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I love Swedish girls

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I l o v e S w e d i s h g i r l s


I <strong>love</strong> <strong>Swedish</strong> <strong>girls</strong><br />

Manuel Prados Sánchez<br />

A Åsa Elzén


I <strong>love</strong> <strong>Swedish</strong> <strong>girls</strong>


I <strong>love</strong> <strong>Swedish</strong> <strong>girls</strong><br />

Recuerdo cuando a finales del pasado mayo me dijiste que ibas a<br />

solicitar una plaza para un taller sobre turismo:<br />

- Será en Palanga, una localidad turística de la costa de Lituania.<br />

Empezamos a hablar, y lo primero que acordamos fue no partir<br />

de etiquetas ni componer juicios morales para analizar este<br />

fenómeno, ya que de esa forma sólo conseguiríamos reforzar el<br />

poder de un discurso, en lugar de transgredir y recuperar las<br />

partes que más nos interesaban del terreno en el que el turismo<br />

opera.<br />

Pensamos que habría que trabajar en esa oscilación<br />

indispensable (movimiento pendular, decías tú) entre la<br />

intencionalidad y la dispersión. Intencionalidad, en la elección de<br />

los temas y en la “toma de posición”. Dispersión, a la hora de<br />

tomar prestados y trasmitir discursos disponibles, en presentar<br />

otras opiniones sin preocuparnos si eran o no las más correctas.<br />

A finales de los años 60, con la irrupción del turismo en España,<br />

se empieza a desarrollar un estilo, que Juan Antonio Ramírez<br />

llama el estilo del relax, “que copia y saquea, exagera y vulgariza<br />

lo moderno”. Se forman localidades, fundamentalmente<br />

Torremolinos y Benidorm, invadidas por “las bebidas<br />

refrescantes y la electricidad”. Ramírez cita una canción de la<br />

época que decía:<br />

Con el Pacto Americano<br />

ya no hay nada que temer,<br />

tomaremos Coca-Cola<br />

en vez de tomar café,<br />

y a la hora de afeitarme<br />

yo me electrificaré.


Estas ciudades representaron la despreocupación, el exceso, la<br />

despolitización, el optimismo, la juventud, frente a una siniestra<br />

realidad impuesta por la dictadura de Franco, a la que sólo podía<br />

oponerse la “politizada tristeza” que acompañaba a la lucha por<br />

una revolución trascendental.<br />

Sin tener en cuenta sus implicaciones económicas y políticas<br />

(desarrollismo, apertura y embellecimiento de la dictadura en el<br />

exterior…) aquel incipiente turismo anunciaba y mostraba<br />

modos de vida ajenos a los conocidos: destape, libertad, ausencia<br />

de convenciones, movilidad. “Su especialidad era la venta de<br />

placer y la fantasía de felicidad”.<br />

Aquel deseo fabricado que se superponía a la realidad, aquella<br />

nueva posibilidad de ir más allá que se abría antes los españoles,<br />

apolítica e ingenua, se constituyó en un nuevo “dispositivo de<br />

orden” que “capturaba, interceptaba, modelaba y controlaba las<br />

conductas”. Al mismo tiempo, producía interesantes resultados<br />

visuales (en edificios, piscinas, mesas, lámparas…) y también<br />

psicológicos (en la construcción de un nuevo imaginario sobre<br />

“lo español” y “en la promesa de acceso a un mundo ondulante<br />

y chic”, en el que sería posible la satisfacción del deseo).<br />

Hablamos del papel que el cine de la época desempeñó en la<br />

construcción de esta nueva realidad-ficción. De películas como<br />

El Puente y El Turismo es un gran invento. Hablamos de cómo al<br />

amparo de un nuevo género llamado del “destape”, se logró<br />

eliminar un catálogo de tópicos amenazadores de lo español<br />

sustituyéndolos por otros.<br />

El hombre español, que habitaba un país mísero y fratricida,<br />

“protagonista de bodas tumultuosas y justicia familiar” que diría<br />

Isaac Rosa, padre de niños churretosos, pícaro, analfabeto,<br />

traicionero, vengativo, falso, cobarde, ingrato… pasó en poco<br />

tiempo a definirse y comprenderse como el habitante de un país<br />

que no era desigual, sino simplemente “diferente”.<br />

Spain is different fue el eslogan de la época, y esta diferencia se<br />

construyó apelando a la tradición, modernizando y vulgarizando<br />

el imaginario sobre lo español: se extendió la operación iniciada a<br />

principios de siglo (1928) de convertir los castillos en Paradores<br />

de Turismo, y nuestro mayor mito, el Don Juan, se convirtió en<br />

latin <strong>love</strong>r, un otro sexual que oscilaba entre la admiración y el<br />

