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Revista. Que Ves, VII

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C o l e c t i v o<br />

NÚMERO DOS<br />

Junio / 2018<br />

ꝉ<br />

¿A EOS CHAPUCEROS?<br />

ꝉ<br />

¿CREYEN ES<br />

SAN URRONES?<br />

(Hablando de Dios)<br />

[ 1 ]


[ 2 ]


[ 3 ]


CONTENIDO<br />

Presentación 6<br />

Noé Epifanio Julián<br />

Hesíodo: Los dioses y la lucha contra el Caos 8<br />

Jairo Vladimir Sandoval Mota<br />

Luc Ferry: La salvación del hombre sin Dios 19<br />

Fidel Mora Rodríguez<br />

Diógenes de Sinope: Los dioses 28<br />

Marlene Salgado Gutiérrez<br />

San Atanasio y Heráclito: Hacia una ontología conciliadora 37<br />

Ximena Torrescano Lecuona<br />

Blaise Pascal: La máquina de buscar a Dios 48<br />

José Carlos Sanabria Escutia<br />

Francis Bacon: Teocracia y tecnocracia 57<br />

Joel Ochoa Pérez<br />

Agustín García Calvo: El Dinero y las dificultades de ser ateo 65<br />

Carlos Rodrigo Vázquez Valdés<br />

La poética del nombrar a Dios 78<br />

José Alam Lagunas Talavera<br />

Tyler Blanski: Cuando los burros hablan y los hombres escuchan 91<br />

Ivón Francés Segundo<br />

Karl Marx: La religión es el opio del pueblo 99<br />

Alfredo Josué Galeana Salguero<br />

Ludwig Feuerbach: Teología y antropología 113<br />

Rolando Mendieta Gutiérrez<br />

Michel Onfray: Enseñar el hecho ateo 123<br />

Rafael Vilchis Ramírez<br />

[ 4 ]


[ 5 ]


PRESENTACIÓN<br />

Habiendo publicado (en este medio que no acaba de definirse, pues no<br />

se sabe todavía si es panfletario o revistilla, ya que le falta mucho de lo<br />

uno y de lo otro, y por eso se presenta como colectivo) una serie de<br />

textos surgidos de entre las reuniones que hacíamos cuatro horas por<br />

semana, para discutir problemas en torno al funcionamiento del mundo,<br />

no era tan seguro que saliera prontamente otro número, sobre todo<br />

porque la temática giró en una dirección distinta y los participantes, salvo<br />

algunas excepciones, también cambiaron, como, sin duda, lo seguirán<br />

haciendo, si esta publicación persiste. Entre tanto, he aquí una entrega<br />

más del Colectivo ¿Qué ves?<br />

Ciertamente, se ha abandonado por un rato aquél prístino<br />

anonimato. Era necesario de alguna manera, porque, aunque sin<br />

planearlo mucho, terminamos organizando un coloquio titulado<br />

¿Ateos chapuceros?<br />

¿Creyentes santurrones?<br />

(Hablando de Dios),<br />

en el que cada uno de los participantes, como no podía ser de otro modo,<br />

presentó una ponencia respaldada por su nombre propio y, como<br />

ninguno tiene otro, pues se vieron en la necesidad de hacer uso del que<br />

les pertenece para firmar sus intervenciones.<br />

Así el asunto, aquí se reúnen las ponencias presentadas durante el<br />

mentado coloquio. De sobra está decir que cada una conserva la gracia y<br />

espontaneidad propia de toda ponencia, es decir, esa vivacidad que<br />

antecede al carácter serio, un tanto mortecino y solemne, que arrostra<br />

cada texto tras su reelaboración para convertirse en un artículo<br />

especializado. Evidentemente, todos estos textos, mediante el empeño<br />

de sus autores, podrían transformarse en pulidos artículos. Pero eso será<br />

decisión suya. Aquí, por lo pronto, no podemos menos que agradecerle<br />

[ 6 ]


a cada uno su contribución al esclarecimiento para tratar el problema de<br />

Dios.<br />

Ahora bien, respecto a este asunto, siempre sobrará aquel lector<br />

molesto que eche en falta algún texto sobre la muerte de Dios<br />

(recordando a Dostoievski o a Nietzsche) o sobre la sentencia de que sólo<br />

un Dios podría salvarnos (a propósito de Heidegger) o, contrariamente,<br />

que ningún Dios podrá salvarnos (como diría Sloterdijk), etcétera. Pero a<br />

ese lector molesto sólo podemos recordarle que, como decía Epicuro<br />

(otro autor ausente), su molestia surge del hecho de despreciar lo que<br />

hay anhelando lo que falta. Y que no hay mayor mérito para el<br />

descubridor de las faltas que apresurarse a saldarlas por cuenta propia.<br />

Hechas tales advertencias, no queda más que agradecer tu<br />

curiosidad, estimado lector, al posar tus ojos sobre estas letras y<br />

desearte que te sea grata (o ingrata) la lectura de los siguientes textos.<br />

Noé Epifanio Julián<br />

[ 7 ]


HESÍODO: LOS DIOSES Y LA LUCHA CONTRA EL CAOS<br />

Jairo Vladimir Sandoval Mota<br />

Pues la Naturaleza, ella misma, más antigua<br />

que los tiempos, está por encima<br />

de los dioses del Oriente y del Occidente<br />

y se alza ahora con estrépito de armas<br />

y desde lo alto del Éter a lo hondo del abismo,<br />

según leyes estables nacidas del sagrado Caos<br />

desde siempre, siente surgir de nuevo<br />

una exaltación que da vida a todo lo existente.<br />

(Como en un día de fiesta, Hölderlin)<br />

Dos son los pilares de la cultura de occidente que la tradición suele<br />

reconocer: por una parte, Homero, y, por otra, Hesíodo, de cuyos<br />

poemas se extrajo, ya desde antiguo, toda la savia de las artes y los<br />

conocimientos que de a poco irían nutriendo la fértil planta occidental.<br />

Pero mientras que en Homero tenemos a un poeta que canta las hazañas<br />

de héroes en tiempos antiquísimos, valiéndose para ello de una sarta de<br />

mitos apenas anunciados o sugeridos, en Hesíodo tenemos por primera<br />

vez una poesía que expone de manera explícita y sistemática tales mitos,<br />

aquellos que se encontraban en la oralidad de los pueblos griegos y que<br />

en sus inicios se confundían o se complementaban también a partir de<br />

mitos asiáticos. En los poemas hesíodicos, que siguen la métrica de la<br />

poesía épica, encontramos, pues, la primera exposición sistemática de<br />

los mitos que serían el fundamento del pensamiento griego, lo que a la<br />

vez constituye el primer testimonio literario (o al menos el más antiguo)<br />

del cual se tiene noticia. Hesíodo fue un campesino, hijo de un<br />

comerciante, vivió en Ascra, aldea de Beocia (cercana a Tebas), durante<br />

la segunda mitad del siglo <strong>VII</strong> a.C.; se cuenta que se inició en la poesía<br />

gracias a las Musas, mientras apacentaba su ganado en las faldas del<br />

monte Helicón. Escribió varias obras, las cuales presentaba en los<br />

diversos certámenes de poetas que se celebraban en la antigüedad,<br />

entre las cuales se han conservado hasta nuestros días La teogonía,<br />

Trabajos y días, el Escudo, así como fragmentos varios de obras menores;<br />

pero siendo, sin dudas, sus obras más importantes las dos primeras<br />

mencionadas, entre las cuales existe una continuidad narrativa en donde<br />

[ 8 ]


se transita de un lenguaje mítico a uno más político y con finalidad<br />

didascálica. En La Teogonía, poema escrito hacia el último cuarto del<br />

siglo <strong>VII</strong> a.C., que a continuación revisaremos, se narra la génesis del<br />

mundo (que es a la vez una cosmogonía que una teogonía), así como su<br />

gradual estructuración, desde un estado de caos hasta llegar a la<br />

implantación de un cosmos, es decir, de un mundo ordenado y presidido<br />

por el “padre de hombres y dioses”, Zeus; para tal efecto, la narración se<br />

desenvuelve por medio del trazado de algunos mitos, himnos a<br />

divinidades particulares, y sobre todo, catálogos de dioses y diosas, que,<br />

a través de las genealogías elaboran la imagen de las potencias naturales<br />

del universo. Lo que nos interesa es lo que se encuentra en el fondo<br />

mismo de tales genealogías, es decir, lo que, revestido de lenguaje<br />

mítico, se nos manifiesta.<br />

“En primer lugar existió el Caos”. De esta manera comienza el poeta<br />

a cantar la configuración primordial del mundo, dando cuenta de lo<br />

primerísimo en el orden del tiempo, aquello que paradójicamente<br />

supondría toda antelación a un tiempo medido. Las primeras divinidades<br />

en existir son las in-engendradas, o al menos aquellas de las cuales no<br />

puede decirse de dónde han venido a ser, divinidades que no tienen<br />

filiación y sin embargo están íntimamente ligadas por coexistir<br />

primeramente con antelación a todo nacimiento, el misterio es su rostro,<br />

y sin embargo de ellas tenemos sus nombres: lo primero el Caos, ese<br />

Espacio Vacío 1 , abismo indiferenciado, carente de lugar, carente de<br />

tiempo; después Gea, lo primero que expresa ya cierta definición –<br />

aunque bastante rudimentaria— y al menos señala el advenimiento de<br />

las dimensiones de tiempo y espacio, así como la postrera generación de<br />

los demás dioses; en el fondo de Gea se encuentra Tártaro, “el<br />

tenebroso”, abismo que a diferencia de Caos ya está localizado en un<br />

punto específico, las profundidades de Gea, pero allí sólo reinarán las<br />

tinieblas, la más espantosa oscuridad que hará que los dioses mismos<br />

1<br />

La traducción más acertada de Khaos es, efectivamente, “Espacio Vacío”, ya que<br />

etimológicamente la palabra designaría una “hendidura” o una “hondonada”;<br />

derivaría, asimismo, de un verbo que alude a una apertura, tal como en un bostezo,<br />

una herida, o una cueva. Lo común en estas imágenes es que refieren un espacio<br />

que mantiene en sus contornos cierto vacío que puede ser habitado.<br />

[ 9 ]


conciban un suplicio estar en ese lugar, que por todo ello no deja de ser<br />

“infernal”; y por último Eros, esa fuerza primordial que arrebatará los<br />

corazones de mortales e inmortales, irresistible divinidad que es esencial<br />

para ese movimiento que implica el nacimiento de todo, pues esta<br />

divinidad “encarna” el amor, pero ese amor fuera de toda medida, amor<br />

que alienta la unión de los opuestos y diferentes de cuyo encuentro<br />

nacerán nuevos seres, nueva vida.<br />

A estas divinidades primarias, las in-engendradas, se sumarán otras<br />

que también pertenecerán a esa primera generación de dioses de los<br />

cuales nacerán las sucesivas generaciones. Estas otras divinidades, a<br />

diferencia de las cuatro primordiales, sí han sido generadas a partir de<br />

los dioses primeros, pero sin que medie ninguna unión de diferentes, es<br />

como si por la fuerza de Eros se hubiese activado la potencia creadora de<br />

estos dioses primordiales, pariendo de esta manera a los demás. De Caos<br />

nacen Érebo, que se corresponde a las tinieblas infernales, así como la<br />

Noche (Nyx), y de entre ambos, Noche y Érebo, nacen el Éter, esto es el<br />

firmamento o las luces estrelladas, y el Día. A su vez Gea da a luz a las<br />

Montañas, en las cuales habitarán las Ninfas; también a Ponto, la<br />

inmensidad del mar agitado; y a uno de los dioses más importantes de<br />

entre todos: Urano, la inmensidad del cielo. Urano nace y crece de tal<br />

forma que cubre por todas partes a Gea, cada rincón de ésta se<br />

corresponde a un pliego de aquel, pero no es esto lo sorprendente, la<br />

inmensidad de Urano –equivalente a la de Gea— se extiende<br />

literalmente sobre ésta, no sólo la cubre, sino que la abarca, está sobre<br />

de ella como un ropaje, o mejor aún, una segunda piel. El impulso<br />

amoroso que alienta a la progenie, Eros, produce en Urano un<br />

desmedido instinto vital que lo lleva a abalanzarse en abrazo fecundo<br />

una y otra vez sobre Gea, de esta unión varios hijos se formaron, pero<br />

siempre que estaban a punto de nacer, Urano los mantenía presos en el<br />

seno de Gea para que no pudieran existir plenamente. Esto le ganó a<br />

Urano el rencor de sus hijos. De esta unión entre Gea y Urano nacerá la<br />

segunda generación de dioses, los que por vez primera pueden preciarse<br />

de haber sido engendrados por un padre y una madre, y los dioses de<br />

esta segunda generación se conocerán de manera genérica como los<br />

uránidas (que quiere decir literalmente “hijos de Urano”).<br />

[ 10 ]


Los uránidas nacerán en tres “series”, primero están los llamados<br />

Titanes y sus hermanas las Titánides, que en total forman doce<br />

hermanos. Las Titánides llevarán los nombres de Tea, Rea, Temis,<br />

Mnemósine, Febe y Tetis. Los seis Titanes serán llamados Océano, Ceo,<br />

Crío, Hiperión, Jápeto y Cronos, el más terrible de todos por cuanto su<br />

odio al padre le hace crecer en rencor y a la postre, en poderío. En<br />

segundo lugar, están los Cíclopes, que son llamados así por poseer un<br />

solo ojo en medio de la frente; son tres divinidades terribles y poderosas,<br />

cuya fuerza es desastrosa, a cada uno de ellos le corresponde el manejo<br />

de un poder particular; tenemos a Brontes (trueno), Estéropes<br />

(relámpago) y Arges (rayo). En tercer lugar, Gea y Urano dan nacimiento<br />

a unos seres horripilantes, aún más poderosos y violentos que las dos<br />

series anteriores, se trata de seres monstruosos de cien brazos, por lo<br />

cual serán referidos como los Hecatónquiros (que justamente significa<br />

“cien-brazos”); estas divinidades monstruosas también serán tres: Coto,<br />

Briareo y Giges. Pero cuando “el de mente retorcida”, Cronos, ve la<br />

posibilidad de descargar su odio hacia su padre auxiliado por los consejos<br />

de la madre, Gea, todos los uránidas emergen de la Tierra, ven la luz por<br />

primera vez, pues Urano, a quien Cronos le ha cercenado el miembro<br />

viril, se ha despegado de Gea, abriendo las puertas de esa prisión forzosa<br />

en la que se hallaban los uránidas y a la que los condenaba el padre por<br />

un divertimento y un temor atroces. De la sangre que mana de Urano en<br />

contacto con Gea nacerán tres grupos más de divinidades: las Erinias,<br />

diosas de la venganza (paterna o filial); las Melias que son un grupo de<br />

ninfas; y los Gigantes, que son seres guerreros. Por otra parte, del<br />

miembro de Urano que ha caído sobre el Ponto empieza a formarse una<br />

nueva divinidad a partir de la espuma producida. Se trata de Afrodita,<br />

una joven doncella que será la divinidad más bella de todas y que poco<br />

tiene que ver con los otros dioses que hasta ese momento habían<br />

aparecido, pues no posee una fuerza descomunal ni una violencia<br />

terrible como los Titanes, ni como los Cíclopes o los Hecatónquiros;<br />

tampoco anida la venganza en su corazón tal como las Erinias o como el<br />

espíritu guerrero de los Gigantes; por el contrario, Afrodita posee los<br />

encantos propios del arrebato pasional, y es por esto que es la diosa de<br />

la belleza y del amor.<br />

[ 11 ]


Tras la castración de Urano el hijo vengativo ha tomado el lugar del<br />

padre, Cronos se instaura ahora como amo del universo, pero se trata de<br />

un mundo convulso pues sigue el mismo principio que su injusto padre,<br />

pero acaso con mayor crueldad. El uránida se traga enteros a sus hijos<br />

cada vez que uno nace, pues su imperio veríase amenazado con la<br />

llegada de uno de ellos, es así que por otro tiempo mantiene la<br />

supremacía sobre los demás dioses. Pero Gea, sabia madre, conoce que<br />

pronto habrá de venir aquel que destrone a Cronos, y es así que decide<br />

ayudar a la esposa de éste para que pueda ver la luz aquel que derrocará<br />

al padre. Con Rea, Cronos tiene seis hijos: Histia, Deméter, Hera, Posidón,<br />

Hades y Zeus. Uno a uno Cronos engulle a sus hijos menos al último, al<br />

cual, bajo los consejos de Gea, oculta astutamente Rea del uránida,<br />

presentándole por hijo una roca envuelta en pañales. Cronos se traga la<br />

roca sin presentir nada. Mientras tanto, Zeus es protegido por Gea en<br />

una cueva del Monte de Ida, donde pronto crecerá y urdirá un plan para<br />

acabar con la injusticia del padre. Nos hallamos aquí ante la tercera<br />

generación de dioses, los que preanuncian la generación de los<br />

Olímpicos. Zeus libera a los Cíclopes, quienes le conceden sus dones en<br />

agradecimiento (el trueno, el rayo y el relámpago), y también a los<br />

Hecatónquiros, con ayuda de los cuales emprenderá la batalla contra el<br />

reino del padre y contra los demás Titanes. Esta es la Titanomaquia,<br />

batalla vigorosa y de consecuencias monumentales, durante la que todo<br />

retiembla bajo el peligro de hundirse en el más profundo de los abismos;<br />

sin embargo, finalmente logra triunfar la causa de Zeus y los Titanes son<br />

condenados a yacer eternamente en el Tártaro, en las profundidades de<br />

Gea. Es entonces que Zeus comienza a hacer el reparto justo del mundo,<br />

de acuerdo a lo que había prometido antes de la gran batalla, y será<br />

entonces que comenzará la cuarta generación de dioses, que serán<br />

bastante diferentes de esas primeras divinidades que existieron, cuando<br />

al principio sólo era el Caos. De Zeus y su unión con diferentes diosas,<br />

nacerán los dioses olímpicos: Hefesto, el dios de los herreros y los<br />

artesanos; Ares, dios de la guerra; Atenea, diosa de las artes y de las<br />

técnicas, de la astucia y la inteligencia; Apolo, el más hermoso de los<br />

dioses, divinidad solar y de la inteligencia, del arco y de la música;<br />

Ártemis, hermana de Apolo, diosa de la caza; Hermes, el mensajero de<br />

[ 12 ]


Zeus, astuto y hábil; y por último Dioniso, quien nació de un muslo de<br />

Zeus y cuya madre fue una mortal, dios del vino y de la fiesta. Con estos<br />

dioses, principalmente, se completa el cuadro del mundo, finaliza la<br />

transición de ese movimiento originario que lo llevó todo del Caos al<br />

cosmos, bajo el reinado de la luz por el padre de todos los dioses, Zeus.<br />

Y aquello que en un principio era Vacío e indefinido, viene a llenarse por<br />

una plétora de divinidades y a definirse como el cosmos más armonioso,<br />

equilibrado y justo.<br />

Mas no es un tránsito mínimo ese que va del Caos al cosmos.<br />

Veámoslo más a fondo. Del Espacio Vacío, indefinición absoluta, surge la<br />

Tierra, divinidad femenina y materna de lo cual devendrá, por herencia,<br />

todo lo demás. Y de la Tierra nació el Cielo, y del Caos, el Érebo, las<br />

tinieblas infernales, así como la Noche, que en unión con Érebo<br />

procreará al Firmamento y al Día. De la Tierra nace lo celeste, lo que sólo<br />

posteriormente aparecerá como una oposición física y metafórica, pero<br />

que originariamente era un producto de la Tierra con el cual ésta se<br />

cubría, como con un manto, hecho a la medida de su inconmensurable<br />

“cuerpo”; eso que muchísimo tiempo después representará el espíritu<br />

(pues a sus alturas se eleva un alma digna que se desprende del cuerpo<br />

terrenal), en realidad surge de lo más sólido y corpóreo, lo que por<br />

antonomasia ha sido designado como su contrario. De igual forma vemos<br />

cómo de Caos surgen el Érebo y la Noche, que comparten ciertas<br />

cualidades de su progenitor, y sin duda se caracterizan por las tinieblas y<br />

por la oscuridad, por la ausencia de visibilidad en su seno, mas, de entre<br />

ambos nacerá lo más luminoso que pueda haber: los luceros que<br />

iluminarán el cielo, el Firmamento, y ante todo ese hijo fundamental de<br />

la Noche, el Día. No es la luz, la claridad, el elemento principal, (y por<br />

tanto habría que ir despejando esos otros atributos con que toda una<br />

tradición la ha considerado: lo elevado, lo bueno, lo correcto, lo<br />

verdadero, etc.), sino que lo es la negra e insondable oscuridad de un<br />

elemento pavoroso, de la divina Noche, de la cual los temerosos se<br />

refugian. Lo uno nace de lo otro, cada dios nace de su contrario, al menos<br />

hasta aquí. Es claro que estas primeras divinidades que han existido son<br />

íntimamente afines a Caos, se le asemejan en un aspecto esencial, y es<br />

que a pesar de estar bien diferenciados unos de otros, ninguno posee<br />

[ 13 ]


una clara definición, la indefinición es su signo más visible, son fuerzas<br />

oscuras, por ejemplo Gea, la Tierra, asociada desde siempre con lo<br />

femenino, lo profundo, lo cambiante y oscuro, y en su seno lleva los<br />

abismos tenebrosos del Tártaro; aún Urano pertenece a la misma<br />

oscuridad de Gea y con mayor razón, pues pegado a ella como una<br />

segunda piel no se ha diferenciado del todo, no puede decirse dónde<br />

empieza y donde termina su ser; y aún el Día, que nunca prevalece sino<br />

que siempre ve sus dominios arrebatados por su madre la Noche, quien<br />

lleva la supremacía y quien gobierna más tiempo en el alto cielo. Todos<br />

estos dioses son afines al Caos, a lo aún no ordenado y lo indiferenciado,<br />

y con mayor razón, a la falta de armonía y a la injusticia (términos que,<br />

por lo demás, sólo podemos mentar con sentido tras la realización del<br />

cosmos). El desorden y la injusticia harán su principal aparición junto con<br />

el Cielo, que impide el nacimiento efectivo de todos los hijos que le hace<br />

a la Tierra manteniéndolos prisioneros en el Tártaro, y, cosa curiosa, de<br />

esta fecundación del injusto nacerán hijos de desorden y destrucción,<br />

monstruosos hijos que prefigurarán el inicio del tiempo y de la guerra de<br />

los dioses: los Titanes, los Cíclopes y los Hecatónquiros. Cronos, el<br />

despiadado Titán que castra a su padre Urano sigue siendo el símbolo del<br />

desorden y la injusticia imperantes, pues demuestra que sólo a partir de<br />

una doble injusticia puede establecer su dominio sobre todo lo existente,<br />

y de esta castración las consecuencias son múltiples. En un primer lugar<br />

lo más inmediato, la liberación de las fuerzas destructivas que yacen en<br />

el fondo de la Tierra, hermanos de Cronos, por lo que el mundo existente<br />

se verá tambalear por estos seres conflictivos que no tienen ninguna<br />

determinación, ningún límite en su voluntad expansiva, así signifique<br />

esto su vida a cambio de la de otros. En segundo lugar, la separación<br />

dolorosa –cual desgarramiento carnal—del Cielo, que se eleva a las<br />

alturas y no vuelve a tenderse sobre su amada Tierra, generando así por<br />

vez primera el espacio (ese espacio que entre Tierra y Cielo será el<br />

escenario donde se desarrollará la obra de la vida) y el tiempo, pues al<br />

conocer la luz sus hijos, comenzarán las sucesivas generaciones de<br />

dioses, y toda generación conlleva una genealogía, y la genealogía<br />

supone el devenir de la historia. En tercer lugar, Cronos asume el trono<br />

de su padre, se goza en sus aposentos tras haber derrotado al ancestro<br />

[ 14 ]


y liberado las fuerzas salvajes que pondrán en marcha la rueda del<br />

tiempo, y esto trae como consecuencia un último punto: si Cronos puede<br />

mantenerse en el poder es únicamente a base de cometer una injusticia<br />

tal como la del padre al cual aborreció, y así, Cronos instaurará su imperio<br />

bajo el signo del “devora-hijos”. Claro que en este punto los dioses son<br />

cada vez más definidos y dotados de mayor “personalidad”, pero<br />

también el mundo va adquiriendo mayor forma, sobre todo con el<br />

nacimiento del tiempo y del espacio. Pero tiempo y espacio son señales<br />

de un decurso histórico marcado por el movimiento, y el movimiento,<br />

fundamento de la vida, implica también desequilibrio, y ambos,<br />

movimiento y desequilibrio confieren la posibilidad del desorden<br />

siempre latente. He aquí uno de los principales problemas que aparece<br />

con el devenir de las generaciones divinas, pues éstas sólo pueden ser<br />

con la consecuencia del desorden y del desequilibrio, lo existente acarrea<br />

el peligro de volver al Caos primordial. La paradoja de la vida es que en<br />

su incesante movimiento a través de una cada vez mayor diferenciación<br />

y delimitación se conduce a lo opuesto, al desequilibrio y la desarmonía,<br />

con lo cual corre el riesgo de agotarse en lo indefinido e indeferenciado.<br />

Por fin llegará el turno de Zeus, hijo de Cronos y Rea, quien liderará<br />

la llamada “Titanomaquia”, guerra al padre y a sus aliados, los Titanes,<br />

con ayuda de las otras fuerzas brutales que, por una injusticia más del<br />

uránida, habían sido enterrados en la prisión del Tártaro. Zeus será el<br />

representante de las fuerzas opuestas a las del padre y el abuelo, lo que<br />

el dios busca, en el fondo, es el establecimiento del orden y de la justicia,<br />

busca que la vida siga su curso interminable, pero domeñando esa<br />

insoportable amenaza de caer nuevamente en el Caos. Por lo tanto, el<br />

cosmos no sólo es logrado a través de la generación de los sucesivos<br />

dioses, no se trata sólo de una teogonía, sino que para que<br />

efectivamente llegue a ser un cosmos, esta teogonía habrá de necesitar<br />

también de una teodicea, una batalla de las fuerzas divinas entre sí,<br />

álgida guerra en la que los dioses del desorden no serán muertos, pero<br />

sí reducidos a unos confines que les imposibilitarán seguir con la<br />

desmesura en el mundo. Uno tendría que preguntarse qué es lo que<br />

diferencia a Zeus de sus antecesores, pues también él pretende derrocar<br />

al padre, y aún éste con mayores recursos, de tal modo que se elabora<br />

[ 15 ]


un ejército de dioses para enfrentar a los Titanes. ¿Cómo puede ser Zeus<br />

entonces el instaurador, garante y representante del orden divino, de la<br />

armonía del mundo, del cosmos? ¿Por qué acaecen el equilibrio y la<br />

justicia en el reino de Zeus? Es de notar, además, que llegados a esta<br />

tercera generación de dioses de la que Zeus forma parte, éstos son<br />

bastante diferentes de los dioses primordiales y aún de los de la<br />

generación anterior: aquí hallamos a unos dioses más humanizados, más<br />

personalizados, esto es, con mayor definición, distantes de esa<br />

indiferenciación que suponía la cercanía a Caos. Estos dioses pertenecen<br />

más al ámbito de la luz que al de las tinieblas, y no obstante su fuerza no<br />

deja de ser descomunal; pero lo importante aquí es que al elemento de<br />

la brutal fuerza (representada por los Cíclopes y los Hecatónquiros) se le<br />

agrega otro elemento que hasta entonces parecía como ausente: la<br />

astucia, la inteligencia, sólo a través de la cual será posible organizar todo<br />

lo que hay configurando el cosmos. La batalla cósmica que mantiene<br />

Zeus y de la cual nacerá el incipiente cosmos se sostiene en la promesa<br />

de un reparto justo y equitativo entre los demás dioses, esto es equilibrio<br />

y armonía, pues cada cual estará en el lugar que le corresponde. El<br />

cosmos, ese orden de todo cuanto es, sólo acaece con ese reparto<br />

originario de “las dignidades”, distribución de todo cuanto hay según lo<br />

que le corresponde a cada cual, y es ésta la noción más primaria de<br />

justicia. El cosmos implica justicia, pero también inteligencia y fuerza,<br />

que garantizan que el orden pueda mantenerse en pie, y por esta razón<br />

Zeus se casará con Temis, diosa que representa la ley de la naturaleza y<br />

anuncia por consiguiente la justicia, y con Metis, la “más sabia de los<br />

dioses y hombres mortales”. Estas nupcias de los elementos divinos<br />

serán en adelante la garantía del cosmos, y precisamente por eso la<br />

unión de Zeus con Temis, de cuya fecundación nacerán Eunomía, “la<br />

buena ley”, Diké, la justicia como reparto merecido de las cosas, y las<br />

Moiras, las diosas del destino ineluctable para los mortales.<br />

Sin embargo, antes de finalizar este cuadro cosmológico,<br />

resaltaremos aún un aspecto por el cual Zeus se asemeja más a su<br />

progenitor y a su abuelo Urano de lo que podría parecer a simple vista. Y<br />

es que Zeus, advertido por Gea y por Urano, se traga a su esposa Metis<br />

que estaba a punto de dar a luz, pues según éstos le habían dicho, estaba<br />

[ 16 ]


decretado que de Metis nacieran hijos sobresalientes: una doncella,<br />

Atenea, que brillaría por su inteligencia y su astucia, pero también un hijo<br />

de “arrogante corazón” que destronaría a su padre, Zeus, convirtiéndose<br />

en el nuevo rey de dioses y hombres. La historia, ese devenir abierto que<br />

inició cuando Urano fue des-terrado, se repite, y así como el hijo despojó<br />

al padre de su soberanía, éste a su vez se verá desposeído por el hijo. Lo<br />

nuevo sustituye a lo viejo, pero siempre a partir de una injusticia. Pero<br />

antes de que algo de esto pueda suceder, Zeus se traga a Metis, y así<br />

evita la maldición que estaba destinada, mientras que su hija, Atenea,<br />

nacerá directamente de su cabeza. Es importante señalar esto, ya que<br />

después de todo, el reino de la justicia y del equilibrio, de la armonía y el<br />

orden, también se sostiene, a su vez, en una injusticia, si bien ésta es<br />

relativamente menor a la que sostuvo los dos reinados anteriores.<br />

Nos hallamos ante el aspecto trágico de la existencia, pues ésta se<br />

encuentra marcada por un terrible sino, el sino del devenir a raíz de una<br />

injusticia para afirmarse en la vida, y esta injusticia, así se haga en<br />

nombre de la justicia, de la propia vida, será la que tarde o temprano lo<br />

pierda a uno, retornando cíclicamente a ese reinado de lo indiferenciado<br />

sin llegar a serlo del todo, vida que se balancea entre el orden y el<br />

desorden, entre el cosmos y el Caos, y sólo a condición de hallarse en<br />

este tránsito constante –movimiento que implica desequilibrio— puede<br />

resistir la vida. Esta verdad se mantiene velada pero presente incluso en<br />

el ámbito de los olímpicos, los mayores representantes del orden y la<br />

armonía, entre quienes aparece también un dios bastante singular,<br />

Dioniso, dios de la fiesta y la embriaguez, de la desmesura, la hybris,<br />

rasgos que le hacen acercarse más a esas divinidades primeras que eran<br />

afines a Caos. Lo olímpico está prendado también de lo caótico. Y así, el<br />

divino cosmos poblado de dioses tiene su raíz en un fondo insondable de<br />

oscuridad, bajo el cosmos palpita, trémulamente, un Caos que amenaza<br />

con desbordar como las olas imbatibles del Ponto, pero toda desmesura<br />

es castigada y toda injusticia ajusticiada, la totalidad de lo que es pugna<br />

a un tiempo por lo ilimitado, lo indefinido, pero con mayor razón a<br />

definirse cada vez más, a entonar una consonancia perfecta que revela<br />

la más bella armonía de todo cuanto hay. Pero nosotros, pobres<br />

mortales, estamos condenados a esta medianía que nos impide apreciar<br />

[ 17 ]


la armonía de este cosmos y a vivir conforme a Justicia, pero también y<br />

más terriblemente a la imposibilidad de concebir siquiera esa máxima<br />

indefinición de una existencia sin formas, a contemplar el rostro del<br />

Vacío sin sucumbir ante su visión, a abrazar, en fin, el Caos.<br />

BIBLIOGRAFÍA<br />

Cordero, N. L. (2008). La invención de la filosofía. Una introducción a la filosofía<br />

antigua. Buenos Aires: Biblos.<br />

Ferry, L. (2009). La sabiduría de los mitos. Aprender a vivir 2. Madrid: Taurus.<br />

Gigon, O. (1980). Los orígenes de la filosofía. Madrid: Gredos.<br />

Hesíodo. (1978). Obras y fragmentos. Teogonía - Trabajos y días - Escudo -<br />

Fragmentos - Certamen. (A. P. Jiménez, & A. M. Díez, Trads.) Madrid: Gredos.<br />

Hillman, J. (2010). Un terrible amor por la guerra. Sexto Piso.<br />

Otto, W. (2003). Los dioses de Grecia. Madrid: Siruela.<br />

Otto, W. (2007). Teofanía. El espíritu de la antigua religión griega. España: Sexto<br />

Piso.<br />

[ 18 ]


LUC FERRY: LA SALVACIÓN DEL HOMBRE SIN DIOS<br />

Fidel Mora Rodríguez<br />

¿Qué es la filosofía? La pregunta con la cual inicio mi ponencia es<br />

bastante ambiciosa, ya que, a lo largo de la historia de la filosofía los<br />

grandes autores han tenido por lo menos una respuesta a ella. Es decir,<br />

a lo largo de la historia encontraremos múltiples respuestas a esta<br />

pregunta, cada autor tendrá una, por ejemplo: Platón nos dice, en el<br />

Fedón, que la filosofía es una preparación para la muerte. Por su parte,<br />

Aristóteles, el alumno más destacado de Platón, nos dirá en la<br />

Metafísica, que la filosofía es la búsqueda de los primeros principios. Con<br />

estos ejemplos quiero mostrar que la respuesta a la pregunta inicial tiene<br />

múltiples y variadas respuestas. No obstante, en este trabajo me<br />

dedicaré a aclarar la respuesta o definición de filosofía brindada por el<br />

filósofo francés Luc Ferry, el cual define a la filosofía como una doctrina<br />

de la salvación sin Dios.<br />

La primera pregunta que le planteo a Ferry es ¿por qué la filosofía<br />

es una doctrina de la salvación sin Dios? A lo cual nos responde: “la<br />

filosofía siempre ha sido, al menos en sus más grandes momentos, la<br />

secularización de una religión, siempre ha partido de una representación<br />

religiosa del mundo y de las relaciones entre hombres y dioses,<br />

fundamentalmente ha trabajado en secularizar y laicizar el mensaje<br />

religioso”. 1 Es decir, la filosofía comienza con una secularización de la<br />

religión en sus mensajes, principalmente el de la salvación, la buena vida<br />

que nos salve de los miedos: de la angustia futuro y la melancolía del<br />

pasado, las pasiones tristes como las llama Spinoza, sin recurrir a un ser<br />

supremo, ni a la fe, sino que apela a la razón. Sin embargo, Ferry nos<br />

recuerda que podemos sacar de esta caracterización a los sofistas y<br />

atomistas.<br />

Para comprender esto me parece oportuno mencionar los aspectos<br />

de la religión, qué según Ferry, seculariza la filosofía, esto son: la<br />

cosmovisión, el mensaje para los hombres y su finalidad. Lo cual en los<br />

1<br />

Luc Ferry y Lucien Jerphagnon, La tentación del cristianismo. De secta a<br />

civilización, Madrid, Paidós, 2010, pp. 43-44.<br />

[ 19 ]


más grandes sistemas de filosofía pasará a ser, la teoría, una ética y una<br />

sabiduría o soteriología. Pasemos, pues, a describir esto a partir de la<br />

mitología griega. Para lo cual recurriremos a la teogonía de Hesíodo.<br />

Hesíodo en la primera línea de la teogonía nos dice que al principio<br />

todo era Caos y después vino el orden. Segú la interpretación de Ferry<br />

con esta primera línea Hesíodo se propone describir un universo<br />

ordenado y armónico en el cual los hombres van a vivir y tener un lugar.<br />

Es decir, lo que hace Hesíodo a lo largo de la Teogonía es describir cómo<br />

el orden vence al caos para crear una armonía. A sí, por ejemplo, después<br />

del orden vienen Gea y Urano los cuales tendrán hijos que se van<br />

humanizando hasta llegar a la generación de los olímpicos. También a lo<br />

largo de la teogonía se describen batallas en todo momento, las cuales,<br />

según Ferry son una lucha de orden contra el caos hasta llegar a la última<br />

batalla de Zeus contra el Tifón para finalmente obtener un cosmos<br />

armonioso y ordenado. De esta manera una cosmovisión supone un<br />

mundo ordenado, cosmos, recurriendo a la etimología. Según Ferry,<br />

secularizar la cosmovisión es la primera tarea de la filosofía, es decir, los<br />

grandes sistemas de la filosofía empezarán por una teoría acerca del<br />

mundo, de la realidad, del campo de juego en donde estamos parados<br />

para conservar su metáfora.<br />

Hacer una teoría supone una actividad intelectual para formarse<br />

una visión acerca del mundo, del campo de juego donde nos jugaremos<br />

la vida. Brindar una teoría significa conocer, observar el terreno donde<br />

estamos parados. Es decir, “la primera tarea de la filosofía, por lo que es,<br />

incluso en primer lugar búsqueda de la verdad comprensión de lo que es,<br />

consiste en hacerse una idea del mundo”. 1 El ejemplo que nos brinda<br />

Ferry, para observar esta secularización, es la filosofía estoica. Ya que<br />

según los estoicos el mundo es un orden armónico, en el cual cada uno<br />

ocupa un lugar otorgado por la naturaleza, un lugar pequeño dentro de<br />

la armonía del universo, por lo cual nos toca aguantar todo lo que mande<br />

el destino, porque es como debe ser para conservar el orden. Es decir,<br />

según los estoicos el destino se da en el orden de la naturaleza, por el<br />

orden causal de la naturaleza, es una realidad inscrita en el orden del<br />

mundo y por ello nos toca aceptarla. A partir, de la visión del mundo<br />

1<br />

Luc Ferry, Vencer los miedos, Edaf, Madrid, 2007, p. 28.<br />

[ 20 ]


armonioso los estoicos y el resto de las filosofías tiene necesariamente<br />

que decantar en una teoría de la justicia o ética, ya que, una vez conocido<br />

el campo de juego donde vamos a jugar la vida, hay que conocer las<br />

reglas del juego. Y lo mismo pasa con los mitos, es decir, después de<br />

brindar una visión del universo va a ocuparse de los hombres, de cómo<br />

se deben comportar dentro del campo de juego.<br />

Para ejemplificar esto ahora tenemos que recurrir a la Odisea de<br />

Homero, ya que, Ulises nos va a mostrar la sabiduría pertinente a los<br />

mortales. Recordemos que Ulises fue reclutado para pelear a lado de<br />

Agamenón contra los troyanos porque el príncipe Paris rapto a Helena.<br />

Ulises, el astuto, intenta librarse de esta tarea, que por lo demás fue su<br />

idea, ya que, para evitar los pleitos entre los pretendientes propuso que:<br />

tenían que aceptar la decisión de Helena y aquel que la raptara tenía que<br />

enfrentarse a los demás, los cuales tenían que acudir al auxilio del<br />

elegido. Sin embargo, Ulises era feliz en Ítaca a lado de su pequeño hijo,<br />

Telémaco y de su esposa Penélope por lo que quería escaparse de su<br />

deber haciéndose el loco. No obstante, es descubierto y llevado a Troya.<br />

La guerra de Troya dura 10 años y después de una masacre que indigna<br />

a los dioses Ulises decide regresar a Ítaca, no obstante, la masacre ha<br />

indignado tanto a los dioses, que Ulises tendrá que sortear muchos<br />

obstáculos. El pasaje que quiero recordar es el tiempo que Ulises pasa<br />

con Calipso, ya que ésta le hace una oferta que este último rechaza.<br />

Calipso ofrece a su amado Ulises la inmortalidad y la eterna juventud.<br />

¿Por qué rechaza Ulises tan bello ofrecimiento? Porque, según Ferry,<br />

aquí encontramos el mensaje de la mitología griega para los hombres, ya<br />

que: “en la opinión de Ulises, la finalidad de la existencia no consiste en<br />

la salvación en el sentido de una conquista a cualquier precio de la<br />

inmortalidad. Reside, en cambio, en la búsqueda de la armonía<br />

perdida”. 1 Es decir, Ulises decide regresar a Ítaca con su hijo y su esposa<br />

porque sabe que su lugar natural está a su lado y no junto a Calipso. El<br />

viaje de Ulises ejemplifica de la mejor manera la idea de que los hombres<br />

deben buscar su lugar natural para vivir en armonía. De hecho: “lo que<br />

1<br />

Luc Ferry, La tentación del cristianismo, ed., cit., p. 52.<br />

[ 21 ]


amenaza a Ulises a lo largo de todo el viaje es la pérdida de los elementos<br />

constitutivos de su vida lograda: la pertenencia al cosmos y su finitud.” 1<br />

