22.03.2019 Views

El sonido de una correcta decisión.

Gonzalo, un joven de Concepción tímido y ansioso, conoce por accidente una chica que le llama la atención. Reacio a conocer gente y frustrado por el hecho de estar pensando en alguien, intenta dejar pasar la situación, hasta que su mayor secreto se ve en peligro y se ve obligado a buscarla para saber la verdad. Mientras corre el riesgo de enamorarse, descubre algo mucho más grande que le cambiará la vida para siempre y lo enfrentará a la decisión más difícil de su vida. "El sonido de una correcta decisión" es una historia de riesgos, sacrificios y reflexiones respecto al amor.

Gonzalo, un joven de Concepción tímido y ansioso, conoce por accidente una chica que le llama la atención. Reacio a conocer gente y frustrado por el hecho de estar pensando en alguien, intenta dejar pasar la situación, hasta que su mayor secreto se ve en peligro y se ve obligado a buscarla para saber la verdad. Mientras corre el riesgo de enamorarse, descubre algo mucho más grande que le cambiará la vida para siempre y lo enfrentará a la decisión más difícil de su vida.

"El sonido de una correcta decisión" es una historia de riesgos, sacrificios y reflexiones respecto al amor.

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

2


<strong>El</strong> <strong>sonido</strong> <strong>de</strong> <strong>una</strong> <strong>correcta</strong> <strong>de</strong>cisión<br />

Escrito por Sebastián Salazar<br />

3


4


Índice<br />

PRIMERA PARTE: PUENTE .................................................................................. 9<br />

Capítulo 1: "No tienes puta i<strong>de</strong>a". ............................................................................... 11<br />

Capítulo 2: Insomnio. .................................................................................................. 15<br />

Capítulo 3: Silueta. ...................................................................................................... 19<br />

Capítulo 4: Susurro. .................................................................................................... 27<br />

Capítulo 5: Invocación. ............................................................................................... 33<br />

SEGUNDA PARTE: AMIGA MÍA ....................................................................... 47<br />

Capítulo 6: Esperanza. ................................................................................................ 49<br />

Capítulo 7: Sabiduría. ................................................................................................. 61<br />

Capítulo 8: Silencio. .................................................................................................... 65<br />

5


6


You can say what you want but I'm giving it a chance 1 ...<br />

Revelator eyes<br />

(The paper kites, 2015).<br />

1 The Paper Kites (2015). Revelator Eyes. En Twelvefour [CD]. Australia: Sony Music Entertainment<br />

Australia, Won<strong>de</strong>rlick Entertainment, Nettwerk.<br />

7


8


PRIMERA PARTE<br />

PUENTE<br />

Entendí todo, menos la distancia.<br />

Desor<strong>de</strong>né átomos tuyos para<br />

hacerte aparecer 2 .<br />

Gustavo Adrián Cerati, Puente.<br />

2 Gustavo Adrián Cerati (1999). Puente. En Bocanada [CD]. Estados Unidos: BMG International.<br />

9


10


Capítulo 1: "No tienes puta i<strong>de</strong>a".<br />

1<br />

En un día opacado por <strong>una</strong> <strong>de</strong>licada lluvia que no pensaba cesar, un masivo grupo<br />

<strong>de</strong> personas <strong>de</strong>tenía el tránsito <strong>de</strong> la calle Paicaví <strong>de</strong> Concepción, usándola como<br />

lienzo para plasmar con cada paso el <strong>de</strong>scontento común que daba sentido a la marcha<br />

que estaban llevando a cabo. La convicción <strong>de</strong> quienes sostenían el paso firme, las<br />

ban<strong>de</strong>ras en alto y los gritos en el cielo era más fuerte que las gotas <strong>de</strong> lluvia que los<br />

enfriaba; los ojos amenazantes <strong>de</strong> la policía que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los costados los observaba; los<br />

vehículos antidisturbios que en frente los esperaba; y, por sobre todo, era más fuerte<br />

que la falta <strong>de</strong> esperanza <strong>de</strong> aquellos que, a pesar <strong>de</strong> compartir el i<strong>de</strong>al, yacían rendidos<br />

en sus casas.<br />

Por la vereda y en sentido contrario, caminaba Gonzalo Bastías. Segundos antes,<br />

el joven estudiante <strong>de</strong> psicología <strong>de</strong> la Universidad <strong>de</strong> Concepción se encontraba parado<br />

sobre la punta <strong>de</strong> sus pies, intentando ver por encima <strong>de</strong> la multitud dón<strong>de</strong> estaban<br />

<strong>de</strong>sviándose los buses que se dirigían hacia su <strong>de</strong>stino, esperando que no fuese<br />

muy lejos.<br />

Para su mala suerte, la siguiente parada que estaba funcionando se encontraba<br />

varias cuadras más a<strong>de</strong>lante.<br />

Solo, caminaba apresurado, sin mirar a nadie e ignorando uno que otro grito que<br />

lo invitaba a unirse a la marcha. No le gustaban. De hecho, <strong>de</strong>seaba no tener que caminar<br />

solo y po<strong>de</strong>r pasar <strong>de</strong>sapercibido, pero cuando había llegado a su parada habitual,<br />

no había nadie enterándose <strong>de</strong> que le tocaría caminar. Todos sabían que <strong>de</strong>bían seguir<br />

caminando. Todos habían caminado. Todos se habían ido. Y solo, tuvo que enfrentar<br />

esa vereda, pasando con miedo cerca <strong>de</strong> policías —durísimos producto <strong>de</strong> la cocaína,<br />

probablemente— que en cualquier momento podían tomarlo sin razón alg<strong>una</strong> para<br />

disfrutar su sufrimiento.<br />

11


Llevó la cabeza gacha durante todo el camino, levantándola solo para mirar si<br />

venía su bus. Pero, no fue hasta un rato <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> llegar a su parada que pasó uno<br />

que le servía y se <strong>de</strong>tuvo frente a él. <strong>El</strong> chico puso un pie arriba, se afirmó <strong>de</strong> <strong>una</strong> barra<br />

en la puerta y, antes <strong>de</strong> subir, se puso <strong>de</strong> lado, <strong>de</strong>jando que un par <strong>de</strong> ancianas se<br />

subieran antes que él; luego, comprobó si alguien más se dirigía a tomar ese bus.<br />

Siempre lo hacía, pensando en la posibilidad <strong>de</strong> que algún anciano a pocos metros quisiera<br />

subirse, pero que por la edad no pudiese llegar con rapi<strong>de</strong>z; sin embargo, no vio<br />

ninguno, y en cambio vio <strong>una</strong> chica que trotaba apurada en su dirección. La <strong>de</strong>jó pasar<br />

también. <strong>El</strong>la le agra<strong>de</strong>ció agitada y él solo asintió con la cabeza, apretando los labios<br />

producto <strong>de</strong> su paradojal cordialidad, que lo incomodaba cuando implicaba un contacto<br />

social directo.<br />

Pagando el pasaje, Gonzalo observó que todos los asientos fueron ocupados, excepto<br />

uno al lado <strong>de</strong> <strong>una</strong> ventana... y <strong>de</strong> la chica. ‹‹¡Mierda!››, pensó. <strong>El</strong>la era linda. Sus<br />

ojos eran gran<strong>de</strong>s y su piel pálida con un suave aspecto, como le gustaba, pero eso solo<br />

lo hacía pensar en lo incómodo que se iba a sentir si tomaba ese puesto. Por su cabeza<br />

pasaban cosas como que, quizás, al sentarse a su lado ella creería que estaría intentando<br />

algo, pero que si lo evitaba, quizá podía hacerle pensar que tenía algo en su contra<br />

o que la encontraba fea, <strong>de</strong>struyéndole el día...<br />

Quizás ella... Quizás él... Quizá...<br />

Apenas pagó, el chófer aceleró y le hizo per<strong>de</strong>r el equilibrio. <strong>El</strong> joven chocó contra<br />

uno <strong>de</strong> los primeros asientos, y antes <strong>de</strong> dar contra otro, logró sostenerse. Una anciana<br />

intentó <strong>de</strong>cirle algo, pero él no pudo prestarle atención al notar que la chica se<br />

reía con disimulo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su lugar.<br />

No pudo más y pensó en hacerse el tonto, quedándose <strong>de</strong> pie y dándole la espalda,<br />

pero el plan se cayó a pedazos cuando escuchó <strong>una</strong> voz... Su voz:<br />

—¿Quieres pasar?<br />

—Bueno, gracias —atinó a respon<strong>de</strong>r, en medio <strong>de</strong> un caos que sintió al no saber<br />

cómo reaccionar.<br />

12


Una vez sentado, el chico sacó su celular, se colocó audífonos y puso música esforzándose<br />

en solo mirar la pantalla y apegarse lo más posible a la ventana. De pronto,<br />

le llegó un mensaje <strong>de</strong> un amigo por WhatsApp 3 :<br />

—¿Aún no llegas a tu casa? Quedamos <strong>de</strong> jugar "LoL" 4 .<br />

—No —respondió Gonzalo—, <strong>de</strong> hecho estoy en un taco horrible. Lo siento, es<br />

culpa <strong>de</strong> la marcha.<br />

—Ah, ya. Oye, pero no te vayas a enojar por eso po'.<br />

—Tranqui', si voy a llegar a jugar igual. No me enojo.<br />

—Es que como las marchas siempre te irritan —agregó el amigo.<br />

<strong>El</strong> bus se <strong>de</strong>tuvo en medio <strong>de</strong>l taco. Gonzalo observó si avanzaría pronto, y al<br />

comprobar que no —y en honor a las inexistentes ganas que tenía <strong>de</strong> darle <strong>una</strong> explicación<br />

a su amigo por medio <strong>de</strong> texto—, aprovechó la oportunidad y presionó el botón<br />

para enviar un mensaje <strong>de</strong> voz. Intentando no hablar muy fuerte, dijo:<br />

—No se trata <strong>de</strong> las marchas como tal, se trata <strong>de</strong> las personas que creen que<br />

sirven para algo, cuando en realidad son un simple "placebo social". Mientras ellos<br />

salen a marchar para luego creer que cambiaron el mundo y celebrar la jornada en sus<br />

casas, los políticos <strong>de</strong> mierda siguen en sus asientos, tranquilos, llenándose <strong>de</strong> dinero<br />

e ignorando todo el ruido en las calles. Créeme —dijo para concluir—, si las marchas<br />

realmente sirvieran, estarían prohibidas.<br />

Al rato, cuando el bus ya se había liberado <strong>de</strong>l taco y avanzaba libre, la chica al<br />

lado <strong>de</strong> Gonzalo lo miró sonriéndole y le llamó la atención tocándole el hombro con el<br />

índice. Él, intentando no <strong>de</strong>mostrar nerviosismo e incomodad, se sacó los audífonos y<br />

se quedó viéndola, alternando la mirada entre sus ojos y sus labios, sin saber qué hacer<br />

aparte <strong>de</strong> solo prestar atención.<br />

—No tienes puta i<strong>de</strong>a —dijo ella. Se paró y se bajó <strong>de</strong>l bus.<br />

3 Aplicación <strong>de</strong> mensajería instantánea para celulares. (N. <strong>de</strong>l A.)<br />

4 "League of Legends", juego muy popular entre jóvenes. (N. <strong>de</strong>l A.)<br />

13


14


Capítulo 2: Insomnio.<br />

1<br />

Apenas llegó a su casa, Gonzalo se sentó en su cama, sacó el celular e increpó a<br />

su amigo, Esteban.<br />

—¡Por la mierda, no <strong>de</strong>biste haberme hecho mandarte ese audio! —le dijo por<br />

WhatsApp.<br />

—¿Yo te hice mandar ese audio? —preguntó Esteban.<br />

—Sabes muy bien que odio enviar explicaciones por escrito.<br />

—No es mi culpa que te dé flojera. A<strong>de</strong>más, ¿cuál es el problema?<br />

—¿Te acuerdas <strong>de</strong> la chica que te mencioné? —preguntó Gonzalo.<br />

—¿La que te llevaba incómodo?<br />

—Sí.<br />

—Ya, ¿qué tiene? —preguntó Esteban—. ¿Qué pasa con ella?<br />

—Antes <strong>de</strong> bajarse me dijo "no tienes puta i<strong>de</strong>a" —respondió Gonzalo—. Así tal<br />

cual.<br />

—¡Naaaah!<br />

—Sí —reafirmó Gonzalo—. Lo dijo y se bajó.<br />

—Espera —dijo Esteban—. ¿Crees que fue por lo que dijiste?<br />

—Supongo...<br />

—Y... ¿No se te ha pasado por la cabeza que quizás enviaste ese audio para que te<br />

escuchara, y así llamar su atención?<br />

—Hijo <strong>de</strong> puta.<br />

—Te atrapé.<br />

—Es que no... no creo.<br />

—No te veo tan seguro <strong>de</strong> eso —dijo Esteban.<br />

—Hablamos más tar<strong>de</strong> —finalizó Gonzalo, cerró la aplicación y <strong>de</strong>jó el celular en<br />

su velador.<br />

15


No quería admitirlo, pero tuvo que hacerlo. Y al admitir la realidad, se vio rendido<br />

y se recostó en la cama. <strong>El</strong> panorama <strong>de</strong> su tar<strong>de</strong>-noche se había reducido a pensar<br />

en los ojos <strong>de</strong> la chica y consultar con la almohada por qué tuvo el impulso <strong>de</strong> buscar<br />

su atención intentando sorpren<strong>de</strong>rla con <strong>una</strong> opinión impopular sin pensar en ningún<br />

"quizá".<br />

Pero, en el fondo, sabía que sí había pensado en uno: ‹‹Quizás así me mete conversación››,<br />

un "quizá" que en fracción <strong>de</strong> segundo había <strong>de</strong>jado atrás todas las otras<br />

posibilida<strong>de</strong>s, empujándolo a abrir la boca. Sin embargo, aunque había dado resultado<br />

—no <strong>de</strong> la mejor forma, evi<strong>de</strong>ntemente—, eso tampoco quería admitirlo.<br />

Intentar relacionarse era algo que siempre prefería evitar, por mucho que quisiera<br />

hacerlo.<br />

La iniciativa no era parte <strong>de</strong> él.<br />

2<br />

En medio <strong>de</strong>l auto-flagelante mea culpa, Gonzalo lanzó <strong>una</strong> mirada al celular,<br />

pensó unos segundos y <strong>de</strong>cidió que <strong>de</strong>bía <strong>de</strong>jar pasar el altercado, así que estiró el<br />

brazo y lo tomó, luego buscó en el cajón <strong>de</strong> su velador unos audífonos y se los colocó.<br />

Mirando hacia el techo <strong>de</strong> su habitación, abrió el reproductor <strong>de</strong> música y buscó en su<br />

lista <strong>de</strong> canciones <strong>una</strong> en particular: <strong>una</strong> canción que hacía cuatro años, cuando había<br />

sido lanzada, lo hizo <strong>de</strong>scubrir <strong>una</strong> particularidad en lo más profundo <strong>de</strong> su mente.<br />

Aquella canción no solo lo llevaba a sentir cada nota resonando en su alma, tampoco<br />

se limitaba a erizar los pelos <strong>de</strong> sus brazos como antenas queriendo captar cada<br />

frecuencia; aquella canción lo introducía a un sueño lúcido tan relajante como lo es<br />

olvidar todo y abrazar la paz.<br />

Fue <strong>una</strong> noche <strong>de</strong> septiembre <strong>de</strong>l 2015 cuando por primera vez Gonzalo cerró<br />

los ojos en contra <strong>de</strong> su voluntad apenas sonaron las primeras notas <strong>de</strong> un teclado<br />

cargado con un efecto en el <strong>sonido</strong> que parecía otorgarle el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> envolver la realidad.<br />

Había caído en un mundo nuevo tan apacible que no hubo razón alg<strong>una</strong> para temer:<br />

un inmenso campo adornado por <strong>una</strong> flora sorpren<strong>de</strong>nte, poblado por <strong>una</strong> fa<strong>una</strong><br />

16


que lo llenaba <strong>de</strong> vida, cubierto por un cielo con las nubes precisas para verse más<br />

hermoso y, por supuesto, ambientado con el <strong>sonido</strong> <strong>de</strong> aquella canción.<br />

Respirar, caminar, oír y observar se le hizo ahí tan sanador como un abrazo <strong>de</strong><br />

larga duración.<br />

<strong>El</strong> estado duró cuatro minutos y veintidós segundos, pues al terminar <strong>de</strong> sonar la<br />

música sus ojos se abrieron y volvió a la realidad. Naturalmente, se asustó un poco<br />

aquella primera vez, pero no pudo aguantarse volver a intentarlo, comprobando así<br />

que bastaba con solo volver a escuchar la canción para que la experiencia se repitiera.<br />

Y así, lo hizo <strong>de</strong> nuevo, y <strong>de</strong> nuevo, hasta terminar familiarizándose con la fantástica<br />

experiencia.<br />

Durante la semana posterior al episodio, el joven realizó <strong>una</strong> extensa investigación<br />

respecto a los sueños lúcidos y la canción, y llegó a la teoría <strong>de</strong> que el fenómeno<br />

era inocuo y solo él era capaz <strong>de</strong> vivirlo. Nadie más en toda la internet acusaba haber<br />

experimentado "algo extraño" al escuchar el tema.<br />

Se trataba <strong>de</strong> <strong>una</strong> maravilla. Una maravilla que hasta pensó en compartir, pero<br />

prefirió guardarla como un secreto. Aparte <strong>de</strong> que su timi<strong>de</strong>z le impedía exponerla por<br />

temor a que lo pasaran por loco, quiso guardarla como algo muy personal.<br />

Era su sueño. Su maravilla.<br />

Con el paso <strong>de</strong>l tiempo, aquella maravilla la convirtió en <strong>una</strong> actividad frecuente,<br />

y nunca perdía la magia. Por otro lado, en alg<strong>una</strong>s ocasiones esa magia se hacía muy<br />

necesaria, como la noche en que su ánimo no <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> hundirse posterior al intento<br />

