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A Polar Bear Eats The Stars

By Our Love For You Editions. For V.C.S.A.

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Eats The

r e c o p i l a c i ó n d e r e l a t o s c o r t o s

A Polar Bear

O u r L o v e F o r Y o u E D I T I O N S

Stars



A POLAR BEAR EATS THE STARS

HAPPY

BIRTHDAY

For V.C.S.A.

© Our Love For You Editions, Catland, 2021

1st edition: june 18, 2021


"The best gift you can give someone

is a part of your soul"

J A N E S E Y M O U R


MENU

W A R U K I

Stars

I

d I N O

L .

s h i r o

z u z u

J e t h r o

T H E H A T T E R

d a z e d

S H I Z U


historia del gato La

me enseñó a que

volar

W A R U K I I


Cuando vi sus ojos mi alma reconoció el cansado

camino que habían recorrido sus pies. Mi corazón

latió con fuerza y mis alas temblaron al verle llegar.

Era tan sólo un gato negro, pero los dioses sabían

cuanto peso había cargado sobre su espalda, cuanto

pesar había tras una mirada que aún con el paso del

tiempo seguía siendo amable.

Me presenté con la seguridad que me acompañaba

en esos años, en medio de la noche que era mi

amante fiel. Quería impresionarle con mi carisma y

la inteligencia que decían era tan típica de un búho

como yo.

Nos reconocimos de inmediato, como si nuestro

destino estuviese escrito, como si el ritmo y el

compás al que latían nuestros sueños fuese el

mismo, aun sin saber más que nuestra naturaleza. Y

tampoco necesité más, y aún no lo hago. Su

presencia aún es un regalo y sus ronroneos un

sonido del que soy privilegiada de oír, mientras sigo

aquí, como una promesa de que en las noches de

soledad, seremos nuestra mejor compañía.


Home

D I N O


El silencio se abría paso entre las diferentes

estancias del pequeño apartamento, ajeno al

lejano murmullo de una televisión encendida

pero que nadie estaba viendo. La mirada tintada

de verde aceituna se clavaba en aquella nuca,

cubierta por una melena espesa y oscura, que

podría seguir observando por horas. Pero en el

suspiro ahogado terminaba cobrando vida el pie

derecho, seguido del izquierdo, consiguiendo

alertar su presencia a la mujer que se

concentraba con la pantalla entre sus manos.

Y los pasos se detenían allí, en el mullido que

terminaba compartido tras un vago saludo y el

regreso del silencio. Y era en esa ausencia de

palabras que la realidad cobraba un sentido, que

la calidez invisible envolvía ambos cuerpos y la

paz se hacía más tangible que nunca. Que la

distancia se lo había demostrado, pero en la

proximidad solo era una reafirmación de que

Elsie, Ren, juntas, eran la perfecta definición de

hogar.


La mia dolce

stella


"Tú sabes que ponerse a querer a alguien es una

hazaña. Se necesita una energía, una

generosidad, una ceguera."— J.P Sartre

Érase una vez una niña estelar.

Habitaba solitaria en un rincón del espacio, sin

ningún compañero.

Sin luna.

Sin sol.

Sin galaxias.

Sin planetas.

Todo a su alrededor era obscuridad.

Ni siquiera podía distinguir su propio fulgor, su

propio valor.

Y así vivió por mucho tiempo.

Sin pensar, sin sentir.

Pues cuando sentía y pensaba, todo era tan

oscuro como su derredor.

En ocasiones, llegaba a preguntarse si existía

algo más allá. Si habían más estrellas como ella. Y

en ese pensamiento se extraviaba.


Poco a poco su luz fue agotándose, y ella fue

debilitándose lentamente.

En ese instante, en el que sintió que su vida iba

extinguiéndose, deseó algo con todas sus fuerzas.

"Cómo me habría gustado no estar sola. Desearía

haber podido tener a alguien con quien hablar,

reír o cantar. ¡Cuán maravilloso habría sido

compartir este pedazo de espacio con alguien

más!".

Y culminada sus palabras, la estrella expiró.

Repentinamente, el fulgor se detuvo y se apagó.

El espacio estuvo aún más solitario y vacío.

Todo quedó en completo silencio por un largo

largo tiempo hasta que, lentamente y sin prisa,

una luz incandescente fue surgiendo desde el

centro de la inerte estrella. Dicho luz se extendió

por todo aquél espacio; a lo largo, y a lo ancho.


La nada misma tembló y tras la onda expansiva,

pequeñas orbes de luz fueron rellenando cada

uno de los rincones de aquél lugar

anteriormente desierto. Y una por una, cada

pequeña luminosidad fue existiendo.

