Plantandosemillasdeesperanzapara lasvíctimasocultasde laviolencia.«Antes de que llegarais, notenía ninguna esperanza», diceRikiya, que recibió asistenciapsicológica y ayuda pararecuperar su medio de vida trasperderlo todo en un ataque deBoko Haram a su aldea.4
Rikiya sobrevivió a un brutalataque a su aldea. Pero siendoviuda, se enfrentaba a la exclusiónsocial y a la pobreza. Las mujerescomo Rikiya son doblementevulnerables a la persecución, porsu género y por su fe. Pero contu apoyo, a través de la iglesia,se están sembrando semillas deesperanza, curación y vida nueva.¡Están quemando casas en la aldeavecina!», gritó el vecino de Rikiya,irrumpiendo en su casa. Ella saliócorriendo. El humo invadía el aire mientraslas llamas consumían la aldea cercana.No tenía mucho tiempo. Su aldea sería lasiguiente.Los soldados de Boko Haram estaban apunto de atacar.Rikiya sabía el peligro que los militantesextremistas de Boko Haram representabanpara su comunidad cristiana en el norte deNigeria. Sabía que, como mujer, podía servíctima de la violencia. En las incursionesde este tipo en las aldeas, los soldadoshabían secuestrado a las niñas, violadoa las mujeres, destruido sus medios desubsistencia y quemado sus hogares.“Estaba muy traumatizada; mi maridohabía muerto y Boko Haram habíatomado nuestra aldea. No teníamosnada excepto la ropa que llevábamospuesta”.Aldea en llamasRikiya reunió a sus tres hijos y echó acorrer, atravesando el terreno rocoso quese extendía frente a su casa. La comisaríaya se había quemado, así que la familia seescondió en la escuela de la aldea. «Lasbalas seguían volando sobre nuestrascabezas», dice.A última hora de la noche, Rikiya y sushijos llegaron al siguiente pueblo yencontraron refugio. Permanecierondos meses lejos de su hogar antes deque fuera seguro regresar. Pero, paraentonces, ella ya lo había perdido todo.Solo un mes antes del ataque, el maridode Rikiya enfermó y murió repentinamente.Ella seguía llorándole y preguntándosecómo iba a arreglárselas para mantener asu familia por sí misma.“Estaba muy afectada”“Cuando regresé, no fue fácil para mí. Erauna viuda con tres hijos. No fue fácil”, dice,apretándose los ojos para contener laslágrimas. Hace una pausa en medio deldolor.“Estaba muy traumatizada; mi maridohabía muerto y Boko Haram había tomadonuestra aldea. No teníamos nada exceptola ropa que llevábamos puesta”.Todo lo que pudo hacer fue hurgar entrelos escombros. Encontró unos trozos demetal corrugado y quemado y construyócon ellos un pequeño refugio.Poco después, los trabajadores de PuertasAbiertas visitaron a la comunidad en dueloy emprendieron el largo camino hacia larestauración para Rikiya y sus vecinos.“Vinisteis a rescatarme”, dice. “Primero,curando mi trauma. Descubrí que mitrauma era como una herida que debíasanar. La cicatriz siempre estará ahí, perola herida mejorará”.5