<strong>de</strong> contacto que resultó en la poco sutil respuesta ‹‹no tienes puta i<strong>de</strong>a››. Pero, esa<br />

misma noche algo irrumpió en el onírico paisaje. En medio <strong>de</strong>l paseo por el lugar,<br />

Gonzalo vio <strong>una</strong> sombra <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> un árbol, difusa y con <strong>una</strong> forma humana muy poco<br />

<strong>de</strong>finida. Se escondía <strong>de</strong> él, pero a la vez parecía intentar observarlo.<br />

En la realidad física, los brazos <strong>de</strong> Gonzalo se tensaron y sus manos apretaron el<br />

cobertor <strong>de</strong> la cama con <strong>de</strong>smedida fuerza, mientras que en la otra realidad intentaba<br />

enfrentar el miedo y alcanzar la sombra.<br />

Cuando <strong>de</strong>spertó, se vio a sí mismo confundido y agitado. En cuatro años nunca<br />

le había pasado algo similar y no hallaba explicación, pero, por lo que más quisiera el<br />

17


<strong>de</strong>stino, <strong>de</strong>seaba que el evento no se relacionara con la chica que conoció en el bus<br />

camino a casa.<br />

Esa noche no pudo dormir.<br />

18


Capítulo 3: Silueta.<br />

1<br />

Al otro día, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>una</strong> aburrida clase, Gonzalo caminaba junto a Esteban<br />

por la plaza <strong>de</strong>l estudiante <strong>de</strong> la Universidad <strong>de</strong> Concepción. Este último notó en el<br />

rostro <strong>de</strong> Gonzalo que la noche anterior no la había pasado nada bien, y a<strong>de</strong>más el silencio<br />

entre los dos no era habitual, así que <strong>de</strong>cidió intervenir.<br />

—¿Qué te pasó?<br />

—¿Por qué? —preguntó Gonzalo.<br />

—No lo sé, es solo que... ¡Se te murió la cara!<br />

—Déjame.<br />

—Ay, ¿acaso es porque no tienes puta i<strong>de</strong>a? —se burló Esteban—. ¿O no es por<br />

eso?<br />

—Algo así... No pu<strong>de</strong> dormir en toda la noche, pensando en esa mierda.<br />

—¿Quieres conversar?<br />

—Pue<strong>de</strong> ser...<br />

—Nos podríamos fumar <strong>una</strong> cosita...<br />

—Eso es lo que tienes —dijo Gonzalo con complicidad.<br />

Al rato, estaban sentados a un lado <strong>de</strong> la lag<strong>una</strong> Los patos. Des<strong>de</strong> que se conocieron,<br />

hacía un año, habían convertido la completa extensión <strong>de</strong> áreas ver<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la universidad<br />

en los lugares más productivos al momento <strong>de</strong> hacer sobre-análisis <strong>de</strong> cada<br />

situación que enfrentaban. Atentos a que ni un policía infiltrado en la universidad los<br />

pillara in fraganti, acompañaban la conversación con un cañito 5 . Esteban esperaba que<br />

así se relajaran los ánimos y, a<strong>de</strong>más, que fuese más fácil <strong>de</strong>jar salir alg<strong>una</strong>s cosas. De<br />

pronto, mientras Gonzalo daba <strong>una</strong> fumada, aprovechó y sacó el tema:<br />

—Ya, ¿qué te tiene mal <strong>de</strong> la tipa?<br />

5 "Un cañito" es <strong>una</strong> <strong>de</strong> las tantas formas que se usan para referirse a un cigarrillo <strong>de</strong> marihuana. También<br />

en Chile se le llama "pito", "caño", "ver<strong>de</strong>", etcétera. (N. <strong>de</strong>l A.)<br />

19


—No es ella —respondió Gonzalo, <strong>de</strong>volviéndole el pito a Esteban.<br />

—¿Entonces?<br />

—Lo que me dijiste ayer me quedó dando vueltas. Tenías razón con que intenté<br />

llamar su atención...<br />

—Te lo dije —interrumpió Esteban, interrumpiendo también la fumada que estaba<br />

dando.<br />

—Sí... ¿Pero por qué lo hice?<br />

—¿Era bonita?<br />

—Sí.<br />

—Quizá fue por eso —dijo Esteban, liberando <strong>una</strong> gran bocanada <strong>de</strong> humo<br />

acompañada <strong>de</strong> un ligero aire <strong>de</strong> sabiduría que solo él se creía, y un poco <strong>de</strong> tos—.<br />

Inconsciente, quisiste hacerlo, lo adaptaste a tus extrañas formas <strong>de</strong> hacer las cosas y<br />

ya.<br />

—Eso lo sé —aseguró Gonzalo.<br />

—Entonces, ¿por qué te acomplejas tanto?<br />

—Es que...<br />

—Ahí está la cosa —interrumpió <strong>de</strong> nuevo Esteban—. Yo creo que el tema es que<br />

te afecta que te haya acomplejado tanto.<br />

—Mierda, sí. Pero, <strong>de</strong> nuevo, ¿why?<br />

—Quizá te quedó gustando.<br />

—¡Qué estupi<strong>de</strong>z! —refutó Gonzalo—. Ni siquiera la conozco.<br />

—No, no la conoces, pero <strong>de</strong>safió tus i<strong>de</strong>ales y eso para ti es <strong>una</strong> erección mental.<br />

—Si fuese por eso, me atraerían todas las personas que piensan diferente a mí y<br />

que son capaces <strong>de</strong> discutir conmigo si me escuchan en un lugar cualquiera exponiendo<br />

mis opin...<br />

—Espérate —atajó Esteban, entregando el artilugio para la mente a su amigo,<br />

esperando callarlo y calmarlo un poco—. Ese es un punto, pero estás... estás ignorando<br />

que es muy diferente cuando... cuando sabes bien que no se trata <strong>de</strong> <strong>una</strong> facha. Obvio<br />

que no es <strong>una</strong>, si le molestó que hablaras mal <strong>de</strong> las marchas.<br />

—Pero... —intentó <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse Gonzalo.<br />

20


—Cállate —or<strong>de</strong>nó Esteban, anulando el intento <strong>de</strong> <strong>de</strong>fensa—. A lo que voy es<br />

que quizás opina distinto, pero va en tu línea... Y no te hagas, te atrae un montón la<br />

i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>... la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> conversar y compartir puntos <strong>de</strong> vista con <strong>una</strong> chica, siempre y<br />

cuando no sean tirados <strong>de</strong> las mechas 6 . Es todo lo que buscas conocer. Ese rollo tuyo<br />

<strong>de</strong> la mente y la...<br />

—La sapiosexualidad —terminó Gonzalo por él.<br />

—Eso.<br />

Esteban hizo <strong>una</strong> pausa, miró a un lado, pestañeó con gran esfuerzo y luego volvió<br />

la mirada hacia su amigo.<br />

—Mierda, me fui a la chucha 7 —dijo, y en ese momento advirtió que Gonzalo estaba<br />

mirando el césped con un sospechoso <strong>de</strong>tenimiento.<br />

—Yo igual.<br />

—Deberíamos ir a comer.<br />

—Sí, yo creo.<br />

Y así fue. <strong>El</strong> dúo se levantó y caminó hacia la plaza Perú, <strong>de</strong>teniéndose solo para<br />

apreciar <strong>una</strong> que otra cosa o verbalizar alg<strong>una</strong> revelación repentina.<br />

Llegaron al "Tokio bowl" con la intención <strong>de</strong> comprar uno <strong>de</strong> los contun<strong>de</strong>ntes<br />

para vencer el "bajón 8 ", sin embargo el local estaba lleno, así que tuvieron que esperar<br />

un rato para or<strong>de</strong>nar. Luego, se vieron obligados a comer afuera, pero tuvieron la<br />

suerte <strong>de</strong> encontrar <strong>una</strong> <strong>de</strong> las bancas exteriores para clientes <strong>de</strong>socupada.<br />

Mientras comían, Esteban notó <strong>de</strong> pronto que Gonzalo, cuando le quedaba poco<br />

más <strong>de</strong> un cuarto <strong>de</strong> su pedido, sostenía la mirada por encima <strong>de</strong> su hombro. Preocupado,<br />

le advirtió que se había quedado pegado y que podía estar mirando a alguien sin<br />

querer, pero, al ver que no le hacía caso, volteó y... Era ella: Amanda Sáez, estudiante<br />

<strong>de</strong> primer año <strong>de</strong> filosofía capaz <strong>de</strong> embobar a su amigo tan solo diciéndole "no tienes<br />

puta i<strong>de</strong>a", pasando por fuera <strong>de</strong> los locales tomada <strong>de</strong>l brazo <strong>de</strong> un chico.<br />

6 "Tirado <strong>de</strong> las mechas" es equivalente a "<strong>de</strong>scabellado". (N. <strong>de</strong>l A.)<br />

7 "Chucha" es <strong>una</strong> palabra malsonante usada en Chile a modo <strong>de</strong> exclamación o para recalcar algo. (N.<br />

<strong>de</strong>l A.)<br />

8 Nombre que se le da a la sensación <strong>de</strong> hambre insaciable provocada por el consumo <strong>de</strong> marihuana.<br />

En otros lugares se le llama "munchies". (N. <strong>de</strong>l A.)<br />

21


—Hueón' 9 , tienes la boca abierta, por la chucha, <strong>de</strong>spégate.<br />

—¿Qué? —reaccionó Gonzalo, mirando a Esteban y disparando otra mirada, esta<br />

vez fugaz, a la chica. Sin embargo, esa mirada fugaz fue suficiente para verla regalándole<br />

<strong>una</strong> sonrisa antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>saparecer <strong>de</strong> su vista.<br />

—¡Oye!<br />

—Me sonrió...<br />

—¿Qué? ¿Era ella?<br />

—Sí, y me sonrió —respondió Gonzalo—, pero iba con alguien.<br />

—Ya está. Está con alguien. Se terminó el tema. Pue<strong>de</strong>s <strong>de</strong>jarlo ahí.<br />

—Pero me sonrió...<br />

—¿Y? No <strong>de</strong>be estar soltera para sonreírte. Ni que eso significara un compromiso,<br />

hueón'.<br />

—Bueno...<br />

—No te vas a <strong>de</strong>primir ahora po' —rogó Esteban.<br />

—No, no me <strong>de</strong>primiré... Solo es raro.<br />

—¿Por qué?<br />

—Porque me reconoció.<br />

2<br />

Esa noche, Gonzalo teorizó acerca <strong>de</strong>l porqué <strong>de</strong> esa sonrisa fijándose en tres<br />

puntos respecto a la chica:<br />

1. Lo reconoció.<br />

2. Iba con alguien más.<br />

3. En su primer contacto, justo antes <strong>de</strong> la famosa frasecita, también sonrió.<br />

9 Es muy difícil <strong>de</strong>finir el uso <strong>de</strong> la palabra "hueón" en Chile, ya que necesita esencialmente <strong>de</strong> un contexto<br />

para ello. Pero, es el equivalente en el dialecto chileno <strong>de</strong> la palabra "huevón", aunque en Chile pue<strong>de</strong><br />

referir tanto a alguien que es tonto como a un amigo o incluso a un tipo cualquiera sin intenciones <strong>de</strong> agregarle<br />

calificativo alguno (Ej: "ese hueón" podría ser en inglés "that guy"). En este caso es como <strong>de</strong>cir "amigo".<br />

(N. <strong>de</strong>l A.)<br />

22


‹‹¿Se habrá querido burlar <strong>de</strong> mí?››, era <strong>una</strong> pregunta que como un fantasma<br />

atormentaba su cabeza en cada cuestionamiento. ‹‹¿Y si se quiso burlar <strong>de</strong> mí, el posible<br />

novio también sabía sobre mi existencia? ¿Se burlaban juntos? ¿Le habrá contado<br />

<strong>de</strong> mí <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l encuentro en el bus? ¿O tuvo que explicarle <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la sonrisa<br />

<strong>de</strong> hoy? ¿Y si esa solo fue <strong>una</strong> sonrisa nerviosa en respuesta a la mirada que le clavé<br />

bajo los efectos <strong>de</strong>l THC? ¿Todavía estaba bajo los efectos <strong>de</strong>l THC? ¿Y si quise mirarla<br />

adre<strong>de</strong>?... No, no quise. ¿Pero, y si lo quise sin querer? ¡Qué estúpido! ¿Qué otra cosa<br />

podía ser esa sonrisa si no <strong>una</strong> burla? Un coqueteo jamás, si iba acompañada… A menos<br />

que…››.<br />

—Dos cosas —le respondió Esteban por WhatsApp, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>una</strong> avalancha <strong>de</strong><br />

preguntas que le llegaron en medio <strong>de</strong> la noche—: primero, si te reconoció es porque<br />

se vieron apenas ayer; segundo, lo <strong>de</strong> hoy <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> haber sido solo <strong>una</strong> sonrisa amistosa.<br />

¡No es para tanto!<br />

—Pero esa sonrisa parecía algo más —aseguró Gonzalo—. Estaba en el límite entre<br />

la burla y el coqueteo, estoy casi seguro.<br />

—Bueno, si ese fuese el caso, quizás efectivamente quiera contactarse contigo y<br />

él era solo un amigo, o pue<strong>de</strong> que siga riéndose <strong>de</strong> ti y tu argumento sobre las marchas...<br />

O ambas.<br />

—¿Crees que sea así?<br />

—¿Que se esté riendo <strong>de</strong> ti?<br />

—No, lo otro.<br />

—Bueno, ya armaste esa teoría y es válida, pero recuerda que existen las <strong>de</strong>más.<br />

—¿Pero lo crees? —insistió Gonzalo.<br />

—Sí —respondió Esteban—. No creo que sea coqueteo precisamente, pero quizá<br />

sí intenta llamar tu atención.<br />

—¿Y qué <strong>de</strong>bería hacer?<br />

—Solucionarlo.<br />

—¡Gracias, Esteban! Eres un genio. La cagó. No sé cómo no se me ocurrió antes.<br />

—Tu sarcasmo solo <strong>de</strong>ja en evi<strong>de</strong>ncia que no me entien<strong>de</strong>s.<br />

—¿Qué tienes en mente? —preguntó Gonzalo.<br />

—Háblale.<br />

23


—Sabía que me dirías esa mierda.<br />

—Es tu única opción.<br />

—¿Ah, sí? ¡También puedo escon<strong>de</strong>rme!<br />

—Bueno, sí, esa también es <strong>una</strong> opción —aceptó Esteban—, solo que tendrás<br />

que seguir aguantándote las mil teorías sobre esa simple e insignificante sonrisa por<br />

el resto <strong>de</strong> tus días.<br />

—Sabes que no es tan simple como hablarle… ¿Y cuándo?<br />

—Te la encontraste por primera vez <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>una</strong> clase, ¿verdad?<br />

—Ajá.<br />

—Hay <strong>una</strong> gran probabilidad <strong>de</strong> que ella también haya estado saliendo <strong>de</strong> <strong>una</strong><br />

clase…<br />

—Ya sé para dón<strong>de</strong> vas, maldito psicópata —atajó Gonzalo.<br />

—Ahí tienes tu solución. Ahora, déjame dormir porque sigo con la cabeza algo<br />

torpe. Hablamos mañana.<br />

—Nos vemos.<br />

Después <strong>de</strong> ese mensaje, Gonzalo <strong>de</strong>jó el celular a un lado, pero <strong>de</strong> inmediato lo<br />

volvió a tomar y envió otro.<br />

—Ah, oye... gracias.<br />

Pero Esteban ya había caído en sueño profundo.<br />

3<br />

Esa noche, <strong>una</strong> tras otra, las notas <strong>de</strong> esa canción volvieron a acoplar sus frecuencias<br />

a algo en lo profundo <strong>de</strong>l ADN <strong>de</strong> Gonzalo, resonando finalmente en cada <strong>una</strong><br />

<strong>de</strong> las estructuras <strong>de</strong> su cerebro y llevándolo a aquel maravilloso lugar don<strong>de</strong> podía<br />

<strong>de</strong>scansar. Sus pies se posaron en el pasto que con suavidad le daba la bienvenida a la<br />

onírica realidad, su mirada recorrió el firmamento <strong>de</strong> lado a lado, registrando en la<br />

memoria otra postal, y sus pulmones volvieron a llenarse <strong>de</strong>l aire más puro y limpio<br />

que solo él podía respirar.<br />

Al menos eso era lo que quería seguir creyendo.<br />

24


Cada vez que recurría a su lugar, se ponía un límite: escuchar la canción hasta<br />

diez veces. Diez visitas: la primera siempre la usaba para apreciar el lugar con todos<br />

sus sentidos; en la segunda comenzaba un paseo por el largo campo, extendiéndose<br />

hasta tres repeticiones más, y el resto <strong>de</strong> veces que se sumergía en aquel mundo las<br />

ocupaba en <strong>de</strong>scansar bajo la copa <strong>de</strong> un árbol que proyectaba <strong>una</strong> gran sombra. Y esa<br />

noche, en el momento que aprovechaba esa sombra, vio a lo lejos <strong>una</strong> forma parecida<br />

a la <strong>de</strong>l día anterior, pero con un antropomorfismo mucho más <strong>de</strong>finido. Caminaba<br />

con <strong>una</strong> notoria timi<strong>de</strong>z. Parecía estar perdida, buscando algo en medio <strong>de</strong> toda la extensión<br />

