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La miseria del tuo viso primeros capitulos

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<strong>La</strong> Miseria Del Tuo Viso<br />

Alexis Multatuli


I<br />

Depresión<br />

"Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti."<br />

Sunday is gloomy,<br />

My hours are<br />

slumberless<br />

Dearest the<br />

shadows<br />

I live with are<br />

numberless Little<br />

white flowers<br />

Will never awaken you<br />

Not where the black<br />

coach of Sorrow has<br />

taken you Angels have<br />

no thought<br />

Of ever<br />

returning you<br />

Would they be<br />

angry<br />

If I thought of<br />

joining you?<br />

Gloomy Sunday<br />

Gloomy is Sunday,<br />

With shadows I spend<br />

it all My heart and I<br />

Have decided to<br />

end it all Soon<br />

there'll be candles<br />

And prayers that are said I<br />

know Let them not weep<br />

Let them know that I'm<br />

glad to go Death is no<br />

dream<br />

For in death I'm caressin'<br />

you With the last breath<br />

of my soul I'll be blessin'<br />

you<br />

Gloomy Sunday<br />

Dreaming, I was only<br />

dreaming I wake and I<br />

find you asleep<br />

In the deep of my<br />

heart, dear Darling I<br />

hope<br />

That my dream never haunted<br />

you My heart is tellin' you<br />

How much I<br />

wanted you<br />

Nietzsche


Gloomy Sunday<br />

Rezső Seress


1<br />

“Mi alma borracha de vino es más triste que todos los árboles de Navidad muertos <strong>del</strong> mundo”<br />

Charles Bukowsky<br />

Desde que tengo memoria, tengo tristeza.<br />

Desde que tengo memoria en las noches se me olvida como respirar.<br />

Desde pequeña, quizás, al mismo tiempo que empecé a caminar, aprendí a recordarme como<br />

respirar. En la madrugada despierto agitada y miró la oscuridad en el techo, me agarro el vientre<br />

fuerte y con mis manos muevo mi diafragma, forzando a seguir su impulso robado.<br />

Es cómo si estuviera bajo una piedra de la cual quiero salir, pero resulta, que cuando salgo me<br />

encuentro con la ventana brillante de mi habitación y deseo con toda la fuerza que me queda,<br />

volver a meterme bajo el paso <strong>del</strong> tiempo petrificado. Es algo contradictorio, lo sé, pero no<br />

puedo hacer nada contra eso.<br />

Busco en el cajón de mi armario un paquete de tabaco. Lo enrolo con gesto mecánico, de manera<br />

distraída, mirando un amanecer que no para de cuestionarme; ¿para qué te has levantado?<br />

Pongo mis codos en el alféizar de la ventana y enciendo el tabaco recién armado. Miró desde el<br />

cuadro sin pintura de la muralla, la misma gente pasar, desde el tercer piso. <strong>La</strong>s miro con deje de<br />

odio, imaginado que las cenizas de mi tabaco los encienden, cuerpos en llamas alumbrando la<br />

ciudad un poco más que los faroles de las calles de Roma.<br />

Pero no pasa nada, al igual que siempre. Me quedó un rato mirando la blancura, con la brisa<br />

pasar y mi boca entreabierta quedándome dentro de los objetos que miraba, intentando<br />

comprender. No hay respuesta.<br />

Bajé a desayunar. Mi hermana estaba como siempre, hablando alegremente, diciendo que le<br />

estaba yendo muy bien en la oficina, que seguramente la ascenderían pronto. Trabaja en el<br />

ayuntamiento.<br />

Saludé y ellos me devolvieron el saludo. Me senté a su lado y Madre me repitió las buena noticia<br />

que traía Lía que momentos antes había escuchado de su propia boca.<br />

-Si, muy buenas—contesté con una sonrisa en mi cara.<br />

Mi sonrisa siempre la noto algo brusca en mi cara como si mis terminaciones nerviosas que<br />

obligan a la carne a tensar, lo hiciera a base de estocadas de cuchillos.<br />

Preparo un bol de leche con cereales para mi. Me demoro en comer, mirando inexpresiva la<br />

nada, simplemente disfrutando <strong>del</strong> silencio de mi cabeza, de las acciones de mi cuerpo que


tienen un movimiento suave. Entra Basilio, alegre, con su chaqueta estilo norteamericano que<br />

todos su grupo de amigos tienen, ya que juega fútbol americano en la scuela. Seguramente<br />

viene de una fiesta. Tiene el pelo mojado y huele mucho a desodorante para axila. Me saluda<br />

de dos besos en la mejilla y me desordena el cabello con una autoridad de hermano mayor que<br />

me cuesta mucho no poner los ojos en blanco. Se sienta en la mesa con su andar petulante y<br />

seguro de si mismo típico de alguien que sabe que puede derribarte en pocos segundos.<br />

-¿Que pasa, Rous?<br />

-Nada—contesté, alzando el rostro, recibiendo las cuchillas por dentro de mi rostro.<br />

Basilio me sonríe y me pide que le pase la leche. Lo hago. Conversamos banalidades en un tono<br />

acorde a una bonita mañana que no siento como tal, todos, mientras tomamos desayuno. Escuchó<br />

los platos acuchillados, las cucharas pequeñas moverse dentro <strong>del</strong> agujero de las tazas,<br />

revolviendo el café y luego haciendo que la cerámica vibre. Miró hacia la ventana que muestra<br />

un cielo extremadamente azulado como pintura de piscina.<br />

-¿A que hora tienes clases?—preguntó Padre en su deseo fiero de saber todo lo que hago<br />

-Ahora, en un rato más. Después tengo que ir a bailar—contesté yo, haciendo que le daba en el<br />

gusto, con la cuchara <strong>del</strong> bol de cereal en la boca haciendo que la sonrisa fuera más fácil de<br />

hacer. Me levanté y busqué mi mochila.<br />

Apenas salí por la puerta de la casa, pude relajar mi rostro y caminar a mi paso, medio danzante,<br />

meditando en como hacer cada movimiento más grácil.<br />

No me iba a la scuela, eso me deprimía aún más que encontrarme con un nuevo día.<br />

Caminé a mi paso, con la música sonando de los cascos conectados a un mp3 viejo y de pantalla<br />

cubierta de rayones blancos y gruesos—que todavía no traspasan la pantalla liquida—hacia<br />

dirección <strong>del</strong> hogar de Ulisse.<br />

Toqué el timbre más por mera educación que por practicidad ya que la puerta estaba averiada<br />

hace años. Me moví en dirección a la puerta trasera que era la que funcionaba. Entré, gritando el<br />

nombre de mi amigo.<br />

<strong>La</strong> casa era el cuadro de siempre; las murallas cubiertas de grafittis de Ulisses—de los cuales, si<br />

mirabas bien, podías notar la evolución en su arte—, el suelo cubierto de polvo, una que otra<br />

bolsa de basura acumulada ya hace tiempo, como adorno a rebosar de latas. Alessandrí apareció<br />

por la puerta, cubierto con una toalla rosa, el pelo mojado y la mirada perdida. Al principio no me<br />

reconoció, como siempre. Después de unos segundos que siempre se me hacen eternos—ya que<br />

creo que se me lanzará encima para defender su casa—me saludó alegre y cariñoso,<br />

preguntándome si me apetecía un gusano blanco.


