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Catecismo explicado con graficas

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LIBRERÍA JIMÉNEZ

Mayor, 66 - 68

MADRID



HÍKV





D. LLÓRENTE

#•»

Catecismo

explicado

con gráficos

Y ejemplos

TERCERA

EDICIÓN

VALLAOOLID

MPRENTA Y LIBRERÍA C A S A MARTÍN

PLAZA DE LA LIBERTAD, -I, 2 V 3

•19 3 S

R.23G C /S



Nihil obstat:

DR. JOANNES DEL VALLE,

Parochus, Censor.

Vallisoleti 5 Julii 1935.

Imprimatur:

t REMIGIUS, ARCHIEPISCOPUS

VALLISOLETANUS.

De mandato Excmi. ac Rvmi. Dni- met

DR. FAUSTINUS HERRANZ,

Can. Srius.



WMm

ijpali LLÁ van a la imprenta estas lecciones, a formar un

§||f¡§| libro, como salieron en REVISTA CATEQUÍSTICA,

con los retoques y enmiendas que son de rigor.

Nos propusimos al principio escribir sólo unos croquis;

pero impensadamente fuimos desarrollando la materia

hasta quedar la explicación casi terminada. No deje por

eso de prepararse el catequista, orando y reflexionando,

con la mira puesta en llevar al niño a la convicción y a la

práctica, por medio del sentimiento y de los recursos intuitivos.

Hemos procurado esmerarnos en la selección de ejemplos.

Los gráficos, sinopsis y diagramas son, en verdad,

sencillos, si bien se prestan a numerosas combinaciones,

sobre todo usando tiza de colores.

Si acaso el dibujante puso perspectivas y sombras pueden

suprimirse; pero en la reproducción que hagan los

alumnos conviene dejar campo libre a su gusto y habilidad.

Que estas páginas contribuyan a la formación de los

catequistas; y que todos, por amor a Jesús y los niños,

realicemos con celo la Obra santísima que El nos ha encomendado.

* * *

Rápidamente se agotaron dos ediciones. Nos alegra,

no tanto la buena acogida que ha tenido nuestra obra,

como el haber contribuido con ella al uso del encerado. Si

el catequista no juzgara oportuno emplear ese medio didáctico,

podría, no obstante, utilizar la explicación y los

ejemplos; y aun le valdrían los gráficos para la seguridad

en el plan y en el desarrollo de las ideas.





PARTE PRIMERA

LECCIÓN

1. a

El Cristiano

fundo agradecimiento por este favor de Dios. La estima, lo

mismo que la gratitud les moverá a observar una conducta

digna de tales cristianos, y a seguir fielmente a Cristo Señor

Como para apreciar una gran cantidad se va contando

bres nos ha escogido para discípulos suyos. Eso quiere

¿Cómo se hace uno cristiano? No por el nacimiento,

bitantes, que aproximadamente tiene la tierra, casi dos

terceras partes no han recibido el Bautismo. (Se traza en

el encerado una circunferencia y por medio de radios se

El fin principal de esta catequesis es inculcar a los niños:

1.° Grande estima del glorioso título de cristianos. 2.° Pro­

Nuestro.

poco a poco, así por graduación

ha de precederse

en esta materia.

Uoy incesantes gracias a Dios,

Dios podría habernos dejado

no de ser '^~&y sino de ser

en nuestra nada, o

habernos hecho piedras,

Cristiano.

plantas, vegetales, animales

irracionales, etc.

Y entre todos los hom­

(s^ílfonso yij.

decir Cristiano, hombre de Cristo, discípulo de Jesucristo.

sino por el Bautismo...

¿Y hay muchos sin bautizar? De 1.900 millones de ha­

indica la tercera parte, que son los bautizados. En la esfera

de un reloj abarcaría veinte minutos.)



— 6 —

Y aun entre los cristianos hay muchos, cerca de la

mitad, que no son verdaderos discípulos de Jesucristo;

como ciertos discípulos en Cafarnaún, no quieren creer lo

que enseña el Divino Maestro y ya no le siguen, le abandonan.

Herejes y cismáticos, que se han separado del Papa.

(En el encerado se divide por la mitad el sector que representaba

a los cristianos.)

¿Y qué es más, ser rico o ser cristiano?... Una mujer

pobre daba su pequeño ahorro para una iglesia—Guárdelo,

que es usted pobre, y lo necesita—¡Yo pobre! replicó,

¿acaso no soy cristiana, hija de un gran Rey y heredera

de un gran Reino?...

¿Qué es más, ser conde, o cristiano? A un ministro de

Napoleón a quien administraron el Viático le llamaban:

Señor Conde...—Los títulos ya no son para mí, dijo el ministro,

sólo aprecio el título cristiano.

¿Qué es más, ser Rey o ser cristiano? ¿Qué dice Alfonso

X el Sabio 1 ?... ¿Por qué da gracias a Dios? ¿Porque le había

hecho Rey?

No; se las da más bien porque...

Ved esa palabra subrayada: doy incesantes. ¿Sabéis

lo que significa? ¿Basta darlas alguna vez, muy de tarde

en tarde?...

Todas las mañanas, al levantaros, decid: Te doy gracias,

Dios mío, porque mi nombre está inscrito en el libro

de bautizados... porque me has hecho cristiano por medio

del Santo Bautismo...

Los judíos se gloriaban en ser hijos de Abraham, los

romanos en ser ciudadanos de Roma. Vosotros debéis gloriaros

porque sois discípulos de Jesucristo. Acordaos de

que para ser buenos cristianos hay que creer en Jesucristo

y cumplir sus mandamientos. (Se recuerdan las primeras

preguntas: Quid petis, etc., del rito bautismal.)

EJEMPLOS.—Santa Julita y San Quirico; el hijo dice

como su madre: Yo soy cristiano. San Pelayo, niño de 10

años, cautivo del emir Abderramán III, cuando éste le

ofrecía joyas y placeres para que renegase de Jesucristo,



replicó: «yo soy cristiano.» Y cuando le mandó atormentar

y mutilar horriblemente, repetía el santo mártir: «yo

soy cristiano.» Santa Blandina, mártir de Lión, decía en

medio de los suplicios: «yo soy cristiana y los cristianos

nada malo hacen.»

—El cristiano es príncipe del cielo. Pero que no viaje

de incógnito. Que manifieste en sus obras lo que es. (Dnplessy.)

Mostrémonos dignos del título y nombre que llevamos

(San Ignacio.)

San Venancio, muchacho de 15 años, fué denunciado

como cristiano al presidente de la ciudad de Camerino,

Antioco. Confesó su Fe, sin hacer caso de promesas ni

amenazas. El presidente le mandó azotar y después encerrar

en la cárcel. Allí envió un hombre engañoso y astuto,

llamado Átalo, el cual le dijo que él también había sido

primero cristiano y luego había dejado la fe, por conocer

que era una locura privarse de los bienes presentes por

una vana esperanza de futuros, y dejar lo que se posee por

lo que nunca ha de venir. Rechazóle Venancio y deshizo

sus embustes. El Santo fué arrojado a.los leones que no

le hicieron daño alguno. Sufrió inauditos tormentos. Cansábanse

los verdugos de atormentarle y él no se cansaba

de padecer por Jesucristo. Por fin murió decapitado. Su

fiesta se celebra el 18 de mayo.

—En Damasco, durante la persecución de 1860, a un

joven de 14 años le dijeron los turcos: «Hazte musulmán,

o te cortamos la cabeza.» «Cortádmela si queréis, respondió

el joven, pero soy cristiano.» Al instante aquellos bárbaros

realizaron tan horrible amenaza.

—Una de las fiestas más conmovedoras del XXX Congreso

Eucarístico Internacional, celebrado en Cartago, fué

la de los niños que vestidos de blanco y cada cual con una

palma verde-y dorada en sus manos recorrían el anfiteatro,

donde derramaron su sangre en otro tiempo Santa Perpetua

y Felicitas y otros muchos mártires. Parecían desafiar

con sus palmas a los perseguidores de todos los tiempos,

impotentes para acabar con la Fe de Cristo.



LECCIÓN 2. a

La señal de la Cruz

Sois cristianos. Izad la bandera de cristianos. Cantemos

el himno de nuestra bandera. (Enseñando el Crucifijo se

puede entonar el Vexilla Regis.) Ahí tenéis ese estandarte,

en el encerado. Es el de la Cruz. ¿De quién sois vosotros?

¿Qué quiere decir cristiano? La bandera de nuestro Rey es

la Cruz: Si un castillo tiene la bandera española ¿a quién

pertenecerá? Y si un buque enarbola la bandera inglesa

¿de qué nación será? Y si una persona hace la señal de la

cruz ¿qué significa esa señal?

Esa cruz grande en que se incluyen tres pequeñas nos

r^;

L***b¿*

recuerda que al santiguarse se hace una cruz desde...; y

al signarse tres pequeñas; la primera en, etc.

Para hacer bien la señal de la cruz han de concurrir

cuatro cosas. La mano, no haciendo garabatos, sino trazando

bien la señal. La lengua, pronunciando con pausa

las palabras, sin alterarlas, sin suprimir una; que si a

un reloj le falta una rueda no señala bien la hora. La cabeza,

pensando en los misterios que nos recuerda, (véase

nuestra Explicación dialogada.) El corazón, amando a.



— 9 —

quien por nuestro amor murió en la Cruz. Adorárnoste

Cristo y bendecírnoste...

Al hacer la señal de la cruz, al enarbolar la bandera del

cristiano, sed agradecidos, acordaos de aquellas palabras

que la Iglesia nos dice el Viernes Santo al mostrarnos el

Crucifijo: (Ecce lignum Crucis...) He aquí el santo leño de

la Cruz, donde está pendiente el Salvador del mundo. Lejos

de nosotros gloriarnos, sino en la Cruz de Jesucristo...

Pidamos al Padre, llenos de confianza, que mire a su

Hijo para que nos perdone y conceda sus gracias... (Protector

noster aspice, Deus) Ahuyentemos valerosos a Satanás

con esta arma, pues Jesucristo le venció con ella...

(Fugite partes adversae, vicit leo de tribu Juda.)

EJEMPLOS.—El P. Ravignan se santiguaba con tal respeto

al comenzar sus sermones, que una vez un pastor

protestante, al verle, exclamó: ya ha predicado su mejor

sermón.

—Menéndez y Pelayo en sus oposiciones a la Cátedra

de Historia de la Literatura lo primero que hizo fué la señal

de la cruz. En su disertación admirable sobre los Autos

Sacramentales en el Teatro Real, durante el Congreso

Eucarístico, comenzó signándose y santiguándose. ¡Qué

mucho que haya muerto con el crucifijo en los labios!

(De broma y de veras, núm. 18.)

—Cristóbal Colón al desembarcar en América había

puesto la Cruz en aquellas tierras; al volver en uno de sus

viajes deshizo una tromba en el mar haciendo con la espada

una cruz en los aires... (Brusatin. Aplicación a casos

particulares en que los niños deben hacer la señal de la

cruz.)

—Francisco Pizarro, al caer desplomado, herido en el

cuello por uno de los conjurados, lleva su dedo a la herida,

lo empapa en su propia sangre, traza una cruz en el suelo

y besándola muere.

—Volvía San Pedro Regalado a la Aguilera con las limosnas

que había recogido para los religiosos, que necesitaban

con urgencia un socorro. Tenía que atravesar las~



-10-

aguas del Riaza, que con el caudal de las copiosas lluvias

y nieves de diciembre no podía vadearse; ni la inundación

dejó libres los pontones. El Santo, lleno de confianza en

Dios, tendió su manto sobre la corriente, y haciendo sobre

él la señal de la cruz y poniéndose sobre el manto con el

asnillo que llevaba las provisiones, llegó salvo a la otra orilla.

—Residiendo el Santo en el convento del Abrojo, cuyas

orillas casi se enlazan con las márgenes del Duero, un día

en que toda la Comunidad salió a cortar leña le dejaron

con un compañero en el bosque, regresando los demás en

la barca al convento. Oyó el Regalado el toque de la campana

y se halló solo con el referido religioso. Dieron voces

para que acudieran con la barca y no les hicieron caso.

Entonces dijo al compañero: «La obediencia nos llama, los

religiosos no nos oyeron...Ea, pues, sígame hermano, que

yo en nombre de Dios y en virtud de la señal santísima

de la cruz no tengo el menor recelo de perecer en las

aguas.» Y haciendo la señal de la cruz llegó a la orilla

opuesta, atravesando el río, como si hubiera sido tierra

firme. (Vida por el P. Infantes.)

—El Presidente del Gobierno francés, Clemenceau, que

había estado en un Sanatorio regido por religiosas para

hacerse una operación, agradecido a una religiosa le dijo:

—Os ofrezco la Cruz de la Legión de Honor.

La religiosa, llamada la hermana Luisa, le contestó:

—Gracias, Monsieur Clemenceau.

Y enseñándole el crucifijo que llevaba al pecho le añadió:

— ¡Yo ya tengo la Cruz!

Dicen que Clemenceau un poco antes de morir invocó

tres veces el nombre de Dios.

¡Quién sabe si la Cruz de la Hermana de la Caridad le

habló del Redentor y aquel germen habrá fructificado!

(L. Almarcha.)



LECCIÓN 3. a

La Doctrina Cristiana

Objeto de esta lección es, no tanto saber las partes en

que se divide el Catecismo, cuanto inspirar a los niños afición

al Catecismo, estima de la Doctrina Cristiana por su

origen y contenido; por su excelencia y su valor en orden

a la salvación.

Origen.—¿Os hubiera gustado oir a Jesucristo? ¡Qué

dicha...! Hasta se olvidaban las gentes de comer por oirle...

¡Con qué bondad les enseñaba! ¡Qué doctrina la suya!

Tu tienes palabras de vida eterna, le decía San Pedro.

¿Y si os escribiera una carta...?—¡Yo me la comería a

besos!—¿Y no habéis visto nunca besar una carta de Jesucristo...?—En

la Misa, ved cómo se besa el Evangelio...

¡Y pensar que el resumen de toda Doctrina de Jesús

se halla en el Catecismo...! Besad ese libro, amadlo, estudiadlo.

¡Y que el sacerdote os habla en nombre de Jesucristo

y os enseña su misma Doctrina...! ¡Y si os explica la Doc-



— 12 —

trina en el templo os habla de Jesús, en presencia de Jesús

mismo! ¡Está en el Sagrario...! etc.

Contenido.—San Francisco de Sales llamaba a los niños;

mandaba a un joven con dalmática el cual tocando una

campanilla les decia: Venid... que se os enseñará el camino

del cielo...

Los viajeros que montan en un tren saben de dónde

salen y a dónde van. En cambio los equipajes, las maletas,

nada de esto saben. ¿A quién se parecerá el que no sabe a

qué ha venido a este mundo, dónde viene y a dónde va...?

¿Cómo aprenderemos estas cosas tan importantes y necesarias?

Todo ésto nos lo enseña el Catecismo.

Mirad al encerado (1). Ese ojo nos recuerda que Dios

nos ve y que le agradan mucho los niños que vienen a la

doctrina y están en ella atentos y devotos. Ahí también se

os representa lo que enseña el Catecismo. Para ir al cielohay

que creer. Eso significan los libros que tienen una

A. T., Antiguo Testamento y una N. T., Nuevo Testamento.

Las tablas de la Ley, que veis arriba, dan a entender

que para salvarse no basta creer sino que hay que guardar

los mandamientos. El cáliz indica que para ayudarnos

a creer y cumplir los mandamientos, para santificarnos

instituyó Jesucristo los Sacramentos. El Rosario nos recuerda

la oración, de que trata también el Catecismo, y que

nos sirve para conseguir del Señor sus dones y los medios

de salvación... Ahí tenéis las cuatro cosas que dice el Catecismo

está obligado a saber y entender el cristiano.

Y para entenderlas venís a la doctrina. Porque si hay

un tapiz muy precioso, pero doblado, ¿veréis qué bonito

es? Pero si lo despliego y os lo enseño, entonces sí. La explicación

de la doctrina viene a ser como desplegar el tapiz.

¡Qué hermosa es la doctrina, qué excelente, qué consoladora...!

En esta ciencia se aprende siempre algo nuevo.

«El no saber religión—es no saber una jota.» (Hartzemousch.)

(1) Este gráfico lo hemos tomado de Hórmam. Lebendiger Unterricht.



-13-

La doctrina os enseña: 1.° Por qué habéis de amar y

servir a Dios (Credo.) 2.° Cómo habéis de servirle y amarle

(Mandamientos.) 3.° Qué medios os ayudarán a ello

(Oración y Sacramentos.)

COMPARACIONES Y EJEMPLOS.—El sabio matemático

español, académico y catedrático de la Universidad

Central D. José María Plans, en su juventud, enseñaba el

Catecismo a los niños.

—Durante la revolución francesa había en la Bretaña

un campesino, llamado Juan Chantebel, al que los enemigos

de la Religión le encontraron un Catecismo. ¡Echadlo

al fuego! le dijeron. Mi Catecismo es un buen libro; prefiero

que me queméis a mí...

—Aplicaos, para conocer bien la Religión como Santa

Catalina mártir (25 noviembre), que convenció y convirtió

a cincuenta filósofos que el emperador había enviado para

que la hiciesen ofrecer incienso a los ídolos; como Santa

Juana Francisca de Chantal, que, siendo niña, confundió y

rebatió a un hereje calvinista.

El P. Viargues, de los PP. Blancos, nos cuenta de una

niña llamada María, inscrita en el Catecismo, que todos

los días andaba tres horas de camino para ir de Biquira a

la Catequesis y otras tres para volver a casa. (¡Iluminare

núm. 57.)

—Como en un verde prado no sólo hay multitud de flores

agradables a la vista... sino también hay plantas medicinales

que sirven de remedio a varias enfermedades, la

doctrina es agradable y hermosa y sirve para curar los

males del alma, etc.

—Señores, decía un alto dignatario enseñando un Catecismo.

Si Sócrates hubiese conocido este libro lo habría

estudiado de rodillas. (Gellé.)

Tal será nuestra existencia,— ¡Divino Código viejo!:

Tu letra, en la inteligencia,—Tu sentido, en la conciencia,

—Y en las obras, tu reflejo.—(Gabriel y Galán.)



LECCIÓN

4. a

Credo

En esta lección, sin que se estudie ampliamente la virtud

de la fe, conviene explicar el Símbolo Apostólico, en

general, y con especialidad la primera palabra: Creo.

En el gráfico se contesta intuitivamente a las siguientes

preguntas: 1. a ¿Qué significa la palabra Creo? 2. a ¿Qué

debemos creer? 3. a ¿Por qué lo debemos creer? 4. a ¿Quién

nos enseña lo que Dios.ha revelado?

¿Veis, niños, esa cruz sobre esa roca"? Bien firme y segura

está. Otra cosa sería si estuviese sobre arena... El

viento, las aguas la derribarían bien pronto.

Cuando vosotros en el Credo decís Creo, no equivale esa

palabra a «me figuro», me «parece», «quizá sea asi», sino

estoy firme, ciertísimo, segurísimo, más que si lo viera con

mis propios ojos, de que es verdad lo que ha dicho Dios

y que, en resumen, se contiene en el Credo, como los rayos

del sol se concentran en el foco de una lente... Y aunque

lo creo firmemente, no lo veo: Por eso en el dibujo hay

esa venda y a la fe la suelen representar con los ojos ven-



— 15 —

dados... La cruz, sobre la roca, indica que nuestra fe ha

de movernos a ser buenos cristianos a cumplir nuestros

deberes, ha de ir acompañada de buenas obras aunque nos

cueste algún sacrificio. Por fin, esos rayos luminosos dan

a entender que la fe ilumina el camino de la vida como

aquella nube, que por la noche alumbraba a los israelitas

en el desierto; y que hemos de conocer bien nuestra fe,

debemos ser cristianos de conciencia ilustrada.

(Repetición. Las cuatro cualidades de la fe: Firme (la

roca) sencilla (la venda) práctica (la cruz) prudente o ilustrada

(los rayos).

* * -X-

¿Qué debemos creer? Todo lo que Dios ha revelado. Y

¿dónde se contiene lo que Dios ha revelado? El gráfico lo

expresa. Esa carta que tien la S. E. significa la Sagrada

Escritura. (Antiguo testamento 45 libros; Nuevo Testados

cifras del 27. (Esa serie de anillos, que partiendo de

dos cifras del 27. Esa serie de anillos, que partiendo de

los Apóstoles llegan hasta abajo, significa la Tradición no

interrumpida hasta nosotros. En el centro, la cruz de Jesucristo.

Una persona que quiere manifestar o decir algo,

puede hacerlo de palabra, o por escrito. La Sagrada Escritura

es la Carta del Señor Omnipotente a las criaturas. La

Tradición es el recado de palabra.

El compendio de la Sagrada Escritura y de la Tradición

se halla en el Credo. Sin atribuir a cada Apóstol un artículo,

se puede muy bien decir que el Credo lo hicieron

los Apóstoles, porque en lo substancial coincide con el que

ellos hubieron de componer.

Y aquí, para excitar la actividad de los alumnos se les

hace decir los nombres de los doce, (San Matías en sustitución

de Judas) a los que se añaden San Pablo y San

Bernabé. (Act. Apost. XIII, 2.) Pueden leerse en el Evangegio

(Matth. X) o en las Letanías de los Santos, o en el Canon

de la Misa. Se recuerda que el Credo se divide en doce

artículos, en memoria de los doce Apóstoles. En la profesión

de la fe que se hace en el Bautismo se compendia en



-16-

tres preguntas. ¿Crees en Dios Padre...? ¿Crees en Jesucristo...?

¿Crees en el Espíritu Santo...? Creación (un artículo.)

Redención (seis artículos.) Santificación y glorificación

(cinco artículos.)

Respecto a la pregunta: ¿Por qué hemos de creer? se

establece una comparación con el magistter dixit de los

discípulos de Aristóteles, o de Pitágoras.

Estos eran hombres mortales, que pueden equivocarse,

o engañar. Dios no puede engañarse, ni engañarnos... De

nuevo se hace notar la consistencia de la roca sobre que

se apoya nuestra fe. Se cita el ejemplo de algún mártir,

v. gr., Santa Eulalia de Barcelona (12 de febrero) o de

Mérida (10 de diciembre.) Se trae al recuerdo la solemne

profesión, que alguna vez habrán presenciado los niños al

acompañar al Santo Viático; «Antes que recibáis el Santísimo

Sacramento... etc.»

* * *

Por último, esa I, que abarca con las dos líneas la carta

y la cadena nos indica que es la Iglesia la encargada de

entregarnos esa carta y darnos el recado en nombre de

Jesucristo...

La I, inicial de la palabra infalible, significa también

que la Iglesia cuando nos da el recado, o la carta, en nombre

de Jesucristo, cuando cumple la misión que el Salvador

le confió «Id y enseñad a las gentes» no puede equivocarse.

Ella nos garantiza que esa carta es la que ha escrito

el Señor (por medio de los autores divinamente inspirados)

y que no ha sido falsificada; ella nos da el recado

con toda exactitud.

EJEMPLOS.—Cuéntase que un general ateniense, llevaba

la mitad de una pieza de oro y cuando la república

le enviaba un mensajero debía éste probar su misión enseñando

la otra mitad. Esto se llama símbolo o señal para

reconocer a una persona. Recitando el Símbolo, se reconocían

los cristianos en las catacumbas. Su resumen era la

señal de la cruz.

—San Francisco Solano cuando tenía treinta años fué a



— 17 —

la ciudad de Montilla, que le vio nacer. Su primera visita

fué para la iglesia parroquial de Santiago, y dirigiéndose

a la pila en que había sido bautizado se arrodilló y rezó el

Credo, con la frente apoyada sobre la piedra (G. Coloma.)

—El Sr. Torras y Bagés, obispo de Vich, en el Coliseo

Romano, después de besar devotamente la cruz que hay

en una de las paredes laterales, se puso en medio del arenario,

se quitó el sombrero y dijo: Hemos venido aquí

como cristianos. Y se puso a rezar el Credo. (Butlleti

Catequistic.)

—El gran periodista católico Luis Veuillot mandó escribir

sobre la losa de su sepulcro este epitafio: ¡Yo creí!

i Ya veo...!

—San Vicente de Paul se había hecho coser en su sotana

un papel con el Símbolo escrito. Lo estrechaba contra

su corazón como diciendo: ¡Creo, Señor, con todo mi corazón!

(Moisset.)

—El tirano gobernador Asclepiades hizo comparecer

ante sí a un niño de doce años. Soy cristiano, dijo el niño,

y comenzó a recitar el Credo.—¿Cómo crees esas cosas?

—Me lo ha enseñado mi madre.

Llamó el tirano a la madre del niño. Delante de ésta le

atormentó cruelmente y el niño no cesaba de repetir el

Credo. Volviéndose el niño a su madre exclamó: tengo

sed...—Ten valor, hijo mío, y llegarás a la fuente de la vida.

El tirano, enfurecido, le hizo decapitar. (Prudencio cit

por Howe.)

—Ante el cadáver del P. Miguel A. Pro, fusilado en Méjico,

una señora decía a un niño de diez años: ¡Hijito mío!

fíjate en estos mártires... para que cuando seas mayor sepas

dar tu vida por la Fe de Cristo y morir como ellos.

(A Dragón. El P. Pro. Pág. 249.)



LECCIÓN 5. a

Existencia de Dios

Este título para los catequistas; que a los niños no se

les ha de decir: vamos a probar que existe Dios, o que hay

Dios. Los argumentos se presentan con toda su fuerza, sin

suscitar la duda, en esta forma: ¿cómo conocemos a Dios?;

o según lo hace acertadamente el nuevo texto alemán,

preguntando: ¿Cómo Dios se ha dado a conocer a los hombres?

1.° Por el mundo visible. 2.° Por la voz de la conciencia.

3.° Principalmente por la divina revelación.

Recordamos a este propósito una comparación, que nos

ha sugerido el Segneri. Un viajero contempla los cuadros

y esculturas admirables que ha hecho un gran artista. Y

cuando piensa en la habilidad y talento del autor, le hablan

otras personas de las buenas prendas de ese artista,

y hasta un hijo del genial pintor y escultor le manifiesta

las excelentes cualidades de su amadísimo padre. Termina

la escena llevando el hijo al viajero a su casa, para que

pueda ver y tratar a quien conocía únicamente por las

obras y por lo que le habían contado...

A Dios le conocemos por sus obras exteriores (creación),

e interiores (la ley escrita en nuestros corazones.)

Pero mucho mejor le conocemos por lo que nos han contado

(Multifariam multisque modis...) los patriarcas y profetas

y últimamente su Hijo. Un día, en su morada, el cielo,

le veremos sicuti est...

En estos tres gráficos desarrollamos el argumento del

mundo visible. El de los días de la creación es quizá el más

importante, porque relaciona la Historia Sagrada con el

Catecismo. Será acaso un poco difícil, para algunos, dibujarlo;

mas lo que no se puede dibujar se sustituye por

letras o palabras. En el principio creó Dios el cielo y la



— 19 —

tierra, esto es, la primera materia, el caos, que indica el

dibujo. Adviértase, luego, cómo siguen los tres días, o épocas,

o cuadros de separación. 1.° Entre la luz y las tinieblas

(hágase la luz.) 2." Entre las aguas superiores e inferiores

(firmamento.) 3." Entre la tierra y el mar. A esos tres días

corresponden los tres de ornamentación (por más que ya

en el 3.° la tierra produjo plantas.) En el 4.° los astros envían

ya la luz. En el 5.° las aves pueblan los aires y los peces

el mar. En el 6.° en la tierra aparecen los animales; y por

fin crea Dios al hombre.

La conclusión podemos tomarla del libro de Job: «Pregunta

a las bestias y te enseñarán; y a las aves del cielo

y te lo mostrarán (a Dios.) Habla a la tierra y te responderá

y te lo contarán los peces del mar. ¿Quién duda que

la mano del Señor hizo todas estas cosas?» (Job, XII, 7-9.)

¿Quién ha hecho la luz y los astros que nos envían la

luz? ¿Quién hizo la atmósfera y las aves que pueblan los

aires?, etc. Manjón, en su hoja 2. a

catequística, da a este

ejercicio una forma muy ingeniosa y muy peculiar suya:

«Decidme, florecitas, ¿quién os ha vestido mejor que a mí

me vistió mi madre? (pregunta una niña)—Decidme, animalitos

corredores ¿quién os ha calzado mejor que a mí el

zapatero?, etc.—Decidme pajarillos ¿quién os ha adornado

con tan bellas plumas y colores?»

Y no contentos con llegar al conocimiento de Dios por



-28-

las criaturas, hemos de procurar que sirvan a los niños de

incentivo para amarle. San Francisco de Asís, decía a las

florecitas: No gritéis tan alto, ya se lo que me queréis decir;

que ame a mi Dios...

«Una niña miraba a unas abejas posarse sobre las flores

y exclamaba: Abejitas, haced rica miel para mí... Su

padre replicó: y tú ¿no debes fabricar rica miel, hacer

obras buenas para Dios?» (P. Sancho.) (—Ve la miel rebosar

en los panales—¡Y aún duda de la abeja! Balart.)

Los otros dos gráficos reproducen la misma idea. Uno,

por gradación, nos

lleva a Dios. Eso

significan las esca­

leras, la escala de

los seres creados:

minerales, vegeta­

\ les, animales, hom­

_#*«%_

^m¡F

~ \

h I

a

v 1

m |

bres, Angeles. Se

hacen ejercicios

prácticos, v. gr.:

Decidme el nombre

de un mineral, etc.

¿Quién ha hecho

los minerales?

Estados de los cuerpos: sólido, líquido y gaseoso. Número

de estrellas, velocidad de su carrera. ¡Y no hay choques ni

retrasos! ¡Y se puede anunciar un eclipse con tanta precisión...!

etc. (Hágase servir al bien de la Religión lo que

los niños hayan aprendido en otras ciencias.)

«Si a los que aprenden a medio silabear algunas palabras

de ese libro (el de la naturaleza) les dedicamos alabanzas,

honores, estatuas; ¿qué no debemos hacer en honor

de aquella Suprema Inteligencia que lo ha concebido

y aquel Soberano Poder que lo ha ejecutado? ¡Qué hermoso

pensamiento! Es de Manjón, (Hojas Pedagógico-

Catequísticas 1. a

serie, pág. 75) es muy fácil desarrollarlo



-21-

al alcance de los niños. He ahí el motivo de ese libro en

el gráfico. En cuanto al globo terrestre, o a la esfera armilar

se refiere al episodio del astrónomo Kircher. Tenía

éste un amigo incrédulo. Un día al ver un globo terráqueo

muy acabado, que poseía Kircher, le preguntó su amigo:

¿Quién lo ha hecho?—¿Cómo? Se ha hecho solo.—Si ese

globo que representa la tierra no ha podido hacerse sólo

¿cuánto menos la misma tierra, con sus montes y sus valles,

sus ríos y sus mares, etc.?

El argumento de la revelación lo reservamos para la

lección siguiente; y respecto a la conciencia, acúdase a la

experiencia misma de los niños. ¿No habéis sentido satisfacción

al hacer una cosa buena? Y en cambio, dentro de

vosotros ¿no habéis sentido como una voz que os reprendía

al hacer algo malo? Es la conciencia; os la ha dado

Dios. Por eso no puede el hombre ahogar esa voz.

Cuando iba a morir en la guillotina Luis XVI quiso

hablar al pueblo. Mas el jefe de la guardia mandó redoblar

los tambores para que no le oyeran.

Por mucho ruido que se meta no puede acallarse el remordimiento

de la conciencia. Más pronto, o más tarde ha

de decir al malvado: ¿Qué has hecho?

SÍMILES Y EJEMPLOS.—El feroz revolucionario Carrier

decía a un labriego: vamos a quitaros las campanas, derribaremos

las iglesias.—Sí, pero no podréis quitar las campanas

del cielo, las estrellas que pregonan la gloria de Dios.



—Weis, en su apología (t. I, pág. 118) refiere que un

sacerdote, que viajaba por el lago de Constanza, dijo a

unos incrédulos, que viajaban con él: Estamos en un buque,

¿no es cierto? ¿no es cierto que el buque se mueve...?

No se ha hecho a sí misma la máquina... Y hecha no se

hubiera puesto en movimiento sin un espíritu inteligente...

Y puesta en movimiento ¿conduciría al buque a su destino,

si no dirigiese esa máquina otro espíritu inteligente y más

poderoso?

—San Francisco de Asís, queriendo comprobar los adelantos

teológicos de sus religiosos entró de repente en clase,

y estaban tratando de la existencia de Dios. ¡Cómo!

Creí que estudiaríais los motivos poderosos para amarle.

Juan Enrique Fabre, uno de los más doctos entomólogos,

el Homero de los insectos, decía: «Yo no puedo afirmar

que crea en Dios, le veo. Sin El nada comprendo, sin El

todo son tinieblas. Antes me arrancarán la vida que la fe

en Dios.» (Re.)

—García Moreno, Presidente de la República del Ecuador

trabajó infatigable durante quince años por el bien de

su Patria, que logró elevar en el orden moral y material a

brillante grado de prosperidad y cultura. Los enemigos de

la Iglesia no le perdonaron que manifestase públicamente

sus profundas convicciones de católico. Un día después de

haber comulgado, cuando iba a pronunciar un discurso en

el Congreso le asesinaron a puñaladas cobardemente.

Al caer bañado en sangre exclamó con energía: ¡Dios

no muere!

Todo, Señor, publica tu existencia,

Todo tu gloria canta;

Y si todo enmudece, la conciencia

Tu imagen agiganta...

(Federico Balart.)



LECCIÓN 6.

¿Quién

es Dios?

En la lección precedente, al mismo tiempo que hablábamos

a los niños de las cosas que ha hecho Dios, descubríamos

por ellas algunas perfecciones de su Autor. Ahora

vamos a explicar las palabras: Dios es lo más excelente y

admirable que se puede decir, ni pensar, etc.

El procedimiento puede ser el siguiente: Se comienza

por reproducir muy a lo vivo la escena de Hiero y Simónides.

A pesar de su gran sabiduría, pedía este filósofo al

Rey de Sicilia plazos y plazos para responder a la pregunta,

que le hizo Hiero:

¿Quién es Dios?-«Cuanto

más pienso en El, dijo

al fin, más difícil me es

conocer su grandeza.»

« ¡ Qué grande es Dios,

Ozanam, qué grande es

Dios! » dijo el sabio Ampare

al fundador de las

Conferencias de San Vicente de Paul, al contemplar las

maravillas de la creación.

Pero el otro día dijimos que a Dios le podíamos conocer

mejor por la revelación, o sea, por lo que nos han contado

otras personas a quienes El se manifestó, o por lo

que ha dicho su Hijo, Jesucristo nuestro Señor. A Moisés

cuando desde la zarza, que ardía sin consumirse, le mandó

que librase a su pueblo de la esclavitud de Egipto le dijo:

Yo soy el que soy. Dirás a los hijos de Israel: El que es me

envía a vosotros. Lo cual significa que Dios es eterno y que

es el único que ha sido siempre, el ser perfectísimo; porque



— 24-

tiene todas las buenas cualidades, sin límite alguno. De El

proviene todo lo bueno que puede haber en las criaturas.

¿Os parece muy difícil todo esto que os estoy diciendo?

Mirad al encerado. ¿Veis el nombre de Dios en ese

triángulo? ¿Veis esos rayos? Decidme: ¿podéis mirar al

sol cuando brilla con todo su fulgor? No, porque os quedaríais

ciegos. Enseguida tenéis

Q/o Í O ^ el que soy.

Dios es espirita.

Q/o soy la verdad.

que bajar los ojos. Así, ahora

tenemos que ser humildes y

decir al Señor: ¡Dios mío! tu

eres grande y yo pequeño, yo

te adoro.

Esas letras que veis significan:

Dios Óptimo (sumamente bueno) Máximo (sumamente

grande, infinitamente perfecto, en sumo grado.) Las

otras iniciales Q S D. (Qis sicut Deus) significan ¿quien

puede compararse con Dios? ¿quién como Dios...? Las

habréis visto en el escudo de San Miguel Arcángel, que

defendió el honor de Dios contra los ángeles soberbios:

* * *

Jesucristo dijo a la Samaritana: Dios es espíritu. En

cuanto Dios no tiene cuerpo. Y cuando se habla de la mano

de Dios, sus oídos y sus ojos, es para dar a entender que

lo puede todo y lo oye todo y lo ve todo y lo sabe todo; noes

que realmente tenga manos, ni ojos, ni oídos...

Y dijo Jesús a los Apóstoles: yo soy el camino, la verdad

y la vida. Al afirmar que El, en cuanto a Dios, es la

verdad misma, nos da a entender que su entendimiento

es perfectísimo, e igualmente su voluntad, que sigue al

entendimiento.

(Pueden hacerse algunos ejercicios via remotionis,

v. gr.: ¿tiene Dios color, cuerpo, figura, etc.? ¿tiene Dios

tamaño? ¿puede morir, pecar, etc.? No es Dios como el

hombre para que mienta, ni cambie de opinión. Otros, via

affirmationis, v. gr.: Hay personas instruidas ¿podrán compararse

con Dios? Hay santos, ¿no lo es Dios incomparablemente

más? ¿Podrá compararse nada, por hermoso que



— 25 —

sea, con la hermosura de Dios? Habrá alguno que como

Faraón se atreva a decir ¿quién es el Señor para que yo le

obedezca? etc.)

En el Prefacio de la Misa se dice: Alaban tu Majestad

los Angeles, la adoran las Dominaciones, tiemblan ante ella

las Potestades... etc.

COMPARACIONES Y EJEMPLOS.—Santo Tomás de

Aquino preguntaba con frecuencia, cuando niño, a los monjes

a quienes sus padres habían confiado su educación:

¿Quién es Dios? Llegó por la pureza de su vida y por su sabiduría

a merecer el nombre de Doctor Angélico. «Bien has

escrito de mí, Tomás», le dijo el Salvador desde el crucifijo,

alabando la doctrina de su Suma Teológica.

—Para hacer entender que las cualidades o atributos

de Dios, no se distinguen de El mismo, se recuerda que con

una sola mirada no podemos abarcar las perfecciones de

Dios (en cuanto es dado conocerlas al hombre) y que por

eso las expresamos con diferentes palabras, como un pintor

no puede reproducir en un solo cuadro todas las bellezas

de un paisaje... (Deharbe.)

—El mar tiene fondo, orillas, límite. Las perfecciones

de Dios son inagotables.

—A buen Señor servimos, dijo Santa Genoveva, apareciéndose

a San Guillermo.

—Newton inclinaba la cabeza siempre que sus labios

pronunciaban el Santo nombre de Dios.

—El pájaro que cada mil años diera un picotazo en una

montaña de diamante, al fin acabaría por deshacerla. La

eternidad no tiene fin, ni principio, ni desgaste.

—Como el ciervo sediento ansia la fuente de cristalinas

aguas, mi alma suspira por Tí, Dios mío.

—¡Deus meus et omnia! ¡Dios mío y todas mis cosas!

Toda perfección, toda excelencia y grandeza se halla en

Dios.

¿Qué hay para mí en el cielo y qué puedo amar en la

tierra fuera de Tí? ¡Dios mío de mi corazón y mi herencia.

por toda la eternidad! (Salmo, LXXII, 25.)



LECCIÓN 7.

Presencia de Dios

¡Dios todo lo ve!, es la máxima que desde muy chiquitines

hemos de inculcar a los niños no ya sólo para infundirles

temor santo de pecar, sino principalmente para

animarlos a practicar la virtud, aun cuando no los vean los

hombres; y para inspirarles confianza en la Providencia.

Vamos, pues, a relacionar con la omnipresencia de Dios

otros dos atributos: el de la justicia «dará a cada uno según

sus obras.» (Ad. Rom., II-6) y el de la Providencia.

El gráfico es bien sencillo, pero da margen para explic

a r provechosamente

toda la materia.

La primera

máxima es como el

principio fundamental

«para algo

mira» para premiar

las buenas

obras y castigar las

malas; para cuidar de todas las cosas y principalmente de

nosotros.

La otra máxima, del libro de Tobias, IV-6 es la conclusión

práctica.

Tracemos un bosquejo de la explicación.

Queridos niños: Por las afueras de la ciudad iba un

niño. Pasaba por un camino junto a un huerto.

Allí sentado había un cieguecito pidiendo limosna...

Al niño se le ocurrió la mala idea de coger unas peras,

que estaban a su alcance. Pero, antes miró por todos la-



— 27 —

dos. ¡Nadie me ve! ¡Ese pobrecito es ciego! —¡Nadie me

ve...! ...¡se olvidó de mirar arriba...!

Poco después pasaba otro niño. Llevaba un panecillo

y una pastilla de chocolate para merendar, y además 15

céntimos que el domingo le habían dado sus padres, como

decís vosotros, de propina. Le ocurrió la buena idea de

dárselo todo al pobre. ¡Como es ciego no me ve! ¡Ahora

no me ve nadie! —Dios le premie la caridad, dijo el cieguecito.

Y el niño siguió tan contento, sin contar a nadie la

buena obra que había hecho...

Después de narrar este caso, o alguno semejante, viene

el diálogo. No les vio nadie ¿verdad...? les vio Dios.

¿Agradaría a Dios el niño que quitó la fruta? ¿Y el que

dio la limosna...? etc.

Para inculcar a los niños el deseo de agradar a Dios,

haciendo obras buenas, se leen los seis primeros versículos

y luego los versículos 16, 17 y 18 del capítulo VI de San

Mateo. Las tres obras a que, según Santo Tomás, se reducen

todas las buenas obras con que se puede merecer y satisfacer

son la oración, la limosna y el ayuno. De ellas dice el

Divino Maestro: Cuando das limosna no quieras publicarla

a son de trompeta... Y tu Padre que ve en lo escondido

te premiará. Cuando hubieres de orar entra en tu aposento...y

tu Padre que ve lo más secreto te recompensará...

Cuando ayunes lava tu rostro, etc..

A continuación se ponen casos de lo que pueden hacer

los niños, v. gr., un niño dice para sus adentros: ¡qué bueno

eres Dios mío! ¡cuánto te quiero! ¿Quién se ha enterado

de lo que ha pensado? Otro, al levantarse, reza de rodillas

junto a la cama... ¡Jesús mío! toma mi corazón... Otro

tenía unos caramelos. Se le hacía la boca agua. Pero piensa

en ofrecer un sacrificio al Niño Jesús... Y los reparte

entre sus amiguitos..., etc.

Está arriba Dios... No sólo está arriba, está en todas

partes y en nuestro mismo corazón. Como decía el Apóstol

San Pablo a los filósofos de Atenas: «no está lejos de

nosotros, porque en El vivimos, nos movemos y existimos.»



-28-

Y no es Dios ciego, como ese pobre que os he citado,

sino que todas las cosas están descubiertas y patentes a

sus divinos ojos. (Ad Hebr., IV-13.)

Para algo mira.—No quedará otra buena, por pequeña

que sea, sin recompensa. Y nada malo quedará sin castigo...

¡Oh, hijas mías! que Dios es buen pagador, y tenéis

un Señor y Esposo, que no se le pasa nada sin que lo vea y

entienda, decía Santa Teresa. (Conceptos del Amor de

Dios, cap. I.)

* * *

Ese ojo suele representar la Providencia. Para algo mira...

para cuidar de todas las cosas que ha criado.

¿No cuidará Dios de vosotros? ¿Sí, porque os ha criado?

Y si cuida de los lirios del campo y de las aves del cielo

¿no tendrá más cuidado de vosotros? ¿No valéis acaso muchísimo

más que las plantas y que los pájaros?

Además, ¿no sois vosotros los hijos de Dios? Y si provee

de sustento y vestido a las aves y a los lirios, que no son

hijos suyos porque no los ha hecho a su imagen y semejanza,

como a vosotros, ¿acaso os faltará a vosotros la protección

de Dios...?, etc.

(Hágase leer a un niño el versículo 22 y siguientes del

capítulo XII de San Lucas.. Recapitulación, Dios cuida de

nosotros: Porque nos ha criado. Porque valemos mucho.

Porque somos sus hijos.)

Iba Jacob a Mesopotamia a casa de su tío Labán. Habiendo

llegado a Bethel, se durmió sobre una piedra. Y vio

en sueños una escala que apoyándose en la tierra llegaba

hasta el cielo. Desde lo alto le habló el Señor. Yo no te

abandonaré a donde quiera que fueres.

Al despertar Jacob dijo: Verdaderamente el Señor está

aquí, y yo no lo sabía...

No se había dado cuenta de ello. ¿Para qué estaba allí

Dios? ¿Qué dijo Jacob? En todas partes Dios cuida de nosotros.

¡Qué confianza ha de inspirarnos este pensamiento!

¿Si Dios está con nosotros quién podrá hacernos daño...?



— 29 —

Leed esa máxima que he puesto en el encerado. Es uno

de los consejos que daba Tobías a su hijo. ¿Qué dice? Si

Dios te mira... no te olvides de El. Acuérdate, tenle presente...

todos los días, no cada semana, cada mes, o cada

año, sino todos los días, y muchas veces al día, continuamente.

Así no te atreverás nunca a pecar...

¡Es tu Padre amantísimo! no le ofendas jamás, no le

causes disgusto alguno; procura agradarle y quererle

mucho...

EJEMPLOS.—José, Susana, Natanael o Bartolomé. Antes

de que se llegara a Jesús le había visto el Salvador y

había visto también que en su corazón no había doblez,

ni engaño (Juan, 1-47.)

—Santo Tomás de Aquino, para no temer el juicio, daba

como medio andar siempre en la presencia de Dios.

—«He oído decir que lleváis una yerbecilla que os preserva

de todo engaño» dijo Felipe II al P. Araoz de la

Compañía de Jesús. Es la presencia de Dios.

—Cuando se construía el ferrocarril de Uganda era desesperante

para los técnicos que lo dirigían la indolencia

de los obreros negros, que se tumbaban a la sombra apenas

dejaban de vigilarlos. Cierto día, teniendo un capataz

necesidad de ausentarse y temiendo que los negros no hiciesen

entretanto cosa de provecho, se sacó un ojo de

cristal que llevaba y colocándolo en un punto visible advirtió

a los trabajadores que su ojo seguiría observándolos

mientras él se alejaba. Atemorizados los negros al ver la

facilidad con que aquél hombre se había sacado el ojo,

trabajaron con ardor; hasta que a uno le ocurrió tapar

el ojo con una corteza de coco... (Por contraste puede servir

este hecho, para recordar que, aunque Dios es espíritu

nada puede ocultarse a su mirada.)

—Así como lo que no reciben la luz del sol, porque

prestan servicio de noche, están pálidos, se halla como descolorida

y floja el alma que se olvida de Dios.



LECCIÓN 8. a

La Santísima Trinidad

Se empieza esta lección recordando cómo se manifestó

la Santísima Trinidad en el bautismo de Jesucristo, en el

Jordán. Se hallaba San Juan en las riberas del Jordán,

predicando penitencia. Y muchas gentes de Jerusalén y de

toda la Judea se hacían bautizar, en señal de que estaban

arrepentidos de sus pecados. Vino Jesús de Galilea y pidió

al Precursor que le bautizara. «Yo debo ser bautizado

por tí ¿y tú vienes a mí?», dijo San Juan. Mas por fin, le

bautizó. Y al instante de salir del agua, el Espíritu Santo

se apareció en figura de paloma, que se posaba sobre el

Salvador. Y se oyó una voz del cielo, que decía: Este esmi

Hijo muy amado en quien tengo todas mis complacencias.

(Si se dispone de algún cuadro que represente esta

escena, la explicación se grabará más fácilmente.)

Después por preguntas retrospectivas se hace ver que

en esa historia, aparte de San Juan, intervienen tres personas.

¿Quién fué bautizado? ¿Qué dijo una voz del cielo?

Este es mi Hijo. Jesucristo es el Hijo de Dios... ¿Y quién

se manifestó en figura de paloma? No es el Espíritu Santo

una paloma, sino que es Dios, la Tercera Persona de la

Santísima Trinidad.

Ahora sólo falta, como dice Penelón, enseñar a los niños

que esas tres personas son uno solo y el mismo Dios.

Cuando se bautiza a un niño se le echa agua sobre la

cabeza diciendo: Yo te bautizo en el nombre del Padre y

del Hijo y del Espíritu Santo. Y ¿cómo decís al santiguaros?

Hacedlo todos...



— 31 —

Es que en Dios hay tres personas, Padre, Hijo y Espíritu

Santo. Vamos a ver: Padre (una) Hijo (dos) Espíritu

Santo (tres). No contéis como un niño que decía: Espíritu

(tres) Santo (cuatro.) Espíritu Santo es una sola persona.

Mirad a ese dibujo que apunto en el encerado.

He puesto una sola D indicando que hay un solo Dios.

Son tres personas: Padre (señalando) Hijo y Espíritu Santo.

Otra vez: ¿Cuántas personas? ¿Cuántos Dioses? (Se

repite el ejercicio.)

Las tres personas son distintas: El Padre no es el Hijo,

(señalando en el gráfico). El Hijo no es el Espíritu Santo.

El Espíritu Santo no es el Padre, etc. (Luego se recorre a la

inversa el triángulo; y después, de cada ángulo se pasa a

los otros dos.) El Padre no es el Hijo; el Padre no es el

Espíritu Santo; el H. no es el P.; el Hijo no es el E.; etc.

(Repiten el ejercicio varios niños. Señalan con el puntero.

Después se pregunta, estando el niño, que ha de responder..

d,e espaldas al encerado.)

(De nuevo se repite el ejercicio con niños.) Pedro, Juan

y Antonio. Pedro es una persona y Juan otra persona y

Antonio otra persona. ¿Cuántas personas son? Pedro no

es Juan, ni Antonio, etc. Son tres personas humanas, distintas,

tres hombrecillos. ¿Cuántos niños son? Tres.

En Dios, en cambio las tres personas Divinas, el Padre,

el Hijo y el Espíritu Santo son un solo Dios. Además, advertid

que entre esos tres niños, uno es más listo y otro



-32-

menos, uno es mejor y otro es peor, uno es más rico y

otro más pobre; mientras que en Dios las personas se distinguen

en la persona, pero no en la sabiduría, ni en la

bondad, ni en la omnipotencia, ni en las demás cosas

buenas que el Catecismo dice de Dios. Volvamos al encerado.

Dios es Padre (señalando); Dios es Hijo; Dios es

Espíritu Santo. El P. es D.; el H. es D.; el E. es D. El P. es

el mismo D. que el H.; y el H. es el mismo D. que el P. y el E.

Un catequista para ver si lo habían aprendido los niños

preguntaba: El Padre ¿es Dios? Si señor. Un Dios (contando

con los dedos.) ¿El Hijo es Dios? Otro Dios. Ya tenemos

dos dioses.—No señor, respondió un niño, muy

atento; es el mismo Dios, no es otro, es el mismo Dios que

el Padre...

(Se repiten los ejercicios en el encerado y se combinan

los dos. Se canta: Son tres personas distintas—iguales en

perfección—Padre, Hijo Espíritu Santo— y no hay más que

un solo Dios.).

Se entiende fácilmente que no puede haber más que un

Dios, infinito, criador del cielo y de la tierra y que gobierna

el mundo. Porque si hubiera dos, el que mandase menos

y valiera menos, no sería Dios; y los dos iguales tampoco

es posible, porque podría querer el uno lo que no quisiera

el otro.

Lo que nunca hubiesen llegado a descubrir aun los

hombres más sabios, por sí mismos, es, que siendo Dios

uno solo, hay en El tres personas distintas, el misterio de

la Santísima Trinidad. ¿Cómo se llama este misterio? ¿Sabéis

quién nos lo ha revelado? ¿Quién nos lo ha dicho?

Jesucristo mismo, que es Dios; y todo lo sabe, y no puede

engañarnos. Hagamos pues un acto de fe en este misterio.

Poneos en pie. Decid: Creo en Dios Padre, creo en Dios

Hijo, creo en Dios Espíritu Santo; creo en la Santísima

Trinidad, tres personas distintas y un solo Dios verdadero.

Gloria al Padre..., etc.



— 33 —

Esa caña con esas tres velas, unidas por la parte de

abajo, nos recuerda precisamente este misterio de la Santísima

Trinidad. El Sábado Santo, al entrar el sacerdote y

los que le ayudan, en la iglesia, se enciende primero una y

luego otra, y por fin, la tercera vela; y teniendo el diácono

la caña, o el mismo sacerdote si no asiste diácono, canta

tres veces, levantando cada vez un poco más la voz: Lumen

Christi, luz de Cristo, dando a entender que ese gran misterio

y los demás de nuestra Religión nos lo ha enseñado

Jesucristo.

Y no sólo la caña con las tres velas, sino otros muchos

objetos en nuestros templos nos recuerdan la Trinidad.

Así veis en el encerado ese adorno de muchos altares y

ventanas de las iglesias, esos tres círculos que forman lo

que se llama trifolio y que se parece a la hoja de trébol, con

que San Patricio explicaba este misterio a los irlandeses.

Y en la administración de los Sacramentos y en la Misa

y en todos los actos de culto se invoca frecuentemente a

la Santísima Trinidad. (Procúrese que los niños busquen

casos en el Catecismo y en el devocionario: Bautismo, Confirmación,

Penitencia, etc., Kyries, Gloria, Credo, himnos,

bendiciones, Letanía, recomendación del alma.)

Esas tres SSS nos recuerdan que los serafines en el cielo

alaban a la Beatísima Trinidad, diciendo: Santo, Santo,

Santo, Señor Dios de los ejércitos, llena está toda la tierra

de su gloria. (Isaías, VI-3.) En la Misa repetimos todos los

días las mismas alabanzas: Santo, Santo, Santo, cuando

el acólito da tres golpes con la campanilla.

(Se canta el Santo Dios, Santo Fuerte, etc., haciendo

notar que tres veces se dice Santo y una vez Señor.)

Bendigamos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

«Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo», fueron las

últimas palabras de D. Ramón Nocedal moribundo..

COMPARACIONES Y EJEMPLOS.—Para niños algo mayores

el triángulo equilátero, en que el área comprendida



— 34 —

entre los dos es siempre la misma, y los ángulos son distintos.

—El hombre que piensa en sí mismo y produce su imagen,

el verbum mentís, y se ama. Lo que en el hombre es

accidental, en Dios es substancial, subsistente, eterno, perfectísimo.

Y no sólo el Padre ama al Verbo, sino el Verbo

al Padre y ese amor mutuo, subsistente, eterno, perfectísimo,

es el Espíritu Santo.

—El hábito de la Orden de la Santísima Trinidad. Tres

colores: blanco, azul (cardenales y golpes de la Pasión) y

rojo (fuego de Pentecostés.)

—La Madre Sacramento, Vizcondesa de Jorbalán, recientemente

canonizada, Superiora General de las adoratrices,

a las cuatro y media de la tarde, donde quiera que

se hallase solía oir cantar a los ángeles el Trisagio. De

aquí nació la costumbre que tienen las Adoratrices de rezar

el trisagio a esa hora. (Aguilar. Vida del P. Claret.)

—El 30 de mayo de 1498 emprendió Colón su tercer

viaje. El 31 de julio, navegando por el mar Caribe, descubrió

una isla; y en honor de la Santísima Trinidad, de la.

cual era devotísimo, dio a la isla este nombre.

—San Eugenio, Obispo de Cartago, invocando a la Santísima

Trinidad curó a un desgraciado, que, habiéndose

fingido ciego para que un arriano engañase a la gente simulando

un milagro, se quedó ciego de veras.



LECCIÓN 9. a

Los

ángeles

En esta lección hemos de proponernos: 1." Que los niños

por la grandeza de los ángeles, escolta del Rey de los

cielos, tengan idea elevada de la majestad de Dios. 2." Que

teman su justicia y huyan del pecado, viendo el castigo

de los ángeles rebeldes. 3.° Que, como los ángeles buenos,

alaben a Dios y cumplan su voluntad (3. a

petición.) 4.° Que

sean agradecidos al Señor, que nos ha dado el Ángel Custodio,

y devotos del Santo Ángel.

Mirad, niños, a vuestro rededor: veis cosas y personas.

El banco es una cosa; un niño es una persona. Dios ha

hecho todas esas cosas visibles, que se ven. En el cielo, en

el firmamento hay miles y millones de estrellas que por la

noche parecen lucecitas pequeñas y sin embargo son grandísimas;

incomparablemente mayores que la tierra; solo

que por la distancia tan enorme a que se hallan, aparecen

casi como polvillo de oro...

Más allá del firmamento hay otro cielo más hermoso,

donde Dios tiene su trono, y en vez de estrellas forman

su escolta los ángeles, personas nobilísimas, seres invisibles,

vivientes, que piensan, y aman; pero que no tienen cuerpo;

son puros espíritus. Son millones y millones, incontables,

más que las estrellas del cielo. Y cada uno de ellos, sin

comparación, es muchísimo más poderoso, más sabio, más

perfecto que los hombres. Así había de ser la escolta del

Rey del cielo. Y no sólo están de guardia ante el trono de

Dios, a quien alaban y bendicen, sino que ejecutan sus órdenes

en el gobierno del mundo.



-36-

En la Historia Sagrada se habla muchas veces de los

ángeles. Decidme los nombres de algunos ángeles. Citadme

algunas personas a quienes se aparecieron los ángeles...

(Se puede hacer que los niños en el libro de Historia

Sagrada vayan buscando algunos hechos; o se les encarga

para otro día.)

Todos los ángeles forman como tres grandes ejércitos,

tres jerarquías; y en cada jerarquía hay tres coros, o tres

divisiones. Los de arriba (señalando en el gráfico.) Serafines,

Querubines, Tronos son los que más cerca asisten al

trono del Señor. Luego siguen los de la segunda jerar­

( S. Q. T.

J_a escolia. ' P. \?. P6.

( Pr. Rr. Rn.

J—a baialla. X-uzoet. - IlLiguel.

oui corona. C/ £¿Liigel Lsusíoaio.

quía: Dominaciones,

Virtudes, Potestades.

Los de la

tercera: Principados,

Arcángeles y

Angeles, son los

que principalmente

se encargan de servir

a la Providencia

de Dios en el gobierno del mundo. (Se citan los nombres

de los coros, porque muchas veces se mencionan en la liturgia

y en los sermones; pero no ha de obligarse a los pequeños

a que aprendan, ni es fácil hacerles entender la

misión de cada uno.)

De modo que los ángeles ¿qué son?—Espíritus sin cuerpo.

¿Qué es un espíritu?—Ser viviente que piensa y ama.

¿Qué cargo tienen?—Son la escolta de Dios; ejecutan sus

órdenes. La palabra ángel quiere decir mensajero, enviado.

Los ángeles no tienen cuerpo; pero para representarlos

en los cuadros se les ha de pintar de alguna manera.

¿Quién ha visto algún cuadro con ángeles? ¿Cómo se les

suele representar? Niños, por su santidad y su inocencia.

Jóvenes porque no envejecen, no morirán jamás. Con unas

arpas, indicando que cantan y alaban a Dios. Con alas

porque obedecen a Dios rapidísimamente, más que volan-



— 37-

do. A veces sola una cabeza con alas, para indicar que no

tienen cuerpo.

* * *

¿Y no habéis visto algún ángel con su escudo? Ahora

os voy a hablar de una batalla.

Si a vosotros os dan una cosa, que os gusta, os ponéis

contentos; pero si os la dan como premio, aún estáis más

contentos, porque la habéis merecido.

Dios crió a los ángeles, muy hermosos y aun los hizo

más semejantes a sí, porque les dio la gracia santificante.

Pero • antes de que pudieran verle y gozar de Dios en el

cielo quiso probar su fidelidad y que ganasen, siendo fieles,

la gloria eterna.

Muchos, y al frente de ellos Luzbel, al verse tan hermosos

y perfectos, quisieron ser tanto como Dios, no quisieron

servirle, pecaron. Pero la mayoría permanecieron fieles

al Señor. Y entonces se entabló una gran batalla en el cielo,

no con fusiles y cañones, sino con el entendimiento y la

voluntad, que es como pueden luchar los espíritus. A la soberbia

de Luzbel opuso San Miguel, con los ángeles buenos,

la humildad. ¿No habéis visto en el escudo de San Miguel

una Q. S. D.? Significa: Quis sicut Deus. Quién como Dios?

Luzbel y los ángeles rebeldes, cayeron como un rayo en el

horno de fuego (Mat. XIII-50) en el infierno, que hizo la

justicia divina para castigo del pecado. ¡Oh, hijos míos

qué horrible es el pecado! Convirtió a Luzbel y a sus ángeles

en abominables demonios. Luzbel ya no es aquel ángel

hermoso, que como brillante lucero sobresalía entre los

demás, es Lucifer, Satanás, maldito de Dios para siempre.

Los ángeles buenos fueron premiados con la corona de

la gloria y son felices contemplando a Dios y alabándole

y amándole por los siglos de los siglos.

* * *

Los demonios llenos de rabia y de envidia quieren hacernos

mal en el cuerpo y en el alma, y llevarnos al infierno.

Son peores que aquel rico avariento, el cual aunque se



-38 —

hallaba en el infierno, quería que no fuesen allá sus hermanos.

El diablo, enemigo nuestro, anda como un león furioso

buscando a quien devorar.

Mas no tengáis miedo. Que los ángeles buenos, por amor

a Dios, nos aman a nosotros. Y el Señor nos ha dado a

cada uno un ángel, el Ángel de la Guarda.

Se explica literalmente la oración al Ángel Custodio.

Fray Hernando de Talavera, en un incunable que se conserva

en la biblioteca del Cabildo Metropolitano de Valladolid,

y que comienza.con la «Breve y muy provechosa doctrina

de lo que debe saber todo christiano» dice que cuando

se acuesta y cuando se levanta debe encomendarse al ángel

bueno y decirle: «Ángel, que eres mi guarda por la piedad

soberana, a mi tu encomendado defiende, rige y ampara.-»

Para exponer esta oración basta recordar lo que el arcángel

Rafael hizo con Tobías: le defendió del pez; le rigió y

guió por el camino; le favoreció (amparar, socorrer) con

toda clase de bienes.

Se concluye exhortando a los niños a dar gracias a Dios

que les ha dado tal compañero.

Y en cuanto al Ángel Custodio, respeten su presencia,

agradezcan sus beneficios, y le invoquen frecuentemente

confiando en su protección. (Reverentiam pro praesentia;

devotionem pro benevolentia; fidutiam pro custodia, San

Bernardo.)

EJEMPLOS.—Santa Francisca Romana veía a su Ángel

Custodio. Era tal la luz que despedía, que durante la noche

podía la santa rezar el Oficio.

—Santa Inés no temió a las amenazas ni a los tormentos

«Mi ángel está conmigo para defenderme» decía. La

llevaron a un lugar infame y el ángel defendió su pureza.

Procopio el más audaz de todos los libertinos cayó muerto

a los pies de la Santa.

—Durante los ocho días que en Villagarcía hizo Ejercicios

el P. Hoyos como preparación a los estudios, no perdió

de vista al Ángel de la Guarda, fuera del tiempo del

sueño. (Vida por el P. Uñarte.)



-39-

—San Isidro Labrador antes de ir al trabajo entraba

en la Iglesia. Su amo, que no lo llevaba muy a bien, creyendo

que con su devoción perjudicaba sus intereses, vio

un día que dos ángeles guiaban los bueyes mientras el santo

rezaba en el templo.

—Santa Gertrudis oyendo un día misa, con especial

fervor, fué arrebatada en éxtasis y vio que su Ángel Custodio

llevaba las oraciones al trono de Dios.

—San Andrés Avelino, que rezaba con gran devoción el

Oficio divino, confesó que algunas veces le había sucedido

oir, a lo lejos, las voces de los ángeles que le respondían

y cantaban con él. (Bolandistas.)

—San José de Calasanz, a la edad de cinco años, con

un puñal quería dar muerte al diablo, el cual se le apareció

como una terrible sombra sobre un olivo al que se subió

el niño y cayó, pero quedó ileso. (Vida, por Timón David.)

A Santa Margarita de Cortona se le apareció el demonio

para asustarla. Pero su Ángel Custodio le dijo: «No temas,

yo estoy contigo.»

—Una noche, mientras San Felipe Neri iba, según costumbre,

a llevar provisiones a un pobre vergonzante, sintió

venir un coche, y, queriendo dejar paso, cayó en una fosa

profunda. El Ángel Custodio le sostuvo milagrosamente y

el Santo no se hizo daño.



LECCIÓN 10. a

Nuestros primeros padres.

Pecado original

En la lección 5. a , al tratar de la existencia de Dios, se

habló ya de la creación del hombre. Ahora se amplían las

ideas y se procura inculcar a los niños sentimientos de

gratitud para con el Señor, que tantos beneficios nos ha

hecho; y de odio y detestación del pecado, causa de tanto

mal.

El gráfico, que no tiene dificultad alguna, indica el plan.

Pero hay que hacer un viaje circular comenzando por el

paraíso y terminando en la muerte. Véase cómo: Dios crió

a nuestros primeros padres y los colocó en el paraíso terrenal,

los destinó al cielo y para que pudieran ir al cielo

les dio la gracia santificante.

Pero ellos, desobedeciendo al mandato del Señor, pecaron

y perdieron la gracia, se hicieron reos del infierno y,

arrojados del paraíso, quedaron sujetos a la muerte.

Por ese pecado original, de nuestros primeros padres,

nacemos todos sin la gracia, sin poder ir al cielo; y no en

el paraíso terrenal, sino en este valle de lágrimas, sujetos

a las enfermedades y a la muerte. Solo María Santísima,

por singular privilegio, tuvo la gracia santificante desde

el primer instante de su Concepción Purísima. Ave María

Purísima... (A. M. P.). Dios al castigar a nuestros primeros

padres maldijo a la serpiente y anunció que una mujer

aplastaría su cabeza.

Las letras d. i. o. g. c. dan a entender la malicia de ese

primer pecado del hombre, en el que hubo desobediencia,

incredulidad, orgullo, gula y curiosidad malsana, o gula



-41-

espiritual. Se presta esta consideración a muchas aplicaciones,

que deben hacer los mismos niños si están algo adelantados.

* * *

¡ d.

p •

gracia - - pecado 1 .

.

0.

1 9-

\

P c.

do — infierno

¿ra raíso — -muerte.

sA. 9/í. 9

Con esto podíamos dar por terminada la explicación

de este gráfico, dejando a nuestros lectores el desarrollarlo

extensamente. La fuente se halla, desde luego, en los

tres primeros capítulos del Génesis; mas hay que saberlos

meditar y hacer interesantes a los niños. Raab (Der Weg

Gottes) lo hace muy acertadamente, a) Creó Dios el cielo

y la tierra, etc.. habitación del hombre. ¡Qué bueno es

Dios que ha hecho todas esas cosas para nosotros! b) Ya

estaba preparada la habitación

del hombre. Pero aún

quiso Dios prepararle un lugar

especial. Hizo el Señor el

paraíso terrenal; sus árboles,

ríos, sus delicias, tiempo agradable,

etc. c) Dispuesto todo,

dijo el Señor: hagamos al

hombre. Miró a las plantas, no

eran bastante hermosas para

hacer como ellas al hombre;

miró a los animales, no quiso

hacer como a ellos al hombre; miró a las estrellas, etc.

Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. Formó

el cuerpo de'barro, etc. Le inspiró el soplo de vida, le

dio un alma. Y el corazón de Adán latió, respiraron sus

pulmones y con su alma conoció a Dios y le amó y le adoró,

etc. Aquí está el parecido del hombre con Dios, en el

alma. Dios es espíritu. El alma es espiritual, Dios es

eterno; el alma inmortal. Dios lo sabe todo. El alma

puede conocer y pensar. Dios es amor; el alma puede

amar, d) Dando Dios al hombre la posesión del paraíso

hizo desfilar ante él los animales, a quienes puso Adán el

nombre más conveniente, e) Las plantas le daban perfume,

mas no podía comunicarse con ellas; los animales le



-42-

.servían pero no podían hablar con él; las estrellas le alumbraban...

No es bueno que el hombre esté solo. Dios le dio

una compañera a quien poder manifestar sus pensamientos,

sus afectos, sus sentimientos de gratitud para con

Dios. (Creación de Eva.)

Vivían felices en el paraíso nuestros primeros padres...

No habían de morir nunca... Desde allí habían de ser

trasladados al cielo, otro paraíso incomparablemente mejor.

Y para que pudieran ir al cielo les dio la gracia santificante.

Ahora sí que eran semejantes a Dios. ¿Veis el sol

cuando se refleja en un arroyo trasparente, que parece

otro sol como el del cielo? Y no sólo eran semejantes a

Dios, sino hijos suyos, etc. Además, su entendimiento

aprendía más y mucho más fácilmente que el nuestro, y

su voluntad dominaba a las pasiones y no se inclinaba al

mal como la nuestra. Todos esos dones se los dio el Señor

a nuestros padres para ellos y para nosotros, sus descendientes.

Para que reconociesen que Dios es el Señor a quien

tenían que obedecer, y para que ganasen la gloria como

premio, según dijimos de los ángeles, les puso un precepto.

De todos los árboles podéis comer, menos de ese que

hay en medio del paraíso. Ni lo toquéis siquiera; porque

el día en que comiereis de él moriréis.

Ya veis cómo el precepto es grave, porque les amenaza

Dios con la muerte.

El demonio tiene envidia al hombre; porque Dios le

crió para el cielo, de donde fué arrojado Satanás por su

rebeldía. Además le tiene odio; porque el hombre es como

un retrato, o imagen de Dios.

Queriendo perder a nuestros primeros padres habló a

Eva, valiéndose de una serpiente. ¿Por qué os ha prohibido

Dios, etc.?... Para que no comiesen la fruta prohibida

les había dicho Dios que ni siquiera la tocasen... Así se

suele caer en el pecado: se comienza por acercarse al pe-



— 43 —

ligro y luego viene el hablar, mirar, etc., hasta hacer pecar

a otros.

Parece poca cosa comer una manzana, o el fruto que

fuese. Pero grave es no querer someterse a Dios. Hubo

desobediencia porque Dios lo había prohibido; incredulidad

porque no creyeron a Dios y sí a la serpiente que les

decía: ¡qué habéis de morir! Eso os lo dice Dios porque...;

orgullo, seréis como dioses; gula, porque a Eva le agradó

la fruta y le parecía que había de ser muy sabrosa; curiosidad

malsana, porque quisieron saber el bien y el mal.

Después de narrar el diálogo de Eva con la serpiente y el

triste final que tuvo, se hace que los niños digan los pecados

que comprende ese primer pecado. La curiosidad es

el apetito del alma para aprender las cosas. De suyo es

buena, como es bueno el apetito; porque cuesta mucho comer

sin ganas. Pero así como la gula es un apetito desordenado

de comer, la curiosidad puede ser desordenada y

mala, cuando uno quiere saber lo que no le conviene. Se

dice a los niños que pongan casos de éste y de los demás

pecados; y enseguida les ocurre el de mirar en un kiosco

malos grabados, acercarse a un corro donde están hablando

mal, etc.

Por último se explican las consecuencias del pecado

original. Cómo se cerraron las puertas del cielo. Adán y

Eva fueron arrojados del paraíso. Perdieron la gracia, no

solo para sí sino para todos sus hijos. Se compara al hombre

con el viajero de la parábola, que cayó en manos de

ladrones (los demonios), los cuales le despojaron de sus

bienes (dones gratuitos, gracia, inmortalidad) y quedó

herido en el camino (desorden de las pasiones, ignorancia,

calamidades de esta vida.)

Justo eres Señor y justos son tus juicios (Salmo 118

v. 137.) Misericordia de Dios al prometer un Redentor.

COMPARACIONES Y EJEMPLOS.—Uno que cae en el

lodo se mancha y se hace daño. La mancha representa el



— 44 —

pecado; el daño la ignorancia, desorden y las miserias de

esta vida.

—Este mundo es como una casa llena de humo que no

deja ver lo de fuera y tampoco lo de dentro. Por la ignorancia,

consecuencia del pecado original, no conocemos

los bienes temporales ni los eternos (Señeri.)

—El siervo infiel despojado de la heredad que su amo>

le había dado. Sus hijos nacen pobres.

—Boadil, vencido por los Reyes católicos, entrega las

llaves de la ciudad. Al retirarse al territorio de las Alpujarras,

y al contemplar por última vez a Granada derramó

amargas lágrimas. ¡Cómo lloran nuestros primeros padres

al contemplar por última vez el paraíso y al pensar en los

dones y gracias que habían perdido!

—Si la fuente está envenenada, las aguas no están sanas.

Privados de la gracia de Adán y Eva nacen sin ella

sus descendientes.

—El grupo famoso de Laocoonte en el Vaticano puede

dar a entender el triste estado de la naturaleza humana

después del pecado. Acometen al héroe troyano y a

sus dos hijos dos enormes serpientes que se enroscan en

sus cuerpos hasta ahogarlos. Gracias al Redentor, que

nos libró de la serpiente infernal.



LECCIÓN 11. £

Adviento

Esta catequesis viene a ser un ejercicio de recapitulación

sobre el Antiguo Testamento, y muestra que Jesús es

el centro en el plan divino. Todos los acontecimientos se

ordenan a preparar su venida, que Dios promete a los

patriarcas, anuncian los profetas y representan anticipadamente

las figuras mesiánicas. Esas promesas y anuncios

eran como los planetas que, en medio de la noche triste en

que se hallaba la humanidad después del pecado, reverberaban

algunos rayos del Sol que había de iluminarnos.

El procedimiento para inculcar ésto a los niños puede

ser así:

I) En la última lección os hablé de la caída de nuest

r o s primeros

padres. Hay caídas

de las que

uno fácilmente

se levanta. Pero

otras veces no;

porque se ha hecho

uno graves

heridas. Y si a

más de eso, la

caída es en una

hondonada, necesita que acudan a salvarle.

Adán y Eva hicieron caso de Satanás. Al decirles que

comiesen de la fruta prohibida, era como si les dijese:

echaos de ahí abajo, del paraíso del pecado, a la muerte, al

infierno. Pudieron ellos arrojarse al abismo y llevar consigo

a todos sus descendientes, a todo género humano; mas



-46 —

ni ellos, ni nosotros hubiéramos podido levantarnos y salir

por nuestro propio esfuerzo (venderé se potuerunt, sed redimere

non potuerunt.) Dios se compadeció de nosotros.

A nuestros primeros padres les prometió un Salvador.

¡Y había de ser nada menos que su propio Hijo! ¡Cómo les.

consoló, en medio de su desgracia, esta promesa!

II) ¿Sabéis vosotros cuánto tiempo tardó en venir el

Salvador, o Mesías prometido? Os lo indica esa gráfico,,

que representa el tiempo de Adviento; cuatro domingos,

cuatro semanas que recuerdan los cuatro mil y más años,

que el mundo estuvo esperando la venida de Jesús. Claro

que ante Dios es muy poco tiempo; porque mil años son

ante El como un día, que pasa rápidamente. Pero los hombres

que se hallaban en las tinieblas y profundidad del

abismo en que habían caído, con qué ansia suspiraban porque

viniese el libertador. Es lo que nos recuerda la Iglesia

durante el Adviento. El color morado de los ornamentos, el

silencio del órgano, el omitirse el Gloria en la Misa significa

la triste situación del mundo antes de la venida de

Jesús; las oraciones, antífonas y otras partes de la Misa

y rezo litúrgico expresan el lamento y grito oe angustia; mas

al mismo tiempo la esperanza de que el Mesías prometido

había de llegar. Ven, Señor, no tardes.

III) Para sostener y alentar esa confianza, Dios bondadoso

repetía una y otra vez la promesa. Se lo prometió a

Abrahám, a Isaac, a Jacob y a otros patriarcas. Además,,

por medio de los profetas iba anunciando de quién había

de nacer, cuándo nacería, dónde; quién sería su madre, su.

vida cuando niño y cuando mayor, sus milagros, su pasión

y muerte, su resurrección y ascensión gloriosa, la predicación

del Evangelio y propagación de la Iglesia. ¿Quiénes,

fueron los profetas, que se llaman mayores? (Se hacen preguntas

según lo que hayan dado ya los niños. Se les puede

encargar que en la Historia del Antiguo Testamento busquen

algo que se refiera al Mesías). Como para Dios todo está

presente inspiraba a los profetas, para que lo anunciasen

al pueblo, lo que había de ocurrir siglos y siglos después.



— 47 —

Pero sabéis que los acontecimientos y las cosas no sólo

se pueden decir de palabra. Se pueden representar con

figuras, cuadros, etc. Vosotros, por ejemplo, cuando ponéis

un nacimiento reproducís la escena de lo que ocurrió al

nacer Cristo Nuestro Señor. Sin embargo, decidme: ¿podéis,

acaso, reproducir una escena que ocurrirá dentro de

mil años, o aun mañana mismo? Claro que nó; pero Dios

sí puede; porque lo ve todo presente. Y así, en el Antiguo

Testamento se habla de muchas cosas y personas, que quiso

Dios representasen en algún rasgo a Jesús. El cordero

pascual, por ejemplo, era figura de Jesucristo que se dejó

clavar en la cruz, siendo inocente, por nuestros pecados.

Isaac, con la leña sobre sus hombros camino del monte

Moria, representaba a Jesús con la cruz a cuestas. Jonás,

que después de estar tres días en el vientre de la ballena

sale con vida, es figura de Jesús, que encerrado en el sepulcro,

resucitó al tercer día.

Dad gracias a Dios porque habéis nacido cuando las

profecías y figuras ya se han cumplido; porque tenéis con

vosotros a Jesús. ¿Sabéis dónde está? ¡En el Sagrario...!

¡Aquel que fué esperado con tanto anhelo...! ¿No queréis

recibirle? ¿No os sentís como enfermos y decaídos alguna

vez en nuestro espíritu? Acercaos a El con las debidas disposiciones,

etc. ¡Ven, Jesús mío!

COMPARACIONES Y EJEMPLOS.—Los israelitas, cautivos

en Babilonia, lloran su destierro, si bien se consuelan

con la esperanza de volver del cautiverio, según se lo anunció

Jeremías.

—Las medicinas que los filósofos gentiles daban al género

humano no podían remediar los males del mundo. Sólo

Jesús era capaz de curarlos.

—Hijos de Israel; por eso os ha esparcido el Señor entre

las gentes que no le conocen para que contéis sus maravillas

y les hagáis saber que no hay otro Dios Todopoderoso fuera

de El (Tob. XIII 4.)



—El gran rabino Dr. Pablo Tichmann había escrito mucho

contra la Iglesia y contra Jesús. Mas un día, movido

por la gracia, viendo cumplidas en Jesucristo las profecías,

exclamó: ¡Es preciso que sea muy tupido el velo que cubre

nuestros ojos para no ver una verdad más brillante

que el sol! Estudió la doctrina católica con los PP. Franciscanos.

Su padre, que era jefe de los rabinos, le trató

como un loco y juró recluirle; pero él huyó a Roma, diciendo

con los ojos arrasados en lágrimas: «Como Saulo he perseguido

a la Iglesia; ayudadme para que sea otro Pablo.-»

—La pálida y temblorosa luz de un cirio ilumina muy

mal las profundidas de una basílica; pero cuando millares

de manos piadosas encienden a la vez lo que la Iglesia

llama la casta obra de las abejas, el templo todo lleno de

esplendor nos revela todas las misteriosas bellezas de su

arquitectura. Tal es la historia del cristianismo, iluminada

por la luz resplandeciente de los oráculos mesiánicos

(Guíber.)



LECCIÓN 12. a

Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor

En esta lección se responde a la pregunta ¿quién es

Jesucristo? Ponemos casi un comentario literal a lo que

dice el Catecismo del P. Astete: «Es el Hijo de Dios vivo,

que se hizo hombre por redimirnos y darnos ejemplos de

vida».

El gráfico es útilísimo para un ejercicio de recapitulación;

y también sirve como introducción a todo lo que hemos

de explicar acerca de nuestro Divino Redentor. En

este segundo artículo del Símbolo Apostólico confesamos

que Jesucristo es el Hijo de Dios y, por tanto, verdadero

Dios. Aunque ahora no expongamos por extenso los argumentos

que prueban su divinidad, haremos alguna indicación

sobre ello. He aquí la marcha de esta catequesis:

¿Queréis saber, niños amadísimos, quién es el esperado

por las gentes tanto tiempo? ¿Queréis también saber a qué

vino a este mundo? ¿Veis esa D que he puesto en el encerado?

Sabéis que significa Dios. ¿Cuántos dioses hay? Uno



-50-

sólo; lo habéis aprendido en otra lección. ¿Y cuántas personas?

Tres distintas, etc. (Breve repetición del Misterio de

la Santísima Trinidad. Véase cómo las líneas del gráfico

indican que Dios es Padre, Dios es Hijo, Dios es Espíritu

Santo. El Padre es Dios etc. En cambio el Padre no es el

Hijo, etc.)

De esas tres personas, la segunda, (¿cuál es?) se encarnó,

se hizo hombre. ¿Cuál de las tres personas divinas,

se hizo hombre? ¿Se hizo hombre el Padre?, ¿el Hijo?, ¿el

Espíritu Santo...? No creáis que Dios Hijo se convirtió en

hombre; lo que hizo fué unir consigo nuestra naturaleza

humana, tomar un cuerpo humano y un alma como los

nuestros, aunque muchísimo más perfectos. Pero no dejó

de ser Dios, ni dejará ya jamás el cuerpo y el alma que tomó

en la encarnación.

¿Y cómo se llama el Hijo de Dios hecho hombre? Jesucristo.

¿Quién es Jesucristo? Es Dios; y como tal es eterno,

el Hijo, la segunda Persona de la Santísima Trinidad.

En el Credo se dice: «y en Jesucristo, su único Hijo.» Hijo

unigénito del Padre. Nosotros somos hijos, porque nos crió

y nos adoptó por hijos en el Santo Bautismo; mas no somos

hijos igual que su Hijo, a quien desde toda la eternidad

engendró comunicándole su mismo ser de Dios. Jesucristo,

¿es el Padre?, ¿es el Espíritu Santo? No; es el Hijo... Jesucristo,

¿es hombre? ¿Quién fué su Madre? Sí, la Virgen Santísima.

Porque el cuerpo de Jesucristo no fué creado de la

nada, como el alma, ni hecho con barro, como el de Adán,

sino que lo formó el Espíritu Santo en el seno de María

Santísima, de la purísima sangre de esta Señora. De modo

que Jesús en cuanto Dios tiene Padre y no madre, y en

cuanto hombre tiene Madre y no padre. ¿Quién es el

Padre de Jesucristo? Dios Padre. ¿Quién es su Madre? La

Virgen María. Así, pues, Jesucristo siendo una sola persona,

el Hijo, tiene el ser de Dios y el ser de hombre, esto es:

dos naturalezas, una divina y otra humana, sin confundirse,

ni mezclarse entre sí.

Para que lo entendáis, en cuanto cabe, voy a poneros



— 51 —

una comparación, aunque muy imperfecta. Figuraos un

árbol frutal con dos ramas y que se ha injertado de tal

modo que cada rama dé una clase de fruto; las dos ramas,

si bien son distintas, pertenecen al mismo árbol, se hallan

unidas al mismo tronco... (Preguntas retrospectivas. Ejercicios

sobre el gráfico. Cántico: El Hijo se hizo hombre,

sin dejar de ser de Dios... Con niños pequeños se canta y

se muestra en el encerado, como lo indica la disposición de

las letras en una misma línea, que Jesucristo es Dios Hijo,

que se hizo hombre, sin descender a los pormenores más

difíciles que hemos expuesto.)

Que Jesucristo es verdadero hombre, que nació de la

Virgen María, lo hemos de ver en la elección próxima. Y su

cuerpo, no era aparente, sino verdadero. Por eso dijo a los

Apóstoles, los cuales después de resucitado le tomaron por

un fantasma: Palpad y ved, que un fantasma no tiene carne

y huesos, como veis que yo tengo.

Que es Dios lo dijo su mismo Padre (Bautismo, Transfiguración);

lo afirmó El ante sus Apóstoles y ante el pueblo,

ante Caifas y el sanhedrín; y precisamente por eso fué condenado

a muerte. (Se indican algunos testimonios, o se hace

. que los niños los busquen en la Historia Sagrada.)

Lo dijeron los Apóstoles y lo predicaron por todas partes,

sin miedo a los tormentos, ni a la muerte. (Palabras de

San Pedro que se repiten en el Catecismo: «el Hijo de Dios

vivo», esto es, verdadero. (Deum verum de Deo vero.)

Y en prueba de que Jesús es el Hijo de Dios, realizó por

su propia virtud muchos milagros. Decidme algunos. De

ellos hablaremos otro día.

Decid, pues, como San Pedro: Tu eres Cristo, el Hijo

de Dios vivo; o como Marta: (San Juan XI.) Sí, Señor, yo

creo que tu eres el Hijo de Dios que has venido a este

mundo.

II

¿Para qué se hizo hombre el Hijo de Dios? ¿Veis esa

cruz? Indica que se hizo hombre para redimirnos, murien-



-52 —

do crucificado. Nació en un establo abandonado, predicó

más tarde el Evangelio, murió en la cruz, resucitó al tercer

día, subió a los cielos. Pero se ha quedado con nosotros,

aunque escondido, en el Santísimo Sacramento. (Con las

estrofas del cántico: Cristianos venid, se recuerdan estos

misterios.)

Cuéntase en el libro IV de los Reyes (cap. IV) que una

mujer de la ciudad de Sunam tenía un hijo, a quien empezó

a doler la cabeza y por fin murió. La madre llena de amargura,

fuese al profeta Elíseo y le rogaba que resucitase

a su hijo. ¿Sabéis lo que hizo el profeta para volverle a la

vida? Se encogió y puso su boca sobre la del niño y sus

ojos sobre los suyos y sus manos sobre las del niño. Dios

se encarnó para poderse humillar y anonadar y hacerse

pequeño y devolvernos así la vida de la gracia, que habíamos

perdido por el pecado de nuestros primeros padres...

Murió para abrirnos las puertas del cielo. Pero además

nos enseñó el camino, yendo El delante con su ejemplo

durante todos los años de su vida sobre la tierra; y con la

palabra durante los años de su predicación... Sed pues

agradecidos; amemos a quien tanto nos amó, etc.

COMPARACIONES Y EJEMPLOS.—Si un pedazo de hierro

se une a un lingote de oro, por muy unidos que estén,

no se confunden, conserva cada uno su naturaleza y sus

cualidades.

—La comparación de San Roberto Belarmino, de dos

personas que ayudan a otra a que se ponga un vestido,

indica en algún modo que la obra de la encarnación es de

las tres Personas; pero sólo el Hijo se revistió de nuestra

naturaleza.

—Bühlmayer pone una comparación, de un rapazuelo

que había cogido pájaros en un campo y los llevaba en la

red; pero el dueño del bosque le rasga la red y da libertad

a los pájaros. A nosotros, cautivos de Satán, nos libertó

Jesucristo. (Anima nostra sicut passer erepta es de laqueo

venantium. Psal. CXXIII-7.)

—También cuenta, que una enorme serpiente sorpren-



— 53 —

dio a un león y enroscándose en él no le dejaba moverse,

e iba a ahogarle, cuando un cazador con su machete dio

un tajo a la serpiente. El león, agradecido, seguía como un

cachorrillo a su libertador. Será una fábula; lo cierto es

que Jesucristo con la cruz nos libró de la serpiente infernal.

Y ¿no le amaremos y seguiremos con fidelidad?

—San Paulino de Ñola se quedó como esclavo en lugar

del hijo de una pobre viuda al que habían hecho prisionero

los vándalos. (Vida, 22 de junio.)

—San Vicente de Paul, se puso al remo en una galera

por que recobrase la libertad un galeote que no podía atender

a su mujer y a sus hijos. (19 de junio.)

—En el proceso de canonización de San Gerardo Maie-

Ua, lego redentorista, se refiere que hallándose el Santo

en su juventud al servicio del Sr. Obispo de Lacedeña, en

Italia, fué a por agua a un pozo que había en la plaza y se

le cayó la llave. Nadie podía sacarla. El santo joven se apuró

mucho; porque cuando regresase el Prelado a palacio,

tendría que quedarse a la puerta. Fué a la Catedral, y después

de rezar devotamente, cogió una imagen del Niño

Jesús. Volviendo enseguida al pozo ató al Niño con la cuerda

y, pidiéndole que le trajese la llave, le sumergió en el

agua. ¿Cuál no sería el asombro de la gente al ver que el

Niño en su mano sacaba la llave? Puede aplicarse este suceso

a la salvación del género humano. Las puertas del

cielo estaban cerradas por el pecado de nuestros primeros

padres. Nadie podía entrar. El hijo de Dios se hizo hombre

para abrirnos las puertas del cielo. La llave es su cruz bendita,

donde murió por salvarnos.



LECCIÓN 13. a

Navidad, Año Nuevo, Reyes

Al tratar de la infancia de Jesucristo, habíamos de escoger

algún episodio, y entre ellos los que se refieren a esas

tres fiestas del ciclo de Navidad. Los otros se darán extensamente

en la clase de Historia Sagrada.

Ahí tenéis, niños, ese mapa. Representa la Palestina.

A un lado el río Jordán con el lago de Tiberiades y el mar

Muerto. Al otro, el mar Mediterráneo que en esa región se

llama de Levante. Al norte, la Galilea; al sur la Judea; en

el centro, Samaría. ¿Veis en la Galilea una N y una casita?

En una casita de Nazaret, vivía la Virgen María, desposada

con un varón justo, llamado José. De modo que

San José es el esposo de María. Un ángel, el arcángel San

Gabriel, se apareció a María, y en nombre de Dios la pide

su consentimiento para ser la madre del Niño Jesús. La

Virgen Santísima, después de cerciorarse de que permanecería

siempre virgen, lo cual tanto ella estimaba, excla-



— Simó:

«He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu

palabra.» Y en aquel instante el Hijo de Dios se encarnó

en las purísimas entrañas de María, por obra del Espíritu

Santo. ¡Con qué devoción besan los fieles esa casita, que

hoy se halla dentro de un magnífico templo en Loreto, en

Italia! Los ángeles la llevaron por los aires, primero a Dalmacia,

y de allí a Loreto.

Saludad a María con la devoción y fervor con que la

saludó el ángel, y como la saludó Santa Isabel, la cual después

de decir: bendita tú, entre todas las mujeres y bendito

es el fruto de tu vientre, añadió: ¿de dónde a mí tanto

bien, que la Madre de mi Señor venga a visitarme? La

Madre de mi Señor; porque Jesucristo es Dios nuestro

Señor, y María es madre de Jesús... Su padre ya sabéis que

es Dios Padre.

* * *

Parece que Jesucristo había de haber nacido en su casa,

aunque pobre y humilde; pero quiso nacer aún más pobre

y humilde en Belén de Judea, a unos 110 kilómetros al sur

de Nazaret, según estaba anunciado por los profetas... La

ocasión fué el edicto del emperador Augusto (léase en el

Evangelio de San Lucas, cap. II.)

El que ha nacido es Dios. Por eso le adoran los ángeles

y dan a los pastores la noticia de su nacimiento para que

vengan a adorarle, etc..

Niños queridos; venite adoremus, venid también vosotros,

venid al Sagrario, adoremos a Jesús que está como

envuelto en pañales y escondido bajo el velo blanco de los

accidentes de pan... Amemos al Niño de Belén, os diré con

San Francisco de Asís, que era tan devoto de este misterio,

e introdujo la costumbre de poner nacimientos. Venid,

que Jesús os llama. Venid para que un día, al juzgarnos,

os diga: venid, benditos de mi Padre, al reino que os tengo

preparado, etc....

II

El día primero del año se celebra la Circuncisión. Jesús



-56 —

derrama las primicias en su sangre por nuestro amor...

En justa correspondencia dad a Jesús:

—lo primero de vuestra vida, la infancia y juventud.

—las primicias del año, renovando vuestra consagración.

—El primer instante de vuestro día, al despertar.

(Se desarrollan estos pensamientos y se recuerda que

Jesús llama a las puertas de nuestro corazón, pidiendo que

le admitamos en él. Praebe, fui mi, cor tuum mihi, etc.)

Rezad ese verso que es tan bonito: Hagamos, mi niño,

un trueque, un cambio, etc.

La segunda parte del gráfico va encaminada a inculcar

a los niños la santa alquimia, que todo lo convierte en te-

Hagamos, mi niño,un trueque

aunque yo pienso ganar;

Toma mí vida y mi alma

y dame fu amor..y en paz

soros para el cielo: orar, trabajar y sufrir, durante este

año, por agradar a Jesucristo...

Es la manera de aprovechar el tiempo. Se cuenta la

parábola de Bühlmayer. Un muchacho encontró una bolsita

con piedras. Estaba a la orilla del mar. Cogió las piedras

y comenzó a tirarlas a las gaviotas. Le quedaba sólo

una cuando una persona mayor, que por allí pasaba, observando

la piedra, le hizo saber que aquellas piedras eran

preciosas. ¡Oh tesoro perdido! ¡Oh tiempo perdido para

los que lo malgastan, en vez de cumplir con su deber y

hacer obras buenas para ganar el cielo!



-57-

III

El día del Dulcísimo Nombre de Jesús (Dom. infraoctava

Circunc. o el 2 de enero) descomponiendo el nombre

de Jesucristo en sus dos partes, a modo de nombre y apellido

(Jesús est proprium nomen, dice San Bernardino de

Sena, et Christus appellativum), se representan en el gráfico.

El ángel que dio la alegre nueva del Nacimiento a los

pastores, les dijo: «os ha nacido el Salvador» (esto significa

Jesús), «que es Cristo», o Mesías.

Antes había dicho también un ángel a San José: «le

pondrás por nombre Jesús, pues ha de salvar a su pueblo

de los pecados.»

Se ha de exhortar a los niños a que invoquen ese nombre

con frecuencia.

Por ser poderoso (curación del cojo de nacimiento; in

nomine meo daemonia ejicient) se ha de invocar en las necesidades

y peligros. El Venerable Tomás de Kempis así

ahuyentaba al diablo. A la hora de la muerte, cuando Satanás

arrecia en sus ataques sabiendo que le queda poco

tiempo...

Por ser dulcísimo se ha de pronunciar como saboreando

su dulzura y suavidad y gozándose en sus excelencias.

(Dulcís Jesu memoria—dans vera cordis gaudid—sed super

mel... Nil canitur suavius, auditur nil jucundius, etc.)



— 58 -

Por ser santo ha de pronunciarse con respeto. (In nomine

Jesu omne genuflectatur.) Inclinación de cabeza.

La palabra Cristo, significa ungido. Se ungía a los profetas,

a los reyes y a los sacerdotes. Jesús fué enviado por

su Padre con esa triple potestad, que comunicó a los Apóstoles

y a la Iglesia; la de enseñar y anunciar el camino de

salvación (profeta), la de santificar las almas (sacerdote),

la de regirlas y gobernarlas para que cooperen a la gracia

de Dios (rey.)

IV

Por último, en el gráfico referente a los Reyes Magos

se hacen notar las tres cualidades de obediencia, fortaleza

y religión. ¿En qué fueron obedientes...?, ¿en qué valientes...?,

cómo adoradores? Después de haberlo hallado los

niños en el relato evangélico, ayudándoles, si es preciso, el

catequista, se les pregunta en qué pueden ellos imitarlos

y se ponen casos concretos. Se les hacen notar analogías

entre la estrella y la lámpara del Santuario. También ellos,

al entrar en el templo, deben decir como los Magos: hemos

visto su estrella, esa lámpara que nos indica dónde

está Jesús. Y hemos venido, con mucho gusto, no a jugar,

no a charlar, sino a postrarnos ante El y adorarle, etc.

¿Queréis ingresar en el grupo de los pajes de los Reyes

Magos? Al entrar en el templo ofreced a Dios el oro

de vuestro amor, decid enseguida: ¡Dios mío te amo! Luego,

al llegar a vuestro puesto, ofreced el incienso de la ora-



— 59 —

ción fervorosa, y la mirra de vuestra compostura y silencio,

aunque os cueste algún sacrificio... (corazón, incensario

y cruz.)

COMPARACIONES Y EJEMPLOS.—I. Cuéntase de Fray

Gil, compañero de San Francisco de Asís, que habiendo tenido

revelación de que cierto doctor dudaba de la virginidad

de María, fué a encontrarle en un camino y dando con

su báculo un golpe en el suelo dijo: «Virgen antes del parto»

y al punto nació allí una azucena; dando otro paso

repitió el golpe y dijo: «Virgen en el parto» y brotó otra

azucena más hermosa; adelantando un paso más dijo:

«Virgen después del parto» y floreció otra azucena. (Desiderio

y Electo.)

—San Lorenzo Justiniano, celebrando la Santa Misa el

día de Navidad, arrebatado en éxtasis vio al niño Jesús.

—A la Beata Jacinta Mariscotti que repetía muchas

veces: «Ven Jesús mío, ven a morar en mi corazón», le respondió

el Salvador: «Heme aquí que vengo, amada esposa

mía.»

—Eleazar, uno de los Macabeos (1. Mach. VI 44) se entregó

a sí mismo por salvar a su pueblo y ganarse un nombre

inmortal. Porque viendo un elefante con las armas del

rey enemigo llegó hasta los pies del elefante y le mató,

muriendo él... Jesucristo venció a Satanás muriendo en la

cruz, bajo la cual cayó, camino del Calvario, como oprimido

por el peso de nuestros pecados.

— ¡Viva Jesús! Eran las palabras con que San Francisco

de Sales solía comenzar sus libros y cartas.

—Se refiere como un prodigio de caridad lo que hizo

el rey San Eduardo, que viendo junto a un camino a un

mendigo que no podía moverse... le tomó afectuosamente

sobre sus hombros y le llevó a la iglesia. Fué este un acto

heroico de caridad que admiró al pueblo. Sin embargo San

Eduardo no por eso dejó de ser rey y continuó rico, como

antes. Pero el Hijo de Dios para salvar la oveja perdida,

que era el hombre, se despojó de su majestad y se hizo

Pobre. (San Ligorio.)



LECCIÓN 14. a

Vida de Nuestro Señor Jesucristo

Como lo advertimos ya, en la explicación dialogada,

estas catequesis referentes a la Vida de Cristo Nuestro

Señor tienen su lugar en la Historia Bíblica. Aquí, aunque

no pasemos del Nacimiento a la Pasión, como hacen muchos

autores siguiendo el Símbolo Apostólico, nos concretaremos

a unos ejercicios de recapitulación en que el catequista,

más que en otros temas, ha de procurar que los

niños tomen parte activa.

Esta catequesis general, sirve de preámbulo:

Queridos niños: Ya habéis visto que el Hijo de Dios se

hizo hombre. Se cumplió pues lo que había anunciado el

profeta Baruch: (111-38.) «Fué visto en la tierra y conversó

con los hombres.» Pero Jesús tiene sus delicias en estar con

nosotros. Por eso vivió en la tierra—¿sabéis cuantos años?

—Unos treinta y tres. Y al subir de este mundo al Padre,

aún se quedó, aunque escondido, en la tierra. ¿Dónde está

Jesucristo en cuanto hombre...? Mirad al Sagrario, dirigidle

una mirada con cariño, que El os mira con indecible

amor...

De modo que ¿cuántos años vivió Jesús, como hombre

mortal, entre los hombres? ¿Le habéis visto vosotros?

¿Cuántos años teníais que tener para haberle visto? ¿Dónde

vivió? ¿Fué aquí en España? ¿En Europa? ¿En América?