<strong>de</strong>l lugar.<br />

Gonzalo se escondió <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l árbol y se <strong>de</strong>dicó a observar. Aquella figura no<br />

parecía ser <strong>una</strong> amenaza, sino más bien un ser inofensivo, temeroso y abandonado. De<br />

pronto, Gonzalo notó que la canción llegaba a su fin y miró el cielo <strong>una</strong> vez más, y al<br />

volver a bajar la mirada, advirtió que la figura estaba mirándolo a él.<br />

<strong>El</strong> chico <strong>de</strong>volvió la mirada y le implantó asombrosa fuerza. La figura dio un paso<br />

atrás con algo que parecía ser miedo y levantó los brazos a la altura <strong>de</strong>l pecho, haciendo<br />

a<strong>de</strong>mán <strong>de</strong> tímida protección. Luego, comenzó a dar media vuelta, y Gonzalo notó<br />

algo que cambió su actitud: era la silueta <strong>de</strong> <strong>una</strong> mujer.<br />

—¡Oye! —dijo, apartándose <strong>de</strong>l árbol, avanzó un paso y... <strong>de</strong>spertó.<br />

No volvió a repetir la canción.<br />

25


26


Capítulo 4: Susurro.<br />

1<br />

—Hoy ella <strong>de</strong>bería salir a la misma hora que nosotros.<br />

—¡¿Vas a hablarle?! —preguntó Esteban—. ¡Hueona', qué brutal!<br />

—No lo sé...<br />

2<br />

Había pasado <strong>una</strong> semana <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la gran marcha. Eran las doce, hora en la que<br />

Gonzalo y Amanda salían <strong>de</strong> clases. Él salía <strong>de</strong>l "plato", al fondo <strong>de</strong> la universidad; ella<br />

<strong>de</strong> la facultad <strong>de</strong> educación, un poco más cerca <strong>de</strong> la calle principal Chacabuco. <strong>El</strong>la<br />

caminaba sola y con prisa; él con Esteban y a paso calmo. <strong>El</strong>los conversaban; ella se<br />

acompañaba <strong>de</strong> música.<br />

En el camino, un grito intentó interrumpir a la muchacha, pero los audífonos le<br />

impidieron saber <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> venía. Se los sacó para escuchar mejor: un amigo en el paso<br />

que divi<strong>de</strong> las escaleras <strong>de</strong>l Foro había sido la fuente. Se le acercó y comenzaron a<br />

charlar.<br />

Hasta entonces, Gonzalo y Esteban habían ido por un camino diferente al <strong>de</strong><br />

Amanda. Des<strong>de</strong> don<strong>de</strong> salieron, hacia la salida <strong>de</strong> la universidad todo era <strong>una</strong> larga<br />

extensión dividida por la gran anchura <strong>de</strong> "los pastos" 10 <strong>de</strong> La plaza <strong>de</strong>l estudiante,<br />

ubicados justo al centro. Las dos vías que quedaban a sus costados —<strong>una</strong> que ocupó él<br />

y otra que ocupó ella— llegaban hasta el Foro, hacia don<strong>de</strong> el césped acababa y daba<br />

paso a la gran pileta que en su parte superior posaba la escultura en homenaje al espíritu<br />

<strong>de</strong> los fundadores <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> estudios. Más allá, <strong>una</strong>s gran<strong>de</strong>s escaleras, solo<br />

10 En la Universidad <strong>de</strong> Concepción, los estudiantes llaman a las áreas ver<strong>de</strong>s "Los pastos <strong>de</strong>...",<br />

completando la última parte con el sector contiguo a la sección <strong>de</strong> césped <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l campus a la cual se<br />

hace referencia. (N. <strong>de</strong>l A.)<br />

27


interrumpidas por el paso don<strong>de</strong> se encontraba el amigo <strong>de</strong> Amanda, se alzaban hasta<br />

volver a bajar hacia un punto en que las vías <strong>de</strong> los costados se convertían en un solo<br />

gran camino hacia la salida.<br />

Podrían haberse encontrado ahí <strong>de</strong> no ser porque Gonzalo llegó junto a Esteban<br />

cuando ella aún seguía conversando en el Foro, entre la pileta y lo más alto <strong>de</strong> aquellas<br />

inalcanzables escaleras.<br />

—Necesito mear —le dijo Gonzalo a Esteban, saliendo <strong>de</strong> la universidad—, iré a<br />

la facultad <strong>de</strong> medicina 11 .<br />

—¿Nervioso?<br />

—Cállese, hombre horrible.<br />

Lo estaba. De <strong>una</strong> u otra forma, sabía que terminaría hablando con ella.<br />

En el baño, <strong>de</strong>moró, pensando que así le daría tiempo para irse y evitaría encontrársela<br />

en la parada <strong>de</strong> buses. Sin embargo, la chica recién había terminado <strong>de</strong> charlar,<br />

retomando el rumbo y, quién sabe por qué, acelerando el paso como nunca.<br />

Cuando Amanda llegó al arco en la entrada <strong>de</strong> la universidad, Gonzalo se separaba<br />

<strong>de</strong> Esteban y se encaminaba hacia Paicavi. Había dado tiempo suficiente, creía, y<br />

era hora <strong>de</strong> irse a casa. Su amigo, por su lado, se fue afligido, viendo cómo que todos<br />

los consejos que le había dado estaban siendo ignorados.<br />

A pesar <strong>de</strong> que los nervios seguían atacando a Gonzalo en fugaces ráfagas, mientras<br />

iba en dirección a tomar el bus, algo <strong>de</strong> paz se elevaba en su ser al creer haberse<br />

zafado <strong>de</strong> soportar <strong>una</strong> conversación casi forzada. Quería evitar como sea el contacto<br />

y, sobre todo, ce<strong>de</strong>r a aquella parte <strong>de</strong> su interior que lo alentaba a intentar algo con<br />

ella. Pero <strong>de</strong>bía.<br />

Necesitaba respuestas.<br />

Necesitaba saber si acaso ella tenía algo que ver con la figura que comenzó a<br />

aparecer en sus sueños lúcidos.<br />

Sin embargo, tendría que ser otro día. Los nervios causados por la inseguridad<br />

acerca <strong>de</strong> la efectividad <strong>de</strong> su estrategia <strong>de</strong>saparecieron cuando se encontró solo en la<br />

parada <strong>de</strong> buses, levantando el brazo para tomar uno. Pero el bus no terminaba <strong>de</strong><br />

11 La facultad <strong>de</strong> medicina <strong>de</strong> la Universidad <strong>de</strong> Concepción se encuentra por fuera <strong>de</strong>l campus <strong>de</strong> esta,<br />

cruzando la calle Chacabuco. (N. <strong>de</strong>l A.)<br />

28


<strong>de</strong>tenerse cuando <strong>una</strong> mano golpeó su hombro, y, al voltear, vio a Amanda y el bus que<br />

se alejaba tras su espalda.<br />

—¿Por qué hicist...?<br />

—¡Hola! —interrumpió ella—. ¿Estás muy apurado?<br />

—No, pero me quería ir.<br />

—¡Ups! No lo lograste.<br />

—Y... ¿Por qué lo hiciste?<br />

—Porque puedo y porque tenemos que hablar.<br />

—¿Tenemos?<br />

—Sí —reafirmó la chica—. <strong>El</strong> otro día, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tu errónea opinión sobre las<br />

marchas, te dije algo feo sin conocerte y...<br />

—¿Crees que fue feo? —interrumpió Gonzalo, siguiéndole el juego—. Bueno, que<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> mi acertada opinión me hayas tratado <strong>de</strong> forma <strong>de</strong>spectiva y que ahora lo<br />

reconozcas me hace pensar que... no lo sé... quizás tienes modales.<br />

—Ahí viene un bus.<br />

—Entonces me voy.<br />

—Voy contigo —dijo ella.<br />

—Me retracto. Quizás no tienes tantos modales, consi<strong>de</strong>rando tu nulo respeto a<br />

mi espacio personal.<br />

—Nos sirve el mismo bus, llorón.<br />

Ambos subieron, pero ella se encargó <strong>de</strong> que él lo hiciera primero, forzándolo a<br />

escoger un asiento mientras caminaba a sus espaldas. Cuando lo hizo, se sentó a su<br />

lado.<br />

—¿Es en serio? —preguntó él, ocultando los nervios <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> <strong>una</strong> actitud terca.<br />

—Oye, qué pesado.<br />

—No sé si lo recuerdas, pero fuiste tú quien...<br />

—Eso ya pasó —atajó Amanda—. No es mi culpa que tu opinión esté tan mal.<br />

—Y <strong>de</strong>le con el temita —dijo él a regañadientes—. Sin ánimos <strong>de</strong> sonar pesado,<br />

¿qué quieres?<br />

—Que salgamos.<br />

Bastaron esas dos palabras para callarlo a él y a su mente un par <strong>de</strong> segundos.<br />

29


—¿Qué? —logró soltar.<br />

—Eso, salgamos un día <strong>de</strong> estos. Sería entretenido conocerte.<br />

—No sé... ¿No te dirán algo por salir con un tipo <strong>de</strong>sconocido?<br />

—¿Quién?<br />

—No sé —titubeó Gonzalo.<br />

—Creíste que el hueón ' con el que iba cuando tú estabas muy volao' era mi pareja<br />

o algo así, ¿verdad?<br />

Él miró a un lado, avergonzado y aceptando que su pregunta fue un error.<br />

—No lo sé...<br />

—Aunque lo hubiese sido —interrumpió la chica—, da lo mismo. Es solo salir.<br />

Nadie tiene por qué controlar eso.<br />

—No he dicho eso, es solo que...<br />

—¿Querías saber si estoy soltera?<br />

La piel <strong>de</strong> Gonzalo se puso roja y...<br />

—Rápido, pásame tu teléfono —dijo ella, casi obligándolo. Él lo hizo sin meditarlo.<br />

La joven le anotó un número, le <strong>de</strong>volvió el aparato y se bajó <strong>de</strong>l bus.<br />

3<br />

Era su número, por supuesto.<br />

Gonzalo lo agregó a sus contactos, y en WhatsApp apareció la foto <strong>de</strong> perfil <strong>de</strong><br />

ella. ‹‹Es bellísima››, era todo lo que podía pensar cuando observaba la imagen. Sin<br />

embargo, advertir la atracción lo hacía sentir <strong>una</strong> extraña culpa.<br />

—¿Y cómo se llama? —le preguntó Esteban.<br />

Gonzalo le había contado con lujo <strong>de</strong> <strong>de</strong>talles todo lo que había pasado en un<br />

breve mensaje <strong>de</strong> un poco más <strong>de</strong> diecisiete líneas.<br />

—Mierda, no lo sé —respondió.<br />

—Supongo, si no me contaste ese <strong>de</strong>talle.<br />

—Debería preguntarle.<br />

—Sí.<br />

30


—¿Cómo? —preguntó Gonzalo.<br />

—Por la mierda, Gonza. Me costó un mundo convencerte <strong>de</strong> que le hablaras y,<br />

aun así, lo intentaste evitar. Si no es porque ella se te acercó, seguirías preguntándome<br />

lo mismo, pero para recién hacer contacto. —Gonzalo quiso respon<strong>de</strong>r, pero advirtió<br />

que Esteban estaba escribiendo otro mensaje y esperó—. La respuesta es la misma:<br />

háblale.<br />

—No soy bueno iniciando conversaciones.<br />

—Pero no te sabes su puto nombre.<br />

—¿Y?<br />

—¿Cómo que "¿y?"? Es obvio: usas la pregunta como excusa para comenzar a<br />

hablar y la conversación fluirá.<br />

—Suena forzado y evi<strong>de</strong>nte —comentó Gonzalo—, pero bueno, es lo que me<br />

queda. Lo haré.<br />

—Espérate —atajó Esteban—. Hazlo mañana en la tar<strong>de</strong>.<br />

—¿Por qué?<br />

—Para que no parezcas un <strong>de</strong>sesperado.<br />

No quería parecerlo, así que hizo caso. Pero, las ganas no le faltaban.<br />

Conversó con Esteban un rato más por chat <strong>de</strong> voz, mientras jugaban <strong>una</strong> partida<br />

online <strong>de</strong> un juego <strong>de</strong> disparos. Gonzalo tenía la cabeza en otro lado y le atinaba a<br />

cualquier cosa menos a los enemigos.<br />

Cuando terminaron <strong>de</strong> jugar, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un montón <strong>de</strong> quejas <strong>de</strong> Esteban por su<br />

<strong>de</strong>sempeño, Gonzalo apagó el computador, se recostó, se puso audífonos y... temió.<br />

Temió a la figura que comenzó a aparecer en sus sueños <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que conoció a Amanda;<br />

pero ese temor lo llevó a <strong>una</strong> concluir que, con lo que pasó ese día, si había <strong>una</strong> relación<br />

entre las apariciones y ella, un próximo sueño lúcido se lo confirmaría. Y fue ahí<br />

cuando afloró la mejor motivación para dar un primer paso más allá <strong>de</strong>l miedo: la curiosidad.<br />

Una respiración profunda, mientras <strong>de</strong>slizaba el <strong>de</strong>do por la pantalla <strong>de</strong>l celular<br />

en búsqueda <strong>de</strong> la canción, otra al momento <strong>de</strong> encontrarla, un cerrar <strong>de</strong> ojos, play y...<br />

Ahí estaba ella. En medio <strong>de</strong>l inmenso campo abierto. Era <strong>una</strong> chica un poco más<br />

baja que él, <strong>de</strong> pantalón negro, abrigo beige y <strong>una</strong> bufanda azul que le tapaba la boca y<br />

31


flameaba tras su cuello. Se encontraba parada frente a él, mirándolo a los ojos con un<br />

par <strong>de</strong> lágrimas que recorrían sus mejillas.<br />

Un haz <strong>de</strong> luz color magenta se superponía sobre su rostro, <strong>de</strong>formando con<br />

suavidad la imagen que veía Gonzalo.<br />

—¿Quién eres? —preguntó él.<br />

No hubo respuesta. <strong>El</strong>la solo lo miraba con triste expresión.<br />

Gonzalo no aguantó, se acercó y repitió la pregunta tomándola con <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za <strong>de</strong><br />

los hombros. Parecía que seguiría sin recibir respuesta, cuando, <strong>de</strong> pronto, ella llevó<br />

su mano <strong>de</strong>recha hacia la bufanda que le cubría la boca, la bajó y emitió <strong>una</strong> palabra<br />

que Gonzalo no pudo escuchar. Él se acercó un poco más, y ella a su oído.<br />

—Déjala —le susurró.<br />

—¡¿Qué?!<br />

Un sinfín <strong>de</strong> preguntas comenzaron a golpear los dientes <strong>de</strong> Gonzalo, intentando<br />

salir a raudales, pero le era imposible abrir la boca. La canción estaba terminando y<br />

solo podía seguir mirando los ojos <strong>de</strong> la chica, sin po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>cirle nada al mismo tiempo<br />

que observaba las lágrimas que caían por sus mejillas.<br />

Cuando terminó, <strong>de</strong>spertó <strong>de</strong> un salto. <strong>El</strong> cable <strong>de</strong> los audífonos tiró <strong>de</strong>l celular,<br />

haciéndolo caer a un lado <strong>de</strong> la cama. Agitado, Gonzalo se abalanzó a recogerlo y repitió<br />

la canción...<br />

Pero ella ya no estaba.<br />

32


Capítulo 5: Invocación.<br />

1<br />

Gonzalo no solo no le habló a Amanda al día siguiente, sino también al siguiente<br />

y lo que quedaba <strong>de</strong> semana. Y cada día se había enfrentado a la tentación <strong>de</strong> hacerlo,<br />

pero también hubo otra fuerte tentación: visitar a la chica <strong>de</strong>l último sueño. Sin embargo,<br />

ambas opciones convergían en la confusa e inquietante situación en la que no<br />

sabía qué provocaría hablar con <strong>una</strong> u otra, y <strong>de</strong> la cual no podía <strong>de</strong>scansar, puesto<br />

que al no tener certeza <strong>de</strong> cuándo se produciría <strong>una</strong> nueva aparición en su maravilloso<br />

lugar, visitarlo se hacía inseguro incluso cuando la única intención era ir a relajarse.<br />

Su orgullo lo ofuscaba al aceptar que su lugar preferido fue invadido, inhabilitándose<br />

como lugar <strong>de</strong> <strong>de</strong>scanso, y todo a causa <strong>de</strong> un drama amoroso. Evitar cualquier<br />

contacto con Amanda era la solución rápida, pero no le hacía sentido que todo<br />

fuese <strong>una</strong> casualidad. Algo <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> haber en ella y tenía que saber qué era. Sin embargo,<br />

no tenía i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> cómo afrontarlo y no podía pedirle ayuda a Esteban. Se había<br />

prometido guardar su maravilla como un secreto.<br />

Esta vez corría por su cuenta.<br />

Una noche, mientras pensaba recostado sobre su cama, un impulso apareció como<br />

solución: si quería saber por qué <strong>de</strong>bía <strong>de</strong>jar a Amanda —suponiendo que la otra<br />

chica se refería a ella—, <strong>de</strong>bía hablarle, y así provocaría otra aparición en sus sueños<br />

lúcidos.<br />

Era un paso indispensable para un improvisado ritual <strong>de</strong> invocación.<br />

