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AUTOR: SEBASTIAN ANGEL MORA<br />
RA<strong>MI</strong>REZ
¡<strong>QUÉ</strong> <strong>TAL</strong> <strong>VISITA</strong><br />
A <strong>MI</strong> <strong>TIERRA</strong>!<br />
Mientras íbamos con el profesor y amigos constatando lo que los<br />
pobladores de Batangrande nos habían dicho en una entrevista, acerca<br />
del Santuario Histórico Bosque de Pómac, ubicado en el distrito de Pítipo,<br />
tierra del exquisito cabrito, el faique, sapote y extenso algarrobal, nos<br />
detuvimos en el árbol milenario, encantados de sus viejas ramas y el<br />
poder que tiene esta planta.
Cuentan que tan solo con abrazarla nos da fuerza, paz, te libera de miedos y<br />
te desestreza de problemas absorbidos en la familia. Entonces, no esperé más<br />
tiempo y me lancé lleno de confianza abrazando sus ramas. Inmediatamente<br />
sentí una tranquilidad que jamás había sentido, no quise desprenderme de<br />
ella, porque dentro de su tallo escuché una melodiosa voz que decía: “Eres<br />
un guerrero Sicán”, “Serás grande, inteligente, poderoso y capaz realizar<br />
grandes descubrimientos, la gente te querrá y tú los ayudarás”. Cerré mis<br />
chinos ojos y suspiré profundamente inhalando la fragancia del manto verde.
Seguidamente divisé un conjunto de guerreros que cargaban a un hombre en<br />
andas como a un santo, me acerqué más para saber quién era, pues era: “El<br />
gran señor de Sicán”, que lucía una ropa brillante y pesada, porque llevaba<br />
oro, además cargaba orejeras, brazaletes, collares, un cetro, un vaso y una<br />
máscara de oro y plata. Pensaba que esto era un sueño, por eso empecé a<br />
pellizcar mi pequeño cuerpo para saber si lo que estaba viendo era realidad o<br />
no. De pronto alguien tocó mi espalda con una gruesa mano, pero no tuve<br />
miedo, voltié y miré a un hombre fortachón, descalzo y patón, de pelo largo,
grueso y negro, vestido con un solo traje de color medio marrón y dorado,<br />
que me dijo: “El gran señor te está esperando”. Yo, lleno de valentía, lo<br />
seguí y mientras lo perseguía todo estaba silencioso,<br />
de repente iba<br />
apareciendo el sonido de tambores, maracas, y cantos. Llegando de esta<br />
manera a una parte alta del Bosque, donde se le rendía pleitesía al gran<br />
señor de Sicán. Por un momento pensé que estas alabanzas estaban<br />
dirigidas para el gran jefe, pero no fue así, el rey de oro Sicán me<br />
esperaba gustosamente con todo su pueblo.
Cuando lo vi, quedé sorprendido y me dijo: “Oh gran niño Sicán, felicito tu<br />
valentía y amor a tu tierra, haz venido a saber de nosotros, pues te digo: que<br />
estás pisando tierra sagrada, tierra Sicán, tierra fértil y de grandes hombres,<br />
conocerás nuestra humilde tierra, porque estamos seguros que junto a tu<br />
director, maestros, amigos, amigas y familia solisiana, difundirás nuestra cultura,<br />
para que nunca muera en los pensamientos de los ferreñafanos y el mundo<br />
entero. Ámala y defiéndela”. No me quedé atrás, le hice una reverencia y le<br />
respondí: “Gran señor de Sicán, estoy aquí porque AMO a esta tierra y prometo<br />
difundir nuestra cultura”.