¿Dónde? En Palestina, en la parte occidental de Asia

(véase el mapa.) Allí pasó el Divino Salvador su vida, menos

algún tiempo que estuvo en Egipto, cuando niño, porque

Herodes le quería matar. Mas al volver de Egipto fué



-61-

a Nazaret (ya sabéis que está en Galilea) y allí permaneció

hasta la edad de 30 años. Ese grande espacio donde he

puesto 30 os indica que no fueron un año, ni dos los que

pasó Jesús en esa villa, sino la mayor parte de su vida. Por

eso le llaman Nazareno. ¿No habéis visto en la cruz un

letrero? Pues bien, después de la I, o J, que significa Jesús,

sigue la N que significa... ¿Y qué hizo Jesús durante esos

E-0

JCiD-P

R-

30 años? ¿Predicaba? ¿Se daba a conocer como el Hijo de

Dios? No; por eso se llama a ese tiempo; su vida oculta.

Os la da a entender esa O que veis en el encerado.

Pero a los treinta años, después de bautizado (B) por

San Juan, y de retirarse cuarenta días al desierto, comenzó

a recorrer la Judea y la Galilea y Samaría predicando el

Evangelio y mostrando con los prodigios que realizaba

que era el Mesías prometido, el Hijo de Dios, que venía a

salvarnos. Duró esta predicación cerca de tres años y se

llama vida publica. (P) ¿Qué hizo Jesús durante los tres últimos

años que vivió en Palestina? ¿Cómo se llama esa

vida? Las gentes le seguían, atraídas por su bondad, por

su doctrina y por sus milagros; mas al fin engañados por

los escribas y fariseos pidieron la muerte de Jesús, que fué

crucificado. Todo esto lo indica ese dibujo. La T significa

el triunfo de Jesucristo, o vida triunfante; porque Jesucristo

resucitó al tercer día, y después de haberse aparecí-



62

do varias veces a sus discípulos, a los cuarenta días subió a

los cielos donde vive y reina por los siglos de los siglos.

Otra cosa hay en el dibujo. ¿Para qué se encarnó el

Hijo de Dios? Jesucristo vino a redimirnos y nos redimió

en la Cruz. Allí derramó toda su sangre, por nosotros, después

de cruelísimos tormentos. Ni creáis que Jesús solamente

sufrió en su Pasión. Toda su vida fué un sacrificio

continuo; no pasó una hora (dice el Kempis, libro hermosísimo

que trata de la Imitación de Jesucristo) sin sufrimientos.

Ya visteis cómo sufrió frío y pobreza en Belén y

cómo a los ocho días de nacer derramó, por amor nuestro,

las primeras gotas de sangre, en la Circuncisión. Y

siempre tuvo presentes los tormentos, que había de padecer.

Cuenta una leyenda, que cuando Jesús era niño cultivaba

en el huertecillo de su casa unos rosales. Vinieron

otros niños y les empezó a repartir las rosas hasta que no

quedó una siquiera. ¿Y para tí no hay rosas?—Sí; para mí

las espinas... Pero en la Cruz es donde acabó la obra de

la Redención. Muriendo nos abrió las puertas del cielo...

Ya están abiertas. ¿Vosotros queréis ir al cielo? ¿Cuál

es el camino? Jesucristo nos lo enseñó.

Hay dos maneras de enseñar a uno el camino que ha.

de seguir. La mejor es acompañarle, yendo delante. «Venga

usted conmigo y no se perderá.» Jesús va delante con su

ejemplo, para que le sigamos. Toda su vida nos dio ejemplo

de las mas admirables virtudes; pero durante su vida oculta,

no predicaba, enseñaba sólo con el ejemplo. Ya veremos

en otra lección qué ejemplos nos dio. Por de pronto

aprended a ser humildes, a no querer farolear, como decís

vosotros, ni buscar los primeros puestos, ni los mejores

trajes, etc. Ya veis que Jesús, con valer tanto, como que es

el Hijo de Dios, llevó durante treinta años la vida pobre de

un obrero...

Otra manera de enseñar un camino es diciendo por

dónde se ha de ir. «Mire usted, vaya por ese sendero de



— 63-

la derecha; cuidado no se confunda, pues si va por el otro

lado, corre peligro de perderse; luego verá usted una carretera,

etc.» Jesús, durante su vida pública, predicando

el Evangelio, la doctrina, nos enseñó lo que debemos hacer

para ir al cielo, etc.

Recapitulación.—¿Qué hizo Jesús durante su vida en la

tierra? Nos enseñó con el ejemplo en su vida oculta; además

de continuar dándonos ejemplo predicó la doctrina

durante la vida pública; en la cruz nos redimió y nos dio

los más sublimes ejemplos y más admirables enseñanzas.

En la última cena decía el Salvador a sus discípulos:

Yo soy el camino, la verdad y la vida. (Joan, XIV, 6.)

El camino, por ejemplo; la verdad, por la doctrina; la

vida sobrenatural de la gracia, que nos mereció en la cruz.



LECCIÓN 15. a

Vida oculta.—Jesús nos enseña con el ejemplo

En esta lección se propone a los niños por modelo Jesús

adolescente. Tiene para ellos un encanto y gracia especial.

Más que ir enumerando todas las virtudes para con

su Eterno Padre, para con los prójimos y consigo mismo,

conviene escoger algunas en particular, las más apropiadas

a las circunstancias de nuestros alumnos.

Queridos niños: Os he dicho que Jesús nos enseñó con

el ejemplo. Él mismo, en cierta ocasión, decía a los Apóstoles:

os he dado ejemplo para que como lo hice yo, así lo

hagáis vosotros. Y el apóstol S. Pedro

J. N.

0 B D

.-• — ora

'

laoora"

c

dice que Jesucristo nos dio ejemplo

para que sigamos sus pisadas. (I. Petr.,

11-21.) Así no nos será muy difícil ser

buenos, seguir la senda de la virtud.

Cuéntase en la vida de San Wenceslao,

duque de Bohemia y mártir, que,

visitando de noche las iglesias, un paje

que iba con él no podía soportar el frío

y andar sobre la nieve, no obstante

estar calzado, y el duque descalzo. El santo le dijo que

pusiera los pies sobre las huellas que él dejaba, y sintió

el paje tal calor y bienestar que gozoso le seguía... Seguid,

hijos míos, a Jesús y no se os hará muy penoso el

camino del cielo. Jesús mismo os llama, y os dice: Venid

a mí, que yo os aliviaré...

Sed como un buen pintor. Mirad mucho al modelo. Mirad

a la muestra, para que os salga bien la copia. Mirad



— 65 —

mucho a Jesús para que os parezcáis a El. Porque entonces

el Padre se complacerá en ver en vosotros la imagen de

su Hijo (quos praedestinavit, etc. Ad. Rom. VIII, 29.)

¿Y en qué debéis imitar al niño Jesús? En El se hallan

todas las virtudes. ¿No habéis visto un campo muy florido

en que hay flores variadísimas, a cual más hermosa y perfumada?

Eso ocurre en la vida de nuestro querido Nazareno.

(J. N. Jesús Nazareno.) Nazareno significa florido. Y

Jesús en la casita de Nazaret nos da ejemplo de todas las

virtudes. Ahí os he puesto algunas... ¿A ver cómo leéis esas

letras? O Be De Ce. Obedeced, sí; mirad al Divino Niño.

¿Quién era? ¿A quién obedecía? ¿En qué?... Jesús, aquél

ante quien se postran los ángeles, que anunciaron su nacimiento,

obedece a un pobre obrero. Que ésto era San José,

su padre adoptivo o nutricio. Y la Virgen Santísima, al fin,

era criatura y el Niño es... Dios. ¿Quién sabía más? ¿Quién

valía más?... etc.

Obedeced, como el Niño, de buen grado, sin discutir ni

replicar... que quien obedece, decía San Miguel de los Santos,

va al cielo en hombros ajenos, muy fácilmente...

Sed piadosos; eso os da a entender la palabra ora. ¿Rezaría

Jesús, con gusto, a su Eterno Padre? ¿Le agradaría

hablar con El? ¿Os acordáis de cuando fué al templo, a la

edad de doce años?

A vosotros ¿os gusta ir al templo? ¿No es la casa de

vuestro Padre Celestial? ¿No está Jesús allí, en el Sagrario?

¡Qué bien! Cuando os llevan vuestros padres, o maestros a

la iglesia debéis alegraros, más que si os llevaran a jugar

al fútbol o a ver una función muy bonita.

Pero todas las cosas tienen su tiempo. Y cuando estéis

jugando, o estudiando, en todas partes debéis acordaros

de que allí está Dios y debéis decirle ¡Dios mío! ¡qué bueno

eres! Te amo con todo mi corazón... Y al acostaros debéis

decir: ¡Dios mío yo duermo, pero mi corazón vela y

late por Tí! Y al despertar: ¡Dios mío toma mi corazón,

para Tí...!

Y debéis alegraros al venir a la Doctrina, porque os



— 66 —

decimos cosas de Jesús ¡y mucho, muchísimo al comulgar

porque recibís a Jesús!, etc.

La palabra labora significa: trabaja. Hay que trabajar y

cumplir nuestros deberes, cada uno los que les correspondan.

¡Las manos de Jesús manejaron tantos años la sierra,

el martillo y la garlopa...! ¿Quién se quejará del trabajo?

Que mire al Divino Salvador...

Aplicaos, por Dios, de buena gana, sin miedo. Que ocurre

con el trabajo lo que con el agua. El que para lavarse

anda metiendo un dedo en la jofaina siente el frío; pero

si de repente se da un buen chapuzón, entra en calor y lo

siente menos...

Por último, si vais en pos de Jesucristo, no hay que pararse;

cada día debéis ser mejores. Que Jesús, dice el Evangelio,

crecía en edad, sabiduría y gracia, delante de Dios

y de los hombres. No que cada día fuera más bueno, porque

no podía serlo más, sino que, según crecía en edad, iba manifestando

cada vez más su celestial sabiduría y su virtud;

a la manera que el sol, con tener la misma luz, nos

envía sus rayos más directamente a medida que se eleva

sobre el horizonte, hasta llegar al mediodía.

SÍMILES Y EJEMPLOS.-—Indigno es el cristiano del

nombre que lleva, si no se afana en imitar, fielmente, a Jesucristo.

(San Cipriano.)

—Jesús nos dice: sed perfectos como lo es vuestro Padre

Celestial.

Y si nos ocurre replicarle como el apóstol Felipe: «Muéstranos

al Padre»; nos responde: «Quien me ve a mí, ve

también a mi Padre.» (Joan XIV.)

—El P. Zucchi, de la Compañía de Jesús, regaló a una

señora una imagen del Salvador, Ella la aceptó, aunque

creía que para bien poco habría de servirla. La puso sobre

el piano, como se lo pidió el Padre. Al mirarla llegó a examinar

y comparar su conducta con la del Niño Divino. ¡El

tan pobre y yo con tanto apego al dinero! El tan humilde

y yo con tanto orgullo, etc. Llena de emoción derramaba



— 67 —

abundantes lágrimas. Por fin renunció al mundo para consagrarse

por entero a Dios. (Vida del P. Zucchi.)

Un niño se santificó, porque mirando todos los días

la imagen del Divino Infante, que le habían regalado, se

preguntaba. ¿He sido como El, piadoso y obediente? ¿He

adelantado en gracia como en edad? (Jaegers.)

—San Antonio de Padua, mirando fijamente al Niño

que se le apareció.

—En el siglo II hubo un heresiarca, Marción, que predicaba

un Cristo rico, poderoso, viviendo fastuosamente y

propio para deslumbrar a todo el mundo. Quitad de mi vista,

decía, esos pañales y esa cuna abyecta; vuestro Cristo

es demasiado pobre y miserable y no puedo hacerme a él.

No, no, le replicó el grave Tertuliano, Cristo es pobre, Cristo

es miserable... llora, sufre, expía...; perfectamente conozco

en esos rasgos a mi Salvador. (Plat.)

—Los exploradores al volver de la tierra prometida

contaban las maravillas de aquella región, etc.; pero añadían:

¡pobres de nosotros! ¡es imposible conquistarla...!

Luego se vio que con la ayuda del Señor ocurrió todo lo

contrario. No os parezca difícil seguir a Jesucristo por el

camino de la virtud. No os volváis atrás... (Gallerani.)



LECCIÓN 16. a

Vida pública.—El Divino Maestro

(Véase lección 3. a )

Esta catequesis será una recapitulación del Evangelio,

en lo referente a la doctrina y predicación de Jesucristo.

He aquí los puntos de concentración: Queridos niños; habéis

visto cómo Jesús nos enseñó con el ejemplo; ahora

vamos entre todos a repasar el Santo Evangelio, y a ver

cómo el Divino Maestro, después del Bautismo y del ayuno

y oración en el desierto, predicó durante los tres años de

su vida pública.

1.° Jesús es el Divino Maestro.—En primer lugar Jesús

es el Maestro. Así se llamaba El mismo, y así le llamaban

otros; sus amigos y hasta sus enemigos. (Se hace que los

alumnos lo recuerden, o lo busquen en la Historia Bíblica.)

Jesús dijo en la última cena: Me llamáis Maestro... y en

verdad lo soy. Al preparar la Pascua mandó a Pedro y Juan



- 69 —

que dijeran al hombre que llevaba el cántaro: «El Maestro

te envía a decir: ¿dónde está la habitación en que he

de comer el cordero pascual con mis discípulos?»

—Andrés y Juan al venir por primera vez a Jesús le

preguntaron: Maestro ¿dónde habitas?... Lo mismo le llamaron

Nicodemo, la Magdalena y Marta; y los herodianos

y fariseos para tentarle, y el doctor de la ley, y el joven

que le preguntó qué haría para conseguir la vida eterna.

Y como gran profeta había sido anunciado por Moisés

(en el gráfico tenéis representado el monte Sinaí) mandando

al pueblo israelita que le escuchase (ipsum audies

Deut. XVIII-15.) Y el profeta Isaías (LXI-1. Luc. IV-18),

como el Salvador mismo lo explicó en la sinagoga de Nazaret,

había predicho que predicaría el Evangelio a los

pobres...

2° ¿Dónde enseñaba?—Ciudades: Nazaret, Cafarnaún,

Jerusalén, etc. Lugares: en la montaña (en el gráfico el

monte de las Bienaventuranzas) a las orillas del lago de

Tiberiades, en las sinagogas, en el templo, en el desierto,

en alguna casa, junto al pozo de Jacob, en el cenáculo, etc.

3.° ¿A quiénes enseñaba?—A las muchedumbres, a los

fariseos, al pueblo, a Nicodemo, a la Samaritana, etc. A los

Apóstoles en particular; porque ellos habían de recibir la

misión de comunicar a otros esas divinas enseñanzas...

4.° ¿Qué enseñaba?—Lo que dice tiene que ser la verdad.

«He venido para dar testimonio de la verdad» (Joan,

XVIII-37.) No la ciencia profana, no matemáticas, o geografía,

etc., sino el Evangelio, la buena nueva de la salvación.

Debo hablar «del reino de Dios, pues para esto he

sido enviado» (Luc. IV-43.) Qué hay que hacer para conseguir

la vida eterna. Eso le preguntaban: Lo que se ha de

creer (el que no creyere se condenará) y lo que se ha de

hacer para ir al cielo (la fe sin obras no basta.) Esa D. C.

significa Doctrina Cristiana. ¿Dónde tenéis vosotros un resumen

o un compendio de lo que enseñó Jesucristo? En el

Catecismo. ¡Cómo debéis estimarlo! Y hay algunas cosas

con las mismas palabras con que las dijo Jesucristo y cons-



— 70 —

tan en el Evangelio. ¿Cuáles? Bienaventuranzas. Padre

Nuestro.

¿Veis esos dos montes? (S-B Sinaí. De las Bienaventuranzas.)

Jesucristo dijo que no vino a abrogar o suprimir

los mandamientos que Dios había dado por Moisés :

sino a

perfeccionarlos, como lo hizo en el sermón de la montaña.

¿Qué enseñó Jesús respecto a su Padre? Providencia,

etc.

¿Qué dijo de Sí mismo? Que era Hijo de Dios, etc. Profecía

de su muerte y resurrección, etc. ¿Qué dijo de la Iglesia?,

del alma? del cielo y del infierno? de la oración? del

amor de Dios y del prójimo?

5.° ¿Cómo enseñaba?—Tienes palabras de vida eterna,

decía San Pedro.

Jamás hombre alguno habló como El (S. Juan VII-46.)

Muchos de los que le escuchaban quedaban admirados de

su sabiduría (Marc. VI-2.)

Hablaba con autoridad (Marc. 1-22.) Porque esa potestad

la había recibido del Padre. Y en el monte Tabor (T)

en que Jesucristo se transfiguró, el Padre dejó oir su voz:

«Este es mi Hijo muy amado; oidle» confirmando así su

doctrina y autoridad. De modo que Jesús es, mejor que

Moisés, no sólo profeta y maestro, sino legislador a quien

hay que obedecer. Moisés y Elias aparecieron para glorificarle

y dar testimonio de El con su presencia. (¿Qué había

dicho Moisés?); pero no por ellos dijo el Padre «este

es mi Hijo» etc., sino por Jesús. El es el verdadero Maestro

y el gran Profeta, el más bueno y perfecto, el Maestro por

excelencia...

Con ser tan sublime su doctrina, la acomodaba a la capacidad

de los oyentes (Marc. IV-33) y se valía de comparaciones

sencillas al alcance del pueblo.

Y para hacer mejor entender sus enseñanzas y grabarlas

en los corazones, proponía con frecuencia algunas parábolas.

De ellas os hablaré en la lección próxima.

EJEMPLOS Y MÁXIMAS.—Dícese que Aristóteles, el

príncipe de la Filosofía pagana, exclamó poco antes de mo-



— 71 —

xir: «Viví en la duda, muero lleno de ansiedad y no sé a

dónde voy ¡Oh Ser de los seres, ten piedad de mí!»—¡Bendito

sea Dios que nos llamó a nosotros a la luz de su Fe!

—Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no anda en

tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida (Joan VIII-12.)

—De tu luz divina en pos.

Seguro va el que camina.—(Gabriel y Galán.)

—Preguntado San Agustín, ya obispo de Hipona, por un

joven romano que tenía pretensiones de saber mucho, cómo

podría llegar a la ciencia de las ciencias, San Agustín

le contestó: «Para llegar a ella hay tres caminos: el primero

la humildad, el segundo la humildad y el.tercero la

humildad.» (Baunard. El Colegio Cristiano.)

—Avidez con que las turbas escuchaban al Salvador a

la orilla del lago de Tiberiades, o le seguían por el desierto.

—Afán de S. Martín, a la edad de diez años, por asistir

a las instrucciones de los catecúmenos.

—El que oye mi palabra y la cumple es semejante a un

hombre prudente que fundó su casa sobre piedra... Pero

el que oye mi palabra y no la pone por obra, es semejante

2, un necio que edificó su casa sobre arena.—(Matth.

VII, 24-28.)



LECCIÓN 17. a

Parábolas de Jesucristo

Os acordaréis de que el último día os hablé del Divino

Maestro y os dije que solía enseñar por medio de parábolas.

¿Para qué empleaba el Señor las parábolas? 1.° Para

que le entendiesen mejor las gentes sencillas que le escuchaban.

2.° Para que se impresionasen más y grabaran la

doctrina en su corazón. 3.° Para que no se olvidasen de

ella: porque al recordar la parábola se acordarían juntamente

de la doctrina.

Las parábolas son una comparación entre un hecho o

un caso que pudo muy bien haber sucedido y la verdad

que Jesucristo nos quería enseñar.

Os voy a exponer una, la de los obreros de la viña, con

el fin de que seáis muy fervorosos en servir y amar a Dios

Nuestro Señor. ¿Sabéis vosotros alguna otra? A ver cuántas

encontráis en la Historia Sagrada...



— 73 —

NARRACIÓN.—(Se lee pausadamente el cap. XX de San.

Mateo, v. 1-16.)

El reino de los cielos es semejante a un padre de familia,

Que salió muy de mañana a ajustar trabajadores para

su viña. Y habiendo convenido con ellos en darles un denario

por día, los envió a su viña.

Saliendo luego cerca de la hora de tercia se encontró

con otros que estaban ociosos en la plaza y les dijo: Id también

vosotros a mi viña y os daré lo que fuere justo. Y ellos

fueron. Volvió a salir cerca de la hora de sexta, y de nona,

e hizo lo mismo.

Finalmente salió cerca de la hora undécima y hallando

otros que estaban sin hacer nada les dijo: ¿Qué hacéis aquí

ociosos todo el día? Dijéronle: es que nadie nos ha llamado

a jornal. Díjoles: Id también vosotros a mi viña.

A la puesta del sol dijo el dueño de la viña a su mayordomo:

llama a los trabajadores y págales el jornal, empezando

por los últimos hasta los primeros. Vinieron, pues,

los que habían ido cerca de la hora undécima y recibieron

un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros creyeron

que les darían más; pero no recibió cada uno sino un

denario. Al recibirlo murmuraron contra el padre de familia,

diciendo: Estos últimos no han trabajado más que una

hora y los has igualado con nosotros, que hemos soportado

el peso del día y del calor.

Mas, respondiendo a uno de ellos, le dijo: Amigo, no te

hago agravio. ¿No te ajustaste conmigo en un denario?

Toma lo que es tuyo y vete. Yo quiero dar a este último lo

mismo que a tí. ¿Acaso no me es lícito hacer lo que quiero?

¿O ha de ser tu ojo malo, porque yo soy bueno? Así los últimos

serán los primeros y los primeros los últimos; porque

muchos son los llamados, -mas pocos los escogidos.

EXPLICACIÓN.—Para que entendáis bien esta parábola,

que contaba el Divino Salvador, mirad al encerado. ¿Veis?

Los judíos contaban las horas desde la salida del sol. Dividían

el día en esas cuatro partes que señala el dibujo, y"

que se llaman prima, tercia, sexta y nona. La primera co-



— 74 —

menzaba al amanecer y duraba hasta las nueve; a esa hora

principiaba la tercia hasta las doce. A las doce comenzaba

la sexta hasta las tres de la tarde, y desde las tres hasta

las seis, aproximadamente, duraba la nona.

El padre de familia salió varias veces a contratar obreros

para que trabajasen en su viña. Salió primero muy de

mañana; después a la hora de tercia ¿qué hora era? (apuntando

en el gráfico), las nueve; luego a la sexta (a las doce)

y a la nona (a las tres de la tarde.) Por fin a la hora undécima

¿cuál es?... Ved, dentro del círculo, dónde está puesto

el 11. Eran las cinco de la tarde. Por eso, hacia las seis, al

dejar los obreros el trabajo, se quejaban los primeros de

que estos últimos sólo habían trabajado una hora...

El jornal que pagó a los obreros fué un denario. Valía

cerca de una peseta. Entonces las cosas eran mucho más

baratas y con ese jornal había lo suficiente para vivir.

El administrador, o mayordomo, comenzó a pagar por

los últimos, ésto es, a los que habían entrado a la hora

undécima, a las cinco, y les pagó generosamente el jornal

de todo el día. Así se lo había ordenado su señor. No tenían

razón para quejarse los otros, aunque hubiesen trabajado

todo el día, pues les dio el denario convenido, que

era el jornal justo. Antes bien, debieron alegrarse de la

bondad del amo para con sus compañeros. Por eso respondió

a uno de los que murmuraban: «¿Acaso no puedo hacer

de lo mío lo que yo quiera?; ¿o has de ser tú envidioso

(eso significa ha de ser tu ojo malo) porque yo soy

bueno?»

Las palabras así los últimos serán los primeros, dan a

entender que una cosa parecida ocurrirá en el reino de los

cielos. Y es lo que ahora explicaré. Pero antes vamos a repetir

la historia. (Se vuelve a leer, o la dice algún niño, o

se repite por medio de preguntas retrospectivas.)

INTERPRETACIÓN.—¿Quién es el padre de familia? Dios.

¿Y la plaza donde buscan obreros? El mundo. ¿Y los obreros?

Son los hombres. ¿Y a qué viña los manda a trabajar?

A su Iglesia. ¿Cómo han de trabajar? Teniendo fe,



-75-

cumpliendo los mandamientos, empleando los medios que

Jesucristo dejó en su Iglesia para nuestra santificación. ¿Y

cuál será el denario o premio de los que trabajen debidamente?

El reino de los cielos. ¿Cuándo se lo dará el Señor?

Al llegar la noche, o sea, al fin de la vida, en que los hombres,

nada mas morir, comparecerán ante Jesucristo para

ser juzgados.

Las diversas horas de la parábola pueden significar las

diversas épocas del mundo, o las diversas edades de la vida

del hombre (niño, joven, adulto, anciano.)

Los últimos que igualaron en el premio con los primeros

son los gentiles, que fueron llamados a la Iglesia

después que los judíos, a quienes se predicó primero el

Evangelio, y que han obtenido el mismo reino de los cielos.

También puede esto aplicarse a los que habiendo comenzado

tarde a servir al Señor, han sido muy fervorosos y

han merecido igual o mayor gloria que otros, que le sirvieron

desde la juventud.

Porque os advierto una cosa. Así como el denario fué

para todos el mismo, todos tendremos en el cielo la felicidad

eterna, que consistirá en ver a Dios y poseerle y amarle

eternamente. Pero el gozo y el grado de gloria será mayor

o menor, según los méritos y disposiciones.

A la manera que los que contemplan un hermoso cuadro,

o los que oyen un concierto disfrutan más o menos,

según sean más o menos entendidos en la pintura o en la

música.

Ni habrá envidia en el cielo, ni puede haberla. Allí cada

uno tendrá la gloria que le corresponda. ¿Habéis visto vosotros

que un niño tenga envidia del gabán o del sombrero

de su padre, porque es mayor? Cada uno lleva su traje

a la medida...

Los bienaventurados en los cielos, lejos de entristecerse

por la gloria de los otros, se alegrarán, y alabarán y bendecirán

a Dios.

La frase «muchos son los llamados, mas pocos los escogidos»,

pudo decirla el Señor porque queriendo la sal-



— 76 —

vación de todos, muchos, principalmente entre el pueblo

judío, no hicieron caso de su llamamiento; o porque son

pocos los que trabajan fervorosamente por su propia perfección

y los que, como San Pedro, pueden exclamar: hemos

dejado todas las cosas y te hemos seguido.

(Preguntas retrospectivas.) ¿Para qué fin ha criado

Dios al hombre? ¿Qué premio nos ha prometido Dios?

¿Cuándo nos dará el Señor ese premio, etc.?

APLICACIÓN.— ¡Oh queridos niños! A vosotros os dice el

Señor muchas veces: Id también vosotros a mi viña. Trabajad,

hijos míos, por conseguir la salvación. Ahora os lo

digo yo en nombre de Jesucristo: Id..., El os lo dice con

frecuencia en el fondo del alma, callandito, al corazón. Al

despertar por la mañana, figuraos que os lo repite todos

los días. Id también vosotros a mi viña. Ofreced al Señor

todas las obras del día y decid: Sí, Jesús mío, yo quiero

agradaros en todo lo que haga este día; quiero rezar y trabajar

y sufrir y hacerlo todo por Vos...

Como San Vicente de Paul, que cada uno se diga, muy

de veras, a sí mismo: N; es preciso que seas santo, es preciso

que seas santo...

No tengáis galbana cuando se trate de cumplir vuestros

deberes y de hacer algo por Dios. Que según sea el trabajo

así será la recompensa.

¡Qué hermoso es el cielo que el Señor nos tiene preparado!

¡Y qué bueno es Dios que por su infinita misericordia

nos ha preparado un cielo tan hermoso!



LECCIÓN 18. a

Milagros de Jesucristo

Después de haber tratado de las enseñanzas del Divino

Maestro, hay que tratar de los milagros, que confirman su

doctrina, y especialmente la afirmación de ser el Cristo, el

Mesías prometido, el Hijo de Dios. En este ejercicio de concentración,

en el que los alumnos tomarán parte muy activa

y repasarán con gusto la vida pública de Jesucristo,

)i no rr\e queréis creer

a mi, creed por miy II

I

obras (clonx-38) wrr ¡tí

— Vv»A SÉ

cabe agrupar los milagros por los lugares en que se verificaron,

o por los evangelios de las dominicas, ceremonias

que aluden a alguno, etc. Pero mejor es clasificarlos, como

lo hacemos en el gráfico, por su mismo objeto.

Tiene pues la lección dos partes; 1. a

Milagros de Jesucristo.

2. a

Prueba de su Divinidad.

Queridos niños: Jesucristo, durante los años de su predicación,

realizó muchos milagros. Decidme alguno... ¿Sa-



-78-

béis qué es un milagro? Ya lo entenderéis al recordar los.

del Divino Salvador: son obras extraordinarias, sensibles,

que ni los hombres, ni los ángeles pueden realizar por sí

mismos, sino como instrumentos de Dios. Sólo Dios puede

realizarlas por su propia virtud.

a) ¿Veis esa vasija grande en el gráfico? ¿No veis un

número 6? ¿Cuál fué el primer milagro que hizo Jesús?

¿Dónde lo hizo? ¿Qué convirtió en vino? ¿Tardó mucho

en convertirse el agua en vino? ¿Era mucha el agua? ¿Era

exquisito el vino?

A ver si entre todos decimos ahora otros milagros que

realizó Jesús en las cosas de la naturaleza, plantas o animales.—

(La pesca milagrosa, la tempestad calmada, andar

sobre las aguas, la multiplicación de los panes, la higuera

que se secó, la moneda en la boca del pez, etc.)

b) Ese ojo indica que Jesús curó a varios ciegos. Acordaos,

por ejemplo, de aquel ciego de nacimiento (Joan IX),

a quien el Salvador untó con barro los ojos y le mandó que

se lavase en la piscina de Siloe, recobrando repentinamente

la vista. ¿Sabéis que algún médico dé la vista en un instante

a un ciego frotándole con barro los ojos? Al contrario,

el barro bastaría para que perdiese la vista. ¿Y que

cure desde lejos sin que se acerque al enfermo, sin recetar

nada, con sólo decir al padre, o al amo del enfermo:

vete, que tu hijo vive, o tu criado está sano?

Decidme algunas curaciones prodigiosas que hizo Jesús.

(El hijo del régulo, el criado del centurión, el paralítico,

la mujer que padecía flujo de sangre, el hidrópico, el que

tenía una mano seca, los leprosos, etc.

c) Esa oreja nos recuerda que también curó Jesús a

varios sordo-mudos. Entre ellos había alguno que estaba

poseído del demonio y Jesucristo lanzó al demonio del cuerpo

de aquel poseso. Decidme otros casos. (La hija de la Cananea;

aquel muchacho de quien expulsó el demonio al

bajar del monte Tabor; los dos endemoniados del país de

los Gerasenos.—Matth-28—, etc.)

d) Las andas recuerdan el féretro en que llevaban a



-79-

enterrar al hijo de una pobre viuda en la ciudad de Naim.

Jesucristo devolvió la vida a varios muertos. Pero el Evangelio

cuenta la resurrección de tres: La hija de Jairo, una

niña de doce años, que acababa de morir y aún estaba en

su dormitorio; el hijo de la viuda de Naim, al que llevaban

a enterrar; y Lázaro, que estaba sepultado hacía ya cuatro

días. (Aunque no sea éste el orden cronológico los citamos

así para que más fácilmente se puedan retener: uno en casa

aún; otro camino del cementerio; otro enterrado ya.)

e) Por último, el gran milagro entre los milagros es el

que representa esa bandera con la R., resurreción del

mismo Jesucristo, que era la prueba que El daba a sus enemigos

cuando le pedían que realizara algún prodigio en

señal de su misión. Bien lo entendían los escribas y fariseos;

y por eso, para evitar algún engaño, pusieron guardia

en el sepulcro.

. Ahí tenéis, pues, cinco clases de milagros que hizo Jesús:

1.° En las cosas de la naturaleza. 2.° En los enfermos. 3.°

En los posesos. 4.° Resurrección de los muertos. 5.° Resurrección

de sí mismo.

II

Ya sabéis que Jesús es el Hijo de Dios. Bien claro lo

comprendisteis cuando al nacer le adoraron los ángeles,

que cantaban gloria a Dios en las alturas, y una estrella

guió a los Magos.

Cuando Jesús convirtió el agua en vino, manifestó su

gloria y los discípulos creyeron en El. El ciego decía a los

fariseos: «Desde que el mundo es mundo jamás se ha oído

que alguno haya abierto los ojos de un ciego de nacimiento.»

Los demonios a quienes Jesús lanzaba y que no podían

resistir a su potestad confesaban que era el Hijo de Dios.

Al entregar el Salvador el joven resucitado a la madre de

éste, que iba en el acompañamiento, todos llenos de asombro

proclamaban a Jesús como un gran profeta, el gran

profeta anunciado por Moisés; la resurrección de Lázaro



— 80-

fué causa de que creyesen muchos judíos y de que se alarmaran

los fariseos.

Jesucristo realizaba esos prodigios por su propia virtud;

mientras que los santos que han hecho milagros los

hicieron por virtud de Dios, en el nombre de Jesús; (v. gr.:

curación del cojo a quien San Pedro dijo: en nombre de

Jesucristo Nazareno, levántate y anda.)

Por eso cuando San Juan Bautista envió dos de sus discípulos

a que le preguntasen si era El el Mesías que había

de venir, Jesús les respondió: «Id y decid a Juan lo que habéis

visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos

quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan.»

Además, Jesús afirmaba que era el Hijo de Dios, y Dios

no hubiera podido confirmar con milagros lo que no fuese

cierto. Pues bien, se hallaba el Divino Salvador en el pórtico

del templo; y rodeándole los judíos le dijeron: Si tú

eres el Cristo dínoslo claramente. Respondióles Jesús: Os

lo estoy diciendo y no me creéis... Y le quisieron apedrear

por que decía que era el Hijo de Dios. Pero Jesús les

replicó: «si no me queréis creer a mí, creed a mis obras

(Joan X, 24-38); las obras que yo hago... dan testimonio

de mí.» (v. 25.)

San Juan al terminar su Evangelio, dice: «Muchos otros

milagros hizo Jesús que no están escritos en este libro. Estos

se han escrito para que creáis que Jesús es Cristo, el

Hijo de Dios.» (Recapitulación.)

Haced, pues, niños, un acto de fe. Figuraos que Jesucristo

os pregunta como al ciego de nacimiento, luego que

hubo recobrado la vista: ¿Crees tu en el Hijo de Dios? Postraos

ante El como el ciego y respondedle: Sí creo, Señor.

Y adoradle. O como Marta, le podéis decir: ¡Oh Señor!;

sí, creo que tu eres Cristo el Hijo de Dios vivo, que viniste

a este mundo.

SÍMILES Y EJEMPLOS.—Cuadrato, en la apología que

dirigió el emperador Adriano, le hablaba de algunos enfermos

curados y algunos muertos resucitados por el Salvador,

y que aún vivían en aquel tiempo.



-81-

Hunerico rey de los Vándalos (477-484), que era arriano

fanático, mandó cortar la lengua a 300 cristianos si no

se pasaban al arrianismo. Ellos prefirieron sufrir tan horrible

suplicio y, no obstante faltarles la lengua, pudieron

milagrosamente continuar hablando y alabando al Hijo de

Dios. (Spirago.)

—La leyenda, de San Cristóbal sirve para mostrar intuitivamente

el poder de Jesucristo. Quería servir al Señor

más poderoso del mundo. El joven intrépido servía al diablo,

que se le apareció en forma de personaje feroz, jefe de

un gran ejército.

Iba en su compañía, cuando al ver el diablo una cruz

huyó precipitadamente. Puede más que tú el que murió en

la cruz puesto que te hace huir... Un ermitaño le hizo conocer

a Jesucristo.

—Un pobre hombre, por unas monedas se fingió ciego,

de acuerdo con el patriarca arriano, llamado Cirilo,

quien, delante de numerosa concurrencia, había de hacerle

abrir los ojos. Mas sucedió que se quedó ciego de veras. Le

curó el Santo Obispo de Cartago, San Eugenio, en el nombre

de Jesús, haciéndole confesar que es el Hijo de Dios.

(Catéchisme des Familles.)



LECCIÓN 19. a

Padeció bajo el poder de Pondo Pílalo, fué

crucificado, muerto y sepultado

No se trata en esta catequesis de explicar detenidamente

la Pasión y Muerte de Cristo Nuestro Señor. Constituirá

más bien como las anteriores, un ejercicio de recapitulación

de lo que se ha estudiado en la Historia Sagrada.

La dividiremos en tres puntos, cada uno de los cuales bastaría

para una lección: 1.° ¿Por qué los hombres persiguieron

a Jesús? 2.° ¿Qué tormentos padeció? 3.° ¿Por qué quiso

padecer?

Queridos niños: El último día os conté algunos de los

milagros que hizo Jesús. ¡Qué bueno y compasivo es! ¿Os

acordáis de cómo consoló a la pobre viuda a quien se le

había muerto su hijo? ¿Y de cómo dio de comer en el desierto

a la muchedumbre?... Decidme otros beneficios y

favores, que hizo el Divino Maestro. Por todas partes iba

haciendo bien. Quería mucho a los niños, curaba a los enfermos,

acogía bondadoso a los pecadores, consolaba a los

afligidos, amaba con preferencia a los pobres...

Siendo tan bueno ¿qué debía haber hecho el pueblo a

quien tantos favores hizo?... Amor con amor se paga...

Cuando multiplicó los panes en el desierto quisieron proclamarle

rey y llevarle en triunfo a Jerusalén. Y si Jesús se

ocultó entonces, al año siguiente entró triunfante en la

ciudad. ¿Sabéis qué día? Con qué afán le clamaban, diciendo:

¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito sea el que



— 83-

viene en el nombre del Señor! Estaban llenos de entusiasmo,

entre otros milagros, por la resurrección de Lázaro,

ocurrida hacía poco en Betania. Pero ya, en medio de esas

aclamaciones, Jesús según subía por el camino de Jerusalén,

al divisar la ciudad, lloró sobre ella. Porque sabía que

esos mismos, que le victoreaban y le bendecían el domingo,

el viernes habían de gritar ante el pretorio de Pilatos:

¡ Quítale de en medio! ¡ Crucifícale!

¿Cómo fué posible este cambio?

Mirad al encerado. ¿Qué dice ahí? ¿Os acordáis de un

rey que quiso matar al Niño Jesús? ¿Por qué le quiso matar

Herodes? Jesucristo ¿iba a quitar a Herodes su reino?

¡Oh no! Por eso en uno de los himnos de la Epifanía, se

dice: «¡Oh cruel Herodes! ¿por qué temes? No viene ese

Niño a quitarte el reino temporal, sino a darnos el reino

de los cielos.»

Satanás, a quien el mismo Evangelio (Joan XII-31) llama

príncipe de este mundo, se había hecho

como dueño de todo el género humano. Todos

eran esclavos suyos por el pecado de

Qjatanás

O-E nuestros primeros padres. Jesucristo venía

J"ariseos a destruir su reino, venía a librarnos del

cautiverio. Figuraos si el demonio, ciego de

Mueblo

rabia, querría atormentar y dar muerte a

Jesús, con mayor motivo que Herodes. Era

como un perro, que se pone furioso cuando le quieren quitar

lo que con ansia está devorando.

Satanás fué quien encendió en los escribas y fariseos

el odio y la envidia. (O-E) Tenían odio al Divino Maestro,

porque reprendía sus vicios; le tenía envidia, porque enseñaba

muchísimo mejor que ellos, y sabía, y valía incomparablemente

más, y era bueno y retebueno, siendo ellos unos

hipócritas. Además, no podían ver con buenos ojos que el

pueblo fuese en pos de Jesús, dejándolos a ellos.



— 84 —

Y lo que es la envidia ¡qué vicio tan detestable! Todo

lo echaban a mala parte. Si lanzaba Cristo los demonios

decía que lo hacía por virtud de Belcebú. Si perdonaba a

los pecadores, le llamaban blasfemo, porque sólo Dios puede

perdonar los pecados. Si curaba a un enfermo en sábado

le acusaban de que quebrantaba la ley de Moisés.

Le observaban en todo para ver si hallaban algo con que

desacreditarle. Le hacían preguntas engañosas; y, saliendo

siempre vencidos, se reunieron en consejo y decretaron su

muerte. Les sirvió de pretexto la misma entrada triunfal

del Señor en Jerusalén. Porque como le aclamaban por Rey

de Israel, y su rey era el emperador romano, que los gobernaba

por medio de Pilatos, dijeron que el emperador iba

a mandar sus tropas y destruir la ciudad teniéndolos por

rebeldes.

Decretada la muerte del Salvador tenían miedo al pueblo.

Pero Judas, a quien Satanás cegó por avaricia, les

facilitó la empresa vendiendo y entregando a su Maestro.

Y ellos, ayudados por el demonio y aleccionados por él,

repartidos entre la gente, calumniaban al Salvador, decían

de Jesús grandes maldades; y engañando a unos, y acaso

dando dinero o amenazando a otros, lograron que pidiesen

la libertad para Barrabás y la muerte para Cristo; sin tener

compasión del Señor cuando, con la corona de espinas,

desangrado por los azotes, desfigurado por las salivas y

bofetadas, cubierto con un trozo de manto viejo encarnado,

y con una caña en las manos, le sacó Pilatos ante la

muchedumbre reunida a la puerta del pretorio.

* * *

Ahora podéis ya explicaros cómo fué posible que el

pueblo desagradecido pidiera la muerte de Jesús. En cuanto

al presidente romano, Pilatos, cedió por cobardía, por

miedo a perder su destino.

(Recapitulación: ¿Quiénes fueron los enemigos de Jesucristo?

etc.)



-85 —

Ved qué daño hacen los malos que se mezclan entre

los buenos, como las manzanas podridas en medio de otras

sanas. Hay que apartarse de los viciosos y no hacer caso

ni de las palabras, ni de las promesas, ni de las amenazas

de los enemigos de Jesucristo.

II

Pero veamos cuánto padeció. En esta segunda parte

podemos explicar los cinco misterios dolorosos del Rosario.

1.° Oración en el huerto.

2.° Los azotes atado a la columna.

3.° La coronación de espinas.

4.° La cruz a cuestas.

5.° La crucifixión.

Angustias de Jesús.

Dolores de Jesús.

Afrentas e injurias.

El peso de nuestras culpas.

¿Quién al mirarte exánime,

pendiente de una cruz...? etc.

Otro tema o punto de concentración, son las personas

que hicieron padecer a Jesús.

Los discípulos.

Los judíos.

Los tribunales. .

Los sayones. . .

í Judas le vende.

\ Pedro le niega.

( Los demás le abandonan.

Í

Los fariseos conspiran contra Él y le acusan.

El pueblo le pospone a Barrabás.

Unos y otros piden que sea crucificado.

Í

Anás y Caifas le juzgan reo de muerte.

Herodes le tiene por loco.

Pilatos le manda azotar y crucificar.

( Inventan burlas y suplicios.

( Ejecutan con crueldad la sentencia.

instrumentos: Cuerdas, azotes, espinas, martillo, clavos,

El Vía-Crucis. Para que los niños practiquen con la



— 86 —

debida preparación el piadoso ejercicio del Vía-Crucis nos

será útil este gráfico.

En casa de Pilatos..

Camino del Calvario.

En el Calvario.

Sentencia. ... .

La cruz a cuestas.

1. a estación.

2. a -L

Tres caídas. (Estaciones 3. a 7. a y 9. a )

Su Madre. (4. a )

Cuatro encuentros. Cirineo. (5. a )

Verónica. (6. a )

Mujeres. (8. a )

Despojo. (10. a )

Crucifixión. (11. a )

Muerte. (12. a )

Descendimiento. (13. a )

Sepultura. (14. a )

Adviértase cómo estas últimas estaciones se corresponden.

Así en la 10. a quitan a Jesús sus vestiduras, en la 14. a

le

envuelven en el sudario; en la 11. a le ponen en los brazos

la cruz, en la 13. a

en los de su Madre. La del centro es la

de la muerte en la cruz.

Este ejercicio se presta a muchas aplicaciones: ¿Os

acordáis, niños queridos, de Isaac cuando llevaba la leña

sobre sus hombros? ¿ A dónde iba? ¿Qué preguntaba a su

padre? ¿A donde va Jesús con la cruz a cuestas? ¿Quién

era la victima del sacrificio? ¿Era pesada la cruz? ¡Oh!

.como pesan nuestros pecados! ¡cómo hicieron caer al

buen Jesús, una y otra, hasta tres veces! Va dejando huellas

de sangre, tropezando... Los sayones aún le empujan y



-87 —

le maltratan y le insultan. También le insulta la gente. Se

encuentra el Salvador con su Madre, ¡qué pena para la

Madre y para el Hijo! Se encuentra... Y si vosotros le hubierais

visto entonces, si se hubiera encontrado con vosotros

¿qué haríais?, ¿qué le diríais?...

Vedle ya en el monte Calvario; vedle colgado de unos

clavos, derramando ríos de sangre, pendiente de la cruz...

Mirad a la Virgen Santísima allí junto a la Cruz de su

Hijo, sin poderle procurar alivio alguno. ¡Oh Madre, fuente

de amor! Hazme sentir tu dolor, para que llore contigo...

Se puede exponer los hechos recordando las ceremonias

de esos días, y recorriendo el reloj de la Pasión. Entrada

ya la noche del Jueves Santo celebró Jesús la última

cena, lavó los pies a sus discípulos, instituyó la Eucaristía,

habló largamente a los apóstoles, recomendándoles la

caridad como especial mandato y encargo. Judas había ido

a ponerse al frente de sus perseguidores. Hacia las nueve

salió Jesús del Cenáculo y fué con los suyos al Huerto de

Getsemaní. Allí estuvo orando hasta cerca de las doce, en

que ocurrió el prendimiento. Aquella noche tan triste la

pasó el Señor en el palacio de los Pontífices, que atropelladamente

querían sentenciarle a muerte. Allí fué escar-



— 88-

necido abofeteado y condenado por blasfemo. Y Pedro le

negó tres veces.

Al amanecer fué llevado al pretorio de Pilatos y de

allí a casa de Herodes, que le devolvió a Pilatos, el cual,

después de haberle intentado librar comparándole con Barrabás,

y desfigurándole lastimosamente con la flagelación,

cedió ante la furia del pueblo y dio la sentencia de

que muriese crucificado.

A cosa de las doce llegó Jesús al monte del sacrificio,.

y a las tres de la tarde expiró. Su alma sentísima dejó su

cuerpo, el cual estuvo colgado de la cruz hasta ya bien

entrada la tarde en que José de Arimatea y Nicodemo obtuvieron

de Pilatos el cuerpo del Señor y lo sepultaron.

Las piadosas mujeres formaron el propósito de ungirlo

con más detenimiento, una vez pasado el descanso deL

sábado.

III

¿Por qué quiso padecer tanto y morir? Cuando los judíos,

a voz en grito pedían que muriese Jesús, que fuese

crucificado, les dijo Pilatos. ¿Qué mal ha hecho? (Mat

XXVII-23.)

Ni Pilatos halló en El motivo para condenarle, ni sus

enemigos le pudieron convencer

de pecado alguno..

¿K^ué mal fia nechof

Era inocente, buenísimo,.

Oy ofreció porqués quiso. bienhechor de todos...

.. .El Viernes Santo,

Cyes entregó por mí.

mientras se adora la Cruz

se cantan los improperios,

o reproches que el Señor dirige a su pueblo, a quien había

colmado de beneficios. «Pueblo mío ¿qué te hecho o en qué

te he contristado? Respóndeme.»

Mas ni los judíos, ni los escribas y fariseos, ni los sayones,

ni el presidente romano, ni Satanás mismo hubie-



— 89 —

ran podido dar muerte a Jesús si El no lo hubiese permitido.

Se ofreció, como víctima, porgue quiso. (Isaías LIII-7.)

Fué a Jerusalén cuando sabía lo que allí le iba a ocurrir; y

se lo anunció a los Apóstoles. ¿No podía haberse escondido,

o ir a otra parte? En el huerto, al venir a prenderle,

con sólo decir el Salvador: yo soy; cayeron todos en tierra.

Y no se habrían levantado jamás a no consentirlo Él mismo.

Estando en la Cruz le decían sus enemigos: Si eres Hijo

de Dios baja de la Cruz. ¿Podía haber bajado? ¿Qué otros,

medios podía haber empleado para librarse de los tormentos?...

¿Y por qué quiso morir? Me amó, decía el apóstol San

Pablo y se entregó a la muerte por mí (Ad. Gal. 11-20.) Lo

mismo podemos repetir cada uno de nosotros: ¡ Me amó!,

¡qué amor tan grande! ¿Y no le amaréis vosotros, niños

queridos? Se entregó a la muerte por mí. ¡Por mí!, ¡murió

Jesús! (El cordero pascual. La serpiente de tronce.)

Por librarnos del pecado y de la condenación eterna.

Por merecernos la gracia y la vida eterna, el cielo. De

modo que no sólo nos libró del cautiverio del demonio, sino

que nos ha procurado los medios de ir al cielo. Es como

si a un reo no sólo le indultan y le libran de la cárcel sino

además le dan una buena colocación con la que pueda ganarse

una inmensa fortuna. ¡Qué loco y necio sería si no

quisiera trabajar y aprovecharse de esos medios que le dan,

y volviese a llevar una mala vida, yendo de nuevo a presidio!

Jesucristo es Dios y hombre. En cuanto hombre murió,

en cuanto Dios su muerte tiene un valor infinito. Una sola

gota de su sangre preciosísima era más que suficiente para

salvar al mundo de todos los pecados (Hym. Adoro Te.)

¿Por qué, pues quiso derramarla toda? Para que entendiéramos

cuánto nos amó, que al comprarnos y rescatarnos.



— 90-

no reparó en el precio. Para que conociéramos qué horrible

es el pecado.

¡Maldito pecado que así has puesto a mi buen Jesús!

MÁXIMAS Y EJMPLOS. — Aman fué' ahorcado en la

horca que preparaba para Mardoqueo; Satanás fué vencido

con la cruz que él preparó para Cristo. (Desiderio y

Electo.)

—Si hay una fuente riquísima y no queremos acercarnos

a beber, nos morimos de sed; así si no nos aplicamos

la Pasión de Cristo, creyendo, cumpliendo los mandamientos

y recibiendo los Sacramentos, no podemos salvarnos.

—San Bernardo, viéndose acusado por el demonio, en

un éxtasis, replicó: Confieso que por mí mismo no soy digno

de las gracias de Dios y que por mis propios merecimientos

no puedo obtener el reino de los cielos. Pero Jesucristo, que

lo posee por el doble derecho de ser Hijo del Eterno Padre

y por los méritos de su Pasión, contentándose con poseerlo

como Hijo de Dios, me comunica el derecho de obtenerlo

por los méritos de su Pasión (Guill. a S. Theodor. in

Vita S. Bern.)

—San Felipe Benicio, en su lecho de muerte, exclamaba:

Dadme mi libro. Los circunstantes le daban uno

tras otro los que hallaban en su cuarto. Pero el seguía

diciendo: dadme mi libro. Notando que fijaba sus ojos en

el crucifijo se lo dieron. Este, sí, es mi libro, en él he leído

muchas veces y con él quiero terminar mi vida. (Schmid.)

Leonardo Vinci decía lo mismo: ¡Dadme un crucifijo! El

crucifijo y sólo el crucifijo me puede consolar en estos

momentos.

—Santa Rosalía, en su juventud, pasaba diariamente

mucho tiempo ante el espejo, acicalándose. Un día viendo

un crucifijo que colgado enfrente se reflejaba, se puso a

pensar en el contraste entre su vanidad y las humillaciones

del Salvador. Movida por la gracia, dejóse de vanos

adornos y llevó desde entonces una vida de sacrificio.

(Scherer.)



— 91 —

—A D," Margarita de Austria, mujer de Felipe III, postrada

en cama por una larga y penosa enfermedad, una

de sus amigas, que había venido a visitarla, compadecida

de ella, mostrándola el crucifijo, le dijo: Pedid al Señor, que

os libre de tantos sufrimientos. ¡Cómo replicó la reina, ¿me

enseñas el crucifijo y me aconsejas que pida al Salvador

pendiente de los clavos, que me libre a mí de mi cruz?

—En el presbiterio de la parroquia de San Miguel de

Valladolid, antiguo Colegio de San Ignacio, de la Compañía

de Jesús, se halla sepultada la Venerable doña Marina

de Escobar, hija de padres nobilísimos y muy cristianos.

Con la esmerada educación que recibió, y prevenida con

gracias y favores extraordinarios del cielo comenzó desde

su niñez a darse a la virtud y a la oración, siendo devotísima

de la Pasión de Jesucristo.

«Un día, dice ella misma, víspera de San Miguel, hizo

nuestro Señor una gran misericordia, aunque por entonces...

no entendí qué misericordia fuese tan extraordinaria

y tan nueva para mí; y ésta fué, que aquella noche después

de haber tenido mi recogimiento, yéndome (a lo que

me pareció) a dormir, se me puso delante, en un punto,

la Majestad de Jesucristo, nuestro Señor, en la forma y

figura que Pilatos sacó a Su Majestad al pueblo cuando le

dijo Ecce homo. De la cual vista, yo no poco maravillada,

viendo aquella novedad apenas pude dormir más en toda

la noche; porque de tal manera me dejó el alma admirada,

y suspensa, y encendida en el amor de aquel Señor, que

llevándome mi madre a ver la feria, que en este día hay

en Valladolid, más por fuerza que de mi voluntad, cuando

me vi en la Plaza entre tanta gente y ruido, apenas supe

cómo había venido allí, ni apenas veía ni entendía lo que

allí pasaba porque tenía el alma como presa de aquel santo

amor, y los sentidos exteriores como dormidos.»



LECCIÓN 20. a

Descendió a los infiernos, al tercer día resucitó

de entre los muertos

Esta lección tiene dos partes que corresponden a los.

artículos 4.° y 5.° pertenecientes a la. santa Humanidad de:

Nuestro Señor Jesucristo.

Vimos el último día, que Jesucristo fué crucificado y

murió. Su alma se separó de su cuerpo. En ésto consiste

la muerte. Pero el catecismo enseña que la Divinidad, el

Hijo de Dios, que había tomado un cuerpo y un alma corno-

Ios nuestros en el seno purísimo de María Santísima, jamás

dejó ni el cuerpo, ni el alma. De modo que cuerpo

y alma estaban separados entre sí, aunque unidos con la

Divinidad...

Para que lo entiendan los niños, Desiderio y Electo pone

este simil: Un hombre tiene en la mano un relicario.



-93-

Saca la reliquia y continúa teniendo el relicario y la reliquia.

Mirad niños ese dibujo. Continuaba todavía el cuerpo

de Jesús en la cruz, y ya su alma había ido... ¿a dónele? No

al cielo, no al infierno donde están los condenados, sino a

ese lugar que veis entre los dos, que es como la antesala

del cielo, y que se llama el limbo de los justos.

Ahora, los que mueren en gracia de Dios, después de

haberse purificado del todo su alma, van al cielo. Antes

no era así El cielo se había cerrado por el pecado de

nuestros pirmeros padres y nadie podía entrar hasta que

lo abriese el Salvador, que es quien con su pasión y muerte

adquirió las llaves (Apoc. 1-18.)

¿Os acordáis de aquél pobre que se hallaba a la puerta

de la casa del rico avariento? ¿Cómo se llamaba? Murió

el pobre Lázaro y le llevaron los ángeles al seno de Abraham.

Aún no estaba abierto, el cielo. El limbo de los justos

•o seno de Abraham era la sala de espera. ¿Quiénes estaban

allí? Decidme los nombres de algunos. El primero

que fué al limbo de los justos sería Abel, y el último, o

uno de los últimos, el Buen Ladrón. ¿Qué le dijo Jesucristo

desde la cruz?...

Aquél día se convirtió el seno de Abraham, según afirma

San Juan Crisóstomo, en un verdadero paraíso. ¡Con

qué júbilo recibirían aquellas almas al Salvador, a quien

esperaban con tanta impaciencia! Mejor que el ángel a los

pastores, pudo decirles al presentarse en medio de ellos:

«Os anuncio una gran alegría. Ha sido vencido Satanás.

Tengo en mi poder la llave del cielo. Dentro de unos días

vamos a entrar en él victoriosos.» ¡Con qué amor y rendimiento

adorarían al Divino Redentor, que por rescatarlos

acababa de expirar en la cruz! ¡Cruz bendita, que eres la

llave del reino de los cielos!

Abiertas las puertas de la gloria, nadie se queda ya en

la sala de espera, o limbo de los justos. Pero sabéis que

hay otro lugar donde algunas almas están detenidas antes

de entrar en el cielo. Y en ese lugar padecen terribles tor-



— 94 —

mentos, mientras que en el limbo no se sufría pena alguna.

Me refiero al purgatorio. ¿Queréis consolar y aliviar a.

esas almas? ¿Queréis llevarlas cuanto antes al paraíso?

Ofreced por ellas oraciones, sacrificios, limosnas, toda clase

de obras buenas, e indulgencias. (Se hace que cada niño,

proponga en particular un sufragio.)

II

Mientras el alma del Señor se hallaba en el seno de-

Abraham, José de Arimatea y Nicodemo bajaron de la cruz,

con grave reverencia y cuidado, su cuerpo santísimo, y envuelto

en una sábana limpia y ungido con aromas lo pusieron

en un sepulcro nuevo, abierto en una peña, muy

cerca del lugar donde había sido crucificado. Cerraron la

entrada con una piedra. Los escribas y fariseos, llenos

aún de odio y de envidia, no queriendo, reconocer que aquél

a quien habían hecho crucificar era el Hijo de Dios, y temiendo

algún engaño acudieron a Pilatos, el cual les dejó

soldados. Y sellando la piedra los pusieron de guardia junto

al sepulcro.

—Al amanecer del tercer día, el domingo, como Jesús lo

había prometido varias veces, su alma santísima vino al

sepulcro (señalando en el gráfico) y se volvió a juntar con

su cuerpo. ¿Os acordaréis de que en el monte Tabor el

cuerpo de Jesucristo se puso resplandeciente como el sol?

Ahora ocurre lo mismo y más aún. Ya no es el cuerpo

yerto, sangriento y denegrido, sino hermosísimo y luminoso;

ligero, que con toda rapidez pasa de un punto a otro;

sutil, a modo de espíritu que atraviesa por todas partes;

impasible e inmortal, que no puede padecer dolor alguno,

ni volver a morir. (Las cuatro dotes del cuerpo glorioso,

cuyas iniciales forman la palabra CASI: claridad, agilidad,

sutileza e impasibilidad.) Salió pues del sepulcro sin quitar

la piedra, como entró en el cenáculo estando cerradas las

puertas.

* * *

Al rezar el Credo decimos: fué crucificado, muerto y se-



pultado, porque, aunque si El hubiese querido no le hubieran

podido crucificar, ni quitar la vida, fueron sus enemigos

los que le clavaron en la cruz y le dieron muerte.

Mas no se dice fué resucitado, sino resucitó, porque a sí

mismo se volvió a dar la vida, se resucitó a sí mismo. Es

un milagro más grande que el de resucitar a la hija de

Jairo y al hijo de la viuda de Naín y a Lázaro. Y si estas

resurrecciones se divulgaron por todo el país, extendiéndose

la fama del milagro y muchos creyeron en Jesucristo,

convenía que a todas partes llegase la noticia de la resurreción

del Señor, puesto que había anunciado este prodigio

como prueba de que El era el Hijo de Dios.

Amigos y enemigos fueron testigos, que esparcieron la

noticia de este suceso.

Resucitado el Salvador, y habiendo salido del sepulcro,

un ángel cuyo rostro brillaba como un relámpago y con

vestiduras blancas como la nieve, se llegó al sepulcro y

quitando la piedra sentóse encima. Los guardias aterrados

quedaron como muertos. Mas, luego, echaron a correr a la

ciudad y contaron a los príncipes de los sacerdotes lo que

había pasado. Reunidos éstos, acordaron dar a los soldados

una cantidad para que dijesen: «mientras nosotros

estábamos durmiendo vinieron los discípulos y robaron su

cuerpo.» Y por si llegaba a oídos de Pilatos que se habían

dormido, prometieron aplacarle y librarlo del castigo.

¿No habéis visto en la procesión de Semana Santa un

paso, de los durmientes? Está Jesús en el sepulcro y los

centinelas dormidos. ¿Es verdad que se durmieron?... Ved

pues cómo se sirvió la Divina Providencia de los mismos

guardias puestos por los enemigos de Cristo, para atestiguar

su resurrección.

Cuando las piadosas mujeres María Magdalena, María

Salomé y María Madre de Santiago el Menor llegaron al

sepulcro con aromas, para ungir mejor el cadáver, vieron

quitada la piedra; y entrando no hallaron el cuerpo de

Jesús sino únicamente los lienzos de la mortaja. Mana Magdalena,

que se había adelantado, volvió a toda prisa y dio



— 96 —

la noticia a Pedro y a Juan diciendo que habían quitado el

cuerpo del Señor y no sabía dónde lo habían puesto. Pedro

y Juan fueron al sepulcro y comprobaron lo que les había

dicho Magdalena.

A María Magdalena, que se quedó fuera llorando, se le

apareció Jesús en figura de hortelano, y ella lo contó a los

discípulos.

Las mujeres, a quienes el ángel había dicho que Jesús

había resucitado, y que se lo contasen a los discípulos, vieron

a Jesús en el camino.

También se apareció a S. Pedro. Y a los discípulos que

iban a Emaús. Y después a los apóstoles reunidos en el

cenáculo, hallándose ausente Santo Tomás. Estas cinco

apariciones ocurrieron el mismo día de la resurrección. A los

ocho días se les apareció de nuevo estando con ellos Santo

Tomás.

(Recapitulación. Se apareció Jesús a la Magdalena, a las

piadosas mujeres, a San Pedro, a dos discípulos que iban a

Emaús, a los apóstoles en el cenáculo.)

El Evangelio narra después de otras apariciones: A varios

apóstoles en las orillas del mar de Tiberiades. A todos

ellos en un monte de Galilea; y por fin el día de la Ascensión.

San Pablo refiere que en una ocasión se dejó ver

por más de quinientos discípulos (1. a ad. Cor. XV. 6)

Los apóstoles predicaron por todas partes la verdad de

la resurreción; Dios la confirmó con milagros y ellos la sellaron

con su sangre.

No todas las apariciones se cuentan en el Evangelio. Sin

duda, se apareció Jesús, antes que a nadie, a su Madre Santísima,

¡Qué alegría la de la Virgen al ver a su Hijo resucitado!

Aquel revivir de Jacob, e inundarse de gozo al saber

que su hijo José vivía y era virrey de Egipto no puede compararse

con el de María al ver a su Hijo triunfante y

glorioso...

-X- * *

El domingo de Pascua se celebra la más importante

de las fiestas del año eclesiástico, es el día especial del



— 97 —

triunfo del Señor en que, como la Iglesia nos repite muchas

veces, debemos alegrarnos y regocijarnos. El Alleluia

es la exclamación de júbilo y alabanza a Dios, que resuena

en todos los actos del culto, como haciendo eco a los cánticos

de los bienaventurados en el cielo.

Esa bandera de la resurrección, con la cual suele representarse

al cordero pascual y a Jesucristo resucitado, nos

recuerda la gran victoria de Jesús sobre la muerte y el infierno.

Su remate es la cruz, porque ella fué el arma con

que venció a Satanás y nos libró de su cautiverio. Alrededor

de esa bandera debemos congregarnos todos, eomo las ovejas

se reúnen junto a su pastor.

El cirio pascual simboliza a Jesucristo luz del mundo.

Se bendice la víspera, el sábado santo, conforme a la costumbre

de celebrar las vigilias de las grandes festividades

de la Iglesia.

Antes se ha bendecido el fuego, que se saca del pedernal

(dando golpes con el eslabón) y significa que Jesús

salió refulgente y glorioso del sepulcro abierto en una

peña.

En la bendición del cirio entona el diácono un cántico

hermosísimo, en forma de prefacio, celebrando con entusiasmo

la victoria del Redentor y los bienes que reportó al

género humano.

Interrumpe su cántico tres veces. La primera para po-



— 98 —

ner los cinco trozos de incienso, los cuales recuerdan los

aromas que llevaban las santas mujeres para embalsamar

el cuerpo del Señor; y se ponen en cinco agujeros, que significan

las cinco llagas. Quiso conservarlas para que vieran

los discípulos que su cuerpo era el mismo, aunque

inmortal y glorioso. Y además para inspirarnos amor y

confianza. La segunda interrupción es para encender el cirio,

lo cual significa el momento en que Jesús resucitó. La

tercera vez es para encender las lámparas, indicando que

la noticia de la resurrección, que se fué comunicando de

unos a otros, llevó la luz de la fe a las almas.

Durante cuarenta días continúa en su gran candelero o

blandón, en memoria de los cuarenta días que transcurrieron

hasta que Jesús se elevó a los cielos.

Se enciende a la misa mayor y vísperas, para significar

las apariciones del Señor resucitado. Mas no siempre

está encendido, porque no le veían de continuo los apóstoles.

(Preguntas retrospectivas: Como poniendo incienso

sobre las cinco llagas, hacen los niños actos de adoración,

de amor, de ofrecimiento...)

Que en estos días tan hermosos en que se conmemora,

la resurrección de Jesucristo y en que el campo y la naturaleza

toda parece revivir con la primavera, resucite nuestra

alma a la vida de la gracia si hemos cometido pecado

grave, o a nuevo fervor si habíamos decaído y andábamos

flojos en el servicio divino.

MÁXIMAS Y EJEMPLOS.—Cuando un rey poderoso se

apodera de una ciudad, o de una plaza fuerte donde se hallaban

esclavos algunos de sus subditos, no es ciertamente

para él un deshonor, luego que se ha hecho dueño de la

fortaleza entrar en persona en las cárceles y libertar de

sus cadenas a los cautivos... Jesucristo descendió a los infiernos,

no como prisionero, sino como triunfador y libertador.

(San Cipriano.)

—Cuando José se dio a conocer a sus hermanos les dijo:

No temáis por haberme vendido. Por vuestra salud lo permitió

Dios. Nosotros hemos sido causa de la Pasión de Je-



— 99 —

sus. Hoy nos dice: No temáis, ha sido para mi gloria y vuestra

salvación...

San Germán libró a Inglaterra de la herejía pelagiana.

En la lucha contra los herejes de Sajonia comenzó a

gritar alleluia: y todo el ejército prorrumpió en el mismo

grito. Fué tal el pavor de los enemigos, que huyeron a la

desbandada. Así huyen los demonios al oir las alabanzas a

Cristo resucitado. (Jaime Barón y Arin.)

—Durante la revolución francesa, Lepeaux, uno de los

jefes de una religión nueva, se quejaba a Talleyrand de los

pocos adictos que había logrado. «Sigue mi consejo y los

tendrás en abundancia: Hazte crucificar el viernes, que te

entierren el sábado y resucita el domingo, y verás cómo todo

el mundo sigue tus doctrinas.» (Poey.)

—Napoleón en Santa Elena, dijo a uno de los que le

acompañaban en el destierro: No cabe duda de que Jesucristo

resucitó poniendo así el sello de la divinidad a su doctrina.

Porque si no ¿concebís a un muerto haciendo conquistas

con un ejército fiel y enteramente adicto a su memoria?

¿Concebís un fantasma que tenga soldados sin paga, sin esperanza

para este mundo, y que les inspire toda clase de

privaciones? Aún estaba caliente el cadáver de Turena y su

ejército se desbordaba delante de Montecúculi; y a mí mis

ejércitos me olvidan, viviendo todavía, como a Aníbal el

ejército de Cartago. (Galdácano.)

—El día 5 de abril conmemora la Iglesia el martirio de

numerosos cristianos que murieron a flechazos, perseguidos

por los arríanos cuando celebraban solemnemente la

fiesta de la Pascua. (Schmid.)

—Resucitando espiritualmente y apartándose de las ocasiones

y de los malos amigos, hemos de responder como

cierto joven, cuando para inducirle a pecado invocaban su

antigua amistad: «yo no soy aquél.»



LECCIÓN 21. a

Subió a los cielos y está sentado a la diestra

de Dios Padre Todopoderoso

En esta catequesis se trata en primer término de la subida

de Jesucristo a los cielos, y luego de la gloria que tiene

allí.

Primeramente, conviene recordar que Jesucristo resucitado,

antes de subir a los cielos dejó transcurrir 40 días,

durante los cuales se apareció varias veces a los discípulos

(véase la lección anterior) y les habló del reino de Dios, o

como dice San León, les reveló varios misterios, e instituyó

algunos de los Sacramentos. De aquí se deduce, que no todo

lo que reveló el Señor se halla en las Sagradas Escrituras,

sino gran parte en la Tradición. Dejando para cada misterio,

o Sacramento en particular lo que a El se refiere, se comienza

relatando el hecho de la Ascensión.

Después de las últimas instrucciones que Jesús dio a sus

discípulos en Jerusalén y habiéndoles encargado que predicasen

por todo el mundo el Evangelio, bautizando en el nombre

del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, los condujo

al monte Olívete, camino de Betania. Allí, levantando las

manos al cielo, los bendijo y a la vista de ellos se elevó por

los aires. Una nube le ocultó a sus ojos. Y estando mirando al

cielo se les aparecieron dos ángeles con vestiduras blancas,

los cuales les dijeron: «Varones de Galilea, ¿qué hacéis mi-



— íeirando

al cielo? Jesús, que ha subido al cielo, vendrá así un

día a juzgar a los hombres.»

Repetida la narración por los niños, se explican las diversas

circunstancias:

a) Decidme, niños, ¿Quién es el que sube a los cielos?

Jesucristo. Dios y hombre verdadero. Jesús resucitado y glorioso,

en cuerpo y alma. No subió en cuanto Dios; porque

Dejadme que

mire al cielo

í^ilán despreciable

me parece

la (ierra!

en cuanto Dios... (¿dónde está Dios Nuestro Señor?—Se

halla en todo lugar...) no dejó los cielos... Subió en cuanto

hombre, como padeció en cuanto hombre y se humilló y

murió en cuanto hombre. (Phil. II, 8-11.)

b) ¿A dónde subió? A los cielos. Se elevó por los aires;

pero no fué a este cielo que vemos, sino al cielo de los bienaventurados,

donde Dios tiene su trono y le bendicen los

coros de los ángeles...

c) ¿Desde dónde se elevó? Desde el monte de los Olivos.

Ahí lo tenéis representado en el gráfico. ¿Qué veis en el

monte? ¿Qué os recuerda ese cáliz? ¿Qué oración hizo Jesús

en el huerto de Getsemaní? Allí comenzó su Pasión. Allí

su alma estuvo triste hasta la muerte, y su cuerpo sudó

sangre.

¡Cuánto cuesta subir a un monte! Más fácil es andar

por tierra llana. Pero luego que uno ha subido a la cima

¡Qué bien se respira! ¡qué bonito panorama!

Dos niños tienen unas perrillas: el uno las gasta en el



— 102 —

cine; el otro la da para los pobres niños infieles, para la

Santa Infancia. Claro es que a éste le cuesta darlas; más

fácil le sería gastarlas en el cine, o en golosinas. Pero luego,

¡ qué contento por haber hecho una obra de caridad tan

hermosa! ¡Cómo le premiará el Señor el sacrificio!... Ved

cómo los sacrificios y los dolores conducen a la gloria.

d) ¿Cuándo subió? A los cuarenta días de su resurrección.

En jueves, como en jueves comenzó su Pasión. Dicen

que al mediodía, hacia las doce. A la media noche entró

en este mundo, naciendo en Belén; al mediodía salió de él,

elevándose a los cielos.

e) ¿Cómo subió? Por su propia virtud. No fué llevado

por los ángeles como el diácono San Felipe, o como el

profeta Habacuc. Dice San Máximo que se remontó como

el águila con sus propias alas; para dar a entender, no que

Jesús tuviera alas, ni motor, sino que por ser Dios lo puede

todo; y por estar glorioso su cuerpo, siguiendo al alma,

fué al lugar que corresponde a los cuerpos gloriosos, que

es el cielo. De modo que el poder divino, y las dotes gloriosas

del cuerpo resucitado fueron como las dos alas que

lo elevaron al cielo. (Diferencia entre la Ascensión y la

Asunción.)

No fué solo. Le acompañaban las. almas de los justos

que sacó del limbo. Como un conquistador que vence al

enemigo, abre las cárceles y lleva consigo triunfante a los

cautivos que rescató.

A estas almas no las veían los discípulos; Pero a Jesús

sí, porque subía en cuerpo y alma. Hasta que una nube le

ocultó. No es que esa nube, como un aeroplano, llevara al

Salvador a la Gloria... Así como en el tabernáculo una

nube, que lo cubrió, manifestaba la majestad de Dios, esta

nube da a entender la grandeza de Jesucristo.

f) Entrada en el cielo. ¡Oh si los Apóstoles hubieran

podido ver a través de esa nube! ¡Qué recibimiento, qué

entrada triunfal! Los ángeles y los justos que iban con

Jesús exclamarían: «¡Abrios, puertas eternales y entrará

el Rey de la gloria!» Y al entrar en la Jerusalén celestial,



- 103 -

mucho mejor que cuando entró en la ciudad de Jerusalén,

le aclamarían unos, que le salían al encuentro, y otros que

le acompañaban, diciendo: «¡Hosanna en lo más alto de los

cielos! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!...

¡Gentes todas, aplaudid; celebrad con vítores y júbilo esta

solemne entrada!... ¡Ya se abrieron las puertas!... ¡Gloria

al Cordero que muriendo las abrió!...»

g) ¿Para qué subió? 1.° Para recibir el premio merecido

por su Pasión. Así había de entrar en su gloria. El que

tanto se humilló había de ser ensalzado. (Apoc. V, 12.)

2.° Para prepararnos lugar a nosotros. «Voy a prepararos

lugar», dijo a los Apóstoles. En la casa de mi Padre

hay muchas habitaciones. Ahí tenéis vuestra casa, vuestro

palacio... ¡Que donde esté yo, estén conmigo aquellos que

tu me has dado! rogaba el Divino Salvador a su Padre en

la última cena... (Joan XIV, 2.)

3.° Para repartirnos sus dones, para enviar al Espíritu

Santo a su Iglesia, como lo prometió (Joan. XVI, 7.)

4." Para mostrar al Padre sus llagas, intercediendo por

nosotros, como nuestro abogado (1} Joan. II. i.)

h) Conclusión práctica. 1.° S. Martín, moribundo, a los

que le decían que cambiase de postura les replicó. Dejadme

que mire al cielo... 2° San Ignacio de Loyola, mirando

desde una ventana al cielo, exclamaba: ¡Cuan despreciable

me varece la tierra...!

II

Veamos ahora qué gloria tan grande tiene Jesucristo

•en el cielo. Esto significan las palabras: Está sentado a la

diestra del Padre.

a) Está a la diestra, o sea, a la derecha, no quiere

decir que Dios Padre tenga derecha, ni izquierda porque

«s espíritu purísimo. Significa que está a la par del Padre.

En cuanto Dios tiene la misma gloria, el mismo poder,

la misma majestad con el Padre.

Y en cuanto hombre participa de esa gloria; porque el



— 104 —

Hijo de Dios no ha dejado, ni dejará jamás el cuerpo y el

alma que tomó, al hacerse hombre, en la encarnación.

A la manera, dice el Santo Cardenal Belarmino (aunque

como toda comparación sea muy imperfecta) que el

manto real ocupa el trono con el Rey, que lo lleva puesto...

San Pablo, explicando las palabras le colocó a su diestra

en los cielos, dice: «sobre todo principado y potestad

y virtud y denominación y sobre todo nombre...» (Ad

Ephes. 1, 21.)

Y haciendo ver que esta gloria tan elevada correspon-

¿/uez

CJeñor

Key

J~ué colocado

a su. dieslra

en los cielos

sobre ioaa fjotesíaa

¡ S^trriba los corazones!

de sólo a Jesús y no a los ángeles, ni a los bienaventurados,

pregunta: ¿A qué ángel ha dicho jamás: siéntate a

mi diestra?...(Ad Hebr. 1, 13.)

Por eso la Iglesia en las oraciones, que dirige al Padre

Eterno en nombre de Jesucristo, añade, «que contigo vive

y reina en unión del Espíritu Santo, Dios por todos los

siglos de los siglos.» (Preguntas retrospectivas.)

De lo dicho vamos a sacar una consecuencia. ¿Queréis

mucho a Jesucristo? «¡Yo le quiero tanto!» decía un niño...

Entonces querréis estar siempre cerquita de El, ¿no es

así? ¿Dónde está Jesús?... En el Sagrario... ¡Qué dicha



— 105 —

estar con Jesús... sobre todo al comulgar! Pero en el cielo

estaréis para siempre con Jesús... Y cuanto más buenos

hayáis sido en esta vida, subiréis más arriba... más cerca

de Jesús... ¡Ah, qué bien...!

Sed muy buenos; no sólo buenos. Y cuando os toque

sufrir algo, y os desprecien o humillen, tened entendido

que esos sufrimientos y humillaciones os acercan a Jesús;

vuestra gloria será más grande...

b) Nos falta indicar qué significa está sentado. No es

que Jesús esté siempre en esa postura. San Esteban, cuando

le apedreaban los judíos, vio a Jesús de pies.

Significa que es Juez, como el juez se sienta para juzgar;

significa que es Señor; significa que es Rey que ocupa

su trono, y que su reinado no tendrá fin, jamás se acabará.

¿Quién ?9 sienta, el criado o el señor? ¿el rey o el

vasallo?...

Además puede significar que Jesucristo, glorioso e inmortal,

ya no sufrirá más, como padeció cuando vivía en

esta vida mortal, sed, hambre, frío, cansancio, tormentos,

etc.

Cuando San Pedro Alcántara murió se apareció, radiante

de gloria, a Santa Teresa; y dijo a la santa: Me voy

a descansar.

La Iglesia pide para las almas el descanso eterno... o

sea la felicidad del cielo, donde no habrá dolores, ni llantos,

ni tristezas, etc.

Ea, pues, niños queridos: buscad las cosas de arriba,

aunque cuesten algún trabajo: Pensad en que por sufrir

un momento gozaréis eternamente...

MÁXIMAS Y EJEMPLOS.—Aquella vida de arriba es la

verdadera. (Santa Teresa.)

—Jesús está sentado porque reina, está de pies porque

nos proteje; lo uno muestra su autoridad, lo otro su bondad,

ambas cosas su gloria. (San Ambrosio.)

—Sursum corda. ¡Arriba los corazones!, nos dice el sacerdote

en el Prefacio. Al cielo elevaba continuamente sus

Pensamientos y sus afectos San Macario. Cuando tenía que



—106 —

ocuparse en otra cosa se decía a sí mismo: Guárdate bien,

alma mía, de descender del cielo a la tierra. (Scherer.)

La Madre de los Macabeos, para animar a su hijo pequeño

a que no se apartase de la ley del Señor, le decía: Te

ruego, hijo mío, que mires al cielo. (II Mach. VII-28.)

—Igualmente, Santa Felicitas, cuando con sus hijos se

hallaba ante el tirano los exhortaba a tener valor para dar

la vida por Jesucristo: «Mirad hijos míos, al cielo, en donde

os está Cristo esperando, con todos sus santos.» (Ribadeneira,

10 de Julio.)

—En el Antiguo Testamento el Sumo Sacerdote después

de haber ofrecido el Sacrificio, una vez al año entraba

en el Sancta Sanctorum a rogar por el pueblo. Jesús

después de haber ofrecido a sí mismo, como víctima entró

en el Santuario de la gloria y allí intercede por nosotros.

(Ad Hebr., 9.)

—Cuenta San Bernardino de Sena, que un peregrino provenzal

fué a Tierra Santa. Después de haber visitado el

lugar del nacimiento en Belén, el de la casita de Nazaret,

el lago de Tiberiades, etc., después de haber recorrido la

vía dolorosa y de haber orado en el Calvario y en el sepulcro,

llega al monte Olívete y besando las huellas que Jesús

dejó impresas, al subir a los cielos, dice ya fuera de sí, sin

poder resistir más el ímpetu de amor que conmovió su alma:

«¿ A dónde iré ya, si no es al cielo con Vos?» Y diciendo

ésto exhaló su espíritu.



LECCIÓN 22. a

Creo en el Espíritu Santo

Dejando el séptimo artículo para cuando tratemos de

los novísimos, uniéndolo a los dos últimos artículos del

Credo, en esta lección hablaremos de la tercera persona de

la Santísima Trinidad.

De transición puede servir el que las gracias que Jesucristo

nos mereció nos las comunica, el Espíritu Santo.

Sirva también de enlace el hecho mismo de la Ascensión;

pues los apóstoles cuando Jesús subió a los cielos,

se volvieron a Jerusalén, porque se lo había mandado el

Divino Maestro, diciéndoles que permanecieran allí hasta

que fuesen revestidos de la virtud de lo alto, o sea, hasta

que recibiesen el Espíritu Santo.

Se comienza con la lectura o narración de la venida

del Divino Espíritu el día de Pentecostés, como se halla

•en el libro de los Hechos dé los Apóstoles (cap. II.) Enseguida

se repite la historia dialogada sobre las circunstancias.

¿Dónde se hallaban reunidos los discípulos? ¿Con quién?

¿A quién esperaban? ¿A Jesús? No; Jesucristo les había

prometido otro que les consolase.

¿Qué día? ¿Por qué se llama Pentecostés? Era gran fiesta

de los judíos, en memoria de la Ley que les dio el Señor

en el Sinaí, a los cincuenta días de haber salido de

Egipto. Con este motivo había entonces en Jerusalén gran

concurso de gente.



— 108 —

¿A qué hora? A la de tercia, hacia las nueve de la mañana.

¿Qué se sintió primero? Un ruido, como de viento impetuoso,

en aquel lugar del cenáculo ¿Qué aparecieron después?

A manera de lenguas de fuego, que se pusieron sobre

los que había allí reunidos. Al mismo tiempo el Espíritu

Santo venía a sus corazones. Las lenguas de fuego

eran como la señal, para que supiesen que entonces se

cumplía la promesa que el Salvador les había hecho.

II

Veamos ahora qué efectos produjo la venida del Espíritu

Santo en el corazón de los Apóstoles.

Dice ese texto que veis ahí, escrito en el encerado, que

fueron llenos del Espíritu Santo. De modo que el Espíritu

Santo, vino a sus almas; y claro es que al venir los haría

santos y muy santos; santificó sus almas.

En segundo lugar dice que comenzaron a hablar diversas

lenguas. Ocurrió lo contrario que en la torre de Babel.

Cuando los hombres, orgullosos, quisieron edificar una

torre que llegase hasta el cielo, Dios confundió sus lenguas,

de modo que no se entendían unos a otros. Ahora, al contrario,

a los Apóstoles los entendían todos, los de países

y lenguajes muy distintos, como si les hablasen a cada uno

en la lengua de su región.

Pero dejemos esto y digamos de qué hablaban... Hablaban

de las grandezas de Dios. ¿Quién les puso en la boca

esas palabras? Lo dice el texto sagrado: El Espíritu Santo

(v. 4.) Y antes de poner en la boca estas palabras, les tenía

que poner en el entendimiento las verdades que habían

de predicar.

Jesús se lo había prometido. Cuando venga el Espíritu

Paráclito, os enseñará toda la verdad, os hará entender esas

que os anuncio yo a vosotros...

Cuando un niño reza, alaba a Dios, habla cosas buenas

de Dios, ¿quién pone las palabras en su boca? Y si uno

dice blasfemias (Dios no lo permita) palabras indecentes



— 109 —

cosas malas, ¿quién le incita para que diga esas palabras?...

El Espíritu Santo iluminó a los Apóstoles para que predicasen

las maravillas del Señor. ¿A quiénes predicaron?

Antes ¿por qué no predicaban? Porque no sabían, hasta

que el Espíritu Santo les enseñó y les hizo entender lo

que el Divino Maestro les había dicho. Pero, además, no

predicaban porque... no se atrevían, tenían miedo a los judíos.

Ahora no temen; salen del Cenáculo y comienzan a

predicar. No tienen miedo a las persecuciones, ni a la cárcel

ni a la muerte misma. De modo que, el Espíritu Santo

los hizo valientes, los fortaleció.

Los santificó, los iluminó, los fortaleció; he aquí los

efectos que produjo en los Apóstoles la Venida del Espíritu

Santo.

III

Tales efectos se dan a entender con esas figuras que

veis en el encerado: la lengua de fuego, la nube y la paloma.

El día de Pentecostés, al tiempo mismo que el Espíritu

Santo llenaba el alma de los Apóstoles, aparecieron sobre

sus cabezas, unas llamas, a modo de lenguas de fuego.

Esa luz encendida ilumina el entendimiento y calienta el

corazón con el fuego del amor de Dios. La forma de lenguas,

significaba que habían de predicar...

La nube os recuerda aquella nube resplandeciente que



—110 —

apareció en la transfiguración de Jesús sobre el Monte

Tabor; representa al Espíritu Santo y significa que como

los campos sin' agua no producen fruto alguno, así lasalmas

sin la gracia del Espíritu Santo nada pueden hacer

que les sirva para la salvación eterna. En cambio cuando

el Espíritu Santo viene a las almas producen frutos riquísimos

(Caridad, paz, longanimidad, etc.)

La paloma recuerda que cuando Jesucristo fué bautizado

por San Juan vino el Espíritu Santo sobre El, en figura

de paloma; y significa que el Espíritu Santo conserva,

en los corazones la pureza, la inocencia, la sencillez; y que,

como la paloma en su nido, se complace en habitar en las

almas puras.

Recapitulación. ¿Cómo se manifestó el Espíritu Santo

en el día de Pentecostés? ¿Y en la transfiguración del

Señor? ¿Y en el bautismo de Jesús? ¿Qué significan las lenguas

de fuego? ¿ Y la nube? ¿Y la paloma?

IV

Ese mismo día de Pentecostés, el Espíritu Santo vino

no sólo sobre los Apóstoles y los que con ellos y con la Virgen

Santísima se hallaban reunidos en el Cenáculo,

sino sobre otros muchos, cerca de tres mil. ¿Sabéis

quiénes?...

San Pedro se puso a predicar: ¡Oh hijos de Israel! A

Jesús Nazareno le habéis hecho morir clavándole en la

cruz por mano de los impíos, pero ha resucitado... Y habiendo

subido al cielo a la diestra del Padre ha enviado

sobre nosotros el Espíritu Santo...

Oyendo este discurso se compungieron de corazón, y dijeron

a San Pedro y a los demás Apóstoles. ¿Qué haremos?

Haced penitencia, y bautizaos para remisión de los pecados,

y recibiréis el Espíritu Santo. Y recibieron el Bautismo,

y vino sobre ellos el Espíritu Santo; pero no aparecieron

las lenguas de fuego, vino de un modo invisible.

¿No ha venido también sobre vosotros? ¿Cuándo? En el

santo Bautismo. Y con más abundancia derramó sus dones-



- 111 —

sobre vosotros cuando el Sr. Obispo os confirmó. ¿Cuálesson

ios dones del Espíritu Santo?

Antes de que fueseis bautizados ¿había venido a vosotros

el Espíritu Santo? ¡oh nó! Por eso una de las primeras

ceremonias del Bautismo, consiste en lo que se llama

exorcismo, mandar a Satanás que se vaya. Y el sacerdote,

soplando ligeramente sobre el niño, dice al demonio: «sal

de él, inmundo espíritu, y deja ese lugar para el Espíritu

Santo Paráclito.»

Sois ya templo del Espíritu Santo que habita en vosotros.

No le hagáis que se vaya. No cometáis jamás pecado

mortal. No apaguéis esa llama del amor divino que ha encendido

en vuestro corazón el Espíritu Santo.(I. 11

Ad. Tesal.

V-19J

Como lo hizo con los Apóstoles, el Espíritu Santo santifica,

ilumina y conforta a las almas. Y las consuela en

medio de las amarguras y tribulaciones de esta vida. Por

eso la Iglesia le llama Consolator optime, el mejor consolador.

Y en la Iglesia Católica, ese Divino Espíritu, que permanece

siempre en ella, es el que la hace santa, y la asiste

para que enseñe la verdad y nos guíe por el camino del

cielo.

V

¿Quién es el Espíritu Santo? Ya os lo expliqué al tratar

del misterio de la Santísima Trinidad. Es Dios, como

el Padre y el Hijo; y por tanto es infinitamente bueno,

sabio, poderoso, justo, etc. Es omnipotente, eterno, infinito,

es el mismo Dios que el Padre y el Hijo.

Es la tercera persona de la Santísima Trinidad. Pero

no vayáis a entender que por ser la tercera es inferior a

las otras. Se le nombra después del Padre y del Hijo, porque

tiene su origen de los dos, procede juntamente del

Padre y del Hijo amándose el uno al otro; así como al Hijo

s

e le nombra después del Padre porque tiene su origen del

Padre, ha sido engendrado por el Padre, conociéndose a sí



-112-

mismo. Mas ninguna de las tres personas ha existido antes;

las tres son eternas, mejor dicho, las tres son un solo

eterno, un solo Señor.

Esto no lo podemos entender bien ahora; en el cielo lo

veremos, y allí bendeciremos al Padre y al Hijo y al Espíritu

Santo.

Se llama Espíritu Santo. Y no es espíritu como los ángeles,

sino infinitamente perfecto; ni santo como los santos,

sino incomparablemente más santo, infinitamente santo,

y causa de toda la santidad que hay en los justos.

Pedid al Divino Espíritu, al que la Iglesia llama también

Dulce Huésped del alma, que habite en vuestros corazones,

para santificarlos, que os ilumine para conocer lo

que agrada a Dios y que os dé fuerza para cumplirlo.

Ven ¡Oh Espíritu Santo! llena los corazones de tus fieles

y enciende en ellos el fuego de tu amor...

COMPARACIONES Y EJEMPLOS. —Leónidas besaba

respetuosamente el pecho de su hijo Orígenes, mientras

dormía, diciendo que era templo del Espíritu Santo.

—Luego que Samuel ungió a Saúl, Dios le mudó el corazón

le hizo otro hombre del que era. Encontró después

en el camino a los profetas y apoderándose de él el Espíritu

Santo profetizo entre ellos (1 Reg. X.)

Tomad en la mano derecha una esponja empapada, y

en la izquierda un pedernal; oprimidlos con igual fuerza,

y del pedernal no saldrá nada» mientras que de la esponja

saldrá agua en abundancia. La esponja es el alma llena

del Espíritu Santo; la piedra es el corazón frío y duro

donde no habita el Divino Espíritu. (Cura de Ars.)

—El Espíritu Santo nos conduce por la mano como una

madre lleva a su hijo pequeño; como una persona que tiene

vista y conduce a otra que no ve. (El mismo.)

—Cuando se posee el Espíritu Santo el corazón se dilata

y se baña én amor divino. El pez no se queja jamás

de que tiene demasiada agua; tampoco el cristiano se



— 113 —

queja nunca por estar mucho tiempo con su Dios. Hay quienes

encuentran la Religión enojosa. ¿Sabéis por qué? Porque

no tienen el Espíritu Santo. (Id.)

—Cuenta una leyenda, que apareció una llama sobre el

general Mario, y los adivinos dijeron que era señal de que

vencerla a los enemigos. Lo cierto es que aquellas lenguas

de fuego sobre las cabezas de los Apóstoles daban a entender

que saldrían victoriosos en la lucha contra los enemigos

de la verdad. (Schmid.)

—Un célebre escritor, llamado Brucker; tenía un amigo

el cual pretendía no hacerle falta las luces del Espíritu

Santo. «Me bastan mis propias luces», decía el impío lleno

de orgullo. Cansado de oir este lenguaje blasfemo, puso

Brucker un libro en su mesa de estudio y rogó a su amigo

que le leyese una página. Cuando estaba leyendo, fué Brucker

a la ventana y cerró los cuarterones. ¿Qué hacéis?, le

dijo su amigo; no veo.-Creí que te bastaban tus propias luces,

le replicó Brucker. (Dassé.)

—El Arzobispo de Westminter, más tarde Cardenal Mannig,

siendo aún anglicano desempeñaba el cargo de predicador

de la Corte. Una señora se le acercó, admirada de

que nunca hubiese predicado acerca del Espíritu Santo. Le

suplicó que tratara de ese tema en sus sermones o a lo menos

la instruyese a ella particularmente. Nada halló que le

satisficiera en las obras de los teólogos anglicanos. Se puso

a estudiar esa cuestión en la teología católica. De dicha

materia pasó a otras, y de ahí provino su conversión al

Catolicismo. (K. Bldtter.)



LECCIÓN 23. a

La Santa Iglesia Católica

Asunto difícil, e importantísimo es el de esta lección..

Deberíamos inculcar a nuestros niños grande amor a la*

Iglesia; que del fondo del alma digan siempre lo que el

santo joven Estanislao decía de la Virgen Santísima: ¡Cómo

no amarla si es mi Madre! Ese amor y estima de la Iglesia,

les hará permanecer fieles a sus enseñanzas, y obedientes

a sus preceptos, siguiendo seguros la ruta que conduce a la.

salvación.

En esta materia, que es abundantísima, hemos de seguir

un orden genético, tratando primero del origen de la Iglesia,

para entender así su naturaleza. Seguidamente hablamos

de su fin y sus dotes. En tercer lugar de los que no

pertenecen a la Iglesia. Por último, de las notas, que dan

a conocer la verdadera Iglesia fundada por Cristo.

Sabéis vosotros, niños queridos, que Jesucristo es Rey.

No sólo es Rey de los cielos, sino que acá en la tierra tiene

su reino, que es la Iglesia. No vayáis a creer que me

refiero a una iglesia, o templo, formado de piedras con argamasa,

sino de piedras vivas, como se dice en un himno,

o sea de personas, unidas entre sí y con el Papa.

Recordad lo que habéis aprendido en la Historia Sagrada.

San Juan Bautista predicaba en la ribera del Jordán

diciendo: «Haced penitencia porque se acerca el reino

de Dios.» Pasando por allí el Salvador, dijo San Juan: «He

aquí el cordero de Dios, el que quita los pecados del mundo.»

Y en pos de El fueron algunos discípulos de San Juan, en-



115 —

tre ellos Andrés, el cual llevó a su hermano Simón. Jesús

dijo a Simón: Tú te llamarás Pedro, que significa piedra.

Jesucristo recorrió la Judea y la Galilea predicando el

Evangelio, haciendo bien a todos y realizando muchos milagros.

Le seguían las muchedumbres y se aumentaba el

número de sus discípulos. De entre ellos escogió a doce,

los Apóstoles, a quienes instruyó en particular, los hizo sacerdotes

y obispos y les mandó predicar, administrar los

Sacramentos y dirigir a los fieles, teniendo todos por jefe

supremo a San Pedro. Cuando iba a subir a los cielos les

repitió el encargo, diciendo: «Me ha sido dada toda potestad

en el cielo y en la tierra. Id, pues, y enseñad a todas

las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo

y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo lo que

yo os he mandado. Yo estaré con vosotros todos los días,

hasta la consumación de los siglos.» (Preguntas retrospectivas:

¿Cuál es el reino de Jesucristo? ¿Quiénes eran

los Apóstoles? ¿Para qué los escogió? ¿Qué encargo les encomendó?

etc.)

Ya visteis cómo el Espíritu Santo vino sobre los Apóstoles

el día de Pentecostés y los santificó, los iluminó y

fortaleció. Comenzaron a predicar; Pedro el primero de

todos, como jefe y cabeza. Se convirtieron unas tres mil

Personas y luego cinco mil. Creyeron lo que los Apóstoles

enseñaban, recibieron el Bautismo y se sometieron a su dirección

y gobierno.



- 116 —

Después los Apóstoles y sus sucesores se dispersaron por

todas las regiones de la tierra, predicando, bautizando formando

agrupaciones de fieles regidos por los obispos, dependientes

todos del Romano Pontífice, que es el sucesor

de S. Pedro. Ahí, en el gráfico, esas cruces representan los

obispados, la más saliente el de Roma. Y esos puntitos significan

las parroquias, en que se dividen los obispados o

diócesis. Claro es que no veis más que unos cuantos. Pero

en la Iglesia Católica hay cerca de mil quinientos obispos

y cuatrocientos mil sacerdotes y trescientos cincuenta

millones de fieles, obedientes todos al Papa, que es uno solo.

Es pues, la Iglesia esa congregación o sociedad formada

por los fieles cristianos con los Obispos y el Papa. (Preguntas

retrospectivas:) ¿Cómo se hace uno cristiano? ¿Quién

es el jefe supremo de la Iglesia? etc.)

II

¿Para qué fundó Jesús la Iglesia?... ¿Cómo nos procura

la Iglesia la salvación?... Continuando la obra y la misión

de su Divino Fundador. «Como el Padre me envió a mí, así

os envío yo a vosotros,» había dicho el Salvador a sus Apóstoles.

Os envío a enseñar la doctrina, a santificar las almas

por medio de los Sacramentos que yo he instituido, a conducirlas

por el camino del cielo; enseñad, administrad los

Sacramentos, haced cumplir los mandamientos (Magisterio,

ministerio* imperio.)

Al encomendar a la Iglesia esta misión y mandarnos a

nosotros creer lo que ella nos enseña y obedecerla para

salvarnos, no puede permitir que la Iglesia se engañe cuando

nos enseña lo que hemos de creer y observar para ir al

cielo. «Yo rogaré al Padre y os enviará otro Consolador, el

Espíritu de Verdad que permanecerá siempre con vosotros.»

La Iglesia es infalible. San Pablo afirma que es columna y

fundamento de la verdad.

Y como hasta el fin del mundo habrá hombres que salvar,

la Iglesia existirá hasta el fin del mundo. Las potestades

del infierno, según lo prometió Jesucristo, no prevalecerán

jamás contra ella, jamás será destruida.



— 117 —

Asistida por el Espíritu Santo, permanecerá siempre como

la estableció Jesús, con su Fe, sus Sacramentos, sus

Pastores legítimos. Es indefectible. (Preguntas retrospectivas:

¿Qué significa que la Iglesia es infalible? ¿Qué quiere

decir que es indefectible? Que durará hasta el fin del

mundo, permaneciendo siempre la misma.)

III

Como Jesús dejó a la Iglesia los medios de salvación

resulta que los que no pertenecen a la Iglesia no pueden

ir al cielo. Son como ovejas descarriadas; o como los que

se quedaron fuera del Arca, que perecieron en el diluvio.

A no ser que de buena fe se hallen extraviados, porque si

cumplen entonces lo que les dice su conciencia. Dios les

dará su gracia; y, estando en gracia santificante, ya interiormente

pertenecen a la Iglesia.

El gráfico os hace ver quiénes están fuera. Los infieles

(como los judíos, los mahometanos, los idólatras) que no

han recibido el Bautismo. Los herejes ( como los protestantes)

que no profesan la verdadera fe cristiana. Los cismáticos,

que se han separado ellos voluntariamente de los

fieles y de los obispos y del Papa. Por fin ciertos excomulgados,

que han sido separados de la Iglesia, como miembros

con gangrena, para que no inficionen a otros. (Preguntas

retrospectivas: ¿Quiénes no pertenecen a la Iglesia?

¿Cómo se llama a los que no están bautizados? ¿Y a los

que no tienen la fe de Jesucristo? ¿Y a los que se han separado

del Papa, etc.?)