Por su parte, también esta idea la encontramos dentro del<br />

estoicismo el cual nos invita a aceptar el destino, el cual, como ya<br />

mencioné, es como una realidad natural que organiza el mundo<br />

armónico dentro del cual vivimos. Por lo cual, el mensaje para los<br />

hombres que nos da el estoicismo es el de vivir conforme a la naturaleza<br />

usando la razón, vivir conforme a la armonía del cosmos.<br />

Y finalmente encontramos la doctrina de la salvación la cual según<br />

Ferry en el caso de los mitos es la idea de vivir en armonía para y con<br />

justicia, las cuales son las integradoras del mundo, y de esta manera<br />

evitar lo que Spinoza denomina pasiones tistes. Así, por ejemplo, el viaje<br />

de Ulises consiste en la lucha de nuestro héroe por recobrar su lugar<br />

natural y de esta manera recobrar la armonía del universo. Lo cual<br />

también lo vemos ejemplificado en el caso de los demás héroes. Así por<br />

ejemplo Heracles, Teseo, Perseo y Jasón luchan contra diferentes<br />

entidades que representa el caos, casi siempre hijos de Tifón, el último<br />

Titán vencido por Zeus antes de ordenar el cosmos. Por ejemplo,<br />

Heracles vence a el león, Teseo en su viaje para reencontrase con su<br />

padre vence a múltiples personajes que se dedicaban a ir en contra de la<br />

armonía del universo, como por ejemplo Perifentes el cual se dedicaba a<br />

retar a todos los viajantes a pelear con la seguridad de ganar hasta que<br />

llego Teseo y lo venció para recuperar la armonía. O Jasón que recupera<br />

el vellocino de oro. Todos estos héroes representan una lucha del orden<br />

contra el caos para recuperar la armonía del universo, la cual es la<br />

enseñanza de los mitos. Todos cuentan con la astucia, Ulises el mayor<br />

representante de esto, y con la templanza las cuales son las virtudes del<br />

héroe griego para recuperar la armonía del cosmos y encontrar su lugar<br />

natural. No puedo dejar de mencionar otro recordatorio de la sabiduría<br />

de los mitos: la finitud. Incluso los héroes más destacados mueren de la<br />

manera más absurda, es decir, “el fin del héroe no es digno de sus actos<br />

porque son, al fin y al cabo, humanos. Sea como sea se presenta la<br />

1<br />

Luc Ferry, La sabiduría de los mitos: aprender a vivir II, Madrid, Taurus, 2009, p.<br />

185.<br />

[ 22 ]


muerte y es absurda”. 1 Basta con recordar que la muerte de Heracles es<br />

ocasionada por una túnica envenenada o que Jasón muere aplastado por<br />

su propia nave. Con lo cual los mitos nos recuerdan que debemos aceptar<br />

nuestra finitud.<br />

Por su parte los estoicos también invitan a una aceptación de la<br />

muerte, ya que, es parte de la armonía del universo, el destino que hay<br />

que cumplir como parte de una ley natural. En ambos casos, los mitos y<br />

el estoicismo nos invitan a la aceptación de la finitud y a buscar la<br />

armonía de la vida mediante la razón, lo cual también constituye una<br />

enseñanza medular de la filosofía y los mitos griegos. El uso de la razón<br />

es la parte que nos brindará esta buena vida, una vida armónica. En el<br />

caso de los mitos lo podemos ver ejemplificada en la astucia de Ulises<br />

que, por otra parte, comparte con los demás héroes. Y en los estoicos<br />

podemos observar como después de la teoría de un cosmos ordenado<br />

llegan a la conclusión de que hay que aceptar el destino.<br />

Por su parte aquellos que no usan la razón son objetos de castigo<br />

dentro de la mitología. Es decir, los mitos nos enseñan que aquellos que<br />

no usen la razón y en cambio atenten contra el orden del universo<br />

obtienen un castigo, aquellos que sean presas de la hybris serán<br />

castigados. Según Ferry, lo que amenaza la armonía del universo es la<br />

hibris, desmesura, de la cual son presa los seres humanos y la cual es la<br />

causa de sus males. La desmesura es lo que atenta contra la armonía y la<br />

razón por la cual los hombres se alejan de su lugar natural, el cual<br />

consiste en la aceptación de la finitud. Ejemplo de esto son los casos de<br />

Asclepio y Sísifo los cuales intentan burlar a la muerte y son castigados.<br />

Recordemos el caso de Sísifo: Sísifo pide permiso a Hades para salir del<br />

inframundo con el pretexto de ir a reprender a su esposa por no cumplir<br />

con los oficios fúnebres. Sísifo promete regresar después de reprender a<br />

su esposa, sin embargo, no lo hace y, de hecho, él le dio la instrucción a<br />

su esposa de no cumplir con los oficios fúnebres para poder escapar del<br />

inframundo. Sísifo pasa varios años en la tierra hasta que por fin los<br />

dioses pueden regresarlo y le imponen como castigo subir una piedra por<br />

un monte y al llegar al final dejarla caer para volver a comenzar con su<br />

labor. Esto porque:<br />

1<br />

Ibíd., p. 338.<br />

[ 23 ]


En cuanto al sentido del suplicio está, como siempre, en una relación directa<br />

con la falta: para la especie de los mortales, la vida es un perpetuo volver a<br />

empezar; no es un itinerario infinito, tiene un principio y un fin, y el que<br />

intente aplazar artificialmente los límites previstos por el orden cósmico,<br />

aprenderá a costa suya que, una vez que llegó su término, el proceso debe<br />

empezar de cero. Dicho de otro modo, que se acerca a la elección de Ulises,<br />

nadie sabría escapar a la finitud que es esencial a la condición humana. 1<br />

Es decir, la desmesura, que casi siempre consiste en ir en contra de la<br />

finitud, es castigada, y el castigo siempre viene acorde con la falta<br />

cometida, lo cual ejemplifica la recuperación de la armonía pérdida por<br />

la falta. Otro ejemplo de que la falta se castiga con un escarmiento en el<br />

mismo sentido es caso del rey Midas. Todos nos acordamos de este rey<br />

como aquel que pide a Dionisos que todo lo que toque se convierta en<br />

oro, pero también es aquel al cual Apolo le pone orejas de burro. La razón<br />

que motivo a Apolo proceder de esta forma es porque en un concurso<br />

de música contra un sátiro, el cual tocaba una flauta que quería comparar<br />

contra la lira de Apolo, la cual después pasa a ser de Orfeo, Midas lo<br />

ofende. El concurso comienza y los jueces deciden que Apolo es el<br />

ganador, el único que se opone a esta decisión es Midas ya que el sátiro<br />

es su compañero de parranda. Al no poder hacer entrar en razón a Midas,<br />

Apolo decide ponerle orejas de burro para que aprenda a oír.<br />

En cuanto a la filosofía estoica también podemos ver que la razón<br />

tiene un lugar muy relevante y que de hecho el sabio es aquel que lleva<br />

una vida plena en contraposición con el necio, como Midas. De hecho,<br />

los estoicos no escatiman en adjetivos para describir al sabio como el<br />

más virtuoso y el más dichoso. Ya que, es quien vive en armonía con el<br />

cosmos. Lo cual resume la idea de salvación tanto de los estoicos como<br />

de los mitos: una vida en armonía con el cosmos y aceptar la finitud nos<br />

lleva una vida plena y virtuosa. Lo cual constituye la idea de la salvación,<br />

es decir, la salvación consiste en aceptarse como parte de un cosmos<br />

ordenado y la finitud con lo cual se evitan las pasiones tristes.<br />

Ahora pasemos a hablar de Dios, ya que es lo que nos importa en<br />

este coloquio. Pero antes quiero dar otro ejemplo de la secularización de<br />

la filosofía para apoyar la definición original. Como he mencionado,<br />

1<br />

Ibíd., p. 232.<br />

[ 24 ]


haciendo la comparación entre los mitos y el estoicismo la filosofía es<br />

una secularización de las ideas religiosas. El estoicismo es el ejemplo más<br />

concreto esto, dado que ellos también piensan que el orden cósmico es<br />

divino y racional, como en los mitos. No obstante, según Ferry esto le<br />

corresponde a todos los grandes momentos de la filosofía por ejemplo<br />

Kant: en Kant también encontramos los puntos que constituyen a la<br />

filosofía como secularización: la teoría, la moral y la idea de salvación. En<br />

cuanto la teoría nos la brinda la Crítica de la razón pura, en la cual el<br />

objetivo es conocer el mundo donde vivimos, el campo de juego de la<br />

vida. Por su parte, en la Crítica de la razón práctica, encontramos la<br />

moral, es decir, las reglas del juego y finalmente pasemos a la idea más<br />

confusa: la salvación. La cual podemos formular con la pregunta kantiana<br />

de ¿qué puedo esperar? Y la idea del Estado cosmopolita, es decir, la<br />

salvación o lo que nos cabe esperar es un ideal político, fiel al ideal de la<br />

ilustración.<br />

Ahora pasemos hablar de Dios, dado que, con la llegada del<br />

cristianismo la idea de salvación se convierte en una espera de una vida<br />

eterna, en el poder entrar en el paraíso. Con la llegada del cristianismo<br />

la idea de la salvación es la que salvará de los miedos y el principal de<br />

ellos, la muerte. Como he destacado la filosofía y la mitología griega<br />

invitan a una aceptación de la finitud para aliviar los temores del futuro<br />

y el pasado. En el caso griego también encontramos otras maneras de<br />

salvar el miedo a la muerte: tener hijos que aseguren el recuerdo algún<br />

tiempo, comportarse como un héroe para quedar inscrito dentro de los<br />

libros y finalmente la filosofía que como ya dije se convierte en una forma<br />

de vida para liberarnos de los miedos. No obstante, esto no parece muy<br />

atractivo para todos, es decir, por más descendencia que se tenga en<br />

algún punto quedará en olvido. Y, por otra parte, qué consuelo puede<br />

ser quedar inscrito en los libros o aceptar el destino y pasar a ser parte<br />

del orden del cosmos como un simple átomo de materia. Por lo cual el<br />

cristianismo se convierte en una tención.<br />

El cristianismo crea una revolución que se toma a partir de los tres<br />

momentos que he descrito. Ya que, la teoría del orden cósmico divino<br />

pasa a ser un orden encarnado, es decir, ahora lo representa una persona<br />

y no la totalidad del universo ordenado. Con lo cual también se crea una<br />

[ 25 ]


evolución epistemológica, ya que, para comprender esto no es<br />

necesaria la razón sino la fe. Una revolución ética: “también aquí se da<br />

una ruptura radical: la virtud ya no es una prolongación o reflejo de la<br />

naturaleza. La actuación de una naturaleza bien nacida al paso de la<br />

potencia al acto, de la dynamis a la energía, sino, al contario ¡una lucha<br />

sin tregua contra las inclinaciones naturales a la pereza y al egoísmo!”. 1<br />

Es decir, con la llegada del cristianismo las virtudes pasan a ser una lucha<br />

contra las inclinaciones naturales, en lugar de educarlas o tener mesura<br />

como lo proponían la filosofía y los mitos. Y la revolución en cuanto la<br />

idea de salvación, ya que esta se convierte en la salvación personal con<br />

la esperanza de seguir viviendo, la buena nueva es la resurrección de los<br />

cuerpos para poder encontrar a nuestros seres queridos. De aquí que el<br />

cristianismo sea tan seductor, ya que, quien se conformaría con ser<br />

recordado por sus nietos o encontrar a su hijo en el estante de una<br />

biblioteca.<br />

Para finalizar cabe destacar que, con la llegada del cristianismo,<br />

sobre todo entrada la edad media, la filosofía es religada de su papel de<br />

forma de vida como lo era en la antigüedad para convertirse en la<br />

reflexión sobre nociones abstractas. Es decir, la principal razón por la cual<br />

Ferry defiende que la filosofía es una secularización de las ideas religiosas<br />

es porque en la antigüedad la filosofía era antes que una reflexión sobre<br />

nociones abstractas era una forma de vida, basta con recordar que<br />

Crates maestro Zenón de Citio pedía caminar a sus estudiantes con un<br />

pescado amarrado a una pequeña correa por el mercado de Atenas para<br />

enseñarles que la opinión de los demás no es importante. 2 Sin embargo,<br />

con la llegada del cristianismo es la religión la que toma ese lugar y<br />

reduce, sobre todo en las escuelas, a la filosofía en una reflexión sobre<br />

las nociones abstractas. Lo cual pasa hoy en las escuelas, la clase se<br />

dedica a la discusión de nociones abstractas.<br />

Para concluir mi participación quiero hacer una crítica para iniciar la<br />

discusión lo cual es al objetivo más importante del coloquio, es decir,<br />

hablar de Dios y la religión. La pregunta que planteo es ¿realmente la<br />

filosofía es una secularización del mensaje religioso? ¿No antes es una<br />

1<br />

Luc Ferry, La tentación del cristianismo, ed., cit., p. 84.<br />

2<br />

Véase: Luc Ferry, Vencer los miedos, ed. cit., pp. 29-30.<br />

[ 26 ]


invitación a hacerse cargo de la vida? ¿No es antes una invitación a<br />

olvidarnos de la idea de Dios y dioses, para llegar una mayoría de edad<br />

por ocupar una expresión de Kant? ¿No de hecho la actitud de Sócrates<br />

al caminar entre los griegos y preguntar sobre las cuestiones de que se<br />

encargaban es un acto de rebeldía contra el oráculo de Delfos, la<br />

institución religiosa, que le dijo que él era el más sabio?<br />

Y finalmente no la filosofía es una invitación a lo real, un arrojo a la<br />

vida el amor fati nietzscheano antes de ser una aceptación de la armonía<br />

es una aceptación de la disonancia, por más que Ferry nos recuerde que<br />

la disonancia sea parte de la armonía gracias a la presencia de Dionisos.<br />

Realmente podemos entender la filosofía como una religación,<br />

etimología de religión, de la existencia antes que como una invitación a<br />

hacernos cargo de nosotros mismos.<br />

[ 27 ]


DIÓGENES DE SINOPE: LOS DIOSES<br />

Marlene Salgado Gutiérrez<br />

En este texto se pretende exponer la actitud de Diógenes de Sinope<br />

respecto a los dioses. Pero, antes que nada, será preciso recordar el<br />

contexto y las características generales de la filosofía cínica.<br />

El cinismo es un movimiento filosófico que aparece en el siglo IV a.C. en<br />

Grecia, posteriormente a la muerte de Sócrates. Se puede decir que el<br />

cinismo es una forma de vida al extremo, una actitud que pretende<br />

desenmascarar al nomos, la convención imperante en la ciudadanía,<br />

denunciando cualquier artificio de la civilización. Es así como<br />

encontramos a un hombre desterrado de la ciudad de Sinope e instalado<br />

en Grecia donde tenía por casa un tonel o los gimnasios (dependiendo<br />

de dónde lo alcanzara la noche), un hombre que va por las calles<br />

diariamente con el mismo manto, sin sandalias, desatendiendo sus<br />

pilosidades y con un mínimo de pertenencias; un hombre que siempre<br />

está arremetiendo, de palabra y en acto, contra sus congéneres, pues<br />

éstos vanamente se creen superiores a los demás seres vivos y van por<br />

la vida atormentados por la riqueza, la fama, el poder, etc., de tal manera<br />

que su vida, al parecer, se reduce a conseguir el reconocimiento de los<br />

demás, gracias a la adquisición de cosas artificiales. Sin embargo, para<br />

nuestro hombre, una vida así le resulta vacua, pues, desde su punto de<br />

vista, así se descuida lo más importante, es decir, llevar una vida virtuosa,<br />

una vida feliz, y para lo cual no hay necesidad de cumplir con todo lo que<br />

la sociedad ha determinado que debe ser una vida humana. El hombre al<br />

que me refiero, obviamente, se trata de Diógenes de Sinope y sobre él<br />

versarán las siguientes líneas. Ahora bien, respecto a su horizonte<br />

histórico es necesario tener en cuenta que:<br />

El cinismo surge y se desarrolla inicialmente en el periodo inmediatamente<br />

posterior a la muerte de Sócrates, hasta desembocar en la fundación del<br />

estoicismo, al que acabará cediendo el protagonismo filosófico del momento.<br />

Esto es, el nacimiento y desarrollo del movimiento filosófico cínico abarca la<br />

práctica totalidad del siglo IV a.C., siglo de profundos cambios políticos y<br />

culturales en la encrucijada entre la Grecia clásica y el Helenismo,<br />

[ 28 ]


prefigurando el clima cultural que será preponderante en esta nueva etapa<br />

histórica de la antigüedad. (…) El apogeo político-cultural ateniense comenzó<br />

a declinar con las casi tres décadas de enfrentamiento militar con Esparta en<br />

las Guerras del Peloponeso (431-404 a.C.), cuya conclusión supuso el final<br />

definitivo de la posición hegemónica de Atenas en Grecia, e inició un proceso<br />

irreversible de descomposición de su democracia. 1<br />

Con lo anterior podemos comprender que el cinismo y Diógenes<br />

aparecieron en un momento de crisis; una crisis ciertamente curiosa,<br />

pues el orden y determinada estabilidad social prescribían el confort a<br />

los hombres, alentándolos a colaborar y defender dicho<br />

comportamiento civilizatorio. En este sentido, se puede decir que el<br />

apogeo de la gran Grecia ahora está en declive, pues ya no se respira el<br />

mismo aire intelectual ni social de los tiempos pasados, entonces quedan<br />

desprotegidos los ciudadanos. Por lo tanto, el contexto pasa por una gran<br />

transición, de tal modo que en aquella época no se requiere ya de todo<br />

un sistema filosófico bien fundamentado en lo teórico, sino que ahora se<br />

necesita una filosofía práctica que critique la situación actual y brinde al<br />

mismo tiempo una vía de escape. Y eso es justamente lo que Diógenes<br />

hará. Sin embargo, no hay que presuponer que él será la salvación o el<br />

salvador que los hombres de su tiempo esperaban, porque, en ese<br />

sentido, les sucedió lo contrario: el cínico, sí, les puso el ejemplo de llevar<br />

una vida virtuosa, pero no cualquier hombre fue capaz de seguirlo.<br />

El fundamento de la filosofía cínica es “vivir conforme a la<br />

naturaleza” lo cual desemboca en una vida virtuosa y feliz, pero para<br />

conseguirlo se necesita deshacerse de todo lo convencional que hay en<br />

la vida, ya que este acto de renuncia no es para nada sencillo; hay que<br />

ejercitarse poco a poco y es eso a lo que Diógenes de Sinope se dedicó<br />

toda su vida, vivir conforme a la naturaleza, vivir con lo mínimo hasta<br />

reencontrarse con la parte natural que hay en el hombre y que,<br />

irónicamente, la vida conforme al nomos había ido pervirtiendo.<br />

Justamente la vida civilizada alejó al hombre de su naturaleza, es decir,<br />

que lo desnaturalizó y, desde entonces, se mostró incapaz de llevar una<br />

vida sencilla, donde el lujo, las riquezas, los títulos, los bienes materiales<br />

1<br />

José Alberto Cuesta, Ecocinismos. La crisis ecológica desde la perspectiva de la<br />

filosofía cínica, Biblioteca Buridán, España, 2011, p. 25.<br />

[ 29 ]


no formaran parte de su vida, pues, en verdad, no hacen falta para<br />

conseguir la virtud y la felicidad, ni para llegar a ser sabios, es decir, para<br />

dejar de someterse por toda la falsedad de la sociedad. Ahora bien,<br />

tampoco se puede decir que la del cínico sea una vida sin ningún sentido,<br />

pues “el cinismo pone de manifiesto de una forma más evidente la<br />

interferencia entre lo natural y lo sagrado, lo que convierte a la vida<br />

conforme a la naturaleza en algo distinto a un simple dejarse llevar.” 1 En<br />

este sentido, Diógenes de Sinope hace público que, para alcanzar una<br />

vida conforme a la naturaleza, es necesario seguir una serie de principios<br />

que permitirán al hombre liberarse de todo lo artificial.<br />

Dichos preceptos son los siguientes: la askesis que consiste en el<br />

entrenamiento tanto intelectual como corporal, dicho con otras<br />

palabras, se trata de estar preparado ante cualquier circunstancia; la<br />

autarquía que se presenta como autosuficiencia, es decir, no depender<br />

de nada ni de nadie; luego está la parresía que indica la sinceridad, la<br />

libertad de decir verdad, también llamada franqueza, y que, usada por<br />

Diógenes, se muestra como una crítica a la sociedad que no se apega a<br />

ninguna reglamentación, pues el filósofo cínico no tiene que quedar bien<br />

con nadie, en este sentido, no tiene límite alguno para expresarse; por<br />

otra parte, los actos del cínico están relacionados con la anaideia, que<br />

significa desvergüenza, y es en esta característica donde se reflejan las<br />

grandes hazañas con las que Diógenes el perro atacó al orden social, a<br />

saber, el tomar como ejemplo la vida de los animales, pues Diógenes vio<br />

en ellos una posibilidad de imitarlos en su comportamiento. El sinopense<br />

sale de los límites marcados por la cultura, ya que todas las críticas del<br />

cínico se lanzan contra las convenciones sociales. Es mediante estos<br />

principios que el hombre puede reencaminar su paso por el mundo y vivir<br />

de una manera más sencilla, más autárquica, pero, como bien lo ha<br />

mostrado la tradición, no todos los aspirantes al cinismo fueron capaces<br />

de llevar un estilo de vida como el que fundamenta este pensador. Un<br />

hombre que sigue los preceptos cínicos es capaz de despojarse de todo<br />

lo artificial con lo que lo ha adornado la cultura para ocuparse de sí<br />

1<br />

Maria Daraki y Gilbert Romeyer-Dherbey, El mundo helenístico: cínicos, estoicos y<br />

epicúreos, Akal, Madrid, 2008, p. 12.<br />

[ 30 ]


mismo y llevar una vida virtuosa y feliz, siempre y cuando acepte las<br />

condiciones inscritas por la naturaleza en su cuerpo mismo.<br />

Hay que señalar que Diógenes viene a atacar toda la civilización,<br />

pero lo interesante es que, en un primer momento, según los doxógrafos<br />

antiguos, es que esta crítica será dirigida contra Prometeo, aquel ser que<br />

aparece en la mitología griega y que se dice fue el causante de la<br />

civilización, pues éste otorgó a los hombres el fuego. ¿Qué significa el<br />

fuego en este contexto? Obviamente es el elemento que representa el<br />

progreso civilizatorio, pues, a partir de él, se han generado infinidad de<br />

artificios que son el impedimento para que el hombre pueda vincularse<br />

con su verdadera naturaleza; de hecho, Diógenes no usa ningún<br />

producto que venga de aquel elemento, por lo mismo el cínico arremete<br />

contra este héroe mitológico. A la par rescatará a otros dos personajes<br />

de la mitología griega, a saber, el héroe Heracles y al dios Pan, ambos son<br />

grandes figuras emblemáticas que le sirven a Diógenes para confirmar<br />

que la vida que adopta no tiene ningún contrasentido y esos referentes<br />

dan muestra de ello: de Heracles rescata su lucha contra cada una de las<br />

adversidades y que jamás se vio doblegado por asuntos superficiales,<br />

pues este semidiós consiguió la verdadera libertad, la autarquía tan<br />

deseada por los hombres, pero que sólo en Diógenes se pudo<br />

experimentar en carne y hueso, porque recordemos que el cinismo es<br />

una filosofía práctica, el filósofo perro no idealizaba la figura Heracles, al<br />

contrario, dedicó su vida a emular aquella libertad tan preciada pero tan<br />

ausente en la mayoría de los hombres, por eso de él se dice lo siguiente:<br />

“Y decía llevar el mismo género de vida que Heracles, no prefiriendo<br />

nada a la libertad.” Así fue la vida del cínico.<br />

Ahora bien, la doxografía nos menciona a otro personaje mitológico<br />

que es el dios Pan, hijo de Hermes, quien enseñó a su hijo a satisfacer sus<br />

necesidades sexuales sin ayuda de otra persona. Como se sabe, el dios<br />

Pan acechaba a las ninfas, pero al ser rechazado por éstas y quedarse<br />

como un pastor solitario, tuvo que socorrer su pulsión sexual de la<br />

manera más inmediata, es decir, masturbándose. Del mismo modo<br />

Diógenes emuló esta gran enseñanza pues, como todo hombre, fue<br />

testigo de sus instintos naturales, ya que su deseo sexual aparecía en el<br />

momento menos esperado, consciente de este carácter natural del<br />

[ 31 ]


instinto supo que, cuando llega la pulsión sexual se debe atender de la<br />

manera más sencilla, y así fue, Diógenes se masturbó en plena ágora a la<br />

vista de todos los hombres, por lo que fue tachado de desvergonzado y<br />

de loco. Pero él sólo satisfizo su necesidad, es decir, no se hizo esclavo<br />

de aquella situación y no dejó que afectase a su cuerpo; no postergó el<br />

deseo que la propia naturaleza imprimía en su cuerpo. No le faltó a nadie,<br />

no lastimó a nadie, quizá sólo a los prejuicios estúpidos de su sociedad,<br />

que prefieren hacerse esclavos de sus propios deseos, cuando la<br />

naturaleza, tanto en el hombre como en los demás animales, los ha<br />

dotado de una sabiduría para que puedan ser libres y felices. No hay que<br />

olvidar que para el cinismo los animales son el gran ejemplo de una vida<br />

conforme a la naturaleza, pues estos seres vivos no se afligen por su nula<br />

riqueza, fama y reconocimiento, ellos son la prueba misma de que la<br />

naturaleza es sabia y que se necesita de muy pocas cosas para que, tanto<br />

animales como hombres, puedan habitar el mundo de una manera<br />

bastante simple.<br />

Sin embargo, no se trata de convertirse en animales sino sólo de<br />

tomarlos como ejemplos de autarquía, así mismo sucede con los dos<br />

personajes antes mencionados: son grandes ejemplos para Diógenes y<br />

sus hazañas míticas le pueden confirmar a los demás hombres que son<br />

la representación de la autarquía; podríamos decir que, para Diógenes,<br />

esos seres míticos, como también los animales, son de uso didáctico para<br />

confirmar que el hombre tiene una naturaleza, en oposición a la<br />

convención. Por otro lado, hay que recalcar que esto no se traduce como<br />

una forma de culto o de veneración hacia ciertas deidades, ya que eso<br />

jamás sería aceptado desde una postura cínica.<br />

Todo lo anterior da un marco de referencia sobre la propia filosofía<br />

cínica, pues este movimiento filosófico en ningún momento ha aceptado<br />

tajantemente ser una postura religiosa o atea, pero a continuación<br />

veremos que, bajo esas circunstancias, también cambia el contexto y la<br />

concepción religiosa: “El culto de Tychē. Tychē o Fortuna, que depara<br />

toda clase de reveses, desempeñaba un importante papel en la visión<br />

que los cínicos tenían del mundo. Su culto experimentó una rápida<br />

expansión en el mundo helenístico, en una época en que las gentes<br />

tenían gran facilidad para personalizar abstracciones y para crear cultos<br />

[ 32 ]


alrededor de ellas: Dēmokratia, Homonoia o Eirērē, por nombrar unos<br />

pocos.” 1 De este modo se presenta esta nueva divinidad, que surge en el<br />

seno del crisis griega. Los hombres ya no confían en el resto de sus<br />

dioses, ahora les hace falta creer en otra cosa, aunque dicho personaje<br />

divino tenga las características de ser caprichosa, celosa, perversa,<br />

paradójica, etc., pues estos son algunos de los adjetivos que se le<br />

conceden. Es curioso que una divinidad juegue con los hombres, y ya se<br />

sabe que, sobre este asunto, hubo muchas quejas al respecto, pero<br />

también fomentó una nueva manera de confrontarse con los hechos<br />

humanos.<br />

Como era de esperarse, Diógenes y los cínicos jamás aceptarían una<br />

postura de tal magnitud, es decir, de creer en Tyché, pues la diosa<br />

fortuna no es acreedora de la sabiduría cínica: “Lejos de considerarla una<br />

divinidad propiamente dicha, los primeros cínicos despreciaban a<br />

Fortuna, se negaban a tomarla en serio e interpretaban sus golpes como<br />

un estímulo para el esfuerzo moral.” 2 De esta manera hacen su crítica los<br />

cínicos pues tal idea de divinidad no hace más que embrutecer a los<br />

hombres y desviarlos del camino hacia la virtud, que es el único que<br />

puede hacerlos libres. Citaré algunas de las anécdotas que permiten<br />

exponer la postura ante esta situación divina que reina en el contexto de<br />

Diógenes:<br />

Cuando el farmacéutico Lisias le preguntó si creía en los dioses, le contestó:<br />

“¿Cómo no había de creer en ellos, si a ti te tengo por enemigo de los<br />

dioses?”. Viendo a uno rociándose de agua bendita, dijo: “Desgraciado, ¿no<br />

sabes que, así como de las faltas gramaticales no te libra el agua bendita, así<br />

tampoco de las que cometes en la vida?”. Reprochaba a los hombres sus<br />

rezos, diciendo que pedían lo que a ellos mismos les parecía bueno, y no lo<br />

que de verdad era. 3<br />

Sí, de este modo Diógenes se enfrentaba a los creyentes de su época.<br />

Como puede notarse no se diferencia tanto de la actualidad, pues para<br />

1<br />

M.-O. Goulet-Cazé. “La religión y los primeros cínicos” en R. Bracht Branham y M.-<br />

O. Goulet-Cazé (editores), Los cínicos. El movimiento cínico en la Antigüedad y su<br />

legado, Seix Barral, Barcelona, 2000, pp. 78-79.<br />

2<br />

Ibídem, p. 80.<br />

3<br />

D. L., VI, 42.<br />

[ 33 ]


él era muy ridículo rezar o rociar agua bendita, aunque sabemos que ésas<br />

no eran las únicas manifestaciones de aquel sentimiento religioso, pero<br />

ante los ojos de un cínico aparecen como sinsentidos, pues tal parece<br />

que a los humanos les preocupan más las faltas que puedan cometer en<br />

lo superficial cuando, en lo más básico, son incapaces de corregir sus<br />

propios errores por sí mismos. Sin embargo, para los cínicos, no hay<br />

necesidad de una divinidad que ayude a cambiar de actitud y afrontar la<br />

vida, pues para este acto, ellos se bastan a sí mismos, no necesitan de<br />

intermediarios, porque desde su manera de pensar no se puede ser sabio<br />

y creyente a la vez, pues en una comunidad cínica no habría posibilidad<br />

de profesar un culto a las deidades ajenas a la propia naturaleza.<br />

Ahora bien, algunos podrían argüir que en algunas circunstancias es<br />

necesaria alguna creencia como aquellas que se han enumerado. Sin<br />

embargo, la actitud del cínico estaría en contra de ello, porque si para<br />

algo sirve la filosofía (y en este caso le sirvió específicamente a Diógenes)<br />

es para estar preparado siempre ante cualquier adversidad: “Preguntado<br />

qué provecho había sacado de la filosofía, dijo: «Aunque no sea para<br />

nada más, por lo menos me sirve para estar preparado para cualquier<br />

eventualidad».” 1 Esto quiere decir que, para Diógenes, está de sobra una<br />

devoción religiosa, pues ésta jamás le ayudará al hombre a enfrentar los<br />

diversos sucesos de la vida. De ahí que sean imprescindibles los<br />

principios que se han mencionado anteriormente, pues un hombre que<br />

hace de su vida una rutina en la askesis, un hombre que es capaz de ser<br />

autárquico, un hombre que ha eliminado de su vida toda la vergüenza y<br />

un hombre que no tiene miedo del decir veraz, será capaz de estar<br />

preparado en todo momento y no le hará falta encomendarse a ningún<br />

dios, ni mucho menos a la diosa Tyché.<br />

A esto se añade un segundo argumento que reafirma la postura de<br />

Diógenes frente a los dioses, pues ya hemos anotado la postura cínica de<br />

vivir conforme a la naturaleza, y en ese sentido hay que recalcar que los<br />

cínicos sólo aceptan cada uno de los productos de la propia naturaleza,<br />

por ejemplo, la luz del sol, el viento para refrescar, el agua para apagar<br />

la sed y los alimentos que no necesitan de ningún artificio para su<br />

cocción. De esto se sigue que los dioses, por una parte, son una<br />

1<br />

D. L., VI, 63.<br />

[ 34 ]


convención total de los humanos que los han creado para refugiarse en<br />

ellos, por no querer afrontar la vida por sí mismos y no aceptar de una<br />

vez por todas su verdadera naturaleza. Por lo tanto, los dioses no<br />

pertenecen a la vida humana natural; para el cinismo estas nociones son<br />

producto de la civilización, son convenciones, son artificiales estas<br />

creencias, Diógenes no es partidario de una vida así, él va a comandar<br />

una vida donde no haya necesidad de creaciones divinas, basta con<br />

descubrir con nuestro propio raciocinio que la naturaleza está inscrita<br />

desde siempre en nuestros cuerpos.<br />

Sin embargo, no puede considerarse dicha actitud como un<br />

ateísmo, porque en este sentido no fueron tan radicales los cínicos, pero<br />

tampoco una aceptación sin más, porque, de hecho, hay un<br />

señalamiento que se hace respecto a la vida de los dioses, donde se dice<br />

que, de haber dioses, éstos son autárquicos, ellos viven sin depender de<br />

los hombres, ellos de algún modo tienen su comunidad, donde no tienen<br />

ninguna necesidad de estar venerándose uno con otro, ellos viven<br />

independientes de la civilización humana, y eso es justamente lo que<br />

Diógenes siempre tendrá presente.<br />

Diógenes en este sentido tiene en alta estima a los dioses por su<br />

carácter independiente y libre; en el cinismo se libera a los dioses de los<br />

asuntos humanos, cada uno acepta su naturaleza y se adapta a sus<br />

circunstancias; para este cínico los dioses son el prototipo por excelencia<br />

de la autarquía. Y si hay algo que se debe hacer respecto a los dioses no<br />

es rezar, sino tratar de asemejarse a ellos por su carácter autárquico, y<br />

en este sentido es preciso señalar que en el cinismo se invierte la<br />

jerarquía platónica: mientras que el filósofo de la Academia ponía en la<br />

cima a los dioses, en segundo lugar a los hombres y finalmente a los<br />

animales, en cambio con Diógenes se invierte tal jerarquía y se mantiene<br />

el primer orden, es decir, en primer lugar siguen estando los dioses pero<br />

en el siguiente nivel están los animales y en el último están los hombres.<br />

Tal cambio jerárquico Diógenes lo justificará porque para él los<br />

animales se asemejan más a los dioses, porque ambas especies son<br />

capaces de ser autárquicas y encuentran su libertad en lo más sencillo.<br />

Pero el hombre es lo contrario, tanto de los animales como de los dioses,<br />

porque él mismo se pone los obstáculos para hacerse esclavo de cada<br />

[ 35 ]


uno de los artificios que se presentan en su vida; entonces no está bien<br />

consigo mismo, ni con los dioses, puesto que se dedica a pedir cosas que<br />

son vanas, sin darse cuenta de que lo primordial es corregirse a uno<br />

mismo y por ende conocerse a sí mismo, como ya decía Sócrates, e<br />

igualarse con los animales o con los dioses que no necesitan producir una<br />

civilización llena de riquezas materiales para poder vivir bien y<br />

virtuosamente.<br />

Como se anunció al comienzo, la filosofía cínica y la actitud de<br />

Diógenes de Sinope resulta muy escandalosa ante la cultura griega, pues<br />

niega todo lo valioso que hay en ella: sus tradiciones, sus creencias y<br />

hasta la forma en cómo se relacionan los ciudadanos.<br />

Finalizo diciendo que he expuesto brevemente la postura que toma<br />

Diógenes el cínico frente al tema de los dioses y que transgrede el orden<br />

social de aquella época, ya sea burlándose de Tyché, ya sea liberando a<br />

los dioses de los asuntos humanos, ya sea igualando a los animales con<br />

los dioses, o bien, retomando a determinados héroes y dioses para seguir<br />

sus hazañas que permitan al hombre liberarse (al contrario de lo que<br />

hace el resto de hombres débiles que sólo les rezan a los dioses<br />

esperando que cambien su situación) o arremetiendo contra el culpable<br />

del nacimiento de la civilización.<br />

Así era pues la vida del cínico Diógenes, cuyo nombre significa en<br />

griego “nacido o descendiente de Zeus”, pues Διογενἡς es un hijo de<br />

dios, es decir, “un retoño divino”.<br />

BIBLIOGRAFÍA<br />

Bracht Branham, R. y Goulet-Cazé, M.-O. (editores), Los cínicos. El movimiento<br />

cínico en la Antigüedad y su legado, Seix Barral, Barcelona, 2000.<br />

Cuesta, José Alberto, Ecocinismos. La crisis ecológica desde la perspectiva de la<br />

filosofía cínica, Biblioteca Buridán, España, 2011.<br />

Daraki, Maria y Romeyer-Dherbey, Gilbert, El mundo helenístico: cínicos, estoicos y<br />

epicúreos, Akal, Madrid, 2008.<br />

Diógenes Laercio, Vidas y opiniones de los filósofos ilustres, Lucina, Zamora, 2010.<br />

[ 36 ]


SAN ATANASIO Y HERÁCLITO: HACIA UNA ONTOLOGÍA CONCILIADORA<br />

Ximena Torrescano Lecuona<br />

La religión católica contiene explícitamente verdades que otras<br />

religiones contienen implícitamente. Pero, recíprocamente,<br />

otras religiones contienen explícitamente verdades que<br />

solamente están implícitas en el cristianismo.<br />

Simone Weil<br />

El presente escrito tiene la finalidad de mostrar ciertos paralelismos<br />

existentes entre la filosofía griega clásica y la religión judeo-cristiana,<br />

teniendo como punto de partida la convicción de que ésta última, a partir<br />

de la cual surge la institución eclesial tanto en occidente como en<br />

oriente, no es la única que debiera adjudicarse el título y la posesión del<br />

conocimiento sobrenatural acerca de Dios.<br />

En ese sentido estamos convencidos de la absoluta posibilidad de<br />

una lectura histórico-bíblica a partir de la afinidad entre el cristianismo y<br />

las tradiciones místicas de otras regiones (particularmente la griega),<br />

entendiéndolas como una suerte de pre-cristianismos absolutamente<br />

legítimos en la configuración de la historia de salvación cristiana en su<br />

totalidad.<br />

A lo largo de las siguientes páginas pretendemos mostrar los<br />

estrechos vínculos que unen a la filosofía griega con la doctrina cristina,<br />

rompiendo el antiguo esquema que señala como paganismos 1 a todas<br />

aquellas manifestaciones religiosas que se hallan fuera del marco<br />

conceptual de la teología cristiana ya sea por anterioridad a la misma,<br />

por variación en el dogma o por supuesta oposición frontal.<br />

Por nuestra parte daremos cuenta de que no existe una antítesis<br />

efectiva, sino que, por el contrario, hay una continuidad rastreable entre<br />

la concepción de divinidad griega y la concepción de la doctrina cristiana;<br />

continuidad que señalaremos a partir de la referencia al Logos, término<br />

desarrollado desde la tradición griega a partir del filósofo presocrático<br />

1<br />

Paganismo, en el sentido más amplio, refiere a todas las otras religiones que no<br />

sean la verdadera revelada por el Dios único, y en un sentido más reducido, refiere<br />

a todas excepto al cristianismo. El término se usa como equivalente de politeísmo,<br />

herejía e incluso ateísmo.<br />

[ 37 ]