Le dije que sí. Esnifé lo que me ofreció alegre Alessandri.<br />

-Abuelo, deja de ofrecerle droga a Rous—regañó Ulisse, apareciendo por mi espalda.<br />

Ulisse tiene el cabello corto, al cepillo, pero con una enorme trenza que casi le llega al culo,<br />

muy fina que a veces se la sujeta a la cabeza con un palillo chino. Su rostro es pálido y de<br />

contorno anguloso, la nariz larga y fina con los labios <strong>del</strong>gados y rosa palo, los ojos grandes y<br />

de color pardo. <strong>La</strong>s pestañas inferiores son negras y pequeñas, como si estuvieran <strong>del</strong>ineadas.<br />

Siempre lleva ropa ancha en la parte superior de su cuerpo, pero normalmente ocupa pantalones<br />

apretados y cómodos, ya que es más fácil poder saltar y evadir cuando es necesario.<br />

<strong>La</strong>s manos las tiene grande y callosas. Sus uñas las tiene siempre negras o de colores degradados.<br />

Toda, toda, toda su ropa, tiene gotas de pintura. Toda.<br />

-Déjalo<br />

Ulisse me regala una sonrisa y yo le respondo. Es a la única persona que me puedo sentir yo<br />

misma. Es la única persona que no me duele darle una sonrisa. Dos besos en la mejilla y otra<br />

esnifada de parte de Alessandri y su boca abierta, mostrando una boca desdentada, crispada por la<br />

felicidad de una corriente eléctrica helada.<br />

Se fue a su habitación seguramente a vestirse para luego salir por las calles de Roma con un<br />

cintillo plateado hecho de papel de cocina en busca de alienígenas viviendo entre nosotros.<br />

Acompañé a Ulisse a su habitación, que era otra galería de su arte, solo que aún más tapada. <strong>La</strong><br />

luz de la ventana estaba abierta, pero era tanta la pintura que habían ocupado en las murallas, que<br />

la oscuridad que hacían brotar, era mayor que los rayos <strong>del</strong> sol. Había una cama mal hecha, con<br />

fundas un tanto sucias. Un armario por un lado, guardaba la ropa que olía a perfume masculino y<br />

por el otro pintura y cientos de latas y radiografías viejas que íbamos a buscar a un hospital<br />

abandonado cuando faltaba material que usar.<br />

Ulisse abrió la puerta donde guardaba las pinturas y sacó su mochila, que al igual que su<br />

habitación estaba toda pintada y dibujada. Ulisse no podía estar mucho tiempo sin poder pintar<br />

algo que le parece demasiado blanco y demasiado aburrido.<br />

Guarda unas latas, mira los borradores de un cuaderno que luego decide llevar en la mochila.<br />

-¿Donde iremos esta vez?—pregunté yo, poniendo un pie frente al otro, mientras avanzaba<br />

como si estuviera midiendo el suelo de la habitación de mi amigo<br />

-A la estación de trenes. ¿Quieres ir?—contestó y preguntó sin mirarme ya que estaba<br />

organizando con sumo cuidado su mochila<br />

-Claro—dije sencilla, volviendo a empezar con los pasitos, sin pisar las líneas que <strong>del</strong>ineaban el<br />

suelo.


-Ya estamos<br />

-¿Crees que tu abuelo tenga un poco de porro?<br />

-Si, pero sabes que no me gusta pedirle<br />

-Solo un poco<br />

Mi amigo resopló, resignado.<br />

-Ve tú.<br />

-Gracias.<br />

Besé su mejilla y me fui a buscar a Alessandri, dando saltitos. Estaba en su habitación, leyendo un<br />

libro sobre ufología y esoterismo.<br />

Pregunté si tenia un poco de hierba y me contestó muy concentrado en su lectura, que estaba en su<br />

cajón en el armario derecho, el segundo. Fui a buscar en el lugar indicado y me encontré con un<br />

frasco a rebozar de capullos verdes velludos.<br />

-Gracias<br />

Besé amabas mejillas, alegre, un abrazo y me empezó a contar que había leído, que los científicos<br />

habían descubierto partículas más pequeñas que el átomo y que a través de un cristal con formulas<br />

matemáticas complejas, podríamos manipular las señales alienígenas que teníamos decodificados<br />

en nuestro cerebro.<br />

Me dediqué a escucharlo, ya que me parecía profundamente interesante sus teorías. Pero no pude<br />

seguir entrando en una paranoia televisiva ya que Ulisse estaba en la puerta, diciéndome que me<br />

apurara.<br />

Alessandri nos deseo buen viaje, en todo sentido.<br />

Caminamos en silencio, apreciando cada reflexión desprovista de soliloquio.<br />

<strong>La</strong>s piedras crujían bajo nuestros pies, la ropa se rozaba y hacia un música que me gustaba. Me<br />

puse a subirme a las bancas e intentar mantener el equilibro en cualquier relieve de cemento que<br />

encontraba. Ulisses me mira y sonríe. Me dice que me espere un poco. Se pone a rayar con un lápiz<br />

de tinta de punta gruesa unas firmas rápidas y adornadas, cambiando los colores con habilidad de<br />

malabarista. Yo, mientras tanto, me puse a moverme, a dar brincos por las bancas y farolas,<br />

intentando pasar el rato que se demora en rayar; treinta segundos, como mucho.<br />

-Venga, Rous, vamos—dijo cuando terminó, volviendo a caminar, la chispa de sus ojos se apago y<br />

las piedras siguieron crujiendo bajo nuestros pies.<br />

Tomamos el tren. Nos dedicábamos a jugar al que pestañea, pierde. Si alguno pestañeaba, nos<br />

bajábamos en la estación más cercana <strong>del</strong> perdedor.<br />

Perdí y nos bajamos. Miramos en todas direcciones, con el viento soplando fuerte y las nubes


pasando perezosas. Saltamos las rejas y nos metimos cerca de un puente, buscando el lienzo de<br />

Ulisse.<br />

-¿Que harás hoy?<br />

-Empezaré uno nuevo<br />

-¿El otro lo has terminado?<br />

-Claro. Si no estaríamos por esa calle<br />

-Ah<br />

-Si quieres pon música<br />

-Eso haré<br />

El dedo de Ulisse apretaba el cap y yo el play de mi mp3, el cual tenia conectado unos parlantes<br />

pequeños y viejos, con dibujos de pentagramas musicales que le había hecho Ulisse hace un buen<br />

tiempo.<br />

Me saqué los pantalones de jeans y solo me quedé con unas calzas negras y flexibles, con una<br />

camisa de tela blanca y vieja con un corte vertical. Me coloqué las zapatillas y me empecé a<br />

mover, primero lento, marcando un ritmo grácil que de una u otra manera, venia practicando de<br />

siempre.<br />

El rostro de Ulisse estaba serio, sus manos eran rápidas y sus ojos, siempre atentos hacia el dibujo<br />

que tenia en la cabeza y en un costado de la muralla, para guiarse.<br />

El tren pasó rápido y fuerte a unos metros de nosotros, el cual nuestro publico violento de metal,<br />

que nos hacia vibrar con sus aplausos de riel, con sus ventanas y sol haciendo de foco, iluminando<br />

y oscureciendo, iluminado y oscureciendo a una velocidad vertiginoso, como una caída libre...