IV

Jesucristo fundó la Iglesia. Pero ocho siglos más tarde

Focio, y otros siete después Lutero, separándose de la Iglesia

Católica, han querido formar la suya, a su manera, y

hacerla pasar por la de Jesucristo. Como uno que fabrica

moneda falsa, y luego procura darse maña para que pase

Por buena.



— 118 —

Aquí no cabe falsificación. La verdadera Iglesia no se

confunde con las otras. Tiene unas notas, o señales que la

distinguen.

Ha de ser una, porque un reino dividido no puede subsistir;

santa, porque su misión es santificarnos; católica

o universal, porque la fundó Jesús para todos los pueblos

y todos los tiempos hasta la consumación de los siglos;

apostólica, sus Pastores deben ser sucesores legítimos de

los Apóstoles. Estas cuatro señales, que se citan en el Credo,

en la Misa, corresponden a la Iglesia Romana, cuya cabeza

es el Papa, y no a las protestantes, ni cismáticas.

Ahí, en el gráfico hemos puesto las cuatro iniciales...

(Preguntas retrospectivas: Aplicación de las notas a la Iglesia

Romana. Es una por la fe, el Sacrificio, los Sacramentos,

la cabeza visible. Santa por su doctrina y los medios

de santificación; porque siempre ha habido en ella

santos y milagros. Católica, se halla extendida por todo el

mundo, enviando sus misioneros a todas partes. Apostólica.

porque el Papa y los obispos son sucesores legítimos del

Colegio Apostólico.)

Sois hijos de la Iglesia Católica. ¿Dais gracias a Dios,

con frecuencia, por este beneficio? ¿No habéis pensado en

las grandes ventajas que tenéis por pertenecer a la Iglesia

donde se hallan los medios de salvación? ¡Qué dicha tan

grande pertenecer a la verdadera grey de Jesucristo, estar

cerca del Buen Pastor!

¡Iglesia Santa! Yo te amo y te amaré y te defenderé

siempre. ¡Quiero vivir y morir en tu seno! Seré fiel a tus

enseñanzas, dócil a tus mandatos. Procuraré con mi buena

conducta mostrarme hijo digno de mi Santa Madre la

Iglesia...

COMPARACIONES Y EJEMPLOS.—El que quiera entrar

en la casa de Dios, que es la Gloria, tiene que pasar por el

vestíbulo que es la Iglesia. (Manjón.)

—San Paciano Obispo de Barcelona, muerto hacia el



— 119 —

año 390, escribía a Symproniano: Mi nombre es cristiano

y mi apellido católico.

Las palabras del Ángel a María, su reino no tendrá

íin, significan que la Iglesia como militante, durará hasta el

fin del mundo, y como triunfante por toda la eternidad.

—Voltaire decía que estaba harto de oír que con doce

pescadores había fundado Jesús la Iglesia, y quería probar

al mundo que él solo bastaba para destruirla. Murió desesperado.

Y ¡coincidencia notable! Veinte años antes había

escrito a D' Alembert: «Dentro de 20 años Dios no tendrá

adoradores.»

—Melanchthon dijo a su madre moribunda: La religión

protestante es la más cómoda, pero la católica es más segura.

—Federico el Grande escribió en sus Memorias de Brandeburgo:

Si quieren reducirse a causas bien sencillas los

progresos de la Reforma se comprueba fácilmente que en

Alemania fué obra de ganancias temporales; en Inglaterra

se debió a una intriga amorosa y en Francia al amor de

la novedad.

Jamás vio el mundo dice Colbet, historiador protestante,

tantos miserables en un mismo siglo: Lutero, Calvino, Enrique

VIII. El único punto en que estaban de acuerdo era

la inutilidad de las buenas obras.

—No me gustan los que cambian de religión, dijo un principe

protestante al conde Stolberg, que se había convertido

al Catolicismo. A mi tampoco, replicó el conde; porque

si mis antepasados no hubiesen cambiado no me vería yo en

la precisión de hacerlo ahora.

—En una Escuela de niños en Inglaterra hacían esta

pregunta. Si la Iglesia Romana se llama católica porque

está extendida por todo el mundo, ¿cómo es que la herejía

la cual se halla en todas las regiones, no se llama también

católica? Y una niña respondió: Porque la Iglesia Romana

e

n todas partes es la misma, mientras que la herejía se

halla dividida en un sin número de sectas. (U Ami des Catéchismes.)



— 120 —

Un joven sacerdote de París asistía a un concierto en

el Conservatorio. El gran compositor Gounod llegó cuando

todos los asientos estaban ocupados. Se levanta el sacerdote

y le dice: Maestro, siéntese V. aquí, en mi lugar,—De

ningún modo.—Siquiera por la edad, le replicó el sacerdote.—Acuérdese

V. le dijo Gounod, de una frase de Gregorio

XVI. No sé qué personaje en una audiencia le dijo:

Santísimo Padre, yo soy más viejo que Vos.— ¡Más viejo

que yo! Si tengo diez y ocho siglos, repuso el Papa.

Como sacerdote tenéis diez y ocho siglos; no consiento

que me cedáis el puesto (Siffet.)

—Un buen cristiano se encontró con un compañero suyo

que había caído en la herejía protestante y quería atraerle

a él mismo a su secta. Mira, todos son escrúpulos, pues

al fin los protestantes creen en Dios como tú, creen en

la vida eterna como tú, en el cielo y en el infierno como

tú. ¿Qué importa que no hagan caso del Papa? Entonces

aquel buen cristiano sacando una navaja cortó una rama

de una planta y le dijo: ¿Ves? esta rama es como las

otras tiene ramas como las demás, está verde como ellas.

Solo hay una diferencia insignificante, y es que las otras

están unidas al tronco que les comunica la savia y ésta nó.

Pero una diferencia tan pequeña hará que aquellas conserven

su vida y su frescura y crezcan y den fruto, mientras

que esta se secará y servirá solo para el fuego (Andenna.)

—Santa Teresa de Jesús, al recibir el Viático dio gracias

por haber nacido en el seno de la Iglesia Católica; y luego,

dirigiéndose a Nuestro Señor le decía conmovida: «Bien

sabéis que soy hija de vuestra Iglesia.»

—Sófocles fué acusado de demencia por sus hijos, que

querían entrar en posesión de sus bienes. Por toda defensa

leyó el poeta a sus jueces su último poema y el glorioso

anciano fué absuelto. Para defenderse, para confundir a

sus acusadores sólo tiene que hacer la Iglesia una cosa: mostrar

sus obras (Gibier.)



LECCIÓN 24. a

El Papa "

Para introducción se recuerda lo que decíamos en la

catequesis precedente: La Iglesia se halla extendida por todo

el mundo. Cuenta con unos 1.500 obispos y 400.000 sacerdotes

y unos 350.000.000 de fieles (se escriben las cifras en el

encerado.) Y ¿quién es el jefe de tantos obispos, sacerdotes

y fieles? El Papa... ¿Cuántos Papas hay? Uno; no puede

haber más que uno, uno solo verdadero y legítimo, como

hay sólo una Iglesia verdadera, fundada por Jesucristo,

según os expliqué el otro día. Pero como el Papa se muere,

como los demás hombres, ha habido 261 Papas, que se han

ido sucediendo unos a otros, desde San Pedro, que fué el

primero, hasta el Pontífice actual Pío XI. (¿Quién fué el

primer Papa? ¿Cómo se llama el Papa que tenemos

ahora?...)

Vais a ver cómo San Pedro fué hecho Papa, fué escogido

para principe de los Apóstoles y de toda la Iglesia. Por

cierto que para recordar esta potestad y superioridad (primacía)

del Papa, pondremos las letras unas debajo de otras,,

en línea vertical así:

Pedro

Apóstol

Príncipe (de los)

Apóstoles.

•U No necesitamos advertir que esta lección, que más que croquis es casi

ado completo, y que no se ha de dar toda en un día.

UH trat



— 122 —

San Pedro no se llamaba Pedro sino Simón. Al traerle

su hermano Andrés a Jesús, le dijo el Señor: «Tú te llamarás

Pedro, que significa piedra.» Cuenta el evangelista San

Mateo (cap. XVI que en cierta ocasión preguntó el Salvador

a sus discípulos... vosotros ¿quién decís que soy yo?

Y tomando la palabra Simón Pedro dijo: Tú eres Cristo,

el Hijo de Dios vivo.» Jesús le respondió: «Bienaventurado

eres Simón, hijo de Joná, porque eso no te lo ha revelado

la carne y sangre, sino mi Padre, que está en los cielos.

Y yo te digo que tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré

mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán

contra ella. Y te daré las llaves del reino de los cielos: y

lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y lo que

desatares en la tierra será desatado en los cielos.»

De modo que Jesucristo cambió el nombre de Simón

en... ¿Qué significa Pedro? Piedra. ¿Sobre qué se sostiene

una casa? ¿Con qué se hacen los cimientos? Y si se edifica

la casa sobre arena ¿qué ocurre? ¿Qué ocurre con un rebaño

si falta el pastor? ¿Y con un ejército sin jefe? ¿Y con

un pueblo sin autoridad que lo gobierne? Pues así, la Iglesia

no podría subsistir sin un jefe supremo que la gobierne

y sostenga. Jesús promete a Pedro hacerle jefe de

toda la Iglesia. Y eso dan a entender las palabras: «Tu eres

Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.»



— 123 —

Lo mismo significan aquellas otras palabras: Te daré

las llaves del reino de los cielos. Te daré la potestad de gobernar

mi reino. Lo cual explica, añadiendo: lo que atares

en la tierra será atado en los cielos, etc. Podrás no sólo

absolver o retener los pecados, sino imponer obligaciones

y penas, y suprimirlas o dispensarlas.

II

Decidme. Si una persona informal os promete una cosa

¿estaréis seguros de que os la dará? Y si el que lo promete

es una persona formal, y muy buena, y que sabe bien lo que

hace ¿cumplirá su promesa? Claro que sí...

Jesucristo prometió a San Pedro que le haría Papa ¿lo

cumpliría? Sin duda alguna. Y no necesitábamos más para

estar seguros de ello. Pero el Evangelio nos cuenta cómo

Jesucristo cumplió lo prometido. (San Juan XXI.) Después

de su resurrección, a las orillas del lago de Tiberiades en

presencia de varios discípulos, preguntó a Pedro: «¿Me amas

tú más que éstos?»— Señor, tu sabes que te amo.— Apacienta

mis corderos.

De nuevo le preguntó: «Simón, hijo de Juan ¿me

amas?» «Sí, Señor, tu sabes que te amo.» Dícele Jesús: «apacienta

mis corderos.» Por tercera vez le hizo la misma

pregunta; y mostrándole humildemente San Pedro su amor

le encargó Jesucristo que rigiese y gobernase, como buen

Pastor, toda la Iglesia: Apacienta mis ovejas. (Preguntas

retrospectivas. En el encerado hemos puesto las llaves y

las palabras referentes a la promesa y a la institución del

•Primado.)

III

a

) Ahora podéis daros cuenta de por qué Jesucristo distinguió

a San Pedro sobre los demás Apóstoles. Desde su

barca enseña a las muchedumbres; le promete hacerle pescador

de hombres; varias veces le habla e instruye en paracular;

ruega por él para que no desfallezca su fe; y des-



— 124 —

pues de resucitado encargó por medio de los ángeles a las

piadosas mujeres que se lo anunciasen a Pedro y se le apareció

antes que a los demás Apóstoles.

b) Como Jesucristo le distinguió y eligió para Jefe de

los otros discípulos, éstos le reconocieron por tal en el Cenáculo,

y en la reunión o concilio de Jerusalén. Le nombran

los Evangelistas antes que a los otros, y San Mateo le llama

«el -primero», no obstante no haber sido el primero en seguir

al Salvador; cuando se halla en la cárcel toda la

Iglesia ora por él. San Pablo, al comenzar su predicación,

va a visitarle a Jerusalén.

c) Y en virtud de esta potestad suprema que San Pedro

ha recibido de Jesucristo, él es quien preside a los Apóstoles

reunidos en el Cenáculo y propone la elección de un

sustituto de Judas; es el primero que predica al pueblo

israelita, y admite a los gentiles en el seno de la Iglesia

Católica; él quien resuelve con su sentencia la cuestión de

si obligaban a los gentiles convertidos al cristianismo ciertas

observancias de la ley de Moisés. Habla en nombre de

los demás Apóstoles ante el Sanhedrín y visita las Iglesias,

o comunidades cristianas, fundadas por ellos.

(Preguntas retrospectivas: l.° Jesús muestra preferencia

por San Pedro. 2.° Los Apóstoles le reconocen por jefe. 3.° San

Pedro ejerce su primacía. Lectura de algunos pasajes referentes

a este asunto.)

IV

San Pedro, después de haber predicado el Evangelio

en diversas regiones y de haber fundado la Sede de Antioquia,

donde permaneció varios años, fué a Roma, hacia el

año 42 de la era cristiana, reinando el emperador Claudio.

Allí estableció definitivamente su Sede y durante unos 25

años fué obispo de Roma, bien que no siempre permaneciese

en la ciudad. Mudió en Roma el año 67 durante la

persecución de Nerón, que le mandó crucificar. Por eso

dice Tertuliano que Pedro fué semejante al Señor en el

martirio.



- 125 —

(¿Cómo murió Jesucristo? ¿Y San Pedro? ¿Dónde murió

San Pedro? ¿Qué era al morir, además de Papa? ¿Durante

cuántos años fué Obispo de Roma?)

El catecismo dice: El Papa es el sumo Pontífice de

Roma. Porque unió San Pedro el Sumo Pontificado con el

Obispado de Roma. Así, a San Pedro le sucedió San Lino,

no sólo en el gobierno de la Iglesia de Roma, sino en el de

toda la Iglesia.

Y aunque al Papa salga alguna vez de Roma y vaya a

vivir, o a residir en otra parte, como cuando los Papas, residían

en Aviñón, en Francia, no por eso dejan de ser Obispos

de Roma. Si, por ejemplo, Benedicto XV cuando la guerra

europea hubiera venido al Escorial, que le ofrecieron

los españoles, hubiera continuado de Obispo de Roma.

Al Obispo de Roma acudían los demás obispos para

que resolviera sus dudas, o pusiese fin a sus controversias

y aun los mismos herejes, condenados por sus obispos, recurrían

al de Roma, al Papa, para la sentencia definitiva.

V

¿Quién es el Papa? Mirad, ahí en el encerado veréis una

tiara, que es una especie de mitra que usa el Papa. Tiene

tres coronas y en cada una hemos puesto una letra con la

que comienzan las tres cosas que el Catecismo dice del

Papa. Es el Sumo Pontífice, Maestro, Vicario de Cristo... (1.)

a) Es el Sumo Pontífice de Roma. Decidme ¿qué es más:

sacerdote, o Pontífice? ¿Qué potestad tienen los sacerdotes?

Consagrar en la Misa; perdonar los pecados. ¿Y los

obispos? ¿Qué Sacramentos hay en que sólo los administran

los obispos? La Confirmación y el Orden... A los

obispos también se les puede llamar Pontífices. Y se

dice que celebran de Pontifical etc. Pero a ninguno, salvo

0) Con estas tres palabras damos a entender la triple potestad: ministerio,

magisterio e imperio. Y si bien la palabra Vicario se refiere a esa triple

Potestad la concretamos al imperio por razones metódicas.



— 126 —

al Papa, se le puede llamar Sumo Pontífice, Romano Pontífice.

¿Y podrá el Papa, una vez que ha recibido la consagración

episcopal, todo lo que los sacerdotes y los

obispos?...

Suele reservarse el Papa a sí mismo, o a sus delegados,

ciertas bendiciones, la consagración de los obispos

y la absolución de algunas culpas gravísimas...

b) El Papa, en segundo lugar es Maestro. ¿De qué es

maestro? ¿de dibujo? ¿de matemáticas?... ¿Qué hace el

maestro?

El catecismo dice que es Maestro infalible... ¿qué significa

infalible? Que no puede engañarse ni engañar... ¿En

qué es infalible? ¿No se puede equivocar en una cuenta?...

¿Cuándo es infalible?... Si el Papa, como lo hacía Pío X,

enseña la doctrina a un grupo de niños puede equivocarse...

Y si, como lo hizo Pío IX, propone a todos los fieles,,

una verdad, como dogma de la fe, para que todos la crean,

¿puede equivocarse? No se equivocó Pío IX al definir que

la Virgen Santísima desde el primer instante de su Concepción

Purísima fué inmaculada. A los cuatro años de proclamarlo

el Papa, se apareció la Virgen en Lourdes, a Santa

Bernardita, diciendo: Yo soy la Inmaculada Concepción.

¿Por qué es infalible? Dios, que escogió al Papa para

Pastor supremo, no iba a permitir que nos alimentase

con manjares venenosos. Al mandarnos creer firmemente

lo que nos enseña el Papa no iba a consentir que nos enseñase

el error. Confirma a tus hermanos en la fe, dijo

el Señor a San Pedro; que yo he rogado por tí para que

tu fe no falte. ¿Qué sería de la Iglesia si llegase a sucumbir

en la fe el que es suNsostén y fundamento? Entonces

habrían triunfado las potestades infernales.

El Espíritu Santo asiste al Papa para que no se equivoque

cuando, como maestro supremo, propone como de

fe, a toda la Iglesia, una verdad revelada.

c) Por fin, añade el Catecismo: Vicario de Cristo en la

tierra a quien todos estamos obligados a obedecer: Vicario



— 127 —

significa que hace las veces de Jesucristo. Claro es que

hace las veces de Jesucristo como Sumo Sacerdote y como

Maestro infalible. Pero ahora os voy a hablar de otra potestad

del Papa que es la de regir y gobernar a toda la

Iglesia. Hace las veces de Jesucristo como legislador a

quien tenemos que obedecer. Puede dar leyes, para toda

la Iglesia, abrogarlas y dispensar de ellas. Puede juzgar

las causas eclesiásticas y dar la sentencia definitiva; imponer

penas, perdonarlas; enviar legados o representantes

a todas las regiones de la Iglesia Católica.

(Recapitulación: ¿Quién es el Papa? ¿Que potestad tiene

como Sacerdote? ¿ Y como maestro? ¿Y como Vicaria

de Cristo para regir la Iglesia?)

Queridos niños: Papa es lo mismo que padre. El Papa

es nuestro padre. Al hacer nuestro Señor a San Pedro, jefe

y Pastor de toda la Iglesia, le preguntó si le amaba. Era

como decirle: Si me amas cuida de las ovejas y corderos

de mi grey, ama a mis fieles que he rescatado con mi sangre

preciosísima.

Amemos, pues, al Papa. ¿Le amáis vosotros? ¿Rezáis

por El? ¿Habláis de El con cariño? ¿Hacéis caso a los

que murmuran de las disposiciones y decretos pontificios?

Cuando el Papa en sus cartas os pide oraciones, comuniones,

limosnas para alguna obra buena como las misiones,

los niños pobres, etc., obedecedle con mucho gusto.

Dad también, cuanto podáis, para el Dinero de San

Pedro, que es el tributo con que los fieles atienden a las

necesidades del Romano Pontífice.

Oremos por nuestro Santísimo Padre, el Papa Pío XI.

Dominus conservet eum... Que el Señor le conserve y le

fortalezca, le haga feliz en la tierra y no le entregue a la

malicia de sus enemigos.

EJEMPLOS Y MÁXIMAS.—De los 261 Papas que ha

habido, 33 han sufrido el martirio y 82 han sido canonizados.



— 128-

—Donde está Pedro, allí está la Iglesia. (San Ambrosio.)

—Cuenta Mgr. Segur que preguntó un día a un pastorcillo

de la campiña romana ¿quién es el Papa? Y el

niño respondió: Es Jesucristo en la tierra.

—El báculo pastoral del Papa no termina encorvado,

como el de los Obispos, porque no reconoce superior alguno

en la tierra.

En la base de la grandiosa cúpula de San Pedro en

Roma, una de las grandes maravillas de Miguel Ángel,

con letras, sobre el fondo azul, que tienen cerca de dos metros

de altas se halla la inscripción Tu es Petrus, etc. En

el fondo del ábside se halla la cátedra o silla de San Pedro,

que se cree fué la silla curul del senador Pudente, encerrada

en un relicario de bronce dorado y sostenida por

los cuatro Doctores:; San Agustín, San Jeróinimo, San

Atanasio y San Juan Crisóstomo. Delante de uno de los

pilares de la nave central, hay una estatua de bronce que

representa a San Pedro; el pie está desgastado por los

besos de los fieles que visitan la basílica.

—Juan, Patriarca de Constantinopla, vindicaba para la

Iglesia de Jerusalén, el título de Madre de todas las Iglesias.

Le replicó Inocencio III: Puede llamarse Madre, porque

ha sido la primera en cuanto a la época de su fundación;

pero la Iglesia Romana merece este nombre por ser

la primera dignidad. Al modo que Andrés fué llamado

al apostolado antes que Pedro, y sin embargo, Pedro es el

primero y el príncipe de los Apóstoles. (Hurter. Historia

del Pava Inocencio III.)

San León Magno detiene al feroz Atila a las puertas

de Roma y consigue que no entre en la ciudad.

—El año 418 el Papa Zósimo condenó la herejía pelagiana.

Cuando San Agustín conoció esta decisión pronunció

aquellas memorables palabras Roma locuta causa finita.

Habló Roma; ya no hay más que discutir.

—Penelón, cuando el Papa Inocencio XII condenó su

obra «Explicación de las Máximas de los Santos» leyó él

mismo desde el pulpito la decisión pontificia, sometiéndose



— 129 —

humildemente a ella. Y cuentan que mandó construir una

custodia, en cuya peana dos ángeles pisaban varios libros,

uno de ellos con el título de dicha obra.

—Miguel Ghisleri, con un amigo suyo, había plantado

una cepa en un terreno, que había cedido a éste su padre.

A pesar de todos los cuidados y de regar la planta parecía

secarse. Ghisleri al contemplarla exclamó: Lo que es de

esta cepa jamás beberemos vino. Ocurrió esto el año 1514.

Cincuenta años más tarde un labrador con un barril de

vino quería entrar en la cámara pontificia. Decid al Papa

que soy un antiguo compañero suyo.

Santísimo Padre, dijo, mientras le abrazaba Pío V, que

era Miguel Ghisleri; os traigo vino de aquélla cepa que

plantamos cuando niños. Entonces no erais infalible.—Ni

ahora tampoco, replicó el Papa, en esas materias.

—¿Cree el Papa que la excomunión con que me amenaza

ha de hacer caer las armas de las manos de mis

soldados? Así se expresaba Napoleón cuando Pío VII se oponía

a los planes ambiciosos del Emperador. Y cayeron las

armas de las manos yertas de sus soldados en Rusia; y de

600 mil, solo 10.000 se salvaron.

—En 1885 los alemanes se posesionaron de la isla de

Yap. Los españoles defendían su derecho sobre las Carolinas

y las Palaos. Hubiera podido estallar una guerra.

Elegido por arbitro León XIII resolvió que dichas islas

pertenecían a España, concediendo a los alemanes una estación

naval. Las dos partes acataron la decisión pontificia.

—Daniel O' Connel, el gran defensor de los derechos

de Irlanda, fué llamado en el Parlamento británico papista.

Se levantó, al punto, y contestó al que pretendía insultarle:

«¡Infeliz! Creéis hacerme un agravio llamándome papista y

me tributáis el mayor elogio. Sí; yo soy papista y me

grorío de ello. Si tuvieseis buen sentido comprenderíais

Que en materia de fe mejor es depender del Papa, que no

de un Rey, o de una Reina; de una cruz, mejor que de una

corona».

Yendo peregrino a la Ciudad Eterna, cayó enfermo en



— 130 —

Genova y allí murió. En su testamento había escrito: «Dejo

mi cuerpo a Irlanda, mi corazón a Roma y mi alma al

cielo.» Así mostró su adhesión y su amor al Romano Pontífice.

(Dianda.)

—Ludovico Pastor, el gran historiador de los Papas, murió

el 30 de septiembre de 1928. Viendo acercarse su última

hora hizo llamar a su amigo Dengel, profesor de la Universidad

de Ynnsbruck, encargándole que transmitiera a Su

Santidad Pío XI su sentimientos de gratitud y veneración

profunda. Y añadió: «El último latido de mi corazón será

por la Iglesia Romana y por el Papa.» (Oberhammer.)

—Ser cristiano y no amar al Papa es anomalía que

acaba por matar la fe.» (Donoso Cortés.)

—«Amo al Papa hasta el delirio, porque amo a Jesús

hasta el martirio.» (Santa Catalina, de Sena.)

—¿Quién eres tú? Sacerdote magno, sumo Pontífice,,

príncipe de los Obispos, heredero de los Apóstoles. Eres

Abel por el primado, Noé por el gobierno, por el patriarcado

Abraham, por el orden Melquisedec, Aarón por la

dignidad, por la autoridad Moisés, por el juicio Samuel,

por la potestad Pedro, por la unción Cristo. (San Bernardoa

Eugenio III.)



LECCIÓN 25. a

La Comunión de los Santos

Este dogma no es un artículo distinto del anterior, sino

una explicación del mismo. Si se atiende a su significado

es lo mismo que comunidad, o congregación de los fieles.

Solo que ahora atendemos con preferencia a la unión interior

por la caridad, más que al régimen exterior, aunque

sin prescindir de éste.

Se puede proceder, poco más o menos, de la siguiente

manera, valiéndonos de la comparación del Apóstol San

Pablo.

Queridos niños: Vimos en la última lección que todos

los fieles cristianos tenemos un jefe, una sola cabeza visible

que es...

Pero hay otra cabeza, invisible, con la cual estamos

unidos todos los que pertenecemos a la Iglesia Católica.

Esa cabeza es... Jesucristo.

Y como los miembros de nuestro cuerpo están unidos entre

sí, y todos participan del influjo de la cabeza, así los

fieles están unidos todos, unos con otros, y participan en

mayor o menor grado de los tesoros y gracias que Jesucristo

adquirió para su Iglesia y que le comunica por el Espíritu

Santo. (Preguntas retrospectivas. ¿Quién es cabeza

visible de la Iglesia? ¿Y la invisible? ¿Quienes son

miembros de ese cuerpo de Jesucristo? ¿Con quién están

unidos los miembros? ¿De qué bienes participan?)

No participan de esos bienes espirituales de la Iglesia



— 132 —

los que no pertenecen a ella. ¿Quiénes son los que no pertenecen

a la Iglesia? Entre otros tesoros de nuestra Santa

Madre la Iglesia y en los cuales nos toca parte a sus hijos

os citaré: El Santo Sacrificio de la Misa, las oraciones que

ofrece por los fieles, las indulgencias.

Y sin darme cuenta os he puesto otra comparación: Os

he hablado de una madre ¿de qué madre? y de sus hijos.

¿Quiénes son sus hijos?

De modo que la Iglesia es como una gran familia, extendida

por todo el mundo. Aunque los hermanos estén

distantes, uno en una ciudad y otro en otra; uno en España

y otro en América, no dejan de ser hermanos y de tener

parte en los bienes de familia.

Además los hermanos se dan pruebas mutuas de cariño,

y se ayudan unos a otros. Y los miembros del cuerpo

se sirven y socorren mutuamente. El estómago digiere para

alimentar a todos los miembros, y el corazón envia la

sangre a todas las partes del cuerpo; y si, por ejemplo, se

clava en un pie una espina los ojos la buscan, y las manos

la sacan. Así las oraciones y las buenas obras de los fieles

contribuyen al bien de los demás, muy especialmente al de

aquellos por quienes se ofrecen.

(Preguntas retrospectivas: ¿Qué tesoros espirituales

tiene la Iglesia? ¿A qué puede compararse la Iglesia? ¿Cómo

se ayudan los hermanos? etc.)

Ahora ya entendéis qué significa comunión de los santos.

No significa que los santos se acerquen a recibir la

Sagrada Comunión. Comunión significa aquí comunidad,

familia, unión, y por tanto comunicación de bienes espirituales.

Santos son en este caso los fieles, que han sido santificados

por el Bautismo y no se han separado de la Iglesia.

De un modo especial lo son los justos, los que se hallan

en gracia santificante; pues los pecadores, aunque son

miembros de la Iglesia se hallan como paralíticos y se privan

de muchos bienes.



— 133 —

II

Mas no existe sólo esa unión y comunicación acá en

la tierra. También la tenemos con las almas del Purgatorio

y con los bienaventurados del Cielo. Tanto los que

se hallan en el Purgatorio como en el Cielo son almas justas,

que murieron en gracia de Dios y están unidas con

Cristo Jesús y con nosotros. La caridad, es el vínculo que

a todos nos une, no se disuelve con la muerte.

a) Ahí en ese dibujo veis una T que significa Iglesia

triunfante; los que están en el cielo, que ya consiguieron el

triunfo decisivo. Los santos del cielo ruegan por nosotros

y por las almas del Purgatorio. La M significa la Iglesia

militante, los que estamos aún en vida, luchando como militares

por nuestra salvación. Nosotros veneramos e invocamos

a los santos, y ofrecemos oraciones y otros sufragios

e indulgencias por las almas del Purgatorio.

La P significa Iglesia -purgante, las almas del Purgatorio

las cuales ruegan por nosotros. Las letras t con la

cruz arriba ya sabéis que significan Jesucristo Salvador de

ios hombres. De la unión con Jesucristo que nos salvó

muriendo en la Cruz, nace esa otra unión entre los fieles

de las tres Iglesias, o mejor, de los tres estados o situaciones

de una misma Iglesia. (Preguntas y ejercicios precíeos;

¿Cómo se llama la Iglesia, o congregación de los que



134 —

están en el cielo? etc. ¿Son tres Iglesias? Véanse al final

comparaciones y ejemplos.)

b) En lugar de ese gráfico puede emplearse este otro

que tomamos de un estudio de Kifinger en Katechetische.

Blátter (1). Con él se señala intuitivamente cómo los condenados

se hallan fuera de ese círculo de la comunión de

los santos. Al mismo tiempo

se ve el destino de las almas

al salir de esta vida. Obsérvese

bien y hágase notar a los niños

las diferentes bocas, unas

de entrada y otras de salida.

La tierra tiene tres salidas:

¿Quiénes van al Cielo? ¿Quiénes

al Purgatorio? ¿Y al Infierno...?

El Cielo tiene dos entradas,

una directa para los que al

partir de la tierra no tienen

pena alguna que satisfacer,

etc. La otra para los que parten

del Purgatorio después de

haberse purificado y satisfecho

enteramente.

El purgatorio tiene una entrada para los que... y una

salida...

En el Infierno no hay salida.

En el centro del triángulo puede ponerse J. C. para dar

a entender que la unión entre la tierra, el Cielo y el Purgatorio

se realiza mediante la unión con Jesucristo.

COMPARACIONES Y EJEMPLOS.—San Gregorio Magno

se vale de la siguiente comparación: Dios Todopoderoso ha

hecho en el corazón del hombre lo que hace con las diversas

regiones de la tierra. Hubiera podido dar a cada comarca

todos los frutos; pero si cada comarca no tuviese

(1) 1924, pág. 137.



— 135 —

necesidad de los productos de las demás no existiría relación

de unas con otras. Por eso ha dado a ésta abundancia

de vino, a aquella aceite en demasía, a una ganado abundante,

a otra gran cantidad de cereales. Y así... las diversas

regiones se ponen de acuerdo para darse mutuamente

los dones de Dios. Lo mismo hacen los miembros de la

Comunión de los Santos. Cambian entre sí los bienes espirituales,

como los países sus productos, y un mismo amor

los enlaza a unos con los otros. (San Gregorio, in Ezech

l. Ir hom. 10.)

—Embarcado San Pablo para ir a Roma se levantó

una furiosa tempestad. Y por ir en su compañía se salvaron

todos los que iban en el barco (Act. XXVII.) Sobre lo

cual dice San Juan Crisóstomo: ¡Qué bueno es vivir en

compañía de algún santo, y tenerle por protector en medio

de tantos peligros espirituales y corporales!

—La reina de Escocia, María Stuart, a quien hizo condenar

a muerte la cruel e impía reina Isabel de Inglaterra,

pidió que la dejasen recibir la visita de su confesor antes

de morir. Se lo negaron, y enviaron en cambio a un pastor

protestante, que intentó apartarla de la fe católica. Mas

ella le rechazó enérgicamente, diciendo: «He nacido y vivido

en la Iglesia Católica. En ella quiero morir. Jamás me

separaré de la Comunión de los Santos de la Iglesia, cuya

unión perdura en la otra vida, y en la cual los fieles

se ayudan mutuamente con las oraciones y sacrificios.»

(Scherer.)

—Cuando Macario el ermitaño quería exhortar a sus

hermanos al trabajo, o a la oración, tenía la costumbre de

decir: «Hermanos míos, algunos de nosotros vamos a rezar,

otros a trabajar. Los que rezan rezarán por los que

trabajan; y los que trabajan trabajarán por los que rezan,

Porque cada uno tiene parte en el tesoro de su hermano.»

(Ibid.)

—Cuenta Lamartine en su Viaje a Oriente esta leyenda,

referente al terreno donde se edificó Jerusalén. Había

dos hermanos; uno con muchos hijos, el otro sólo. Este



—136 —

•último llevó varias gavillas al campo de su hermano para

ayudarle a sostener a su familia. Al poco rato el padre

de familia, sin saber nada, llevó otro tanto al campo de

su hermano diciendo: Es preciso que le remedie, puesto

que a nadie tiene que le ayude a cultivar su tierra. A la

mañana siguiente se admiraron ambos al ver que no había

disminuido su cosecha.

La noche siguiente renovaron su acción caritativa; pero

coincidieron los dos y se lo explicaron todo.

Cambiemos entre cristianos nuestros actos de amor y

nuestras oraciones para alcanzar de Dios la bendición y el

perdón (Millot.)

—Santa Catalina de Bolonia asegura no haber invocado

jamás en vano a las almas del Purgatorio.

—Visión grandiosa fué aquella que, en la profecía de

Daniel, refiere la Escritura... Erase un árbol de tan pujante

lozanía que con su cima transcendía las nubes, extendía

su sombra hasta los últimos confines de la tierra, vestíase

de pomposas hojas, coronábase de regalados frutos,

daba albergue y alimento y descanso a todas las bestias

de la tierra y a todas las aves del cielo... ¡Pobre, muy

pobre, con ser tan grandiosa, es esa visión para declarar

el dogma de la Comunión de los Santos!... porque sería

menester fantasear un árbol que ahondara sus raíces en el

Corazón de Jesucristo, amparara bajo su sombra, la tierra,

el purgatorio y el cielo; se engalanara con vistosísimo follaje

de virtudes, abundara en dulcísimos frutos de bienaventuranza,

y diera morada eterna y paz imperturbable,,

vida sobre toda vida a todos los justos que han sido, y que

son, y que han de ser por los siglos de los siglos... (P. G.

iColoma.)



LECCIÓN 26. a

El perdón de los pecados

Es este dogma uno de los que explícitamente se expresan

en la profesión de fe, que se hace antes de recibir

el Viático. «¿Creéis que en la Iglesia Católica, que es la

congregación de los fieles cristianos, por el Bautismo y por

los demás sacramentos nos perdona Dios nuestros pecados

y nos hace herederos de su reino?»

Algunos catecismos, con motivo de esta potestad, que

Jesucristo dio a su Iglesia, y que en cuanto a ciertas culpas

negaban los Novacianos, tratan aquí de lo que es pecado,

sus clases, su remisión. Lo dejaremos nosotros para

después de los mandamientos, en cuya transgresión consiste

la culpa. Ahora brevemente, por medio del gráfico,

presentaremos un ejercicio de recapitulación.

Las Tablas de la Ley rotas dan a entender en qué consiste

el pecado; en quebrantar algún mandamiento. Las

llaves indican que la Iglesia tiene potestad de perdonar

los pecados ¿Cuáles? ¿Cuántos? ¿Cuántas veces? etc.

¿Cómo se perdonan? El pecado original, que no lo hemos

cometido nosotros, pero que lo tenemos todos al nacer,

heredado de nuestros primeros padres (Lección 10. a )

se perdona por el Bautismo.

Los pecados actuales, o sea, los que hemos cometido

nosotros, si los hemos cometido antes del Bautismo se

Perdonan por este Sacramento; pero es preciso arrepent

l r s e d

e ellos (no del original.)

S i

se han cometido después del Bautismo, los mortales

,e

Perdonan por el Sacramento de la Penitencia, o por un



— 138 —

acto de perfecta contrición con propósito de confesarse.

Si uno está enfermo grave, y no puede emplear ninguno

de los medios anteriores, se le perdonan por la Extremaunción,

con tal de que esté arrepentido (atrición.)

«r

antes -B

dwpíMfU

«r

fp*

sf

ir

Los veniales se perdonan por todos estos medios y por

•otros, entre los cuales cita 9 el Catecismo del P. Astete:

por oir Misa, por comulgar etc., con tal que no se conserve

apego al pecado.

Demos gracias a Dios que ha dejado a su Iglesia el

Bautismo y la Penitencia para librarnos de nuestras culpas.

(Preguntas retrospectivas. Casos.)

¿Y para los que no han recibido el Bautismo no hay

medio alguno de conseguir el perdón? Sí, lo hay: el acto

de amor de Dios, la contrición perfecta. En ese acto se

incluye el deseo de hacer lo que Dios manda; y por tanto

el de bautizarse y pertenecer a la Iglesia, si se tiene noticia

de ello.

SÍMILES Y EJEMPLOS.—A mediados del siglo tercero,

al ser elevado al Solio Pontificio el Papa San Cornelio, un

sacerdote ambicioso, llamado Novaciano, pretendió oponerse

al Papa legítimo, con el fin de usurpar la suprema

dignidad del Pontífice.



—139 —

El pretexto de que se valió fué la disciplina de la Iglesia

con respecto a los cristianos, que durante la persecución

habían renegado de la fe. Tachando de excesivamente

benigna la conducta de la Iglesia, les negó la reconciliación

aun en el momento de la muerte. Llevando su severidad

a mayor extremo negó a la Iglesia potestad de perdonar

los tres graves crímenes de idolatría, homicidio, e impureza.

Por último llegó a excluir para siempre de la comunión

de los fieles a los que hubiesen cometido pecado mortal.

Refieren los autores de Historia Eclesiástica, que Ascesio,

Obispo novaciano de Constantinopla, quiso probar en

el Concilio de Nicea que la Iglesia no podía perdonar pecado

alguno grave, cometido después del Bautismo. El Emperador

Constantino, lleno de asombro, le dijo: Ascesio,

poned una escalera y subid vos al cielo.

—Cuentan que cuando Alejandro Magno se apoderaba

de .una ciudad hacía una gran hoguera y perdonaba la vida

a todos los que antes de extinguirse el fuego se sometiesen.

Después no tenía compasión y mandaba matar a todos

los que no se habían sometido.

Mientras nos hallamos en esta vida podemos alcanzar

misericordia. Cuando la llama de nuestra vida se extinga

no podremos ya conseguir el perdón (Dassé.)

—La floreciente Iglesia de África fué devastada por

los vándalos. Se llevaron cautivos a muchos cristianos y

entre ellos dos sacerdotes. Los fieles que quedaron les rodeaban

llorando y lamentándose de que no tenían ya quien

les desligase de sus culpas y les reconciliase con Dios,

(Predigt und Katechese II, 10.)

—Sócrates, el más sabio de los filósofos de la antigüedad,

propuso a sus discípulos estos dos problemas: ¿De

qué modo debe el hombre reconciliarse con la divinidad?

¿Qué medios empleará para este fin? Y confesó modestamente

no hallar respuesta satisfactoria a estas preguntas.

Tenía cierta confianza en la misericordia de Dios y esperaba

que Dios enviaría quien se lo revelase a los hombr

es. (Perardi.)



-140-

—Deseando la Iglesia que sus hijos asistan a los santos

misterios, limpios no sólo de culpa mortal sino de pecados

veniales, pone la pila de agua bendita a la entrada

del templo. En la basílica de San Pedro en Roma, dos ángeles

de mármol, obra de Bernini, sostienen cada uno una

gran concha. (Ravaglia.)

—«En ninguna vía sufriera andar en pecado mortal

solo un día, si yo lo entendiera.» (Santa Teresa.)

—Es un insensato quien difiere la conversión para la

vejez. Pues es muy de temer, que mientras cuenta con la

misericordia divina, caiga de improviso, en manos de su

justicia (S. Greg. Mor.)



LECCIÓN 27. a

Los Novísimos en general

«En todas tus acciones acuérdate de tus postrimerías y

nunca jamás pecarás» (Eccli. VII, 40.) Esta es la norma

práctica de vida que hemos de inculcar a nuestros alumnos;

in ómnibus réspice finem, mirar en todo a nuestro fin.

Esto enseña el gráfico con la máxima: Muerte etc.

Vamos a presentar un ejercicio de conjunto. Tratamos

ahora de los novísimos todos; no de cada uno en particular.

No por eso la impresión deja de ser saludable. Antes

el P. Segneri en su Marina delV Anima, con aquel sistema

de interpretación tan frecuente en sus escritos, advierte

que el autor sagrado dice novíssima, en plural, y no novissimum;

y recuerda que aquellos impíos de que hablaba el

libro de la Sabiduría pensaron, sí, en la muerte (cinis erit

Corpus nostrum), mas no pensaron en lo que sigue a la

muerte (post hoc autem judicium.) De aquí que sacaran

como consecuencia el darse prisa en gozar; Venite ergo,

fruamur bonis. Mey trata de todos en una catequesis, y

afirma que así la enseñanza gana en sencillez como en

eficacia. Nosotros pondremos una general y luego otras

sobre cada uno en particular, para atender a los distintos

grados de instrucción.

Este gráfico, de los catequistas de Viena, es muy sencillo

y práctico. Las tres líneas antes del túnel de la muerte

y que van a parar a él, pueden significar los diversos estados

de la vida, o la diversa posición social. Después de

la Muerte viene enseguida el Juicio. La J puede significar

Juicio y también Jesucristo que es el juez. La taquilla

s e

ha puesto siguiendo la comparación del billete. Pero

habría bastado un siglo cualquiera. Inmediatamente siguen

las tres líneas: La del Infierno que (nadie puede

volver atrás) no tiene comunicación con las otras. Hay un

abismo infranqueable, como decía Abraham al rico ava-



-142-

riento. La de la Gloria, y la del Purgatorio que enlaza con

aquella.

Adviértase que los dos puntos finales son la Gloria y

el Infierno, y que el Purgatorio es lugar de paso y purificación,

donde se satisface la pena temporal. (Tres cosas que

puede significar la P.)

Adviértase también que en este camino de la vida todas

las líneas van a parar a la muerte. Antes del pecado de

nuestros primeros padres había una línea para la Gloria

sin pasar por el túnel; de los campos amenos del paraíso

terrenal, conducía al incomparablemente más hermoso de

los cielos.

El ejercicio sobre este gráfico comienza por aquella

pregunta fundamental: ¿Para qué fin ha creado Dios al

hombre? ¿Van todos a la Gloria? ¿Quiénes van a la Gloria?

i

¿Por dónde han de pasar antes? ¿Mueren todos los hombres?

¿Hay alguno que no muera? ¿Morimos nosotros?

¿Mueren las personas ricas? ¿Y los pobres? ¿Y los niños?

etc.

Y en el momento de morir ¿Quién nos juzgará? ¿Qué

sentencia (billete) nos dará? Los que van al Cielo ¿van

todos directamente? ¿Por dónde tienen que pasar algunos?

¿Estarán para siempre en el Purgatorio? ¿Quiénes

van al Purgatorio? ¿Podéis vosotros hacer que la parada

allí sea más corta, que vayan cuanto antes al Cielo? ¿Có-

ti



— 143 —

mo lo podéis hacer...? Y a los que van al Infierno los podéis

socorrer? ¿Podéis hacer que vayan al cielo? etc.

Niños queridos: aprended bien esa máxima, que he

puesto en el encerado (la repiten varios.) Acordaos con

frecuencia de esos cuatro novísimos... Yo he de morir ¡y no

sé cómo! Seré juzgado ¡y no sé cuándo! etc. Antes de hacer

una obra cualquiera, preguntaos como San Luis Gonzaga.

¿De qué me servirá ésto para la eternidad? ¿Para el

Cielo, o para el Infierno?...

EJEMPLOS Y MÁXIMAS.—Cuenta Teodoreto, en la vida

de San Macedonio que un príncipe, cazando en el bosque,

halló al Santo. Este le dijo: Yo también voy de caza, voy

buscando el reino de los cielos...

—Santa Catalina de Sena, en un éxtasis vio en espíritu

la Gloria. Luego exclamaba sollozando: ¡Yo aún me hallo

en la tierra!

—Cuando Enrique VIII se separó de la Iglesia, dijo a

dos religiosos: Si no os declaráis partidarios de la Reforma,

os haré arrojar al Támesis — Nosotros, replicaron ellos,

sólo deseamos ir al Cielo y lo mismo nos da llegar allí por

agua que por tierra. (Ojea.)

—La pregunta que San Felipe Neri hizo al joven Francisco

Zazzera el cual, lleno de ilusiones, estudiaba leyes:

¿E poi? ¿Y después?... puede repetirse a la vista del gráfico.

Después de esas líneas de la vida, el túnel de la muerte.

¿Y después? post hoc autem... ¿Y después?...

—Los dos hermanos Marcos y Marceliano encarcelados

y amenazados con la muerte, ante los ruegos insistentes

y las lágrimas de su padre y de su madre y de sus

mujeres con sus hijitos comenzaban a vacilar. Pero se

acercó a ellos S. Sebastián y les dijo: Pensad en la eternidad.

Y recobraron su fortaleza y marcharon animosos al

martirio. (Wolpert. Solo un alma.)

—«Te recomiendo la salvación de tu alma» decía

s

- Juan Bosco a un caballero de Pinérolo, antiguo alumno

Oratorio y digno discípulo del insigne fundador de loa

Salesianos.



LECCIÓN 28. a

La muerte

Las primeras palabras de este gráfico son las de aquella

coplilla popular:

¡Pecador alerta

Que la muerte se acerca.

No te acuestes en vecado

No amanezcas condenado!

La otra frase es de S. Juan Bosco, el amigo de los jóvenes.

A uno, muy descuidado en las cosas de su salvación,

le dejó este papelito en su cuarto. ¡Si murieras esta

noche! (J. Bosco.)

(iecador, alerta

j (3.si n?urieras

esta nocí>e!

Al irse el joven a dormir halló el escrito. Fué inmediatamente

a la habitación de Don Bosco y se confesó. Aseguró

después que nunca había dormido tan tranquilo como

aquella noche.



-145-

La otra parte del gráfico se refiere al episodio de San

Carlos Borromeo, el cual viendo un cuadro en que estaba

pintado un esqueleto con la guadaña, mandó quitar la

guadaña y poner una llave de oro. «La muerte, dijo el Santo,

nos abrirá las puertas del cielo.»

Una raya divide el gráfico para indicar las dos clases

de muerte: la de los que están en pecado mortal, quienes

llenos de temor deben pensar en la condenación eterna ¡Si

murieras esta noche!...

Al otro lado la de los justos, para quienes es la llave de

oro.... Preciosa es en la presencia del Señor la muerte de

sus santos.

* * *

¿En qué consiste la muerte? ¿Qué significa esa guadaña

sino que, como la guadaña corta la yerba y la quita de la

tierra, así la muerte corta el hilo de nuestra vida y nos

separa de todas las cosas del mundo?

Y esos huesos descarnados significan que el alma se

separa del cuerpo y le abandona; y entonces el cuerpo se

descompone y sólo quedan primero los huesos, que no tardando

se convierten en polvo. Acuérdate, hombre que eres

polvo y en polvo te has de convertir... S. Silvestre, en el

funeral de un noble al ver deforme su cadáver dijo: «Soy

lo que este fué; lo que es seré yo.» Y se retiró al desierto.

(Brev. 26 nov.)

¿Qué sabéis de la muerte? Sólo sabemos una cosa: que

todos hemos de morir. ¿Mueren los ricos? ¿y los pobres?

Y si uno tiene escolta, como los reyes ¿impedirá que venga

la muerte? ¿Y si tiene muy buenos médicos? ¿ y si tiene

muchos amigos? ¿Se mueren los buenos? ¿ y los malos?

¡De qué distinta manera! ¡Con qué paz y tranquilidad los

buenos! ¡ Qué desesperados los malos!

El demonio dijo a Eva para engañarla y que comiese

de la fruta prohibida: no moriréis. Ahora todos estamos

ciertos de que hemos de morir... Pero el diablo quiere que

ios hombres no piensen en ello, para que vivan en pecado...

¿Qué no sabéis de la muerte? No sabéis cuándo vendrá.

10



-146 —

¿Será pronto? ¿Tardará mucho? ¿Será hoy mismo? ¿Será

esta noche?...

No sabéis dónde. ¿Ocurrirá en casa? ¿Será en la calle?

¿Será aquí, en Valladolid, viviendo en esta parroquia?

¿dónde será?

No sabéis cómo. ¿Será de repente? ¿Estaréis enfermos?

¿Moriréis de un atropello, o de un accidente? ¿De qué enfermedad

moriréis? ¿Moriréis en gracia o en pecado?

¿Qué dice Jesús <le la muerte? Estad preparados. Vigilad

porque no sabéis el día ni la hora.

Sí, estad preparados; vivid siempre en gracia de Dios.

Si tenéis alguna vez pecado grave, haced enseguida un

acto de perfecta contrición.

Corazón agonizante de Jesús; tened misericordia de los

moribundos.

María, Madre de gracia, Madre de misericordia; defiéndenos

del enemigo y recíbenos en la hora de la muerte.

San José, patrono de la buena muerte, alcanzadnos la

gracia de expirar, como Vos, en los brazos de Jesús y de

María.

EJEMPLOS—El general Sisara fué muerto a manos de

la heroína Jael, atravesada la sien con un clavo, en la

misma postura en que estaba durmiendo. Así la muerte os

fijará por toda la eternidad en el estado en que os encontrare

(P. Negro.)

Santa Teresa de Jesús se puso un día a llorar amargamente.

Preguntada por qué lloraba: «Lloro, contestó, porque

la muerte es una sola. ¡Si una vez muero mal, no puedo

morir bien nunca. (El mismo.)

—El emperador Maximiliano I había mandado construir

un ataúd que conservaba siempre cerca y lo hacía

llevar en sus viajes. Muchas veces al contemplarlo exclamaba:

¡Qué extensos dominios tengo ahora y qué poco espacio

me bastará después de muerto! (Jaegers.)

—Hallándose en recreación San Luis Gonzaga, se suscitó

la conversación entre varios compañeros sobre qué

harían si supieran que en aquel instante iban a morir. El



-147-

Santo contestó: ¡continuar jugando! Cuando llegó la hora

de la muerte, dijo al hermano que le asistía: recemos el

Te Deum, en acción de gracias.

La hermana de Santo Tomás de Aquino le preguntaba

en cierta ocasión qué haría para salvarse. «Quererlo

de veras», le replicó.

Otra vez quiso saber qué era lo más deseable en esta

vida. Morir bien, dijo el Santo Doctor. (Millot.)

—Santa Teresita del Niño Jesús, mirando al crucifijo,

pronunció al morir estas palabras: «\Oh\ ¡leamol... \Dios

mió... os... amo!»

—De un modo semejante murió el año 1925 un niño

de once años Guido de Fontgalland, hijo de los condes

de este título en París. Jesucristo el día en que le recibió

el niño por vez primera le hizo saber que moriría joven.

La Virgen Santísima en Lourdes se lo anunció para muy

pronto. Enfermó con grave afección a la garganta. Cuando

recibió el Santo Viático decía a su madre: «Pon muchas

flores y muchas velas... todo es poco para mi querido Jesús

que viene a visitarme... ¡Oh!... le amo; díselo por mi,

que apenas puedo hablar. «Recibida la Extremaunción, fijando

los ojos como si tuviera ante sí una visión, exclamó:

¡Jesús!... ¡te amo!... Y expiró. (Une Ame d' Enfant.)

— ¡Ah cuánto aprecio las palabras de un gran hombre

de mar, del siglo XVII, del almirante español Oquendo!

Sintiéndose enfermo de fiebre, se hizo desembarcar para

morir en tierra, y acostado en su lecho dijo a los médicos:

«Ya no me queda esperanza; me siento devorado por la sed,

dadme un vaso de agua fresca.» Diéronsela al punto, la

acercó a sus labios, la miró y no la bebió. «Se la ofrezco

a Dios,» dijo. Y al dejar el vaso sobre la mesa rindió el

a

lma. (Mons. Gibier.)

—Arquías, polimarca de Tebas, se hallaba en un banquete

cuando recibió un mensaje en el cual le avisiban de

una conspiración contra él.—«Mañana trataremos de asun-

' s

serios» respondió, sin querer enterarse del contenido

e

!a carta. Poco después moría asesinado.



LECCIÓN 29.

Resurrección

Puede comenzarse esta lección repitiendo lo que en la

anterior dijimos al explicar en qué consiste la muerte. El

alma deja al cuerpo, y entonces...

El cuerpo, encerrado en el sepulcro... Mas vendrá un

día en que todos los que están en los sepulcros (todos los

muertos) oirán la voz del Hijo de Dios y resucitarán... (Joan.

V, 28-29. Así lo enseña Jesucristo.

Voy a explicaros cómo será

/. Corporal.

2. J~inal.

3. ULniuersal.

4. 'Pl • )

gloriosa. \

c

a

s

i

esta resurrección.

1.° En el encerado hemos

puesto CORPORAL. Así lo decimos

en el Credo. Creo en la resurrección

de la carne, o sea, del

cuerpo. En el artículo anterior,

al hablar del perdón de los pecados,

hablamos de otra resurrección,

la espiritual: cómo el ah

ma, habiendo perdido la gracia

santificante, puede recobrarla. Ahora confesamos que el

cuerpo ha de volver a la vida. El alma ha de volver a

unirse a su propio cuerpo, del que se había separado por la

muerte. En ésto consiste la resurrección.

De modo que el cuerpo no muere para siempre. El alma,

que es, como dice el catecismo, un espíritu inmortal,

se unirá otra vez con él. Todos resucitaremos con los mismos

cuerpos que tuvimos ahora, si bien transformados, como

os explicaré luego...



- 149 —

La Iglesia honra los cadáveres, los inciensa y da sepultura

en tierra bendita (Camposanto.) Y la palabra cementerio

significa lugar de reposo, dormitorio, porque los que

allí están, como durmiendo (el sueño de los muertos), se

han de levantar algún día. Si entráis en el cementerio los

cipreses erguidos y siempre verdes, indican que el alma

vive siempre y que el cuerpo ha de resucitar para no volver

a morir.

En los cementerios hay muchos emblemas e inscripciones,

que recuerdan la resurrección, como los había en los

sepulcros de los primitivos cristianos en las catacumbas.

Justo es que el cuerpo resucite y tenga parte en el premio,

o en el castigo, ya que aquí en esta vida tuvo parte en las

buenas, o malas obras.

¿Acaso no merece premio el cuerpo de los mártires, que

tanto sufrió, como el de San Lorenzo, o el de los penitentes

como San Pedro Alcántara? ¿ Y no merece castigo

el de los que llevaron una vida regalona, como el rico avariento,

o se entregaron a los pecados de impureza? (Preguntas

retrospectivas.)

Decidme ahora algunos hechos de la Historia Sagrada

en que se menciona la resurrección de los muertos. Se han

incluido en el Oficio y Misa de difuntos. Job: «Sé que mi

Redentor vive y que me he de levantar de la tierra en el

último día y que mi cuerpo será de nuevo vestido de

viel...» etc.

Los hermanos Macabeos: Nos quitáis la vida presente

pero el rey del cielo nos resucitará para la vida eterna. Del

cielo he recibido estos miembros y espero recibirlos de nuevo

de él...

Marta: Sé que resucitará en la resurrección general en

el

último día... etc. (Se lee o narra alguno de estos hechos,

o la visión de Ezequiel.)

2

° ¿Cuándo será la resurrección? Al fin del mundo.

Eso significa la palabra FINAL. ¿Qué respondió Marta

cuando Jesús le dijo: tu hermano resucitará?... En un mo-

Qiento, dice San Pablo, en un abrir y cerrar de ojos, al



— 150 —

sonar la trompeta, que llame a juicio, resucitarán los muertos.

(l; a

ad. Cor. XV.)

3.° Quiénes resucitarán? La palabra UNIVERSAL indica

que resucitarán todos los muertos. Todos resucitaremos

dice el Apóstol; los justos y los pecadores, cristianos y

paganos, ricos y pobres...

4.° ¿Cómo resucitarán? Será GLORIOSA la resurrección

de los buenos. Su cuerpo, semejante al de Cristo resucitado,

tendrá las dotes, que expresan esas iniciales. (Como

medio mnemónico adviértase que forman la palabra casi.)

Claridad y hermosura, al modo de la que deslumbre a

los apóstoles cuando Jesús se transfiguró en el monte Tabor.

Agilidad y rapidez para trasladarse de un sitio a otro,

con la velocidad del rayo.

Sutileza para poder penetrar por todas partes, como Jesucristo

salió del sepulcro sin quitar la losa, y entró en el

cenáculo estando cerradas las puertas.

Impasibilidad, sin que pueda sufrir, ni corromperse...

En cambio los malos resucitarán, sí, pero con un cuerpo

hediondo y horrible que les servirá de tormento y espanto...

¿Cómo queréis resucitar? ¿Con cuerpo glorioso, o hediondo?

Pues haced que ahora vuestro cuerpo se sujete y obedezca

al espíritu. No le dejéis salir con sus malos instintos;

porque si un jinete deja al caballo que le arrastre a un precipicio,

perecen el caballo y el caballero...

COMPARACIONES Y EJEMPLOS.—San Gregorio Magno

y otros Santos Padres, citan varios símbolos de la resurrección

:

La semilla (comparación que también emplea el apóstol

San Pablo), que se entierra y de ella nace la planta; el

sol que se oculta y aparece todos los días, la oruga que se

encierra en su capullo (crisálida) de donde sale la mariposa:

la primavera que reviste el campo y los árboles de

flores y verdor etc.

—Es también símbolo de la resurrección el fuego sagrado

que por orden de Jeremías ocultaron los sacerdotes



— 151 —

en una cisterna sin agua. Casi dos siglos más tarde Nenemías,

movido por divina inspiración, mandó buscarlo en el

lugar donde lo habían depositado, en un valle de Jerusalén.

A costa de registros y reconocimientos dieron con el

pozo, pero no hallaron fuego sino un poco de agua espesa.

Hizo rociar con ella el altar, y al punto el cielo que estaba

lleno de nubes se despejó y el sol, hiriendo con sus rayos

ese agua impura, hizo brotar una llama que consumió la

leña y las víctimas, ardiendo hasta las piedras del altar.

—Eutiques, patriarca de Constantinopla, gravemente

enfermo, convencido por San Gregorio Magno, legado entonces

en dicha ciudad, exclamaba cogiéndose la piel, a

presencia de muchos: Creo que resucitaremos con esta misma

carne.

—Santa Mónica no temía morir y ser sepultada en un

país lejano de su patria: «En ninguna parte, decía, se está

lejos de Dios. El sabrá hallar mi cuerpo para resucitarlo con

los demás.» (Guillois.)

—Santiago, el mutilado, a quien el rey de Persia durante

nueve horas hizo sufrir cruel martirio cortándole uno

a uno los miembros, los despedía diciendo: «Vete pie mío,

mano, ojo mío que el Creador eterno os resucitará un día

para formar un cuerpo glorioso.»

—En una visión imaginaria se apareció a Santa Teresa

Jesucristo resucitado; y escribe la Santa «Cuando otra cosa

no hubiese para deleitar la vista en el cielo sino la gran

hermosura de los cuerpos glorificados, es grandísima gloria.»

(Vida. Cap. XXVIII.)



LECCIÓN

30. a

El juicio

Después de lá*muerte habrá un juicio, el particular; después

de la resurrección otro, el universal.

v^pv

4^í{

He aqui lo que sencillamente representa ese gráfico. Una

línea los separa. El particular será a la hora de la muerte;

el universal al fin del mundo (final.) En el particular comparece

sólo el alma. En el universal el alma con el cuerpo.

En el particular el alma irá a la gloria, al purgatorio, o al

infierno. Después del universal sólo habrá gloria e infierno.

El juez en ambos ha de ser J. C. La crus es la señal gloriosa

que precederá a la venida solemne de Jesucristo a juzgarnos,

al ñn del mundo. La balanza significa que, sin que entonces

quepa engaño ni parcialidad alguna, serán ponderados,

examinados cuidadosamente nuestros pensamientos,

palabras, acciones y omisiones. Nada se ocultará al justo

Juez, que por ser Dios penetra en lo más encondido de núes-

I



— 153 —

tras almas. Abajo, a la derecha la palma significa la victoria

de los buenos y la corona el premio. Venid benditos de

mi Padre etc. A la izquierda los rayos indican la justicia

Dios, que, arrojando lejos de sí a los reprobos, los sepulta

en el fuego eterno.

Sin desarrollar esta catequesis, haremos algunas advertencias.

Recuérdese a los niños que en el Bautismo se les

puso la vestidura blanca para que la llevasen sin mancha

ante el tribunal de Dios... ¿Cómo tenéis ahora vuestra alma?...

¿Está en gracia?... ~

Insístase en los pecados de omisión, mal que aqueja a

muchos cristianos...

¿Cuándo seré yo juzgado? Al punto de morir, responde

San Pablo (Statutum est etc.) Cuando llegue la hora de las

alabanzas, ¿me alabará Dios?...

Las señales del juicio final compárense con las convulsiones

y agonía de un enfermo. También pueden compararse,

como lo hace un escritor, con la tormenta que se va

formando a lo lejos; se oscurece el cielo, se oyen algunos

truenos etc. Se acerca la tempestad...

La segunda venida de Jesucristo no será como la primera,

humilde y pobre niño, sino con gran poder y majestad.

Así lo dijo el Señor ante Caifas; y el día de la Ascensión

se lo dijeron los ángeles a los apóstoles... Por eso en

el Credo después del artículo 6.° «subió a los cielos y está

sentado a la diestra de Dios Padre Todopoderoso» dice el

7.° «y desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos»,

a justos y pecadores.

Habrá dos juicios, no porque el Juez pueda equivocarse,

o proceder injustamente, sino para que se haga pública la

causa de la sentencia del juicio particular. Quidquid latet

o-PParebit, nihil inultum remanebit. ¡Qué confusión para los

malos... y para los hipócritas! Entonces no podrán engañar

a nadie!... ¡Qué gloria para los buenos! Estas obras

buenas, esas oraciones, limosnas, sacrificios que hacéis a

e

scondidas... Entonces os bendecirá públicamente, a vista

d e

todos, Jesucristo...



-154 -

¡Qué honor para Jesucristo, que fué juzgado y llevado

de tribunal en tribunal y muerto en la cruz! En los cielos

aparecerá brillante la cruz, como estandarte que precederá

al Hijo del Hombre.

¡Qué gloria para Dios! Entonces se verá con cuánta sabiduría

gobierna el mundo. Veremos por qué permite que

los malos prosperen entre los buenos, como el padre de familia

dejó crecer la zizaña entre el trigo...

MÁXIMAS Y EJEMPLOS.—Se cuenta que Recaredo, habiéndose

perdido en una cacería, tuvo que refugiarse en

casa de un artesano.

Este le dio acogida, pero tan groseramente, que llegó

hasta darle una bofetada. El rey guardó silencio; pero al

volver a su palacio se revistió de las insignias de su alta

dignidad e hizo comparecer ante sí al artesano.

Recaredo se contentó con decirle: ¿Me reconoces ahora,

me reconoces? Estas solas palabras bastaron para hacercer

morir de terror al culpable.

¿Cuál no será el espanto del pecador al comparecer ante

Jesucristo?...

—Predicaba San Vicente Ferrer y repitió tres veces con

voz tan formidable: «Levantaos muertos y venid a juicio»

que cayeron como muertos los oyentes y a la tercera vez

le levantaron llenos de espanto como si salieran de los sepulcros.

(Barón y Arin.)

—San Hilarión, próximo a morir, exclamaba: ¿Por qué

tiemblas, alma mía? Setenta años ha que sirves a Cristo ¿y

aún temes?

—Santa Margarita de Alacoque, estando a punto de morir

decía: ¡Qué dicha! Voy a ser juzgada por aquel a quien

he amado tanto...

—Santa Matilde considerando las palabras «Venid benditos

de mi Padre»... supo por revelación que tendría la

dicha de oirías.

—San Pedro Alcántara, pensando en esas mismas palabras,

fué tal el gozo que tuvo, que se le arrancó el alma.



LECCIÓN 31. a

El cielo

La vida perdurable, o eterna, significa propiamente la

bienaventuranza del cielo.

Muy interesante es este asunto y de él debemos hablar

con frecuencia en la Catequesis. 1.° Para que los niños,

con la esperanza se animen a practicar el bien. 2.° Para que

ya desde la juventud se grabe en su alma aquella máxima

del apóstol San Pablo; son muy poca cosa las tribulaciones

de esta vida comparadas con la gloria venidera. 3.° Para

que, como San Ignacio, mirando al cielo, se despegue su

corazón de las cosas de la tierra. «Estamos en este mundo,

decía el Santo Cura de Ars, pero no somos de este mundo,

puesto que todos los días decimos: Padre nuestro que estás

en los cielos.»

Por cielo se entiende el lugar de los bienaventurados,

y la misma bienaventuranza, o estado de felicidad. En ambos

sentidos se toma en esta lección. La palabra paraíso,

con que suele también llamarse y que se emplea con frecuencia

en liturgia, nos trae al recuerdo dos ideas: felicidad

e inocencia.

Doble camino hemos de seguir para que los niños sepan

en algún modo lo que es el cielo y ansien la bienaventuranza

celestial. Primero por remoción de los males; luego

Por afirmación de los bienes. Es el procedimiento que nos

indica el catecismo.

e s

a

I

) Mis amados niños: ¿Queréis ir al cielo? ¿Sabéis qué

el cielo? ¡oh si yo os lo pudiera explicar!... Dice el



-156 —

catecismo que en el cielo no se experimenta mal alguno.

Allí no hay males... Aquí sí. Esta vida es un valle de lágrimas,

como rezamos en la Salve.

Aquí las penas y dolores sirven para castigo de los

pecados cometidos, y para preservarse de caer en ellos, o

para prueba y mérito. Allí pasó el tiempo de merecer y

llegó la hora de recibir el premio; allí nada puede entrar

manchado, ni es posible pecar.

Pasaron todas las penalidades de esta vida y no habrá

ya muerte, ni llanto, ni gemido, ni dolor alguno...

(Apoc. XXI.)

Allí no habrá ignorancia, ni tristeza, ni temor, ni angustia.

Allí no habrá odio, ni rencor, ni envidia, etc. (Se hace

que los niños citen algunos males corporales: dolor de cabeza,

de muelas...; y otros del alma: miedo, remordimiento,

etc. El más grande el pecado.) En el cielo no hay mal

alguno.

b) Hemos dicho lo que no hay en el cielo. ¿Sabréis vosotros

decirme lo que hay en el cielo?... Todos los bienes.

Veamos algunos: ¿Os gusta el campo? ¿Será muy hermoso

el cielo? ¿Allí hay alegría, música, buenos amigos, riquezas,

diversiones?... No os vayáis a figurar que las delicias

y los tesoros de allá arriba son como los de la tierra, groseros

y carnales, sino incomparablemente mejores y más elevados.

Y será tal su abundancia que se saciarán todos nuestros

deseos. Toda la felicidad que podáis soñar, y aun mucho

mayor, la tendremos en el cielo...

Figuraos un magnífico palacio con sus parques y..-

¿Será así el cielo? ¡Ah no! incomparablemente mejor. Porque

dice San Pablo que ni el ojo vio, ni el oido oyó, ni puer

de hombre alguno imaginar lo que Dios tiene preparado

para los que le aman.

Las cosas de esta vida, el aire, la luz, las flores... las da

Dios a buenos y a malos. ¿Qué habrá preparado en el cielo

para los buenos?... En el encerado veis dibujada una

vela y el sol. Pues bien, toda la felicidad que cabe en la



- 15?-

tierra, si se compara con la vida eterna del cielo, es menos

que una bujía comparada con la luz del sol. (Preguntas retrospectivas.)

II

Aún no os he hablado de lo que constituye la felicidad

de los bienaventurados. ¿Veis ese triángulo? Representa a

la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres

personas distintas y un solo Dios. Esa D os indica que las

tres personas son un solo Dios.

Sabéis vosotros que son tres las virtudes teologales: Fe,

esperanza y caridad. ¿Qué es fe? ¿Qué es esperanza? ¿Qué

es caridad?... Creer en Dios, esperar en Dios, amar a Dios...

a) En el cielo veremos a Dios ¡Oh qué dicha! ¿Quién

podrá expresarla?... ver a Dios...; le verá nuestra alma

como El es... tan hermoso... tan bueno, tan excelente...

Ahora creemos lo que no vemos; entonces veremos a

°ios y en El todas las maravillas, todas las cosas...

b) Mas decidme. Si veis un campo muy ameno, una

toca muy hermosa, con verla ¿ya es vuestra?... No. En

cambio en el cielo Dios será vuestro y para siempre. De

modo que podréis exclamar: ¡Le tengo y no le dejaré!...

Ahora con la esperanza suspiramos por Dios...; entonces



-168-

El mismo será nuestra recompensa, grande sobre toda ponderación.

c) En esta vida poseemos cosas que nos agradan y que

nos llegan a cansar; la posesión de Dios, a quien amamos

por la caridad constituirá nuestro gozo completo. Nuestras

delicias serán siempre nuevas, siempre tendremos

nuestra dicha en estar unidos con el Amado.

III

Varias veces he usado de la palabra: para siempre. No

temáis que pase la felicidad del cielo. No se acabará jamás.

¡Qué consuelo para nuestro corazón, qué tranquilidad

para el alma saber que esa vida y bienaventuranza es eterna!

Alégrate siervo bueno y fiel, nos dirá Jesucristo; entra

en el gozo de su Señor. Entra... ya no hay miedo a ser expulsado;

ni se pierde o disminuye tan grande bienestar...

Decía San Jerónimo: No hay sacrificio que no debamos

hacer por gozar un momento de las delicias del cielo. ¿Qué

no debemos hacer por disfrutarlas durante toda la eternidad?

IV

Ahí, en el gráfico veis representado el sol, la luna y

las estrellas. Lo cual indica que así como en el firmamento,

en este cielo corpóreo, que vemos, la claridad del sol, es

mayor que la de la luna, y cada estrella difiere de las otras

en brillo y magnitud; así en el reino de los cielos aunque

todos verán a Dios y le poseerán y gozarán en su amor,

será distinto el grado según las obras buenas que hayan

hecho durante esta vida. Por eso dice San Pablo, cada uno

recibirá la recompensa en proporción a su trabajo (1. a ad

Cor. III.) Y en otro lugar añade que según la abundancia

de la siembra, será la de la cosecha (2. a ad Cor. IX-6.) (Puede

ponerse la comparación de los que contemplan un mismo

cuadro, o leen una obra, o asisten a un concierto. Disfrutan

más o menos según sean más o menos entendidos.

En el cielo, según la medida de la caridad, será el grado de

gloria.)



—169 —

y ya hemos dicho que allá no habrá tristeza, ni envidia.

Todos estarán satisfechos con el grado que les corresponda

y se alegrarán de la gloria de los otros con quienes

están unidos por la caridad.

V

Pensad, pues, en las delicias del cielo y respondedme

otra vez a la pregunta que os hice al principio. ¿Queréis ir

al cielo? ¿Quiénes van al cielo?

Y nadie diga, como algunas personas que no se dan

cuenta de lo que dicen: «Yo me contento con un rinconcito,

con tal de entrar en aquella celeste mansión». Decid más

bien: «Yo no me doy por satisfecho con ser bueno, quiero

ser muy muy bueno. No me basta amar a mi Jesús, quiero

amarle mucho. Quiero hacer todo el bien que pueda, para

estar en el cielo muy cerca de Dios a quien tanto amo.»

Pidamos a la Virgen Santísima que después de este

destierro nos muestre á Jesús; pidamos ser dignos de las

promesas de Jesucristo; que tengamos la dicha de formar

un día de su Corte en el cielo.

MÁXIMAS Y EJEMPLOS.—El P. Ignacio de Acebedo de

la Compañía de Jesús, de ilustre familia portuguesa, iba

con 39 misioneros a predicar la fe en el Brasil. Cerca de

las islas Canarias fueron acometidos en alta mar por el

corsario Jacobo Soria de la Rochela, furioso calvinista, que

por odio a la religión católica los hizo asesinar a todos. El

mismo día de su muerte vio Santa Teresa subir al cielo a

cuarenta mártires resplandecientes, con palmas que significaban

su triunfo y reconoció entre ellos a su próximo

pariente Francisco Pérez Godoy. Fueron Beatificados por

s

- S. Pío IX.

—Hallándose San Francisco de Asís lleno de tribulaciones

y dolores se consolaba con el pensamiento en el

cielo. Un día se le apareció un ángel tocando una cítara. Y

f

ué tal el gozo que experimentó el Santo al oir aquéllos

dulces y armoniosos sonidos que hubiera muerto, a no cesar

el ángel, no pudiendo soportar tanta dicha. Esa visión



— 160 —

la representó hermosamente Murillo en un cuadro, que se

conserva en la Academia de San Fernando de Madrid.

—Cuéntase que la impía reina Isabel de Inglaterra decía

neciamente: Me dé el Cielo cuarenta años de reinado

en este mundo y yo renuncio al paraíso. Al contrario, Santo

Tomás Moro decía a los que le instaban a que apartándose

de la obediencia al Papa se librase de la muerte «¿queréis

que por vivir aquí veinte años más, pierda el cielo?

—Guido de Fontgalland, niño de once años, decía a su

madre poco antes de morir: «Me preguntas cómo me figuro

el cielo a donde voy a ir. ¡Yo no puedo figurármelo. Para

mí el cíelo... es Jesús!»

—Cuentan las historias, que aquéllos héroes que acompañaron

en la cruzada a Godofredo de Bouillon, al divisar,

después de tantos encuentros y fatigas, los muros de

Jerusalén, entre los rojizos resplandores del caer la tarde,

postráronse de hinojos, y no pudieron contener las lágrimas

al entonar un himno de acción de gracias al Dios

que, entre tantos peligros, los había conducido al término

suspirado de sus ansias. Pero ¿qué era aquella Jerusalén,

comparada con la Sión de los cielos?... (Ruiz Amado.)

—La madre de San Sinforiano cuando vio a su hijo sometido

a cruel martirio, le decía: ¡Hijo mío! piensa en la

vida eterna que te está preparada en el cielo. (Surio.)

—Santa Catalina de Sena exclamaba: ¡Dulce Esposo y

Amigo!: Tomad mi alma; no puedo vivir separado de Vos;

el mundo es para mí más amargo que la hiél.»

—Nosotros queremos ir al cielo, pero con toda comodidad

y sin cuidarnos de poner los medios: no hicieron eso

los Santos. (Cura de Ars.)

—Escribió San Agustín a San Jerónimo haciéndole alguna

consulta acerca del cielo. Y antes de recibir el escrito

en que se lo preguntaba murió el destinatario. Pero le

respondió después de muerto. Se pareció San Jerónimo a

San Agustín, y le dijo: ¿Eres acaso capaz de contar las estrellas

del cielo, las arenas de toda la tierra, las gotas de

agua que hay en el mar? Pues sería eso más fácil que des-



— 161 —

cribir la gloria del cielo y la felicidad de los escogidos. La

realidad de la gloria del cielo dista infinitamente de la que

yo me había figurado cuando viví en la tierra.

Cuando Bramante, el gran arquitecto, terminó los planos

de la grandiosa basílica de San Pedro en Roma, se

los mandó por un hijito suyo al Papa Julio II. El Papa,

lleno de satisfacción por unos planos tan admirables, abrió

una caja en que guardaba monedas de oro y dijo al pequeño:

«¡Mete la mano y coge!»—«Yo no, replicó el muchacho,

coja Su Santidad que tiene la mano más grande.»

(Toth.) Para entender en algún modo las delicias del cielo

hemos de pensar en la grandeza de Dios, en su sabiduría,

omnipotencia y amor preparando un reino a los escogidos.

—Una de las obras maestras que ha producido el genio

de la pintura es el conocido cuadro de Santa Cecilia,

de Rafael.

Se halla la Santa en éxtasis, escuchando las armonías

de los coros angélicos ¿Qué son a su lado todos los deleites

y encantos de esta vida? Por eso aparecen rotos en el

suelo los instrumentos músicos, y el que tiene la Santa

está vuelto hacia la tierra como cediendo su puesto a los

del cielo.

En grupo con Santa Cecilia se hallan, a su derecha, el

Discípulo Amado, San Juan, que representa la inocencia, y

San Pablo el predicador de la virginidad. A la izquierda

San Agustín y Santa María Magdalena, como indicándonos

el camino del arrepentimiento y del amor.

Todo el conjunto parece encarnar aquella respuesta

que dio la gloriosa Virgen tan bella, tan noble y rica a los

que, movidos de falsa compasión, le rogaban que ofreciese

incienso a los ídolos para librarse de la muerte: ¿No os

parece bien, dejar el lodo por el oro y los bienes transitorios

por una felicidad eterna?



LECCIÓN

32. a

El infierno

Con esta lección terminamos la explicación del Símbolo

Apostólico. Después de haber hablado de la vida perdurable

y la luz eterna de la gloria, nos toca tratar de la

muerte eterna, del infierno. No tiene por objeto esta catcquesis

infundir espanto en los niños con representaciones

horripilantes, sino inspirarles odio al pecado, que es la

causa de tantos males. Dios nos ha destinado al cielo; para

ello nos crió, no para el infierno... Contraponiendo, pues,

la dicha de los bienaventurados, a la desgraciada condición

de los reprobos, recordemos las palabras del Eclesiástico

(XV-18) «Ante el hombre se hallan la vida y la

muerte. Se le dará lo que elija.»

De introducción puede servir aquel hecho que se refiere

en el cap. XVI de «Los Números.» Cuando a Coré Datan

y Abirón, que se rebelaron contra Moisés, los tragó vivos

la tierra, el pueblo Israelita, al oir los gritos de los que

perecían huyó, exclamando: «No sea que a nosotros nos

trague también la tierra.» Contemplemos los tormentos

que padecen los reprobos, escuchemos el clamor de sus

ayes desesperados, para huir de la boca del infierno, que

es la culpa mortal.

Podemos valemos de una sencilla comparación. Sabéis,

queridos niños, que por la noche en los sitios donde hay

un montón de escombros, o una zanja, o un hoyo suele

ponerse una luz. ¿Con qué objeto se pone?... Para que no

caigáis en el infierno os hablo de él, valiéndome de la luz

de la fe, de las enseñanzas mismas de Jesucristo.



-163-

El gráfico da a entender: 1.° las dos clases de penas.

2.° la eternidad de esas penas.

Dos clases de penas indica el gráfico; la de daño, la

verdadera condenación, consiste en estar apartados de

Dios. Dirá Jesucristo a los reprobos: apartaos de Mí, malditos...

¡Qué horrible desgracia! Ser maldecidos por... Jesús,

nuestro Salvador. Apartarse de El, que es nuestra felicidad...

¡Oh si ahora comprendiéramos lo que es estar

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Perdido y cuanto más falta nos hace... ¿Qué será perder

Para siempre a Dios, que es el único que puede saciar

nuestro corazón? Y habiendo perdido a Dios perdemos to-



-laidos

los bienes. Por eso dice el catecismo que en el infierno

no se experimenta (no hay) bien alguno...

Esaú rugía como una fiera, por haber perdido el derecho

a la bendición y herencia que le correspondía como a

hijo mayor. Absalón prefería la muerte antes que carecer

de la vista de su padre David. ¡Qué será para el alma ser

maldita, perder el derecho al reino de los cielos y carecer

de la vista de Dios!

Dice San Juan Crisóstomo que un castigo mayor que

mil infiernos es hallarse privado de la felicidad del cielo y

ser maldito por Jesús.

II

a) La segunda pena es la de sentido, que expresaba el

rico avariento cuando llamaba al infierno lugar de tormentos.

La Sagrada Escritura menciona el fuego, fuego real y

verdadero, según la doctrina general de los teólogos y

doctores de la Iglesia. Fuego vivísimo que esparce tinieblas;

fuego maravilloso que abrasa los cuerpos de los condenados

sin consumirlos, y que atormenta también las almas

no obstante ser corpóreo y material «Id, malditos, al

fuego eterno», dirá Jesucristo a los que estén a su izquierda

el día del juicio, a los que murieron en pecado mortal.

«Soy atormentado en esta llama», decía el rico pidiendo,

en vano, una gota de agua.

Aquel fuego que encendió Nabucodonosor en el horno

de Babilonia, el fuego mismo de los altos hornos en que

se funde el hierro no pueden compararse con el del infierno.

Este lo ha encendido la justicia de Dios; no los hombres.

Causa espanto el suplicio horrible con que Nerón atormentó

a los cristianos. Los hizo rociar con brea y resina

y prender fuego, para que sirviesen de teas en los jardines

de su palacio. Pues ¿qué es ese fuego de pocos instantes

que abrió a aquellos mártires las puertas del cielo, comparado

con el que eternamente padecen los reprobos eu

justo castigo de sus culpas? «¿Quién podrá habitar en ese



-165 —

fuego devorador? ¿Quién podrá sufrir esos ardores sempiternos?»

(Isaías XXXII, 14.)

Si cuando os viene una mala tentación, o un mal amigo

os incita al pecado, pensarais muy a lo vivo en el fuego

del infierno, ¿quién se atrevería a pecar? Incitaban una

vez a San Martiniano a que cometiese un pecado abominable.

Y el Santo, encendiendo una hoguera, se puso a

andar sobre el fuego. Dando gritos de dolor hubo de retirarse

enseguida exclamando: «Antes de seguir el camino

del infierno: he querido probar si puedo soportar las penas

que allí se sufren...»

b) Otra de las penas de sentido que se cita muchas

veces en la Sagrada Eucaristía es el gusano, que según

los Santos Padres significa el remordimiento de la conciencia.

¡Qué tormento para el condenado pensar continuamente

en sus propias culpas! ¡Estoy aquí por mi culpa!

¡Dios me crió para el cielo, quiso salvarme... y yo me empeñé

en condenarme! ¡Por nada, por un deleite de un momento

he entregado mi alma al diablo!

c) ¡Y qué horrible será para el condenado la compañía

de los demonios, que a modo de monstruos amenazadores

continuamente le llenarán de espanto! ¡Oh abismo de tinieblas,

lugar de maldición donde no cesa el llanto y el

rechinar de dientes!...

III

Pero mirad a la segunda parte del gráfico, que podríamos

llamar reloj de esa mansión tenebrosa. ¿Qué hora señala

sino la eternidad? (Eso significa la E en medio de esa

circunferencia.) Los tormentos no se acabarán jamás, durarán

para siempre. Pasarán años y siglos y millones de siglos

y ese reloj marcará continuamente la misma hora:

Serán atormentados los reprobos día y noche por los siglos

de los siglos.

Aquí los dolores, por grandes que sean, duran poco.

A 1

fin se acaban, siquiera con la muerte. Allí no se acabaa

n nu

nca. Llamarán a la muerte y la muerte huirá de



-166 —

ellos... El gusano no muere, el fuego no se extingue. Aquí,

aunque duren algún tiempo los dolores, hay algunos ratos

de descanso...Allí no habrá descanso alguno. Aquí disminuyen

a veces los sufrimientos y se experimenta algún

alivio. Allí tampoco hay alivio. (A lo menos en cuanto a la

pena esencial.)

Aquí, a los que sufren no suelen faltar consuelos: el

cariño de los amigos, el mérito de la penitencia, la gracia

de Dios, el fervor de la piedad. Allí la desgracia es sin

consuelo... No hay cariño, sino odio y maldición de unos

a otros, y de cada uno a sí mismo. El odio desgarra su corazón.

Aquí, en medio de las penas, conforta la esperanza,

Al entrar en el infierno se pierde para siempre toda esperanza.

¿Qué será el pecado mortal, niños queridos, cuando

Dios misericordioso así lo castiga? ¡Oh! mil veces la muerte,

antes que cometer un pecado mortal! ¿Qué aprovecha

al hombre ganar el mundo entero si al fin pierde su alma?...

Dad gracias a Dios que os ha dado tiempo para confesaros...

¡Por tu bondad, Jesús mío, no caiga yo en las llamas

sempiternas del infierno! (ne perenni cremer igne.)

MÁXIMAS Y EJEMPLOS.—Si un condenado pudiera

decir una sola vez ¡Dios mío yo os amo! no habría más

infierno para él. Pero ¡ay! esa pobre alma ha perdido la

facultad de amar, que había recibido y de que no supo

aprovecharse (Cura de Ars.)

—Si los pobres condenados tuviesen el tiempo que nosotros

perdemos ¡cómo lo aprovecharían! Si tuvieran solamente

media hora, esa media hora despoblaría el infierno

(ibid.)

—San Francisco de Borja meditaba a menudo en el

infierno. Poníase horas enteras a los pies de Jesús, saliendo

de su meditación anegado en llanto y teniéndose por u°

escapado del infierno, y desde entonces no había penitencias

ni mortificaciones que no le pareciesen dulcísimas,



—167 -

en comparación de las torturas del abismo de que acababa

de ser librado (Cuestiones de Vida o Muerte.)

San Leonardo de Puerto Mauricio cuenta, que un militar

a quien se apareció un condenado preguntó a éste:

¿Hay fuego en el infierno? ¡Oh desdichado! replicó el aparecido.

¿Ves esas montañas? Si fuesen de acero se fundirían

como cera en el infierno. (Moisset.)

—Vio Santa Catalina de Sena un demonio y dijo que

elegiría arder entre llamas hasta el día del juicio, antes

que ver otra vez tan espantable figura.

—En la vida de San Francisco Jerónimo se cuenta que

en Ñapóles una mala mujer murió repentinamente. ¿En

dónde estás? preguntó el Santo ante el cadáver. Y abriendo

los ojos desencajados, la difunta respondió con horrible

clamor: ¡en el infierno!

—Santa Domnina, llevaba ante Lisias, procónsul de

Cilicia, no quiso ofrecer incienso a los dioses. Te arrojaré

a la hoguera, dijo el tirano. No me importa, no temo ese

fuego que pronto se apaga, temo el fuego que nunca se

extingue.

—Una de las fábulas con que los paganos representaban

la eternidad del infierno es Prometeo, tendido sobre

una roca, atados manos, pies y cuello con cadenas para

que no pudiera moverse. Un enorme buitre se alimentaba

de sus entrañas, las cuales iban creciendo al paso que el

buitre las iba devorando.

—Cada vez que San Francisco de Asís veía en una

fragua un hierro candente, se acordaba de los tormentos

que los condenados padecen en el infierno y derramaba

copiosas lágrimas. «No sé como podemos sosegar viendo

tantas almas como lleva cada día el demonio consigo», escribe

Santa Teresa (Vida cap. XXXII.)

—Santa Margarita de Cortona, a la edad de siete años

s

e quedó sin madre. Descuidada en su educación por su

Padre, que había contraído nuevas nupcias, dejóse llevar

Por torcidas inclinaciones, y en la flor de los años, haciendo

mal uso de su hermosura y de su ingenio, se entregó a



— 168 —

una vida disoluta, perdiendo la pureza e inocencia de su

alma. Dios tuvo misericordia de la pobre pecadora.

Un caballero de Monte-Policiano, cómplice de sus desórdenes,

murió en una reyerta y descubierto providencialmente

el cadáver por Margarita, a quien guió una perrilla

que tenía, al verlo desfigurado, hediondo, comido de gusanos,

llena de espanto se puso a pensar en la suerte infeliz

de su desgraciada alma. Y acordándose del grave

riesgo, que ella misma corría, de caer para siempre en las

terribles llamas del infierno, deshaciéndose en llanto, formó

el propósito de cambiar de vida, reparar el escándalo

y hacer penitencia.

De rodillas, vestida con un saco y una soga, al cuello,

llorando amargamente, en la iglesia de Laviano pidió perdón

al pueblo, que había sido testigo de sus pecados.

Solicitó el hábito de penitente en la tercera Orden de

San Francisco. Lo consiguió al cabo de tres años de instantes

súplicas, y después de más de veinte de increíbles

austeridades, rigurosos ayunos e incesantes lágrimas, en

los que procuró reparar las ofensas inferidas a la Divina

Majestad y traer al camino de salvación a muchos que se

hallaban entregados al vicio, murió abrazada con el santo

Crucifijo. Un gran siervo de Dios vio subir su alma al cielo,

quedando incorrupto su cuerpo. Así muestra el Señor su

misericordia a los que temen los rigores de su justicia.

— ¡Ay! Cuántas veces pido a Dios lo que pedía Santa

Catalina de Sena. Dame, Señor, el ponerme por puerta del

infierno, y poder detener a cuantos van a entrar allí y decir

a cada uno: ¿A dónde vas, infeliz? ¡Atrás! anda, haz

una buena confesión y salva tu alma; y no vengas aquí

a perderte por toda la eternidad. (B. Claret.)



PARTE SEGUNDA

LECCIÓN 33. a

La oración

Explicado el Símbolo Apostólico, comenzamos hoy la

segunda parte del Catecismo. Esta lección primera tiende

a presentar intuitivamente la excelencia e importancia de

la oración.

La primera figura da a entender que la oración pone

en comunicación la tierra con el cielo y hace que del cielo

descienda una lluvia de gracias sobre la tierra. Es lo que

decía San Agustín: Ascendit hominis precatio et descendit

°ei miseratio.

p

ero esta comparación del teléfono ha de servirnos por

e

contraste para explicar mejor lo que es la oración. Por

e efon

o nos ponemos en comunicación con los ausentes.



— 170 —

Dios no está lejos de nosotros, dice el Apóstol San Pablo.

En El vivimos, y nos movemos, y estamos. Continuamente

nos hallamos en su presencia. Para orar no tenemos más

que mirarle (con el alma) hablar con El, pensar en El; no

con indiferencia, como si fuese una persona extraña que

nada tuviera que ver con nosotros, sino con amor, porque

es nuestro Padre, que nos ama mucho. Por eso el catecismo

dice que orar es levantar el corazón...

De aquí se sigue la excelencia de la oración que nos

engrandece, nos acerca a Dios. Dime con quien andas...

¿Qué será tratar familiarmente con Jesús?

La segunda parte de la comparación, o sea, la lluvia

nos recuerda que en el orden espiritual nada podemos sin

la gracia, que alcanzamos mediante la oración (anima mea

sicut térra sine aqua Ubi.) Y en el orden temporal sin la

Providencia de Dios nada bueno tendríamos, seríamos como

tierra estéril por falta de agua.

Después de haber hecho resaltar estas ideas se procura

que los niños digan los nombres de algunos personajes

del Antiguo Testamento de cuya oración se habla en la

Historia Sagrada: Moisés, Ana madre de Samuel, David,

Daniel y sus compañeros, Elias, etc.; y en el Nuevo Testamento

(el leproso, el centurión, Jairo, el ciego de Jericó,

Marta, Saulo, etc.) se presenta a Jesucristo como modelo,

primero como niño de Nazaret, y en el templo de Jerusalén,

luego en su vida pública, en la última cena, en el

huerto, en la cruz. Ahora en el cielo y en el sagrario.

II

La segunda figura, el aeroplano, viene a inculcar la

idea de que el hombre no se rebaja por la oración sino que

se eleva más allá de las nubes y llega hasta Dios.

Quien no reza, decía el cura de Ars se parece al pavo

que no se eleva. Mejor es remontarse como el águila.

Nunca es el hombre más grande que cuando está de

rodillas.

En aeroplano sube el aviador hasta cierta altura; P er0



— 171 —

de allí no pasa, (por el frío, por la menor densidad del

aire, porque ia presión interior en el hombre es mayor que

la de la atmósfera, etc.) El que reza sube mucho más

arriba. El piadoso astrónomo Le Verrier, cuando descubrió

un nuevo planeta, Neptuno, decía a los que le felicitaban:

Quiero subir más arriba, quiero llegar hasta Dios; ayudadme

con vuestras oraciones. A Dios le veremos un día

en el cielo; ahora, sin verle, nos llegamos a El, hablamos

con él por la oración.

III

La tercera figura el incensario, nos recuerda que el

suave aroma del incienso es símbolo de la oración, que

sube y agrada a Dios. Que este incienso suba a Tí Señor

y descienda sobre nosotros tu misericordia, dice el sacerdote

al incensar la oblata, la hostia y el cáliz. Y luego inciensa

la cruz diciendo: Que mi oración se eleve a Tí como

el incienso... (Apoc. VIII. 3-4.)

¿Por qué le agrada a Dios nuestra oración? Porque nos

ama y se complace con nuestras alabanzas. Porque es

nuestro Padre y a un buen padre le gusta ver en torno de

sí a sus hijos. Porque es nuestro Bienhechor y debemos

darle gracias por sus beneficios.

Debemos reconocer que todo bien nos viene de arriba,

de nuestro Padre celestial.

Pedid y recibiréis, dice Jesucristo, buscad y hallaréis,

llamad y os abrirán. (Math. VIL)

Bien penetrados de cuánto vale la oración y cuánto

agrada a Dios digámosle como sus discípulos: Señor, enséñanos

a orar...

MÁXIMAS Y EJEMPLOS.—Cuenta Luis Veuillot que en

Argel se hallaban varios europeos que jamás rezaban ni

Practicaban la religión. Uno de los jefes de las tribus árabes

le decía: ¡mira esos perros! ¡ninguno reza! (Sifflet.)

—San Francisco de Asís, oyendo cantar de noche a un

ruiseñor, se levantó exclamando: ¿Vas tú a bendecir al



-172-

Señor y no yo? Y con el mayor entusiasmo se puso a entonar

las alabanzas divinas.

—Santa Zita, apenas había cumplido los doce años

entró a servir en casa de una noble familia de Luca, donde

permaneció cuarenta y ocho años hasta la edad de sesenta

en que murió.

Zita se levantaba siempre al amanecer, comenzaba el

día con fervorosas jaculatorias y durante sus faenas solía

repetir: «La mano en el trabajo y el corazón en Dios.»

(Dianda.)

—Jamás quisiera, en mis sermones y en mis escritos,

hacer otra cosa que repetir continuamente orad, orad.

Entre los libros que he compuesto ninguno creo más provechoso

que el de «El gran medio de la oración» y si me

fuese posible imprimiría de él tantos ejemplares como fieles

hay en la tierra para distribuírselos y hacerles entender

la necesidad que tenemos de orar para salvarnos.

(S. Alfonso María de Ligorio.)

—San Antonio, ermitaño, pasaba frecuentemente la noche

entera en ferviente plegaria. Al venir el día se quejaba

de que el sol hubiese madrugado tanto.

—Hay en el Louvre un cuadro de Rafael, que representa

a Jesús, María y José prosternados en oración. Arriba

los ángeles despliegan sus alas, y abriendo las manos dejan

caer una lluvia de flores. Este cuadro es imagen de una

realidad consoladora para las almas que oran fervorosamente.

(Millot.)

—La dulzura de la oración es sabrosa, como el jugo

de uvas maduras. La oración separa nuestra alma de la

materia y la impulsa hacia el cielo; es como el gas que

remonta el globo por el espacio. (Cura de Ars.)

—No hay hacienda por gruesa que sea que no se acabe

si gastan y no ganan, ni buenas obras que duren sin

oración» (B. Juan de Avila. «Audi Filia.»)



LECCIÓN 34. a

Cualidades de la oración

El gráfico de esta lección es muy sencillo. Saliendo Jesús

del cenáculo y dejando la ciudad de Jerusalén, atravesó el

torrente Cedrón y fué a orar al huerto de Getsemaní, al pie

del monte Olivete. Con unos cuantos trazos se representan

en el encerado estos lugares: Jerusalén al occidente, el torrente

y el valle de Cedrón a su derecha y luego el monte

de los Olivos en la parte oriental. El cáliz, trae al recuerdo

la súplica de Jesús: ¡Padre mío! si es posible pase de mí

este cáliz; pero no se haga mi voluntad sino la tuya.

Esta catequesis sobre las cualidades de la oración puede

hacerse por el método psicológico, para lo cual sirve de

excelente medio de intuición la oración de Jesús en el huerto.

Mas con el gráfico a la vista se tiene otra ventaja que es

añadir a la intuición interior de la historia, la intuición

exterior.

La PREPARACIÓN consiste en un resumen de la lección

precedente insistiendo en el poder y eficacia de la oración.

Jesucristo ha dicho: todo lo que pidiereis al Padre en mi

nombre os será concedido. ¿Cómo es, pues, que a veces no

conseguimos lo que pedimos?

Depende unas veces de lo que pidamos; otras de la manera

de pedirlo, otras de la persona que lo pide.

Veamos la oración de Jesucristo:

EXPOSICIÓN.—Se lee o se narra con detalles, tomados

de los Evangelistas.

EXPLICACIÓN.—1.° ¿Qué pedía? ...Pase de mí este cáliz,

Que no sufra yo estos tormentos... Pero, ante todo, quería

la gloria de su Padre, la salvación de las almas. Por eso dice:

s i

es posible, si así conviene, si en tus designios no dispones

otra cosa... No se haga mi voluntad si no la tuya.



Así debe ser nuestra oración, cuando pedimos al Señor

que nos libre de males, o enfermedades, o que nos conceda

los bienes de esta vida. Debemos pedirlos con sumisión a

la voluntad divina, buscando ante todo la gloria de Dios

y la salvación de nuestra alma.

Ahora podéis daros cuenta de por qué en algunas ocasiones

Dios no nos concede lo que le pedimos. Es que lo que a

nosotros nos parece un bien es un mal. Pedimos males (eso

significa la primera M) y Dios, que es nuestro Padre y nos

quiere mucho, no nos los concede, y nos da otra cosa más

conveniente... (casos prácticos-comparaciones con el niño

que pide el veneno o el cuchillo, etc.)

2.° ¿Cómo pedía? Las cuatro letras A H C P significan

las cuatro cualidades que pone el P. Astete: atención, humildad,

confianza y perseverancia. En la oración de Jesús

observamos estas cuatro cualidades.

—atención externa. Por eso se apartó del bullicio de la

ciudad; atención interna, no se durmió como los Apóstoles,

etc.

—humildad. De rodillas con el rostro en tierra.

—confianza. ¡Padre mío!...

—perseverancia. Una y otra y otra vez oraba prolijamente...

Si falta alguna de esas cualidades la oración no es eficaz,

porque pedimos mal (segunda M.)

3.° ¿Quién era el que pedia? Jesús... Este es mi Hijo muy



-175 —

amado..- Para que Dios atienda mejor a nuestras súplicas

procuremos vivir en su amistad, ser hijos suyos por la gracia

santificante. La oración del justo penetra las nubes y llega

hasta Dios. Dios tiene puestos sus ojos sobre los justos y

atentos sus oídos a su oración. El pecador debe convertirse,

debe a lo menos desear salir del triste estado de la culpa, ha

de volver primero, como el hijo pródigo, a la casa de su padre

para allí disfrutar de sus regalos y caricias. En este sentido

el ciego a quien curó el Divino Salvador argüía a los fariseos,

diciendo: sabemos que Dios no oye a los pecadores...

La tercera M recuerda que hay algunos que piden a Dios

bienes, queriendo ellos continuar siendo malos.