De otra forma habría <strong>de</strong>scartado la i<strong>de</strong>a, pero la impulsividad <strong>de</strong> nuevo fue más<br />

fuerte. Tomó el celular, abrió el chat <strong>de</strong> Amanda y envió un mensaje que <strong>de</strong>cía ‹‹Hola››.<br />

Acto seguido, lo <strong>de</strong>jó a un lado. Boca abajo, por supuesto. Luego, se esforzó en pensar<br />

en otras cosas, pero cada treinta segundos miraba el celular... y nada.<br />

No hay nada peor para <strong>una</strong> persona tímida y ansiosa que <strong>una</strong> respuesta tardía. Y<br />

la que esperaba iba a ser <strong>una</strong> <strong>de</strong> ellas.<br />

33


Dieciséis minutos y veintisiete segundos más tar<strong>de</strong>, el celular vibró y Gonzalo lo<br />

tomó al instante.<br />

Como si <strong>de</strong> un mantra se tratase, repitió en su cabeza un par <strong>de</strong> veces ‹‹sé sutil,<br />

no <strong>de</strong>muestres tanto interés›› antes <strong>de</strong> ver el mensaje y disponerse a entrar en el<br />

complejo proceso <strong>de</strong> iniciar <strong>una</strong> conversación con <strong>una</strong> persona casi <strong>de</strong>sconocida.<br />

—Veo que aprendiste a usar el teléfono —le había respondido ella.<br />

—No sabía con qué nombre guardar tu número.<br />

‹‹Maravillosa jugada››, pensó.<br />

—¿No se te ocurrió <strong>una</strong> mejor forma <strong>de</strong> preguntar mi nombre?<br />

‹‹Mierda››, pensó <strong>de</strong> vuelta y respondió:<br />

—No, la verdad es que no. No suelo tratar con personas que no son capaces <strong>de</strong><br />

presentarse.<br />

—Lo siento, señor modales, pero usted tampoco se ha presentado.<br />

—No me has dado el tiempo.<br />

—Entonces, supongo que sabremos nuestros nombres cuando nos juntemos —<br />

dijo Amanda. Él no supo qué respon<strong>de</strong>r, pero ella se a<strong>de</strong>lantó—: ¿Cuándo pue<strong>de</strong>s?<br />

—Cuando quieras.<br />

Después <strong>de</strong> enviar esa respuesta, Gonzalo lanzó su celular lejos <strong>de</strong> su vista. Se levantó<br />

<strong>de</strong> la cama y apoyó su cabeza contra la pared más cercana.<br />

‹‹Nada sutil, <strong>de</strong>masiado interés›› se quejaba cuando, <strong>de</strong> pronto, escuchó <strong>una</strong> vibración.<br />

Le habían respondido, y sabía muy bien que había extendido <strong>una</strong> alfombra<br />

roja para <strong>una</strong> respuesta sarcástica.<br />

Buscó el teléfono, y al recogerlo cubrió la pantalla con la palma <strong>de</strong> su mano. Cerró<br />

los ojos con fuerza y con un rápido movimiento la retiró, tomó <strong>una</strong> pequeña pausa<br />

y, lentamente, se atrevió a mirar.<br />

—¡Guau! Alguien está ansioso —había dicho ella.<br />

‹‹Siempre lo estoy››, pensó él y luego respondió:<br />

—Solo tengo mucho tiempo libre.<br />

—Entonces mañana a las 4 en el Foro.<br />

—Parece que la ansiosa es otra.<br />

<strong>El</strong>la <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> contestar.<br />

34


2<br />

A las 03.40 p. m <strong>de</strong>l día siguiente, él se encontraba preparando su mente a un lado<br />

<strong>de</strong>l campanil, aislado <strong>de</strong>l mundo con sus audífonos, mientras comenzaba a escuchar<br />

el disco "Live at Wembley Stadium" <strong>de</strong> Queen. Diecinueve minutos <strong>de</strong>spués, cuando<br />

se le cruzaba por la cabeza que el hecho <strong>de</strong> que comenzara a sonar la canción "Un<strong>de</strong>r<br />

pressure", justo cuando llegaba la hora <strong>de</strong> la cita, <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> ser <strong>una</strong> mala broma <strong>de</strong>l<br />

tiempo, un <strong>de</strong>do tocó su hombro con <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za.<br />

—¡Hola!<br />

—Al menos esta vez no me golpeaste el hombro.<br />

—Estoy pensando que eres más llorón <strong>de</strong> lo que creía —dijo ella.<br />

—Y quizás más... Espera, esa no fue <strong>una</strong> buena respuesta.<br />

—No lo fue. Para nada.<br />

—Oye, ¿y por qué en el Foro? —preguntó Gonzalo.<br />

—Porque es un buen punto <strong>de</strong> inicio para caminar hacia el parque Ecuador, ¿no<br />

te parece?<br />

Y eso hicieron.<br />

A paso lento, caminaron por el parque riéndose <strong>de</strong> los padres que tenían que soportar<br />

los berrinches <strong>de</strong> sus hijos que a gritos insistían en subirse <strong>una</strong> vez más a los<br />

juegos; <strong>de</strong> las parejas que no parecían tan parejas, sentadas en alg<strong>una</strong> banca con celular<br />

en mano y sin hablarse ni mirarse a los ojos; <strong>de</strong>l humor negro <strong>de</strong> Amanda, que cada<br />

vez que veía a alguien cometer un error explotaba en carcajadas; <strong>de</strong> las quejas <strong>de</strong> Gonzalo,<br />

que cada vez que veía algún envoltorio en el suelo exclamaba ‹‹¡Gente <strong>de</strong> mierda!››,<br />

y <strong>de</strong> la facilidad con la que cada uno hacía referencias a "Los Simpsons".<br />

Un par <strong>de</strong> horas más tar<strong>de</strong>, ella propuso que fueran por un café cerca <strong>de</strong>l parque.<br />

Él accedió, aunque la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> quedarse <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un local le era aburrida. Sin embargo,<br />

al recibir cada uno su café, ella quiso salir luego <strong>de</strong> ahí. Tampoco soportaba el encierro.<br />

Un simple <strong>de</strong>talle que provocó <strong>una</strong> sonrisa en Gonzalo.<br />

Siempre que ella proponía algo, caminaba <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él. Y él, al verla, no podía<br />

evitar sentir algo <strong>de</strong> felicidad, sin saber por qué. Algo había en la luz que irradiaba<br />

35


Amanda, en su espontaneidad, en su sinceridad, en la sensación <strong>de</strong> que no llevaba<br />

máscara alg<strong>una</strong> al enfrentar el mundo.<br />

Y su sonrisa... Oh, su sonrisa resumía lo más bello <strong>de</strong>l universo en fracción <strong>de</strong> segundo.<br />

Fuera <strong>de</strong>l local, ella volteó hacia Gonzalo y le dijo:<br />

—Hay unos baños en el parque que sobre su estructura tienen un mirador... A<br />

esta hora nadie usa esos baños y la vista es hermosa... Podríamos...<br />

—¿Podríamos exponernos a que nos roben?<br />

—¡Ay!, no seas miedoso.<br />

—Es broma. No creo que nos pase algo... ¿O sí?<br />

—Si alguien se atreve a hacernos algo, le rociaré mi gas pimienta.<br />

—¡¿Traes un gas pimienta?!<br />

—Sí —respondió ella, lanzándole <strong>una</strong> mirada penetrante—. Por si alguien intenta<br />

hacerme daño.<br />

—Es bueno saberlo —dijo él, mirando hacia un lado.<br />

—Entonces, ¿vamos?<br />

—¿Es mi i<strong>de</strong>a o estás intentando llevarme a un lugar lindo y apartado, como toda<br />

<strong>una</strong> románt...?<br />

—Quiero que nos fumemos un pito tranquilos —interrumpió ella, tomándole la<br />

mano para guiarlo con rapi<strong>de</strong>z hacia aquel lugar.<br />

Gonzalo, en ese momento, al enfrentarse a un gesto lleno <strong>de</strong> incertidumbre, que<br />

significaba todo y nada a la vez, se dio cuenta <strong>de</strong> algo: la ansiedad con su sinfín <strong>de</strong> teorías<br />

y cuestionamientos no apareció, y en cambio estaba sintiendo paz.<br />

Amanda avanzaba riendo y él apreciaba el silencio en su cabeza. La quietud lo<br />

había <strong>de</strong>jado en trance. Si dimensionar la tranquilidad ya le era difícil, asociarla a la<br />

primera vez que tomaba la mano <strong>de</strong> Amanda parecía <strong>una</strong> tarea imposible. Le era teóricamente<br />

incompatible. Sin embargo, la explicación era simple, solo que alejada <strong>de</strong> su<br />

manera tan racional <strong>de</strong> ver las cosas. Y es que era solo eso y nada más. Sin dobles lecturas,<br />

sin señales difusas, sin múltiples interpretaciones. Solo estaban siendo. Y él se<br />

estaba permitiendo ser. Ser y nada más.<br />

Y en el ser, el sentir; y en el sentir, la libertad.<br />

36


Cuando llegaron al mirador sobre los baños <strong>de</strong>l parque, advirtieron que <strong>de</strong>trás<br />

había <strong>una</strong> escalera en paralelo con <strong>una</strong> estructura en su costado <strong>de</strong>recho, a mitad <strong>de</strong><br />

ascenso, que funcionaba perfecta como mirador. La subieron apreciando las hojas <strong>de</strong><br />

los árboles a su izquierda que la asemejaban a la escalera <strong>de</strong> un bosque encantado; y,<br />

cuando llegaron al lugar que usarían <strong>de</strong> mirador, notaron que la estructura se parecía<br />

a la <strong>de</strong> <strong>una</strong> torre <strong>de</strong> un gran castillo.<br />

—No conocía este lugar —dijo él.<br />

—Yo tampoco había subido hasta acá —dijo ella, mientras sacaba algunos implementos<br />

<strong>de</strong> su mochila—. Es lindo.<br />

—Sí. Oye, ¿no te da miedo que lleguen los pacos 12 ?<br />

—¿Por el pito dices tú?<br />

—Ajá.<br />

—Tranquilo, no llegarán acá —aseguró ella—. ¿Te molesta si pongo música con<br />

mi celular?<br />

—No, para nada.<br />

<strong>El</strong>la sacó su teléfono y puso <strong>una</strong> canción que a él le llamó la atención: era <strong>de</strong> la<br />

misma banda que compuso el tema que lo inducía a los sueños lúcidos. Y es que, a pesar<br />

<strong>de</strong> haber tenido la suerte <strong>de</strong> que no se tratara <strong>de</strong> la canción que para él era especial,<br />

existía <strong>una</strong> alta probabilidad <strong>de</strong> que ella la tuviera también en su biblioteca, así<br />

que tuvo que actuar rápido:<br />

—¡Qué buena banda!<br />

—¿La conoces? —preguntó Amanda.<br />

—Sí, me gusta... Aunque me gustaría mostrarte otro grupo, no sé si te molesta...<br />

—Ah, dale —dijo ella—. Apaga mi celular y pon lo que quieras.<br />

—¿No te molesta?<br />

—No, ¿por qué <strong>de</strong>bería? De hecho, agra<strong>de</strong>zco que me muestres tu música... eso<br />

es compartir <strong>una</strong> parte <strong>de</strong> ti también.<br />

12 Forma —consi<strong>de</strong>rada a veces <strong>de</strong>spectiva— <strong>de</strong> referirse a la policía chilena. (N. <strong>de</strong>l A.)<br />

37


Fue poco el tiempo que tuvo Gonzalo para apreciar ese <strong>de</strong>talle, pues tenía que<br />

<strong>de</strong>cidir qué banda podía ser lo suficientemente <strong>de</strong>sconocida como para que pareciera<br />

algo rebuscado. Buscó rápido en la lista <strong>de</strong> artistas y escogió Greta Van Fleet.<br />

—Son buenísimos —dijo ella apenas escuchó la introducción <strong>de</strong> <strong>una</strong> canción—,<br />

pero la voz se parece <strong>de</strong>masiado a la <strong>de</strong>l tipo <strong>de</strong> Led Zeppelin.<br />

—Sí, creo que eso les pue<strong>de</strong> quitar un poco <strong>de</strong> i<strong>de</strong>ntidad.<br />

—Pienso lo mismo, pero es solo un <strong>de</strong>talle.<br />

Pasaron unos segundos <strong>de</strong> silencio y Gonzalo liberó un suspiro mental.<br />

Había zafado, pero no pudo evitar recordar el último sueño lúcido que tuvo y a<br />

aquella chica con un claro mensaje: "déjala". Si se refería a Amanda, le era imposible<br />

enten<strong>de</strong>r por qué tenía que <strong>de</strong>jar a alguien que le estaba agradando tanto.<br />

De pronto, Amanda le ofreció un cigarrillo <strong>de</strong> marihuana que había terminado<br />

recién <strong>de</strong> armar. ‹‹Vaya, te quedan lindos››, le dijo él cuando lo recibió, ella agra<strong>de</strong>ció<br />

con <strong>una</strong> sonrisa el halago y luego volteó hacia el parque. Gonzalo comenzó a fumar,<br />

mientras la observaba apoyada con los brazos sobre la muralla. Al verla, admiraba la<br />

libertad que transmitía y lo bien que lo hacía sentir al no juzgarlo constantemente.<br />

Pero, sobre todo, caer en la cuenta <strong>de</strong> la comodidad <strong>de</strong>l silencio lo hacía sentir que era<br />

ahí don<strong>de</strong> quería estar.<br />

—Oye —dijo ella <strong>de</strong> repente.<br />

—Dime.<br />

—¿Y cuál es tu nombre?<br />

Gonzalo no pudo evitar toser y ella rió. Sin embargo, la tos no se <strong>de</strong>tuvo. Amanda<br />

se le acercó, posó <strong>una</strong> mano sobre su hombro y le preguntó si estaba bien ofreciéndole<br />

café.<br />

—S... sí... estoy bien.<br />

—No pensé que te ibas a morir con un simple cañito.<br />

—No... es... eso —respondió él, mientras seguía tosiendo—. Es que... me... p... pillaste<br />

por sor... sorpresa con la... pregunta.<br />

Cuando por fin <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> toser, se erguió y quedó frente a ella. La chica, que aún no<br />

apartaba la mano <strong>de</strong> su hombro, <strong>de</strong>jó el café a un lado y se le acercó un poco más. Él,<br />

sin moverse, la miró a los ojos.<br />

38


—Gonzalo. Me llamo Gonzalo, ¿y tú?<br />

—Amanda.<br />

Por medio <strong>de</strong> la mirada parecían estar teniendo <strong>una</strong> conversación aparte con intenciones<br />

mucho más claras.<br />

—Tienes los ojos rojitos —dijo ella sonriendo.<br />

—No sé si es por la marihuana o por las lágrimas <strong>de</strong> tanto toser.<br />

Ambos rieron. <strong>El</strong>la bajó su mano <strong>de</strong>recha y tomó el cigarrillo que estaba en la<br />

mano izquierda <strong>de</strong> él. Sus <strong>de</strong>dos se tocaron y él bajó la mirada, y cuando la volvió a<br />

subir, ella parecía estar aguantando algo: era humo. Con un gesto le pidió que se acercara.<br />

Él, nervioso, acercó su rostro hacia el <strong>de</strong> ella, cerró los ojos y abrió un poco los<br />

labios; ella, con suavidad, le tomó la cara por don<strong>de</strong> se le marcaba la mandíbula, provocándole<br />

<strong>una</strong> tierna sonrisa en respuesta al calor <strong>de</strong> su mano que hacía poco sostenía<br />

el vaso <strong>de</strong> café, posó sus labios sobre los <strong>de</strong> él y vertió el humo en su boca.<br />

Gonzalo, en ese momento, tuvo que admitir que se había equivocado respecto a<br />

lo que sentía: no era ahí don<strong>de</strong> quería estar, sino con ella.<br />

3<br />

Cuando llegó a su casa, Gonzalo no podía <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> sentirse culpable en medio <strong>de</strong><br />

sonrisas tontas que se le escapaban como un tic nervioso. La había besado y había<br />

quedado encantado, hipnotizado por la textura <strong>de</strong> sus labios junto al sabor <strong>de</strong>l café. Se<br />

habían quedado en el mirador un par <strong>de</strong> horas más, conversando, besándose otro poco,<br />

conociéndose el uno al otro y besándose un poco más. Ambos experimentaron la<br />

extraña sensación <strong>de</strong> conocerse <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía mucho tiempo. La conexión era fuerte. Sin<br />

embargo, él había concretado esa reunión por otra razón: invocar a la joven <strong>de</strong> sus<br />

sueños lúcidos, la que al parecer le había hablado <strong>de</strong> Amanda... or<strong>de</strong>nándole <strong>de</strong>jarla.<br />