El jefe de esta tierra, el pueblo y Yo<br />
brindamos en potos y cojuditos la sabrosa<br />
chicha sacada de grandes y limpios mulos.<br />
Después de beberla sentí que mis músculos se<br />
fortalecieron y mi paladar quedó encantado,<br />
entonces pedí otro poto de chicha pero el<br />
jefe me dijo: “Basta por hoy”.<br />
Mientras mis amigos sicanes danzaban, en plena ceremonia aproveché en<br />
preguntar al gran señor: ¿Quién prepara esta apetitosa bebida y cuál es su<br />
secreto para que sea tan exquisita? - me miró fijamente y respondió: “Esta
chicha es cocinada por la jefa de la familia Chafloque Macalopú y el secreto<br />
está en el puro maíz y la esencia de las algarrobas que cosechamos”.<br />
Cuando el homenaje terminó, todos agradecieron a su dios: “La Luna”,<br />
prometieron hacer producir la tierra y obrar con amor. Sin embargo Yo le dije a<br />
mi Dios que “bendiciera a esta tierra y a sus habitantes”.<br />
En varios días, junto al señor de Sicán, quien iba en andas y Yo a pie, porque<br />
quería mantenerme con salud, hicimos un recorrido por el Majestuoso histórico<br />
bosque, que tenía aproximadamente ocho mil quinientas hectáreas hectáreas<br />
de extensión, era un lugar seco, de clima caluroso. Cuando llegamos al árbol
milenario que es el símbolo de los algarrobos del Perú, Sicán me dio a beber<br />
otra vez chicha con algarrobina, con el fin de continuar nuestro recorrido<br />
rumbo al Mirador ubicado en el cerro Las Salinas, donde pude apreciar el<br />
extenso algarrobal que forma un manto verde. Desde esta altura pude<br />
observar el río La Leche, su posada y las treinta y cuatro pirámides, cada una<br />
con una historia que contar.<br />
Asimismo, pude contemplar la hermosa<br />
flora, como: faique, algarrobo, palo<br />
verde, angolo, sapote, cuncuno,
vichayo, chaquiro, gigantón y el rabo de<br />
zorro, etc.<br />
En cuanto a la fauna, habían:<br />
huerequeques, loros cabeza roja, chilalos,<br />
urracas, cotarramas, iguanas, pacasos,<br />
boas, macanches, coralillos, el oso
hormiguero, el gato montés, el hurón y la<br />
ardilla nuca blanca, etc<br />
Tuve la dicha de ver llegar a este manto verde, a la pava aliblanca, al oso<br />
con anteojos, al chiclón, y otros animales, porque se habían enamorado de<br />
esta hermosa tierra. En pleno bosque de Pómac paseaban tranquilamente,<br />
nadie los fastidiaba, porque no habían cazadores, todo era paz y amor. Los<br />
animales eran felices en este hogar que los cobijaba.
De pronto escuché el melodioso chillido de un pájaro, llamado Parlanchín, éste<br />
avisaba a los sicanes que iban a tener visitas. Pasaban uno o dos días y esto se<br />
hacía realidad. Al señor de Sicán lo visitaban buenos amigos para obsequiarle<br />
alimentos y felicitarlo por su honradez con su pueblo.<br />
Quedé maravillado de su arquitectura, es decir de las treinta y cuatro<br />
pirámides hechas de adobe y de madera de algarrobo.<br />
En cada adobe estaba grabado el nombre de quien había hecho estos<br />
adobes y en otros, el nombre de la persona que había mandado a construir la<br />
pirámide o huaca.
Algunas paredes de estas pirámides tenían dibujos de pesca, otras de las<br />
labores que realizaban, sus costumbres, etc.<br />
El interior de algunas<br />
pirámides tenía<br />
tumbas de entierros, otras de adoración a<br />
su dios, de sectores de cocina y<br />
almacenes. En todas existía<br />
limpieza,<br />
orden y sobre todo paz. Por un momento<br />
pensé que estaba en el cielo.
señor de Sicán me mostró los grandes<br />
hornos, donde se cocinaban<br />
los huacos<br />
(cerámica) y se fundía el oro, para sacar<br />
joyas preciosas que lucía Él y los<br />
pobladores adinerados, (eran buenos en la<br />
metalurgia). Varios sicanes se pasaban dos<br />
ó tres horas soplando por turnos todos al
mismo tiempo, tubos de caña para que el<br />
horno pudiera trabajar.<br />
De ningún modo olvidaré la unidad de esta gran familia, todos se respetaban,<br />
se ayudaban mutuamente y cada vez que talaban un algarrobo para construir<br />
sus casas, sembraban otro.