Heráclito, y que posteriormente será equiparable a la trascendente<br />

identificación del evangelista San Juan, en la que el término Logos<br />

adquiere una dimensión específicamente cristiana al tratarse de un logos<br />

encarnado.<br />

Es por tal motivo que a partir de la influencia cultural, política y<br />

filosófica que el cristianismo ha ejercido en occidente consideramos<br />

absolutamente relevante establecer éste vínculo o relación a partir del<br />

término Logos, apelando a aquello que hemos decidido llamar revelación<br />

rizómatica, es decir, diversidad en lo tocante a las manifestaciones del<br />

mensaje divino a lo largo del tiempo histórico; por contraposición a la<br />

revelación unilineal y arbitraria que defiende el magisterio y la tradición<br />

dogmáticas de la institución eclesial cristiana.<br />

El término rizoma fue importado desde el lenguaje de las ciencias<br />

bilógicas hacia el de las ciencias sociales y, particularmente la filosofía y<br />

el psicoanálisis, por Gilles Deleuze y Félix Guattari; con la adopción de<br />

dicho vocablo se pretende explicar un tipo de enlace cognoscitivo que se<br />

establece a partir de un concepto inicial, mismo que va desarrollándose<br />

en una articulación de tipo arborescente, heterogénea y no dicotómica,<br />

generando un progresivo desglose no jerárquico que desemboca en la<br />

representación de conceptos cuyas conexiones son transversales, así:<br />

“cualquier punto de rizoma se puede conectar con otro cualquiera, y debe<br />

hacerlo” (Deleuze; Guattari, 2009:30).<br />

Es en este sentido, que al hablar de revelación rizomática estamos<br />

refiriéndonos a la perfecta legitimidad y congruencia que, en lo referente<br />

al mensaje cristiano revelado a lo largo de la historia, existe por parte de<br />

filósofos y sabios que, aun siendo anteriores al nacimiento histórico de<br />

Jesús, presentaban ya en sus doctrinas y enseñanzas el contenido<br />

evangélico o la denominada semilla del verbo. 1 De tal suerte que,<br />

1<br />

En la declaración Nostra aetate, uno de los textos del concilio Vaticano II; la Iglesia<br />

católica no rechaza nada de lo que en otras religiones, e inclúyase filosofías, halla<br />

de verdadero y de santo: “semillas del Verbo”. Considera con sincero respeto los<br />

modos diversos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas, que, aunque<br />

discrepen en muchos puntos de lo que ella profesa y enseña, no pocas veces<br />

reflejan un destello de aquella Verdad (radium illius Veritatis) que ilumina a todos<br />

los seres humanos.<br />

[ 38 ]


habremos de deshacernos de la superstición de la cronología bíblica y la<br />

exclusividad en lo tocante a la revelación, para encontrar la verdad en su<br />

sentido eterno.<br />

Desde esta perspectiva es que nos atrevemos a mencionar que<br />

existe una atemporalidad en la axiología del mensaje y suceso cristianos,<br />

aunque “la pasión estaba por venir y hoy es el pasado. El pasado y el<br />

porvenir son simétricos. La cronología no puede tener un papel<br />

determinante en la relación entre Dios y el hombre, una relación en la<br />

que uno de sus términos es eterno” (Weil, 2011: 20).<br />

De tal suerte que una interpretación exclusivamente unilineal<br />

respecto de la sabiduría revelada, asunto que se ha venido haciendo con<br />

el mensaje cristiano, que es avalado y defendido únicamente por el<br />

magisterio eclesial y el cuerpo conciliar de teólogos calificados; una<br />

interpretación así, pues, se queda demasiado corta y limitada en tanto<br />

que ignora o repudia de herejía y paganismo toda otra interpretación<br />

respecto del mundo o la divinidad que contenga elementos anteriores,<br />

externos o trasversales (siguiendo el modelo arborescente del rizoma),<br />

respecto del canon interpretativo por parte de la tradición 1 . Perspectiva<br />

que coarta al no aceptar interpretación alguna fuera del tan acotado<br />

marco conceptual establecido por la institución legitimadora del<br />

mensaje.<br />

Consideramos que un verdadero ecumenismo debe dar cuenta de<br />

la articulación heterogénea, no jerárquica y compartida que existe entre<br />

tradiciones milenarias tanto en oriente como en occidente para la<br />

configuración y enriquecimiento de la religión cristiana per se. Así:<br />

Mientras subsista la ilusión de un corte entre el llamado paganismo y el<br />

cristianismo, éste no será encarnado, no impregnará toda la vida profana<br />

como debiera, quedará separado y, en consecuencia, no activo… Pues ¡cuánto<br />

cambiaría nuestra vida si se viera que la geometría griega y la fe cristiana han<br />

brotado de la misma fuente! (Weil, 2011: 70).<br />

1<br />

“La tradición refiere a una noción religiosa antiquísima según la cual se acepta un<br />

mensaje que es digno de fe y que la exige, el cual llega por audición, es decir,<br />

transmitido de palabra. El objeto de este mensaje es independiente de la persona<br />

que lo trae, la cual no obra más que en nombre de la doctrina que anuncia” (H.<br />

Haag et Al, 2000:1959)<br />

[ 39 ]


Dicho lo anterior proponemos una interpretación más amplia y<br />

abarcadora de la espiritualidad cristiana, misma que incluya a la propia<br />

tradición oriental (egipcios, asirios, fenicios y, por supuesto,<br />

espiritualidades como lo son el budismo, el taoísmo y el hinduismo). Por<br />

lo que respecta al presente escrito consideraremos, por cercanía<br />

cultural, a la tradición griega como formadora del núcleo más íntimo de<br />

la religión cristiana en su conjunto.<br />

De tal suerte que, si revalorizamos las afinidades entre ambas<br />

tradiciones a partir de una filosofía-cristológica (porque la filosofía debe<br />

abrirse a todas las dimensiones, incluida la de lo revelado) estaríamos<br />

dando un paso adelante en la comprensión actual de la religión desde<br />

una perspectiva mucho más crítica, incluyente y conciliadora. Ahora,<br />

hablaremos brevemente acerca de la noción de logos griego para<br />

intentar establecer el vínculo que hemos venido mencionando.<br />

• El logos griego<br />

Logos es un término filosófico de origen griego utilizado inicialmente por<br />

Heráclito de Éfeso, en cuya acepción más amplia refiere a significados<br />

múltiples, tales como: razón, palabra, pensamiento, relación o discurso.<br />

Término del que el filósofo afirmará “la existencia de un perpetuo devenir<br />

de las cosas como choque o lucha de contrarios, cuya oposición se<br />

remonta a la naturaleza ambivalente del logos-fuego, principio universal<br />

de la realidad” (Abbagnano, 2010: 596).<br />

Es en este sentido que existe una consideración griega del logos en<br />

relación a la ley misma del mundo, el logos-fuego en su perpetuo devenir<br />

representa ya el primer paralelismo con el fuego que es constantemente<br />

símbolo del Espíritu Santo 1 en el Nuevo Testamento.<br />

En tanto que el logos Heracliteo está sujeto a diversas<br />

interpretaciones que pueden rastrearse a partir de la reconstrucción de<br />

los pocos fragmentos que al día de hoy nos quedan y que han sido<br />

ordenados siguiendo el orden alfabético de los escritores antiguos que<br />

1<br />

“Al espíritu se le llama santo, porque es el espíritu de Dios, santo por esencia, así<br />

como son igualmente santos el brazo de Dios (Is 52, 10 Sal 98 I), su nombre (Am<br />

2,7 Ez 36,20) y su palabra ( Jer 23,9 Sal 105, 42) de forma que espíritu Santo significa<br />

propiamente espíritu divino”. (H. Haag et Al, 2000: 620) Perfectamente<br />

identificable con el pneuma al que los presocráticos aludían.<br />

[ 40 ]


los transcribieron, al menos en la edición Diels-Kranz; en tanto que esto<br />

es así, consideramos que no existe aún conocimiento acabado en lo que<br />

respecta a la interpretación de dichos fragmentos, motivo por el que nos<br />

vemos autorizados a hacer la relación que venimos señalando.<br />

Así, el motivo de reconocer en Heráclito al máximo representante<br />

griego en alusión a la doctrina del logos deriva, precisamente, del hecho<br />

de haber sido uno de los primeros en utilizar dicho término y hacer de<br />

éste el símbolo y revelación del arché o sustancia primera del mundo.<br />

“(41) (De Diogen. Laert., IX,) Una sola cosa es lo sabio, conocer la Razón<br />

(logos), por la cual todas las cosas son gobernadas por medio de todas.”<br />

(Mondolfo, 1998: pág. 35).<br />

Fragmento a partir del cual podemos dar cuenta de la concepción<br />

racional existente en el mundo griego a partir de una armonía unitaria<br />

ejercida por el logos que funge como norma racional del devenir. Existe<br />

una función vigilante en éste mismo logos-razón, cual ocurre en la<br />

concepción cristiana del mundo, principio juzgador y fuente de todo<br />

cambio y flujo universales.<br />

A este respecto, si bien es cierto que en Heráclito el término logos<br />

aparece algunas veces con un sentido metafísico u oracular, mientras<br />

que en otras adquiere un significado un tanto más común, nosotros<br />

habremos de considerarle como aquella norma eterna que subyace al<br />

flujo de los fenómenos, así como la medida y el fin de todo cuanto ocurre,<br />

de tal suerte que podamos parangonarlo al logos que será asumido<br />

posteriormente por el cristianismo.<br />

La naturaleza misma de este logos precristiano puede ser entendida<br />

como la multiplicidad que se reduce a un principio único en<br />

complementariedad de unidad y distinción, en cuya profunda génesis<br />

funge como ley de armonía recíprocamente entendida: “(30) (de Clem.,<br />

Stromat., V, 105) este cosmos… que siempre ha sido, es y será fuego<br />

eternamente viviente, que se enciende según medidas y se apaga según<br />

medidas” (Mondolfo, 1998: 34).<br />

Con ello igualmente damos cuenta de una suerte de ciclo cósmico<br />

cuya periódica conflagración mantiene el orden y la racionalidad del<br />

mundo griego en la que se reconoce que el atributo del fuego representa<br />

la profunda esencia dialéctica como ley de medida y de justicia. De<br />

[ 41 ]


acuerdo con el texto de Rodolfo Mondolfo y siguiendo la explicación que<br />

Hipólito realiza a este respecto:<br />

(64-66) (de Hippol., Refut., IX, 10,7) Dice (Heráclito) también que se realiza<br />

por medio del fuego un juicio del cosmos y de todas las cosas que están en él,<br />

expresándose de la manera siguiente: (64) todas las cosas las gobierna el Rayo<br />

esto es, las dirige, puesto que llama Rayo al fuego eterno. Y dice también que<br />

este fuego es inteligente y causa de ordenamiento de todas las cosas; y lo<br />

llama: (65) indigencia hartura indigencia, según él (Heráclito), es el<br />

ordenamiento del cosmos, hartura la conflagración. (66) Todas las cosas pues,<br />

dice, el fuego al sobrevenir juzgará y agarrará (Mondolfo, 1998: 38).<br />

Fragmentos en los que encontramos una analogía evidente con la noción<br />

de juicio final presente en el antiguo testamento y en los textos<br />

proféticos, en los que se expresa claramente el pensamiento de que<br />

Yahveh no sólo rige, juzga y castiga a su propio pueblo, sino también a<br />

todos los pueblos de la tierra, tal como lo expresa (Is 13-27; Jer 46-51; Ez<br />

25-32).<br />

De tal suerte que este logos griego que es equiparable al fuego o<br />

razón como elemento del principio que todo lo gobierna y domina al<br />

regular y determinar el flujo universal de las cosas, es proporcionalmente<br />

equiparable a las alusiones bíblicas que de este elemento se hacen cual<br />

ocurre en importantes pasajes del Antiguo Testamento; ejemplo de ello<br />

es cuando Yahvé aparece a Moisés y se le hace manifiesto rodeado de<br />

fuego:<br />

Moisés cuidaba las ovejas de su suegro Jetro, que era sacerdote de Madián, y<br />

un día las llevó a través del desierto y llegó hasta el monte de Dios, que se<br />

llamaba Horeb. Allí el ángel del señor se le apareció en una llama de fuego, en<br />

medio de una zarza. Moisés se fijó bien y se dio cuenta de que la zarza ardía<br />

con el fuego, pero no se consumía (Éx 3,2).<br />

Del mismo modo, éste principio Universal, igualmente considerado<br />

sustancia del mundo para los griegos, aparece a los profetas Isaías y<br />

Ezequiel cuando fueron llamados por Yahvé.<br />

Por otra parte, la ira y el poder de Dios se representa muchas veces<br />

bajo el símbolo del fuego, elemento que encontramos también en<br />

algunos de los pasajes del filósofo Heráclito y en diversos salmos, así<br />

como en (Isaías 26, II). Ésta característica de manifestación, a través del<br />

[ 42 ]


elemento ígneo por parte del principio supremo, llama la atención<br />

debido a su naturaleza instrumental o de mediación en lo tocante a la<br />

revelación de mensajes importantes:<br />

En efecto, haciéndose eco aquí de la concepción heraclítea de la causa o<br />

principio, que es al mismo tiempo ley universal, se afirma que éste principio<br />

debe ser el más rápido y sutil de los seres para poder penetrar por todo el<br />

universo y gobernar todas las otras cosas insinuándose a través de ellas; y<br />

sucesivamente se introduce la afirmación de que él (es el fuego mismo)<br />

(Mondolfo, 1998: 95-96).<br />

Así el fuego no solamente es un elemento que purifica y permite separar<br />

lo puro de lo impuro, razón por la que éste elemento ígneo es<br />

instrumento del castigo y designio divinos y aspecto que podemos<br />

encontrar claramente en pasajes como (Jer 5, 14; 20,9; 23,19) y salmos<br />

como (sal 50,3); sino que debido a la sutileza de su composición es<br />

idóneo como elemento que permite la manifestación material de un<br />

componente metafísico, a saber: la divinidad; pues logos quiere decir<br />

ante todo relación y mediación, es decir, proporción o armonía desde la<br />

concepción griega.<br />

• El Logos Cristiano<br />

Ahora, una vez mencionadas las semejanzas y alusiones respecto del<br />

logos-fuego de los griegos, para el presente apartado consideraremos la<br />

renovación que el apóstol San Juan ha hecho de la noción griega del<br />

logos, de la que ya hemos visto cómo es que pensadores, cual Heráclito,<br />

subrayaron la racionalidad y orden del mundo. Veremos ahora con<br />

mayor precisión cómo el término evoluciona desde una consideración<br />

más bien fisicalista y abstracta, hacia una acentuación auténticamente<br />

encarnacional 1 en la que el término logos será traducido como Palabra o<br />

Verbo. Este uso del término logos en la dogmática cristiana se halla<br />

expresado en tres pasajes del nuevo testamento, todos pertenecientes<br />

al cuerpo juanístico:<br />

“En el principio era el Verbo (la palabra) y el Verbo estaba ante Dios, y el Verbo<br />

era Dios. Él estaba ante Dios en el principio” (Juan1,1).<br />

1<br />

Referente a la manifestación material del principio de unidad. El Dios hecho carne<br />

mencionado por el apóstol san Juan en el evangelio que lleva su nombre.<br />

[ 43 ]


“Según él, hemos contemplado y tocado con las manos el logos de la vida.”<br />

(Juan 1-3).<br />

“El jinete vencedor con manto ensangrentado lleva el nombre del logos de<br />

Dios” (Ap 19, 13).<br />

Renovación joánica a partir de la cual los padres apologistas de la iglesia<br />

desarrollarán toda una teología del logos que, también desde una<br />

perspectiva estoica, era ya presentado como la razón seminal de todas<br />

las cosas, es decir, principio generador del mundo.<br />

Es a partir de ésta riqueza doctrinal presente particularmente en el<br />

prólogo de San Juan que se elaborará la posterior base de los tratados<br />

dogmáticos sobre la trinidad y la encarnación estructurados por los<br />

padres defensores de la fe de Nicea, de entre los cuales destaca San<br />

Atanasio, obispo de Alejandría y figura más sobresaliente de la Iglesia<br />

durante el siglo IV por combatir el arrianismo y el subordinacionismo a<br />

partir de escritos como la encarnación del Verbo en donde presenta una<br />

exposición clara de la fe cristiana a partir de la manifestación del Verbo<br />

en la carne, núcleo esencial de la religión referida: “El tomar nombre<br />

viene a coincidir con el transformarse del logos, al que es intrínseco éste<br />

proceso de determinación, realizando en él su autónomo poder infinito<br />

como alma que crece por sí misma porque le es propia la razón”<br />

(Abbagnano, 2010: 598).<br />

De tal suerte que la evolución teológica del término lograda<br />

posteriormente con el dogma trinitario y en la formulación cristológica<br />

se ciñe a lo esencial de la fe cristiana, retomando desde la tradición<br />

griega clásica la noción de logos como arché o principio de todas las<br />

cosas, pero ahora a partir de la acentuación encarnacional, en la que se<br />

distingue la naturaleza particular dentro de lo absoluto del principio<br />

universal.<br />

Este aspecto revolucionó por completo la forma de concebir y sentir<br />

al principio generador de todas las cosas, en tanto que, el anuncio del<br />

Verbo hecho carne señalaba el paso histórico, el hiato y el despliegue de<br />

la historicidad humana expuesta en la teología del evangelio del apóstol<br />

San Juan: “En el principio era el Verbo y el Verbo estaba ante Dios y el<br />

Verbo era Dios, y estaba ante Dios en el principio; por él se hizo todo, y<br />

nada llegó a ser sin él” (Juan 1-3).<br />

[ 44 ]


Palabras en cuya génesis se halla la manifestación más acabada del<br />

antiguo logos griego que será asumido, ahora, como mediador y<br />

revelador definitivo; y que llevará a su culminación la revelación parcial<br />

de Moisés y de diversos filósofos de la antigüedad, incluido Heráclito y<br />

los estoicos, a quienes consideramos también portadores de la semilla<br />

del Verbo en tanto que defendemos una perspectiva rizomática, es decir<br />

diversa y heterogénea, en lo que refiere a la revelación de la divinidad a<br />

lo largo del decurso histórico.<br />

Así, a pesar de que los griegos sólo conocieron fragmentos del<br />

logos, sentaron las bases que posteriormente permitirían a los cristianos<br />

tener un conocimiento pleno de dicho principio de unidad:<br />

No puede ser absurdo que él (el logos) que ordena el universo y da vida a todo<br />

y que ha querido hacerse conocer a través de los hombres, se haya servido de<br />

un cuerpo humano como instrumento para la revelación de la verdad y el<br />

conocimiento del Padre, porque también la humanidad es una parte del todo<br />

(Atanasio, 1997: 120).<br />

Este procedimiento de mutación dialéctica en el que el logos abstracto y<br />

racional de los griegos adquiere un principio de identificación material a<br />

partir de la encarnación, puede resultar del todo paradójico y bastante<br />

bien puede expresarse en aquel pasaje bíblico que alude al escándalo de<br />

los judíos y locura para los paganos, en tanto que “mientras los judíos<br />

piden milagros y los griegos buscan el saber, nosotros proclamamos un<br />

mesías crucificado: para los judíos ¡qué escándalo! Y para los griegos<br />

¡qué locura!” (1Cor 1, 22).<br />

Palabras paulinas que describen a la perfección el sentimiento<br />

generalizado respecto de la doctrina que hace del logos griego un<br />

Khristos, es decir, un ungido (En griego, adjetivo verbal formado a partir<br />

del verbo khrio, es decir, ungir) y que proclama una identificación del<br />

Verbo o logos cristiano como rector del universo con el principio o arché<br />

griego que todo lo gobierna.<br />

En palabras de San Atanasio: “el Verbo se despliega en todas partes,<br />

arriba y abajo, en la profundidad y en la superficie; arriba, en la creación;<br />

abajo, en la encarnación; en la profundidad, en el infierno; en la<br />

superficie, en el mundo” (Atanasio, 1997: 69).<br />

[ 45 ]


Dicho lo cual, es posible establecer la línea de continuidad desde la<br />

que griegos y estoicos veían en el logos-fuego el principio activo del<br />

mundo que anima, ordena y guía, a partir de otro principio, aunque<br />

pasivo, que es la materia, sólo nótese el énfasis encarnacional en el<br />

cristianismo.<br />

Así, mientras para los griegos y estoicos el logos es entendido como<br />

principio formador del mundo y es identificado con el “destino”;<br />

encontraremos, pues, en ello otro elemento relacional que nos permite<br />

identificar con la teología cristiana un valor soteriológico similar que es<br />

el fundamento radical del triduo pascual, es decir de la pasión, muerte y<br />

resurrección de Jesucristo (logos encarnado), como el destino o<br />

impronta que resulta ineludible, en tanto que: “la benignidad y bondad<br />

del Padre indican el motivo de la encarnación, mientras que nuestra<br />

salvación es la finalidad” (Atanasio,1997: 38). Impronta que marca la<br />

función teológica del logos hecho carne, al modo en que el logos griego<br />

enmarcaba una identificación con el destino.<br />

De tal manera que, mientras los filósofos griegos pensaban al<br />

mundo como un gran cuerpo regido por el logos: “Del logos con el que<br />

sobre todo tienen relación continuamente, el que gobierna todas las<br />

cosas” (de Marc. Aur., IV,46 Frag 72)” podemos cuestionarnos junto con<br />

San Atanasio que, si esto es así, verdaderamente: “¿Qué hay de absurdo<br />

y de extraño en decir que ha entrado (el logos) también en un hombre?<br />

(Atanasio, 1997: 118).<br />

Porque si resulta escandaloso y absurdo que este logos haya<br />

tomado ahora un cuerpo particular en la figura de Khristos, habríamos<br />

de admitir que también lo es el que se halle disperso por todo el<br />

universo, porque el universo es también un cuerpo y de algún modo:<br />

Si es conveniente que (el logos) entre en el mundo y que se haga conocer en<br />

todo el universo, debería ser del todo conveniente que apareciera también en<br />

un cuerpo humano y que éste fuera iluminado y movido por él. Pues el género<br />

humano también es una parte del universo. Y si no conviene que una parte<br />

sirva de instrumento para hacer conocer la divinidad, sería también<br />

absolutamente absurdo que hiciese conocer por el conjunto el universo<br />

(Atanasio, 1997: 118).<br />

[ 46 ]


Es en esta medida que validamos la continuidad existente desde la<br />

antigua concepción griega del principio de unidad, manifiesta ahora, en<br />

la encarnación real y efectiva que representa la efigie del absoluto y la<br />

unión hipostática que señala en una persona empírica (Khristos) la<br />

encarnación de la antigua idea griega. De tal suerte que, así como no<br />

resulta absurdo determinar que el logos esté en el universo y sea<br />

principio rector del mismo, tampoco lo es que éste mismo logos se<br />

encuentre en un hombre pues “aquello que se puede pensar del todo, lo<br />

debemos pensar necesariamente también de la parte.” (Atanasio, 1997:<br />

119).<br />

Dicho lo cual no debiere existir mayor escándalo ni para griegos, ni<br />

para cristianos, ni para contemporáneos, toda vez se trata del mismo<br />

logos que se ha servido de la materia para manifestarse, de manera que<br />

ha querido hacerse conocer mediante una parte del Todo. He aquí el<br />

paso crucial de la humillación del logos griego al Verbum humano a partir<br />

de aquello que conocemos como principio Kenótico.<br />

En este sentido es perceptible el proceso de inculturación en que el<br />

concepto filosófico griego entró en diálogo directo con la fe cristiana y<br />

sin distorsionarse, se asimiló al momento en que fue utilizado para<br />

expresar la fe en el khristos. Reflejos diversos de una verdad única y,<br />

quizá, intraducible en palabras claras. Ultimadamente, el Ser se dice de<br />

muchas maneras.<br />

BIBLIOGRAFÍA<br />

Abbagnano, Nicola (2010) Diccionario de filosofía, Df, Fondo de cultura económica.<br />

Atanasio (1997) La encarnación del verbo, España, Ciudad Nueva.<br />

Deleuze; Guattari (2009) Rizoma, Df, Fontamara.<br />

H. Haal et Al. (2000) Diccionario de la biblia, Barcelona, Herder.<br />

La santa Biblia (1979) Ed. Sociedades bíblicas Unidas.<br />

Mondolfo, Rodolfo (1998) Heráclito texto y problemas de su interpretación,<br />

México, siglo XXI editores.<br />

Vidal Jaques et Al, (1997) Diccionario de las religiones, España, Herder.<br />

Weil, Simone (2011) Carta a un religioso, Madrid, Trotta.<br />

[ 47 ]


BLAISE PASCAL: LA MÁQUINA DE BUSCAR A DIOS<br />

José Carlos Sanabria Escutia<br />

En 1998, el cineasta estadounidense Darren Aronofsky debutó en el<br />

séptimo arte con la película Pi, el orden del caos, en la cual Max Cohen,<br />

un matemático reservado, paranoico y aquejado de fuertes migrañas,<br />

cree que toda la naturaleza puede ser representada mediante números.<br />

Max pretende descubrir el modelo matemático de la bolsa de<br />

valores a través de cálculos y programas que introduce en su<br />

computadora llamada Euclides (como el matemático griego). Después de<br />

una inspiración provocada por la Cábala, crea un programa con el que<br />

consigue un secuencia de 216 dígitos, la cual representa para un grupo<br />

de judíos el nombre de Dios y para los economistas la llave para volverse<br />

millonarios.<br />

Matemáticas y Dios, así como ciencia y religión se unieron en esta<br />

pieza audiovisual. Las matemáticas como un método para alcanzar a<br />

comprender a Dios, para buscarlo y despejar toda duda acerca de Él.<br />

Más de 350 años antes de este film, el filósofo Blaise Pascal tuvo la<br />

misma inquietud: buscar a Dios por medio de una máquina, por medio<br />

de números. En el siglo X<strong>VII</strong>, Pascal se preguntó por aspectos<br />

fundamentales en la vida del hombre: ¿por qué estamos en el mundo y<br />

en este preciso momento histórico? ¿Quién es Dios? ¿Cómo lo podemos<br />

comprender?<br />

En este trabajo me enfocaré en realizar un bosquejo acerca de las<br />

reflexiones de Pascal con respecto a la religión y a Dios, y su relación con<br />

su interés por la ciencia y, en especial, por las matemáticas.<br />

Pascal afirmó que, dada la breve duración de la vida, absorbida por<br />

la eternidad precedente y siguiente, este pequeño espacio que llenamos,<br />

“hundido en la inmensidad infinita de los espacios que desconozco y que<br />

me desconocen, me aterro y me pasmo de verme aquí, pues no hay razón<br />

de que aquí. ¿Quién me puso? ¿Por orden y conducta de quién me ha<br />

sido destinado este lugar y este tiempo?” (Pascal en Béguin, 2014: 193).<br />

Pascal fue un prodigio para su tiempo, con sólo 24 años publica<br />

teoremas y avances matemáticos relevantes. Hasta 1654, Pascal buscó<br />

[ 48 ]


la verdad en el mundo natural y en las ciencias abstractas. A partir de<br />

este año y hasta 1657 esperó el triunfo de la verdad en la Iglesia y de la<br />

religión en el mundo y tomó parte activa en la lucha por este triunfo. Al<br />

final de su vida supo que la única grandeza auténtica del hombre consiste<br />

en la consciencia de sus límites y de sus debilidades.<br />

Vio las incertidumbres que caracterizan a toda vida humana, tanto<br />

en la naturaleza como en la Iglesia militante, y tanto en el plano de la<br />

razón como en el de la revelación, “pues la razón es insuficiente sin la fe<br />

para conocer la menor cosa natural, y la fe no puede insertarse<br />

válidamente en la vida del hombre sin la actitud racional de la apuesta”<br />

(Albiac, 1981: 47).<br />

Lo que más distingue a Pascal de cualquier otro pensador es su<br />

resistencia a meter en un mismo saco la ciencia y la filosofía y formuló el<br />

proyecto de una nueva apología del cristianismo, que partiera de los<br />

sentimientos y exigencias del corazón (Garrido en Pascal, 2014: 12-14).<br />

Además, atacó al género humano porque lo consideró ebrio de una<br />

soberbia sin límites, criticó que se había autoproclamado amo y señor<br />

del mundo, y se impuso la tarea de derribarlo de un trono que no le<br />

pertenecía. Su filosofía busca recordar al hombre cuál es su medida. Por<br />

tanto, le enseñó su miseria, pero también le mostró su grandeza: el<br />

pensamiento (Muñoz, 2015: 10). Pascal opinaba que es necesario que la<br />

razón se humille de antemano ante el misterio (Garrido en Pascal, 2014:<br />

15).<br />

Resulta impactante cómo una persona cercana a la ciencia y a la<br />

razón decide volcarse a un aspecto más espiritual cercano a Dios. Él<br />

mismo se pregunta: “¿Por qué es limitado mi conocimiento?, ¿y mi<br />

estatura?, ¿y mi duración de cien años y no de mil? ¿Qué razón tuvo la<br />

naturaleza para dármela así y elegir esta cifra más bien que otra, en cuya<br />

infinitud no haya mayor razón para escoger una que otra, nada más<br />

tentador que en otra?” (Pascal en Béguin, 2014: 193). Pascal, más allá de<br />

la ciencia, se pregunta por el sentido de la vida y de la existencia.<br />

Ahora, para conocer los postulados de este pensador, es necesario<br />

detallar cuáles fueron sus principales influencias. Las lecturas<br />

fundamentales de Pascal fueron Epicteto y Montaigne, tradición estoica<br />

y tradición escéptica. De Epicteto, sostiene Pascal que le parece<br />

[ 49 ]


elevante que considere a Dios como su principal objeto; que esté<br />

persuadido de que lo gobierna todo con justicia; que se someta a él de<br />

buen grado, y que le siga voluntariosamente en todo, considerando que<br />

todo lo hace con gran sabiduría (Pascal en Muñoz, 2015: 50).<br />

Pascal coincidía con Epicteto en su llamada a someternos a la<br />

voluntad de Dios de una manera absoluta. Una sumisión que debe nacer<br />

de algo que los hombres no podemos olvidar: somos seres contingentes,<br />

nuestra existencia no depende de nosotros, sino que nos ha sido dada, y<br />

en cualquier momento la podemos perder. “Alguien nos ha puesto en el<br />

mundo, y nuestras vidas no son otra cosa que el fruto de su voluntad, y<br />

a ella, única soberana, deberemos entregarnos” (Muñoz, 2015: 51).<br />

De este filósofo griego, Pascal retoma que el mundo en el que<br />

vivimos no es más que un lugar de paso, y nuestra verdadera identidad y<br />

el sentido de nuestra existencia solo podemos encontrarlo en Dios.<br />

Además, el especialista Gonzalo Muñoz afirma que a Pascal le atraía de<br />

Epicteto la combinación de tres conceptos que también para él fueron<br />

decisivos, como la necesidad de someterse a la voluntad de Dios, la<br />

constante presencia de la muerte como permanente posibilidad y la<br />

obligación de no perder nunca de vista estas dos afirmaciones para poder<br />

orientar de forma correcta la vida.<br />

Otro de los pensadores que tuvo un peso fundamental en Pascal fue<br />

Michel de Montaigne; su obra Ensayos es un ejercicio de destrucción<br />

total, ya que no pretende derribar una verdad para colocar otra en su<br />

sitio, sino que muestra al hombre la incapacidad de su razón para<br />

fundamentar ninguna. Pascal consideró que Montaigne lograba mostrar<br />

en esta obra que el hombre es incapaz de alcanzar ninguna verdad a<br />

través de su razón, es decir por sí mismo. De este modo, dirá Pascal, ha<br />

sabido hacernos ver que, sin Dios como criterio, sin su revelación,<br />

estamos completamente perdidos (Muñoz, 2015: 54).<br />

Montaigne, en su ejercicio radical de la duda, había dejado al<br />

hombre rebajado al nivel de los animales, y de este modo le había<br />

revelado cuál era su miseria sin la presencia de Dios, aspecto que Pascal<br />

apreció (Muñoz, 2015: 54). Cabe destacar que Montaigne es considerado<br />

el creador del ensayo moderno, obra cumbre del humanismo y una<br />

forma en donde la escritura permite conocernos a nosotros mismos.<br />

[ 50 ]


Para recapitular, Pascal consideró que Epicteto mostró nuestra luz<br />

y Montaigne, en la parte destructiva de sus Ensayos, nuestra sombra.<br />

Epicteto nos enseñó que solo Dios ha de ser nuestro deber, y Montaigne<br />

la incapacidad de conocer con certeza mediante nuestra razón. Pero el<br />

hombre, dirá Pascal, no es ni su luz ni su sombra, sino ambas entretejidas<br />

(Muñoz, 2015: 56).<br />

Paso ahora a explorar la máquina aritmética de Pascal, la cual es<br />

capaz de hacer, por sí sola y sin trabajo alguno del espíritu, las<br />

operaciones de todas las partes de la aritmética. Esta máquina ayuda al<br />

matemático a economizar los procesos intelectuales que median el<br />

cálculo (Albiac en Pascal, 2014: 26). Se trata del prototipo de la<br />

calculadora y de lo que siglos después se convertiría en la computadora.<br />

Pascal se convirtió en un visionario al construir este artefacto, redujo el<br />

tiempo en la realización de operaciones aritméticas.<br />

Cabe destacar que la máquina, o más precisamente el autómata,<br />

cuyo arquetipo en el siglo X<strong>VII</strong> es el reloj y que ayuda en sus tareas<br />

cotidianas al humano, hizo su irrupción en el universo simbólico del<br />

barroco (Albiac en Pascal, 2014: 22), Pascal abonó a construir en el<br />

imaginario colectivo la idea de que las máquinas ayudarán a los<br />

humanos, imagen que persiste hasta ahora.<br />

Pascal, en los textos que dejó referentes a esta invención indicó:<br />

“me agradecerás el cuidado que tomé para que todas las operaciones,<br />

que por los precedentes métodos son penosas, compuestas, largas y<br />

poco seguras, se tornen fáciles, sencillas, prontas y aseguradas” (Pascal<br />

en Béguin, 2014: 164). El ahorro de tiempo y de memoria es la<br />

superioridad de la máquina aritmética sobre el proceder mental del ama<br />

que calcula, “suprimido el factor aleatorio que la azarosa voluntad<br />

humana induce en sus operaciones, una casualidad sin falla abole el<br />

margen de error: su posibilidad misma” (Albiac en Pascal, 2014: 26).<br />

A pesar de que el invento de Pascal revolucionó las matemáticas de<br />

su tiempo, viene la pregunta fundamental acerca de esta invención:<br />

¿podrá ayudar al humano en territorios más complejos como la<br />

metafísica, la teología o la religión? ¿Puede aportar su ahorro en tiempo<br />

y nulo riesgo de error a encontrar o buscar aspectos más complejos de la<br />

vida humana? ¿Esta máquina ayuda a encontrarnos o a trazar un camino<br />

[ 51 ]


hacia Dios? Estas preguntas se las hizo Pascal luego de observar su<br />

invento.<br />

El filósofo reflexiona al respecto y afirma que la destrucción del yo<br />

es la obra del propio automatismo de engranajes, racionales como<br />

representativos; no hay duda de que no es posible lograr este propósito<br />

sin una presunción o sin una capacidad infinita, como la naturaleza<br />

(Pascal en Muñoz, 2015: 67). El hombre sabe de la existencia del infinito<br />

y lo utiliza, como demuestran las matemáticas. Sin embargo, a pesar de<br />

conocerlo y utilizarlo no puede definirlo, no sabe qué es. Pascal lo explica<br />

del siguiente modo: los números no pueden ser finitos, y cualquiera de<br />

ellos es o par o impar; por lo tanto, si los números no pueden ser finitos,<br />

entonces el infinito tiene que existir (Muñoz, 2015: 114)<br />

“Conocemos, pues, la naturaleza de lo finito porque somos finitos y<br />

extensos como Él. Conocemos la existencia del infinito e ignoramos su<br />

naturaleza, porque él tiene extensión como nosotros, pero no límites<br />

como nosotros. Pero no conocemos ni la existencia ni la naturaleza de<br />

Dios, porque Él no tiene extensión ni límites” (Pascal en Muñoz, 2015:<br />

115), abunda Pascal y en este momento es cuando se observa su<br />

conversión, dejar de lado la ciencia y las matemáticas y acercarse, de una<br />

forma más directa a la religión y, en especial, a Dios.<br />

La época de Pascal fue crucial en el desarrollo de la ciencia en el<br />

mundo. Hay que ponerse en el lugar de alguien de aquella época, el siglo<br />

XVI y X<strong>VII</strong> para hacerse una idea, siquiera aproximada, de lo que<br />

semejante cambio debió de suponer en la mentalidad de la época.<br />

Afirmar que la Tierra era un planeta más, arrancarla de su centro,<br />

hacernos girar alrededor del Sol a gran velocidad, fue una de las mayores<br />

heridas que la ciencia infligió al ego de la humanidad. El heliocentrismo,<br />

al desplazar a la Tierra del centro del universo, ponía también en cuestión<br />

la posición del hombre como figura central de la creación divina, tal y<br />

como sostenía la Iglesia.<br />

Con estas ideas en la cabeza, Pascal observa que el ser humano está<br />

supeditado a una idea, una fuerza más poderosa que lo rige: el infinito,<br />

el universo, Dios.<br />

[ 52 ]