2<br />

Desde hace un buen tiempo observo la vida pasar bajo un sol, bajo una nube y bajo un cielo<br />

que siempre imagino en llamas. Es la única forma de hacer que a mi cuerpo, lo levante una<br />

esperanza ya que las ganas, las tengo muertas hace tiempo.<br />

En mi cabeza, aparte de desfilar escenas que mi mano no puede parar de dibujar sobre lo que<br />

encuentre, siempre esta el dibujo <strong>del</strong> signo de pregunta, que se posiciona ante todo lo que voy<br />

mirando día a día.<br />

Lo peor es que encuentro una respuesta de tanto hilar fino y la respuesta, siempre es<br />

desalentadora, provocando que encuentre todo blanco y vacío, como una maldita hoja que mi<br />

mano nunca podrá tintar de colores ni de trazos rápidos.<br />

El amanecer despunta por la ventana y hará unos minutos que estoy despierto, pero sin moverme<br />

de mi cama, con las sabanas enrolladas entre mis piernas, ya que siempre me muevo en la noche,<br />

intranquilo. Espero que la luz <strong>del</strong> sol empiece a alargar las sombras para luego hacerlas<br />

desaparecer, esperando que haga lo mismo conmigo. Que me lleve a una dicha larga por lo menos<br />

un par de segundos para luego desaparecer; simplemente quedar al final de un proceso oscuro y<br />

claro.<br />

Me levanto en ropa interior en dirección a la cocina a buscar un poco de café.<br />

Mi Hermana dejó un poco de leche para mi. Seguramente lo fue a comprar, cuando venia <strong>del</strong><br />

trabajo. Trabaja de noche y duerme de día y a veces, cuando se toma los días libres, vamos a<br />

buscar hongos silvestres con el abuelo a algún claro.<br />

Me quedé un rato, escuchando afuera los coches pasar rápidos, seguidos de su eco<br />

demoledor. Pasan diez minutos y el quejido <strong>del</strong> abuelo se escucha. Siempre lo hace.<br />

Estoy en pie temprano por las mañanas para escuchar aquel quejido de madrugador, brotando<br />

de la boca <strong>del</strong> abuelo, son los únicos segundos que me hacen recordar un poco cuando las<br />

cosas, eran relativamente normal.<br />

!Buenos días! dijo alegre y sonriente con su rostro arrugado por una mueca de felicidad.<br />

El abuelo tiene la nariz un poco larga, la boca desprovista de dientes y los ojos oscuros pequeños<br />

y de color pardo. El cabello le cae por los hombros como ramas secas de un árbol viejo, adornada<br />

por una aureola franciscana de calvicie.<br />

Buenos días, abuelo


Tuve un sueño, hijo, me comentó, muy emocionado<br />

¿En serio?<br />

Si, claro<br />

Cuéntame. ¿Quieres un café?<br />

Si, si, gracias. Mira, la cosa es que soñé con un mar gigante, brillante. Y que de el, salían seres<br />

azules y con escamas, hombres peces, esos que te he dicho yo, que son nuestros verdaderos<br />

parientes lejano...<br />

Yo asentía a todo mientras le preparaba el brebaje oscuro, que le gustaba negro y cargado, sin<br />

azúcar. El abuelo quedó así hace unos cinco años, cuando vivíamos con nuestros padres.<br />

Le cambié la insulina por heroína y algo pasó en su cabeza y ahora esta más loco que una<br />

cabra. Mamá y Papá lo soportaron un par de años, pero tomaron sus cosas y se fueron,<br />

dejándonos solos. Hermana desde ese entonces se dedica a trabajar por las noches. Con una<br />

única condición que no trajera los clientes a casa, ya que seguramente eso confundiría más<br />

al abuelo.<br />

Pero tú también tienes que traer dinero a estar casa. Ahora estamos solos, tenemos que<br />

apañarnolas Lo sé.<br />

Y desde ese día es que vivimos bien, los tres. Fui a la habitación de Hermana. Estaba con ropa<br />

encima de su cama, durmiendo.<br />

Nos sentamos a ver los documentales en la mañana que tanto le gustaban ver al abuelo. Se los<br />

gravaba para que se entretuviera. A veces los robaba de los kioskos de la ciudad, para cuando los<br />

documentales se repetían mucho por televisión abierta.<br />

Me voy a vestir y pensar para donde ir a poder rayar.<br />

Escuchó la voz de Rous Mery proveniente de la parte trasera de casa. Siempre avisa su entrada,<br />

sabiendo que la puerta trasera siempre se mantiene abierta, ya que la de a<strong>del</strong>ante no funciona.<br />

En lo que me demoro en ponerme una chaqueta ancha y a prueba de agua color azul marino, es<br />

lo que se demora Rous en estar metiéndose una raya con el abuelo.<br />

Retó al abuelo diciéndole que no le ofrezca nada a Rous, más por costumbre que por sentir las<br />

palabras. Rous me esperó en mi habitación y mientras lo hacia, yo recogí los materiales para<br />

poder salir.<br />

Siempre que esta en un lugar, se pone a moverse, a saltar, hacer pequeños juegos como de rayuela,<br />

con cualquier linea que se encontrara en el suelo o donde se encontrarse.<br />

Nos fuimos caminado, apreciando el silencio como caramelo de un sabor favorito en la boca.<br />

<strong>La</strong>s piedras sonaban bajo nuestros pies. Mis dedos estaban inquietos. Miré una esquina desnuda


entre tanto concreto y arreglos municipales. Rous esta encaramándose en las bancas, en los<br />

relieves de las esquinas y dando saltos y vueltas por todos lados. Le sonrió, ya que es como ver a<br />

un animal inquieto. Espera un poco le digo yo cortando su camino para quedarme enfrente de la<br />

esquina desnuda. <strong>La</strong> empiezo a rayar rápido. Rous sigue haciendo lo mismo, solo que esta vez,<br />

solo con un pie y manteniendo el equilibro. Dibujo mi nombre deformado por los dibujos de<br />

unas células cancerígenas y sin detalles, solo trazos. Le digo que nos vayamos a tomar el tren.<br />

Nos pasamos con cuidado y en el camino rayo mis marchas por basureros de lata, sillas de<br />

plástico y vidrios, todo muy rápido y con indiferencia.<br />

Jugamos al que pestañea pierde. Nos bajamos en la estación que los ojos azules de Rous deciden.<br />

Saltamos las rejas de seguridad y nos ponemos cerca de un puente, donde hay un enorme lienzo<br />

con una que otra raya de un pobre idiota que intenta considerarse graffitero. Empiezo a preparar<br />

todo para que me fuera más fácil coger las latas en el momento necesario; tanto como para pintar<br />

o para correr. Le digo a mi amiga que ponga música. Ella dice que si, que claro. Pone una pieza<br />

musical, seguramente de algún ruso muerto y se pone a bailar sin antes quitarse la ropa para<br />

mostrar una más cómoda.<br />

Empieza a moverse. Su rostro cambia, como si estuviera sufriendo. Sus movimientos son como<br />

de un pájaro sagrado herido, por la flecha de algún pobre colonizador. Su cabello negro esta<br />

sujeto en un moño. En su nariz descansa un arete plateado, sus pestañas son cortas y sus mejillas<br />

color rosa natural. Sus labios son carnosos y pequeños, como de muñeca pop. Su oreja tiene una<br />

hilera de aros redondos, pequeños, su cuerpo es <strong>del</strong>gado y bien formado, sus senos, pequeños,<br />

que se muestran sobresalientes de su camisa de entrenar. <strong>La</strong>s piernas son largas, como cuellos de<br />

cisne negro.<br />

El tren pasa.<br />

El sonido <strong>del</strong> hierro suena y me parece que una sensación eléctrica me recorrer el cuerpo.<br />

Veo el publico de vagón, indiferente, sorprendido, admirado, asqueado...un vendaval de<br />

emociones que no comprendo que me gustaría poder sentir, tocar, pero se me hacen tan<br />

imposible de hacerlo y sentirlo, como lo seria intentar tocar aquel monstruo de hierro y cables en<br />

movimientos, contenedor de humanos emocionales en su vientre....


