formato libro-borrador 1

delantera y en la parte de atrás, tenía largas tablas de madera
que nos servía de asiento para los que llegábamos un poco
tarde a las funciones, por lo general películas mexicanas en ya
en blanco y negro ya con colores opacos y un poco borrosos.
Por lo general la mejor diversión, más que la película, era
cuando se terminaba el rollo de 16 mm. y se encendían las luces
hasta que el camarógrafo coloque un segundo rollo, mientras se
escuchaban las silbatinas y era el momento propicio para hacer
nuevas amistades o compartir golosinas como la clásica
manzana bañada en dulce rojo y su palito de madera,
escuchando alrededor como se reventaban los globos de gomas
de mascar Bazooka que masticaban la mayoría de los jóvenes
asistentes. Un bullicio sordo y agradable, coqueterías inocentes,
amistades ingenuas, risas, chistes, alguno que otro romance
tímido, los clásicos avioncitos de papel que circulaban por los
aires de tan inocente escenario hasta que nuevamente se
apagaban las luces y continuaba la siguiente parte de la
película.
En las primeras épocas conocía a “Gotita”, una tierna amiguita
que fue quien me dijo si quería entrar al mejor Club de Ciudad