<strong>Que</strong> el hombre contemple, pues, la naturaleza entera en su alta y plena<br />

majestad; que aparte su vista de los objetos bajos que lo rodean. <strong>Que</strong> se<br />

asombre de que este gran recorrido no es más que un punto muy frágil al<br />

lado del que comprenden esos astros que giran en el firmamento. Todo el<br />

mundo visible no es más que un trazo imperceptible en el amplio seno de la<br />

naturaleza. Ninguna idea se le aproxima. ¿Qué es el hombre en el infinito?<br />

(Pascal en Muñoz, 2015: 63).<br />

Pascal se encuentra pasmado ante la complejidad de la naturaleza, del<br />

cielo y los astros, ¿cómo es posible comprender todo lo que nos rodea?<br />

Lo que conocemos sólo es una parte pequeña de todo lo que comprende<br />

el universo. Después de haber creado los inicios de la calculadora y haber<br />

avanzado los estudios de las matemáticas, niega que la ciencia sea el<br />

camino para conocer el mundo y la tilda de irrelevante, ya que considera<br />

que el pensamiento científico no nos ayuda a resolver la pregunta del<br />

sentido de nuestra existencia, que es lo que verdaderamente importa<br />

(Muñoz, 2015: 70).<br />

La realidad es demasiado rica para que la razón, algo finito y<br />

limitado, pueda abarcarla. En este sentido, Pascal afirma que el hombre<br />

posee otro modo de acceder al conocimiento, aparte de la razón: su<br />

corazón. El corazón en Pascal se identifica con la intuición, de modo que<br />

somos capaces de conocer algo, de ver su verdad, de sentirla, sin<br />

necesidad de demostrarla (Muñoz, 2015: 71). Este filósofo se aleja pues<br />

de la experiencia, no hay necesidad de los hechos, basta el corazón, es<br />

decir, la intuición, para acceder al conocimiento. Al respecto, menciona:<br />

“conozcamos pues nuestro alcance: somos algo y no somos todo; lo que<br />

tenemos de ser nos hurta el conocimiento de los primeros principios, que<br />

nacen de la nada; y el poco ser que tenemos nos oculta la visión del<br />

infinito” (Pascal en Béguin, 2014: 189).<br />

Lo que remata nuestra impotencia para conocer las cosas, es que<br />

son simples en sí mismas, y nosotros estamos compuestos de dos<br />

naturalezas opuestas y de distinto género, alma y cuerpo. Pues es<br />

imposible que la parte que en nosotros razona no sea si no espiritual, y<br />

si se pretendiera que fuésemos sencillamente corporales, esto nos<br />

excluiría mucho más todavía del conocimiento de las cosas, por no haber<br />

nada tan inconcebible como decir que la materia se conoce a sí misma;<br />

[ 53 ]


no nos es posible conocer cómo se conocería (Pascal en Béguin, 2014:<br />

190). Para Pascal, el aspecto espiritual del hombre es esencial para<br />

conocer el mundo, no se puede prescindir de él, ya que significa el<br />

camino del conocimiento.<br />

De esta confrontación entre la ciencia, lo espiritual y lo religioso,<br />

paso ahora a detallar algunas ideas de Pascal acerca de Dios y el alma.<br />

Siguiendo una línea religiosa y, en particular, cristiana, Pascal sostiene<br />

que el cuerpo es perecedero y el alma inmortal. En ese sentido afirma:<br />

“siendo como lo es inmortal el alma, no puede hallar su felicidad entre<br />

cosas perecederas y que le serán arrebatadas al menos a la muerte, entra<br />

en una santa confusión y en un estupor que la hunden en una turbación<br />

muy salutífera” (Pascal, 2014: 45-46). Lo importante para el hombre es<br />

enfocarse es temas trascendentales.<br />

Del mismo modo, apunta que el alma debe considerar como una<br />

nada todo cuanto a la nada debe retornar: el cielo, la tierra, su espíritu,<br />

su cuerpo, sus padres, sus amigos, sus enemigos, los bienes, la pobreza,<br />

la desgracia, la prosperidad, el honor, la ignominia, la estima, el<br />

desprecio, la autoridad, la indigencia, la salud, la enfermedad y la vida<br />

misma; en fin, todo cuanto debe durar menos que su alma, es incapaz de<br />

satisfacer el deseo de esta alma que busca seriamente instalarse en una<br />

felicidad tan duradera como ella misma (Pascal, 2014: 45). Por lo tanto,<br />

todo lo que enumera Pascal no tiene una relevancia clara, pues ello, en<br />

algún momento, desaparecerá y el alma seguirá existiendo.<br />

Al respecto, el filósofo e investigador Gabriel Albiac infiere de esta<br />

idea de Pascal que se trata del final de todo y del principio; desprovista<br />

de esa ficción libertina que es el yo, el alma halla, al fin, su sólo camino:<br />

el de una nada, tras de la cual late el absoluto que es Dios (Albiac en<br />

Pascal, 2014: 46).<br />

El hombre debe liberarse, pues, de los aspectos terrenales y<br />

enfocarse a lo realmente importante, estar cerca de Dios, ya que los<br />

objetos a los que se aferra apuntan en la negación del alma misma, una<br />

intensa añoranza de perennidad. Sólo la aniquilación de su ficticia<br />

identidad autónoma podrá ponerla en la vía del único objeto capaz de<br />

saciarla: el Dios cuya presencia las cosas mismas ocultaban (Pascal, 2014:<br />

46). <strong>Que</strong>da sólo en pie la obediencia a un ser supremo que no es posible<br />

[ 54 ]


conocerlo, al final de la vida, accederemos a Él. Sin embargo, ¿Qué hacer<br />

con la vida? ¿Cómo conducirme? Si todo lo que hay alrededor no me<br />

permite estar cerca de Dios o acercarme a Él, ¿son vanidades? ¿Creeré<br />

que yo soy nada? ¿Si mi alma equivale, en cierta medida a Dios, puedo<br />

acceder a Él? ¿Cómo lograrlo?<br />

Pascal ofrece un esbozo, una idea para hacerlo, la llama conversión.<br />

Afirma que la conversión verdadera consiste en someterse ante este ser<br />

universal (Dios) en reconocer que nada se puede sin Él y que nada se ha<br />

merecido de Él que no sea su cólera. Consiste también en conocer que<br />

hay una oposición invencible entre Dios y nosotros y que, sin un buen<br />

mediador, no puede haber comercio (Pascal, 2014: 36). En este sentido,<br />

el especialista Albiac indica que “la conversión es el aprendizaje de la<br />

nada […]. Nadie podría consumar ese aprendizaje sin la intervención<br />

externa de la gracia. Porque la nada misma es un infinito cuya<br />

comprensión escapa, como la de Dios, a la finita inteligencia humana”<br />

(Albiac en Pascal, 2014: 41-42).<br />

Con esto, doy pie ahora a explorar algunas ideas de Pascal acerca de<br />

Dios. Para el filósofo existe Dios, sin embargo, es infinitamente<br />

incomprensible, porque al no tener partes ni límites, no tiene ninguna<br />

relación con nosotros. Somos, pues, incapaces de conocer qué es, ni si es<br />

(Pascal en Muñoz, 2015: 115). Dios no es algo que se pueda demostrar<br />

de forma racional, es algo que se encuentra con el corazón, algo que se<br />

siente. Y si Dios interesa a los hombres no es porque a través de su figura<br />

se pueda describir o percibir la realidad, sino porque Él nos revela su<br />

sentido (Muñoz, 2015: 70).<br />

En esta idea de Dios regresa el término de la intuición, es decir, no<br />

se necesitan pruebas o experiencia para acceder a conocer en este caso<br />

a Dios, basta sólo con el corazón. Siguiendo esta línea, Pascal afirma que<br />

el hombre no es sino un sujeto lleno de error, natural e imborrable sin la<br />

gracia. Nada le muestra la verdad. Todo lo engaña. Estos dos principios<br />

de verdad, la razón y los sentidos, a más de que carecen uno y otro de<br />

sinceridad, se engañan recíprocamente entre ellos. Los sentidos engañan<br />

a la razón con falsas apariencias, y esta misma trampa que le tienden al<br />

alma, la reciben de ésta a su vez: se desquita. Las pasiones del alma<br />

turban los sentidos y les dan impresiones falsas (Pascal en Béguin: 2014:<br />

[ 55 ]


194). Continúa aquí la idea que se desarrolló acerca del alma: la razón y<br />

los aspectos terrenales no son el camino para el conocimiento.<br />

Reforzando esta idea, Pascal detalla que la primer cosa que Dios<br />

inspira al alma a la cual se digna tocar verdaderamente es su<br />

conocimiento y una visión por completo extraordinaria, mediante la cual<br />

el alma considera las cosas y a sí misma de una modo completo nuevo<br />

(Pascal, 2014: 41). La luz de Dios es primero, pero lo que aparece en ella<br />

no es un acto cognitivo, es una pasión: el miedo (Albiac en Pascal, 2014:<br />

42).<br />

Por último, recupero lo que detalla Pascal acerca de las personas,<br />

menciona que hay tres tipos: unas, que sirven a Dios habiéndole hallado;<br />

otras, que se empeñan en buscarlo sin haberlo hallado; otras, que viven<br />

sin buscarle y sin haberle hallado. Las primeras son razonables y felices,<br />

las últimas son locas y desdichadas. Las que se hallan en el punto<br />

intermedio son desdichadas y razonables (Pascal en Muñoz, 2015: 60).<br />

En el punto medio tal vez nos encontramos.<br />

Blaise Pascal al igual que su casi contemporáneo Max Cohen se<br />

enfocaron a buscar a Dios a partir del número. La idea de crear una<br />

máquina que ayudara a bosquejar un camino hacia Él y acceder a un<br />

conocimiento universal se ve reflejado en nuestros días. En la carretera<br />

México-Toluca, se encuentra Abacus, la supercomputadora más potente<br />

que hay en el país, capaz de generar simulaciones y predecir desastres<br />

naturales.<br />

El hombre persiste en acceder al conocimiento a través de<br />

máquinas, sin embargo, parece imposible todavía acceder a un<br />

conocimiento universal y, por ende, acercarnos a Dios. Somos todavía un<br />

punto dentro del infinito incapaz de comprendernos y de entender el<br />

mundo que nos rodea. Pascal, pues, sigue vigente.<br />

FUENTES<br />

Albiac, Gabriel. (1981). El autor y su obra. Pascal. Barcanoca: España.<br />

Aronofsky, Darren. (1998). Pi, el orden del caos. Harvest Filmworks: Estados<br />

Unidos. [Película].<br />

Béguin, Albert. (2014). Pascal. Fondo de Cultura Económica: México.<br />

Muñoz, Gonzalo. (2015). Pascal. Bonalletra. España.<br />

Pascal, Blaise. (2014). La máquina de buscar a Dios. Tecnos: España.<br />

[ 56 ]


FRANCIS BACON: TEOCRACIA Y TECNOCRACIA<br />

Joel Ochoa Pérez<br />

El renacimiento floreció bajo la tutela de mentes iluminadas como:<br />

Tomas Moro, Tommaso Campanella y Francis Bacon. Estos autores<br />

moldearían la época a tal punto de ser predictiva, estás predicciones<br />

serían bajo la sombra de la utopía. En resumidas cuentas, el<br />

planteamiento renacentista será la estructura de nuestro tiempo.<br />

Si nos ponemos a pensar un poco, es posible que vivamos en un<br />

tiempo plagado de aburrimiento, cuando hojeamos la historia y<br />

contemplamos la época renacentista, nos impactaba saber de sus<br />

exploraciones en busca de nuevas tierras, donde por accidente se<br />

encontrarían con civilizaciones totalmente ajenas, donde hoy en día esas<br />

tierras llevan por nombre América.<br />

Y por si fuera poco, grandes posturas de pensamiento se vieron<br />

rebasadas, tal es el caso de la filosofía aristotélica frente al geocentrismo,<br />

marcando así un nuevo horizonte en el sendero de las ciencias. Por otro<br />

lado, la concepción de Dios se transforma radicalmente, con la noción<br />

del infinito, que traería consigo modificaciones enormes a los ojos de<br />

quien miraba asombrado el mundo.<br />

Como observamos, el renacimiento fue punto clave para la<br />

humanidad en sentido: histórico, científico, filosófico, artístico y<br />

religioso. Esta época no podría haber sido engendrada si no fuera por<br />

una de las grandes mentes de la utopía, me refiero sin más a Francis<br />

Bacon.<br />

Francis Bacon escribió La nueva Atlántida en 1623 y 1624.<br />

Desgraciadamente Bacon no pudo concluir su novela y a pesar de ser una<br />

obra inconclusa ha tenido un impacto mayúsculo en nuestros días. Esta<br />

obra nos cuenta la experiencia que tuvieron ciertos náufragos al llegar<br />

accidentalmente a la isla de Bensalem y su relación con los habitantes<br />

cristianos de dicha isla.<br />

Los habitantes de este lugar fundaron a la Isla “Bensalem”, que es<br />

un término de origen hebreo que significa 'Hijo de la paz”, o que,<br />

aplicado al texto, podría interpretarse como “País de la paz". De esta<br />

forma, su influencia al cristianismo fue atribuido por Bartolomé al dejar<br />

[ 57 ]


a uno de los sabios de la sociedad de la Casa de Salomón un libro que<br />

contenía todos los textos canónicos del Viejo y del Nuevo Testamento y,<br />

además, una carta en la que declaraba que en ese día había llegado a la<br />

isla la salvación, la paz y la benevolencia del Padre y del Señor Jesús.<br />

Sin embargo, Bartolomé no fue el único al contribuir con la isla,<br />

también se comenta sobre Solamona, rey fundador y responsable de las<br />

leyes que se imponían dentro de la isla. Les cuentan a los náufragos sobre<br />

la historia de este personaje que existió hace unos mil novecientos años<br />

y cuya memoria adoran más que a la de todos los otros porque fue un<br />

hombre de gran corazón y de bondad, cuyo único cometido del rey era<br />

procurar la felicidad de su reino.<br />

Solamona consideró que Bensalem era un lugar lo necesariamente<br />

grande y fértil para poder ser autosuficiente. Las islas que estaban cerca<br />

pertenecían al reino y había con ellas un comercio y una relación<br />

excelentes, por lo que sólo con mantener lo que hasta ese momento se<br />

tenía establecido, la región no requeriría de la ayuda de los países<br />

extranjeros. Así vemos que entre otras cosas Solamona legisló la<br />

prohibición de la entrada de extranjeros a la isla, de no contar con previa<br />

licencia, o de no ser por una obra meramente accidental.<br />

El único viaje que estaría debidamente autorizado sería el que se<br />

realizaba cada 12 años, donde se enviaban fuera del reino dos barcos<br />

equipados para distintos viajes. En cada uno había una misión de tres<br />

socios o hermanos de la Casa de Salomón cuyo cometido era<br />

exclusivamente llevar a la isla información de los asuntos y situaciones<br />

de las regiones a las que se les designaba y, en especial, de las ciencias,<br />

las artes, manufacturas e invenciones de todo el mundo; además de<br />

llevar toda clase de libros, instrumentos y muestras. De esta manera, los<br />

barcos volvían y los hermanos se quedaban en el extranjero hasta nuevo<br />

aviso.<br />

El hecho de que Solamona autorizaba únicamente este viaje al<br />

extranjero, y puesto que la finalidad de éste no era el comercio ni el<br />

manejo de asuntos políticos, sino principalmente era fuente de<br />

recolección y actualización de conocimientos, nos permite ver cómo,<br />

indudablemente, esta región otorga a lo educativo un carácter<br />

fundamental.<br />

[ 58 ]


Los habitantes de esta isla hacen en varias ocasiones la afirmación<br />

de que la ley más importante sobre todas las demás que Solamona pudo<br />

instituir, fue la de la creación de la Casa de Salomón, que es el lugar<br />

consagrado al estudio de las obras y creaturas de Dios. Ciencia y religión<br />

no están desligadas, sino que su interacción es la que da sentido a la vida<br />

de esta región.<br />

He aquí entonces los dos lados de este trabajo. En primer lugar, la<br />

teocracia, la cual consiste en el poder absoluto de un gobierno bajo la<br />

palabra de Dios y Tecnocracia formada por especialistas en ramas<br />

específicas de la ciencia, respaldados, por un método científico.<br />

Teniendo en cuenta las leyes migratorias y políticas de la utópica isla<br />

de Bensalem, la novela inicia con un grupo de náufragos enfermos<br />

pidiendo socorro:<br />

Y en alta voz preguntó en español: "¿Son ustedes cristianos?". Respondimos<br />

afirmativamente, sin miedo a que pudiera sernos perjudicial, a causa de la<br />

cruz que habíamos visto en el manuscrito. Al oír esta respuesta, la<br />

mencionada persona levantó su mano derecha hacia el cielo, la bajó<br />

suavemente hasta su boca (que es la señal que ellos hacen cuando dan gracias<br />

a Dios), y después dijo: "Si todos ustedes juran, por los méritos del Salvador,<br />

que no son piratas ni han derramado sangre, legal o ilegalmente, en los<br />

cuarenta últimos días, tendrán permiso para desembarcar". 1<br />

Tempranamente y sin titubeos, Bacon deja fluir las influencias cristianas.<br />

Si nos ponemos un poco el traje de detective hallaremos que los<br />

cristianos ante todo son un gremio que trata de fomentar la colectividad,<br />

bajo lo que ellos llaman, amor al prójimo. Este amor al prójimo es la<br />

columna vertebral de la empatía en relación con las demás personas, por<br />

ende, es la estructura de una familia. Regresando entonces al texto. Los<br />

náufragos tienen confianza al saber que ambos grupos pertenecen a la<br />

misma comunidad cristiana, en consecuencia, los habitantes de la isla<br />

invitan a convivir en armonía a los náufragos.<br />

1<br />

Tomás Moro / Tommaso Campanella / Francis Bacon: Utopías del Renacimiento;<br />

Fondo de Cultura Económica., México, 2010, p: 152-153. Traducción de la Utopía:<br />

Agustín Millares Carlo, Traducción de La Ciudad del Sol: Agustín Mateos,<br />

Traducción de la Nueva Atlántida: Margarita V. de Robles.<br />

[ 59 ]


Además, nos encontramos entre un pueblo cristiano, piadoso y humano:<br />

presentémonos ante ellos con la mayor dignidad posible. Pero aún hay más;<br />

puesto que nos han encerrado entre estas paredes (aunque muy cortésmente)<br />

durante tres días, ¿no es acaso con objeto de observar nuestra educación y<br />

comportamiento? Y si lo encuentran malo, alejarnos; si bueno, concedernos<br />

más tiempo. Estos hombres que nos atienden tal vez nos vigilan. ¡Por amor de<br />

Dios, puesto que amamos el bienestar de nuestras almas y cuerpos<br />

comportémonos como Dios manda y hallaremos gracia ante los ojos de este<br />

pueblo! 1<br />

Pero como toda institución religiosa, hay un mandato, esto es lo que hoy<br />

en día denominamos teocracia. La teocracia desde La Nueva Atlántida es<br />

un formato que permite a la sociedad mantenerla sobria, controlada y<br />

ordenada.<br />

Siguiendo con la novela, los Náufragos al poder estar en confianza<br />

con los habitantes de la isla tuvieron que asimilar ciertas normas, aquí es<br />

cuando Bacon coloca la legislación de la isla bajo el mandato de un líder<br />

cristiano que se hace nombrar el dueño de la casa de los extranjeros “Por<br />

mi profesión soy Gobernador de esta Casa de los Extranjeros, y por<br />

vocación sacerdote cristiano; y por esto, dada vuestra condición de<br />

extranjeros, y principalmente de cristianos, es por lo que vengo a<br />

ofrecerles mis servicios” 2 La suerte de estos náufragos es el hecho de ser<br />

cristianos. En un primer momento los etiquetan de extranjeros,<br />

rompiendo las normas de su democracia, sin embargo, al interrogarlos y<br />

demostrar su cristianismo se les perdona y los socorren, he aquí un guiño<br />

más a su teocracia.<br />

Una de las cosas más impresionantes de La Nueva Atlántida es su<br />

ordenada forma de plantear un gobierno. En Bensalem a pesar de ser<br />

una isla alejada de otro tipo de contacto humano, está al tanto de lo que<br />

pasa en su exterior. El gobernador sería el personaje indicado para que<br />

se dieran cuenta los extranjeros de cómo se constituye la isla. En este<br />

momento, nos narrarían de lo que se trata el pueblo de Bensalem.<br />

¿ Al día siguiente, a las diez, el Gobernador vino otra vez y después de<br />

saludarnos nos dijo familiarmente que venía a visitarnos; pidió una silla y se<br />

sentó, y nosotros, que éramos unos diez (los demás eran subalternos, y otros<br />

1<br />

Ibíd., p: 156.<br />

2<br />

Ibíd., p: 156.<br />

[ 60 ]


habían salido), nos sentamos con él; cuando estuvimos todos acomodados<br />

empezó así: "Los habitantes de esta isla de Bensalem (así la llaman en su<br />

lengua) nos encontramos en la situación siguiente: debido a nuestra soledad<br />

y a la ley del secreto que mantenemos para nuestros viajeros, y a causa de la<br />

poco frecuente admisión de extranjeros, conocemos bien el mundo habitado<br />

y a nosotros no se nos conoce. Por esto, como lo corriente es que interrogue<br />

el que sabe menos, me parece más razonable que, para distraernos, que<br />

ustedes me pregunten en lugar de preguntarles yo a ustedes." 1<br />

Para que la isla de Bensalem tuviera anonimato debían estar un paso<br />

adelante que todo el mundo, es por ello que la educación sería un pilar<br />

para la conformación de este pueblo, si tenían un pueblo educado,<br />

tendrían una mejor estabilidad como pueblo, de esta manera tendrían<br />

una paz sin interrupciones violentas por personas ajenas a ellos. Como<br />

dije, la educación sería una esfera importante para la conformación no<br />

solo de una sociedad, sino la de un ser humano. Hasta este punto, Bacon<br />

tendría una mirada humanística por apostar a la educación. La discusión<br />

sería entonces en torno a las distintas disciplinas científicas, pues aquí da<br />

el paso de la teocracia hacia la tecnocracia. El papel de la tecnocracia<br />

dentro de La Nueva Atlántida consiste en la brutal forma de producción,<br />

construcción e invención. La ciencia empírica no está peleada con Dios,<br />

es decir, las dos fluyen y se armonizan para que el pueblo de Bensalem<br />

pueda funcionar.<br />

"La Casa de Salomón", casa o colegio, mis queridos hermanos, que constituye<br />

el alma de este reino; […] de esta manera: "Señor, Dios del cielo y de la tierra,<br />

por tu gracia nos has permitido conocer la creación, tu obra, y sus secretos; y<br />

discernir (en cuanto le es posible al hombre) entre los milagros divinos, las<br />

obras de la naturaleza, las artísticas, y las impostoras e ilusiones de todas<br />

clases. Doy fe ante este pueblo que en lo que estamos contemplando en estos<br />

momentos se halla tu dedo, y es un verdadero milagro. Y como, según hemos<br />

aprendido en nuestros libros, realizas milagros con vistas a un fin excelente y<br />

divino (pues las leyes de la naturaleza son tus propias leyes, y tú no las varías<br />

a no ser por un gran motivo), te suplicamos humildemente que nos sea posible<br />

interpretar este gran signo; lo cual parece que lo prometes, al enviárnoslo". 2<br />

Para concluir esta parte, daremos espacio a la institución más<br />

importante, el matrimonio. El matrimonio es la columna vertebral de una<br />

1<br />

Ibíd., p: 158.<br />

2<br />

Ibíd., p: 165.<br />

[ 61 ]


cultura. En este sentido, el matrimonio es el que da paso a que surja una<br />

familia, por ende, al reproducirse da como resultado la primera<br />

institución de una cultura, es decir, la familia. Bacon estaría consciente<br />

de la importancia de la familia. "Poseen también muchas y excelentes<br />

leyes respecto al matrimonio. No permiten la poligamia. No pueden<br />

casarse o celebrar el contrato matrimonial previo hasta que ha<br />

transcurrido un mes después de su primera entrevista..." 1<br />

Seguido de esto, también es puntual señalar que Bacon habla de<br />

una familia con toda la conformación de un patriarcado. Aquí, otro<br />

reflejo entonces sobre el poder político y religioso influenciado en<br />

nuestros días, apuntando al mismo tiempo la monogamia como el estado<br />

perfecto de una familia que al mismo tiempo es la institución cristiana la<br />

que da el visto bueno a la monogamia, más no a la poligamia. Finalmente,<br />

la estructura de la familia de Bacon es la que hoy en día se respira.<br />

CASAMIENTO ENTRE CIENCIA Y RELIGIÓN<br />

Ya en un inicio decíamos que el renacimiento es una época que se<br />

destacó por ser predictiva y lo fue gracias al ejercicio de la utopía. El claro<br />

ejemplo que se pude dar, sin duda es el de Francis Bacon con su obra La<br />

Nueva Atlántida.<br />

En nuestros días la utopía en una sociedad como la nuestra, en la<br />

que poco a poco se pierde hasta el derecho de soñar, resulta ser una<br />

tarea innecesaria, para otros, urgente. La utopía no es solo expresión<br />

literaria en la que cientos de autores presentan el más grande sueño al<br />

que cualquier hombre pueda aspirar: una sociedad, una política, una<br />

economía, una cultura, una educación o una vida plena. En este sentido,<br />

definir lo ideal para una sociedad es complicado por la basta diversidad<br />

de sentimientos y pensamientos que sus habitantes proyectan, sin<br />

embargo, la utopía no debe verse como el sueño estéril que nunca<br />

llegará a realizarse. Si esto es así, no es causa suficiente para que la<br />

utopía no exista, pues ésta es una sana proyección de posibilidad de la<br />

perfección.<br />

1<br />

Ibíd., p: 169.<br />

[ 62 ]


La utopía debe verse como la meta a alcanzar, como el motor de los<br />

sujetos para ser mejores personas, mejores seres humanos. Los sueños,<br />

las metas, las añoranzas son el aceite de las motivaciones, si a los<br />

hombres se le quita esa motivación, no les quedara más que amargura,<br />

enojo, decepción y violencia.<br />

Con Francis Bacon aprendimos que la mejor condición humana<br />

dependía de nuestras acciones y no de los actos salvadores de Dios en la<br />

historia. La Nueva Atlántida de Bacon suele describirse como una "utopía<br />

científica" porque su orden, armonía y prosperidad e ideales son el<br />

resultado de las investigaciones de la naturaleza realizadas por los<br />

miembros de la Casa de Salomón. De esta manera podemos concluir que<br />

la teocracia y la tecnocracia se dan bajo tres aspiraciones “«La primera,<br />

que no pongamos la felicidad en el conocimiento, olvidándonos de que<br />

somos mortales; la segunda, que apliquemos nuestro conocimiento para<br />

damos reposo y contento, y no disgusto ni aflicción; y la tercera, que no<br />

presumamos por la contemplación de la naturaleza que alcanzamos los<br />

misterios de Dios” 1 .<br />

El análisis de la Nueva Atlántida muestra que la perfección utópica<br />

solo puede lograrse mediante una combinación de religión correcta y el<br />

estudio apropiado de la ciencia. Además, cuando el trabajo "científico"<br />

de la Casa de Salomón se re-contextualiza dentro de los temas religiosos<br />

de salvación y liberación que impregnan La Nueva Atlántida, se puede<br />

ver el alcance completo del "utopismo científico" de Bacon, y este<br />

proyecto no es el que usualmente se describe en tratamientos<br />

académicos. El programa de Bacon para rehabilitar a la humanidad y su<br />

relación con la naturaleza no es un avance secular y científico mediante<br />

el cual la humanidad gana el dominio sobre la naturaleza y el dominio de<br />

su propio destino, sino, uno guiado por la providencia divina y alcanzada<br />

por el esfuerzo científico hecho por el hombre.<br />

En conclusión, somos herederos del renacimiento, somos herederos<br />

de La Nueva Atlántida, justo y gracias a la utopía. Todo lo que permitió<br />

el conocimiento científico es gracias a Dios, pues justo la ciencia es un<br />

1<br />

Frank E. Manuel y Fritzie P. Manuel: El pensamiento utópico en el mundo<br />

occidental II El auge de la utopía: La utopía cristiana (siglos X<strong>VII</strong> - XIX); Taurus.,<br />

España, 1984, p: 81. Traducción: Bernardo Moreno Carrillo.<br />

[ 63 ]


esultado de la religión. Tenemos hoy en día toda la tecnología de<br />

Bensalem y nadie se maravilla. La Nueva Atlántida es una formación<br />

hibrida entre ciencia y religión. Bacon trato de casar ciencia y religión<br />

bajo en un ambiente de paz. Teocracia y Tecnocracia son la forma hibrida<br />

del régimen de la isla. No obstante, en nuestros días esa teocracia y<br />

tecnocracia también han tenido sus bajas, en nuestra circunstancia<br />

debemos recobrar nuestra confianza en la democracia, tenemos que ver<br />

las cosas de manera diferente. El simbolismo del humanismo<br />

renacentista debe ser reemplazado por otro. Ése es, me parece, el mayor<br />

reto de la imaginación utópica política contemporánea.<br />

BIBLIOGRAFÍA CITADA<br />

Frank E. Manuel y Fritzie P. Manuel (1984), El pensamiento utópico en el mundo<br />

occidental II El auge de la utopía: La utopía cristiana (siglos X<strong>VII</strong> - XIX), España,<br />

Taurus.Traducción: Bernardo Moreno Carrillo.<br />

Tomás Moro / Tommaso Campanella / Francis Bacon (2010), Utopías del<br />

Renacimiento, México, Fondo de Cultura Económica. Traducción de La Ciudad del<br />

Sol: Agustín Mateos, Traducción de la Nueva Atlántida: Margarita V. de Robles.<br />

[ 64 ]


AGUSTÍN GARCÍA CALVO: EL DINERO Y LAS DIFICULTADES DE SER ATEO<br />

Carlos Rodrigo Vázquez Valdés<br />

Presentación<br />

Nos daremos a la tarea de pensar al Dinero 1 como un objeto teológico,<br />

como la Cosa de las cosas, o bien, como la Realidad por excelencia de<br />

manera que, sobre la marcha, podamos esclarecer la modalidad de su<br />

aparición más contemporánea, a saber: Dios.<br />

<strong>Que</strong>remos sugerir, a la par de Agustín García Calvo, una reflexión<br />

que le haga frente ˗al Dinero˗ examinando el edulcorado divino, más<br />

contemporáneo, de sus apariciones: la teología a veces inconfesada que<br />

lo funda, su religiosidad sin espiritualidades, santos u objetos de culto<br />

más que una mera ideación numérica de las cosas, en suma,<br />

examinaremos el mecanismo de la Fe y la creencia por las cuales Él se<br />

sostiene.<br />

Partamos, pues, de un conjunto de razonamientos que se alojan de<br />

cabo a rabo en el sentido común, a saber: a) El Dinero es algo material y<br />

por tanto quien se pasa la vida en vilo por tenerlo será denominado:<br />

¡frívolo materialista!; b) el Dinero es necesario para vivir dado que<br />

cualquier cosa se ha trocado accesible ˗comprable˗ por gracia de Él;<br />

también, el Dinero es un medio u objeto de cambio que facilita las<br />

relaciones sociales, o dicho más a lo marxista, de intercambio; en suma,<br />

el Dinero está en los billetes, las monedas y los bancos, es la cosa que<br />

usamos todos los días y por tanto es la cosa más cotidiana, sabida y<br />

funcional que entre las otras pueda haber.<br />

La percepción y lo opinión del sentido común, también de altos<br />

funcionarios, bajos y cualquier clase de trabajador, sea intelectual o<br />

manual, y de cualquier departamento, oculta y asume, con toda la Fe que<br />

se requiere para ello, un hecho fundamental (una misteriosa alquimia) a<br />

saber: las cosas, esas que usamos todos los días como la ropa, los<br />

1<br />

Aquí, y en lo que sigue, escrito con mayúscula como el de Dios pues sobre la<br />

marcha de esta reflexión pretendemos esclarecer la igualdad entre ambos.<br />

También, cabe señalar que el uso que hacemos de las mayúsculas en este trabajo<br />

es poco común; el objetivo es indicar con éstas aquellas ideas que corren a la par<br />

de Dios y el Dinero.<br />

[ 65 ]


olígrafos, el automóvil, los pescados, etc., se han trocado (convertido o<br />

bien transmutado) en Dinero.<br />

Detengamos el razonamiento aquí: ¿Cómo ha llegado a ser el Dinero<br />

una Cosa que se cambia por cualquier otra cosa si él mismo es una cosa?<br />

¿Por qué entre las cosas sin fin que hay (esta mesa, este papel y las<br />

demás) una de ellas aparece como la Cosa de las cosas? Nuestra labor,<br />

tal y como se dibuja, es por principio negativa y parte, según lo dicho, de<br />

pensar al Dinero como el viso contemporáneo de Dios.<br />

Este trabajo, queden informados los oyentes, se presenta en tres<br />

apartados; el primero consiste en reparar, someramente, acerca de las<br />

funciones de Dios, sobre todo, en relación a la conciencia, el tiempo, la<br />

culpa y la muerte; posteriormente, reflexionaremos en torno al Dinero<br />

como Dios de la teología contemporánea y las dificultades, por no decir<br />

imposibilidad, de ser ateo respecto al credo y la fe, harto macizos, que Él<br />

requiere para sostenerse; finalmente, exploraremos la creencia de la<br />

realidad de Uno mismo como el vehículo por el cual nos declaramos<br />

realistas y fervientes creyentes en la, por consecuencia, realidad del<br />

Dinero.<br />

Por otra parte, cabe aclarar que Agustín García Calvo reflexiona<br />

sobre el Dinero, Dios y la Realidad al margen de los conceptos y las<br />

disciplinas del pensamiento filosófico más o menos ortodoxo. De manera<br />

que, al reparar sobre la Realidad, no hemos de referirnos a ella en una<br />

acepción ontológica; también al hablar de Dios no pretendemos pensarlo<br />

como un Ser suprasensible, ni como un principio ontológico ni<br />

epistemológico. García Calvo no hace uso de términos ni jergas propias<br />

de la filosofía; al contrario, su punto de partida, por así decirlo, es la<br />

filología y la lengua como aquello que se da gratis a todos y por tanto ello<br />

implica pensar, al lenguaje, como el lugar del razonamiento y la<br />

inteligencia común. Dicho ello, queda advertido el auditorio que, en lo<br />

que sigue, queremos esbozar un espacio de reflexión distinto, según lo<br />

dicho, para pensar por las buenas al Dinero de tal suerte que, si en lo que<br />

viene aparecen términos como: Realidad, Idea, Dinero, Dios, Tiempo y<br />

otros, conviene despojarlos de su carga filosófica más o menos<br />

anquilosada al momento de concebirlos. Cabe decir, por otro lado, que<br />

al señalar al Dinero como el vicario o la aparición de Dios en la época<br />

[ 66 ]


actual no hacemos otra cosa más que partir de un supuesto, de un<br />

enunciado, que nos permita perfilar una reflexión, de cierto modo, en<br />

términos teológicos.<br />

¿Cómo aparece Dios entre las cosas?<br />

El filólogo zamorano del que hemos echado mano para arrancar este<br />

razonamiento, si se quiere frontal y a veces periférico, comienza su<br />

reflexión teológica sobre el Dinero en DE DIOS (1996) dándose a la tarea<br />

de señalar los rostros con los que Dios ha aparecido en la Historia:<br />

Miraba yo, en el mundo que me rodeaba y en las hazañas que la Historia me<br />

refería, las caras reales con que Dios había venido apareciendo, y consideraba<br />

para qué había servido Dios, y el Nombre de Dios y la Fe en Dios, en esos<br />

tráfagos de las vidas diarias y de la historia de los pueblos; y lo que encontraba<br />

era, una y otra vez, el miedo consagrado, la justificación de la muerte, de la<br />

culpa y de la pena, las prisiones de hierros y de conciencia, lo autos de fe, las<br />

matanzas de gentes o su condena a la esclavitud, la bendición del Capital y<br />

sus cajas fuertes, sus pistolas y sus ordenadores, la formación de tropeles de<br />

trabajadores para la nada, la venta de la vida por el Futuro, ya fuese la Gloria<br />

Eterna o ya la Jubilación Segura (1996).<br />

Así que Él (Dios), cabe decir y denunciar, sólo ha servido para infundir el<br />

miedo en los corazones y así ratificar mi Persona; para la justificación de<br />

la muerte sostenida por el miedo sobre el cual se asienta mi seguridad,<br />

dicho a lo Heidegger, de ser-para-la-Muerte (muerte siempre Futura,<br />

como ya lo razonaba aquel Epicuro); para la justificación de la culpa y de<br />

la pena como dos objetos que nos anclan, y constituyen, en la supuesta<br />

personalidad de cada Uno; para prisiones de hierro y de conciencia, ésta<br />

última como base de la culpa y el miedo (recuérdese, por citar un caso<br />

que lo ejemplifique, como en el Génesis del texto sagrado, según la<br />

religiosidad judía, Adán y Eva cobran conciencia de Sí en el santiamén<br />

mismo de saberse culpables por haber probado los frutos del jardín del<br />

Edén); para los autos de fe, y los de cuatro ruedas también, vía la<br />

mercancía que ratifica mi falsa Libertad en cuanto Persona que asume el<br />

derecho de transitar y adquirir lo que le venga en gana para ir a los<br />

lugares que está mandado ir según los intereses y modas de turno; para<br />

la bendición del Capital y la formación de tropeles de trabajadores para<br />

la nada que sostienen el rostro más vigente de Dios transmutado en<br />

[ 67 ]


números de finanzas y especulaciones ˗Dinero acumulado˗ tan<br />

estrafalarias con las cuales el Capital se ha sublimizado alcanzando<br />

alturas insoslayables (cifras, crisis y acaparamientos) amén de la Fe que<br />

concedan los crédulos funcionaros quienes se lo tienen que tragar<br />

porque ¡sí! para mantener el estado de Bienestar; en fin, para la venta<br />

de la vida por el Futuro, el cambiazo más escalofriante de todos, si es que<br />

esta pobre carne no ha sido del todo mitigada por su yugo para<br />

apercibirse como viviente, pues la vida vuelta Futuro es una vida<br />

invivible, ya que mi muerte es siempre Futura, esencialmente, es algo<br />

que no acontece ahora ni aquí.<br />

Así es como Dios, según la descripción de García Calvo, aparece, en<br />

un primer momento, como Uno y a la vez como muchos. Aparece con<br />

diversos rostros, pero sólo para confirmarse, para volver a ser el Mismo:<br />

Y por eso no veía más diferencias de unas apariciones de Dios a otras que las<br />

necesarias para asegurar Su Identidad, para conseguir que fuese siempre El<br />

Mismo; los cambios de las caras de Dios y de sus Nombres no hacían más que<br />

revelarme la permanencia de Su Ley, de Su Poder y su Falsía (1996).<br />

Lo diferente (las cosas diversas y sin fin) en lo Mismo y para lo Mismo (el<br />

Dinero). Se percibe, de primeras, el paralelismo entre Dios y el Dinero<br />

dado que ambos requieren, primeramente, Fe; un grado de Fe que se<br />

sostiene sobre la definición (forjando una Idea o significado),<br />

personificación (darse un rostro vía su significado) y la institución de una<br />

creencia (promover su liturgia o culto), reinante, de manera que pueda<br />

desplegar su Poder y su Ley sobre lo que hay, esto es: lo sin fin (la masa<br />

bruta de cosas no cualificadas ni cuantificadas por medio de la lengua),<br />

aquello que sólo por pretensión, cargada de Fe, puede ser traído al redil<br />

de las definiciones, de lo sabido hecho Idea. Tanto Dios como el Dinero<br />

implican, en este primer acercamiento, un par de Ideas que, por medio<br />

de los grados de Fe puestos en ellas, sostienen un estado de cosas, un<br />

conjunto de cosas, o bien, un acervo de cosas que se presenta como real,<br />

por ejemplo: el mundo para el caso de Dios; la mercancía para el caso del<br />

Dinero. Repetimos, Dios y el Dinero se ayuntan, se identifican, gracias a<br />

la Fe que ambos requieren para sustentarse.<br />

[ 68 ]


