27.09.2020 Views

Revista Nueva Imagen Edición No. 31.

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Crónica

invierno. Bueno, esa posibilidad estaba

abierta: un invierno lo había traído y otro

invierno se lo había llevado. Pero no, era una

criatura muy grande como para dejarse

arrastrar así de fácil por un invierno

desconocido. No podía ser. Decidí luchar por

mi hueco pasara lo que pasara – “¿¡Ah con que

no hay hueco!?” -contesté desafiante- pues

van a ver; y, salí disparado a visitar mi hueco.

No llevé fotógrafo por si acaso. No fuera ser

que, efectivamente, se lo hubieran robado.

Uno en Bogotá ya no puede estar seguro de

nada. Por si las moscas, le pedí a mi amigo

Henry que me acompañara. Él tenía unas

cataratas que apenas le permitía ver y así, en

caso de no haber hueco, no se daría ni cuenta.

Con el corazón latiendo apresuradamente

llegué a la carrera séptima a toda. ¡No lo

podía creer: ¡el hueco no estaba!

Ya me iba a dar un patatús cuando veo a mi

hueco, grande hermoso y sanito. Había quedado

oculto por un carro recién estrenado

que se había caído a mi hueco. Sentí una

ternura inmensa por él y un legítimo orgullo:

empezaba a trabajar desde temprano y no

como otros huecos perezosos que quiebran

un tren delantero una vez a las quinientas.

Con el concurso de un fotógrafo callejero me

retraté ufano al lado de mi hueco. Henry se

guiaba por mi voz, porque no solo no veía el

hueco sino que tampoco me veía a mí.

“Llegué al periódico como

Atila después de un saqueo”.

Tomé los datos del automóvil víctima.

¡Pobre dueño!: estaba convencido que yo

lo lamentaba y no sabía que, en secreto, me

sentía tan orgulloso como un padre con su

hijo recién graduado. “Y anoche se cayó un

taxi en otro hueco pero solo la parte

delantera…”, agregó la víctima, como esos

niñitos que acusan al malo del curso que se

lo pasa pegándole. Este hueco sí es la

verraquera, trabaja día y noche, pensé para

mis adentros.

IV

Llegué al periódico como Atila después de

un saqueo. ¿Y esto que es?, le pregunté

altanero al jefe de redacción mostrándole la

foto de mi hueco. ¡Ve! fue lo único que dijo.

Me desmoroné. La humanidad no nos

comprendía ni a mi hueco ni a mí.

El fotógrafo principal del periódico acabó

de rematarme porque, para colmo de

males, era argentino: Mirá vos… yo no sé

cómo serán los huecos en tu pueblo, ché,

pero lo que es en el mío son como deben

ser: informes con grietas y piedras ¿pero tu

famoso hueco?: cuatro metros por seis

metros, con sus lados perpendiculares

perfectos… no ché… a ti te falta mucho

criterio… y así como vas, no llegarás a

ninguna parte: mirá si ni podés distinguir

un hueco natural de un hoyo fabricado por

el Acueducto Distrital “Bogotá Trabaja para

Usted”…¿estás jodido, ché…”.

Le encontré toda la razón al señor Reportero

Gráfico con mayúsculas, a pesar del

acentito. Le pedí humildes disculpas y lancé

mis penas al primer hueco que encontré,

justo, a la salida del periódico.

44

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!