Pero se <strong>de</strong>jó arrastrar por el caudal <strong>de</strong> sentimientos que ella le provocaba y ahora<br />

eran algo más, no tenía i<strong>de</strong>a qué, pero algo suponía que estaban comenzando, <strong>de</strong>sobe<strong>de</strong>ciendo<br />

por completo a la chica <strong>de</strong> la bufanda azul. Y, <strong>de</strong> esa manera, las posibles<br />

39


espuestas <strong>de</strong> la invocación <strong>de</strong>jaban <strong>de</strong> ser simples advertencias y pasaban a convertirse<br />

en revelaciones con la capacidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>struir <strong>una</strong> ilusión.<br />

<strong>El</strong> tormento <strong>de</strong> la culpa se extendió durante toda la noche. Había ignorado su<br />

propio método, <strong>de</strong>jándose llevar por el sentir, y su orgullo se lo sacaba en cara <strong>una</strong> y<br />

otra vez. Con Amanda, la libertad <strong>de</strong>l sentir fue lo mejor que pudo haberle pasado, pero,<br />

<strong>una</strong> vez solo, todo se convertía en objeto <strong>de</strong> análisis, llevándolo a caer en el <strong>de</strong>sesperante<br />

abismo <strong>de</strong> la ansiedad.<br />

Cada posibilidad crepitaba en su cabeza, advirtiéndole un peligro tras otro. Y<br />

‹‹¿Deberé <strong>de</strong>jarla por...?›› era solo el punto <strong>de</strong> inicio <strong>de</strong> muchas <strong>de</strong> las teorías que formulaba<br />

a base <strong>de</strong> factores que rescataba <strong>de</strong> cada segundo <strong>de</strong> la cita.<br />

Todo hubiese sido más fácil si hubiera seguido el plan. Pero, el amor no sabe <strong>de</strong><br />

planes. Menos cuando llega <strong>de</strong> golpe.<br />

Dando vueltas en la cama, no quería conversarlo con nadie. Eran esas circunstancias<br />

en las que recurría a Esteban, pero ni siquiera sabía cómo exponérselo. Dormir<br />

se le estaba haciendo imposible y, como en aquellas noches en las que toda distracción<br />

es un potencial somnífero, la vorágine <strong>de</strong> opciones que se le pasaban por la cabeza<br />

crecía y creía, pero, a<strong>de</strong>más, le insistía a punzadas con <strong>una</strong>: viajar al mundo <strong>de</strong> sus<br />

sueños.<br />

<strong>El</strong> impulso le <strong>de</strong>cía que fuera, pero el miedo se lo impedía cada vez que tomaba<br />

el celular. Y, en medio <strong>de</strong> un enfrentamiento con la i<strong>de</strong>a, se le pasó por la cabeza <strong>una</strong><br />

simple pregunta: ‹‹¿por qué?››. <strong>El</strong> temor <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> tener <strong>una</strong> explicación. Aunque en un<br />

principio le había fastidiado que su lugar <strong>de</strong> <strong>de</strong>scanso se viera invadido y que la causa<br />

pudiese ser Amanda, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l último encuentro no parecía ser lo que más le preocupaba.<br />

No le provocaba un consi<strong>de</strong>rable aumento <strong>de</strong>l nivel <strong>de</strong> estrés que le fuesen a<br />

respon<strong>de</strong>r que no <strong>de</strong>jarían su sitio o algo por el estilo, sino la sola i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> tener que<br />

alejarse <strong>de</strong> quien había robado su atención. Y, víctima <strong>de</strong>l insomnio, tuvo el tiempo<br />

suficiente para notarlo. Sin embargo, notó también que en ese cambio <strong>de</strong> foco ignoró<br />

<strong>una</strong> interrogante: ¿por qué Amanda se relacionaba con sus sueños?<br />

La advertencia que le habían dado en su última visita solo lo había hecho pensar<br />

en qué había <strong>de</strong> malo en Amanda, pero no en por qué Amanda. Y, <strong>de</strong> pronto, mientras<br />

avanzaba en este camino <strong>de</strong> pensamientos que poco a poco se iba pavimentando, un<br />

40


dato que podía ser muy certero le llegó a la cabeza: ella escuchaba la misma banda que<br />

compuso el tema que lo inducía a los sueños.<br />

Debía <strong>de</strong> haber alg<strong>una</strong> conexión.<br />

Los párpados ya le pesaban y recayó en que lo único que le importaba <strong>de</strong> las posibles<br />

respuestas era si iba a po<strong>de</strong>r seguir con ella o no.<br />

¿Pero necesitaba esas respuestas?<br />

Si las ignoraba, <strong>de</strong>jaría el camino libre a la ansiedad. Eso lo tenía claro. Pero quizá<br />

podía confiar a un amor incipiente la fortaleza para enfrentar la incertidumbre.<br />

Aunque sabía que le angustiaría estar consciente <strong>de</strong> que le advirtieron <strong>de</strong> un peligro<br />

en ella, algo lo animaba a seguir.<br />

Se podía tratar <strong>de</strong> la típica pérdida <strong>de</strong> uso <strong>de</strong> razón que se da solo en las madrugadas<br />

y que da paso a los impulsos. Pero estos no eran suficiente. Necesitaba un empujón<br />

más fuerte que lo convenciera <strong>de</strong> que la insensatez valdría la pena.<br />

Y durmió <strong>de</strong>cidido a buscar un empujón.<br />

4<br />

—Espera, ¿qué? —preguntó Esteban.<br />

Gonzalo lo había citado para conversar en algún lugar <strong>de</strong> la universidad; y, luego<br />

<strong>de</strong> haberle contado todo, le tocaba enfrentar el interrogatorio <strong>de</strong> su amigo.<br />

—Nada, eso pasó nomas.<br />

—¿Cómo que nada? Se besaron.<br />

—Sí, pero...<br />

—Y sentiste cosas...<br />

—Ya, pero...<br />

—Y no fueron nervios...<br />

—Sí los sentí un poco, pero...<br />

—¿Cómo es que <strong>de</strong>jaste que eso pasara?<br />

—No lo <strong>de</strong>jé pasar.<br />

41


—Claro que lo hiciste —afirmó Esteban—, y me alegra un montón. Solo que es<br />

impresionante que hayas <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> lado todo eso <strong>de</strong> "me incomoda estar con alguien",<br />

"no sirvo para esas cosas" y toda esa mierda <strong>de</strong> púber miedoso.<br />

—Sigo teniendo miedo...<br />

—¿Qué?<br />

—Lo que escuchaste: sigo teniendo miedo —aseguró Gonzalo.<br />

—¿Pero a qué?<br />

—A fallar.<br />

—¿Cómo?<br />

—Tengo miedo <strong>de</strong> que las cosas no resulten, Esteban. Tengo mucho miedo.<br />

—Pero si recién empezaron...<br />

—Pero no sé cómo terminará.<br />

—Obvio que no lo sabes. De hecho, no sabes cómo terminará nada <strong>de</strong> lo que está<br />

pasando.<br />

—Sí, pero podría evitar los riesgos —dijo Gonzalo.<br />

—Ah, claro... y no vivir nada.<br />

—¿Y acaso es necesario vivir <strong>una</strong> relación sentimental? Quiero estar tranquilo,<br />

tener la cabeza tranquila.<br />

—No, no es necesario, pero sí es necesario vivir... y vivir es atreverse.<br />

—No me salgas con esas mier...<br />

—Cállate —atajó Esteban—. No es solo un cliché, sabes bien que ese es tu problema:<br />

nunca te atreves a nada, <strong>de</strong>jando que el tiempo se consuma y que la vida se te<br />

pase. Y si sigues así, lo lograrás.<br />

—Y si ella me parte el alma, ¿no per<strong>de</strong>ré parte <strong>de</strong> mi vida entonces?<br />

—¿Y si la ilumina?<br />

—...<br />

—También consi<strong>de</strong>raste esa posibilidad, ¿verdad? —preguntó Esteban.<br />

—Es que...<br />

—Si no lo hubieras hecho, me lo habrías ocultado y la hubieses <strong>de</strong>jado lo antes<br />

posible.<br />

—Pero...<br />

42


—Quieres un consejo, ¿verdad?<br />

—Quiero saber que valdrá la pena arriesgarme.<br />

—Gonzalo, arriesgarse siempre vale la pena. Piénsalo: no necesitas a nadie, has<br />

aprendido un montón sobre cómo manejar tu vida y me has <strong>de</strong>mostrado ser <strong>una</strong> persona<br />

muy madura... pero eso se ha construido a base <strong>de</strong> experiencias. No tienes que<br />

<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>r <strong>de</strong> esta relación, tampoco tienes que tomarla a la ligera; solo tienes que vivirla.<br />

—Pero no sé nada <strong>de</strong> ella.<br />

—Aunque lo supieras, la estás conociendo en el ahora. ¿Qué importa su pasado?<br />

Las personas cambian. Y, aunque <strong>de</strong>dicaras parte <strong>de</strong> tu tiempo a investigarla antes <strong>de</strong><br />

intentar algo, tendrías que hacer lo mismo con cualquier persona que se te cruce y<br />

llame tu atención. Déjate llevar y dale tiempo a ella y a ti para conocerla, para conocerse.<br />

››Somos amigos —continuó Esteban—, ambos sabemos que somos los reyes <strong>de</strong>l<br />

sobre-análisis y el cálculo, y quiero que consi<strong>de</strong>res eso cuando te digo que a veces es<br />

mejor <strong>de</strong>jar que las cosas pasen, ignorando los riesgos. Algunos ámbitos <strong>de</strong> la vida lo<br />

exigen. Son las reglas <strong>de</strong>l juego. Y pue<strong>de</strong> darse en acciones tan simples como... vivir. De<br />

hecho, si nos aterráramos por todos los riesgos, <strong>de</strong>beríamos estar gritando, porque...<br />

—Nos podría caer un meteorito en este preciso instante —completó Gonzalo.<br />

—Exacto.<br />

—Ese es el límite, ¿verdad?<br />

—Sí, has llegado al límite y <strong>de</strong>bes <strong>de</strong>jarte <strong>de</strong>scansar.<br />

Los ojos <strong>de</strong> Gonzalo se pusieron rojos y Esteban supo que solo <strong>de</strong>bía abrazarlo.<br />

Lo conocía, sabía cómo le afectaba la ansiedad e incluso podía intuir las dudas que su<br />

cabeza creaba, y verlo dar un paso era un gran motivo <strong>de</strong> alegría.<br />

Gonzalo había ocultado que su miedo a los riesgos se <strong>de</strong>bía a que le habían advertido<br />

<strong>de</strong> la existencia <strong>de</strong> estos, pero encontró en Esteban el empujón que necesitaba<br />

y <strong>de</strong>cidió vivir lo que sea que le <strong>de</strong>parara el camino junto a Amanda, pero con <strong>una</strong><br />

condición: no se provocaría más los sueños lúcidos, no visitaría más su maravilla.<br />

43


5<br />

Dos meses <strong>de</strong>spués, Gonzalo y Amanda estaban preparando <strong>una</strong> noche <strong>de</strong> películas,<br />

café y pan con queso en la casa <strong>de</strong> él. Ambos ya se habían puesto pijama y habían<br />

<strong>de</strong>jado la comida lista, pero, antes <strong>de</strong> acostarse a ver la cinta, Amanda fue al baño.<br />

Cuando volvió, la puerta <strong>de</strong> la habitación estaba cerrada, y al abrirla se encontró solo<br />

con oscuridad. De pronto, <strong>una</strong>s luces <strong>de</strong> colores comenzaron a recorrer las pare<strong>de</strong>s y<br />

el techo <strong>de</strong> la habitación, y su origen se encontraba sobre la cama. Se trataba <strong>de</strong> <strong>una</strong><br />

pequeña lámpara que Gonzalo había comprado para la ocasión.<br />

Él la esperaba sentado sobre la cama con las piernas cruzadas. <strong>El</strong>la adoptó la<br />

misma posición frente a él, quedando la lamparita en medio <strong>de</strong> ambos.<br />

—¿Qué es esto? —preguntó ella.<br />

—Bueno, mira...<br />

—¿Estás nervioso?<br />

—¡Ay!, dame tiempo.<br />

—Tranquilo —dijo la chica, acercándose, y lo besó—. Tienes todo el tiempo que<br />

quieras.<br />

—Gracias, porque me costará un poco —dijo él, tomó <strong>una</strong> larga pausa y siguió—:<br />

Mira, quería aprovechar esta ocasión para <strong>de</strong>cirte que te has vuelto <strong>una</strong> persona muy<br />

importante para mí y que me siento muy afort<strong>una</strong>do <strong>de</strong> haberte conocido. Me fue muy<br />

difícil aceptar la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> intentar algo, lo sabes, pero contigo me siento tan tranquilo...<br />

No me juzgas por cómo soy, me apoyas en cada paso que doy, me tienes paciencia y...<br />

solo puedo sentirme agra<strong>de</strong>cido por la magia con la que me tratas y que transmites.<br />

Me siento agra<strong>de</strong>cido <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r vivir tu presencia, tu esencia. Disfruto mucho estar<br />

contigo porque me causas la mayor <strong>de</strong> las comodida<strong>de</strong>s. Solo me basta con que seas tú<br />

y...<br />

La pausa se extendió, y Amanda ya sabía más o menos lo que se venía con tamaño<br />

discurso, así que lo apuró con <strong>una</strong> sonrisa en los labios.<br />

—¿Y...?<br />

44


—Sé que no te gusta que las cosas tengan etiquetas, <strong>de</strong> hecho a mí tampoco, pero<br />

me gustaría... ¡Mierda, no sé cómo <strong>de</strong>cirlo!<br />

—Tranquilo —dijo ella, se acercó y le tomó ambas manos—. Lo que sea, sí.<br />

Y lo besó.<br />

Él la siguió, tomándole con <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za la cara, luego llevó la mano hasta la nuca y<br />

comenzó a acariciarle el cabello. <strong>El</strong> tacto <strong>de</strong> los labios era suave y el movimiento lento,<br />

como si dibujaran olas entre tibias respiraciones y luces que chocaban en sus rostros.<br />

Solo se interrumpían por ligeras mordidas y <strong>una</strong> que otra sonrisa.<br />

De pronto, ella le tomó el antebrazo y jaló hasta bajarle la mano a la parte superior<br />

<strong>de</strong> sus pechos. Él la retiró <strong>de</strong> inmediato, mostrándose muy nervioso, pero ella volvió<br />

a tomarle la mano y la regresó don<strong>de</strong> la había <strong>de</strong>jado, luego le tomó la cara, se alejó<br />

un poco y esperó a que él abriera los ojos. Cuando lo hizo, lo miró con <strong>una</strong> dulce sonrisa<br />

y se acercó <strong>de</strong> nuevo para besarlo, pero él se echó hacia atrás.<br />

—Debo preguntarte por algo.<br />

—¿Por qué?<br />

—Por consentimiento...<br />

45


46


SEGUNDA PARTE<br />

AMIGA MÍA<br />

Bring it back, bring it back,<br />

don't take it away from me,<br />

because you don't know what<br />

it means to me 13 .<br />

Freddie Mercury, Love of my life.<br />

I close my eyes and bang I am <strong>de</strong>ad.<br />

I know he knows that he’s killing me for<br />

mercy.<br />

And here I go 14 .<br />

Aurora Aksnes, Mur<strong>de</strong>r song (5, 4, 3, 2, 1).<br />

Tengo tiempo para saber si lo que sueño<br />

concluye en algo 15 .<br />

Luis Alberto Spinetta, Bajan.<br />

13 Queen (1975). Love of my life. En A Night at the Opera [CD]. Europa: EMI, Parlophone. Estados<br />

Unidos: <strong>El</strong>ektra, Hollywood Records.<br />

14 Aurora Aksnes (2016). Mur<strong>de</strong>r song (5, 4, 3, 2, 1). En All My Demons Greeting Me as a Friend<br />

[CD]. Reino Unido: Decca Records. Estados Unidos: Universal Music Group.<br />

15 Pescado rabioso (1973). Bajan. En Artaud [CD]. Argentina: Talent/Microfón.<br />

47


48


Capítulo 6: Esperanza.<br />

1<br />

Tan frío.<br />

<strong>El</strong> cielo parecía estar a punto <strong>de</strong> <strong>de</strong>spren<strong>de</strong>rse, mientras el horizonte se cubría<br />

<strong>de</strong> <strong>una</strong> niebla negra que avanzaba violentamente hacia ella. Desnuda, Amanda observaba<br />

su piel reseca en búsqueda <strong>de</strong> alg<strong>una</strong> gota <strong>de</strong> sudor que pudiese calmar su <strong>de</strong>sesperada<br />

sed, pero era tar<strong>de</strong>, la niebla estaba cada vez más cerca. La frustración produjo<br />

un amargo rictus en sus labios <strong>de</strong>shidratados y <strong>de</strong>cidió huir. Cuando volteó, vio a<br />

Gonzalo. Sorprendida, dio un respingo y luego reparó en su expresión: el llanto <strong>de</strong><br />

quien ya se había resignado a ser con<strong>de</strong>nado <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un tortuoso vivir. Sin embargo,<br />

le llamó mucho más la atención la sangre que salía por sus ojos. Se acercó a él, le<br />

tomó la cara y comenzó a lamer.<br />

La niebla los cubrió.<br />

2<br />

Con un sobresalto, Amanda <strong>de</strong>spertó a Gonzalo. Él, que había ido a quedarse a su<br />

casa por el fin <strong>de</strong> semana, pensó que solo se trataba <strong>de</strong> <strong>una</strong> broma, pero, al ver el rostro<br />