desprecio y que era capaz, gracias a su diferencia, de conquistar<br />

bellezas rubias y hambrientas. El deseo de conquistarlas atravesó<br />

todo el campo social y la conquista de suecas pasó a simbolizar,<br />

para toda una generación, el acceso a una realidad distinta y la<br />

afirmación de una masculinidad.<br />

La construcción de este estereotipo sexual y étnico y de los<br />

nuevos y modernos paisajes por donde deambulaba (modernas<br />

ciudades inundadas de sol en las que nunca se duerme),<br />

contribuyó al mismo tiempo a redefinir el imaginario de una<br />

sociedad que encontraba en el turismo una forma de reconciliar<br />

nuevos y viejos valores, de activación económica, de abrirse al<br />

exterior, de paliar, ocultar e invisibilizar, interna y externamente,<br />

la pesadilla que con el franquismo se estaba viviendo.<br />

Dice Pedro G. Romero que ha escrito Giorgio Agamben:<br />

“…aquello que no puede ser usado es, como tal, consignado al<br />

consumo o la exhibición espectacular. Lo cual significa que la<br />

profanación se ha vuelto imposible (o, al menos, exige<br />

procedimientos especiales). Si profanar significa restituir al uso<br />

común aquello que había sido separado en la esfera de lo<br />

sagrado, la religión capitalista en su fase extrema apunta a la<br />

creación de un Improfanable absoluto”.<br />

Si esto fuera cierto, y podemos pensar que lo es, aquel primer<br />

estadio del turismo en España contribuyó a fijar un paradigma,<br />

un “improfanable” que se desplegó en múltiples acomodaciones<br />

y negociaciones con el “mundo desarrollado”.


El turismo nos desposeyó, mediante la afirmación de una<br />

"diferencia” (que paradójicamente nos unificaba y modelizaba),<br />

de la posibilidad de relacionarnos con ese otro mundo desde<br />

nuestra desigualdad, el “fuera de lugar”, único espacio desde el<br />

que agitar nuestra rebeldía. Nos secuestró del disfrute de todo<br />

aquello que podía ser “actuado, producido y vivido -inclusoel<br />

cuerpo, incluso la sexualidad, incluso el lenguaje-”, porque ya se<br />

encontraba absorbido, integrado y dominado por un sistema de<br />

signos culturales, sometido a un precio, a un peaje, a una<br />

economía simbólica que había que pagar: ya sólo será posible<br />

viajar como turista.<br />

Quizás por ello, pensaste que tu acto de profanación sería,<br />

antes de llegar a Palanga, iniciar un viaje inverso al que realizaban<br />

las suecas, para investigar si era posible algún tipo de restitución<br />

al uso común de aquello que nos ha sido sustraído; si frente a<br />

una realidad intolerable: la de nuestra vida separada de nosotros<br />

mismos, lo único que podía hacerse era oponer una acción<br />

viviente, un acto artístico y político que fuera capaz de reasignar<br />

el tiempo y el espacio que el turismo nos tiene ordenado.<br />

Te interesaba comprobar si cabe oponer el trabajo del arte ante<br />

una realidad turistizada y estandarizada, que reparte lo sensible<br />

y lo distribuye jerárquicamente en partes y lugares exclusivos<br />

para determinados grupos. Contrastar si, frente a la esfera<br />

inalterable de lo sagrado, es eficiente proclamar el deseo, sin que<br />

éste funcione como un asunto secreto o vergonzoso sino como<br />

“todas las formas de voluntad de vivir, de crear o de amar”,<br />

porque éste, como dice Blanchot, “es más fuerte que la<br />

eternidad que no puede agotarlo, como tampoco lograría<br />

terminarse el número por una última cifra”.<br />

otra manera de ver y practicar las cosas, algún medio para<br />

fabricar otras realidades que no tengan esa posición castradora,<br />

ese “clima de culpabilización” que hace que el deseo sólo pueda<br />

insinuarse, infiltrarse secretamente, ser vivido en la<br />

clandestinidad o en la represión.<br />

Nadie más que tú puede decir si al final de este viaje probaste<br />

que existe una forma de romper con ese orden que nos destina<br />

a una forma determinada de ser, de desear, de ver, de viajar, de<br />

decir, o por el contrario es más cierto aquello que dice<br />

Agamben: que nos encontramos en un callejón con pocas salidas<br />

ya que “la religión capitalista” ha triunfado y nos topamos con<br />

un “Improfanable absoluto”.<br />

Pero quizás esto no importe, o incluso ambas cosas sean verdad.<br />

Lo importante es que lo que te propusiste, como dirían los<br />

poetas de La Palabra Itinerante, “no era solidificar magmas ni<br />

armarte de conceptos ni enjaular nombres o voces”. Lo que<br />

buscabas, era “una pista donde aterrizar para proveerte de<br />

combustible. Una manera de señalar ciertos y múltiples vuelos”.<br />

Joaquín Vázquez<br />

Verificar si visitando ciudades (Berlín, Copenhague, Estocolmo,<br />

Riga...), puertos, aeropuertos y pistas de baile, si añadiendo<br />

encuentros a encuentros, sumas que complacen al deseo, se<br />

puede establecer otro tipo de “economía simbólica”, si habría


El turismo es un gran invento, 1968


Sevilla


Málaga


Berlín


Rostock


Copenhage


Estocolmo


Riga


Palanga


Conocí a Åsa Elzén (nacida en Estocolmo) en Palanga, Lituania. Conversamos brevemente en el viaje de vuelta.<br />

Tras hablar de I <strong>love</strong> <strong>Swedish</strong> <strong>girls</strong> le pedí que nos hiciéramos una foto juntos. Ella dijo: “¡Pero si yo no soy rubia!”


Sevilla, 2009 - 2010

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