversas y variadas formas de la comunidad,<br />
que están en el punto de partida de todas las sociedades humanas-,<br />
han ido tejiendo con su trabajo cotidiano y con su actividad social<br />
permanente, pero también con sus luchas y con sus acciones de<br />
resistencia y de transformación, el específico tejido de lo que en términos<br />
concretos ha sido y es justamente la historia humana.<br />
Y es claro que no hay historia científica o crítica posible, que<br />
no tome en cuenta, por ejemplo, a las formas de la cultura popular,<br />
o a los grandes movimientos sociales, a las expresiones de la<br />
lucha de clases o a los grandes intereses económicos colectivos, lo<br />
mismo que a las grandes corrientes de las creencias colectivas o a<br />
los diversos contextos y condicionamientos sociales generales de<br />
cualquier proceso, fenómeno o hecho histórico analizado.<br />
Lo que no implica, ni mucho menos, que dejemos de estudiar<br />
a los individuos, a los grandes personajes, o a las élites, pero si en<br />
cambio modifica de raíz el enfoque tradicional desde el cual han<br />
sido, y son aún a veces abordados, estos grupos o clases minoritarias<br />
y estos individuos. Porque todo individuo es fruto de sus<br />
condiciones sociales, y son estas últimas las que determinan siempre<br />
los límites generales de sus acciones diversas. Y si bien su<br />
propia acción, es un vector que puede influir en el cambio de estas<br />
mismas circunstancias, lo es solo dentro de los márgenes que fijan<br />
las tendencias, una vez más sociales, de la evolución específica que<br />
vive esa sociedad determinada en esa época o momento también<br />
particular.<br />
Con lo cual, la historia crítica es social en un doble sentido:<br />
en primer lugar en cuanto a que, para la explicación de cualquier<br />
hecho o fenómeno histórico, tiene que involucrar y hacer intervenir<br />
a los grandes actores colectivos que antes eran omitidos e ignorados,<br />
y que son siempre el entorno inmediato obligado, tanto de la<br />
formación como de las acciones de cualquier personaje individual.<br />
Y en segundo lugar, en el sentido de que también cualquier suceso<br />
o situación histórica, se desenvuelve dentro de un determinado<br />
y múltiple contexto social general, que lo condiciona y envuelve,<br />
fijándole tanto sus límites como sus posibilidades de repercusión<br />
determinada. Y parece ser claro que, una de las tendencias más<br />
marcadas de prácticamente todas las corrientes historiográficas que<br />
se han desarrollado durante el siglo xx, con la única y obvia excepción<br />
de la tendencia positivista de los <strong>mal</strong>os <strong>historiador</strong>es, ha sido
CARLOS ANTONIO AGUTRRE ROJAS<br />
• ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR •<br />
ésta de incorporar a los grandes grupos sociales, a las sensibilidades<br />
colectivas, a las masas populares, a las formas de conciencia<br />
mayoritarias, y a las clases y movimientos sociales en todas<br />
sus expresiones, dentro de los terrenos y de las perspectivas habituales<br />
de la historia. Lo que, necesariamente, ha sido acompañado<br />
también de esa introducción sistemática de los diversos contextos<br />
sociales -políticos, intelectuales, económicos, civilízatenos, etcdentro<br />
de las explicaciones históricas cotidianas.<br />
Otra lección importante de la historia que Marx ha construido,<br />
la tercera, es su dimensión como historia materialista. Y no en el sentido<br />
vulgar, aunque muchas veces repetido, de que lo "espiritual"<br />
sea un simple "reflejo" directo o dependiente de lo material, sino<br />
más bien en la línea de que, en general, resulta imposible explicar<br />
adecuadamente los procesos culturales, las formas de conciencia,<br />
los elementos <strong>del</strong> imaginario social, las figuras de la sensibilidad<br />
colectiva, etc., sin considerar también las condiciones materiales en<br />
que se desenvuelven y apoyan todos esos productos, y todas esas<br />
manifestaciones diversas de los fenómenos intelectuales, y de la<br />
sensibilidad humana en general.<br />
Porque las ideas no flotan en el aire, separadas de los hombres<br />
y de los grupos sociales que las producen, y los productos de la<br />
cultura, de la conciencia o de la sensibilidad, solo se hacen vigentes<br />
en la medida en que se encarnan y "materializan" en determinadas<br />
prácticas, en instituciones, en comportamientos y en realidades<br />
totalmente materiales. Lo que, sin embargo, no elimina el hecho de<br />
que el tipo de relación específica y concreta que se establece, entre<br />
esa dimensión intelectual y sus condiciones materiales de producción<br />
y de efectivización, sea un problema abierto y por establecen y<br />
que puede abarcar desde la forma de la condensación o la transposición<br />
sublimada que a veces se expresa en el arte, hasta la forma<br />
<strong>del</strong> "reflejo invertido" que en ocasiones descubrimos en la religión,<br />
y pasando por diversas y complejas variantes como la de la "traducción",<br />
la negación, la simbolización, la construcción de fetiches<br />
o las múltiples figuras de una cierta reconstrucción diferente de ese<br />
mundo material en el nivel cultural.<br />
Por lo tanto, afirmar que la buena historia crítica debe de ser<br />
también materialista, solo implica que no es posible hacer una<br />
historia, por ejemplo de las llamadas "mentalidades", sin considerar<br />
los contextos sociales, políticos, económicos y generales de<br />
esas mismas "mentalidades". Es decir, que debemos evitar una historia<br />
idealista de los fenómenos culturales e intelectuales, como<br />
la que ha escrito por ejemplo Philippe Aries. O también una historia<br />
puramente logocéntrica, y puramente ocupada <strong>del</strong> plano discursivo<br />
o conceptual, como la que proponen Hyden White y los<br />
posmodernos.<br />
En cambio, la buena historia debe estar siempre atenta, cuando<br />
se ocupa de esos hechos, fenómenos y procesos <strong>del</strong> llamado<br />
"espíritu humano" -y que nosotros llamaríamos más bien fenómenos<br />
de la conciencia y de la sensibilidad sociales- de las condiciones<br />
materiales que acompañan y se imbrican con dichos fenómenos<br />
intelectuales, conscientes de que el tipo de relación que se establece<br />
entre ambas esferas, la material y la "espiritual", es un problema<br />
abierto y por investigar y redefinir en cada caso concreto, pero<br />
seguros a la vez de que sin esas condiciones materiales, no es realmente<br />
comprensible la naturaleza profunda y el sentido esencial<br />
de todos esos fenómenos de la mente y de la economía psíquica de<br />
los individuos y de las sociedades.<br />
Y es precisamente este error, de ignorar la importancia de esa<br />
base material y de ese conjunto de condiciones reales, el que reencontramos<br />
no sólo en muchas de las versiones de la historia de<br />
las "mentalidades" antes referida, sino también en múltiples historias<br />
de la religión, <strong>del</strong> arte, de la literatura, de la cultura y de las<br />
ideas, que prosperan dentro <strong>del</strong> gremio de los seguidores de Clío.<br />
E incluso, y muy frecuentemente, en muchas de las historias predominantemente<br />
políticas que han escrito los <strong>historiador</strong>es positivistas<br />
de nuestro país, historias donde también ese nivel de lo<br />
político parece "cerrarse sobre sí mismo" y ser totalmente autosuficiente,<br />
y en donde se ignoran por completo también las condiciones<br />
sociales reales y las condiciones materiales de esos procesos políticos<br />
que se estudian.
CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />
ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />
La cuarta posible lección derivada de los trabajos de Carlos<br />
Marx, para una historia genuinamente crítica, es la relevancia fundamental<br />
que tienen, dentro de los procesos sociales globales, los<br />
hechos económicos. Una lección marxista que quizá sea la más vulgarizada<br />
y la más <strong>mal</strong> interpretada de todas, por parte tanto de<br />
los <strong>historiador</strong>es, como incluso de una gran mayoría de los científicos<br />
sociales. Y ello, debido a la amplia difusión e influencia importante<br />
<strong>del</strong> marxismo vulgar en prácticamente todo el mundo, y a lo<br />
largo de casi todo el siglo xx cronológico. Porque esta lección no<br />
implica, ni mucho menos, que todos los fenómenos sociales deben<br />
de "reducirse" a la base económica, ni que la economía es la "esencia"<br />
oculta o el "espíritu profundo" escondido de todo lo social,<br />
sino simplemente -¡simplemente!- que, en la historia que los hombres<br />
han recorrido y construido desde su origen como especie y<br />
hasta el día de hoy, los hechos y las estructuras económicas han ocupado<br />
y ocupan todavía un rol que posee una centralidad y una<br />
relevancia fundamentales innegables. Lo que significa que dichos<br />
procesos sociales globales son incomprensibles sin la consideración<br />
de las evoluciones y la naturaleza determinada de esa dimensión<br />
económica, pero no significa, en cambio, que debamos buscar cuál<br />
es, por ejemplo, "la base económica de la pintura de Picasso", o la<br />
"estructura económica en que se apoya esa 'superestructura' que ha<br />
sido el arte surrealista", lo que es a todas luces una empresa ridicula<br />
y sin sentido, a pesar de haber sido alguna vez planteada por los<br />
marxistas vulgares de Francia en la primera mitad <strong>del</strong> siglo xx.<br />
Reconociendo entonces esta centralidad de lo económico para la<br />
interpretación de los procesos sociales históricos globales, el buen<br />
<strong>historiador</strong> crítico sabe también que la relación específica que esos<br />
fenómenos económicos pueden tener, o pueden no tener con otros<br />
hechos y realidades sociales, es igualmente un problema abierto y<br />
por definir en cada caso concreto, y cuyo abanico de respuestas<br />
abarca, lo mismo la opción de que no existe ningún vínculo, o de<br />
que no existe un vínculo directo, y por lo tanto la conexión se da<br />
sólo a través de complejas e indirectas mediaciones de oíros niveles<br />
y relaciones, hasta la posibilidad de relaciones claras y evidentes de<br />
determinación directa de ese mismo nivel económico, y pasando<br />
nuevamente por vínculos de dependencia, o de condicionamiento<br />
sólo general, de encuadramiento, de limitación indirecta, o de muy<br />
diversos matices de influencias de mayor o de menor peso específico.<br />
Y puesto que ha sido Marx el primero en rescatar de manera<br />
sistemática esta centralidad de lo económico dentro <strong>del</strong> proceso<br />
histórico global, es lógico que sea también él, el fundador de la rama<br />
de los estudios de historia económica dentro <strong>del</strong> tronco mayor de la<br />
historiografía contemporánea. Rama que, desde el autor de El capital<br />
y hasta hoy, ha tenido una buena parte de sus más importantes<br />
representantes, precisamente dentro de las distintas corrientes y<br />
expresiones de los múltiples "marxismos" que llenan la historia y<br />
también la historiografía <strong>del</strong> siglo xx, y que una vez más, abarcan<br />
desde las finas y elaboradas versiones <strong>del</strong> marxismo de Marx y de<br />
algunos de los marxismos críticos posteriores, -como es el caso<br />
de algunos de los trabajos que, con cierta flexibilidad, podríamos<br />
calificar de obras de "historia económica", escritos por Lenin, por<br />
Rosa Luxemburgo o por Henry Grossman, entre otros-, hasta las<br />
variantes simplificadas <strong>del</strong> marxismo vulgar o <strong>del</strong> marxismo reducido<br />
a ideología oficial, en muchos Manuales de la antigua Unión<br />
Soviética o de los países <strong>del</strong> llamado "bloque socialista".<br />
Una quinta lección importante para el buen <strong>historiador</strong>, es la<br />
exigencia de Marx de ser capaces de observar, y luego de explicar,<br />
todos los fenómenos investigados "desde el punto de vista de la<br />
totalidad". Lo que quiere decir que debemos de cultivar y desarrollar<br />
la capacidad de detectar y de descubrir, sistemáticamente<br />
y en todo examen de los problemas históricos que abordamos, los<br />
diversos vínculos y conexiones que existen entre dicho problema<br />
y las sucesivas "totalidades" que lo enmarcan, y que de diferentes<br />
modos lo condicionan y hasta sobredeterminan.<br />
Porque una vez más, no existe problema social o histórico que<br />
esté aislado y encerrado entre ciertos muros infranqueables, sino<br />
que, por el contrario, todo problema histórico y social está siempre<br />
inserto en determinadas coordenadas espaciales, temporales y<br />
contextúales, que influyen sobre él, en distintos grados y medidas,
CARLOS ANTONIO AGUIRRF. ROJAS<br />
ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR •<br />
pero siempre de modo eficaz y fundamental. Y entonces, al buen<br />
<strong>historiador</strong> le corresponde ir reconstruyendo, cuidadosamente y<br />
de modo articulado, esa inserción de su tema de estudio dentro de<br />
las sucesivas totalidades espaciales, temporales y contextúales que<br />
lo envuelven y que lo sobredeterminan. Ya que es siempre una pregunta<br />
pertinente y esclarecedora, la que plantea porque tal fenómeno<br />
ocurrió en el lugar y en el tiempo específicos en los que han<br />
acontecido y no en ningunos otros, desarrollándose además dentro<br />
de las particulares circunstancias en que ha sucedido, y en ningunas<br />
otras, lo que nos abre justamente al análisis de las diversas<br />
influencias y de las conexiones específicas que se establecen entre<br />
esas dimensiones <strong>del</strong> espacio, <strong>del</strong> contexto y de la época sobre el<br />
singular fenómeno <strong>del</strong> cual tratamos de dar cuenta.<br />
Pues aunque parezca y quizá sea una obviedad, -que frecuentemente<br />
olvidan no obstante los <strong>historiador</strong>es positivistas-, es claro<br />
que no es lo mismo una sociedad capitalista <strong>del</strong> siglo xx que una<br />
<strong>del</strong> siglo xvi, o que la sociedad china <strong>del</strong> siglo xm y la sociedad<br />
europea de esa misma época, como tampoco es lo mismo un hecho<br />
histórico que aconteció en América Latina, que otro que sucede en<br />
Europa, o en Rusia, o en el sur de África, por mencionar solo algunos<br />
ejemplos posibles.<br />
Y si estas coordenadas o "totalidades" más generales que son<br />
las <strong>del</strong> tiempo y el espacio, correspondientes a un cierto hecho<br />
histórico cualquiera, son siempre relevantes y fundamentales para<br />
su adecuada comprensión, también lo son las "totalidades" diversas<br />
que constituyen los diferentes contextos que enmarcan a ese<br />
hecho histórico. Pues es claro que dichos contextos geográficos,<br />
económicos, tecnológicos, étnicos, sociales, políticos, culturales,<br />
artísticos, psicológicos, etc., además de especificar y volver más<br />
concretas a esas totalidades o coordenadas espaciales y temporales,<br />
-acotando al espacio como área, región, lugar, país o entorno<br />
geográfico determinado, y al tiempo como una época, momento,<br />
coyuntura, era o periodo igualmente particularizado-, van también<br />
a establecer de manera igualmente concreta, todo el nudo de específicas<br />
conexiones que tendrá ese hecho o fenómeno histórico<br />
investigado con esos diferentes y sucesivos medios contextúales en<br />
los que el se despliega.<br />
Por lo cual, como lo ha explicado Jean-Paul Sartre, se impone<br />
siempre un proceso de "totalización progresiva" <strong>del</strong> problema que<br />
abordamos, proceso que reconstruye esa inserción dada <strong>del</strong> tema<br />
en esas múltiples y diversas totalidades, que son las que le otorgan<br />
su significación y su sentido globales. Reconstruyendo así, una historia<br />
"desde el punto de vista de la totalidad", el buen <strong>historiador</strong><br />
se instala entonces dentro <strong>del</strong> terreno de una historia global o globalizante,<br />
sobre la que volveremos todavía más a<strong>del</strong>ante.<br />
La lección número seis que es posible extraer <strong>del</strong> pensamiento<br />
histórico de Marx, es la necesidad de enfocar los problemas de la<br />
historia desde una perspectiva dialéctica. Una perspectiva que los<br />
<strong>historiador</strong>es de nuestro país han cultivado muy poco en general,<br />
a pesar de las ricas y profundas contribuciones que podría implicar<br />
el desarrollo, el ejercicio sistemático y la aplicación creativa de<br />
este pensamiento y de esta visión dialécticas de la historia. Visión<br />
dialéctica que nos invita a dejar de ver los hechos históricos como<br />
"cosas", y a la historia misma como un conjunto de realidades<br />
muertas, terminadas y disecadas, realidades que además, estarían<br />
determinadas en un sólo sentido, siempre claro y siempre bien<br />
establecido. En lugar de esta última visión, tan extendida entre los<br />
<strong>historiador</strong>es positivistas y tradicionales, esta perspectiva dialectizante<br />
afirma por el contrario que todos los hechos históricos son<br />
realidades vivas y en devenir, a la vez que elementos de procesos dinámicos<br />
y dialécticos en los que el resultado está siempre abierto y en<br />
redefinición constante, a partir de las contradicciones inherentes y<br />
esenciales que se encuentran, tanto en esos mismos procesos, como<br />
en el conjunto de los hechos antes mencionado.<br />
Así, junto a la positividad de cualquier situación o fenómeno<br />
de la historia, es necesario también captar su correlativa negatividad,<br />
mostrando por ejemplo, junto al carácter hoy dominante <strong>del</strong><br />
capitalismo, su naturaleza irremediablemente efímera, y junto a la<br />
modernidad burguesa que hoy se enseñorea todavía en el planeta<br />
entero, a las múltiples modernidades alternativas que la combaten
(Hh<br />
f-,7<br />
CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />
ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />
y que se le resisten, negándola permanentemente. Porque para este<br />
enfoque dialéctico, la realidad histórica es como una manzana que<br />
sólo existe si lleva adentro el gusano que la corroe, o como un dulce<br />
que al chuparlo tuviese también un sabor amargo y agrio. Lo que<br />
explica entonces que, para este punto de vista, todo progreso es<br />
al mismo tiempo un cierto retroceso histórico, y todo "documento<br />
de cultura es al mismo tiempo un documento de barbarie", como<br />
lo ha afirmado y explicado tan brillantemente Walter Benjamin. Y<br />
si la historia es una ciencia que se interesa de manera especial en<br />
el estudio <strong>del</strong> cambio histórico, no puede captar adecuadamente<br />
a este último si no lo "atrapa" y lo percibe desde su misma cuna,<br />
desde las contradicciones y tensiones esenciales que caracterizan<br />
a cualquier sociedad histórica de las que han existido hasta hoy,<br />
tensiones y contradicciones que se reproducen y proyectan de distintas<br />
maneras en los diferentes hechos, situaciones y acontecimientos<br />
que se suceden en esas mismas sociedades.<br />
Por eso, en la historia humana que hasta hoy conocemos, los<br />
hechos no son nunca de un solo sentido, y entonces es la derrota la<br />
que es la madre <strong>del</strong> triunfo, y es la guerra la que engendra la paz<br />