Ante tal situación teológica, cualquier ejercicio subversivo ˗pensarlo<br />

por las buenas˗ comienza por deshacerse de sus nombres, sobre todo,<br />

de los que se ha apropiado: ¿Cómo hablar de Dios? ¿Desde qué sitio<br />

pronunciarse contra Dios, más allá de jergas teológicas, filosóficas o<br />

científicas? ¿Cómo pensar al Dinero en cuanto Idea dominante,<br />

basamento de un régimen de compra y venta, de reproducción y<br />

consumo? Ante dicha tesitura, es posible hablar desde lo común, desde<br />

el lenguaje como aquello impersonal e impropio. Esta razón hecha<br />

común (vía la encarnación del lenguaje en los diversos y múltiples<br />

hablantes) es el punto de partida desde el cual las jergas y los argots, de<br />

cualquier índole, no pueden por menos de causarnos prurito ya que Él se<br />

trasviste en sus respectivos vicarios, (sea como ejecutivos o funcionarios,<br />

científicos o filósofos y demás) que ratifican las funciones antes<br />

mentadas:<br />

Les recomendaba que renunciasen igualmente a usar para nada bueno el<br />

nombre de Dios o cualquiera de sus equivalentes o disfraces, más o menos<br />

filosóficos, como ‘Ser Supremo’, ‘Causa de las Causas’, ‘Naturaleza’,<br />

‘Hombre’, ‘Humanidad’, ‘Destino’, ‘Orden Universal’, etcétera; y les<br />

recordaba lo que en general el sentido común enseña en esta guerra de la<br />

gente contra el Poder: que, cuando el Poder se ha hecho cargo de un nombre<br />

y los usa decididamente para sus fines, lo más sano que puede hacer la gente<br />

es renunciar a usar ese nombre y cedérselo tranquilamente al amo (…) Así<br />

que, puesto que tanto habían usado Ellos, allá Arriba, del nombre de Dios<br />

para justificar la administración de muerte, no había más que dejarles el<br />

Nombre, y que fuese Dios lo que ellos decían y creían: a la gente no nos hacía<br />

falta para nada Dios (1996:19).<br />

La denuncia (verdad activa) se articula, no desde jergas, o términos<br />

acuñados entre unos u otros: sea en comunidades pro˗ecologistas o<br />

filosóficas y sus respectivas éticas, ideales o encomiendas trascendentes,<br />

tampoco plegándose a razonamientos de sectores partidistas o<br />

religiosos, todos ellos auspiciados por la respectiva teología de turno.<br />

¡No!, la denuncia se expresa en lengua corriente y moliente que es la<br />

lengua del común la que habla la gente, la que es del pueblo (o<br />

pluralidades indefinidas), y sobre la cual, al paso de los días, cada uno de<br />

nosotros habla así de bien como se deja a hablar dado que olvida ese<br />

mecanismo subcosiente de su lengua (reglas gramaticales, por ejemplo).<br />

[ 69 ]


No hace falta, según lo dirimido, hacerse o pronunciarse contra<br />

Dios, o Dinero, como su aparición más actual, (la ley y el Poder de<br />

confirmar la Realidad, de sostener un statu quo) desde sus vicarios, sea<br />

como reivindicación del Hombre, sea para esclarecer la Causa de las<br />

causas que nos eximan de caer en supersticiones y supercherías, o bien,<br />

sea para conseguir la salvación de Uno mismo, pues se nota a claras que<br />

mi Persona con su Nombre propio, su voluntad y sus intereses está<br />

constituida, como vicario y émulo, por el Señor “dinero” o Don “din”.<br />

Por tanto, en lo que sigue, esclareceremos el razonamiento de<br />

García Calvo sobre la constitución de Dios (y con ello el Dinero, la<br />

Realidad como otra de las apariciones de Él) como un Nombre sobre el<br />

cual late una contradicción irreconciliable, esto es: Él tiene que ser<br />

definido y a la vez indefinido, tiene que determinarse como lo<br />

indeterminado, pues el haber sin fin de cosas sólo puede ser<br />

domesticado bajo la Ley de la definición, y confirmado y maniatado por<br />

su Poder, y su Persona, como la de todos y cada uno de nosotros, de<br />

modo que Él se confirme como lo que es (definido) en lo que hay<br />

(indefinido). Esa contradicción, en lo que viene, será mostrada como lo<br />

hondo que late bajo ese nombre.<br />

La Realidad y los realistas o de la imposibilidad de ser ateo<br />

De conformidad con lo dicho acerca de las apariciones de Dios, con sus<br />

vicarios y vehículos respectivos, cabe detener el razonamiento, según la<br />

situación teológica que nos ocupa, en el término harto sonante que por<br />

aquí y por allá se aloja en el habla cotidiana, a saber: Realidad.<br />

Sospechamos, junto con García Calvo, que la Realidad, ahora confundida<br />

con el Dinero (¡acaso hay otra cosa más real que el Dinero!), se presenta<br />

como una faceta constitutiva de Dios ya que el realismo y los realistas se<br />

muestran como lo más apodíctico, los mas sabido y cierto, por decirlo a<br />

lo filósofo; y a la vez como algo bastante ambiguo, merced de ello,<br />

nuestro trato con la Realidad es totalmente dogmático, esto es: bien<br />

sabido y consistente (¿quién de nosotros va a declararse irreal en medio<br />

de la Realidad?), de manera que, sea como sea, Uno es realista al creer<br />

que la Realidad es lo que es, o ¿acaso se puede vivir en la Realidad sin<br />

ser realista, sin creer en ella? Así es como hemos venido a reparar, ahora<br />

[ 70 ]


de manera muy escabrosa, en la Realidad como una situación y doctrina<br />

de carácter teológico que, nuevamente, se sustenta en los grados de Fe<br />

que se le presten (cualidad compartida con el Dinero y con Dios). Por<br />

tanto, en lo que sigue, trataremos de esclarecer la relación entre Dios, el<br />

Dinero y la Realidad, siguiendo el razonamiento de García Calvo en<br />

SOBRE LA REALIDAD, O DE LAS DIFICULTADES DE SER ATEO (1973).<br />

Comencemos con el término Realidad: “bajo el nombre de Realidad<br />

no hablaremos de ninguna otra cosa que de aquello que nos es<br />

inmediatamente dado (…) tratándose de Realidad, lo primero y más<br />

inmediato que nos es dado es el nombre mismo realidad” (García,<br />

1973:158). La Realidad, como lo inmediatamente dado en su cualidad<br />

terminológica 1 , supone aquello que nos pasa desapercibido al paso, día<br />

con día; incluso, puede decirse que configura una suerte de astigmatismo<br />

común a los Individuos ya que estamos en la Realidad, de cabo a rabo,<br />

como realistas, independientemente del sustento ideal o real (falsa<br />

distinción que alimenta la vena realista sobre la que se sustenta la<br />

Realidad) en que ésta pueda fundarse. A poco que paramos mientes<br />

sobre ello y dándonos a la tarea de rastrear “el nombre mismo”, el<br />

término realidad sugiere ser una derivación de rēs, o cosa, más o menos<br />

traducida al español, de lo cual se deriva reālitās. Sobre estas<br />

disquisiciones, García Calvo anota que:<br />

Les propongo que sea de ese funcionamiento de la palabra rēs, en oposición<br />

uerba o ratiō, de donde surgió el adjetivo rēalis y el propio nombre reālitās, y<br />

donde la especulación de las escuelas medievales desarrolló los conceptos de<br />

lo real y de la Realidad (…) la naturaleza semántica de esas palabras, griegas<br />

y latinas, que fueron elegidas para significar la verdadera Realidad que se<br />

opone a la palabra vana, cuyo significado vino a ser el de la ‘Cosa’ misma, el<br />

más real y el más abstracto de todos los significados substantivos (1973:162).<br />

La distinción entre cosa y Realidad, en oposición a uerba o ratiō, es la<br />

triquiñuela sobre la que se erige una Realidad real y una Realidad irreal,<br />

onírica o ideal, por así decirlo. Clarifiquemos el paso. Esta distinción<br />

(realidad en oposición a ratiō) es falsa, y se monta, cual floritura, como<br />

1<br />

Aquí no se utiliza la expresión “lo inmediatamente dado” en una acepción<br />

fenomenológica o kantiana. Recuérdese lo dicho en el proemio de este trabajo.<br />

[ 71 ]


una suerte de antítesis sobre la cual se genera un efecto macizo y<br />

consistente de lo que es la Realidad (como la mesa o silla que percibo)<br />

en oposición a la idealidad como un asunto, por así decirlo, melifluo e<br />

inconsistente (idea, pensamiento o palabra de “mesa” o “silla”). La<br />

distinción entre real (cosa o Realidad) e ideal (uerba o ratiō) es falsa, esto<br />

es: la Realidad es ideal y, a su vez, la idealidad puede cobrar la apariencia<br />

de lo real. García Calvo expone la raíz de tal engañifa del siguiente modo:<br />

Hay en griego antiguo una fórmula antitética bien conocida, la que señala<br />

cada uno de los miembros contrapuestos respectivamente con λόγω y con<br />

ἔργῳ; se marca así una antítesis entre, por un lado, lo que se pretende hacer<br />

o ser, lo que se da como razón de algo, en suma, lo que sólo de palabra, es<br />

decir, en apariencia, y lo que es de veras, lo que es –por cometer un<br />

anacronismo– objetivamente, lo que está por debajo de la palabras y las<br />

razones (1973: 159,160).<br />

Bien mirado y razonado, descubrimos que el segundo miembro (ἔργῳ),<br />

así como el primero (λόγω), es resultado de un acto de habla, y, por<br />

tanto, algo constituido por la razón y las palabras con significado o<br />

semantemas (Ideas). Sea como sea, la Realidad, lo que es de hecho, las<br />

cosas, lo macizo y consistente con lo que me topo al paso, incluso eso<br />

que llamamos materia, es una producción ficticia del habla, es Idea (el<br />

nombre de una cosa es la idea de la cosa): “λόγω y ἔργῳ (…) tanto el uno<br />

como el otro constituyen anotaciones aplicadas a manifestaciones<br />

lingüísticas, a dos partes simplemente del discurso racional” (1973:161).<br />

Según lo examinado, fue así como a partir de estas palabras griegas<br />

y latinas, las escuelas medievales, según la especulación de García Calvo,<br />

se apropiaron de los mentados términos: Realidad y real (o ἔργῳ en<br />

griego antiguo), también sus respectivos opuestos como palabra vana o<br />

Idea (o λόγω en griego antiguo) para instituir, por así decirlo, a la<br />

Realidad como algo consistente, duro y sólido a partir de la definición de<br />

Dios como Ens realissimum. Sin embargo, preguntémonos: ¿qué diantres<br />

hicieron los Teólogos con tales vocablos, sobre todo, a qué cosa se<br />

refirieron y con qué pretensiones? Sin más, Dios vino a ser la Realidad o<br />

Idea por antonomasia, es decir, Él se denomina y evoca como la Realidad<br />

por excelencia vía la consolidación de la Idea y la Fe requerida para<br />

sostenerla; y por efecto inverso según lo examinado, la Realidad es Dios<br />

[ 72 ]


(o Dinero 1 ), totalmente Ideal: “sobran los motivos para reconocerLe al<br />

dinero la condición de realidad de realidades, para aplicarle el título de<br />

ens realissimum que los teólogos encontraron para Dios” (1996:52).<br />

Según lo dicho, la Realidad, Dios y el Dinero demandan grados de Fe,<br />

niveles de creencia que sostengan sus respectivas ideaciones.<br />

Precisemos: la Realidad, según lo razonado, es ideal; Dios fue definido<br />

como ens realissimum o Realidad de realidades de tal suerte que, si<br />

razonamos en torno al Dinero, nos percatamos que él se presenta, en la<br />

época que nos incumbe, como lo más real, aquello hacia lo cual los<br />

individuos aspiran incondicionalmente en cuanto seres reales:<br />

¿Habremos de creer en Dios, tener Fe, para mantener la esperanza, la<br />

promesa de una vida que no muere tal y como tenemos Fe, creencias<br />

quincenales, en el Dinero para sostener el pan de cada día?<br />

Los realistas y el credo dinerario de Uno mismo<br />

Según lo razonado, una actitud realista, o lo que es lo mismo: actitud<br />

teológica, demanda creer que la Realidad ˗netamente ideal˗ es lo que es,<br />

como Dios: ¿O acaso Dios puede dejar de ser Dios? ¡Qué Dios sería ése<br />

que no es lo que es, que unas veces sí y otras no! Según lo dirimido, más<br />

que negar a Dios, una actitud atea respecto a la Realidad demandaría<br />

des˗realizarse, es decir: no ser realista respecto a sí y respecto a Dios o<br />

la Realidad, ya que “la realización de un hombre consiste, como debe<br />

consistir, en ser imagen de Dios y como Dios” (García, 1996:79), pues, a<br />

las claras, esa Realidad, a más de ser Buena y la cara misma del Ser, se<br />

nos muestra como el ámbito, y el yugo con su lacra semanal, la del<br />

trabajo, también los negocios y quehaceres laborales constantemente<br />

repitiéndose, constituyendo y dando una consistencia meliflua, por así<br />

1<br />

Este razonamiento no implica un paso en falso. García Calvo precisa que el<br />

término griego ἔργῳ designaba obra humana, o acción del hombre (trabajo). Otros<br />

términos griegos semánticamente contiguos a ἔργῳ son πρἁγμα que indica actuar,<br />

negociar. Todo ello nos conduce a significados bien humanos, industriosos,<br />

comerciales y del círculo de los affeires (1973:163). Y también “en cuanto al<br />

nombre latino rēs es bien claro que se empleaba originariamente para los haberes<br />

y la hacienda (así que rēs es tanto nombre del Capital como de la Realidad)”<br />

(1973:163). De ese modo es como reconocemos una relación entre Realidad, Dios<br />

y Dinero, a saber: por el examen etimológico de los términos, su contigüidad y<br />

connotación semántica.<br />

[ 73 ]


decirlo, a la Realidad: ¡Oh acaso no es realista quién asume a diestra y<br />

siniestra que tenemos que trabajar o laborar a troche y moche por el pan<br />

de cada día! Así se con˗firma a la Realidad para realizarse a imagen y<br />

semejanza del Señor, o bien, ser un realista empedernido. No queda de<br />

otra, cada uno de nosotros (en cuanto seres reales) se tiene que tragar<br />

la situación teológica actual (la Fe en el Dinero, la mercantilización de las<br />

cosas gracias a ese credo) y asumir la divisa de esta moral, también<br />

teológica, que versa en términos más o menos del sentido común así: ¡Sé<br />

realista no te andes con ideas, ni ambages, tienes que trabajar para<br />

ganarte el sustento, hacer de tu vida un proyecto, recorrer de cabo a<br />

rabo el mundo del turismo y ser una personita realizada! O bien, ¡Hay<br />

que ganar Dinero! ¡Esa es la realidad muchacho! (García, 1973:176).<br />

Sin temor a errar, podemos afirmar que el Dinero nos tiene atados<br />

de las tripas, ya que es menester montar sobre mi Persona real 1 , una<br />

religión, un credo: el de mí mismo (creer que soy el que soy) para que de<br />

ese modo pueda ser un representante del Señor, un trabajador del<br />

patrón de todos: el Dinero, a fin de mantenerme ˗atado con la panza<br />

satisfecha˗ como Persona y por tanto: ser un ferviente, consolidado y<br />

ratificado realista, eso si bien alimentado, calzado y vestido (con todo y<br />

la monserga de la industria agroquímica y textil que satura las bocas de<br />

podredumbre, también la ropa y los zapatos confeccionados en lugares<br />

recónditos del globo para no sentir culpa o remordimiento por la<br />

explotación y masificación de la precarización de los trabajadores).<br />

Según lo escrutado, y con mucho es esta la contradicción que<br />

atraviesa esta breve averiguación, desrealizarse resulta una<br />

imposibilidad, dado que para desplegar este escrito es menester creerle<br />

para atacarle (dejarse hablar contra Él), esto es: no desatar las tripas de<br />

la quincena, ser Uno (estudiante y trabajador con mi nombre y<br />

matricula), solicitar el crédito de las autoridades escolares, y más<br />

complejo aún, seguir el paso de los días, habitar la unidad cronológica<br />

sobre la cual se deja sentir su yugo: la semana.<br />

1<br />

En De Dios (1996) García Calvo afirma que Uno mismo es dos, ya que uno es mi<br />

Persona real, confirmada vía mi Nombre propio, opiniones personales, matrícula<br />

escolar, hijo (a) de vecino, etc.; el otro es mi persona gramatical, el que habla y esta<br />

donde habla sin contenido más que el índice que señala los actos de habla.<br />

[ 74 ]


Pensemos, pues, sobre la relación Dinero, Realidad y Tiempo. La<br />

institución del Tiempo ˗tiempo de Fe˗ en el que Él reina es la imagen, tal<br />

vez más cruda, de la conversión o transmutación del Dinero en Dios o<br />

Realidad de realidades; basta con vernos, apercibirnos, cual animales de<br />

lujo y de la quincena voluntariamente atorados en filas interminables<br />

con otros trabajadores (¿profesando?) en espera ˗con la firme<br />

esperanza˗ los billetes de banca, de cheques, préstamos o materias que<br />

nos permitan ir sobreviviendo al paso de los días: “viniendo al texto<br />

mismo del adoctrinamiento (por ejemplo, que «Hay que ganar dinero»),<br />

bien se ve cómo la Realidad del Trabajo, del Dinero, del Sexo, las familias<br />

y las clases se apoya para imponerse fatalmente sobre la fatalidad de la<br />

Realidad física” (1973:177).<br />

Irremediablemente, en cuantos seres reales y por realizarse o<br />

Personas siendo cada Una la que en suerte quiere y al mismo tiempo está<br />

mandado por Él a ser (por ejemplo: jefe, padre de familia, hijo,<br />

funcionario y demás), estamos condenados a respirar al son y ton de la<br />

Semana, o si se me permiten los términos: unidad cronológica de la<br />

esclavitud dineraria:<br />

Podrás todavía, corazón mortal, saltar victorioso sobre las alternativas de las<br />

estaciones o de las horas de tu día; pero ¿quién se alzará contra la ley del<br />

Sábado y del Lunes? ¿Podrán negar aún que, creado el Sábado por el hombre,<br />

es el Sábado el verdadero creador y sustentador del Ser del Hombre? (…) Si<br />

conserva el mes todavía un poco de realidad y consistencia, es sólo gracias a<br />

los funcionarios y a los que cobran mensualmente sus emolumentos<br />

(1973:181,182).<br />

La realidad de la Semana es consistente, es la institución del Tiempo de<br />

Él que sugiere el funcionamiento de lo real ˗dinerario˗ en todo su<br />

espesor: avenidas atascadas con raudales de automóviles, todos a prisa,<br />

por cumplir con la ley del Lunes, sin demora, sin descuento ¡Salario<br />

completo, Semana cumplida! Cual émulos y vicarios, cada Uno, hace las<br />

veces del Señor:<br />

Y es pués una verdad eterna aquella que el Génesis nos enseña la primera;<br />

que, antes del cielo, antes de la luz, estaba el Ser de la Semana, que fabricó<br />

el mundo en seis días y al séptimo descansó. ¿Qué no tendremos que pensar<br />

acerca de una institución que la Sociedad o –mejor dicho– el Estado se<br />

[ 75 ]


apresura a justificar y divinizar antes que cualquier otra? (…) pues ahí está el<br />

modelo de nuestra impotencia, y ésa es la raíz del Tiempo (1973:183).<br />

De ahí que una práctica atea sea, por decirlo de algún modo, bastante<br />

ingenua y ridícula, a más de imposible, pues no basta con ser ˗bajo una<br />

reminiscencia nietzscheana˗ iconoclasta, dinamitador de imágenes o de<br />

ídolos de Fe anacrónicos, tampoco abstenerse de frecuentar templos o<br />

lugares de culto, mucho menos lanzar injurias, reproducir blasfemias o<br />

cualquier acto o fórmula más o menos anquilosada en el sentido común<br />

y la expresión caduca de un ateísmo pasado. No, lo que pasa es que “la<br />

Realidad es fatal y todo poderosa, como lo proclaman a diario en<br />

nuestras plazas las trompetas de su propaganda” (1973:185), y<br />

agregamos, el yugo de la quincena, las tripas atadas al Dinero para poder<br />

comer, el ruido del automóvil matutino y el transporte público, ambos,<br />

contribuyendo a la inflación del ruido y el hedor de sus motores, en<br />

suma: las vidas devaneándose al paso del Dinero y la rutilante danza de<br />

sus mercachifles; Ésa es la Realidad de realidades; la aparición más<br />

contemporánea de Dios; ella es a la que se le rinde culto, la liturgia de la<br />

semana, el sacramento de la quincena y luego, la esperada y ansiada<br />

jubilación (júbilo y éxtasis en la realización del animal de la quincena):<br />

esta es la situación teológica contemporánea. Por tanto, ante el hecho<br />

de Mi ser real (condenado a ser el que Soy y así disfrutar el régimen del<br />

contento) se contrapone Mi imposibilidad de ser ateo (negar lo que Soy<br />

y vérmelas con el régimen de la miseria viviendo, por ejemplo, al margen<br />

de la temporalidad de la semana), ambas condiciones nos sugieren no<br />

entregarse a la faramalla de su Ley y su Poder, tampoco renegar<br />

patéticamente de su yugo como si bastara con darse a la indigencia; ni lo<br />

uno ni lo otro, tal vez se trata de creerle cada vez menos, de plantarle<br />

una postura que por las buenas diga que ¡No! y que ¡No! y sólo eso.<br />

De conformidad con lo dicho, no queda más que volver, una y otra<br />

vez, a repensar cada vez de modo más atinado, con más ahínco y<br />

precisión, las diversas apariciones o facetas de Dios, ahora como Dinero,<br />

que constituyen a la Realidad. Esa y sólo esa es la única verdad<br />

(recuérdese verdad activa) que cabe esgrimir contra la Realidad; verdad<br />

que pone por el derecho lo que las Ideas ponen por el revés. La reflexión<br />

[ 76 ]


que por acá hemos sugerido emprender so pretexto del supuesto<br />

explícito del cual partimos podría concluir su razonamiento en los<br />

siguientes términos:<br />

Tú, a quien no conozco, renuncia, por favor, a conocerme.<br />

Para librarte de tanto mal como en tu nombre se ha hecho, olvídate de tu<br />

nombre.<br />

<strong>Que</strong> tu Poder se pierda y se deslía tu Voluntad, que la gente<br />

viva como pueda por el cielo sin fin y aquí en la tierra.<br />

Deja que la vanidad de la ley de la muerte se descubra.<br />

Líbrame del Futuro y el Dinero, para que podamos volver a<br />

saber del pan de cada día.<br />

Renuncia a tus cuentas de buenos y malos, de virtud y culpa,<br />

que nos olvidemos de quién era cada uno.<br />

Y además, en fin, nada te pido: ¿quién soy yo para pedirte?<br />

¿Quién tú para darme?<br />

Todo esto era solo para reírnos; para que tú te rías.<br />

Líbrame tú de mí mismo, que yo te libro de tu nombre, Dios,<br />

y aquí te doy la libertad<br />

(García, 1996:300).<br />

BIBLIOGRAFÍA<br />

García, Calvo, Agustín (1973), “Sobre la realidad, o de las dificultades de ser ateo”,<br />

En Ensayos de estudio de lingüística de la sociedad, Madrid: Siglo veintiuno<br />

editores.<br />

______ (1996), “DE DIOS”, Zamora: Editorial Lucina.<br />

[ 77 ]


LA POÉTICA DEL NOMBRAR A DIOS.<br />

LA NOMINALIZACIÓN EFECTIVA DE DIOS A PARTIR DE LA PROPUESTA HERMENÉUTICA<br />

DE PAUL RICOEUR<br />

José Alam Lagunas Talavera<br />

RESUMEN<br />

El artículo Nommer Dieu escrito por Paul Ricoeur en 1977 representa el centro de<br />

la cuestión en torno a Dios, sin abordarla en un sentido acabado sino introductorio<br />

al situarse en el cómo y por qué su pensamiento se instaura en una vía muy<br />

específica: la nominalización de Dios desde la especificidad del discurso religioso.<br />

Se abordará el análisis del artículo en cinco momentos: las presuposiciones del<br />

autor, la textualidad del discurso religioso, su relación con la poética, las<br />

expresiones originarias de la fe y las expresiones límite, así como las implicaciones<br />

políticas: el paso del texto religioso a la vida.<br />

PRESUPOSICIONES<br />

Designar un nombre es determinar aquello a lo que se quiere hacer<br />

referencia, si no en su realidad, al menos sí en su sentido. Nombrar a Dios<br />

no encierra en modo alguno la cuestión de su existencia, sino un paso<br />

previo, un acto del todo desarticulado de una nominalización descriptiva<br />

u ordinaria. No se quiere decir que es un ahondar ajeno a la lógica. Pero<br />

tampoco se quiere decir que de hecho podamos concebir algo que esté<br />

fuera de la misma lógica. Para Ricoeur, nada escapa al lenguaje: todo es<br />

susceptible de ser alcanzado por algún sentido.<br />

Hablamos de una desarticulación de la concepción ordinaria del<br />

nombrar. Se nombra a Dios y ello implica sin lugar a duda un acto distinto<br />

a la nominalización de objetos, emociones o hechos históricos. De eso va<br />

la especificidad del discurso religioso, cuya estructura y contenido tienen<br />

como referencia última a lo divino. Introducirnos a ese mundo implica,<br />

al menos, dos suposiciones: que el discurso religioso es un discurso con<br />

sentido, al menos para una comunidad de fe; de modo que afirmarse<br />

oyente, en este caso, de la predicación cristiana, sustenta con dignidad<br />

una justificación en la medida que el oyente se atiene a la escucha de un<br />

discurso particular que apertura para él mismo un particular horizonte<br />

de sentido.<br />

[ 78 ]


Ricoeur se declara “oyente de la predicación cristiana” 1 y es a partir<br />

de esta condición y religión donde la cuestión de Dios será reflexionada.<br />

Pero la condición de oyente, sin embargo, no puede reducirse a la<br />

confesión de fe. La predilección de Ricoeur por la tradición cristiana va<br />

más allá de una tendencia personal, de toda afirmación acrítica, y debe<br />

entenderse dicha condición como una determinación cultural del<br />

hombre occidental, un hombre al que le antecede una tradición religiosa<br />

en la cual, para bien o para mal, la cultura occidental se ha desarrollado.<br />

De modo que la sensatez de examinar el discurso religioso, en este caso<br />

la Palabra cristiana, no puede criticársele un escueto cristiano-centrismo<br />

o algún tipo de arbitrariedad confesional. La cuestión en torno a Dios<br />

precisa ser abordada a partir de dicha tradición, pues sólo en ella y por<br />

ella Dios nos ha sido referido y significado en nuestra cultura.<br />

No obstante, no debe entenderse esta determinación histórica y<br />

cultural como un fundamento sólido para la afirmación sin más de la<br />

condición de oyente, pues el mismo Ricoeur afirmará no saber cómo<br />

superar lo que parecería ser una “situación inabarcable, costumbre no<br />

criticada, preferencia deliberada, elección profunda no elegida”. 2 El<br />

deseo de oír vacila siempre ante una justificación, pero también es<br />

escurridizo y desafía toda determinación causal. El carácter problemático<br />

de la condición del oyente está vinculado con el carácter problemático<br />

de Dios: ¿Qué se busca oír? ¿Cómo se oye? De ahí que no pueda<br />

determinarse unívocamente qué empuja al oyente a situarse como<br />

receptor de un lenguaje no ordinario, pero sí afirmando que esa<br />

condición es indispensable como primer presupuesto para la posible<br />

captación de dicho lenguaje. Quizá la diferencia de fondo entre el oyente<br />

y la persona de fe radicaría en que no es sino sólo en aquél donde ya ha<br />

mediado una conciencia, bajo la forma de una ascesis comprensiva, de la<br />

captación del discurso religioso y de su referente último, a saber, de Dios.<br />

1<br />

Paul Ricoeur, “Nombrar a Dios” en: Fe y filosofía. Problemas del lenguaje religioso,<br />

Prometeo Libros, Argentina, 2008, p. 87. Todas las citas ulteriores pertenecen al<br />

este mismo artículo, de modo que sólo se referirá el número de página.<br />

2<br />

Ídem.<br />

[ 79 ]


Por ello, Ricoeur define al oyente como aquel que tiene “don” y el<br />

“talento” en él de “dar cuenta del modo en que ha escuchado y oído”. 1<br />

La implicación de esta primera presuposición, la condición de ser<br />

oyente de la predicación cristiana es la radical renuncia al proyecto ideal<br />

de todo filósofo por comenzar sin presuposiciones, en el entendido de<br />

que aquí la Palabra es antecesora y fuente de sentido para la cuestión de<br />

Dios. Se trata de abordar el discurso religioso en sí, al texto bíblico,<br />

descubrir en él al Dios que allí ha sido nombrado, dejando a un lado las<br />

consideraciones en torno a lo divino que sean externas a ese mundo<br />

textual, porque en ellas ya ha mediado una interpretación particular. De<br />

modo que Ricoeur asume el inevitable círculo hermenéutico “creer para<br />

comprender y comprender para creer” 2 una vez que se ha afirmado<br />

como oyente, afirmándose esa condición como una condición necesaria<br />

para todo lo que él acometerá a pensar. Y lo asume sin querer evitarlo,<br />

“con la esperanza de que, de la transferencia del texto a la vida, lo<br />

arriesgado se restituirá centuplicado en la forma de un acontecimiento<br />

de inteligencia, de valentía y de alegría”. 3 Esa confianza en el autor desde<br />

su posición de oyente se basa en la primera presuposición de que la<br />

palabra de la predicación cristiana “es sensata, que vale la pena<br />

sondearla y que su examen puede acompañar la transferencia del texto<br />

a la vida, donde dicha palabra se verifica globalmente”. 4<br />

Por un lado, el reconocimiento del discurso religioso como una de<br />

las formas del discurso en general es una afirmación que precisa una<br />

previa explicación estructural de esas formas del discurso para así<br />

delinear su especificidad. El interés por examinarlo está justificado en el<br />

hecho de que en él se dice algo que no se dice en otras modalidades del<br />

discurso: discurso ordinario, discurso científico, discurso poético. Así, el<br />

lenguaje religioso se afirma sensato, poseedor de un sentido, al menos<br />

para una comunidad de fe, que encuentra en él la fuente para<br />

comprenderse a sí misma o para hacerse comprender frente a los otros.<br />

1<br />

p.87.<br />

2<br />

Ídem.<br />

3<br />

Ídem.<br />

4<br />

Ídem.<br />

[ 80 ]


Por otro lado, lo concerniente a la transferencia del texto a la vida,<br />

es para Ricoeur la realización total de la comprensión, la finalidad del<br />

ejercicio hermenéutico: el discurso religioso no se comprende sin<br />

interpretarlo desde la vida, sin su verificación en la esfera política. Para<br />

ello es preciso involucrarse en la lógica del discurso de la fe y conectar su<br />

mundo al mundo de la vida. Allí la comprensión se concretaría, y la<br />

hermenéutica del discurso religioso se coronaría.<br />

LA TEXTUALIDAD DEL DISCURSO RELIGIOSO<br />

La cuestión de Dios será abordada según el discurso en el que ha sido<br />

nombrado. No se trata de colocar el texto sobre la vida o de anteponer<br />

el texto a la experiencia religiosa. Se trata de enfatizar que una<br />

experiencia religiosa no se constituye como significativa fuera de un<br />

lenguaje que le anteceda: sea lo que sea entendido por experiencia<br />

religiosa, ésta siempre se articula en un lenguaje. El sentido de la fe<br />

estaría ya expresa en los textos bíblicos y es sólo en éstos mismos donde<br />

cabría significar a Dios, según la lógica propia de la fe. Por ello es obligado<br />

un análisis previo del lenguaje desde el cual la experiencia se despliega y<br />

conforma, al mismo tiempo, la noción misma de lo divino.<br />

Es en los textos, señalará Ricoeur, donde se abre un mundo de<br />

posibilidades en el momento en que son abordados en sí mismos y<br />

ulteriormente proyectarlos al mundo del oyente. Porque desde el<br />

momento en que la Palabra fue transformada a la escritura se suscitó<br />

una triple independencia, a saber, de su propio autor, su contexto y del<br />

destinatario original al que iba dirigido:<br />

Al liberarse de la presencia corporal del lector, el texto se libera de su autor,<br />

es decir, simultáneamente, de la intención que, según se considera, está<br />

expresada en el texto, de la psicología del hombre tras la obra, de la<br />

comprensión que dicho hombre tiene de sí mismo y de su situación, de su<br />

relación de autor a su primer público, destinatario originario del texto. 1<br />

De modo que, desde el primer momento en que la Palabra fue transcrita<br />

estuvo arrojada a la abierta e innumerable recontextualización a través<br />

de su lectura y escucha. Pero el énfasis de la escritura en sí para la<br />

comprensión de Dios no significa hacer del creyente un crítico literario,<br />

1<br />

p. 89.<br />

[ 81 ]


ni de encerrarse en la pura textualidad, sino de abrirse a la<br />

intertextualidad, no de aquella que refiere a la relación con otros textos,<br />

sino a la que propone una relación con la propia vida. La hermenéutica<br />

propuesta por Ricoeur apela en un principio a una hipóstasis literaria del<br />

discurso bíblico. 1 Para ello es preciso remarcar la noción de texto y su<br />

dinámica para asir la forma en que Dios salta a la vista en y desde el<br />

discurso religioso:<br />

Un texto es, ante todo, un eslabón en una cadena comunicativa: en primer<br />

lugar, una experiencia de vida es conducida al lenguaje, deviene discurso:<br />

luego el discurso se diferencia en palabra y en escritura […]; la escritura a su<br />

vez es restituida a la palabra viva por medio de los diversos actos del discurso<br />

que reactualizan el texto. La lectura y la predicación son tales actualizaciones<br />

en palabra de la escritura. Un texto es, en tal sentido, una partitura, que<br />

reclama ser ejecutada. 2<br />

Este carácter instructivo de los textos motiva el ejercicio exegético y<br />

despliega las múltiples posibilidades de interpretación de quien escucha.<br />

Del discurso se dice que engloba dos variantes: oral y escrita, cuyo<br />

objetivo “consiste en que alguien dice algo a alguien sobre algo. Sobre<br />

algo: tal, es la inalienable función referencial del discurso”. 3 Ignorando<br />

las diferencias entre ambas, palabra y escritura refieren a un mundo<br />

circundante en común. Sin embargo, sólo en la escritura se<br />

[…] puede, dirigiéndose a cualquiera que sepa leer, referirse a un mundo que<br />

no está allí, entre los interlocutores, a un mundo que es el mundo del texto y<br />

que sin embargo no está en el texto. Yo lo llamo, con Gadamer, «la cosa del<br />

texto». La cosa del texto, tal es el objeto de la hermenéutica. Algo que no se<br />

encuentra ni detrás del texto como el autor presumido, ni en el texto como<br />

su estructura, sino desplegado ante él. 4<br />

Se habla entonces de un mundo del texto que no está en el texto, pero<br />

es en éste donde dicho mundo es proyectado: el horizonte resultante es<br />

el objeto de la hermenéutica. Podemos verlo desde el primer momento<br />

en que todos los textos bíblicos, cuyo mundo es narrado de muy diversas<br />

maneras, tienen como referente último a Dios. Es Dios quien es<br />

1<br />

Ídem.<br />

2<br />

Ídem.<br />

3<br />

p. 91.<br />

4<br />

Ídem.<br />

[ 82 ]


implicado por “la cosa” de dichos textos, por el mundo (un mundo<br />

bíblico) que ellos despliegan.<br />

En este sentido, desde el discurso religioso en general, conceptos<br />

caros cobran un nuevo sentido. Tal es el ejemplo de la revelación, que<br />

deja de ser inspiración divina “en el sentido de una insuflación de sentido<br />

que haría de Dios una suerte de arqui-autor de los textos donde la fe se<br />

instruye. Si la palabra revelación quiere decir algo, se ha de buscar su<br />

sentido del lado de la «cosa» que dicen los textos, como un cierto rasgo<br />

del mundo bíblico” 1 que no puede ser dicho o mostrado por otros tipos<br />

de discurso. El discurso religioso revela en última instancia a Dios, y por<br />

revelación se entenderá, en un sentido análogo, a la idea del<br />

develamiento del discurso poético.<br />

POÉTICA<br />

Ricoeur encontrará en el discurso poético una vía para la especificación<br />

del discurso religioso. Siempre en un sentido análogo. El poema bíblico<br />

sólo es poético en un sentido muy específico y restringido. Se dice que el<br />

discurso religioso tiene un registro poético en la medida en que allí el<br />

lenguaje se celebra a sí mismo, y si refiere a algo, es sólo en la medida en<br />

que expresa a una subjetividad, no agregando nada a la descripción del<br />

mundo. Ahora bien, nombrar a Dios es, en el mejor de los casos, una<br />

actividad poética, sin incidencia sobre la descripción, es decir sobre el<br />

conocimiento verdadero del mundo”. 2 Sin embargo, no se trata de<br />

tipificar los discursos entre discurso descriptivos y no descriptivos. Aún<br />

en el discurso poético y religioso hay una función referencial que no<br />

puede reducirse sólo al discurso descriptivo. Así como la función<br />

emocional no puede ser la única función del discurso poético, se hablará<br />

entonces de una función referencial no descriptiva del poema. Ésta:<br />

[…] suspende una función de referencia de primer rango, se trate de la<br />

referencia directa a los objetos familiares de la percepción, o de la referencia<br />

indirecta a entidades físicas que la ciencia reconstruye sobre los primeros. En<br />

tal sentido es cierto que la poesía es la suspensión de la función descriptiva.<br />

No aumenta el conocimiento de los objetos. Pero esta suspensión sólo es la<br />

condición totalmente negativa para que sea liberada una función referencial<br />