3<br />

Los trazos de Ulisse habían dado paso a la representación de un ojo de espejo trizado, donde en<br />

cada trozo marcado por una linea negra, se podía ver una historia y letras diferentes que<br />

nombraban la pequeña escena. O esa era la idea, ya que el dibujo estaba a la mitad.<br />

Eran eso <strong>del</strong> mediodía. Llevamos mucho tiempo aquí, a la luz. Seguramente luego<br />

aparecerían los guardias rechonchos de seguridad, así que era momento de salir corriendo.<br />

Saltamos un par de rejas y murallas. Ayudé a Ulisse a subir, después de que me tirara la mochila<br />

hacia arriba.<br />

Nos fuimos corriendo hacia el local de tatuajes y piercing Nirvana. Mi amigo me dice que<br />

tiene que hacer algo así como una especie de trabajo.<br />

El dueño es amigo de Ulisse, Zoan.<br />

Ulisse tenia que ir a terminar de pintar una muralla que ya estaba acabando. Yo lo estaba<br />

acompañado. Me sentaba en una silla de plástico mientras estiraba los dedos de mis pies. Ulisse<br />

escuchaba su música rap mientras pintaba y fumaba de un porro que yo había enrolado. Se lo<br />

pedí. Lo quemé con mis labios y lo absorbí con mis pulmones.<br />

-¿Te pagarán ahora?—pregunté mirándolo y soltando humo por la boca<br />

-Si. ¿Tienes hambre?<br />

-Un poco— contesté abrazando mis rodillas<br />

-Pregunta a Zoan si tiene algo de comer<br />

-Si<br />

Me levanté y me moví con los pies lo más posiblemente pegados, para practicar un poco esa<br />

posición y poder encontrarla cómoda. Pero no funciono, ya que casi me caigo así qué decidí ir<br />

caminado a zancadas con la rodilla recta.<br />

Me quedé en el umbral de la puerta de la habitación que Ulisse estaba pintando de color azul<br />

claro, que a posteriori, tendría que dibujar una especie de Buda en el nirvana ya que los chicos se<br />

especializaban en tatuajes orientales.<br />

Zoan le estaba reclamando que eran una panda de perros vagos, que le parecía francamente<br />

increíble tener que llamar a Ulisse para pintar la maldita habitación, teniendo experto en usar la<br />

brocha y dibujar. Uno de los tatuadores <strong>del</strong> Nirvana le contestó que a él le pagaban por tatuar, no<br />

de hacer trabajos de pintor de mierda, que él era un artista.<br />

-Ulisse también es un artista—dije, seca como escupo de momia.<br />

Todos se dieron media vuelta a mirarme. Seguramente no esperaban la intromisión y si un


acobardamiento de mi parte, pero no fue así, ya que repetí la frase. No dijeron nada, simplemente<br />

se callaron. Zoan me preguntó si se me ofrecía algo.<br />

-¿Tienes algo para picar?<br />

-Claro<br />

Me pasó unos trozos de pizza que tenían de ayer. No me importo. <strong>La</strong> calenté en silencio en el<br />

microondas que estaba escondido en la pequeña cocina <strong>del</strong> local. Los tipos me estaban mirando<br />

extraño, veía su reflejo en el vidrio de la maquina. <strong>La</strong> pequeña sirena <strong>del</strong> microondas me avisó<br />

que la pizza estaba caliente. Me fui a acompañar a Ulisse.<br />

-Dijeron que no eras un artista— comenté mordiendo un pedazo<br />

añejo Ulisse se puso a reír sin mostrar sentimiento de estar<br />

herido.<br />

-Son unos mierdas, que se creen mucho por hacer un par de tatuajes<br />

Nos pusimos a reír en silencio, ya que nos podían escuchar. <strong>La</strong> verdad es que nunca nos<br />

habíamos llevados muy bien con esos tipos que se creían reyes por ser rudos y tatuados.<br />

Aparece Zoan por la puerta y nos queda mirando. Se pone a reír el también por nuestras caras<br />

serias y nos dice que nos relajemos, que esta claro que esos de allá son unos idiotas. No pueden<br />

ni mover el culo por hacer una puta muralla.<br />

-Supongo que gracias a ellos tengo trabajo—dijo Ulisse con una sonrisa leve, como de cortesía<br />

más que de felicidad—Y además me da risa encontrar a un artista creerse mucho por pintar piel y<br />

declina pintar una muralla. Todos deberíamos pintar una muralla. Grandes artistas han pintado<br />

murallas.<br />

Zoan se quedó pensando un poco, con las pizzas en la mano y un par de botellas, entre los<br />

dedos. Parece no entender a lo que se refiere Ulisse con lo de pintar una muralla.<br />

Yo lo entiendo, en los dos sentidos que quiso darle; el de dejar un grafitti y el de pintar una<br />

Capilla de la casa de un Papa.<br />

El reloj en el suelo hacia click, click, click. Un cliente, un saludo y luego el zumbido de abeja de<br />

la maquina.<br />

Zoan nos deja los trozos de pizza para comer. Ulisse esta sentado con la espalda apoyada en la<br />

otra muralla. Come tranquilo, siempre mastica como unas veinte y cinco veces las cosas antes de<br />

tragarlas Por mi parte como más rápido. No paro de perderme en el color azul y en el dibujo que<br />

ya estaba trazando.<br />

-¿Después iras a bailar?<br />

-Si— contesté empinando la botella a mi boca.


Después de que Ulisse termina, Zoe le paga. Mi amigo se queda mirando el dinero unos<br />

segundos, medio perdido, como si fuera la primera vez que viera papel moneda. Zoe le da las<br />

gracias y nosotros nos vamos.<br />

Ulisse intenta ayudarme con mi practica e intenta moverse a los pasos que intento enseñarle<br />

rápido. Me dice que no puede hacerlo. Lo intenta, pero es muy tieso, no tiene la gracia. No me<br />

importa mucho, igual me ayuda. Le digo que me tome de la cintura e intente elevarme. Le da<br />

algo de miedo que me suelte, pero le digo que no pasa nada. Lo intenta, casi me caigo encima de<br />

él. Nos reímos y le digo que mejor no lo volvamos a intentar. Me acompaña a las clases de baile,<br />

donde paso casi la mayor parte <strong>del</strong> día bailando, practicando y estirando mientras mi amigo me<br />

mira, atento, para preguntarme por movimientos y sugerirme algunos.<br />

Padre y Madre obviamente no saben que me escapo casi siempre de las clases.<br />

