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Francisco Pizarro, el mito del cruel conquistador Nada que ver con la imagen del gris Pizarro. Nacido en la localidad de Trujillo (Extremadura), Pizarro era un hijo bastardo de un hidalgo emparentado con Hernán Cortés de forma lejana, que combatió en su juventud junto a las tropas españolas de Gonzalo Fernández de Córdoba en Italia. Aunque tradicionalmente se ha considerado que ambos eran primos, en realidad su parentesco era de tío y sobrino, puesto que la línea de Hernán Cortés había corrido una generación más que la de Francisco Pizarro. En 1502, el extremeño se trasladó a América en busca de fortuna y fama, no siendo hasta 1519 cuando participó de forma directa en un suceso relevante de la Conquista. Francisco Pizarro arrestó y llevó a juicio a su antiguo capitán, Vasco Núñez de Balboa, el primer europeo en divisar el océano Pacífico, por orden de Pedro Arias de Ávila, Gobernador de Castilla de Oro. El descubridor fue finalmente decapitado ese mismo año con la ayuda de la versión más oscura de Pizarro, la que alimenta en parte la antipatía histórica que sigue generando este personaje. Francisco Pizarro arrestó y llevó a juicio a su antiguo capitán Vasco Núñez de Balboa, el primer europeo en divisar el océano Pacífico Francisco Pizarro, de 50 años de edad, decidió unir sus fuerzas con las de Diego de Almagro, de orígenes todavía más oscuros que el extremeño, y con las del clérigo Hernando de Luque <strong>para</strong> internarse en el sur del continente en busca del otro gran imperio americano de su tiempo: los incas. Precedida por la viruela traída por los europeos en 1525, que había diezmado a la mitad de la Pizarro y la guerra de los conquistadores Los conflictos internos entre los conquistadores, que enfrentaron a población inca, la llegada de Francisco Pizarro a Perú fue el empujón final a un imperio que se tambaleaba a causa de las enfermedades, la hambruna y las luchas internas que enfrentaban a dos de sus líderes (Atahualpa y Huáscar) por el poder. El conquistador, a caballo, en el centro de la expedición pintada por Ferrer-Dalmau La inferioridad numérica de Pizarro no fue ningún obstáculo. ¿Cómo fue posible que tan pocos pudieran vencer a tantos? es la pregunta que ha causado fascinación en la comunidad de historiadores. «En Cajamarca matamos 8.000 hombres en obra de dos horas y media, y tomamos mucho oro y mucha ropa», escribió un miembro vasco de la expedición en una carta destinada a su padre. La superioridad tecnológica y lo intrépido del plan de Pizarro, cuyas intenciones no habían sido previstas por el emperador Atahualpa, al estimar a los españoles como un grupo minúsculo e inofensivo, obraron el milagro militar. El secuestro y muerte de Atahualpa, que no llegó a ser liberado pese a que los incas pagaron un monumental rescate en oro y tesoros por él como había exigido Pizarro, marcó el principio del fin de este imperio. Sin embargo, lejos de la imagen de que el extremeño conquistó el Perú en cuestión de días, hay que recordar que la guerra todavía se prolongó durante toda una generación hasta que los últimos focos incas fueron reducidos. Pizarro y sus hermanos contra su otrora aliado, Diego de Almagro, enturbiaron