y a la inversa, y es por eso que "el triunfo de una idea crea siempre<br />
a la institución que habrá de darle muerte", y también es esta<br />
la razón que explica que las sociedades perecen no por no haber<br />
tenido éxito, sino mas bien por haberlo tenido en demasía. Por ello,<br />
sin ninguna duda, frente a la explotación, la opresión, el despotismo<br />
y la discriminación, que han estado siempre tan presentes<br />
dentro de los procesos de la historia de las sociedades humanas,<br />
han existido también, con la misma persistencia y regularidad, la<br />
rebeldía, la insubordinación, la resistencia y la lucha de las clases<br />
y de los grupos sometidos y explotados, en un acontecer que nos<br />
demuestra, con la fuerza de casi una ley, que los vencedores de<br />
hoy son sin fallo los derrotados <strong>del</strong> mañana. Lo que por lo demás,<br />
es una lección importante y también muy útil, para alimentar las<br />
esperanzas de cambio que hoy se afianzan y difunden con tanta<br />
fuerza en todo el planeta. Porque es solo al más genuino pensamiento<br />
dialéctico al que se le revelan, de manera clara y necesaria,<br />
la obligada caducidad de todo lo existente y los límites y la naturaleza<br />
siempre efímera de cualquier realidad por él analizada.<br />
Finalmente, una séptima lección <strong>del</strong> marxismo para la historiografía<br />
contemporánea, es la de la necesidad de construir siempre<br />
una historia profundamente crítica. Una historia que, como ya lo<br />
hemos señalado antes, se construya "a contrapelo" de los discursos<br />
dominantes, a contracorriente de los lugares comunes aceptados<br />
y de las interpretaciones simplistas, interpretaciones consagradas<br />
sólo a fuerza de repetirse y machacarse tenazmente en todos los<br />
niveles de la enseñanza escolar, y por todas las vías de la difusión<br />
de la historia hoy existente.<br />
Una "contrahistoria" y una "contramemoria", como las llamó<br />
Michel Foucault, que descolocándose de los emplazamientos habituales<br />
de la <strong>mal</strong>a historia y de la historia positivista, rescate<br />
todo el haz de los pasados vencidos y silenciados de la historia,<br />
desechando las explicaciones lineales y simplistas, y elaborando<br />
una historia que sea realmente una historia profunda, compleja y<br />
sutil. Una perspectiva crítico-histórica, que sea también capaz de<br />
dar cuenta de todos esos fenómenos históricos desde explicaciones<br />
multicausales y combinadas, que sumando y articulando los varios<br />
elementos y dimensiones de dichos fenómenos, terminen por dar<br />
cuenta de ellos en toda su específica complejidad.<br />
Historia realmente crítica que, por lo demás, sólo puede construirse<br />
desde los criterios que antes hemos enumerado y esbozado.<br />
Ya que sólo desde una noción fuerte de ciencia de la historia<br />
y de sus implicaciones, es que puede constituirse este discurso<br />
crítico historiográfico, el que tampoco podrá ser otra cosa que la<br />
ya referida historia social, en la doble acepción tanto de historia de<br />
los fenómenos y procesos colectivos y sociales en sentido estricto,<br />
como también de historia siempre contextuada socialmente, aún<br />
cuando se ocupe de las élites, los individuos o los personajes singulares.<br />
Además, será también, necesariamente, una historia materialista,<br />
que reconozca las condiciones materiales de todo fenómeno<br />
intelectual, de conciencia o de la sensibilidad, y a la que no<br />
escapará nunca la centralidad general de los hechos económicos
I<br />
CARLOS ANTONIO AGUIRRF, ROJAS<br />
de la historia. Y será por último, también una historia vista desde<br />
el punto de vista de la totalidad, y con perspectiva dialéctica, que<br />
recorrerá ágilmente los niveles de la totalización sucesiva <strong>del</strong> tema<br />
investigado, a la vez que disuelve toda positividad o afirmación<br />
histórica en su caducidad negativa y en su "lado <strong>mal</strong>o", para hacer<br />
saltar siempre el carácter contradictorio y dialéctico de los problemas<br />
que aborda.<br />
Una historia cuyos resultados habrán de oponerse, necesariamente,<br />
a los de la historia oficial y positivista hoy dominante, historia<br />
que promovida y divulgada desde el poder, se regodea todo<br />
el tiempo coleccionando falsos orígenes gloriosos de las naciones,<br />
y construyendo gestas heroicas que son siempre deformadoras y<br />
hasta falsificadoras de la verdad histórica, cuando no son de plano<br />
totalmente mentirosas e inexistentes, a la vez que "nor<strong>mal</strong>iza",<br />
deforma y elimina todos aquellos hechos históricos difíciles, inexplicables,<br />
o abiertamente subversivos, hechos que por su propia<br />
naturaleza van en contra de sus versiones tersas, lineales, siempre<br />
ascendentes y fatalmente legitimadoras <strong>del</strong> statu quo actual.<br />
Estos son los rasgos que, descubiertos y teorizados por Marx, constituyen<br />
premisas todavía hoy indispensables de toda historia crítica<br />
posible, más allá de las deformaciones y de los excesos de los<br />
muchos marxismos vulgares <strong>del</strong> siglo xx, y más allá de la crisis<br />
irreversible de los proyectos <strong>del</strong> "socialismo real", colapsados<br />
después de la caída <strong>del</strong> Muro de Berlín, y de la reconversión de la<br />
Unión Soviética en la angustiada y complicada Rusia de la última<br />
década.<br />
Pasemos a ver ahora, las otras lecciones que la historiografía <strong>del</strong><br />
siglo xx ha desarrollado, para la elaboración de esta misma historia<br />
de naturaleza genuinamente crítica.<br />
FERNAND BRAUDEL
71<br />
CAPÍTULO iv<br />
POR LOS CAMINOS DE LA BUENA HISTORIA<br />
ANTIPOSITIVISTA<br />
"....todo estopor hacer, o por rehacer, o por<br />
repensar en el plano conceptual y práctico<br />
de la historia."<br />
Fernand Brau<strong>del</strong>, "Personal Testimony", 1972.<br />
No hay duda de que el hecho intelectual más importante de todo<br />
el siglo xix cronológico, fue la aparición y desarrollo <strong>del</strong> Marxismo.<br />
Y su relevancia ha sido tal, que sus ecos e impactos crecen y se<br />
prolongan a lo largo de todo el siglo xx cronológico, para llegar,<br />
vivos e intensos, hasta nuestros días. Y si en las ciencias sociales<br />
en general, esta es la medida real de la presencia <strong>del</strong> marxismo,<br />
en el campo de los estudios históricos, también le corresponde un<br />
papel protagónico esencial, al constituirse como hemos visto, tanto<br />
en el punto de partida indispensable de lo que es, hasta hoy, la historiografía<br />
contemporánea, como también en la versión fundadora<br />
y primera de toda historia crítica aún posible.<br />
Pero la historia, que no tiene nada de lineal ni de simple, ha establecido<br />
que luego de su nacimiento, en la coyuntura histórica de<br />
los años de 1848 a 1870, el marxismo haya permanecido mas bien<br />
alejado totalmente de los ambientes académicos y de los ámbitos<br />
intelectuales oficiales y profesionales, desarrollándose sobre todo<br />
en el seno de los movimientos obreros, socialistas y sindicales<br />
de todo el planeta, y siempre vinculado a las urgencias y a las<br />
demandas diversas de esos movimientos sociales, lo mismo que<br />
de esos partidos y organizaciones políticas. Y no será sino hasta<br />
después de la segunda guerra mundial, cuando el marxismo penetre,<br />
en términos generales, dentro de la academia y dentro de
CARLOS ANTONIO AGUTRRE ROJAS<br />
• ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />
las universidades de todo el mundo, abriendo con ello un nuevo, y<br />
en muchos sentidos extraño, capítulo de su propia historia. Debido<br />
entonces a esta peculiar historia de sus itinerarios de desarrollo<br />
e influencia en el mundo, es que podemos comprender el muy<br />
desigual impacto y la muy desigual presencia de este marxismo,<br />
dentro de las distintas historiografías nacionales de todo el orbe, lo<br />
que entre otros muchos factores, es también un elemento de explicación<br />
de los caminos singulares que han recorrido los estudios<br />
históricos mundiales durante todo el siglo xx.<br />
Así, es sabido que después de esa etapa fundacional de la historiografía<br />
contemporánea, que fueron los años de 1848 a 1870, y que<br />
se encuentra totalmente dominada por esa irrupción y despliegue<br />
<strong>del</strong> proyecto crítico de Marx, se ha desarrollado otra segunda<br />
etapa, que va desde 1870 hasta aproximadamente 1929, y en la<br />
que la nota dominante de la historiografía mundial será la consolidación<br />
y afirmación <strong>del</strong> mo<strong>del</strong>o de la historiografía positivista,<br />
cuyos rasgos generales hemos evocado ya, y que está en la base<br />
de la <strong>mal</strong>a historia, aburrida, oficial, plana y acomodaticia, que es<br />
el extremo opuesto de esa verdadera historia crítica. Una historia<br />
positivista que, representando una clara regresión frente a lo que<br />
había significado el marxismo para los estudios históricos contemporáneos,<br />
ha alimentado sin embargo, a lo largo de todo el siglo xx<br />
y hasta hoy, a una gran parte de los <strong>historiador</strong>es rutinarios, perezosos<br />
y tradicionales de las diversas historiografías nacionales<br />
de todo el mundo. Pero no sin importantes movimientos de resistencia,<br />
ni sin múltiples acciones de rechazo y de búsqueda de alternativas,<br />
por parte de muy distintos grupos de <strong>historiador</strong>es, frente<br />
a este mo<strong>del</strong>o positivista.<br />
Porque lo mismo las diversas escuelas, o ramas, o autores, de<br />
los múltiples "marxismos" <strong>del</strong> siglo xx, que prácticamente todos los<br />
proyectos innovadores historiográficos de los últimos cien años,<br />
todos se han definido en oposición crítica y en posiciones contrapuestas<br />
a esa <strong>mal</strong>a y estéril historiografía positivista. Y entre<br />
ellos, la <strong>mal</strong> llamada "Escuela de los Annales", que siendo más<br />
bien la corriente de <strong>historiador</strong>es más importante dentro de Fran-<br />
cia a lo largo de todo el siglo xx, ha ido descubriendo y luego elaborando,<br />
por su propio camino, otra vertiente de historia igualmente<br />
crítica, que a la vez que coincide en varios puntos esenciales con<br />
los aportes <strong>del</strong> proyecto marxista antes referidos, desarrolla y profundiza<br />
también algunos elementos nuevos de esa misma historia<br />
crítica que aquí estamos tratando de reconstruir.<br />
Entonces, y fundamentalmente durante su primer ciclo de vida,<br />
que abarca los años de 1929 hasta 1968, esta corriente francesa de<br />
los Annales va a consolidar ese proyecto antipositivista de una<br />
historia crítica e innovadora, que ha sido la que ha construido,<br />
tanto su enorme fama planetaria, como también su implantación<br />
y presencia dentro <strong>del</strong> mundo entero. Centralidad y presencia que<br />
determinan, por ejemplo, el hecho de que incluso hoy, la revista de<br />
los Annales. Histoire, Sciences Sociales, sea la revista de historia más<br />
leída y más ampliamente difundida en todo el mundo occidental,<br />
y quizá en todo el mundo en su conjunto.<br />
¿Cuáles son entonces, esos aportes de la corriente de los Annales<br />
de los años de 1929 a 1968, que han logrado que sus autores principales<br />
y sus obras más importantes sean hoy conocidos y discutidos<br />
en todas las historiografías <strong>del</strong> planeta?. Pasemos a verlos con más<br />
detalle.<br />
El primer aporte desarrollado por la corriente de los Annales,<br />
que abona y enriquece las perspectivas de la historia crítica, es<br />
el de la reivindicación e incorporación dentro de la historia <strong>del</strong><br />
método comparativo. Porque para los 'primeros' Annales, desarrollados<br />
entre 1929 y 1941, no hay historia científica posible que no<br />
sea al mismo tiempo una historia comparatista. Así, retomando<br />
en este punto las experiencias de otras ciencias sociales, como la<br />
sociología, la etnología, la lingüística o la literatura, que a principios<br />
<strong>del</strong> siglo xx "aclimatan" y refuncíonalizan dentro de sus distintos<br />
espacios a este mismo método comparativo, Marc Bloch va a<br />
definir la comparación histórica en los términos siguientes: "¿Qué<br />
os, para comenzar, comparar dentro de nuestro dominio de <strong>historiador</strong>es?:<br />
comparar es incontestablemente lo siguiente: elegir,<br />
dentro de uno o varios medios sociales diferentes, dos o más
CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />
ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR •<br />
fenómenos que aparenten a primera vista, mostrar entre ellos ciertas<br />
analogías, describir luego las curvas de su evolución, comprobar<br />
sus similitudes y sus diferencias y, en la medida de lo posible,<br />
explicar tanto las unas como las otras". Es decir, que comparar<br />
implica eludir tanto la "falsa comparación", en donde se intenta<br />
confrontar fenómenos que no poseen entre sí ninguna analogía o<br />
similitud evidente -lo que implica que no todo es comparable con<br />
todo-, como también el simple "razonamiento por analogía", en<br />
donde las similitudes brotan de la pertenencia de los dos o más<br />
fenómenos comparados al mismo medio social que ambos comparten<br />
-y en donde la comparación es estéril, pues las similitudes<br />
obedecen al simple hecho de ser fenómenos que expresan una<br />
misma y única realidad subyacente-.<br />
Entonces, si comparar es establecer ese inventario fundamental<br />
tanto de las similitudes como de las diferencias entre distintos fenómenos<br />
históricos, a la vez que buscar su explicación, es claro que<br />
el resultado más global de esta aplicación sistemática <strong>del</strong> método<br />
comparativo en historia, es el de <strong>del</strong>imitar nítidamente los elementos<br />
generales, comunes o universales de los hechos, fenómenos y<br />
procesos históricos, distinguiéndolos de sus aspectos más particulares,<br />
singulares o individuales. Una distinción que, como sabemos,<br />
resulta crucial para cualquier <strong>historiador</strong>, ya que, por ejemplo, de<br />
ella depende la construcción de mo<strong>del</strong>os y explicaciones generales<br />
dentro de la historia. Y si tanto Henri Berr como Henri Pirenne han<br />
repetido que "no hay ciencia más que de lo general", es claro que<br />
hacer de la historia una empresa científica sólo será posible con el<br />
concurso y apoyo de ese método comparativo.<br />
Pero también, es <strong>del</strong> fino trabajo de <strong>del</strong>imitación de esa dialéctica<br />
entre lo particular y lo general, que parte la solución de esas<br />
grandes cuestiones que se refieren a los temas de si existe o no<br />
existe una cierta causalidad dentro de la historia, o también la<br />
cuestión de la búsqueda de regularidades y de recurrencias dentro<br />
de los procesos históricos, así como el gran debate sobre los determinismos<br />
históricos diversos. Pues es sólo a partir de la repetición<br />
de procesos eficaces y comprobables de causalidad o de determi-<br />
nación histórica, que será posible detectar tendencias y postular<br />
posibles leyes <strong>del</strong> acontecer histórico, acotando al mismo tiempo la<br />
vigencia de su curva evolutiva general.<br />
Comparar en historia, es entonces proyectar siempre una nueva<br />
luz sobre la realidad histórica estudiada, nueva luz que en muchas<br />
ocasiones permite detectar como esenciales, fenómenos que antes<br />
sólo parecían anecdóticos o insignificantes, develando trazos que<br />
parecían originales y únicos como trazos comunes y más ampliamente<br />
difundidos, o transfigurando situaciones y hechos que aparentaban<br />
ser raros y exóticos en cosas perfectamente explicables y<br />
lógicas.<br />
Una segunda contribución metodológica de los Annales, que<br />
los conecta directamente con los desarrollos de la historiografía<br />
contenidos en el proyecto de Marx que hemos resumido anteriormente,<br />
es la <strong>del</strong> horizonte de la historia concebida como historia<br />
global o total. Historia globalizante o totalizante, que ha sido<br />
muchas veces <strong>mal</strong> interpretada, como si fuese equivalente a la<br />
simple historia general, o en otra vertiente a la propia historia universal<br />
Y ello porque este carácter global o total alude en verdad a<br />
dos posibles sentidos <strong>del</strong> término, íntimamente conectados, pero<br />
al mismo tiempo no idénticos. Dos sentidos <strong>del</strong> concepto que, en<br />
realidad, profundizan y detallan algunas tesis ya avanzadas por<br />
Marx en esta misma línea.<br />
Ya que la historia de estos Annales es global, en primer lugar,<br />
por las dimensiones <strong>del</strong> objeto de estudio que abarca. Es decir, por<br />
incluir dentro de su territorio de análisis al inmenso conjunto de<br />
todo aquello que ha sido transformado, resignificado, producido o<br />
concebido por los hombres, desde la más lejana y originaria "prehistoria"<br />
hasta el más inmediato y actual presente.<br />
Historia global que nos dice que todo lo humano y todo lo que<br />
a eso humano se conecta es objeto pertinente y posible <strong>del</strong> análisis<br />
histórico, y ello en cualquier época en que esto haya acontecido.<br />
Lo que, sin embargo, no significa que todo eso humano sea igualmente<br />
relevante, ni igualmente explicativo de los grandes procesos<br />
evolutivos de las sociedades y de los hombres. Porque la historia
CARLOS ANTONIO AGUIRRK ROJAS<br />
ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR •<br />
global no es idéntica ni a la historia universal -ese término descriptivo<br />
que engloba nor<strong>mal</strong>mente al conjunto de las historias de todos<br />
los pueblos, razas, imperios, naciones y grupos humanos que han<br />
existido hasta hoy-, ni tampoco a la historia general -ese otro término,<br />
también solo connotativo, que se refiere genéricamente a todo<br />
el conjunto de sucesos, hechos y realidades de una época dada, o<br />
en otro caso de un actor, fenómeno o realidad histórica cualquiera-.<br />
La historia global es, más bien, un concepto complejo y muy<br />
elaborado que se refiere a esa totalidad articulada, jerarquizada y<br />
dotada de sentido que es precisamente esa "obra de los hombres en<br />
el tiempo", a la que ha aludido Marc Bloch, y que ya antes hemos<br />
mencionado, Y por lo tanto, la apertura de un territorio donde<br />
existen cosas fundamentales y otras menos importantes, en donde<br />
hay elementos determinantes y otros determinados, y en donde<br />
coexisten lo mismo totalidades menores autosuficientes junto a<br />
otras realidades que no contienen dentro de sí mismas los propios<br />
principios de su autointeligibilidad.<br />
Lo que nos lleva a la segunda significación específica de esta<br />
historia global, es decir, a su derivación epistemológica como exigencia<br />
de situar, permanentemente, al problema o tema estudiado<br />
dentro de las sucesivas totalidades que lo enmarcan. Pues si hacer<br />
historia global no es hacer la simple y aburrida historia universal<br />
acumulativa de los positivistas, recorriendo llanamente todas esas<br />
múltiples historias de todo grupo humano en el tiempo, ni tampoco<br />