A Madre le importa mucho lo que diga el vecindario. Siempre esta mirando los mensajes dejados<br />

por las redes sociales que llegan directamente a su móvil moderno, con aquel sonido de alarma<br />

tan molesto que pide y pide contacto como si fuera un niño pequeño.<br />

-¿Sabes? parece que Carlotta se ha separado<br />

-¿En serio?—digo yo tratando que me interese lo que me esta hablando. Intento mirarla y de<br />

pronto me invade la pena.<br />

Viene siempre como una ola hacia mi persona. Un ola intensa, fría, que me congela por<br />

segundos la respiración y hace creer a mi cuerpo que las lagrimas, son la única fuente de calor<br />

que se encuentra en el mundo.<br />

Pero he aprendido a controlar el Oleaje y sonrió, apurando el contenido de mi taza a la boca,<br />

como para disimular la mueca amarga.<br />

Aparece mi hermana, Lía, muy sorprendida, con una taza de un té en la mano. Le hace un<br />

montón de pregunta y Madre empieza a hablar cosas que no le puedo seguir el hilo. Pero lo<br />

intento, asiento y sonrió como lo hace Lía, con la taza de té en la mano—intentando incluso<br />

copiar esa postura— con sus uñas brillando de un rosa chillón que me desconcierta, ya que todo<br />

alrededor es tan gris y sucio, como la ceniza.<br />

Padre dice que dejemos de hablar tanta cosa sin importancia, pero no de una manera seria ni<br />

autoritaria, si no más bien como un pequeña reprimenda simpática que seguramente, si yo<br />

intentara hacerla, sonaría feo en mi boca.<br />

Padre me pregunta como me fue en la scuela. Le digo que bien.


-¿Y en tus clases de baile, cariño?—preguntó Madre de una manera que no me gusta nada.<br />

-Excelente.<br />

-Que bien<br />

Siguen hablando y no me puedo integrar a la conversación. Anuncio que me voy a mi cuarto a<br />

estudiar. Me quedó en la cama, llorando, intentando encontrar el origen de aquel Oleaje. Miró mis<br />

lagrimas que se van secando en mis manos y me siento cansada, no quiero ni moverme para<br />

respirar. Cierro los ojos.<br />

Uno, dos, tres...<br />

Mi mano encima de<br />

pecho Uno, dos,<br />

tres.<br />

Me obligo a volver a nacer, a volver a encontrar el aire. Pongo un poco de opera y me muevo<br />

por mi habitación, casi completamente vacía, para poder moverme libremente por ella, dando<br />

pequeños brincos y haciendo pequeños estiramientos como para encontrarme a mi misma. <strong>La</strong><br />

respiración se regulariza para luego agitarse, como el mar. Todo es interrumpido por un sonido<br />

de ariete.<br />

Tocan mi puerta. Es Lía.<br />

-No daré tanto brinco, dile a mamá que se tranquilice—digo desde adentro, sin abrir, imaginando<br />

la madera <strong>del</strong> techo en la sala de estar de abajo empolvando de virutas el piso<br />

-No es eso, tontuela, abre<br />

No me gusta ese tono de voz. Muy cariñoso y empalagoso; nunca trae buenas noticias. Abro la<br />

puerta y Lía entra sin permiso, sin a<strong>viso</strong>. Observa mi habitación y cree que es austera.<br />

Se me viene a la cabeza un día sin fecha en que yo hice eso.<br />

Lía me miró y como si le estuviera hablando y enseñando a un perro, me mostró como se<br />

golpea una puerta.<br />

-¿Qué pasa?<br />

-Siéntate—dijo ella muy cómoda con el culo en mi colchón y su palma moviéndose de arriba<br />

a abajo, dando golpes suaves. Lía tiene esa habilidad irritante de siempre hacerme sentir como<br />

un perro.<br />

Me senté.<br />

-Quiero hablar contigo<br />

-Lo noto<br />

Me acaricia la mejilla y me aparta un mechón de pelo, poniéndolo tras mi oreja. Aquella dulce


acción me molesta y me exaspera. Me dan ganas de golpearla en ese instante. Por segundos veo<br />

mi mano estrellada contra su cara. Luego viene la culpabilidad y el corazón me da un vuelco.<br />

-¿Has pensando en tu futuro?<br />

-¿En mi futuro?<br />

-Si<br />

-¿A que te refieres?<br />

-En que quieres ser<br />

-Bailarina<br />

-Cariño, ya eres bailarina. Bailas precioso.<br />

-Quiero ser profesional<br />

-Pero no puedes vivir de eso<br />

-Claro que puedo—digo indignada<br />

-Mira, no te digo que no bailes—dijo sonriente, con un rostro de pena que en mi, solo hacia nacer<br />

rabia- pero tienes que pensar que es solo un hobby. Que necesitas otra fuente de dinero, hacer otra<br />

cosas.<br />

Ahora, los artistas no pueden surgir, no pueden hacer nada...<br />

-No sabes lo que estas hablando<br />

-Y tú no sabes lo que estas haciendo<br />

Tenia su mano acurrucando las mías, como si mis miembros fueran un pájaro herido.<br />

Aquel contacto de piel con piel, me provocaba unos temblores que no podía identificar muy bien.<br />

Era como el Oleaje, solo que este era blanco, cegador, casi imposible de controlar, pero no me<br />

hacia postrarme a una cama e intentar encontrar mi respiración, si no que era un temblor de una<br />

rabia con forma de semilla, pequeña, enterrada, ya que no podía hacer nada.<br />

No le puedo sostener la mirada. No puedo. Esta intentando escudriñarme. No quiero que lo<br />

haga, no quiero que desentierre la semilla. No quiero terminar golpeándola en la cara.<br />

Me siento peor. ¿Como se me puede pasar por la cabeza, la idea de golpear a mi hermana, que me<br />

dice todo esto por mi bien, que intenta hacer lo mejor para mi?<br />

<strong>La</strong> miró. Siento los ojos empañados y veo borroso, pero no quiero que se me note. Lía sonríe.<br />

-No quiero que te lo tomes a mal, hermanita linda. Pero tienes que despertar, ¿me lo prometes?<br />

-Te lo prometo—digo con un dolor en el alma, ya que sé que no puedo cumplir con esa promesa,<br />

pero quiero darle en el gusto.<br />

Me da un abrazo que respondo de manera un tanto torpe.<br />

-Y come más, que estas muy <strong>del</strong>gada.


Se fue, cerrando la puerta tras de si, suave.<br />

Me quedó un rato en la cama, escuchando las voces lejanas de mi familia. Me levanto lentamente<br />

y de forma premiosa y pausada camino hacia la muralla y pongo la oreja en ella. Lo hago de tal<br />

manera y calma, que tardo alrededor de diez minutos en recorrer menos de un metro y medio de<br />

distancia.<br />

Madre habla con hermana y le pregunta como le fue. Lía le dice que espera que bien, que al<br />

parecer entendí, que no puedo vivir de pajaritos danzantes. Aprieto mis labios y mis puños con<br />

fuerza, intento no desanimarme, pero no puedo, veo todo negro y ceniza. Me tapo la cara y me<br />

acuno yo misma.<br />

<strong>La</strong> cama me parece siempre una especie de doble ataúd. <strong>La</strong> primera tapa de madera es la<br />

habitación,<br />

oscura, silenciosa de sombras que bailan de tal manera grácil, que siempre intento imitar cuando<br />

me encuentro practicando o frente a un auditorio.<br />

Pero no puedo mirarlas mucho, ya que se acercan a mi de tal manera muda y abstracta, que el<br />

miedo me encoge y me tapo el rostro, preguntándome una y otra vez porque estoy acá y por que<br />

duele tanto estar despierta. Cierro los ojos y espero la lapidación <strong>del</strong> sueño.