Una tras otra, una pequeña estrella fue naciendo

hasta que, muy pronto, muchas de ellas

ocupaban todo el derredor.

Y las estrellas rieron.

Y las estrellas lloraron.

Y las estrellas hablaron y cantaron.

Y nunca más hubo soledad, vinculadas todas por

un mismo sentimiento.

P.D Los amigos son una parte de ti que hacen de tu

fulgor, su fulgor y viceversa. Eres completa sola, pero

eres perfecta en compañía.


El colibrí

L .


Con sus pequeñas pero rápidas alas, un colibrí

viajaba de un lado a otro en busca del dulce

néctar de las flores. Dejó su hogar para

adentrarse al hermoso jardín de una enorme

casa cercana al bosque, la gran variedad de

flores lo había llevado hasta ahí, dándose un

banquete como solo los reyes podían. Ágilmente

se escabullía entre los frondosos arbustos

florales, perdido en la belleza y delicia que por

primera vez experimentaba.

Pero sin darse cuenta de la existencia de un

ventanal, el pequeño animal había terminado

tirado sobre el césped del jardín, con una de sus

alas herida. Por suerte, alguien a lo lejos había

visto el accidente que sufrió: una niña llamada

Pam, que fascinada quedó con el rápido vuelo

del ave. Se apresuró para llegar a donde la

criatura estaba, y como si el animal supiera de las

buenas intenciones de ella, le permitió tomarla en

sus cálidas manos.


El cuidado que Pam le dio día a día en su

recuperación, permitió que el ave pudiera

extender de nuevo sus alas hacia su hogar. La

dulce niña había aprendido que el amor podía

sanar cualquier herida, y que, como el ave, un

día ella volaría para alcanzar lo que su corazón

quería.


Amistad en

si bemol

S H I R O


''Recuerdo nuestras siluetas en la oscuridad antes

de que los reflectores nos iluminaran. Recuerdo

tu hombro rozando el mío, tus brazos aferrados

a mí con el temor de estar en medio de una

vorágine de desconocidos rugiendo el nombre

de aquella banda que tanto nos gusta. Recuerdo

la felicidad que sentimos cuando los focos

finalmente iluminaron a nuestros ídolos tocar

para nosotros aquellas melodías que tanto llegan

al corazón. Nunca olvidaré lo feliz que fui de

compartir el concierto de mis músicos favoritos

junto a ti, una muchacha que me abrió su

corazón como si siempre hubiese habitado en él.

Fui muy feliz. Me sentí especial. Como si no

necesitara las palabras para mostrarte quien soy

y para conocer más de ti. ¿Para qué decir lo que

la música puede explicar en cuatro minutos?


Quizá no fue nuestro inicio como amigos, pero sí

el apogeo de la maravillosa amistad que siempre

me has brindado. Podría decirte que te recuerdo

creando llamas y adentrándote en el bosque

pero eso me hace sentir demasiado viejo, kk.

Esta es la historia de dos fans de la música que

terminaron encontrándose a sí mismo una

noche de marzo.''



Para Yohken Nara conocerla fue un placer. En la

esquina del bar, alejada de todo bullicio, el brillo

de la cantante palideció de una manera

impresionante. Y el muchacho no pudo más que

fascinarse por la dualidad de colores de la

desconocida, porque cada estrofa entonada con

fuerza sobre el escenario, transmitía una

sensación indescriptible en su interior.

Admiración, probablemente curiosidad. Incluso

un destello de parentesco, uno bastante extraño.

La conexión entre dos seres destinados a

conocerse y a reencontrarse una vez tras otra,

pues los hilos del destino pueden tensarse pero

nunca romperse.

Y Yohken, pese a poco creer en el folklore

japones, ubica entre su reducido conocimiento

una palabra que describe a la muchacha.


— Yūgen se refiere a un conocimiento del

universo que evoca sentimientos emocionales

que son inexplicablemente profundos, y que es

demasiado misterioso para las palabras —dice al

otro lado de la línea, pese a que no encuentra

respuesta por parte de su interlocutor, sabe que

el mensaje de voz será recibido o al menos eso

espera—. De acuerdo a internet, ese es el

significado de la palabra —una pausa precedida

por una risita nerviosa, porque el joven Nara es

demasiado escueto y torpe a la hora de hablar—.

Y creo que tú eres Yūgen.

Torpe, siempre torpe. Nara muerde sus labios,

incapaz de explicar correctamente la razón. Es

quizá su percepción, una cargada de un

sentimiento indescriptiblemente cálido y

profundo, uno que lo hace sentir reconfortado.