es hacer la historia general de los <strong>mal</strong>os <strong>historiador</strong>es, agotando<br />
hasta el cansancio y de manera sólo acumulativa y fatigosa<br />
todos los hechos o fenómenos presentes dentro de una sociedad, o<br />
un nivel, o una época dada, si es en cambio ser capaz de, como ha<br />
dicho Fernand Brau<strong>del</strong>, "sobrepasar sistemáticamente los límites"<br />
específicos <strong>del</strong> problema abordado, explicitando sus vínculos y<br />
puentes con las totalidades diversas que le corresponden. Y ello en<br />
el sentido que ya antes hemos abordado, de reconstruir la historia<br />
'desde el punto de vista de la totalidad' como afirma Marx.<br />
Una perspectiva globalizante, que implica entonces que la ciencia<br />
social no debe ser una ciencia de campos o de espacios dis-<br />
ciplinares, -tal y como se le concibe hoy, hablando entonces de<br />
la ciencia de la economía, o de ciencia política o de la disciplina<br />
científica de la historia o de la sicología, etc., etc.-, sino una ciencia<br />
de problemas, tan multidimensionales y polifacéticos, y en consecuencia<br />
tan "unidisciplinares" y "globalizantes", como lo debe ser<br />
esa misma única ciencia de lo histórico y de lo social. Porque como<br />
lo dirá enfáticamente Fernand Brau<strong>del</strong>, la realidad social es sólo<br />
una, "un sólo paisaje" al que las distintas disciplinas y ciencias de<br />
lo social se aproximan, parcial y fragmentariamente, desde sus distintos<br />
"observatorios" o emplazamientos.<br />
El tercer aporte que será desarrollado por los 'primeros' y los<br />
'segundos' Annales es el de la historia interpretativa, y más radicalmente<br />
el de una verdadera "historia-problema". Una historia que,<br />
al mismo tiempo que recoge la tesis de Henri Pirenne cuando<br />
afirma que el "núcleo" <strong>del</strong> trabajo <strong>del</strong> <strong>historiador</strong> no se encuentra<br />
en la erudición, sino justamente en la interpretación, va a radicalizarla<br />
hasta el final, para postular que esa interpretación no es sólo<br />
el núcleo o la parte más importante de la práctica histórica, o la<br />
condición <strong>del</strong> paso de la simple erudición a la verdadera ciencia<br />
histórica, sino más bien la esencia general misma y el momento global<br />
determinante de toda la actividad misma <strong>del</strong> oficio de <strong>historiador</strong>.<br />
Porque si las posturas historiográficas anteriores veían a la<br />
interpretación como un momento siempre ulterior al proceso o trabajo<br />
de erudición, y en consecuencia como un corolario, remate<br />
o incluso como un momento culminante <strong>del</strong> ejercicio historiográfico,<br />
los Annales van a invertir de raíz esta tesis, proponiendo en<br />
cambio que la interpretación es el punto de partida mismo de la<br />
investigación histórica, haciéndose presente además a todo lo largo<br />
<strong>del</strong> trabajo y actividad <strong>del</strong> <strong>historiador</strong>. Y de ahí la denominación de<br />
"historia-problema", pues esta tesis implica que la historia "parte<br />
siempre de problemas", que intenta resolver para llegar siempre<br />
finalmente a nuevos problemas. Y entonces, será claro que "la<br />
realidad sólo habla según se le interroga", y que sólo "se encuentra<br />
lo que se está buscando", por lo que la erudición misma va a<br />
depender, directa y esencialmente, de esa interpretación previa que
CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />
ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />
se plasma en las hipótesis, preguntas, interrogaciones y herramientas<br />
de análisis que el <strong>historiador</strong> tiene ya dentro de su cabeza, en<br />
el momento inicial mismo en que acomete el tratamiento y examen<br />
de sus fuentes y de sus distintos materiales históricos.<br />
Por eso toda investigación histórica, si quiere tener un sentido<br />
científico y no recaer en el simple trabajo <strong>del</strong> erudito positivista,<br />
debe de comenzar con la definición de una "encuesta" o de un<br />
"cuestionario" determinado, lo que implica ya un criterio establecido<br />
frente al tema a investigar, criterio que si bien puede y debe<br />
irse transformando en la medida en que avanza el trabajo de investigación,<br />
<strong>del</strong>imita ya de entrada, si bien sea a modo de conjeturas<br />
provisorias pero actuantes, los parámetros que hacen posible discriminar<br />
lo que es o no significativo, a la vez que proveen la<br />
base para ir edificando y apuntalando el cuerpo de las hipótesis<br />
a fundamentar o a eliminar, así como la agenda de los puntos y<br />
elementos cuya explicación y consideración se intenta encontrar.<br />
Cuestionario o encuesta que define, justamente, el "problema" que<br />
es objeto de esa indagación historiográfica. Un problema que, para<br />
esta perspectiva annalista, va a decidir entonces el curso mismo <strong>del</strong><br />
trabajo erudito, y más a<strong>del</strong>ante los propios resultados de la práctica<br />
<strong>del</strong> <strong>historiador</strong>. Y que, en consecuencia, va a constituirse en la<br />
primera tarea obligada de todos aquellos que intentan hacer una<br />
historia realmente crítica y científica. Pues si el problema o cuestionario<br />
inicial va a sobredeterminar de manera tan fundamental<br />
al propio momento erudito de la actividad, entonces se hace necesario<br />
explicitarlo, con el máximo rigor y detalle, en el comienzo<br />
mismo <strong>del</strong> trabajo historiográfico.<br />
Entonces, al hacer explícito este 'problema', se revelará claramente<br />
tanto la solidez y riqueza de la formación específica de cada<br />
<strong>historiador</strong>, como también y sobre todo, el conjunto global de los<br />
inevitables "sesgos" particulares que dicho <strong>historiador</strong> introduce,<br />
ineludiblemente, en el tratamiento de su propio material. Porque<br />
en contra de la visión ingenuamente positivista, que pide una neutralidad<br />
absoluta <strong>del</strong> <strong>historiador</strong> frente a su tema de estudio, y que<br />
sueña con una objetividad también absoluta de sus resultados, el<br />
paradigma de la 'historia problema' afirma por el contrario que<br />
es el propio <strong>historiador</strong> "el que da a luz los hechos históricos",<br />
construyendo junto a sus procedimientos y técnicas de análisis<br />
también los "objetos" y los "problemas" que va a investigar, para<br />
obtener al final un conjunto de hipótesis, mo<strong>del</strong>os y explicaciones<br />
globales también construidas por él mismo, y por lo tanto igualmente<br />
"sesgadas" por su misma actividad o intervención.<br />
Lo que implica que debemos reconocer que no existe y que no<br />
puede existir esa relación pura, aséptica e incontaminada entre el<br />
<strong>historiador</strong> y su "materia prima", por lo que el trabajo histórico<br />
llevará siempre y necesariamente la marca de los múltiples sesgos<br />
de sus constructores. Sesgos que comienzan con la propia determinación<br />
"epocal" <strong>del</strong> <strong>historiador</strong> -lo que Bloch recordará con el célebre<br />
proverbio de que los hombres son tan hijos de su propio tiempo<br />
como lo son de sus mismos padres-, sesgos que le dictan parte de<br />
los criterios de la elección de sus problemas, y que alcanzan hasta<br />
las singularidades mismas de su biografía o itinerario personal, y<br />
que son los que llevan a unos a interesarse en la cultura o en la<br />
política, y a otros en la economía o en el conflicto social, pasando<br />
sin duda también por los sesgos derivados <strong>del</strong> origen y de la<br />
posición de clase social <strong>del</strong> <strong>historiador</strong>, pero también por los sesgos<br />
que derivan de los efectos producidos por las coyunturas sociales o<br />
culturales, por las situaciones generales o por las experiencias colectivas<br />
e individuales igualmente vividas.<br />
Con lo cual, otra de las funciones esenciales de ese cuestionario,<br />
o encuesta, o problema inicialmente <strong>del</strong>imitado, será también el de<br />
hacer explícitos y conscientemente asumidos a esos sesgos o sobredeterminaciones<br />
específicos <strong>del</strong> <strong>historiador</strong>. Sesgos o limitaciones<br />
que, por lo demás, no conducen a un relativismo absoluto de los<br />
resultados historiográfieos, tan caro a los <strong>historiador</strong>es posmodernos,<br />
sino más bien al reconocimiento elemental de que toda verdad<br />
histórica -como toda verdad en general- es una verdad relativa, y a<br />
que por tanto el progreso <strong>del</strong> conocimiento histórico -como, por lo<br />
demás, todo progreso real- no es un progreso simple, lineal, acumulativo<br />
e irreversible, sino más bien un progreso complejo, lleno
un<br />
CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />
ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />
de saltos y de retrocesos, de múltiples líneas y ensayos, como lo<br />
hemos ya planteado anteriormente.<br />
Una cuarta aportación de esta corriente annalista a la buena<br />
historia crítica, es la de la reivindicación <strong>del</strong> paradigma de la historia<br />
abierta o en construcción. Porque si el nuevo tipo de historia<br />
que se esta defendiendo y promoviendo, es esa historia comparatista,<br />
global y problemática que hemos explicado, es claro que el<br />
proyecto de la misma sólo remonta a la segunda mitad <strong>del</strong> siglo xix,<br />
a la fecha <strong>del</strong> nacimiento y desarrollo tanto <strong>del</strong> marxismo original<br />
como de la propia historiografía contemporánea. Y por lo tanto, este<br />
tipo nuevo de historia crítica, es también una historia joven, en vías<br />
de construcción, y que se encuentra aún a la búsqueda de la definición<br />
de sus perfiles más definitivos y fundamentales.<br />
En consecuencia, se trata de una historia que se dedica permanentemente<br />
a descubrir, y luego a explorar y colonizar progresivamente,<br />
los múltiples nuevos territorios que cada generación<br />
sucesiva de <strong>historiador</strong>es le aporta. Una tarea que, como lo ilustra<br />
el entero periplo de la historiografía <strong>del</strong> siglo xx, se ha cumplido<br />
a lo largo de los últimos cien años, renovando con cada nueva<br />
coyuntura histórica general, los temas y campos de la investigación<br />
histórica. E igual que los nuevos territorios, también las técnicas,<br />
los procedimientos, los paradigmas metodológicos y los mo<strong>del</strong>os,<br />
conceptos y teorías que utiliza, aplica, construye e incorpora esa<br />
misma ciencia de la historia. Pues lo mismo desde la técnica <strong>del</strong><br />
Carbono 14 hasta la dendrocronología, que desde el método comparativo<br />
hasta el moderno "paradigma indiciario" de los micro<strong>historiador</strong>es<br />
italianos, y desde los mo<strong>del</strong>os <strong>del</strong> mundo feudal de<br />
Henri Pirenne o de Marc Bloch, hasta los mo<strong>del</strong>os recientes sobre<br />
el capitalismo de Fernand Brau<strong>del</strong> o de Immanuel Wallerstein o los<br />
mo<strong>del</strong>os de historia cultural de Cario Ginzburg o de Roger Chartier,<br />
la historia no ha cesado ni un sólo momento de ensancharse,<br />
de redefinirse, de profundizarse y de transformarse incluso radicalmente,<br />
para dar cabida y espacio de desarrollo, a todo ese conjunto<br />
vasto y enorme de innovaciones técnicas, metodológicas y<br />
epistemológicas diversas.<br />
Carácter sólo inicial y necesariamente inacabado <strong>del</strong> proyecto de<br />
una ciencia histórica, que no sólo explica esa permanente mutación<br />
y renovación que la historiografía contemporánea ha conocido en<br />
la última centuria, sino que permite también pronosticar acerca <strong>del</strong><br />
futuro inmediato de la misma: está todavía lejos, como dijo alguna<br />
vez con un poco de ironía Fernand Brau<strong>del</strong>, el momento en que<br />
habremos encontrado "la buena ciencia" de la historia, su "forma<br />
definitiva", el espacio por fin abarcado de su inmenso territorio,<br />
las "buenas técnicas" y los "buenos métodos" por fin establecidos<br />
de sus investigaciones. Por el contrario, si la historia posee el espesor<br />
mismo de lo humano, a lo largo de todos los tiempos en que<br />
esto humano ha existido, su progreso sigue y seguirá avanzando<br />
con los cambios y desarrollos mismos de todas las ciencias sociales,<br />
transformaciones y avances cuyo final no se distinguen aún dentro<br />
<strong>del</strong> horizonte.<br />
Y quizá sea esta, una de las razones por las cuales esta nueva<br />
historia crítica, no logra vencer todavía definitivamente en el combate<br />
contra las formas de historia que le han precedido, y con las<br />
cuales ha roto sin embargo de manera radical. Pues al no alcanzar<br />
a consolidar totalmente, dada la magnitud de la empresa, ese carácter<br />
científico y crítico que la distingue de las <strong>mal</strong>as historias positivistas<br />
y empiristas que la preceden, sigue dejando entonces un<br />
espacio historiográfico sin ocupar, espacio en el cual todavía prosperan<br />
y se sobreviven a sí mismas esas historias monográficas y<br />
puramente narrativas, ya anacrónicas y vacías de contenido, pero<br />
todavía actuantes y activas, en vastos dominios de las historiografías<br />
nacionales <strong>del</strong> mundo entero.<br />
Finalmente, un quinto aporte esencial de los Annales <strong>del</strong><br />
período 1929 -1968 a los desarrollos de la historia crítica, es el de la<br />
perspectiva de análisis derivada de la teoría de los diferentes tiempos<br />
históricos y de la larga duración en la historia, desarrollada básicamente<br />
por Fernand Brau<strong>del</strong>. Una teoría que, para fundamentarse,<br />
va a comenzar por criticar y desconstruir radicalmente la noción<br />
moderno-burguesa de la temporalidad, que adoptando sin crítica<br />
al concepto newtoniano <strong>del</strong> tiempo físico, afirma que existe un
CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />
ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR •<br />
sólo tiempo, homogéneo, vacío y compuesto de fragmentos idénticos<br />
entre sí, y que avanza de manera independiente e irreversible<br />
frente a los hechos y procesos humanos, a los que incluso regula,<br />
controla y subordina. Frente a ella, la teoría brau<strong>del</strong>iana va a afirmar<br />
que existen múltiples tiempos, tiempos que no son los <strong>del</strong> reloj<br />
o los <strong>del</strong> calendario, sino que son temporalidades histórico-sociales,<br />
tan múltiples, diversas y heterogéneas, como las realidades históricas<br />
mismas, y en consecuencia, tiempos variables, más o menos<br />
densos y más o menos disímiles, que al hallarse directamente vinculados<br />
a esos acontecimientos, fenómenos y procesos socialeshumanos,<br />
van a expresarse como las muchas duraciones históricas a<br />
investigar y a utilizar por parte de los <strong>historiador</strong>es.<br />
Tiempos o duraciones diferenciados, que Fernand Brau<strong>del</strong> va a<br />
resumir en su triple tipología <strong>del</strong> nivel de los acontecimientos o<br />
hechos <strong>del</strong> tiempo corto, el nivel de las coyunturas o fenómenos<br />
<strong>del</strong> tiempo medio y el plano de las estructuras, de los procesos propios<br />
<strong>del</strong> tiempo largo o de la larga duración histórica. Una descomposición<br />
tripartita de las duraciones que hace posible discriminar,<br />
y luego clasificar en distintos órdenes, a los diversos hechos históricos,<br />
ubicando inicialmente a aquellos hechos inmediatos, nerviosos<br />
e instantáneos, que durando unas pocas horas, días o semanas<br />
se han constituido siempre en la materia prima favorita de los<br />
<strong>historiador</strong>es tradicionales en general y de los <strong>historiador</strong>es positivistas<br />
en particular. Hechos de muy corta vida, tales como la<br />
devaluación brusca de una moneda, la muerte de un jefe de estado,<br />
la irrupción de un terremoto que destruye a una ciudad, o el desencadenamiento<br />
de una guerra que sirve para gastar y enterrar<br />
cientos de misiles en el desierto, y que son hechos que tienen a<br />
veces un impacto espectacular y que atraen de una manera desmesurada<br />
todas las miradas de quienes los protagonizan o presencian,<br />
estando en general cortados a la medida <strong>del</strong> trabajo de los<br />
periodistas y de los puntos de vista de los políticos <strong>del</strong> día al día.<br />
Hechos de muy corta duración que se distinguen claramente<br />
de los fenómenos de coyuntura, de esos datos repetidos y reiterados<br />
durante años, lustros y hasta décadas, que han sido los datos<br />
más estudiados por los <strong>historiador</strong>es económicos, sociales o culturales<br />
de la última centuria. Hechos de la coyuntura, como un<br />
movimiento cultural o literario de una generación, como una rama<br />
depresiva o ascendente <strong>del</strong> ciclo Kondratiev, o como los efectos<br />
diversos de un movimiento político o social contestatario, que<br />
enmarcan a los acontecimientos <strong>del</strong> tiempo o de la duración corta,<br />
a la vez que se proyectan a la medida de la temporalidad correspondiente<br />
a las propias vidas de los hombres.<br />
Finalmente, y por debajo de este tiempo medio de las coyunturas,<br />
sean estas culturales, sociales, económicas o políticas, están las<br />
estructuras de la larga duración histórica, que corresponden a los procesos<br />
seculares y a veces hasta milenarios de las realidades más<br />
duraderas, más elementales y más profundas de esa misma vida<br />
histórica de las sociedades. Realidades de largo aliento como los<br />
rasgos y perfiles de una civilización, los hábitos alimenticios de<br />
un grupo de hombres, los sistemas de construcción y de vigencia<br />
de las jerarquías sociales, o las actitudes mentales frente al trabajo,<br />
la muerte, la vida o la naturaleza, que al aparecer como coordenadas<br />
que persisten y que sobreviven a lo largo de los siglos, tienden<br />
a confundirse como hechos obvios y a veces hasta eternos, escapando<br />
muchas veces a la mirada y al examen, obviamente de los<br />
<strong>mal</strong>os <strong>historiador</strong>es positivistas, pero incluso también, a veces, de<br />
la observación de <strong>historiador</strong>es mas serios y atentos.<br />
Se trata entonces de proponer, para la historia crítica, una visión<br />
nueva de la temporalidad. Visión radicalmente distinta de los fenómenos<br />
temporales, que frente al tiempo lineal y cronológico que se<br />
fragmenta en días, meses, semanas, etc., como en sus puntos constitutivos<br />
sucesivos, pensándose aún dentro de las arcaicas divisiones<br />
<strong>del</strong> pasado, el presente y el futuro, va a proponer en cambio<br />
una idea más compleja de las múltiples duraciones, concebidas más<br />
bien como espacios fluidos y densos, como películas siempre en<br />
movimiento, que desde la correlación móvil y flexible de la dialéctica<br />
<strong>del</strong> antes y el después, van a construir desde su complicada<br />
interrelación a esa "dialéctica de las duraciones", que ha sido postulada<br />
por Brau<strong>del</strong> como el corazón <strong>del</strong> devenir histórico mismo.
CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />
ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR •<br />
Lo que, de asumirse radicalmente, implicaría que los <strong>historiador</strong>es<br />
dejáramos de utilizar esas cada vez más paralizantes y estériles<br />
divisiones <strong>del</strong> pasado y el presente, y <strong>del</strong> presente y el futuro, para<br />
comenzar a estudiar los fenómenos históricos dentro de los diversos<br />
y múltiples flujos, siempre variables pero siempre convergentes,<br />
de sus respectivas duraciones históricas.<br />
Idea pues, de tiempos y duraciones diversos, que negando todos<br />
y cada uno de los supuestos y de los perfiles <strong>del</strong> tiempo moderno<br />
burgués dominante, es susceptible de recuperación no sólo por<br />
parte de la historia sino también por parte de todas las ciencias<br />
sociales en general, y en consecuencia, una clave metodológica que<br />
implica como una de sus posibilidades centrales, la de constituir<br />
un modo radicalmente nuevo de acercarse al estudio de todo lo<br />
sociai-humano, que se ha desplegado dentro de esos mismos tiempos<br />
o duraciones históricas.<br />
Novedad radical y dificultad conceptual profunda, que tal vez<br />
explican algunas de las incomprensiones mas frecuentes que ha<br />
sufrido esta propuesta nueva sobre la temporalidad histórica. Así,<br />
es común encontrar autores o textos que equiparan a la larga duración<br />
con el largo plazo de los economistas, o que creen que basta<br />
que una realidad cualquiera dure más de cien años para calificarla<br />
como estructura de larga duración. O también, quienes siguen<br />
equiparando a la corta duración exclusivamente con los hechos<br />
políticos, al tiempo medio con los fenómenos económicos y sociales,<br />
y a la larga duración con las realidades esencialmente geográficas.<br />
Pero, bien comprendida y bien aplicada, lo que no es sin duda<br />
tarea fácil, esta teoría de los diferentes tiempos históricos y de la<br />
larga duración histórica, resulta también una herramienta preciosa<br />
para la construcción de esa nueva historia crítica que aquí estamos<br />
intentando promover y defender.<br />
que cubre el período de los años de 1929 a 1968, y que hoy constituyen<br />
el verdadero legado annalista para todos aquellos que, en la<br />
actualidad, intentan todavía elaborar una historia realmente científica<br />
y realmente crítica. Veamos ahora las contribuciones que, en<br />
este mismo sentido, han desarrollado las diversas corrientes histonográficas<br />
nacidas o consolidadas como resultado de la gran revolución<br />
cultural de 1968.<br />
Estos son, muy brevemente resumidos, los aportes principales<br />
que la célebre corriente de los Annales ha desarrollado, respecto<br />
<strong>del</strong> proceso más global de construcción de una historia genuinamente<br />
crítica, aportes concretados durante su primer ciclo de vida,
CAPÍTULO v<br />
LAS LECCIONES DE 1968 PARA UNA POSIBLE<br />
CONTRAHISTORIA RADICAL<br />
"...la contrahistoria (...) será el discurso de los<br />
que no poseen la gloria o -habiéndola perdido—<br />
se encuentran ahora en la oscuridad]/ en el<br />
silencio.".<br />
Michel Foucault, Genealogía <strong>del</strong> racismo, 1976.<br />
IMMANUEL WALLERSTEIN<br />
A más de treinta años de distancia de su saludable irrupción,<br />
la revolución cultural planetaria de 1968, parece por fin haber<br />
mostrado ya a todo el mundo sus verdaderos perfiles profundos y<br />
esenciales. Ya que más allá de las derrotas que, en prácticamente<br />
todas partes, sufrieron los movimientos sociales y políticos que<br />
protagonizaron esta revolución de 1968, subsiste el hecho de que<br />
todos ellos, sin excepción y a pesar de haber sido vencidos en lo<br />
político y en lo inmediato, triunfaron radicalmente al lograr desencadenar<br />
una transformación profunda e irreversible <strong>del</strong> conjunto<br />
completo de las estructuras de la reproducción cultural de todas<br />
las sociedades <strong>del</strong> orbe.<br />
Lo que se hace evidente, cuando constatamos que las tres instituciones<br />
o espacios centrales en donde se genera y se reproduce la<br />
cultura contemporánea, que son la familia, la escuela y los medios<br />
de comunicación, han sufrido justamente una mutación de largo<br />
alcance, precisamente a raíz de los efectos y <strong>del</strong> impacto central de<br />
esta revolución de 1968. Y es este impacto global <strong>del</strong> 68, el que se<br />
encuentra en la base de tantos y tantos procesos que hoy vivimos<br />
cotidianamente, y que abarcan desde la crisis de la familia moderna,<br />
el aumento espectacular de la tasa de divorcios, o la ruptura<br />
<strong>del</strong> machismo y el patriarcalismo dentro de las células familiares
CARLOS ANTONMO AGUTRRE ROJAS<br />
ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR •<br />
de todo el mundo, hasta el papel desmesurado que hoy juegan<br />
los medios de comunicación en todas partes, papel que los vuelve<br />
capaces de influir en la opinión pública hasta el punto de hacer<br />
variar el resultado de una elección presidencial, a la vez que desinforman<br />
sistemáticamente sobre una guerra, o sobre un movimiento<br />
indígena dignamente en rebeldía. Pero también, cuando denuncian<br />
valientemente las injusticias, o las expoliaciones que se realizan<br />
a varias generaciones de ciudadanos, por causa de un terrible<br />
acuerdo <strong>del</strong> Estado con los banqueros, o cuando hacen públicas las<br />
transacciones sucias y los acuerdos cupulares de los dirigentes de<br />
tal o cual partido político que desembocan en el veto a la aprobación<br />
de una ley digna sobre los derechos indígenas, por ejemplo.<br />
Pasando además, por todos los cambios enormes que ha sufrido<br />
también la institución de la escuela moderna, desde la redefinición<br />
total y la superación de la vieja relación jerárquica maestroalumno,<br />
y su sustitución por las nuevas técnicas pedagógicas,<br />
hasta la muerte <strong>del</strong> fetichismo acrítico frente a la letra impresa, en<br />
cuyo lugar florece ahora el libre examen crítico de las opiniones, y<br />
el debate directo como nuevo método de conocimiento.<br />
Efectos fundamentales de 1968, en todos los renglones de la<br />
cultura contemporánea, que también han impactado a todo el<br />
entero sistema de los saberes científicos, cuestionando hasta la<br />
misma división de las ciencias en "duras", "sociales" y "humanísticas",<br />
y replanteando, igualmente, la pertinencia y legitimidad de<br />
la división <strong>del</strong> estudio de lo social, en los tradicionales campos<br />
autónomos y separados de las actuales disciplinas de la antropología,<br />
la historia, la sociología, la economía, la geografía o la<br />
sicología, entre otras.<br />
Con lo cual, también la historia y la historiografía se han visto<br />
totalmente sacudidas y transformadas de raíz, renovándose una<br />
vez más, y dando lugar tanto al nacimiento de nuevas corrientes<br />
historiográficas, con nuevos paradigmas, métodos y perspectivas<br />
sobre el oficio de <strong>historiador</strong>, como también a la transformación<br />
profunda e igual renovación de algunas antiguas corrientes o tendencias<br />
historiográficas ya existentes.<br />
Corrientes renovadas profundamente, o en otro caso recientemente<br />
emergentes dentro los estudios históricos mundiales, que<br />
como herederas directas de la gran ruptura cultural de 1968, van<br />
a ser también aquellas que elaboren y propongan los nuevos modos<br />
de ejercer y de practicar la historia y la investigación histórica, estableciendo<br />
no sólo las principales lecciones historiográficas todavía<br />
vigentes de esa revolución de 1968, sino también las formas, los<br />
mo<strong>del</strong>os y los horizontes de la manera en que hoy, en el año de<br />
2004, se estudia, se investiga y se enseña la historia, en una buena<br />
parte de todo el planeta.<br />
Lecciones fundamentales de la historiografía de los últimos<br />
treinta años, que también son olímpicamente ignoradas por la <strong>mal</strong>a<br />
historia positivista hoy dominante, pero que, junto a los aportes y<br />
las lecciones aún vivas de la historia marxista, y unidas también<br />
a las contribuciones desarrolladas por la corriente francesa de los<br />
Annales <strong>del</strong> periodo de 1929 a 1968, constituyen la plataforma imprescindible<br />
de los elementos formativos esenciales que, en la situación<br />
actual, debe poseer todo buen <strong>historiador</strong> genuinamente<br />
crítico, y que desee verdaderamente estar a la altura de nuestra<br />
propia época. Veamos entonces, brevemente, cuáles son estas lecciones<br />
de la historiografía de los últimos treinta años, así como las<br />
corrientes nuevas o renovadas que las han impulsado y propuesto.<br />
Una primera lección que es posible derivar de esta historiografía<br />
post-68, está asociada a los desarrollos más recientes de la corriente<br />
francesa de los Annales, y en especial a lo que podríamos considerar<br />
su "cuarta generación" o cuarto proyecto intelectual fuerte,<br />
desplegado desde 1989 y hasta hoy. Porque es sabido que después<br />
de 1968, la corriente de los Annales tuvo un viraje radical respecto<br />
<strong>del</strong> tipo de historia que había impulsado entre 1929 y 1968, historia<br />
esta última cuyos perfiles y enseñanzas hemos recogido ya en el<br />
capítulo anterior. Y entonces, entre 1968 y 1989, lo que los Annales<br />
hicieron fue dedicarse a la amorfa, ambigua y poco consistente<br />
"historia de las mentalidades", historia que abordó lo mismo problemáticas<br />
y temas históricos bastante banales e inesenciales, que<br />
unos pocos estudios dedicados a temas más serios y relevantes,
CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />
ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />
pero que en conjunto se autodeclaró una historia ecléctica desde el<br />
punto de vista metodológico, y también una historia sin línea directriz<br />
ni principios teóricos, que aceptaba absolutamente cualquier<br />
enfoque histórico posible, con la única condición de que abordara<br />
ese indefinido campo de las "mentalidades". Y es claro que, desde<br />
el punto de vista de la historia crítica, muy poco o nada puede ser<br />
rescatado de esa historia de las mentalidades, desarrollada por la<br />
tercera generación de la corriente annalista.<br />
En cambio, y es esta la primera lección de esa historiografía<br />
francesa de los últimos quince años, resulta interesante el nuevo<br />
mo<strong>del</strong>o de historia cultural que esta cuarta generación de Annales<br />
ha promovido, y que es el mo<strong>del</strong>o de una historia social de las<br />
prácticas culturales, también caracterizado como una nueva historia<br />
cultural de lo social. Una historia que, frente al substantivismo<br />
auto suficiente de los estudios históricos de las mentalidades, -que<br />
en ocasiones ha llegado hasta el idealismo abierto y confeso, como<br />
en la obra de Philippe Aries-, va en cambio a representar un verdadero<br />
esfuerzo de una historia otra vez materialista, y otra vez<br />
profundamente social de los fenómenos culturales.<br />
Así, y asociada muy de cerca a los trabajos de Roger Chartier,<br />
esta historia social de las prácticas culturales nos propone analizar<br />
todo producto cultural como "práctica", y por ende, a partir de las<br />
condiciones materiales específicas de su producción, de su forma de<br />
existencia, y luego de su propia difusión y circulación reales. Por<br />
ejemplo, como en el caso de la historia <strong>del</strong> libro, que no sólo estudia<br />
los contenidos intelectuales y los mensajes culturales <strong>del</strong> mismo,<br />
sino también sus modos de fabricación, los procesos de trabajo<br />
de los editores, la composición material misma de los textos y su<br />
forma de presentación dentro <strong>del</strong> "objeto libro", igual que las diferentes<br />
formas de su lectura y de su recepción, por parte de los muy<br />
diversos "públicos" que lo consumen y lo utilizan en una época<br />
dada. Es decir, una historia cultural que vista como esa síntesis de<br />
diversas "prácticas", es una historia materialista en el mejor sentido<br />
de lo que antes hemos ya resumido.<br />
Y también, una historia de la cultura que es profundamente<br />
social, en la medida en que restituye y reafirma esa condición de<br />
los productos y de las prácticas culturales, como resultados siempre<br />
directos de la propia actividad social. Es decir, que lo mismo una<br />
práctica de lectura determinada que un cierto conjunto de representaciones<br />
asumidas, e igual un cierto comportamiento cultural<br />
de una clase o grupo social, que una determinada modalidad de<br />
construcción <strong>del</strong> discurso, son todas distintas manifestaciones culturales<br />
que son siempre producidas, acogidas y reproducidas por<br />
una específica sociedad y en un cierto contexto histórico, lo que nos<br />
obliga entonces a partir siempre de ese referente social e histórico,<br />
para la explicación de toda práctica o fenómeno cultural posible.<br />
Un nuevo mo<strong>del</strong>o de historia cultural, que si bien se encuentra<br />
todavía en proceso de construcción, y más precisamente en la vía<br />
de desprenderse de su matriz originaria que fue esta historia <strong>del</strong><br />
libro y de la lectura, para intentar convertirse en un mo<strong>del</strong>o más<br />
general de historia cultural, podría eventualmente en el futuro,<br />
llegar a producir y a proponer perspectivas interesantes y útiles<br />
para los <strong>historiador</strong>es críticos contemporáneos.<br />
Una segunda lección, mucho más cercanamente vinculada a la<br />
historiografía de esa cuarta generación de los Annales que hemos<br />
referido, es la de la reivindicación de una historia social diferente,<br />
focalizada en particular en reconstruir, de nueva cuenta, la compleja<br />
dialéctica entre individuo y estructuras, o entre agentes sociales,<br />
sean individuales o colectivos, y los entramados o contextos<br />
sociales más globales dentro de los cuales ellos despliegan su<br />
acción. Así, tratando de ir más allá de las visiones esquemáticas<br />
que, durante décadas, redujeron la acción de los individuos y su rol<br />
social al de simples "marionetas", unilateral mente determinadas<br />
en sus posiciones y en sus prácticas por dichas estructuras sociales,<br />
estos cuartos Annales proponen volver a revalorar el papel<br />
activo y constructivo de esos agentes sociales, que no sólo crean y<br />
dan cuerpo total a dichos entramados y estructuras sociales como<br />
fruto de sus acciones y de sus interrelaciones, sino que también<br />
disfrutan, permanentemente, de ciertos márgenes de libertad en
CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />
• ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />
su acción cotidiana, eligiendo constantemente entre diversas alternativas<br />
y modificando con sus propias prácticas, a veces poco y a<br />
veces totalmente, a esas mismas estructuras sociales que, sin duda,<br />
establecen en cada momento los límites concretos de su acción.<br />
Restituyendo de esta forma, un enfoque mucho más dinámico<br />
y mucho más complejo de los agentes como creadores y reproductores<br />
de las estructuras, y de las estructuras como marco envolvente<br />
y cerno límite de la acción de los agentes, que sin embargo se<br />
interrelacionan e interinfluyen recíprocamente todo el tiempo, para<br />
transformarse mutuamente, esos cuartos Annales son capaces de<br />
mostrar, no sólo el carácter cambiante y móvil de los determinismos<br />
que las estructuras ejercen sobre los agentes -y que lejos de<br />
ser omnipresentes, fatales y de un solo sentido claro, son más bien<br />
determinismos generales, tendenciales y en ocasiones de varios<br />
sentidos posibles-, sino también el papel siempre activo, dinámico<br />
y creador de esos agentes sobre las estructuras, a las que no solo<br />
han construido ellos mismos en el origen, sino a las que reproducen<br />
todo el tiempo con su acción, y a las que por lo tanto pueden<br />
también modificar, incluso totalmente, en ciertas condiciones y en<br />
ciertos momentos históricos determinados.<br />
Una otra historia social, que superando tanto la visión de la<br />
estructura omnipresente y todopoderosa sobre el agente pasivo y<br />
puramente receptivo, como también la vertiente opuesta <strong>del</strong> agente<br />
capaz de todo y demiurgo de la estructura y <strong>del</strong> mundo, que concibe<br />
a dicha estructura como reducida a mero "telón de fondo"<br />
subsidiario y marginal, intenta más bien reconstituir ese complejo<br />
va y viene, desde el individuo o desde el grupo hacia el contexto,<br />
y desde este último hacia los primeros. Restitución de esa compleja<br />
dialéctica entre los sujetos sociales y las situaciones o medios de<br />
su acción, que ha permitido corregir ciertas versiones deformadas<br />
de una historia objetivista y estructuralista, que había reducido el<br />
papel de los individuos, o de los agentes, o de los sujetos sociales, al<br />
de simples "portadores de su condición de clase", o también al de<br />
mera expresión de la estructura, historia que prosperó tanto dentro<br />
<strong>del</strong> marxismo vulgar como fuera de él, antes de la importante<br />
revolución cultural de 1968. Pero que, al replantearse en términos<br />
de esta dialéctica de Ínter influencias recíprocas, permite abonar el<br />
desarrollo de una historia realmente crítica, que puede desarrollarse<br />
dentro de todos los diversos campos de lo histórico, para<br />
aplicarse lo mismo a la historia cultural o a la historia económica,<br />
que a la historia demográfica, política o social.<br />
La tercera lección post-68 para una historiografía crítica, se<br />
encuentra en cambio asociada a los desarrollos de las varias tendencias<br />
y subgrupos que han sido genéricamente calificados como<br />
la 'historia marxista y socialista británicas contemporáneas'. Y se<br />
trata de la propuesta, una vez más, de reivindicación de la historia<br />
social, pero aquí entendida, en particular, como el proceso múltiple<br />
de recuperación <strong>del</strong> conjunto de las clases populares y de los grupos<br />
oprimidos dentro de la historia. Recuperación concebida en muy<br />
diferentes líneas y niveles, que en un caso se despliega, específicamente,<br />
en el sentido <strong>del</strong> rescate de dichas clases y grupos<br />
populares en relación con su verdadera condición de agentes de<br />
la dinámica social y <strong>del</strong> cambio social, mientras que en otro caso<br />
avanza, mas bien, como el proyecto de reintegrar la voz y la memoria<br />
de esos sectores populares en tanto que fuentes esenciales para<br />
la construcción <strong>del</strong> saber histórico. Pero también, en una tercera<br />
vertiente, respecto de la elección de la situación de estas clases<br />
mayoritarias como observatorio o punto de partida <strong>del</strong> análisis<br />
de la totalidad de lo social, al defender una historia construida to<br />
bottom up (desde abajo hacia arriba), en la que el criterio de estos<br />
sectores que son 'los de abajo', es el que define las formas de percepción<br />
y de análisis <strong>del</strong> grado, la intensidad, las formas y el curso<br />
concreto mismo de la confrontación y de la lucha de clases, en sus<br />
múltiples desenlaces y resultados posibles.<br />
De este modo, una primera variante de este proceso multifacético<br />
de recuperación de las clases populares dentro de la historia,<br />
avanza en el sentido de revalorar profundamente, una vez<br />
más, el verdadero papel que han tenido esas clases populares y<br />
esos grupos oprimidos como reales protagonistas y constructores <strong>del</strong><br />
drama histórico. Algo que, como habíamos señalado antes, ha sido
CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />
• ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR •<br />