4<br />

Ver bailar a Rous siempre me provoca una cierta fascinación compulsiva.<br />

Destaca de una manera siempre curiosa entre sus compañeras de baile. Y lo noto, lo veo, lo siento,<br />

cada vez que elevo la mirada de la hoja de la cual estoy dibujando. Su rostro, sus movimientos,<br />

que parecen lentos e imposibles, invitan a la melancolía.<br />

Rous no es igual a sus compañeras, que sonríen, con movimientos fieros y calculados. Ella se<br />

nota que siente la música, la emoción <strong>del</strong> compositor y de su papel. Bueno, cuando le toca ser<br />

calculadora y fiera, pude serlo, pero no es ella misma. Pero lo disimula bien. Perfectamente<br />

Cuando salimos de su entrenamiento, bien entrada la noche, me pide ayuda, que quiere practicar.<br />

Tiene el cabello negro amarrado en un moño. Sus ojos azules me piden que la misma ayuda que<br />

su boca.<br />

Acepto a regañadientes, ya que soy un pésimo bailarín. Me da pautas que sigo a duras penas.<br />

Ella no para de reírse y al final me termina contagiando.<br />

Cuando me encuentro pasando por el umbral de la puerta de casa, me vuelvo a encontrar a mi<br />

mismo, solo que esta vez mentalmente, preguntándome por la razón de mi amor incondicional<br />

a la pintura.<br />

¿Para qué? ¿Que gano? Es repetitivo...<br />

Pero intento alejar aquel bombaredeo ya que me duele cuestionar lo que más me gusta y<br />

sobretodo, me da miedo encontrarle la respuesta a aquellas interrogantes, que seguramente, me<br />

llevarán a encontrarme en un estado de vacío más palpable, como un pequeño agujero flotando en<br />

medio de la nada, sin color, sin luz.<br />

Abro el frigorífico. Hay queso, un pote de mantequilla a medio terminar y un montón de<br />

verduras cortadas. También cubierto con un papel transparente y elástico como una piel, un plato<br />

de pasta. Lo pongo al microondas. Hago click al botón y miro como mi pasta se recalienta y<br />

humea, como un cerebro ensangrentado.<br />

Me senté a ver como crece el pasto, como el cielo sigue siendo azul, como los árboles siguen<br />

meciéndose al mismo y repetitivo compás que me parecía despreciable.<br />

Termino de comer y me quedó apreciando los restos de comida resbaladizos <strong>del</strong> plato de<br />

cerámica. Aprieto mis manos fuertes y siento asco, una nausea que se apodera de mi, se sube,<br />

como un gato con las garras atrapadas a mi ropa. Miro la ventana y siento rabia. Miro a mi


alrededor e imagino fuego. Luego una calma tranquila, sin rabia y sin fuego, donde solo me<br />

quedó en blanco y de pronto, ni siquiera entiendo mis emociones repentinas. Respiro.<br />

Me acomodo en la mesa a dibujar para olvidar a mi yo.<br />

Abuelo no esta, seguramente esta con Hermana. Dibujo alrededor una hora los detalles de un ola<br />

de magma quemando un bosque.<br />

<strong>La</strong> puerta trasera se abre. Los tacones de Hermana suenan en el suelo. Deja su abrigo en un<br />

colgador viejo y Abuelo esta sonriente, con su cintillo de papel de cocina. Los ojos los tiene un<br />

tanto rasgados y no esta mostrando sus encías. Se sienta y me mira, siempre alegre, colocado.<br />

¿Que dibujas<br />

hijo? Nada<br />

abuelo<br />

¿Nada?<br />

Nada, contesté yo mostrando el dibujo<br />

Ah, ya lo veo. Este dibujo me recuerda una vez en 1944 descubrí con un amigo, una nave<br />

extraterrestre que entraba por el Vesubio<br />

Lo miré.<br />

Yo era el culpable de su locura y no me tocaba otra cosa que aceptarla y escucharla con<br />

paciencia. No sé si con amor. Pero quizás si con cariño. Yo no le tengo mucha paciencia, pero<br />

siempre intento buscarla entre tanto jarrón roto de mis emociones.<br />

Prosiguió a explicar, la teoría de un agujero gusano...<br />

No escuché nada, como siempre. Fue una habilidad de años de practica de asentir con la cabeza a<br />

la gente que me rodeaba mientras mi mente se iba de mi cuerpo a un lugar imposible de describir,<br />

ya que se escapa de la narrativa como un pez de las manos de un niño pequeño.<br />

¿Co<br />

mist<br />

e? Si<br />

Que bien<br />

Hermana se sacó su abrigo de piel sintética y fue a quitarse la falda de latex para ponerse unos<br />

jeans más cómodos. Se sienta a la mesa a escuchar a Abuelo un rato, le pregunta sobre teorías<br />

de conspiración que lee de revistas para poder tener un punto en común.<br />

Ya es la hora, dije, mirando hacia el reloj que estaba en la muralla<br />

El abuelo dice; si, si, si, muy emocionado, como un niño pequeño en la hora <strong>del</strong> postre.<br />

Hermana se levanta y prepara un poco de heroína que inyecta en el brazo de Abuelo.


Hay que hacerlo o si no se pone de mal humor, se pone agresivo y melancólico, vuelve a su<br />

senilidad violenta y destructiva. Parece marchitarse.<br />

Queríamos matarlo. Hermana me dijo que seria una muerte digna, que moriría feliz con la droga<br />

en su sistema. Cuando estaba preparando la ago para darle la muerte, me encontré que me<br />

recorría una pena y una sensación de lastima. Pero no fue por que estaba a punto de matar a mi<br />

abuelo. Era por qué no sentía nada. Mis movimientos fueron certeros y precisos, no dudaron.<br />

Como tampoco la pena ni la egoísta autocompasión.<br />

¿Soy un monstruo? Pregunté a no sé quien en el eterno túnel con eco de mi cabeza.<br />

Nadie ni nada respondió al otro lado.<br />

Precioné el émbolo y como si aquella droga dura fuera un elixir de racconto pirata, le dio vida y<br />

juventud. Claro, que acompañado de una locura conspirativa y seudocientífica, abrumadora de<br />

tanta repetición a mi juicio. Una locura medida para desquiciarnos a nosotros, en su medida.<br />

Algunos podrán pensar que es karma. Yo creo que es simple mala suerte.<br />

Le digo a Hermana que voy a salir.<br />

¿Tienes dinero?, me<br />

pregunta. Si<br />

Ve con<br />

cuidado Si<br />

¿Iras con<br />

Rous? Si<br />

Qué<br />

bien<br />

Arrive<br />

rdeci.<br />

Hermana se queda un rato, mirando y asintiendo a todo lo que dice Abuelo que esta sonriente con<br />

sus encías algo hinchadas. Su cabello gris y grasiento brilla a la luz de la ampolleta desnuda de<br />

casa.<br />

Espero a Rous un rato en la esquina acordada por ambos. Normalmente siempre llego veinte<br />

minutos antes a una cita. No por puntualidad de reloj, si no más bien por entretenimiento y mi<br />

complejo de perro meón. Hago un par de rayas por aquí, por allá, uno que otro dibujo rápido pero<br />

no por eso menos trabajado. Cuando me siento algo satisfecho, Rous aparece y le digo que ya<br />

nos podemos ir.