1<br />

Ídem.<br />

2<br />

p. 92.<br />

[ 83 ]


más originaria, que no puede llamarse de segundo rango sino porque el<br />

discurso de función descriptiva ha usurpado el primer rango en la vida<br />

cotidiana siendo en tal sentido relevado por la ciencia. También el discurso<br />

poético se refiere al mundo, pero no a los objetos manipulables de nuestro<br />

entorno cotidiano. Se refiere a nuestras múltiples maneras de pertenecer al<br />

mundo antes que nos opongamos las cosas a título de «objetos» que<br />

enfrentan a un «sujeto». 1<br />

En ese sentido, la función referencial no descriptiva del discurso poético<br />

revela. Dicha noción de revelación es análoga o al menos introductoria a<br />

la noción que se le da en el plano religioso, teísta, bíblico: “Revelar es<br />

descubrir lo que hasta ese momento permanecía oculto”. 2 Lo oculto<br />

serían aquellas modalidades originarias de “arraigo” y “pertenencia” 3 al<br />

mundo que preceden a la relación sujeto-objetos. La imposibilidad de<br />

dar cuenta de ellas radicaría en una falta de actitud crítica frente a la<br />

noción de verdad que ha sido definida por la adecuación a entidades<br />

físicas, sometida al criterio de la verificación empírica. El discurso poético<br />

pone en cuestión dichos criterios. Aquí, la revelación también será<br />

entendida como aquella que<br />

[…] designa la emergencia de otro concepto de verdad diverso de la verdad<br />

de adecuación, regulada por los criterios de verificación y de falsificación, un<br />

concepto de verdad-manifestación, en el sentido de dejar ser a lo que se<br />

muestra. Lo que se muestra, es, cada vez, la proposición de un mundo, de un<br />

mundo tal que yo puedo proyectar en él mis posibilidades más propias. 4<br />

Dios se revelaría según las proposiciones del poema bíblico, a partir del<br />

cual también el sí mismo del escucha se comprendería de manera<br />

originaria, al serle revelado o manifestado un sentido que está en<br />

estrecha vinculación con el referente último de esas proposiciones: lo<br />

divino. Nombrar a Dios no es, primeramente, una acción de la que somos<br />

capaces. Nombrar a Dios es lo que hacen los textos. “Nombrar a Dios,<br />

antes que ser un acto del que soy capaz, es lo que hacen los textos […]<br />

cuando escapan a sus autores, a su medio de redacción y a su<br />

1<br />

Ídem.<br />

2<br />

p.93.<br />

3<br />

Ídem.<br />

4<br />

Ídem.<br />

[ 84 ]


destinatario primero –cuando despliegan su mundo–, cuando<br />

manifiestan poéticamente un mundo que podríamos habitar”. 1<br />

Así, la idea de la nominación de Dios se deduce, en cierto sentido y<br />

hasta cierto punto, del verbo poético; en éste el lenguaje se separa del<br />

lenguaje cotidiano, estableciéndose como “foco de la innovación<br />

semántica”. 2 El mundo que despliega es la cosa del texto: el mundo del<br />

poema. Pero también es poético en la medida en que “incita al lector, al<br />

oyente, a comprenderse a sí mismo ente el texto y a desenvolver, en la<br />

imaginación y en simpatía, el sí mismo capaz de habitar ese mundo<br />

desplegado en él sus posibles más propios”. 3 Sobra decir que aquí lo<br />

poético no refiere a un simple género literario sino a una función global<br />

que posibilita precisamente la innovación semántica, la proposición de<br />

un mundo, de una innovadora posibilidad de comprensión de sí.<br />

LAS EXPRESIONES ORIGINARIAS DE LA FE<br />

El discurso poético pasa al discurso religioso cuando “la nominación de<br />

Dios realizada por los textos bíblicos especifica lo religioso en el interior<br />

de lo poético”. 4 Se habla aquí de una nominación de Dios desde un nivel<br />

de discurso originario o previo a las enunciaciones de tipo especulativo<br />

(filosófico o teológico). La predicación cristiana es ya un “despojarse de<br />

todo saber onto-teológico. Incluso y sobre todo cuando el término Dios<br />

figura en él. La amalgama entre el Ser y Dios es en tal sentido la seducción<br />

más sutil” 5 y también un desconocimiento de las distintas formas de<br />

discurso o al menos una combinación de unos con otros.<br />

Ya la propia condición de oyente tiene la consigna de que “escuchar<br />

excluye fundarse”. Lo que significaría contrariar el gran postulado de la<br />

filosofía crítica que del supuesto de un sujeto como “«presuposición»<br />

suprema”. 6 La predicación cristiana se sustenta en otro orden de<br />

1<br />

Ídem.<br />

2<br />

p. 103.<br />

3<br />

Ídem.<br />

4<br />

p. 94.<br />

5<br />

Ídem. Ricoeur encuentra desde la filosofía moderna, específicamente en Kant, la<br />

infructífera tarea de un saber sobre Dios, aquella “idea de una «ilusión<br />

trascendental» que la razón produce necesariamente cuando intenta forjar un<br />

conocimiento de Dios por «objetos»”.<br />

6<br />

Ídem.<br />

[ 85 ]


suposiciones, distintas a la “auto-fundación, comienzo de sí y por sí”,<br />

asume un “sentido antecedente”: previo al propio sujeto. 1 Ahí es donde<br />

se comprende el abandono de sí que demanda la predicación cristiana,<br />

que consiste en el “desasimiento del sí mismo humano, en su voluntad<br />

de dominio, de suficiencia y de autonomía. A tal desasimiento se aplica<br />

la expresión del Evangelio: «Quien quiera salvar su vida, la perderá»”. 2<br />

Ricoeur lo nombra como “renunciamiento al «objeto» absoluto y al<br />

«sujeto» absoluto” como la condición necesaria para ingresar a la<br />

modalidad del “lenguaje radicalmente no especulativo y pre-filosófico”. 3<br />

El objeto de la hermenéutica filosófica consistiría en “reconducir<br />

desde el doble absoluto de la especulación onto-teológica y de la<br />

reflexión trascendental hacia las modalidades más originarias del<br />

lenguaje, por las cuales los miembros de la comunidad de la fe han<br />

interpretado su experiencia para sí mismos y para los otros. Allí es donde<br />

Dios ha sido nombrado”. 4 Sin embargo, la nominación de Dios en dichas<br />

expresiones es múltiple, “no es monocorde sino polifónica”. 5<br />

Las expresiones originarias de la fe son formas complejas de discurso, tan<br />

diversas como narraciones, profecías, legislaciones, proverbios, plegarias,<br />

himnos, fórmulas litúrgicas, escritos sapienciales. Todas estas formas de<br />

discurso, en conjunto, nombran a Dios. Pero lo nombran diversamente. 6<br />

Cada una de estas formas de discurso contienen un “estilo particular de<br />

confesión de fe, donde Dios es nombrado de manera original” 7 . Los<br />

relatos, profecías, leyes o cualquier otra forma de expresión son los<br />

esquemas o «modelos» que fungen como “reglas para producir ciertas<br />

figuras de lo divino: modelo del monarca, del juez, del padre, del esposo,<br />

1<br />

Cabría preguntarse aquí si hay una relación entre la noción de sujeto u hombre<br />

respecto al mundo y la recepción de la predicación. Suponiendo que ésta, desde<br />

su origen, demanda un desapego de sí mismo.<br />

2<br />

p. 95.<br />

3<br />

Ídem.<br />

4<br />

Ídem. Aprender a nadar en el mar del discurso religioso donde los creyentes han<br />

extraído sus interpretaciones. Esto supone sin duda la creencia previa de la<br />

escucha, una participación total. La duda: ¿Cuál sería la diferencia entre el ejercicio<br />

hermenéutico del discurso religioso y la predicación religiosa?<br />

5<br />

Ídem.<br />

6<br />

Ídem.<br />

7<br />

Ídem.<br />

[ 86 ]


del rabino, del servidor. Esos modelos no son sólo, ni siquiera<br />

principalmente, modelos para figurarse lo divino, sino para figurarse la<br />

compañía de Dios con su pueblo, con los hombres, con todos los<br />

hombres”. 1 De modo que las distintas formas del texto bíblico<br />

suministran imágenes, no para la constitución de un concepto, ni de<br />

alguna Idea, sino del Nombre. Éste, de hecho, es quien determina la<br />

forma o esquema, editándola, transformándola en formas opuestas: “de<br />

ahí que Dios asuma todas las posiciones de la figura familiar: padre,<br />

madre, esposo, hermano, e Hijo del hombre”. 2<br />

Estos modelos o esquemas no deberían ser abordados como meros<br />

“artificios retóricos” ajenos a su contenido, sino como estructuras del<br />

kerigma en cada forma de discurso. Según la exégesis contemporánea y<br />

la teología del Antiguo Testamento, “la nominación de Dios es, ante<br />

todo, una nominación narrativa”. 3 O “nombrar a Dios es, ante todo, un<br />

momento de la confesión narrativa. Es en la «cosa» contada donde Dios<br />

es nombrado”. 4 No se trata sólo de análisis de las distintas expresiones<br />

presentes en el texto bíblico, sino de explicar la dialéctica intrínseca,<br />

pues la nominación de Dios sólo se esclarecería en ese juego entre las<br />

expresiones. Ciertamente, la nominación de Dios es escurridiza:<br />

De manera que Dios es nombrado diversamente en la narración que Lo<br />

cuenta, en la profecía que habla en Su nombre, en la precepción que Lo<br />

designa como fuente del imperativo, en la sabiduría que Lo busca como<br />

sentido del sentido, en el himno que Lo invoca en segunda persona. Por ello<br />

el término Dios no se deja comprender como un concepto filosófico, sea el<br />

ser en el sentido de la filosofía medieval o en el sentido de Heidegger. 5<br />

El referente Dios, por lo tanto, sólo cobraría sentido en la convergencia<br />

de todos los discursos parciales que lo nombran. Esto no quiere decir que<br />

puede consolidarse en un saber a partir de esta dialéctica. Todo lo<br />

contrario. A lo que nos acerca al carácter misterioso de nombrar a Dios.<br />

1<br />

Ídem.<br />

2<br />

Ídem.<br />

3<br />

Ídem.<br />

4<br />

p. 96.<br />

5<br />

p. 98.<br />

[ 87 ]


EXPRESIONES LÍMITE<br />

Las expresiones, presente en el discurso bíblico, son ingredientes de las<br />

formas del discurso que determinan la indeterminación de Dios. Tales<br />

expresiones límite son el Nombre innombrable, la paradoja, la hipérbole,<br />

la extravagancia. Bajo estas expresiones, no se logra configurar una<br />

determinación común de lo divino. Cada expresión límite, aislada de las<br />

otras, es inacabada: lo divino se escapa a todas ellas. Esto no quiere decir<br />

que exista un más allá del lenguaje, no al menos aquí donde se busca una<br />

nominalización efectiva de Dios. Se puede decir en resumen que “Dios<br />

queda designado a la vez como El que se comunica bajo las modalidades<br />

múltiples antes mencionadas, y El que se reserva”. 1 Expresiones<br />

originarias y expresiones límite, tal es la estructura significativa para<br />

delinear a Dios. La declaración de Dios a Moisés: «Yo soy el que soy»<br />

clausura «para sí» la identidad de lo divino. Su nombre, una vez hecho<br />

secreto, nos arrojaría a la escucha de los otros tipos de nominación<br />

presentes en Abraham, Isaac y Jacob y así a las otras formas de<br />

nominalización presentes en el Nuevo Testamento.<br />

Sin embargo, se insiste que el lenguaje religioso no se reduce a lo<br />

poético sino en un sentido muy específico: la nominación de Dios hace la<br />

diferencia. Todas las expresiones presentes en el discurso bíblico,<br />

constituyen el “«hablar de Dios»” 2 , pues es Él quien figura como el<br />

“referente-arquetipo” 3 que ubica a los textos, y a la vez Él que escapa a<br />

ellos.<br />

Ricoeur es consciente de que su reflexión está avocada a lo bíblico<br />

y se aleja de lo propiamente cristiano. Cabe señalar que su interés era<br />

Dios, ofrecido desde la fuente misma de la fe y no desde la figura de<br />

Cristo.<br />

DEL TEXTO A LA VIDA<br />

El trayecto de la poética a la política se da en mismo juego “subversivo”<br />

de las expresiones límite y el carácter metafórico de los modelos,<br />

1<br />

p. 99.<br />

2<br />

Ídem.<br />

3<br />

Ídem.<br />

[ 88 ]


continua en la práctica: la trasferencia de los textos a la vida. No<br />

obstante, aquí sólo nos interesa introducir la idea de manera somera.<br />

La práctica, nos dirá Ricoeur, no es ajena a la comprensión de los<br />

textos de la fe, de hecho, es el paso final de la hermenéutica: la<br />

applicatio, el momento final de la comprensión.<br />

Esos textos [del poema bíblico] no agotan su sentido en un funcionamiento<br />

puramente interno del texto, apuntan a un mundo, que reclama de nuestra<br />

parte un habitar según… Hace a la esencia de la poética el «rehacer» el<br />

mundo según la orientación esencial del poema. 1<br />

La applicattio es para Ricoeur “comprenderse ante el texto” 2 , llevando el<br />

acto de comprensión más allá de mero ejercicio del lenguaje o de la<br />

mente. Aquí comprender el mundo y transformarlo son la misma cosa.<br />

Contrariamente a la hermenéutica de Kierkegaard, los modelos<br />

subrayados por Ricoeur motivan una reflexión ética y política “en la<br />

medida en que reglan la anticipación de una humanidad, liberada y<br />

resucitada”. 3 No se trata de contemplar la trascendencia de Dios en la<br />

nominalización que de Él hace el poema bíblico, sino de mirar hacia las<br />

propuestas de las teologías políticas. Aquí se revela el posicionamiento<br />

hermenéutico de Ricoeur:<br />

Ante todo la hermenéutica, en su aspecto textual, pone el acento no en la<br />

relación dialogal entre autor y el lector, ni en la decisión del oyente de la<br />

palabra, sino esencialmente en el mundo del texto. Es en ese mundo del texto<br />

donde modela la comprensión de sí. Si el lenguaje no es para sí mismo, sino<br />

con vistas al mundo que abre y descubre, entonces la interpretación del<br />

lenguaje no es distinta de la interpretación del mundo. 4<br />

Una hermenéutica que toma como categoría central el mundo del texto<br />

se libera de las reducciones a la relación dialogal autor-lector y a la<br />

decisión personal ante el texto. La comprensión del “carácter<br />

multidimensional de la poética bíblica [conglomera tres posibles<br />

registros de lectura, a saber]: cósmico, ético y político”. 5 Es preciso<br />

1<br />

Ídem.<br />

2<br />

Ídem.<br />

3<br />

Ídem. La referencia que sigue Ricoeur es André Dumas en Teología política.<br />

4<br />

p. 106.<br />

5<br />

Ídem.<br />

[ 89 ]


mencionar que la cualificación poética de Dios es indispensable para<br />

preservar su dialéctica con lo político:<br />

Ciertamente, la existencia humana es existencia política. Pero los textos en<br />

los cuales la existencia cristiana se comprende a sí misma sólo son políticos<br />

en la medida en que son poéticos. De modo que los modelos para una<br />

familiaridad entre Dios y su pueblo y el resto de los hombres constituyen más<br />

bien lo que denominaría una poética de la política que, para recibir una<br />

cualificación propiamente política, reclama ser articulada en análisis, saberes,<br />

intereses, organizaciones, etc. 1<br />

El paso del texto a la vida se concretaría en hacer de la interpretación del<br />

gran poema bíblico una interpretación del mundo, objetivada en el<br />

asentimiento de cierta convicción moral, de intereses, del saber y del<br />

funcionamiento de las diversas instituciones, coincidiendo directamente<br />

con la forma, siempre renovada, en el que el oyente asume la Palabra<br />

para con el mundo.<br />

BIBLIOGRAFÍA<br />

Ricoeur, P., “Nombrar a Dios” en: Fe y filosofía. Problemas del lenguaje religioso,<br />

Prometeo Libros, Argentina, 2008<br />

1<br />

p. 107. Ricoeur recuerda aquí el lenguaje weberiano: “Esos modelos no alanzan<br />

la política sino nutriendo una moral de convicción”.<br />

[ 90 ]


TYLER BLANSKI: CUANDO LOS BURROS HABLAN Y LOS HOMBRES ESCUCHAN<br />

Ivón Francés Segundo<br />

El trabajo que se presenta a continuación deriva de la lectura de la obra<br />

de Tyler Blanski titulada: Cuando los burros hablan, una búsqueda para<br />

redescubrir el misterio y la maravilla del cristianismo. 1 El título de la obra<br />

procede de la recuperación que realiza el autor acerca de la historia de<br />

la burra de Balán que se encuentra en el libro llamado Números, que<br />

conforman la Biblia. La parábola de la burra es introducida por el autor<br />

por el hecho de transmitir una enseñanza, así como cada una de las<br />

historias que se narran en la Biblia, con el fin de presentar «lecciones<br />

para la vida», por lo que se llega a considerar al cristianismo como una<br />

especie de terapia.<br />

Esta obra es una invitación a salir en una santa peregrinación, como<br />

lo anuncia Tyler, por el hecho de emprender un viaje por los terrenos<br />

más bellos y peligrosos del cristianismo. Esto implica hacer un recorrido<br />

por la historia del cristianismo, con respecto a los hechos ocurridos a lo<br />

largo de los tiempos, que durante años han influido en la percepción del<br />

cristianismo. Tyler señala que la meta de este viaje no es rescatar una<br />

época en particular, ni pretende que uno se convierta en mejores<br />

bautistas, evangélicos o anglicanos. Lo que se busca es amar más a Dios<br />

y conocerlo mejor, y esto puede ser posible a través de la exploración de<br />

la fe antigua y futura del cristianismo ahora como una vida nueva en un<br />

discipulado con respecto a Jesús.<br />

Antes de presentar las ideas que se desarrollan en la obra, considero<br />

como pieza clave presentar la biografía del autor para entender con<br />

claridad el propósito de la obra y comprender las causas que incitaron al<br />

autor escribir esta obra. Para algunos, sino es que, para todos, el nombre<br />

del autor es desconocido, al menos para mí también lo fue, hasta el<br />

momento que se me presento su obra como una nueva forma de percibir<br />

el cristianismo.<br />

1<br />

Blanski, Tyler, Cuando los burros hablan. Una búsqueda para redescubrir el<br />

misterio y la maravilla del cristianismo, prólogo de Fernando Ortega, Editorial vida,<br />

Miami, Florida, 2013. (Todas las citas se harán de este libro, por lo que sólo se<br />

señalará el número de página).<br />

[ 91 ]


Durante su infancia, Tyler y su familia acudieron a una iglesia<br />

baptista en Minneapolis, Minnesota. Él se formó en una escuela primaria<br />

fundamentalista protestante. En su adolescencia se integró a una iglesia<br />

protestante, conservadora en la moral, pero moderna y alternativa en<br />

las formas, con cuyo grupo de jóvenes nunca estuvo de acuerdo. En el<br />

año 2001, a la edad de 17 años fue miembro de una comunidad cristiana<br />

joven, alternativa y postmoderna llamada Solomon’s Porch, que se<br />

define como “comunidad cristiana holística y misional”. A esta edad<br />

también entró a una escuela de bellas artes, con la idea de ser guitarrista<br />

y cantautor, cuyo sueño era ser músico. Después de año, abandono dicha<br />

escuela y se inscribió a un centro académico tradicional y conservador,<br />

donde empezó con una educación clásica sobre la cultura occidental, ahí<br />

aprendió que Occidente se sustenta en una herencia multisecular grecoromana<br />

y judeo-cristiana. En esa época conoció una parroquia anglicana,<br />

conformada por amigos de la liturgia y oraciones históricas. Esté fue su<br />

primer contacto con una comunidad cristiana litúrgica basada en una<br />

tradición, donde fue testigo de un pequeño grupo de cristianos que<br />

vivían juntos su vida diaria basada en la Palabra de Dios y los<br />

sacramentos. Desde entonces se consideró anglicano y emprendió su<br />

sueño de llegar a producir una comunidad semejante.<br />

En 2010 Tyler se convenció de que Dios le llamaba a ser sacerdote<br />

anglicano y un año después inicio sus estudios. Tyler, al estudiar historia,<br />

comprendió que la Iglesia Católica no era una versión decadente y<br />

corrupta de la Iglesia de los primeros siglos, por el contrario, era la Iglesia<br />

que Jesús fundó que se había desarrollado como un cuerpo vivo, como<br />

un árbol. Durante su formación leyó varios libros católicos,<br />

principalmente la Biblia. En el llamado al sacerdocio anglicano, vislumbro<br />

que su apreciación subjetiva valía menos que la realidad constatada, la<br />

Iglesia que creó Cristo era la católica, y a Dios debía servírsele según su<br />

voluntad, y no por la del hombre. Eso le hizo intuir que su fe, no consistía<br />

sólo en él, lo que le permitió salir del mundo que imaginaba, en donde él<br />

sería el pastor de la iglesia que quería formar.<br />

En el 2014 dejo su postulado anglicano y se integró a una parroquia<br />

católica en donde comenzó su vida de predicación, evangelizando a<br />

jóvenes. <strong>Que</strong>da claro que, a partir de su interés por estudiar lo religioso<br />

[ 92 ]


se relacionó con el catolicismo y ahí nació su misión por evangelizar a<br />

jóvenes, actualmente sigue ejerciendo está labor.<br />

Ahora dando paso a los planteamientos que se ofrecen en la obra y<br />

que son los temas en que se centra este trabajo, se exponen los<br />

primeros dos capítulos de la obra titulados: “Una teoría loca" que<br />

representa un redescubrimiento del cristianismo y una crítica a<br />

"Atomolandia" que como su nombre lo expresa, es un mundo habitado<br />

por los materialistas que creen que todo lo que existe son los átomos,<br />

que se presenta como la teoría contemporánea de la creación.<br />

Tyler como buen seguidor de Jesús y como buen creyente cristiano<br />

se ve en la necesidad de explorar por los caminos de luz y obscuridad del<br />

cristianismo, o como, comúnmente se puede decir: las ventajas y<br />

desventajas de la religión que profesa, sin olvidar su fe.<br />

La propuesta que hace Tyler es una teoría loca, en la cual se refiere<br />

a los burros que pueden hablar y presentando al cristianismo como un<br />

viejo bosque.<br />

Si los burros pueden hablar, también pueden hablar las estrellas y nuestros<br />

calendarios, nuestra vida misma. No necesitamos un avivamiento;<br />

necesitamos un renacimiento santo. Pero la senda que atraviesa la<br />

cristiandad es vieja y peligrosa, y es necesario hacer primero un cuidadoso<br />

reconocimiento de ella. 1<br />

Para su análisis, el autor toma como referencia la imagen de una burra<br />

que habla, esto, a partir de la recuperación que hace de la historia bíblica<br />

de Balán y su burra loca, situada en el libro: Números que pertenece al<br />

cuarto libro de la Torá, libro escrito antes del nacimiento de Cristo. El<br />

personaje principal en esta historia es Balán, un pagano, que en aquellos<br />

tiempos era la ciencia que se profesaba, a pesar de que no tenían una<br />

religión todos creían en los dioses, inclusive los gentiles, y también los<br />

judíos, pero no creían en un único Dios verdadero, por lo que parece<br />

contradictorio que Balán fuera profeta y que creyera en el único Dios<br />

verdadero.<br />

Según la leyenda, Balán tenía el don de conocer el momento exacto en que<br />

Dios estaba airado: era un superprofeta, un adivino, y Dios le hablaba en<br />

1<br />

p. 21.<br />

[ 93 ]


sueños y visiones. Las escrituras dicen: «Entonces el SEÑOR puso su palabra<br />

en boca de Balán» (Números 23:5). Su nombre mismo significa «tragar». Los<br />

israelitas acababan de pasarse cuarenta años deambulando por el desierto y<br />

estaban a punto de cruzar el río Jordán para entrar a las verdes tierras de<br />

Canaán. Ya habían comenzado a vencer a sus habitantes, y el rey de Moab<br />

temía que él fuera el próximo en la lista de gente a eliminar por los israelitas.<br />

Entonces mandó a buscar al profeta Balán «el que traga gente», para que<br />

hiciera llover maldiciones sobre los israelitas. De manera que Balán ensilló su<br />

burra, la misma en la que había montado desde muchacho, y fue<br />

tambaleándose sobre ella hasta donde estaba el rey de Moab.<br />

Pero Dios no estuvo de acuerdo con los planes de Balán de maldecir a<br />

su pueblo escogido. En medio de su viaje, apareció un ángel del Señor ante<br />

Balán y su burra y desenvainó una espada para bloquearles el paso. Al<br />

principio, Balán no pudo ver el ángel, pero la burra sí. Para gran diversión de<br />

sus acompañantes, la aterrada bestia se lanzó a toda carrera hacia los campos<br />

que estaban junto al camino, mientras Balán rebotaba encima de ella.<br />

Avergonzado, Balán golpeó a la burra para obligarla a regresar al camino.<br />

Entonces la burra se arrimó a una pared que había en el camino, mientras el<br />

ángel aparecía por segunda vez. Balán se lastimó un pie y, rojo de ira, volvió<br />

a golpear a la burra con un palo. Mientras iban adelantando muy despacio, el<br />

ángel se les adelantó y se les apareció por tercera vez, asustando a la burra<br />

de Balán hasta el punto de echarse al suelo sin querer moverse (los burros<br />

son muy tercos; a diferencia de los caballos, es imposible lograr que un burro<br />

haga algo que no sea lo mejor para él). Furioso, Balán golpeó de nuevo a su<br />

burra con el palo de nuevo (Números 22.27). 1<br />

Es aquí donde el Señor interviene y permite que la burra hable:<br />

«¿Se puede saber qué te he hecho, para que me hayas pegado tres veces?».<br />

Balán le respondió: «¡Te has venido burlando de mí! Si hubiera tenido una<br />

espada en la mano, te habría matado de inmediato». Pero la burra replicó:<br />

«¿Acaso no soy la burra sobre la que siempre has montado, hasta el día de<br />

hoy? ¿Alguna vez te hice algo así?» 2<br />

Después de esto, el Señor le abrió los ojos a Balán y vio al ángel de pie en<br />

el camino con la espada desenvainada. Ante lo cual, la reacción de Balán<br />

fue ver su error y entender que había pecado. El ángel le dijo que podía<br />

continuar con su viaje para encontrarse con el rey de Moab, pero que no<br />

debía maldecir a los israelitas, por el contrario, debía bendecirlos.<br />

1<br />

pp. 24-25.<br />

2<br />

p. 25.<br />

[ 94 ]


Como se puede ver en la narración es la historia de una burra loca,<br />

que es un animal famoso por su torpeza y su terquedad, enseñando una<br />

comprensión espiritual. Se dice que el amor de Dios es superior a<br />

cualquier cosa, que todo es posible y que él puede usar desde un pagano<br />

hasta una burra para que se cumpla su voluntad, como se describe en la<br />

historia. Esta narración tiene como propósito brindar una enseñanza<br />

moralmente, para dejar de ser como Balán, ciegos a las advertencias de<br />

Dios, evitando cometer errores, y permitir que Dios nos abra los ojos<br />

como lo hizo con Balán. Respecto a esta enseñanza Tyler lo dirige hacia<br />

lo que se puede esperar de la cristiandad, que actúa como una<br />

reguladora de los actos del hombre. Y como se puede observar en la<br />

mayoría de las doctrinas religiosas que actúan en la sociedad como una<br />

guía para que los humanos lleven una vida plena en relación con Dios.<br />

Esto es lo que les ha permitido a las nuevas religiones una gran apertura<br />

dentro de las sociedades por el discurso que practican, que está dirigido<br />

a un fin, a vivir conforme a lo establecido por Dios.<br />

La «cristiandad» es el reino de Dios que se va expandiendo a través de esa<br />

inmensa y libre comunión de los santos, la Iglesia, a la cual llama Cipriano «el<br />

resplandeciente ejército de los soldados de Cristo». (…) Hacerse cristiano es<br />

convertirse en parte de una agrupación libre y solidaria de personas<br />

procedentes de diferentes estilos de vida y diferentes edades, pero que<br />

experimentan todos el mismo clima, las mismas dificultades, la misma<br />

topografía, el mismo excéntrico impulso de seguir a Jesús. En realidad, es el<br />

culto a una personalidad. (…) Estos seguidores de Cristo dicen que Jesús el<br />

Cristo (palabra griega que significa «ungido» es plenamente humano y<br />

plenamente Dios, y que hizo su entrada en nuestro mundo y nuestro tiempo. 1<br />

Afirmando que es posible conocer y ser conocidos por Dios, lo que dará<br />

paso a ser amados por él, reforzando la relación y permitir que su amor<br />

transforme nuestras vidas. “Dicen que el Dios de la historia, el Dios de las<br />

edades ha irrumpido en sus vidas para comenzar una renovación del<br />

corazón humano dicen que él lo cambia todo: relaciones, comida y<br />

bebida, historia, e incluso los misterios invisibles del espacio y del<br />

tiempo”. 2<br />

1<br />

p. 26.<br />

2<br />

p. 27.<br />

[ 95 ]


Dando paso al concepto de «Atomolandia» que por deducción hace<br />

referencia a los átomos y a la forma en que como se percibe al mundo y<br />

a todas las cosas que hay en él, como objetos construidos por átomos, y<br />

que cada cosa que observamos es un conjunto de átomos. Es aquí donde<br />

intervienen los materialistas que creen que todo lo que existen son<br />

dichas partículas. Con relación a esta postura, y en donde también entran<br />

los científicos, se plantea que la ciencia es la disciplina en que se<br />

comprueban y fundamentan los hechos y las cosas. Desde este punto de<br />

vista de las ciencias, se puede notar las críticas que hay con respecto a la<br />

religión, que dentro de la ciencia no existen milagros. La ciencia dice que<br />

las cosas de Dios no son posibles, o como se plantea en el texto: “la<br />

ciencia es la única forma viable para llegar a conocer algo”. 1<br />

La figura de oro de Atomolandia se encuentra en la formación de la<br />

consiliencia la cual es supuestamente la «unidad de todo conocimiento»<br />

para el cientificismo. En atomolandia lo desconocido es ahora una<br />

manera de hablar de lo que va a ser conocido. Según dicen los científicos,<br />

la ciencia terminara tendiendo todas las respuestas, por lo que, si no<br />

conoce algo, es que no la ciencia aun no lo conoce.<br />

Como conclusión el autor dice que su primer propósito es creer, que<br />

creer no es fácil, pero le da forma a toda nuestra vida. Y que actualmente<br />

hay tantas iglesias que es su forma de predicar hacen que el cristianismo<br />

se presente como algo complicado, aclarando que la Iglesia no está<br />

hecha para presentarnos un espectáculo, sino para que participemos en<br />

una vida compartida de servicio activo en el reino de Dios. Se dice que la<br />

vida activa en el cuerpo colectivo de Cristo es su Iglesia.<br />

Dentro del cristianismo existen diversos aspectos que son puntos de<br />

ataque, como lo es; la práctica de una vida recta cumpliendo cada uno<br />

de los mandamientos impuestos por Dios, la renuncia al pecado y a los<br />

placeres que se presentan en la vida pagana, el bautismo como una<br />

invitación a morir en sí mismo y ofrecerse para que Dios habite en cada<br />

uno, entre otros aspectos, como lo son cada uno de los periodos que se<br />

cumplen cíclicamente cada año y que se encuentran marcados en los<br />

calendarios, respecto a las fechas y celebraciones por parte de la iglesia.<br />

1<br />

p. 51.<br />

[ 96 ]


Generalmente la crítica hacia el cristianismo nace de la postura<br />

conformista al formar parte de una religión y al dejar todo en manos de<br />

Dios. Si bien, las burlas que ha generado a partir del cristianismo son<br />

debido a lo incierto que puede llegar a ser las interpretaciones a hechos,<br />

que desde lo religioso siempre tiende a aceptar que son los designios de<br />

Dios y que ante ello no se puede hacer mayor interpretación, sólo<br />

aceptar su voluntad. Sobre todo, esto llega a tener una actitud de<br />

incertidumbre lo que se llama milagro, que desde una interpretación es<br />

una especie de magia, o la forma en cómo se atribuye cierto valor a un<br />

sacramento que, en sí, representa una aceptación a recibir a Dios como<br />

el creador de todo y de la propia existencia, el aceptar cada una de las<br />

decisiones que tome respecto a su vida, sean cosas buenas o malas. Y<br />

derivado del tema de los sacramentos que se realizan en nombre de Dios,<br />

y que en cada aceptación se hace una reafirmación de la creencia puesta<br />

en él.<br />

Otro tema que es punto de ataque al cristianismo, es la fe, que se<br />

presenta como algo incierto, esa fe que uno pueda tener en que Dios<br />

está en todas las cosas, así también como en cada uno de los alimentos<br />

que se ingieran, el pan y el vino que lo representan, y que uno se puede<br />

cuestionar, ¿cómo puede Dios habitar en una galleta?, sin duda, todo lo<br />

que representa al cristianismo está inmerso en una fe interminable, en<br />

una creencia que lleva a los hombres a abandonarse por completo en las<br />

decisiones de un ser superior, de un creador.<br />

Creo que, para hablar de Dios, y queda comprobado por la historia<br />

que nunca se terminara de hablar acerca de él, ni se llega a formular una<br />

idea concreta respecto a su imagen. En la medida en que como humanos<br />

nos vamos “actualizando” y van surgiendo nuevas teorías o testimonios<br />

acerca de la vida de Dios, nos alejan de la vía que posiblemente nos<br />

llevaba a aceptar o considerar como verdadera una idea sobre lo que es<br />

Dios y todo su planteamiento.<br />

¿Y cómo olvidarnos de Dios? Si Dios ha sido el centro y pilar de todas<br />

las cosas desde lo particular hasta lo general, Dios está presente en<br />

nuestra idea de Universo y de creación, esto ya desde los primeros años<br />

y los primeros hombres en donde surgió el interés por conocer la forma<br />

del planeta y en especial del Universo, cuestionándose cómo habían<br />

[ 97 ]


surgido, planteando hipótesis y realizando ciertos estudios que los<br />

llevara a la comprobación. Él intervino en nuestra creación, he ahí la<br />

forma en como los cristianos se refieren a él como su padre. Sus hechos<br />

son el resultado de que justo ahora nos encontremos aquí.<br />

[ 98 ]


KARL MARX: LA RELIGIÓN ES EL OPIO DEL PUEBLO<br />

Alfredo Josué Galeana Salguero<br />

I<br />

Nuestro hombre, Karl Heinrich Marx, vino al mundo en el seno de una<br />

familia judía, hecho que ocultó prácticamente toda su vida, el 5 de mayo<br />

de 1818 en la ciudad de Tréveris, ciudad de la Renania alemana que diez<br />

años después pasó a ser parte del territorio prusiano. Su padre Herschel<br />

Levi, hijo de Marx Levi, cambió su nombre por el de Heinrich Marx al<br />

recibir el bautismo como cristiano luterano, luego del establecimiento<br />

del régimen de Federico Guillermo III, rey de Prusia, con el que fueron<br />

enterradas las políticas ilustradas y liberales de Napoleón. Desde<br />

entonces, Heinrich Marx educó a su familia pequeño burguesa conforme<br />

a la Iglesia luterana y a las ideas liberales de sus filósofos predilectos,<br />

tales como Leibniz, Voltaire y Kant, entre otros.<br />

Karl Marx se destacó desde su infancia como alguien cuyo fuerte<br />

temperamento y voraz apetito intelectual preocupaba a su padre, quien<br />

siempre trato, si no de censurarlo, sí de marcarle una pauta de<br />

moderación con el fin de que no entrara en conflicto con quienes le<br />

rodeaban. Marx, aunque lo desatendiera, siempre respondía a la<br />

correspondencia de su padre condescendientemente, lo que mantuvo<br />

cálida su relación con él hasta la muerte de éste. A la edad de doce años<br />

Marx entró en Tréveris al gimnasio católico de nombre Spee, en recuerdo de<br />

un conocido progresista y crítico jesuita alemán cuya tumba se veneraba en<br />

el colegio. Estudió allí de 1830 a 1835. Sabemos que, de sus treinta y dos<br />

compañeros de examen de bachillerato, únicamente siete eran luteranos<br />

como Marx (el resto católico). Sólo aprobaron veintidós el examen (de los<br />

cuales siete llegarán a ser teólogos católicos). 1<br />

A los diecisiete años, para obtener el título de bachiller presentó tres<br />

textos correspondientes a sus exámenes de lengua alemana, latina y de<br />

religión, cuya enseñanza, particularmente de ésta última, era obligatoria<br />

en el Instituto de Segunda Enseñanza al que acudía en su ciudad natal. El<br />

filósofo argentino Enrique Dussel ha propuesto que el tema del<br />

1<br />

DUSSEL, Enrique. Las metáforas teológicas de Marx. Siglo XXI. México, 2017, p.<br />

34.<br />

[ 99 ]


“sacrificio” ya desde este último texto, titulado “La unión de los<br />

creyentes en Cristo, según Juan 15, 1-14” 1 ya presenta el hilo conductor<br />

de su pensamiento respecto a la religión. En dicho examen puede leerse:<br />

La misma religión nos enseña que el ideal al que todos aspiran es el de<br />

ofrecerse en sacrificio por la humanidad. […] Dirigimos nuestro corazón<br />

simultáneamente hacia nuestros hermanos que él (Cristo) une a nosotros y<br />

por quienes también se ha sacrificado. […] Ese amor de Cristo también hace<br />

que guardemos sus mandamientos, al sacrificarnos unos por otros. 2<br />

Otro de los temas que marcarán la postura del hasta ahora joven Marx<br />

es el de la “vida” entendida como la existencia terrenal de los seres<br />

humanos, misma que se revela formidablemente en el texto de su<br />

examen de lengua alemana 3 . El texto es una oda a la libertad del ser<br />

humano de trazar su propio fin –principio espiritual, como lo llama– junto<br />

con el que, no obstante, cabe caer en cuenta que dicha elección está más<br />

o menos determinada por las relaciones sociales establecidas –el<br />

correspondiente principio físico–. Advierte sobre el peligro que acecha a<br />

la juventud de abrazar ideas abstractas cuando aún no se tienen claros<br />

principios para obrar respecto a ellas, lo que puede llevarlo a destruirse.<br />

Se puede apreciar a lo largo del escrito la incitación de entregarse a una<br />

actividad, elegir una profesión, en la que esté equilibrado el llamado o<br />

vocación a realizarla con las condiciones que lo posibilitan, aspirando en<br />

todo caso a mantener la dignidad en aras de la perfección. La dignidad<br />

para Marx radica aquí justamente en elegir autónomamente la propia<br />

acción en oposición a fungir como servil instrumento. En cambio, la<br />

perfección se puede alcanzar en la medida en que se entrega la vida por<br />

la perfección y el bien de los demás.<br />

Quien elija aquella clase de actividades en que más pueda hacer en bien de<br />

la humanidad, jamás flaqueará ante las cargas que pueda imponerle, ya que<br />

1<br />

El título completo del texto es “Sobre la unión de los creyentes en Cristo, según<br />

el Evangelio de Juan, XV, 1-14, estudiada en su fundamento y en su esencia, en su<br />

necesidad incondicional y en sus efectos”, según una nota en la fuente referida en<br />

infra. Nota al pie 4.<br />

2<br />

ASSMAN, Hugo. Marx-Engels. Sobre la religión. Sígueme. Salamanca, 1974, pp.<br />

39-41, citado en DUSSEL, op.cit.<br />

3<br />

“Reflexiones de un joven al elegir profesión” en MARX, Carlos. Escritos de<br />

juventud. FCE. México, 1982, pp. 1-4.<br />

[ 100 ]


éstas no serán otra cosa que sacrificios asumidos en interés de todos; quien<br />

obre así, no se contentará con goces egoístas, pequeños y mezquinos, sino<br />

que su dicha será el patrimonio de millones de seres, sus hechos vivirán<br />

calladamente, pero por toda una eternidad y sus cenizas se verán regadas por<br />

las ardientes lágrimas de todos los hombres nobles. 1<br />

Es posible reconocer en los textos el paradigma humano del<br />

pensamiento de Marx, es decir, la necesidad que impone de resolverse<br />

en último término en los seres humanos concretos, de carne y hueso que<br />

le rodean, para entablar camino hacia la consumación del bien propio.<br />

“El sacrificio valiente de la vida propia en bien del otro es una exigencia<br />

religiosa que descubrió en sus estudios. […] Es decir, para Marx religión<br />

y «sacrificar su vida por los más» es lo mismo” 2 .<br />

II<br />

La muerte de los demás, que es de hecho la única forma en la que<br />

podemos dar cuenta de la muerte como tal, forma parte del ámbito<br />

religioso por no remitirse como tal a una cuestión empírica o concreta,<br />

esto principalmente en cuanto a la apuesta por la inmortalidad del alma.<br />

Marx revela que abrazar tal apuesta lejos de dar consuelo respecto a la<br />

situación de quien muere alrededor de uno, por una especie de amor<br />

hacia el otro, se reduce de hecho a la cuestión opuesta mucho menos<br />

noble, «el amor a la propia existencia», un amor primigenio y abstracto.<br />

Quien supone que al morir su esposa y sus hijos no hacen otra cosa<br />

que cambiar de locación, se resiste a reconocer que, así como la vida es<br />

puramente empírica –tanto la propia como la ajena–, la muerte lo es<br />

también. Al negarse a admitir la realidad de la muerte, a la disolución<br />

definitiva de la existencia, le otorga realidad a un tipo de pensamiento<br />

tan irreal como una ilusión o un recuerdo, así como el cristianismo en<br />

tanto que religión argumenta la inmortalidad del alma con el infinito<br />

amor de dios.<br />

En este sentido, todas las pruebas de la existencia de Dios son pruebas de su<br />

no existencia, refutaciones de todas las ideas de un dios. Las pruebas reales<br />

deberían decir al contrario: “Dios existe porque la naturaleza se haya mal<br />

1<br />

Ídem.<br />

2<br />

“La religión en el joven Marx” en DUSSEL, Enrique. Praxis Latinoamericana y<br />