RECAPITULACIÓN.—Preguntas retrospectivas. Palabras

de Jesús: Todo lo que pidiereis, etc. ¿Por qué no siempre

nos concede Dios lo que pedimos? ¿Cómo se ha de orar?

APLICACIÓN.—Hay oraciones, Padrenuestros y Avemarias

que podemos llamar de oro, otros de plata, otros de paja.

¿Cuándo son de oro? Cuando se reza con devoción, con atención,

etc. ¿Cuándo son de plata? ¿y de paja?... Pensad ahora

en las Avemarias v. gr. que rezáis en el Rosario. Si rezáis

bien ¡cuánto oro! Si os descuidáis un poquitín... ¡cuánta

plata! Si estáis completamente distraídos e informales...

¡cuánta...!...

MÁXIMAS Y EJEMPLOS.—Se hallaba S. Agustín en Cartago.

Quería embarcar para Roma. Su madre se presenta

decidida a impedirlo, y pide a Dios que no permita se marche.

No lo consiguió y precisamente en ello estuvo la salvación

de su hijo. Porque de Roma pasó Agustín a Milán

donde Dios se valió de la suave elocuencia y santidad de

San Ambrosio para traerle al buen camino.

—Un labriego se vanagloriaba ante San Bernardo de que

jamás se distraía al rezar. Amigo mío, le dijo el Santo, haremos

un trato. Si rezas el Padrenuestro sin distraerte te daré

e

ste caballo en que voy montado. Apenas había comenzado

cuando dijo: ¿Y también la silla y las bridas?... Nada;

Porque ya te has distraído. (Dassé.)

—San Benito José Labre oraba con tal fervor que los que



-17Hle

veían no podían menos de exclamar: «No de otra manera

están los ángeles ante el trono de Dios.»

—Un autor compara ciertas oraciones con la embajada

que enviaron los Romanos a la ciudad de Bitinia. De los tres

enviados uno era cojo, otro llevaba la cabeza vendada, el

tercero era apático, como si no tuviera corazón. «He aquí

una embajada, decía Catón, sin pies, ni cabeza, ni corazón.»

Así son a veces las oraciones que enviamos al cielo: sin cabeza,

o sin reflexión; sin pies en que apoyarse, o sin confianza;

sin corazón, sin fervor ni devoción. (Millot.)

—El Emperador Carlos V estaba un día orando cuando

le anunciaron que quería hablarle un embajador, el cual

tenía asuntos importantes que comunicarle. Decidle replicó,

que estoy con otro asunto más importante. Me ha recibido

en audiencia el Rey de los reyes. (Lohner.)

—Cuéntase en la vida de San Columbano, que un día se

vio rodeado de doce lobos hambrientos que aorían ya sus

fauces para devorarle. Lleno de confianza acudió al Señor

diciendo. Veis Señor que necesito vuestra ayuda, apresuraros

a socorrerme. Dios escuchó su oración; los lobos huyeron

precipitadamente.

—El santo arzobispo de Milán, San Ambrosio, dijo a Santa

Mónica: «es imposible que perezca hijo de tantas lágrimas

y oraciones.»

—Tienen gran misterio aquellas tres palabras que dice

el Salvador: Pedid, buscad, llamad. Las cuales, como advierte

San Agustín, significan lo mismo, mas con su repetición

encarecen la confianza, dilgencia y perseverancia con

que hemos de orar; al modo que los mendigos piden limosna

confiadamente a los ricos misericordiosos con quienes topan,

y si no los topan los buscan acudiendo a los templos donde

suelen ir, o a sus casas donde suelen estar. Y si hallan las

puertas cerradas llaman y perseveran hasta que les abren y

oyen. (La Puente. Guía Espiritual.)

—La oración es un rocío embalsamado; mas para percibir

su fragancia es necesario orar con alma pura. (Cura

de Ars.)



LECCIÓN 35. a

El Padre Nuestro

Una de las máximas de Gótzel, que copia Jehle, tratando

de la manera de educar a los niños en orden a la piedad,

(1) es que el niño ha de aprender primero a orar, y

después las oraciones «zuerst das Beten dann die Gebete.»

Admitamos el axioma; pero en cuanto a la Oración Dominical

bien podemos decir que primero es la oración; que

ella es el mejor medio de aprender a orar. Porque la invocación

inspira humildad y confianza, y en las peticiones

se incluye cuanto debemos pedir, siguiendo el orden de la

caridad.

Pongamos, pues, empeño en que nuestros niños aprendan

bien el Padre Nuestro y lo recen con devoción, dándose

cuenta en algún modo del sentido de esta hermosa plegaria,

tan excelente, tan eficaz, tan repleta de tesoros en

medio de su brevedad y sencillez. Mas procedamos gradualmente

y no seamos demasiado exigentes, ya que, según

la comparación que ponía San Jordán, una piedra preciosa

no pierde su mérito porque pase a manos de un hombre

que desconozca su valor.

Recordemos ante todo el origen divino de esta oración.

Viendo los Apóstoles a Jesús que oraba fervorosamente,

oyéndole encomiar tanto la oración, le dijeron: Señor, enséñanos

a orar, como Juan enseñó a sus discípulos. Y Jesús

le

s respondió: Cuando oréis habéis de decir: Padre nuesy)

GebeUerziehung im Religionsunterricht der geistigen Arbeítsschule.

tonltitung. Kosel. Munich 1925.

12



-178—

tro, etc. Jesús mismo enseñó esta oración a los Apóstoles.

Pensad en ello, niños queridos, cuando recéis vosotros el

Padre Nuestro. ¿Quién es Jesucristo? ¿Sabía Jesús cuánto

vale la oración? ¿Sabía cómo hemos de orar para que nuestra

oración sea agradable a Dios? ¿Sabía las cosas que necesitamos

y que hemos de pedir? ¿Hay otras oraciones más

largas que el Padre Nuestro? ¿Habrá alguna mejor? ¿Por

qué es la mejor de todas?... No sólo rezamos en nombre de

Jesucristo, sino con las mismas palabras que El nos enseñó...

Esta razón de la excelencia del Padre Nuestro, por su

origen divino, es fácil de hacer entender aun a niños pequeños.

La segunda razón se basa en el contenido, en lo

que se pide, en la manera de pedirlo; en el orden de las

peticiones.

Decía el Divino Maestro: Llamad y os abrirán, pedid

y recibiréis. La invocación o preámbulo en el Padre Nuestro,

es el llamar, con humildad, pero llenos de confianza,

a la puerta del Padre de familias; después sigue el exponer

nuestras necesidades y pedir remedio.

Pueden establecerse otras comparaciones v. gr. con el

cuerpo humano que tiene cabeza, tronco y pies (preámbulo,

peticiones, conclusión), o con una carta que consta

de encabezamiento (saludo) cuerpo y despedida (cláusula

final.)

Estas partes de la Oración Dominical se explican primero

en general y luego, en otras lecciones, se exponen en

particular.

Se inspira piedad a los niños recitando la oración

pausadamente, con sentido, separando las peticiones.

Otro medio de excitar los sentimientos, tratándose de

pequeños, consiste en hacer desempeñar las palabras

con la acción, o actitud correspondiente. A la invocación

Padre nuestro que estás en los cielos se elevan un poco

las manos; a la primera petición santificado sea el tu



— 179 —

nombre se juntan en actitud de adoración; extendiendo

un poco los brazos se expresa el deseo del reino de Cristo;

de nuevo se inclina la cabeza en señal de sumisión a la

voluntad divina; extendiendo los brazos un poco hacia

adelante con las palmas de las manos hacia arriba se

expresa la cuarta petición; para pedir perdón se baja una

mano y la otra se lleva al pecho; los brazos hacia un

lado con las manos extendidas hacia el mismo pueden

indicar que se rechaza el peligro, en la sexta petición; por

fin se elevan un poco y se juntan en la última petición (1).

Para mayores no conocemos una explicación de conjunto

más sencilla y más acabada que la del Doctor Angélico

en su opúsculo Expositio Orationis Dominicae, que,

reducida a un gráfico, vamos a reproducir aquí.

gloria de Dios

M.M. Óu reino W

H i C)M justicia • JL

M W JL,as demás cosas W JL M

En las cuatro primeras peticiones rogamos al Señor que

o s c

°nceda bienes, en las tres últimas que nos libre de

males.

S e

Pide primero la gloria de Dios, que sea conocido y

p

rof. Fedele Savio. // CatechistaCattolico, 1925, pág. 323.



-180-

amado por todo el mundo: este es el fin primario de la

creación. Creó el Señor todas las cosas para su gloria...

Después, cumpliendo lo que Jesucristo nos dijo: Buscad

primero el reino de Dios y su justicia y las demás cosas

se os darán por añadidura, pedimos en la segunda petición

la gloria eterna, el reino de Dios, el cielo para nosotros.

Para este fin crió Dios al hombre. Mas para ir al

cielo hay que observar los mandamientos, cumplir la voluntad

de Dios; y en este sentido se toma la palabra justicia.

Después de ésto, y subordinado a este fin, podemos

pedir los bienes temporales, el pan nuestro, etc.

¿Qué impide entrar en el reino de Dios? El pecado, la

pena que se ha de satisfacer en el purgatorio. En la quinta

petición rogamos al Señor que nos perdone...

¿Y qué obstáculo se opone a que cumplamos la voluntad

de Dios sino la tentación con que el mundo, el demonio,

la carne quieren que sigamos sus perversos caprichos y

sugestiones, y desobedezcamos los mandatos de Dios? Por

eso le pedimos que no nos deje consentir...

Por fin a los bienes de esta vida se oponen los males

en cuanto sean contrarios a nuestra santificación y salvación,

fin al que han de subordinarse.

A la petición primera nada se opone; pues eficazmente

ni las blasfemias de los condenados pueden impedir la

gloria de Dios, antes bien son pregoneros de su justicia.

EJEMPLOS.—En el monte Olivete, en el lugar donde

según una tradición que data de principios del siglo XII

Jesucristo enseñó el Pater Noster a sus discípulos, la princesa

de la Tour d'Aubergne levantó una iglesia. En sus

paredes, a modo de esmaltes sobre piedra, aparece la Oración

Dominical en treinta y dos lenguas. De día y de noche

por turnos, sin interrupción la rezan las religiosas encargadas

del santuario. (Vigna.)

—Se cuenta en la vida de San Martín de Tours que un

domingo, cuando en la Misa cantaba el Padre Nuestro (e»



-181-

la Iglesia Griega aún lo canta todo el pueblo y en la Latina

duró la costumbre hasta el siglo VIII) una pobre mujer

muda tuvo deseo irresistible de cantarlo. De repente recobró

el habla, y con asombro de los fieles se unió a ellos

en el canto.

—Atravesaba un día San Tiburcio las calles de Roma.

Halló en su camino a varios paganos en torno del cadáver

de un obrero que había caído de un tejado. Conociendo

la caridad de San Tiburcio le rogaron que orase por ese

desgraciado. El Santo se puso en oración; rezó pausada

y devotamente el Pater noster y el muerto recobró la vida.

(Cavvliez.)

—San Hugo, Obispo de Grenoble, cayó gravemente enfermo.

Durante toda una noche estuvo repitiendo el Padre

Nuestro. El criado que le cuidaba le dijo: Os vais a fatigar

y a poneros peor.—No temas, replicó el Santo, no puede

cansarme una oración tan excelente. (Andenn.)

—El Excmo. Sr. D. José Orberá Obispo de Almería, tan

amigo de los pobres, expiró tranquilamente, lleno de confianza

en Dios, recitando la Oración Dominical. ¡Padre

Nuestro que estás en los cielos! fueron sus últimas palabras.

(P. Coloma.)

—Santa Isabel de Turingia iba frecuentemente sola a

un pozo situado al pie de una colina, en la parte oriental

de la ciudad de Marburgo. En el trayecto, que duraba más

de una hora, con un solo Padre nuestro llenaba todo el

tiempo, porque meditaba el profundo sentido de sus palabras.

(Sviraao.)

—«Breve oración ¡pero llena de virtud! encierra tantos

misterios como palabras.» (S. Ambrosio.)



LECCIÓN 36. a

El Padre Nuestro, invocación

Muy sabido es lo que se cuenta de Federico Soulié,

célebre novelista, educado en la impiedad, el cual hallándose

moribundo, al oir las primeras palabras del Padre

nuestro exclamó: ¡Oh que oración tan hermosa! Y la hizo

repetir varias veces hasta aprenderla. He aqui uno de los

fines que hemos de proponernos al explicar el preámbulo

de la Oración Dominical. ¡Es tan consoladora y hermosa

la invocación! ¡Padre... nuestro... que estás en los cielos!

Hagamos todo lo posible por que los niños lleguen a gustar

y saborear las dulzuras encerradas en esas palabras.

Mas tienen también otro fin.

El divino Maestro al enseñar a sus discípulos a orar

quiso, ante todo, que levantaran su espíritu al cielo, se actuaran

en la presencia del Señor para que así su plegaria

fuera atenta y fervorosa. En una, u otra forma dicen esto

los catecismos, y ojalá consigamos en nuestros niños esa

viva actuación de la presencia de Dios; que se trasladen

con la imaginación al cielo y vean al Señor, lleno de gloria

y majestad, rodeado de ángeles que rendidos le adoran y

bendicen; pero al mismo tiempo lleno de bondad y ternura,

como Padre amantísimo, que no sólo nos ha concedido

le llamemos padre sino realmente nos ha hecho hijos suyos.

Como croquis de la explicación puede valemos este gráfico,

o cuadro sinóptico, que es bien sencillo y fecundo.

Dios es nuestro Padre. Los dos títulos que ponemos

son la creación y la gracia. Es nuestro padre, porque nos

ha criado, y de un modo especial porque nos adoptó por

hijos, mediante la gracia santificante, en el Bautismo.



— 183-

A lo cual hay que añadir que hace con nosotros oficio

de padre, como lo prueban la conservación y providencia,

pero adviértase que no por el solo hecho de habernos criado

es nuestro padre, sino porque nos hizo a su imagen y

semejanza,.

Aquí está la clave para excitar en los niños gratitud

más grande hacia el Señor y confianza en su Providencia.

PADRE

NUESTRO

CIELOS

creación

gracia

amar

dar

pedir

trono

patria

conpanza filial

caridad fraterna

humildad u deseo

Porque si cuida de los lirios del campo y de las aves del

cielo, que no son hijos suyos (aparte de que valen incomparablemente

menos que nosotros) ¿no cuidarán mucho

más de los que son sus hijos?

Es el argumento que intuitivamente ponía Jesús, diciendo:

Mirad las aves del cielo... vuestro Padre celestial

las aumenta... (S. Mateo VI.)

Para aumentar más todavía esa filial confianza se establece

una comparación entre lo que los padres aman a

sus hijos y lo que nos ama Dios Nuestro Señor. Se recuerdan

sus beneficios, en prueba de que nos dará lo que pidamos,

si conviene para nuestra salvación. Si entre vosotros,

dice el Salvador, un hijo pide pan a su padre ¿acaso

le

dará una piedra? O si le pide un pez ¿le dará una ser-

Píente? Y si le pide un huevo ¿le dará un escorpión? Pues

s

i vuestros padres os dan cosas buenas, porque os quieren

¿Qué no os dará vuestro Padre celestial que es tan bueno y

10

Puede tpdo?...



— 184-

La palabra nuestro indica que Dios es Padre de todos

los hombres, con especialidad de los justos; y por tanto

somos hermanos.

Asi como pensando en la palabra Padre se excita la filial

confianza con la palabra nuestro debemos despertar

la caridad fraterna. Esto supone amor a nuestro prójimo;

mas no un amor estéril sino que se manifiesta en las obras,

dando de lo que Dios nos da. Pero si hay alguno que no

tiene recursos con que socorrer a su hermano, puede amarle

y puede pedir por él al Señor. En las peticiones del Padre

Nuestro, conforme a la invocación, rogamos por nosotros

y por nuestros prójimos; que nuestro Padre Celestial

nos conceda bienes, y nos libre de males.

Por fin la palabra que estás en los cielos da a entender

aquello del Salmo: Dominus in coelo paravit sedem suam.

Se halla Dios en todo lugar; pero de un modo especial se

halla en el cielo. Allí estableció su morada. Allí tiene su

trono. Allí le contemplan los ángeles y los santos. Al cielo

subió Jesús (en cuanto hombre) en su Ascensión gloriosa:

Allí la virgen Santísima ha sido llevada en cuerpo y alma

y coronada el día de su Asunción.

Haciendo ahora, al niño la pregunta del catecismo:

Cuando rezáis el Padre Nuestro ¿con quién habláis? Y representándose

aquella gloria bienaventurada y la majestad

del Señor que reina en ella, brotan sentimientos de

humildad ante aquella majestad soberana; mas al mismo

tiempo pensando en que, como hijos de Dios, somos herederos

del cielo, nuestros corazones se elevan con deseos de

alcanzar aquella felicidad eterna; nos conforta en este

destierro la esperanza de que hemos de ir un día a nuestra

Patria, al reino que nos tiene preparado nuestro Padre

Celestial.

EJEMPLOS Y MÁXIMAS.—San Ignacio de Loyola al rezar

las Horas Canónicas y comenzar con la palabra Pater

noster quedaba absorto alabando la bondad del Señor.



— 185 —

—San Francisco de Asís, obligado por su padre a renunciar

a su patrimonio, lo dejó todo, exclamando: Ahora

puedo decir con toda verdad «Padre nuestro que estás en

los cielos.»

—Entrando un día una novicia en la celda de Santa

Teresa del Niño Jesús, se detuvo, sorprendida por la expresión

celestial del rostro de su maestra. Sor Teresa, aunque

cosía cuidadosamente, parecía sumida en profunda

contemplación: ¿En qué piensa? la preguntó la joven hermana.—Medito

en el Pater noster. ¡Es tan dulce llamar a

Dios, Padre nuestro!... y en sus ojos brillaban las lágrimas.

—San Juan Crisóstomo, desterrado por la emperatriz

Eudoxia, se-consolaba diciendo: A donde quiera que vaya

veo siempre el cielo sobre mí. Allí habita mi Padre que me

crió, y me rodea con sus paternales cuidados.

—¿Por ventura no es uno el Padre de todos? ¿Acaso

no nos crió un mismo Dios? Pues ¿cómo despreciamos a

nuestro hermano?... (Malach. II, 10)

—La unión y caridad fraternal que reinaba entre los

primeros fieles llenó de admiración a los paganos, los cuales

según Tertuliano prorrumpían en esta exclamación: ¡Mirad

cómo se aman!

—S. Ruperto fué educado por su madre en el amor de

Dios y del prójimo. Cuando era niño, siendo de noble familia,

miraba como hermanos a todos los muchachos de

su tiempo. Así que cuando veía a alguno pobre y mal trazado

le llevaba a su casa y lo presentaba a su madre diciendo:

«Aquí tienes a un hijo tuyo.» Su madre, llena de

gozo, le respondía: «Sí, cierto, hijo mío, es uno de tus hermanos.»

Y proveía a las necesidades del pobre niño. (Mortarino.)



LECCIÓN 37. a

Santificado sea el tu nombre

Tócanos exponer en esta lección la primera petición

del Padre Nuestro. ¡Qué materia tan importante y tan fecunda!

Aquí sí que el catequista debe primero hablar con

Dios, orando muy devotamente, para hablar luego con

fervor a los niños.

Comenzad diciendo, muy impresionado, a los niños:

¡Oh queridos niños! ¡qué bueno es Dios! ¡qué bueno es

Dios!... Acordaos de la emoción con que Ampére exclamaba:

¡Qué grande es Dios!... (1)

s. s. s.

/L¿ué b ueno eres!

Después, a modo de recapitulación de lo dicho en la

lección precedente, procurad que los niños se penetren

bien de que Dios es nuestro Padre...

Ahora es fácil deducir las consecuencias. Debemos

(1) Lección 6. a



— 187-

querer mucho a nuestro Padre, a un Padre tan bueno!

Debemos glorificarle con las palabras alabándole, bendiciéndole;

con las obras honrándole con nuestra conducta.

Esto indican en el gráfico las letras S. S. S.; las alabanzas

que los ángeles tributan a Dios en el cielo, con los cuales

unidos nuestras voces diciendo: Santo, Santo, Santo, etc.

(Te Deum. Prefacio.)

Las letras A. M. D. G.; emblema de San Ignacio, indican

que todas nuestras obras han de venir dirigidas a la

mayor gloria de Dios. Como las velas en el templo arden

por Dios, e iluminan a los hombres. Sic luceat lux vuestra

coram hominibus^ etc.

Al decir, pues, santificado sea el tu nombre pedimos a

Dios su gracia y no sólo para pronunciar su nombre santísimo

con respeto y amor, sino para alabar y glorificar a

Dios mismo, con las palabras y las obras.

Antes de proseguir queremos hacer, incidentalmente,

una advertencia. Algunos al rezar el Padre Nuestro suprimen

el artículo y dicen: santificado sea tu nombre, en vez

de el tu nombre. Ese el debe conservarse, es enfático, recalca

la expresión, es como decir: ese nombre, que es el

tuyo.

* # #

Pero el alcance de esta primer petición es que todos

(todo el mundo) alaben y glorifiquen a Dios. Para eso nos

ha criado el Señor. Y ¡cuántos hay que no le alaban!...

¿Por qué? Porque no le conocen... Hay en todo el mundo

unos 1.900 millones de habitantes. ¿Sabéis cuántos de esos

millones conocen a Jesucristo. Poco más de una tercera

Parte, unos 640 millones. Los demás están sin bautizar,

son infieles. (1)

Pedid por los pobres infieles. Acordaos de ellos al rezar

tes palabras: Santificado sea el tu nombre.

¡Señor, que te conozcan, alaben y glorifiquen! Que no

tes falten misioneros.

W Se trazan sectores proporcionales en una circunferencia.



— 188-

¿Qué podéis hacer vosotros para ayudar a los misioneros?

Orar... dar... trabajar... ¿Cómo? Obra de la Santa Infancia;

de la Propagación de la Fe; de San Pedro para el

Clero indígena.

Hemos dicho que los cristianos son aproximadamente

unos 640 millones.

¡Si todos esos fueran católicos! Pero no; muchos, aunque

están bautizados, no tienen la fe verdadera, se han alejado

de Jesucristo y de su Iglesia, son herejes, o cismáticos.

Pedid por su conversión, por que vuelvan a la Iglesia Católica.

Son cerca de trescientos millones.

Y ¡ojalá los 350 millones que vienen a ser los católicos

fuesen buenos católicos y con las palabras y las obras

glorificasen a Jesucristo!... Hay unos, sobre todo, que profanan

y tratan indignamente el santo nombre de Dios...

Me refiero a los blasfemos.

¡Qué pecado tan horrible es la blasfemia! ¡Insultar a

Dios que es tan bueno!... ¡ Que desaparezca del mundo ese

vicio detestable de la blasfemia! La blasfemia es el lenguaje

de los demonios.

Vamos a rezar las alabanzas al santo nombre de Dios

en reparación de las blasfemias. Cuando oyereis blasfemar

decid alguna de esas alabanzas: Bendito sea Dios... sit nomen

Domini benedictum... Santificado sea el tu nombre...

Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar!...

Esta es la táctica mejor, para que los niños se preserven

de tan grave pecado. Es la que empleó el profeta Jeremías

con los judíos para apartarlos del culto idolátrico:

«Cuando viereis a la turba postrarse ante los ídolos, decid

en vuestro corazón: ¡A tí debemos adorarte oh Señor!

(Baruc VI-5J

MÁXIMAS Y EJEMPLOS.—Un artista pinta un cuadro

magnífico. No deja de ser una obra maestra aunque no 1°



— 189-

reconozcan los hombres. Si le alaban por ella no añaden

a su mérito más que una gloria extrínseca (D' Hauterive.)

—Encantados de la bondad de San Francisco de Sales

exclamaban algunos: ¡Qué bueno debe ser Dios cuando es

tan bueno Mgr. de Ginebra!

—El célebre Dr. Clarke al pronunciar el nombre de Dios

mostraba profundo recogimiento y respeto. Así lo había

aprendido de Newton.

—En cualquier obra buena, que hagáis hay dos cosas:

el honor y el premio que merece. El honor y la gloria pertenece

a Dios, a vosotros la recompensa. Si quitáis a Dios

el honor que le corresponde perdéis vosotros el premio.

(San Juan Crisóstomo.)

—«Se me ofreció un modo de cántico para alabar a

Dios, a semejanza de los tres niños, en diversas maneras:

Primero, invocando a los nueve coros de los ángeles,

que alaben a Dios en esta forma: Angeles del Señor, bendecid

a vuestro Dios... Arcángeles del Señor, bendecidle, alabadle

y ensalmadle.

Segundo, provocando a lo mismo a todos los Santos en

común, por el orden que se refiere en la letanía...

Tercero, provocando a lo mismo a mi alma con todas

sus potencias...» (Obras postumas del V. P. Luis de la

Puente.)

—San Basilio, sintiendo acercarse su última hora, rogaba

al Señor con insistencia le concediese un día más de

vida para admitir en la grey de Jesucristo a un judío que

le había prometido abrazar la Fe católica al día siguiente.

Dios se lo concedió. El día designado se levantó de la cama,

fué a la iglesia, bautizó al hebreo y a su familia. Después

volvió a acostarse, y a los pocos días murió. (Lohner.)



LECCIÓN 38. a

Venga a nos el tu reino

El enlace de esta segunda petición con la primera es

sencillo y puede servir de comienzo a la explicación.

Como buenos hijos hemos pedido ante todo que Dios,

nuestro Padre, sea conocido, alabado y glorificado. Después

podemos pensar en nosotros mismos. Y ¿qué es lo

primero que hemos de pedir para nosotros? ¿Para qué fin ha

criado Dios al hombre? Buscad primero el reino de Dios...

dice el Divino Salvador.

El P. Segneri recordando que, conforme a lo que escribe

el Apóstol a los Romanos (VIII-17) siendo hijos somos

herederos, afirma que con las palabras venga a nos el tu

reino pedimos la herencia.

Esa herencia es el reino de los cielos. «Venid, benditos

de mi Padre, a tomar posesión del reino que os está preparado.»

(Mat. XXV-34.) Entonces resplandecerán los justos

como el sol en el reino de su Padre.» (Mat. XIII-43.)

El reino de la bienaventuranza eterna es la herencia de

los hijos de Dios. ¡Qué herencia tan gloriosa! (Salm. XV-6.)

Dios mismo será nuestra felicidad y recompensa (ibid 5.)

Hemos de excitar en los niños deseos del cielo, debemos

levantar su corazón hacia la gloriosa mansión de los

bienaventurados. Sursum corda ¡arriba los corazones! dice

el Sacerdote en el Prefacio, elevando al mismo tiempo las

manos. Esa exclamación, puesta en el gráfico, ha de grabarse

hondamente en el alma de los niños, ya que el am-



-191 -

biente del mundo tan positivista es y tan apegado a la

tierra.

II

Mas para que reinemos un día en la gloria es preciso

que ahora reine Dios en nuestras almas. Ese reino, que sirve

de preparación al reino de los cielos, es el de la gracia

santificante, que nos hace hijos de Dios y herederos del

cielo. Y aquí suscitaremos en los niños odio y detestación

del pecado.

No reine el pecado (Ad. Rom. VI-12) ¡no reine Satanás,

sino que sea arrojado fuera! (Joan XII-31.)

/Cjursum

I N R I

corda/

Y como pedimos en este reinado de la gracia no sólo

Para cada uno de nosotros sino para todos los hombres,

procuremos despertar ya en los niños el celo por la conversión

de las almas...

III

Precisamente para que se extienda este reinado de Dios

las almas instituyó Jesucristo su Iglesia, a la que confió

u doctrina y los medios de santificación. Las palabras

Ve

nga a nos tu reino significan también: que se extienv

Propague por todo el orbe tu Iglesia!... De lo cual heos

tratado en la explicación anterior.

e n

s



-1&2-

He aquí, pues, el fruto que hemos de sacar de esta lección:

deseos del cielo, estima de la gracia y aversión al pecado,

celo por la conversión de los pecadores y por la prosperidad

de la Iglesia Católica.

Estos sentimientos hemos de inculcar al niño, para que

al rezar esta petición renueve algunos de ellos.

IV

Habiendo el Papa instituido la fiesta de Cristo Rey, que

se celebra el último domingo de octubre, habiéndose consagrado

España por su soberano, en el Cerro de los Angeles,

al Sacratísimo Corazón de Jesús, bien será interpretar en

este sentido la segunda petición del Padre Nuestro.

Las letras I. N. R. I. (Jesús Nazarenus Rex Judeorum)

del título de la Cruz recuerdan que Jesucristo es Rey. El

lo dijo: Yo soy Rey. Y aunque los escribas y fariseos quisieron

que Pilatos modificara el título, Pilatos no consintió

en ello. Como Rey le ofrecieron presentes los Magos; como

Rey había sido anunciado por los profetas, y el ángel había

dicho a la Virgen que su reino no tendría fin. A ese reino,

según frase de San Pablo, que recuerda varias veces el Oficio

de esta festividad, hemos sido trasladados nosotros,

librándonos del poder de las tinieblas (de la potestad del

demonio.)

¿Por qué títulos Jesucristo es Rey? Primeramente en

cuanto Dios, pues tiene la misma gloria, poder y majestad

con el Padre.

Mas también en cuanto hombre, según enseña la Bula

Quas primas de Pío XI en que instituyó la fiesta.

1.° Por su excelencia. (Por la unión hipostática.) Por

su sabiduría reina sobre las inteligencias, por su gracia y

santidad reina sobre las voluntades, por su mansedumbre

y caridad reina en los corazones. (He aquí este Corazón

que tanto ha amado a los hombres.)

2.° Por herencia. El Padre le ha dado por herencia todas

las gentes.

3.° Por conquista. Si uno compra una cosa es suya. Si



— 193 —

la consigue a fuerza de sudores y trabajos parece que tiene

más derecho a ella. Pero con mayor razón somos nosotros

de Jesucristo, que nos rescató, no con oro, ni plata, sino con

su sangre preciosísima.

4,o Por elección. En el santo Bautismo le escogimos por

Rey y prometimos servirle y observar sus preceptos. Después

hemos renovado muchas veces esa promesa.

¡Ecce Rex vester! He ahí a vuestro Rey. Quiere reinar

en vuestras almas; viene a destruir el reino de Satanás,

del pecado, del vicio. Quiere que la virtud, la, vida cristiana

se difunda por todas las naciones, que las leyes y las

costumbres sean conformes al Evangelio, para que venga

la paz y prosperidad a los pueblos, y consigan los hombres

la eterna bienaventuranza.

MÁXIMAS Y EJEMPLOS.—Un día el B. Susón a las palabras

Sursum corda fué arrebatado en éxtasis, que le duró

bastante, dándose cuenta los fieles. Le preguntaron qué

había sentido, y el amable dominico respondió: He visto el

universo, las criaturas todas desde la hierbecilla hasta las

estrellas que alaban a Dios. Yo estaba en medio de ese

concierto como maestro de capilla que dirige los coros.

Después veía los corazones de los hombres, la dicha de

los que se entregaban a Dios, la aberración y tristeza de

los malvados. Y dije a los que se alejaban de Dios ¡Oh pobres

corazones!,, romped las cadenas del vicio, unios a Dios.

¡Sursum corda! (Bolland. t. III, pag. 271.)

—¿Qué dirías de una persona que hiciese gran provisión

de cosas que se deterioran y se pierden, y dejara las

Piedras preciosas, el oro, los diamantes, que podría conservar

haciendo con ellos gran fortuna? Pues éso justamente

hacemos nosotros: nos prendamos de la materia y

Pensamos poco en ganar el Cielo, único y verdadero tesoro.

(Cura de Ars.J

—Santa María Magdalena de Pazzis recomendaba con

mucha frecuencia a las religiosas de su Orden, que rogae

n ferv

orosamente por la conversión de los pecadores y

adelanto de los cristianos en la virtud, con lo cual agra-

13



-194-

darian al Señor y sacarían no poco provecho para su propia

alma.

—Habiendo bautizado San Francisco Javier a un niño,

que murió al poco tiempo, dijo lleno de alegría, que daba

por bien empleados todos sus trabajos en las Indias por

haber enviado un ángel más al paraíso. (Lohner.)

—En la persecución sangrienta suscitada en Méjico por

el presidente Calles contra los católicos, no pocas víctimas

han muerto dando vivas a Cristo Rey. ¡Muero por Cristo

Rey! exclamaba un obrero al caer acribillado por las balas.

Joaquín Silva, joven de 28 años y Manuel Melgarejo de 17,

mueren por Cristo el 12 de diciembre de 1926. Joaquín exclamó

¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Virgen de...! Una descarga

ahogó su última palabra. La Virgen de Guadalupe

le recibió en el Cielo.

—El domingo 7 de agosto de 1927, el General Daniel

Sánchez, acompañado de varios jefes, oficiales y 30 soldados,

penetró en el Sindicato católico de León (Estado de

Guanajo) para aprehender al Presidente del mismo, Florentino

Alvarez.

«Busco a Florentino Alvarez» dijo el jefe Sánchez. «Yo

soy» respondió el aludido. Rodéesele de soldados y con sus

compañeros, fué conducido al cuartel general, establecido

en el Seminario Conciliar, donde se desarrolló el siguiente

diálogo:

¿Usted es uno de los que presiden agrupaciones que gritan

«Viva Cristo Rey?» preguntó un soldado a Florentino.

—Sí señor; porque Cristo es Rey, porque Cristo reina.

—Cristo es Rey de los ricos, repuso el general.

—De los ricos y de los pobres, contestó el valeroso

joven.

Pues para que no vuelva a decir eso... tome, y el general

dio al esforzado obrero recia bofetada.

—«Viva Cristo Rey» fué la respuesta que recibió el iracundo

general, quien echó mano al revólver para disparar

sobre el indefenso, cosa que impidió un coronel diciéndole:

Acuérdese dejas instrucciones recibidas.



— 195 —

Metiósele en un calabozo, con otros dos compañeros,

mientras que a los demás obreros se les encerraba en la

cárcel pública.

El joven Alvarez con los suyos convirtió la prisión en

un oratorio, al paso que los que no habían sido presos,

temerosos de la tragedia que se avecinaba, entablaban recursos

y buscaban amparo para evitarla.

No lograron su objeto. El 10 de agosto a las dos de la

mañana, había en el cielo un mártir más. Florentino había

sido ejecutado.

—El 14 de mayo de 1733 aparecióse el Sgdo. Corazón

de Jesús al P. Bernardo Francisco de Hoyos en el Colegio

de San Ambrosio de Valladolid. Y le dijo: «Reinaré en España,

y con más veneración que en otras partes».

—«Cuando el abrazo acercaba nuestros corazones...

Nos hemos sentido que en vuestro corazón real estaba

vuestro pueblo, como también lo estaba en el día no lejano

en el que le ofrecisteis y consagrasteis al Divino Rey de

los Reyes; gesto inmortal de verdadera y soberana caballerosidad,

digno en todo de la historia y de la hidalguía

del pueblo caballeresco por excelencia». (S. S. Pío XI al

contestar al discurso de D. Alfonso XIII, 19 de noviembre

de 1923).



LECCIÓN 39. a

Hágase tu voluntad así en la tierra como

en el cielo

El enlace de esta tercera petición con las anteriores

puede hacerse fácilmente. Si Dios es nuestro Padre y nuestro

Rey debemos cumplir su voluntad.

Además, si en la segunda petición rogamos al Señor

que nos conceda el reino de los cielos, para ello es preciso

cumplir la voluntad de nuestro Padre Celestial.

Estas dos razones se indican en el Evangelio: ¿Por

qué me llamáis Señor, Señor y no hacéis lo que yo digo?

(Luc. VI-46.) No todo aquel que me dijere, Señor, Señor,

entrará en el reino de los cielos, sino el que hiciere la

voluntad de mi Padre Celestial... (Mat. VII-21).

I

Dos partes abarca esta petición: La primera es que

nosotros cumplamos la voluntad de Dios, obedeciendo a sus

mandatos. El v. 10 del Salmo 142 contiene una súplica hermosísima,

que puede servir de base para la explicación:

Enséñame a cumplir tu voluntad. A continuación añade el

motivo: porque eres mi Dios.

La segunda parte es que la voluntad de Dios se cumpla

en nosotros, aceptando resignados los designios de la

providencia: No se haga mi voluntad, sino la tuya. (Mat

XXVI-39.)

De suerte que la obediencia y la resignación son las

dos virtudes que directamente pedimos; si bien implícitamente

pedimos todas, ya que es voluntad de Dios nuestra

santificación. (2. a

ad Tesal. IV-3.)



— 197 —

. y como nos es necesaria la gracia de Dios para cumplir

todos los preceptos y sufrir resignados las tribulaciones,

la pedimos al Señor, no sólo para nosotros sino para nuestros

prójimos, en el deseo de que la voluntad de Dios se

cumpla por todos.

II

¿Pero cuál es la voluntad de Dios? Está consignada en

los preceptos de la Ley de Dios y de la Iglesia y en los

mandatos legítimos de nuestros superiores. En el gráfico

hemos puesto las Tablas de la Ley. También nos puede

manifestar el Señor su voluntad interiormente, por medio

de las inspiraciones, (paloma que representa al Espíritu

Santo) que han de someterse al discreto juicio del Director

espiritual.

Respecto a las tribulaciones de la vida, que provienen

de diversas causas, Dios las quiere, o las permite, para

sabe lo que me conviene;

el Señor aquí me tiere

Hágase su voluntad.

nuestro mayor bien. Es nuestro Padre, que nos ama y sabe

lo

que es más conveniente; mientras que nosotros nos equivocamos

muchas veces en nuestra manera de apreciar las

cosas. Por eso pedimos que se haga la voluntad de Dios

y n o l a

nuestra. Estas ideas las expresa el gráfico con el

Cal

iz y la redondilla: Dios es la suma bondad, etc.



— 188-

III

¿Cómo se ha de cumplir la voluntad de Dios? Como

los ángeles y los santos la cumplen en el cielo.

1.° Enteramente, en todo, como los ángeles custodios

que cuidan de los hombres.

2.° Con prontitud, y eso significan las alas.

3.° Con alegría, como lo da a entender el rostro placentero

y hermoso de los ángeles.

3.° Con amor y caridad, dice Santa Teresa, y de ese amor

nace la alegría, prontitud, la perfección con que ejecutan

las órdenes del Altísimo.

MÁXIMAS Y EJEMPLOS.—En la Sagrada Escritura tenemos

varios ejemplos como el de Job, Tobías, etc., en que

a la observancia de la ley se une la resignación y paciencia

en los trabajos. Recordemos, sobre todo, que Jesucristo

decía: he bajado del cielo no para hacer mi voluntad sino

la de aquel que me ha enviado (Joan VI-38), y rogaba al

Padre, en el huerto: no se haga mi voluntad sino la tuya.

—San Pablo exclamaba: ¿Domine quid me vis farece?

(Act. IX-6.)

—«San Remigio, Arzobispo de Reims, supo por divina

revelación que había de venir una grande hambre en toda

Francia, y como otro José juntó mucho trigo en una alquería

para proveer a aquella necesidad. Pareció a algunos

hombres, ociosos y perversos, que esta caridad del santo

era codicia y que se quería hacer tratante para ganar y

atesorar, e instigados del demonio pusieron fuego a los

granos. Hallóse a la sazón no lejos de allí San Remigio,

fuéronle a decir lo que pasaba y él se partió luego para

ver si se podía remediar aquel daño. Cuando llegó, ya el

fuego estaba apoderado de todo, y él con gran paz se llegó

al fuego y se comenzó a calentar, sin mostrar en su rostro

enojo, ni ira alguna.» (Ribadeneira.)

—Hallándose de caza el barón de Chantal fué herido

inadvertidamente por uno de sus amigos. Su esposa Santa



— 199 —

juana Francisca no pudo menos de exclamar: ¡Ay qué imprudencia!—Juana,

le dijo su marido estrechando sus manos,

mi querida Juana, este arcabuzazo viene de más arriba:

adoremos los designios de Dios. El Señor concedió aún

nueve días al herido para disponerse a la muerte. Llegado

el momento fatal y luego que nuestra santa y sus hijos

recibieron la bendición del moribundo, exclamó Juana

Francisca: ¡Dios mío, que vuestra voluntad adorable se

cumpla eternamente en mí!

—San Clemente M. a Hofbaner, después de haber recibido

los últimos Sacramentos, consolaba a sus hijos espirituales

diciendo: «Sea lo que Dios quiera, cuándo y cómo

quiera.»

—Rebelde a la voluntad del Señor y oponiéndose a los

designios de libertar a su pueblo, contestó Faraón a Moisés:

¿Quién es el Señor para que oiga yo su voz...? Las plagas

de Egipto y el Mar Rojo le hicieron ver quién es el Señor.

—«Lo que da valor a nuestra voluntad es juntarla con la

de Dios.» (Santa Teresa.)

—Cuando Santa Isabel de Turingia fué arrojada de su

castillo hizo entonar un «Te Deum.»

—No miremos nunca de dónde vienen las cruces. Las

cruces las envía Dios, son los medios de que se vale para

probar nuestro amor. (Cura de Ars.)



LECCIÓN

40. a

Cuarta petición: El pan nuestro de cada día

dánosle hoy

Hemos pedido, ante todo, que Dios sea glorificado. Después

hemos pedido para nosotros el reino de Dios y su justicia.

En esta cuarta petición rogamos al Señor nos conceda

las demás cosas, en cuanto no se opongan a nuestra salvación.

Aquí hemos de hacer resaltar la bondad y Providencia

de Dios. El nos ha criado; es nuestro Padre. Valemos incomparablemente

más que las aves del cielo, y El las alimenta;

mucho más que los lirios del campo, y El los viste

con tanta hermosura y magnificencia. Estas pruebas de la

Providencia, que el mismo Jesús proponía a sus discípulos,

han de penetrarlo todo en esta lección.

/ ¡üenddo sea Dios, que jue nos enma enuia de comer!

LJra

JL-aoo ra

rLación doblada

Cordero l«j8|J|) -sas^or

Se comienza refiriendo el modo milagroso cómo el Señor

sustentó en el desierto a San Pablo el ermitaño (15 d e



-201 —

enero.) Había ido a visitarle el santo abad Antonio. Se hallaban

los dos en piadosa plática cuando vino un cuervo

que trajo un pan «¡Bendito sea Dios, que nos envía de

comer!» exclamó San Pablo. «Sabed, Antonio, hermano,

que hace sesenta años que un cuervo me trae medio pan

cada día y ahora, que tu has venido, el Señor nos envía

la ración doblada.»

¡Dios nos envía de comer! Esa frase, que veis en el encerado

y que decía San Pablo, podéis repetirla vosotros.

Dios es, quien os envía de comer. ¿Quién hace que germine

el grano y produzca la espiga? ¿Quién envía el agua a

los campos? ¿Quién da a las plantas el calor y la luz solar

que necesitan para crecer y producir el fruto? ¡Qué bueno

es Dios que tiene tanto cuidado de nosotros! ¡Es nuestro

Padre! Padre nuestro que estás en los cielos... A vosotros

no os trae la comida, como a San Pablo, un cuervo. ¿Quién

gana el pan en vuestras casas? ¿Quién se afana porque

no os falte que comer? ¡Qué bueno es Dios que os ha dado

unos padres que tanto os quieren! Son instrumento de la

Providencia para haceros bien. De ellos se vale Dios para

que tengáis pan... para que estén cubiertas vuestras necesidades.

Sed agradecidos.

En esta cuarta petición del Padre nuestro pedís a Dios

pan, o sea el alimento necesario. Y además otras cosas que

os hacen falta: el agua, el vestido, la habitación... etc.

Antes de esa frase: Dios nos envía de comer, dice ¡Bendito

sea! ¡Bendito sea Dios! Decidlo también vosotros cuando

os ponéis a comer. Dad gracias a Dios. En eso os habéis

de diferenciar de los seres que no tienen entendimiento.

No solo os habéis de distinguir en la pulcritud y finura con

Que estáis a la mesa y coméis con el tenedor y cuchara,

e

tc., y en que no laméis el plato, como el perrito por ejemplo,

sino en que dais gracias a Dios y rezáis; porque sabéis

que El es quien os envía el alimento.

II

D

ebajo de la frase que acabamos de explicar veis dos



-202 —

palabras latinas ora, labora que significan reza y trabaja.

Para conseguir el alimento es necesario rezar; porque si

Dios no nos envía la lluvia del cielo, si no bendice nuestro

trabajo nada conseguimos. Por eso en las rogativas, o procesiones

públicas, que se celebran el día de San Marcos y

los tres días que preceden a la Ascensión pedimos al Señor

que aparte de nosotros las calamidades, y bendiga las cosechas.

Pero decidme: ¿Se cogerá buena cosecha sin sembrar

y cultivar la tierra? No; Dios quiere que trabajemos. «Comerás

el pan con el sudor de tu frente,» dijo al primer

hombre. Y aunque sea algo más penoso el trabajo, libra de

muchos males y causa' a la vez satisfacción.

Jesucristo amó el trabajo. Ejercitó primero el trabajo

corporal, como obrero, en el taller de Nazaret, durante su

vida oculta; y luego, durante su vida pública, el intelectual

de la predicación y beneficencia; enseñó, hizo bien a todos,

consoló a los afligidos, visitó y curó a los enfermos...

En el Pater noster pedimos a Dios el pan nuestro, el que

hemos de ganar con nuestro trabajo corporal, o espiritual.

Notad que pedimos pan y no lujos, ni comodidades, ni

riquezas. Y no quiere el Señor que pidamos abundancia y

seamos ambiciosos. Por eso nos enseñó a pedir el pan nuestro

de cada día.

Y lo pedimos para hoy, dánosle hoy, confiando en la

Providencia. Mañana, (D. ni.), lo volveremos a pedir; que

Dios nos ama, como Padre que es, y se complace en que

acudamos a El.

III

La ración doblada.—Cuando Dios dio al santo ermitaño

Pablo por medio del cuervo la ración doble, no era toda

para él, sino para repartirla con San Antonio.

Así, muchas veces hay personas a quienes da el Señor

bienes en abundancia. No es para que ellos se den buena

vida, sin preocuparse del prójimo; es para que repartan

su pan con los pobres.



-203 -

Antes os dije que a vosotros os provee Dios del alimento

y de las. cosas que necesitáis, por medio de vuestros padres.

y si hay un pobrecito que no puede ganarse el pan, ni

tiene quien se lo gane ¿creéis vosotros que iba Dios a dejarle

abandonado? Nó; ha dado a otros de sobra, para que

le atiendan y remedien sus necesidades.

y ¡ay! del que debiendo socorrerle no lo haga! ¿Qué

diríais de una persona a quien diéramos un duro para que

lo llevase a un pobre, y lo guardara ella para sí? ¿Qué le

ocurrió al rico avariento?... ¿A dónde fué a parar?

En el Padre nuestro decimos dánosle y no dame, porque

pedimos para los demás, que son hermanos nuestros;

y porque queremos remediar a los pobres, como lo manda

Dios.

IV

Os hablaba de que el perro, o el gato no dan gracias

a Dios al comer; ya sabéis que es porque no tienen alma

espiritual, como la nuestra. Así que tampoco necesitan

buscar comida más que para su cuerpo; y ¿cuál es el alimento

del alma?

La doctrina cristiana, la gracia, los Sacramentos y sobre

todo la Comunión. Este es el pan que bajó del cielo (Joan

VI-59.) Se llama pan porque alimenta al alma; pero no es

pan, sino Jesús mismo, escondido bajo los accidentes de

pan. Yo soy el pan de vida (v. 35 y 48) decía Jesús. Y en

la última cena, al instituir el Santísimo Sacramento de

la Eucaristía dijo a los Apóstoles: Tomad y comed, este es

mi cuerpo.

Jesús quiere que le recibamos; tomad y comed. Y pues

nos manda pedirle «el pan nuestro de cada día dánosle

h

oy» desea que si nos es posible comulguemos diariamente.

Y

si no podemos todos los días, con la mayor frecuencia

lúe podamos.

Ahí tenéis, en el encerado, esa hostia en la que está

Puesto el JHS, dando a entender que la hostia consagrada

e s

Jesús mismo.



-204 —

Cuando cantáis el Altísimo Señor, decís que Jesús es

a la vez Cordero y Pastor; Pastor porque nos alimenta, y

Cordero porque el manjar que nos aa es su cuerpo, es El

mismo.

Recapitulación.—¿Qué pedimos en la cuarta petición

del Padre nuestro? ¿Qué se entiende aquí por pan? ¿Por

qué decimos nuestro? ¿Por qué decimos dánosle? etc.

Vamos a rezar ahora, muy despacio, esta petición. Vamos

a pedir por los pobrecitos, que tanto tienen que sufrir

durante este tiempo riguroso de invierno.

Pedid a Jesús que venga a vuestro corazón. (Comunión

espiritual.)

EJEMPLOS Y MAXIMAS.—E1 profeta Daniel, cuando

Habacuc, transportado por el ángel le lleva el potaje destinado

a los segadores, exclama: ¡ Te has acordado de mí,

Dios mío! Las palabras que le dijo Habacuc podemos aplicarlas

a todo el que va a comer: tolle prandium, quod misit

tíbi Deus. (Daniel, XIV-36.)

—San Juan de Dios, habiendo dejado la milicia, volvía

a Oropesa y llegando a un lugar donde había una cruz, se

hincó de rodillas delante de ella y se puso a orar... Y como

le faltasen las fuerzas (por hacer dos días que no había

comido bocado) cayó desmayado en tierra; mas al volver

del desmayo vio cerca de sí tres panes y un vaso de vino,

y no presumiendo que podía ser cosa sobrenatural, ni sabiendo

quién lo había puesto allí... no se atrevió a tocar a

ello, hasta que levantando las manos y los ojos al cielo, y

empezando a decir el Padre nuestro, al llegar a aquellas

palabras: «El pan nuestro de cada día dánosle hoy», oyó

una voz que le dijo: Come y bebe, que para tí se ha traído

ese pan y vino. (Ribadeneira 8 de marzo.)

—Hubo gran hambre en Judea, en tiempo del emperador

Claudio. Los cristianos de Antioquía decidieron llevar

socorros a sus hermanos de Judea. San Pablo y Bernabé

fueron los encargados de llevarlos. (Act. XI. 30.)

Santa Isabel, Duquesa de Turingia, vendía sus más ricos

vestidos y alhajas para socorrer a los pobres. Cosía.



— 205 —

confeccionaba prendas y hacía otros trabajos para ser útil

a los desgraciados.

-Santo Tomás de Villanueva, arzobispo de Valencia

se distinguió por su amor a los pobres. Ya de niño pedía

para ellos a sus padres y se privaba del alimento por darles

y

de comer.

uanes

-En todos vuestros negocios apoyaos totalmente en la

Providencia de Dios... Haced como los niños que asidos

con una mano a su padre, con la otra cogen fresas o moras

a lo largo de un vallado. Porque recogiendo y manejando

los bienes de este mundo con una de vuestras manos

coged siempre con la otra la mano del Padre celestial volviéndose

de vez en cuando a El, para ver si le agradan

vuestro comportamiento y ocupaciones. Y guardaos bien

sobre todo, de soltar su mano y su protección, pensando

en recoger con más abundancia; porque si os abandona,

nada haréis Sin dar de bruces en el suelo. (San Francisco

de Sales. Vida Devota, Parte III, cap. X-l.)



LECCIÓN 41. a

Quinta petición: Perdónanos nuestras deudas, así como

nosotros perdonamos a nuestros deudores

Se comienza la lección refiriendo la parábola del criado

inhumano que no quiso perdonar a su compañero. (San

Mateo XVIII, 23-35.)

I

Tan notable es el contraste entre la generosidad del

señor y la crueldad del siervo, que a primera vista se entiende.

Pero resalta aún más si se explica el valor de las

deudas.

-

m it \

10.000 T U-

(60.000.000) )

..lo manda

DIOS ::

..somos

•nos perdona

Perdonáis de corazón...?

NOSOTROS:.'

-queremos...

Para ello se hace que los niños lo escriban en el encerado.

Decidme: ¿cuánto debía el siervo a su señor? Diez mü

talentos...



- 20? -

Escribid 10.000 y al lado una T mayúscula, porque verdaderamente

el valor del talento lo merece.

Dicen los intérpretes que el talento de plata (que era el

de menos valor) equivalía a unas 6.000 pesetas nuestras.

Así que multiplicad esta cantidad por diez mil y tendréis el

6 seguido de siete ceros, o sea 60.000.000 sesenta millones,

de pesetas. ¡ Cuatro veces el premio gordo de la lotería de

Navidad! ¿Qué os parece la deuda?

Pues es nada comparada con la deuda que tenemos

que pagar nosotros a Dios, a la justicia divina.

Solo que no acertamos a calcular, porque no se trata

de pesetas sino de pecados, que es lo que pedimos al Señor

nos perdone. San Lucas en el capítulo XI de su Evangelio,

en lugar de deudas pone la palabra pecados «perdónanos

nuestros pecados» (v. 4.)

Y en el pecado hay dos cosas: la culpa, o sea la ofensa

hecha a Dios y la pena debida por ella.

Ahora bien, cuando uno peca ¿a quién ofende?

...Esa M significa la majestad de Dios, la grandeza de

Dios, la dignidad de Dios a quien ofende el pecador... ¡Oh

si entendiéramos nosotros ésto! ¿Qué es el hombre comparado

con Dios?...

Pero que Dios sea tan bueno para con nosotros (eso

indica la B), nos haya colmado de beneficios, y le ofendamos

con los mismos sentidos y potencias que nos dio para

conocerle, amarle y servirle ¡eso sí que acrecienta, si cabe,

te injuria!

Así que un pecado, por pequeño que os parezca, aunque

s

ea venial ¡ofende a un Dios tan grande y tan bueno!

p

ues la pena, que hay que pagar por los pecados, ya

sabéis cuál es. El pecado mortal merece el infierno, que dura

eternamente. Cuando hayan pasado sesenta millones de

s^los los condenados del infierno ¿podrán salir de ese lugar

e

tormentos? ¿Habrán pagado ya la deuda?...

E l

Pecado venial lo castiga Dios en el Purgatorio y aunq

u e e s

verdad que no dura para siempre, las penas que se

S U Í r e n s

°n muy grandes...



— 208 —

La deuda es, pues, incalculable; y como todos hemos

ofendido al Señor en muchas cosas y hemos cometido algún

pecado (1. a

Joan. 1-8), todos le pedimos perdón.

* * *

No le decimos como el criado a su señor; ya te lo pagaré

todo; ten paciencia. Nosotros nunca podríamos satisfacer

la deuda. Por eso pedimos al Señor que nos la perdone.

Y nos la perdona, precisamente por los méritos de

Jesucristo, que es quien nos manda hacer a su Padre esa

petición del Padre Nuestro.

¿Cómo se perdonan los pecados mortales y la pena eterna

merecida por ellos?...

Al rezar pues esta petición pedimos al Señor nos conceda

la gracia de arrepentimos de nuestras culpas y de

confesarnos bien.

Le pedimos también que nos perdone los pecados veniales

y la pena temporal que habíamos de pagar en el

Purgatorio.

* * *

Así como en la cuarta petición decimos: el pan nuestro...

dánosle, y no dámelo hoy, porque pedimos el pan para los

demás y estamos dispuestos a socorrerlos, en esta quinta

petición rogamos al Señor que nos perdone no sólo a nosotros,

sino a los demás: «perdónanos nuestras deudas»

decimos, y no «perdóname mis deudas.»

¡Hay tantos pobrecitos pecadores que no se acuerdan

de pedir perdón! ¡Qué desgracia más grande! Pedid por

ellos; rogad por la conversión de los pecadores.

Y así como os dije que los que tienen recursos en abundancia

deben socorrer a los pobres, haced vosotros lo que

podáis para que los que no rezan recen; y los que no se

confiesan se confiesen, y vuelvan a Dios (Según las circunstancias

se pone algún caso práctico.)

II

Nuestro Padre Celestial nos perdona; pero quiere que

nosotros perdonemos a los que nos han hecho algún agrá-



-209 —

vio, o nos ha ofendido. Y como la distancia entre nosotros

es muy pequeña, pues, como suele decirse, poco va de

Pedro a Pedro, la deuda de nuestros prójimos está representada

por los cien denarios, que debía al criado un compañero

suyo. Escribid 100 d., con minúscula. Porque el

denario valía unos setenta y cinco céntimos. Pero démosle

el valor de una peseta. ¡Comparad ahora 100 pesetas, con

60.000.000! Tacháis dos ceros y quedan 600.000. ¡Seiscientas

mil veces menos! Esto es, con los 60 millones podíais

repartir seiscientos mil billetes de cien pesetas! Y

toda la diferencia entre las ofensas que recibimos y las

que nosotros hemos hecho a Dios es incomparablemente

más grande.

¿Habrá quien no quiera perdonar? Leed estas palabras

que he puesto en el encerado. ¿Perdonáis de corazón?...

¿Las habéis oído alguna vez? Cuando el sacerdote va a

dar el Viático a un enfermo, le hace esa pregunta, teniendo

la Sagrada Hostia en las manos...

Perdonad de todo corazón... Dios lo manda. «No juzguéis

dice, y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis

condenados. Perdonad y seréis perdonados.» (Luc. VI, 37.)

¡Dios nos perdona tanto a nosotros! justo es que perdonemos

a nuestro prójimo una injuria que es tan pequeña.

No nos ocurra lo que al siervo de la parábola y nos condene

el Señor por falta de caridad y misericordia. Con la

medida con que midiereis se os medirá a vosotros. «Si no

perdonáis, tampoco vuestro Padre celestial os perdonará

vuestras culpas.» (Marc. XI. 26.)

El siervo no perdonaba a su compañero; nosotros som

os hermanos y comenzamos la oración diciendo Padre

nuestro... como hijos de un mismo Padre.

p

or fin ¡tenemos nosotros tantos defectos e impertin

encias, que otros nos tienen que aguantar! Queremos que

0 r

os nos sufran con paciencia y nos perdonen. ¿Por qué

n o hem

os de perdonar?...

14



-210-

Si nos pareciera muy difícil roguemos a Dios, en esta

petición, que con su gracia ablande nuestro corazón para

que no seamos como el siervo de la parábola.

EJEMPLOS.—San Jerónimo, hablando de Santa Paula,

matrona romana, que más tarde fué a los Santos Lugares

a llevar una vida penitente, dice que sus ojos se habían

convertido en dos fuentes de lágrimas y que lloró amargamente

aun las culpas más ligeras. El mismo Santo dice

hablando de sí. ¡Llanto continuo; siempre suspiros y sollozos!

Y luego que he suspirado y llorado parece que mi

alma se eleva a las regiones de los espíritus bienaventurados.

(Epist. ad Eustoch.)

—Santo Domingo de Guzmán se disciplinaba todas las

noches tres veces hasta derramar sangre. Una vez por los

propios pecados, otra por los que se hallaban en pecado

mortal, la tercera por las almas del Purgatorio.

—-Cosroas, rey de Persia, tenía un general ilustre por

sus victorias. Fué acusado de conspirar contra el rey, a

quien quería arrebatar el trono y quitar la vida. Aconsejaban

al rey los cortesanos que atase al traidor con cadenas.

Hizo llamar al general y le mostró tal interés y

bondad, que conmovido éste por la magnanimidad del soberano

cayó de rodillas, confesó su infame proyecto y prometió

no ser jamás ingrato. Ved, decía el rey a sus cortesanos,

he seguido vuestro consejo. Le he cargado de pesadas

cadenas. Para sujetar los pies y las manos se necesitan

varias; mas para sujetar el corazón basta una sola:

el amor. (D' Hauterive.)

—Se lee en la vida de San Juan de Dios, que un noble

llamado Antonio Martín quería vengarse de D. Pedro Velasco,

el cual había dado muerte a su hermano. A este

fin fué a Granada y puso los medios para llevar a cabo su

reprobable designio . No quiso perdonar, por más que se lo

rogara el ofensor, hasta que el santo se puso de rodillas y

sacando un crucifijo le habló de esta manera: «Hermano

Antonio. Dios os perdonará si perdonáis a vuestro enemigo.

Mas si no le perdonáis sabed que jamás alcanzaréis



— 211 —

de Dios misericordia. Si Velasco ha derramado la sangre

de vuestro hemano, Jesucristo ha derramado la suya por

él y P or v o s y e s a s a n

'

^r e i d e

P misericordia mucho mejor

que la de vuestro hermano clama venganza».

—El tierno hijo de Luis XVI era horriblemente maltratado

por el ciudadano Simón, al cual había sido confiado

para envilecerlo. ¿Qué harías si algún día llegaras a ser

rey?-—Te perdonaría. (Champean. Virtudes y defectos de

las jóvenes.)

—El Beato Sebastián Walfré se distinguió desde niño

por su carácter bondadoso. Un día riñeron dos de sus compañeros

y uno llamado Sebastián, como él, prometió vengarse.

El joven Walfré se le acercó y le dijo: ¿Has rezado

hoy el Padre nuestro? Sí, replicó éste. ¿Lo has rezado con

atención? Entonces te habrás dado cuenta de las palabras

perdónanos, etc. ¡Ah, querido amigo, no te cierres tu mismo

las puertas de la misericordia, negando el perdón a quien

te ofendió! (Howe.)

—Dos amigos, Sapricio y Nicéforo, que vivían en Antioquía,

llegaron a enemistarse. Nicéforo quiso la reconciliación

y su antiguo amigo se la negaba. Durante la persecución

de Valeriano fué Sapricio, como cristiano, condenado

a muerte. Aún negaba el perdón a Nicéforo. Camino

del suplicio le salió al encuentro, gritándole: ¡Sapricio,

mártir de Cristo, perdóname! Y no le quiso perdonar.

Cuando iba a ser decapitado, continuó obstinado en su

resentimiento. Dios le retiró su gracia y Sapricio apostató.

Nicéforo confesó públicamente su fe y recibió la corona en

Jugar del apóstata. Su fiesta se celebra el 9 de febrero.

—¿Queréis estar un momento satisfechos.—Véngaos.

¿Queréis estarlo siempre?—Perdonad. (Lacordaire.)



LECCIÓN 42. a

Y no nos dejes caer en la tentación

El enlace con la lección precedente nos lo da la conjunción

copulativa. Hemos pedido a Dios que nos perdone

nuestros pecados; ahora le rogamos que en adelante no

volvamos a pecar. Pedimos al Señor que no permita seamos

tentados más allá de nuestras fuerzas, sino que nos

dé su gracia para poder sostenernos (l? ad Cor. X, 13.)

I

¿Qué es la tentación?—La mejor manera de explicarlo

a los niños es presentar la tentación como un ataque de

nuestros enemigos, que pretenden hacernos caer en el pecado.

Los enemigos son tres, como enseña el Catecismo; el

demonio, el mundo y la carne.

En el Capítulo III del Génesis, se narra tan a lo vivo la

tentación y caída del primer hombre, que no hay mejor

ejemplo para explicar intuitivamente en qué consiste la

tentación.

1.°) Malicia y astucia de la serpiente, el demonio, que

para perderos se vale del engaño.

2.°) Pasión, que se despierta y presenta agradable la

fruta prohibida.

3.°) Un cómplice, que seduce a otro. Eva, que hace comer

la fruta a su marido.

El demonio se vale de mentiras y engaños, sugiere malos

pensamientos, excita las pasiones.

Las pasiones revisten de atractivos la acción pecaminosa.

El mundo seduce con malos ejemplos y perversas doctrinas.



— 213 -

II

¿Por qué permite Dios la tentación?

d J

l.o Para que seamos humildes, viéndonos en tantos peligros.

Para que nuestra virtud se arraigue; como el árbol

azotado por los vientos.

2.° Para que demos prueba de nuestra fidelidad. El soldado

muestra su valor en la batalla.

3.° Para premiarnos. Como al soldado que gana la batalla

y al luchador que vence en la palestra. (2. a

ad.

Tim II. 5.)

Bienaventurado aquél que sufre la tentación, porque

después que fuere probado recibirá la corona de vida, que

Dios ha prometido a los que le aman. (Jac. 1,12.)

III

El sentir no es consentir.—La tentación no es el pecado.

Peca quien voluntariamente se pone en peligro... Y

caerá... porque está escrito: quien ama el peligro perecerá

en él...

Un niño se acercó demasiado a la jaula de un león. Le

advirtieron que anduviese con cuidado, que no se pusiera

tan cerca... El león, por entre los barrotes de la jaula, sacó

la zarpa y le desgarró el brazo...

Pero si al venirnos un mal pensamiento y advertirlo lo

rechazáis, si cuando el enemigo, como el lobo hambriento

de la fábula, os dice «ven acá» le respondéis: «anda, que

te conozco marrullero» y no le hacéis caso alguno, habéis

ganado la batalla. Si os viene una mala idea poneos a

Pensar otra cosa.

IV

¿Qué haréis para no caer en la tentación?

Vigilad y orad nos dice Jesucristo. (Mat. 26-41.) Suponed

que en una casa quieren entrar los ladrones, ¿qué se

ha

ce para evitarlo?

1,0

Se cierran bien los balcones, se atrancan bien las



-214

puertas, para que así no tengan por donde entrar. Tened

cuidado con los ojos, los oídos, la lengua... son las puertas

y ventanas del alma.

2.° Se queda uno de guardia, o se tiene un buen perro

que avise... Sed vosotros los centinelas de vuestro corazón

y estad alerta. Al advertir que el enemigo viene, que se

excita en vosotros la ira, la envidia, una pasión cualquiera

reprimidla enseguida, rechazad la tentación desde el primer

momento.

3.° Se tiene la luz encendida para que los ladrones,

creyendo que la gente está despierta, no se atrevan a acer-

Quien ama el peligro...

ñnda, que te conozco, marrullero...

Sigilad y orad.

JHS

I

•p

carse. Tened vosotros en vuestra alma encendida la luz de

la fe, acordaos de que os halláis en la presencia de Dios...

«Ten presente a tu Dios todos los días de tu vida», decía

Tobías a su hijo. (IV, 6.) Si el enemigo os sugiere el placer,

acordaos de las funestas consecuencias del pecado.

4.° Si, aun con todo, los ladrones pretenden asaltar la

casa, se pide socorro. Acudid al Señor; orad y no seréis

vencidos. Invocad a Jesús y a María Santísima y el enemigo

huirá avergonzado; pues Jesucristo le venció en la

cruz y la Virgen Inmaculada aplastó la cabeza de la serpiente

infernal.

EJEMPLOS.—Contábame una persona, dice el Sr. Obispo

de Málaga en sus Floréenlas de Sagrario, (n.° 335), los malos



— 215 —

ratos Que algunas temporadas le daba el demonio con inquietudes

de conciencia, tempestades de pensamientos rebeldes,

de tristezas, de miedos de condenarse irremisiblemente,

etc., etc.

Y mire Vd. cuando ya me veo muy ahogadita le digo

con todo mi genio: ¡Pero, so feísimo! ¿tanta falta te hago

yo en el infierno?

—El perro no ladra a los de casa, sino a los extraños.

Lo mismo hace el demonio. De los pecadores no se cuida,

porque ya son suyos. A los justos, en cambio, los ataca

duramente. San Efrén tuvo un sueño. Vio una ciudad muy

corrompida y en ella solo un demonio a las puertas y que

estaba durmiendo. Después en el desierto en que vivía solo

un ermitaño, vio muy afanosos un ejército de diablos...

(Soiraao.)

—En la vida del Santo Cura de Ars, puede verse la saña

con que por más de treinta años le persiguió el demonio.

Explicando el Catecismo decía el Santo «El demonio es

muy astuto, pero no es fuerte. Basta la señal de la cruz

para ahuyentarle.»

—Trescientos mil turcos acampaban en las llanuras de

Viena. Contra ellos había entablado la batalla Juan Sobieski.

El mismo día de la contienda ayudó a la Misa que

celebró el P. Mario d'Aviano. Comulgó y oró con fervor,

imitándole los príncipes y los caballeros. Mario d' Aviano,

saliendo a la puerta del templo con el crucifijo en la mano,

dio la bendición al ejército diciendo: Si confiáis en el Señor

conseguiréis la victoria. Y el Rey al frente de los suyos se

lanzó al combate, exclamando: Marchemos valerosos, Dios

ha de ayudarnos... Y derrotó completamente al enemigo.

(Miliot.) Así en la lucha contra los enemigos del alma invocad

al Señor... etc. Adjutorium nostrum in nomine

üomini.

—En el célebre poema de Camoens Los Lusiadas, se des-

C n b e n

las hazañas de Vasco de Gama, yendo a descubrir

a

India. Al acercarse al Cabo de las Tormentas (Hoy de

Ue

*ia Esperanza), se le aparece el gigante Adamastor y le



— 216 —

dice: ¿Cómo te atreves, osado, a llegarte a estos mares? No

pasarás. Voy a desencadenar el huracán.—¿Quién eres tú,

monstruo? dice Vasco de Gama al terrible espectro.—Soy

el genio de las tormentas... Y se desencadena una tempestad

horrible... Mas Vasco de Gama no se asusta. Levanta las

manos al cielo, invoca al Todopoderoso, y boga triunfante

por los mares orientales. (Millot.)

—¿Quién no ha oído hablar de las terribles tentaciones

que sufrió el santo abad Antonio? Oyó, al entrar en una

iglesia, el pasaje del Evangelio de San Lucas, en que Cristo

Nuestro Señor dijo a un joven: Si quieres ser perfecto, anda

y vende todo cuanto tienes y dalo a los pobres, y sigúeme

y hallarás un tesoro en los cielos, y lo cumplió puntualmente,

retirándose al desierto después de haber repartido

entre los pobres su hacienda, consagrando su vida entera a

la oración y a la penitencia.

Allí le acometió Satanás, unas veces con el desaliento,

otras con representaciones sensuales, con pensamientos de

vanagloria y de codicia y hasta con amenazas, gritos y alaridos.

Se le aparecieron los demonios en figura de fieras

horribles, que le atormentaron sin lograr vencerle.

¿Dónde estabais, Señor? dijo el Santo en cierta ocasión

en que, después de ruda pelea se le manifestó Jesucristo.

«Aquí estaba contigo, y he visto tus batallas y te he dejado

afligir para consolarte. Como buen soldado has luchado; no

temas, que yo estaré contigo para ayudarte.-»

Cuenta San Atanasio, en la vida del Santo, que le preguntaron

sus discípulos de qué armas habían de valerse en

las tentaciones; y San Antonio respondió: «Creedme, hermanos,

Satanás teme el ayuno, la oración y la pobreza voluntaria,

la misericordia y la humildad; pero sobre todo

teme el amor ferviente a Jesucristo, y la señal de la cruz

es bastante para desarmarlo y hacerle huir.»

—¿Quién jamás durmió tranquilo al lado de una víbora?

Mejor es evitar el peligro para estar seguro de no caer. (San

Jerónimo.)



LECCIÓN 43. a

Mas líbranos de mal

Esta petición, dice San Cipriano, resume todas las demás;

puesto que el mal es no santificar el nombre de Dios,

no alcanzar su reino, no cumplir su voluntad, etc.

Entendiendo por verdadero mal el pecado y el enemigo

maligno, es una repetición de las dos peticiones anteriores.

Lo cual indica la misma conjunción adversativa: mas.

Pero, según la explicación de Santo Tomás, que pusimos

en la introducción, esta petición se relaciona con la 4. a

En la 4. a

pedimos al Señor que nos conceda los bienes

temporales; en la 7. a

pedimos que nos libre de los malea

que se oponen a esos bienes. Y como allí pedíamos los bienes

de esta vida en cuanto no fueran contrarios a la salvación,

y con sumisión a la voluntad divina, las mismas condiciones

se suponen ahora al pedir a Dios nos libre de males.

El Catecismo Mayor de Pío X entiende esta 7. a

petición

en el doble sentido: rogamos a Dios que nos libre de los males...

y especialmente del sumo mal, que es el pecado y de la

pena de él, que es la condenación eterna.

Sabido es que el P. Astete habla de males y peligros espirituales

y corporales.

De lo dicho se colige, que al explicar esta petición hemos

de inculcar a los niños dos ideas: 1. a

Que el mal más grande

e n est

a vida es el pecado y en la otra el infierno.

Y aunque ya han pedido a Dios les perdone las culpas

y las penas debidas por ellas (pet. 5. a ) y les preserve de caer

e n

el pecado (6. a ) vuelven a rogar en la 7. a

que les libre del

Pecado y no permita se condenen eternamente.

V Que es lícito rogar a Dios, y así lo hacen en esta 7. a



— 218 —

petición, que les libre de los males del alma como ignorancia,

afrentas, temores, inquietudes, preocupación, tristeza,

etc., y de los del cuerpo: dolores, enfermedades, hambre,

etc.; pero sometiéndose a la voluntad de Dios, pues muchas

veces estos males no son males, sino bienes, porque

sirven para nuestro aprovechamiento en la virtud.

Y como decimos líbranos y no líbrame, pedimos también

ésto para los demás; pedimos especialmente al Señor

nos libre de las calamidades públicas, guerras, pestes, inundaciones,

terremotos, etc.

En las Letanías de los Santos, que se rezan en las Rogativas,

se indican en particular algunos males y calamidades

de que pedimos al Señor nos libre,'después de haberle

rogado primeramente que nos libre, de todo mal y de todo

pecado.

II

¿Qué procedimiento emplearemos para la explicación?

Unas palabras en el encerado nos bastan.

La bomba se refiere

al ejemplo que cita

La bomba.

Millot, del anarquista

que iba a poner en

La zurribanda.

una iglesia, y le explotó

al tropezar con la

Las espinas.

puerta, quedando el

criminal completamente

destrozado. Lo

aplica dicho autor al pecado y sus consecuencias. Ese es el

verdadero mal, de que pedimos al Señor nos libre.

En cambio las tribulaciones de esta vida nos son a veces

provechosas. Dos casos se indican en el gráfico. Uno,

cuando son castigo (la zurribanda) que nos envía Dios,

como padre amoroso, y han de servirnos para expiación y

enmienda de nuestras faltas. El otro, cuando son prueba

(las espinas) y señal de que estamos cerca del Sacratísimo

Corazón de Jesús, coronado de espinas.



— 219 —

En estos casos pedimos al Señor su ayuda y sus consuelos

para soportar las penas con mérito.

III

En catequesis y colegios, en alguna ocasión, nos hemos

valido del siguiente ejercicio que despierta interés en los

niños.

¿Cuál es la 7. a

petición del Padre Nuestro? ¿Qué pedís

en esa petición?

Cada uno de vosotros va a ir diciéndome alguno de los

males que hay en esta vida.

Según los dicen se van escribiendo en el encerado en

columnas.

Después se van reduciendo a grupos v. gr.: enfermedad

(tachando los casos diversos de enfermedades: dolor de

cabeza, cáncer, grippe, etc.) pecado (y se tachará: vicio, incredulidad,

envidia, etc.) pobreza, muerte etc.

Una vez hecha la reducción, se pregunta a los niños:

¿cuál os parece el más grande de todos los males?

Y por medio de ejemplos se hace ver que lo es el pecado

en esta vida y el infierno en la otra. El pecado es el más

grave porque nos priva del bien sumo que es Dios... y el

pecado es causa del infierno...

Algunos hechos tomados principalmente de la Historia

Sagrada: José en la cárcel, Job, Tobías, el pobre Lázaro,

el hijo de Régulo de Cafarnaún, etc., prueban que los otros

Males, en realidad, en ciertos casos son bienes...

El odio, envidia, calumnia, etc. son un mal, son pecado

e n

el que odia, tiene envidia, habla mal; pero al odiado,

perseguido, etc. pueden darle ocasión de practicar la virtud

y contribuir a su bien...

Así se inculcan las dos ideas que decíamos al principio

y

se expone el sentido de la 7. a

petición.

MÁXIMAS Y EJEMPLOS.—Las tribulaciones humillan

a

soberbia, despiertan la pereza, disponen a la paciencia

y nos muestran la vanidad del mundo. (S. Crisos. Hom, 66.)



— 220-

—Salomón nadaba en la abundancia, y acaso esto fué

la ocasión de su caída. (S. Jeron, De Vig. Ep. 22.)

—Los dioses de los gentiles estaban coronados de oro,

laurel y flores. Jesucristo escogió la corona de espinas.

(Tertuliano.)

—En medio de las tribulaciones, contrariedades, sufrimientos

y desprecios se conoce si los que viven en la Iglesia

de Dios son paja o trigo. Los que muestran paciencia

y valor en tales casos son trigo; los demás no son más que

paja, paja levísima; y a medida que se levantan más alto

muestran más a las claras el orgullo de su inutilidad.

(S. Agustín. Psal. 60.)

—El célebre poeta Sadi en uno de sus viajes halló a un

hombre herido mortalmente por un tigre. Nada podía hacer

para aliviar su mal y trató de consolarle. El herido levantando

los ojos al cielo, exclamó: Doy gracias a Dios de

que he sido herido por una bestia salvaje y no por los remordimientos

de la conciencia. (D' Hauterive.)

—Cuenta San Gregorio de Tours, que un santo ermitaño

llamado Caluppa, cuando los remordimientos y torturas

del espíritu acongojaban su corazón, rezaba el Padre Nuestro,

repitiendo varias veces las palabras: Mas líbranos de

mal; y experimentaba gran alivio.

—El célebre Lanfranco había llegado a ser uno de los

sabios más grandes de su tiempo. Yendo un día a Rouen,

al atravesar un bosque le desvalijaron unos ladrones, le

ataron las manos, le vendaron los ojos y le dejaron así

junto al camino: Nadie acudía en su auxilio. Quiso invocar

a Dios y apenas sabía. ¡Señor, exclamó, he dedicado

tanto tiempo a estudiar las ciencias y no sé rezar. Libradme

de este peligro y sólo a Vos serviré! Unos viajeros le

desataron y les preguntó si conocían algún convento pobre.

Le indicaron el monasterio de Bec y allí se fué, consagrándose

a Dios enteramente. Llegó a ser Arzobispo de Cantorbery

(Thautropfen von Metlenleiter.)

—Hallándose un día San Francisco de Asís meditando

en el monte Alverno vio en espíritu el cielo, y exclamó:



— 221 -

•Qué magnífica es la hermosura de tu casa, oh Señor ¡ Verdaderamente

es bien pequeño sacrificio renunciar a los

bienes de esta vida para conseguir tan grande felicidad.

Diciendo esto desapareció la visión y tuvo otra bien diferente.

Vio un abismo sin fondo y a los reprobos arremolinados,

dando gritos de rabia y desesperación. Al cesar esta

visión, dijo el Santo: Estoy entre el cielo y el infierno. ¡Libradme,

Dios mío, del más grande de los males que es

estar apartado de Vos para siempre! (Howe.)

D. a María Manuela Pignatelli, de Aragón y Gonzaga,

Duquesa de Villahermosa, después de haber muerto uno

de sus hijos en la inmortal defensa de Zaragoza, escribía

a su hijo mayor, prisionero de los franceses en Nancy.

«Hijo mío; hay que abrazarse con la cruz, pues ella es la

salvación del mundo. Acuérdate de lo que nos decía aquel

padre, de que al acercarse al Corazón de Jesús, es forzoso

punzarse con las espinas que le rodean».

—«Si no estás en el número de los atribulados dice

San Agustín no estás en el número de los hijos...» Cuando

vemos que algunos muchachos están jugando y traveseando

y que llega un hombre y ase de las orejas a uno de

ellos y le castiga, luego entendemos que aquel es su padre

y no lo es de los otros que deja sin castigo. Lo mismo

habernos de entender de nuestro grande y benignísimo

Padre, el cual a los que tiene por hijos los azota y castiga.»

(Ribadeneira. Tratado de la Tribulación.)



LECCIÓN

44. a

El Ave María

Después de alabar e invocar a nuestro Padre Celestial

debemos acudir a nuestra Madre, la Virgen Santísima. La

Iglesia así nos lo enseña, uniendo frecuentemente en el

Oficio la Oración Dominical y la Salutación Angélica.

Se comienza la explicación, haciendo ver que somos

hijos de María Santísima. Solemnemente nos la dio Jesús

por madre, cuando dirigiéndose desde la cruz al discípulo

le dijo: He ahí a tu Madre.

Somos hijos de los dolores. ¡Cuánto costamos a la San-

¡He ahí a tu Madre!

Salutación: A. M.

Suplica: o. p. n.

¡Con María nada es imposible!

tísima Virgen! Por nuestros pecados sufrió Jesús tan crueles

tormentos, que llenaron de amargura <" orazón de su

Madre amantísima.

Prescindiendo de diversas opiniones y difíciles inter-



— 223 —

pretaciones del nombre de María, (1) valiéndose de las tres

primeras letras, y recordando la inmensidad de las aguas

del mar, (mar de gracias y de amargura) haremos ver el

¿olor inmenso que nace del amor de María a su Hijo Jesús.

¡Oh, Madre, fuente de amor! Hazme sentir tu dolor...

para que llore contigo...

Si, pues, tanto hemos costado a María y tanto nos quiere

debemos alabarla y bendecirla: debemos acudir a Ella en

nuestras necesidades y peligros, poniéndonos bajo su amparo

y protección.

Alabanza o salutación, y súplica son las dos partes del

Ave María. Y ninguna oración podemos dirigir a la Virgen

Purísima, que le sea más grata.

Así como el Padre Nuestro es la más excelente de las

oraciones que dirigimos a Dios Nuestro Señor; el Ave

María es la más excelente de las que dedicamos a Nuestra

Señora.

Las razones de esta excelencia son dos, como en el Padre

Nuestro: el origen y el contenido.

III

En cuanto el origen bien podemos llamarlo celestial en

su primera parte. Pues se compone de las palabras que

trajo del cielo el arcángel San Gabriel y de las que dijo

Santa Isabel, inspirada por el Espíritu Santo. (Anunciación

y Visitación.)

El nombre mismo de Salutación Angélica indica su

origen.

En su colección de ejemplos y anécdotas cuenta Du-

Plessy que en una misa de velaciones cantaron en el coro

u n a

composición muy hermosa. Una de las personas invitadas

preguntó: ¿Qué es eso que cantaban? El Ave María

^Gounod.—¡Ah! ¿Y de quién es la letra?...

• ?.

L a s le

La

' tras de este'n&wbre pueden servirnos para un ejercicio práctico.

"•""sonantes nos recuerdan que, como decimos en la Salve, es Madre y Reina.

acales nos indican que hemos de amar, imitar y alabar (acudir) a María

botísima.



— 224 —

Cristianos hay que parece desconocen el origen del Ave

María cuando le rezan con tan poca devoción. «Es la Salutación

Angélica; rezadla como ángeles», decía el santo

Cura de Ars.

Las palabras Santa María, Madre de Dios ruega por

nosotros, etc., han sido añadidas posteriormente por la

Iglesia.

IV

La segunda razón de la excelencia del Ave María es su

contenido.

La primera parte, o salutación, puede exponerse conforme

a la doctrina de Santo Tomás.

En la Historia Sagrada vemos que los hombres saludaban

y reverenciaban a los ángeles, pues son superiores

al hombre. Pero en la Anunciación ocurre lo contrario. Y

es que María supera a los ángeles:

1.° En gracia. Llena de gracia.

2.° En familiaridad con Dios. El Señor es contigo; es

tu hijo; eres su madre; mientras que los ángeles son cortesanos.

3.° En pureza, exenta del pecado y de la concupiscencia.

Bendita tú eres entre las mujeres...

Mucho mejor que a Judit, a quien alababa Ozías, corresponden

a la Virgen Santísima las palabras «bendita tú

sobre todas las mujeres» serás bendita eternamente. (Judit,

XIII 23. XV-11.) Todas las generaciones me llamarán

bienaventurada. (Magníficat.)

La raíz de todas estas grandezas y privilegios de María

se indica a continuación: «bendito es el fruto de tu vientre.»

El haber nacido de ella Jesús; el ser Madre del Hijo de

Dios es la razón de su Concepción Inmaculada, y de su

Asunción gloriosa y su coronación en el cielo como Reina

de los Angeles y de los Santos.

La segunda parte recuerda ese título de Madre de Dios,

que lleva anejo el de ser madre nuestra por adopción, 7 a

que Jesús es nuestro hermano y murió por nosotros..-



-225-

Ese doble título excita en nosotros la confianza en ei

poder y en la bondad de María, cuyo patrocinio invocamos

ahora en la vida, y en la hora de la muerte, cuando

los sufrimientos y los temores nos llenen de congoja y sean

más violentos los ataques del enemigo.

Para grabar más en las almas la idea de cuánto vale la

protección y amparo de María Santísima, ponemos en el

encerado esas palabras que se atribuyen a Sebastián de

Elcano. El año 1519, muchas tardes al toque de oraciones

pasaba largo rato orando, ante una imagen de María en la

iglesia de San Ildefonso de Sevilla...

Al cabo de tres años volvía en traje de penitente, con

un cirio encendido, y depositaba sobre el altar de la Virgen

flores, conchas y corales de los países que había recorrido.

Fué Elcano el primero que dio la vuelta al mundo. Como

dice la inscripción puesta en el pedestal de una estatua

suya:

Un vascongado el primero

Dio la vuelta a todo el mundo.

A los que le felicitaban por ello respondía: «¡Con María

nada es imposible! Sin María todo se malogra.»

Como conclusión se enseña a rezar el Ángelus, y se recuerda

a los niños cuántas veces se repite el Ave María en

el Rosario. Pero así como dijimos, que hay Padrenuestros

d

e oro, de plata y de paja, según la devoción, igual ocurre

en el Ave María. Se pregunta a los niños: ¿qué vale más,

u n a

moneda, o cinco monedas? para hacerles entender que

m

ejor es rezar un Ave María despacio y devotamente, que

ci

nco mal y

p o r

rutina.

MÁXIMAS Y EJEMPLOS.—Como un día estuviera discurriendo

Santa Matilde la manera o fórmula mejor de

q u e

Podría valerse para hablar con la Virgen... se le apae

c i o Nu

estra Señora trayendo sobre el pecho bordadas en

15



— 226 —

ietras de oro las palabras de la primera parte del Ave María,

que le fué parafraseando y explicando, y le dijo que ninguna

otra oración se había compuesto ni se encontraría jamás

tan perfecta como ésta, ni que más agradeciera ella y así

la obligara a favorecer a los hombres. (Revelaciones, parte

1. a , cap. 42.) ¡Oh si mereciéramos nosotros que Ella nos

las explicase!

—Daniel O'Connel confiaba más en un Ave María que

en el poder de su elocuencia, para libertar a su patria oprimida.

(Andenna.)

—El episodio del Ave María, en que Hernán Pérez del

Pulgar en compañía de unos caballeros penetra de noche

en Granada y clava en la mezquita un pergamino con la

inscripción: Ave María, tiene su segunda parte, según el

romancero, en una lucha semejante a la de David y Goliat.

Un joven imberbe, Garcilaso, acomete y da muerte en la

vega de Granada al moro, que desclavando el pergamino

y profanándolo se había presentado ante el campamento

de los Reyes Católicos, retando a un combate singular a los

más valientes capitanes de su ejército.

—Santo Tomás de Aquino, cuando niño, apretaba fuertemente

un papel en que estaba escrito el Ave María. Se lo

quisieron quitar y él lo tragó.

—Disputaba en Hamburgo un Pastor protestante con el

P. Roh, jesuíta. Nosotros los católicos conservamos nuestra

alegría, nuestro buen humor; vosotros en cambio siempre

estáis secos, tiesos, tristes. Lo reconozco, dijo el ministro,

pero ¿cuál es la causa?—Yo lo sé, replicó el Padre

Roh, cuando en una casa falta la madre todo es desolación...

(Duplessy.)

—Siendo aún joven, Federico Ozanán vio en una iglesia

de París al sabio Ampére que rezaba con gran fervor

el Santo Rosario. El Rosario de Ampére, decía Ozanán, me

ha hecho más bien que todos los libros y discursos.

(Andenna.)

—María nos corresponde de buen grado, con abundantes

gracias, cuando la saludamos con el Ave María. (San Bue-



-227 —

naventura.) Y de San Bernardo se cuenta, en su vida, qué

saludando a la Virgen Santísima, como tenía por costumbre,

con el Ave María, al pasar ante su imagen, en el claustro

de la abadía de Afflighem, la estatua como si tuviese vida

respondió: Dios te salve Bernardo.

—San Juan de Dios aplacó en el mar una gran tormenta

invocando a la Reina del cielo con el Ave María. (Mehler.)

—Cuando San Bruno fundó en un bosque, cerca de Grenoble,

la Gran Cartuja erigió ante todo un oratorio a la

Virgen Santísima. Cada vez que pasaba cerca de una imagen

de la Medre de Dios se paraba para rezar el Ave María,

costumbre piadosa que se conserva aún entre los cartujos.

(Ott. Marianum.)

—Los soldados de Don Juan de Austria hallábanse rezando

el Rosario momentos antes de comenzar la batalla

de Lepante; y ningún soldado se levantó hasta haber terminado,

a pesar de haberse dado la señal del combate.

Un soldado consumido por la fiebre, pide el puesto de

peligro, y no se le concede: Insiste nuevamente y se cumple

su deseo.

En breve recibe un balazo en el pecho y otro en la mano

izquierda.

—Retírese, le dice el capitán don Francisco San Pedro.

. El valiente soldado le contesta:—Mi capitán, quien reza

el Rosario con fe no teme la muerte.

Este soldado tan valiente como religioso, fué asombro

de la literatura española; su nombre es el gran Miguel de

Cervantes

—San Pablo de la Cruz, cuando niño, se hallaba un día

orando ante una imagen de María que había adornado con

flores. Se le apareció un niño de belleza encantadora y le

colmó de caricias. Era Jesús que se complace en que obsequiemos

a su Madre. (Encyclopédie Catéchistique.)



TERCERA PARTE

»»

LECCIÓN 45. a

Los Mandamientos en general

Siguiendo el símil de San Agustín, referente al edificio

espiritual del alma, hemos tratado de la fe (Símbolo Apostólico),

y de la esperanza (Oración.) Ahora nos corresponde

tratar, como lo hacen S. Roberto Belarmino, el P. Astete

y otros muchos catequistas, de la caridad y por tanto del

Decálogo, ya que como dice el Divino Salvador la prueba

del amor consiste en la observancia de los preceptos: «Si

me amáis observad mis mandamientos. (Joan. XIV-15.)

Y no sólo hemos de procurar que los niños conozcan esta

obligación y se penetren de ella, sino nuestra aspiración

ha de encaminarse a que de tal modo se forme su conciencia,

que puedan exclamar con el Salmista: ¡Quomodo dilexi

legem tuam Domine...!

• Prepárese el catequista y temple bien su ánimo rezando

algunos versículos del Salmo CXVIII Beati immaculati

in vía, que tan hermosamente encomia la Ley del Señor.

El P. Pons, S. J. en una de las notas dice: «De los 176 versos

que contiene este Salmo no hay sino uno sólo, que es el

122, en que con un nombre u otro no se haga mención de

la ley de Dios, a lo menos una vez; pero siempre con distinto

motivo, o bajo diferente aspecto. Con doce nombres

se habla de la Ley del Señor, que son: Ley, Camino, Testimonio,

Precepto, Mandato, Dicho, Palabra, Juicios, Justicia,

Justificaciones, Estatutos y Verdad.



229 —

El gráfico recuerda la triple promulgación de la Ley.

I.» interiormente por la voz de la conciencia, de la que

habla San Pablo (Ad. Rom. 11-15) cuando afirma de los

gentiles que «lo que la Ley ordena está escrito en sus corazones,

dándoles testimonio la conciencia» (Ley natural

L N.)

2." Por la malicia e ignorancia de los hombres, muchos

no hicieron caso de la voz de la conciencia, o, como dice

San Agustín, no leyeron la Ley que estaba grabada en sus

corazones, y entonces Dios la reveló exteriormente al pueblo

escogido, promulgándola de nuevo en el monte Sinaí. Ley

Mosaica, que coincide con la natural, y sólo se diferencia

de ella en cuanto la concreta y determina más, y señala

el sábado y otras circunstancias del culto divino. Indica el

gráfico algunos pormenores de su promulgación. Se la dio

Dios a Moisés (L. M.) en el monte Sinaí, en dos tablas de

Piedra. Antes de dársela escrita, la había manifestado el

Señor de palabra, congregado el pueblo a la falda de la

montaña. La nube obscura que cubría el Sinaí, los relámpagos,

el retemblar de la montaña daban a entender la majestad

de Dios, y los castigos con que amenazaba a los rebeldes

a sus mandatos. El pueblo exclamó: Haremos todo

lo q u e

nos ha dicho el Señor.

3

-° Pero aún los hombres continuaban olvidados de la



-230 —

Ley del Señor, y en el pueblo israelita los doctores y escribas

tergiversaban, o interpretaban torcidamente los preceptos.

(No leían bien lo que estaba escrito.) Por lo cual el

Divino Maestro, los promulgó de nuevo, dando a entender

su verdadero sentido, y los perfeccionó compendiándolos

en el gran precepto del amor y añadiendo los consejos evangélicos

(Ley Evangélica.) «No he venido a abolir la Ley,

decía el Salvador, sino a cumplirla.» (Mat. V-17.)

n

Expuesta la promulgación de los preceptos se deduce

la necesidad de su observancia. Y hay que cumplirlos todos.

Haremos TODO lo que nos ha dicho el Señor.

El apóstol Santiago escribe que si uno guarda toda la

Ley, pero quebranta un mandamiento viene a ser reo de

todos los demás. (11-10.) Lo cual equivale a decir que por

un solo pecado mortal se pierde la gracia y se hace uno

reo de condenación eterna. Con ésto, fácil es replicar a los

que se dan por satisfechos con no robar ni matar, como si

a eso quedaran reducidos los preceptos.

Diez anillos tiene esa cadena que une la tierra con el

cielo y al hombre con Dios. Con un solo eslabón que se rompa

queda rota la unión. Lo mismo puede expresarse con la

comparación del puente de diez arcos; al hundirse uno no

se puede llegar al término del viaje.

III

Las razones que mueven a cumplir los preceptos pueden

reducirse a dos: 1. a Dios es nuestro Señor. 2. a Es nuestro

Padre.

1.° Yo soy el Señor tu Dios. (Exod. XX-2.)

Porque Dios nos ha criado es nuestro Señor y Dueño

absoluto. He ahí sus títulos. Tiene derecho a mandarnos y

nosotros la obligación de obedecerle. ¡Ay de aquél que no

obedezca! Se condenará eternamente.

2." Es nuestro Padre. Sus mandamientos son para nuestro

bien.



-231-

No solamente nos conducen a la vida eterna, sino que

aquí nos procuran grandes bienes.

Este pensamiento puede desarrollarse de dos maneras:

a) Haciendo ver que con ellos Dios protege nuestra vida

(V) la pureza y el matrimonio (VI y IX) la propiedad (VII

y X) la fama y el honor (VIII) el orden en la familia y en

la sociedad (IV) la religión, que eleva al hombre y engrandece

a los pueblos. (I, II y III.)

b) Pueden entresacarse algunas máximas del Salmo 118

las cuales enseñan que la Ley del Señor es santa, justa,

amable, consoladora, más valiosa que el oro y piedras preciosas

y que lleva la paz a las almas.

A la pregunta de si es difícil observar los mandamientos

se contesta con las palabras del Señor: «Mi yugo es

suave y mi carga ligera.» Prácticamente se muestra a los

niños que una carga no resulta pesada si otro que tiene

mucha fuerza nos ayuda a llevarla. Dios nos ayuda con su

gracia. .

COMPARACIONES Y EJEMPLOS.—Los mandamientos

son como postes, o rótulos que nos señalan el camino del

cielo. (Sto. Cura de Ars.)

—Si a las aves quitáis las alas aliviáis su peso; mas no

podrán elevarse de la tierra. Si al carro le quitáis las ruedas

no podrá marchar aunque pese menos. (San Agustín.)

—Supongamos que un viajero se dirige a una ciudad

espléndida...; mas para llegar a tal ciudad es preciso atravesar

un abismo profundísimo, etc. siendo lo peor que para

cruzarlo no hay sino una palanca estrecha... Ahora bien;

si un guía compasivo saliese de repente para tomar al viajero

de la mano; si a cada lado de la fatal palanca elevase

d o s fi

rmes barandas... ¿podría considerarse ésto como un

mal servicio hecho al viajero...? (Gaume.)

—Stanley, el célebre explorador de África, había ensenado

a un rey idólatra el Decálogo. Quédate conmigo le dijo

el r

ey, enséñalo a mi pueblo: Cuando mis tres millones de



-232-

súbditos lo conozcan y practiquen seré el primer rey del

mundo. (Duplessy.)

—Vio Leonardo Vinci, en un templo de Roma, a un joven

cantor llamado Pedro Bandinelli cuyo rostro dejaba traslucir

tal candor e inocencia, que lo escogió por modelo para

pintar en su célebre «Cena» la figura del Discípulo Amado,

San Juan Evangelista.

Algunos años más tarde se encontró Leonardo en la

calle con un mendigo estropeado, el cual reflejaba en su

demacrado semblante una malicia tan diabólica, que pensó

en que le sirviera de modelo para la cara de Judas. Le prometió

una buena cantidad si se prestaba a ello. Y cuando

para observar más el contraste le puso al lado de San Juan,

dijo sollozando el mendigo: También serví yo de modelo;

pero entonces era un buen joven; ahora en cambio soy un

perdido, entregado a la bebida y al vicio. (Spirago.)

—A San Agustín, combatido por las pasiones y por la

violencia de la mala costumbre, daba alientos el recordar

cuántas personas de toda edad y condición conservaban

la pureza. ¿No has de poder tú, se decía, lo que han

podido todos éstos?... La concupiscencia te promete deleites;

pero no pueden compararse con los que hallarás en la

Ley de tu Dios y Señor. (Confes. VIII, cap. IX.)

—Un día se presentaron a Don Bosco dos hombres que,

le preguntaron por los números de la suerte en la futura

lotería.

—Tomad les dijo, estos tres números: el 10, el 5 y el 14;

la suerte es segura.

Ibanse ya muy satisfechos los consultantes, cuando les

dijo de nuevo el santo apóstol de la juventud.

Esperad una breve explicación: el número 10, son los

diez Mandamientos de la Ley de Dios; el 5 los de la Iglesia,

y el 14 las Obras de Misericordia. Jugad estos números durante

vuestra vida, y seréis dichosos en este mundo y en

el otro.



LECCIÓN 46. a

Amarás al Señor con todo tu corazón

El primer precepto del Decálogo lo expresa así nuestro

Catecismo: Amar a Dios sobre todas las cosas. Y en él trata

no sólo de la caridad, sino de la fe, la esperanza y la religión.

«Adorarle a El solo, con suma reverencia de cuerpo y

alma, creyendo y esperando... etc.» siguiendo aquella máxima

de San Agustín: «Deus fide, spe, chántate colendus.»

Nosotros trataremos únicamente del amor de Dios y del

culto divino, pues de la fe y de la esperanza hemos dicho

algo en las dos primeras partes del Catecismo. Algunos

textos, como el de S. S. Pío X, tratan previamente del gran

mandato, resumen de todos los preceptos, el de la caridad.

Concretaremos nosotros esta lección al amor de Dios, pues

la caridad para con el prójimo corresponde a los mandamientos

de la segunda tabla y principalmente la estudiaremos

al explicar las obras de misericordia.

En el gráfico, que presentamos, podríamos haber hecho

el último peldaño A mucho más bajo, casi a nivel del g;

Porque de la gratitud se pasa fácilmente al amor perfecto.

