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El Libro de Omitir

No sé si me complacería saber que lees esto, tampoco sé muy bien lo que digo, pero estarás bien sin estas palabras. Hoy es un hecho que no existes, aunque podrías… La historia de la que no hablaré, porque no viene al caso, aunque es muy urgente… no obstante, insondable. Hay que comprender que al igual que mi perro hay un no-lector en aquella ventana, árboles y piedras no lectoras, lluvia que no responde. Nadie es el principal ausente en este relato en el que a algún subalterno que de forma antinatural no existirá y no ha podido nacer, no le suceden eventualidades, mientras casi nada pasa en un parque, desde luego, esto sugiere que nadie le hable discretamente, lo salude y se despida, nadie y quién, sin embargo, ya han ido a muchas veredas. Se podrá objetar que es el autor el único lector, algo obvio, e inclusive, que habrá, algún día, un lector potencial, cuyas probabilidades aumenten al crecer este relato, pero pudo ser que alguien ya escribió este texto, u otro que según su experiencia lo escribiría, o el vigilante con sus datos|.

No sé si me complacería saber que lees esto, tampoco sé muy bien lo que digo, pero estarás bien sin estas palabras. Hoy es un hecho que no existes, aunque podrías… La historia de la que no hablaré, porque no viene al caso, aunque es muy urgente… no obstante, insondable. Hay que comprender que al igual que mi perro hay un no-lector en aquella ventana, árboles y piedras no lectoras, lluvia que no responde.

Nadie es el principal ausente en este relato en el que a algún subalterno que de forma antinatural no existirá y no ha podido nacer, no le suceden eventualidades, mientras casi nada pasa en un parque, desde luego, esto sugiere que nadie le hable discretamente, lo salude y se despida, nadie y quién, sin embargo, ya han ido a muchas veredas. Se podrá objetar que es el autor el único lector, algo obvio, e inclusive, que habrá, algún día, un lector potencial, cuyas probabilidades aumenten al crecer este relato, pero pudo ser que alguien ya escribió este texto, u otro que según su experiencia lo escribiría, o el vigilante con sus datos|.

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Lo único bueno <strong>de</strong> vivir en un do<strong>de</strong>caedro es que<br />

a veces se viene al piso alguna ventana y aparecen<br />

unos ojos amarillos o negros pero <strong>de</strong>snudos que<br />

intentan cubrirse ambas bocas, yo no puedo <strong>de</strong>jar<br />

<strong>de</strong> mirarlas <strong>de</strong> par en par, pero ellas <strong>de</strong>jan <strong>de</strong><br />

saludarme, miran indignadas mi falta <strong>de</strong> vergüenza<br />

o cortesía al resarcir el asunto con tirar abajo<br />

las persianas <strong>de</strong> mi ventana en igualdad <strong>de</strong><br />

condiciones. Igual no teníamos nada <strong>de</strong> qué<br />

hablar, me digo. Pudimos haber discutido los<br />

cimientos <strong>de</strong>l do<strong>de</strong>caedro, <strong>de</strong>l hecho <strong>de</strong> haber<br />

venido horadándolo como termitas recientemente,<br />

igual tampoco hay espacio en mi parte <strong>de</strong>l<br />

do<strong>de</strong>caedro para seguir creciendo si se instalaba<br />

a vivir conmigo, y en un segundo <strong>de</strong> <strong>de</strong>scuido, una<br />

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