Filosofía de la Liberación. Editorial Nueva América. Bogotá, 1983, p. 198<br />

[ 101 ]


organizada”. “Dios existe porque existe un mundo irracional”. “Dios existe<br />

porque no existe el pensamiento”. Ahora bien ¿qué significaría esto si no<br />

decir que si el mundo es irracional, Dios existe para quien, por tanto, es él<br />

mismo irracional? ¿O que la sinrazón es la existencia de Dios? 1<br />

Para Marx en tales quimeras no hay ninguna nobleza, en cambio todo se<br />

reduce al amor a la propia vida, en otras palabras, a la conciencia de la<br />

propia existencia. Contrario a Hegel, descubre que el idealismo lejos de<br />

ser lo más puro y objetivo, o –en las palabras de aquél– que lo real es<br />

racional y viceversa, no se reduce solamente a una postura subjetiva y<br />

hasta caprichosa, sino a una completa tautología. Las pruebas de la<br />

existencia de Dios funcionan en el individuo como representación de su<br />

propia existencia, es decir, como autoconciencia. 2 Si alguien atribuye<br />

existencia a dios, así como le otorga valor al papel moneda extranjero y<br />

desconocido, en el mismo movimiento inconsciente con el que se dota<br />

de una segunda vida a los familiares muertos, no se hace más que afirmar<br />

indirectamente la propia existencia, así como la facultad del comerciante<br />

de reconocer como tal al medio de cambio.<br />

Según Manuel-Reyes Mate, a propósito de la tesis doctoral de Marx,<br />

“la teología nunca ha sabido del hombre más que la filosofía. Es más, lo<br />

que ha sabido lo ha expresado mal, porque donde la filosofía ponía<br />

conceptos racionales, la teología se iba en imágenes y símbolos<br />

ambiguos” 3 .<br />

III<br />

En 1841, con el rechazo oficial del Ministerio de Educación en Alemania<br />

de la izquierda hegeliana que selló la destitución de su amigo Bruno<br />

Bauer 4 , Marx pierde cualquier posibilidad de fungir como académico en<br />

1<br />

“Notas al fragmento del apéndice A a la Tesis Doctoral” en ibid, p. 70.<br />

2<br />

En el prólogo a su Tesis Doctoral Marx escribe lo siguiente “La filosofía no lo<br />

oculta. Hace suya la profesión de fe de Prometeo ¡En una palabra, odio a todos los<br />

dioses! y opone esta divisa a todos los dioses del cielo y de la tierra que no<br />

reconozcan como suprema divinidad a la autoconciencia humana. Ésta no le tolera<br />

rival.” En ibid., p. 18.<br />

3<br />

MATE, Manuel-Reyes. “La crítica marxista de la religión” en FRAIJO, Manuel. p.<br />

318.<br />

4<br />

Profesor de teología en la Universidad de Berlín y miembro del “Club de los<br />

doctores”, una asociación universitaria que reunía a jóvenes hegelianos a los que<br />

[ 102 ]


la Universidad de Berlín, y junto con la muerte de su padre que lo deja<br />

sin sustento financiero, se ve en la necesidad de emplearse. Uno de sus<br />

seguidores, un publicista judío de nombre Moses Hess, mismo por quien<br />

conoció eventualmente a Friedrich Engels, lo invitó a colaborar en un<br />

diario radical editado en Colonia que criticaba al gobierno de Berlín. Por<br />

esas fechas Hess escribía a un amigo suyo una carta en la que se refería<br />

a Marx de esta forma:<br />

[…] disponte a conocer al más grande, tal vez al único verdadero filósofo<br />

viviente, que pronto, en cuanto se dé a conocer públicamente (en los libros y<br />

en la cátedra) atraerá sobre él las miradas de Alemania. Tanto en lo que se<br />

refiere a su tendencia como y cuanto a u formación filosófica espiritual, está<br />

no sólo por encima de Strauss, sino también de Feuerbach, lo que quiere decir<br />

mucho. […] El doctor Marx, pues así se llama mi ídolo, es todavía un hombre<br />

joven (tiene, cuando más, veinticuatro años), llamado a descargar el último<br />

golpe sobre la religión y la política medievales. 1<br />

En este punto el combate a la situación social y política alemana asume<br />

para Marx la forma del combate a la religión, a la que identifica con la<br />

ignorancia, el miedo, la servidumbre y el oscurantismo con el que califica<br />

la Edad Moderna a la Edad Media, y que por ello cree que se desenvuelve<br />

en concreto como un feudalismo irracional y mistificador en el Estado<br />

prusiano. Mediante tal combate, Marx pretende augurar la destrucción<br />

de un orden para la construcción de otro a la altura de la dignidad con la<br />

que dota al hombre el pensamiento ilustrado.<br />

IV<br />

La crítica filosófica de Marx a la religión se desarrolla en su juventud no<br />

tanto por interés personal sino por la importancia que adquiere en la<br />

escena intelectual alemana debido principalmente al auge del<br />

pensamiento hegeliano y la actividad de sus discípulos divididos en<br />

izquierdistas y conservadores respecto al régimen, a propósito del<br />

relativo atraso económico y político de Alemania respecto a Inglaterra y<br />

Francia, así como de la promulgación de la Instrucción del Edicto sobre la<br />

se sumó Marx al suspender definitivamente sus estudios de jurisprudencia para<br />

dedicarse a la filosofía.<br />

1<br />

“Carta de Moses Hess a Berthold Auerbach” en ibid., pp. 696-697. El subrayado<br />

es nuestro.<br />

[ 103 ]


Censura del gobierno prusiano que básicamente oficializa entonces la<br />

represión contra los revolucionarios, para conservar la monarquía del<br />

antiguo régimen que se ha sustentado públicamente en el cristianismo.<br />

Para Marx la necesidad de que la religión sea una cuestión privada<br />

y no pública parte, en pocas palabras, de que la religión se ocupa de la<br />

vida del mundo del más allá, en cambio la vida del mundo del más acá,<br />

la existencia material, práctica y concreta del ser humano, es aquélla<br />

cuyo tratamiento comparten la historia, el derecho, la política y la<br />

economía.<br />

Marx señala que las anotaciones que contiene la Instrucción del<br />

Edicto al incorporar la religión cristiana como criterio para la actividad<br />

del censor, prácticamente al promover una religión, la cristiana, como<br />

religión de Estado, las discusiones sobre el fundamento del derecho<br />

procederán de la teología, en vez de la razón filosófica, lo que por lo<br />

menos suscitaría el conflicto entre las variantes religiosas. Si bien trata<br />

de la religión cristiana, debe tenerse en cuenta que se le reconoce<br />

derecho en este sentido tanto al cristianismo protestante como al<br />

católico, coincidiendo en la condenación del judaísmo, que se convierte<br />

a su vez en una facción religiosa oficialmente herética.<br />

¿Acaso no ha sido el cristianismo el primero en separar la Iglesia del Estado?<br />

Leed la obra de San Agustín De Civitate dei o estudiad a los demás Padres de<br />

la Iglesia y el espíritu del cristianismo y, una vez que lo hayáis hecho, volved<br />

y decidnos cuál es el “Estado cristiano”, si el Estado o la Iglesia.[…] El Estado<br />

verdaderamente religioso es el Estado teocrático; y el príncipe de este Estado<br />

tiene que ser, como en el Estado teocrático judío, el Dios de la religión, el<br />

propio Jehová, o el representante de Dios, el Dalai Lama, como en el Tibet, o<br />

bien, por último, como su último escrito lo exige acertadamente Görres de<br />

los Estados cristianos, todos ellos deben someterse a una Iglesia que sea una<br />

“Iglesia infalible”, pues donde, como en el protestantismo, no existe una<br />

cabeza soberana de la Iglesia, el poder de la religión no es otra cosa que la<br />

religión del poder, el culto de la voluntad del gobernante. 1<br />

Como se ve, Marx desarrolla la contradicción entre el cristianismo y el<br />

Estado cristiano prusiano que consiste en la confusión entre lo privado y<br />

lo público, pero la cuestión tiene otros matices. La arbitrariedad<br />

atribuida al gobernante de promover su confesión religiosa como asunto<br />

1<br />

“Del número 179 de la Gaceta de Colonia” en ibid., pp. 233-234.<br />

[ 104 ]


oficial de Estado trata sobre la esfera privada del gobernante, pero lo<br />

inquietante es la forma que adopta la política y que afecta la esfera<br />

privada del gobernado, en este caso la del escritor ya que se trata de la<br />

censura hacia la escritura destinada a ser pública.<br />

La supuesta renovación del Edicto –como antes se mencionó– se<br />

manifestó como una jugada perpendicular contra los detractores del<br />

régimen, y llegó hasta la suspensión de la consideración especial hacia<br />

las investigaciones universitarias, en tanto que los criterios para ser<br />

avaladas fueron mayores que los necesarios como la búsqueda de la<br />

verdad y el decoro en el uso del lenguaje. Las citas que al respecto hace<br />

Marx de las anotaciones contenidas en la Instrucción del Edicto resaltan<br />

la arbitrariedad al observar que se agregan los términos “tendencia bien<br />

intencionada” que no se hayan originalmente en el Edicto.<br />

El escritor queda sometido así al más espantoso de los terrorismos, al tribunal<br />

de la sospecha. […] Las leyes basadas en las intenciones no son leyes del<br />

Estado dictadas para los ciudadanos, sino leyes de un partido en contra de<br />

otro. […] No son leyes, sino privilegios. 1<br />

Marx visibiliza el despojo hacia lo político de su carácter positivo material<br />

mediante la moralización del Estado, es decir, observa que la ley no trata<br />

de actos cometidos, sino que pretende sancionar actos sin cometer,<br />

intenciones. La sospecha consiste en que se opina que no cualquier<br />

ciudadano sino aquél que de hecho no es privilegiado por la ley es malo<br />

más allá de sus acciones, y que por esa simple opinión respecto a él<br />

amerita ser condenado. Al asumir el Estado una moral particular –como<br />

la moral positiva de cualquier religión– se plantea en oposición a una<br />

fracción de la sociedad, de manera que el privilegio que adquiere es,<br />

según Marx, el de la venganza en contra de ésta. Sobra decir que este<br />

tipo de ley que él califica de reaccionaria suprime el principio moderno<br />

de la igualdad de individuos ante la ley.<br />

V<br />

Por estas fechas Marx rompió con los jóvenes hegelianos con quienes se<br />

había integrado al desertar en sus estudios de derecho para dedicarse a<br />

1<br />

“Observaciones sobre la reciente instrucción prusiana acerca de la censura” en<br />

ibid., p. 159.<br />

[ 105 ]


la filosofía, porque ya le desagradaban sus costumbres bohemias, su<br />

actitud petulante y su ideas huecas y llenas de términos metafísicos de<br />

la jerga hegeliana, en pocas palabras, la falta de rigor en su pensamiento<br />

de izquierda.<br />

Trabó amistad con Arnold Ruge, un periodista sajón radical que<br />

dirigía un periódico en el que Marx había colaborado antes. Debido a los<br />

censores fue que aquél se estableció en Paris, y para finales de 1843<br />

Marx haría lo propio. En septiembre le escribía<br />

<strong>Que</strong>remos, además, influir en las gentes de nuestro tiempo, y<br />

concretamente, en nuestros contemporáneos alemanes. Y cabe preguntarse<br />

cómo vamos a hacerlos. Dos hechos son innegables. De una parte, la religión<br />

y luego la política constituyen temas que atraen el principal interés de la<br />

Alemania actual. […] Así como la religión es el índice de materias de las luchas<br />

teóricas de la humanidad, el Estado político lo es de sus luchas prácticas. […]<br />

Nada nos impide, pues, enlazar nuestra crítica a la crítica de la política, a la<br />

toma de partido en política, es decir, a las luchas reales e identificarla con<br />

ellas. 1<br />

Con esto apenas comenzaban los que, según su biógrafo Isaiah Berlin,<br />

serían los años más decisivos de su vida. Serían tiempos de ruptura<br />

principalmente con Hegel, pero también transición hacia la postura que<br />

desarrollaría el resto de sus días.<br />

VI<br />

Para el amigo de Marx, Bruno Bauer, son inaceptables las condiciones<br />

políticas en las que se haya el judío en un Estado confesional, mientras<br />

que los Estados modernos ostentan como consigna la no discriminación<br />

religiosa. No obstante, ni Marx siendo judío le parece lo suficientemente<br />

razonada la apreciación de Bauer, pues piensa que ni siquiera siendo<br />

católico podría gozar de mejores condiciones políticas en un Estado que<br />

se proclama cristiano. El judío víctima del Estado a propósito de la<br />

Instrucción del Edicto reclama su emancipación, pero Marx cuestiona en<br />

calidad de qué exige su emancipación, pues si lo hace en tanto que judío,<br />

mostrará que cree que su emancipación política es un privilegio<br />

correspondiente a su religión.<br />

1<br />

“Carta de Marx a Ruge (Kreuznach, septiembre 1843)” en ibid., pp. 457-458.<br />

[ 106 ]


Con la Instrucción del Edicto, el Estado prusiano deja ver que<br />

funciona bajo una lógica de privilegios y no de racionalidad, y por tanto<br />

el judío no ha dejado de asumirse como poseedor de un privilegio que el<br />

mismo Estado le ha revertido. Entonces qué derecho tiene de exigir que<br />

el no-judío le ayude a emanciparse, si antes no lo reconoce como un<br />

igual. Antes deberá entender que para emanciparse políticamente del<br />

Estado cristiano deberá contribuir a la emancipación religiosa del Estado<br />

para anular esa lógica de privilegios empero en el Estado en general, y<br />

para ello propugnar por la emancipación religiosa de la humanidad para<br />

establecer la racionalidad 1 como fundamento de la moral, el derecho y<br />

la política.<br />

Pero no se trata, como podría pensarse, de transitar del Estado<br />

cristiano prusiano¸ l’ancient regime, al Estado moderno, como se le llama<br />

al Estado de la teoría burguesa, que se precia de laicidad y de no<br />

discriminación religiosa. Para Marx uno y otro representan una misma<br />

forma de Estado, y<br />

Este Estado, esta sociedad, producen la religión, una conciencia invertida del<br />

mundo, porque son un mundo invertido. La religión es la teoría general de<br />

este mundo, su suma enciclopédica, su lógica bajo forma popular, su point<br />

d’honneur [puntillo de honor] espiritualista, su entusiasmo, su sanción moral,<br />

su solemne complemento, su razón general para consolarse y justificarse. Es<br />

la realización fantástica de la esencia humana, porque la esencia humana<br />

carece de verdadera realidad. La lucha contra la religión es, por tanto,<br />

indirectamente, la lucha contra aquel mundo que tiene en la religión su arma<br />

espiritual. 2<br />

Si bien en el Estado cristiano es muy clara su esencia religiosa en este<br />

sentido, en el Estado burgués basta con revisar en qué radica su<br />

pretensión de legitimidad. El primero como otrora en la Edad Media,<br />

situaba su legitimación en Dios, una instancia externa al Estado; el<br />

1<br />

Así como el Edicto original que databa por cierto de 1819, pues entonces<br />

“imperaba todavía el racionalismo, que entendía por religión, en general, la<br />

llamada religión de la razón. Este punto de vista racionalista es también el que<br />

adopta el Edicto sobre la Censura, aunque incurra en la inconsecuencia de situarse<br />

en el punto de vista irreligioso, cuando lo que se propone es proteger la religión”.<br />

ibid., p. 155.<br />

2<br />

“En torno a la Crítica del Derecho de Hegel” en ibid., p. 491.<br />

[ 107 ]


segundo por su parte en una instancia interna como la voluntad general<br />

de los ciudadanos.<br />

Ahora bien, si el Estado burgués es la expresión de los intereses y voluntades<br />

de todos los ciudadanos, resulta que en el Estado burgués coinciden los<br />

intereses de toda la sociedad con los intereses del Estado. En ese caso, la<br />

necesaria sumisión de todos los ciudadanos al Estado coincide con un acto de<br />

autoafirmación ya que el Estado es la expresión de la propia voluntad. 1<br />

Marx no está de acuerdo, y no cree que la llamada voluntad general<br />

reúna y/o represente los intereses de los ciudadanos para reconocer<br />

como propios los intereses del Estado. La voluntad general funciona aquí<br />

como Dios respecto al Estado, que se presenta como una instancia<br />

superior y universal que en realidad es una ilusión producida y sostenida<br />

por la falta de realización humana de los individuos. No es universal<br />

como aparenta, sino la institución de un grupo dominante. “El estado<br />

burgués es en su esencia religioso, no en el sentido teocrático sino de<br />

reproductor de los mecanismos de lo religioso” 2 .<br />

<strong>VII</strong><br />

Es en la discordancia de Alemania con otros países donde Marx se apoya<br />

para proponer la atribución del pueblo alemán de ser agente de su<br />

condición histórica. Si es la religión lo que “legitima la vileza de hoy con<br />

la vileza de ayer” 3 , la crítica de la religión será el medio de su<br />

transformación.<br />

La empresa de la crítica es la incitación de Marx hacia el pueblo<br />

alemán para ser agente de su historia, y no un reseñador de la historia<br />

de la libertad europea. La crítica parte de un sentimiento de indignación,<br />

de vergüenza y de susto frente a la contradicción alemana justamente<br />

para denunciarla y empezar a combatirla. El resultado del combate al<br />

presente del pueblo alemán, al antiguo régimen moderno, representará<br />

finalmente la superación decisiva de dicho régimen para toda Europa.<br />

Mientras que en Francia e Inglaterra se piensa en resolver los problemas<br />

1<br />

MATE, Manuel-Reyes. “La crítica marxista de la religión” en FRAIJO, Manuel. p.<br />

319<br />

2<br />

Ibid. p. 319.<br />

3<br />

“En torno a la Crítica del Derecho de Hegel” en Ibid., p. 492.<br />

[ 108 ]


causados por la instalación del Estado moderno, en Alemania se trata<br />

apenas de instalarlo y causar esos problemas.<br />

Sin embargo, Alemania no es del todo anacrónica, pues la filosofía<br />

alemana está a la altura de la historia. Por tanto, la exigencia hacia su<br />

pueblo es doble para subsanar su anacronismo y desarrollar algo digno<br />

de estima para la humanidad. No sólo se trata de emprender la crítica y<br />

denuncia de la realidad alemana, sino más aún de su prolongación ideal<br />

que es la filosofía alemana del derecho y del Estado con la que coexiste<br />

y se complementa el antiguo régimen y en general la modernidad<br />

europea.<br />

Son dos los ámbitos que Marx propone abarcar, mediante su crítica.<br />

Por una parte, al llamado partido político práctico denuncia que “no ven<br />

que la filosofía sólo puede superarse realizándola”; por otra, al llamado<br />

partido político teórico le echa en cara que “creía poder realizar la<br />

filosofía sin superarla” 1 . Se propone, por tanto, superar y realizar la<br />

filosofía en un mismo movimiento, un salto mortal. Aquí la función<br />

opioide de la religión es atribuible también a la filosofía en tanto que,<br />

ambas como extensión ideal de la realidad histórica, no se superen ni se<br />

realicen al mismo tiempo.<br />

Con la agudización de la producción artificial de la pobreza generada<br />

por el movimiento industrial, el proletariado encarna la disolución del<br />

orden anterior. Si con el Estado moderno Europa proclamo las libertades<br />

individuales, la realidad alemana es la más fértil para cuestionar la<br />

filosofía moderna. Por tanto, “la cabeza de esta emancipación es la<br />

filosofía; su corazón, el proletariado. La filosofía sólo llegará a realizarse<br />

mediante la abolición del proletariado, el cual no podrá abolirse sin la<br />

realización de la filosofía” 2 . Aquí se plantea el doble sentido de la religión,<br />

a saber, como expresión de y protesta contra la miseria real.<br />

<strong>VII</strong>I<br />

Pese a que Marx reconozca que la crítica a la religión es la premisa de<br />

toda crítica, él mismo no ha escrito en extenso sobre ella. Se ve entonces<br />

que la religión es un tema secundario en su obra, pues hace menciones<br />

1<br />

Ibid., p. 496.<br />

2<br />

Ibid., p. 502.<br />

[ 109 ]


y arroja afirmaciones sueltas. Su crítica, por tanto, no se puede decir que<br />

la haya construido por sí mismo, sino que como antes se dijo, responde<br />

al contexto intelectual de su época, el pensamiento o ideología alemana,<br />

por ejemplo, retomando a los hegelianos Ludwig Feuerbach y Bruno<br />

Bauer. Se puede encontrar –como se ha intentado hacer aquí– que Marx<br />

aborda el tema de la religión, pero termina casi siempre decantándose<br />

por la realidad social.<br />

En efecto, de Feuerbach es clara la alusión a su crítica antropológica<br />

de la religión cuando Marx reconoce en la religión la proyección positiva<br />

de la frustración viva del ser humano. Pero él va más allá, y es cuando su<br />

famosa sentencia “la religión es el opio del pueblo” se deshace del<br />

reduccionismo con el que usualmente se proclama, y se dirige a abordar<br />

la raíz de esa frustración justamente en la realidad social, de manera que<br />

lo que se propone emprender es la concepción de la situación en la que<br />

la “cuestión religiosa” no tenga cabida, y el individuo no la requiera.<br />

“De hecho, cuando Marx escribió el pasaje mencionado era aún discípulo de<br />

Feuerbach y un neo-hegeliano. Su análisis de la religión era, por consiguiente,<br />

pre-marxista, sin referencia a las clases y ahistórico. Pero tenía una cualidad<br />

dialéctica, codiciando el carácter contradictorio de la angustia religiosa: a la<br />

vez una legitimación de condiciones existentes y una protesta contra estas”. 1<br />

IX<br />

Marx a partir del desarrollo del materialismo histórico emprende la<br />

crítica de lo terrestre, del mundo de los hombres como lo llama, el Estado<br />

prusiano, la filosofía hegeliana del Estado y del derecho, así como la<br />

crítica de la economía política. Desde 1845 la religión deja de ser un tema<br />

propiamente en la obra de Marx, pues se disuelve en dos grandes<br />

conceptos de su filosofía, la ideología y el fetichismo.<br />

En cuanto al primero, se ve que en La ideología alemana es que la<br />

religión cobra para Marx un sentido histórico y social. De esto dará<br />

algunos ejemplos como la relación dialéctica entre el Cristianismo y el<br />

medio evo, o el protestantismo y el capitalismo. Para el filósofo, la<br />

religión está integrada en un conjunto de formas de consciencia, todas<br />

abarcadas por el concepto de ideología. Ésta reúne la producción<br />

1<br />

LÖWY, Michael. La teoría marxista hoy. p. 283<br />

[ 110 ]


espiritual de un pueblo, es decir, las representaciones intelectuales o<br />

mentales de su realidad, de las relaciones entabladas entre los<br />

individuos, así como entre éstos y el mundo material. Cabe recordar aquí<br />

que la Ilustración entendía ideología como derivado de idología, en<br />

pocas palabras, de culto a un Dios falso.<br />

El reflejo religioso del mundo real sólo puede desaparecer para siempre<br />

cuando las condiciones prácticas de la vida cotidiana ofrezcan al hombre<br />

relaciones perfectamente inteligibles y razonables con sus semejantes y con<br />

la naturaleza. […] La forma del proceso social de vida o, lo que es lo mismo,<br />

del proceso material de producción, solo se despojará de su halo místico<br />

cuándo ese proceso sea obra del hombre libremente asociado y puesto bajo<br />

su mando consciente y racional. 1<br />

Se trata pues del combate a la ideología, empezando por la crítica de la<br />

religión, pero no sólo con el propósito de acabar con ella, sino de acabar<br />

también con el sentido religioso de la filosofía, la política y la economía.<br />

Ahora bien, con Marx cuando se habla del sentido religioso en el<br />

caso de la mercancía es que se trata del fetichismo, es decir, un<br />

mecanismo mediante el cual se dota de un valor excesivo –dígase, que<br />

no le corresponde– a una cosa como de forma misteriosa –o más bien,<br />

mística–, pero que aun así en la vida cotidiana se acepta.<br />

En resumen, y en palabras de Manuel-Reyes Mate, la crítica de la<br />

religión en el pensamiento de Marx consiste en:<br />

–crítica de las Iglesias, en cuanto política […]<br />

–crítica del cristianismo en cuanto ideología […]<br />

–crítica esencial de la religión, [en cuanto a] meollo de la ideología. 2<br />

BIBLIOGRAFÍA<br />

• “Carta de Marx a Ruge (Kreuznach, septiembre 1843)” en MARX, Carlos. Escritos<br />

de juventud. FCE. México, 1982.<br />

• “Del número 179 de la Gaceta de Colonia” en MARX, Carlos. Escritos de<br />

juventud. FCE. México, 1982.<br />

1<br />

MARX, Karl. “El capital”, en ASSMAN, Hugo. Marx-Engels. Sobre la religión.<br />

Sígueme. Salamanca, 1974, p. 262, citado en MATE, Manuel-Reyes. o.c. p. 320.<br />

2<br />

Manuel-Reyes. o.c. p. 322.<br />

[ 111 ]


• “En torno a la Crítica del Derecho de Hegel” en MARX, Carlos. Escritos de<br />

juventud. FCE. México, 1982.<br />

• “Fragmento del apéndice A de la Tesis Doctoral. Crítica de la polémica de<br />

Plutarco contra la teología de Epicuro” en MARX, Carlos. Escritos de juventud.<br />

FCE. México, 1982.<br />

• “La religión en el joven Marx” en DUSSEL, Enrique. Praxis Latinoamericana y<br />

Filosofía de la Liberación. Editorial Nueva América. Bogotá, 1983.<br />

• “Notas al fragmento del apéndice A de la Tesis Doctoral” en MARX, Carlos.<br />

Escritos de juventud. FCE. México, 1982.<br />

• “Reflexiones de un joven al elegir profesión” en MARX, Carlos. Escritos de<br />

juventud. FCE. México, 1982.<br />

• DUSSEL, Enrique. Las metáforas teológicas de Marx. Siglo XXI. México, 2017.<br />

• LÖWY, Michael. La teoría marxista hoy.<br />

• MATE, Manuel-Reyes. “La crítica marxista de la religión” en FRAIJÓ, Manuel.<br />

Filosofía de la religión. Estudios y textos. Editorial Trotta. Madrid, 1994. pp. 317-<br />

344.<br />

• TOVAR, Cecilia; KUDO, Toki. “La crítica de la religión. Ensayo sobre la conciencia<br />

social según Karl Marx” en <strong>Revista</strong> de la Universidad Católica. No 4. 31 de<br />

diciembre de 1978 disponible en<br />

http://repositorio.pucp.edu.pe/index/bitstream/handle/123456789/49173/crit<br />

ica_religion_cecilia_tovar.pdf?sequence=1 consultada por última vez el 1 de<br />

junio del 2018.<br />

[ 112 ]


LUDWIG FEUERBACH: TEOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA<br />

Rolando Mendieta Gutiérrez<br />

El presupuesto de que se parte y que a su vez sirve como guía del<br />

presente trabajo, es la condición enajenada del hombre, cuyas<br />

consecuencias encuentran condición de posibilidad en la teología,<br />

motivo por el cual el desarrollo del trabajo versará sobre el<br />

desplazamiento de la idea de Dios por la del hombre, o lo que es lo<br />

mismo, el desplazamiento de la teología por la antropología como<br />

fundamento de la religión, pues en dicho desplazamiento radica la<br />

cancelación de la enajenación, siendo ella fruto de una falsa consciencia,<br />

cuyo impacto se manifiesta en las relaciones humanas cotidianas y<br />

necesarias, haciendo de ellas meros subterfugios o paliativos, teniendo<br />

por resultado, relaciones llenas de contradicciones y falsedades, mismas<br />

que han de resolverse con la eliminación de la falsa esencia, o bien, de la<br />

teología. Siendo así, el trabajo se estructura en dos partes: la primera<br />

consiste en esbozar la necesidad del desplazamiento de la idea de Dios<br />

por la del hombre; la segunda, en exponer las consecuencias de dicho<br />

desplazamiento, para así, al comprender la relación sujeto-objeto de la<br />

que es presa el hombre por ser lo que es, también comprender el<br />

funcionamiento de las relaciones humanas a partir de dicho dualismo,<br />

siendo ello lo que da forma a nuestra realidad y a la enajenación de la<br />

consciencia. Sin más preámbulo, doy inicio al desarrollo del trabajo,<br />

enunciando con palabras de Feuerbach, la necesidad de examinar a la<br />

teología como esencia de la religión, a partir de su impacto en el<br />

desarrollo de la sociedad, el cual desemboca en una moral que tiene<br />

como pretensión, regir el comportamiento de los hombres.<br />

El tono del alto mundo social, el tono neutro, sin pasión, rebosante de<br />

ilusiones y mentiras convencionales, es, pues, el tono reinante, el tono normal<br />

del tiempo moderno, tono en el cual no solamente las cuestiones políticas -<br />

cosa que se comprende- sino también los asuntos religiosos y científicos, vale<br />

decir, los males de nuestro tiempo, deben ser tratados. La simulación es la<br />

esencia del tiempo actual. Simulación es nuestra política, simulación nuestra<br />

moral, simulación nuestra religión y nuestra ciencia. El que dice la verdad es<br />

un impertinente, un inmoral; en cambio, el que en realidad actúa<br />

[ 113 ]


inmoralmente, pasa por un ser moral; la verdad, en nuestro tiempo, es<br />

inmoralidad (Feuerbach, 1971, p. 7).<br />

Si entendemos por ello que el funcionamiento de la sociedad resulta en<br />

una ilusión al ser las acciones humanas meras simulaciones que<br />

encubren otros fines, podemos entender la necesidad de llevar a cabo<br />

una crítica a la esencia de la religión, dadas sus consecuencias en el<br />

funcionamiento de la sociedad. Por eso, el planteamiento que se expone<br />

en la esencia de la religión, se centra en el desplazamiento de la teología<br />

por la antropología como fundamento de ésta, lo que resulta en una<br />

divinización del hombre, pues dice Feuerbach que Dios es la conciencia<br />

que el hombre tiene de sí mismo, pero no es consciente de ello, razón<br />

por la cual la relación del hombre y el objeto de la teología cobra la forma<br />

de una enajenación, porque Dios, siendo la conciencia que el sujeto tiene<br />

de sí mismo, le resulta extraña, ajena, opuesta, superior. “La conciencia<br />

de Dios es la conciencia que tiene el hombre de sí mismo, el<br />

conocimiento de Dios es el conocimiento que tiene el hombre de sí<br />

mismo. Conoces al hombre por su Dios, y viceversa, por su Dios conoces<br />

al hombre; ambas cosas son idénticas.” (Feuerbach, 1971, p.18). Al<br />

considerar a la teología como raíz de la religión, la consecuencia<br />

inmediata es que el hombre pasa a ser un predicado de Dios,<br />

empobreciéndose a sí mismo, pues Dios es la esencia objetivada del<br />

hombre puesta fuera de él, siendo eso la condición que le da forma a su<br />

enajenación. Dicho estado se da en la conciencia, mismo que ha de<br />

resolverse en ella, y será cuando el hombre note que Dios es un<br />

predicado humano, y las perfecciones que le atribuye a ese ser en<br />

realidad son suyas, es decir<br />

para que el hombre sea perfecto, debe tener la fuerza del raciocinio, la fuerza<br />

de la voluntad y la fuerza del corazón. La fuerza del raciocinio es la luz de la<br />

inteligencia; la fuerza de la voluntad es la energía del carácter y la fuerza del<br />

corazón es el amor. La razón, el amor y la fuerza de la voluntad, son<br />

perfecciones, son las fuerzas más altas, son la esencia absoluta del hombre<br />

como hombre y el objeto de su existencia. El hombre existe para conocer, para<br />

amar y para querer (Feuerbach, 1971, p. 9).<br />

Si bien, el meollo de la esencia de la religión gira en torno a la idea que<br />

dice que Dios no puede existir en sí y por sí, ya que eso supondría y<br />

[ 114 ]


pondría a Dios como el sujeto activo y al hombre como su predicado,<br />

empobreciéndose al despojarse de su propia esencia por objetivarla<br />

fuera de él. Por eso, al examinar la esencia de la religión, que es Dios,<br />

Feuerbach da cuenta que las perfecciones que hacen Dios a Dios no son<br />

otra cosa que la esencia del hombre, sus propias perfecciones<br />

objetivadas fuera de él, puestas en un ser ilusorio, en donde el hombre<br />

no logra reconocerse en un objeto que es producto suyo, y que además<br />

le somete, le domina. Es decir, la relación que tiene el hombre con Dios<br />

cobra la forma de una enajenación en el momento en que el hombre<br />

proyecta sus aspiraciones fuera de él, teniendo por referencia a Dios, que<br />

sería principio y fundamento de todo conocimiento, y, por ende, de toda<br />

moral, dejando de ser el hombre objeto de su propia existencia. Y<br />

precisamente, en este aspecto moral es donde encuentra su vehículo la<br />

enajenación religiosa, pues ella funge como parámetro de<br />

comportamiento, que distingue a unos hombres de otros, siendo ello, la<br />

consecuencia inmediata de objetivar fuera de él su propia esencia, pues<br />

al poner las propias aspiraciones fuera de sí mismo, el hombre se genera<br />

una dependencia del objeto para poder darse una identidad, siguiendo<br />

la ilusión de una precariedad, que de por sí, no tiene, y que Feuerbach<br />

llama, patología psíquica o teología, cuyas implicaciones se fundan en el<br />

deseo o aspiración de ser lo que no es, creyendo que le es necesario. Sin<br />

embargo, lo que el hombre necesita para trazar un curso de acción<br />

particular que lo emancipe de la moral religiosa, es conocerse a sí mismo,<br />

pues de esa forma, desplaza el fundamento teológico de la religión por<br />

el antropológico. Porque si lo que viene a fundamentar Dios son reglas, y<br />

él mismo es un predicado humano, en suma, aquella moral con que se<br />

intenta regir el comportamiento no sería otra cosa que el reflejo de los<br />

deseos y miedos de los hombres. De ahí la necesidad de una crítica a la<br />

teología como esencia de la religión, pues sus implicaciones, expone<br />

Feuerbach, deberían desembocar en la autorrealización del hombre<br />

como medio para liberarse de la dualidad sujeto-objeto, pues ella le da<br />

forma a la enajenación religiosa desde una moral que se sostiene en lo<br />

opuesto a sí, teniendo por objeto, el poder distinguirse. Razón por la cual<br />

se pone en entredicho el obrar de cualquier hombre con respecto a Dios,<br />

siendo él el sujeto activo y el hombre su predicado, pues ello genera una<br />

[ 115 ]


consciencia falsa o una consciencia enajenada, que se empeña con fervor<br />

en ser predicado de un producto que el hombre ha creado al objetivar su<br />

propia esencia fuera de él, creando así, un adentro y un afuera. El<br />

problema de este dualismo es que la consciencia de si, o el objeto de la<br />

consciencia, se contrapone a la conciencia del objeto, es decir, la relación<br />

sujeto objeto o sujeto predicado, crea la disyunción del adentro y del<br />

afuera, misma que genera la enajenación religiosa en la consciencia, pues<br />

concebir un adentro y un afuera, genera la necesidad de predicados que<br />

sirvan como punto de referencia para que el hombre pueda, en un primer<br />

momento de las diversas configuraciones de la consciencia, darse una<br />

identidad. Sin embargo, esos predicados resultan ajenos al hombre por<br />

no concebirlos como la manifestación de su propia esencia, pues ellos no<br />

son otra cosa que la naturaleza de su propia esencia, pero objetivada, sin<br />

darse cuenta, o al menos no hasta que subsume semejante dualismo en<br />

sí, al elevar tanto a sujeto y predicado a la misma condición, en donde ya<br />

no se ven como opuestos, sino como parte de lo mismo, pues dice<br />

Feuerbach al respecto:<br />

En la vida, nosotros tratamos con los individuos; en la ciencia, con las<br />

especies. Pero sólo un ser cuyo objeto de reflexión es su propia especie, su<br />

propia ciencia, puede tener por objeto de reflexión otras cosas o seres, según<br />

su naturaleza esencial.<br />

Por eso el animal tiene solamente una vida sencilla. El hombre, en<br />

cambio, posee una vida doble, pues para el animal la vida interior se identifica<br />

con la exterior. El hombre, empero tiene una vida interior y una exterior. La<br />

vida interior del hombre es la vida en relación a su especie, a su esencia. El<br />

hombre piensa, quiere decir, conversa, habla consigo mismo. El animal no<br />

puede ejecutar ninguna función propia de su especie sin otro ser fuera de él,<br />

pero el hombre puede ejecutar la función propia de su especie, o sea: la de<br />

pensar y la de hablar -pues ambas son verdaderas funciones de la especie-,<br />

independientemente de otro individuo. El hombre es a la vez para sí mismo<br />

el yo y el tú: él puede colocarse en el lugar del otro, precisamente porque no<br />

solamente su individualidad, sino también su especie y su esencia, son los<br />

objetos de su reflexión (Feuerbach, 1971, p. 9).<br />

Así que, en la medida en que Dios no se vea como un predicado del<br />

hombre que no puede existir en sí y por sí, el hombre deja de tener por<br />

objeto, su propia existencia, sustituyendo su propia esencia por algo que<br />

no existe, y que además le domina. Porque lo que viene a hacer la<br />

teología, es alzar una moral que distinga a unos de otros a partir de la<br />

[ 116 ]


preeminencia que le da a la conciencia que del objeto tiene. Por eso, si<br />

se lleva hasta sus últimas consecuencias poner en entredicho esa moral<br />

religiosa, resulta que nada en realidad es un error, que al afuera no se<br />

opone al adentro, que las perfecciones de Dios en realidad son las que el<br />

hombre tiene de si, pues desaprobar ciertos comportamientos,<br />

consecuencia de la moral religiosa, empuja al hombre a proyectar sus<br />

propios miedos como parámetros de comportamiento sin ser consciente<br />

de ello, abandonando su existencia como el objeto principal de su<br />

reflexión, pues el hombre que tiene por objeto de reflexión su propia<br />

existencia, se despoja de Dios, dejando a un lado los rastros de toda<br />

moral, y superando la disyunción de sujeto y predicado, porque, dice<br />

Feuerbach al hablar del hombre y su consciencia:<br />

La conciencia significa activarse a sí mismo, afirmarse a sí mismo, amarse a sí<br />

mismo; significa alegría de la propia perfección. La conciencia es el signo<br />

característico de un ser consciente; la conciencia sólo existe en un ser<br />

satisfecho y perfecto. Hasta la propia vanidad humana confirma esta verdad.<br />

El hombre se mira en el espejo; él tiene complacencia en su figura. Esta<br />

complacencia es una consecuencia necesaria y gratuita de la perfección, de<br />

la belleza de su figura. La figura hermosa está satisfecha en sí misma;<br />

necesariamente se alegra de sí, necesariamente se complace en sí misma.<br />

Sólo es vanidad, cuando el hombre mira con complacencia solamente su<br />

propia figura individual; pero no cuando él admira su propia figura humana.<br />

Él debe admirar; no puede imaginarse ninguna figura más bella, más sublime<br />

que la humana (Feuerbach, 1971, p. 13).<br />

Si bien, el objeto de nuestra consciencia y la consciencia del objeto, al no<br />

oponerse entre sí, resulta en la cancelación de la enajenación, siendo eso<br />

lo que nos determina a cada uno en el interior, pero no a ojos ajenos,<br />

pues si de eso se trata, las acciones realizadas, por más buenas que<br />

parezcan, reducirían los motivos de la acción al simple placer intelectual,<br />

al verse como medio para un fin y no como fin en sí mismo, porque<br />

cuando hacemos juicios de valor sobre hechos particulares, teniendo<br />

como mediada a Dios, estamos ya infectados por una moral que<br />

responde a las precariedades del hombre, cuyo objeto resulta de la<br />

capacidad que tiene para desear, porque tiene la ilusión de que carece<br />

de algo. Es decir, la forma de la moral evidencia las precariedades de<br />

quien la emite y la ejerce, o sea, dice por qué se simula en el día a día,<br />

aparentando lo que no es, siendo ello, algunas de las formas que toma la<br />

[ 117 ]


falsa consciencia, haciendo ver que, en esencia, la moral, es inmoralidad<br />

y una mera forma de simulación, porque al tener inteligencia, voluntad y<br />

sentimiento, el hombre crea precariedades ilusorias en en sí mismo,<br />

gracias al objeto y a la consciencia que lo diferencia de otros seres vivos,<br />

porque su consciencia se ve a sí misma como finita, deseando lo que no<br />

es todo el tiempo, o al menos hasta que sea consciente de sí, pues dice<br />

el autor:<br />

la consciencia, en el sentido estricto, sólo se encuentra allí donde un ser tiene<br />

por objeto de reflexión su propia esencia, su propia especie. (…) La conciencia<br />

