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Ese sentimiento insólito de observar la primera cruz de guía de mi vida.<br />

Porque las ilusiones de la infancia son las más hermosas.<br />

Faltan, amigos, 8 días para que comience la melancolía.<br />

Pero yo llevo 72 años esperando, sin saberlo, este momento. Esta es mi<br />

mayor ilusión, mi único aval, el aroma a incienso que anhelo.<br />

Después, que Dios me lleve en mi último tramo dónde, cuándo y cómo quiera.<br />

El Verde de la Esperanza, sonrisa de nuestras almas, Esperanza nuestra, fue<br />

pues mi primer color. La Esperanza ferroviaria.<br />

Y la Virgen de las Angustias, la que cura toda herida, la primera mirada de mi<br />

vida nazarena.<br />

De la Virgen me gustan todas sus imágenes, todas sus fotos, todos sus mantos<br />

y colores. Mi Madre, nuestra Madre, siempre sale bonita, dolorosa, hebrea,<br />

vibrante, siempre es Madre, la mejor Madre del mundo, salud de los enfermos,<br />

refugio de los pecadores, consuelo de los afligidos, auxilio de los nazarenos y<br />

de todos los cristianos.<br />

Tiempo después, por azares de la vida, y de la mano de Rufino Rivas, el de<br />

Tejidos Aragoneses, me veo saliendo con 16 años en la Cofradía Infantil, y<br />

guardando sus enseres en la Ermita del Calvario.<br />

Pero cuando llegaba la Semana Santa yo me perdía, buscando la belleza del<br />

evangelio por las calles de Mérida. Me perdía por los rincones de mí ciudad. Y<br />

sus plazoletas. Y allí me encontró Patro, mi mujer, la madre de mis hijos, que<br />

terminó siendo más Cofrade que yo. Costurera ahora de túnicas celestiales.<br />

Y por la Semana Santa de Mérida conocí a mi amigo del alma, a ese Nazareno<br />

ejemplar que fue, que es, Ángel Fernández Chacón de quien no puedo decir<br />

nada más sin emocionarme.<br />

Y cómo no acordarme de Marisol Obispo, compañera fiel de Ángel, paloma que<br />

siempre vuela sobre el cielo de los Castillos.<br />

Ángel cogió el testigo de don José Molina en aquella primera Junta de<br />

Cofradías, etapa de la que todos somos herederos nazarenos y sin la cual hoy<br />

no estaríamos aquí.<br />

Y no sería igual esta Semana Santa sin doña Bati, con su Cristo de Medinaceli.<br />

Y doña Petra Pablo, con su Borriquita (originariamente del Calvario). Ni sin don<br />

Ángel de las Heras. Saga y tradición. Ni sin Felipe, el de La Campana,<br />

sacrificado Hermano Mayor del Calvario. Ni sin Federico de las Heras…<br />

Y sin Nuestra Señora del Rosario. 50 años ya desde que la traje a Mérida<br />

desde Sevilla, después de restaurarla. Y sin ese Cristo de las Injurias que en<br />

Sevilla admiraron, ¿cómo en Mérida esta talla? Me decía Álvarez Duarte.

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