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AFTER4

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CAPÍTULO 18<br />

Hardin<br />

—Aún no me has dejado que termine lo que empecé el domingo. —Janine se inclina sobre mí y<br />

apoya la cabeza en mi hombro.<br />

Yo me desplazo un poco en el sofá para apartarme, pero ella se lo toma como una señal de que<br />

tal vez quiera que nos tumbemos juntos o algo, y se acerca a mí de nuevo.<br />

—Ya; no, gracias —digo rechazándola por enésima vez en los últimos cuatro días.<br />

¿De verdad han pasado sólo cuatro días?<br />

«Joder.»<br />

El tiempo tiene que pasar más deprisa, o no sé si sobreviviré.<br />

—Necesitas relajarte. Y yo puedo ayudarte a hacerlo. —Sus dedos recorren mi espalda desnuda.<br />

Llevo días sin ducharme y sin ponerme una camiseta. No he podido volver a ponerme la puta<br />

prenda después de que Janine la llevara. Olía a ella, no a mi ángel.<br />

Maldita seas, Tessa. Me estoy volviendo loco. Siento cómo las bisagras que mantienen mi mente<br />

de una pieza se fuerzan y están a punto de romperse por completo.<br />

Esto es lo que pasa cuando estoy sobrio: ella regresa a mi mente. La pesadilla que tuve anoche<br />

sigue atormentándome. Jamás le haría daño, no físicamente. La amaba. Joder, todavía la amo, y<br />

siempre la amaré, pero no hay nada que pueda hacer al respecto.<br />

No puedo pasarme todos los días de mi vida intentando ser perfecto para ella. No soy lo que<br />

necesita, y nunca lo seré.<br />

—Necesito beber —le digo a Janine.<br />

Ella se levanta del sofá lánguidamente y se dirige a la cocina. Pero cuando otro pensamiento<br />

indeseado sobre Tessa me viene a la mente, grito:<br />

—¡Date prisa!<br />

Vuelve al salón con una botella de whisky en la mano, pero se detiene y me lanza una mirada.<br />

—¿Con quién coño te crees que estás hablando? Si vas a comportarte como un capullo, podrías<br />

hacer que al menos mereciera la pena soportarte.<br />

No he salido de este apartamento desde que llegué, ni siquiera para ir al coche a por una muda de<br />

ropa.<br />

—Sigo pensando que tienes la mano rota —dice James cuando entra en el salón, interrumpiendo<br />

mis pensamientos—. Carla sabe lo que se dice. Deberías ir al médico.<br />

—No, estoy bien. —Cierro el puño y estiro los dedos para demostrarlo.<br />

Me encojo y maldigo de dolor. Sé que la tengo rota, pero no quiero hacer nada al respecto. Llevo<br />

cuatro días automedicándome; por unos cuantos más no va a pasar nada.<br />

—De lo contrario, nunca se te va a curar. Ve corriendo y, cuando vuelvas, tendrás la botella para

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