No son lo mismo; pero con la gracia divina conduce la consideración

de los beneficios a la caridad, o amor de benevolencia

(Prümmer), cuando de los dones recibidos se eleva

la mente al Señor bondadoso que nos los da (Schuppe)

Quoniam oonus...; y caridad es amar a Dios no sólo por ser

bueno en sí, santísimo y demás perfecciones absolutas;

sl

no también por su misericordia infinita y otros atributos

respectivos (Mohler, Deharbe, Jungmann y otros.)

p

ara explicar este precepto del amor de Dios sobre todas

a s

cosas, un gráfico muy sencillo puede ser el de Gótzel



— 234-

(K. B. 192S 5

pag. 58.) Consiste en escribir el nombre de Dios

con letras muy grandes, y poner debajo las cosas a que por

amor de Dios, por no ofenderle, renunció algún mártir, A

los lados escribe Gótzel cómo se le ha de amar y los motivos

para amarle.

con todo mi corazón(„,._) mi mejor Padre

DOS e l s u m o

sobre todas las cosas( ) amabilísimo Bien

Vida

honores

fortuna

Vengamos ya a la explicación del nuestro. Atiende con

especialidad a la escala por donde se sube al amor perfecto

y a los motivos del amor; pero da ocasión también a

explicar cómo hemos de amar a Dios y en qué se conoce

que le amamos.

Una oración muy frecuente de San Felipe Neri era pedir

a Jesús le enseñase el camino del amor. «Quisiera que

me mostrarais cómo está hecha esta red de amor que a

tantos ha prendido.»

Vorrei saper da Voi, com' ella é falta

Questa rete d' amor, che tanti ha preso. (1)

Los que se alejan de Ti Señor, perecerán. El temor de

perecer, de condenarse eternamente es el primer peldaño

en esa escala que nos conduce al amor de Dios. La más espantosa

miseria es hallarse privado del amor de Dios, decía

Santa Catalina de Genova.

El segundo peldaño es la esperanza del premio. Si quie-

(1) Ascética de San Felipe Neri. Luis Gili, 1925, pág. 15.



— 235-

res conseguir la vida eterna guarda los mandamientos.

Amarás al Señor tu Dios, etc.

El tercer peldaño es la gratitud por los beneficios recibidos.

Especialmente el recuerdo de la Pasión y muerte

del Salvador enardece nuestro corazón en el amor divino,

por eso decía San Francisco de Sales: El Calvario es la

verdadera escuela de los amantes; los sufrimientos y la

muerte del Salvador son el motivo más dulce y más fuerte

a la vez para amarle.

y ved cómo, insensiblemente, hemos pasado ya al cuarto

peldaño que es del amor perfecto, o caridad, que prescribe

el primer mandamiento., Cuenta Schuster que cuando

los misioneros dijeron a los japoneses que Dios se había

hecho hombre y había querido padecer y morir por salvarnos,

exclamaban asombrados: ¡Oh qué bueno es, cuan

digno de amor es el Dios de los cristianos!

El 13 de abril de 1727 se hallaba dando gracias, después

de comulgar, el V. P. Bernardo F. de Hoyos y oyó

en el interior de su alma una voz clarísima que le decía:

«Bernardo; ámame, que soy todo amable». Dios es el sumo

Bien, infinitamente bueno y digno de ser amado...

II

¿Cómo hemos de amar a Dios? «Con todo tu corazón,

con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas.»

(Marc. XII-30.) (1)

Ámame, que soy todo amable, decía el Salvador al Padre

Hoyos. Si es todo amable debemos amarle con todo nuestro

amor, con todo nuestro corazón...

Si es el sumo bien debemos amarle más que a todas las

cosas, más que a nuestros parientes, más que a nosotros

Mismos; «plus quam sua, plus quam suos, plus quam se»

di

ce San Bernardo. Recuérdese la frase de la V. Marina de

(•) Praecipifur ergo nobis: ut tota riostra intentio feratur in Deum, quod

e

« ex toto carde; et quod intellectus noster subdatur Deo, quod est ex tota

'" eníe > e t

Quod appetitus noster reguletur secundum Deum. quod est ex

, a , an >ma; et quod exterior actus noster obediat Deo, quod est ex tota

'ortttudine, vel ómnibus viribus Deum díligere. (S. Theol. 2-2, qu 44 a 5)



- 236 -

Escobar. «Más quiero a Dios que a mi padre y madre y q Ue

a mi tía y a todas las demás cosas.» «Amo a Nuestro Señor

sobre todo y no a nadie más que a él, ni tanto como a él.»

Ámame. que,sov todo amable.

A

Señor; tu sabes que te amo

Este amor sobre todas las cosas es el amor de preferencia,

o aprecio, aunque no sea sensible. En él se dan tres

grados: El primero, necesario para salvarse, es el de los

que están dispuestos a perderlo todo antes que cometer un

pecado mortal. El segundo grado consiste en evitar también

los pecados veniales. El tercero en cumplir con perfección

los preceptos.

«Dame, hijo mío, tu corazón para mí.» (Prov. XXIII-26).

Señor, exclama San Felipe Neri, siendo Vos tan amable y

habiéndonos dado precepto de amaros ¿por qué nos habéis

dado solo un corazón y éste tan pequeño...?

III

Las palabras ¡Señor, tú sabes que te amo! con que respondió

San Pedro a Jesús, cuando le preguntó si le amaba,

debemos repetirlas muchas veces. Y he ahí una señal de

que amamos a Dios: hacer con frecuencia actos de caridad.

Pecan contra este precepto los indiferentes, que no hacen

dichos actos cuando están obligados; acerca de lo cual

puede estar tranquilo el cristiano que practica sus deberes

religiosos.



— 237-

El pecado sería mucho más grande si llegase a la aversión

y al odio de Dios, que justamente castiga nuestras

culpas.

Otra señal de que amamos a Dios consiste en hacer su

voluntad, cumpliendo sus mandamientos (Joan. XIV-21.)

Por lo cual falta indirectamente contra el primer mandamiento

todo aquel que comete pecado mortal. Pero ese pecado

contra la caridad va incluido en el pecado mortal

cometido contra otro precepto cualquiera, y basta en la

confesión manifestar éste.

Pueden citarse otras señales de amor como la oración,

los deseos de comulgar y de sufrir por Jesucristo, el celo

por su gloria, etc.

El P. Foucauld, célebre explorador del África, que después

de haber sido militar se hizo trapense y más tarde, como

misionero, trabajó por la conversión de los Tuaregs, pueblo

nómada del Sahara, hacía ofrecer por ellos un rosario

en que a cada cuenta pequeña se decía: ¡Dios mío os amo!

y en las grandes ¡Dios mío os amo con todo mi corazón!

Repetid con frecuencia esta jaculatoria. Decid al Señor,

como San Pedro: ¡Señor tu sabes que te amo!

MÁXIMAS Y EJEMPLOS.—El Santo Cura de Ars, oyendo

cierto día cantar a unas avecillas en el patio de su casa, levantó

los ojos al cielo y exclamó suspirando: «¡Pobres

avecillas! ¡Vosotras que habéis sido criadas para cantar,

cantáis! ¡El hombre ha sido criado para amar a Dios y no

le ama! ¡Qué dolor!» (Monnin.)

También solía referir con grande afecto estas palabras

de Santa Coleta a Nuestro Señor: «Mi dulce Maestro, yo

Quisiera amaros mucho más, pero mi corazón es demasiado

Pequeño». En el mismo momento vio bajar un corazón inflamado

de amor y oyó una voz que le dijo: «Ámame cuanto

quieras»; y su alma fué inundada de amor. (íbid.)

—De Santa Teresa de Jesús, cuyo corazón fué místicamente

herido y abrasado con el fuego divino por un ángel,

dice el p. Rivera: «Veníanla muchas veces ímpetus tan

Candes de amor de Dios, que se dehacía y no se podía



-233-

valer, ni cabía en sí, sino que parecía que se le acababa

la vida.»

—Así como un torrente arrastra consigo a las profundidades

del mar todo cuanto encuentra a su paso, del mismo

modo ¡oh Jesús! se pierde el alma en el océano sin limites

de vuestro amor. (Santa Teresita del Niño Jesús.)

—El Emperador Domiciano ofreció al Papa San Clemente

para que adorase a los ídolos, oro, plata y piedras

preciosas. El Santo Pontífice gemía y lloraba porque se hubiesen

atrevido a proponerle tal comparación.

—Amaba tanto a Dios San Luis Gonzaga que no podía

apartar el pensamiento de El y cuando oía hablar del Señor

se encendía su rostro y quedaba como arrobado y fuera

de sí.

— ¡Oh Señor mío y Salvador mío! exclamaba San Vicente

de Paul. ¡Oh bondad divina! ¡Oh Dios mío! Cuándo

nos concederéis la gracia de ser enteramente vuestros y de

no amar sino a Vos! Al oirle hablar se enardecía el corazón,

como el de los discípulos de Emaús cuando les hablaba

el Señor. (Maynard.)

—La V. virgen D. a Marina de Escobar, de ilustre familia

vallisoletana, fundadora de la Orden de Santa Brígida en

España, se educó hasta los nueve años con una tía suya,

que la había llevado consigo a Ciudad Rodrigo.

«Cuando comenzó a aprender los mandamientos, dice

el P. La Puente, con no tener sino dos o tres años, reparaba

mucho en el primero y levantando los ojos al cielo con

grande afecto, preguntaba a su tía qué era amar a Dios

sobre todas las cosas; y como ella le dijese que era querer

más a Dios que a su padre y a su madre y a su tía y que

a todos los demás, ella exclamaba muy a menudo estas

palabras, diciendo dentro de sí: Más quiero a Dios, que a

mi padre y a mi madre y que a mi tía y a todas las demás

cosas. Y como temiendo que no se le entrase en el alma

otro amor sino el de Dios, decía muchas veces: Amo a

Nuestro Señor sobre todo, y no a nadie más que a él ni tanto

como a él... Voy a buscar a mi Dios.» (Vida Lio. 1- cap- U



LECCIÓN 47. a

Adorarás al Señor tu Dios

Expuesto en la lección anterior el precepto del amor,

nos toca explicar la adoración, b culto debido a Dios: Y

como el texto del Éxodo (XX. 3-5) da ocasión a tratar del

culto de los santos y de sus imágenes y reliquias, lo incluiremos

todo en éste gráfico; y con ocasión de él indicaremos

los pecados opuestos a la religión.

Vosotros, niños, sabéis, que a las personas que lo merecen,

a las personas que se distinguen por su cargo, por

su talento, o por su virtud se tributan honores. (Pónganse

ejemplos: según la categoría así son los honores: al

capitán general, al ministro, al rey, etc.)

Pero hay un honor que se tributa a Dios y a los santos,

sus amigos, que murieron en gracia y están en la gloria.

Y ese honor, que consiste en reconocer las grandezas y

excelencias de Dios y la que comunicó a los santos se llama

culto religioso. Así practicamos la virtud de la religión.

Como veis en el gráfico hay tres clases o categorías

MI el culto. El grado supremo es la adoración; y ¿a quién

s e

ha de tributar sino al Ser Supremo al Criador y Señor

de cielos y tierra?

Hablemos primeramente de este primer grado. Se llama

adoración y en griego latría, palabra que se ha destinado

a

significar precisamente este culto supremo, que únicamente

puede darse Dios. El Catecismo dice que el primer

Mandamiento nos impone la obligación de adorar a Dios

sól

o, con suma reverencia...



— 24Ó —

El profeta Isaías (cap. VI) contempló en una ocasión a

Dios sobre un trono muy elevado, y a los serafines que le

adoraban exclamando: «Santo, santo, santo, Señor Dios de

los ejércitos...» También San Juan, en el Apocalisis vio a

los ángeles y a los santos (VII 9-12) que postrándose le

adoraban diciendo: «Bendición y gloria y sabiduría y acción

de gracias, honor y poder y fortaleza a nuestro Dios, por

los siglos de los siglos. Amén.»

Pues si los ángeles y los santos le adoran en el cielo, justo

es que nosotros le adoremos en la tierra y seamos dóciles

a la invitación del rey David, que nos dice. Venid adoremos

a Dios; porque es grande, y El nos ha criado y es nuestro

Señor. (Salmo 94.)

El gráfico con esa D, en medio del triángulo, os recuerda

que hay un solo Dios. El triángulo, simboliza la

Santísima Trinidad... La Santísima Trinidad ¿quién es? Es

el mismo Dios... por tanto hay que adorar a la Santísima

Trinidad y a cada una de las tres divinas personas; porque

el Padre es Dios y el Hijo es Dios y el Espíritu Santo

es Dios. Y Jesucristo ¿es Dios? ¿Y el Sagrado Corazón de

Jesús? Es el Corazón del Hijo de Dios, está unido a la persona

del Hijo de Dios, pues ya sabéis que el Hijo de Dios se

encarnó, tomó un cuerpo y un alma como los nuestros...

Se adora con especialidad al Santísimo Corazón, porque

así lo ha querido El, al manifestarse a Santa Margarita



-241-

de Alacoque; y porque nos recuerda el amor que Jesús nos

ha tenido, (llamas, cruz, espinas...)

¿y la Hostia Consagrada? Es Jesús mismo, escondido

bajo los accidentes de pan...

* * #

El Catecismo dice... con suma reverencia de cuerpo y

alma... ¿Quién nos ha dado el cuerpo con sus sentidos? ¿Y

el alma con sus potencias? El culto o adoración que el alma

sola da a Dios se llama interno, o interior. Por ejemplo,

si uno de vosotros está en medio de la gente y sin mover

los labios dice, sólo con el alma: ¡Señor mío y Dios mío...!

Si ese culto se manifiesta exteriormente, con las palabras,

o con las obras, rezando, postrándose ante el Santísimo

Sacramento, etc., se llama exterior o externo.

El interno, si nunca se manifestase exteriormente sería

incompleto; el exterior sin el interno sería falso, como el

de aquellos judíos que honraban al Señor con los labios,

mas su corazón estaba lejos de El. (Mat. XV-8.)

Los actos exteriores valen según la intención con que

se ejecuten. Lo cual ha de tenerse presente, a veces hasta

para distinguir la categoría del culto.

II

A la Virgen Santísima y a los santos, no se les puede

adorar, porque al fin son criaturas; pero se les da culto,

y Dios así lo quiere y nos concede gracias y favores por sus

ruegos, por su intercesión.

Sólo que a la Virgen Santísima se le debe venerar de

un modo especial, superior al de los ángeles y santos. Y

ese culto se llama hiperdulia, o sobreveneración. Ocupa el

uigar intermedio. Ya os dije que según la categoría de la

Persona así es el honor que le corresponde.

María excede a los ángeles y a los santos:

L' J

En familiaridad con Dios. Ellos son sus ministros, o

ar

nigos. María es su Madre.

2

° En gracia, llena de gracia; como el mar en compasión

de los ríos...

16



— 242 —

3.° En rango y potestad. Ella es reina de los ángeles, de

los patriarcas, etc. (Letanía.)

En el gráfico las letras A. M. os hacen recordar el Ave

María, con que el Ángel pregonó las grandezas de la Madre

de Dios.

III

El grado inferior en la escala del culto corresponde a

los ángeles y santos. Se llama veneración, o dulía.

En el gráfico, el escudo de San Miguel representa a los

ángeles. San Miguel y sus ángeles salieron en defensa del

honor divino, contra el orgullo de Lucifer y los ángeles rebeldes.

Las llaves son el emblema de San Pedro, jefe de los

apóstoles.

Las estrellas quieren darnos a entender que, así como

las estrellas adornan el firmamento, ornato del cielo (morada

de Dios y patria de los bienaventurados) son los santos.

Y como hay estrellas de diverso tamaño y brillo, la gracia

y gloria de los santos, siendo esencialmente la misma,

difiere en el grado.

(Recapitulación: Fiestas y actos de culto en honor de

Dios, de la Virgen Santísima y de los ángeles y santos.

Invocación e imitación de los santos.)

IV

Al lado del gráfico hay un cuadro, que completa este

estudio.

Sólo a las personas se da culto por sí mismas; a los

objetos, porque las representan, o se relacionan con ellas.

En este caso el culto no se detiene en el objeto, sino

se refiere a la persona a quien representa, o cuyo recuerdo

es.

Representan a las personas las imágenes, (esculturas,

cuadros.)

Tienen relación con las personas y son un recuerdo

las reliquias, (restos mortales, huesos, objetos que los santos

usaron.)



-243-

El culto que se da a las personas se llama absoluto (A-P.)

El que se da a las imágenes y reliquias, relativo (R /' )

para que veáis la diferencia entre el culto absoluto y

el relativo os contaré el cuento del idólatra. Tenía en casa

muchos ídolos (muñecos), a quienes adoraba como dioses...

Un joven que estaba de criado o siervo en la casa, hallándose

ausente su señor, los dishizo a estacazos, menos

a uno, a quien puso el palo en la mano. Enfurecido el señor

quería castigar al muchacho. Éste señalando al ídolo,

que tenía el palo, replicó: ¡Mira quien ha sido!—¿Cómo?

repuso el amo, ¡si no puede mover un dedo!—¿Y le adoras

como a Dios?...

Vosotros al postraros ante una imagen ya sabéis que

no es Dios, ni santo, sino que los representa.

El culto que el idólatra tributaba a sus ídolos era absoluto;

el que vosotros dais a las imágenes es relativo.

Honrando a las imágenes y a las reliquias honramos a

quien representan, o a quien pertenecieron, y nos animamos

a imitar sus virtudes. (Combinando ahora el gráfico

y el cuadro se ponen varios casos.)

Dios mismo, por medio de milagros, ha querido honrar

las reliquias e imágenes. (Cadáver resucitado al contacto

de los huesos de Elíseo IV Reg. 13. Curaciones con los pañuelos

y ceñidores de San Pablo.)

V

Vista la obligación de adorar a Dios, sólo digamos brevemente

cuáles son los pecados contrarios a este deber y

a la virtud de la religión.

L Pecan por no adorar con reverencia a Dios (irreligiosidad)

:

a

) Los que de ningún modo le adoran, no practican la

re

ugión, son irreligiosos, indiferentes o impíos.

b

) Los que irreverentes para con Dios quieren poner

a

Prueba sus perfecciones, exigiendo milagros sin necesiad

- Lo cual se llama tentar a Dios (Échate de aquí abajo,

d e c í a

el diablo a Jesús...)



-244-

c) Los que profanan o tratan indignamente a las personas,

cosas, o lugares sagrados. Este pecado se llama sacrilegio.

A una especie de sacrilegio viene a reducirse la

simonia, que desprecia las cosas sagradas, queriéndolas

comprar o vender por precio temporal.

II. Pecan por adorar en algún modo a las criaturas y no

a Dios sólo, o por dar a Dios un culto falso o inepto (superstición.)

a) Los idólatras que adoran a los astros, o a los animales,

etc., o a los ídolos.

b) Los que para adquirir la ciencia, la salud, o para

realizar efectos maravillosos y adivinar las cosas ocultas

acuden al demonio, o a ciertos medios inútiles, que llevan

implícitamente la invocación al demonio. A ello se reducen

los agüeros, hechicerías, la magia, el espiritismo, cuando

no son engaños, o fenómenos naturales.

c) Los que practican devociones basadas en revelaciones

o milagros falsos; o en los actos de culto introducen

oraciones y ceremonias que la Iglesia no aprueba.

(Estas nociones que no hacemos más que indicar ligeramente,

puede ampliarlas el Catequista según las circunstancias

de cada localidad.)

Concluyamos con las palabras del Gloria in excelsis:

Señor Te alabamos, te bendecimos, te adoramos... Porque

Tú solo eres el Santo, Tú solo el Señor; Tú solo el Altísimo...

EJEMPLOS.—Daniel descubre los engaños de los sacerdotes

de Bel. Da muerte al dragón. Por ello es arrojado al

lago de los leones (Dan XIV.) Sus tres compañeros en el

horno encendido por no adorar la estatua de Nabucodonosor.

(Dan. III.)

—Entre los mártires, que dieron su vida por no ofrecer

incienso a los ídolos, es interesantísimo el caso de San

Eustaquio. Véase su vida. 20 de septiembre. A Schmid le

sirvió de argumento para su preciosa novela «El Vencedor

de los Partos.»

—San Juan Damasceno fué calumniado por defender



— 245 —

el culto de las imágenes. Juzgado como traidor mandó el

Califa cortarle la mano. La Virgen Santísima se la restituyó

milagrosamente.

—El rey de Suecia, Magno II, se casó por poder con

Blanca de Dampierre, hija de Juan I, Conde de Namur. Recibió

a la reina en Warberg, e iban ambos esposos a ser

coronados en Stokolmo. Acompañaba a la reina como camarera

mayor Santa Brígida. La reina había llevado consigo

un precioso cofrecillo con varias reliquias y entre ellas

un fragmento del cuerpo de San Luis, su santo tío.

Sus criados habían dejado negligentemente olvidado el

cofrecillo en una oscura galería, por donde Brígida vino a

pasar. De pronto vio ésta que del cofrecillo salían brillantísimos

rayos de luz y oyó que una voz la dirigía estas palabras:

«Mira de qué manera es despreciado en la tierra

el tesoro de Dios, que tan honrado es en el cielo.» Prosternóse

Brígida ante los restos del último héroe de las

Cruzadas y apresuróse a colocar las reliquias en un altar...

Cuando la reina tuvo noticia que su dama descubría los

restos de los santos, por luces celestiales, la juzgó más digna

que ella de poseer ese tesoro y la obligó a aceptarlo.

(Vida de Santa Brígida por la Condesa de Flavigny.)

—Un viernes en un hotel se burlaba un viajero de los

que guardaban la abstinencia. De pronto palideció al acercársele

uno de los criados. Le habían dado el Cuarto número

13. No lo aceptaré jamás...

Al enterarse uno de los comensales le dijo: yo cambiaré

con V. y le cederé mi cuarto que es el núm. 15; pero quien

es tan superticioso debe guardarse muy bien de llamar

superticiosos a los que cumplen las leyes de la Iglesia. (Duvlessy.)

—Boleslao, rey de Polonia, llevaba el retrato de su padre,

para acordarse de quién era hijo y observar una conducta

digna de su nobleza.

Las imágenes de los santos nos traigan al recuerdo los

hechos gloriosos, que debemos imitar los que pertenecéis

a tan preclara familia.



LECCIÓN 48. a

No Jurar el santo nombre de Dios, en vano

En él segundo precepto se trata del juramento, porque

en él, directa o indirectamente, se invoca el nombre de

Dios; y guarda relación con el primer mandamiento, ya

que el juramento es uno de los actos de religión, de latría.

Dos partes abarca esta catequesis. En la primera se

explica qué es el juramento, y se hace ver que es un acto

de culto agradable a Dios. En la segunda se explican las

condiciones que ha de tener, y qué pecado es faltar a ellas.

El gráfico para la primera parte puede consistir en un

ojo, que representa la Providencia de

Dios; y dos eses, que significan su sabiduría

y santidad infinita.

a) Vosotros, queridos niños, a veces

estáis solos; otras os halláis en compañía

de una o varias personas, ¿no

es cierto? Y esas personas ven lo que

hacéis, oyen lo que decís... a no ser

que sean ciegas o sordas...

Pero realmente ¿estáis solos aunque no veáis a persona

alguna?... Hay uno a quien no veis y El os ve a vosotros

continuamente, de día y de noche, y os oye... Su mirada

llega mucho más adentro que las miradas de los hombres

y los rayos del sol... Dios lo sabe todo; nada puede ocultarse

a sus divinos ojos, ni lo más recóndito de nuestros

corazones.



— 247-

b) El que ve una cosa, o la oye, puede manifestarla, o

declararla. Y si en prueba de que es verdad se le llama

para que declare, o testifique, se pone por testigo. No se

acude a testigos cuando una cosa es clara y evidente, está

a

la vista, o se puede probar con facilidad...

Y decidme: lo que uno piensa, las intenciones que uno

tiene, ¿están a la vista? ¿Cómo lo podemos conocer? Por

la palabra, por lo que cada cual dice de si mismo; pues los

de fuera no saben lo que tiene el hombre dentro de sí.

Pero ¿lo sabe Dios? ¿lo está viendo Dios? Pues, poner a

Dios por testigo de lo que afirmamos, o prometemos, eso

es jurar. Unas veces se pone por testigo expresamente a

Dios, y el juramento se llama explícito; otras veces se jura

por el cielo, por el templo, etc., entendiéndose por Dios,

que habita en el cielo y en el templo, y el juramento se

llama implícito.

El juramento civil, por el honor,, etc, no es juramento,

porque no se invoca de modo alguno a Dios.

c) En el gráfico ese ojo os recuerda que Dios se halla

en todas partes. Las S S significan sabiduría y santidad.

Que Dios es infinitamente sabio, lo sabe todo y no se puede

equivocar; que Dios es infinitamente santo y no puede

engañarnos. Al ponerle por testigo, en el juramento, confesamos

y reconocemos esos dos atributos divinos. Es como

si dijéramos: Dios mío; tu todo lo sabes, tu no puedes

mentir. Así que el juramento es un acto de culto, con el que

se alaba y da gloria a Dios.

d) ¿Entonces, dirá alguno, cuántas más veces se jure

mejor? No; porque Dios nos ha dado la palabra para que

digamos la verdad, y quiere que baste nuestra afirmación,

o promesa. De modo que no se ha de jurar inconsideradamente,,

o sin causa que lo justifique. Por eso decía Jesucristo:

No juréis; contentos con decir sencillamente sí o

n

O- (Mat. V, 34-37.)

II

¿Qué condiciones ha de tener el juramento para que



— 248 —

V a V v tí u

J J J J J ,1

re n n n n n

sea bueno? los tres que enseña el Catecismo. (Jer IV-12.)

Verdad, justicia y necesidad.

Verdad, que las palabras sean conformes con el pensamiento,

e intención del que jura.

Justicia, que el juramento sea de una cosa permitida,

buena y honesta.

Necesidad (juicio), que no se haga sin causa suficiente,

Si falta cualquiera de estas tres condiciones el juramento

es pecado; mortal, o venial según los casos.

Si falta la verdad siempre es mortal.

Si falta la justicia, es mortal o venial, según la materia

sea grave o leve.

Si falta la necesidad, es de suyo venial.

Para que los niños aprendan bien esta distinción se hacen

ejercicios prácticos, se ponen casos; y se dan razones.

El ejercicio se hace en el encerado. Se ponen en línea

vertical, repitiéndolas varias veces las letras v. j. n. Después

se tacha en cada columna una letra

o dos, y se hace que los niños

escriban debajo la letra correspondiente

g (grave) Z (leve) gl (grave,

o leve según la materia) según la

cualidad que falte al juramento.

Después, escritas lo mismo las columnas

con las tres letras v. j. n. no se tacha una, u otra

a capricho, sino que se ponen casos, v. gr. Juanito jura

que ha estado en Misa y se fué de parranda; que va a traer

a Luisito una estampa; que ha de vengarse de...; y van

los niños borrando la letra que corresponda y poniendo

abajo la que indique el pecado que comete. Lo mismo puede

hacerse con hechos históricos: Esaú, Herodes, San Pedro,

los judíos que juraron matar a San Pablo.

El perjurio, o juramento falto, es pecado grave porque

quiere hacer a Dios cómplice de la mentira; o equivale a

decir: Dios lo sabe, pero me tiene sin cuidado; me puede

castigar, pero no me importa.

Además ¿qué sería de la fidelidad y sinceridad entre



— 249 —

los hombres y del trato de unos con otros, si no dijeran la

verdad ni aun cuando lo jurasen? Mi maldición, dice Dios,

caerá sobre la casa del que jura en falso. (Zach. V. 3.)

Aparte que con los juramentos falsos, sobre todo en

juicio, se causa a veces grave daño al prójimo en el honor,

la fama, o los bienes.

Jurar uno cosa injusta, o mala es pecado; porque se

pone a Dios por testigo de la maldad. Si la materia es leve

el pecado será leve; si es cosa grave, el pecado será mortal.

El que se obliga con juramento, al prometer una cosa,

además de la obligación de la promesa contrae nueva obligación

por el juramento.

Si es cosa mala, ni obliga la promesa, ni el juramento,

que, como dijimos, es pecado.

Y cometería un nuevo pecado si realizase la acción ilícita,

o mala que prometió. (Herodes.)

Jurar sin necesidad es pecado, aunque venial; porque

alguna irreverencia es invocar a Dios, sin la debida discreción

y justa causa. Además los hombres no deben necesitar

del juramento para decir la verdad.

El que considera el juramento como cosa ligera, dice

San Jerónimo, tiene en poca estima a Aquel en cuyo nombre

jura.

EJEMPLOS Y SÍMILES.—-Atilio Régulo, cónsul y general

romano cayó prisionero de los cartagineses, en la primera

guerra púnica. Llevaba seis meses de cautiverio cuando le

enviaron a Roma con una embajada para negociar la paz.

Pero antes le exigieron que jurase volver al cautiverio si

!a paz no se firmaba. Llegado a Roma manifestó al Senado

su parecer de que continuase la guerra; y cuando querían

hacerle quedar en Roma, él, sin hacer caso de los ruegos

d e

su familia y amigos, se volvió a Cartago, sabiendo los

tormentos que le aguardaban, por cumplir la palabra que

había dado bajo juramento.

—Luis IX de Francia, hecho prisionero por los sarracenos,

sufrió en el cautiverio pruebas dolorosas. Por su

re

scate y el de los demás prisioneros exigía el Sultán la



-250-

plaza de Damieta y un millón de besantes oro. «Pagaré

el millón por los demás y entregaré a Damieta; pero yo no

soy tal, que valga cantidad alguna mi rescate.» El Sultán,

asombrado de tanta magnanimidad, disminuyó la suma.

Muerto el Sultán, los emires querían que San Luis confirmase

con juramento el tratado; pero el santo se negó a

ello, diciendo que bastaba su palabra de rey.

—Al gran Canciller Tomás Moro, le exigían que jurase

obediencia al estatuto del Parlamento y al rey Enrique VIII

en contra del Papa. Llevaba trece meses en la torre de

Londres. Iban a condenarle a muerte, si no juraba. Al leerle

la sentencia y preguntarle si tenía algo que replicar,

contestó intrépidamente: No puedo jurar, no me es lícito

jurar... y no juro. (Dogliani.)

—Durante la revolución francesa millares de sacerdotes

prefirieron el destierro y la muerte antes que prestar el

juramento injusto que les exigían.

M. Leliévre, sacerdote de la diócesis de Seez, fué arrojado

al Sena. Nadando rehusaba aún el juramento que

querían arrancarle. «Jurad, desgraciado, le decía el populacho,

si queréis que os salven.» «No, jamás lo juraré.» Con

unas horcas le sumergieron: y sacándole otra vez a flote

le gritaban: ¡Jura desdichado!—No juraré. Con cruel ensañamiento

le retuvieron con las horcas debajo del agua

hasta que expiró. (Maudouit.)

—No es lícito observar un juramento hecho imprudentemente

y con mala intención, como si uno huiese jurado

no dejar una mala compañía. ¿Cómo ha de ser grato a

Dios que se invoque su testimonio para continuar ofendiciéndole?

(San Isidoro, lib. 2.)

—A la manera que no es provechoso al cuerpo tomar

medicinas que no le hacen falta, y cuyo uso frecuente perjudica

a la salud; así no es saludable jurar cuando no existan

para ello justas y graves razones. (San Agustín in Serm-

Dom. in monte.)



LECCIÓN 49. a

La blasfemia

Amadísimos niños: Estamos en este mundo para alabar

y servir a Dios Nuestro Señor. ¿A dónde iremos después?

Y en el cielo ¿se alaba y bendice a Dios? de modo

que ahora hay que ensayarse bien. Vamos a comenzar el

ensayo... ¡SU nomen Domini benedictum! ¡Bendito sea el

nombre del Señor! Bendito sea Dios...

Y aunque tengamos dolores y penas, aún debemos decir

esas palabras, como el santo Job. Que Dios es muy bueno,

y todo lo dispone para nuestro bien.

Por lo mismo que el nombre santo de Dios merece toda

alabanza y respeto, hay que tener cuidado en no pronunciar

ese nombre benditísimo, o el de Jesús y los santos, sin

reverencia, con ligereza, a modo de una muletilla o exclamación

cualquiera. En lo cual puede haber pecado, aun-.

que sea leve, como dijimos del juramento sin necesidad.

Vamos a pensar un poco en un vicio detestable que es

ultrajar ese nombre santísimo, en lo cual consiste la blasfemia

¡Qué pena! Que pueda el Señor quejarse, como en

tiempos del profeta Isaías, diciendo: ¡Mi nombre es blasfemado

sin cesar todo el día! (Is. LII-5.)

¿Qué es la blasfemia? Es hacer lo que aquellos israeütas,

de quienes está escrito en uno de los Salmos (LXXVII-

19

) «hablaron mal de Dios.» Insultar a Dios, injuriar a Dios

°° n las palabras, o con los gestos, o por escrito (que por

desgracia hay muchos libros y periódicos blasfemos.)



— 252-

A Dios le injurian los blasfemos de diversas maneras.

Una es insultándole, diciendo palabras soeces y groseras

contra El (blasfemia meramente injuriosa.) Otra maldiciéndole,

deseando para Dios algún mal, o la muerte (imprecatoria.)

Otra, por fin, negando sus perfecciones, o atribuyéndole

defectos, como los citados israelitas que decían:

«¿Acaso podrá Dios darnos de comer en el desierto?>

(herética.)

A veces algunas personas, que rezan y comulgan, cuando

les ocurre alguna desgracia se quejan de Dios diciendo

disparates, blasfemias de este tercera clase, si bien no se

dan cuenta; y creen que sólo blasfema el que dice contra

el Señor maldiciones, o palabras soeces.

II

Para que entendáis ahora qué pecado más grande es

la blasfemia, responded a esas tres preguntas que he puesto

en el encerado.

LENGUA DIABÓLICA

¿.Quiera | | Lanzan

(¡Aqciíér^l /jjS l coqtrael cielo

(Porguen ^—' I la piedra-

A. S. D.

Aplicadlas primero a Dios, que nos crió, e hizo todas

las cosas (lo cual representa esa esfera), y que murió por

nosotros en la cruz (por eso hemos dibujado la cruz.) Decidme:

¿Quién nos crió... y nos redimió...? ¿A quién? ¿ A

quiénes...? ¿Y por qué...? Por lo mucho que nos ama..-



-253-

Ahora, aplicándolas al blasfemo, preguntemos: ¿Quién

es el que blasfema? El hombre criado por Dios... ¿quién

es el hombre, para atreverse a injuriar al Señor? ¿A quién

has insultado y de quién has blasfemado? podemos decir

al blasfemo, como el Señor decía de Senaquerib, rey de

los asirios (IV Reg. X1X-22.) ¿Contra quién has levantado

tu voz y has alzado tus ojos a lo alto...? Contra el Señor,

Santo y Omnipotente. ¿No ves que como ha creado el mundo

entero puede sepultarte en el infierno? ¿Cómo te atreves..."?

Contra tu Criador y Redentor, que te ha dado la

vida y murió por tí en la cruz... Mira al santo Crucifijo...

¿Cómo eres tan ingrato...'? Unas veces el blasfemo insulta

directa e inmediatamente a Dios; otras en su Madre Santísima

o en los santos...

Y ¿Por qué le injurias? ¡Oh, lengua diabólica! escribe

San Bernardo; ¿qué puede inducirte a blasfemar contra tu

Dios que te crió; en quien se halla el sumo bien, y que te

redimió con su sangre preciosa?

En otros pecados, todavía hay algún provecho, aunque

indigno; algún placer, aunque vil; pero con la blasfemia

no se consigue utilidad alguna.

Como aquella bestia infame del Apocalipsis (cap. XIII

6), el odio y la rabia abre la boca para proferir blasfemias

contra Dios; el demonio mueve la lengua del blasfemo.

¡Qué pecado más horrible!, exclama San Jerónimo.

III

Los blasfemos, dice S. S. Pío IX, aplicándoles una frase

del libro Eclesiástico (XXVII-28), lanzan contra el cielo

ta Piedra que al caer los aplasta.

¡Si pensara el blasfemo en los castigos y males que le

acarrea la blasfemia!

Di

os mandó a Moisés que a los blasfemos los matase

a

Pedradas el pueblo. (Lev. XXVI.)

Y

Por el profeta Isaías amenazó destruir las naciones

d

°nde reine ese vicio abominable. (Is. 1-4.)

A

los israelitas, que hablaron mal de Dios, los castigó



— 254 —

con la muerte, cuando aún tenían en la boca los manjares

y las aves que habían caído en el campamento.

Tan grave es la blasfemia, que muy justamente la castiga

la Iglesia; y antiguamente fué muy severa la penitencia

pública que tenían que hacer los blasfemos.

La ley civil la castigaba con multas, destierro, galeras,

azotes, marcar los labios con un hierro al rojo, atravesar

la lengua o arrancársela al blasfemo, y a veces con la pena

de muerte.

Pero la desgracia más grande es el castigo del infierno,

donde los condenados, rechinando los dientes, durante años

sin fin, continuarán desesperados el horrible lenguaje que

comenzaron a usar aquí en la tierra.

IV

En el gráfico veis las iniciales A. S, D. que significan;

alabado sea Dios.

Os dije, al principio, que aquí en esta vida hemos de ensayar

las alabanzas del cielo.

¡Es Dios tan bueno! Mas, por lo mismo que hay gente

ineducada e ingrata, que profiere blasfemias, debemos ahogar

sus voces groseras con nuestros cantos y bendiciones

a Dios nuestro Señor.

Un buen hijo cuando ve que es ofendido su padre, le da

mayores muestras de cariño.

Pedid por los blasfemos para que se arrepientan y alcancen

misericordia.

EJEMPLOS.—El impío Nicanor quiso acometer a Judas

Macabeo en día de sábado. Mas tenía en su ejército algunos

judíos forzados, los cuales se negaron a combatir y le

dijeron: Hay un Señor poderoso en el cielo que mandó

santificar el sábado. A lo cual, lleno de soberbia, replicó

Nicanor: pues yo soy poderoso en la tierra y mandó tomar

las armas.

Judas Macabeo animó a los suyos, refiriéndoles una

visión en que el sumo sacerdote Onías oraba por el pueblo

y el profeta Jeremías prometía la victoria. Viendo la



— 255-

muchedumbre de los enemigos y el vario aparato de las

armas y la fiereza de las bestias invocó el Señor diciendo:

«Tú, Señor, que enviaste tu ángel en tiempo de Ezequías,

rey de Judá, y mataste ciento ochenta y cinco mil del campo

de Senaquerib, ahora también envía tu ángel para que

teman los que blasfemando, vienen contra tu pueblo.»

y orando y peleando derrotaron completamente al ejército

de Nicanor y murieron treinta y cinco mil, y él mismo

pereció en la batalla.

Hallado su cadáver, mandó Judas que le cortasen la cabeza

y la mano, que había osadamente levantado contra la

casa de Dios y que partiesen en trozos, para que la comiesen

las aves, la lengua del blasfemo. (II. Machab. XV.)

—En el Hospital de Bonn a un pobre labrador iban a

operarle en la lengua. Ya no podréis hablar más, decid

vuestra última palabra.—Alabado sea Jesucristo; fué lo que

respondió el enfermo, resignado y conforme con la voluntad

de Dios.

—-San Policarpo, Obispo de Esmirna, discípulo de San

Juan, iba a ser quemado vivo. Para librarle de la muerte

le dijo el procónsul:—Reniega de Jesucristo, maldice contra

El y te dejo libre. A lo cual replicó el santo anciano;

«Ochenta y seis años ha qué sirvo a Cristo y no me ha hecho

mal alguno. ¿Cómo te atreves a pedirme que blasfeme

contra mi Salvador?»

—San Alfonso María de Ligorio, cuando niño, oyó blasfemar

a uno de sus compañeros. Al punto dejó el juego y

se

fué a los pies de una imagen de la Virgen Santísima a

Pedir perdón para él.

—San Ignacio de Loyola decía que en el mismo infierno

nada hay más terrible que oir blasfemar.

—El 19 de septiembre de 1846 la Virgen Santísima se

apareció en la Salette, cerca de Grenoble, a dos niños, Mel

a n i a

Mathieu, de 14 años, y Maximino Giraud, de 11, que

ataban pastoreando unas ovejas. Y les dijo que iban a sorevenir

grandes males en Francia por la profanación de

os

días festivos y por las blasfemias. (Lodiel.)



— 25B —

—Á un soldado, que tenía la costumbre de blasfemar,

le puso el confesor de penitencia que cada vez que dijera

una blasfemia besase el suelo. Se hallaba en campaña y

blasfemó. Al besar el suelo pasó por encima una bala de

cañón, que le hubiera destrozado a no haber cumplido la

penitencia. (Schmid.)

—Roberto, rey de Francia, hallándose en Orleans orando

ante un crucifijo, pedía la paz para su reino. Y le fué

revelado que no la tendría hasta que extirpase entre sus

subditos el vicio de la blasfemia. (Lohner.)

—Un demagogo decía en un discurso mil disparates

contra la religión, y profería horribles blasfemias. «Si hay

Dios, gritaba, que envíe un ángel para que me corte la

cabeza.» Un obrero que se acercó, lleno de indignación le

repuso: «A un desvergonzado como tú no le envía Dios un

ángel del cielo. Me ha encargado a mí que le dé la respuesta.»

Y le dio dos tremendas bofetadas, que le sirvieron

de escarmiento. (Jehle.)

—Habiendo sido vencido Creso por Ciro, llegaron los

soldados hasta la estancia real. Desenvainando uno la espada

iba a matarle, cuando un hijo mudo de Creso gritó:

¡Detente; no hieras! Así recobró el habla. ¡Oh si hubiese

ferviente amor en el corazón de los cristianos no tolerarían

que un infame, con la espada de la lengua, intentase herir

a su Padre Celestial! (Segneri.)

—A los blasfemos se les pueden aplicar aquellas palabras:

«Vosotros sois hijos del diablo y queréis satisfacer los

los deseos de vuestro padre.» (Juan VIII-44.)



LECCIÓN 50. a

El voto

Queridos niños: En el segundo mandamiento sé trata de

los votos; porque se hacen a Dios, y con ellos suele invocarse

solemnemente su santo nombre.

Ya sabéis de qué votos hablamos ahora. No tratamos de la

votación en elecciones, sino de las promesas hechas a Dios...

¿Os acordáis vosotros de algunas personas que hicieron

algún voto? En la Historia Sagrada se cuenta que Jacob,

yendo a Mesopotamia, para librarse de la ira de su hermano

Esaú, prometió que, si Dios le protegía en el camino

y le concedía volver a la casa de su padre, levantaría un

altar y ofrecería al Señor la décima parte de los bienes que

le concediese.

Ana, madre de Samuel, prometió a Dios que si le concedía

un hijo lo consagraría al servicio del tabernáculo.

La Virgen Santísima, siendo muy niña, prometió a Dios

permanecer siempre virgen.

Ponedme ejemplos de los votos que suelen ser más frecuentes:

Ir a la peregrinación a un santuario; regalar cera

v

objetos para el culto, dar limosna, encargar Misas, comulgar,

hacer algún sacrificio, vestir de hábito, etc.

Los religiosos por el voto de pobreza prometen no tener

bienes propios de fortuna; por el de castidad prometen

conservar siempre la pureza; por el de obediencia prometen

estar sumisos a la voluntad del Superior, que les manda

en nombre de Dios...

Y a

entendéis lo que es el voto. En esa escala que he-



— 258-

mos puesto en el encerado veis tres peldaños: La D del

primero significa deseo. Los buenos deseos agradan a Dios

Pero no son votos. Porque un niño tenga deseos de comulgar

todos los días, o de ser sacerdote, no por eso hace voto

de serlo, ni de comulgar diariamente.

En el segundo peldaño hay una R que significa resolución,

propósito. Suponed que uno de vosotros tiene propósito

de dar una limosna a un pobre,

o está decidido y resuelto a inscribirse

en la Obra de la Santa Infancia, o en

'!•

la Congregación de la Virgen Santísi-

I p

ma, etc. ¿Agradan a Dios esos propó- I R

sitos o resoluciones? ¿Son votos? No lo Q

son. No obligan para con Dios. Si ese —-••—"Í^^-¡—«Í

niño no da la limosna, o no se inscribe en la asociación en

que pensaba, no peca, a no ser que por otra parte tenga

obligación.

Un niño, que se ha preparado muy bien para recibir por

primera vez a Jesús Sacramentado, escribe en un papel sus

resoluciones v. gr. rezaré todos los días... comulgaré... ¿peca

si no las cumple? Pero entre sus resoluciones se halla la

de no ir con fulanito, que es... un demonio! ¿Peca si va

con él? Sí; pero es porque tiene obligación de apartarse de

los malos amigos...

Por último en el tercer escalón veis una P, que significa

promesa. Eso es el voto: una promesa que se hace a Dios,

obligándose a cumplirla. De modo que si no la cumple

peca. Y si ya antes lo que promete estaba mandado, en

lugar de un pecado comete dos.

Promete uno, por ejemplo, rezar el Vía-Crucis los viernes

de Cuaresma. ¿Estaba antes obligado a rezar el Vía-

Crucis? ¿Y después de haberlo prometido? ¿Peca si no lo

reza?

Promete no ir a un cine indecente. ¿Cuántos pecados

comete, si va? Dos: uno por ponerse en peligro tan grave

de perder la pureza, otro porque falta al voto, o promesa

que hizo al Señor.



— 259 —

Es pues el voto una promesa que se hace, no a los

hombres, sino a Dios, obligándose bajo pecado a cumplirla.

De suerte que si uno promete a un pobre socorrerle, no

hace voto si no lo promete a Dios. Las promesas que se

hacen a los santos, sí lo son, generalmente; porque se hacen

a Dios en honor de los santos.

II

¿Agradan a Dios los votos, o promesas? Sí; siempre que

sean de una cosa buena, que no impida otra mejor. Las

cosas inútiles, indiferentes y vanas no pueden ser objeto

de un voto, y mucho menos las cosas malas, como cuando

los judíos hicieron voto de no comer ni beber hasta haber

dado muerte a San Pablo. (Act. Ap. XXIII-12.)

A Dios le agradan las buenas obras. Y más cuando la

voluntad es tan decidida que se compromete de antemano

a practicarlas.

Las buenas obras son como los frutos de un árbol, la

voluntad es el árbol mismo que los produce, según la comparación

de San Anselmo. ¿Cómo no ha de complacer a

Dios la generosidad con que le ofrecemos no sólo los frutos

sino el árbol?

¿Veis en el encerado esa cruz? Jesús por amor nuestro,

murió en ella. Y nos dice a todos: Si alguno quiere venir

sn pos de mí, niegúese a sí mismo, tome su cruz y sígame.

Con los buenos deseos nos dirigimos a Jesús; mediante las

resoluciones o propósitos nos ponemos en camino para llegar

a El; pero el que se obliga por el voto se acerca más,

renuncia en alguna cosa a su libertad. Y por tanto está

obligado, ligado con Dios, la voluntad se sostiene más fuerte

y constante en el bien.

Además el voto es un acto de religión, con el que se da

c u l t o

a Dios, y añade esa nueva virtud a las buenas obras.

D e

un modo especial le agradan los votos religiosos,

d e

Pobreza, castidad y obediencia.

p

or ellos el religioso se entrega enteramente a Jesucristo



-260 —

y le sigue por el camino de la perfección, practicando los

consejos evangélicos...

III

Al pensar en las gracias que nos atraen los votos, y la

dignidad y excelencia que comunican a las obras, diréis

por ventura: Si tanto vale para agradar a Dios y ser bueno

obligarse con votos, yo quiero unirme a Dios con tales lazos.

Apruebo vuestros deseos; pero os aconsejo que no hagáis

voto alguno, sin pensarlo bien primero, y sin consultarlo

con vuestro confesor. Porque, como os he dicho, por

el voto os imponéis una obligación. Si cuando se promete

algo a los hombres es una falta no cumplirlo ¿qué no será

faltar a las promesas hechas a Dios? «Si hiciste algún voto

a Dios, dice la Sagrada Escritura (Eccles. V. 3-4) no tardes

en cumplirlo;... es mucho mejor no hacer voto que después

del voto no cumplir lo prometido.»

El pecado será grave cuando lo es la materia, a no ser

que al hacer el voto hubiera tenido intención de obligarse

sólo bajo pecado venial.

Será leve cuando la materia es leve... Al subir pues,

por esa escala; y sobre todo al querer llegar al tercer peldaño

buscad un guía, que es vuestro confesor, o director

espiritual. El evitará que vuestra promesa pueda ser de

las que en el libro antes citado se llaman necias...

Aunque hayáis hecho algún voto con la reflexión debida,

puede ocurrir que deje de obligaros, porque resulte imposible,

o hayan cambiado notablemente las circunstancias, o

porque lo anulen o dispensen los que para ello tengan potestad.

De nuevo os aconsejo que en todas vuestras dudas

y dificultades acudáis a vuestro director espiritual.

EJEMPLOS.—Cuando Felipe II venció a los franceses

en la batalla de San Quintín y luego se apoderó de la plaza

«en lo escondido de su pecho concibió un alto propósito

de hacer en honor de S. Lorenzo en cuyo día había logrado

la victoria, una demostración tal, que en ella estuviese vivo

su reconocimiento a la vista del cielo y de la tierra.>



-261 —

(P. Francisco de los Santos, Historiador de la Orden de San

Jerónimo.) Y construyó el Monasterio del Escorial, cuya

planta tiene la forma de unas parrillas invertidas. Pero

no consta que hiciera voto, pues no sabemos que hubiese

promesa.

—San Gregorio Nacianceno llamado por su grande excelencia

el Teólogo, fué dado de la mano de Dios a su Iglesia

y alcanzado por oraciones y lágrimas de su piadosa

madre. Porque deseando ella tener un hijo, y pidiéndole

a Nuestro Señor y prometiéndole que si se le daba le consagraría

a su servicio, tuvo una revelación en sueños, en

la cual le fué mostrado muy al vivo el hijo que había de

tener, con su rostro y propia figura, y le fué dicho que le

llamase Gregorio. Y con esto desde niño tuvieron sus padres

gran cuidado en criarle para Dios, con buenas costumbres

y letras; y el mostraba grande inclinación a todas

las cosas de virtud y singular habilidad para las ciencias

que aprendía.

Siendo ya de edad conveniente fué enviado de sus padres

a Atenas. En esta jornada, navegando Gregorio para

Atenas, se levantó en el mar una tormenta espantosa y

tuvo gran temor de morir; porque aún no era bautizado,

sino sólo catecúmeno; y volviéndose a Nuestro Señor humildemente

le suplicó que le librase de aquél peligro y

le diese tiempo para bautizarse, prometiéndole si se lo

otorgaba gastar toda su vida en su servicio. Y fué tan

eficaz su oración, que luego se sosegó la mar, y los que

iban en el navio le hicieron gracias por ello, entendiendo

que por su medio había cesado aquella tempestad. (Ribadeneira,

9 de mayo.)

—Clodoveo, rey de los francos, casado con Santa Clotíl

<te, se hallaba en lucha con los alamanos, que habían

invadido la Galia. La lucha le era desfavorable; e invocando

al Dios de su esposa prometió hacerse cristiano, si

conseguía la victoria. Ganó la batalla de Tolbiac y, cumpliendo

su voto, fué bautizado por San Remigio, el día de



— 262 —

Navidad del año 496. Con él recibieron el Bautismo numerosos

guerreros.

—San Luis, hallándose gravemente enfermo hizo voto

de si' curaba emprender una cruzada para reconquistar

Tierra Santa. Y cumplió su promesa, no obstante que los

nobles trataron de disuadirle.

—Santa Teresa de Jesús y Santa Juana Francisca Chantal

se obligaron con voto a hacer lo más perfecto. San Alfonso

María de Ligorio hizo voto de aprovechar todos los

instantes; pero probó antes si podría cumplirlo. (Spirago.)

—San Francisco Javier renovaba los votos todos los

días y afirmaba que no existía armadura y defensa mejor

contra'los ataques del diablo. Lo mismo hizo S. Alfonso Rodríguez,

al cual manifestó el Señor cuánto le agradaba

esa práctica, de la que sacaría gran provecho y fruto su

alma. (Lohner.)

—Eduardo III, rey de Inglaterra, hallándose en el destierro,

hizo voto de ir en peregrinación a Roma si el Señor

le concedía ceñir la corona. Habiéndolo logrado, y oponiéndose

los nobles por el bien del reino a que fuese a Roma,

pidió al Papa León IX que le conmutara dicho voto. El Papa

se lo conmutó, obligándole a que distribuyera entre los pobres

lo que habría de gastar en el viaje y que construyera

una iglesia dedicada a San Pedro. A ello se debe la abadía

de Westminster. (Véanse en Ribadeneira, 5 de enero, algunos

detalles de la vida de este santo rey.)



LECCIÓN 51. a

Santificar las fiestas. La Misa

Mis queridos niños: Se halla Dios en todas partes; ¿no

es así? Todo el mundo es suyo, los cielos y la tierra. Siendo

del Señor la tierra entera, hay un lugar que le está especialmente

dedicado... ¿cuál es? El templo.

Igualmente, todos los días de nuestra vida son de Dios,

somos enteramente suyos. Pero hay unos días, que de un

modo especial se consagran a Dios, a las alabanzas y. culto

divino. Son los domingos, que eso significa la palabra domingo,

del Señor; y los días de fiesta.

Ya hemos visto en el primer mandamiento, que hay

que adorar a Dios y darle culto. El tercer mandamiento lo

determina más, diciendo: hay que santificar las fiestas.

Pero ¿cuáles son las fiestas? ¿Cómo se han de santificar...?

La Iglesia señala los días; y manda lo que se ha de hacer,

y prohibe lo que se ha de omitir.

Veamos hoy qué se ha de hacer los días de fiesta.

Manda la Iglesia oir Misa entera todos los domingos

y fiestasde guardar.

(¿Cuándo? ¿qué? ¿quiénes? ¿cómo?)

1) Advertid primeramente que el precepto de la Iglesia

se refiere a los domingos y días de fiesta que ya veremos

en otra lección. De modo que quien por culpa suya se qued

a sin Misa, un domingo o día festivo, comete un pecado

Mortal... ¿Y si oye Misa otros días de la semana; pero falta

e l

domingo...? Suponed que uno falta a Misa un domingo.



— ¿(54 —

¿Tendrá obligación de oiría el lunes? No; porque el día señalado

es el domingo y no otro...

2) ¿Qué está mandado los domingos y días de flesta?

¿Asistir al rosario? ¿Al sermón? ¿A otros actos de culto?

¿Está mandado comulgar? Bueno es hacer todo eso; pero

no obliga. Lo que obliga es la Misa. Aunque uno se pase

gran parte del día rezando y asista a las funciones de iglesia,

peca si culpablemente omite la Misa...

¿Está mandado asistir a la doctrina? Os lo pueden mandar

vuestros padres. Además, si no estáis bien instruidos

en el Catecismo y no tenéis otro medio de aprenderlo, no

tenéis más remedio que asistir. Acordaos de que en el primer

mandamiento se dice que peca quien ignora los misterios

necesarios de nuestra Fe...

3) ¿Quiénes están obligados a oir Misa? Todos los cristianos

que habiendo cumplido siete años y teniendo uso de

razón, no se hallen legítimamente impedidos. Os pondré

algunos casos.

Precisamente tengo aquí un recordatorio de una niña

que el día 8 de julio, a la edad de cuatro años y medio,

recibió la primera Comunión, de manos del Sr. Arzobispo

de Valencia (1). ¿Tiene ya obligación de oir Misa? ¿Tiene

uso de razón? Claro que sí; de lo contrario no la hubieran

permitido comulgar. Pero no ha cumplido siete años...

Un enfermo a quien prohiben salir; ¿está obligado a

oir Misa? Los que viven en un lugar muy distante del templo,

sobre todo cuando hace muy mal día; los viajeros, que

no pueden detenerse en el camino; los que por cuidar de

enfermos o de niños pequeños, o por otra causa no puedan

dejar la casa durante el tiempo de la Misa, no tienen obligación

de oiría....

4) ¿Cómo se ha de oir? Se necesita estar presentes,

asistir con el cuerpo... y con el alma... El que se queda en

casa a la hora de la Misa y reza las oraciones del misal y

se une en espíritu a los fieles; pero no va al templo ¿oye

(1) La niña Natividad Marqués Ruiz, en el templo parroquial de Meliana,

el dia de la inauguración del monumento al S. C. de Jesús. Año 1918.



- 265 —

Misa? ¿Y si va, como decía uno, pellejaliter... con el pellejo

. y con la lengua... para ver a un amigo y estar todo el

tiempo charlando con él, sin darse cuenta siquiera de laspartes

principales? ¿Y si está durmiendo, leyendo un cuento,

estudiando, examinando detenidamente los altares,

imágenes, cuadros, etc.?

Aunque no veáis al sacerdote, porque haya mucha gente,

o porque os toque estar detrás de una columna os vale

la Misa si os dais cuenta de las partes principales por el.

sonido de la campanilla, o por lo que hacen otras personas,

etc.

En ese dibujo que veis en el encerado (1) he puesto unas,

iniciales que significan las partes de la Misa. La del centro,

la principal, es la Consagración ¿qué hace el sacerdote

en la Consagración?

Convierte... ¿qué? ¿en qué?

Luego, la más importante

es la Comunión en que el

sacerdote recibe... ¿a

quién? etc.

En el Ofertorio presenta

y ofrece al Padre el

pan y el vino, que ha de convertir en el cuerpo y sangre

de Nuestro Señor Jesucristo. Le precede la preparación, o

sea un conjunto de oraciones y lecturas de los Libros Sagrados...

Termina la Misa con la acción de gracias, o sean

las

Oraciones después de la Comunión...

La Iglesia manda oir Misa entera. ¿Qué significa esta

Palabra? Si falta uno a la primera parte, preparación, ¿es

la M i s a

entera? ¿Y si falta a la última? Pero faltar sólo a

Un

a de las dos (no a las dos) no sería pecado grave...

Y a

II

sabéis que la Misa se puede oir de varias maneras,,

E s

de Hormann Lebendiger Unterricht.



— 266 —

como meditando, rezando. Os voy a indicar dos modos:

uno, uniéndose al sacerdote en esas cinco partes que he

puesto en el encerado, principalmente en las tres del medio.

A la Consagración adoráis a Jesús Sacramentado y

podéis decir, mirando a la Sagrada Hostia, cuando la eleva

el sacerdote ¡Señor mío y Dios mío!

A la Comunión hacéis, si no comulgáis sacramentalmente,

la comunión espiritual. ¡Ven Jesús mío a mí

corazón!...

Al Ofertorio, ofreceos por entero a Dios. Tomad, Señor.

y recibid toda mi voluntad...

Durante la preparación pedid perdón por vuestras culpas,

rezad algunas devociones, leed un párrafo del Evangelio.

Durante la acción de gracias encomendad a Dios vuestras

necesidades y las de vuestros padres... y pedid al Señor

su bendición.

El otro modo de oir Misa es uniéndose al sacerdote en

los fines por los cuales ofrece el Santo Sacrificio. Podéis

pasar muy provechosamente el tiempo echando cuatro

cuentas y pagando cuatro deudas.

La primera cuenta es de lo grande y bueno y perfecto

que es Dios... Dice el catecismo: es lo más excelente y admirable...

Por su grandeza y excelencia tenemos que adorarle.

¡Oh Dios mío! Ya

que no pueda yo adorarte

debidamente te ofrezco

para adorarte a tu

mismo Hijo, que se anonada

y humilla en la

Hostia Santa. Así pagáis

la deuda de adoración.

Eso significa la l>',

que la Misa es sacrificio latréutico, o de adoración.

La segunda cuenta es de los beneficios, que Dios t

ha hecho... Nos ha criado; nos conserva la vida... Ahí m

mo, el dibujo os recuerda que de tal manera amó Dios



-267 —

mundo que nos dio su Hijo Unigénito... etc. Para pagar

esa deuda ofrezcamos al Padre su Hijo muy amado en quien

tiene sus complacencias... La E significa que este sacrificio

es encáustico, o de acción de gracias.

La tercera cuenta es la de nuestros pecados. Hemos

ofendido a Dios muchas veces... ¿Cómo aplacaremos a Dios?

¡Mira, Señor, a tu Hijo que ha derramado su sangre por

nosotros, y renueva su ofrecimiento, como víctima, en el

altar..,! Eso significa la P. Es la Misa sacrificio propiciatorio

que nos obtiene gracias para arrepentimos y hacer una

buena confesión, nos perdona los pecados veniales, y la

pena temporal debida por nuestras culpas. Es el principal

sufragio que podemos ofrecer por las almas del Purgatorio

en satisfacción de la deuda que tienen para con la justicia

divina.

La cuarta cuenta es de nuestras necesidades espirituales

y temporales y las de aquellos por quienes estamos obligados

a rogar, como nuestros padres, superiores y maestros,

amigos y bienhechores... Nunca como en la Misa, que es

sacriñcio impetratorio, (I) podremos obtener mejor los favores

del cielo, por Jesucristo Nuestro Señor...

Los dos gráficos anteriores sobre la manera de oir Misa

pueden reunirse en este

Q u e indica las partes principales y los fines. Recomiéndese

a

los niños que cada día ofrezcan la Misa por un fin

Particular.



— 268 —

Cuando vayáis a Misa asistid con el fervor y devoción

que tendríais si estuvierais en el monte Calvario, al pie de

la Cruz; pues el sacrificio es el mismo (eso os indican la

hostia y el cáliz sobre la cruz), diferenciándose tan solo en

la manera de ofrecerse...

EJEMPLOS.—Para una catequesis por el método psicológico

podemos utilizar el de nuestra explicación dialogada.

Santa Margarita de Escocia, que llevaba a sus hijos

consigo a Misa; les inspiraba respeto al templo sobre todo

durante el Santo Sacrificio. Y las gentes decían «Si queréis

saber cómo están los ángeles en el cielo ved en el templo

a la reina y sus hijos.»

—San Wenceslao, rey de Bohemia ningún día dejaba de

oir Misa, siempre de rodillas sobre el duro suelo, y se complacía

en desempeñar en ella el oficio de acólito. Con sus

propias manos cultivaba el trigo y las cepas, hacía las hostias

y elaboraba el vino para el sacrificio. (Véase la vida

del Santo, 28 septiembre.)

—San Isidro labrador asistía diariamente al Santo Sacrificio.

Su amo lo llevó a mal, creyendo que con eso perjudicaba

sus intereses. Un día vio que mientras el Santo

oía Misa los ángeles manejaban el arado....

San Luis, rey de Francia, solía oír varias Misas diariamente.

A los nobles que por eso murmuraban, les replicó:

Nada diríais de mí, si emplease doble tiempo en jugar,

cazar y divertirme. (Rayn. cit. por Lohner.)

—San Agustín atestigua que su santa madre no dejaba

día alguno de asistir a Misa. Su último encargo, estando a

punto de entregar su alma a Dios, no fué que llevaran su

cuerpo al sepulcro de sus mayores sino que no se olvidasen

de ella en el Altar. (Confes. 19, cap. 11.)

—Se cuenta que durante la guerra contra los albigenses.

Simón de Monforte, el vencedor de Muret apretaba el

sitio de Tolosa, cuando el 25 de junio de 1218, se le dijo

que los enemigos estaban emboscados en los fosos del castillo.

Pidió su armadura y, vestido con ella fué a oir Misa-

Ya había comenzado ésta, cuando se le advirtió que las-



— 269 —

máquinas de guerra habían sido acometidas y corrían peligro

de ser destrozadas. «¡Dejadme, contestó, que vea el

Sacramento de nuestra redención!» Al poco rato, un nuevo

mensajero le anunció que sus tropas no podían resistir más.

«No iré, dijo, hasta que no haya visto a mi Salvador.» Y

una vez que el sacerdote hubo alzado la Hostia, Monforte,

de rodillas en tierra y con las manos hacia el cielo, pronunció

estas palabras: Nunc dimittis, y salió. Su presencia en

el campo de batalla hizo retroceder al enemigo hasta los

fosos de la ciudad; pero fué su última victoria; una piedra

le hirió en la cabeza, y llevándose las manos al pecho encomendándose

a Dios y a la bienaventurada Virgen María,

cayó muerto.

Era el sacrificio de su vida, que unía el valiente guerrero

al sacrificio del Cuerpo y de la Sangre de su Dios,

sobre aquel altar del campo de batalla donde cayó su cuerpo.

(Mgr. Baunard. El Colegio Cristiano.)

—El ilustre compositor Gounod, que se educó en un seminario,

no dejó de ser un católico práctico, y cuando en

sus últimos años veraneaba en la posesión de su amigo

H. Chabrier, andaba diariamente dos kilómetros por la mañana

para oir Misa en la iglesia de la aldea vecina.

Una vez que esperaba sentado en un banco a que empezase

el Santo Sacrificio, se apercibió de que no llegaba

el monaguillo, y acercándose al sacerdote le pidió permiso

para sustituir a aquél, y ayudó a Misa con tanto fervor que

edificó a los circunstantes.

—Un día que el príncipe de Conti se hallaba en San Sul-

Picio durante la Misa, preguntó a un seminarista, que estaba

a su lado: ¿Haríais el favor de decirme qué os enseñan

en el Seminario? No respondió éste; e insistiendo otra

vez el príncipe, y luego una tercera, contestó el seminarista:

«Señor, nos enseñan a guardar silencio en la iglesia.»

(Catéchisme en exemples.)



LECCIÓN 52. a

No trabajar los días festivos

Mucho hemos de inculcar a los niños, sin incurrir en

exageraciones farisaicas, el descanso de los domingos y días

de fiesta. De este descanso depende generalmente el cumplimiento

de los deberes religiosos y, como advirtió el Catecismo

Romano, facilita la observancia de los demás preceptos.

Las palabras con que se promulga el Éxodo (XX. 8.)

«Acuérdate de santificar el día de sábado» (de descanso),

dan a entender su transcendencia. Además es uno de los

mandamientos, que más se quebrantan en nuestros días.

Para explicar esta parte negativa del tercer precepto

del Decálogo nos hemos solido valer en nuestras catequesis

del adjunto gráfico. No parezca complicado. La silueta

del barco y de las rocas las dibuja cualquiera.

La navecilla significa al hombre, nuestra alma, que va

navegando camino del puerto, que es el cielo. Tiene que

tener cuidado, para no irse a pique, con esos dos peñascos.

La P significa la pereza, la ociosidad, madre de todos

los vicios. La A avaricia, causa que mueve a muchos a trabajar

con demasiado afán, sin respetar los días festivos.

De ambos vicios hay que huir. In medio virtus. El descanso

supone que se ha trabajado... El trabajo requiere su descanso.

Ambas cosas se contienen en el versículo 9 del capítulo

citado del Éxodo. «Seis días trabajarás; mas el séptimo

es el del Señor. No harás obra alguna en él...» Puede

desarrollarse esta idea en la siguiente forma:

I

Queridos niños: Vimos en la lección anterior lo que

tenéis que hacer los domingos y días de fiesta; hoy vamos



-271-

a

pensar un poco en lo que se prohibe dichos días. ¿Qué

se

prohibe? ¿Será malo trabajar? No, Dios mismo quiere

que trabajemos. Decia a los israelitas «Seis, días trabajarás.»

Jesús trabajó en el taller de Nazaret... ¡Ay del perezoso!

¡Ay del que está siempre ocioso! ¿Veis el barco? Si

choca con el peñasco donde hemos puesto una P, que significa

pereza, se hunde. El perezoso se hundirá en los abismos,

no llegará al cielo, que es el puerto; porque la ociosidad...

es madre de todos los vicios.

Pero, siendo bueno el trabajo, Dios lo prohibió a los

israelitas el día de sábado; y la Iglesia ha prohibido a los

fieles ciertos trabajos el día de descanso, que es para los

cristianos el domingo, y otros días festivos, (o fiestas de

guardar...)

¿Sabéis por qué ha prohibido la Iglesia el trabajo esos

días? 1.° Para que así sea más fácil asistir a Misa y dar

culto público a Dios. 2.° Además para atender al bien espiritual

y salvación del alma. 3.° Y en tercer lugar para atender

a la misma salud corporal y a la vida de familia. (Se

desarrollan y repiten estas tres razones.)

¡Ay de aquel que quebranta el descanso dominical o de

los días festivos! Su alma, como es buque, se estrella contra

el otro peñasco. Hemos puesto una A que significa avaricia,

ansia de ganar y hacer dinero, que es lo que mueve a muchos

a trabajar cuando está prohibido...

* * *

Es un ingrato y un insensato, (o un loco) el que trabaja

tos días festivos. 1

Su alma, como el buque, se estrella contra

voy a contaros una fábula, o una parábola (1). Iba un señor

Por las afueras de una ciudad. Le sale al encuentro un mendigo

y le pide una limosna. «¡Toma! una moneda... de oro!

Toma, otra! y otra... cuatro, cinco, seis...! No me queda

m

ás que una para mí.»

A1

oír que aún le quedaba una, aquel pordiosero ingra-

) Unos laatribuyen a Luis Veuillot, otros a Alban Stolz. Nosotros,

^e se trata de su apólogo, podemos introducir las modificaciones que

convenga.

(1

U e s t o

n o s



— 272 —

to se la quiso arrebatar... ¡La bolsa o la vida! gritaba... Solo

que el caballero, todo lo que tenia de generoso tenía de robusto

y valiente...; y de un manotazo fué rodando el ladrón,

a quien quitó lo que le había dado...

Ahí tenéis en el cuadro dibujadas las monedas... !Oh

si nos acordásemos siempre de este cuento! Porque Dios

nos ha dado para nosotros: lunes, martes, miércoles tres;

jueves, viernes, sábado seis... Se ha reservado para sí el

domingo. ¿No es un villano desagradecido el que quiere

.arrebatarle el domingo? ¿Y quién puede contra Dios? ¿No

puede El, con sólo quererlo, derribarnos en tierra? ¿No

puede enviarnos una enfermedad, en la que tengamos que

gastar todo lo ganado ilícitamente el domingo, y lo de los

demás días de la semana y lo de muchas semanas...? Pero

aunque esto no ocurriera lo peor es perder la gracia, enemistarse

con Dios, ir al infierno.

¿Qué aprovecha al hombre ganar el mundo entero, si

al fin pierde su alma?

La misma idea se indica de otra manera en el gráfico,

con la bolsa rota, de donde caen las monedas...

Está inspirada en el pensamiento del Santo Cura de

Ars. «Conozco dos medios de hacerse pobre: robar los bienes

ajenos y trabajar los domingos.» Esto también es robar.

Es robar a Dios...

El jornal ganado el domingo horada la bolsa donde se



— 273-

ecíia.» Y se pierde el jornal y lo demás que allí se guardaba...

(Si acaso lo conservan los padres, los hijos, que

jian visto tan malos ejemplos, suelen derrocharlo en vicios.)

II

Para que sepáis mejor qué trabajo está prohibido vamos

a dividirlo en tres clases:

1) Hay unas obras que se llaman serviles, porque las

ejecutaban antiguamente esclavos, o siervos, y ahora los

jornaleros, criados y artesanos. Se llaman también corporales

y manuales, porque en ellas predomina el ejercicio

corporal, como los trabajos del campo, artes mecánicas,

trabajos de herreros, carpinteros, sastres, etc.

Estas son las que prohibe la Iglesia, porque son las

que más se oponen a los tres fines que antes dijimos: sosiego

y tranquilidad para el culto público, cuidado del alma,

conservación de la salud y de las fuerzas. Las prohibió la

Iglesia para alivio y bien de los obreros. También se prohiben

ciertos actos judiciales y los mercados, a no estar

estos autorizados por concesión particular, o por costumbre

legítima.

2) Otras obras que se llaman liberales, que antiguamente

eran propias de los hombres libres, como estudiar, leer,

escribir, etc., en las que predomina el ejercicio de la inteligencia.

Estas se permiten los domingos y días festivos.

3) Otras se llaman comunes como pasear, viajar, cazar,

pescar, y están permitidas, con tal que no requieran mucho

trabajo.

Advertid que los trabajos corporales están prohibidos

aunque no se hagan por ganar dinero.

Suele ser pecado mortal si se trabaja bastante más de

dos horas, casi tres. Si menos de dos horas suele ser pecado

venial, a no ser que se dé escándalo con el mal ejempl

°- Si el tiempo es insignificante no se comete pecado

al

guno...

Vamos a comprobar si lo habéis entendido. Os ocu-

18



— 274 —

rrirán algunas dudas que debéis consultar con vuestro párroco,

o confesor.

a) Id escribiendo en el encerado obras serviles o corporales,

que son las que se prohiben los días festivos. (El

niño a quien ocurre alguna se acerca y le escribe. Luego

otro. El ejercicio resulta interesante. Y más si guarda silencio

y no la dice oralmente, hasta después de haberla escrito.

En caso de que no haya facilidad para escribir se hace el

ejercicio oral.)

b) Escribid ahora algunas liberales, que como os he dicho

se permiten...

c) Ahora voy a poner yo, uno tras otro, varios verbos.

(Los escribe en columna: coser, aserrar, tocar el piano,

hacer la comida, dibujar, cavar, jugar al fútbol, andar, en

bicicleta, pintar, escribir a máquina, etc.) Vosotros me diréis

si el domingo se permite coser... (Uno o varios niños

van poniendo sí o nó al lado de cada palabra y dicen el

porqué.

III

Aun las obras de suyo prohibidas se permiten por alguna

causa legítima, como las siguientes:

Piedad para con Dios (adornar el altar, dar al fuelle del

órgano.)

Caridad para con el prójimo (coser para un pobre.)

Necesidad pública o privada (ferrocarriles, pobres, etc.)

Costumbre (afeitar y cortar el pelo.)

Dispensa (concedida por el Ordinario, o el Párroco.)

(Conforme a la edad de los niños cabe proponer casos

y ejercicios graduados, orales, o en el encerado.)

Si un amo obliga a trabajar a su obrero o criado, no

peca éste, si no puede fácilmente encontrar otro amo. Pero

peca el amo que le-obliga a trabajar.

Dice el Señor en el libro del Éxodo, que hemos citado

al principio: «No harás, (en el día del Señor) obra alguna

tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva... (D

(1) «Ni tu bestia» porque lleva consigo el trabajo del hombre.



— 275

Que siempre amadísimos niños, sea para vosotros el

domingo como un día de cielo, por el descanso y por las

alabanzas que tributéis a Dios, uniéndoos a los ángeles

y a los bienaventurados que bendicen al Señor llenos de

júbilo.

EJEMPLOS.—Ina, rey del Wesseux (en Inglaterra) publicó

una ley ordenando que si un amo hiciese trabajar en

domingo a un esclavo, quedase éste libre y le sustituyese

aquél en la esclavitud.

—Durante la revolución francesa se sustituyó al descanso

dominical por el de las décadas, cada diez días. Tuvieron

que volver al descanso semanal, por no poder resistir

tanto tiempo seguido el trabajo.

—Conocido es el rasgo edificante de Felipe II, quien

yendo de Madrid al Escorial, tuvo que detenerse en Galapagar

para que herrasen una muía. Y él mismo fué a pedir

licencia al párroco.

—Es muy bonito, aunque muy trillado, el ejemplo de un

comerciante que a un vecino suyo, zapatero, le prometió

pagar lo que perdiese si observaba el descanso de los días

festivos. Y al echar cuentas vio que, lejos de perder, había

salido ganando. Otros ponen en escena al Arzobispo de

Reims, Cardenal Gousset y a un comerciante (Millot); o

como Power, a quien cita Howe, hablan de un pobre zapatero

de Lyon llamado Berthier. Quizá sean casos distintos.

Brechenmacher, en un estudio que hace de este ejemplo,

indagando su origen, (1) lo ha hallado nada menos que

en la vida de San Juan el Limosnero, Patriarca de Alejandría,

escrita en griego por Leoncio Obispo de Ñapóles y

vertida al latín por Anastasio el Bibliotecario (muerto el

año 886.)

Duobus clericis calceamenta facientibus et juxta se laborantibus,

etc. (Migne. Patrología Latina. Tomo LXXIII,

Página 378.)

(i) K-B. 1918, pág. 430.



— 276 —

El año 1844 vino a Londres el zar Nicolás I. Se propuso

visitar la fundición del célebre ingeniero Nasmyth. Un

domingo mandó a un ayudante a decírselo.

Nasmyth le respondió atentamente que nada podría ver,

porque en la fábrica no se trabajaba los días festivos.

—Poco os podrá costar echarla a andar por unas horas

y así daréis gusto a mi Soberano, le dijo el enviado. Prefiero

dar gusto a Dios, replicó el ingeniero; y además mis

obreros no querrían trabajar, pues observan el descanso

dominical.— ¿Y si os lo mandara vuestra Reina?—A nuestra

Reina no le ocurría mandar semejante cosa.

El Emperador Nicolás tuvo que desistir de visitar uno

de los más renombrados establecimientos industriales de

Inglaterra. (Spirago y Duplessy.)

—Un domingo, en Vitoria, conducía un labriego un

carro cargadísimo, por una de las principales calles, por

donde una gran muchedumbre se encaminaba a la iglesia

de San Miguel a oir Misa. De pronto le gritó un anciano

venerable:

— ¡Para!... ¡para!... ¡Lo has puesto debajo de las ruedas!

El carretero detuvo sus caballos, miró a las ruedas, y...

como nada veía, preguntó desconcertado:

—Pero ¿qué es lo que he puesto debajo de las ruedas?

—El tercer mandamiento de la ley de Dios—contestó

el anciano, y añadió: Mira no caigas tú también debajo;

anda con cuidado...

Poco tiempo después, en una de las salidas que otro día

festivo hizo el carretero aquél, espantáronse los caballos

y cayó del pescante debajo de las ruedas. Horriblemente

destrozado, lleváronle a su casa. Y al sentirse morir, acordóse

de las palabras del anciano, hizo llamar a sus hijos y

los exhortó, a no profanar en su vida el día festivo.



LECCIÓN 53. a

Honrar padre y madre

Hemos explicado los mandamientos de la primera tabla;

comenzamos ahora la segunda tabla por los deberes para

con los padres. Mucho inculcan este tema las prescripciones

conciliares, tomándolo del Concilio Tridentino, que

manda se instruya cuidadosamente a los niños en la obediencia

que deben a Dios y a sus padres.

En esta lección vamos a poner cuatro partes; que muy

bien pudieran servir para cuatro lecciones, como lo hemos

hecho nosotros en nuestras catequesis; una general y las

otras tres correspondientes a las tres obligaciones que indica

el P. Astete, obediencia, socorro y reverencia.

En esta parte general queremos hacer una advertencia.

Bien aquí, o luego al tratar del amor y socorro que los hijos

deben a sus padres, en retorno de los beneficios que

de ellos han recibido, se enumeran éstos; y así se exponen

en algún modo las obligaciones de los padres. Y con ello

basta para este grado.

El gráfico es bien sencillo. ¿Cuál es el cuarto mandamiento

de la Ley de Dios? ¿Quiénes otros son entendidos

Por padres? Veis ahí una P que significa... padres. La M...

maestros. La S... sacerdotes. La A... autoridades. A todos

ellos debéis honrar. (Se repite.) ¿No veis una D arriba?

¿Quién está arriba cuyo nombre empieza por D? La N de

a

t>ajo nos representa a nosotros, significa a los niños. Es

taba Jesús ante Pilato. Y callaba el Divino Salvador. ¿No

m

e respondes a mí? le decía el Presidente; ¿no sabes que



— 278 —

tengo potestad para crucificarte y también para soltarte?

Jesús le replicó: «No tendrías potestad alguna sobre mí, si

no te hubiese sido dada de arriba.» ¿Quién da la potestad

a los jueces y demás autoridades? ¿ Y a los padres? ¿Y a

los maestros? ¿ Y a los sacerdotes?...

Un hijo tiene tres obligaciones para con sus padres.

¿Quién honra a los padres? O. Obedecerlos. S. Socorrerlos.

R. Respetarlos o reverenciarlos...

Tenéis que obedecer a vuestros padres, porque han recibido

autoridad, o potestad de Dios.

Tenéis que socorrer a vuestros padres, porque son instrumento

de la providencia de Dios. De ellos se ha servido

el Señor para colmaros de beneficios.

Tenéis que reverenciar a vuestros padres, porque representan

para vosotros la majestad de Dios. (Preguntas retrospectivas.)

¿Queréis un modelo a quien imitar en el cumplimiento

de estos deberes? ¿El modelo más acabado y perfecto? ¡El

Niño Jesús! Imitadle, y así agradaréis a Dios y llenaréis de

gozo y consuelo a vuestros queridos padres... ¡que bien lo

merecen!

Se hallaba moribunda la madre de Aparisi y Guijarro,

elocuente orador y abogado. Al lado de la madre estaba

su hijo, atendiéndola con todo cariño y solicitud. De pronto



— 279 —

la enferma, haciendo un esfuerzo, se dirige al hijo, a quien

tanto amaba, para decirle estas frases, que ojalá puedan

repetiros a vosotros vuestros padres: ¡gracias, hijo mío,

por lo feliz que me has hecho!...

Con esa bendición de vuestros padres os vendrá la del

Señor, que ha prometido a los buenos hijos, no ya una vida

larga y dichosa en la tierra de Canaán, como a los Israelitas,

sino la vida eterna y felicidad de los cielos.

II

Pero veamos más en particular cómo habéis de cumplir

-esos tres deberes. Comencemos por la obediencia. El Señor

os dice a cada uno: O. B. D. C. (se escriben esas cuatro

letras en el encerado.) ¿Quién lo sabe leer?

¿Qué dice el apóstol San Pablo? De su carta a los Colosenses

son estas palabras que he puesto en el encerado:

Hijos míos; obedeced en todo a vuestros padres, porque ésto

es agradable al Señor (cap. III, v. 20) ¿Quién quiere

xepetir esa máxima? (se hace que los niños la aprendan.)

¡Oh si vosotros pudierais decir como San Luis Gonzaga:

«No me acuerdo de haber desobedecido jamás a mis superiores!»

En esas hojas (Se han puesto las letras en las hojas de

-una rama, como podían haberse puesto en cuatro anillos, o

•en otro adorno cualquiera) hay cuatro iniciales:

La U significa en qué habéis de obedecer.

La S significa por qué habéis de obedecer.

La P y la A, cómo habéis de obedecer.

l. u ¿En qué habéis de obedecer? ¿Qué dice el Apóstol?

En todo; se entiende en todo lo bueno, que es lo que han

de mandaros vuestros padres y superiores; no en lo que

sea contrario a la ley de Dios, o a vuestra vocación.

La U significa universal, en todo. ¿Que es cosa fácil?

A

obedecer. ¿Que os cuesta un poco, o un mucho? A obedecer

también. Jesús obedeció por nosotros hasta la muerte,

y muerte de cruz...

Que cada uno piense: ¿en qué me cuesta a mí ser obe-



— 280 —

diente? Pues, ahora voy a ser obediente, aun en eso que

me cuesta.

2.° ¿Por qué habéis de obedecer? ¿De quién han recibido

vuestros padres la potestad de mandaros? Y precisamente

la han recibido de Dios para educaros, para conduciros

al cielo. Os llevan vuestros padres... ¡Qué bien!

Obedeced, si, por complacer y agradar a vuestros padres;

pero, sobre todo, obedeced por agradar a Dios; porque

Jjl

JíijoS- Ü£ZJZLEC[ mfaSa i WBSw^*

esto es agradable al Señor... Esa obediencia por Dios se

llama sobrenatural y tiene grande mérito. Pedid a Dios que

os conceda esa S, sobrenatural, que bien merece llamarse...

sobresaliente.

No lo dudéis; es muy superior a la de los que obedecen

por miedo al palo, como los...irracionales.

Y es superior también a la de los egoístas, que para obedecer

quieren que les prometan algún premio.

Y muy superior a la de los que obedecen por rutina,

como autómatas o muñecos de teatro guiñol, que se mueven

cuando les tiran de la cuerda.

Es muy superior a todas esas; es sobresaliente, sobrenatural.

3.° Y viene ya el cómo se ha de obedecer.

a) La P significa prontitud y perfección en hacer o ejecutar

lo que os mandan. No hay que ir a paso de tortuga

o de mala gana, y haciéndose repetir las cosas, sino en se-



— 281 —

guida. ¿Os acordáis de Samuel, qué pronto se levantó de

la cama, una y otra vez, cuando oyó que le llamaban?

En cambio se cuenta del príncipe Luis Napoleón, hijode

Napoleón III, que en una expedición contra los zulúes,

cuando se había retirado el grueso del ejército se hallaba

con unos oficiales, que le dijeron que se retirase. ¡Dejadme

diez minutos nada más para tomar café! Se echó encima

una patrulla enemiga. Murió acuchillado. ¡Imposible describir

el dolor de su madre!

Había sido esa tardanza el defecto del príncipe desde

niño: ¡Diez minutos nada más, dejadme diez minutos! decía

cuando le mandaban acostarse. Y por la mañana, cuando

le llamaban, decía también: Diez minutos nada más;

o enseñaba los dedos de ambas manos para que le dejasen

los diez minutos...

b) Por fin la A significa que al obedecer no sólo hay que

hacer con prontitud las cosas, sino con buena cara, con

rostro alegre y amable; nada de terquedad, ni mal humor,

ni cara de... vinagre... Siempre complacientes y como deseando

poder mostrar a vuestros padres con la obediencia

lo mucho que los amáis.

* * *

En cierta ocasión propuso el Divino Salvador esta parábola:

Un hombre tenía dos hijos; y llamando al primero

le dijo; Vete hoy a trabajar a mi viña. Y él le respondió:

No quiero. Pero después, arrepentido, fué.

Llamando al segundo le dijo lo mismo; y aunque él respondió:

voy, no fué (Math. XXI.) ¿Cuál de los dos obedeció?

El primero hizo lo que le mandó su padre; pero ¿cómo

lo hizo? ¿lo hizo con prontitud? etc., ¿con amabilidad?

Obedeced vosotros, por Dios, en todo, con prontitud y

alegría.

Acordaos de Tobías, que después de escuchar con sumo

espeto a su padre, le dijo: «Haré todo lo que me has mandado.»

y por su obediencia mereció que le acompañase el

arcángel San Rafael.

Preguntas retrospectivas: ¿En qué habéis de obedecer



-282-

a vuestros padres? ¿Por qué habéis de obedecer? ¿Cómo?

etc. ¿Cómo pecan los hijos que desobedecen? Puede ser pecado

grave si es en cosa de importancia, como no juntarse

-con malos amigos, no ir a sitios peligrosos, etc.)

III '

Hemos dicho que el segundo deber de los hijos para con

sus padres consiste en socorrerlos. ¿En qué se funda esta

obligación?... En lo mucho que vuestros padres han hecho

y han sufrido por vosotros.

¡Os aman ellos tanto! Debéis vosotros corresponder a

su amor. La Divina Providencia se ha servido de ellos para

daros el ser y conservar vuestra vida. ¡Sed agradecidos!...

¿Veis esa máxima que he escrito en el encerado?

Está tomada del sagrado libro del Eclesiástico (III,

.14-VII 29.)

¿Qué dice? ¿Qué han hecho por vosotros vuestros padres?

...¿Sabéis cuánto habéis costado a vuestros padres?

En el dibujo hemos puesto un corazón. Ya habéis adivinado

lo que significa. Significa que tenéis que amar a

vuestros padres; en vuestro corazón debéis sentir cariño

hacia ellos y desear siempre su felicidad... no desearles mal

alguno.



— 283-

Pero en el corazón hemos puesto una S, dando a entender

que no basta el afecto y el cariño interior, sino que ha

de manifestarse ezteriormente, socorriendo, y ayudando a

vuestros padres en todo lo que necesiten de vosotros ahora,

y más adelante, cuando seáis mayores... Un buen hijo hace

todo cuanto puede para tener a sus padres contentos y satisfechos.

Hacedlo así, queridos niños, que bien lo merecen ellos,

y Dios lo manda. ¡ Qué consuelo tan grande será para vosotros

algún día, haber merecido sus bendiciones y la de

Dios Nuestro Señor!...

Junto a esas columnas veis una E y una T. Indican las

cosas en que habéis de ayudar y socorrer a vuestros padres:

en lo espiritual y en lo temporal.

En cuanto a las necesidades espirituales ¿qué hace un

buen hijo? ¿No reza por sus padres?

Si están afligidos, los consuela... Si están gravemente

enfermos, llama al sacerdote... Si han muerto, ofrece sufragios

por ellos...

Y en cuanto a las necesidades temporales ¿será buen

hijo el que teniendo buen jornal deja en la miseria a sus

padres? ¿el que sin necesidad los lleva al hospital, o al

asilo? ¿el que no los cuida y atiende cuando están enfermos?

¿el que los abandona en sus desgracias?...

¡Oh hijo, exclama San Ambrosio, qué terrible juicio te

atraes no sustentando a tu padre! Le debes cuanto tienes,

Porque le debes la misma existencia (in Luc. XVII, 7.)

Dicen que cuando la cigüeña por sus muchos años pierde

el plumaje, las jóvenes la rodean, la calientan y la traen

el alimento. (Poey.) Si así es, ¡cuánto tienen que aprender

<le las cigüeñas algunos hijos ingratos!...

IV

p

or fin, la tercera obligación, que según el Catecismo

íle

ne un hijo para con sus padres, consiste en reverenciaras,

o sea respetarlos.

R

epresentan la majestad de Dios, y por eso debe el hijo



— 284 —

tenerles estima y reverencia. Aunque descubriera en ellos

algún defecto no por eso cesa el deber de respetarlos. Lo

entenderéis por medio de una comparación: aunque un

crucifijo no sea de buen metal, no ha de tratarse con desprecio.

Siempre representa a Jesucristo crucificado...

Esa externa veneración de los hijos para con sus padres,

ha de mostrarse en las obras y en las palabras. Leed la máxima

que hemos puesto en el encerado. (Eccli, III-9.)

Cn las obras

u en las palabras

en ioda paciencia

honra a tu padre.

^k

¿7

ñbs,

En las obras; mostrad a vuestros padres las atenciones

y cortesía de un joven bien educado.

En las palabras; no sólo en lo que se dice, sino en la

manera de decirlo.

Nada, pues, de burlas, ni desprecios, e injurias. «El hijo

que se burla de su padre, merece que los cuervos le saquen

los ojos», dice el libro de los Proverbios (XXX-17.)

Pecan también los hijos que son descarados para con

sus padres, o hablan mal de ellos, o se avergüenzan de ellos

porque son pobres, o desgraciados...

Añade la máxima puesta en el encerado: «en toda paciencia»

porque ese respeto y veneración no habéis de perderlo,

aunque tengáis que soportar algún defecto, o vuestros

padres os castiguen...

Esos tres dardos o flechas, nos recuerdan la muerte de

Absalón, el hijo ingrato, que se rebeló contra su padre.

Comenzó por hablar mal de él, diciendo que no hacía justicia;

y luego se levantó en armas queriendo quitarle e

trono. Perdió Absalón la batalla; y huyendo quedó colgado,

por su larga cabellera, de la rama de una encina. Joab,



285

el jefe de uno de los tercios de David, le atravesó el corazón

con tres dardos, y le remataron los soldados. Le echaron

luego en una hoya y arrojaron sobre él un montón de

piedras. (II Reg. XVIII.)

Así, maldito y apedreado, pagó las insolencias y rebeldía

contra su padre.

Sed vosotros respetuosos, cariñosos, dóciles a vuestros

padres para que puedan decir como de Tobías que sois la

luz de sus ojos, el consuelo de su vida; y más tarde el báculo

o apoyo de su ancianidad.

Así merecéis, como os he dicho, la bendición de Dios y

de vuestros padres y la exaltación y felicidad de la gloria

eterna de los cielos.

EJEMPLOS.—Tomás Moro, el célebre Canciller de Inglaterra,

que murió como víctima por su fidelidad a la Iglesia

Católica, siendo Canciller y estando ya casado no salía

de casa sin pedir de rodillas la bendición de su padre.

(Stapleton.)

—Santa Eduwigis tuvo un buen hijo. Enrique Pío. Al morir

exclamó la madre levantando los ojos al cielo: ¡Gracias

Dios mío por haberme dado tan buen hijo. Siempre me ha

mostrado gran cariño y jamás me causó disgusto alguno.

(Stieglitz.)

—León Marmel, el modelo de patronos católicos, el «buen

padre» como le llamaban los obreros, escribía a su madre:

«Siento mi corazón rebosar de amor hacia Dios y hacia tí...

sois mis dos santos amores, estrechamente unidos el uno

al otro.»

—Uno de los primeros maestros de San Pedro Canisio

fué el p. van Esch. «Bendice, alma mía al Señor, dice el

Santo, ...que te dio por guía semejante hombre... Jamás

m

e fué tan querido...hombre alguno en la tierra... Os ruego

Se

ñor... os dignéis conceder a muchos niños la gracia que

no me rehusasteis cuando yo era de su edad.» (Baunard.

E l

Colegio Cristiano.)



-286 —

—Entre los milagros de San Antonio de Padua, se cuenta

el siguiente: «Confesándose un mozo con el Santo, seacusó

de que había dado un puntapié a su misma madre.

Afeóle Antonio este delito con tanta eficacia y con tanta

viveza, que el pobre mozo, aconsejándose sólo con el horror

que le causó su atrevimiento, y con el dolor de haberlo cometido,

se retira exhalado a su casa, entra en su cuarto y

córtase el pie. Noticioso el Santo de aquella indiscreta y

pecaminosa penitencia, parte apresurado a buscarle; repréndele

su indiscreción, pide el pie cortado, aplícale a la

pierna y queda de repente unido a ella a vista y con

asombro de todos los concurrentes. (Croiset, trad. por el

P. Isla.)

—El 21 de enero de 1923, era condenado a muerte un

joven llamado Félix Gounand, que había asesinado a su

tío porque no le daba dinero para sus vicios, y luego había

intentado arrojar al Sena el cadáver encerrado en un baúl.

Pocos días antes de subir al cadalso escribió una carta conmovedora

a su madre pidiéndola perdón por no haber escuchado

sus buenos consejos y haberse dejado en cambio

llevar a la perdición por los malos compañeros. Se cumplió

una vez más lo que dice un adagio: «quien no obedece a

sus padres, tiene que obedecer al verdugo.» (Conquista

Cattolica, cit. por La Scuola dei Fatti.)

—Un padre temiendo un temblor de tierra que amenazaba

a la comarca donde vivía, mandó sus dos hijos a un

amigo que vivía lejos, esperando a que pasase el peligro.

Pocas semanas después, le escribió su amigo un volante

diciéndole: «Querido amigo; llévate a tus dos hijos; prefiero

que me envíes el terremoto.» (Duplessy.)

—No honrar a la ancianidad es lo mismo que destruir

por la mañana la casa que hay que habitar por la noche.

(Alfonso Karr. cit. por Vidal: Religión y Medicina.)



LECCIÓN 54. a

Amos

y criados

Difícil, e importantísima es la explicación referente a

los derechos y obligaciones de amos y criados, patronos y

obreros, principales y dependientes. Imposible nos sería

abarcar las múltiples cuestiones que la moral y la sociología

estudian en esta materia; pero daremos una clave, que

oriente a los niños.

Comenzaremos por recordar y aplicar aquí la comparación

de San Pablo (Ad Rom. XII. 1. a

ad Cor. XII.) Vosotros

veis que en el cuerpo humano hay muchos miembros. Decidme

los nombres de algunos.—Brazos, ojos, pies,, etc.

Esos miembros son distintos ¿no es así?...

Cada uno desempeña su función...

¿Para qué sirven los ojos? y los pulmones? y las manos?

etc. Y advertid que el oficio de cada uno es propio de él y

no de otros... Los oídos no sirven para ver, sino para oir...

Cada uno desempeña su papel, ocupa su puesto, etc.

¿Qué resultaría si todos los miembros fueran iguales?

Un ciempiés. Y si ocuparan unos el puesto de los otros

v

- gr.: ¿Si pusiéramos los ojos dentro de la boca en vez de

la lengua? etc. ¡Qué desatino! Pues lo mismo ocurriría en

!a sociedad, que no es como un montón de granos de arena,

si

no a modo de un organismo, o cuerpo, que tiene superiores

e inferiores, amos y criados, patronos y obreros. Unos

lúe dirigen y otros que ejecutan, unos que trabajan inte-



288 —

lectualmente y otros corporalmente. Cada uno debe ocupar

su puesto y desempeñar su cargo.

Siguiendo la comparación advertid que en el cuerpo u

organismo viviente los miembros están unidos y no luchan

entre sí, sino se ayudan unos a otros. ¿Qué sería del cuerpo

si le arrancaran los brazos y las piernas, etc.? Sería un ser

descuartizado... inútil enteramente.

En la sociedad no ha de haber divisiones, ni lucha de

clases; todos deben unirse, amarse, ayudarse... La justicia

y la caridad nos enseñan cómo ha de verificarse dicha

unión.

II

¿Veis esa balanza? Representa la justicia, es el atributo

de la justicia. No está inclinada a un lado ni a otro; los

dos platillos se hallan a igual altura. Junto a uno de los

platillos hemos puesto una P, que significa patronos,

amos, etc.; junto al otro una T, que significa trabajadores,

(obreros), criados, etc.

Nadie ha de inclinar la balanza en favor suyo, todos

deben respetar los derechos de los demás. Cada cual ha

de pensar no sólo en sus propios derechos, sino en sus

obligaciones. Así no se perdería el equilibrio; así habría

bienestar.



- 289-

Esa P y esa T significan también otra cosa: Pago (dice

el amo) para Que trabajes.

Trabajo (dice el criado) para que me pagues. Y ahí

tenéis la primera obligación de unos y otros. Los patronos

y amos deben pagar puntualmente el salario justo. Los

obreros y criados trabajar, prestar los servicios convenidos,

sin perder el tiempo con perjuicio de sus amos.

Mas no terminan con eso las obligaciones. ¿Veis esas

tres letras p b f? Significan que mutuamente se han de

respetar amos y criados en sus personas, bienes y fama.

En cuanto a la persona, el amo no ha de maltratar a

sus criados ni exigirles demasiado, ha de darles tiempo

para descansar y para que oigan Misa los días festivos y

se instruyan en la Doctrina Cristiana. Si corre a su cuenta

el mantenerlos ha de proporcionarles suficiente alimento.

Debe cuidarse de apartar de ellos los peligros espirituales

y corporales. Procurar que ofrezcan seguridad los

andamios, máquinas, etc.

Los obreros, por su parte, no han de causar daño alguno

a sus amos, ni a las personas de su familia.

En cuanto a los bienes, los criados deben ser fieles, no

hurtando, ni dando a otros las cosas de sus amos, no destrozando

los enseres, muebles e instrumentos de trabajo,

no dejando perderse las cosas confiadas a su custodia. A

esta obligación corresponde por parte de los amos la de

no defraudar el salario, ni perjudicar en sus intereses a

los obreros o criados.

Por fin la fama, honor, secretos de amos y criados deben

ser objeto de respeto mutuo. Así peca el criado que,

sin motivo que lo justifique, habla mal de sus señores, el

We contesta con insolencia, se burla de ellos, descubre

secretos de familia, etc. Y viceversa, pecan los amos que

difaman a sus criados, los insultan, etc.