Además, en los terrenos de cultivo sembraron pallar, frejoles, maíz, papa, etc.<br />
Estos alimentos eran saludables, no estaban contaminados, ofreciendo<br />
fortaleza y salud.<br />
Al finalizar el recorrido quedé sorprendido de la riqueza de esta gran cultura y<br />
me prometí una vez más, DIFUNDIRLA para que llegue a los oídos y<br />
pensamientos de todo el mundo. Fue entonces cuando aconsejé a este terco<br />
jefe, que caminara para hacer trabajar sus huesos y músculos, y no sufrir de
futuras enfermedades. Sin embargo Él manifestó que un Rey tenía que ser<br />
trasladado en andas y a decir verdad ya se había acostumbrado.<br />
Como nunca quedaba con la duda, esta vez pregunté a un pie grande y pelo<br />
grueso Sicán: ¿Quién prepara el exquisito cabrito? - me respondió: la señora<br />
Inga, y estamos seguros que una mujer de su descendencia será su sucesora,<br />
para que la tradición no se pierda.<br />
Cuando todo iba bien, hubo una gran sequía que dejó medios hambrientos a<br />
esta gran familia. Pues gracias a su sabiduría, pudieron guardar en los
eservorios agua para sobrevivir, y sembraron plantas resistentes a este<br />
elemento líquido. Por supuesto que los algarrobos resistieron, porque sus raíces<br />
tienen quince metros de profundidad.<br />
Cuando despertó la aurora, se escuchó unos llantos en todo el bosque y en las<br />
pirámides. Pregunté a los habitantes ¿qué está pasando? ellos llenos de tristeza<br />
me abrazaron y entre<br />
gemidos, dijeron: “HA MUERTO EL GRAN SEÑOR DE<br />
SICÁN”. Escuché decir que había muerto de osteoporosis. No pude creerlo, en<br />
ese momento me arrodillé y pedí a mi Dios que bendiciera su alma y le tuviera
en cuenta el amor que le dedicó a sus grandes obras que había hecho en bien<br />
del prójimo.<br />
El bosque se vistió de luto, hasta los<br />
animales se reunieron para darle el<br />
último adiós a su jefe. Fue increíble ver<br />
llorar tanto a los perros viringos, pues<br />
ellos fueron los más engreídos por su<br />
patrón.
El entierro fue una locura, fue sepultado con mujeres, soldados, animales y un<br />
niño o adolescente que se ofrecieron acompañar al poderoso Sicán. Ellos<br />
pensaban que su jefe iba a tener el mismo poderío en la otra vida, por eso,<br />
también<br />
colocaron en su tumba oro, ropa, huacos, objetos, comidas,<br />
bebidas, etc.
El imperio se fue debilitando sin su jefe, pero Yo mantenía mi promesa de<br />
DIFUNDIR ESTA HERMOSA CULTURA.<br />
Una noche<br />
brillante, en la casa de la luna, se volvió a escuchar voces<br />
desesperadas. Corrí a ver qué sucedía y pude ver como se incendiaban los<br />
templos y la gente se quemaba.<br />
Posiblemente este incendio y la sequía fueron las posibles caídas de este<br />
importante imperio.
Pude rescatar de las llamas a muchos niños y niñas, y de tanto ayudar, la<br />
humareda me estaba asfixiando. Desesperado corrí por el bosque de Pómac,<br />
hasta subir al cerro Mirador, y desde arriba imploré a Dios nos librara, fue aquí<br />
donde desperté de este inolvidable sueño.<br />
Cuando abrí mis ojos, me di cuenta que mis amigos y profesor seguían<br />
anotando en sus libretas de campo, las maravillas del Santuario Histórico<br />
Bosque de Pómac. Me acerqué a ellos, empecé a narrar lo sucedido y todo<br />
coincidía con las investigaciones que estaban realizando. El profesor me felicitó
y dijo: “Joaquín, eres un gran investigador”. Miré el árbol milenario y le guiñé mi<br />
ojo.<br />
Una vez terminado el trabajo de campo, todo el equipo de investigación subió<br />
al cerro Mirador, para observar el manto verde y gritar a una sola voz: ¡Sicán al<br />
poderrrrr!.
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