Nunca nos juntamos en el mismo lugar.<br />

Mi hermana habló conmigo, me comenta Rous un tanto perdida, mirando el cielo azabache. Tengo<br />

mis manos en los bolsillos, jugando con un lápiz. <strong>La</strong> miró y no le digo nada. Ella me ofrece un<br />

cigarro y lo recibo gustoso.<br />

¿Y que tiene?<br />

Me perturbo un poco<br />

¿Por?<br />

Me dijo cosas que no entendí muy bien...y..me molestó<br />

¿Te dijo algo muy malo?<br />

Si, creo que si, me dijo algo horrible, pero con ternura. Pero lo chocante...es que odié su ternura,<br />

no sus palabras<br />

Me quedé un rato pensando en lo que me decía Rous. Con Rous es la única persona que puedo<br />

tener esos silencios profundos que siempre me han gustado, que los saboreo como un caramelo<br />

con sabor a pesar.<br />

Creo que se deben a que tu hermana es como el mar<br />

Rous me miró extrañada, con el rostro crispado. Su frente se arrugó un poco y sus ojos<br />

azules se oscurecieron<br />

¿Como eso?<br />

Es la mar de superficial. Como el mar. Todos en tu familia y el circulo de ella, ven el azul marino<br />

de las costas de su rostros, ¿me sigues?<br />

Si<br />

Pero no ven la oscuridad profunda de los abismos que en verdad somos y es lo único que cuenta.<br />

Tú eres un abismo profundo, Rous<br />

Rous sonríe levemente. Ya esta subiendo por las bancas y por todo lo que encuentra, manteniendo<br />

el equilibro en ciertos lugares, dando vueltas entre los postes de la ciudad.<br />

Tú también eres como el mar, pero al revés. Muestras tu abismo. Pero tú abismo no es negro...es<br />

más...extraño, como de un blanco nieve bajo el sol.<br />

Me largo a reír. Ella siempre capta lo que quiero decirle y siempre me sigue el juego. Es la<br />

perfecta acompañante para ir de caminata, fumando unos porros antes de llegar a la reunión,<br />

ya que fiesta es estar con Rous.<br />

Rous tocó la puerta, ya que yo tenia las manos en los bolsillos. Inmediatamente abrió, la madre<br />

de James.


Nos saludo alegre. Siempre que nos ve, nos dice que somos los únicos amigos decentes que tiene<br />

James. Nosotros nos hacemos los sencillos, porque la verdad, es que James nos importa una<br />

mierda, solo vamos a sus fiestas por el alcohol y las drogas que corren en su casa de un millón de<br />

euros como si fuera agua.<br />

Su madre nos lleva por su enorme recibidor muy iluminado que da la impresión que las<br />

ampolletas relucen oro. Sus tacones suenan en su suelo de mosaico hidráulico tan chick y<br />

costoso, traído directamente de Barcelona. Tiene una copa de cristal en una mano, rellena de un<br />

liquido dorado y espumoso. Siempre que paso por esta casa, me siento un tanto extraño, quizás<br />

porque me recuerda tanto a mi mismo, tanta superficialidad vacía, carente de vida propia. Miró a<br />

Rous. Ella si se siente cómoda. Cuando le pregunté la razón, ella me contestó que era como estar<br />

en un gran escenario.<br />

Uno de los sirvientes de la madre de James nos ofrece el mismo liquido que supongo que es<br />

champagne. Lo aceptamos con Rous y lo bebemos de un sorbo. Esta rico, deja un cosquilleo de<br />

aguja sin punta en el paladar.<br />

Nos dice que la fiesta esta en la piscina. Nos acompaña hablando cosas un tanto vergonzosa de<br />

James de cuando era pequeño. Rous asiente, mirándola atentamente pero seguramente sin<br />

prestarle atención. Yo no disimulo, simplemente camino a su lado, total, la madre de James esta<br />

acostumbrada a hacer ese tipo de monólogos.<br />

Se detiene en la ventana, cuadro de cristal no pintado que me muestra un paisaje de tristes<br />

maniquíes, riéndose con todas su fuerzas en una especie de vomitada aceptable.<br />

Bueno chicos aquí esta la fiesta<br />

Gracias, dijo Rous sacando otra copa de una bandeja que reposaba en una mesa pequeña en la<br />

entrada. Yo la imito y me la bebo un poco más lento esta vez.<br />

De nada, cuando queráis<br />

Y se va, ya que nuevamente se escucha el timbre.<br />

Entramos al patio, donde esta una enorme piscina iluminada desde abajo de las aguas,<br />

dando una especie de aura al ambiente demasiado forzado de neón.<br />

James no saluda, con dos besos en la mejilla a cada uno, sonriente. Tiene el pelo colorín y su<br />

rostro, cubierto de pecas se estira como una horrible mascara de latex.<br />

¿Como están, chicos?<br />

Bien, contestó yo, empinando la copa.<br />

Nos habla de que nos nos ve hace mucho tiempo y que nos quiere presentar a su amigos.<br />

James es amigo de nosotros porque nos ve con curiosidad y por una extraña sensación de


interesante que le damos. Lo notó, le sale por los poros.<br />

Nos presenta a sus amigos estirados, todos con ropa que parecer ser sacada de películas de<br />

supuestos adolescentes.<br />

Nos saludas. Nos preguntas que hacemos. Yo y mi amiga nos quedamos mirando.<br />

¿Qué qué hacemos?<br />

Si, preguntó uno de los chicos, con camisa rosa perla<br />

Rous se quedó un rato pensando. No tenia mucho que conversar y Rous<br />

tampoco. Bailo, dijo de pronto, seria. Yo dibujo contesté entonces, siguiendo<br />

la linea de Rous y sacarme a aquel tipo con sus preguntas extrañas. Lo<br />

logramos y se aleja de nosotros por lo menos visual y verbalmente.<br />

James nos preguntó si queríamos un poco de cocaína. Rous le dijo que no mucha y yo le dije<br />

que si. Rous solo se mete unas puntitas, ya que normalmente solo le gusta la que tiene<br />

Abuelo. A mi me da igual y me meto una raya ya qué a eso vine, sino, estaría rayando una<br />

muralla y no mi nariz.<br />

Voy a buscar más alcohol y me quedó dando vueltas por ahí, con la sensación de estar haciendo<br />

una estupidez, con toda esta gente.<br />

De pronto, como siempre, me quería ir, ya que no paraba de preguntarme que qué estaba haciendo<br />

aquí. Pero tampoco quería estar en casa y en la calle. Bueno, en la calle si, pero rayando.<br />

No quiero estar en ningún lugar, para ser sincero.<br />

Solo quiero estar en el lugar perdido de los colores, los dibujos. Quiero detener mi vida y mi<br />

existencia a ese orgasmo en toda regla <strong>del</strong> momento de crear. Quiero ser tinta sobre papel.<br />