originalmente planteado y desarrollado por Marx, y que estos <strong>historiador</strong>es<br />
británicos, justamente marxistas, van a volver a recordar<br />
y a replantear con fuerza, frente a la historia positivista inglesa a la<br />
que ellos combaten e intentan superar. Y entonces, tendremos nuevamente,<br />
y apoyada e inspirada en parte en esta historia socialista<br />
inglesa, toda una nueva y vigorosa ola de trabajos concentrados en<br />
reconstruir las historias de la clase obrera, los itinerarios y papel de<br />
los movimientos campesinos, las experiencias y las luchas de los<br />
trabajadores, los estudios y los análisis de los grupos marginales<br />
más diversos, igual que la popularización de obras y ensayos sobre<br />
la cultura popular y la conciencia obrera, sobre las cosmovisiones<br />
campesinas y sobre las formas de ver y de concebir el mundo, características<br />
de esos diversos grupos y sectores sociales marginales<br />
y marginados ya mencionados, entre muchas otras.<br />
Vasto conjunto de perspectivas y de historias de todas las clases<br />
sociales, y de los innumerables movimientos sociales, que habiendo<br />
cobrado nuevo auge después de 1968, se prolongan hasta el día<br />
de hoy como uno de los campos más fértiles para el ulterior desarrollo<br />
de las historiografías críticas de todo el planeta.<br />
Una segunda variedad importante dentro de estos enfoques de<br />
la historia socialista británica, es la que se ha concentrado en proponer<br />
el rescate directo de la voz y de la memoria de esas clases<br />
populares, como instrumento y fuente para la construcción misma<br />
<strong>del</strong> saber histórico. Pues si esta perspectiva afirma que son esas<br />
clases populares las que hacen la historia real, entonces lo más<br />
lógico es que sean también ellas las que escriban la historia, y las<br />
que elaboren los propios discursos históricos que intentan dar<br />
cuenta de sus obras, de sus luchas, de sus actividades y de sus<br />
papeles y roles específicos, dentro de los procesos sociales históricos<br />
globales.<br />
Siguiendo entonces la idea de que la ciencia de la historia debe<br />
de "darle voz" a los oprimidos, y de que debe hacer que todo el<br />
mundo escuche dicha voz, al recuperarla sistemáticamente dentro<br />
de los elementos <strong>del</strong> propio saber histórico, esta historia socialista<br />
británica ha tratado de implementar los mecanismos para rescatar<br />
y reincorporar a esa memoria de los verdaderos protagonistas<br />
esenciales de la historia real, recurriendo para ello a la construcción<br />
y a la revalorización de las técnicas de la historia oral, a la<br />
vez que fundaba los célebres History Workshops o "talleres de historia"<br />
en los que, juntos y combinando sus habilidades y sus saberes<br />
específicos, los propios obreros, o los habitantes de un barrio, o los<br />
protagonistas de un cierto movimiento social, o los campesinos de<br />
una localidad, trabajaban con los <strong>historiador</strong>es "profesionales" o<br />
de oficio, para hacer y escribir, o para rehacer y para reescribir la<br />
historia, de esa clase, de ese barrio, de ese movimiento o localidad<br />
particulares.<br />
Una historia radical que, en la medida en que está incorporando<br />
a los propios trabajadores y sectores populares como generadores y<br />
constructores <strong>del</strong> propio saber histórico, se ha abierto entonces, de<br />
manera amplia y muy receptiva, al seguimiento, estudio y registro<br />
de prácticamente todos los movimientos antisistémicos contemporáneos,<br />
haciéndose eco sin excepción, lo mismo <strong>del</strong> movimiento<br />
feminista que <strong>del</strong> movimiento obrero, de los movimientos pacifistas<br />
y antinucleares o de los movimientos estudiantiles, de los movimientos<br />
campesinos o de los movimientos antirracistas, igual<br />
que de los movimientos indígenas, urbanos, territoriales o locales<br />
más diversos.<br />
Una tercera versión de esta historia, derivada de las dos anteriores,<br />
es la que propone construir toda historia posible como una<br />
"historia desde abajo", es decir como una historia que aún cuando<br />
se ocupe <strong>del</strong> análisis de las clases dominantes, o en otro caso de<br />
la cultura de las élites, o también <strong>del</strong> papel <strong>del</strong> Estado o <strong>del</strong> mercado,<br />
o de la nación, lo hará siempre desde este observatorio específico<br />
que es el <strong>del</strong> emplazamiento y la perspectiva de análisis de<br />
esas mismas clases populares, viendo a los líderes desde el punto de<br />
vista de las masas, o al Estado desde la sociedad civil, a la vez que<br />
diagnostica a la cultura dominante desde la cultura popular, y a<br />
los explotadores y dominadores desde el punto de vista de sus víctimas,<br />
desentrañando los mecanismos <strong>del</strong> mercado desde la producción<br />
o construyendo la explicación <strong>del</strong> fenómeno de la 'nación'<br />
desde el punto de vista <strong>del</strong> ciudadano ordinario y común.
CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />
ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR •<br />
Proponiendo entonces estudiar todo fenómeno histórico "desde<br />
abajo hacia arriba" (to bottom up), esta historiografía socialista<br />
británica quiere descentrar sistemáticamente a la tradicional historia<br />
positivista también inglesa, siempre estatolátrica o adoradora<br />
<strong>del</strong> Estado, politicista, concentrada en los héroes y en los grandes<br />
hombres, e ignorante de esas clases populares antes mencionadas.<br />
Con lo cual, tendremos por primera vez dentro de los estudios<br />
históricos, una perspectiva historiográfica que intenta construirse<br />
desde el propio punto de vista de las clases populares, desde los modos<br />
en que dichas clases sometidas han sentido, vivido y percibido, de<br />
manera concreta, todo el conjunto de los hechos y procesos históricos,<br />
desde los más cotidianos y aparentemente triviales, hasta los<br />
mas espectaculares y llamativos.<br />
Lo que, evidentemente, se opone de manera frontal a la antigua<br />
concepción positivista tradicional, que siempre ha reproducido<br />
sin crítica solo el punto de vista de los vencedores y de las<br />
clases dominantes. Mientras que, en esta variante de la historia<br />
británica socialista, justo de lo que se trata es de reexaminar todos<br />
los hechos, situaciones y procesos de la historia, desde las cosmovisiones<br />
de los campesinos y de los obreros, de los marginados y de<br />
los trabajadores, es decir, de todos aquellos sujetos sociales cuyas<br />
visiones y percepciones específicas han sido casi siempre ignoradas<br />
y omitidas por los <strong>historiador</strong>es anteriores.<br />
Por último, una cuarta línea de derivación importante de esta<br />
perspectiva historiográñca, es la de la reivindicación <strong>del</strong> original<br />
concepto de la "economía moral de la multitud". Concepto este<br />
último que habiendo sido acuñado por el <strong>historiador</strong> Edward P.<br />
Thompson, nos entrega una herramienta muy interesante y muy<br />
fecunda para la historia crítica de la lucha de clases y de los movimientos<br />
populares. Pues recordándonos que esa lucha de clases<br />
no existe solo en los momentos culminantes o espectaculares de<br />
una revolución, de una revuelta popular o de la Toma de la Bastilla<br />
o <strong>del</strong> Palacio de Invierno, sino siempre y permanentemente, este concepto<br />
se nos ofrece como el esfuerzo de dar cuenta o de captar de<br />
modo más preciso el mecanismo o barómetro que, en la sensibilidad<br />
popular y en el punto de vista de las propias masas populares,<br />
regula y establece en cada momento lo que es tolerable y lo<br />
que es intolerable, lo que es justo e injusto, lo que aún puede aceptarse<br />
frente a aquello que en cambio desencadena la ira popular<br />
y la indignación y la sublevación general, mecanismo que en cada<br />
situación histórica particular se ha construido siempre desde las<br />
tradiciones, la historia, las costumbres y los singulares modos de<br />
ver de cada grupo o clase popular, en cada circunstancia y tiempo<br />
histórico específicos.<br />
Una "economía moral" de las clases populares, que solo es captada<br />
por sus líderes más auténticos y por sus portavoces más genuinos,<br />
pero que debe ser estudiada, analizada y reconstruida con<br />
cuidado por el buen <strong>historiador</strong> crítico, si es que este desea realmente<br />
comprender, de manera concreta, fina y detallada, a esa<br />
lucha de clases y a ese decurso social de la historia que intenta<br />
explicar. Ya que sin esa radiografía cuidadosa de dicha "economía<br />
moral de la multitud", será muy difícil entender por qué un motín,<br />
una revuelta, una insurrección, o hasta una revolución, estalla precisamente<br />
en el momento en que lo hace y no antes ni después,<br />
y además por qué los desenlaces de todas esas manifestaciones<br />
populares y de la lucha de clases, han sido en particular los que<br />
han acontecido y no cualesquiera otros diferentes.<br />
Una cuarta lección metodológica importante, deriva en cambio<br />
de las contribuciones y desarrollos de la corriente italiana de la<br />
microhistoria. Una perspectiva historiográfica nacida directamente<br />
de los impactos de la revolución cultural de 1968, que recogiendo y<br />
superando a la vez a todo el conjunto de las tradiciones de la historia<br />
social italiana posterior a 1945, va a irse estructurando durante<br />
los años setenta y ochenta alrededor de la publicación de la hoy<br />
conocida revista Quaderni Storici. Así, manteniendo una posición<br />
clara y definidamente progresista y de izquierda, este grupo de<br />
<strong>historiador</strong>es críticos de origen italiano va a elaborar, en primer<br />
lugar y como una primera herramienta heurística de la nueva historia<br />
crítica, el procedimiento metodológico <strong>del</strong> "cambio de escala", procedimiento<br />
que al postular la posibilidad de modificar la "escala"
CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />
ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />
específica en que un problema de historia es analizado y resuelto,<br />
va en general a desembocar en la reivindicación de la recuperación<br />
recurrente de la escala microhistórica, o <strong>del</strong> universo de dimensiones<br />
históricas "micro" como el posible nuevo "lugar de experimentación"<br />
y de trabajo de los <strong>historiador</strong>es que, no obstante, continúan<br />
empeñados en explicar y en comprender los grandes y siempre<br />
fundamentales procesos globales macrohistóricos.<br />
De este modo, y a la vez que critican los límites de los distintos<br />
mo<strong>del</strong>os "macrohistóricos" precedentes, que al haberse afirmado<br />
dentro de las ciencias sociales y la historiografía <strong>del</strong> siglo xx, fueron<br />
simultáneamente vaciándose de contenido, al abandonar su fuente<br />
nutricia originaria, que era y ha sido siempre el análisis de los<br />
casos particulares y de las experiencias históricas singulares, los<br />
micro<strong>historiador</strong>es italianos van en cambio a defender este cambio<br />
de escala y este retorno sistemático al nivel microhistórico, pero no<br />
para renunciar al nivel de lo general y de la macrohistoria -como si<br />
hacen la mayoría de los <strong>historiador</strong>es locales o regionales tradicionales<br />
y positivistas-, sino justamente para renovarlo y enriquecerlo,<br />
replanteándolo de modo más complejo y elaborado, a partir de<br />
los resultados de esa experimentación y de ese trabajo realizado<br />
dentro de los universos de la escala microhistórica.<br />
Porque el núcleo de este procedimiento microhistórico y de<br />
cambio de escala, consiste precisamente en esta recuperación integral<br />
de ese círculo de va y viene, que constituye a la dialéctica compleja<br />
de lo macrohistórico o general con lo microhistórico o particular.<br />
Recuperación que avanza tomando una o algunas hipótesis centrales<br />
de un mo<strong>del</strong>o de explicación general o macrohistórica ya establecido<br />
o aceptado, para entonces "hacer descender" esta o estas<br />
hipótesis a una nueva escala, que es precisamente la escala microhistórica.<br />
Escala o universo micro, en el cual dichas hipótesis<br />
generales serán puestas a prueba y verificadas, sometiendo su<br />
capacidad explicativa a la prueba <strong>del</strong> caso singular microhistórico<br />
elegido, el que al servir de "test" o de "lugar de experimentación"<br />
de esas mismas hipótesis, va a terminar siempre modificándolas,<br />
enriqueciéndolas, complejizándolas, y a veces hasta refutándolas<br />
totalmente, para reformularlas de una manera muy distinta. Y por<br />
lo tanto, abriendo siempre la posibilidad y hasta la necesidad de<br />
retornar de nuevo a los niveles macrohistóricos o generales, desde<br />
los resultados <strong>del</strong> "experimento microhistórico", para reproponer<br />
entonces nuevas hipótesis generales y nuevos mo<strong>del</strong>os macrohistóricos,<br />
más sutiles, más complejos y más capaces de dar cuenta real de<br />
las distintas situaciones histórico concretas a las que ellos aluden.<br />
Procedimiento microhistórico <strong>del</strong> cambio de escala que, entonces,<br />
no es solo radicalmente diferente de la tradicional y muy frecuentada<br />
historia local, o también de la propia historia regional -y<br />
por ende, igualmente diverso de la difundida "microhistoria mexicana"<br />
de Luis González y González-, sino también de cualquier<br />
historia puramente anecdótica, de las "cosas pequeñas" o de los<br />
"espacios" o "problemas reducidos" dentro de la historia. E incluso,<br />
es un procedimiento que podría, precisamente, explotarse en el<br />
futuro para tratar de renovar a esas historias locales, regionales, o<br />
anecdóticas, que en su inmensa mayoría terminan derivando justamente<br />
en la pura descripción puntual, acumulativa y finalmente<br />
intrascendente, de hechos y anécdotas locales o regionales correspondientes<br />
a esos diversos microu ni versos históricos, los que aquí<br />
son considerados solo de manera aislada y en sí mismos, descripciones<br />
que son tan comunes y tan utilizadas por parte de la <strong>mal</strong>a historia<br />
positivista.<br />
Una quinta lección, también asociada a la microhistoria italiana,<br />
y directamente conectada con el procedimiento microhistórico que<br />
acabamos de explicar, es la de las posibilidades que abre, para<br />
el buen <strong>historiador</strong>, el análisis exhaustivo e intensivo de dicho universo<br />
microhistórico. Es decir, que al reducir la escala de análisis,<br />
y tomar como objeto de estudio a ese "lugar de experimentación"<br />
que es la localidad, o el caso, o el individuo, o la obra o el sector<br />
de clase elegido, se hace posible llevar a cabo un análisis prácticamente<br />
total, tanto de todos los documentos, las fuentes, los<br />
testimonios y los elementos disponibles dentro de ese microuniverso,<br />
como también de los diversos y múltiples sentidos involucrados<br />
en las acciones, las prácticas, las relaciones y los procesos
CARLOS ANTONIO AGUIRRIÍ ROJAS<br />
• ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />
desarrollados por esos personajes, o comunidades, o situaciones<br />
microhistóricas investigadas.<br />
Pues a diferencia de los estudios puramente macrohistóricos,<br />
que necesariamente seleccionan uno o algunos pocos elementos de<br />
la totalidad, a los que investigan y analizan a través de casos o<br />
ejemplos, o de situaciones más o menos ilustrativas y/o representativas<br />
de las tendencias generales -lo que es totalmente pertinente,<br />
útil y necesario, mientras no se caiga en el vicio ya mencionado de<br />
"vaciar" el mo<strong>del</strong>o general de sus referentes empíricos, y de terminar<br />
imponiéndolo como molde rígido y obligatorio de la explicación<br />
de las múltiples realidades concretas-, el análisis de un caso<br />
microhistórico permite, en cambio, mantener el horizonte exhaustivo<br />
de agotar prácticamente todos los niveles de la realidad, y todas<br />
las dimensiones y aristas de una situación, de una comunidad, o<br />
de un personaje histórico cualquiera, reconstituyendo por ejemplo,<br />
la entera red de relaciones de un individuo a lo largo de toda su vida,<br />
o también el mapa de vínculos, alianzas, matrimonios y disputas de<br />
todas las familias de un pequeño pueblo, o también las formas de<br />
vida, los espacios de ocupación, las expectativas familiares y los<br />
comportamientos culturales y políticos de una cierta clase obrera<br />
determinada, o también todos los contextos sociales múltiples de<br />
la redacción y de la recepción social de una cierta obra intelectual,<br />
etc..<br />
Al mismo tiempo, y acompañando a este estudio que agota<br />
todas las dimensiones de la realidad micro bajo examen, se hace<br />
posible también un análisis más intensivo de los testimonios y<br />
de las fuentes diversas. Un análisis que ubicándose ahora desde<br />
el punto de vista <strong>del</strong> sentido de los hechos históricos, intenta también<br />
agotar todos los sentidos imbricados dentro de cada problema<br />
histórico, multiplicando las perspectivas de interrogación de dicho<br />
problema, y los puntos de observación de los mismos, para tratar<br />
de construir, también dentro de la historia, lo que el antropólogo<br />
Clifford Geertz ha llamado "descripciones densas" de los problemas.<br />
Es decir, descripciones que sintetizan y combinan en un<br />
solo esquema explicativo, las muy diversas maneras en que la situación<br />
o el problema analizado ha sido visto, percibido, y procesado,<br />
por todos y cada uno de los actores y agentes sociales en él<br />
involucrados. Un análisis exhaustivo y al mismo tiempo denso <strong>del</strong><br />
"lugar microhistórico", que acerca de inmediato a los <strong>historiador</strong>es<br />
hacia el horizonte de la historia global, y también hacia el punto de<br />
vista de la totalidad, los que hemos ya mencionado y desarrollado<br />
anteriormente.<br />
La última lección hasta ahora aportada por la microhistoria italiana,<br />
y que es la sexta lección de la historiografía posterior a 1968,<br />
es la de la importancia de reconocer, cultivar y aplicar el paradigma<br />
indiciarlo dentro de la historia. Y ello, en general, pero también y<br />
muy especialmente cuando nuestro objeto de estudio es el conjunto<br />
de elementos y de realidades que corresponden a la historia<br />
de las clases populares, de los grupos sometidos, de los "derrotados"<br />
sucesivos en las diferentes batallas históricas, y más en general<br />
de todas esas "víctimas" dentro de los procesos históricos,<br />
cuya historia ha sido siempre silenciada, omitida, marginada, reprimida<br />
o hasta eliminada y borrada de diferentes maneras.<br />
Porque ha sido precisamente en el intento de reconstruir los elementos<br />
que componen a la cultura popular italiana y europea <strong>del</strong><br />
siglo xvi, pero no vista y analizada desde el punto de vista de las<br />
clases dominantes, sino viéndola desde el propio punto de vista de<br />
esas mismas clases populares, que Cario Ginzburg ha explicitado<br />
ese paradigma indiciario. Paradigma basado en el desciframiento<br />
de ciertos indicios históricos, cuya esencia consiste en que el <strong>historiador</strong><br />
se capacite y entrene para ser capaz de leer e interpretar los<br />
múltiples indicios que, habiendo sobrevivido a los procesos de recodificación,<br />
filtro, deformación, conservación sesgada, y reescritura de<br />
la historia por parte de las clases dominantes, permiten todavía<br />
hoy acceder de manera directa a esos puntos de vista y a esas eosmovisiones<br />
de la cultura popular, al modo de huellas, síntomas o<br />
trazos que, adecuadamente leídos e interpretados, logran aún revelarnos<br />
esas realidades silenciadas y marginadas sistemáticamente<br />
que conforman a esa misma cultura popular.
CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />
ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />
Y es que si partimos <strong>del</strong> hecho de que las clases populares no<br />
saben leer ni escribir sino hasta fechas muy recientes, entonces<br />
es claro que los testimonios y documentos sobre su cultura sean<br />
en general escasos, cuando no hasta inexistentes. Y si a ello agregamos<br />
que la historia la hacen siempre los vencedores, entonces<br />
resulta evidente que lo que ha llegado hasta nosotros, cuando ha<br />
llegado, sobre esa cultura popular, son sólo y sobre todo las visiones<br />
de las clases dominantes sobre dicha cultura de las clases que<br />
ellos mismos han sometido y explotado, visiones que además de<br />
no comprender adecuadamente dicha cultura, la banalizan, deforman,<br />
y distorsionan, a través de los ineludibles filtros, interesados<br />
y nada imparciales, de su propia posición de clase hegemónica. Por<br />
ello, lo único que ha llegado hasta nosotros de esa cultura popular,<br />
eminentemente oral y siempre negada y expulsada de la historia<br />
oficial, no son otra cosa que esos pequeños indicios, o rasgos y elementos<br />
aparentemente insignificantes para cualquier mirada ordinaria,<br />
pero en verdad profundamente reveladores y esdarecedores<br />
para la mirada aguda y para el olfato especialmente entrenados <strong>del</strong><br />
<strong>historiador</strong> crítico, que ha cultivado esta búsqueda de los indicios,<br />
y esta capacidad de su lectura e interpretación adecuadas.<br />
Por eso, Cario Ginzburg juega, para explicar este paradigma<br />
indiciarlo, con la comparación metafórica entre la actividad <strong>del</strong><br />
<strong>historiador</strong>, de un lado, y en el otro con toda una serie de actividades<br />
que incluyen, por ejemplo, el trabajo <strong>del</strong> detective, o también<br />
la labor <strong>del</strong> sicoanalista, o la pesquisa de un juez, igual que el<br />
diagnóstico de un buen médico, o la investigación <strong>del</strong> especialista<br />
de arte que es capaz de atribuir acertadamente la autoría de un<br />
cuadro supuestamente anónimo, entre otros. Pues en todos estos<br />
casos se trata de saberes indicíanos, que a partir de esos elementos<br />
sólo aparentemente secundarios o insignificantes, que son los<br />
rastros dejados involuntariamente por el culpable, o los actos fallidos<br />
<strong>del</strong> paciente, o las contradicciones o lagunas presentes en la<br />
deposición de los testigos, o los síntomas diversos de un enfermo,<br />
o también los modos recurrentes y totalmente singulares de pintar<br />
una uña, una oreja, una zona <strong>del</strong> cabello o un pliegue <strong>del</strong> vestido,<br />
logran descubrir y establecer esa realidad oculta y de difícil acceso,<br />
pero finalmente "atrapable" y descifrable por el buen investigador<br />
o pesquis ador.<br />
Un saber indiciarlo que es, también, uno de los modos permanentes<br />
y milenarios <strong>del</strong> saber popular, <strong>del</strong> saber de esas mismas masas y<br />
clases populares, que aprehenden el mundo por la vía de la experiencia<br />
cotidiana y de la observación atenta <strong>del</strong> entorno circundante.<br />
Y por lo tanto, también a partir de esa capacidad de leer los<br />
indicios y de interpretarlos adecuadamente, como en el caso <strong>del</strong><br />
saber de los cazadores, de los marineros, de los carpinteros o de los<br />
curanderos y médicos populares.<br />
Un saber apoyado en indicios que, bien aprendido y bien aplicado,<br />
es una herramienta preciosa tanto para el rescate de todos<br />
esos temas difíciles y que se "resisten" a darse fácilmente al <strong>historiador</strong>,<br />
-lo que hace que el <strong>mal</strong> <strong>historiador</strong> positivista, simplemente<br />
los ignore, y pase de largo olímpicamente frente a ellos-, como,<br />
más en general, para el desarrollo más rico y complejo de esa buena<br />
historia crítica, que recupera esos elementos de la historia popular,<br />
pero siempre desde el propio punto de vista de las víctimas.<br />
Una séptima lección importante de la historiografía posterior a<br />
la revolución cultural de 1968, está vinculada con el desarrollo de<br />
la cada vez más difundida perspectiva <strong>del</strong> "world-system analysis"<br />
(<strong>del</strong> análisis <strong>del</strong> sistema-mundo). Perspectiva que habiéndose<br />
desarrollado, también a raíz de la ruptura de finales de los años<br />
sesenta en Estados Unidos, ha ido difundiéndose y ganando popularidad<br />
en todo el mundo a lo largo de los últimos cinco lustros.<br />
Perspectiva crítica, que se reivindica también como directamente<br />
inspirada en los trabajos de Marx, y cuyo representante principal es<br />
Immanuel Wallerstein, que hoy es, entre muchas otras cosas, director<br />
<strong>del</strong> conocido Fernand Brau<strong>del</strong> Center de la Universidad de Binghamton.<br />
Centro Fernand Brau<strong>del</strong>, al que igualmente podríamos<br />
considerar como el espacio de concentración más importante para<br />
la reproducción e irradiación mundial de este mismo enfoque.<br />
Así, esa séptima lección referida, es la que alude al paradigma<br />
que afirma que la unidad de análisis obligada para el examen y
CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />
• ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR •<br />
explicación de cualquier fenómeno, hecho, o proceso acontecido<br />
durante los últimos cinco siglos, es la unidad planetaria <strong>del</strong> sistemamundo<br />
capitalista. Es decir, una propuesta metodológica que afirma<br />
que, para poder explicar cualquier fenómeno social de la historia<br />
capitalista <strong>del</strong> último medio milenio, es imperativo y forzoso<br />
mostrar sus conexiones y vinculaciones con esa unidad de referencia,<br />
siempre presente y siempre esencial e imprescindible en<br />
términos de una explicación adecuada, que es justamente el<br />
sistema-mundo capitalista en su totalidad.<br />
Lo que implica entonces que, para esta perspectiva, son siempre<br />
inadecuados y hasta encubridores de la realidad, los marcos conceptuales<br />
que intentan encuadrar y explicar esos mismos fenómenos<br />
sociales, desde el marco de la "nación", o <strong>del</strong> "Estado", o de<br />
la "sociedad", o de cualquiera de las combinaciones que derivan<br />
<strong>del</strong> acoplamiento de estos términos, como son el Estado-nación, la<br />
sociedad nacional o la sociedad estatal. Porque al afirmar que el<br />
verdadero marco en el que se desenvuelven iodos los procesos capitalistas,<br />
es el marco <strong>del</strong> sistema-mundo semiplanetario o planetario,<br />
según las épocas, lo que se reivindica es la existencia de una<br />
dinámica global igualmente planetaria, que estaría siempre actuante<br />
y siempre presente durante el último medio milenio transcurrido,<br />
y que sería la dinámica última y determinante <strong>del</strong> conjunto de realidades,<br />
situaciones, sucesos y acontecimientos desplegados dentro<br />
de los límites de este mismo sistema-mundo capitalista.<br />
Y entonces, no se trataría simplemente de "sumar" o de<br />
"agregar" los "factores externos", o extranacionales, a los "factores<br />
internos", nacionales o estatales, de una "sociedad" determinada,<br />
lo que siempre se hace tomando a dichos factores externos como un<br />
mero complemento, marginal y secundario, de esos factores internos,<br />
sino más bien de lo que se trata es de invertir y de transformar<br />
radicalmente nuestros modos de explicación y de interpretación<br />
habituales, reubicando también en el centro de nuestras hipótesis<br />
y de nuestros mo<strong>del</strong>os, a esa dinámica supranacíonal de las tendencias<br />
globales <strong>del</strong> sistema-mundo, dinámica que, solo en un<br />
segundo momento, va a especificarse y a concretarse en las diversas<br />
dinámicas regionales, nacionales y locales particulares.<br />
Reubicación de ese marco global <strong>del</strong> sistema-mundo, como<br />
referente más general de nuestras explicaciones, que entonces nos<br />
obliga a comenzar por preguntar si el problema o tema investigado<br />
se ha desplegado en una zona central, semiperiférica o periférica<br />
de ese sistema-mundo, y también si ha acontecido dentro de una<br />
fase ascendente o descendente, en primer lugar, <strong>del</strong> ciclo Kondratiev,<br />
pero también y en segundo lugar, de los ciclos hegemónicos<br />
de las potencias <strong>del</strong> sistema-mundo, y en tercer lugar, dentro de<br />
qué fase, etapa o momento temporal dentro de la curva integral<br />
de vida <strong>del</strong> sistema-mundo en su conjunto. Preguntas que al ser<br />
respondidas nos dan ya, según esta perspectiva <strong>del</strong> análisis <strong>del</strong><br />
sistema-mundo, las primeras coordenadas esenciales para la explicación<br />
concreta de ese problema histórico analizado.<br />
Una octava lección, también ligada a esta perspectiva <strong>del</strong> análisis<br />
<strong>del</strong> sistema-mundo, es la que se refiere a la necesidad de repensar<br />
nuevamente, de manera crítica, la forma de organización <strong>del</strong><br />
sistema de los saberes humanos en general, y en particular, el episteme<br />
hoy vigente dentro <strong>del</strong> conjunto o universo de las llamadas ciencias<br />
sociales. Porque recuperando en este punto, la exigencia antes referida<br />
de una historia verdaderamente globalizante o totalizante, y<br />
proyectándola en particular hacia el problema de la historia de la<br />
construcción de las diversas disciplinas o ciencias que hoy abordan<br />
los diferentes renglones de lo social humano en el tiempo, este<br />
paradigma <strong>del</strong> world-system analysis va a criticar radicalmente la<br />
actual configuración disciplinar <strong>del</strong> estudio de lo social, que sigue<br />
encerrando nuestras reflexiones e investigaciones dentro de la ya<br />
arcaica división de esas supuestas ciencias autónomas y separadas<br />
que son la economía, la antropología, la ciencia política, la historia,<br />
la geografía, la sociología, la sicología o la lingüística, entre<br />
otras. En contra de esta parcelación <strong>del</strong> saber sobre lo social, cada<br />
vez más paralizante y cada vez mas limitada, esta perspectiva<br />
va en cambio a pugnar abiertamente por "abrir las ciencias sociales",<br />
para reconstruir una nueva y abarcativa "unidisciplinariedad"<br />
para el estudio de lo social, que fundada y apoyada en una<br />
sola epistemología global, sea capaz de edificar la "ciencia social-
CARLOS ANTONIO AGUIRRK ROJAS<br />
ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR •<br />
histórica" que deberá sustituir a esas actuales disciplinas mencionadas<br />
de la antropología, la economía, la ciencia política, la historia<br />
o la sociología, etc..<br />
Revisando y cuestionando entonces de raíz, las específicas<br />
divisiones epistemológicas que fundan este esquema parcelado y<br />
cuadriculado de las distintas disciplinas o ciencias sociales contemporáneas,<br />
esta perspectiva desarrollada en parte por Immanuel<br />
Wallerstein, va a demostrar lo estéril e insostenible de seguir<br />
intentando separar el pasado <strong>del</strong> presente, lo político de lo social<br />
y lo social de lo económico, así como el estudio de las civilizaciones<br />
europeas <strong>del</strong> de las supuestas culturas o civilizaciones<br />
no europeas. Divisiones y separaciones que hoy se revelan como<br />
insostenibles y como puramente artificiales, y que cada vez resultan<br />
más paralizantes y restrictivas para la adecuada comprensión<br />
de lo social, siendo sin embargo el verdadero fundamento último<br />
de la justificación de esta configuración disciplinar actualmente<br />
vigente. Divisiones que urge entonces criticar y eliminar, para abrir<br />
el paso a la construcción de ese nuevo horizonte unidisciplinar en<br />
el análisis de lo social, hacia el cual tienden de manera espontánea<br />
todas las perspectivas y todas las corrientes mas innovadoras<br />
desarrolladas recientemente dentro de esas mismas ciencias sociales<br />
actuales.<br />
Invitándonos entonces a repensar con seriedad estas premisas<br />
no explicitadas de nuestro actual sistema de construcción de la<br />
ciencia sobre lo social, Immanuel Wallerstein explica entonces la<br />
actual crisis que vive este episteme todavía dominante, crisis que<br />
no se resolverá nunca, ni con la interdisciplinariedad, ni con la<br />
multidisciplinariedad, pero tampoco con la transdisciplinariedad<br />
o con la pluridisciplinariedad, las que en todos los casos parten<br />
finalmente <strong>del</strong> dato de respetar, sin criticarlo, ese mismo fundamento<br />
de la división en diferentes disciplinas, al que en el fondo<br />
consideran válido y legítimo, y <strong>del</strong> cual solo quieren paliar o modificar<br />
sus '<strong>mal</strong>as' consecuencias, pero sin transformar de raíz ese<br />
mismo fundamento. Mientras que, por el contrario, en la perspectiva<br />
<strong>del</strong> análisis <strong>del</strong> sistema-mundo, de lo que se trata es justamente<br />
de deslegitimar y de eliminar por completo dicho fundamento de<br />
la división disciplinar, reconstruyendo desde la base otro modo o<br />
episteme diferente para ese mismo estudio de lo social, un episteme<br />
precisamente unidisciplinario para la comprensión y examen de lo<br />
social-humano en el tiempo.<br />
Con lo cual, la actual crisis que viven las ciencias sociales actuales,<br />
solo puede ser superada si abolimos completamente dicha parcelación<br />
en disciplinas, y si volvemos a esas visiones unitarias y<br />
unidisciplinares sobre lo social que existieron, todavía, hasta la<br />
primera mitad <strong>del</strong> siglo xix, por ejemplo en el propio caso de Carlos<br />
Marx. Nueva visión unidisciplinaria en la que, por lo demás, habrá<br />
que recuperar todo el conjunto de las contribuciones importantes<br />
desarrolladas por estas mismas ciencias sociales parceladas, en sus<br />
ciento cincuenta años de desarrollo en general. Una recuperación<br />
compleja y sutil, en la que los aportes hasta hoy desarrollados, en<br />
particular por la historia, deberán ocupar un rol central y de primera<br />
magnitud, al contribuir a esclarecer los mecanismos temporales<br />
de la continuidad y <strong>del</strong> cambio, y más en general, todas las<br />
implicaciones y conexiones de esos fenómenos sociales con esta<br />
dimensión profunda y omnipresente de la temporalidad.<br />
Estas son, brevemente resumidas, las principales lecciones que nos<br />
aportan las más importantes corrientes historiográficas hoy vigentes<br />
dentro <strong>del</strong> panorama universal de los estudios históricos más<br />
contemporáneos. Lecciones que, obviamente, son en su totalidad<br />
térra incógnita para los <strong>mal</strong>os <strong>historiador</strong>es oficialistas, tradicionales<br />
y positivistas, a pesar de que constituyen, sin duda, las herramientas<br />
más cotidianas y los referentes más usuales de los buenos<br />
<strong>historiador</strong>es críticos contemporáneos. Y es claro que resulta abusivo,<br />
y finalmente hasta mentiroso, autodenominarse "<strong>historiador</strong>"<br />
si uno no conoce y domina, por lo menos, a esta serie de autores,<br />
paradigmas y propuestas que, en su conjunto, son el legado más
CARLOS ANTONIO ACUTRRE ROJAS<br />
reciente, y también las perspectivas todavía vivas y vigentes, correspondientes<br />
a los modos más actuales en que se ejerce hoy el<br />
apasionante oficio de la historia.<br />
FEDERICO ENGELS
II<br />
CAPITULO vi<br />
¿QUÉ HISTORIA DEBEMOS HACER Y ENSEÑAR HOY?<br />
UN MODELO PARA (DES)ARMAR<br />
"La burguesía convierte todo en mercancía, y por<br />
ende también la escritura de la historia. Forma<br />
parte de su ser, de su condición para la<br />
existencia, falsificar todos los bienes: también<br />
falsificó la escritura de la historia. Y la<br />
historiografía mejor pagada es la mejor falsificada<br />
para los propósitos de la burguesía".<br />
Federico Engels, Notas para la 'Historia de<br />
Irlanda', ca. 1870-1871.<br />
Después de haber detectado y señalado las distintas figuras de la<br />
<strong>mal</strong>a historia que se hace y que se enseña en nuestro país, y a<br />
las que intentamos abiertamente superar, y luego de establecer los<br />
