mexicanas
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¿El autor nace o se hace? Un proceso editorial cercano como coyuntura<br />
para formar autores<br />
Por ejemplo, la publicación en la que trabajo emite ejemplares desde hace más de<br />
treinta años y en su página electrónica 6 explícitamente se declara que su difusión “se<br />
enfoca en estudiantes de nivel medio superior y al que tiene formación universitaria,<br />
aunque se extiende al de los profesores en todos los niveles educativos y profesionales<br />
de cualquier rama”. Con esta clara manifestación, no esperaríamos que arribaran al<br />
correo textos cuya primera oración es: “¡Hola, amiguitos!”, pero llegan. También<br />
hemos recibido textos cinco veces más extensos de lo estipulado en las reglas para<br />
autores —que adormecen a cualquiera—; manuscritos plagados con ecuaciones,<br />
fórmulas y gráficas —indescifrables si no eres un experto físico-matemáticoingeniero-biólogo-químico—;<br />
reportes que ponderan la explicación del software con<br />
el que se hicieron los cálculos y el meticuloso trabajo en el laboratorio; y, como ejemplo<br />
supremo, tengo en la memoria un minúsculo texto de quince líneas sin forma narrativa<br />
—más bien quince bullets— con una numeración de hechos sin contexto, sin<br />
introducción, sin desarrollo, sin conclusión, que pretendía ser publicado.<br />
Sabiendo lo anterior: ¿qué hacemos al respecto? En primera instancia, parecería<br />
que el editor tiene la completa responsabilidad de hacer los cambios necesarios para<br />
que un texto encaje perfectamente en una publicación. Que es a este profesional al que<br />
le corresponde convertirse en una especie de hada madrina con la habilidad de<br />
transformar en carruaje las desarticuladas piezas que tiene enfrente. Bueno, pues<br />
soltando una profunda inhalación, colegas, lamento decirles que sí, nos atañe<br />
malabarear con los textos; de otro modo, aguardando el texto perfecto nos quedaremos<br />
sin material para trabajar. Pero en razón a la verdad, esta labor es compartida —o<br />
debería serlo— y a los autores les corresponde hacer su parte; es decir, al menos<br />
tendrían que investigar un poco sobre la publicación en la cual quieren colaborar. Así,<br />
a continuación planteo las preguntas que, supongo, se haría cualquier posible autor de<br />
manera natural sobre una publicación. Plantearse varias de estas cuestiones, con sus<br />
respectivos sesgos y márgenes, ayudaría a cualquiera que ambicione escribir un texto.<br />
¿Quién publica? Esto tiene que ver con el perfil de los autores, es decir, responder<br />
esta pregunta les dará indicios acerca de sus aspiraciones de escribir ahí. Existen<br />
revistas en las que sólo se publican textos de investigadores reconocidos —exigen<br />
títulos académicos— y hay otras en las que las credenciales académicas no son el<br />
factor que más importa para admitir un texto, de modo que averiguar sobre esto<br />
puede ayudar a determinar si vale la pena que un estudiante mande alguna<br />
contribución o si la colaboración de un librepensador será bien recibida.<br />
Por otro lado, en este punto es preciso abundar sobre el número de autores a los<br />
que se atribuye la elaboración de un texto de divulgación científica. 7 Si bien es<br />
6<br />
Revista Ciencias, UNAM, http://www.revistaciencias.unam.mx.<br />
7<br />
Abordar esto no es banal. Una vez en un taller de divulgación me lo preguntaron; en otra ocasión, me<br />
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