<strong>de</strong> ella, cambió <strong>de</strong> parecer.<br />

—¿Qué pasó?<br />

—Tuve <strong>una</strong> pesadilla horrible.<br />

—Con tu reacción me parece que fue más que horrible.<br />

—Lo fue —dijo ella.<br />

—¿Y qué pasaba?<br />

—Estaba en <strong>una</strong> especie <strong>de</strong> mundo post-apocalíptico... <strong>una</strong> nube negra me iba a<br />

tragar... y tú estabas ahí... llorando sangre.<br />

49


—¡Guau! Eso suena bastante horrible. Pero tranquila, amor, estoy aquí, contigo.<br />

<strong>El</strong> joven la abrazó y comenzó a besar su hombro. <strong>El</strong>la, sin embargo, no podía <strong>de</strong>jar<br />

<strong>de</strong> pensar en la pesadilla. De pronto, se incorporó <strong>de</strong> la cama.<br />

—Necesito un té.<br />

—Tranquila, yo te lo hago —dijo él comenzando a levantarse, pero ella no lo<br />

permitió.<br />

—No, tranquilo. Yo voy.<br />

Él arqueó las cejas, se encogió <strong>de</strong> hombros e intentó volver a dormir; ella, por su<br />

lado, se puso pantuflas, encendió la portátil y echó a correr <strong>una</strong> lista <strong>de</strong> reproducción<br />

con sus canciones favoritas.<br />

Antes <strong>de</strong> abandonar la habitación, volteó hacia Gonzalo y lo vio <strong>de</strong>splomado.<br />

‹‹¡Bah! ¡Qué quedó cansado!››, pensó y salió en dirección a la cocina.<br />

Pero no era cansancio.<br />

Gonzalo no había visto venir que ella <strong>de</strong>jaría música sonando, y entre sus temas<br />

favoritos estaba el que lo inducía a los sueños lúcidos. La reproducción aleatoria jugó<br />

en su contra y fue el primero en sonar, <strong>de</strong>jándolo sin oportunidad <strong>de</strong> evitar escuchar<br />

las cuatro primeras notas que, <strong>una</strong> a <strong>una</strong>, reverberaron hasta apo<strong>de</strong>rarse <strong>de</strong> su cabeza<br />

por medio <strong>de</strong> impulsos nerviosos que aprovechaban <strong>una</strong> particularidad en su ADN.<br />

Acto seguido, cayó en sueño profundo.<br />

Después <strong>de</strong> dos años y medio habiéndolo evitado, incluso en los momentos en<br />

que la ansiedad lo atormentaba y la curiosidad lo tentaba, gracias a <strong>una</strong> firme voluntad<br />

forjada a base <strong>de</strong>l amor que sentía por quien <strong>de</strong>mostró ser la pareja que nunca<br />

buscó ni necesitó, pero que siempre <strong>de</strong>seó encontrar y tener a su lado; <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> dos<br />

años y medio, Gonzalo volvía a visitar aquel lugar... por acci<strong>de</strong>nte.<br />

3<br />

La luz, el aire y la paz <strong>de</strong>l lugar al que lo llevaba esa canción lo hicieron sentir<br />

mucho mejor que la forma en que lo habían hecho sus nítidos recuerdos. <strong>El</strong> césped<br />

relucía y el cielo seguía siendo el más hermoso que había podido apreciar.<br />

50


Al percatarse <strong>de</strong> su soledad, pensó que lo mejor era aprovechar la oportunidad.<br />

De todos modos, solo podía controlar la entrada, mas no la salida <strong>de</strong>l sueño.<br />

A lo lejos, vio el árbol que brindaba la sombra que solía disfrutar. Silbando, comenzó<br />

a caminar hacia allá. Le era extraño estar ahí, no solo por el paso <strong>de</strong>l tiempo,<br />

sino también por lo mismo que había calmado su tentación <strong>de</strong> volver cuando recordaba<br />

cómo se sentía: ya no se trataba <strong>de</strong> un privilegio increíble capaz <strong>de</strong> causar un sentimiento<br />

inalcanzable; con Amanda consiguió sentirse igual <strong>de</strong> bien —e incluso mejor—<br />

en el mundo real. La palabra "inalcanzable" había <strong>de</strong>saparecido. La relación <strong>de</strong><br />

ambos era sana y fructífera; durante los dos años y medio que llevaban juntos, los había<br />

guiado por un camino que los hizo madurar y crecer personalmente al punto <strong>de</strong><br />

prescindir <strong>de</strong> estímulos externos —o extrañamente internos— para sentirse bien. No<br />

necesitaban "algo más", ni evadir la realidad. Una autoestima que habían estado trabajando<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> antes <strong>de</strong> conocerse cimentaba la <strong>de</strong>seada in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia emocional, y <strong>una</strong><br />

vez que la alcanzaron por completo, la compañía se convirtió en <strong>una</strong> opción... y estar<br />

juntos era su opción.<br />

De eso se trata el amor, ¿no?<br />

Mientras caminaba hacia el árbol, fuera <strong>de</strong> su sueño Amanda regresaba a la habitación<br />

con dos tazas <strong>de</strong> té. Al verlo dormido, <strong>de</strong>cidió no interrumpirlo, se sentó frente<br />

a la portátil y comenzó a leer algunos artículos. Pasos antes <strong>de</strong> llegar al árbol, Gonzalo<br />

vio en el horizonte <strong>una</strong> cegadora luz magenta. Amanda notó que su cuerpo tuvo <strong>una</strong><br />

extraña contracción, pero no le dio mayor importancia. Él, por su lado, sabía lo que se<br />

venía y reafirmó lo que ya había pensado: <strong>de</strong>bía aprovechar la oportunidad.<br />

En medio <strong>de</strong> la luz, salió ella: la chica <strong>de</strong> la bufanda azul. Gonzalo no se movió y<br />

ella corrió hacia él, dio un salto y lo abrazó ro<strong>de</strong>ándole el cuello. Él la tomó <strong>de</strong> la cintura,<br />

la bajó y quedaron <strong>de</strong> frente. Se miraron mientras ella retrocedía un paso y se quitaba<br />

la bufanda. La chica lloraba. Él, consternado, no sabía qué preguntarle, pero había<br />

algo que sí sabía: la quería. Era un cariño especial. Desconocía los motivos, pero sentía<br />

que la reconocía y, sobre todo, que la quería con mucha fuerza.<br />

—Necesito tiempo.<br />

—¿Qué? —preguntó él.<br />

51


—Necesito que me <strong>de</strong>s tiempo, no te vayas —respondió ella con los ojos llenos<br />

<strong>de</strong> lágrimas—. No te vayas, por favor.<br />

—La canción que me sostiene acá está a punto <strong>de</strong> terminar, y no podré evitar<br />

irme.<br />

—Entonces vuelve y déjala en repeat.<br />

A pesar <strong>de</strong> haber supuesto que ella enten<strong>de</strong>ría que <strong>una</strong> canción <strong>de</strong>terminaba su<br />

estadía ahí, lo <strong>de</strong>scolocó que supiera cómo funcionaba.<br />

—No puedo ahora.<br />

—¡Por favor, vuelve! —insistió ella.<br />

—Volveré... más tar<strong>de</strong>, pero volveré.<br />

Gonzalo salió <strong>de</strong>l sueño con un grito ahogado, asustando a Amanda que <strong>de</strong> inmediato<br />

se le acercó.<br />

—¿Qué te pasó?<br />

—Una pesadilla —respondió y la abrazó.<br />

Horas más tar<strong>de</strong>, Gonzalo esperaba estar <strong>de</strong>mostrando tranquilidad. Se había<br />

quedado lo suficiente en casa <strong>de</strong> Amanda como para que su retirada se viera normal.<br />

‹‹Mi papá me pidió ayuda con algo››, le explicó y se fue.<br />

Por primera vez en la relación, le mintió.<br />

4<br />

Recostado sobre su cama, Gonzalo inició el ritual que hacía mucho no realizaba.<br />

Se puso los audífonos, buscó la canción en su teléfono, cerró los ojos y...<br />

—¡Volviste! —gritó ella y caminó hacia él haciendo a<strong>de</strong>mán <strong>de</strong> abrazarlo, sin<br />

embargo Gonzalo rechazó el gesto.<br />

—¡Dime qué pasa, por qué me dijiste hace dos años que la <strong>de</strong>jara, por qué estás<br />

llorando, por qué sabes cómo llego acá! ¡Dime por qué irrumpes así en mi vida!<br />

—Tengo mucho que explicar...<br />

—Tienes tiempo —atajó él—. Programé la canción para que se repitiera <strong>una</strong>s<br />

cuantas veces.<br />

52


—Sé cómo llegas hasta acá porque lo hago <strong>de</strong> la misma manera.<br />

—¿Ah, sí?¿Y cuál es la canción?<br />

—"Revelator eyes" <strong>de</strong> The Paper Kites.<br />

Tenía razón.<br />

—¿Y cómo sé que no eres algún producto <strong>de</strong> mi mente y por eso lo sabes? —<br />

interpeló Gonzalo, anonadado—. Todo esto ya es raro; <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el 2015 que todo esto ha<br />

sido raro, ¿por qué no serías tú también parte <strong>de</strong> lo que le pasa a mi cabeza?<br />

—Porque no es mucho lo que sé <strong>de</strong> ti... solo lo que me han contado.<br />

—¿Lo que te han contado? ¿Quién?<br />

—Mamá.<br />

—¿De qué estás hablando? ¿Y quién es ella?<br />

—Vine acá porque quería conocerte, aunque sea unos miserables minutos, pero<br />

también vine porque...<br />

Las palabras parecían no po<strong>de</strong>r salir <strong>de</strong> su boca.<br />

—Termina lo que ibas a <strong>de</strong>cir —exigió Gonzalo—. ¿Por qué más viniste hasta<br />

acá?<br />

—Debo convencerte <strong>de</strong> que <strong>de</strong>jes a... Amanda.<br />

—¿Por qué?<br />

—Porque sufrirá —respondió ella y <strong>de</strong>sapareció en medio <strong>de</strong> un <strong>de</strong>stello <strong>de</strong> luz.<br />

A pesar <strong>de</strong> estar en el mismo lugar, cada uno escuchaba la canción en tiempos diferentes.<br />

Cuando acabó para ella, Gonzalo quedó solo y aterrado. No entendía por qué<br />

la chica afirmaba que Amanda iba a sufrir, y lo primero que se le vino a la cabeza fue<br />

que, si <strong>de</strong>bía <strong>de</strong>jarla, era él quien tendría la culpa. ¿Pero cómo lo sabía ella?<br />

De pronto, otro <strong>de</strong>stello <strong>de</strong> luz anunció que volvía. Él la recibió gritando:<br />

—¡¿Por qué sufrirá?! ¡Dime!<br />

—¡Porque si no la <strong>de</strong>jas ahora, lo harás cuando ella ya no pueda soportarlo!<br />

—¿Y cómo sabes eso tú?<br />

—Porque vivo con ella <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que te fuiste <strong>de</strong> su lado.<br />

—¿Por qué hablas como si supieras todo lo que va a pasar? —preguntó él, intuyendo<br />

ya <strong>una</strong> respuesta—. No pue<strong>de</strong> ser posible que...<br />

53


—Sí, es posible y por eso lo sé —interrumpió ella. Ya sin lágrimas, se forzó a<br />

calmarse, adoptó <strong>una</strong> expresión seria y le afirmó su presentimiento—: Créeme, soy <strong>de</strong><br />

tu futuro. Estamos juntos aquí porque al parecer en este lugar no hay tiempo y solo<br />

basta con que dos personas que tengan esta "habilidad" coincidan en la fecha y hora<br />

<strong>de</strong> cualquier año para que puedan encontrarse. Vine muchas veces con la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> relajarme<br />

en mis peores momentos, pero cuando supe lo que pasó... lo que va a pasar, se<br />

me ocurrió intentar buscarte acá. Sabía que tú podías venir y confié en que este extraño<br />

lugar me <strong>de</strong>jaría contactarme contigo <strong>de</strong> alg<strong>una</strong> forma. Y cuando al fin te encontré,<br />

te fuiste por dos años, pero eso me bastó para nunca per<strong>de</strong>r la esperanza <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r<br />

avisarte a tiempo... y aún hay tiempo. Debo pedirte que confíes en mí, Gonzalo, y que<br />

evites que ella sufra por ti.<br />

—¡¿Pero por qué sufrirá por mí?!<br />

—¡Porque morirás!<br />

Los ojos <strong>de</strong> Gonzalo se llenaron <strong>de</strong> horror. <strong>El</strong>la, sin po<strong>de</strong>r contener más el llanto,<br />

extendió sus manos intentando calmarlo.<br />

—¿Q... quién eres tú y por qué s... sabes eso? —preguntó él, alejándose.<br />

—Soy Verónica Bastías Sáez... tu hija.<br />

—¿Mi hija?<br />

—Y <strong>de</strong> Amanda.<br />

—No. Tú eres un producto <strong>de</strong> mi mente y no me quieres <strong>de</strong>jar tener <strong>una</strong> relación<br />

en paz. Eso es todo: eres otro producto <strong>de</strong> mi maldita ansiedad.<br />

—Mírame a los ojos y me creerás.<br />

Él lo hizo, y supo así que ese cariño que sentía por ella era especial porque era el<br />

cariño <strong>de</strong> un padre hacia su hija. Aún no lograba asimilarlo por completo cuando la<br />

canción comenzó a anunciar su término.<br />

—Por favor, espérame acá —pidió él.<br />

—Lo haré.<br />

Al <strong>de</strong>spertar, la canción no volvió a repetirse dando paso a <strong>una</strong> pausa publicitaria.<br />

Temblando, Gonzalo se quitó los audífonos, llevó <strong>una</strong> mano hacia su cara y comenzó<br />

a llorar. Poco a poco, encogió las piernas y llevó la cabeza hasta sus rodillas. Una<br />

54


vez en esa posición, tomó <strong>una</strong> almohada, la presionó contra su cara, se ocultó bajo sus<br />

antebrazos y <strong>de</strong>jó salir un <strong>de</strong>sgarrador grito <strong>de</strong> impotencia.<br />

Le costaba aceptarlo, pero en el fondo sabía que podía estar enfrentándose a la<br />

verdad. Lo sentía y lo creía, pero sobre todo lo sentía. Cuando miró a los ojos a la chica<br />

<strong>de</strong> sus sueños, pudo notar que estaba sintiendo algo que nunca antes había experimentado.<br />

Su pulso había cambiado, un extraño orgullo y <strong>una</strong> inexplicable felicidad<br />

habían emergido: en sus ojos había podido ver parte <strong>de</strong> él.<br />

De pronto, <strong>una</strong> amarga frustración se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> él. Cayó en cuenta <strong>de</strong> que si<br />

realmente era verdad lo que acababa <strong>de</strong> saber, él podría haber sido feliz con la mujer<br />

que amaba, habrían tenido <strong>una</strong> relación que funcionaría en el tiempo e incluso hubieran<br />

formado <strong>una</strong> familia... <strong>de</strong> no ser porque moriría y ella quedaría sola, cargando con<br />

el dolor <strong>de</strong> su partida y la responsabilidad <strong>de</strong> hacerse cargo <strong>de</strong> <strong>una</strong> niña sin la compañía<br />

<strong>de</strong> aquel amor que no pudo evitar per<strong>de</strong>r.<br />

Una sensación parecida a estar tocando con la punta <strong>de</strong> los <strong>de</strong>dos lo inalcanzable<br />

lo hizo <strong>de</strong>tener el llanto, ahogándolo unos segundos, solo para mirar en dirección al<br />

cielo, mal<strong>de</strong>cir el <strong>de</strong>stino y continuar llorando.<br />

Cuando se calmó un poco, intentó or<strong>de</strong>nar su cabeza. Sabía que se vería forzado<br />

a tomar <strong>una</strong> <strong>de</strong>cisión, pero primero necesitaba saber <strong>de</strong>talles, así que tomó los audífonos,<br />

buscó la canción y volvió a soñar. Al llegar, Verónica estaba ahí con claros indicios<br />

<strong>de</strong> nerviosismo, y al verlo aparecer con la cara roja y los ojos hinchados <strong>de</strong> tanto llorar,<br />

se le partió el alma.<br />

—¡No!<br />

—Dime, ¿por qué no coincidimos cuando viniste solo a relajarte? —preguntó él<br />

<strong>de</strong> inmediato, interrumpiendo el intento <strong>de</strong> consuelo por parte <strong>de</strong> ella.<br />

—Me lo pregunté muchas veces y <strong>de</strong>duje que me volví <strong>una</strong> realidad en la tuya<br />

cuando conociste a mamá.<br />

—O sea que...<br />

—Solo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el momento en que se convirtieron en pareja yo pu<strong>de</strong> ser capaz <strong>de</strong><br />

aparecer aquí. Antes <strong>de</strong> eso, yo no podía ser real para ti, porque me escribieron en el<br />

futuro al momento <strong>de</strong> juntarse.<br />

—Pero la primera vez que te vi no estábamos juntos.<br />

55


—¿Pero se conocían?<br />

—Sí, algo así...<br />

—Entonces, probablemente ya te gustaba... y tú a ella.<br />

Gonzalo esbozó con <strong>de</strong>bilidad <strong>una</strong> sonrisa, pero la apagó <strong>de</strong> inmediato y clavó los<br />

ojos en su hija. <strong>El</strong>la <strong>de</strong>notaba <strong>una</strong> profunda pena.<br />

