Antología Ángel Ganivet 2019
Primera Edición: Marzo 2020 Textos: Aarón Carlos Andrés García, Rafael Castillo Morales, Laura Lucía Chalar Sanz, Ana Rosa Díaz Naranjo, Jonathan Alexander España Eraso, Erundina de la Fuente Martínez (Charo de la Fuente Mar), Santiago Daniel García García, Juan Manuel Labarthe Hernández, Jaime Javier Londoño Rodríguez, Alejandro Massa Varela, Manuel Moya, David L. Nussbaum, Rodolfo Novelo Ovando, Alberto Paredes, Carlos Piccone Camere, Alberto José Pocasangre Velasco, Francisco Manuel Sánchez Sánchez, Ma Fernanda Trujillo León, Raúl Vallejo, Raquel Vargas Solís. y Salomé Guadalupe Ingelmo.
Primera Edición: Marzo 2020 Textos: Aarón Carlos Andrés García, Rafael Castillo Morales, Laura Lucía Chalar Sanz, Ana Rosa Díaz Naranjo, Jonathan Alexander España Eraso, Erundina de la Fuente Martínez (Charo de la Fuente Mar), Santiago Daniel García García, Juan Manuel Labarthe Hernández, Jaime Javier Londoño Rodríguez, Alejandro Massa Varela, Manuel Moya, David L. Nussbaum, Rodolfo Novelo Ovando, Alberto Paredes, Carlos Piccone Camere, Alberto José Pocasangre Velasco, Francisco Manuel Sánchez Sánchez, Ma Fernanda Trujillo León, Raúl Vallejo, Raquel Vargas Solís. y Salomé Guadalupe Ingelmo.
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Entre los implicados en el crimen pudieron estar Franco y Giuseppe Borsellino,
delincuentes de origen siciliano de 13 y 15 años, simpatizantes de la extrema derecha,
que habrían —siempre según la nueva versión de los hechos ofrecida por el único
condenado— amenazado a Pelosi para que cargase con todas las culpas. De hecho, el 16
de febrero de 1976, Giuseppe fue arrestado tras confesar a un policía infiltrado en una
banda su participación en el asesinato de Pasolini 11 , declaración que después justificó
como una bravata y que ni siquiera fue tenida en cuenta durante el proceso.
Lo cierto es que Massimo Carminati, jefe de la Banda della Magliana, soberano
indiscutible de la suburra romana, que antes de convertirse en líder criminal había
pertenecido al grupo neofascista Núcleos Armados Revolucionarios, fue procesado
junto a Andreotti por el asesinato del periodista Mino Pecorelli, presuntamente
ordenado por el político.
Carminati, relacionado con los servicios secretos y merecedor de un trato
especial que le ha valido tres indultos a pesar de su largo historial delictivo —con lo que
su paso por la cárcel ha sido realmente breve—, ofrecería el ejemplo perfecto de cómo
el lumpen suburbial reincidente en la criminalidad actuó durante décadas en calidad de
brazo ejecutor al servicio de los intereses políticos, a su vez estrechamente vinculados a
los económicos.
Enfrentándose, a finales de octubre de 2016 —aunque es en 2018, tras apelar la
sentencia, cuando se lo condena a catorce años y seis meses de prisión—, a juicio por el
caso “Mafia Capital”, que efectivamente juzgaba la infiltración mafiosa en la política y
su participación en la rapiña de los fondos públicos, Carminati amenazaba con la
información obtenida durante un golpe en 1999, nada menos que en el Palacio de
Justicia de Roma, donde estaba la oficina 91 del Banco de Roma, de la que sustrajo no
solo dinero, sino también documentos comprometidos —cuya desaparición,
curiosamente, ninguno de los afectados denunció, y que de hecho ahora los
investigadores consideran el objetivo principal del robo— para altos magistrados,
jueces, políticos y empresarios. Documentos que presuntamente arrojarían luz sobre los
11
G. Lo Bianco y S. Rizza. Profondo nero. Mattei, De Mauro, Pasolini. Un'unica pista all'origine delle
stragi di stato. Milán: Chiarelettere, 2011, p. 322.
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