Un médico, un PAPA y el fin del mundo
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Un médico, un PAPA y el fin del mundo
Autor: Giovanny Ponte
En tiempos que el papado no estaba en la santa ciudad de Roma sino
sobrevivía en Avicnon, ciudad francesa, por las intrigas europeas,
viajaba por el mediterráneo sur un barco mercante Genovés,
proveniente del negocio de las especias orientales en la ruta de la
Seda. Pensando sus tripulantes que regresarían con fortuna traían en
sus cuerpos la sombra de la muerte y la mayoría de sus marineros al
alcanzar la península itálica ya habían muerto bajo terribles
sufrimientos y fiebres incontrolables. Todo comenzó en Italia y se
esparció como un tsunami por el resto de Europa, como los jinetes del
apocalipsis diezmando y sembrando el terror entre sus pobladores. El
papa Clemente VI consciente del poder de la iglesia y su
responsabilidad como Vicario de Cristo tomo la iniciativa y ordeno
rezos y procesiones en todas las iglesias, pero fue en vano, nada
parecía parar “el castigo de Dios” a los feligreses y la muerte no respetaba a ricos ni pobres, ni ninguna
autoridad establecida. Entonces desesperado el pontífice mando llamar a un cirujano francés de origen
humilde, que se le había asignado como su cirujano personal, llamado GUY DE CHAULIAC para que se
encargara de la enfermedad. Guy había estudiado medicina en Montpellier, como todo médico de su
época era una mezcla de teólogo, astrologo, filósofo y seguidor de la teoría de los humores Hipocrática
de hacia un milenio atrás que decía que la enfermedad era el resultado de un desequilibrio de los cuatro
humores (sangre, bilis negra, bilis amarilla y flema). Pero Guy era astuto, observador, con un gran sentido
del deber y el servicio. Rápidamente puso manos a la obra y comenzó a tratar a los enfermos y probar
todos los tratamientos conocidos de la época, reviso libros, tratados, pero aquella enfermedad parecía
imparable, parecía una maldición y Guy manifestaba cada vez más su frustración. Describió el cuadro
clínico así: fiebre, hemoptisis y bubones externos (ganglios inflamados y abscesos), afectando las axilas e
inglés: “En primer lugar el hombre sufre en sus pulmones y aliento y si esto ocurre, aún con ataques leves,
la muerte llega en dos días. La muerte es súbita, sus pulmones están infectados y salpicados de sangre.
Hay otra forma de enfermedad, con un curso simultáneo a la primera, esto es con apostemas (absceso de
pus que supura) que aparecen debajo de los brazos y entonces la gente rápidamente muere. La tercera
forma es cuando aparecen las apostemas en la ingle”. Él recomendó las sangrías y la apertura de los
bubones, madurados con emplasto de higo y almendros. Así, el paciente era sometido a una flebotomía
para realizar una hemorragia controlada. Otra opción era cortar y esterilizar los bubones con fuego y,
luego, aplicar emplastos con raíces de azucena. Lógicamente su exposición a los enfermos termino por
enfermarlo que en aquel momento significaba una muerte segura. Todos lo abandonaron a su suerte,
quedo solo, adolorido y débil, pero esto no mutilo su espíritu. En esa situación, comenzó a escribir todo
sobre la enfermedad a medida que la padecía. Se drenaba los mal olientes bubones llenos de pus,
consumía líquido, higos, cebollas y levaduras. Milagrosamente sobrevivió a la enfermedad y se dio cuenta
que la transmisión era de persona a persona por vía respiratoria. Regreso con su querido y amiga papa
Clemente y lo aisló, rodeando su habitación de varias antorchas de fuego para purificar el aire y lo alejo
de las demás personas de su corte. Por supuesto el papa sobrevivió hasta que murió por causas naturales
y Chauliac fue médico personal de dos papas más. Es admirado como el cirujano más eminente de la Edad
Media y precursor de la Ética y la medicina moderna. Pero sobretodo en su época era visto como el médico
que regreso de la muerte…