—¿Cuánto me queda? —preguntó el joven con frialdad.<br />

—¿Por qué quieres sab...?<br />

—¡Dime!<br />

—¿En qué año estás?<br />

—Fines <strong>de</strong>l 2021.<br />

—Un poco más <strong>de</strong> un año y medio—sentenció Verónica.<br />

Gonzalo giró la cabeza hacia un lado, miró el suelo y, como si estuviese resistiendo<br />

un duro golpe, cerró los ojos y apretó los labios con fuerza; luego, tomó <strong>una</strong> respiración<br />

profunda y continuó:<br />

—¿Tuve un acci<strong>de</strong>nte? Podría evitarlo...<br />

—No —aseguró ella—. No podrás evitarlo... ni yo.<br />

—¿Qué? —preguntó él sobresaltado. <strong>El</strong>la se le acercó y tomó sus manos.<br />

La chica intentó hablarle, pero solo pudo abrazarlo.<br />

En la realidad física, el <strong>de</strong>do índice <strong>de</strong> Verónica tuvo un espasmo que soltó el<br />

oxímetro <strong>de</strong> pulso que tenía puesto. Una enfermera al lado <strong>de</strong> la camilla en la que se<br />

encontraba se percató y comenzó a revisar los signos vitales. Todo continuaba <strong>de</strong>ntro<br />

<strong>de</strong> los rangos normales, pero el protocolo especial que tenían para la joven la obligaba<br />

a <strong>de</strong>tener la canción y sacarla <strong>de</strong>l sueño lúcido.<br />

Entre los brazos <strong>de</strong> su padre, <strong>de</strong>sapareció.<br />

—¿Todo bien? —le preguntó la enfermera a Verónica—. ¿No quieres <strong>de</strong>scansar<br />

un poco <strong>de</strong> tus sueños?<br />

—No, estoy bien. Quiero volver.<br />

La enfermera puso la canción <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio y ella volvió. Gonzalo seguía ahí,<br />

ahora sentado en el suelo y con la cabeza gacha, pero, al advertir su presencia, levantó<br />

la mirada.<br />

—¿Qué quisiste <strong>de</strong>cir? —preguntó.<br />

56


—La razón por la cual eres capaz <strong>de</strong> llegar a este lugar se encuentra en tu sangre...<br />

y también la razón <strong>de</strong> tu muerte. Nuestra muerte.<br />

—¡¿Qué?! ¡No, por la mierda, no!<br />

Gonzalo se llevó ambas manos a la cabeza y se <strong>de</strong>jó caer sobre el césped sin po<strong>de</strong>r<br />

enten<strong>de</strong>r lo que estaba escuchando. Sin embargo, Verónica se dispuso a explicarle:<br />

—Nadie supo que tú podías venir acá, así que supongo que ocultaste esto; en<br />

cambio, yo tuve que contarlo. Un día, la abuel... tu mamá encontró un disco que tenías<br />

muy guardado y creyó que era mejor dárnoslo a mamá y a mí. Pensó que disfrutaríamos<br />

mucho escucharlo; pero, la noche que lo hicimos, ni <strong>una</strong> pensó que al sonar esa<br />

canción yo caería <strong>de</strong>svanecida. Fue ahí cuando conocí este lugar. Tenía tan solo seis<br />

años, y para mi mamá fue <strong>de</strong>sesperante ver a su pequeña hija quedar inconsciente<br />

más <strong>de</strong> cuatro minutos, entonces me vi obligada a <strong>de</strong>cirle lo que pasó cuando <strong>de</strong>sperté.<br />

A Gonzalo se le acababa el tiempo. Ya era algo recurrente, así que esta vez solo le<br />

hizo <strong>una</strong> seña a Verónica y ella entendió. Segundos más tar<strong>de</strong>, ya estaba <strong>de</strong> vuelta.<br />

—¿Y acaso esto es lo que nos mata?<br />

—No, esto es solo lo que tenemos a cambio <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r nuestras vidas —<br />

respondió ella—. Vivir estos sueños no empeora ni acelera el proceso. Al menos eso es<br />

lo que creen los médicos.<br />

—¿Médicos?<br />

—Después <strong>de</strong>l primer episodio, me estudiaron mucho tiempo. No les fue difícil<br />

<strong>de</strong>scubrir que se <strong>de</strong>bía a la canción, pero sí les fue difícil encontrar <strong>una</strong> causa, hasta<br />

que pensaron en que podía ser hereditario y llegaron a ti. Después <strong>de</strong> unos cuantos<br />

estudios más, concluyeron que <strong>una</strong> característica <strong>de</strong> nuestro ADN era la responsable<br />

<strong>de</strong> mi reacción a la canción... pero más tar<strong>de</strong> se dieron cuenta <strong>de</strong> que también era la<br />

explicación <strong>de</strong> tu extraña muerte.<br />

—¿Pero cómo? Eso es imposible, nadie más ha muerto en mi familia solo por tener<br />

el mismo ADN que yo... que nosotros.<br />

—Bueno —titubeó ella—, eso es porque lo que hay en nuestro código genético<br />

solo se activa al momento <strong>de</strong> escuchar la canción.<br />

—O sea que... ¿ya no tengo vuelta atrás?<br />

57


—No. Lo siento mucho —respondió Verónica mientras se acercaba a abrazarlo.<br />

Él la ro<strong>de</strong>ó con los brazos y, ambos, en medio <strong>de</strong> ese gran campo <strong>de</strong> hermosos colores,<br />

lloraron hasta caer sobre sus rodillas. Él le tomó la cara, la miró <strong>de</strong> frente y le dijo:<br />

—No, soy yo quien lo siente por... por no haber estado.<br />

—Siempre supe que no fue tu culpa, y esta trágica coinci<strong>de</strong>ncia es el mejor regalo<br />

que me ha dado la vida. Pero, créeme, po<strong>de</strong>mos remediarlo mejor.<br />

—¿A qué te refieres?<br />

—Si te separas <strong>de</strong> mi mamá ahora, ella lo superará algún día y le evitaremos todo<br />

el sufrimiento que le causó tu muerte... todos dicen que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces ya no es la<br />

misma persona.<br />

—Pero si la <strong>de</strong>jo, tu existencia se borrará <strong>de</strong>l futuro...<br />

—No importa —dijo la muchacha, tomando <strong>una</strong> breve pausa antes <strong>de</strong> seguir—.<br />

He vivido bien y mi <strong>de</strong>stino ya está sentenciado. Ni siquiera me daré cuenta, pero, si<br />

pudiera, aceptaría tranquila no haber existido por la felicidad <strong>de</strong> ella. Debes <strong>de</strong>jarla. Es<br />

lo que nos queda. Hagámoslo por ella.<br />

—Pero la amo...<br />

—Si <strong>de</strong> verdad la amas...<br />

—Le evitaré todo el sufrimiento —terminó él.<br />

—La canción está terminando —dijo ella, volviendo a sus brazos con más fuerza.<br />

—No me quedaré aquí ahora, pero volveré. Tar<strong>de</strong> o temprano, volveré.<br />

Y, mientras la tenía en sus brazos, un <strong>de</strong>stello se la llevó.<br />

5<br />

Cuando Verónica <strong>de</strong>spertó, estaba <strong>de</strong> vuelta en la sala <strong>de</strong>l hospital en el año<br />

2041. Frente a ella estaba su madre. Desgastada, la mujer le sonrió con <strong>una</strong> evi<strong>de</strong>nte<br />

amargura.<br />

Amanda todavía <strong>de</strong>sconfiaba <strong>de</strong> la canción que había provocado que internaran<br />

a su hija tres veces a la semana en un centro médico para ser objeto <strong>de</strong> estudios <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

el año 2028. A<strong>de</strong>más, tenía que ir cada vez que quisiera escuchar la canción para tener<br />

58


los sueños lúcidos. Se trataba <strong>de</strong> un permiso único, concedido <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que prohibieran<br />

la canción en todo el mundo a un año <strong>de</strong>l primer episodio, cuando se dieron<br />

cuenta <strong>de</strong> que la causa <strong>de</strong> los sueños se encontraba en el ADN y que existían más casos<br />

<strong>de</strong> personas que compartían la parte <strong>de</strong>l código genético que se activaba al escucharla.<br />

Era como activar <strong>una</strong> bomba <strong>de</strong> tiempo. Gonzalo, en su caso, <strong>de</strong> un día para otro<br />

comenzó a <strong>de</strong>teriorarse sin explicación. Nunca pensó que se podía relacionar con sus<br />

sueños, y la medicina <strong>de</strong> su tiempo no había logrado hacer la conexión entre su ADN y<br />

la enfermedad.<br />

Sin embargo, a pesar <strong>de</strong> ese amargo gesto por parte <strong>de</strong> su madre, Verónica pudo<br />

sentir que todavía había esperanza <strong>de</strong> que ella fuese feliz... y le <strong>de</strong>volvió la sonrisa.<br />

59


60


Capítulo 7: Sabiduría.<br />

1<br />

Después <strong>de</strong> la revelación, Gonzalo comenzó a inventar excusas cada vez que<br />

Amanda le proponía un panorama. Durante dos semanas, logró disminuir la cantidad<br />

<strong>de</strong> veces que se veían sin generar sospecha alg<strong>una</strong>. Debía ocultar lo que mantenía su<br />

mente ocupada, y verla era como aguantar que le enterraran un cuchillo en <strong>una</strong> herida<br />

abierta y lo giraran <strong>de</strong>ntro, pero sin po<strong>de</strong>r gritar <strong>de</strong> dolor hasta llegar a casa.<br />

No podía discutir el tema con ella y en su mente no encontraba soluciones. Como<br />

siempre, analizaba factores, posibilida<strong>de</strong>s y proyectaba resultados; pero nada. Una y<br />

otra vez, daba vueltas en i<strong>de</strong>as que pudiesen servirle para seguir al lado <strong>de</strong> ella, pero<br />

terminaba encontrándoles alg<strong>una</strong> inconsistencia que lo llevaban, poco a poco, a enfrentar<br />

la única solución real: <strong>de</strong>bía <strong>de</strong>jarla.<br />

Priorizar se le hacía difícil cuando se interponía el inocente pero posesivo<br />

egoísmo que se negaba a romper el lazo entre ellos. Sin embargo, sabía la responsabilidad<br />

que cargaba, y la i<strong>de</strong>a le apretaba el pecho cada vez que se le pasaba por la cabeza.<br />

Sufría <strong>de</strong> solo pensar que tendría que <strong>de</strong>spren<strong>de</strong>rse <strong>de</strong> su amor, mientras que la<br />

culpa lo atacaba recordándole que no podía <strong>de</strong>cirle la verdad, obligándolo a <strong>de</strong>jarla sin<br />

explicación.<br />

De <strong>una</strong> u otra forma la haría sufrir, y eso lo <strong>de</strong>strozaba.<br />

Al término <strong>de</strong> esas dos semanas llenas <strong>de</strong> sobre-análisis, evadiendo a Amanda,<br />

<strong>de</strong>terminó que <strong>de</strong>bía hacer <strong>una</strong> visita antes <strong>de</strong> tomar <strong>una</strong> <strong>de</strong>cisión.<br />

Necesitaba un empujón.<br />

61


2<br />

Al día siguiente, el domingo por la tar<strong>de</strong>, fue al cementerio general <strong>de</strong> Concepción.<br />

Hacía muchos meses que no visitaba el lugar, pero recordaba muy bien el trayecto<br />

que <strong>de</strong>bía completar. Odiaba los cementerios, sin embargo bastó con la primera vez<br />

que hizo el recorrido hasta la tumba que buscaba para que nunca se le olvidase.<br />

Una vez ahí, notó que hacía no mucho alguien había ido a <strong>de</strong>jar flores. Las acomodó<br />

con cuidado, <strong>de</strong>jando a la vista el epitafio que <strong>de</strong>cía: ‹‹Aquí <strong>de</strong>scansa Esteban<br />

González, 17/03/2000 - 24/10/2020; un joven que iluminó a sus cercanos con su<br />

humil<strong>de</strong> sabiduría. Lo recordarán siempre su familia y amigos››.<br />

Luego <strong>de</strong> apreciar un momento los <strong>de</strong>talles <strong>de</strong> cada letra grabada en la lápida,<br />

Gonzalo se sentó a un lado, afirmó su cabeza sobre sus <strong>de</strong>dos entrelazados, cerró los<br />

ojos, dio un largo suspiro y...<br />

‹‹Estoy jodido —dijo en voz alta—, ¿verdad? —Levantó la cabeza, miró hacia el<br />

epitafio y continuó—: Sé que me hubieras tratado <strong>de</strong> imbécil por estar hablándole a<br />

<strong>una</strong> tumba, incluso sabiendo que se trata <strong>de</strong> la tuya, pero en estas ocasiones solo se<br />

me ocurría recurrir a ti. Pero te fuiste... no soportaste este mundo <strong>de</strong> mierda y te fuiste.<br />

Te extraño tanto, por la chucha, tanto, cada día. —Hizo <strong>una</strong> pausa y <strong>de</strong>jó escapar<br />

<strong>una</strong> pequeña risa—. Si pudieras verme en calidad <strong>de</strong> ángel, probablemente enviarías<br />

un pájaro a cagarme encima por no haber venido a visitarte antes; aunque, conociéndote,<br />

hubieras preferido que no viniera nunca. Lo hubieras encontrado <strong>una</strong> pérdida <strong>de</strong><br />

tiempo.<br />

Tengo tanto que contarte ahora. No me hubieras creído todo lo que ha pasado,<br />

todo lo que no te conté, todas las veces que necesité un consejo tuyo... Y ahora, sobre<br />

todo ahora, necesito uno más que nunca.<br />

<strong>El</strong> amor nunca fue lo mío, hasta que conocí a la mujer que me robó el corazón y<br />

penetró fuerte en mi alma. Sé que no la necesito, pero <strong>de</strong>jarla me duele tanto. <strong>El</strong>la no<br />

sería capaz <strong>de</strong> dimensionar lo que su amor significa para mí. Su presencia, cada gesto,<br />

cada <strong>de</strong>talle. Su sonrisa. <strong>El</strong>la.<br />

62


Sacarla <strong>de</strong> raíz es un martirio para el cual no estoy preparado, pero <strong>de</strong>bo hacerlo.<br />

Debo, ¿verdad?<br />

He buscado tantas soluciones, tantas formas <strong>de</strong> seguir a su lado, pero sé que la<br />

estoy perdiendo, incluso cuando ella tiene la intención <strong>de</strong> quedarse junto a mí hasta<br />

que se acabe el tiempo. Pero el amor no se trata <strong>de</strong> eso. Sé que me lo hubieras dicho:<br />

amar no se trata <strong>de</strong> poseer, sino <strong>de</strong> pensar en lo mejor para el otro. Y... lo mejor... —No<br />

pudo terminar la frase y rompió a llorar—. Lo mejor es que esté sin mí.<br />

No lo resisto —dijo entre lágrimas—. Estoy perdiendo al amor <strong>de</strong> mi vida por algo<br />

que está en mi propia sangre. ¿Por qué ha <strong>de</strong> ser así el <strong>de</strong>stino conmigo? ¡¿Por qué?!<br />

Primero te perdí a ti... ahora a ella... y pronto per<strong>de</strong>ré la vida. No creo merecer<br />

tanto dolor. Tú hubieras dicho que son solo cuestiones <strong>de</strong> azar, pero eso solo me hace<br />

pensar que tengo la peor suerte que un ser humano podría tener. Estoy perdiendo a<br />

quienes más amo. A pesar <strong>de</strong> todo el esfuerzo que he hecho por ser <strong>una</strong> mejor persona<br />

para ellos, los estoy perdiendo. Y no puedo hacer nada al respecto.<br />

Me siento tan solo e impotente. No tengo la fuerza para tomar <strong>una</strong> <strong>de</strong>cisión. Sin<br />

embargo, sé lo que hubieras creído mejor para este caso...<br />

Si supiera que el más allá existe, me consolaría pensar que te vería pronto.<br />

Te amo, amigo mío. Gracias››.<br />

Luego <strong>de</strong> eso, se levantó, secó sus lágrimas y abandonó el lugar.<br />

63


64


Capítulo 8: Silencio.<br />

1<br />

—¿Aló?<br />

—Hola, amor —contestó Amanda <strong>de</strong>l otro lado.<br />

—Hola... Oye, te llamaba para preguntarte si tenías algo que hacer en la tar<strong>de</strong>,<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> clases.<br />

—Déjame revisar mi agenda...<br />

Gonzalo cerró los ojos y suspiró esbozando <strong>una</strong> sonrisa.<br />

—¿Hay un espacio para mí? —preguntó.<br />

—Hmm... no lo sé... ya sabes cómo son los lunes.<br />

—¡Ya po'!<br />

—Creo que puedo hacer uno para ti —dijo ella.<br />

—¿Te parece en el parque a las 6 p. m., a un lado <strong>de</strong> la cafetería?<br />