más recurrentes "pecados capitales" que amenazan al <strong>historiador</strong>,<br />
y que lo hacen estar sometido al riesgo permanente de deformar<br />
y de empobrecer sus propios resultados historiográñ'cos, hemos<br />
tratado de resumir también todo el conjunto de lecciones y de<br />
contribuciones que, desde Marx y hasta la actualidad, han ido<br />
poniendo los cimientos necesarios y los elementos indispensables<br />
para el desarrollo de un historia diferente, de una buena historia, al<br />
mismo tiempo crítica y científica, pero también acorde a las urgencias<br />
y a las circunstancias más contemporáneas.<br />
Con lo cual, y a partir de todas estas lecciones, y también de<br />
todas estas advertencias y prevenciones, quizá sea posible intentar<br />
responder a la importante y acuciante pregunta, respecto a cual es<br />
el tipo de historia que debemos de hacer y debemos de enseñar<br />
en las aulas, para no continuar reproduciendo a la <strong>mal</strong>a y aburrida<br />
historia que ha sido dominante hasta hoy en nuestro país, y
CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />
ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />
para desarrollar, por el contrario, una buena historia crítica que<br />
este realmente acorde con los últimos progresos y avances de los<br />
estudios históricos mas contemporáneos en todo el mundo. Y para<br />
responder a esta pregunta, tal vez sea útil repasar, de manera<br />
sintética, y sobre la base de todo lo planteado anteriormente, algunas<br />
de las más recurrentes falsas disyuntivas a las que se enfrentan<br />
todavía hoy los <strong>historiador</strong>es actuales, disyuntivas que desde las<br />
lecciones antes resumidas pueden ser realmente sobrepasadas y<br />
superadas por los buenos <strong>historiador</strong>es críticos, construyendo mas<br />
allá de ellas y sobre dicha superación, precisamente los perfiles y<br />
los elementos generales de esa nueva historia diferente que aquí<br />
intentamos promover e impulsar abiertamente.<br />
Para poder hacer y enseñar esta nueva historia, que tanto reclaman<br />
y necesitan los estudiantes y los Profesores más activos,<br />
inteligentes y críticos de nuestro país, es indispensable entonces ser<br />
capaces de evitar caer en toda esa serie de falsas disyuntivas ya mencionadas,<br />
que habiéndose planteado en el pasado, e incluso hasta<br />
el presente, como parte de los "grandes debates" entre los <strong>historiador</strong>es,<br />
han presionado a estos últimos, constantemente, para que<br />
escojan o decidan entre diferentes objetos de estudio, pero también<br />
entre distintos órdenes de fenómenos de la realidad, lo mismo<br />
que entre diversas técnicas, o métodos, o paradigmas, o modos de<br />
aproximación hacia sus diferentes temas de investigación.<br />
Y entonces, se ha debatido hasta el cansancio si la historia debe<br />
de ocuparse, sobre todo, de los elementos generales, reiterados y<br />
universales dentro de la historia, o si por el contrario, su atención<br />
debe de concentrarse más bien en el carácter único, irrepetible y<br />
singular de los acontecimientos históricos. O también, se ha prolongado<br />
hasta hoy la eterna querella, entre los defensores <strong>del</strong> trabajo<br />
empírico y erudito <strong>del</strong> <strong>historiador</strong>, y aquellos que deñenden<br />
en cambio la filosofía de la historia, y la construcción metafactual<br />
y esencialmente discursiva <strong>del</strong> <strong>historiador</strong>. Pero sucede lo mismo<br />
cuando se intentan oponer la microhistoria a la macrohistoria, la<br />
historia puramente descriptiva a la historia interpretativa, el individuo<br />
a las masas, o a cualquier otra forma de "lo colectivo", la<br />
historia económica, o social, a la historia de las mentalidades o a<br />
la historia cultural, la historia de las estructuras y de las inercias<br />
fuertes a la historia de los agentes activos y de las acciones, igual<br />
que la historia "objetiva" a la historia "desde el sujeto", o la historia<br />
cuantitativa, serial y anónima, a la historia individual, viva y<br />
vivida, o la historia de la larga duración a la historia de los acontecimientos,<br />
la historia "realmente científica" a la historia "ideológica"<br />
o "políticamente comprometida", o la historia ecléctica o<br />
"sin ortodoxias" a la historia limitada rígidamente a la aplicación y<br />
repetición de un sólo mo<strong>del</strong>o histórico, entre tantos otros ejemplos<br />
que podríamos continuar enumerando largamente.<br />
Pero, como es posible deducir de la lectura de los capítulos anteriores,<br />
y de todo el conjunto de lecciones que nos han legado tanto<br />
Marx y la corriente de los Annales, como todas las perspectivas<br />
historiográficas críticas posteriores a la revolución cultural de 1968,<br />
se trata en todos estos casos sólo de falsas oposiciones y de falsas elecciones<br />
o disyuntivas, que se disuelven y eliminan de inmediato, en<br />
cuanto nos acercamos con cuidado a la lectura de los trabajos principales,<br />
de todos los autores y defensores de esta historia crítica<br />
que hemos ido mencionando a lo largo de este breve ensayo, y<br />
cuyas tesis y aportaciones centrales, hemos tratado de resumir y<br />
de plantear muy brevemente. Porque, como lo ha dicho alguna vez<br />
Fernand Brau<strong>del</strong>, la ciencia de la historia es la suma de todas las historias<br />
posibles, pasadas, presentes y futuras, <strong>del</strong> mismo modo que<br />
la historia verdaderamente crítica, implica siempre y en general, la<br />
consideración de todos esos elementos, perspectivas, dimensiones,<br />
órdenes, métodos, técnicas y paradigmas que intentan oponer falsamente<br />
los <strong>mal</strong>os <strong>historiador</strong>es, arguyendo su carácter excluyente<br />
y a veces hasta antitético.<br />
Pero es claro que la historia es, en su esencia profunda, la<br />
dialéctica compleja y permanente entre una serie de elementos universales,<br />
repetidos, comunes y generales, con otros elementos singulares,<br />
únicos, excepcionales y particulares, dialéctica que en esta<br />
doble vertiente, nos explica a la vez porqué existen ciertas regularidades<br />
y tendencias claras dentro de la historia, pero al mismo
CARLOS ANTONIO AGUIRRK ROJAS<br />
ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />
tiempo porqué esa historia no se repite nunca. Es decir, porque<br />
la historia no es una simple acumulación eternamente variable de<br />
hechos, personajes, acontecimientos y procesos siempre diferentes,<br />
lo que impediría todo análisis racional y científico de la misma,<br />
pero tampoco un mero cambio de formas o de "trajes" para una<br />
historia que, entonces, sería cíclica y eternamente repetida, además<br />
de tediosamente previsible.<br />
Por el contrario, y alejada tanto de la posición historicista, que<br />
ha sucumbido a su enamoramiento respecto de ese carácter único<br />
y singular de lo histórico, como de la posición stalinista y marxista<br />
vulgar, que afirmaba que las leyes de la historia conducían, a<br />
todos los pueblos <strong>del</strong> mundo y de manera fatal e inevitable, hacia<br />
el "socialismo", la historia crítica reivindica la necesidad permanente<br />
de recuperar, en todo momento y en cada análisis histórico<br />
específico, tanto a esos elementos generales, como a los particulares,<br />
restituyendo en cada caso, de manera fina y sutil, su compleja<br />
imbricación y dialéctica específicas.<br />
Y lo mismo es posible plantear respecto de la discusión, vuelta<br />
a retomar por los defensores <strong>del</strong> postmodernismo en historia,<br />
entre la historia como simple trabajo de erudición y de manejo de<br />
"hechos" duros y comprobables, y sujetos a una verificación rigurosa,<br />
y de otra parte la historia como pura "construcción libre" <strong>del</strong><br />
<strong>historiador</strong>, como ejercicio casi metafísico de invención de objetos,<br />
de problemas, de técnicas y de resultados, que culmina también<br />
en la invención de discursos y de pseudoverdades acordes con un<br />
cierto "régimen de verdad".<br />
Falsa oposición que se disuelve igualmente, si asumimos que la<br />
historia es, al mismo tiempo y siempre, tanto trabajo de erudición<br />
como de interpretación, interconectados una vez más dentro de<br />
una dialéctica específica, en la que la labor erudita y el establecimiento<br />
riguroso de los hechos, marca solo el punto de partida y<br />
también los límites de la interpretación, proporcionándole a esta<br />
última su materia prima y su plataforma de apoyo, y en donde la<br />
interpretación es la que le restituye el verdadero sentido y significación<br />
a esos hechos, desentrañando su esencia profunda, y reconstruyendo<br />
de modo coherente su racionalidad y lógica intrínsecas.<br />
Una oposición ficticia que muestra la esterilidad, tanto de los<br />
<strong>historiador</strong>es fanáticamente positivistas, aferrados sólo a la dimensión<br />
erudita <strong>del</strong> trabajo <strong>del</strong> <strong>historiador</strong>, y temerosos de cualquier<br />
interpretación o explicación que vaya más allá de contar "los<br />
hechos tal y como han acontecido", pero también de los <strong>historiador</strong>es<br />
postmodernos, que sobredimensionando el rol y las posibilidades<br />
de este nivel interpretativo de la historia, terminan por<br />
afirmar absurdamente que todo en la actividad <strong>del</strong> <strong>historiador</strong> es<br />
pura y total construcción libre, desde su problema u objeto a estudiar,<br />
hasta su resultado discursivo, pasando incluso por sus fuentes,<br />
sus métodos, sus mo<strong>del</strong>os y sus explicaciones específicas. Y si<br />
el sabio refrán popular nos enseña que "los extremos terminan por<br />
tocarse", es obvio que ha sido ese positivismo temeroso y cerrado<br />
el que le ha permitido prosperar a dicho postmodernismo en historia,<br />
al haber negado todo rol a la interpretación, lo que ha dejado<br />
el vacío que ahora explica, que haya quien quiera restituirle todo a<br />
esa misma interpretación, hasta el punto de las <strong>del</strong>irantes posiciones<br />
postmodernas ya referidas.<br />
Y si ya Hegel nos enseñó que se ve lo mismo en la oscuridad<br />
total que en medio de la luz absoluta -ambas, como es evidente,<br />
completamente enceguece doras-, entonces no será tan extraño el<br />
observar como ciertos <strong>historiador</strong>es de nuestro país han pasado,<br />
sin mediación alguna y en un salto verdaderamente mortal, desde<br />
el positivismo puro y duro, hasta la defensa y promoción de los<br />
trabajos postmodernos de Hayden White, Michel de Certau o Paul<br />
Veyne, entre otros.<br />
Igualmente estéril, resulta la falsa alternativa entre dedicarse al<br />
estudio de los grandes procesos globales, y los grandes problemas<br />
históricos, en periodos largos de tiempo y tomando unidades espaciales<br />
de análisis de grandes dimensiones, o por el contrario, concentrarse<br />
en temas acotados y pequeños de la historia, abordando<br />
problemas muy puntuales, en periodos de corta duración y dentro<br />
de límites más bien locales, o regionales, o de reducidas dimensiones.<br />
Es decir, la falsa oposición entre hacer macrohistoria o historia<br />
general, o en el otro extremo microhistoria de las cosas menudas y<br />
particulares.
117<br />
CARLOS ANTONIO AGUIRRF ROJAS<br />
• ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR •<br />
Pero la filosofía nos había ensenado, hace ya mucho tiempo,<br />
que lo general sólo existe y se manifiesta a través de lo particular, al<br />
tiempo que nos aleccionaba respecto de que ese particular siempre<br />
es, de manera esencial y entre otras de sus determinaciones<br />
importantes, un modo o una figura específica de desplegarse de<br />
esa generalidad o universalidad. Lo que quiere decir que, una vez<br />
más, lo general y lo particular se encuentran siempre imbricados<br />
y entrelazados, y que por lo tanto no es posible tampoco separar<br />
la dimensión macrohistórica de la dimensión microhistórica, sin<br />
arriesgarse a caer, sea en la pura y simple especulación metafísica<br />
de las generalizaciones frágiles y hasta brillantes, pero siempre<br />
erróneas, de las diversas filosofías de la historia -ejemplificadas<br />
de manera muy clara, en este siglo, en los trabajos de Arnold<br />
Toynbee u Oswald Spengler-, sea, en el otro lado, en la pura<br />
descripción anecdótica y pintoresca de microhistorias irrelevantes<br />
de un pequeño pueblo, una pequeña ciudad, una localidad o una<br />
pequeña región cualquiera, descripciones desprovistas de toda lección<br />
o enseñanza de orden general para el conjunto de los <strong>historiador</strong>es.<br />
Pues, para volver una vez más a las enseñanzas de Marc Bloch,<br />
prolongadas ahora por la microhistoria italiana, es necesario recordar<br />
que la condición primera para que una historia local, o regional,<br />
o particular cualquiera "sea de utilidad a toda la corporación de<br />
los <strong>historiador</strong>es", se requiere que aborde siempre, y de manera<br />
explícita y consciente, "problemas de orden general", los que en<br />
este caso, deberá resolver "desde y con los elementos que le provee"<br />
esa localidad, o región, o ejemplo, o situación particular investigada.<br />
Del mismo modo en que la única manera de evitar esa construcción<br />
en el aire, de mo<strong>del</strong>os irreales y fantásticos de la supuesta<br />
evolución histórica humana, es la de retrotraerlos a la confrontación<br />
con las historias concretas, menudas, singulares, y con los<br />
diversos casos individuales de esa dimensión microhistórica, restituyendo<br />
entonces la permanente interrelación y retroalimentación<br />
obligada de la macrohistoria con la microhistoria y viceversa.<br />
Otra falsa elección, que reaparece con frecuencia en las discusiones<br />
de los practicantes <strong>del</strong> oficio gobernado por Clío, es la que<br />
contrapone la historia de los individuos, o de los falsos o verdaderos<br />
"grandes hombres", e incluso de las élites políticas, o militares,<br />
o económicas, o intelectuales, etc., a la historia colectiva y social<br />
de las clases sociales, de los grupos populares, de las masas y de<br />
las grandes mayorías, casi siempre ignoradas o poco consideradas<br />
por los <strong>historiador</strong>es positivistas tradicionales. Pero, si como ya<br />
hemos explicado, uno de los grandes progresos que ha cumplido<br />
la historiografía contemporánea, desde sus inicios coincidentes con<br />
el desarrollo <strong>del</strong> proyecto de Marx y hasta hoy, es justamente el<br />
de la incorporación orgánica de estos diversos actores y protagonistas<br />
colectivos y mayoritarios de la sociedad, eso no significa que<br />
debamos abandonar totalmente e ignorar esa misma historia de los<br />
individuos, de los grandes personajes, y de los grupos de élite de<br />
todo orden. Por el contrario. Ya que es justamente esta incorporación<br />
orgánica de las clases y de los sectores populares dentro<br />
de la historia, la que permite recuperar de una nueva forma, más<br />
rica y más pertinente, a esas mismas historias individuales y de los<br />
pequeños grupos, redimensionándola para darle las justas y equitativas<br />
proporciones que realmente le corresponden.<br />
Porque, sin duda alguna, la historia la hacen las masas, pero<br />
también los líderes, en una compleja trama que sintetiza y combina<br />
a la vez la participación de las clases sociales con los itinerarios<br />
individuales, al mismo tiempo que entrelaza e imbrica la actividad<br />
y las acciones de esos múltiples y plur i face ticos grupos mayoritarios<br />
de la población, con las decisiones y los actos de los llamados<br />
"grandes hombres". Así, para la verdadera historia crítica, ni las<br />
masas lo hacen todo y los individuos no importan, ni tampoco la<br />
historia se reduce a ser el recuento glorioso de las gestas y acciones<br />
de los "héroes que nos dieron patria", o de los "forjadores de<br />
la nación", o de los múltiples "salvadores <strong>del</strong> país", "adalides de<br />
la democracia", o "constructores <strong>del</strong> futuro para un país nuevo y<br />
diferente", de las que nos hablan todo el tiempo los <strong>historiador</strong>es<br />
positivistas tradicionales y los discursos de los políticos contemporáneos.