19



290-

III

Encima de la balanza veis un corazón, como dando a

entender que sobre la justicia está la caridad, que llega

mucho más allá que los estrictos deberes de justicia. Esas

dos A A significan: amor con amor se paga, amor con

amor se gana, o te amo para que me ames, que mutuamente

deben decir y practicar patronos y obreros. La caridad

lleva consigo la generosidad en el salario, la afabilidad

en el trato, el apoyo mutuo y socorro en las necesidades,

el consuelo en las tribulaciones...

Ahí tenéis el modelo de un amo: el Centurión. ¡Con

qué afán pide a Jesús que ponga bueno a su criado!

Ahí tenéis el modelo de un criado: Eliezer. No sólo es

fiel en cumplir el mandato de Abraham y entregar a Rebeca,

y a su madre y hermanos los ricos presentes que le

había dado su amo, sino que toma con todo interés el

asunto, lo encomienda al Señor y ni siquiera quiere sentarse

a comer antes de haber obtenido, por esposa de

Isaac, a Rebeca. (Gen. XXIV.)

Poned ahora, en vez de ese corazón, el Corazón Sacratísimo

de Jesús. ¿Cómo estarán muy unidos amos y criados,

patronos y obreros? ¿Cómo se respetarán y amarán

unos a otros? Id acercando esas A A, al Corazón; y a

medida que se acerquen a Jesús, estarán más próximas

entre sí. ¿Veis cuánto sirve la religión (unirse, o ligarse

con Jesús) para resolver las cuestiones sociales?

Pidamos a Jesús que nos inflame en el fuego de su

amor; que entonces nos amaremos los unos a los otros,

según El lo recomendó a sus discípulos.

EJEMPLOS.—La princesa Luisa, hija de Luis XV, dijo

con orgullo a una dama de la Corte: ¿No sabéis que soy

hija de vuestro Rey?—¿No sabéis, replicó la dama, Que

soy hija de vuestro Dios?

—Hay en el Evangelio, de parte del Divino Maestro



- 291 -

señaladas preferencias por los pobres sirvientes, las cuales

han llamado la atención de los Padres de la Iglesia.

Curó Jesús al hijo del jefe de la Sinagoga; pero no fué a

su casa. En cambio se ofreció a ir a casa del Centurión.

(Mons. Baunard.)

—De San Francisco de Sales, asegura Mgr. Camus,

Obispo de Belley, que jamás contestaba a sus criados, ni

les hablaba con imperio. Nunca se quejaba de ellos y les

mostraba siempre su amor. «Creed, dice el Santo, que así

como un poco de viento hace andar una embarcación,

más que el mayor empuje de los remos, así también es

menester confesar que una palabra de amistad, una demostración

de cariño alcanza más de un criado que muchos

preceptos y amonestaciones ásperas, aunque vayan

acompañadas de amenazas y rigores.» (Espíritu de San

Francisco de Sales.)

—Constancio Cloro, que gobernaba en las Galias, España

y la Bretaña, queriendo probar la fidelidad de los

oficiales de palacio, les intimó la orden de que renunciasen

a la religión de Jesucristo, o al cargo que desempeñaban.

A los que renegaron de su fe les quitó el empleo, diciendo

que no puede ser fiel al emperador quien no lo es

para con Dios. (Lecciones de Historia Eclesiástica.)

—En tiempos del emperador Adriano, una joven cristiana

de Antioquía llamada Serapia ofreció sus servicios a

una dama romana, que se llamaba Sabina y era pagana. El

porte modesto y tranquilo de la joven agradó a la dama, y

aun sabiendo que era cristiana la admitió en su casa. Serapia

llegó a ganarse la confianza de su señora, a la cual

nunca adulaba. Si le mandaba algo contrario a las leyes

cristianas, con gran valor y humildad rehusaba obedecer,

alegando que la ley del Señor se lo prohibía. Pero en lo

demás obedecía puntualmente y con gran prontitud y alegría,

sirviendo a su señora con suma fidelidad. Su vida piadosa

y pura la causó tal impresión que acabó también ella

P°r abrazar el cristianismo. Serapia recibió la corona del

Martirio. Un año después, habiendo ido Sabina a rezar ante



— 292 —

el sepulcro de su amiga, fué detenida y tras breve interrogatorio

murió decapitada el 21 de agosto del año 120.

—Patrona de las sirvientas es Santa Zita. A la edad de

12 años entró al servicio de Fatinelli, noble habitante de

Luca (Italia). Durante casi cincuenta años permaneció en

la misma casa. Su máxima era: «la mano en el trabajo y el

corazón en Dios.» Sus prácticas de piedad no la impidieron

ser diligente y puntual, en el servicio de sus amos,

contenta con cumplir en todo la voluntad de Dios. Humilde

y afable, consolaba y socorría a los pobres, distribuyéndoles

el salario que ganaba. Animosa y valiente contra los

libertinos, sufrió los desprecios y calumnias con heroica

resignación. (D' Hauterive.)

—San Pascual Bailón entró a servir en casa de un labrador,

que le destinó a guardar su ganado, en calidad de

ayudante del mayoral.

Queriendo su amo (que era un hombre muy rico) adoptarle

por hijo y hacerle heredero de todos sus bienes, Pascual

le dio muchas gracias de la buena voluntad y amor

que le mostraba; pero le rogó le dejase en su estado, pobre

a la verdad y humilde, pero más conforme a Jesucristo,

su supremo Señor, el cual no había venido al mundo para

ser servido sino para servir (Leyenda de Oro, 17 de mayo.)

Cierta señora decía a su joven criada, recién venida del

pueblo y que se mostraba algún tanto olvidadiza.

¡Hija mía, es lamentable! Cuando vaya Vd. a la farmacia

pida un kilo de memoria.

Algunos días después, volviendo de la plaza: «Señora,

el boticario me ha dicho que ya no le queda memoria; pero

que aún tiene cien kilos de paciencia, y me ha recomendado

no deje de decíroslo.» (Duplessy.)



LECCIÓN

55. a

No matarás

Puede, a modo de introducción, recordarse que Dios

Nuestro Señor con los preceptos que se refieren al prójimo

procura nuestro bien. Con el 5.° precepto protege nuestra

vida; con el 6.° y 9.° la pureza; con el 7.° y décimo los bienes

de fortuna; con el 8,° la fama.

En esta lección vamos a explicar el quinto mandamiento;

y como hay dos clases de vida: corporal y espiritual,

trataremos, según suelen hacerlo los catecismos, del

homicidio y del escándalo.

No matarás. Aunque ese precepto está expresado en

forma negativa, tiene dos partes: una negativa; otra positiva.

La negativa se indica en la parte inferior del gráfico,

la positiva en la superior.

¿Qué prohibe el quinto mandamiento? Hacer mal en

hecho, en dicho y aun por deseo. El Catecismo del P. Astete

dice «a nadie»; ni a los demás, ni a uno mismo.

Y así tenemos el plan para la lección:

Comenzando por Zas obras; como no somos dueños de

nuestra vida, que hemos recibido de Dios, no es lícito quitársela

uno a sí mismo (suicidio), ni al prójimo (homicidio),

ni atentar contra ella (duelo), o ponerla en peligro,

si

n causa que lo justifique. Tal causa sería el salvar a otro

e n

un naufragio, en un incendio, atender a un enfermo

contagioso, etc.

Se prohibe matar (salvo los casos de sentencia justa,

guerra, y legítima defensa) se prohibe también herir, gol-



— 294-

pear, maltratar y perjudicar a la salud. Y aquí puede hablarse

de las funestas consecuencias del exagerado deporte, del

tabaco y del vino. Nadie abuse de su salud: tanto va el

cántaro a la fuente, que al fin se quiebra, dice el refrán

Por palabra. Se prohiben las riñas, altercados, insultos,

etc. El Divino Salvador dice que merece castigo el que insultare

a su prójimo (Mat. V, 22.)

Por deseo peca el que a sí o a otro, desea la muerte u

otro mal. Generalmente los catecismos suelen abstenerse

de indicar los casos en que es lícito desearse la muerte,

con sumisión a la voluntad divina (puesto que Dios es el

dueño de nuestra vida) por deseo del cielo, por librarse de

los males de esta vida y sobre todo del pecado, etc.

En el gráfico vemos un camino que va a parar al infierno,

representando a Satanás la serpiente. En el punto

de partida hay un letrero con dos iniciales e. o. ¿De dónde

suelen nacer las riñas y homicidios sino de la envidia y

odio que reina en el corazón? Recuérdense los casos de

Caín, los hermanos de José, los escribas y fariseos. El

que se airare, contra su hermano, merece también castigo.

(Mat. V, 22.)

La botella, junto al letrero, indica otra de las causas a

que han de atribuirse con frecuencia las pendencias y los

crímenes, el sacar las navajas y causar la muerte, significada

por las tibias. Y ¡cuántas veces a la muerte temporal



-295 —

sigue la muerte eterna! Desde luego en el caso üe los suicidas,

a los que la Iglesia niega la sepultura sagrada.

Dios es nuestro Padre. No quiere que riñan los hermanos.

¿Qué has hecho de tu hermano? dirá al homicida,

como a Caín. Quien a hierro mata a hierro muere. «Se

derramará la sangre del que derramare sangre humana.»

(Gen. IX, 6.) Acab. El pueblo judío, que pidió la muerte

de J. C.

# * *

Pero vengamos ya a la parte positiva del precepto. Consiste

en amar a nuestros prójimos, entendiendo por tales

no sólo a nuestros parientes, amigos y conocidos, sino a

todos los hombres, aunque nos sean desconocidos y hasta

enemigos. (Parábola del Samaritano.)

En la parte superior del gráfico hallamos los motivos de

ese amor. Además de ser hijos de un mismo Padre, somos

redimidos todos por Jesucristo en la cruz y destinados al

cielo, significado por la estrella luminosa.

También nos da a entender que, per crucem ad lucem,

sufriendo se va al cielo y muy especialmente sufriendo con

paciencia las molestias y adversidades que nos causan nuestros

prójimos; perdonando, como el Divino Redentor, a

nuestros enemigos. (San Juan Gualberto.)

II

Si en la primera parte pudiera parecer el gráfico algo

complicado aquí lo reducimos a tres frases de la Sagrada

Escritura, que indican el triple objeto y fruto práctico de

esta segunda parte de la lección. 1.° No escandalizar.'2.°

Huir de los escandalosos. 3." Reparar el escándalo.

* * *

Las palabras que veis arriba, en el encerado, se refieren

a l

Primer homicida y asesino que ha existido. ¿Sabéis

quién es? Satanás. Así le llama Jesucristo: homicida.

(Joan, VIII-44.) ¿A quién mató?

El fué la causa de que nuestros primeros padres y todo



-296-

el género humano quedaran sujetos a la muerte. Pero antes

mató... el alma de Adán y de Eva, haciéndoles pecar y q Ue

perdieran la vida de la gracia.

De modo que ¿a quién se parece el que hace pecar a

otro? ¿Por qué se le llama homicida? ¿Qué vale más, el

alma o el cuerpo? No temáis a los que matan el cuerpo y

no pueden matar el alma; temed más bien a quien puede

arrojar alma y cuerpo en el infierno.

Homicida desde el principio

Apartaos, salid de ahí

A Brille vuestra luz K

¿Cómo se llama ese pecado del que quita a otro la vida

del alma? Escándalo. ¡Oh qué horrible y abominable pecado!

¡Ay de aquél por quien viniere el escándalo! decía

el divino Salvador. Más le valiera que, atándole una

rueda de molino a la garganta, le arrojasen a lo profundo

del mar...

El Catecismo indica los modos cómo se induce a otro

a ofender a Dios: con los dichos y malos ejemplos, hablando

cosas contra la religión y las buenas costumbres, dando

malos consejos, prestando libros inmorales o impíos, enseñando

postales o estampas obscena^, vistiendo de una

manera poco decente, llevando a otro a espectáculos deshonestos,

etc.

Si no habéis de ser vosotros como el demonio tentador,

que haga caer las almas en el infierno, tampoco habéis de

ser tan inocentes (iba a decir bobos) que os dejéis engañar

por el diablo seductor. Apartaos de los malos amigos, huid

de los peligros; si os halláis en alguna ocasión de perder

la gracia os digo lo que el profeta Isaías (LII-H) a los



•297 —

israelitas para que dejasen las abominaciones de Babilonia:

apartaos, salid de ahí.

Por último, si hubierais sido causa de que alguno hubiese

ofendido a Dios tratad de resarcir el daño y compensarlo:

Respecto al prójimo, procurando aconsejarle bien, orando

por él, dándole buen ejemplo.

Respecto a Dios procurando ganarle almas, ya que habéis

sido causa de que alguna se apartase de El... Eso indica

la R, que quiere decir reparación, o compensación de

los daños y ofensas.

Pero aunque jamás hayáis sido causa de escándalo, el

amor de Dios y el agradecimiento a sus beneficios (A) ha de

moveros a trabajar por su gloria.

Uno de los medios principales es dar buen ejemplo, según

decía el Divino Maestro: «Brille vuestra luz ante los

hombres, de manera que vean vuestras buenas obras y

glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.»

(Mat. V, 16.)

EJEMPLOS Y MÁXIMAS.—Cuando en 1815, después de

haber abdicado Napoleón, fué embarcado en el Northumberland

y conducido a la isla de Santa Elena, los periódicos

ingleses dijeron que aquel genio de la guerra, que tantas

veces había desafiado a la muerte en los campos de batalla,

se mataría antes que dejarse llevar al destierro, como

un prisionero o un bandido. .

Refiere el doctor Warden, médico del Northumberland,

Que durante la travesía algunas personas dieron noticia a

Napoleón de lo que acerca de él decían los periódicos ingleses,

y que el respondió:

Creo que el suicidio es el más abominable de los crímenes;

no encuentro en mi razón argumento que pueda justificarlo.

Es un delito hijo de la cobardía. ¿Cómo puede un

hombre llamarse valiente si no sabe soportar los reveses

d e

la fortuna? El verdadero heroísmo sonsiste en afrontar



— 298 —

los golpes de la suerte adversa; cualquiera que sea su importancia

hay que desafiarlos y combatirlos.

—Una vez que un oficial desaíió a Turena, el valiente

guerrero le contestó: No puedo batirme contra mi conciencia

y las leyes. Mostremos nuestro valor frente al enemigo.

Y le propuso una heroica hazaña que el otro no se atrevió

a realizar. (Duplessy.)

—Demetrio, el Cínico, insultaba a Vespasiano. Llegó el

insulto a oídos del Emperador y éste por toda respuesta

mandó le dijesen: «Tú te empeñas en que decrete tu muerte;

mas sábete que no me entretengo en matar todos los

perros que me ladran.» No por desprecio del enemigo, sino

por amor de Dios y del prójimo ha de perdonar el cristiano.

—Hallábase en Madrid, de regreso de su visita ad limina

el joven Arzobispo de Montevideo Mons. Aragone, una de

las egregias figuras del episcopado sud-americano.

Una viejecita acudió a la residencia del Prelado rogándole

fuera mensajero de una carta y un recuerdo para su

hijo que estaba en el Uruguay.

Al oir su nombre nublóse el semblante del Arzobispo.

Pronto se repuso, y contestó que, en efecto, conocía a su

hijo, y podía afirmarla que gozaba de buena salud.

Inquirió Mons. Aragone detalles de la vida de la ancianita,

y al enterarse de que vivía en la indigencia, depositó

en sus manos un billete de Banco.

Dos años antes el ilustre Arzobispo había sido objeto

de un criminal atentado, cuando dirigía la palabra a sus

diocesanos en su Catedral de Montevideo.

El agresor era un libertario español. ¡Y su madre, ignorante

de todo, la humilde mujer a quien tan paternalmente

socorriera el benemérito Prelado!

—Jorge Almak, esclavo negro, después de haber sufrido

los golpes que le daba su amo, porque no quería renegar

de la fe cristiana, contestó al tirano que le preguntaba:

¿Qué hace ahora tu Jesús?—Me da fuerzas para soportar

los golpes.

Aquella fiera redobló los azotes y le dijo: ¿Qué puede



-299-

hacer ahora por tí Jesús?—Me hace pensar en el premio

eterno. Mandó que lo flagelasen hasta vérsele los huesos,

y

de nuevo le preguntó con feroz alegría: ¿Qué puede hacer

ahora por tí Jesús? El mártir, agonizando, recogiendo

sus últimas fuerzas replicó:—Me da ánimo para rezar por

tí y perdonarte. Y dichas estas palabras expiró. (Juventud

Misionera.)

—Muy conocida es la siguiente leyenda árabe: En la

figura más horrible se apareció el demonio a un hombre,

y le dijo: Vas a morir; pero te indultaré si haces una de

estas tres cosas: matar a tu padre, pegar a tu hermana, o

beber vino.

¿Qué haré? pensó aquel hombre. Dar muerte a quien me

ha dado la vida? Imposible. ¿Maltratar a mi hermana? No,

tampoco. Beberé vino.

Y bebió y se embriagó; y una vez borracho pegó a su

hermana y mató a su padre.

—Francisco Copee escribía semanalmente un artículo

en un periódico poco edificante. Le valía cada artículo 500

francos. A medida que su conversión se iba realizando, su

pluma era cada vez más cristiana. Sabiendo que esto daba

ocasión a que algunos católicos comprasen el referido periódico

se negó a continuar colaborando, aun cuando perdía

cinco mil duros al año. (Duplessy. Histoires.)

—Estando jugando varios muchachos, se les acercó un

hombre que para halagarlos se puso a contar cuentos; y

pronto comenzó a burlarse, de la Iglesia y del Clero. Llegóse

al grupo Domingo Savio, y al oírle exclamó sin reparo

alguno: Vamonos; dejemos solo a ese hombre, quiere

Perder nuestras almas. Y le dejaron, y jamás le volvieron

a v

er. (Vida de Domingo Savio.)



LECCIÓN 56. a

Mandamientos 6.° y 9.°—La pureza

Esta catequesis será la misma que pusimos en nuestra

Explicación dialogada del Catecismo, relacionándola con

el gráfico.

En el dibujo aparece la azucena, emblema de la pureza.

Con ella se representa a San Luis.

La pregunta ¿por qué quiere Dios que respetemos nuestro

cuerpo, etc.?, halla su contestación en las palabras del

Apóstol a los Corintios, que hemos puesto en el gráfico.

Q¿2&&£^r» • • ^e^üs^s^

• • —S2&ÍÍ&

IÍBIÍÍÉÍÍÉ f

's^ JO i

¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu Santo

mora en vosotros? (1. a ad Cor. 111-16.)

El corazón con la paloma representa esa idea. Pero añade

el Apóstol: Si alguno profanare el templo de Dios perderle

ha Dios a él. Porque el templo de Dios, que sois vosotros,

santo es (v. 17.)

La profanación la indica el corazón con la serpiente o



— 301 —

víbora infernal. Los castigos de Dios se explican en la tercera

parte; y en el gráfico se representan con el diluvio de

agua (D) sobre la tierra, y el de fuego (1) y azufre sobre

Sodoma (S). Intercálese, pues, en dicha tercera parte de

la Catequesis lo referente al Diluvio Universal. Y hágase

notar que los deshonestos, como se dice en el Apocalipsis

(XXI-8), irán a parar al lago que arde con fuego y azufre.

Los medios de conservar la pureza se pueden clasificar

en lo que se ha de hacer y lo que se ha de evitar. Así

se hallan en el catecismo único de Alemania (preg. 150 y

151.) Y si bien se observa, ambas cosas se incluyen en nuestra

catequesis.

Advierte muy bien el P. Mónnichs, S. J., (2) que sería

prematuro querer hacer entender a niños de once años en

qué consiste la castidad. Se expresa por medio de comparaciones,

como la azucena, la perla, la blanca nieve, etc.

A los mayores se les puede hacer ver la diferencia entre

lujuria directa, la cual, habiendo plena advertencia y consentimiento,

es siempre pecado, mortal; y la indirecta, que

será grave, leve, o no será pecado, según los casos.

También se les puede hablar de las funestas consecuencias

del vicio impuro.

COMPARACIONES Y EJEMPLOS.—«Si nuestras manos

han sido fuertes es que eran puras», decía Godofredo de

Bouillon una noche, cuando le felicitaban sus compañeros

de armas por una insigne victoria. (Gibier.)

—Un pensamiento impuro no es como un caramelo que

se chupa, sino como una avispa que se sacude para que no

nos clave el aguijón.

—Quién anda con lobos a aullar se enseña. El que anda

c

on pez se mancha las manos. La mariposa, atraída por la

Uama se abrasa en ella.

{') En el encerado el diluvio se dibuja con tiza azul, la lluvia de fuego con

acamado.

(2) Hit

hbuch zum Einheitskatechismus, p&g. 108.



-302-

—Ulises, según cuenta Homero, (Odisea canto XII) al

pasar frente a la isla donde se hallaban las sirenas, prevenido

por Circe, no se dejó arrastrar por su engañoso canto.

Para librarse del peligro y no acercarse a los escollos

tapó con cera los oidos de los marineros y se hizo atar él

mismo al mástil de la embarcación.

¡Triste de aquél que escucha la voz de un falso amigo.

(Campoamor. El jilguero y el reclamo.)

—San Edmundo, que fué más tarde Arzobispo de Cantorbery,

evitaba cuidadosamente la compañía de jóvenes

livianos. Estando una vez con unos compañeros, cuyas conversaciones

tomaban un rumbo peligroso huyó de ellos;

y he aquí que se encontró de repente con un joven de hermosura

encantadora, en cuya frente con letras resplandecientes

aparecía el nombre de Jesús. Di jóle la visión celeste:

«Porque te apartas de aquéllos, vengo yo a visitarte...>

(Doss. La Perla de las Virtudes.)

—A San Casimiro, hijo del rey de Polonia, devotísimo

de María Santísima, en cuyo obsequio compuso (al menos

se lo atribuyen varios escritores) el himno Omni die «Cantad

y anunciad todos los días las alabanzas de la Reina del

Cielo», le quiso inducir un joven a una acción impura. El

santo príncipe replicó: «Malo morí, quam foedari, antes

morir, que perder la pureza.» (Ioid.)

—«Un alma pura es como piedra preciosa... ¡Nada hay

más hermoso que un alma pura! Si el hombre lo comprendiese

así, no perdería jamás su pureza... El alma pura es

una bellísima rosa y las tres Personas Divinas bajan del

cielo y respiran su perfume.» (Santo Cura de Ars.)

—«He conocido en mi vida a muchos jóvenes, y os declaro

que jamás encontré ternura de corazón en un joven

corrompido; solo he encontrado almas amantes en los que

ignoraban el mal o luchaban contra él.» (Lacordaire.)



-303 —

CATEQUESIS SOBRE LA PUREZA

Mis queridos niños: Hay en Roma, en la iglesia de San

Ignacio, un altar magnífico de una riqueza extraordinaria.

Es el altar de San Luis Gonzaga.

En el retablo está de relieve el triunfo del Santo en el

cielo. ¡Qué gloria más grande! Santa María Magdalena de

creía hubiese tanta gloria en el cielo como la que tiene

Pazzis vio esa gloria de San Luis, y dijo admirada: ¡No

Luis! (Se repite la descripción preguntando: ¿Qué iglesia

hemos dicho que hay en...? etc.)

Debajo del altar hay una urna de lazulita, que es un

mineral de mucho precio. En esa urna está encerrado el

cuerpo del Santo. ¡Si vierais con qué fervor y entusiasmo

van a rezar ante ese sepulcro los cristianos de Roma, el día

de la fiestade San Luis! ¡Si vierais qué precioso y adornado

está ese día el altar! Unos niños como vosotros, vestidos

de paje, reciben medallas, crucifijos, rosarios, los ponen

sobre la urna del Santo y los devuelven enseguida a sus

dueños... Verdaderamente debe ser muy grande la gloria

de San Luis en el cielo, cuando tanto le honramos en la

tierra, después de más de trescientos años, que hace que

murió.

Y esa gloria tan grande es porque conservó sin mancha

la virtud de la pureza. De esta virtud tengo que hablaros

hoy, para explicar el 6.° Mandamiento de la Ley de Dios

y el 9.° (Preguntas de recapitulación: ¿De qué mandamientos

vamos a tratar hoy? ¿Cuál es el 6.° mandamiento?

¿En qué virtud se distinguió San Luis Gonzaga? etc.)

I '

Cuando rezamos alguna oración a San Luis le llamamos

angélico joven. ¿Por qué le llamamos angélico? ¿En qué

se

Parecía San Luis a los ángeles?—En varias cosas; pero

Principalmente en su pureza e inocencia. Los ángeles no tien

e n

cuerpo; San Luis era tan santo no sólo en el alma sino

también en su cuerpo, que fué muy semejante a los ánge-



— 304 —

les. Por eso le vio Santa María Magdalena de Pazzis entre

los ángeles en el cielo.

Hemos dicho también, que su cuerpo está encerrado en

una urna. ¿De qué color es la urna?—Azul.—¿Veis? Azul

como los cielos, azul como el manto de la Virgen Inmaculada.

En las imágenes, el Santo suele tener una azucena en

la mano. (Véase el gráfico.) Blanca como la azucena, hermosa

y agradable como esa flor, que despide grato aroma,

fué la pureza del santo joven. Y como a Dios agradan tanto

los corazones puros, le agradó mucho la pureza de San

Luis.

(Recapitulación: ¿Qué dice Jesucristo de los limpios de

corazón? ¿Por qué tiene tanta gloria San Luis? etc.)

Ahora me ocurre preguntar: ¿Por qué quiere Dios que

respetemos nuestro cuerpo? ¿Por qué quiere Dios que seamos

santos, no sólo en el alma, sino también en el cuerpo?

Os lo voy a explicar yo. Dice el apóstol San Pablo: ¿No sabéis

que sois templo de Dios y habita en vosotros el Espíritu

Santo? (El corazón con la paloma.) De modo que somos

templo donde está Dios y ya sabéis que la casa de Dios

merece respeto. Además, nuestro cuerpo ha de resucitar un

día para ir glorioso, si somos buenos, al cielo. Por fin, ya

habéis visto cómo el cáliz, el copón donde se guardan las

hostias consagradas están dorados, limpios, brillantes. Y

decidme: ¿No recibís también vosotros en vuestro cuerpo,

el Cuerpo sacratísimo de Jesús? ¿No le encerráis en vuestro

pecho? Mirad si ha de ser puro vuestro cuerpo, vuestro corazón

y vuestra lengua. (Preguntas retrospectivas.)

II

Mas, por desgracia, hay algunos que no tienen ese respeto

a sí mismos, ni a otros. Hacen cosas contra la pureza

y la modestia. Esos pecan y desagradan a Dios. ¡Qué hermosa

es la azucena! Pero si empezáis a sobarla se deshoja

y se corrompe. ¡Qué blanca y pura es la nieve, cuando

baja del cielo! Pero si se pisa y se mezcla con la tierra



— 30S —

se hace barro. Así el que realiza algún acto contra la pureza

pierde la hermosura de su alma (El corazón con la

víbora) y profana su mismo cuerpo, templo de Dios. No

cometáis, hijos míos, ese pecado, y si alguna vez lo

hubierais cometido, confesaos enseguida. No temáis decir

vuestros pecados al confesor; que el os los perdonará

todos en nombre del Señor. Y si tuviereis alguna duda,

decídsela también al confesor.

Todos vosotros sabéis el yo pecador. Cuando lo rezáis

decís: «pequé... con el pensamiento, palabra y obra.»

Contra la pureza se puede pecar no sólo con las obras,

según hemos dicho y con tocamientos y miradas, cuando

no son por el cuidado de la salud o por aseo, sino también

con las palabras y con el pensamiento.

Pecan con la palabra los que tienen conversaciones de

cosas contrarias al pudor, o cantan cantares vergonzosos.

Ofenden también a Dios los que escuchan con agrado esas

conversaciones, o cuentos inmorales.

Pecan con el pensamiento los que, dándose cuenta, se

entretienen con la idea o recuerdo de alguna cosa impura,

o se complacen en ella, y más aún los que desean realizarla.

(Aquí, apenas caben las preguntas retrospectivas; lo

más prudente es que sólo hable el catequista.)

Pero tened entendido que si uno, sin querer, oye palabras

feas, o ve alguna estampa que no es decente, no peca.

Otra cosa sería si dándose cuenta, se detuviera a mirar o

a escuchar.

Y lo mismo digo de los pensamientos. Si nos vienen pensamientos

impuros sin quererlos nosotros y sin detenernos,

Por culpa nuestra, en ellos, no pecamos. ¿Qué haríais si os

cayera en la ropa una brasa encendida? Sacudirla enseguida

para no quemaros. Pues eso debemos hacer con los

malos pensamientos; distraernos, ponernos a pensar en

°tra cosa. ¿Qué hacen los pájaros cuando oyen un tiro? Se

echan a volar y se van a otra parte. Así nosotros al ser

tentados debemos volar a lo alto, acordarnos de Dios.

¿Sabéis por qué están prohibidos los malos pensamien-

20



— 306 —

tos, las malas palabras, miradas, etc.? Porque nos pueden

llevar a placeres impuros y malas acciones; lo vais a ver

muy claro con un ejemplo. ¿Quién se acuerda del pecado

de nuestros primeros padres? ¿Sabéis cómo Eva cayó en

el pecado? Empezó por acercarse al árbol de la fruta prohibida.

Se puso a pensar en por qué habría prohibido Dios

comer de aquel árbol, habló con el demonio, miró al fruto,

lo cogió, lo comió, y por fin no lo comió ella sola, sino que

también dio de comer a su marido.

Una cosa parecida ocurre con el pecado de impureza;

se empieza por pensar, hablar, mirar, hasta que se cometen

grandes pecados y se hace pecar a otros. ¡Qué horrible

sería esto! ¿Os acordáis de lo que dijimos el otro día sobre

el escándalo? (Sí fuera preciso se repite algo de la última

lección.)

III

En la Historia Sagrada se cuenta que Dios Nuestro

Señor envió el Diluvio por los pecados de impureza que

habían cometido los hombres; y más tarde (véase el gráfico)

envió una lluvia de azufre y fuego sobre las ciudades

de Sodoma y Gomorra, que las redujo a cenizas. Sabéis que

se salvó Lot, que era bueno. ¿Qué tuvo que hacer para librarse

de las llamas?

Pues bien, el medio principal para evitar que se os abrase

el corazón con el pecado de impureza, es huir de las

ocasiones, apartarse del peligro.

Mucho cuidado con las lecturas que leéis, con los sitios

a donde vais, con los amigos que tenéis. No os pongáis en

el peligro; porque dice la Sagrada Escritura que quien ama

el peligro perecerá en él. (Puede contarse, y gusta a los niños,

el cuento, o hecho que cita Malinjoud. Un inglés había

domesticado un león hasta tal punto que metía la cabeza

en las fauces de la fiera. Un día que éste tenia hambre, le

devoró.)

A Domingo Savio, alumno de San Juan Bosco, le invitaron

a un juego sus amigos.—Voy a pedir permiso a roi



-307-

madre, repuso • el virtuoso joven.—Tu madre si lo supiera

no te dejaría.—Pues por eso mismo no juego. No quiero yo

lo que no quiera mi madre. (Preguntas retrospectivas repitiendo

la historia: ¿Qué respondió Domingo Savio a los

que le invitaban a jugar? ¿Qué habéis de hacer para no

caer en el pecado de impureza? ¿A quién habéis de contar

todas las cosas para evitar los peligros? A vuestra madre.)

Pero, además de vuestra madre en la tierra, tenéis otra

Madre en el cielo. Es la Virgen purísima a quien agradan

muchísimo los niños que son puros. Acudid a ella; orad

para no caer en la tentación. Luego os diré una cosa que

habéis de hacer para que ella guarde vuestra inocencia.

Otra cosa que os valdrá mucho para conservar vuestra

pureza, es comulgar muy a menudo. ¿Sabéis cómo se llama

la Sagrada Eucaristía? Pan de los ángeles. Se dice Pan de

los ángeles, no sólo porque hay que recibir la Comunión en

gracia de Dios, sino, también porque hace puros, como ángeles,

a los que comulgan. Recibimos al mismo a quien los

ángeles, contemplan y adoran.

(Preguntas retrospectivas: ¿Qué medios os he recomendado

para que conservéis la castidad, la pureza? Mortificación

de San Luis. Ni siquiera fijó sus ojos en el rostro de la

emperatriz doña María de Austria. Fervor en la, oración y

en sus comuniones. Su devoción a la Virgen, la cual le dice

Que entre en la Compañía de Jesús.)

Ahora terminaremos con una historia y con lo que acabo

de ofreceros referente a la Virgen Santísima.

Había un niño de siete años. Era San Nicolás de Tolentino.

Se le apareció Jesucristo y le dijo: ¿Sabes por qué te

Quiero tanto y dejo que me veas? Porque eres puro: te pareces

a mí en la inocencia. Consérvate casto y puro y seréis

siempre amigos.

¡Qué dicha más grande! ¿Queréis ser siempre amigos

d

el dulcísimo Jesús? Conservaos puros y castos.

¿Queréis ser puros y castos en pensamientos, palabras

y obras?



— 308-

Prometedme que vais a hacer lo que os diga. A la cabecera

de vuestra cama poned esta estampa que os voy a dar,

Todas las mañanas al levantaros, lo primerito de todo mirad

a la Virgen y decidla:

Por vuestra Inmaculada Concepción Virgen María, haced

puro mi cuerpo y santa el alma mía. Y rezáis el Ave María.

Luego volvéis a repetir: Por vuestra, etc. y rezáis otra vez

el Ave María. Y hacéis lo mismo por tercera vez.

Igualmente por la noche, al acostaros, miráis a la Virgen

y rezáis como por la mañana.

Y ahora lo rezaremos todos juntos. (Con las señales

acostumbradas se levantan y rezan.)



LECCIÓN 57. a

Mandamientos 7.° y 10.° —No hurtar.

No codiciar los bienes ajenos

En esta catequesis, dada la edad de los niños a quienes

ha de acomodarse, no pretendemos hacer un resumen

sistemático de los tratados de la justicia y el derecho y

de los contratos. Nos concretaremos a ciertas nociones

fundamentales, inculcando al niño, como lo hacen algunos

catecismos, que use bien de sus bienes y respete los

ajenos.

Y puesto que hablamos de bienes propios y ajenos

comenzaremos indicando que existe el derecho de propiedad.

Queridos niños: ¿Os acordáis de que en el cuarto mandamiento,

tratando de amos y criados, patronos y obreros,

comparábamos la sociedad con el cuerpo humano? En un

cuerpo humano hay varios miembros; son distintos. Cada

uno ocupa su puesto y desempeña su función. Los miembros

se hallan unidos entre sí y se ayudan unos a otros...

Eso que decíamos de los diversos cargos y autoridad,

podemos aplicarlo a los bienes de fortuna... Unos tienen

más, otros menos; unos son ricos, otros pobres. Dios lo ha

querido así, en bien de todos... ¿Qué diríais de un cuerpo

e

n que todo fueran ojos, o lengua, o manos...? ¿Qué ocurrir

í a

en la sociedad si todos quisieran mandar y ninguno

obedecer?

•Pues un ciempiés resultaría el día en que no existiese

el derecho de tener cosas propias y disponer de ellas,



— 310 —

el día en que, suprimida la propiedad particular, todos fuéramos

iguales como quieren ciertos socialistas y comunistas.

¿Qué estímulo habría para trabajar? ¿Cómo se haría

el reparto de oficios y salarios? ¿Cómo íbamos a ser todos

iguales, si no tenemos igual talento, ni habilidad, ni fuerzas,

ni virtudes, derrochando unos en vicios lo que otros

ahorran para atender a sus propias necesidades y a las de

su familia?

Pero dejémonos de estos discursos... bástenos saber que

tiene que haber bienes propios y ajenos. De lo contrario

no hubiera mandado Dios en el 7.° precepto y en el 10.° respetar

los bienes ajenos y emplear bien los propios.

Estos mandamientos voy a explicaros ahora.

¿Cuál es el 7.° mandamiento? Peca contra este mandamiento

el que quita, o retiene las cosas ajenas contra la

voluntad razonable de su dueño. Pues si el dueño consiente,

o está obligado a consentir, no hay pecado.

Peca también el que, sin quitar ni tener lo ajeno, perjudica

culpablemente al prójimo en sus bienes.

Cuando no quita, ni retiene, ni perjudica, sino que desea

quitar, guardarse lo ajeno, causar daño, peca contra el 10.°

mandamiento.

* * #

Ahí, en el gráfico, esas letras indican varias maneras de

apoderarse de lo ajeno.

Unas veces se hace ocultamente, a escondidas, o a hurtadillas.

Ese pecado se llama hurto (H.)

Otras con amenazas y violencia, como los salteadores

que despojaron al hombre aquel que iba a Jerusalén, y recibe

el nombre de rapiña (R.)

¿Veis una balanza y una F? Suele ser frecuente engañar

en los tratos, usar monedas o pesas falsas, dar géneros

averiados, echar agua en la leche, o al vino. Esto se llama

fraude.

Por fin ¿veis esa especie de taquilla con una u? Sig-



-311-

nifica usura. Los usureros prestan, cobrando mucho más

de lo que han prestado, llevando un interés mayor de lo

que está permitido. Habréis oido hablar de los tiburones

que van siguiendo a los buques... ¿Sabéis para qué? Para

devorar a los navegantes, si alguno tiene la desgracia de

caerse al mar, o si ocurre algún naufragio. A los tiburones

se parecen los usureros... Se aprovechan de la ruina y desgracia

de los demás para devorarles sus bienes...

* * *

La R puede significar otra cosa. Está prohibido retener

las cosas halladas, cuando puede encontrarse el dueño.

Está prohibido quedarse con (retener) las cosas que nos

han prestado; no pagar (retener) los jornales, lo que se

debe, etc.

Por último la R indica además que si se ha quitado algo

hay obligación de restituir, devolverlo a su dueño; y si se

ha perjudicado culpablemente hay que reparar daños y perjuicios.

Dice San Agustín: «No se perdona el pecado, si no se

restituye lo robado.» Si uno no pudiera restituir ha de tener

propósito de hacerlo. Las dudas y dificultades que en

cada caso ocurran deben consultarse con un docto confesor.

(Preguntas retrospectivas.)



— 312 —

II

¿Qué clase de pecado es robar, mortal o venial? De suyo

es mortal; pero será venial cuando la materia sea leve,

cuando lo que se quita es de poco valor. Que una cantidad

sea grave o leve depende, en gran parte, de la persona a

quien se quita. Hurtar una o dos pesetas a un pobre

muy necesitado será materia grave; no lo sería, en cambio,

quitárselas a una persona de buena posición.

Ladronzuelo do agújela....^»

i

Advertid, sin embargo, que llegando a cierta cantidad

es grave la materia en todo caso, por muy rica que sea la

persona a quien se quita.

No os diré yo si esa cantidad grave la constituyen 40,

50 o más pesetas; lo que os ruego es que tengáis tal respeto

a las cosas de otro, que no le quitéis siquiera un maravedí.

* * *

En el encerado he puesto un refrán que solía explicar el

B. Claret. Ladronzuelo de agujeta... sube después a barjuleta...

y de allí a la horca. Todos sabéis que agujeta, diminutivo

de aguja, es una aguja pequeña. Barjuleta es

una bolsa que llevaban los caminantes a modo de mochila,

a la espalda, con ropas y otros objetos. Ahora ya entendéis

el refrán: quien de niño comienza por hurtar cosas

pequeñas, adquirirá una mala costumbre, llegará a robar



— 313-

cosas de valor; y no parará ahí, sino que llegará acaso a

matar por robar, y pagará su crimen en la horca.

¿Veis esa bolsa con un 30? Recuerda la triste historia.

¿ e

l traidor Judas, el cual, desesperado, se ahorcó después

de arrojar al templo las treinta monedas por las que vendió

a Cristo. Había comenzado hurtando de los escasos

fondos que el Divino Maestro le encargó administrase.

* * *

Hurtar cosas pequeñas puede ser pecado mortal cuando

se va quitando poco a poco, con intención de llegar a una

suma de importancia. Y aun, sin esa intención, se peca mortalmente

cuando los hurtos se cometen con frecuencia y se

llega a dicha cantidad importante. Eso significa el jeroglífico

que veis ahí: muchas velitas... hacen un cirio 'pascual...

III

A modo de conclusión, después de haberos hablado de

respetar lo ajeno, os diré que empleéis bien, si Dios os los

da, los bienes de fortuna.

Esa máxima que veis en el gráfico os enseña una cosa

muy importante. No os hagáis amigos DEL dinero, no apeguéis

al dinero vuestro corazón. Jesucristo, en el Sermón

de la Montaña, comenzó diciendo. «Bienaventurados los pobres

de espíritu.» Tales son los pobres resignados y conformes

con su pobreza; y los ricos desprendidos, que no

tienen puesto en las riquezas su corazón.

* * *

Al deciros que no seáis amigos del dinero, no habéis de

entender que el dinero es para derrocharlo tontamente, o

Malgastarlo en vicios. El ahorro es una virtud. Hay que atender

a las necesidades propias y de las personas que están

a

nuestro cargo. José en los años de abundancia guardó el

tri

go para que no faltase en los años de escasez.

* * #

Mas confiad en la Providencia. Haceos amigos CON el

dinero. Emplead algo de lo que Dios os ha dado, en soco-



-314-

rrer a los pobres, en obras de caridad. Así a la hora de

vuestra muerte, como os dice Jesús mismo, tendréis amigos

que os reciban en las mansiones de la gloria. (Parábola del

mayordomo infiel. Tabita.)

MÁXIMAS Y EJEMPLOS.—Cuatro son los pilares en

que descansa el edificio social: religión, familia, autoridad

y propiedad; suprimamos cualquiera de ellos y el edificio

se derrumba. (Manjón.)

—Intentan justificar sus absurdas teorías los comunistas

con el ejemplo de los primeros cristianos, que movidos

por los apóstoles pusieron en común sus bienes.

No es lo mismo, replicó un hombre de sano juicio. El

Apóstol decía: lo mío es tuyo. Vosotros decís lo tuyo es mió.

Hay alguna diferencia... ¡Una gran diferencia! (Duplessy.)

—Refiere San Gregorio que San Sérvulo, paralítico y

pobre, se vio precisado a pedir limosna a la puerta de la

iglesia de San Clemente de Roma. Recibía agradecido lo

que le daban, llevando con gran resignación su mal y alabando

a Dios que le había puesto en tal estado.

—En noviembre de 1923, en Valladolid, una pobre mujer

se encontró entre la basura, en la calle, un sobre con

cuatro mil pesetas. Las entregó enseguida en el Colegio de

Religiosas del Servicio Doméstico junto a cuyo edificio las

halló. Eran, en efecto, de una señora viuda, que allí se había

hospedado y que iba a embarcar para Montevideo. Se

telegrafió a su dueña, la cual no las había echado de menos.

Es de advertir que la pobre, Joaquina Otero, a quien

socorrían las Conferencias de San Vicente de Paul, ni siquiera

tenía cama, y dormía sobre unas pajas con una

manta que las visitadoras la habían llevado.

—Un caso semejante ocurrió el año de 1929 en Madrid,

donde el conductor de un taxímetro, Bartolomé Perdices,

halló una cartera con 100.000 pesetas que había dejado

olvidada el Dr. D. Francisco Zorrilla. Tan pronto como la

encontró fué a dar cuenta del hallazgo a la Alcaldía. Había

conducido otros viajeros y hubiera podido eludir responsabilidades,

pero su honradez le hizo seguir el dictamen



— 315-

de su conciencia. Bartolomé era padre de nueve hijos todos

ellos de pocos años.

—Acaece que entra el ratón flaco y hambriento en la

despensa por un agujero muy estrecho, el cual comiendo y

hartándose, como engorda y crece, cuando viene el gato

ya no cabe por el agujero pequeño que entró, y así es tomado

y muerto. Así entran los ricos, flacos, pequeños y

pobres, en la despensa y botillería de este mundo, donde

crecen y ensanchan y hácense gruesos con riquezas, posesiones

y heredades, los cuales no pudiendo ser libres por

el agujero estrecho de la muerte, son muertos por el demonio

y sepultados en el infierno. (Fr. Diego de Estella.

Tratado de la Vanidad. 2. a

parte, cap. XLV.)

—Una dama española, D. a María Manuela Pignatelli de

Aragón y Gonzaga, duquesa de Villahermosa, tan noble por

sus virtudes como por su elevado rango, tenía grandes posesiones

y riquezas. Pero considerando que los bienes recibidos

de Dios no han de emplearse en el vicio y los placeres,

que el Señor condena, daba a los pobres las tres cuartas

partes de la renta que el Duque, su marido, le había

asignado; y cuando murió éste las tres cuartas partes de

la renta total, que a ella la pertenecía. Cuidaba de sus

criados con exquisito amor, los remuneraba con largueza,

lo sasistía en sus enfermedades y rezaba con ellos el Santo

Rosario.

Tratando de hacer reformas en su palacio de Madrid

se enteró de lo elevado del presupuesto, y prefirió emplearlo

en obras de riego y en restaurar la iglesia de Pedrola

( Aragón) lugar de su señorío, con gran provecho

del pueblo. El Papa Pío VI, hallándose en gran estrechez,

recibió abundantes limosnas que le envió la Duquesa. Y

esa noble señora, cuando los franceses saquearon su palacio

y se llevaron a Nancy prisionero a uno de sus hijos,

después de la heroica defensa de Zaragoza, donde víctima

d e

la peste murió su hermano menor, acataba resignada

la

voluntad del Señor (V. Retratos de Antaño, del Padre

c

olomaJ



- 316-

—San Benito José Labre que por amor a Jesucristo y

para imitarle en su pobreza se hizo peregrino y mendigo,

edificando con el ejemplo heroico de su vida austera a los

moradores de la Capital del Orbe Católico, se distinguió

desde niño por su caridad para con el prójimo y su respeto

a la propiedad ajena.

Encargado por su tío de recoger las frutas del jardín

jamás cogía para sí fruta alguna. Una vez le pidió una niña

unas fresas.—No son mías», respondió el Santo.— «No se

enterará tu tío», le dijo ella. ¿Cómo te atreves a darme

ese consejo? repuso Benito José. "Vete a confesar. Impresionada

la niña, tuvo siempre presente este rasgo, que

atestiguó en el proceso de su beatificación.

—Robaron a San Medardo un toro que llevaba una

campanilla al cuello. El ladrón lo llevó al establo y cerró

la puerta con llave. La campanilla sonaba siempre. La

quitó y la tiró al suelo y continuaba sonando. La escondió

entre el heno y no dejaba de sonar. La metió en una caja

y cada vez sonaba más fuerte. Lleno de espanto, llevó el

toro al lugar donde lo había robado y desde entonces la

campanilla se calló.

Figuraos una campanilla sujeta a cada uno de los objetos

hurtados, la. cual nos advierte que devolvamos dichos

objetos, y no se calla hasta que los hayamos devuelto. Si

nuestros oídos no la oyen, debe oiría nuestra conciencia.

(Duplessy.)

—Quien tiene una cosa prestada, poca afición suele

ponerle, porque sabe que tarde o temprano ha de restituirla

a quien se la prestó. Los bienes de la tierra son prestados

¡cuan ciego es el que pone en ellos su corazón, teniendo

que dejarlos dentro de poco! (S. Ligorio.)



LECCIÓN 48. a

Mandamiento 8.° —La mentira

El octavo precepto del Decálogo manda decir la verdad

y respetar la fama del prójimo.

En esta lección nos ocuparemos de la mentira. Es materia

que suelen entender los niños, si bien algunas dificultades

ofrece la mentira oficiosa. Para la obra educadora

y para evitar no pocos males hemos de trabajar con celo

por la sinceridad en las palabras y la fidelidad en las promesas.

A modo de gráfico podemos valemos del siguiente tríptico,

que en sus tres partes enseña lo que es la mentira,

El que dice algo Mentira su, LE mentira,

coléaloque siente v^ ypadre de noliene

aunque acierte. J la mentira.

cómo la detesta el Señor, y sus consecuencias entre los

hombres.

En el cuadro del medio puede dibujarse una serpiente;

e n

el de la izquierda un frasco, o bote con etiqueta falsa;

y e n el de la derecha una bola.



-318-

Mis queridos niños: Jesucristo, en la plática que tuvo

con los apóstoles en la última cena, les dijo: yo soy el camino,

la verdad y la vida (Joan XIV); y hallándose ante

Pilatos, decía al Presidente: Vine al mundo para dar testimonio

de la verdad (Joan XVIII-37.)

Con recordar estas palabras y pensan frecuentemente

en ellas, os bastaría para no mentir nunca y decir siempre

la verdad. El octavo mandamiento prohibe mentir.

¿Qué es mentir? Todos los sabéis. En el encerado he

puesto: El que dice algo—contra lo que siente—aunqu

acierte... miente. De modo que no consiste la verdad, o la

mentira en acertar o no acertar, sino en que no diga uno,

no exprese por fuera algo contrario de lo que dentro de sí

piensa, opina, siente...

—¿Veis ese frasco? Suponed que lleva por defuera una

etiqueta y contiene otra cosa muy distinta. Podemos compararlo

con el mentiroso, que al exterior manifiesta una cosa

muy diferente de lo que guarda en su interior.

Claro es que el frasco no se pone él la etiqueta y en cambio

el mentiroso se la pone él mismo.

Como el niño puede manifestar sus pensamientos de

muchos modos, las etiquetas suelen ponerse de varias maneras

hablando, escribiendo, haciendo gestos o señas; aparentando,

como los fariseos hipócritas, que es uno virtuoso

y piadoso, teniendo el corazón pervertido; o dando señales

de que es un buen amigo, siendo como Judas un traidor.

(Preguntas retrospectivas: ¿En qué consiste la mentira?

Maneras de mentir. Ejemplos tomados de la Historia Sagrada:

Caín, los hermanos de José, los fariseos, Judas, etc.)

Hemos dicho que la mentira no consiste en no acertar.

Así, si uno cree una cosa, v. gr., que el domingo hay catcquesis;

y dice que no la hay... y acierta, porque el párroco

se pone enfermo, miente. (Pónganse casos.)



-319-

Hay tres clases de mentira, según que uno miente por

una de estas tres cosas:

U> Por hacer daño, o a lo menos previendo que se va a

causar perjuicio a»otros; y se llama perniciosa.

2.» Por hacerse bien a sí o a otros, o por evitar un

mal; y se llama oficiosa.

3.» Por divertirse, sin provecho ni perjuicio; y se llama

jocosa.

Vamos a escribir esos tres nombres en el encerado y

me vais a decir lo que significan: por perjudicar, por aprovechar

o hacer un bien; por jugar o divertirse.

Las tres son de suyo pecado venial... por faltar a la

verdad. Pero la perniciosa es pecado mortal si se causa grave

perjuicio; como cuando la mujer de Putifar calumnió

a José, y por ello le metieron en la cárcel.

La jocosa muchas veces no es pecado, ni veniaí, porque

no se quiere engañar, sino sólo pasar el rato, como

ocurre con los cuentos andaluces, o instruir, como ocurre

con las fábulas.

La mentira oficiosa es pecado venial... Pero al fin es

pecado; así que debéis evitarlo a toda costa. Suele ocurrir

que algunos niños mienten para disculparse. No mintáis,

mejor es sufrir el castigo; os perdonarán quizá vuestros

padres y profesores. Porque si por la falta cometida merecéis

castigo; por confesar la verdad en contra vuestra,

merecéis un premio... (Washington, véase al final.) Y si

sufrís conformes el castigo agradaréis mucho a Dios.

No digáis jamás mentira alguna; pero eso no significa

Que vayamos manifestando a todo el mundo lo que sentim

°s o sabemos. Hay cosas que no es conveniente decir a

ot

ros; hay cosas de las que hay que guardar secreto. Así

el

confesor..., el abogado..., el médico...

Vosotros mismos no podéis manifestar a cualquiera las

cosas que ocurren en vuestra casa. Y si algún indiscreto,

SUl

J Us to motivo os lo pregunta le podéis responder que



— 320-

lo pregunte a vuestros padres, o que nada sabéis. Y es

verdad; nada sabéis para contarlo a otro. (A los niños mayores

se les puede insinuar que no es mentira decir no

tengo... para dar; no está en casa... para recibir.) El descubrir

un secreto puede llegar a ser un pecado gravísimo.

II

Como hemos dicho que la mentira (salvo la perniciosa)

es pecado venial, y algunos mienten fácilmente, voy a explicaros

cómo detesta la mentira el Señor. Jesús llamó al

demonio mentiroso y padre de la mentira. (Joan. VIII-44.)

De suerte que quien miente se parece al... ¿Veis esa serpiente?

Contadme cómo engañó a nuestros primeros padres

y qué perjuicio les causó ellos y a nosotros...

Además en el libro sagrado de los Proverbios (XII-22)

se dice que los sabios mentirosos son abominables ante Dio

a) Y es que Dios nos ha dado el habla para decir la

verdad, b) Y si no fuera pecado mentir, y mintiera la generalidad

de los hombres, nadie se fiaría de los otros, no podríamos

vivir en sociedad, c) Por si esto fuera poco suele

ocurrir que el que miente, dice luego otras mentiras, y si

se acostumbra a mentir, fácil es que cometa más pecados.

Porque Dios aborrece la mentira la suele castigar,

(Salm. V-6) y en Historia Sagrada tenemos de ello varios

ejemplos. (Cuéntese el de Anamías y Safira, Act. V.)

(Preguntas retrospectivas: ¿Cómo aborrece Dios la mentira?

Tres razones: a) b) c). Castigos.)

III

La mentira la aborrecen también nuestros prójimos. Y

al mentiroso le ocurren dos cosas. 1.° Que pierde la estima

en que le tenían los demás. «Es un oprobio vergonzoso

para el hombre mentir» se dice en el libro Eclesiástico

(XX-26) 2.° Que ya no le creen ni se fían de él, aunque



— 321 —

diga la verdad. (El zagal y las ovejas.) (Se repiten las razones.)

Pero dirá alguno: La mentira es como esa bola... una

bola rueda velozmente, no la alcanzan; al mentiroso no le

pillan y así ni pierde la fama, ni la confianza. Pero la bola

llega un momento en que se queda parada y la pueden

coger. «La mentira no tiene pies» dice un refrán castellano,

dando a entender que no puede escaparse y que, como decís

vosotros: Antes se coge al mentiroso que al cojo. (Recapitulación.)

Vamos a pedir a la Virgen Santísima nos alcance de

su Hijo, Jesús, que para agradar a Dios y no disgustar a

nuestros prójimos digamos siempre la verdad. Acordaos

de que a Dios no se le engaña, pues ve hasta lo más escondido

de nuestros corazones; y de que al mentiroso,

con gran vergüenza y descrédito suyo, fácilmente le pillan

los demás.

EJEMPLOS Y MÁXIMAS.-—A Santo Tomás de Aquino

le dijeron que volaba un buey. El se puso a mirar con gran

asombro y burla de los circunstantes. Replicó el Santo:

Más fácil me parece que pueda volar un buey, que no el

que pueda mentir un cristiano. (Lohner.)

A Jorge Washington, que llegó más tarde a desempeñar

el cargo de Presidente de los Estados Unidos le regalaron

a la edad de seis años una hermosa hachita, con la

cual cortaba cuanto se le ponía delante.

Un día descortezó un magnífico cerezo. A la mañana

siguiente su padre, al notar el estropicio, bramaba enfurecido.

A la sazón entró en la huerta el pequeño Washington,

armado con su hacha, y el padre, al punto, sospechó que su

hijo era el culpable. «¿Sabes por ventura, le preguntó, quién

ha cortado el cerezo? El niño titubeó un instante; luego

respondió: «Papá me es imposible negar la verdad; fui yo

quien, jugando, cortó ese árbol con el hacha.»

La confesión franca y sincera del niño aplacó la ira del

viejo Washington. «Querido hijo, le dijo, la sinceridad con

21



— 322 —

que me manifiestas tu culpa me recompensa con creces

de la pérdida del cerezo.» (Simón.)

—En el año 1809 cuando Austria se levantó contra el

poderío de Napoleón, se distinguieron por su bravura los

habitantes del Tirol. Vencidos, hubieron de firmar una

paz poco favorable. Pedro Mayr continuó luchando y fué

hecho prisionero por los franceses. Condenado a muerte,

obtuvo el indulto gracias a la intercesión de una noble

dama. Le exigían sólo que firmara un escrito, diciendo que

no sabía se hubiese concertado la paz. Pero rehusó firmarlo:

«No quiero salvar mi vida a trueque de una mentira.»

Y fué fusilado en Bozen el 20 de enero de 1810. En

aquel sitio han erigido un monumento a este mártir de la

verdad. (Pichler.)

—Durante los días del terror, el Cura Párroco de Clermón

fué detenido y llevado a Autun por el populacho. El

alcalde de esta ciudad quiso salvarle, y para ello le rogó

le permitiera decir al pueblo que había prestado el juramento.

No lo consiento, replicó el sacerdote. Os desmentiré

delante de todos. No es lícito decir una mentira para

salvar mi vida. (Poey.)

—El Emperador Segismundo dio un bofetón a un cortesano

que tuvo la osadía de adularlo: ¿Por qué me muerdes,

adulador? le dijo. (StoWer.) La adulación es como un

fuelle, que apaga la luz de la razón y enciende el fuego

de las pasiones.

—Los antiguos sacerdotes egipcios colgaban del cuello

del príncipe un zafiro, símbolo de la verdad, con el fin de

que amase siempre la verdad y detestase la mentira.

(Schmid.)

—El profeta Elíseo habiendo curado milagrosamente

de lepra a Naamán, rehusó aceptar presente alguno. Pero

Giezi, el criado del profeta, impelido por la avaricia, fué

en pos de Naamán y le dijo que su amo le enviaba a pedirle

un talento de plata y unos vestidos para dos forasteros que

acababan de llegar. En castigo de esa mentira quedó cubierto

de lepra. (IV Reg. cap. V.)



LECCIÓN 59. a

Respeta la fama del prójimo

Mis queridos niños: ¿Os gusta a vosotros que vuestros

padres, maestros, amigos y conocidos os tengan por buenos?

¿Os gusta que os tengan en buen concepto y hablen bien

de vosotros?...

La buena fama consiste en eso: en que a uno le tengan

en buen concepto, le crean bueno y virtuoso, le estimen y

formen buena opinión de él.

En el 8.° Mandamiento Dios protege nuestra fama; nos

manda respetar la fama del prójimo.

Os lo voy a explicar brevemente.

Uinkndai _ . .

(%uia¿ — m

lEnssnio—- ••. •-—— J-T

Wen fatirto- (H-t-idadf des la a<reeu

Ahí en el encerado, lo primero que leéis, son unas patomadas

de la Sagrada Escritura, del libro de los

r

°verbios. Vale más el buen nombre (la buena fama) que

muchas riquezas... (Prov. XXII-1.)

I a b r a s

ías



— 324-

¿Qué vale más la plata o el oro?... Pues más que el oro

y que las riquezas, por muchas que sean, vale la buena fama.

Uno a quien todos desprecian sufre mucho, no puede

estar satisfecho.

Ahora bien, dijimos al explicar el 7.° Mandamiento que

hay que respetar la propiedad ajena; que es pecado robar,

quitar a otro sus bienes; ¿no habrá que respetar su fama,

la cual vale mucho más que las riquezas?, ¿no será pecado

quitar a uno la buena fama?

De dos modos se quita a uno la buena fama: hablando,

diciendo mal; y pensando mal.

«No habléis mal unos de los otros» dice el Apóstol Santiago

(IV-11.)

En el encerado he puesto las dos maneras que hay de

hablar mal del prójimo.

a) Unas veces diciendo mentira (levantando falso testimonio)

y se llama calumnia.

Por la Historia Sagrada sabéis varios casos en que se

cometió este pecado. ¿Qué dijo de José la mujer de Putifar?

¿Y era verdad que el casto joven la había querido hacer

pecar? ¿De qué acusaron a Nabot los testigos falsos? ¿Había

blasfemado Nabot? ¿Qué decían de Jesús los escribas

y fariseos?...

Eso es calumniar: atribuir a uno vicios y defectos que

no tiene; o exagerar alguna falta que tenga.

En este pecado, como veis, además de quitar la fama

al prójimo se falta a la verdad. Puede ser pecado leve cuando

lo que se atribuye falsamente a otro tiene poca importancia;

pero puede llegar a ser un pecado gravísimo, como

en los ejemplos que antes hemos citado. La Sagrada Escritura

llama hijos del Diablo a los testigos falsos que acusaron

a Nabot. (Preguntas retrospectivas.)

b) Más extraña parece la segunda clase de pecados

contra la fama del prójimo, diciendo la verdad. Pues qué

¿no se puede decir la verdad? Quien dice la verdad ni V eca



— 325 —

ni miente, dice un refrán. Pero no es cierto ese refrán, si se

toma en mal sentido. Diciendo la verdad peca el que manifiesta,

sin causa suficiente para ello, defectos o faltas

ocultas del prójimo. Aunque uno haya cometido alguna falta,

si no es pública, conserva la buena fama, aún le tienen

por bueno. De modo que quien, sin causa que lo justifique,

le quita la fama peca, grave o levemente según sea la difamación

o pérdida de la fama.

Depende de lo que se dice, de quién, a quién y aun de

la persona que lo dice. (Pueden ponerse casos. No es pecado

decir un defecto de una persona desconocida, si no han de

caer en quién es.)

Este pecado se llama murmuración, o detracción. Advertid

que cuando la falta es pública y ya sabida, no se comete

.este pecado. Notad además una diferencia entre la

detracción, o murmuración, y la calumnia. Como en la calumnia

es falso lo que se atribuye al prójimo, siempre es

mala, nunca puede permitirse; en cambio, en la detracción,

como lo que se dice es verdad, puede en ciertos casos descubrirse

o manifestarse lo que es verdadero, aunque oculto.

Y en dichos casos deja de ser pecado; ya no hay detracción.

¿Cuáles son esos casos? Os indicaré uno, o dos:

v. gr. cuando se dicen los defectos al padre o superior,

para que los corrija; cuando se manifiestan a otros, para

librarlos de un grave peligro, etc. (José contó a su padre

el pecado que habían cometido sus hermanos.)

c) No habría murmuradores si no hubiese quien escuchase

con gusto la murmuración. Así que, si peca el que

habla mal del prójimo, peca también quien escucha, si

muestra contento, incita al otro a que murmure dando

muestras de interés, haciéndole preguntas, etc. No peca en

cambio el que desaprueba la murmuración, muestra disgusto,

lleva la conversación a otra parte, reprende al murmurador,

disculpa al ofendido, según los casos.

La Sagrada Escritura dice: Cerca tus oídos con espinas

y no des oídos a la mala lengua (Eccli XXVIII-28.)

¿Veis esa espada? Representa la mala lengua. Con ella



-326-

daña al prójimo el murmurador. Y causa daño al que le escucha.

Y se hiere a sí mismo, a su propia alma.

(Preguntas retrospectivas: Calumnia, detracción; hablar

mal, escuchar.)

II

Aun sin hablar se puede quitar la fama al prójimo. ¿Es

posible? Si; pensando mal. Cuando, sin motivo ni fundamento,

juzgamos mal del prójimo le hacemos perder la

estima y buena opinión en que le teníamos. Este pecado

sé llama juicio temerario. Puede llegar a ser pecado mortal

cuando damos por cierto un defecto grave, sin fundamento

para ello.

«No juzguéis, decía Jesucristo, y no seréis juzgados; no

condenéis y no seréis condenados.» (Luc. VI-37.)

¿Quién nos ha constituido a nosotros jueces de nuestro

prójimo? ¿A qué nos metemos a juzgar, si no vemos el corazón?...

La caridad no es mal pensada. (1. a ad. Cor. XIII-5.)

III

Así como hablando del 7.° Mandamiento dijimos que

no se perdona el pecado si no se restituye lo que se ha robado,

así para conseguir el perdón de estos pecados contra

la fama del prójimo es preciso devolverle la fama que

se le quitó. Además, a veces habrá que reparar el daño

que se le siguió por haber perdido la fama v. gr. perder

una colocación, o quedarse sin clientela, etc. Debe consultarse

con el confesor lo que ha de hacerse en cada caso.

El que calumnia debe retractarse, desdecirse. El detractor

no puede desdecirse porque dijo la verdad, pero

debe disculpar al ofendido, alabar su buenas cualidades,

etcétera.

De todos modos ¡es tan difícil recuperar la buena fama.

Por eso dice el refrán: «Palabra de boca, piedra de honda»,

o «palabra y piedra suelta no tienen vuelta», dando a en-



— 327 —

tender lo que cuesta evitar los males que causa una palabra,

dicha desatinadamente.

IV

¿De dónde suelen provenir la calumnia, la murmuración,

el juicio temerario? Suelen nacer de las malas pasiones.

A Jesús le calumniaron los fariseos por odio y por

envidia. Por soberbia pensó mal del publicano el fariseo

orgulloso. Pero muchas veces nacen estos pecados de ligeresza

y falta de consideración. Los parlanchines, o charlatanes,

suelen cometerlos con frecuencia. «En el mucho

hablar no faltará pecado», dice el libro de los Proverbios.

(X-19.)

Sirva, pues, de conclusión la máxima que hemos escrito

en el encerado. Ten tanto cuidado de la boca para hablar,

como de la bolsa para pagar. Tenéis cuidado en no dar de

más; así, antes de hablar pensad un poco en lo que vais a

decir; que quien guarda su boca guarda su alma. (Proverbios

XIII-3.)

Digamos al Señor, como el sacerdote cuando en la Misa

solemne inciensa el altar: Pon, Señor, una guarda a mi boca

y una puerta que cierre mis labios para evitar palabras

maliciosas. (Salm. CXL, 3-4.)

MÁXIMAS Y EJEMPLOS.—Habiendo preguntado un día

al poeta griego Teócrito cuáles eran los animales más rapaces

dio esta respuesta: En las selvas los leones y los osos;

en las ciudades y aldeas los usureros y los calumniadores.

(Schmid.)

—•Tomás Moro, cuando murmuraban salía con alguna

caritativa impertinencia, como por ejemplo: «Pues yo, digan

ustedes lo que quieran, digo que ese edificio es muy

hermoso.» Y así cortaba la murmuración. (Vilariño.)

—«Aunque vuestro hermano tenga algunas faltas, tambi

én tendrá algo bueno; echad mano de eso y dejad esotro.

Imitad a la abeja que escoge la flor y deja las espinas que



-328 —

están alrededor y no seáis como el escarabajo, que luego

se va al estiércol.» (P. Rodríguez.)

—San Felipe Neri, para hacer entender a una mujer lo

difícil que es reparar los daños de la murmuración, la mandó

desplumar una gallina y recoger luego las plumas, que el

viento había esparcido en todas direcciones. (Poey.)

—San Efrén, en su lecho de muerte, pudo exclamar:

«jamás ha salido de mis labios una palabra inconsiderada

o maligna; nunca hablé mal de quienquiera que fuese.»

—«El primer sermón que hizo San Ignacio en Azpeitia,

su patria, comenzó reprendiéndose a sí; dijo que uno de

los motivos que tenía en haber venido a aquel lugar era

dar satisfacción a la honra de su prójimo. «Yo (dijo delante

de un concurso numeroso de nobles y vulgo que había

concurrido a oirle), siendo mozo, entré con otros compañeros

en una heredad, y tomé alguna cantidad de fruta

con daño del dueño, el cual con falsa sospecha hizo prender

a un pobre hombre, ajeno de la culpa que se le imponía,

y le tuvo muchos días preso, y quedó infamado con

menoscabo de su honra y hacienda; pues sepan todos que

yo fui el malo y perverso, yo fui el que tomé la fruta, y el

otro sin culpa e inocente.» Pidióle desde el público perdón

con muchas lágrimas (estaba allí presente al sermón)

y porque la justicia le había condenado en cierta cantidad

de ducados le hizo donación el santo padre, delante de todos,

de dos heredades que le pertenecían.» (Ribadeneira.)

Los que están zambullidos en el fango, como las ranas,

son los que más chillan, queriendo reprochar a los que

pasan sus fealdades. (Segneri.)



LECCIÓN

60. a

Los Mandamientos de la Iglesia en general

Queridos niños: Se lee en el libro de los Proverbios

(cap. I. v. 8.) «Escucha, hijo mío las instrucciones de tu

padre y no olvides la ley de tu madre.» Dios es nuestro

Padre; la Iglesia nuestra Madre. No basta cumplir los

mandamientos de la Ley de Dios; hay que cumplir los de

la Iglesia, puesto que Jesús mismo nos manda obedecerla.

Este es el asunto de que hablaremos hoy.

En el encerado he puesto unas palabras tomadas del

testamento de nuestra piadosa reina Isabel la Católica.

Murió en Medina del Campo el 26 de noviembre de 1504.

Escuchad el encargo que hace a su hija D. a Juana y al archiduque

Felipe el Hermoso, marido de D. a Juana: «E ruego

e mando a la Princesa, mi hija, e al Principe su marido

que como católicos Príncipes tengan mucho cuidado de

las cosas de la honra de Dios, e de su Santa Fe, celando e

procurando la guarda e defensión e ensalzamiento de della,

Porque por ella somos obligados a poner las personas e

vidas, e lo que tuviéremos...; e que sean muy obedientes

a los Mandamientos de la Madre Santa Iglesia, e protectores

e defensores della, como son obligados.» (Se recalca

ta frase puesta en el encerado.)

¿A quiénes da la Reina el encargo? ¿Qué les manda?

¿A quién tienen que obedecer? Pero, ¿también los Reyes

y Príncipes tienen que obedecer a la Iglesia? Claro que sí,

c

omo los demás cristianos.



— 330-

a) ¿Quién ha dado a la Iglesia potestad para mandar?

Jesucristo, que dijo a los Apóstoles, y en ellos a sus sucesores:

Lo que atareis en la tierra será atado en los cielos

(Mat. XVIII-18) El que a vosotros escucha a mí me escucha

y el que os desprecia me desprecia a mí (Luc. X-16.)

Jesucristo, que fundó la Iglesia como un reino en el

cual tenía que haber quien diese leyes...

b) Advertid que la Iglesia es nuestra Madre. Así la llama

la Reina Isabel la Católica. Las madres quieren mucho

a sus hijos; y cuando les mandan algo es para su bien.

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S¡S ?s~m

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3 losManiamientoB

ÍEIBMBÍVE SsnhMem.

7T Am^íl^w.

De modo que los mandamientos de nuestra Madre la Iglesia

son para nuestro bien.

c) Y no sólo es madre, sino que, como dice la Reina,

es Madre Santa. Como santa quiere que nosotros nos santifiquemos

y que consigamos nuestra salvación.

d) Para eso son los mandamientos de la Iglesia; para

que nos sea más fácil agradar a Dios y seguir el camino

del cielo; para que mejor cumplamos los mandamientos

divinos. Así lo enseña el catecismo.

La Iglesia, con muchos de sus preceptos, nos dice cuándo

y cómo hemos de cumplir los del Señor.

I. Nos manda Dios darle culto; y la Iglesia nos señala

los días festivos y la manera de santificar las fiestas.

II. Nos manda Dios confesar nuestros pecados, pu eS



— 331 —

para eso instituyó Jesucristo el Sacramento de la Penitencia;

y la Iglesia determina cuándo nos hemos de confesar.

III. Jesucristo nos dice que si no comulgamos no podemos

vivir en gracia; y la Iglesia prescribe el tiempo en

que hemos de comulgar.

IV. Nos manda Dios hacer penitencia; y la Iglesia nos

ordena el ayuno y las obras de penitencia, que hemos de

practicar.

V. Dios quiere que contribuyamos al sostenimiento del

culto y de sus ministros; y la Iglesia en el quinto precepto

nos dice cómo hemos de contribuir. (Preguntas retrospectivas.)

Ved, pues, si tenemos motivos para ser muy obedientes

a los mandamientos de la Madre Santa Iglesia. 1.° Porque

Dios le dio potestad de mandar. 2.° Porque, como madre,

manda para nuestro bien. 3.° Porque como santa, lo

hace por nuestra salvación. 4.° Porque nos facilita el cumplir

los mandamientos divinos.

II

Y ¿quiénes pueden dar leyes en la Iglesia? No los

simples fieles, ni los representantes del pueblo como ocurre

en los Estados civiles, sino el Papa y los Obispos, que

son los que han recibido de Dios la potestad.

Unas veces las da el Papa solo. Otras el Papa reunido

con los Obispos en Concilio general. Otras cada Obispo

en su Diócesis, o varios Obispos reunidos en Concilio particular.

En el encerado he puesto dos báculos. Son emblema o

señal de la potestad o jurisdicción del Papa y de los Obispos,

como el cetro lo es de los Reyes y el bastón de mando

indica la Autoridad.

Solo que notad una diferencia: Uno de los báculos, el

báculo pastoral de los Obispos, está encorvado y vuelto,

Porque los Obispos están sometidos al Romano Pontífice;

v

su potestad se limita a cierto territorio y a ciertas materias.

En cambio el del Papa es recto porque el Papa no



-332-

tiene superior en la tierra; y su potestad se extiende a todos

los cristianos y a todas las cosas que Jesucristo encomendó

a la Iglesia. La cruz que remata ese báculo significa

que el Papa ha recibido de Jesucristo dicha autoridad.

Otra cosa puede indicar el báculo; y es la potestad de

corregir los vicios, de castigar o de imponer penas a los

que no cumplan los Mandamientos «¿qué queréis?», dice

el apóstol San Pablo a los fieles de Corinto, «que vaya a

vosotros con la vara» del castigo? 1. a

ad. Cor. IV-21.)

Veis, por fin, en el encerado un libro que tiene en su

cubierta dos letras: D. C. Si entendéis por D. C. Doctrina

Cristiana ya sabéis que en el Catecismo de la Doctrina

Cristiana se contienen los Mandamientos de la Iglesia.

Mas no creáis que son sólo esos cinco los preceptos de la

Iglesia, que han de observar los cristianos; hay otros muchos,

que se contienen principalmente (salvo los referentes

al culto) en el Código de Derecho Canónico.

Eso significa D. C. que he puesto en el libro; libro que

mandó hacer Pío X y que se promulgó en tiempo de Benedicto

XV. (Preguntas retrospectivas. ¿Quiénes pueden

dar leyes en la Iglesia? ¿Qué diferencia hay entre la autoridad

del Papa y la de los Obispos? ¿Dónde se contienen

las leyes o mandamientos de la Iglesia?)

Termino como empecé la explicación: Amemos a Dios,

que es nuestro Padre. Amemos a la Iglesia, que es nuestra

Madre. La prueba del amor son las obras, obedecer a

lo que Dios y la Iglesia nos mandan.

Señor mío Jesucristo... haz que obedezca siempre a tus

mandatos y jamás me aparte de Tí (oración antes de la

Comunión); que sea siempre obediente a mi Madre la

Iglesia y que nunca me separe de su seno ¡Quiero ser hijo

sumiso de la Iglesia Católica!

EJEMPLOS.—Preguntaba un niño a su catequista. ¿A

qué vienen dos clases de mandamientos? ¿No bastaban

los de la Ley de Dios? El catequista le hizo ver que en



-333-

los puentes hay barandilla a los dos lados, para no caerse

al río. En ese puente que nos conduce al cielo, más seguro

es que haya por ambos lados un muro que nos impida

caer en el abismo infernal. (Duplessy.)

—Al rey Luis XVI le decía un cortesano que comiese,

sin reparo, carne en día de abstinencia; porque al fin los

Mandamientos de la Iglesia los han dado los hombres. El

Rey le contestó: «No he conocido persona alguna que quebrantando

los preceptos de la Iglesia observe la Ley de

Dios.» (Spirago.)

—S. Fructuoso, Obispo de Tarragona era conducido al

lugar del martirio. Era por la tarde y el siervo de Dios

había sufrido, una tras otra, crueles torturas. La sed le

atormentaba de tal modo que uno de los verdugos, movido

a compasión, le ofreció un poco de agua para aliviarle.

El santo obispo que la rechazó diciendo: «Todavía no se ha

puesto el sol y hoy es día de ayuno.» (S. S. Pío XI citando

a Manzoni.)

—La princesa moscovita Galizyn, sintiéndose inclinada

al Catolicismo, se hizo instruir por Overberg. Pero nunca

llegaba a convencerse, siempre hallaba dificultades; hasta

que Overberg, acordándose de lo que se lee en el Evangelio

de San Juan (VII-17) «quien hiciere la voluntad del que

me envió conocerá si mi doctrina es de Dios» aconsejó a

la princesa las prácticas cristianas y el cumplimiento de

los preceptos de la Iglesia. Al poco tiempo, llena de alegría

le dijo: «ahora sí que ya soy católica.» (Scherer.)

—Abd-el-Kader, en un viaje a Marsella, hacía extender

una esterilla sobre el puente del barco, y de rodillas rezaba

las preces prescritas por el Koran. ¡Qué vergüenza

para algunos católicos que, por respeto mundano, dejan

de cumplir los preceptos de la Iglesia! (Ioid.)



LECCIÓN 61. a

Primer Mandamiento de la Iglesia

En el primer precepto del Decálogo hemos hablado del

culto debido a Dios; en el tercero, de la obligación de oir

Misa y abstenerse de trabajos corporales los domingos y

días festivos. Ahora nos toca decir algo de lo que son los

domingos y fiestas; y dar una idea del año eclesiástico. (1)

En ningún tema acaso como en este se cuenta con tanta

abundancia de gráficos. Y en prueba de ello citaremos los

que tenemos a mano al escribir estas líneas.

Comenzando por cuadros sinópticos, he aquí el del P. Lefebvre

(O. S. B), en su Missel Quotidien, traducido por el

P. Germán Prado. Nótese se divide el año en dos ciclos,

incluyendo en el de Pascua el de Pentecostés.

A) Ciclo de Navidad.—Misterio de la Encarnación

Preparación 1 Tiempo de adviento (4 domingos). . • 4

(Orn. morados.

(/." de Adv. hasta el 24 dic.)

Celebración. .( Epifanía \ \\ Tiempo de Navidad (2 a 3 dom.).... 2

(Orn. blancos.)\ Navidad ) ( 2

4 dic. a 14 de enero )

Prolongación III Tiempo después de la Epifanía (6 dom.). . • 6

(Orn. verdes.)

(14 enero a dom. de Septuag.

(1) Lo suelen indicar la generalidad de los textos modernos: como el Catecismo

único de Alemania, el de Pichler y otros. El Catecismo Mayor de S. S. Pío X

dedica al final casi 50 páginas al ciclo litúrgico con las fiestas del Señor, de la

Santísima Virgen y de los Santos. El de 1912, promulgado por el motu Fin dai,

trata de ello en el apéndice 2.°. También el texto único para Inglaterra y el Pa ¡s

de Gales, habla de las fiestas de precepto. Lo mismo suelen hacer los Catecismos

franceses en los dos primeros mandamientos de la Iglesia.



-335 —

B) Ciclo de Pascua.—Misterio de la Redención

/ remota. . I Tiempo de Septuagésima (3 dom.) 3

) (Septuag. al Miércoles de Ceniza.)

preparación ./próxima.. II Tiempo de Cuaresma (4 dom.) 4

(Orn. mora-j

(Ceniza a dom. de Pasión.)

dos.) \ inmediata. III Tiempo de Pasión (2 dom.) 2

(Dom. de Pasión al de Pascua.)

Celebración ./ ) P° P a s c u a l ( 7 dom.) 7

P a s o u a

I V Tiem

(Orn. bl. y\ - > (Desde Pascua a la Trinidad.)

Pen,ec

encar.)

Prolongación V Tiempo después de Pentecostés (24 dom.). . 24

(Orn. verdes.)

(De Trinidad al Adviento.)

Domingos. . . . 52

Roberto Perkman, de Viena presenta los tres ciclos en

tres páginas, a modo de tríptico, impreso a cinco tintas,

haciendo de color blanco el dorado.

Spirago, que copla a Hoppe (1) presenta los ciclos por

medio de líneas perpendiculares sobre otro horizontal. Es

quizá el esquema más sencillo. Le imitamos nosotros en

nuestra Explicación Dialogada y últimamente Sharp, profesor

de Pedagogía Catequística en la Escuela Normal Diocesana

de Broklyn (2). Sigue también el procedimiento de

Spirago, aunque las líneas verticales caen sobre los dos

lados del ángulo superior de un triángulo (3) el catequista

Willinger de Tachau (Bohemia.)

Por medio de curvas, o cuestas, a más del gráfico de

Bouvet, que publicamos en nuestra Revista (tomo VII, página

232) tenemos uno muy sencillo de Hórman. En el

punto culminante ondea la bandera de la Resurrección;

en la curva ascendente se comienza por el Adviento; en la

descendente se termina por los domingos últimos después

d

e Pentecostés. (4)

(

1) Das Zeichen in Dienste des Religionsunterrichtes. Obra agotada.

(2) Aims and Methods in Teaching Religión. Nueva York, 1929. Benziger

Págs. 306 y 307.

(3) O/e chrisüiche, Zeremonienlehre, pág. 19 y siguientes.

_W) Lebendiger Unterricht, pág 27. Véase también el del P. Ribera en su devocionario

«Mi Jesús», pág. 192-193.



— 335 —

Los gráficos de forma circular parecen más complicados

que el de Hoppe; ofrecen sin embargo algunas ventajas.

Por medio de radios se divide el círculo en sectores

que corresponden a los tres ciclos del año eclesiástico.

Pero además, trazando varias circunferencias concéntricas,

en la superficie comprendida entre ellas (coronas circulares)

se presentan nuevos aspectos, se añaden varios detalles.

De éstos poseemos varios, desde el que se incluía

en el Catecismo de Wurzburgo (1) hasta el cuadro mural

del P. Lef ebvre y el de Bendel de 69 + 80 a seis colores. (2)

Además los del P. Haas, O. S. B., y entre los dibujos de

Scheneid hay un esquema del año eclesiástico. Difiere mucho

de los precedentes; porque en vez de los tres sectores,

inscribe en el círculo una cruz ancha. Dentro de

una corona circular en el extremo superior de la cruz

coloca la bandera de la Resurrección, en el de la izquierda

el árbol de Navidad y en el de la derecha la paloma de

Pentecostés.

Las fiestas de la Virgen Santísima y de los Santos

pueden incluirse en los ciclos litúrgicos, o presentarse

aparte por medio de líneas sobre una horizontal, dividida

en doce partes, correspondientes a los doce meses.

Actualmente, conforme a los procedimientos de la escuela

del trabajo (método activo), se procura que los niños

hagan su calendario.

En doce papeles, o en uno dividido en doce partes, que

representan los meses designan cada mes con su nombre.

Ponen en cada uno en tres líneas a conveniente distancia

tantos puntos como días tiene el mes. Señalan con una

cruz los domingos. Las fiestas las dan a conocer por algún

emblema: pesebre, estrella, hostia, llaves, bandera, corazón,

etc. (3)

(1) Como está impreso en 1906 habría que acomodarlo a la disciplina actual,

pero es interesante y no costaba más que cinco céntimos.

(2) Tafel des katholischen Kirchenjahres Bachen. Colonia.

(3) Véase Gotzel, Religión und Leben. 1 Teil, pág. 80 donde se incluye a doble

páginas un calendario, hecho por los niños.



- 337 -

Hormann propone otro procedimiento. Consiste en que

los niños lleven al colegio, o a la catequesis un calendario;,

allí les manda el catequista:

1.° Buscad el santo de vuestro nombre.

2.° Señalad el principio y el fin del Adviento y Cuaresma.

3.° Contad desde Pascua a la Ascensión.

4.° Buscad las fiestas del Señor, de María Santísima,

etc.

5.° Cuántos domingos hay después de Pentecostés.

6.° Si la Pascua cae el 2 de abril ¿cuádo será Pentecostés?

7.° Anotad en el calendario los días en que comulgáis. (1)

Nuestros lectores nos perdonarán esta introducción.

En la catequesis utilizamos el gráfico que pusimos en

la dialogada y aquella misma explicación nos servirá de

base. Pueden muy bien en el gráfico las letras N R y P

sustituirse por el pesebre (trapecio isósceles sobre dos

aspas), la bandera y la paloma.

Queridos niños: Para que entendáis bien la lección de

hoy, me vais a contestar primero a unas preguntas que ya

sabéis. ¿Qué nos manda el primer mandamiento de la Ley

de Dios? ¿Qué hacéis para dar culto a Dios? ¿Qué se manda

en el tercer mandamiento? ¿Qué se prohibe en este mandamiento?

¿Para qué son los mandamientos de la Iglesia?

Todas las religiones, todos los pueblos tienen días de

fiesta. Los tenían los israelitas, cuyos ritos y sacrificios

eran figura del nuestro. ¿Qué día celebraban los judíos?

E l

sábado. El séptimo día, en que Dios descansó. Nosotros

(') Lebendiger Unterricht, pág. 80. Caben otros muchos ejercicios, según el

^elanto de los niños.

22



— 388-

celebramos el domingo, en vez del sábado. Lo consagramos

a la Santísima Trinidad. A Dios Padre que nos crió; a Dios

Hijo, a Jesucristo, que nos redimió, y que resucitó en domingo;

a Dios Espíritu Santo, que nos santificó y que el

domingo de Pentecostés vino sobre los apóstoles.

II

Pero, además del domingo, tenemos otros días de fiesta.

Unas fiestas en honor de Jesucristo Nuestro Señor,

otras en honor de la Virgen Santísima y otras de los Santos.

¿Por qué ha establecido la Iglesia esas fiestas?

1.° Para dar gracias a Dios por los beneficios que nos

ha hecho, y por los privilegios y gracias que concedió a la

Virgen Santísima y a los Santos.

2.° Para alcanzar nuevos beneficios del Señor; y para

que la Virgen Santísima y los Santos nos obtengan con

su intercesión las gracias que necesitamos.

3." Para que aprendamos las lecciones que Jesús nos

da, e imitemos las virtudes de su Madre Santísima y de

los Santos. (Preguntas retrospectivas.)

III

Vamos a ver ahora si entre todos decimos cuáles son

los días de fiesta, aparte los domingos. ¿Cuántos domingos

hay en el año? Hablamos de los días de precepto, en que

hay obligación de oir Misa y no se puede trabajar.

El que sepa algún día de fiesta que levante la mano. (Si

son muchos los niños, para que tomen parte todos no se

permite a cada uno decir más que un día festivo. Algunos

acertarán; otros dirán días de Santos a quienes tienen devoción

en sus parroquias, familias, etc., pero que no son de

precepto, v. gr. la Virgen del Carmen, San Antonio, etc., o

fiestas del Señor que tampoco son de precepto, v. gr. Jueves

Santo, el Sagrado Corazón de Jesús.

A los que acierten alguna fiesta se les hace salir de su

puesto y les va colocando ordenadamente el catequista. En



-333 —

medio los cinco que han dicho las fiestas del Señor: Natividad,

Circuncisión, Epifanía, Ascensión y Corpus. A la derecha

los de la Virgen: Inmaculada Concepción y Asunción.

A la izquierda, los de los Santos: San José, San Pedro

y San Pablo, Santiago (en España) y Todos los Santos. Se

advierte a los niños que han salido, que si otro dice el día

que ellos han dicho, lo hagan ellos notar para que no les

quite el puesto... y acaso el premio.)

¿De modo que cuántos días de fiesta hay, además de

los domingos? ¿Cuántos niños han salido?... Las fiestas

del Señor son cinco... (las van diciendo.) Las de la Virgen

Santísima dos... De los Santos cuatro... (Se repite y se hacen

varios ejercicios.)

IV

Dios Nuestro Señor os quiere mucho ¿verdad niños

amadísimos? Dios Padre nos ha enviado su Hijo Unigénito

para salvarnos, Dios Hijo se hizo hombre y murió en la

cruz... para salvarnos, Dios Espíritu Santo nos procura las

gracias y frutos de salvación.

Pues para corresponder a ese amor de la Santísima Trinidad

y para enseñanza nuestra, la Iglesia ha dividido el año

en tres partes, o ciclos, que son: el de Navidad, el de Pascua

y el de Pentecostés. Cada uno tiene su fiesta principal

a la que precede un tiempo de preparación y sigue otro

que es como la prolongación, o continuación de la fiesta,

para que se nos grabe mejor y produzca en nosotros mayores

frutos. He de advertiros que el año eclesiástico no

comienza el 1.° de enero, como el civil, sino el domingo

primero de Adviento, que es el más próximo al día 30 de

noviembre (San Andrés.) (Según el tiempo de que disponda

el catequista expone en varios días con más o menos

amplitud .los tres ciclos. La enseñanza detallada se dará

e

n las respectivas épocas del año.)

i- 0 ) ¿Qué nos recuerda la fiesta de Navidad? La sirven

d e

Preparación esos cuatro domingos, que veis indicados

c

°u esas rayas y que se llaman de Adviento, los cuales re-



340 —

N

12 3 4

t

JHS

12 3 4 5 6

cuerdan los cuatro mil y más años, que los hombres esperaban

con ansia la venida del Salvador.

El 1 de enero es la Circuncisión etc. El 6 se celebra la

Epifanía, o manifestación, en que Jesucristo se dio a conocer

a los Reyes, que eran gentiles... y no pertenecían al

pueblo judío; porque Jesucristo ha venido a salvar a todos...

Si algún día entre el 1 y el 6 cae en domingo, ese domingo

se celebra el Dulce Nombre de Jesús; si no hay domingo

se celebra el día 2. Después de la fiesta continúa el tiempo

de la Epifanía de dos a seis semanas, según la fecha de

la Pascua.

2.°) ¿Qué nos recuerda la fiesta de Pascua de Resurrección?

El día de Resurrección se celebra siempre en domingo,

entre el 22 de marzo y el 25 de abril. La sirven de pre-

R

VII VI V 1 2 3 4 p 12 3 4 5

paración remota, o lejana, esos tres domingos que veis con

números romanos: Septuagésima, Sexagésima y Quicuagésima,

o Carnaval, que constituyen el tiempo de Septuagésima.

De preparación próxima o más cercana, sirve la



— 341 —

Cuaresma, que comienza con el Miércoles de Ceniza (representado

con esa rayita que tiene una c.) Pero a partir

del domingo de Pasión, (p. r. pasión y ramos) en que están

cubiertos los altares, comienza la preparación inmediata

que dura esa semana y la Semana Santa. ¿Con qué día empieza

la Semana Santa?... Después de la Resurrección transcurrieron

cuarenta días hasta que el día de la Ascensión,

Jesucristo se elevó a los cielos...

3.°) Con esta fiesta de la Ascensión comienza la tercera

parte, o ciclo del año eclesiástico; el de Pentecostés. ¿Qué

nos recuerda la fiesta de Pentecostés? ¿Cuándo vino el

2 23 24

Espíritu Santo sobre los Apóstoles? A los cincuenta días

de la Resurrección y, por tanto, a los diez de la Ascensión.

Esos diez días, dentro de los cuales cae un domingo, que

es el sexto después de la Pascua, sirven de preparación y

recuerdan los días que los discípulos estuvieron reunidos

en el cenáculo...

El domingo siguiente a Pentecostés se celebra la fiesta

de la Santísima Trinidad; al jueves siguiente Corpus Christi,

y siguen luego los domingos después de Pentecostés, en

que la Iglesia con sus enseñanzas y su culto procura que

nuestras almas se aprovechen de las gracias y dones del

Espíritu Santo. Son 24; pero si hubiera más se ponen entre

el 23.° y el 24.° los que hagan falta, tomándolos de los que

sobraron después de la Epifanía. Están indicados con esas

rayas, que abajo llevan unos puntitos...

(Recapitulación. Ejercicios en el encerado. Pueden rea-



— 242 —

Uzarlos los niños, con carteles o distintivos, a modo de escena,

como en las escuelas manjonianas.)

El culto que damos a Dios, a la Virgen Santísima y a

los Santos durante el año forma como una corona preciosa.

Las hojas son los días de trabajo, los domingos y fiestas

de guardar son las flores perfumadas y bellísimas, más o

menos, según la categoría de las fiestas. (Stieglitz.)

Celebrad ahora, niños queridos, con mucho fervor las

fiestas, uniéndoos a Nuestra Santa Madre la Iglesia, oyendo

con devoción la Santa Misa, comulgando si podéis y dedicando

de lleno a Dios esos días, hasta que tengáis la

dicha de cantar para siempre las misericordias del Señor,

en el Cielo.



LECCIÓN 62. a

Segundo Mandamiento de la Iglesia

Cuenta el evangelista S. Mateo (cap. VIII), que, al bajar

Jesús del monte de las bienaventuranzas, se le acercó un

leproso, el cual adorándole le dijo: Señor; si quieres puedes

limpiarme. Y Jesús, extendiendo la mano, le tocó diciendo:

quiero; queda limpio. Y al punto se curó de la lepra. Jesús

le dijo: vete, muéstrate al sacerdote...

Estas palabras que veis en el encerado han de servirnos

de base para la explicación del segundo mandamiento de

la Iglesia. ¿Cuál es el segundo mandamiento, etc.? Confesar

a lo menos..., etc.

¿Sabéis vosotros cómo es la lepra? Es una terrible enfermedad

que reúne tres malas cualidades. 1. a

Es una enfermedad

repugnante, que comienza por manchas y luego

úlceras, quedando desfigurado el cuerpo del pobrecito leproso.

2. a Es grave, y causa la muerte. 3. a Es incurable, o

casi incurable, a lo menos no han dado hasta ahora los

médicos con el remedio. Pero Dios sí puede curarla. Y Jesucristo,

que es Dios, curó a ese leproso y a otros de que

habla el Evangelio. ¿Os acordáis de la curación de los diez

teprosos?... (Luc. XVII.) También Jesús les dijo: Id, mostraos

a los sacerdotes. Y cuando iban se curaron...

Pues más terrible que esa lepra corporal es la lepra

d

el alma, el pecado mortal. 1.° Es repugnante, desfigura el

al

*na haciéndola abominable a los ojos de Dios. 2.° Es grave

y causa la muerte del alma, (¿por qué se llama mortal?)

1 u e pierde la vida de la gracia; y si el pecador muere en



-344-

ese estado va al infierno. 3.° Es incurable con remedios humanos.

Pero ¿la puede curar Dios?... ¿La pueden curar los

sacerdotes? Sí; porque Jesucristo les dio esa potestad.

¿Veis esas llaves? Recuerdan la potestad, que Jesucristo

dio a los Apóstoles y a los sacerdotes, de perdonar los pecados

y abrir las puertas del cielo... Aquellos a quienes

perdonareis los pecados les son perdonados, y a quienes se

los retuviereis les son retenidos...

En el pueblo judío los sacerdotes no curaban la lepra,

sino que cuando algún leproso se hallaba limpio de su mal,

el sacerdote daba testimonio de su curación y le abría las

puertas de la ciudad, o sea le admitía al trato con todos,

de quienes había estado alejado para no contagiarlos. En

el pueblo cristiano los sacerdotes curan la lepra del alma

y devuelven a los pecadores, con la gracia santificante, el

derecho a entrar en el cielo. (Preguntas retrospectivas:

¿Qué es la lepra? ¿Qué cualidades tiene esa enfermedad?

¿Cómo hemos llamado al pecado mortal? ¿En que se parece

a la lepra?, etc.)

II

Para curarse de esa lepra del alma, del pecado mortal,

hay que hacer lo que Jesús dijo a los leprosos; id, mostraos

a los sacerdotes; ir al sacerdote, mostrarse al sacerdote.

Confesarse bien. Si nos confesamos bien, se cura nuestra

alma al darnos el sacerdote la absolución. Eso significa el

confesonario que veis ahí dibujado.

a) Y advertid que no basta ir al sacerdote, ir al confesonario;

hay que mostrarse al sacerdote, descubrirle las

llagas del alma, manifestar los pecados cometidos...

Si uno se calla por vergüenza algún pecado mortal, queda

tan leproso como antes; y más aún, porque no se le perdona

ningún pecado, y encima comete un sacrilegio. De

esto ya hablaremos despacio al explicar el Sacramento de

la Penitencia.

¿Veis ese triángulo y un ojo sobre el confesonario?

Quiere decir que Dios todo lo ve, ve los corazones; y Q ue



-345 —

s e

puede engañar al confesor, pero no a Dios. Cuando uno

se confiesa mal, podrá el confesor, a quien ha engañado

el penitente, decir: Yo te absuelvo...; pero Dios dice: Yo

no; yo te condeno...

b) Otra advertencia muy importante. Al leproso, no

obstante estar ya curado, le dijo Jesús: Vete, muéstrate al

sacerdote. Así, aunque el pecador se haya curado antes de

confesarse, está obligado a presentarse al sacerdote y manifestarle

los pecados mortales que tenía.

Todos hay que someterlos a la potestad de las llaves,

a la absolución del confesor.

¿Sabéis cómo se cura uno antes de confesarse? ¿Sabéis

cómo se le perdonan los pecados? Haciendo un acto de

perfecta contrición. En ese mismo acto de contrición se incluye

el propósito de hacer lo que Dios manda; y por tanto

de confesarse cuando hay obligación. (Preguntas retrospectivas:

¿Qué hay que hacer para conseguir el perdón de

tos pecados mortales? ¿Cómo se perdonan antes de confesarse?

El que ha hecho un acto de perfecta contrición

¿tiene obligación de confesarlos?, etc.)

III

¿Cuándo hay obligación de confesarse? Ahí en el en-



— 346-

cerado lo he puesto por el orden mismo que indica el segundo

mandamiento de la Iglesia.

a) Temía la Iglesia que no pocos dejasen la confesión

para la hora de la muerte, o que estuvieran mucho tiempo

en pecado mortal, con peligro de irse al infierno. Y, como

madre que procura el bien de sus hijos, manda confesarse

a lo menos una vez al año... Cuando los fieles no solían

descuidarse y se confesaban a menudo no era necesario

mandarlo; por eso no lo mandó hasta el Concilio que se

celebró en Roma en la basílica de San Juan de Letrán el

año 1215...

¿Quiénes están obligados a confesarse? Todos los que

tengan pecado mortal.

¿Y si sólo tienen pecados veniales? No están obligados;

pero bueno es y provechoso que se confiesen. Y suelen

ser los que lo hacen con más frecuencia.

¿Cuándo han de confesarse? Todos los años. No se determina

más la fecha. Suele hacerse durante el tiempo del

cumplimiento pascual. Porque la Cuaresma prepara el alma

para la Penitencia; y además para llegarse con el alma

limpia a la Comunión.

El que hace una mala confesión no cumple con el precepto;

como no se puede pagar una deuda con moneda

falsa. Así que le queda la obligación de confesarse bien,

dentro del año. (1)

b) En el encerado he puesto otra ocasión' en que hay

que confesarse. En peligro de muerte. Lo manda Dios que

instituyó la Confesión. Pues si en algún caso había de obligar

es cuando más falta hace; cuando teniendo uno pecado

grave se halla en peligro de muerte. ¿Qué le ocurriría

si muriera en pecado mortal?... Y aunque con un acto de

perfecta contrición puede ponerse en gracia, debe confe-

(1) Nos parece que hemos indicado demasiados detalles para una catequesis

de niños. Por eso nada hemos dicho de la manera de contar el tiempo señalado

los moralistas; ni creemos oportuno decir que cuando se ha omitido la confesión

un año perdura la obligación, pero con la del año siguiente se satisface

por los dos.



— 347-

sarse, porque quizá ya no tenga otro tiempo. Además, es lo

más seguro, por si el acto de dolor no hubiera llegado a

contrición perfecta.

c) Por fin, antes de comulgar, si uno tiene conciencia

de que se halla en pecado mortal está obligado a confesarse.