Quiero ser trazo sobre una hoja. Solo es real ese momento y nada más. Lo demás, son solo pasos<br />

tor<strong>tuo</strong>sos para llegar a eso. Que bien, sois artistas, dijo alegre otro chico, con una expresión de<br />

extraña satisfacción cuando James les comentó lo que hacíamos, ya que al parecer no escuchó<br />

las preguntas <strong>del</strong> anterior maniquí. Le pasé otra vaso de cristal relleno de alcohol a Rous, de los<br />

que fui a buscar mientras divagaba.<br />

No sé si somos artistas, contestó Rous, ceñuda<br />

¿Por qué no, cariño?, preguntó James con un cubata en la mano, pasando un brazo por el hombro<br />

de mi amiga. Yo estoy apoyado en la muralla, con una botella de ron caribeño que saqué de una<br />

mesa cercana. No me considero una artista, porque en verdad, no he podido conmover al público,<br />

dijo ella muy seria, abriendo un sentimiento muy profundo y personal. Seguramente era porque la<br />

pregunta, era un cuchillo entrando en al fibra sensible, si a uno que otro conocido, que me ha<br />

dicho que ha sido hermoso. Pero me considerare una artista de verdad, cuando un muchacho o


una muchacha o un anciano o quien sea, se acerqué a mi, nervioso o nerviosa, tímido o tímida,<br />

me miré a los ojos como si yo fuera una madona y me diga, que ha sido hermoso. Ese día, va ser<br />

creo que cuando me considere un artista.<br />

Se quedaron callados. Sus cerebros estaban intentando asimilar lo que Rous les estaba contando.<br />

No le hicieron más pregunta, ya que la respuestas, sobrepaso sus limites en todo sentido.<br />

Pobres y despreciables hombrecillos llenos de seda y marcas, con gomina en el pelo y teléfonos<br />

caros. James se quedó un rato conversando con Rous, que no paraba de estirar los músculos de<br />

su cara para ser amable. En sus dedos tenia anillo de oro, seguramente tomados prestados <strong>del</strong><br />

joyero de su madre. Me fui a buscar un poco más de champagne y también un poco de silencio,<br />

ya que me empezaba a entrar la misantropía con tanta gente junta, conversando, para luego pasar<br />

al grito y luego a las risas estrepitosas y seguido luego un cristal roto, para culminar con las<br />

miradas atentas de los demás participantes de tan dulce festividad social, seguido de algún<br />

especie de quejido de risa, reprimenda y aire a cómico que nunca entiendo y que la verdad, no<br />

me interesa entender, ya qué solo en pensar en ese pequeño momento que dura alrededor de un<br />

minuto, me pongo malo y la boca me sabe a bilis.<br />

Subo al segundo piso, y de pronto, entre tanto dorado de ampolleta y adornos bañados en oro de<br />

Ikea, me encuentro con unos cuadros pintados en óleo de un pintxrx que desconozco. Lo miró<br />

de cerca, intentando averiguar las combinaciones de colores y las pinceladas, suaves, <strong>del</strong>icadas,<br />

como si la persona estuviera pintando las alas de una mariposa y no una tela.<br />

¿Te gustan?, preguntó la voz ebria de la mamá de James en una esquina, apoyada en el marco de<br />

la puerta con una jarra de licuadora, a mitad, con un liquido rosado y espumoso.<br />

Si, contesté sincero, sin poder de dejar mirar el cuadro. Le robaría un par de ideas<br />

¿Quien lo<br />

pinto? Yo<br />

¿De<br />

verdad<br />

? Si<br />

Pintas muy<br />

bien<br />

Gracias<br />

Su aliento olía a frutos <strong>del</strong> bosque remojados en alcohol. Su vestido se estaba cayendo por el<br />

hombro derecho<br />

Eres muy


guapo<br />

Gracias<br />

¿Quieres beber un poco?<br />

Me tendió la jarra. <strong>La</strong> acepté, un poco más cerca de ella. Ahora, casi podía morder los frutos <strong>del</strong><br />

bosque.<br />

Esta algo ebria<br />

No estoy algo ebria. Estoy ebria<br />

Me toma de la nuca. Me rasca el cuello con las uñas y me muerde los labios con su boca.<br />

Su mano busca mi entrepierna, rascando fuerte y tirando un poco de mi vello intimo, haciendo<br />

que me queje, ya que me los tira fuerte. Ella me pide disculpa. Sus ojos brillan de calentura y<br />

alcohol.<br />

Le digo que no pasa nada. <strong>La</strong> sensación de mi pene creciendo y latiendo entre sus manos me<br />

resulta un tanto extraña, incomoda, pero no por eso menos excitante, ya que estamos en el<br />

segundo piso de la casa, a la vista de cualquiera.<br />

<strong>La</strong> mamá de James suelta una risa picara y me dice que soy un chico muy guapo. Le digo que<br />

gracias, que ella también es muy guapa, suponiendo que claro, quiera oír eso, ¿no?<br />

Me lleva a la habitación de donde ella salió; es un lugar amplio, con un vitral de colores que<br />

muestra una vista difuminada por tanto color. Una lampara araña cuelga <strong>del</strong> techo. El lugar huele<br />

a perfume de mujer y frutos <strong>del</strong> bosque. En la mesita donde normalmente descansaba un<br />

tele<strong>viso</strong>r, estaba posado la parte de abajo de la juguera, negra, con restos de liquido espeso<br />

chorreando. Al lado, una hilera de botellas bien ordenadas como soldados petrificados.<br />

<strong>La</strong> mamá de James me esta besando como si fuera una famélica que encuentra alimento. Me<br />

quita la sudadera negra y luego la camisa. Ella tiene sus pechos al descubierto, con los pezones<br />

erectos, algo caídos, pero no mucho. Los toco, los aprieto y ella gime. Me besa cerca <strong>del</strong><br />

ombligo. Me lame el cuello, esta apurada y yo simplemente me dejo llevar.<br />

Estoy con la espalda apoyada en el colchón y ella esta encima, tragándose mi polla con fuerza,<br />

me muerde incluso en ciertos momentos. Su saliva chorrea y brilla por mi carne intima y mi vello<br />

agarra aquellas partículas de saliva, los briza, como gotas en el roció.<br />

Ella se levanta, abre sus piernas y me muestra, para mi sorpresa, un pubis bien depilado. Ella<br />

tiene condón y me lo pone con los dientes, mientras yo le busco el clítoris para apretarlo.<br />

<strong>La</strong> tomo de los muslos y me los llevo a la cara. Con la lengua, hago un movimiento de abajo<br />

hacia arriba, intentando que la punta de mi lengua abarque sus zonas intimidas y profundas.


Ella no para de gemir, como una loca. Me extraña, ya qué no creo que sea el mejor sexo de su<br />

vida, claro que no, ¿que edad tiene, cuarenta, cincuenta? Yo seguramente debo ser un pobre y<br />

mísero novato al lado de sus amantes, suponiendo que tenga.<br />

Métemela, métemela me dice<br />

gimiendo. Eso hago.<br />

Le doy alrededor de siete investidas hasta que ella se corre.<br />

El rato que dura el orgasmo, su rostro se crispa, las arrugas de la edad se pronuncian y su fas,<br />

adquiere una expresión de víctima de una estocada.<br />

Cuando ella se relaja, se aparta, sin esperar mi placer y se tapa la cara. Llora un mar salado. No<br />

me mira y no me habla, simplemente deja correr sus lagrimas. Se queja como una niña pequeña,<br />

con un berrinche reprimido, siempre con el rostro tapado y la espalda curvada en una posición<br />

que se adivina incomoda.<br />

<strong>La</strong> quedó mirando. Sigue llorando. Me preguntó si le habré hecho daño, pero descarto esa<br />

hipótesis de inmediato. Dejó el condón en un basurero. No esta usado. Me visto lentamente,<br />

esperando que ella deje de sollozar, pero no pasa nada. Me voy de la habitación, sin antes cerrar<br />

la puerta, despacio, para no alterarla más.

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