I 1U<br />
11U<br />
CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />
• ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR •<br />
Y si para esta historia crítica, son importantes tanto las clases<br />
populares como también los individuos, es claro que no podrá<br />
avanzarse en la investigación histórica, sin considerar ambos elementos<br />
en sus interrelaciones recíprocas, resolviendo, como lo<br />
proponía ya Henri Pirenne, la disyuntiva que en su época enfrentaba<br />
la historia, entre la sicología que estudiaba al individuo y a<br />
sus diversas manifestaciones, y la sociología que estudiaba a los<br />
grupos sociales y a las sociedades, en el justo sentido de estudiar, a<br />
los individuos en tanto que miembros actuantes de dichos grupos<br />
sociales, y a los grupos y clases sociales como conglomerados y síntesis<br />
articuladas de esos mismos individuos concretos, distintos y<br />
actuantes.<br />
Falsa contraposición entre individuo y colectividad, que en otra<br />
vertiente se transforma en la antinomia <strong>del</strong> individuo en contra<br />
<strong>del</strong> contexto social. Lo que se hace particularmente evidente en el<br />
clásico problema de la biografía histórica. Porque aún al abordar, ya<br />
como tema central, este campo <strong>del</strong> análisis histórico que es el de<br />
la biografía, es decir el de la reconstrucción crítica <strong>del</strong> periplo completo<br />
y de las curvas diversas de la vida de un determinado individuo,<br />
reaparece nuevamente la falsa disyuntiva de caracterizar<br />
a ese individuo, o como producto claro y plasmación concreta de<br />
su contexto específico -reduciendo su singularidad individual a<br />
las condiciones de lo que ha sido su circunstancia, es decir de su<br />
"medio" y de su "época"-, o en el otro caso, la de exagerar el rol<br />
activo y la potencia transformadora y engendradora de dicho individuo,<br />
reduciendo entonces a ese contexto de su acción y de sus distintas<br />
obras y logros históricos, al papel de mero "telón de fondo",<br />
más bien inesencial y secundario de dichas obras y acciones.<br />
Oscilando así, entre considerar al individuo una especie de<br />
simple "marioneta" de las circunstancias, producto de su medio<br />
y de su tiempo, y que fatalmente debería ser "engendrado" en<br />
una coyuntura dada, para "cumplir" con su rol histórico predeterminado,<br />
o en el otro extremo, concebir a esa circunstancia como<br />
un conjunto de condiciones casi aleatorias, que no explican gran<br />
cosa de la vida singular de ese individuo, y el que más bien habría<br />
logrado llegar a ser lo que fue, y a hacer lo que hizo, debido a<br />
su genialidad excepcional, y a su singular e irrepetible carácter<br />
extraordinario, los <strong>historiador</strong>es tradicionales y positivistas han<br />
reproducido hasta hoy, esta falsa antinomia entre contexto social e<br />
individualidad histórica.<br />
Pero a partir de la lectura de obras como El 18 Brumario de Luis<br />
Napoleón Bonaparte de Carlos Marx, o de Mozart, Sociología de un<br />
genio de Norbert Elias, o también de Martín Lulero. Un destino de<br />
Lucien Febvre, por no mencionar la brillante Crítica de la razón<br />
dialéctica de Jean-Paul Sartre, el buen <strong>historiador</strong> crítico sabe muy<br />
bien que no tiene sentido separar al individuo <strong>del</strong> contexto, de esta<br />
manera brutal y adialéctica, y que es igualmente absurdo tratar<br />
incluso de contraponer ambos términos, forzándonos a escoger<br />
entre ellos. Y sabe también que, por el contrario, lo que más bien es<br />
necesario, es partir de investigar siempre al individuo en el contexto,<br />
inmerso dentro de él, explicitando de manera concreta como dicho<br />
contexto va moldeando al individuo, y formándolo para manifestarse<br />
a través de él y en él mismo, al mismo tiempo que reconstruimos<br />
cómo ese individuo se inserta en dicho contexto, para<br />
proyectar su acción, y para afirmar y desplegar allí sus diversas iniciativas,<br />
transformando a su vez a dicho contexto desde los impactos<br />
múltiples de sus acciones, y configurando de esta forma a las figuras<br />
concretas de ese mismo espacio contextual, a través de la compleja<br />
red de los círculos concéntricos crecientes que constituyen<br />
todo su mundo de relaciones diferentes.<br />
Así, acercando contexto e individuo, en lugar de separarlos y<br />
oponerlos, el buen <strong>historiador</strong> recorre completos los varios círculos<br />
de va y viene que parten, por ejemplo, <strong>del</strong> individuo hacia su<br />
familia, de su familia hacia su barrio, de su barrio hacia su ciudad,<br />
de su ciudad hacia su entorno regional o nacional, y eventualmente<br />
de su entorno nacional hacia el contexto mundial, pero también<br />
y en un claro movimiento de retorno, desde por ejemplo, la caracterización<br />
epocal <strong>del</strong> siglo en que ha vivido ese individuo hacia<br />
el lapso concreto <strong>del</strong> ciclo temporal que abarca su propia vida, y<br />
de dicho ciclo hacia los periodos sucesivos que ha recorrido a lo
CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />
ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />
largo de su itinerario, de dichos periodos mayores hacia las diversas<br />
coyunturas sucesivas que componen cada periodo, y de dichas<br />
coyunturas hasta los sucesos que año con año, e incluso mes tras<br />
mes y día con día, ha ido recorriendo ese individuo en su específico<br />
periplo biográfico.<br />
Reconstruyendo así contextos móviles y cambiantes, en lugar<br />
de rígidos y ya predeterminados de antemano, y concibiendo también<br />
a individuos que evolucionan, se forman, maduran, eligen y<br />
rehacen sus estrategias de vida en función de dichos cambios y<br />
reconfiguraciones de sus múltiples contextos, el <strong>historiador</strong> crítico<br />
supera también esta falsa disyuntiva entre individuo y contexto,<br />
replanteando en términos nuevos ese tema viejo y muy debatido<br />
de la biografía histórica.<br />
Nuevo modo de enfocar la biografía histórica, que disuelve también<br />
la falsa oposición entre historia estructural, o de las estructuras<br />
e inercias pesadas y limitantes de la historia, e historia de<br />
los agentes activos y de los sujetos "creadores" de su propia historia,<br />
y transformadores activos <strong>del</strong> mundo, a través de las revoluciones<br />
y de los movimientos sociales. Falsa oposición que, si bien<br />
no es idéntica a la de individuo y contexto, si se vincula a ella de<br />
una manera muy estrecha, al proyectar dicho contexto como las<br />
"estructuras" pesadas de la historia, lentas en constituirse, lentas<br />
en durar y en tener vigencia, y lentas en destruirse y transformarse,<br />
a la vez que pasa desde el individuo hacia los "sujetos" de<br />
la historia en general, sean estas clases sociales o movimientos revolucionarios,<br />
lo mismo que pequeños o grandes grupos sociales<br />
activos.<br />
Pero, como bien lo han explicado tanto Marc Bloch como Fernand<br />
Brau<strong>del</strong>, la historia es simultáneamente cambio y permanencia,<br />
y por ende, una vez más, síntesis compleja e interactiva<br />
de dichas estructuras que, efectivamente, permanecen vigentes<br />
durante largos periodos de la historia, junto a procesos y realidades<br />
que cambian y se modifican de manera sustancial más o<br />
menos rápidamente. Y todo ello, como marco y a la vez como<br />
resultado de todo un abanico diverso y complejo de acciones indi-<br />
viduales y colectivas, que lo mismo inciden de manera fundamental<br />
para cambiar dichos procesos y estructuras, que se pierden a<br />
veces en efectos menores o insignificantes, al chocar con la mayor<br />
o menor resistencia que esas estructuras y procesos pueden tener<br />
hacia su propia transformación y cambio históricos.<br />
Porque la historia es a la vez revoluciones que triunfan y otras<br />
que fracasan, movimientos que logran hacerse visibles y afirmar<br />
socialmente sus demandas, junto a otros que perecen bajo la represión<br />
sin haber logrado difundirse socialmente, ni implantarse sólidamente<br />
en la sociedad, igual que individuos que alcanzan su<br />
objetivo de cambiar su mundo, en mayor o menor medida, al lado<br />
de otros que sucumben a las presiones sociales o a las circunstancias.<br />
Y todo esto, dentro de distintos escenarios históricos en los<br />
que hay estructuras que se derrumban frente a nuestros ojos, y<br />
otras que resisten y permanecen tenazmente, en un abanico también<br />
múltiple de realidades sociales, a veces más y a veces menos<br />
sensibles al cambio y al impacto de la acción de los sujetos. Y<br />
puesto que no existen revoluciones capaces de hacer tabla rasa<br />
absoluta <strong>del</strong> pasado, como tampoco existen estructuras o sociedades<br />
que sean completamente inmunes al paso <strong>del</strong> tiempo y a la<br />
acción de los sujetos, entonces es claro que, para la historia crítica,<br />
no existe tampoco esa falsa disyuntiva entre la permanencia de<br />
las estructuras y el cambio producido por los agentes, sino más<br />
bien, una dinámica compleja de actores sociales que cada día reinventan<br />
parcialmente el mundo, dentro de un universo de procesos<br />
y estructuras que mueren y mueren cada día un poco, hasta que<br />
llega el momento final de su desaparición total<br />
Con lo cual, el <strong>historiador</strong> no tiene que elegir entre hacer una<br />
historia de las permanencias largas y de las inercias pesadas, de<br />
esas estructuras de la larga duración histórica tantas veces defendidas<br />
por Fernand Brau<strong>del</strong>, o en el otro extremo, una historia de los<br />
acontecimientos agitados y cambiantes en cada momento, de los<br />
tiempos de revolución o de los conflictos sociales cada día renovados,<br />
sino más bien una verdadera síntesis que, al modo de una sinfonía,<br />
nos reconstruya en una sola trama, tanto esa historia de los
CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />
• ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />
acontecimientos, como la de las coyunturas y la de las estructuras,<br />
imbricando en una sola melodía combinada, todo ese conjunto<br />
complejo de hechos, fenómenos y procesos de distintas duraciones<br />
históricas, desplegadas en los muchos registros temporales, de esa<br />
partitura global que es la propia historia de las sociedades y de los<br />
hombres.<br />
Porque la historia no es, tampoco, ni puramente objetiva ni<br />
puramente subjetiva, sino justamente una dialéctica compleja de<br />
la relación entre objeto y sujeto, en la que los educadores sin duda<br />
forman a los educandos, pero en donde también "los educadores<br />
tienen a su vez que ser educados", y ello muchas veces por parte<br />
de esos mismos educandos. Porque si los individuos son el fruto<br />
de las circunstancias, las circunstancias son también creadas por<br />
los individuos, en un movimiento repetido e interminable que es<br />
justamente el de la propia dinámica histórica.<br />
Lo que nos demuestra como carece de sentido reivindicar la<br />
construcción de una historia "desde el sujeto", como supuestamente<br />
opuesta y distinta a la historia "objetiva", o "estructural",<br />
igual que no tiene ningún sustento el tratar también de sobreestimar,<br />
exagerando su importancia, a la historia de las mentalidades o<br />
a la historia cultural, como más relevante o más "universal", o más<br />
abarcativa, que la historia económica, o que la historia política, o<br />
que la historia social. Como si no fuese evidente que toda la historia<br />
es, siempre y en cualquier caso, al mismo tiempo "subjetiva"<br />
y "objetiva", es decir, hecha por los hombres, las clases y los actores<br />
sociales, pero también condicionada por las estructuras, por las<br />
condiciones objetivas y por las circunstancias materiales. E igualmente,<br />
como si la historia no fuese, como ya hemos explicado antes,<br />
una historia siempre total, donde es tan relevante y tan prioritario<br />
de estudiar lo cultural que lo social, lo económico que lo político,<br />
lo psicológico o lo geográfico, etc.. Y en donde, en vez de caer<br />
en el recurrente "fetichismo" <strong>del</strong> especialista de un campo, o de<br />
un espacio problemático determinado, que siempre lo intenta concebir<br />
como "el más decisivo" el "crucial", el que es "la clave de<br />
comprensión de la totalidad", etc., lo que habría que asumir es la<br />
importancia <strong>del</strong> vínculo, siempre esencial, de esa historia social, o<br />
económica, o política, o cultural, etc. con dicha historia global.<br />
E igualmente falso, es oponer la historia cuantitativa, serial, de<br />
masa y anónima, supuestamente más científica por cuanto más<br />
apoyada en el uso de las matemáticas, a la historia concreta, viva y<br />
vivida de los individuos, de las familias o de los pequeños grupos<br />
sociales, supuestamente más real y más cercana de lo "cotidiano" y<br />
de lo "verdadero". Pues la historia es a la vez historia de las masas<br />
y de los individuos, y por ende, por ejemplo, lo mismo historia de<br />
las curvas de población generales, que de los dramas individuales<br />
de cada familia campesina que se colapsa porque su tierra no crece,<br />
mientras si crece la descendencia de los hijos que deben heredarla.<br />
Así que es claro que es una falsa alternativa, optar por hacer la historia<br />
de la cosmovisión de un molinero friulano, o de un obrero<br />
vidriero itinerante de la Francia <strong>del</strong> siglo xvm de un lado, o la historia<br />
cuantitativa, sea de los precios en Europa entre 1450 y 1750, sea<br />
<strong>del</strong> sentimiento de descristianización en la Prevente <strong>del</strong> siglo xvm,<br />
pues todas ellas son igualmente pertinentes e igualmente posibles,<br />
estando además directamente conectadas e interrelacionadas,<br />
como nos lo han demostrado Cario Ginzburg, Daniel Roche, Fernand<br />
Brau<strong>del</strong> o Michel Vovelle, entre muchos otros <strong>historiador</strong>es<br />
críticos importantes.<br />
Y si es verdad que la cuantificación y la construcción de series<br />
de todo tipo, son herramientas muy útiles para el desarrollo de la<br />
historia, lo son al mismo título que la aproximación microhistórica<br />
y la reconstrucción biográfica que ya hemos mencionado. Pues los<br />
múltiples rostros diversos de la historia, y las miles de dimensiones<br />
y de realidades que ella alberga, serían muy difíciles de<br />
aprehender, si nos limitáramos solo a un cierto tipo de técnica o<br />
de método, o a un solo paradigma, o mo<strong>del</strong>o, o campo de investigación<br />
historiográfica particular. Lo que no significa, ni mucho<br />
menos, reivindicar un "eclecticismo" o un falso "ecumenismo" no<br />
atado a ninguna "ortodoxia", ni en el plano metodológico ni en el<br />
plano epistemológico, como lo ha hecho por ejemplo Jacques Le<br />
Goff, para defender y justificar el proyecto de la llamada Ñouvelle
CARLOS ANTONIO AGUIRRK ROJAS<br />
ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR<br />
Histoire o nueva historia, sino más bien reconocer que, dada la<br />
enorme variedad y la extraordinaria complejidad de los hechos y<br />
fenómenos que abarca la historia, se irá haciendo necesario recuperar<br />
e integrar, progresivamente, a todas las lecciones, y paradigmas,<br />
y mo<strong>del</strong>os, y conceptos, y propuestas, que antes hemos<br />
resumido brevemente, en función de los específicos temas y problemas<br />
históricos que cada <strong>historiador</strong> elija abordar y desarrollar,<br />
y en función también de las fuentes disponibles, de los objetivos<br />
de la encuesta histórica planteada, de las formas de aproximación<br />
que el propio objeto estudiado permita y haga posibles, y de las<br />
específicas dimensiones o realidades que intenta atrapar o captar<br />
el propio <strong>historiador</strong>.<br />
Ya que lejos de ser excluyentes y alternativas, esas lecciones de<br />
los distintos autores que, a lo largo de los ciento cincuenta años<br />
que ha recorrido la actual historiografía contemporánea, han ido<br />
edificando las bases de una posible historia realmente crítica, tienden<br />
más bien a complementarse y a confluir de manera general, en<br />
la medida en que todas ellas representan las herramientas todavía<br />
vigentes, y también los referentes todavía imprescindibles, de la<br />
construcción de esa misma historia crítica.<br />
Puesto que si una de las exigencias de esta historia crítica, es<br />
la de "multiplicar las miradas posibles" respecto de un hecho, o<br />
proceso, o fenómeno histórico cualquiera, para así hacer más compleja<br />
su comprensión y su ulterior explicación, entonces esa multiplicación<br />
y complejización solo serán posibles si disolvemos todas<br />
estas falsas disyuntivas, y muchas otras similares que aquí no<br />
hemos abordado. Disolución y superación que nos permitirá ser<br />
capaces de ir más allá de estas estériles antinomias y elecciones,<br />
en el camino de tratar de dar cuenta, de una manera adecuada,<br />
sutil y complicada, de todo el conjunto de elementos que componen<br />
a esas distintas realidades históricas que nosotros pretendemos<br />
explicar científicamente, en toda su también difícil, variada y<br />
compleja diversidad.<br />
Y es justamente en esta línea que deseamos avanzar, para poder<br />
impulsar y promover de modo mucho más activo, el tipo de historia<br />
que hoy deseamos hacer y enseñar en nuestro país.<br />
Al llegar al final de nuestro breve recorrido, se impone una vez<br />
más la pregunta de ¿qué tipo de historia deseamos hacer, y queremos<br />
enseñar, en la actualidad?. Y la respuesta, después de todo lo<br />
anterior, parece ahora ser más clara que al comienzo.<br />
Pues no queremos seguir haciendo, enseñando y aprendiendo<br />
esa historia positivista, tradicional y oficial que es hoy todavía<br />
dominante en nuestro país. Queremos, en cambio, hacer esa historia<br />
crítica, científica, global y dialéctica cuyos perfiles hemos tratado<br />
de esbozar anteriormente. Y no queremos, tampoco, seguir<br />
haciendo microhistorías locales e irrelevantes de pequeños espacios,<br />
o pueblos, o regiones, que parecen universos aislados y autosuficientes,<br />
y que parecen flotar en el aire sin conexión con la<br />
historia exterior. Pero en cambio, si queremos hacer microhistorias<br />
al estilo de la italiana, que vinculan lo local con lo general, y que<br />
no olvidan nunca, en el estudio <strong>del</strong> caso, o <strong>del</strong> personaje, o <strong>del</strong><br />
tema reducido y acotado, las posibles lecciones de orden general<br />
que provee dicho estudio microhistórico.<br />
Y tampoco queremos seguir haciendo esas historias aburridas,<br />
de supuestos o verdaderos grandes individuos, que deben todo a<br />
su genio y a su singular figura, ni tampoco esas historias predominantemente<br />
políticas centradas en los gobiernos, y en los presidentes,<br />
y en los líderes de los movimientos, que se olvidan tanto de las<br />
masas populares y de las clases sociales, como de las dimensiones<br />
económicas, y sociales, y geográficas, y civilizatorias de la historia.<br />
Lo que deseamos, por el contrario, es volver a pensar y a<br />
hacer la historia en su totalidad, incorporando siempre a los agentes<br />
colectivos y a los grupos sociales mayoritarios dentro de los<br />
protagonistas centrales y reales <strong>del</strong> drama histórico, a la vez
CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS<br />
ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR •<br />
que se consideran también las realidades económicas, los fenómenos<br />
geográficos, los procesos sociales, las estructuras culturales y<br />
los elementos y las dimensiones civilizatorias de dicha totalidad<br />
histórica.<br />
Queremos entonces estudiar, elaborar y transmitir a los alumnos<br />
un nuevo tipo de historia, diferente a la actual, y simple y sencillamente<br />
-¡simple y sencillamente!- acorde con los tiempos que<br />
vivimos. Porque si la ciencia histórica, como cualquier ciencia en<br />
general, no tiene felizmente nacionalidad, resulta entonces necesario<br />
y urgente que asimilemos y recuperemos globalmente todos los<br />
desarrollos historiográficos hoy vigentes, producidos en los diferentes<br />
países <strong>del</strong> mundo, y que por distintas vías y caminos han<br />
ido contribuyendo a definir lo que hoy son los estudios históricos<br />
en todo el planeta. Recuperación y asimilación <strong>del</strong> legado hoy vivo<br />
y vigente en la historiografía mundial, que a su vez debería de<br />
impulsarnos para tratar de ir más allá de él, desarrollando nuestra<br />
específica contribución al diálogo multicultural planetario que<br />
hoy se está construyendo, también, en el seno de esta historiografía<br />
mundial.<br />
Proponemos así, tratar de escribir y de enseñar una historia<br />
diferente, que esté acorde con las nuevas realidades que vive<br />
nuestro país y el mundo en la actualidad. Una historia que, entonces,<br />
no puede seguir siendo el relato descriptivo <strong>del</strong> pasado construido<br />
para la glorificación <strong>del</strong> presente, sino más bien el rescate<br />
crítico de la memoria y de la historia, pasadas y presentes, de<br />
las luchas, las resistencias, los olvidos y las marginaciones que ha<br />
llevado a cabo esa misma historia descriptiva y complaciente que<br />
hoy queremos superar.<br />
Porque como Walter Benjamin nos lo ha recordado, "solo tiene<br />
derecho a encender en el pasado la chispa de la esperanza, aquel<br />
<strong>historiador</strong> traspasado por la idea de que ni siquiera los muertos<br />
estarán a salvo <strong>del</strong> enemigo, si este vence...". Y es sin duda una<br />
tarea urgente e imprescindible, para los <strong>historiador</strong>es honestos y<br />
serios de nuestro país, la de volver a "salvar a nuestros muertos", y<br />
la de ayudar a pelear a nuestros vivos, manteniendo todavía encen-<br />
dida, por algún tiempo, esa "chispa de la esperanza" que, desde los<br />
agravios <strong>del</strong> pasado, y desde los conflictos <strong>del</strong> presente, mira siempre<br />
hacia el futuro, en la búsqueda de un posible mejor porvenir.
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<strong>Antimanual</strong> <strong>del</strong> <strong>mal</strong> <strong>historiador</strong> o cómo hacer una buena<br />
historia crítica, se terminó de imprimir en el mes de<br />
octubre de 2005, en los talleres de Jiménez Editores<br />
e Impresores, S. A. de C. V., en 2° Callejón de Lago<br />
Mayor N" 53 Col. Anáhuac. 11320 México, D. F. E-mail:<br />
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Se tiraron 2000 ejemplares, más sobrantes para reposición.