Ya dice el apóstol San Pablo que se pruebe el hombre

a sí mismo antes de comer de este Pan; y la Iglesia determina

cómo ha de hacerse, mandando que se confiese si tiene

algún pecado grave.

De modo que, aunque haciendo un acto de perfecta

contrición el alma se pone en gracia, no le basta para comulgar

sino que debe de confesarse, como lo manda nuestra

Santa Madre la Iglesia.

Hay algunos casos en que basta el acto de perfecta contrición,

como, por ejemplo, si uno estuviera ya en el comulgatorio;

o si no pudiendo menos de comulgar no hubiera

confesor. (Preguntas retrospectivas: ¿En que tres ocasiones

hay obligación de confesarse? ¿Por qué mandó la Iglesia

que nos confesemos todos los años?, etc.)

Quiero terminar recomendándoos que os confeséis con

frecuencia. Por eso el segundo mandamiento dice: a lo menos,

dando a entender que el deseo de la Iglesia es que nos

confesemos a menudo. ¿Qué diríais de un herido, o de un

enfermo que cuando le hablasen del médico contestara:

Ya le llamaré para la Pascua? ¿Y si entre tanto se muere?

¿Y si se le gangrena la herida, o se complica la enfermedad?

Id, mostraos al sacerdote. No solo curará las llagas de

vuestra alma, sino que os dará consejos y alientos para

seguir el camino de la virtud y llegar al cielo. Dios Todo-

Poderoso tenga misericordia de vosotros y perdonados vuestros

pecados os conduzca a la vida eterna. Amén.

EJEMPLOS.—En 1854, García Moreno, el futuro presidente

del Ecuador, estaba estudiando en París. Un día,

oyendo a un joven alabar el valor de un americano que

había rechazado al sacerdote a la hora de la muerte, se



-348-

llenó de indignación y refutó las calumnias contra i a

Iglesia.

Su antagonista le replicó: Esa religión tan hermosa ¿i a

practica usted? ¿Desde cuándo no se ha confesado?

García Moreno, engolfado en sus estudios, se había hecho

algo negligente en la práctica de la piedad; aquel reproche

volvió la luz a su espíritu y la fidelidad a su corazón.

«Mañana, respondió al punto, su argumento no tendrá

valor alguno.» Y al día siguiente comulgaba en San

Sulpicio, en la capilla de la Santísima Virgen. (Guíbert. La

Primavera de la Vida.)

—En vísperas de una batalla el general Bedeau (1846)

se confesó con un sacerdote, junto a un árbol. Después,

dirigiéndose a sus soldados les dijo: «Si alguno quiere

poner en paz su conciencia, salga de filas, y haga lo que

yo.» (Poey.)

—Se presentó cierto día a los pies de San Felipe Neri

un pobre joven extraviado hacía tiempo en una vida disoluta,

y pidió confesarse. El santo lo acogió con su acostumbrada

caridad, y oída la acusación de sus miserias le

absolvió, poniéndole por penitencia que apenas hubiera

recaído en sus torpezas volviese a confesarse. El joven

prometió sinceramente hacerlo; y habiendo caído presto,

cumplió su promesa, presentándose enseguida al santo,

Este le absolvió de nuevo, imponiéndole la misma penitencia

y exhortándole a cumplirla fielmente. Fué el joven

tan dócil, que habiendo recaído de nuevo, tornó otra vez

a confesarse. Así siguió por algún tiempo; las recaídas, sin

embargo eran raras... hasta que por fin logró corregirse

del todo y llegó a ser muy ejemplar y virtuoso (Dianda.)

—Dijo un discreto de los que se confiesan sólo una

vez al año son como las matracas, que una vez en el año

se oyen en la iglesia y es en la Semana Santa. (Desiderio

y Electo.)



LECCIÓN 63. a

Tercer Mandamiento de la Iglesia

Voy a explicaros hoy, mis queridos niños, cuándo tenéis

que comulgar. Muchas cosas hemos de decir referentes

a la Comunión cuando tratemos del Santísimo Sacramento

de la Eucaristía. Ahora nos limitaremos a lo que se

refiere al tercer mandamiento de la Iglesia. ¿Cuál es el

tercer mandamiento, etc.?

Os dije hace poco que los mandamientos dé la Iglesia

son para cumplir mejor los que nos ha dado el Señor. Pues

bien. Jesucristo nos ha mandado comulgar: «Si no comiereis

la carne del Hijo del Hombre y no bebiereis su sangre

no tendréis vida en vosotros» (Joan. VI. 54.) Ya sabéis que

el que recibe la Hostia consagrada recibe el cuerpo de Jesucristo,

juntamente con su sangre...

Pero ¿cuándo hay que comulgar? Jesucristo no lo dijo.

Desde luego ha de comulgar (y la Iglesia así nos lo manda)

el que se halle en peligro de muerte. La Comunión se recibe

entonces por Viático. Viático significa provisiones, o

sustento para el camino. Va el alma a salir de esta vida; su

alimento es la Sagrada Comunión. ¿No os acordáis de cómo

Jesús iba a consolar y a curar a los enfermos?... Así ahora

Quiere que le reciban en su pecho. ¡Qué buen compañero

de viaje!... (Preguntas retrospectivas.)

II

No sólo hay obligación de comulgar en peligro de muerte»

sino también varias veces durante la vida. La Iglesia



- 350 -

determina cuándo: A lo menos una vez al año; por Pascua

florida.

Según os dije al tratar de la Confesión, los cristianos,

al principio comulgaban con mucha frecuencia; casi siempre

que oían Misa. Mas luego, por tibieza, lo fueron dejando,

y entonces en muchas partes (1) se mandó comulgar

durante las tres Pascuas. Ahí, en el encerado,' las tenéis

representadas: Navidad, Resurrección y Pentecostés...

Hasta que, por fin, en el Concilio IV de Letrán se mandó

que a lo menos se comulgue una vez al año, por Pascua

florida, o Resurrección. Y así continúa mandándolo la

Iglesia en el Código de Derecho Canónico, de que os hablé

el otro día, (canon 859.)

Veamos más en particular cuatro cosas: a quiénes obliga,

cuándo, dónde y cómo.

IV. t

»Xenoo hambre da mi l*

a) ¿A quiénes obliga? A todos los cristianos que tienen

uso de razón. ¿También a los niños? También a los niños

que han llegado al uso de la razón, hacia los siete años

poco más o menos. ¿No os acordáis de que Jesús quería mucho

a los niños? «Dejad que los niños vengan a Mí», decía

el Divino Salvador. Y ahora parece que se lo repite a los padres

y encargados, para que lleven los niños a comulgar,

(1) Lo prescribió el Concilio de Agde (506) presidido por San Cesáreo de

Arles; y se fué generalizando el precepto. (Véase en el Decreto de Graciano,

c. 16, D. 2, De cons.).



— 351-

enseñándoles primero algunas cosas; y entre ellas la principal

es que Jesús se halla en la Hostia Consagrada.

b) ¿Cuándo se ha de comulgar? Por Pascua florida, o de

Resurrección. No en el mismo día de Pascua solamente,

sino en un tiempo que suele durar desde el Miércoles de

Ceniza (por privilegio en España) hasta el Domingo de la

Santísima Trinidad, que como os dije el otro día es el que

sigue al de Pentecostés. Ahí en el dibujo he puesto esas

dos fechas. IV significa miércoles (feria quarta) el cuarto

día de la semana y C. significa Ceniza. El triángulo representa

a la Santísima Trinidad. (1)

¿Por qué ha escogido la Iglesia ese tiempo?

1.° Porque el Jueves Santo, instituyó Nuestro Señor la

Sagrada Eucaristía para manjar de nuestras almas. Justo

es que por esa fecha nos acerquemos a comulgar.

2.° Porque Jesús murió el Viernes Santo; y la Sagrada

Comunión nos recuerda la Pasión y muerte de Jesús. Recibiéndole

en la Sagrada Comunión le damos gracias por

ese tan gran beneficio.

3.° Porque con los ejercicios de Cuaresma nos disponemos

a recibir a Jesús. Y así como El resucitó para nunca

más morir, nosotros, después de haber resucitado a la gracia

mediante una buena confesión, le recibimos para no

volver a caer en el pecado. (Preguntas retrospectivas

¿Cuándo se ha de comulgar? etc.)

Advertid que en ese mandamiento de comulgar por

Pascua se incluyen dos cosas. Una es comulgar todos los

años; la otra es comulgar en ese tiempo. De modo que si

uno deja pasar el tiempo señalado, aún le queda la obligación

de comulgar. Y, en cambio, aunque comulgue varias

veces al año peca si no lo hace en ese tiempo que manda

!a Iglesia.

c) ¿Dónde se ha de comulgar? Para que no haya dificultad

alguna se cumple con el precepto comulgando en

0) Para niños mayores se puede indicar que IV. C significa también cuarto

domingo de Cuaresma fecha en que conforme al can. 859 pueden los Ordinarios

señalar el comienzo.



— 352 —

cualquier iglesia; pero se aconseja hacerlo en la propia

parroquia. Todos los feligreses forman con el Párroco como

una familia; bien está que se acerquen a la misma mesa,

y que con el buen ejemplo se animen unos a otros. Si no comulgan

en la parroquia procuren dar cuenta al Párroco.

d) ¿Cómo se ha de comulgar? Ya lo sabéis y lo hemos

de exponer detenidamente al tratar del Santísimo Sacramento

de la Comunión: En gracia y en ayunas. Lo único

que ahora tengo que recordaros es que, como os dije el

otro día, no se paga una deuda con moneda falsa; y que

quien comulga sacrilegamente, además del sacrilegio comete

otro pecado por no cumplir con este tercer mandamiento

de la Iglesia. (Preguntas retrospectivas sobre las

cuatro circunstancias: quién? cuándo? dónde? cómo?)

III

Veis ahí unas palabras: ¡Tengo hambre de mi Dios!

Las decía, cuando niña, Santa María Magdalena de Pazzis.

¿Tenéis vosotros deseos de recibir a Jesús? ¿Lo decís de

veras? Pues entonces... comulgad muchos días. No seáis

pasqualini ¿A que no acertáis a quiénes se puede llamar

pasqual... ini? No os contentéis con comulgar una vez al

año por Pascua. La iglesia no manda más; pero desea y

aconseja, que comulguéis, si puede ser diariamente; y a

mí y a todos los sacerdotes nos manda que os invitemos

con mucho empeño a que comulguéis, ¿Y para qué? Para

que os abracéis con Jesús que tanto os quiere y le deis ese

gusto. Para que... «Júntate con buenos y serás uno de ellos>,

dice el refrán. ¿Puede haber alguien más bueno que Jesús?...

etc.

Para eso ha de comulgar un niño; no porque le alaben,

o le den regalos.

Vamos a decir a Jesús aquello que soléis cantar: Jesús,

vivir no puedo lejos de Tí Jesús, sin Tí me muero. ¡Ay'-

¡ven a mí!

EJEMPLOS.—La V. Marina de Escobar, cuenta de sí:



— 353 —

Caí muy mala de una grave enfermedad... mas como no

había llegado la hora (en que nuestro Señor me quería

llevar para sí) luego al punto que recibía el Santísimo

Sacramento quedaba sana y libre de la calentura, y esto

por tres veces; de lo cual maravillado el médico, con todos

los que lo veían, decían todas las veces que me veían

apretada de enfermedad peligrosa que me curasen con la

medicina del Cuerpo de nuestro Señor (Vida, c. II, 1. I.)

—Don Luis Betanzos, se hallaba en la cárcel de Méjico,

acusado de complicidad con los ejércitos libertadores contra

el perseguidor. Su hijo Luis, de ocho años, recibe la primera

Comunión en una casa donde ocultamente celebra

un Sr. Obispo. Lleva el niño secretamente la Comunión a

su padre, cual otro Tarsicio a los mártires. Al entrar en la

cárcel el jefe de la prisión le registra, diciendo: tengo que

«desinfectarle» por si acaso. El niño notó un pinchazo en

la muñeca. Dio la Comunión a su padre. A los pocos instantes

moría en sus brazos con las venas horriblemente

hinchadas. Había sido envenenado por el jefe de la cárcel.

(El Iris de Paz, 6 de mayo de 1928.)

—Al santo Canciller Tomás Moro, le reprochaban que

comulgase con demasiada frecuencia teniendo tanto que

hacer. Precisamente por eso comulgo porque necesito fuerza

y luz, replicó.

—«Viénenme algunas veces unas ansias de comulgar

tan grandes que no sé si podría encarecer... estaba tan

fuera de mí con aquel deseo que aunque me pusieran lanzas

a los pechos me parece entrara por ellas» (Santa

Teresa. Vida, cap. XXXIX.)

—Quiero vivir para comulgar y comulgar para vivir

santamente. (H. Benjamín Antonio de las EE. CC.)

—El Comandante Marceau, llegó a saber que los marineros

de su barco murmuraban porque se acercaba con

frecuencia a la Sagrada Mesa. Reuniendo un día a la tripulación

les dijo: Debéis alegraros de que comulgue, porque

si no, con el genio que tengo, os habría arrojado a

todos al mar. (Boumard.)

23



LECCIÓN 64. a

Cuarto Mandamiento de la Iglesia

Queridos niños: Dios nos manda hacer penitencia. «Convertios

a mí, de corazón, con ayuno y llanto», dice el Señor

por medio del profeta Joel (cap. II, v. 12.)

Jesucristo comenzó a predicar diciendo: «Haced penitencia.»

(Mat. IV, 17.) Y amenazaba a los que no hiciesen

penitencia. »Si no hiciereis penitencia pereceréis.» (Lucas

XIII.)

La Iglesia nos señala ciertos días en que debemos hacer

penitencia y determina cómo hemos de hacerla. ¿Cuál

es el cuarto mandamiento de la Iglesia?

En ese cuarto mandamiento se incluyen dos cosas: el

ayuno y la abstinencia.

a) Los días de ayuno, sólo puede hacerse una comida,

si bien se permite tomar el desayuno y lo que se llama la

colación. En la comida, guardando la templanza, se puede

comer lo que se quiera.

En el desayuno y en la colación no se permiten más

que cierta clase de alimentos y en limitada cantidad.

Respecto a la calidad, o clase de alimentos, os diré que

los que disfrutan del privilegio de la Bula, teniendo la

Bula de Cruzada y el Indulto de Abstinencia y Ayuno correspondiente

a su clase (o sin ellos, si son pobres) pueden

tomar leche, huevos y pescado.

Respecto a la cantidad se permiten unas dos onzas en

el desayuno y unas ocho, o diez, en la colación. Pero, como

enseña el Catecismo, en caso de duda ha de consultarse a



— 355 —

confesor. El que quebrante gravemente el ayuno comete

al día un pecado mortal. (Preguntas retrospectivas.)

b) La ley de la abstinencia prohibe comer carne, o caldo

de carne, en cualquier comida que sea. Y se cometen al

día tantos pecados mortales como veces se coma carne en

notable cantidad.

II

¿Con qué fin ha dado la Iglesia estos mandamientos?

Lo tenéis ahí escrito

en el encerado. Lo decía

San Juan Crisós-

Ayuna porque pecaste

Ayuna para que no peques tomo.

1.° Ayuna porque

Ayuna para obtener gracias

pecaste. Todos hemos

pecado. El ayuno y la

abstinencia nos sirven para aplacar a Dios ofendido (Los Ninivitas);

para movernos al arrepentimiento; para satisfacer

la pena temporal debida por nuestras culpas.

2.° Ayuna para que no peques. Porque así el cuerpo se

somete al alma, que ha de vencer las pasiones y entre ellas

la gula.

Decía San Alberto Magno que cuando una guarnición

está agotada por el hambre se rinde; así el cuerpo acaba

por someterse a la razón. En el Prefacio del tiempo de

Cuaresma se dice que el ayuno reprime los vicios y eleva

el alma.

3.° Ayuna para obtener gracias. En el mismo Prefacio

se añade que por ese ayuno corporal nos concede Dios

las virtudes y premios; y el ángel decía a Tobías «.buena

es la oración con el ayuno.» (Tobías XII, 8), dando a entender

que cuando a la oración le acompaña el ayuno es más

fácil obtener lo que pedimos. (Preguntas retrospectivas.)

III

¿A quiénes obliga esa ley del ayuno y abstinencia. El



— 356 —

ayuno obliga desde los veintiún años cumplidos hasta cumplir

cincuenta y nueve, o sea hasta entrar en los sesenta.

Antes de los veintiún años, como están los jóvenes en el

período de crecimiento y desarrollo, no ha querido la Iglesia

someterlos a esa obligación. Tampoco a los ancianos,

que necesitan alimentarse para sostener sus fuerzas.

Por igual razón exime a los enfermos, a los convalecientes,

a los que tienen demasiado trabajo, o ejercen oficios

que exigen ruda labor. También a los que si ayunasen

no podrían trabajar y cumplir sus deberes.

La abstinencia obliga a los que han cumplido siete

años y tienen uso de razón. Pueden estar exentos de esta

obligación por enfermedad, o por exceso de trabajo, o por

ser pobres. (Preguntas retrospectivas.)

Para que nadie se engañe a sí mismo debe consultar

al confesor.

IV

¿En qué días obliga la abstinencia y el ayuno? Os diré

sólo aquellos en que obliga disfrutando del privilegio de

la Bula. Lo tenéis ahí en el encerado. ¿Veis esa circunferencia

a? Los días que se incluyen en ella son días de

ayuno: Miércoles, Viernes y Sábados de Cuaresma.



— 357 —

Y las tres vigilias, o días que preceden a Navidad, Pentecostés

y la Asunción de Nuestra Señora. Sólo que la vigilia

de Navidad se anticipa, o adelanta, al sábado de Témpora

anterior.

Los días que se incluyen en la circunferencia. A mayúscula

son de abstinencia, a saber: esas tres vigilias que

hemos dicho y los Viernes de Cuaresma y Témporas. He

puesto un 3 antes de la V que significa Viernes, porque

aunque las Témporas, como os explicaré ahora, son cuatro,

una de ellas cae dentro de la Cuaresma. (Se repite

varias veces en el encerado las dos circunferencias han de

trazarse con tiza de distinto color; o a una de ellas se le

pone greca.)

Ahora observad una cosa. Hay unas letras, o dibujos,

que caen dentro de una sola de las circunferencias. Por

ejemplo M. S. Los Miércoles y Sábados de Cuaresma son

días de ayuno solamente, sin abstinencia. Los 3 Viernes

de Témporas son días de abstinencia sin ayuno. En cambio

los Viernes de Cuaresma y las tres vigilias caen dentro

de las dos circunferencias y por tanto son a la vez de ayuno

y abstinencia. (Pónganse ejemplos. Háganse ejercicios.

Procúrese que los niños dibujen el gráfico, con modelo, y

sin él.)

Dos advertencias: Una es que el Sábado Santo cesa el

ayuno al mediodía. Otra que si algún día de ayuno o abstiencia

cae en domingo o fiesta de precepto, no obliga el

ayuno ni la abstinencia, a no ser dicha fiesta (v. gr. San

José) durante la Cuaresma (Hemos descendido a demasiados

detalles. El catequista suprimirá lo que creyere conveniente,

conforme a la edad de sus alumnos.)

Dije que iba a explicaros lo que son las Témporas. Son

tr

es días, miércoles, viernes y sábado, que al comenzar

c

ada uno de las cuatro estaciones, se dedican a cuatro cosas:

*•'•* Ofrecer a Dios esas cuatro estaciones.

*•" Pedir a Dios nos dé y conserve los frutos del campo.



— 358-

3. n Darle gracias por los que nos ha concedido

4. a Pedirle envíe buenos sacerdotes a su Iglesia, pues

el sábado de Témpora coníiere, o administra el Sr. Obispo

las Ordenes.

Si queréis recordar cuándo son las Témporas, podéis

aprender este verso tan sencillo:

Son los miércoles de Témpora

los que siguen a estos días:

Ceniza y Pentecostés

La Cruz y Santa Lucía.

De modo que el miércoles que venga después del de

Ceniza, comienzan las Témporas de primavera.

El miércoles que sigue al día de Pentecostés las del

verano.

El que viene después de la Exaltación de la Santa Cruz

(14 de septiembre) las de otoño.

El que sigue a Santa Lucía (13 de diciembre) empiezan

las de invierno. (Se comprueban con el calendario. Hemos

traducido del latín «Post Luciam, Ciñeres, post sanctum

Penuma, Crucemque. Témpora dat quatuor feria IV sequens»,

si bien hemos dispuesto los días siguiendo el orden

del año civil y de las estaciones.)

Recapitulación.—¿Qué nos manda la Iglesia en el cuarto

mandamiento? ¿Para qué nos manda ayunar, etc.? A quiénes

obliga. ¿Cuándo?

* * *

Queridos niños: Acordaos de que Jesucristo ayunó e

hizo penitencia por nosotros. Imitadle. No os obliga el

ayuno; pero sí la abstinencia. Haced algún sacrificio, como

privaros de alguna golosina, o de ir al cinematógrafo, etc.,

sobre todo en tiempo de Cuaresma. Por medio de esos y

otros sacrificios cumpliréis lo que Jesucristo nos dice a

todos: «El que quiera venir en pos de mí niegúese a sí mismo,

tome su cruz y sígame.»

EJEMPLOS.—El Santo Cura de Ars decía a un confidente

íntimo que las gracias más extraordinarias las había

alcanzado por la mortificación.



— 359 —

—La limosna y el ayuno son las dos alas de la oración

(San Agustín.)

—Alejandro Magno, en su lecho de muerte, contestando

a sus generales que le preguntaron quién sería su sucesor

respondió que el más digno. Demos nosotros el imperio al

más digno: al alma sobre el cuerpo. (Duplessy.)

—Leemos en la vida de San Severino, que por medio

del ayuno general libró de calamidades a varios pueblos.

—Luis XVI observaba la abstinencia corrigiendo los

abusos de su antecesor. Cuando encerrado en el Temple le

servían carne en viernes, por desprecio a la Religión, sin

articular una queja bebía un vaso de agua diciendo: He

aquí mi comida (Catéchisme paroissial.)

—Un viernes de Cuaresma, el 20 de marzo de 1891 en

Misloviz (Polonia) un obrero mandó a su mujer que para

mediodía pusiera carne. Quiso oponerse la mujer, pues deseaba

guardar la abstinencia del día; pero ante la intimación

de su marido, juzgó preferible obedecer.

Llegada la hora de comer, el obrero tomó un trapo y

cubriendo con él un crucifijo, que presidía la habitación,

exclamó riendo:

—Ahora puedo comer tranquilo, porque he tapado los

ojos a Cristo y así no ve que como carne.

A la mañana siguiente eran ya las diez, y el obrero no

se levantaba aún para ir a su trabajo. Fué entonces su

mujer a preguntarle si se sentía enfermo; mas el replicó

que se levantaría cuando fuera de día.

¡Juzgúese del estupor de ambos al advertir que para el

desgraciado burlón ya jamás se haría de día, pues durante

la noche se había quedado ciego!

—San José de Calasanz, teniendo ya 90 años aún ayunaba,

diciendo: ¿No sabéis que soy un pobre viejo con gran

necesidad de hacer penitencia? (Timón David.)



LECCIÓN 65. a

Quinto Mandamiento de la Iglesia.

Diezmos y primicias

Queridos niños: Nos toca explicar el quinto mandamiento

de la Iglesia, que es...

En ese gráfico vais a ver por que tienen los cristianos

que contribuir al sostenimiento del culto y de sus ministros.

a) ¿Os acordáis del primer mandamiento de la Ley de

Dios? Nos manda adorar, o dar culto a Dios. ¿Por qué hay

que dar culto a Dios? ¿Qué es adorar a Dios? Es reconocer

que es nuestro Señor, dueño absoluto de todas las cosas,

Ahora bien, el culto se ha de dar a Dios como El quiere,

Para ello, ha dejado a la Iglesia el Santo Sacrificio de la



— 361 —

Misa y ha instituido el Sacramento del Orden, con el fin

d e

que siempre haya sacerdotes y ministros que ofrezcan

el Santo Sacrificio y oraciones por el pueblo.

Y decidme; para celebrar la Misa ¿no hacen falta templos,

altares, ornamentos, vasos sagrados? Para el esplendor

del culto ¿no se necesitan recursos materiales? Y los

sacerdotes ¿no necesitan acaso medios para sostenerse

decorosamente? Si ellos se han consagrado por entero a

Dios y al bien de los fieles ¿no tendrán éstos obligación

de preocuparse de su sustento?

Ved, pues, cómo la obligación de dar culto a Dios, lleva

consigo la de contribuir con recursos para ello.

Todo eso os da a entender ese templo de veis ahí dibujado

y, que os hace pensar en cuántas cosas hacen falta

para el culto divino.

b) Otra razón ha de mover a los fieles a ser generosos

para con la Iglesia: es la gratitud. ¿A quién debemos todo

cuanto tenemos sino a Dios? ¿No es justo que le ofrezcamos

algo de lo que El nos da?

c) Y buena cuenta nos tiene; porque quien da a la

Iglesia presta a Dios, el cual da el ciento por uno; nos ha

de premiar con abundancia (Se repiten las tres razones:

1. a Por ser Dios, nuestro Señor hay que contribuir al culto.

2. a Por ser nuestro bienhechor hay que ser agradecidos.

3. a Nos premiará nuestra generosidad para con la Iglesia.)

Nos dan ejemplo los israelitas, quienes para la construcción

del tabernáculo presentaron tantas ofrendas, que

fué preciso por público pregón avisar que no se admitirían

ya más donativos. (Véase desarrollando este argumento en

nuestra Explicación Dialogada.)

II .

S i

el primer mandamiento ordena dar culto a Dios y

Para ello hay que contribuir con recursos, el cuarto mancamiento...

¿Cuál es el cuarto mandamiento de la Ley de

Dios? ¿Q U

é obligaciones tiene un hijo para con sus padres?

L a

Iglesia es nuestra Madre. Ese corazón os indica que



-362 —

tenéis que amarla y vuestro amor, si es sincero, ha de manifestarse

en las obras. ¿No tiene un hijo la obligación de

socorrer y ayudar a sus padres, cuando necesitan de él?

¡Nuestra Santa Madre la Iglesia necesita tantas cosas! Para

-construir, conservar, reparar los templos, para atender al

culto; para instruir al pueblo; para ejercer la caridad; para

la propagación de la Fe...

¿Quiénes han de ayudarla sino sus hijos? Acordaos

todos los días en vuestras oraciones, de vuestra Madre la

Iglesia. Pedid por su exaltación y engrandecimiento. Dad

si podéis algo para el culto, catequesis, misiones, escuelas,

etc. No seáis ingratos; que la Iglesia vuestra Madre os

está continuamente colmando de beneficios. (Preguntas

retrospectivas.)

III

Hasta aquí os he dicho que seáis generosos para con la

Iglesia. ¡Bien generosos eran los primeros cristianos con

los Apóstoles! Más tarde en la Misa, al Ofertorio, los fieles

se acercaban a presentar sus ofrendas. Y eran tantas, que

mientras duraba ese acto se cantaban uno o varios Salmos,

precedidos de una antífona. La antífona aún la lee el

sacerdote y la canta hoy el coro.

Pero cuando disminuyeron las ofrendas y donativos, tuvo

la Iglesia que imponer a los fieles la obligación de contribuir

con ciertas cuotas que recibieron el nombre de diezmos

y primicias, aunque no fueran precisamente la décima

parte, ni los primeros frutos como en la Antigua Ley.

Esas llaves os dan a entender que la Iglesia tiene derecho

a exigir dicha contribución. Una asociación impone

a sus miembros cuotas para atender a los gastos necesarios

para su funcionamiento; y cuando no es una asociación

cualquiera sino una sociedad perfecta, como la Iglesia

y como el Estado, tiene el derecho de imponer a sus

subditos esa carga necesaria para sus sostenimiento y P a r a

conseguir su fin. Jesucristo, al fundar la Iglesia y al comunicar

a los Apóstoles la potestad de dar leyes, signifi-



-363-

cada por las llaves, incluyó también ésta de que venimos

hablando!

En España, han de contribuir los fieles, en proporción

a sus ingresos, a la suscripción o colecta para el sostenimiento

del culto y clero.

Además, tienen que pagar los derechos parroquiales; y

otros derechos por expedientes, documentos, etc., en las

oficinas del Palacio Episcopal (Curia Episcopal), o en Roma

(Curia Romana.)

EJEMPLOS.—Abraham ofrece a Melquisedec el diezmo

del botín. (Gen. XIV-20.)

—Jacob, huyendo de su hermano, hace voto de ofrecer

•el diezmo de lo que el Señor le diese. (Gen. XXVIII-22.)

—El óbolo de la viuda (Luc. XXI-2.)

—El aceite y la harina de la viuda de Sarepta, multiplicados

prodigiosamente por haber socorrido a Elias (III

Reg. XVII.)

—San Canuto, Rey de Dinamarca, ordenó pagar los

diezmos en todo su reino, en beneficio de la Iglesia y de

sus ministros. Indignado el pueblo, por instigaciones de

cierto .hombre llamado Blacón, dio muerte al Santo Monarca.

Dios, justo vengador de los impíos, desoló toda Dinamarca

con una terrible carestía que duró varios años,

mientras las naciones próximas abundaban en frutos; y el

castigo no cesó hasta que el pueblo, humillado, pidió a Dios

piedad y misericordia. (Dianda.)

—Escribe Cesarino de un soldado que era tan devoto

de pagar los diezmos, que tenía sumo cuidado de pagarlos

«on tiempo, sin engaño ni tardanza. Tenía una viña en

donde solía coger diez carretadas, de uva. Sucedió una vez

•que no cogió más de una, y di jóle a su criado:

«Amigo, Dios me ha quitado la parte que de esta cosecha

solía tocarme; pero yo no quitaré a Dios la suya:

toma esta carretada y llévala al diezmo.»

Al mismo tiempo un sacerdote, hermano del soldado,

Pasó junto a su viña, y, viéndola muy llena de uva, se fué

a

su hermano y di jóle:



-364 —

—¿Qué negligencia es ésta, que no vendimiáis vuestra

viña?

Respondió que ya la había vendimiado.

Repuso el sacerdote que no, porque en aquel punto la

había visto llena de uva.

Acudió a verla y halló que era así; vendimióla, y vio

que jamás le había dado tanto fruto como aquel año, en

pago de la buena voluntad con que dio a la Iglesia lo que

de ella había cogido. (Belarmino.)

—El filósofo Naigeón, dijo en 1790, en una exposición

a la Asamblea Nacional: «El interés general consiste en

envilecer al sacerdote; para envilecer al sacerdote es preciso

empobrecerlo.» Pero la iniquidad quedó engañada en

sus cálculos; porque una vez despojado el clero, en el momento

de la Constitución civil, Mirabeau, hablando de los

obispos y de los sacerdotes, dijo: «Les hemos quitado sus

bienes, pero ellos han conservado su honor.» (Mons.

Gibier.)



LECCIÓN 66. a

Las obras de misericordia

Todos los Mandamientos se reducen al amor de Dios,

el cual lleva consigo el amor al prójimo; pues, como dice

el apóstol San Juan (1. a - Joan IV, 20); «el que no ama a su

hermano a quien ve ¿cómo podrá amar a Dios a quien no

ve? La manera de manifestar al Señor nuestro agradecimiento

es haciendo bien a nuestro prójimo. Vamos a tratar

de las Obras de Misericordia, y esta catequesis constará

de tres partes: 1. a Sed misericordiosos. 2. a Por qué habéis

de ser misericordiosos. 3. a

Cómo habéis de ser misericordiosos.

En el gráfico hemos puesto el consejo que Tobías daba

a su hijo. Según pudieres, se misericordioso. (Tobías IV, 8)

Y Jesucristo decía a sus discípulos: Sed misericordiosos

como lo es vuestro Padre. (Luc. VI, 36.)

Para inculcar la misericordia y el amor al prójimo, nada

mejor que referir la parábola del Samaritano. (1)

En el camino de la vida nos hallamos con tres clases

de personas:

Unos son malhechores como los ladrones de la parábola,

que robaron al viajero y le hirieron dejándole medio

muerto.

Otros son egoístas, que pasan de largo y sólo se cuidan

de sí, como aquel sacerdote judío y el levita.

Otros son misericordiosos, como el samaritano, que emplean

tiempo, dinero y trabajo en bien del prójimo. ¿A qué

grupo queréis pertenecer?

Ved lo que os dice Jesucristo: Sed misericordiosos, etc..

i (1) Véase nuestra «Explicación Dialogada del Catecismo», 3. a ed., pág. 245.



— 366 —

II

Para que imitéis al samaritano y seáis misericordiosos

voy a indicaros algunas razones que os moverán a ello.

En los Artículos decimos que Dios es Criador... es

Salvador... es Glorificador. Ahí tenéis tres motivos para

amar a nuestro prójimo, y socorrerle si se halla necesitado,

espiritual o corporalmente.

1.° Dios nos ha criado a su imagen y semejanza. De

modo, que los hombres todos son imagen de Dios. Por ello

debemos amarlos y hacerles el bien que podamos...

2.° Jesucristo nuestro Salvador ha dado su sangre preciosísima

por todos. Ved cuan dignos son de nuestro amor.

3.° A todos nos ha destinado a la Gloria eterna. Debemos

amar en la tierra a los que Dios ha destinado para

ser compañeros nuestros en el cielo (Recapitulación.)

III

Quiero con más detenimiento explicaros cómo ha de

ser nuestra misericordia. Lo indica el gráfico y puede resumirse

a estas tres frases:

El corazón compasivo.

La mano abierta.

Los ojos en el cielo.

1. a El corazón compasivo. Eso significa la palabra misericordia:

que el corazón siente las desgracias del próji-



— 367 —

ino; se compadece. «Lloraba con aquél que estaba afligido,,

¿ice el santo Job; mi alma se compadecía del pobre.» (Job

XXX, 25.) El samaritano, al ver el triste estado del caminante,

se movió a compasión.

Ese corazón que veis dibujado, os da a entender que

no basta socorrer al prójimo, que la limosna ha de nacer

del corazón. Así que cuando algunos se entregan a diversiones

con el pretexto de remediar las desgracias ajenas,

no podemos decir que practican una obra de misericordia,

no son misericordiosos...

2. a La mano abierta. Pero no todo ha de reducirse a

sentir y compadecerse. No es verdadero el sentimiento, si

no va acompañado de las obras. «Quien tiene bienes de

este mundo y, viendo a su hermano en necesidad, cierra

sus entrañas (y su mano) ¿cómo es posible que tenga caridad?»,

dice el apóstol San Juan. Hijitos míos, prosigue el

mismo apóstol, no amemos solamente de palabra y con la

lengua sino con las obras y de verdad (1. a Joan III, 17 y 18.)

Acordaos de que el Catecismo pone: obras de misericordia.

¿Veis esa espiga? En ella se significan las obras de

misericordia corporales. Dios nos da a nosotros el sustento;

justo es que demos al prójimo algo de lo que hemos recibido

de Dios.

En el libro que veis al lado y que representa el Catecismo,

se indican las obras de misericordia espirituales...

(Aquí se repasan preguntando ¿cuántas son ?, etc. Se hace

que los niños digan en particular la manera de practicar

alguna de ellas.)

3. a Los ojos en el cielo. No basta compadecerse del prójimo

y socorrerle, hay que hacerlo por Dios. Así será grande

nuestra recompensa. Bienaventurados los misericordiosos

porque ellos alcanzarán misericordia. (Mat. V, 7.)

¿Veis esa medida? «Con la medida con que midiereis,

seréis medidos», dice el Señor. Si socorréis al prójimo por

Dios, no se dejará Dios vencer en generosidad. «Dad y se

os dará una buena medida, apretada y bien llena hasta

desbordarse, leemos en el Evangelio. (Luc. VI, 38.) Con ello



— 368 —

nos indicaba Jesús la abundancia con que premiará lo

q u e

por amor suyo hiciéremos en favor de nuestros prójimos.

(Recapitulación.)

Se cuenta del emperador Tito que el día en que no había

hecho algún favor lo consideraba como perdido Diem

perdidi...

Procurad vosotros hacer todos los días algo en favor

de los demás. Imitad a Jesucristo, cuya vida resumió San

Pedro en estas palabras: pasó haciendo bien. (Act. X, 38.)

EJEMPLOS Y MÁXIMAS.—El padre de San Carlos Borromeo

distribuía copiosas limosnas. Un amigo le dijo que

iba a empobrecer a sus hijos. A lo cual respondió el generoso

bienhechor: yo tendré cuidado de los hijos de Dios,

y Dios tendrá cuidado de los míos. (Segneri.)

—Con frecuencia ocurrió que sobre el fuego encendido

para quemar la víctima enviaba del cielo Dios otro fuego

más voraz y sagrado que daba término más noble al sacrificio.

Así hace la caridad: sobre aquellas llamas de compasión

natural, en sí laudable, añade otras llamas de amor

divino por las cuales se completa en olor de suavidad el

sacrificio. (Id.)

—San Juan de Dios, en Granada, recogía a los enfermos

abandonados, los lavaba los pies, les cedía su cama.

Al besar los pies a uno, desapareció éste en medio de celestial

resplandor, y le dijo: Juan; lo que haces con los pobres

lo haces conmigo. (Vida. 8 de marzo.)

—Santa Casilda convirtió en rosas el pan que llevaba

a los presos en el castillo de su padre, el rey moro de Toledo.

—Un pobre anciano a quien socorrió San Pedro Regalado

vino como tenía por costumbre a la portería del Convento

de la Aguilera a pedir limosna, y puesto de rodillas

sobre el sepulcro del Santo imploraba su misericordia. El

cadáver se incorporó, extendió el brazo y dio un pan al

mendigo. (Vida por Fr. José Infantes. Cap. XXVIII-)

—Da lo que no puedes retener y recibe lo que no puedes

perder. (San Agustín.)



LECCIÓN

67. a

El pecado

Después de haber explicado los Mandamientos dediquemos

esta catequesis a tratar de su transgresión, o sea

del pecado.

¿Qué es pecado?—Todos lo sabéis. Es desobedecer a

Dios. Hacer lo que Dios no quiere, lo que Dios prohibe;

no hacer lo que Dios quiere, lo que manda Dios...

Y ¿cómo sabemos lo que manda Dios? Ahí lo tenéis representado.

(Se dibujan las Tablas sin la raya oblicua, que

indica Que están rotas.)

^«QO<3©C¡>O s¡>o»

i

V

V]

¿cívm

III

VIO

IX

X

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PECCAT/

tfftsoeei? &Q^f>o -o a*a saq) g •

También es pecado desobedecer a la Iglesia, y desobedecer

a los padres, etc.; pero todo ello es desobedecer a

Dios. Porque Dios nos manda en el cuarto Mandamiento

obedecer a los legítimos superiores...

24



— 370-

Así que pecar es quebrantar (o romper) alguno de los

Mandamientos. (Se traza la raya oblicua.)

* # *

Pero no basta quebrantar, o dejar de cumplir algún

Mandamiento, para que haya pecado. Es preciso hacerlo

sabiendo y queriendo. Porque si lo hace uno sin darse

cuenta, o sin querer, no peca. Para que lo entendáis vamos

a poner dos ejemplos: 1.° Un viernes de Cuaresma Juanito

quita a su madre unos embutidos muy ricos. Y, sin acordarse

de que era día de abstinencia, se da un buen banquete

con ellos. ¿Qué os parece? ¿Peca Juanito?... (Hacemos

primero así la pregunta, en vez de preguntar: ¿cuántos

pecados cometió Juanito? Unos han concentrado su atención

en que no se dio cuenta de que era día de abstinencia

y dicen que no pecó. Otros han advertido enseguida lo del

hurto y dicen que sí.) Pecó, sí, por hurtar; porque sabía él

muy bien que eso está prohibido; pero no pecó por comer

carne, porque no sabía que ese día fuese de abstinencia, o

si lo sabía no se acordó de ello, que es lo mismo. De modo

que ¿cuántos pecados cometió Juanito?

Un domingo, desobedeciendo a su madre, se fué a dar

un paseo en bicicleta. Volvió para las once, hora de la

última Misa. Fué al templo a oír Misa; pero aquel día no

la hubo, porque el sacerdote se puso enfermo. ¿Pecó Juanito?

¿Cuántos pecados cometió? No pecó por faltar a Misa,

porque fué sin querer.

De modo que pecar es desobedecer a Dios sabiendo y

queriendo. (Pueden escribirse estas tres palabras en el encerado.)

* * #

El pecado se comete unas veces con el pensamiento,

cuando uno se entretiene en lo que está prohibido detenerse.

Y más si se complace en el mal pensamiento, o desea hacer

algo malo, o se alegra de haberlo hecho.

Otras veces se peca con las palabras.

Otras con las obras, haciendo lo que está prohibido, u

omitiendo lo que está mandado.



-371 —

(Se ponen ejemplos de pecados de pensamiento, palabra,

obra y omisión. Pueden tomarse de la Historia Sagrada.

v_ gr.: Los ángeles rebeldes, los fariseos que juzgaban mal

de Jesús; los niños que insultaban al profeta Elíseo; blasfemias

de Sennaquerib; Caín da muerte a su hermano, Helí

no corrige a sus hijos, etc.)

II

No todos los pecados son iguales: unos son mortales, o

graves; otros veniales, o leves.

Para que entendáis la diferencia, que es importantísima,

me valdré de una comparación. ¿Vosotros habéis visto

a los soldados alguna vez hacer la instrucción. ¿Sabéis lo

que es dar media vuelta? (Sin detrimento de la disciplina

puede hacerlo algún niño.) Así que después de la media

vuelta, da las espaldas a donde antes daba la cara... ¡Si

os dijera yo ahora que pecar gravemente es como dar media

vuelta a la izquierda, y quedar de espaldas a Dios!

Dar las espaldas es dejar a uno, enemistarse con él. El

pecado mortal nos hace enemigos de Dios, por volvernos

hacia las criaturas. ¡Qué ofensa, dejar a Dios por volverse

hacia una cosucha que nada vale! ¡ Qué ingratitud para con

un Dios tan bueno! ¡Qué temeridad y locura hacerse enemigo

de Dios!...

En el pecado venial no ocurre eso. Es como lo que en

la instrucción llaman oblicuo, inclinarse un poquitín hacia

un lado, hacia las criaturas, pero sin apartarse de Dios, sin

dejar de estar con El, sin volverle la espalda.

Ved cuan grande es la diferencia. El pecado mortal,

mata el alma, porque la aparta de Dios, quita la vida sobrenatural

de la gracia. De esta vida os hablaré, Dios mediante,

en la lección próxima. El pecado venial, no mata el

a

lma; no la aparta de Dios, ni la hace enemiga de Dios.

Sólo entibia la amistad; y aunque se cometan muchos pecados

veniales no equivalen a uno mortal.

Pero no los cometáis; porque disgustáis a Dios y mancharán

vuestra alma (visión de D. a

Sancha Carrillo) porque



-372-

os puede castigar aquí, o en el purgatorio; y porque el que

se descuida en cosas pequeñas fácilmente caerá en otras

más grandes. (Preguntas retrospectivas. ¿En qué se diferencia

el pecado mortal del venial? etc.)

* * *

Hemos dicho que pecar es desobedecer, sabiendo y queriendo.

Para que haya pecado mortal es preciso que la desobediencia

sea en cosa grave, sabiendo (y advirtiendo) que

se trata de cosa grave, y queriendo (consintiendo), con todo,

realizarla.

Si la cosa en que se desobedece es pequeña, o si el saber

o querer es a medias, el pecado será venial. Y si faltan del

todo no habrá pecado alguno. (Preguntas retrospectivas.

Ejemplos y casos.)

III

Os he dicho lo que es el pecado y las clases de pecados

que hay. Ahora, para que evitéis a toda costa el pecado,

principalmente el mortal, veamos sus temibles consecuencias.

¿Veis ese corazón con una culebra? Representa al

alma en pecado mortal. Ahí tenéis quién habita en ese

corazón: El demonio, representado por la serpiente. ¡Qué

horrible es el alma que se halla en pecado!

Como está apartada de Dios, sin la gracia santificante,

es como sarmiento separado de la vid: no da fruto, las

obras buenas que hace no le sirven de mérito para el cielo.

Y pierde los méritos que tiene, si bien éstos puede recuperarlos

recobrando la gracia.

Y como sarmiento separado de la vid se seca y sirve

sólo para el fuego, el que muere en pecado mortal quedará

para siempre apartado de Dios y será arrojado al infierno...

* * *

¿Qué extraño es, pues, que muchos, como Domingo Savio,

discípulo predilecto de San Juan Bosco, hayan tenido

por máxima fundamental en su vida, antes morir que

pecar? La morte ma non peccati... morir sí, pecar nó! fue



— 373 -

lo que escribió ese joven admirable el día de su primera

Comunión.

y lo cumplió fielmente. Hagamos nosotros ese propósito.

Pidamos a la Virgen Santísima su ayuda para cumplirlo.

Antes morir que pecar; antes morir que pecar; \antes

morir que pécari...

SÍMILES Y EJEMPLOS.—Un día que S. Benito José Labre,

pobre mendigo, iba con la alforja al hombro y el cayado

en la mano, pidiendo limosna de puerta en puerta, unos

rapazuelos le tiraron piedras llamándole miserable y desgraciado.

El les contestó, con la paciencia y tranquilidad

de un santo Job: No, hijitos míos, solamente es desgraciado

el que ofende a Dios. (La Catequesis de la Bañeza.)

—Santo Tomás de Aquino se hallaba moribundo. Rodeábanle

los religiosos. Padre, le dijo uno de ellos, decidnos

lo que más os ha admirado en la tierra. Todavía pudo

responder: «Lo que nunca he comprendido es que un hombre

se atreva a dormir en pecado mortal. (Gibier.)

—Un anarquista, llamado Pauwel, llevaba escondida

una bomba con el fin de colocarla en la iglesia de la Magdalena

de París. Al abrir la puerta le dio bruscamente en

el pecho y la bomba estalló... Los fieles llenos de espanto

vieron los miembros descuartizados del infeliz entre charcos

de sangre. El pecado es una bomba... El día en que estalle...

el pecador caerá en el infierno. (Millot.)

—Se ha reprochado al Dante haber puesto en los círculos

primeros del infierno a muchedumbres de condenados

que durante su vida no hicieron mal alguno, pero tampoco

practicaron el bien. No ha hecho sino expresar una verdad

cristiana. Puede uno condenarse por los pecados de

omisión. (La Voix.)

—San Juan Berchmans no cometió pecado venial deliberado.

Se lo contaban a S. Roberto Belarmino y respondió:

«Yo tampoco quisiera cometerlo.» (Encyclopédie Catéchistique.)



PARTE CUARTA

LECCIÓN

68. a

la gracia

Queridos niños: Comenzamos hoy la cuarta parte del

Catecismo que trata de los Sacramentos, los cuales producen

la gracia.

¿Para qué fin ha criado Dios al hombre?... Para ir al

cielo necesitamos creer, orar, cumplir los mandamientos...

Pero no podemos creer, sin la gracia. Ni cumplir los

mandamientos como conviene para la salvación, sin la

gracia.

Voy a deciros algunas cosas de la gracia.

I

Y primeramente ¿a quién llamamos gracia? ¿Veis en el

encerado ese triángulo que representa a Dios, a la Santísima

Trinidad? ¿No veis cómo de ahí parten unos rayos de

luz hacia abajo? Todos los beneficios nos vienen de Dios.

La gracia es un don de Dios...

Pero para que entendáis qué clase de don es la gracia,

voy a contaros una historia muy bonita, tomada de la vida

de un santo.

Había en Florencia un matrimonio de la ilustre familia

de los Corsinos. Pidieron al Señor que les diera un hijo.

Dios se lo concedió, y pusieron al niño por nombre Andrés.

Le educaron cristianamente y le dedicaron al estudio. Mas,

en cuanto llegó a ser algo mayor, se juntó con malos amigos,

dejó los libros, malgastó el dinero, entregándose a di-



— 375-

versiones deshonestas y exponiéndose en riñas y pendencias

a perder la vida, y. lo que es peor, el alma. Le reprendían

sus padres y se rebelaba contra ellos, mostrándose irir

corregible.

Un día, que había estado muy insolente, insultando a

su madre, ésta, con lágrimas en los ojos, le dijo: «Verdaderamente

eres el lobo que yo soñé cuando naciste.» Extrañado,

rogó a su madre le contase el sueño. Ella le dijo

que había visto un lobo que entrando en la iglesia se transformaba

en cordero... Entonces el joven, conmovido y arrepentido,

pidió perdón a su madre; y al día siguiente fué a

un Convento de Carmelitas donde después de haber orado

ante el altar de la Virgen Santísima del Carmen, suplicó

P^^ss:

SIN Mi,

NADA

PODÉIS

HACER

írt ¡UJ /i^TENDREMO/

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EN EL %

NUESTRA^

MS^

le admitiesen en su Orden. Desde entonces llevó una vida

ejemplar, llegó a ser Obispo, y como santo le veneramos

en los altares. Es San Andrés Corsino. Su fiesta se celebra

el 4 de febrero.

Vamos a pensar un poco en los dones, o favores, que a

San Andrés Corsino, concedió el Señor:

a) En primer lugar le dio la vida. Además se la conservó.

Le dio salud, fuerzas, talento, dinero. Todo esto son

favores de Dios. Estos dones ¿son los que el Catecismo llama

gracias? No; la gracia es cosa mucho mejor que estos dones

naturales. . .



— 376 —

b) Le dio unos buenos padres que le educaron en el

santo temor de Dios. Sus padres le instruían, le reprendían

cuando no era bueno. Estas enseñanzas, consejos, buenos

ejemplos ¿son gracias? Son lo que se llaman gracias exteriores;

y pueden no llegar al alma. Acaso le ocurrió esto a

San Andrés Avelino entonces; por más que también pudo

ser que rechazase las luces, e inspiraciones de Dios.

c) Mas recordad ahora lo que sucedió cuando su madre

le contó el sueño. ¡Parecía que despertaba él de otro sueño!

Conoció lo ingrato que había sido para con Dios y para

con sus padres. Se dio cuenta del peligro a que se exponía,

de irse al infierno. Se conmovió su corazón y decidió cambiar

de conducta. Fuese a orar ante el altar de la Virgen Santísima;

pidiendo luego que le admitieran en el convento de

PP. Carmelitas.

Esa luz que Dios dio a su entendimiento, esa impresión

que produjo en su corazón, aquel cambio que se verificó

en él, que de perverso que era se hizo santo, son gracias

interiores, porque llegan al alma, a sus potencias, al entendimiento,

o la voluntad.

Ahí en el dibujo veis que los rayos de luz que parten de

arriba llegan a esa estrella la cual representa nuestro entendimiento,

y llegan también al corazón.

De modo que gracia propiamente es ese don interior,

que Dios nos concede para nuestra eterna salvación.

Es un don sobrenatural, porque se ordena a nuestra salvación,

está sobre todas las cosas del mundo y es superior

a ellas, y no podemos adquirirla con nuestras propias fuerzas,

ni tenía Dios obligación de dárnosla. Nos la concede

por los méritos de Jesucristo, que murió en la cruz por nosotros.

(Preguntas retrospectivas.)

II

En el dibujo se indican las dos clases de gracia que hay.

Unas gracias son las que el Catecismo llama actuales, auxilios,

o inspiraciones. Están representadas en esos rayos de



— 377 —

luz que llegan a la estrella y al corazón. Luz que no sólo

ilumina, sino que calienta y da energías.

Consiste, como habéis visto en el caso de San Andrés

Corsino, en que Dios ilumina nuestro entendimiento y mueve

nuestra voluntad, para temer la divina justicia, creer,

esperar, amar, arrepentirse, etc., para dar un paso cualquiera

en el camino de nuestra eterna salvación; pues como

decía Jesús, y lo veis escrito en el encerado: Sin mi

nada podéis hacer. (Joan XV, 5.) Como enseña el Catecismo,

sin esas gracias no podemos principiar, ni continuar,

ni concluir cosa conducente para la vida eterna. El pecador

las necesita para convertirse y hacerse justo; el justo

para continuar siéndolo y trabajar por conseguir el cielo.

Y aun en el orden natural, dada nuestra ignorancia y mala

inclinación, a consecuencia del pecado original, es muy difícil

cumplir durante largo tiempo los mandamientos todos

y vencer las tentaciones graves, sin la gracia, que, a

modo de medicina, nos fortalezca.

* * *

Como Dios quiere la salvación de todos, a nadie niega

su gracia. Pero suponed que,uno se ha caído a un pozo y

le echan una cuerda y él no quiere agarrarse. ¿Qué le ocurrirá?

Dios llama a la puerta de nuestros corazones. (Apocalipsis

III, 20.) ¿No habéis visto una estampa que representa

a Jesús, como un caminante, llamando a una puerta?

¡Hay ingratos que no quieren abrir, no quieren hacerle

caso! Resisten a la gracia, y así se privan de los bienes que

iba a darles el Señor.

III

La otra clase de gracias es la gracia santificante, que

se llama también habitual. Es un don de Dios; pero no

transitorio como la luz e inspiración de las gracias actúates,

sino que permanece en el alma y nos hace justos, santos,

hijos de Dios y herederos del cielo. ¡Oh si yo supiera

explicaros lo que es esta gracia y cuánto vale!



-378 —

El hombre ha sido criado por Dios. Es su criado... su

siervo. Pero por la gracia santificante le adopta Dios como

hijo y le hace heredero del cielo.

El hombre ha sido hecho a imagen y semejanza de

Dios; pero por la gracia santificante se parece mucho más

a El, pues si bien no tiene la misma naturaleza y ser de

Dios como Jesucristo, participa de ella como dice San Pedro.

(II Petr. I, 4.)

El hombre tiene alma, que unida con el cuerpo le da

vida. Por la gracia santificante, se une con Dios y participa

de la vida divina, tiene la vida sobrenatural.

Dios se halla en todas partes; pero de un modo especial

se halla en el corazón del justo, del que está en gracia.

Allí habita, como en su templo, la Santísima Trinidad. Lo

decía Jesús mismo: Tendremos en él nuestra morada. (Joan

XIV, 23.) Por eso veis que en ese corazón he dibujado una

paloma, la cual representa al Espíritu Santo, que allí mora

derramando sus gracias y sus dones. ¿No sabéis que sois

templo de Dios y que el Espíritu Santo mora en vosotros?,

dice el apóstol San Pablo. (1* ad Cor. III, 16.)

IV

Bendecid y alabad al Señor que os dio ese tesoro tan

precioso de la gracia santificante, cuando recibisteis el Bautismo.

Tened sumo cuidado en no perder tan rico tesoro, sino

procurad, más bien, aumentarlo. ¿Cómo se aumenta? Por

los sacramentos, la oración y las obras buenas.

¿Cómo se pierde? Por el pecado mortal.

Sacad ahora vosotros las consecuencias. ¡Huid del pecado

que es el más grande de todos los males!

Si hubierais tenido la desdicha de perder la gracia, recuperadla

enseguida haciendo un acto de perfecta contrición.

Y luego no retraséis mucho la confesión, para mayor

seguridad, por si el acto de dolor no hubiera llegado a ser

de contrición perfecta.

SÍMILES Y EJEMPLOS.—Muchos hay en la Sagrada



— 379-

Escritura y en las Vidas de los Santos. Pueden citarse la

conversión de la Samaritana y de San Pablo y la de San

Agustín, etc.; la del judío Alfonso María Ratisbona, a quien

se apareció la Virgen Inmaculada en la Iglesia de San Andrés

en Roma. Un amigo le había hecho llevar la medalla

milagrosa y encomendarse a la Virgen Santísima.

— ¡Ni ancha maceta, ni esponjada tierra,

Ni aire, ni sol, ni riego!

¿No habrá remedio ya? ¿por qué estás mustia?

Por qué doblas tus pétalos enfermos?

¿Qué necesitas tú, pobre flor mía?

Y contestó la ñor:=¡Agua del cielo!

(R. de V.)

—Un niño de 14 años, natural de la costa de África en

el golfo de Guinea, sintió vivos deseos de hacerse cristiano.

Mas para ésto le era indispensable trasladarse a Elobey,

en donde residen los Misioneros Hijos del Corazón de María,

haciendo un largo viaje por mar hasta llegar a aquella

isla: y no, tenía embarcación, ni dinero, ni podía comunicar

a nadie su pensamiento, porque sin duda se lo habrían

impedido.

Por vía de entretenimiento comenzó a desbastar un

tronco, lo transportó con no poco trabajo a la playa y con

paciencia consiguió excavarlo de manera que pudiera acomodarse

en él, bien o mal.

A media noche, para no ser visto de nadie, echó al mar

su cayuco, subió a bordo, asió una paleta de madera que

le sirviera a la vez de remo y de timón, y emprendió la travesía.

Después de mucho remar, ayudado sin duda de su ángel,

llegó a la residencia de los Padres, a quienes contó su odisea

y admitido a la misión, dijo: «Ahora ya estoy contento.»

Fué un excelente cristiano.

—Regresaban de Méjico los españoles cargados de riquezas.

Una tormenta les hizo arribar a las costas de la

Florida. Para ganarse la benevolencia de los indígenas, les



— 380-

regalaron varios sacos llenos de oro y plata. Ellos tiraron

los preciosos metales y se quedaron con los sacos. No conocían

el valor del oro. El desprecio que de la gracia hacen

los hombres nace de que no conocen su valor.

—¿Os halláis en gracia? Preguntaban a Santa Juana de

Arco sus jueces. Si no lo estoy, replicó ella, póngame Dios

en estado y si lo estoy Dios me lo conserve.

—Hallábase gravemente enfermo un anciano pintor, y

le fueron administrados los últimos sacramentos. Era costumbre

en la época que esto pasaba, que un monaguillo con

incensario precediera al sacerdote.

Habiendo visto el niño que durante las ceremonias se

le había apagado el incensario salió de la habitación a procurarse

fuego, dejándolo cerca de la cama.

Sacó entonces el moribundo pintor su desfallecida mano

y tomando un carbón, trazó en la pared la imagen del

Señor.

Al volver el monaguillo, contempló absorto al viejo pintor,

y cuando concluyó exclamó arrebatado:

— ¡Yo quiero saber también pintarlo!

—Hijo mío, replicó el anciano, si quieres saber pintarlo

haz de modo que siempre viva en tu corazón.

La historia ha olvidado el nombre del viejo pintor; el

niño era Murillo.

—De ordinario, la primera gracia es la de la oración,

para obtener por ella auxilios más abundantes. Es como

una limosna en dinero dada a un pobre hambriento: con

ese dinero debe el pobre comprar el pan que necesita para

vivir. (Schouppe.)



LECCIÓN 69. a

Los Sacramentos

Una vez que hemos explicado lo que es la gracia y sus

clases, resulta fácil de entender lo que son los Sacramentos.

Comenzamos por una indicación general basada en

aquel cántico tan conocido:

Siete son los Sacramentos—que

Jesús instituyó—y

en ellos nos dá la

gracia—que en la cruz nos

mereció.

Pone ante los ojos esa

idea el adjuntó gráfico. De

la cruz parten esas líneas

a cada uno de los emblemas

que significan los Sacramentos.

Se hacen preguntas retrospectivas

sobre el referido

cántico. ¿Cuántos son

los Sacramentos? ¿Quién

los instituyó? ¿Qué nos dan

los Sacramentos? ¿Quién

nos mereció la gracia?

¿Dónde nos la mereció? (Comparación con la sangre y

a

9ua que salió del costado de Cristo.)

Adviértase que en este gráfico hemos seguido el orden



— 382-

con que los enumeran nuestros Catecismos. Ocupa el centro

la Eucaristía, el más excelente de todos ellos. El Catecismo

Tridentino, el de S. S. Pío X y otros, siguen el orden

más conforme con la analogía entre la vida natural y la

sobrenatural; aquel con que se administraban a los catecúmenos:

primero el Bautismo, y enseguida la Confirmación

y la Eucaristía.

II

Pero veamos, más en particular, lo que son los Sacramentos.

Son unas señales... etc. De modo que tres requisitos

son indispensables para que una cosa sea Sacramento.

1.° Una señal exterior, sensible.

2.° Que esa señal produzca la gracia.

3.° Que la haya instituido Jesucristo.

1) ¿Por qué ha querido Jesucristo, para darnos su gracia,

escoger o establecer esas señales sensibles? El puede

muy bien comunicarnos su gracia, sin necesidad de esos

medios; pero ha querido que tuviéramos esas señales para

que supiéramos cuándo venía la gracia a nuestros corazones,

y nos dispusiéramos mejor. Además recibiendo los

Sacramentos damos prueba de ser hijos de la Iglesia Católica

y de estar unidos con los demás fieles.

¿Y esas señales en qué consisten? En las cosas que se

emplean para el Sacramento y se llaman materia, v. gr.: el

agua en el Bautismo, el óleo en la Extremaunción, etc. En

las palabras, que generalmente se emplean y constituyen

la forma.

Además se requiere el ministro que diga las palabras, o

aplique la forma a la materia, con intención de bautizar,

confirmar, consagrar, etc., (con intención de hacer lo que

hace la Iglesia.)

Suponed que uno bautizase a un niño, no para bautizarle,

sino para enseñar a otra persona cómo se bautiza.

¿Valdría ese bautismo? Claro que no.

2) Los Sacramentos producen la gracia. No sólo signi-



-383-

flcan la gracia sino que realmente la comunican al alma.

Así el Bautismo significa que se lava, o limpia el alma; y

la limpia de verdad, quitando los pecados, el original y los

demás que tuviere el que se bautiza.

¿Os acordáis de que en la lección anterior hablábamos

de dos clases de gracias? La gracia santificante y las actuales.

Todos los Sacramentos comunican la gracia santificante;

y además la gracia que se llama sacramental; y es

como un título o derecho especial a las gracias actuales

necesarias para conseguir el fin propio de cada uno de los

Sacramentos; así en el Bautismo, para vivir como cristianos;

en la Confirmación, para confesar y defender nuestra

Fe; en la Eucaristía, para tener en el alma vida robusta

y unión con Dios, etc.

Notad esta diferencia: los Sacramentos producen la

gracia; otros ritos sagrados establecidos por la Iglesia

(Sacramentales) la piden, o impetran, en nombre de la

misma Iglesia.

Y advertid que si alguna vez los Sacramentos no producen

la gracia (v. gr. cuando uno comulga en pecado mortal)

no es porque les falte virtud para ello, sino porque se

interpone un obstáculo, como si uno cierra las ventanas y

no deja pasar los rayos del sol, no por eso pierde el sol la

virtud de alumbrar.

3) Hemos dicho que los Sacramentos, todos y cada uno

de ellos, los ha instituido Jesucristo, Nuestro Señor. Porque

sólo Dios puede comunicar a una cosa material la virtud

de producir la gracia; sólo Jesucristo, Dios y hombre,

que murió en la cruz y nos mereció la gracia, puede disponer

de ese tesoro. (Preguntas retrospectivas.)

III

Ahora en esas líneas, que he trazado, vais a ver las

clases de Sacramentos. Las líneas que tienen letras representan

los Siete Sacramentos. Abajo tenéis las iniciales de

s

us nombres: Bautismo, etc. Arriba las letras minúsculas

significan para qué instituyó Nuestro Señor Jesucristo esos



-384 —

siete Sacramentos. Para nuestro nacimiento a la vida de

la gracia: fortaleza, alimento de nuestras almas, remedio

de los pecados, preparación para la salida de este mundo

purificando más al alma; para dar a la Iglesia ministros y

a la familia hijos, que por el Bautismo se hagan hijos de

Dios y de la Iglesia.

¿Veis esa línea de puntos que separa a los cinco pri-

B C E P Ex O M

meros, de los otros dos? Es que los cinco primeros son necesarios,

en mayor o menor grado, para cada uno; mientras

que los otros dos son voluntarios, no hay obligación

de recibirlos.

Esas dos líneas negrillas (o de color morado) significan

que para recibir dignamente el Bautismo y la Penitencia

no es preciso hallarse en gracia de Dios. En cambio comete

un sacrilegio el que, a sabiendas, recibe cualquiera de

los otros Sacramentos estando en pecado mortal (salvo la

Extremaunción, cuando no puede uno confesarse, ni hacer

un acto de contrición perfecta). Por eso se llaman estos

cinco Sacramentos, de vivos; porque para recibirlos debe

el alma tener ya la vida de la gracia; y el Bautismo y la

Penitencia se llaman de muertos, porque son para perdonar

los pecados y como os he dicho, no se necesita para recibirlos

hallarse ya en gracia.

Finalmente: ¿Veis esas letras más grandes y más marcadas?

Significan que el Bautismo, la Confirmación y el

Orden marcan al alma con una señal, que jamás puede borrarse;

y se llama carácter. Es la señal de discípulos, soldados

y ministros de Jesucristo. Así que esos Sacramentos

sólo pueden recibirse una vez. En cambio, los otros varias

veces, más o menos, según el fin para que Jesucristo los

instituyó. (Recapitulación.)

Sed agradecidos. Pensad en los Sacramentos que Jesús



-385-

instituyó y dadle gracias por ellos. Recordad cuáles habéis

recibido y dadle gracias por ese favor tan grande.

#chad ahora la cuenta de las veces que aproximadamente

os habéis confesado y habéis comulgado y ved qué deuda

tan grande tenéis para con la bondad de Dios...

SÍMILES Y EJEMPLOS.—Naamán curado de la lepra.

Siete veces se lavó en el Jordán. Cuando rehusaba hacerlo,

le dijeron sus criados: «Si te hubiese mandado una cosa

difícil el profeta (Eliseo), deberías hacerlo; ¿cuánto más

una cosa tan sencilla, etc.? (IV Reg. V.)

—El Samaritano de la parábola, que curó con aceite y

vino al herido por los ladrones y le llevó a un mesón; figura

de los Sacramentos, que Jesucristo dejó a la Iglesia y

que curan las heridas y males del alma.

—El candelabro de siete brazos en el tabernáculo

(Exod. XXV, 37) y de la Visión de Zacarías (Zach. IV, 2.)

Las siete columnas del templo de la Sabiduría (Prov. IX, 1.)

—Aunque el ministro sea incrédulo, o se halle en pecado,

vale el Sacramento y produce la gracia, si con intención

de hacer lo que hace la Iglesia emplea la debida materia

y forma. Como un médico enfermo puede curar a

otros; como un leproso, si tiene la llave puede abrir una

puerta (Santa Brígida); como el agua puede pasar por un

tubo que no sea de plata, ni de oro, sino de estaño.

(Santo Tomás.)

—La gracia que producen los Sacramentos se recibe con

mayor abundancia, cuanto mejores son las disposiciones.

El aceite que multiplicó el profeta Eliseo llenó todas las

vasijas. (IV, Reg. IV.)

—Juliano, el Apóstata, se frotaba la frente queriendo

quitarse el carácter de cristiano. Otros dicen que se rociaba

con sangre. Todo inútilmente porque esa señal no puede

borrarse.

—En las catacumbas aparece alguna imagen del Buen

Pastor, rodeando su cabeza siete estrellas; o se representa

a Jesucristo como una peña de la que brotan siete manantiales.

25



LECCIÓN 70. a

El Bautismo

Queridos niños: ¿De qué hablamos el último día?

¿Quién instituyó los Sacramentos? ¿Cuántos Sacramentos

instituyó? ¿Qué nos dan los Sacramentos? ¿Cuál es el primero

de todos? El Bautismo. Sin recibir el Bautismo no

puede recibirse ninguno de

los otros. Voy a deciros algunas

cosas acerca del

Bautismo.

I

¿Veis esa portada? ¿Qué

dice en la puerta? «.Quien

No entendía Nicodemo al Señor, cuando le dijo que

para entrar en el cielo había que volver a nacer. ¿Cómo

puede uno volver a nacer, cómo puede nacer de nuevo?

Vosotros lo sabéis muy bien; porque en una de las últimas

lecciones dijimos que el hombre tiene dos vidas: una naf

HACER-DECIR

EL QUE

HO RENAZCA

PORELASUA,

L 1 1

no renazca por el agua y

el Espíritu Santo no puede

entrar en el reino de Dios.»

Esas palabras las dijo Jesús

a un hombre principal entre

los fariseos, llamado Nicodemo.

(Joan III.) El reino

de Dios significa el cielo.

De modo que no puede

entrar en el cielo el que

no renaciere por el agua y

el Espíritu Santo.



-387-

tural, como hombre, y otra sobrenatural, como hijo de Dios,

por medio de la gracia santificante.

Os he contado alguna vez que San Luis, rey de Francia,

cuando bautizaban a alguno de sus hijos, le daba un beso

muy fuerte diciendo: antes eras hijo mío; ahora también

lo eres de Dios.

Así que para entrar en el cielo se necesita estar bautizado,

pues de esta manera nace uno a la vida de la gracia.

(A no ser que se supla el Bautismo por medio del amor de

Dios, o sufriendo el martirio.)

Por eso Jesucristo envió a los Apóstoles por todo el mundo,

y les mandó que enseñasen a todas las gentes, bautizándolas

en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu

Santo.

Y cuando nace un niño hay que procurar que se bautice

cuanto antes; no sea que muera sin recibir el Bautismo

y se quede sin entrar en el cielo. (Preguntas retrospectivas.)

II

¿Y cómo se bautiza? Ahí en la portada lo tenéis escrito:

Es necesario hacer algo y decir algo.

¿Qué hay que hacer? Echar agua sobre la cabeza del

niño, o persona mayor que se bautiza. ¿Qué hay que decir?

Yo te bautizo, en el nombre del Padre y del Hijo y del

Espíritu Santo.

A ver si lo habéis aprendido bien. ¿Qué se hace para

bautizar? ¿Qué se dice? (Lo repiten varios.) Mirad que las

dos palabras, hacer y decir, las he puesto a la par; porque

al mismo tiempo que se echa el agua hay que decir las palabras.

Y uno mismo ha de ser el que le eche el agua y pronuncie

las palabras.

Mas, como enseña el Catecismo, para que valga el Bautismo

es preciso que tenga intención de bautizar. Y claro

que un niño pequeñín, que no se da cuenta de lo que hace

no puede tener esa intención. Por eso se necesita que tenga

nso de razón...



¿Quién puede bautizar? Cualquier hombre o mujer, aunque

ellos no estén bautizados, con tal que... ¿Cómo lo han

de ejecutar?

Pero fuera del caso de necesidad, pecan si bautizan;

porque para ello tiene la Iglesia sus ministros: los Obispos,

los Sacerdotes y en ciertas ocasiones los Diáconos. (Preguntas

retrospectivas.)

III

Por el Bautismo no sólo entra uno en el cielo, sino que

también se hace hijo de la Iglesia. Por eso veis que el arco

de esa portada tiene abajo una forma semejante a la estola,

como dando a entender que la Iglesia nos acoge bajo

su protección maternal.

Y ahí veis dibujados algunos objetos que nos recuerdan

varias de las ceremonias del Bautismo. La principal,

la necesaria, es la que antes dijimos: derramar agua. Por

eso he dibujado esa concha. En caso de necesidad se emplea

agua cualquiera. Cuando el Bautismo se administra

solemnemente, se emplea el agua que se consagra el Sábado

Santo, o la víspera de Pentecostés. "Veis tres cruces

al lado de la concha; porque se derrama el agua tres veces

en forma de cruz. Las otras cruces que hay en los extremos

de la estola significan la señal del cristiano, las cruces

que el sacerdote hace en la frente y en el pecho del

que se bautiza.

Ese salero recuerda la sal que se bendice; se pone un

poquitín en la boca de la criatura, lo cual significa... ¿Para

qué se emplea la sal? Para dar sabor agradable; para conservar

las cosas y evitar que se corrompan. Así los cristianos

han de agradar a Jesús y han de evitar la corrupción

del pecado.

Después que el niño, o en su nombre los padrinos, renuncia

a Satanás, el sacerdote le unge el pecho y la espalda

con el óleo de los catecúmenos (vasija con la letra O)

como se ungían los luchadores, porque ha de ser valiente y

fuerte contra el demonio. (Preguntas retrospectivas.)



— 389-

IV

Luego que se ha bautizado le ungen con el crisma (crismera)

en la coronilla. Y esto significa que por el Bautismo

ha sido hecho hijo del Rey del cielo, heredero de su gloria.

Acordaos de que la Historia Sagrada cuenta que se ungía

a los Reyes como a Saúl, David, etc.

Pero ¿cómo es que ha sido hecho hijo del Rey del cielo?

Porque al derramar el agua se ha limpiado su alma, se han

borrado todos sus pecados y ha recibido la gracia santificante.

Esa hermosura del alma, la significa el pañito, o vestido

blanco que pone el sacerdote diciéndole que no manche

jamás su alma por el pecado; que presente sin mancha

esa vestidura blanca (v), ante el tribunal de Nuestro Señor

Jesucristo. Para ello el Bautismo le da como un título, o

derecho a las gracias necesarias.

No sólo borra el Bautismo todos los pecados, sino que

perdona toda la pena debida por ellos; así qufe no cometiendo

después pecado alguno, el bautizado entra en el

cielo sin detenerse en el purgatorio.

Con la gracia santificante, se comunican al alma las

virtudes, principalmente las tres teologales, significadas en

la vela encendida: la fe que nos ilumina, la esperanza que

tiende hacia arriba, y el amor o caridad que inflama.

(Recapitulación: ¿Qué efectos produce el santo Bautismo?

Borra los pecados y la pena debida por ellos. Comunica

la gracia santificante y las virtudes. Da derecho a gracias

actuales para vivir como buenos cristianos.)

Además, como os dije el último día, imprime en el alma

una señal, llamada carácter. Por lo cual el Bautismo sólo

puede recibirse una vez.

Al levantaros, todos los días, dad gracias a Dios, porque

os conserva la vida; pero dadle aún mayores gracias

Porque os ha dado la vida sobrenatural y os ha hecho

cristianos por medio del Bautismo. Pedid al Señor que



— 890 —

jamás manchéis con pecado alguno la hermosura de vuestra

alma.

SÍMILES Y EJEMPLOS.—San Agustín refiere que siendo

catecúmeno recibió la sal bendita. Con esta ceremonia terminaba

el tiempo del catecumenado y comenzaba la preparación

próxima para el Bautismo.

—Cuenta Sozomeno que Nectario fué elegido obispo de

Constantinopla cuando aún llevaba la vestidura blanca que

le pusieron al bautizarle. (Scherer.)

—Un príncipe, que llevaba mala conducta y se llamaba

Bonifacio, entró en un templo dedicado al Santo. ¿Cómo

me atrevo a llamarme como tú? ¿No significa acaso nuestro

nombre hacer el bien?... San Jerónimo escribiendo a

una Susana le dice: Si eres Susana ¿por que no imitas su

pureza? (D. Apolinar Serrano.)

—Hilaria había dedicado a su hija Afra al servicio de

Venus. Habiendo Narciso, Obispo de Gerona, llegado a

Augsburgo, entró en su casa y preguntó a Afra el género

dé vida que llevaban. Las exhortó a cambiar de conducta

y les prometió librarles de toda impureza por el Bautismo.

Recibieron este Sacramento a los pocos días. Y bien

pronto, cuando se levantó en Augsburgo una persecución

contra los cristianos, fué llevada Afra ante el juez Gayo,

el cual, reconociéndola, dijo que no podía ser cristiana,

quien había llevado una profesión tan culpable. Pero ella

contestó que por la misericordia de Dios confiaba en que

la habían sido perdonados todos sus pecados. Y confesando

su fe, murió en la hoguera, por Cristo. (Véase su vida,

5 de agosto.)

—Cuenta Baronio en sus anales, que San Atanasio, siendo

niño, hallándose a la orilla del mar, jugando con otros

compañeros de su edad, los bautizó. El obispo Alejandro,

que desde lejos había presenciado la escena, los llamó,

y por las respuestas que le dieron entendió, que había sido

válido el Baustismo; por lo cual mandó tan sólo, suplir las

ceremonias omitidas.

—San Pedro Claver procuraba, ante todo, excitar en



-391 —

los esclavos negros, un vivo deseo de recibir el Bautismo.

Bautizó a más de trescientos mil, muchos de los cuales murieron

en seguida y fueron al cielo.

—Son ingratos a Dios y crueles con los suyos, los padres

de familia que, pretextando que no saben si sus hijos

cuando lleguen al uso.de la razón querrán o no ser bautizados,

los privan del Sacramento del Bautismo. Si se les

ofreciese una pingüe herencia, ¿rehusarían aceptarla porque

no saben si quieren ser pobres o ricos? (Sánchez de

Castro.)

Durante la persecución decretada por los vándalos, un

tal Elpidóforo recibió del rey Hunerico el encargo de martirizar

a los fieles para hacerlos apostatar de su fe. Es de

advertir que Elpidóforo había sido bautizado. Cierto día

hubo de presentarse ante él una multitud de cristianos para

ser juzgados. Hallábase entre ellos Muritta, que había

asistido como padrino al bautizo del apóstata. Era ya Muritta

un anciano venerable. Sacó un vestido blanco, y lo

desplegó ante los ojos del juez, diciéndole: «Mira, esclavo

de la mentira, aquí tienes tu vestidura del Bautismo: la

he guardado con solicitud. Este vestido será un día tu acusador

ante el Juez eterno.» (Wolper.)

—San Francisco de Sales, cuando niño, después de jugar

con sus compañeros los llevaba a la Iglesia de Thorens, y

les hacia poner al rededor de la pila bautismal diciendo:

«He aquí, amiguitos, el sitio del mundo que ha de sernos

más querido; porque aquí nos hicieron hijos de Dios. Cantemos

juntos el Gloria Patri.» Y después de haberlo cantado

se acercaba cada cual a besar la pila. (Voix.)



LECCIÓN 71. a

La

Confirmación

Queridos niños: Hemos hablado el otro día del primero

de los Sacramentos. ¿Cuál es?... ¿Quién puede bautizar?

¿Cómo se bautiza? ¿Para qué es el Sacramento del

Bautismo?...

Vamos a explicar hoy esas mismas preguntas respecto

al segundo de los Sacramentos, que es...

Comienzo por una historia.

A fines del siglo tercero, había en el ejército del emperador

Galieno un oficial llamado Marino. Iba a ascender a

capitán, cuando un rival suyo le acusó de que era cristiano.

Conducido ante el tribunal confesó, con valentía, que

era discípulo de Jesucristo.

Tres horas le dieron de tiempo para que decidiese entre

el grado y honores de su rango si renegaba de su Fe,

o la muerte si persistía en ser cristiano.

-'•' Apenas salió del pretorio, o lugar donde había sido juzgado

se le acercó el Obispo de Cesárea, Teotecne; el cual,

cogiéndole la espada y mostrándosela con una mano, le

enseñaba con la otra el Evangelio. Escoge, le dijo, entre la

espada del militar, o el Evangelio de Cristo. Sin vacilar

abrazó y besó el libro santo.— \Sirve al Señor, tu Dios, generoso

soldado de Cristol Su espíritu será tu fortaleza, le

dijo Teotecne.

Pasadas las tres horas, compareció ante el juez, confesó

de nuevo que era cristiano, y murió mártir.



— 393 —

(Ravaglia, Scherer y otros autores, con algunas diferencias,

refieren este hecho.)

Ahora, ya entendéis lo que significa esa espada y ese

libro (Santo Evangelio) que he puesto en el encerado. Ya

sabéis lo que indican esas palabras ¡Sirve al Señor, tu Dios,

generoso soldado de Cristol

Esas palabras os repito yo a cada uno de vosotros. Debéis

vosotros mismos recordarlas muchas veces para que

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seáis valientes, como buenos soldados de Jesucristo; para

que como buenos soldados trabajéis y luchéis por Cristo,

confeséis vuestra Fe y practiquéis la Religión, sin miedo

a nadie. Con esto ya queda dicho para qué es el Sacramento

de la Confirmación. Para fortaleceros, para haceros valientes,

como veremos luego. (Preguntas retrospectivas. Se repite

la historia.)

II

¿Quién puede confirmar? Esa mitra, que veis dibujada,

os indica la respuesta. La potestad de confirmar corresponde

a los Obispos. En los Hechos de los Apóstoles se

cuenta que para confirmar a los cristianos de Samaria fueron

desde Jerusalén los Apóstoles San Pedro y San Juan.

Y al imponer las manos a esos nuevos cristianos recibieron

el Espíritu Santo...



-394 —

Vosotros mismos os acordaréis de que cuando en una

parroquia se confirman los niños y acaso algunos mayores,

no es el párroco, ni otro sacerdote el que los confirma, sino

que para ello va el Sr. Obispo. (Preguntas retrospectivas:

¿Quiénes confirmaron a los fielesde Samaria? ¿Quiénes van

a las parroquias a confirmar? ¿Quién puede confirmar?)

¿Pueden confirmar los sacerdotes que no sean Obispos?

A esta pregunta no sabéis aún responder. Pero ved qué

sencilla es la respuesta: Puede el Papa conceder esa potestad

a los sacerdotes; así que un sacerdote puede confirmar,

si se lo concede el Papa...

III

El otro día aprendisteis muy bien lo que se hace para

bautizar. Y sabéis distinguir entre lo principal y otras ceremonias

que se hacen antes, o después del Bautismo. Pues

así, en la Confirmación lo principal consiste en que el Obispo

pone la mano sobre la cabeza del que se confirma y al

mismo tiempo le unge la frente con el santo Crisma, diciendo

las palabras: Yo te signo con la señal de la Cruz y

te confirmo con el Crisma de la salud; en el nombre del

Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

¿No veis ahí, en el encerado, como una vasija con una

c, y una cruz en la tapa? se llama crismera: porque en ella

se guarda el santo Crisma. El Crisma se compone de aceite

y bálsamo; y lo bendice solemnemente el señor Obispo

el Jueves Santo.

(Preguntas retrospectivas: ¿Qué hace el Sr. Obispo para

confirmar? ¿Dónde pone la mano? ¿Con qué unge la frente?

La unción la hace en forma de cruz. ¿De qué se compone

el Crisma? ¿Quién lo bendice? ¿Cuándo?)

Antes de esa ceremonia principal de la Confirmación,

reza el Obispo una oración, con las manos extendidas, pidiendo

que sobre los que se han de confirmar descienda

el Espíritu Santo con sus siete dones.

Después de confirmar a cada uno, le da un ligero golpe

en la cara y le dice: La paz sea contigo. Todas estas ce-



— 395 -

remonias significan los efectos que producen la Confirmación

y que vamos a decir ahora mismo.

IV

Comencé por deciros para qué es el Sacramento de la

Confirmación; pero ahora lo podemos ya explicar con más

detenimiento. ¿Veis esa paloma? ¿A quién representa? ¿Es

el Espíritu Santo una paloma? Claro que nó; pero así se

manifestó alguna vez, y así se le suele representar.

a) Pues bien, en el Sacramento de la Confirmación recibimos

al Espíritu Santo. Verdad es que vino a nuestros

corazones cuando nos bautizaron; pero en la Confirmación

nos aumenta la gracia y nos comunica con abundancia sus

dones, (puede hacerse que los niños recuerden los siete

dones del Espíritu Santo.) Así lo pide el Sr. Obispo, en la

oración que antes dijimos; y el óleo o aceite, que forma

parte del Crisma, significa la gracia.

b) ¿Y para qué nos da esa gracia y esos dones?

Aquí tenéis la virtud especial de este Sacramento: Para

robustecernos, para que seamos fuertes, para que luchemos

valerosos contra los enemigos de nuestra alma. ¿Cuáles

son los enemigos del alma? Principalmente para que

confesemos nuestra Pe, sin miedo al mundo, ni a las persecuciones,

ni a la muerte misma. Acordaos que el Obispo

Teotecne, dijo a San Marino que el Espíritu Santo le fortalecería.

Recordad también lo que ocurrió con los Apóstoles

el día de Pentecostés: cómo, después de recibir el

Espíritu Santo, no tuvieron ya miedo a los judíos, y salieron

del cenáculo predicando que Jesucristo había resucitado...

La unción se hace en la frente, como indicando que no

se avergüenza uno de ser cristiano, sino que lo tiene en la

mayor estima. Y el golpe o palmada que el Sr. Obispo da

en el carrillo, (vestiglio del antiguo ósculo de paz), significa

que está uno dispuesto a sufrirlo todo por Cristo.

El bálsamo, que tan agradable olor tiene, significa que



no sólo con las palabras, sino con el buen ejemplo, llevando

una vida cristiana, hemos de confesar a Jesucristo.

c) Por fin, después que uno ha sido confirmado, alguno

de los sacerdotes que asisten le limpia con algodón o

con un pañito blanco la frente; pero la señal que la Confirmación

ha dejado en el alma no se borra nunca. Como

sabéis se llama carácter y permanece para siempre. De

modo que la Confirmación sólo puede recibirse una vez.

(Preguntas retrospectivas. Los tres efectos: a) Aumenta

la gracia santificante y abundancia de los dones (crecimiento.)

b) Fortalece contra los enemigos, principalmente

para confesar la Fe ante el mundo (robustez.) c) Imprime

en el alma la señal del soldado de Cristo dispuesto para

la lucha (carácter.)

Termino con las palabras que veis en el encerado: ¡Sirve

al Señor tu Dios; generoso soldado de Cristo! Os digo

con el Apóstol San Pablo: Permaneced firmes en la Fe;

obrad varonilmente; sed fuertes. (1. a

ad Corintios, XVI-13.)

SÍMILES Y EJEMPLOS. — Juliano, el Apóstata, quiso

ofrecer sacrificios a los ídolos. Los falsos sacerdotes quedaron

como petrificados, sin poder moverse, porque había

en el templo un noble cristiano recién confirmado, que invocó

el nombre de Jesús. (San Gregorio Nacianceno citado

por Scherer.)

—Novaciano, no había recibido este Sacramento, no había

sido sellado por el Obispo, como dice el Papa San Cornelio,

atribuyendo a ello la caída de ese apóstata.

—San Vicente Ferrer dice que el enemigo, en los últimos

tiempos hará que muchos no se confirmen, y los vencerá

el anticristo (K. B.)

—Possevino en su carta a Ivon Tarterio pone como una

de las causas de apartarse de la Fe y caer en la herejía no

haber recibido la Confirmación, por ignorar su naturaleza

y sus efectos.

—Refiere San Bernardo en la vida de San Malaquías,

obispo de Irlanda, que fué éste a visitar al Obispo Maleo,

por hablar de cosas referentes al culto y servicio divino.



-397 —

Hallándose Maleo confirmando, le presentaron un lunático

(o con accesos de locura) el cual, al ser ungido con el santo

Crisma se curó completamente.

—Los israelitas al reconstruir el templo, con una mano

trabajaban y en la otra tenían la espada contra los samaritanos,

que querían impedírselo. Así el cristiano ha de

trabajar por su perfección y luchar contra los enemigos

que se oponen a ello.

—Un Rey de Persia, perseguidor de los cristianos, quería

persuadir a San Benjamín a que abandonase la Fe. Le

replicó el Santo: ¿Qué harías con un oficial de tu ejército

que en la hora del combate, por miedo, hiciese traición a

su bandera?—Le condenaría a muerte.—Pues yo al ser confirmado

he jurado fidelidad a la bandera de Cristo y si

fuese infiel me condenaría en su juicio. Y San Benjamín

aceptó el martirio. (Vigna-Pavanelli.)

—Tomás Moro, encerrado en la Torre de Londres por

no prestar juramento de reconocer como jefe de la Iglesia

a Enrique VIII, resistió con fortaleza admirable todas las

opresiones y asechanzas. Le decían que los nobles, los cortesanos,

los prelados habían prestado ese juramento. Y el

Santo contestaba: ¡aunque todos lo hicieran... yo no!

—Al hacer nosotros la señal de la cruz en la frente

procuremos acordarnos de la que con el santo Crisma nos

hizo el Sr. Obispo y digamos: ¡Oh Espíritu Santo! quiero

vivir y morir en la Fe católica. Con esta señal venceré.

Soy de Dios. (K. B.)



LECCIÓN 72. a

El Sacramento de la Penitencia

Para una idea de conjunto acerca de este Sacramento,

no hay procedimiento mejor que exponer la parábola del

Hijo Pródigo. A la narración puede acompañar el adjunto

gráfico, que emplean algunos catequistas de Viena. Si con

él se combinan cuadros y estampas, v. gr.: la hermosísima

de Fugel, causará mayor impresión.

Queridos niños: Nos toca hablar del Sacramento de la

Penitencia. Comenzaremos recordando aquella parábola tan

hermosa que contaba el Divino Salvador: Un padre tenía

dos hijos... etc. (San Lucas, XV, 11-24.)

Vamos a explicar esa parábola. ¿Veis ahí en el encera-



do el número I? Significa cuando el hijo estaba con su

padre. Allí tiene toda clase de bienes. No le falta cariño...

Pero, con ansia de disfrutar libremente, pide a su padre

los bienes que le corresponden... y se marcha, ¡qué loco!...

¡qué ingrato!

II. ¡Qué pena! El mismo corazón parece que al principio

le da vuelcos y no le deja andar... Pero ya no ve a su

padre, ni su casa... se va alejando hasta que llega a un

país muy distante, como queriendo borrar todo recuerdo.

III. ¿Qué hace allí? Lleva una mala vida. Malgasta sus

bienes...

¿Qué consigue? Se halla en la miseria, perece de hambre.—Tiene

que ponerse a servir.—Se rebaja y degrada apacentando

puercos. — Nadie le socorre; le abandonan los

falsos amigos que con él se divirtieron y disfrutaron a su

costa...

IV. ¡Pobre hijo, si no hubiera brazos que te están esperando!

Entra dentro de tí; piensa un poco...

Piensa en su triste situación y miseria...; en la dicha

de que gozaba en la casa paterna, donde hasta los jornaleros

tienen pan en abundancia.

Resuelve volver a casa de su padre y pedirle perdón.

Me levantaré e iré a mi padre y le diré...

Lo ejecuta enseguida, sin detenerse; al punto se pone

en camino...

V. ¿Cómo le acoge el padre? Le vio a lo lejos... se enterneció...

fué corriendo... le abrazó... le besó...

Comenzó el hijo a decir: Padre, he pecado contra el

cielo y contra tí...

El padre manda que le pongan el vestido más precioso,

y el anillo en su dedo y calzado en sus pies... y, lleno de

alegría, celebra un banquete. «Porque este hijo mío estaba

muerto y ha resucitado; se había perdido y ha sido hallado...»

II

Mirad, niños queridos; ese padre tan bueno es Dios, y

los hijos ingratos hemos sido nosotros...



-400-

I. ¡Qué dicha cuando nos hallamos en gracia! ¡Qué

hermosa es el alma en gracia! ¡Qué tesoro! ¡Qué cariño!

¡Qué felicidad!, etc. (Recapitulación de algunas ideas de la

lección sobre la gracia...)

II. Pero ¡qué ingratitud y qué locura la del que comete

pecado mortal!... Deja a su Padre... se aparta de Dios... se

aleja de El...

¡Oh qué pena!... cada vez va más lejos. ¡Pobre corazón

que ha sido hecho para Dios y no puede hallar la felicidad

donde sus ilusiones le llevan engañosamente!...

III. Ved al pecador... ya está muy lejos, como el Hijo

Pródigo... ya se ha olvidado de su Padre... de aquellos

días felices de su inocencia... ¡Oh! ¡Ha perdido la gracia!...

¡el mérito de las buenas obras... la paz de su conciencia!

Ha dejado a Dios... por disfrutar de los placeres y bienes

del mundo...; ha ofendido a Dios con las potencias y sentidos

que el Señor le dio...

¿Qué ha logrado? Envilecerse, hacerse esclavo de Satanás

y de las pasiones...; hacerse reo del infierno... ¡Ay

de él si viene la muerte y le sorprende en pecado...!

IV. /Que no deje la conversión para más adelante. Como

el Hijo Pródigo piense, resuelva, levántese enseguida y...

a casa...; que su padre le está esperando con anhelo...

¡Qué bueno es Dios que ha instituido para perdonarnos

el Sacramento de la Penitencia! ¿Para qué es el Sacramento

de la penitencia? ¿Quién lo instituyó? ¿Cuándo?

El mismo día de su resurrección, cuando dijo a los Apóstoles:

Recibid el Espíritu Santo. Aquellos a quienes perdonareis

los pecados les son perdonados, y a quienes se

los retuviereis les son retenidos. (Joan XX, 22-23.)

El camino para volver a la casa del padre, para reconciliarse

con Dios, lo indican esos cinco escalones... ¿Cuántas

cosas son necesarias para confesarse uno bien? Examen,

dolor, propósito, confesión y satisfacción; como el

Hijo Pródigo que pensó en lo que había hecho, se arrepintió;

y dejando la esclavitud y triste situación en que

se encontraba, volvió a la casa de su padre, a quien con-



— 401 —

fesó su pecado, dispuesto a compensarlo con su obediencia

y servicio.

V. Mas para recibir uno el Sacramento de la Penitencia

no basta que se confiese bien, arrepentido de sus culpas,

con propósito de no volverlas a cometer y de satisfacer

por ellas; es preciso que el sacerdote nos absuelva.

¿Cuándo recibís el Sacramento de la Penitencia? Se requieren

ambas cosas: confesarse bien y recibir la absolución...

La absolución consiste en las palabras que para perdonarnos,

en nombre de Jesucristo, pronuncia el sacerdote:

«Yo te absuelvo de tus pecados, en el nombre del Padre

y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Absolver es lo mismo que desatar, librar a uno. La absolución

nos perdona los pecados, y la pena del infierno.

Además perdona por lo menos parte de la pena temporal,

y a veces toda, según las disposiciones con que se recibe

este Sacramento. Devuelve la gracia santificante significada

en la vestidura preciosa, que el padre mandó pusieran

al hijo; y los méritos que teníamos antes de haber cometido

el pecado.

El anillo es señal de que tiene la potestad y derechos

de hijo. El calzado significa que puede adquirir nuevos méritos.

Si el que recibe la absolución estaba ya en gracia, el

Sacramento se la aumenta. (Preguntas retrospectivas. Recapitulación.

¿Quiénes pueden perdonar los pecados? ¿Qué

se entiende por absolución? ¿Qué efectos produce la absolución?,

etc.)

Una Nochebuena San Jerónimo se hallaba en la gruta

de Belén, contemplando absorto el misterio del nacimiento

del Salvador. Se le aparece de repente el Niño Jesús y

le dice: Jerónimo, ¿qué obsequio me vas a hacer hoy, día

de mi nacimiento?

—Os doy mi corazón.

—Bien; pero dame algo más.

—Os doy todos mis afectos.

—Eso es poco, dame más aún.

26



— 402 —

—Señor, os doy cuanto soy y tengo; ya no tengo más.

—Dame...tus pecados... para perdonártelos...

San Jerónimo, sollozando, exclamó: ¡qué bueno eres,

Dios mío! (Millot.)

Siendo Dios tan bueno, hijos míos, no volváis a pecar;

pero dadle... los pecados que habéis cometido... haced una

buena confesión.

EJEMPLOS Y SÍMILES.—Un misionero había convertido

y bautizado a un pobre salvaje, a quien dio la Comunión.

Al cabo de un año, después de haber recorrido dilatadas

regiones, volvió el misionero; y el neófito en cuanto lo supo

se llegó a él, diciéndole que deseaba comulgar. Bien, dijo

el misionero; pero antes tienes que confesarte de tus faltas.

¡Cómo!—replicó el nuevo cristiano—¿es posible ofender

a Dios después de haber recibido el Bautismo? Desde que

os marchasteis no he cometido pecado alguno.

Como, por desgracia, muchos los cometemos, la misericordia

de Dios nos ha provisto de remedio en el Sacramento

de la Penitencia.

—Y no es remedio costoso. Recuérdese que a Naamán

cuando se negaba a lavarse en el Jordán para curarse de

la lepra, según le había ordenado el profeta Elíseo, le dijeron

sus criados: Si el profeta os hubiese mandado una

cosa difícil, aún deberíais hacerla, ¿cuánto más habiéndoos

dicho «lávate y te curarás» (IV Reg. V, 13.) Para limpiarnos

de la horrible lepra del pecado, hagamos lo que Jesucristo

nos mandó al instituir la Confesión. Mirémosle en

la cruz para entender cuánto le costó a El proveernos de

remedio.

—El año 1890 naufragó el navio Victoria. Los pasajeros

advirtieron pronto el peligro que corrían. Los católicos

uno tras otro, se arrodillaron ante un sacerdote irlandés,

el R. P. Talin, que se hallaba a bordo y recibieron la

absolución. Mas he aquí que se presenta también un pastor

protestante, pidiendo que le absuelva. Hacía muy poco

ni siquiera se dignaba saludar al sacerdote. ¡Vos también»

hermano mío!, le preguntó el P. Talin. Sí, respondió el



— 403 —

pastor; he sido desgraciadamente subdito de una religión

que no se atreve a mirar de frente a la muerte. ¡Sí, absolvedme,

dadme, pronto la absolución! (Zurcher.)

—El célebre conquistador asiático Timur Lenk, o Tamerlán,

se había propuesto apoderarse de un reino colindante

con el suyo. El primer fracaso había enfriado el entusiasmo

de sus tropas. Se hallaba reflexionando en lo que

le convendría hacer, cuando observó que una hormiga subía

por su tienda de campaña. Al llegar a cierta altura la

tiró al suelo pero ella volvió a subir cuantas veces la echaron

a tierra. Entonces volviéndose Tamerlán a sus familiares

les dijo: «Seré constante como esta hormiga; por

muchos sinsabores que me cueste daré unos pasos cada día,

y al fin llegaré a triunfar.»

La constancia es el medio más eficaz para adelantar en

la virtud. Pero el secreto de esa constancia se halla en el

confesonario. Allí es donde uno se levanta para seguir la

senda del bien. (Millot.)

—D. Adolfo Clavarana, el insigne fundador de «La Lectura

Popular» en los principios de su conversión se quejaba

de su inconstancia. «¿Qué haces con el reloj?» le dijo

su director espiritual, el P. La Hoz S. J.—Le doy cuerda

para que no se pare.—Pues lo mismo necesitas tú. No tienes

cuerda más que para ocho días; ven todas las semanas

a confesarte.



LECCIÓN 73. a

El examen de conciencia

Mis queridos niños: Recordaréis que lo primero que hizo

el Hijo Pródigo para volver a la casa de su padre, fué volver

en sí, mirarse a si mismo, pensar en lo que había hecho y

en la triste situación en que se hallaba.

De ésto me toca hablaros hoy, de la primera de las

cinco cosas, que para confesarse uno bien pone el Catecismo.

Examen de conciencia.

¿Qué es examen de conciencia? Ya lo habéis visto en

la parábola del Hijo Pródigo. Es pensar, recordar... ¿En

qué habéis de pensar para hacer el examen? En los pecado

cometidos... Es mirar, no a las cosas de fuera, sino a

nuestra propia alma. Y claro es, que al alma no se la ve

con los ojos corporales, sino con el entendimiento, reflexionando

sobre nosotros mismos. Es escuchar la voz interior,

lo que nos dice la conciencia acerca de nuestra conducta...

averiguar los pecados que tenemos obligación de

manifestar al confesor...

¿Cómo va uno a recordarlos, si no piensa en ellos?...

Así que, para confesarse, es preciso hacer el examen de

conciencia. Y comete un pecado grave y hace mala confesión,

quien sabiendo que tiene pecados mortales no quiere

pensar en cuántos y cuáles son, no hace el examen. (Preguntas

retrospectivas.)