—¡Qué rico! Me parece perfecto.<br />

—Nos vemos ahí entonces. Debo cortarte porque empezará mi clase.<br />

—Bueno, nos vemos ahí. Chao, te amo.<br />

—Y yo a ti —dijo él.<br />

Cuando cortó la llamada, Gonzalo apretujó el celular con ambas manos a la vez<br />

que agachaba la cabeza. Decirle que la amaba dolía. Eran las palabras más sinceras<br />

que podía expresarle, pero sabía que quizá era <strong>una</strong> <strong>de</strong> las últimas veces que ella sonreiría<br />

al escucharlas.<br />

2<br />

Gonzalo tenía en su cabeza un discurso preparado, y había pensado posibles<br />

reacciones a esperar y formas <strong>de</strong> sobrellevarlas. Mientras caminaba hacia el parque,<br />

65


epasaba todo <strong>una</strong> y otra vez, pero en ese momento su mayor preocupación era cómo<br />

iba a sentirse al verla.<br />

Para evitar que ella notara su nerviosismo, <strong>de</strong>cidió esperarla en <strong>una</strong> ubicación<br />

diferente a la acordada y con vista a la cafetería, buscando po<strong>de</strong>r verla llegar y apaciguar<br />

su reacción. Se posicionó en <strong>una</strong> banca no muy lejana y, mientras esperaba, comenzó<br />

a apreciar a los transeúntes que disfrutaban la hermosa tar<strong>de</strong>. <strong>El</strong> parque lo<br />

ayudaba un poco a <strong>de</strong>spejarse, pero solo un poco, puesto que giraba su mirada hacia la<br />

cafetería compulsivamente.<br />

Amanda solía ser puntual, pero cuando dieron las seis aún no llegaba. Gonzalo<br />

no <strong>de</strong>spegó la mirada <strong>de</strong> la cafetería <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces, hasta que <strong>una</strong>s manos golpearon<br />

sus hombros haciéndolo saltar <strong>de</strong> la banca.<br />

—¡Mierda! —exclamó, llevándose <strong>una</strong> mano al pecho.<br />

—No pensé que te asustarías tanto —dijo ella, riendo.<br />

Al voltear, Gonzalo la miró y su estómago se contrajo, pero aprovechó el susto<br />

para disfrazar los nervios <strong>de</strong> impacto. <strong>El</strong>la se acercó, lo besó y le dio un abrazo. Sin<br />

notarlo, él extendió la duración <strong>de</strong>l abrazo y aplicó más fuerza <strong>de</strong> lo normal.<br />

—Tranquilo, fue un susto nomas —dijo ella.<br />

—Eh... sí, es que me pillaste muy <strong>de</strong>sprevenido —dijo él, soltándola.<br />

Estaba <strong>de</strong>scolocado y no controlaba bien su actuar. A pesar <strong>de</strong> que tenía un plan,<br />

necesitaba algo <strong>de</strong> tiempo para juntar las fuerzas necesarias para enfrentar la situación.<br />

Para conseguirlo, le ofreció a Amanda ir a por café. <strong>El</strong>la accedió, le tomó la mano<br />

y comenzó a caminar hacia la cafetería.<br />

Siempre hacía eso: le tomaba la mano y comenzaba a caminar. A él le encantaba<br />

ese gesto <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la primera vez, cuando no significó nada y a la vez todo, y aquella paz<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l tacto le enseñó <strong>una</strong> luz que <strong>de</strong>spués vería en los ojos <strong>de</strong> ella cada vez que<br />

pasara tiempo a su lado e hicieran el amor con tan solo apreciarse el uno al otro. Sin<br />

embargo, esta vez fue diferente. No había paz, sino <strong>una</strong> pena inmensa que crecía cada<br />

segundo. Sentía que la perdía, a pesar <strong>de</strong> tenerla en frente, acertando al sabor <strong>de</strong>l café<br />

que iba a querer, mientras le contaba alg<strong>una</strong> anécdota <strong>de</strong> su día, sonriéndole y mirándolo<br />

con unos ojos que reflejaban el amor más sincero que nunca pensó encontrar y<br />

que, ahora que lo tenía, <strong>de</strong>bía <strong>de</strong>jar.<br />

66


Saliendo <strong>de</strong> la cafetería, Amanda le propuso ir al lugar don<strong>de</strong> se habían dado su<br />

primer beso. Gonzalo había vetado esa ubicación <strong>de</strong> su lista <strong>de</strong> lugares tranquilos para<br />

conversar, pero no supo cómo negarse a la propuesta. Una vez ahí, tampoco supo cómo<br />

comenzar el discurso que tenía preparado, sin embargo algo lo impulsó a dar el<br />

primer paso.<br />

—Amanda, necesito <strong>de</strong>cirte alg...<br />

—Lo sé —atajó ella.<br />

—¿Qué?<br />

—Te conozco, he podido notar que has estado muy tenso las últimas veces que<br />

nos hemos visto. ¿Qué es lo que pasa?<br />

—Bueno —titubeó él—. No sé cómo explicarlo a la perfección, pero quiero que<br />

comprendas que esto no tiene relación contigo, tampoco he <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> quererte...<br />

—¿Quieres terminar? —interrumpió Amanda—. ¿Me estás hueveando?<br />

—Necesito que me entiendas, es algo muy personal.<br />

—Pensé en algún momento que quizá querías terminar, pero no puedo creer que<br />

sea verdad. ¿Qué es tan personal como para tomar esta <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> un momento para<br />

otro? ¿Por qué terminar?<br />

Unas lágrimas comenzaron a asomarse en los ojos <strong>de</strong> Amanda, y Gonzalo no pudo<br />

contener seguirla.<br />

—Por favor, déjame explicarte...<br />

—Es que no entiendo qué es tan grave como para que no quieras que esté a tu<br />

lado —dijo ella con la voz ya temblorosa.<br />

—Necesito estar solo, alejarme un tiempo <strong>de</strong> todo... y eso te incluye.<br />

La expresión <strong>de</strong> Amanda reflejó cómo su alma se quebraba poco a poco, sus labios<br />

vibraron en el intento <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir algo, y con gran esfuerzo pudo <strong>de</strong>jar salir:<br />

—¿Eso es todo?<br />

Gonzalo sabía que ella podía respon<strong>de</strong>r algo así, y lo había consi<strong>de</strong>rado un escenario<br />

i<strong>de</strong>al para poner punto final a la conversación, sin embargo algo no lo <strong>de</strong>jaba.<br />

—¿Por qué? —insistió ella entre lágrimas.<br />

Él cerró los ojos e imaginó los <strong>de</strong> su hija, Verónica; <strong>de</strong> pronto, pudo sentir como<br />

si escuchara la voz <strong>de</strong> ella diciéndole "hazlo", sin embargo era Amanda:<br />

67


—¡Hazlo... dime que no quieres estar conmigo!<br />

—¡No se trata <strong>de</strong> ti! Y sí, eso es todo y <strong>de</strong>bes respetar mi <strong>de</strong>cisión.<br />

—¿Y con esa frialdad quieres que me trague que no se trata <strong>de</strong> mí, que no <strong>de</strong>jaste<br />

<strong>de</strong> quererme?<br />

—Sigo queriéndote, Amanda. Entién<strong>de</strong>me, por favor.<br />

—No, no te entiendo —dijo ella—, pero si es así como dices, lo respetaré. Lo haré<br />

porque estás cometiendo un error, y estás en todo tu <strong>de</strong>recho a ser un imbécil.<br />

—Amanda, no...<br />

—¡Cállate, hueón'! ¿Has pensado en nuestra relación? Era perfecta, al menos para<br />

mí. Disfruté tu compañía cada segundo, aprendí mucho <strong>de</strong> ti, crecimos juntos hasta<br />

hacernos invencibles para el mundo, ¿y ahora te vas?<br />

Gonzalo también había consi<strong>de</strong>rado que ella le podía enrostrar la calidad <strong>de</strong> la<br />

relación, pero no pensó que dolería tanto.<br />

—Debo hacerlo. Yo también creo que nuestra relación era perfecta, también la<br />

disfruté cada segundo, pero <strong>de</strong>bes enten...<br />

—Métete tus palabras <strong>de</strong> buena crianza por la raja, hueón'. No me pidas que entienda<br />

esto porque es absurdo. Pero quédate tranquilo, no te voy a pedir que te que<strong>de</strong>s,<br />

porque si <strong>de</strong>bo pedírtelo ya no vale la pena.<br />

Gonzalo nunca la había visto tan indignada. A pesar <strong>de</strong> que el vocabulario <strong>de</strong> ella<br />

siempre había sido tosco, la sombría expresión que adoptó <strong>de</strong> un segundo a otro era<br />

algo nuevo para él, y solo pudo enfrentarla con silencio.<br />

—Me voy.<br />

—Amanda, entiendo que estés así, pero créeme, sé por qué lo hago.<br />

—¿Lo sabes? Yo creo que es un capricho y que no tienes la más puta i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l<br />

error que estás cometiendo.<br />

—Tomamos el mismo bus, voy contigo.<br />

—No, iré a otro lugar. No quiero irme contigo.<br />

—Amanda...<br />

<strong>El</strong>la tomó su vaso <strong>de</strong> café y se fue.<br />

Gonzalo se quedó ahí, viéndola alejarse. Siempre había creído que no sería capaz<br />

<strong>de</strong> romperle el corazón, pero lo hizo. Una sensación horrible se apo<strong>de</strong>raba <strong>de</strong> sí: la<br />

68


adrenalina lo tenía rígido, y por <strong>de</strong>ntro sentía cómo su corazón se aceleraba, golpeando<br />

cada vez más fuerte en el intento <strong>de</strong> abrirle el pecho y salir tras ella.<br />

Sin embargo, hizo lo correcto. Al menos eso parecía.<br />

Debía comprobarlo.<br />

3<br />

Gonzalo no se movió <strong>de</strong> don<strong>de</strong> estaba por cerca <strong>de</strong> treinta minutos, tiempo que<br />

ocupó <strong>de</strong>sahogándose y procesando lo que se venía. Luego, fue en dirección a tomar el<br />

bus.<br />

Ansioso, esperaba llegar a casa lo antes posible para comprobar que todo había<br />

salido bien, pero no se aguantó y <strong>de</strong>cidió escuchar la canción en el bus. Una vez lo tomó,<br />

buscó rápido un asiento, comenzó el ritual que solía realizar en su cama y, sin<br />

consi<strong>de</strong>rar nada, se indujo el sueño lúcido.<br />

Al llegar al mundo <strong>de</strong> sus sueños, vio el hermoso campo vacío, anunciándole que<br />

todo el dolor que estaba sintiendo valía la pena. Eso le dio un respiro, pero <strong>de</strong> pronto<br />

<strong>una</strong> luz magenta comenzó a crecer <strong>de</strong>lante. ‹‹¡Mierda, no!››, gritó.<br />

Frente a Gonzalo, apareció Verónica. Su cara se encontraba <strong>de</strong>teriorada y se veía<br />

muy cansada. Él corrió hacia ella y la tomó <strong>de</strong> los hombros.<br />

—¡¿Qué pasó?! ¡¿Por qué sigues aquí?! ¡¿No funcionó?!<br />

—Funcionó, papá. Lo hiciste bien —dijo ella con <strong>una</strong> voz muy suave.<br />

Él sostuvo la mirada en sus ojos, <strong>de</strong>sconcertado, esperando alg<strong>una</strong> explicación,<br />

pero otra luz se la llevó, haciéndola <strong>de</strong>saparecer entre sus manos.<br />

Sin enten<strong>de</strong>r nada, Gonzalo se llevo ambas manos a la cabeza. ‹‹<strong>El</strong>la <strong>de</strong>bía <strong>de</strong>saparecer››,<br />

repetía <strong>una</strong> y otra vez. Los segundos se hacían eternos y la canción recién<br />

había comenzado. Su mundo se iba abajo: al parecer todo el esfuerzo fue en vano. <strong>El</strong><br />

confuso golpe lo aturdió y, sin darse cuenta, comenzó a girar, obteniendo <strong>una</strong> vista<br />

panorámica <strong>de</strong>l horizonte, mientras la brisa acariciaba su cara; ahí, en la nada, buscaba<br />

alg<strong>una</strong> explicación. Algo <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> haber pasad...<br />

69


De golpe, salió <strong>de</strong>l sueño. Despertó agitado, un pasajero <strong>de</strong>l bus a su lado lo miraba<br />

asustado. Al <strong>de</strong>spabilar, miró el celular y vio que <strong>una</strong> llamada entrante había interrumpido<br />

la canción. Era Amanda.<br />

—¿Aló?<br />

—Gonzalo, no quiero que me mal interpretes, pero <strong>de</strong>bo preguntarte algo...<br />

—¿Estás embarazada?<br />

—¿Qué?<br />

—Si es que estás embarazada, Amanda. ¿Lo estás?<br />

—Sí, ¿cómo lo supiste? Suenas muy agit...<br />

—¿Y qué es eso que me ibas a preguntar?<br />

—Quiero que sepas que no te estoy pidiendo nada, pero... ¿Estás seguro <strong>de</strong> que<br />

no quieres que vivamos esto juntos?<br />

—¿Dón<strong>de</strong> estás?<br />

—En el Foro.<br />

—Voy para allá.<br />

4<br />

Mientras Gonzalo tomaba un bus <strong>de</strong> vuelta a Concepción, y Amanda, sentada en<br />

las escaleras <strong>de</strong>l Foro, sacaba <strong>de</strong> su mochila un test <strong>de</strong> embarazo —que tenía ahí hacía<br />

unos días— para observar el positivo que le había arrojado y matar la espera con nostalgia;<br />

en el año 2041, Verónica le sonreía a su madre <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la camilla en su lecho <strong>de</strong><br />

muerte. Sin embargo, la Amanda <strong>de</strong> ese futuro no <strong>de</strong>spedía a su hija hundiéndose en<br />

un gran pesar, sino en paz. Frente a la chica se encontraba <strong>una</strong> mujer que había <strong>de</strong>sarrollado<br />

<strong>una</strong> gran fortaleza gracias al amor que le había enseñado el rol <strong>de</strong> madre, duro<br />

y solitario. Una mujer que tenía por mayor motivación la felicidad <strong>de</strong> su hija y que,<br />

cuando supo <strong>de</strong> la enfermedad, <strong>de</strong>dicó su vida a darle un buen vivir antes <strong>de</strong> verla partir.<br />

Y lo había logrado, pudiendo <strong>de</strong>spedirla no sin abundante tristeza en su corazón,<br />

pero sosteniéndose en la tranquilidad <strong>de</strong> haber hecho lo mejor que pudo. Y en la entrega,<br />

la paz.<br />

70


Por supuesto que quiero que vivamos esto juntos...<br />

La mujer se le acercó, le tomó ambas manos y se arrodilló a su lado. <strong>El</strong>la, débil, le<br />

prometió que podría superarlo, tal como superó a ese amor <strong>de</strong>l que alg<strong>una</strong> vez le habló.<br />

¿En serio? ¿Te quedarás?<br />

Al escuchar aquella promesa, Amanda besó sus manos y le aseguró que así sería.<br />

También le aseguró que el amor que sentía por ella era único y que la muerte no significaría<br />

nada, porque el recuerdo permanecería hasta el fin <strong>de</strong> sus días. Pasaron unos<br />

segundos, se levantó y la abrazó.<br />

Sí, me quedaré.<br />

De pronto, <strong>una</strong> cegadora luz comenzó a envolver la realidad, borrando el espacio<br />

y el tiempo, y tomando también esa última imagen <strong>de</strong> aquella unión entre madre e<br />

hija.<br />

No quiero que lo hagas si solo se trata <strong>de</strong>l hijo que estoy esperando.<br />

La línea temporal en la que Amanda nunca más supo <strong>de</strong> Gonzalo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la<br />

conversación en el parque estaba <strong>de</strong>sapareciendo.<br />

Lo hago por ti, lo hago por nosotros. Saldremos a<strong>de</strong>lante juntos y tendremos<br />

a esa niña. Tendremos a... Verónica.<br />

Y cuando la realidad <strong>de</strong>sapareció, <strong>una</strong> nueva, don<strong>de</strong> Gonzalo había <strong>de</strong>cidido<br />

quedarse y enfrentar su secreto —su maravilla— junto con ella, tomó su lugar. En esa<br />

71


nueva realidad, Amanda y Verónica también estaban juntas, pero la joven se encontraba<br />

sana y su madre feliz.<br />

¿Niña? ¿Cómo sabes que es <strong>una</strong> niña?<br />

A<strong>de</strong>más, ya no se encontraban en el hospital, sino en el cementerio, abrazadas,<br />

observando la tumba <strong>de</strong> Gonzalo. Junto al lugar don<strong>de</strong> fue sepultado quien fue su mejor<br />

amigo, Esteban, <strong>de</strong>scansaba él en paz. Había evitado que su hija enfermara, impidiendo<br />

que pudiese escuchar aquella canción y, a<strong>de</strong>más, había advertido a la comunidad<br />

científica <strong>de</strong> la extraña particularidad en su ADN, protegiendo a muchos otros que<br />

la compartían. A pesar <strong>de</strong> su aporte, no fue recordado como un héroe; sin embargo,<br />

Verónica escuchó más <strong>de</strong> <strong>una</strong> vez a Amanda hablar <strong>de</strong> quien fue el amor <strong>de</strong> su vida —y<br />

el padre <strong>de</strong> ella—, afirmando que fue un gran hombre que había tomado <strong>una</strong> sabía<br />

<strong>de</strong>cisión. Y era cierto. Aunque nadie pudo saberlo, esa <strong>de</strong>cisión había resultado ser la<br />

<strong>correcta</strong>.<br />

No tienes puta i<strong>de</strong>a.<br />

Fin<br />

72

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!