(...) es inseparable de la conciencia del infinito; la conciencia limitada no es<br />

ninguna conciencia: la conciencia es esencialmente de un carácter universal<br />

e infinito. La conciencia del infinito no es otra cosa que la conciencia de la<br />

propia infinitud. En otras palabras, en la conciencia del infinito el hombre<br />

consciente tiene por objeto de su conciencia la infinitud de su propia esencia<br />

(Feuerbach, 1971, pp. 9-10).<br />

Por eso, la precariedad que nota el hombre en sí mismo, es fruto de la<br />

relación que entabla con el objeto teológico de la religión, motivo por el<br />

cual, en tanto no se reconoce en su objeto, y no se diferencia de otros<br />

hombres, en automático, se concibe como una nada dada la dependencia<br />

que tiene de lo externo para darse identidad a sí mismo, de ahí que le<br />

cueste trabajo despojarse de todo rastro de moral, pues en esencia, elle<br />

representa distinción.<br />

Pero si el objeto de la religión es la esencia objetivada del hombre, y notar<br />

eso resulta en la cancelación de la enajenación, es porque no existe una<br />

diferencia en la conciencia de sí y la consciencia del objeto, es una mera<br />

ilusión. A saber, tanto sujeto y predicado dejan de oponerse, siendo que<br />

se encuentran tanto sujeto como objeto, en el hombre. O sea, una vez<br />

reconoce a Dios en sí mismo como su propia esencia, el hombre mismo<br />

se vuelve objeto de su propia existencia, a lo que bien puede llamársele,<br />

autodeterminación o autorealización. Pues ejemplifica Feuerbach con las<br />

siguientes palabras:<br />

Sin tener un objeto, el hombre es una nada. Grandes hombres ejemplares,<br />

hombres que nos revelaron la esencia del hombre, confirman esta verdad con<br />

su vida. Ellos tenían una sola pasión predominante y fundamental: la<br />

realización del objeto cuyo principal fin era lo más esencial de su actividad.<br />

[ 118 ]


Pero el objeto al cual se refiere esencial y necesariamente un sujeto, no es<br />

otra cosa que la propia esencia objetivada de ese sujeto, si este objeto es<br />

común a varios individuos que según la especie son iguales, pero según la<br />

clase diferentes, entonces él es su propia esencia, pero objetivada, por lo<br />

menos en cuanto es el objeto de aquellos individuos según la diferencia que<br />

tienen. (Feuerbach, 1971, p. 11)<br />

Así que, en efecto, la cancelación de la enajenación de la conciencia ha<br />

de darse a partir de que el sujeto reconoce al objeto de la religión, que<br />

es Dios, en sí mismo, siendo él ya no un mero predicado de una relación<br />

sujeto-objeto, sino, siendo equivalentes entre sí, ambos. Pues, aunque<br />

en primera instancia pareciera que existe una relación entre un sujeto<br />

cognoscente y un objeto a conocer, o por la relación espacio temporal<br />

que nos permiten concebir nuestros sentidos, nos dice que el dualismo<br />

bajo el que miramos el mundo será algo que deba resolverse, y ha de ser<br />

en la consciencia y no en la manera en que perciben nuestros sentidos la<br />

realidad. Porque si el adentro ya no se opone al afuera, y los objetos nos<br />

vuelven conscientes de nosotros mismos, el ser conscientes de nuestra<br />

propia esencia, nos dice que para entender lo que los sentidos perciben<br />

y llamamos afuera, es necesario entender lo que, a primera vista, parece<br />

que es adentro de nosotros (que es conocimiento de sí mismo)<br />

El sentimiento sólo es determinado por lo sensitivo, quiere decir, por sí<br />

mismo, por su propia esencia. En forma análoga lo es también la voluntad y<br />

también la razón. Por lo tanto, cualquiera que sea el objeto que se presente a<br />

nuestra conciencia, siempre nos hacemos al mismo tiempo conscientes de<br />

nuestra propia esencia; no podemos activar otra cosa, sin activarnos al mismo<br />

tiempo también a nosotros mismos. (...) Por el objeto se conoce al hombre;<br />

en aquél se manifiesta su esencia: el objeto es su esencia manifestada, su<br />

verdadero yo objetivo. Y esto, no sólo vale por los objetos espirituales, sino<br />

también por los perceptibles. También los objetos más remotos con respecto<br />

al hombre, porque y en cuanto le son objetos, son revelaciones de la esencia<br />

humana. También la luna, también el sol, también las estrellas le dicen al<br />

hombre, conócete a ti mismo. El hecho de que ve aquellos cuerpos y que los<br />

ve, así como los ve, es un testimonio de su propia esencia (Feuerbach, 1971,<br />

pp. 11-12).<br />

Para ir concluyendo, no queda más que hacer la extrapolación de la<br />

crítica de la esencia de la religión al plano de las relaciones humanas,<br />

porque si antes de, al estar la esencia del hombre objetivada en un ser<br />

ilusorio que diezmaba su voluntad, después de, se supone, la superación<br />

[ 119 ]


de la enajenación religiosa debiera librar al hombre en todos los aspectos<br />

de su vida, pero no es así, o al menos no como debiera ser. Porque si se<br />

apela al hombre como objeto de sí mismo, y no ya a Dios, resulta que<br />

sólo cambió la manera de sus determinaciones, las cuales le dan una<br />

identidad, pero que a fin de cuentas, la relación sujeto-objeto sigue<br />

dominando el funcionamiento de las relaciones humanas y la<br />

comprensión de su realidad, pues la necesidad de una identidad, reflejo<br />

de la propia precariedad del hombre por no poder reconocerse a sí<br />

mismo en sus objetos (su contexto), de nueva manera, vuelve a crear un<br />

estado de alienación, pero no ya en la religión, si no en las relaciones<br />

personales, producto, nuevamente, de su propia esencia. Pues si de<br />

nueva cuenta el hombre objetiva no ya su esencia, sino ahora sus<br />

aspiraciones y deseos en todo aquello que sirva como referente para<br />

distinguirse de otros hombres, entre más lo hace, más identidad tiene,<br />

pero a su vez, más se diluye y más se enajena, porque de alguna forma,<br />

el temor que tiene el hombre a la nada si no hay otra entidad con la cual<br />

pueda diferenciarse, es proporcional al grado de enajenación en que se<br />

encuentra, o bien, al grado de dependencia de lo ajeno para poder ser lo<br />

que es.<br />

Por ejemplo, cuando ya no hay como tal una moral religiosa que<br />

determine las acciones humanas en un plano social, pero sí una moral<br />

social que cambia con el tiempo, en cuestión de estructuras, no importa<br />

qué tipo de moral sea, en qué tiempo ni en qué lugar, la moral representa<br />

en sí, un dualismo, dos polos, estructuras jerárquicas que rigen a la<br />

sociedad. En fin, la moral representa distinción, cuyo fin, ocultado por sus<br />

normas, es justificar la necesidad de ser determinado por no poder<br />

superar la propia precariedad que viene al poder cuestionarnos a<br />

nosotros mismos, gracias a la consciencia de sí que tenemos. Y si se<br />

intenta ejemplificar el móvil de la alienación dentro de las relaciones<br />

humanas, la enajenación religiosa, bien puede representarla<br />

perfectamente, tanto en estructura como en funcionamiento,<br />

cambiando únicamente el objeto teológico de la religión por el juicio<br />

ajeno o la conciencia que del objeto tenemos. Porque si la consciencia se<br />

activa con sus objetos, y esas interacciones determinan a la consciencia,<br />

[ 120 ]


de igual forma, se vuelve dependiente de los patrones de<br />

comportamiento en turno para darse una identidad y no reducirse a una<br />

nada. Por ello, el hombre se diluye en un cúmulo de determinaciones que<br />

cree necesarias, porque en tanto siga siendo participe de cualquier tipo<br />

de moral, seguirá dependiendo y temiendo al mismo tiempo del juicio<br />

ajeno. Por un lado, porque sin él se siente como la nada, pero si no es el<br />

tipo de juicio que desea en sí recibir, le teme, porque de uno u otro modo,<br />

intuye que sin juicios ajenos carece de identidad, y sin juicios positivos<br />

hacia sí, puede perderla, por ello, de ambas formas, sea cual sea al lado<br />

de la moral al que se pertenezca, siempre y cuando pertenezca a una,<br />

temerá a la nada el hombre. De allí que, tanto lo social, lo político y lo<br />

religioso sean meras simulaciones, porque si la moral es en esencia<br />

inmoralidad, la mala comprensión crea la moral que dice que las<br />

relaciones personales, más que necesarias para darnos una personalidad,<br />

son vitales para sobrellevar el día a día, siendo ese afán de construir una<br />

identidad, reflejo de no poder afirmar la propia vida por sí mismo, y a su<br />

vez, algo de que avergonzarse sin saber plenamente por qué<br />

(enajenación).<br />

Cada limitación de la razón o de la esencia del hombre en general, se debe a<br />

una equivocación o a un error. Por cierto, el individuo humano puede y debe<br />

sentirse limitado a reconocerse como tal -pues en esto consiste su diferencia<br />

del individuo animal-; pero sólo puede ser consciente de que es limitado y<br />

finito, porque su objeto es la perfección, la infinitud de la especie, ya sea como<br />

objeto del sentimiento o de la conciencia o de la inteligencia. Cuando el<br />

individuo humano atribuye su propia limitación a la especie, se debe esto a la<br />

equivocación de que se confunde con la especie -una equivocación que yo<br />

sepa que es exclusivamente mía, me humilla, me avergüenza y me<br />

intranquiliza. Por eso, para librarme de esta vergüenza, de esta intranquilidad,<br />

atribuyo los límites de mi individualidad a una cosa inherente a la esencia<br />

humana misma. Lo que para mí es inconcebible lo será también para los<br />

demás; luego ¿por qué me preocupo de eso? pues no es culpa mía. No es la<br />

culpa de mi inteligencia; es la culpa de la inteligencia de la misma especie<br />

(Feuerbach, 1971, p. 13).<br />

En fin, y para concluir, ha de decirse que avergonzarse por las<br />

precariedades de las que nos vuelve presa la especie a la que<br />

pertenecemos, es absurdo, tanto como juzgarnos por aquello en que en<br />

nada somos culpables, y que a su vez, tal vergüenza producto de la<br />

[ 121 ]


enajenación religiosa, ha de cancelarse por la única vía posible, siendo<br />

conscientes de nuestra propia esencia, o lo que es igual, conocerse a sí<br />

mismo, interrogando por las naturaleza de nuestras acciones y la relación<br />

que existe en cómo percibimos y los objetos que percibimos, pero no ya<br />

desde Dios como punto de referencia, sino desde el hombre mismo,<br />

cuyas implicaciones son la igualdad de condiciones entre sujeto y el<br />

objeto de la religión, pues la antropología, no es otra cosa que el secreto<br />

de la teología, haciendo a Dios y el conocimiento que el hombre tiene de<br />

sí, idénticos.<br />

BIBLIOGRAFÍA<br />

Feuerbach, L., La esencia del cristianismo: crítica filosófica de la religión, Juan<br />

Pablos, México, 1971, 287 pp.<br />

[ 122 ]


MICHEL ONFRAY: ENSEÑAR EL HECHO ATEO<br />

Rafael Vilchis Ramírez<br />

Michel Onfray, filósofo francés, además de ensayista y pensador crítico<br />

de la cultura y sociedad contemporánea. Nace en Argentan, una comuna<br />

francesa al noreste de Normandía, con una población de poco más de 14<br />

mil habitantes. Forjado en el seno de una familia de clase media, siendo<br />

el padre agricultor y la madre trabajadora de limpieza, a los diez años es<br />

llevado a un orfanato, en el que experimenta el rechazo, los malos tratos,<br />

el dolor, así como la miseria. Este suceso junto con la renuncia a su<br />

empleo en una fábrica marca el rumbo de su obra filosófica, que tiene<br />

como característica una recuperación de la postura anarquista, así como<br />

del hedonismo y ateísmo. La filosofía de Onfray distingue la búsqueda de<br />

la libertad y autonomía del hombre, como cultivo de la autarquía que<br />

libera de cargas como: el reconocimiento, trabajo, los placeres,<br />

posesiones y otros valores sociales, en la medida de lo posible. Pues no<br />

es contrario al modo de producción, sino que hace notar la enajenación<br />

y sometimiento en que cae la gente que busca responsabilidades por<br />

cumplir un rol social.<br />

Sus ideas y reflexiones buscan incidir en la cultura y sociedad<br />

contemporánea. El pensamiento debe seguir a una crítica social de los<br />

valores que rigen la vida y modo de ser, en pro de una independencia o<br />

autonomía personales. Se distingue por hablar de autores de carácter<br />

ateo, anarquista, viciados o fuera del índice social; además de matizar los<br />

de la academia con roles más humanos, recuperando las ideas que<br />

sientan el placer por la propia vida además de la independencia y<br />

autonomía personales.<br />

En este tenor presento un análisis de la primer parte del “tratado<br />

de ateología Física de la metafísica” recuperando la parte cristiana, pues<br />

es libro es en sí una crítica al judeocristianismo en sus vertientes:<br />

cristiana, judía y musulmana.<br />

۞ ۞ ۞<br />

Debate de candidatos presidenciales México 2018 –¡El espectáculo de<br />

una nación se inicia, se abre el telón! y un cuarteto de payasos salen al<br />

ring, hay expectación nacional, pues es hora de la pelea, ¡cuatro<br />

[ 123 ]


contrincantes, tres rounds y poco más de un par de minutos por asalto!<br />

Los candidatos presentan propuestas contrarias a sus ideas estabilidad<br />

social y familiar; por un lado, defienden la familia; y presentan escuelas<br />

de tiempo completo además de guarderías, más trabajo para el obrero -<br />

so pretexto de estar mejor pagado-, y como si guiados por la misma<br />

fuerza anímica (el alma) del padre creador, tres promueven la vuelta de<br />

la religión a la enseñanza educativa, según dicen como ejemplo moral; -<br />

para guiar a los jóvenes por el camino correcto-.<br />

Cuando uno se entera o conoce este tipo de propuestas de los<br />

candidatos y futuros representantes del país, que por si fuera poco es<br />

predominantemente creyente ¡aunque claro! -de dientes para afuera- de<br />

una religión en su mayoría monoteísta y en sentido judeocristiano; nace<br />

la necesidad de reivindicar la postura atea -ya no desde la superficie<br />

como ocurre regularmente-, sino desde la reflexión; el análisis del<br />

material histórico y cultural, pero, sobre todo, por la introspección<br />

filosófica.<br />

Y es que, frente a la amenaza de un puñado de neuróticos, que<br />

buscan formular un modo de ser y de actuar en el mundo, con bases<br />

superfluas e ideológicas dadas en la religión –católica<br />

predominantemente- se manifiesta la desazón atea, que tiene como<br />

síntoma un fastidio corporal similar a la náusea sartreana, pero que<br />

genera más bien una indigestión, seguida de picores en la cabeza. Pues<br />

la necesidad del hecho ateo surge con la aparición del creyente: “La<br />

negación de Dios y de los mundos subyacentes surgió probablemente del<br />

alma del primer hombre creyente” 1 . El hombre que sigue regularmente<br />

el movimiento de masas es comparable a un rebaño de ovejas rumiantes:<br />

que al escuchar el ladrido de un perro (necesariamente carroñero) que<br />

busca “proteger” o “mantener a salvo el rebaño” (su principal fuente de<br />

alimento), bajo el discurso de la igualdad y tolerancia, así como su poder<br />

o dominio; no es capaz de distinguir entre lo real y lo imaginario como<br />

forma de dominación.<br />

1<br />

Michel Onfray, Tratado de ateología. Física de la metafísica. Editorial Anagrama,<br />

2007, Barcelona, Pág. 34. Nota: Las citas siguientes hacen referencia a la misma<br />

obra y por ende sólo se colocará el número de página.<br />

[ 124 ]


Por ello en un primer momento y, de manera superflua, se relaciona<br />

la postura atea simple y llanamente con una negación de Dios, y, por<br />

ende, de la idea de reencarnación, alma, o paraíso; incluyendo sus<br />

contrarios, el infierno, los demonios, o el diablo. El problema de sostener<br />

una postura que va más allá de lo religioso, la moral, la ética, la política,<br />

la sociedad o la cultura se encuentra en el dogma en la relación con Dios<br />

o el sentimiento religioso. Pues se piensa que este sólo compete a las<br />

instituciones religiosas que fundan ideas y creencias para sostener la fe<br />

en el mundo.<br />

Pero ¿cómo es que se da este proceso? La búsqueda del<br />

sentimiento religioso emerge en un primer momento como un intento<br />

de vincular al hombre con el origen del cual proviene; para resolver y dar<br />

sentido a las interrogantes qué tienen que ver con la y nuestro<br />

en el mundo. por ello, lo religioso pierde sentido cuando se<br />

apropia de verdades que responden a las preguntas ¿de dónde vengo?,<br />

¿cuál es el sentido de mi estar en el mundo?, así como a la pregunta por<br />

el final de nuestra existencia? Cuando la religión se apropia de estas<br />

preguntas olvidamos -en cierta medida- la responsabilidad de nuestra<br />

vida, con la precariedad o fragilidad de nuestro ser respecto al mundo.<br />

En este sentido el germen ateo se genera “cuando la creencia se<br />

desprende de la inmanencia, de sí misma, el ateísmo se reconcilia con la<br />

tierra, el otro nombre de la vida” 1 . La postura atea busca reconciliar al<br />

hombre con aquello que más le pertenece -su cuerpo y razón-, ligándolas<br />

a este mundo. Si bien el ateo, no alcanza a percibir una dualidad “cuerpoalma”<br />

a la manera platónica o religiosa; sí subraya que son elementos<br />

clave del ser humano, y busca el vínculo entre estos y no su<br />

confrontación –como lo hacen las religiones o la ciencia- dándole más<br />

peso a uno sobre el otro.<br />

La creencia o la necesidad de lo religioso, se manifiesta en el<br />

momento en que la conciencia -que nos genera dudas respecto al<br />

mundo-, se vuelca sobre lo que no es ella misma, y en este sentido se da<br />

la búsqueda por el origen y sentido de la vida que generan las preguntas<br />

respecto al mundo: “Dudar coexiste con creer. El sentimiento religioso<br />

habita probablemente en el mismo individuo atormentado por la<br />

1<br />

p. 20.<br />

[ 125 ]


incertidumbre u obsesionado por el rechazo. Afirmar y negar, saber e<br />

ignorar.” 1<br />

Nace a la sazón del hecho ateo el problema, de reivindicar una<br />

postura que va más allá de lo social-cultural. Pues la naturaleza de esté<br />

es descubrir la raíz de la que provienen las distintas ideologías y juicios<br />

que sostienen el mundo.<br />

¿Cuáles son las certezas en las que se finca el sentimiento religioso?<br />

La existencia de Dios, la inmortalidad del alma, y la existencia del libre<br />

albedrío. 2 Estas son las razones en las que la religión sustenta sus tesis<br />

respecto al mundo, así como su valor. Al hacer esto, se desprende del<br />

sentido original de la búsqueda espiritual; pues una vez afirma que el<br />

origen de toda la materia que compone el universo está dado en un<br />

plano más allá de los límites de nuestra razón, dando una respuesta a<br />

estas interrogantes -desde el análisis lógico o racional-estamos hablando<br />

de algo que no nos compete, pues por su esencia nos supera. Solamente<br />

podemos esbozar ¿cuál es el origen y sentido del mundo? En la medida<br />

de un referente o guía. Lo que no podemos –o en todo caso, no<br />

deberíamos- es sostener en ningún momento y bajo ninguna<br />

circunstancia sentencias en torno a estas interrogantes, dándoles el<br />

grado de verdad o certeza que pretenden las religiones y la ciencia. Pues:<br />

“al establecer la separación de los dos mundos, la razón renuncia a sus<br />

poderes y protege a la fe: la religión está a salvo.” 3<br />

En este sentido la propuesta del ateo más que buscar subsanar el<br />

vacío de nuestra existencia -bajo la promesa de un mundo mejor o de la<br />

bienaventuranza y la recompensa por una vida sumisa y apegada a<br />

ciertos cánones-, revela el absurdo de este tipo de sentencias; pues ello<br />

conlleva un olvido del cuerpo y de las sensaciones que experimentamos<br />

a través de éste, dándole una jerarquía de segundo orden; fincando<br />

aquello que somos y lo que nos da sentido en promesas de<br />

“bienaventuranza” que nunca alcanzamos, pues se prometen solo<br />

cuando hemos dejado de ser. El ateo se sabe a sí mismo como finito y<br />

limitado; afronta esta verdad y le da un sentido en la propia existencia,<br />

1<br />

p. 34.<br />

2<br />

p. 15.<br />

3<br />

p. 25.<br />

[ 126 ]


pues sabe que “El imperio patológico de la pulsión de muerte no se cura<br />

con un esparcimiento caótico y mágico, sino con el trabajo filosófico<br />

sobre sí mismo”. 1<br />

El ateo se vuelca sobre su ser y las creencias que tiene respecto al<br />

mundo, efectuando un examen desde la propia subjetividad. No por ello<br />

supone un olvido de lo colectivo, sino que precisamente esta<br />

subjetividad -no excluye a lo otro- sino que se reconoce en él. “El trabajo<br />

sobre sí mismo presupone la filosofía; no la fe, la creencia ni las fábulas,<br />

sino la razón y la reflexión llevada a cabo de modo correcto” 2 . Al llevar a<br />

flote la comentada introspección, me descubro como un ser en relación<br />

con el otro y el mundo. El autoanálisis no nos lleva a una serie de<br />

perspectivas subjetivas y dispares respecto del mundo, sino que<br />

necesariamente se sujetan pues tenemos como base la creencia en “un<br />

mismo origen”, es decir, de una totalidad absoluta de la cual todo<br />

proviene. La disparidad comienza al apropiarnos de supuestas razones,<br />

descartando otras porque no nos convienen, o porque no son del común<br />

acuerdo y aceptación de los semejantes. Cándidamente pensamos que<br />

buscar las preguntas que tienen que ver con Dios – es decir, con el<br />

origen-, compete únicamente a las instituciones religiosas; nada más<br />

alejado de la verdad pues: “La introspección bien llevada logra alejar a<br />

los sueños y delirios que nutren a los dioses. El ateísmo no es una terapia,<br />

sino salud mental recuperada 3 .<br />

Ser conscientes de nuestra finitud genera la angustia y el miedo al<br />

no-ser; ya que para enfrentar este miedo buscamos dentro de nuestra<br />

propia experiencia un otro contrario a las cualidades que encontramos<br />

en nosotros, formándonos así la idea de un Gran Padre, que es afín a<br />

nuestros sentimientos, se conmueve, complace, se duele; de la condición<br />

frágil y carente de la existencia del hombre. Cuando en la religiones se<br />

promete fuera de las exigencias y carencias de esta<br />

existencia; nos olvidamos de la parte más importante de nuestra vida: el<br />

hecho de morir y, una vez sabido, ¿cuál es la mejor forma de llegar a este<br />

único destino?; pues cualquiera que sea el camino, todos llevan a esté.<br />

1<br />

p. 23.<br />

2<br />

p. 24.<br />

3<br />

p. 23.<br />

[ 127 ]


El creyente no asume esta verdad, y por el contrario se complace con la<br />

promesa de una existencia fuera de las y continencias de este mundo; el<br />

pío se imagina: “Tener que morir sólo concierne a los mortales: el<br />

creyente, ingenuo y necio, sabe que es inmortal, que sobrevivirá a la<br />

hecatombe universal”. 1 El creyente se ampara en la negación de su<br />

propia existencia, es decir, percibimos en nosotros características como:<br />

la finitud, la carencia, la imperfección, el cambio, la ignorancia, la<br />

maldad; y atribuimos el contrario de dichas características a otro ser<br />

llamado Dios, atribuyéndole: la infinitud, la omnipotencia, lo perfecto, la<br />

eternidad, la omnisciencia, la infinita bondad- respecto de nosotros.<br />

Vemos que en cuanto al sentimiento religioso se refiere; se<br />

presenta en los hombres por una relajación de la existencia, pues en la<br />

creencia encontramos un refugio y justificación a las crueldades e<br />

inequidades con que se manifiesta el poder y la influencia de Dios por<br />

parte de quien se dice su representante. Contrario a esta postura “el<br />

hecho ateo” viene es ser una antítesis a la pastura del creyente, pero no<br />

como la simple negación de está, ya que tanto afirmo la existencia de<br />

Dios cuando digo de Dios que existe; que cuando la niego diciendo: Dios<br />

no existe.<br />

La disputa del ateo no es con el creyente –ya que por ignorancia se<br />

refugia en la fantasía- antes de aceptar la verdad que se le ofrece, pues<br />

esta devela la fragilidad de nuestro existir. “No desprecio a los creyentes,<br />

no me parecen ni ridículos ni dignos de lástima, pero me parece desolador<br />

que prefieran las ficciones tranquilizadoras de los niños a las crueles<br />

certidumbres de los adultos” 2 .<br />

El “hecho ateo” se manifiesta entonces en la superstición cuanto a<br />

la creencia, ya no sólo de un Dios, sino respecto al mundo, pues para<br />

sostener dichos conceptos, se formulan certezas desde la ciencia, la<br />

medicina, la psicología, la sociología y la cultura, y todo cuanto<br />

consideramos virtud para el hombre. La llama del ateísmo “se enciende<br />

cuando la creencia privada se convierte en un asunto público y cuando,<br />

1<br />

p. 22.<br />

2<br />

p. 20.<br />

[ 128 ]


en nombre de una patología mental personal, se organiza el mundo<br />

también para el prójimo” 1 .<br />

La postura atea (antítesis de la lógica monoteísta) pasa de la religión<br />

al ámbito de la razón, pues ella busca crear una epistemología que<br />

explora los límites y alcances de nuestro conocimiento; lo que al igual<br />

que la postura teleológica- termina siendo dogmático pues excluye otras<br />

formas de pensar que no tienen que ver con la acepción dada por la<br />

mayoría. Por ello la expresión general y primigenia del ateo sostiene que<br />

“en la Antigüedad –Ateo- se refería a veces, incluso a menudo, no al que<br />

no creía en Dios, sino al que se negaba a aceptar a los dioses dominantes<br />

del momento, sus formas decretadas por la sociedad. 2 . La negación del<br />

Dios de la mayoría, así como de ciertos criterios sociales, con el fin de no<br />

casarse con una idea metafísica; postura similar a la autarquía de<br />

Aristóteles, que se entiende como el domino sobre uno mismo, a partir<br />

de la mediación del placer y las necesidades. En el caso del ateísmo se<br />

logra con la introspección. En este sentido la autarquía genera un<br />

dominio sobre los placeres y deseos, no negándolos o reprimiéndolos<br />

que es lo que hace la sociedad y la religión, sino encontrado el justo<br />

medio entre ambos, un punto central entre el vicio y el exceso, como<br />

camino de la virtud y la felicidad.<br />

El término ateo entonces, no niega la existencia de un Dios, sino que<br />

simplemente niega la postura sostenida por el común de la gente, así<br />

como las sentencias excretadas por ésta.<br />

El camino a la postura atea está marcado por: “las vías paralelas a<br />

la teología, el camino que se remonta a los orígenes de Dios para analizar<br />

los mecanismos más de cerca con el fin de descubrir el otro lado de la<br />

escenografía de un teatro universal saturado de monoteísmo. La<br />

posibilidad de un desmontaje filosófico” 3 . Con ello pretende descubrir el<br />

origen del que provienen nuestras sentencias y creencias respecto del<br />

mundo, para redescubrir el trasfondo ideológico que las sostiene.<br />

Habitualmente termina revelando una situación de domino o de poder<br />

sobre el otro; más que la integración y desarrollo colectivo.<br />

1<br />

p. 23.<br />

2<br />

p. 35.<br />

3<br />

p. 27.<br />

[ 129 ]


¿Cuál es la razón de que en el siglo xx -dominado por los filósofos<br />

de la sospecha-, se experimente una muerte de Dios? ¿En qué situación<br />

nos deja? y ¿hacia dónde dirigirnos, una vez que Dios ha muerto? Al<br />

descubierto de estas interrogantes, el Ateo no se asombra o presenta<br />

miedo; antes bien, descubre el instrumento que la posmodernidad opera<br />

para el dominio ideológico colectivo “La muerte de Dios produjo lo<br />

sagrado, lo divino, lo religioso a cual mejor. Hoy en día, nadamos en esa<br />

agua lustral” 1 . Un mero instrumento de compra-venta, pues con Dios<br />

muerto, se sigue una muerte de todos los demás conceptos a la base de<br />

éste, y se toma como pretexto para el intercambio comercial. “La muerte<br />

de Dios fue un dispositivo ontológico, la falsa grandilocuencia propia del<br />

siglo XX que veía la muerte por todas partes”. 2<br />

Muerto Dios, se esperaba que floreciera la capacidad racional e<br />

instintiva del hombre en pro de la conservación, pero en su lugar se<br />

muestra la barbarie y el desprecio por todo cuanto nos rodea, pues al<br />

perder de vista el asombro ante el mundo, y la carencia de nuestra<br />

especie, buscamos subsanar tales grietas con la medicina y la ciencia del<br />

siglo XXI. Supliendo nuestra necesidad de examen, por la garantía de un<br />

estado de confort en la calidad de vida, principiados por comodidades<br />

tecnológicas y científicas. Tenemos por ello un culto por el ego, la<br />

prevención, el cuidado de la salud, la tolerancia, la nutrición, la moda, la<br />

felicidad, la riqueza, el cambio y en última instancia del dinero. La<br />

crueldad de dichas manifestaciones en tales creencias se manifiesta en<br />

la crueldad que conlleva seguir estas posturas. Pues no todos<br />

participamos de la misma posibilidad, y tales metas destruyen la<br />

capacidad de asombro que acompaña a la creación ontológica de<br />

interpretaciones del sentido de la vida. Pareciera que:<br />

“En lugar de que dicha desaparición haya dejado al descubierto un campo<br />

fecundo, más bien percibimos el nihilismo, el culto a lo fútil, la pasión por la<br />

nada, el gusto malsano por lo sombrío propio del fin de las civilizaciones, la<br />

fascinación por los abismos y los agujeros sin fondo donde perdemos el alma,<br />

el cuerpo, la identidad, el ser y el interés por todo” 3 .<br />

1<br />

p. 31.<br />

2<br />

p. 31.<br />

3<br />

p. 31.<br />

[ 130 ]


El panorama parece bastante sombrío, pero no hay que temer, pues lo<br />

que se muestra es simplemente un movimiento en el sentido de la<br />

creencia del hombre, ya que, si bien el hombre moderno quiso aniquilar<br />

a Dios, no pudo liberarse de las tradiciones que lo acompañan.<br />

Resistimos asistir a la iglesia, aun nos encomendamos a la creencia de<br />

Dios en los momentos de apuro, o transitamos dicha creencia a la ciencia,<br />

la psicología, la economía; al dividir el tiempo, o la necesidad del trabajo,<br />

etc. Diversas manifestaciones de la tradición monoteísta que nos<br />

arrastra a aguas infestadas de culpa y pecado. Tal vez matamos a Dios,<br />

pero sólo durante la vida diurna ya que en el trasfondo físico (las ideas<br />

metafísicas) y en el límite de nuestra existencia sigue manifestándose<br />

bajo otras caras, pero con la misma intensidad. “Será él quien nos mate;<br />

pues Dios elimina todo lo que se le resiste. En primer lugar, la Razón, la<br />

Inteligencia, el Espíritu Crítico.” 1<br />

Entonces ¿cómo es que rescatamos al ateo?, ¿cuál decimos que es<br />

su origen? y ¿cuál su manifestación actual?<br />

El ateo se entiende en la negación de la metafísica de su tiempo, en un<br />

primer momento se revela contra las instituciones de carácter<br />

eclesiástico pues son estas todas en su particularidad y conjunto las que<br />

se apropian del sentido de Dios, y el ateo entonces se maneja por la<br />

negación de los valores religiosos: “la inexistencia de Dios – sólo como<br />

representación de la mayoría-, la mortalidad del alma y la inexistencia<br />

del libre albedrío” 2 . Dicho a la manera de Onfray: “No desocupa el cielo<br />

sino que lo recubre de creaciones propias”.<br />

Definir por otro lado el origen de la palabra ateo, es contrario a la<br />

naturaleza de este, sin embargo, podemos trazar una línea de aparición<br />

de este, pero está se muestra en el ámbito de lo contrario a la serenidad<br />

y coherencia humanas, pues se le relaciona con la actitud libertina o la<br />

locura. “A falta de palabra para calificar lo incalificable, para nombrar lo<br />

innombrable -el loco que tiene la audacia de no creer...-, recurramos,<br />

pues, a ateo” 3 … el devenir negativo de los ateos fue encubierto durante<br />

siglos. En filosofía, libertino es, ahora y siempre, una calificación<br />

1<br />

p. 33.<br />

2<br />

p. 26.<br />

3<br />

p. 36.<br />

[ 131 ]


despectiva y polémica que impide el pensamiento sereno y digno de aquel<br />

nombre 1 .<br />

El ateo no se define así mismo sino en su negación con el creyente, “El<br />

ateísmo proviene de una creación verbal de deícolas. La palabra no se<br />

desprende de una decisión voluntaria y soberana de una persona que se<br />

define con ese término en la historia. 2 Se muestra en la historia como una<br />

amenaza frente al canon monoteísta y por ello su desprecio a lo largo de<br />

la historia del pensamiento, pues dada su naturalidad resulta incómodo<br />

para todo aquel espíritu ilustrado, que se piensa como tal- y en este<br />

sentido viene a ser una aguja al hígado de estos “ilustres sacos de peste”.<br />

La postura en la que se descubre el ateo es: “la antifilosofía, pues,<br />

combate con violencia inaudita la libertad de pensamiento y la reflexión<br />

ajena a los dogmas cristianos.” 3<br />

Entendemos por antifilosofía no el “desprecio por el saber”, puesto<br />

que no es la negación a la génesis filosófica, sino todo aquel movimiento<br />

y autores olvidados por una generalización del conocimientos con vistas<br />

a una universalización, pues esto deja del lado el pensamiento que no<br />

comulga con las escuelas dominantes o con la forma de gobierno o poder<br />

de determinado estado. La antifilosofia se lee en los autores olvidados<br />

por la academia que fueron torturados y muertos por el yugo de la<br />

religión, y que demandan un apología de sus teorías, pues en autores de<br />

yugo incluso cristiano como Jean Meslier, en cuyo escrito denuncia al<br />

hombre las injusticias cometidas por la iglesia, y declara abiertamente<br />

que Dios es un invento creado para el poder.<br />

Para concluir podemos decir que el trabajo del ateo -si lo hay- no es<br />

pelearse con cualquier hijo de vecino respecto de un Dios, o las distintas<br />

creencias respecto del mundo, pues dentro de la familia, puede que pase<br />

la enseñanza de una tradición religiosa, el problema está en retornarla a<br />

las escuelas con el pretexto de “guiar a los jóvenes”, pues las religiones,<br />

no Dios, excluyen la reflexión y en última instancia lo que provocan es<br />

más bien: “bajo apariencias divergentes enseñan un mismo odio de la<br />

mujer, de la vida, del aquí y ahora, del infiel, del incrédulo o del ateo.<br />

1<br />

p. 38.<br />

2<br />

p. 36.<br />

3<br />

p. 37.<br />

[ 132 ]


Todas justifican el pasaje por la Tierra como un castigo, un valle de<br />

lágrimas, una ocasión para expiar.” 1<br />

La postura ateo-anarquista de Onfray apuesta por el individualismo<br />

libertario, que busca contrastar la cultura y sociedad de la época<br />

haciendo énfasis en el carácter psicológico, social, histórico, epistémico,<br />

científico, moral, religioso, ético y en última instancia filosófico, de los<br />

principios de la sociedad actual. Por ello recupera el cinismo como fuente<br />

de liberación de la cultura y lo social, rescatando la figura de Diógenes de<br />

Sinope, pero no para imitar, como usualmente se hace con otros autores,<br />

sino haciendo hincapié en la reflexión surgida de la crítica de ciertos<br />

preceptos, por ello la apuesta es “inquietar” con lo que se piensa, hacer<br />

temblar al mundo y en última instancia derrumbarlo solo con la reflexión<br />

y la palabra. “¡la urgencia me parece más bien la enseñanza del hecho<br />

ateo! 2<br />

BIBLIOGRAFÍA:<br />

Onfray, Michel, Tratado de ateología. Física de la metafísica, Editorial Anagrama, 2007,<br />

Barcelona.<br />

Onfray, Michel, Filosofar como un perro, Editorial Capital Intelectual, Buenos Aires, 2013.<br />

ENLACES INTERNET:<br />

https://tratadodeateologia.wordpress.com/<br />

http://sindioses.org/examenreligiones/funcionmoral.html<br />

https://es.scribd.com/document/97986696/Althusser-Sobre-La-Objetividad-de-La-<br />

Historia<br />

BLOGS INTERNET:<br />

http://frasesdedios.blogspot.com/2016/05/el-fundamentalismo-ateo-o-religiosoes.html<br />

http://larazonprostituida.blogspot.com/2007/09/por-qu-el-atesmo-es-irracional.html<br />

PROGRAMAS Y RADIO POR INTERNET:<br />

Darío Sztainszrajber: ¿<strong>Que</strong> es la fe? El Innombrable – YouTube<br />

https://www.youtube.com/watch?v=l0xgN7GiQrc<br />

https://www.youtube.com/watch?v=G8XdGfh88cg<br />

1<br />

Michel Onfray, Filosofar como un perro, Editorial Capital intelectual, Buenos Aires,<br />

2013, p. 356.<br />

2<br />

Ídem.<br />

[ 133 ]


[ 134 ]


[ 135 ]


CONTENIDO<br />

Presentación 6<br />

Noé Epifanio Julián<br />

Hesíodo: Los dioses y la lucha contra el Caos 8<br />

Jairo Vladimir Sandoval Mota<br />

Luc Ferry: La salvación del hombre sin Dios 19<br />

Fidel Mora Rodríguez<br />

Diógenes de Sinope: Los dioses 28<br />

Marlene Salgado Gutiérrez<br />

San Atanasio y Heráclito: Hacia una ontología conciliadora 37<br />

Ximena Torrescano Lecuona<br />

Blaise Pascal: La máquina de buscar a Dios 48<br />

José Carlos Sanabria Escutia<br />

Francis Bacon: Teocracia y tecnocracia 57<br />

Joel Ochoa Pérez<br />

Agustín García Calvo: El Dinero y las dificultades de ser ateo 65<br />

Carlos Rodrigo Vázquez Valdés<br />

La poética del nombrar a Dios 78<br />

José Alam Lagunas Talavera<br />

Tyler Blanski: Cuando los burros hablan y los hombres escuchan 91<br />

Ivón Francés Segundo<br />

Karl Marx: La religión es el opio del pueblo 99<br />

Alfredo Josué Galeana Salguero<br />

Ludwig Feuerbach: Teología y antropología 113<br />

Rolando Mendieta Gutiérrez<br />

Michel Onfray: Enseñar el hecho ateo 123<br />

Rafael Vilchis Ramírez<br />

[ 136 ]

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