— 405 —

II

Vamos a decir cómo ha de hacerse el examen.

a) He puesto en el encerado las palabras pide luz, lo

enseña el Catecismo. Ante todo hay que pedir a Dios luz

para conocer las culpas... Aunque miremos a nuestra alma,

no veremos sin luz. Por eso pedimos al Espíritu Santo que

ilumine nuestros entendimientos, que nos ayude con su

gracia para conocer el estado de nuestra alma... ¿Veis vosotros

las manchas en un traje, el polvo en una habitación,

cuando está completamente a oscuras?... Aquella mujer,

de que habla el Evangelio, la cual perdió una dracma, lo

primero que hizo para buscarla fué encender una luz.

Ya sabéis que, sin que Dios nos ayude con su gracia, no

podemos principiar, ni continuar, ni concluir cosa conducente

para la vida eterna; no podemos hacer el examen,

ni arrepentimos, ni confesarnos bien.

b) En seguida viene el pensar: Piensa... despacio. Esto

significa que, como el examen es una cosa seria e importante,

ha de hacerse con calma, no atropelladamente. Si se

hace sin cuidado se dejan muchas faltas. ¿Os parece que

hará bien el examen un chico que entra corriendo en el

templo, y está enteramente disipado, charlando, riéndose,

volviendo la cabeza a un lado y a otro? Ya hemos dicho

que en vez de mirar a una y a otra parte ha de entrar dentro

de sí, mirar a su propia alma; ha de estar con recogimiento

y atención.

Pero hemos puesto: sin ansiedad, sin inquietud, sin escrúpulos.

Hay algunos a quienes todo les parece poco. Dios

no exige tanto. Basta un rato, mayor o menor, según el

tiempo transcurrido desde la última confesión. Depende

también de otras circunstancias. Así, los que suelen hacer

examen de conciencia todas las noches, pueden con más

facilidad acordarse de sus pecados.

c) Conviene seguir cierto orden. Ahí en el encerado lo

veis claramente. Se van recorriendo los diez Mandamientos

de la Ley de Dios, y a continuación los de la iglesia



— 406 —

(representados por el V entre las llaves); puesto que todo

pecado consiste en quebrantar (por eso he dibujado las

Tablas rotas) alguno de esos mandamientos. Ya dijimos, al

tratar del pecado, que puede ser por pensamiento o deseo,

palabra, obra u omisión.

En el cuarto mandamiento ha de pensar cada cual en

las obligaciones de su estado; podéis vosotros examinar

cómo cumplís vuestros deberes de hijos, escolares, dependientes,

etc.

d) ¿Qué pecados se han de averiguar? Hoy no os explico

este punto. Como el examen de que tratamos ahora

es para confesarse, lo veremos al hablar de la confesión.

e) Una advertencia juzgo importante. Y es que, para

conocerse uno mejor, y estar prevenido y evitar las recaídas,

conviene mucho conocer el motivo, o raiz de nuestros

pecados. Esas raíces o motivos se llaman pecados capitales:

y los he representado en ese tronco con siete raíces,

cada una de las cuales lleva su inicial correspondiente. Al

hacer el examen pensad, pues, en esas raíces; cuál es la

más arraigada de vuestro corazón, cuál os hace caer con

más frecuencia, o en mayores culpas... (Recapitulación.)



— 407-

Llegará un día en que Dios examine nuestras conciencias

para juzgarnos (Soph. I, 12.) Hagamos ahora bien el

examen para conseguir el perdón.

Examinemos todas las noches nuestra conciencia para

arrepentimos, vivir en gracia, y presentarnos con el alma

pura y sin mancha ante el tribunal de Dios.

MÁXIMAS Y EJEMPLOS.—Un joven, que no se había

preparado, se presentó a un sacerdote diciéndole: «Padre,

le ruego que me confiese.» Con mucho gusto, le respondió

el confesor; pero pensad en que también Dios oirá vuestra

confesión.— ¡Ah!, replicó el joven, esperad un momento,

voy a prepararme mejor. (Millot.)

—San Francisco de Sales aconsejaba que todas las noches,

al acostarse, fuese uno como al confesonario habiendo

hecho el examen, con un acto de dolor y propósito firme

de la enmienda. (Mehler.)

—San Ignacio de Loyola tenía la costumbre de recogerse

cada hora y hacer un breve examen de conciencia.

Si alguna ocupación se lo impedía, lo hacía luego. Era tan

fiel y constante en hacerlo, que aun el día de su muerte

había anotado las faltas por omisión. Esta práctica fue

para el Santo uno de los medios principales de santificarse.

(Ribadeneira.)

—Un niño de diez años se acusaba de tales faltas, que

el confesor no creyó pudiera haberlas cometido. Y, en efecto,

después de haberle hecho varias preguntas advirtió que

decía, sin discernimiento, las que ponía el examen de un

devocionario. (Scherer.)

—Un joven, deseando hacer confesión general, para acordarse

mejor de las faltas las fué escribiendo. Pero perdió

el cuaderno, y lleno de pena fué a Don Bosco. \He perdido

mis pecados 1 ., exclamaba el joven. Don Bosco, que había

encontrado el cuaderno, le contestó sonriente: ¡Feliz tú,

porque no teniendo pecados irás al cielo! Pero aquel muchacho,

creyendo que no le había entendido, añadió: es que

he perdido el cuaderno donde los había escrito. San Juan

Bosco se lo entregó y el joven quedó muy consolado. No



— 408 —

hay obligación de escribir, las faltas para que no se olviden

(Boletín Salesiano.)

—El alma está como envuelta en una niebla; hay que

pedir que aparezca el sol. (Vigna.)

—«En pieza a donde entra mucho sol no hay telaraña

escondida.» (Santa Teresa.)

—Son muchos los que hacen malas confesiones, porque

no hicieron bien el examen. Después de un año o más que

no se han confesado algunos penitentes, les pregunta el

confesor si han pensado bien en los pecados, y responden

muy satisfechos: Sí, padre, toda la Cuaresma estoy pensando

en confesarme. Pues, hijo, les dice el confesor, pensar

en confesarse no es pensar en los pecados para confesarlos.

(Valverde. Carta Pastoral.)



LECCIÓN

74. a

Contrición

Cuando al hacer el examen de conciencia pedimos a Dios

luz para conocer nuestras culpas, debemos pedirle también

gracia para llorarlas. Porque no basta conocer los pecados;

es preciso arrepentirse de ellos.

¿Os acordáis del apóstol San Pedro, que una y otra y

tercera vez negó a Jesucristo? Cuando le miró Jesús, lloró

amargamente haber sido tan ingrato...

He aquí lo principal para confesarse y conseguir el perdón:

tener dolor de los pecados.

No puede sustituirse por otra cosa. Es siempre necesario.

Si decís vuestras culpas al confesor y no tenéis dolor

no se os perdonan...

Si para cuando el confesor os da la absolución, diciendo:

«Yo te absuelvo de tus pecados...», no os hubierais

arrepentido de ellos, la absolución no valdría; y si vosotros,

queriendo, fueseis la causa cometeríais un sacrilegio...

(Preguntas retrospectivas: ¿Es necesario el dolor?

¿Cuándo se ha de tener?)

II

¿Cómo ha de ser la contrición? (Pueden exponerse las

cuatro dotes: interna, sobrenatural, suma y universal; o

bien puede procederse como lo hacemos a continuación.)

¿Veis ahí un corazón? ¿Qué letra hay escrita? Eso os da

a

entender que el dolor ha de ser de corazón, del alma.

a) No basta que uno diga que está arrepentido, o que



- 410 -

recite el «Señor mío Jesucristo», si lo dice sólo con los labios

y realmente no tiene dolor, o pesar de haber ofendido

a Dios...

En cambio, no se requieren lágrimas en los ojos, aunque

pueden ser señal de mucho sentimiento y dolor, como

cuando lloró San Pedro...

b) Ya que he puesto en el corazón esa D os advierto que

significa no sólo dolor, o tristeza, sino a la vez detestación,

o aborrecimiento del pecado, como el más grande de todos

los males, el más detestable que puede imaginarse.

El alma arrepentida parece exclamar: ¡Oh Dios mío, si

yo no hubiese pecado! ¡Quién nunca te hubiera ofendido!...

¡Antes morir que pecar!

c) Y ¿por qué habéis de tener dolor, o arrepentimiento?

¿Veis esa estrella? Representa la luz del cielo, la fe...

A la luz de esa estrella se han de ver los pecados, detestándolos

por alguno de los motivos que la fe nos enseña

y que luego os explicaré detenidamente.

Si uno siente haber pecado, sólo porque le van a reñir,

o a castigar, o porque pierde la salud, la fama, o los bienes

terrenos no le basta ese dolor.

Con la fe ha de ir unida la esperanza del perdón. Asi

Judas se arrepintió; pero no fué bueno su arrepentimiento,



— 411 —

por falta de confianza en la misericordia de Dios. Como

sabéis, se ahorcó desesperado.

d) Por fin, el dolor ha de extenderse a todos los pecados

mortales que uno tiene. El que se confiesa sólo de veniales

ha de tener verdadero dolor de uno de ellos por lo

menos. Para mayor seguridad, se aconseja que se acuse

también y se arrepienta de algún pecado de la vida pasada.

(Preguntas retrospectivas.)

III

Vamos ahora a recorrer los peldaños de esa escalera.

Las letras I G significan Infierno y Gloria; la cruz nos

recuerda el Calvario. Un piadoso Prelado, Mgr. de la Motte,

Obispo de Amiens, cuando se preparaba para confesarse,

recorría con la consideración esas tres estaciones. Otros

lo atribuyen a San Carlos Borromeo. Pensaba primero en

el Infierno... luego en el Cielo... por fin en el Calvario

donde Jesucristo..., etc.

En esas tres estaciones podemos reunir los motivos

principales para arrepentirse.

I. Infierno. Aquí recordaremos también el Purgatorio

y aun los castigos y desprecios de que antes hablábamos

si los miramos a la luz de la fe, como enviados por Dios por

nuestras culpas.

G. Gloria. Perder el cielo, el derecho o título que nos

daba la Gracia, quedando el alma oscurecida y afeada al

perder este don tan precioso.

La Cruz. Decía S. Francisco de Sales, que el Calvario es

el monte de los amantes: Allí se aprende la caridad...

¡Dios mío te amo! ¡Siendo Dios tan santo, tan bueno; habiendo

muerto en la Cruz por nosotros!...

IV

De esos tres peldaños, los dos inferiores, los males, la

Pérdida de los bienes, con que Dios puede castigarnos, son

motivos de atrición, la cual nace del temor.



-412-

El grado superior, la caridad, el arrepentimiento por

amor de Dios se llama contrición perfecta.

Haciendo un acto de perfecta contrición se perdonan,

en aquel instante los pecados; aunque queda la obligación

de confesar los mortales.

Si el acto es de atrición no se perdonan los mortales

hasta que nos absuelve el confesor. (Preguntas retrospectivas.)

# * *

(Recapitulación.) Habéis visto cuan necesario es el dolor

para confesarse, cómo ha de ser, en qué motivos ha de

fundarse, y las dos clases a que pueden reducirse...

Termino rogándoos muy encarecidamente que hagáis

frecuentemente actos de amor de Dios y de contrición. Os

lo recomiendo principalmente en tres ocasiones: 1.° En

peligro de muerte. 2.° Cuando os deis cuenta de que habéis

cometido una culpa grave. 3.° Todas las noches al acostaros.

Que la muerte no os sorprenda en pecado mortal. Que

la gracia de Dios permanezca siempre en vuestros corazones;

y si tenéis la desdicha de perderla la recuperéis en

seguida. Pedídselo a la Virgen Santísima. ¡María, Madre de

gracia... etc!

SÍMILES Y EJEMPLOS.—Un santo de cuyo nombre no

me acuerdo, escribe José Maistre, tuve una visión en la

cual Satanás ante el trono de Dios se quejaba diciendo:

¿Por qué me has condenado a mí, que sólo te ofendí una

vez, mientras que salvas a millares de hombres, que te han

ofendido tantas veces? Dios le respondió: ¿Me has pedido

perdón? (Duplessy.)

—San Felipe Neri, siendo niño riñó un día con una de

sus hermanas. Su padre, que llegó en aquel instante, le reprendió

severamente. Felipe se echó a llorar con amargura,

no por la reprensión, sino por la falta que acababa

de cometer, porque se figuraba que había causado grave

ofensa a Dios. Tan profundo fué su dolor, que jamás recayó

en esa falta. (Moisset.)



-413 —

— ¡El carbón! ¡Qué negro! Convenido. Pero su jetadle a

los bornes de un regulador, y le veréis bajo la corriente

eléctrica recorrer rápidamente toda una gama de matices

luminosos hasta llegar al rojo... blanco

No hay alma tan negra que, atravesada por la corriente

del dolor de sus culpas, no pueda llegar a ser blanca cual

la azucena, asombro de los hombres, envidia de los ángeles,

hechizo de Dios.

—San Jerónimo, hablando de Santa Paula, noble dama

romana, que después de morir su marido se había retirado

a Belén, cuenta que lloraba amargamente las faltas más

pequeñas. Siempre que se arrodillaba ante el crucifijo copiosas

lágrimas inundaban su rostro. (Stolberg.)

—Se confesaba con San Francisco de Sales un hombre

que decía sus faltas con tal indiferencia que daba muestras

de no tener dolor alguno. El Santo se echó a llorar. Lleno

de asombro el penitente le preguntó que si se ponía malo.

¡Ah no! yo estoy bien; el enfermo eres tú... Lloro porque

tú no lloras... (Schmid.)

—Junta en uno todas cuantas pérdidas han sucedido

en el mundo, de cosas que se quieren; junta todos los

pesares que han tenido y tendrán los hombres, de cosas

temporales; junta las lágrimas que han derramado las

madres por sus hijos, las mujeres por sus maridos, y todos

mortales por sus desdichas: y haz un dolor de tantos

dolores, y un llanto de tantos llantos, y un llorar de tantas

lágrimas, y una pérdida de tantas pérdidas, y un pesar de

tantos pesares: pues a tan extraño llanto y sentimientos

procura que infinitamente exceda el dolor de tus pecados;

porque más pierdes con uno sólo, que todo lo que han perdido

los hombres y llorado. (Nieremberg.)



LECCIÓN 75. a

Propósito de la enmienda

Cuando uno, arrepentido de sus pecados, exclama: ¡perdón

Dios mío!, dice de una manera más o menos explícita

aquellas palabras del cántico: No más pecar, mi Dios...

Y primeramente: ¿Qué es propósito de la enmienda?...

¿Veis esa R en el estandarte? Significa Resolución: una

firme resolución...

La resolución no consiste en solas palabras. No basta

j^C^r^©<^=^^>«x3^i^-©^^p^ B

que uno con los labios diga que va a ser bueno y no pecará

eri adelante.



— 415 —

¿Os acordáis de que en el gráfico anterior pusimos

la D en el corazón, dando a entender que el dolor ha de

ser del alma? Pues así el propósito ha de nacer del fondo

del alma, ha de hallarse en el corazón, en la voluntad.

Así que no consiste tampoco en que uno piense en que

debería enmendarse, es preciso que quiera de veras enmendarse,

que se resuelva a ello, que esté decidido a enmendar

su vida...

Para que lo entendáis mejor vamos a considerar algunas

cualidades del propósito. (Preguntas retrospectivas.)

II

a) Es una resolución firme. Esto indica que no basta

un mero deseo: «Querría enmendarme; veré si procuro corregirme»

es poco. Hay que decidirse de veras...; «quiero...»

No volveré a pecar...

No os recuerda ese estandarte el de la Resurrección

del Señor? Jesucristo resucitó para nunca más morir. No

podrá la muerte volver a quitarle la vida.

Así, en el orden espiritual, el que, arrepentido de sus

culpas, va a confesarse, ha de estar decidido a nunca jamás

perder la vida de la gracia, ha de tener firme propósito

de evitar todos los pecados mortales.

Cierto es que Jesucristo no volverá a morir; y en cambio

nosotros podemos volver a perder la gracia, porque

somos muy débiles, y nos incitan muchas tentaciones, y nos

cercan muchos peligros. Pero aunque acaso luego volvamos,

a caer, al hacer el propósito hemos de tener firme

resolución de evitar las recaídas, confiando en que Dios

ha de ayudarnos con su gracia...

Claro que si uno recae con la misma frecuencia, sin

luchar, sin enmienda alguna, es señal de que su propósito

no era firme.

Acaso alguno diga: «Temo; desconfío de mí mismo...

No importa; tu propósito no deja por eso de ser firme. Ten

confianza en Dios. Di, como San Pablo: «Todo lo puedo



— 416 —

•en aquel que conforta...» Mira cómo el estandarte tiene

por remate la cruz. Apóyate en la cruz de Jesucristo.

Piensa en que quien ha muerto en la cruz por tí no te negará

su gracia, si acudes a El en los peligros...

Además, mirad al término a donde llegaréis si perseveráis

en vuestros buenos propósitos: la gloria del cielo,

donde seréis coronado y blillaréis más que refulgentes estrellas...

b) Mirad ahora hacia atrás, a la parte inferior del gráfico.

Ya veis que termina con un rayo, que significa la maldición

eterna de los reprobos. En el camino veis un árbol

y detrás, junto a él, la serpiente.

¿Qué le ocurrirá al que se acerque al árbol de la fruta

prohibida? ¿Qué ocurrió a Eva por haberse acercado?

Así que el propósito, para que sea sincero y verdadero,

ha de ser eficaz. Ha de estar uno resuelto a no acercarse

al árbol prohibido, tiene que decidirse a dejar aquel

mal compañero, asociación, juego, espectáculo, libro, etc.

que suelen hacerle pecar (y se llama ocasión próxima de

pecado...)

Ha de emplear los medios necesarios para no volver a

pecar. El confesor como médico espiritual le indicará cuáles

son. Y decidme. ¿Quiere de veras curarse el enfermo

que se niega a tomar las medicinas necesarias que le receta

el médico?...

Y ¿si os cuesta trabajo? De nuevo os digo que os abracéis

con el estandarte de la cruz.

Id hacia adelante, a la derecha. No queráis volveros

atrás. ¡Mirad qué diferencia en el término de los dos caminos!

Ante vosotros está la estrella... ¡No os volváis a la

izquierda; no escojáis la muerte eterna!

c) Por fin, el propósito según ya os indiqué antes, ha

de extenderse a todos los pecados mortales; ha de ser universal.

Como dice el Catecismo, es una firme resolución

de nunca jamás ofender a Dios gravemente. En cuanto a los

veniales bueno es querer evitar todos aquellos que se co-

.meten con plena advertencia; pero basta proponerse dis-



— 417-

minuir su número, o evitar alguno, o algunos, en particular.

(Preguntas retrospectivas. ¿Qué tres cualidades ha de

tener el propósito? ¿Qué significa que ha de ser firme? etc.)

III

Ahora sabéis bien lo que es propósito de la enmienda.

JEn el dolor y detestación del pecado se incluye el propósito.

Porque ¿cómo va a querer uno lo que aborrece y detesta

como el mal más grande? Ese propósito, que va incluido

en el dolor, es suficiente para confesarse. Pero mejor

es que piense uno en lo venidero y expresamente tome

la determinación de no volver a pecar.

Os aconsejo que además de esa resolución general (o

universal) atendáis con especialidad al defecto o vicio que

sea mayor en vosotros y pretenda dominaros, y hagáis lo

que David, que clavó la piedra en la cabeza del gigante.

SÍMILES Y EJEMPLOS.—Un penitente se acusaba de

haber hurtado varios haces de leña. ¿Cuántos? le preguntó

el confesor. —Cinco, pero cuente Vd. siete, replicó el

penitente. —¿Cómo? ¿son cinco, o siete? —Me explicaré:

Son en realidad cinco los que he cogido; pero pienso coger

otros dos y quiero confesarme también de esos. (Mortarino.)

—El Cosario que iba de Pozoblanco a Córdoba envolvía

el dinero en el papel del correspondiente encargo. Si

no le daban los cuartos soplaba y el viento se llevaba el

papel. Los propósitos de palabra, sin poner los medios son

ineficaces. Sopla el diablo y no se cumplen. (De Broma y

de Veras, núm. 19.)

—Alipio se propuso no asistir a las luchas de gladiadores

porque aborrecía tales espectáculos. Un día con amigable

violencia unos condiscípulos suyos le llevaron al anfiteatro.

«Me lleváis a la fuerza; pero no me obligaréis a que

vea luchas tan bárbaras.» Mas al oir el clamor de la muchedumbre

abrió los ojos... Vio, clamó, se enardeció, y de

allí llevó consigo la loca afición que le estimulase a volver,

27



-418 —

no sólo igualando en esta afición a los otros que le habían,

llevado a él, sino aventajándose a ellos y llevando también

a otros. (San Agustín. Confesiones. Libro VI, cap. 8.°)

—Unos jóvenes acudieron a un ermitaño pidiéndole un

remedio para no recaer en ciertos pecados. Voy a daros,.'

no uno sino tres; anotadlos, para que no se os olviden.

Primero: Huir de las ocasiones. Segundo: Huir de las ocasiones...

Pero padre ¡si ya lo hemos escrito dos veces! No¡

importa; escribidlo aún la tercera, porque es el único medio

de evitar tales pecados y conservar la gracia de Dios.

(Mortarino.)

EL TESTARUDO

De noche, en un mal paso y sin linterna.

Juan se rompió una pierna.

¡ Vaya todo por Dios!

Le curaron tal cual; pero volviendo

A aquel paso tremendo,

¡Juan se rompió las dos!

Sanó al fin; mas tornando a la aspereza,

Partióse la cabeza

¡Y muerto quedó allí!

Si a un cristiano su culpa se le absuelve

Y al vicio vuelve,

¿No le sucede así"?

(Cayetano Fernández.))



LECCIÓN

76. a

Confesión

En nuestra «Explicación Dialogada» nos sirvió de ejemplo,

muy a propósito por cierto, para una catequesis por el

método psicológico, algún rasgo de la vida de San Luis

Beltrán. Quien quisiere valerse de dicho ejemplo utilizando

el graneo adjunto, solo habrá de cambiar las frases poniendo

v. gr.: Confiésate. ¿Por qué no confiesas ese pecado?

Se alegran los ángeles...

Ahora vamos a proceder de un modo parecido, por medio

de un hecho que entraña las ideas principales.

Mis queridos niños: Cuenta San Leonardo de Puerto

Mauricio que un caballero tuvo la desgracia de cometer

un pecado muy grande. Le remordía la conciencia; pero

le causaba mucha repugnancia confesar ese pecado. Queriendo,

sin confesarse, acallar los remordimientos hizo cuanto

pudo por olvidarlo; porque, decía: no hay obligación de

confesar los pecados olvidados. Pero le perseguía incesantemente

el recuerdo de su maldad.

Entonces, habiendo leído que por el acto de perfecta

contrición se perdonan los pecados, hizo muchos actos de

dolor de sus culpas.

Pero el remordimiento le continuaba atormentando.

Desesperado, como Judas, pensó en ahorcarse; y trataba

de ejecutar su reprobo designio, cuando se encontró con

un virtuosísimo sacerdote, el cual al verle tan turbado le

preguntó qué le ocurría. Calló el caballero, y el sacerdote

te dijo: Haga una buena confesión y recobrará la paz.

—No es cosa fácil, replicó no puede ser ¿y mi honor?

El buen sacerdote le condujo a una iglesia y hacién-



-420-

dole varias preguntas mencionó entre otros enormes pecados

el que había cometido el caballero, el cual dijo: ¡Ese

es mi pecado!—¿Lo ve? Ya se ha confesado usted, dijo

el confesor, arrepiéntase y pida perdón al Señor...

Recibida la absolución, el penitente exclamó: «¡Gracias,

padre! Mi corazón parecía un infierno; ahora siento una

paz y felicidad muy semejante a la que debe reinar en el

cielo.»

El caballero había cometido un grave pecado y ansiaba

conseguir el perdón. Pero quería obtenerlo sin confesarse.

¿Es posible? No; Jesucristo ha mandado que se confiesen

todos los pecados mortales cometidos después del

Bautismo. Y ¿no basta el acto de perfecta contrición? Sí;

pero ha de ser con intención de confesarse. De suerte que

aunque el acto de perfecta contrición borra los pecados,

no exime o libra de la obligación de confesarlos; hay que

manifestarlos al confesor para que nos absuelva. Eso indican

el confesonario y las llaves: que todos los pecados

mortales se han de manifestar al confesor, se han de so-

A quienes perdonareis!

Sí ESE es mi pecado! §

{vele en paz

/-"«qSi^dJBí^í^^fe^

meter a la potestad que Jesucristo dio a los Apóstoles y a

los sucesores de los Apóstoles, que son los sacerdotes.

Así lo ha querido Jesucristo al instituir el Sacramento



— 421 —

de la Penitencia. Lo prueban estas palabras que he puesto

en el encerado: «A los que perdonareis los pecados les son

donados, y a quienes se los retuviereis les son retenidos.»

(Joan XX, 23.) Al dar a los Apóstoles esa potestad de absolver,

o de negar la absolución,'no iban a ejercerla ciegamente;

no iban a juzgar sin conocimiento de causa. Tienen

que conocer las culpas y las disposiciones del penitente

para saber lo que han de hacer en cada caso y las

obligaciones que han de imponerle. Así que aquel caballero,

que con solo el acto de contrición quería que se le

borrasen los pecados para librarse de confesarlos, no pudo

conseguirlo, no se acallaron sus remordimientos; no era

verdadera su contrición, pues desobedecía obstinadamente

al mandato del mismo Jesucristo. (Preguntas retrospectivas.)

II

¿Qué pecados hay obligación de confesar? Los mortales,

como lo era el de ese caballero.

a) Los veniales se perdonan, como sabéis, por otros

medios; basta el arrepentimiento sin confesión. Pero bueno

es confesarlos: para más tranquilidad; para conseguir mayor

remisión de la pena temporal; para obtener gracias

con que enmendarse, y para que el confesor nos dé consejos

y remedios para ello.

Claro que si uno no tiene más que pecados veniales y

quiere que el confesor le absuelva ha de acusarse de alguno

de ellos, o de algún otro pecado de la vida pasada,

b) En cuanto a los mortales hay que acusarse de todos

los que aún no se han confesado; o si se-confesaron no se

perdonaron, v. gr. por no haber valido la confesión. (No

creemos necesario hablar a los niños de la falta de potestad

en el sacerdote y casos reservados.)

Hay que decir las clases de pecados (especie ínfima),

y el número o las veces que se han cometido. Las dos cosas

son necesarias. No basta que uno, por ejemplo, diga:

he cometido cuatro pecados; ha de decir cuáles. No basta



— 422 —

que diga he blasfemado, he faltado a Misa; ha de decir

cuántas veces. Cuando no sabe el número cierto, dirá el

más aproximado.

Además hay que confesar las circunstancias, que hacen

que un pecado, de suyo venial, llegue a ser mortal o viceversa;

o las que hacen que de un pecado resulte otro distinto,

v. gr.: un hijo que maltrata a su padre ha de expresar

a quien maltrató. (Preguntas retrospectivas. Casos. ¿Se

confiesa bien uno que dice: he deseado hacer mal? etc.)

III

Si uno adrede se calla algún pecado mortal de los que

tiene obligación de manifestar al confesor, su confesión no

vale, no se le perdona ninguno de los pecados y comete

otro nuevo, un sacrilegio.

Si lo omite sin culpa suya la confesión es buena y se le

perdonan todos, incluso el mismo que calló; porque al recibir

por la absolución la gracia santificante no puede quedar

en el alma la mancha de culpa grave, como desaparecen

las tinieblas cuando sale el sol. Pero le queda la obligación

de manifestar, en la primera confesión que haga,

ese pecado o pecados que omitió por olvido involuntario,

o por otra causa justa. No es preciso confesarlos antes de

comulgar, ni cuanto antes, sino en la primera confesión

después de haberse acordado de ellos, o de haber cesado

la causa legítima que impidió confesarlos.

Ahora podéis ver la equivocación de aquel caballero,

que hacía por olvidar su pecado para no confesarlo, cuando

precisamente lo que hay que hacer es procurar acordarse

de los pecados cometidos; y a ese fin, según os dije, se ordena

el examen de conciencia.

IV

Si alguno, como el caballero, dice: ¿Confesar yo ese

pecado? No puede ser. ¡Qué vergüenza! ¿Qué va a decir el

confesor? ¿Qué pensará de mí?... ¿Qué le responderéis?

a) Piensa en Dios que todo lo ve. (Eso significa el ojo



-423 —

dentro del triángulo.) Si ahora ocultas tu pecado, el Señor

lo manifestará un día ante todas las gentes.

b) Acuérdate de que al confesor le llamamos padre. Y

por su vocación, por la gracia divina tiene corazón de tal.

Se llena el gozo al ver, como el padre de la parábola, que

vuelve arrepentido su hijo. Es hombre y nada humano

puede extrañarle; es representante de Dios y está obligado

al más riguroso secreto.

Todo su afán consiste en completar la obra de Dios, que

le envía los penitentes para que los absuelva de sus culpas

en ese tribunal de la misericordia. Ved cómo el confesor

ayudó al caballero, el cual manifestó el estado de su alma

diciendo: ¡Ese es mi pecado!

c) Piensa, por fin, en tí mismo. ¡Qué remordimiento,

•qué infierno dentro del corazón si se callan los pecados!

¡Qué dicha y que paz celestial si se confiesan sinceramente!

Acordaos de la exclamación del caballero, al dar las

gracias al sacerdote. Vete en paz, dice el confesor, después

de haber dado la absolución.

EJEMPLOS.—Mgr. Cheverus, Obispo de Bostón, gozaba

de confianza general hasta el punto de que muchas señoras

protestantes, de la nobleza, le confiaban sus secretos

familiares y le contaban sus penas más íntimas. En

cierta ocasión una señora le dijo que se haría católica si no

fuera por la confesión. A lo cual sonriendo, replicó el Obispo:

¡Si os estáis confesando muchas veces, sin daros cuenta!

¡Si es una necesidad que sentís y os hace un gran bien!

(Schmid.)

—El P. Juan Conde de la Compañía de Jesús, célebre

misionero, aconsejaba a los campesinos para que no callasen

pecado alguno que confesasen primero el del cencerro,

el más gordo; tras él van los otros, como al pasar las

ovejas un arroyuelo siguen sin vacilar al cabrito que lleva

el cencerro.

—Un bandolero se estaba confesando con el santo cura

de Ars; pero ocultaba sus mayores crímenes. El santo párroco

le dijo: ¿No tenéis más?—Nada más, contestó el pe-



— 424 —

nitente.—En tal día y en tal lugar cometisteis tal crimen;

en cual este otro, etc., y siguió haciendo la historia de su

vida mejor que pudiera hacerlo él mismo. Inútil es decir

que con esta misteriosa revelación le convirtió a Dios e

hizo una sincera confesión de todos sus pecados. (Monin.)

—Cierto sujeto conocido de San Francisco de Sales, hizo

con el Santo una confesión general, venciendo la repugnancia

que le detenía. El Santo muy satisfecho, le mostró

su alegría. «Eso lo diréis, le respondió el penitente, para

mi consuelo; pero ¿será posible que estiméis interiormente

a tan gran pecador como yo?» San Francisco le respondió:

«Sería yo un verdadero fariseo, si después que habéis

recibido la absolución os mirase como pecador; pues a mis

ojos estáis más blanco que la nieve y tan limpio como

Naamán al salir del Jordán. Fuera de ésto, yo debo amaros

ahora doble que antes; porque por el amor y la confianza

que Dios os ha inspirado hacia mí os miro como un hijo que

acabo de engendrar en Jesucristo, o por mejor decir, como

un hijo dentro del cual acaba de formarse Jesucristo por

mi ministerio.» (Espíritu de San Francisco de Sales.)

—A veces la falsa conciencia hace callar la que alguno

cree ser pecado gravísimo, y no lo es. Para que los niños

pequeños se animen a decirlo todo se refiere (como cuento)

lo de aquel que, lleno de inquietud, no se atrevía a confesar

un pecado... Y cuando, por fin, se decidió a ello, dijo

con gran apuro: «Padre, me acuso... de que... he visto...

que... dos gatos reñían en un tejado!...»

—El Padre Correa de Zacatecas, fué llamado a llevar

los consuelos de la Religión a un moribundo. A pesar de

la feroz ley de Calles que amenazaba con la muerte al

sacerdote a quien se sorprendiera ejercitando su ministerio,

el Padre Correa acudió al llamamiento.

Durante su camino, su porte circunspecto llama la atención

de una patrulla de soldados. Ellos quieren ver lo que

el cura lleva debajo de su traje, oprimido contra el pecho.

Pero el Sacerdote da inmediatamente un paso atrás, y teniendo

el sacrilegio, consume él mismo el Pan Eucarístico-



-425 —

Furiosos los soldados al verse burlados, se apoderan de

él, le maltratan, y lo arrastran ante el jefe militar, acusándolo

de estar en connivencia con los rebeldes. El general

sonríe con cinismo y le dice:

—Confiese a aquellos rebeldes, y luego veremos lo que

debo hacer con usted.

El padre acepta gozoso el encargo, y confiesa y consuela

a un grupo de condenados a muerte. Cumplido su

ministerio, de nuevo es conducido a presencia del general.

—Muy bien—replica éste—Ahora tendrá usted la bondad

de decirme cuanto le han confesado esos desalmados,

y le dejaremos ir; de lo contrario...

El sacerdote no vaciló. Su voz no tembló al darle la respuesta,

que llevaba aparejada la sentencia de muerte.

— ¡Eso jamás!

Diez minutos más tarde, el padre, con los cinco prisioneros

confesados poco antes, era fusilado. Volaba al cielo

un nuevo mártir del sigilo de la Confesión.

—Voy a obligar a todos los confesores—decía el Rey de

Francia Enrique IV al que lo era suyo, el P. Contton— a

que me denuncien a los que, por confesión, sepan conspiran

contra mi vida.

—Señor, esa medida sería contraproducente e inútil,

porque pondría en mayor peligro la vida de S. M.

—Eso no es posible.

—Posible y seguro, Señor. Desde ese día los enemigos

de V. M. no vendrían ya a confesarse y los sacerdotes no

podrían tener ocasión para disuadirles de sus perversos

y criminales intentos. Por otra parte ningún sacerdote

obedecería vuestras órdenes.



LECCIÓN 77. a

Satisfacción e indulgencias

Basándonos en la «Explicación Dialogada» podríamos,

a modo de tríptico, escribir en el encerado estas palabras:

-cumpliendo

¡Bendita f f mejor

} —haciendo >

penitencia...! ( , [ ahora...

—sufriendo

La explicación, que hemos ensayado varias veces, resulta

interesante. La frase: «Bendita penitencia que me ha

merecido tanta gloria» es la que dijo a Santa Teresa San

Pedro de Alcántara. Las tres palabras: cumpliendo la penitencia

que nos impone el confesor, haciendo obras buenas

y sufriendo con resignación las tribulaciones, indican

los modos de satisfacer. Con ocasión de la tercera hoja o

parte del tríptico se hacen ver las ventajas de satisfacer

aquí la pena temporal, sin dejarlo para el purgatorio.

Vamos ahora a presentar y completar esas ideas en

otra forma.

I

Mis queridos niños: Me toca explicaros hoy lo que el

Catecismo llama satisfacción de obra, la quinta de las cosas

que se requieren para confesarse uno bien.

Satisfacer, es pagar una deuda, es compensar la injuria

hecha a Dios por el pecado... ¿Os acordáis de lo que es

el pecado? Es ofender a Dios... ¿Quién es Dios? y ¿quiénes

somos nosotros? ¿Veis qué distancia? Nosotros no podíamos

ofrecer a Dios una compensación suficiente. Como



— 427 —

aquel criado de la parábola, que debía diez mil talentos...

no podíamos tener caudal bastante para pagar esa deuda.

Jesucristo satisfizo por nosotros, pagó cuanto era preciso

y más, mucho más, padeciendo y muriendo en la Cruz.

(En el encerado he dibujado la cruz y la corona de espinas.)

En virtud de esa Pasión de Jesucristo que se nos

aplica por medio de los Sacramentos, el Sacramento de

la Penitencia nos perdona los pecados y la pena eterna

del infierno merecida por ellos. Pero suele quedar parte

de la pena temporal, que se ha de pagar en esta vida, o en

.el purgatorio.

Así lo exige la justicia y la misericordia de Dios.

La justicia, porque hemos pecado siendo cristianos,

iespués de haber

recibido el Bautismo,

en el que se

ios había perdonado

la pena por

completo.

La misericordia,

porque así entendemos

mejor cuan

aborrecible es el

pecado y digno de

castigo. (Preguntas retrospectivas.)

II

Para satisfacer dicha pena temporal hemos de tener

parte en los sufrimientos (la cruz y las espinas de Jesucristo)

haciendo penitencia.

Hay dos clases de penitencia: Una es la que nos impone

el confesor y se llama sacramental. Otra la que nos imponemos

nosotros mismos.

Tanto una como otra sirven para tres cosas: 1.° Respecto

a lo pasado para reparar la ofensa hecha a Dios.

2.° Respecto al presente para satisfacer, o pagar, la pena



— 428-

temporal. 3." En cuanto a lo venidero para evitar las recaídas.

En la cruz veis tres letras OLA que indican las tres

clases de obras con que se puede satisfacer. La Oración

comprende todos los ejercicios de piedad; la Limosna todas

las obras de caridad y misericordia; el Ayuno todas las

obras de mortificación. Son las tres obras de que habla

Jesús (Cap. VI de San Mateo) y por ellas sometemos a

Dios nuestra alma (oración), nuestro cuerpo (ayuno) y los

bienes de fortuna (limosna...)

(Con alumnos mayores se puede también hacer notar

que se oponen a las tres concupiscencias; y a los pecados

contra Dios, contra nosotros mismos y contra nuestro prójimo).

III

Hablemos de la penitencia sacramental, o sea de la que

impone el confesor.

Si uno al confesarse llevara intención de no cumplir la

penitencia haría una mala confesión, no estaría verdaderamente

arrepentido.

Mas si, teniendo intención de cumplirla, luego no la

cumple, la confesión es buena; pero comete un pecado.

Será pecado mortal (a no ser que el confesor manifieste

lo contrario) cuando la penitencia sea grave, e impuesta

por pecados graves. En los demás casos el que culpablemente

la omite comete sólo pecado venial...

Al cumplir la penitencia ateneos a lo que os diga el confesor.

Procurad, en cuanto de vosotros dependa, cumplirla

cuanto antes. No es preciso hacerlo antes de comulgar.

Si os pone una penitencia que no podéis cumplir vosotros,

rogadle que, en vez de esa, os ponga otra.

IV

La penitencia sacramental es la que más vale, la más

eficaz, porque participa de la virtud del Sacramento; pero

por otro lado, suele ser muy pequeña.



— 429-

Antiguamente ponían penitencias mucho más graves

que ahora. Y es que en nuestro tiempo muchos cristianos

tibios dejarían de confesarse, por miedo a la penitencia, o

no la cumplirían. El confesor es muy benigno, aunque por

ello los penitentes tengan que satisfacer en el purgatorio.

Mejor es ir al purgatorio que al infierno. Así que para

pagar la pena temporal es muy bueno añadir a la penitencia

impuesta por el confesor, otra que se impone uno a sí

mismo.

Además, aceptar de buena voluntad la que nos impone

el Señor cuando nos envía dolores, enfermedades y otras

tribulaciones y desgracias.

V

Por fin, al pie de la cruz veis una I, que es inicial de

Indulgencias. Si por medio de la penitencia sacramental y

extrasacramental, que hemos dicho, se paga la pena temporal

debida por los pecados, empleando los tesoros, o bienes

propios, por medio de las indulgencias se satisface con

el tesoro de la Iglesia. Ese tesoro está formado por los méritos

de Nuestro Señor Jesucristo, de la Virgen Santísima

y de los Santos. La llave de ese tesoro, o la facultad de

conceder indulgencias la tiene el Papa y aquellos a quienes

comunica esa potestad (bien conforme a las normas

generales de derecho, o bien en casos particulares.)

La indulgencia plenaria remite toda la pena temporal;

la parcial remite la que corresponde a tantos o cuantos días

de penitencia como la que se hacía antiguamente.

Para ganar las indulgencias se necesita hacer las obras

designadas y hallarse en gracia de Dios, a lo menos al terminar

la última. Se requiere, además, alguna intención,

siquiera general, de ganarlas. (Preguntas retrospectivas.)

* * *

Hagamos, pues, penitencia, abracémonos con la Cruz;

que ahora un pequeño sacrificio nos puede librar de las

penas del purgatorio, las cuales son mucho mayores. Ade-



— 430 —

más la penitencia nos sirve para merecer más grados de

gloria y para refrenar nuestras pasiones y evitar los pecados.

SÍMILES Y EJEMPLOS.—NO basta librar la herida de la

infección y limpiarla. Se ha de vendar para curarse. La

venda significa la sujeción de las pasiones por una vida

austera y penitente. (Romanus.)

—Una buena penitencia. El soldado blasfemo que al besar

el suelo se libró de la muerte. (Veáse la lección referente

a la blasfemia.)

—Una tarde, en el año 1804 llamaba a la puerta de un

convento un peregrino que pedía alojamiento. Fué admitido

como siervo y allí estuvo durante ocho años sin hablar,

haciendo penitencia. Cayó enfermo; y acercándose la

hora de la muerte, se dio a conocer a los monjes, diciendo:

Soy Boleslao II, Rey de Polonia. He cometido grandes

pecados y he dado muerte al santo Obispo Estanislao de

Cracovia. Arrepentido fui a Roma, recibí la absolución del

Papa y he querido expiar mis crímenes con estos años de

sacrificio. Y les mostró el anillo con el sello real, en prueba

de que era verdad lo que afirmaba. (Mortarino.)

—Una religiosa gravemente enferma se quejaba a San

Francisco de Sales, porque los dolores la impedían rezar

y hasta meditar. «Mucho mejor es, la replicó el Santo, estar

crucificados con Jesucristo, que orar a Cristo crucifificado.»

(Ibid.)

—El penitente que se confesó con el siervo de Dios,

Pedro de Corbeil, Arzobispo de Sens, estaba dispuesto a

la más rigurosa penitencia. El confesor se la iba cada vez

disminuyendo y terminó por decirle: rezad un Padre Nuestro.

Murió de dolor, y por su contrición extraordinaria fué

al cielo sin pasar por el purgatorio. (Herbst cit Scherer.

Poey atribuye el hecho a San Pedro Damián en vez de a

Pedro de Corbeil. Otros autores lo cuentan de San Vicente

Ferrer.)



LECCIÓN 78. a

La Sagrada Eucaristía

Queridos niños: El comulgatorio, el altar, el sagrario,,

nos recuerdan que Jesús como amigo nuestro espera nuestra

visita, se ofrece como víctima en la Misa, se nos da

como manjar en la Comunión.

Como de la Santa Misa os he hablado ya detenidamente

(1), os hablaré de las visitas y de la Comunión.

Veis en el encerado un círculo. ¿Qué representa? Esos

rayos que le rodean, y las letras J C significan: Que la

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¿ A guien ?

¿ Quién ?- ^D fr

JFsra gué ?

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Agradece

| Mr»rWII||l|||lll[[JJUitoa»—~

Hostia consagrada es Jesucristo, el que nació en Belén, y

trabajó en Nazaret, y predicó el Evangelio en Judea y Galilea,

y murió en la Cruz (por eso he puesto una cruz so-

(1) Lección 51. a



-432 —

bre las letras J C), y resucitó, y en el Cielo se halla a la

diestra del Padre...

Es El mismo, no una señal, figura, o imagen de Jesús,

sino El en persona, Jesucristo, Dios y hombre verdadero,

con su cuerpo, sangre, alma y divinidad.

J. C.

Divinidad

(Dios)

Humanidad ( alma

(Hombre) ) cuerpo-sangre

(Preguntas retrospectivas: Explicación del cuadro sinóptico.)

* * *

¿Cómo sabemos esto? Porque Jesús lo ha dicho. La

noche de Jueves Santo, en que iba a ser entregado, después

de haber comido el cordero pascual, convirtió el pan

y el vino en su mismo cuerpo y sangre, con aquellas palabras:

«Tomad y comed; esto es mi cuerpo... Bebed todos;

este es el cáliz de mi sangre... Haced esto en memoria

mía...»

Entonces cumplió la promesa, que un año antes había

hecho cuando dijo a los judíos: «Mi carne verdaderamente

es comida; y mi sangre verdaderamente es bebida...»

Y claro es, que en ocasión tan solemne, cuando el Divino

Salvador hacía su testamento, al decir a los Apóstoles

que les daba como manjar su cuerpo y sangre no iba a

ser una mera figura, o signo lo que les dejaba. Si uno en

testamento deja a otro una casa ¿creerá nadie que lo que

le deja es una pintura o dibujo de la casa?...

Aparte que para figuras, o signos de Jesucristo, ya los

tenían los judíos, bien expresivos, como los panes de la

proposición que se ponían en el tabernáculo y el mismo

cordero pascual, que comió Jesús con sus discípulos.

Se halla, pues, realmente Jesús en la hostia y en el cáliz;

.aunque no se le ve, porque está oculto bajo los accidentes

de pan y vino. (Preguntas retrospectivas. Más pormenores



— 433 —

acerca de la presencia real pueden verse en Explicación

Dialogada del Catecismo, págs. 347 y siguientes.)

# * • *

De lo dicho hasta aquí podemos sacar dos consecuencias:

la primera es que habéis de visitar a Jesús; la segunda

que tenéis que estar con mucho respeto en el templo.

Vosotros queréis a Jesús ¿no es verdad? ¡Bien lo merece!

¡Es tan bueno!... ¡Nos quiere tanto!... Y ¿dónde está

Jesús? Ahí, en el sagrario, en la hostia consagrada...

Hacedle compañía... ¿No queréis estar con El? Venid

al templo a visitarle... No dejéis pasar día alguno, sin hacerle

a lo menos una visita. Si no podéis venir a la iglesia,

dirigid vuestros pensamientos hacia el sagrario para decir

a Jesús: ¡Señor; tú sabes que te amo! No me olvido de Ti,

Jesús mío! Toma mi corazón...

¿Cómo han de ser vuestras visitas? Podrán unas veces

ser más cortas y otras más largas...; pero siempre muy

fervorosas, no de cumplimiento sino de íntima familiaridad,

como la de un amigo, más aún como la de un hijo a su

padre. Habladle de corazón a corazón; contadle vuestras

alegrías y vuestras penas, exponedle vuestras necesidades

y proyectos, pedidle su gracia y su amor.

II

Se ha quedado Jesús en la Sagrada Eucaristía, no sólo

para que le adoremos y visitemos sino para que le recibamos.

Es nuestro manjar. Es el alimento que acrecienta

en nuestras almas la vida de la gracia, nos da fuerza contra

nuestros enemigos, nos purifica de las faltas leves y nos

preserva de los pecados mortales... ¿Para qué es el Santísimo

Sacramento de la Comunión?... Por qué decís dignamente?...

En el encerado están indicadas esas disposiciones. Son

de dos clases. Unas necesarias, otras convenientes. Quien

advertidamente se acerca a comulgar sin alguna de las disposiciones

necesarias, recibe, sí, a Jesús; pero indignamente,

comete un sacrilegio.

28



— 434 —

Dos son las disposiciones necesarias: tener el alma en

gracia, y el estómago en ayunas. ¿Qué se entiende por estar

en gracia? No tener pecado mortal. Uno que ha dicho

unas mentirillas ¿se halla en gracia de Dios? ¿Y si en vez

de mentiras han sido blasfemias?...

Teniendo pecado mortal ¿le basta para comulgar rezar

el Señor mío Jesucristo? Nó; tiene que confesarse antes.

Ya lo explicamos al tratar del segundo Mandamiento de

la Iglesia. (Véanse allí los casos exceptuados.)

¿Qué se entiende por estar en ayunas? ¿Desde qué hora?

¿Pueden tomarse líquidos, o medicinas? Si uno mete algo

en la boca, pero no lo traga, ¿puede comulgar? Cuando los

enfermos graves reciben la Comunión por Viático ¿tienen

Tque estar en ayunas? A ciertos enfermos crónicos, sin que

estén graves, se concede que puedan comulgar dos veces

por semana, habiendo tomado líquidos y medicinas. (Preguntas

retrospectivas.)

* # #

Pasemos a tratar de las disposiciones convenientes. Como

la palabra lo indica, bueno es tenerlas; pero no son necesarias.

Sin ellas la Comunión aprovecha; pero con ellas

aprovecha más, es más fructuosa.

Esas disposiciones consisten en limpiar bien el alma,

aun de las culpas leves, y en adornarla con virtudes...

Para ello haced lo que he escrito en el encerado: Piensa

antes de comulgar...

¿Quién viene?... El sacerdote mostrándonos la Sagrada

Hostia nos dice: «¡He aquí el Cordero de Dios!» ¡Es Jesús!

¡Señor mío y Dios mío! Haced actos de fe.

¿A quién viene? A mí, pobre pecador. Perdón, Jesús mío,

purificad y limpiad mi alma... «Señor; no soy digno», etc.

Actos de dolor y de humildad.

¿A qué viene? A colmarme de sus gracias, etc. «El cuerpo

de Nuestro Señor Jesucristo guarde tu alma para la vida

eterna. Amén.» Así sea ¡Jesús mío ven a mi corazón!...

¡Te amo!, etc. Actos de esperanza, caridad y deseo.



— 435 —

Después de haber recibido a Jesús no os vayáis en seguida,

«estaos de buena gana con El», dice Santa Teresa.

Haced esas tres cosas que he puesto en el gráfico:

Adorad a Jesús en silencio; no seáis descorteses para con

tan soberana Majestad.

Agradeced, dadle gracias; no seáis ingratos a tan gran

beneficio.

Pedid, aprovechad esos momentos tan preciosos, en que

el Divino Salvador viene a colmaros de sus dones; no seáis

tontos desperdiciando tan buena ocasión. «No suele pagar

su Majestad mal la posada si le hacen buen hospedaje.»

(Santa Teresa.)

MÁXIMAS Y EJEMPLOS.—Santa Juana Francisca Chantal,

a la edad de cinco años, disputó con un calvinista

que decía: «no creáis que Jesucristo se halla en el Sacramento.»

«El lo había dicho, replicó la niña, ¿cree usted que

Jesús puede mentir?»

—San Eduardo, Rey de Inglaterra, vio en la hostia al

Niño Jesús, con rostro sonriente y rodeado de resplandor

Celestial. Fué el premio de una fe viva y ardiente amor a

Jesucristo.

—Grandes tristezas hallé

en una tumba sin cruz;

pero otras más grandes sé:

la de un corazón sin fe,

la de un templo sin Jesús.

(Lope de Vega, mod. por el H. Jerez.)

—San Benito José Labre, que por amor a Jesucristo se

hizo pobre peregrino en la ciudad de Roma, pasaba varias

horas inmóvil ante el Santísimo, en la iglesia en que se

celebraban las Cuarenta Horas. Algunos le conocían por

este nombre: «el pobre de las Cuarenta Horas.»

—Juan Martínez Montañés, el de los admirables Cristos...

parece que empezaba sus trabajos más arduos, después

de prepararse con la recepción de la Santa Eucaristía,

cosa corriente entre los hombres de aquel tiempo. (Boletín

de la Institución Teresiana.)



-436-

—Un exministro inglés, que visitó el Oratorio de San

Juan Bosco en Turín, quedó admirado de la conducta que

observaban los jóvenes. ¿Qué medios de disciplina empleáis

para conseguir tan buen resultado?, preguntó el ministro.—La

Misa diaria y la Confesión y Comunión frecuentes,

practicadas con entera libertad.

—Cierto día que Simón de Alna se había acercado a

comulgar, cayósele al sacerdote de las manos al suelo la

Sagrada Forma... y temiendo Simón que aquello fuera señal

de que Dios le juzgaba indigno de hospedarle en su

pecho... la Sagrada Forma se levantó por sí misma y fué

a posarse en la boca de Simón. (Apostolado de la Prensa.)

— ¡Oh si ocurriera lo que a Santa María Egipciaca, que

al ir a entrar en el templo una fuerza invisible la detenía

y no la permitía entrar! Detenga al sacrilego, al menos

lo que le enseña la fe... (Pagani. El Alma Devota de la

Sagrada Eucaristía.)

—«Era durante el Terror, y un batallón de infantería

entró en la iglesia de Six-Tours para desvalijarla, cuando

Catalina Jourdan se precipitó en medio de ellos gritando:

¡Ciudadanos: si sois verdaderos soldados franceses respetaréis

a una mujer, si no sois más que unos cobardes,

me mataréis antes de tocar al tabernáculo!

Y diciendo ésto, la heroica joven coge el copón lleno

de hostias consagradas y atraviesa la iglesia por en medio

de aquellos energúmenos, que, electrizados ante aquel acto

de valor, le abren paso, y presentando armas gritan llenos

de entusiasmo:

¡Viva la ciudadana de Dios!»

—El gran Alejandro hizo prisionero a un rey indio, y

después de tenerlo en su poder, le preguntó el conquistador:

¿Cómo quieres que te trate?

¡Como a rey! replicó el digno monarca.

Recibid a vuestro Señor como a Rey, como al mejor

amigo, como el más compasivo de los padres, como a verdadero

Dios.



LECCIÓN 79. a

La

Extremaunción

Queridos niños: En la lección última hablamos del Santísimo

Sacramento de la Comunión. ¿Qué disposiciones

se requieren para comulgar? ¿Nunca se puede comulgar

sin estar en ayunas? ¡Qué bueno es Jesucristo! Va a visitar

a los enfermos, los cuales le reciben en el Santo Viático.

Pero, además, para alivio y consuelo de los que se

hallan en peligro de muerte, ha instituido otro Sacramento,

que es la Extremaunción. Cuatro cosas voy a explicaros

respecto a este Sacramento, las cuales están indicadas en

esos cuatro emblemas, que veis en los cuatro cuadros del

gráfico: Quién administra la Extremaunción, a quién, cómo,

y para qué.

¿Quién administra este Sacramento? ¿Quién pone la

Extremaunción a los enfermos? Dice el apóstol Santiago

en una carta, que forma parte de la Sagrada Escritura:

¿Enferma alguno de vosotros? «Llame a los presbíteros de

la Iglesia...» (cap. V-24.) El sacerdote es quien puede administrar

la Extremaunción. Los que no sean sacerdotes,

no; porque sólo a los sacerdotes les ha concedido esa potestad.

Y advertid que en ningún caso valdría la Extremaunción

si la confiriese un clérigo que no fuera sacerdote,

o un seglar. No es como el Bautismo. ¿Quién puede

bautizar?

Esa estola os indica la potestad del sacerdote. Y aunque

cualquier sacerdote puede válidamente administrar la

Extremaunción, no habiendo urgencia debe avisarse al pá-



438-

rroco, o al coadjutor, o a los que hagan sus veces. (Preguntas

retrospectivas.)

II

¿A quiénes se administra la Extremaunción? ¿Quiénes

deben recibir este Sacramento? Los cristianos, que han

llegado al uso de razón y se hallan enfermos en peligro de

muerte.

a) No necesito insistir en que los que no son cristianos,

los que no están bautizados, no pueden recibir este

Sacramento, como ningún otro.

b) Los que no han llegado al uso de razón no han cometido

pecado alguno, ni pueden cometerlo. Así que no

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necesitan remedio y no son capaces de este Sacramento.

¿A qué edad suele tenerse uso de razón? Pero es fácil que

alguno llegue al uso de razón antes de cumplir los siete

años. Y en este caso, hallándose gravemente enfermo, tendría

que recibirlo.

c) ¿Os acordáis de las palabras del apóstol Santiago,

que os he citado antes? La Extremaunción es para salud

del alma y también del cuerpo. Así que sólo se aplica a

los enfermos. Para indicarlo he dibujado esa cama.

No basta una enfermedad cualquiera, ha de ser grave,

tiene que haber peligro de muerte.

Pero esto no significa que ya no haya remedio, ni es-



— 439-

peranza. Precisamente se recibe para alcanzar la curación.

Y en las oraciones que reza el sacerdote, después de haber

ungido al enfermo, pide al Señor que recobre la salud y

vuelva a sus ocupaciones habituales. Para lograrlo, para

que el enfermo se disponga mejor y consiga más fruto

hay que avisar pronto al sacerdote, y no descuidarse, no

sea que pierda el enfermo el conocimiento, o muera sin

recibir el Sacramento. De todos modos nunca dejéis de

llamar al sacerdote, principalmente en caso de muerte repentina.

d) No sé si habréis notado que esos dos brazos de la

cruz, en cuyos ángulos he dibujado las figuras, forman un

signo de + (más) de gran tamaño. Respondedme ahora: ¿Se

puede recibir la Extremaunción más de una vez? Sí; en

distintas enfermedades. ¿Y en la misma enfermedad? También,

cuando habiendo desaparecido el peligro, vuelve otra

vez la gravedad. (Preguntas retrospectivas.)

III

¿Cómo se administra la Extremaunción? Dice el apóstol

Santiago: «ungiéndole (al enfermo) con el óleo...»

He dibujado una vasija con las iniciales O. I. que significan

Oleum Infirmorum: Oleo de los enfermos. Ya sabéis

que óleo es lo mismo que aceite. Lo bendice el Obispo

el Jueves Santo. Podría bendecirlo un sacerdote, a quien

concediese potestad el Romano Pontífice.

Se unge al enfermo en los cinco sentidos y en los pies.

¿Cuáles son los sentidos corporales? Al mismo tiempo que

va ungiendo los sentidos, dice el sacerdote: Por esta santa

Unción y su piadosísima misericordia te perdone el Señor

lo que pecaste por la vista (por el oído, por el olfato, etc.,

según el sentido que sea.) Amén.

La unción en los pies, por causa razonable puede omitirse.

Y cuando no hay tiempo para más, se unge sólo la

frente, diciendo: Por esta santa Unción te perdone el Señor

lo que pecaste. Amén. (Preguntas retrospectivas.)



-440-

IV

¿Para qué es el Sacramento de la Extremaunción? Para

tres cosas, dice el Catecismo. Las dos primeras se refieren

al alma, la tercera al cuerpo.

a) Como el alma es superior al cuerpo he puesto arriba

una R que significa las dos cosas referentes al alma.

Una de ellas es quitar los rastros y reliquias de la mala

vida pasada.

La Extremaunción aumenta la gracia santificante, y

quita o disminuye la pena temporal debida por los pecados.

Perdona los pecados veniales. Y también los mortales

al que, estando arrepentido, no puede confesarse, ni

hacer el acto de perfecta contrición (o no le ocurre hacerlo.)

Claro que cesando la imposibilidad hay obligación de

confesar esos pecados mortales.

El otro efecto referente al alma es la fuerza, (róbur)

robustez, que da este Sacramento contra las tentaciones

del demonio; y contra la propia debilidad y desconfianza

por el recuerdo de los pecados y el temor de la muerte y

el juicio.

b) Por fin la S indica que suaviza o alivia los dolores,

o a lo menos ayuda a soportarlos, por lo mismo que el alma

se encuentra alentada y robustecida.

Y, si conviene para la salvación eterna, produce la salud

corporal. ¿No ha dado Dios virtud medicinal a las plantas?

Y ¿acaso le falta poder para curarnos por medio del

óleo santo y la oración?

(Preguntas retrospectivas. Recapitulación: Ministro. Sujeto.

Materia y forma. Efectos de la Extremaunción.)

* * *

No ha mucho hablaban los periódicos de un multimillonario

yanqui (Wiliam Randolph Hearts) dueño de castillos,

palacios, terrenos inmensos, objetos valiosos de arte.

Tenía prohibido a sus amigos que le mencionasen jamás;

la muerte. Por eso ¿no habrá de morirse?

El mejor medio para llevar una vida cristiana y no te-



— 441 —

mer la muerte es pensar en ella. Acuérdate de tus postrimerías,

dice el Libro Santo, y nunca pecarás (Eccli VII 40.)-

Si alguno de vuestra familia, o algún amigo vuestro estuviesen

enfermos, llamad al sacerdote. No tengáis miedo a

que se asuste el enfermo. Los Santos Sacramentos le procurarán

alivio y consuelo. Recobrará la salud si así conviene.

Y si llegare a fallecer, será preciosa su muerte en

la presencia del Señor, y alcanzará la vida eterna.

SÍMILES Y EJEMPLOS.—El rey David fué ungido tres

veces. La primera cuando siendo aún muy joven le ungió

el profeta Samuel, en casa de su padre. Desde entonces

fué destinado para rey. La segunda en la ciudad de Hebrón

cuando comenzaron sus mayores guerras y batallas.

La tercera cuando fué aclamado rey de Israel.

Tres veces también es ungido el cristiano. En el Bautismo

le ungen el pecho y la espalda con el Oleo de los

catecúmenos, y luego la coronilla de la cabeza con el santo

Crisma, porque ha sido escogido para reinar en el cielo.

En la Confirmación le ungen la frente con el Crisma

para que como soldado valeroso luche con denuedo contra

los enemigos de su alma. En la Extremaunción es ungido

con el Oleo de los enfermos cuando se halla próximoa

ser coronado con la gloria. (Barón y Arín.j

—El capellán auxiliar D. Miguel Sanmartín, perteneciente

a la columna del general Saro, hallándose afecto al

hospital móvil hubo de acudir urgentemente a administrar

los Santos Óleos a un herido por una granada enemiga, en

pleno campo de batalla. Cuando se hallaba ocupado en su

sagrado ministerio, cayó otra bomba, que hirió a él y al.

teniente Mota, que estaba al lado suyo.

Los dos fueron trasladados en gravísimo estado al «Barceló»,

con rumbo a Melilla, y ya en el barco el capitán

médico manifestó al Sr. Sanmartín que el teniente Mota

deseaba se le diera la Extremaunción. El Sr. Sanmartín

pidió que le trasladasen en camilla para ir al lado del teniente,

y cuando le confortaba con los auxilios de la Religión,

falleció el heroico y benemérito sacerdote.



-442 -

Todos los presentes, entre los que se encontraba la duquesa

de la Victoria, vivamente impresionada por la emocionantísima

escena, asistieron a ella sin poder contener

el llanto.

—En «Misiones Dominicas» (mayo de 1929, pág. 159),

refiere el Padre Fray Domingo Baró, que en el hospital

militar de Haiphong en Tungkin un enfermo a quien iban

a cortar una pierna gangrenada se curó al recibir la Extremaunción.

—Bernardita Soubirous, la evidente de Lourdes recibió

varias veces el Sacramento de la Extremaunción. En su

última enfermedad mostraba cierta oposición a recibir una

vez más este Sacramento. Extrañó tal conducta en tan

santa religiosa. «Temo, replicó ella, que me cure como lo

ha hecho otras veces.» Deseaba morir para ver en el cielo

a la que tan hermosa se le había aparecido en Lourdes.

(Duplessy.)

—Cuenta San Bernardino de Sena cómo murió un comerciante,

el cual había vivido completamente absorto en

su comercio, sin cuidarse para nada de la salvación eterna.

Hallábase en el lecho de muerte y un sacerdote vino a

visitarle y ayudarle a bien morir.

Señor, le dijo el enfermo, ¿a qué precio están las lanas?

Hijo mío, le dijo, vengo a hablaros de la salvación de

vuestra alma.

—¿Cuándo llegan los barcos al puerto?

—El tiempo apremia, hijo mío, vais a comparecer ante

Dios. Daos prisa en hacer una buena confesión.

—No, no hay prisa... Y mientras el sacerdote le exhortaba,

el enfermo expiró. (Millot.)



LECCIÓN 80. a

El Sacramento del Orden

Hemos hablado hasta aquí de los cinco Sacramentos

que instituyó Jesucristo Nuestro Señor para la santificación

de todos los hombres, ahora nos toca hablar de los

otros dos: el del Orden, que es para los ministros de la

Iglesia, y el del Matrimonio para los esposos y santificación

de la familia.

¿Para qué es el Sacramento del Orden? Para ser sacerdote

no basta ser muy bueno, o muy sabio, ni basta tampoco

haber cursado la carrera eclesiástica; se requiere recibir

la sagrada ordenación, o Sacramento del Orden. Lo

instituyó Jesucristo, quien no sólo dio a los Apóstoles la

potestad de celebrar la Santa Misa y perdonar los pecados

y administrar otros Sacramentos, y juntamente la gracia

para hacerlo dignamente, sino quiso también que comunicasen

dicha potestad y gracia a otros.

Las tres palabras, que veis en el encerado, os indican para

qué instituyó el Divino Salvador este Sacramento. Para

que nunca falten en la Iglesia sacerdotes y otros ministros,

los cuales, por medio de un rito sagrado, reciben:

Potestad para desempeñar las funciones sagradas.

Gracia. Aumento de la gracia santificante, y gracia especial

para ejercer los ministerios rectamente.

Carácter, porque la potestad recibida no puede perderse;

de suerte que, quien haya recibido las Ordenes no

podrá volver a recibirlas. (Preguntas retrospectivas.)



444 —

II

En el dibujo he puesto siete escalones, lo cual significa,

que en el Sacramento del Orden hay diversos grados,

escalonados y ordenados entre sí. De ahí el nombre

de Orden.

No todos son iguales; unos superiores y otros inferiores.

Todos constituyen un solo Sacramento del Orden, del

cual se participa más o menos, según el grado.

Los tres superiores son las órdenes mayores.

Los cuatro inferiores son las órdenes menores.

P Presbítero. Tiene potestad de celebrar la Santa Misa,.

(el cáliz con la hostia) de perdonar los pecados, (las llaves)

y de administrar otros Sacramentos.

Superiores a los Presbíteros, o simples sacerdotes, son

los Obispos que han recibido toda la plenitud de la potestad

sacerdotal y pueden confirmar y ordenar.

D Diácono. En la Misa solemne canta el Evangelio (libro

con la E.) Además en ciertos casos puede bautizar solemnemente

y distribuir la Sagrada Comunión.

S Subdiácono. Revestido con manípulo, canta la Epístola

en la Misa, presenta el cáliz en el altar y purifica los

vasos sagrados.

Las cuatro Ordenes menores son, comenzando por abajo.



- 445 —

las de Ostiario (o portero) Lector, Exorcista y Acólito (cuyas

iniciales Olea son fáciles de retener porque forman un

apellido algo frecuente.) (1) Sus funciones se permiten

hoy a los seglares, salvo la de pronunciar los exorcismos

sobre los posesos, que en la actualidad sólo pueden ejercer

algunos sacerdotes.

Al pie de la escala hemos puesto una t que significa

Tonsura. La ha establecido la Iglesia como preparación

para las Ordenes. El que la recibe deja de ser seglar y

queda adscrito al clero: como clérigo, contrae nuevas obligaciones

y adquiere ciertos privilegios. Se llama Tonsura

por la ceremonia de cortar en forma de cruz unos mechones

de pelo; y significa que, renunciando a las vanidades

del mundo, se consagra uno al servicio de Dios.

III

Yo no sé si alguno de vosotros habrá visto cómo se confieren

las Ordenes.

El Sr. Obispo, que es el ministro de este Sacramento,

(si bien en cuanto a las Ordenes menores, en ciertos casos,

lo es un sacerdote) entrega los instrumentos, que indican

la potestad, y a la vez pronuncia ciertas fórmulas u oraciones.

Al presbítero le entrega el cáliz con vino y la patena

con la hostia; al diácono el libro de los evangelios; al subdiácono

el cáliz (sin vino) y la patena (sin la hostia), y el

libro de las epístolas; al acólito las vinajeras vacías y un

candelero con su vela; al exorcismo y al lector los libros correspondientes

a su oficio; al ostiario las llaves de la

iglesia.

Pero el rito principal de la ordenación del diácono y en

la del presbítero, así como en la consagración del obispo

consiste en imponer sobre ellos las manos.

Además hay otras ceremonias, como poner los ornamentos,

ungir al sacerdote las manos, etc., etc. (Preguntas

retrospectivas.)

(1) Un niño me decía que se acordaba por las oleas (obleas) que venden los

•barquilleros.



— 446 —

IV

¿Quienes pueden recibir este Sacramento? Sólo los.varones

bautizados. ¿Lo reciben las monjas? Claro que no;

pero os he hecho la pregunta porque en cierta ocasión

una persona que se tenía por instruida, decía que sí, que

lo recibían las monjas.

Como es sacramento de vivos, para recibirlo dignamente

hay que estar en gracia de Dios.

La Iglesia exige además otras cualidades, como: estar

confirmado, tener cierta edad, ciencia y virtud, hallarse

exento de ciertos defectos, o delitos, que impiden ejercer

bien y con decoro los ministerios eclesiásticos.. (Impedimentos

e irregularidades.)

* * *

De un modo especial quiero recordaros que para ser

sacerdote, para recibir la ordenación sagrada, es preciso

ser llamado por Dios, hay que tener vocación. Y el que, sin

ser llamado, pretende las Ordenes, no entra por la puerta

en el aprisco de las ovejas, como decía Jesucristo, sino que

sube por otra parte, como un salteador.

Será muy desgraciado y se pone en grave riesgo de

condenarse. Así como, al contrario, el que llamado por

Dios no hace caso se priva de muchas gracias y se expone

a muchos peligros.

¿Qué hará uno para saber si Dios quiere que sea sacerdote?

Tres cosas:

1.—Orar, como San Pablo: Señor, ¿qué queréis que

haga?

2.—Consultar a personas discretas, principalmente al

confesor. (Vete a Ananías.)

3.—Pensar (como el que iba a construir la torre, o a entrar

en batalla) en si tiene las cualidades necesarias y se

propone un buen fin.

Su decisión necesita la aprobación del Sr. Obispo, que

es quien ha de admitirle en el Seminario y conferirle gradualmente

las Ordenes.



447 —

V

Por último, y como fruto práctico de esta lección, quiero

que tengáis en gran estima a los sacerdotes y ministros de

la Iglesia, por su dignidad y por la potestad que Dios les

ha comunicado. Son ministros de Jesucristo, mediadores

entre Dios y los hombres.

Respetadlos, pues, por ser sacerdotes. Aunque alguno

no fuese todo lo bueno que debiera ser.

Las gentes del mundo hablan mal de los sacerdotes.

Pero se inventa, se exagera, se generaliza. Es decir: se les

calumnia; se abultan sus defectos; y si hay uno malo se

dice que lo son todos. No deja la Iglesia de ser santa, porque

entre los sacerdotes haya algún Judas.

Orad por los sacerdotes. Pedid al Señor con frecuencia,

especialmente en las Témporas, que envíe buenos operarios

a su campo, que provea de buenos ministros a su

Iglesia.

MÁXIMAS Y EJEMPLOS.—Sublime es la dignidad sacerdotal

sobre toda humana comprensión. Y cuan aventajada

debe ser la virtud de aquel cuya vida se desliza en la

antecámara del cielo! Santa Catalina de Sena, en una carta

a un recién ordenado, decía: «Los ministros que ha elegido

la Soberana Bondad para ser sus Cristos deben ser

ángeles y no hombres...; ellos, en verdad, desempeñan el oficio

de ángeles.» (Trullas.)

—Donoso Cortés, embajador de España en París, era

muy asiduo en escuchar la palabra de Dios aunque fuese

en la más pequeña iglesia de aldea. Se admiraban sus

amigos de que un hombre de talento mostrase tanto interés

en escuchar la tosca palabra de un cura rural.—Cuando

habla el sacerdote, replicó, veo en él a Dios. (Duplessy.)

—San Francisco de Asís, que era diácono, no quiso ordenarse

de presbítero por la elevada idea que tenía del

sacerdocio. Si encontrase juntos a un ángel y a un sacerdote,

decía el Santo, saludaría primero al sacerdote por la

potestad que ha recibido de Dios. (Ibid.)



— 448 —

—San Martín, invitado a la mesa por el emperador

Máximo, primero sirvió la bebida a su capellán que al emperador.

El emperador Constantino, en el Concilio Niceno,

quiso sentarse en el último lugar, después de todos los

sacerdotes, en una silla más baja, y ni aun consintió en

sentarse sin su permiso. El rey San Boleslao honraba de tal

modo a los sacerdotes que no se atrevía a sentarse en su

presencia. (San Ligorio.)

—Cuando los P.P. Franciscanos entraron en Méjico, el

insigne capellán Hernán Cortés dio orden, que todos indistintamente

les saliesen a recibir con cruces y velas encendidas,

y mandó a los españoles que se hincasen de rodillas

a besarles las manos y el hábito. Guatemuz, el Señor

de Méjico y los demás caciques, al ver a Cortés, a quien

tenían por un Dios así arrodillado ante los Padres besándoles

la mano y el hábito, quedaron llenos de asombro y

concibieron gran veneración hacia los sacerdotes. Cortés

siempre que hablaba con ellos lo hacía con la gorra en la

mano. (Fray Toribio Motolinia, Historiador de Méjico Illuminare,

núm. 71.)

—Hallándose de paso en Quito, García Moreno, un pobre

capuchino fué a visitarlo y se llegó a él con el sombrero

en la mano. Cúbrase, Padre, le dijo el Presidente, descubriéndose

él mismo. Un pobre fraile le contestó, no puede

cubrirse ante el Presidente de la República. Padre, repuso

García Moreno, poniéndole el sombrero en la cabeza, ¿Qué

es un jefe del Ecuador en presencia de un sacerdote del

Altísimo? (Flores y Frutos.)

—En Santo Cura de Ars decía: Si llego a ser sacerdote

me consagraré por entero a salvar las almas. San Juan

Bosco, siendo niño, decía a su madre: «Si yo fuera sacerdote

me ocuparía en amar a los niños y en hacerme amar

por ellos.»

—San Pedro González, llamado vulgarmente, San Telmo,

siendo muy dado a galas y profanidades, quiso el día

de Navidad celebrar con fiestas y regocijos profanos, no

correspondientes a su estado, la concesión de una digni-



-449 —

dad que acaba de obtener. «Vistióse para aquel dia galanamente

y salió con otros en un caballo español, muy bien

aderezado, por toda la ciudad de Palencia, desempedrando,

como dicen, las calles a carreras con gran desenvoltura y

escándalo del pueblo» (1). Cuando era mayor el regocijo y

algazara y más desapoderademente corría por la calle principal

de Palencia, cayó el caballo en medio de la carretera

y dio con el jinete en el lodo y en un muladar sucio y asqueroso,

tal, que cuando fueron a socorrerle no había ni

gala, ni vestido, ni rostro que diese muestra de lo que había

sido. Al verle en aquel estado los circunstantes, aunque

sintiesen el percance, no pudieron contener la risa, que naturalmente

produce un hecho semejante; ni faltaron tampoco

algunos que a la risa añadiesen burlas y expresiones

que abrasaban.

Quedó tan corrido Pedro González de aquella caída,

tan confuso y avergonzado, que no podía levantar la cabeza,

ni le parecía que podría ya vivir entre gentes, hombre

a quien tal desgracia había acontecido. Alumbróle Dios

al mismo tiempo el corazón, y hablando entre sí dijo: «Pues

el mundo me ha tratado como quien es, y el día en que más

me pensé holgar, me ha afrentado de esta manera, yo haré

que no burle otra vez de mí» (2). Y diciendo y haciendo, se

fué al convento de Santo Domingo, abrazó aquel sagrado

instituto, y tanto se dio a la virtud, que hoy lo veneramos

en los altares. (P. Garau. De la elección de estado.)

(1) Rivadeneira, Flos, sanctorum, 14 de Abril.

41) Rivadeneira, lugar citado.

29



LECCIÓN 81. a

El Matrimonio

Nos toca hablar hoy del Sacramento del Matrimonio.

Comienzo por una pregunta: ¿Conocéis a alguna persona

que haya recibido el Sacramento del Matrimonio?

¿Quiénes reciben este Sacramento?...

I

¿Habéis visto alguna boda? Los que van a casarse, acompañados

de dos testigos se presentan ante el sacerdote, el

cual les dirige una exhortación en la que brevemente se

indica el origen de este Sacramento, los fines para que fué

instituido, las obligaciones de los esposos, las gracias que

reciben.

Terminada la exhortación pregunta a la esposa y en

seguida al esposo si se otorgan y reciben mutuamente por

mujer y marido.

Al manifestar su consentimiento quedan ya casados y

. reciben el Sacramento del Matrimonio.

En prueba de lo cual, poniendo el sacerdote la mano

derecha del esposo sobre la de su mujer los bendice diciendo:

«Yo, de parte de Dios Todopoderoso y de los bienaventurados

apóstoles San Pedro y San Pablo y de la Santa

Madre Iglesia os desposo y este Sacramento entre vosotros'

confirmo, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu

Santo. Amén.» Y los rocía con agua bendita.

Después bendice los anillos y las arras (trece monedas.)

A continuación, salvo en tiempo de Adviento y Cuaresma,

suele celebrarse la Misa de velaciones.

En ella reciben los esposos la solemne bendición nupcial,

que consiste en las preces que después del Pater Noster



— 451-

reza el celebrante, principalmente por la esposa, y en la

que por ambos cónyuges dice antes de la bendición de la

Misa. Quiero citaros unas breves frases de esta última:

«El Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob

sea con vosotros: y El os colme de bendiciones para que

veáis a los hijos de vuestros hijos hasta la tercera y cuarta

generación y después consigáis la vida eterna.»

Esas tres B B B del encerado pueden significar estas

tres bendiciones: 1. a

La del desposorio cuando los contrayentes

dan su consentimiento. 2. a

La de los anillos y arras.

3. a La solemne bendición nupcial.

También puede significar tres bendiciones del Señor:

La primera a nuestros primeros padres, cuando instituyó

el Matrimonio en el paraíso terrenal, diciéndoles: creed y

multiplicaos y poblad la tierra. La segunda, la bendición

de Jesucristo, que elevó el Matrimonio a la dignidad de

Sacramento, y asistió a unas bodas en Cana de Galilea,

donde convirtió el agua en vino. La tercera es la que «en

nombre de Dios Todopoderoso da el sacerdote, según hemos

visto antes. (Preguntas retrospectivas.)

II

¿Para qué es el Sacramento del Matrimonio?

Responde el Catecismo: para casar y dar gracia a los.

casados...



-452-

1.° Para casar; porque los cristianos no pueden casarse

sin que a la vez reciban el Sacramento. Así que los bautizados

que dicen que se casan por lo civil, contra las leyes

de la Iglesia, quedan sin casarse, no están casados.

2° Para dar gracia a los casados... Tienen los esposos

graves obligaciones, difíciles de cumplir. Para que les sea

más fácil cumplir sus deberes, el Sacramento del Matrimonio,

además de aumentar en sus almas la gracia santificante,

les procura en tiempo oportuno los auxilios que

necesitan.

* * *

Ya dijimos que los contrayentes al dar su consentimiento

ante el párroco, o sacerdote autorizado y dos testigos

(salvo en cuanto a esta forma lo que dicen los Cánones

1.098 y 1.099 que no vamos a explicar a los niños) reciben

el Sacramento y quedan unidos con el vínculo matrimonial

y obligados a cumplir sus deberes de esposos; y de padres

de familia si el Señor les da hijos.

a) ¿Veis esos dos anillos entrelazados? Dos nada más

y unidos de tal modo que para soltarlos habría que romper

uno de ellos. Marido y mujer (M M) quedan unidos por el

Matrimonio, uno con una y para siempre, hasta la muerte.

Por eso se dice que el Matrimonio es uno, e indisoluble. «Lo

que Dios juntó no lo desuna el hombre», decía el Divino

Maestro (Mat. XIX, 6.) Podrá por justas causas disponerse

que los esposos vivan separados; pero sin deshacerse el

vínculo que los une; de suerte que el marido no puede tener

otra mujer, ni la mujer otro marido.

b) Ahí en el encerado, veis también una A, que es la

inicial de Amor. El amor que ha llevado a los esposos a unirse

ante el altar, ha de perdurar por toda la vida. Antes de

la bendición de la Misa les dice el sacerdote: «el marido ame

a la mujer y la mujer al marido.» Eso os dan a entender las

letras M. A. M.

Y el amor no ha de ser sólo interno, sino que ha de manifestarse

exteriormente, ayudándose los esposos mutuamente,

cumpliendo cada cual con sus deberes y siendo fieles



— 453-

el uno al otro. En cuanto a los hijos, han de educarlos cristianamente,

procurar su bienestar temporal y su felicidad

eterna.

Advertid que los anillos están a la par, porque aunque

es cierto que el varón es el jefe de familia y la mujer ha de

obedecerle, ésta no es sierva o esclava, sino compañera. Lo

recuerda el sacerdote, terminado el último Evangelio de la

Misa de velaciones: «Compañera os doy, y no sierva. Amadla

como Cristo ama a su Iglesia.» (Preguntas retrospectivas.)

III

Siendo de tanta importancia el Sacramento del Matrimonio,

indisoluble el vínculo, y muy graves las obligaciones

de los cónyuges, antes de recibirlo hay que prepararse

bien.

¿Os acordáis de que dijimos que para aspirar al sacerdocio

había que tener vocación? Lo mismo digo respecto

al Matrimonio.

Hay que orar y consultar, principalmente a los padres,

y reflexionar mucho; pensar muy despacio en si Dios le

llama a uno para ese estado, y en las cualidades de la persona

que ha de elegirse y con quién se ha de convivir toda

la vida. Por eso el refrán dice: «Antes que te cases, mira

lo que haces.» Así interpretaba uno las letras A (antes) y

M (mira) que he puesto en el tablero.

En algunas personas se dan ciertas cualidades, o circunstancias,

y a veces defectos que, conforme a lo que ha

establecido el Señor, o determinado la Iglesia, (a la cual

encomendó Jesucristo velase por la santidad del Sacramento)

son un obstáculo para la celebración del Matrimonio

v. gr. el parentesco, diversidad de religión, falta de

edad, etc.

Esos obstáculos se llaman impedimentos. Son impedientes

cuando se prohibe el Matrimonio; pero una vez celebrado

es válido. Son dirimentes cuando lo anulan.



-454-

Con el fin de que se descubran los impedimentos, además

de preguntar el párroco a los novios, se leen en el templo

las amonestaciones, advirtiendo a los fieles la obligación

de manifestar los impedimentos de que tengan noticia.

Como los esposos deben saber sus obligaciones y han

de educar a sus hijos, necesitan estar instruidos en Doctrina

Cristiana. Por eso los examina el párroco, o les enseña

lo más preciso.

El Matrimonio es Sacramento de vivos. Ya sabéis lo que

esto significa. Ha de recibirse en gracia de Dios. Por lo cual

los contrayentes suelen confesarse. E invitando a Jesús a

sus bodas, reciben la Sagrada Comunión.

Este Sacramento, según se lee en la exhortación al principio

del desposorio «es en la significación grande, y en la

virtud y dignidad no pequeño», significa la unión de Cristo

con la Iglesia. Así, pues, no sólo los esposos, sino también

todos los demás que asisten a la boda han de mostrar el

respeto y compostura que merecen las cosas santas.

Vamos ahora a pedir por vuestros padres; que el Señor

los bendiga y continué derramando sobre ellos gracias copiosísimas

para que ellos se santifiquen y a vosotros os eduquen,

como Tobías a su hijo, en el santo temor de Dios y

en la observancia de sus preceptos.

EJEMPLOS Y MÁXIMAS.—«El Matrimonio es el plantel

del cristianismo, que puebla la tierra de fieles, para aumentar

el número de los escogidos en el cielo.» (San Francisco

de Sales.)

—El hombre debe rezar: —Cuando va al mar una vez.

—Cuando va a la guerra, dos. —Y cuando se casa, tres.

(Coplilla popular.)

—A Santa Juana de Chantal la instaba su hermana para

que se casase con un noble de su vecindad. Iba la Santa a

dar su consentimiento, cuando, a través de la reja de su

castillo vio al joven, en el momento en que se llevaba el

Viático a un enfermo: «No sólo no ha doblado la rodilla,

exclamó indignada la Santa, sino que ni siquiera se ha descubierto;

jamás será mi esposo.» (Hoppenot.)



— 455 —

Enrique VIII de Inglaterra (1509-1574) estaba casado

con Catalina de Aragón. Después de diecisiete años de convivir

con ella, quiso divorciarse para casarse con Una cortesana,

Ana Bolena.

Exigió al Papa que declarase nulo su matrimonio. No

accedió el Pontífice, puesto que había sido válido. El Rey

amenazó con que él y todo su pueblo se separarían del

Papa. El Papa permaneció fiel a su deber.

Y, en efecto, el Rey se separó de la Iglesia Católica y

se proclamó Jefe supremo de la Iglesia en Inglaterra. Todos

sus subditos habían de reconocerle por tal, prestando juramento.

Muchos que se negaron a ello fueron cruelmente

descuartizados o decapitados; entre otros: seiscientos sacerdotes

y obispos. Tal fué el origen del cisma anglicano.

Tomó el Rey por esposa a Ana Bolena, a quien más tarde

mandó decapitar, y se casó por tercera vez. Muerta la

tercera mujer, tomó una cuarta, a la que repudió, casándose

otra vez. A la quinta mujer la hizo ajusticiar. Por fin, la

sexta mujer sobrevivió al cruel y disoluto monarca.

(Pichler.)

Los déspotas han dicho como Enrique VIII: «El divorcio,

o el cisma; o me separáis de mi mujer, o me separo

de la Iglesia.» Roma se opuso y dijo: «antes un cisma de

más, que una verdad de menos: los cismas pasan, la ver-

«iad es eterna.» (P. Félix.)

—Poco antes de tomar posesión de su Sede Episcopal

José Sarto (Pío X) fué a Riese para visitar a su anciana

madre y a sus parientes.

Mira, madre, dijo sonriendo, qué hermoso anillo me han

regalado. Y enseñaba a la buena anciana una soberbia

amatista, rodeada de brillantes, regalo de los profesores y

alumnos del Seminario de Treviso.

La afortunada madre sonrió, acarició con trémula mano

la hermosa joya y mirando después, llena de gozo, al

Obispo llevó a los labios de este el anillo nupcial, diciéndole:

¡Oh, hijo mío! Sin este anillo de plata no tendrías tú



— 456 —

ahora uno tan hermoso. Y al recuerdo de los sacrificios

hechos por que su hijo pudiera seguir su vocación, cayeron

lágrimas de sus ojos, mientras que José Sarto besaba con.

efusión tan expresivo símbolo. (La Scuola dei Fatti.)

—Siendo Windthorts miembro del gran Consejo de

Hannover, compareció ante él una mujer que deseaba divorciarse.

¿Y por qué?, replicó el Ministro.—Porque mi marido

se ha vuelto insoportable. Todas las noches viene borracho

y se desencadena en casa una tempestad de maldiciones y

blasfemias.

Y entonces ¿qué hace usted?.—No le dejo pacar una;

yo también tengo sangre en mis venas.

Pobre mujer; en vuestra casa falta un mueble que pondría

remedio a la dolorosa tristeza que me está usted contando.—¿Cuál?

Un reclinatorio. Procurad adquirirlo, y por la noche y

cuando vuelva vuestro marido con ganas de pendencia, en

vez de contestarle os ponéis a rezar y no veréis necesidad del:

divorcio, que causaría vuestra ruina.

Windthorts fué profeta. Su remedio fué eficaz. La mujer

aceptó el consejo, y al poco tiempo recobró la paz aquella

familia. (Ibid.)



Conclusión

Regla de vida cristiana

Suetonio, escribiendo la vida del emperador Calígula,.

el cual al principio fué bueno, pero más tarde se hizo reode

crueldades y obras nefandas, señala la separación de

las dos épocas, diciendo: Hasta aquí he referido las obras

de un príncipe; ahora voy a narrar las de un monstruo.

(Hactenus quasi de principe: reliqua ut de monstro.) (1)

En cuanto a vosotros, mis queridos niños, espero que

toda vuestra vida ha de ser digna de príncipes; y no de la

tierra, sino de príncipes herederos del cielo. Acordaos de

que ya en la primera lección os hice

ver vuestra grandeza.

Para que correspondáis a ella,

voy a trazaros vuestro escudo nobiliario,

el cual pondrá continuamente

ante vuestros ojos cómo habéis

de vivir; vuestra regla de vida.

Ahí lo tenéis, divido el campo

por dos rectas perpendiculares que

forman una cruz; porque sois cristianos

y el ideal de vuestra conducta

ha de ser imitar a Jesucristo.

En cada uno de los cuarteles, o partes que resultan de

esa división, he puesto una letra.

¿Qué significan esas iniciales?...

La P indica la piedad para con Dios.

(1) Mortarino. La Parola di Dio, pág. 303.



-458 —

I

a) ¿Por qué habéis de ser piadosos'? La piedad es una

virtud que el hijo muestra para con sus padres, por su excelencia

y por los beneficios recibidos. Y ¿quién más excelente

que Dios Nuestro Señor? ¿Qué diremos de sus beneficios?

¿Qué mejor padre que El?...

Ahora, de un modo especial tenéis que ser piadosos. ¿Por

qué? Porque hay muchos hijos ingratos. Son muchos'los

que se olvidan de Dios; los que jamás levantan sus ojos

al cielo; los que ultrajan a un padre tan bueno...

Hemos de compensar con nuestra devoción filial tanta

rebeldía e indiferencia.

b) ¿Cómo manifestaréis vuestra piedad 1 ? De dos maneras:

1. a

Dando muestras de reverencia, o respeto, a Dios y

a sus ministros, los sacerdotes, y a las cosas del culto, cuando

recéis, cuando vayáis al templo, cuando recibáis los Sacramentos,

cuando habléis de cosas sagradas. Así vosotros

mismos os iréis formando cada vez idea más elevada de

la grandeza del Señor. Cuenta un-escritor (1), que hay en

una Iglesia de Copenhague una magnífica escultura de Jesucristo.

Es una obra maestra. Un excursionista se puso

a contemplar la estatua, y no le parecía de tanto mérito,

no hallaba en qué podría consistir su belleza. «Poneos de

rodillas», le dijeron. Así lo hizo, y mirando entonces quedó

asombrado de la expresión y hermosura de aquél rostro.

Así, amadísimos míos, de rodillas, con gran respeto a las

cosas de Dios llegaréis a daros cuenta de su magnificencia.

2. a Como Dios es vuestro padre, esa idea elevada no

impedirá en modo alguno que tengáis afición y gusto por

las cosas de vuestro Padre Celestial.

Os acordaréis de Dios con frecuencia, os agradará mucho

que os hablen de El, iréis muy contentos al templo,

tendréis vuestras delicias en la casa del Señor. En una palabra,

no omitiréis vuestros deberes religiosos, seréis fieles

a vuestras prácticas de piedad.

(1) Toth. Christus und die Jugend, pág. 139.



-459 —

a) ¿Cuáles han de ser vuestras prácticas de piedad? Ya

os lo he dicho al tratar de la Oración y de los Sacramentos.

Os recomiendo con especialidad la devoción a la Sagrada

Eucaristía (Misa, Comunión, Visitas) y a la Virgen

Santísima (Rosario, Escapulario, etc.).

II

Fruto de la piedad para con Dios, ha de ser la caridad

para con el prójimo (C.) Recorred el camino de la vida

haciendo bien, como el Divino Maestro, practicando las

obras de misericordia, espirituales y corporales; sin cansaros

jamás, llevando en cuanto cabe la felicidad a todos.

Comenzad por las personas de vuestra casa y las más próximas

a vosotros.

Cuéntase que una joven moribunda, la cual había pasado

la vida en frivolidades, se arrepintió, se confesó y hubiera

querido entonces reparar todas sus pasadas negligencias.

Mirándose a las manos, ya casi rígidas sobre el lecho, exclamó:

¡tengo las manos vacías!

Que vuestras manos estén llenas de obras hechas en

favor del prójimo. Sed siempre afables y serviciales. No

seáis egoístas. Acordaos de la sentencia del juicio final. El

Dante, en la Divina Comedia describe en el infierno a los

que nada hicieron, agitándose incesantemente como arena

por el torbellino, entre aullidos, imprecaciones y confuso

estrépito.

III

La T significa trabajo. Sed para con vosotros mismos

austeros y mortificados, cumpliendo bien vuestros deberes,

aunque os cueste algún sacrificio. El hombre ha nacido

para trabajar como el ave para volar. Todos los días debemos

llevar nuestra cruz.

Tres grandes bienes conseguiréis con vuestro esfuerzo

y laboriosidad:

í.° Vuestra propia formación y perfeccionamiento, a la

vez que evitáis muchos males; pues la ociosidad es madre



-460-

de todos los vicios. Se cuenta del gran pintor Apeles, que

llegó a pintar con tal maestría, porque era asiduo en el.

trabajo: Nulla dies sine linea. No pasaba día alguno sin dar

unas pinceladas. Napoleón decía: podré perder una batalla;

pero jamás perderé el tiempo.

2.° Os crearéis un porvenir y desempeñaréis dignamente

los cargos que correspondan a vuestro mérito.

3.° Y esto es lo principal: Agradaréis a Dios, que os ha

dado los talentos, como se dice en la parábola, para emplearlos

debidamente y no para esconderlos en la ociosidad.

Os premiará el Señor como a siervos buenos y fieles,.

dándoos la bienaventuranza eterna.

Advertid que encima de la T se halla la P, y que la piedad

y el trabajo (ora et labora) han de ir unidos.

En medio de mis trabajos yo miro a Jesús; y El me

mira. Yo le miro para imitarle. Él me mira para alentarmecon

su presencia, para ayudarme con su gracia, para premiarme

con generosidad.

IV

Pon fin, justo es que para reparar vuestras fuerzas deis

algún tiempo al recreo (R.)

Pero (latet anguis in herba) ¡cuántos peligros en los

espectáculos, lecturas y amigos! ¡Estad alerta! Acordaos

de que en los espectáculos es donde Satanás suele tender

sus redes; y de que las malas lecturas (novelas, periódicos)

son veneno para el alma.

En cuanto a los amigos, no trabéis en seguida amistad

con cualquiera. (Fide; sed cui vide.) No admitáis como

amigo vuestro a quien no sea amigo de la Religión. Y si

alguno de vuestros amigos os incita al pecado, os diré con

San Francisco de Sales: «Corta, divide, rompe; no te detengas

en descoser esas locas amistades, rásgalas y no me

digas que es ingratitud romper tan despiadadamente.»

# * *

San Enrique, hijo del Duque de Baviera, había sido educado

por San Wolfang, Obispo de Ratisbona. Apareciósele



— 4G1 —

el santo Obispo en una visión y le hizo notar unas letras

junto a su sepulcro: «Post sex, después de seis.» Creyó el

príncipe que dentro de seis días moriría y se dispuso para

la muerte. Transcurrieron los seis días, y creyó que el plazo

era de seis meses y continuó preparándose con ejercicios

de piedad y caridad. Pasados los seis meses, viendo

que se alargaba su vida, le ocurrió pensar en un plazo

de seis años y no cesó en ejercitarse de la virtud y adelantar

en la perfección. Al cabo de esos seis años no le vino la

muerte como pensaba, sin la corona imperial, siendo elegido

por sucesor de Otón III. (Rivadeneira, 15 de julio.)

Yosotros amadísimos jóvenes, sois príncipes. Llevad

una vida cristiana; practicad las virtudes que os señala

vuestro escudo. Porque transcurrirá un plazo, más o menos

largo, al ñn breve, de días, meses o años, y llegará la fecha

en que seréis coronados en el reino de los cielos.

A. M. D. G.



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ÍNDICE

PARTE

PRIMERA

Páginas

LECCIÓN 1. a —El Cristiano. 5

» 2. a La Señal de la Cruz.. [ g

» 3. a -La Doctrina Cristiana. . . H

» 4. a —Credo 14

» 5. a —Existencia de Dios 18

» 6. a ¿Quién es Dios? 23

» 7. a —Presencia de Dios. 26

» 8. a —La Santísima Trinidad 30

» 9. a -Los ángeles 35

» 10. a —Nuestros primeros padres.—Pecado original.... 40

» 11. a —Adviento 45

» 12. a —Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor. . 49

» 13. a -Navidad, Año Nuevo, Reyes. 54

» 14. a -Vida de Nuestro Señor Jesucristo '60

» 15. a —Vida oculta. — Jesús nos enseña con el ejemplo.. . 64

» 16. a Vida pública.—El Divino Maestro 68

» 17. a - Parábolas de Jesucristo 72

» 18. a —Milagros de Jesucristo 77

» 19. a —Padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fué crucificado,

muerto y sepultado. 82

» 20. a —Descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de

entre los muertos 92

» 21. a —Subió a los cielos y está sentado a la diestra de Dios

Padre Todopoderoso 100

22. a —Creo en el Espíritu Santo . . . " 107

23. a -La Santa Iglesia Católica 114

24. a -ElPapa 121

» 25. a La Comunión de los Santos 131

» 26. a —El Perdón de los pecados 137

» 27. a —Los Novísimos en general 141

» 28. a —La muerte . 144

» 29. a —Resurrección. 148

30. a -El juicio 152

31. a —El cielo. 155

32. a -El infierno 162

PARTE

SEGUNDA

» 33. a -La oración 169

» 34. a —Cualidades de la oración 173

» 35. a —El Padre Nuestro 177

» 36. a —El Padre Nuestro.—Invocación 182

» 37. a —Santificado sea el tu nombre 186

» 38. a —Venga a nos el tu reino 190



-464-

Páginas

ILECCIÓN 39. a -Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. 196

40. a - El pan nuestro de cada día dánosle hoy 200

4l.a_Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros

perdonamos a nuestros deudores.. . . . . . 206

» 42. a -Y no nos dejes caer en la tentación 212

» 43. a —Mas líbranos de mal 217

44. a -El Ave María 222

PARTE

TERCERA

» 45. a —Los Mandamientos en general 228

46. a —Amarás al Señor con todo tu corazón 233

47. a —Adorarás al Señor tu Dios. . . . . . . . . . 239

» 48. a —No jurar el santo nombre de Dios, en vano. . . . 246

» 49. a - La blasfemia 251

50. a - El voto 257

51. a Santificar las fiestas.—La Misa 263

» 52. a - No trabajar en los días festivos. . 270

» 53. a —Honrar padre y madre 277

» 54. a -Amos y criados 287

55. a —No matarás 293

56. a —Mandamientos 6.° y 9.° - La pureza 300

» 57. a —Mandamientos 7.° y 10.°—No hurtar. No codiciar

los bienes ajenos 309

* 58. a —Mandamiento 8.° - La mentira 317

» 59. a —Respeta la fama del prójimo 323

60. a —Los mandamientos de la Iglesia en general 329

» 61. a - Piimer Mandamiento de la Iglesia 334

» 62. a —Segundo Mandamiento de la Iglesia 343

•» 63. a —Tercer Mandamiento de la Iglesia. . . . . . . 349

» 64. a - Cuarto Mandamiento de la Iglesia 354

» 65. a - Quinto Mandamiento de la Iglesia. - Diezmos y

primicias 360

» 66. a —Las obras de misericordia 36.

67. a -El pecado 369

PARTE

CUARTA

68. a —La gracia . 374

» 69. a —Los Sacramentos 381

70. a -El Bautismo 386

71. a -La Confirmación . 392

> 72. a - El Sacramento de la Penitencia 398

» 73. a —El examen de conciencia 404

74. a - Contrición 409

» 75. a —Propósito de la enmienda 414

76. a -Confesión , . . 419

» 77. a -Satisfacción e indulgencias.. . 426

» 78. a -La Sagrada Eucaristía 431

» 79. a —La Extremaunción 437

80. a —El Sacramento del Orden 443

81. a —El Matrimonio 450

CONCLUSIÓN.—Regla de vida cristiana 457





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