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Antología Concurso Ángel Ganivet 2016

Autores de los textos ganadores y finalistas en el décimo Concurso Literario Ángel Ganivet 2016. María Inés Bertúa (Argentina) Roberto de Bianchetti (Argentina) María Alicia Fenieux Campos (Chile) Ramón Antonio Cortez Cabello (México) Clara García Baños (España) Amaia García Martínez (España) Maumy Isaes González Márquez (Venezuela) Juan Pablo Goñi Capurro (Argentina) Francisco Guzmán Vega (México) Edgar Lazarín Vargas (México) Magnus Dagon (Miguel Ángel López Muñoz) (España) Yoendris Rafael Marín Saborit (Cuba) Raúl Francisco Pérez-Tort Vélez (Argentina) Manuel Ignacio Montolio Cartes (Chile) Andrés Morales Rotger (España) Ángel Olgoso (España) Adrián Ortega Iturriaga (México) Alberto Palacios Santos (España) Jesús Andrés Peña Ojeda (España) Nelson Specchia (Argentina)

Autores de los textos ganadores y finalistas en el décimo Concurso Literario Ángel Ganivet 2016.
María Inés Bertúa (Argentina)
Roberto de Bianchetti (Argentina)
María Alicia Fenieux Campos (Chile)
Ramón Antonio Cortez Cabello (México)
Clara García Baños (España)
Amaia García Martínez (España)
Maumy Isaes González Márquez (Venezuela)
Juan Pablo Goñi Capurro (Argentina)
Francisco Guzmán Vega (México)
Edgar Lazarín Vargas (México)
Magnus Dagon (Miguel Ángel López Muñoz) (España)
Yoendris Rafael Marín Saborit (Cuba)
Raúl Francisco Pérez-Tort Vélez (Argentina)
Manuel Ignacio Montolio Cartes (Chile)
Andrés Morales Rotger (España)
Ángel Olgoso (España)
Adrián Ortega Iturriaga (México)
Alberto Palacios Santos (España)
Jesús Andrés Peña Ojeda (España)
Nelson Specchia (Argentina)

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cristiano viejo y el desvelo por su hacienda, que no era pingüe. Si iba con tiento, bien<br />

pudiera sacar por el hallazgo medio real o una fanega de harina: los cosarios compraban<br />

género por panillas y no por arrobas. Desvelado todavía al alba, con el inconveniente de<br />

las cosas muy advertidas, el médico determinó encargarle a su hijo la venta de los<br />

cartapacios a un sedero, buen y socorredor amigo, que tenía el puesto en la calle<br />

Cordonerías.<br />

Estebanillo, de diez y siete años, moreno y zanquilargo, era de la piel del diablo<br />

pero, cuando quería, podía ser también industrioso y bien mandado. Prevenido con un<br />

cordial envión en el cogote, su padre le acababa de dar la encomienda de vender unos<br />

escritos gastados y, con ello, de soltarlo en mitad del paraíso: nada gustaba más a<br />

Estebanillo que, sorteando los adarves de la ciudad, caer en el rebullicio de la calle del<br />

Hombre de Palo, de la Cuesta del Pez o del Corralillo de San Miguel, cerca del claustro<br />

de la Iglesia mayor, en su tropel de gente voceadora y furiosa, alegre y dicaz, escuchar<br />

la melodía de las fraguas y los alfares, las pisadas de una caballería en las pedrezuelas<br />

de la calle de la Sal o a las puertas de la sinagoga del Tránsito, respirar los olores de<br />

diversas suertes, el rastro de especias y bosta, de cuartos de carnero y unciones de<br />

algalia, de quesos enrejalados y gallinas desplumadas, cruzarse con trajinantes que<br />

cargaban pellejos, con tundidores y clérigos ambulatorios, con guarnicioneros y dueñas<br />

de negra toca vendedoras de mixturas y panaceas, con mozos de cebada e hilanderas,<br />

con aurífices y estudiantes, con confiteros y militares empenachados con airones de<br />

todos los colores.<br />

A todo esto, andaba por las mismas calles del mercado de la Alcaná un hombre<br />

ya de días, ojuelos entre joviales y melancólicos, frente dilatada, dientes desparejos,<br />

lacios y caídos los bigotes, la barba rojiza tirando a cana. El cuerpo, magro, espetado,<br />

parecía contrahecho en un punto. Vestía pañillo negro y antiguo y tomaba los recovecos<br />

de la judería con paso quedo. Era un hombre honesto, prudente, que en el pasado<br />

anduvo temerario por tierra y por mar entre variados lances y calamidades, y ahora,<br />

desengañado de las muchas cosas que atraíllan a los demás, miraba todo con compasión.<br />

Las mudanzas de la fortuna, las envidias, las deudas, las vanas cartas de favores, las<br />

burlas ingratas y las disputas familiares habían hecho almoneda de su vida. Descansaba<br />

en una áspera camita sobre duros bodoques de lana. Sufría hidropesía y otras dolencias.<br />

Hacía mucho que no se asomaba a una olla de canónigo. Pero aunque no estaba a<br />

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