La quiere, la quiere demasiado y aunque no lo

diga en voz alta con frecuencia, es algo que

habita en su corazón. Por eso sus labios tiemblan

una vez más, consciente de que su incapacidad

para expresarse puede ser un agobio para los

demás.

— Feliz cumpleaños, Ren. Incluso si estás en Marte

o en la Luna, te pienso. Te adora, tu

incomparable y angelical, Yohken Nara.

Nara duda al oprimir la tecla de enviar. Sin

embargo, tras cerrar los ojos y armarse de valor,

el mensaje queda guardado. Así como el deseo

de en un futuro, poder regresar a Japón y

cantar una canción más al lado de Ren.


Stars in her

eyes

J E T H R O


Recuerda que cuando la conoció yacía como

adormecido, ensimismado en la fragancia del

combustible y el rugir del motor de su

motocicleta, ataviado en el amparo de las prisas

y embebiéndose de la antipatía de la juventud

que desconoce de limitaciones, aspirando de los

vicios del placer y las rebeliones, el rencor a

penas creciente como una grieta volcánica

titilando en el interior de la coraza y el desánimo

cada vez que se topaba con su propio reflejo

demacrado por la matinal resaca, un cáliz de

sentimientos que le embriagaban de

insatisfacción y en cambio nutrían la gula por

hallar ese “algo” que alimentara sus ánimos por

seguir transitando en este abisal universo

rendido a sus pies como alfombrados escalones

aguardando en reverencia por sentir las pisadas

de su ascenso, imbuido en la monotonía y

sueños psicodélicos manteniéndole despierto

cada noche, nunca caviló la posibilidad de que

un ángel como ella llegase a fisurar los cimientos


amurallados de su mundo, siendo una astuta

intrusa que sin invitación ni pedido cobijó sus

heridas un tiempo, bajo la extensión de sus tersas

alas, solía ensombrecer los días más soleados y

mitigar el llanto del firmamento cuando éste le

tronaba a él en los oídos, un tanto tímida,

bastante explosiva, de respuestas rápidas y puños

fuertes, naturalmente estaba frente a alguien que

resultaba siendo un desafío a sus plegarias

inconscientes. ¿Sabría el ángel que aquél tozudo

mortal se sentía afortunado de haberle

conocido?

El orgullo le enmudeció, incluso de su propio

razonamiento, pero en el fondo pudo reconocer

que la huella célica en el libro de la vida sellaría

un pequeño antes y después como punto de

inflexión, pues cuando enlazas sentimientos,

estos tienden a filtrarse bajo la piel, igual que la

tinta de un tatuaje permanente.


Un día, mientras compartían tiempo juntos, se

había vuelto casi un ritual el estar al lado del

otro orquestando estúpidas peleas con ridículos

diálogos, el lenguaje del cariño también puede

acarrear la forma más salvaje e irracional, si le

preguntan ¿Qué eran en esa época? Diría que un

par de niños semi rotos huyendo de sus propios

problemas, buscando un refugio a sus condenas,

y tal vez no han cambiado demasiado en todos

estos años, empero, devolviéndose a aquellos días,

puede contemplar a ambos tendidos en la

superficie de cualquier baqueta o terrado de altos

edificios, hablar se les daba bien, pero callar era

algo completamente nuevo, y bajo una cúpula

eclipsada Hazard halló el fulgor más

incandescente de la galaxia que pareció ser

secuestrada por la mirada de aquella fémina.

Justo allí, entre el frio nocturno atosigando los

huesos al traspasar el abrigo y un lecho

compuesto por la frondosidad de una colina

serpenteante, la alada se convirtió en su valiosa


amiga. No sabiendo ni cómo es que logró tal

hazaña, no porque su amistad fuese un caudal

en desierto, sino porque temía la oscuridad tan

cómoda a su vista fuese remplazada por la

lumínica fugaz de la volátil luz que ella

desprendía, tan semejante al fuego inestable de

él. A veces estaban en la cima, otras solamente

deseaban desvanecerse como polutas de polvo

desperdigadas al viento.

Cerró los ojos. Ella, sosteniendo su mano que

casi desaparecía bajo el abrazo de la palma

masculina y la prolongación de sus dedos

entretejidos a los ajenos, ella que asestaba golpes

con el afán de un cómico escarmiento, ella que

cambiaba de forma y color en cada ocasión,

igual que un caleidoscopio delirante, precioso,

incomprensible, se internó en la memoria de un

cascarón humano, rellenando parte de su alma

con un poco más de calidez, unas pizcas de

sabiduría y una dosis de entretenimiento.


— Quizás nunca recuerdes esto pero, me alegra el

haberte conocido, Haru.

Masculló el humano de rasgos prolijos e

imponentes, sus orbes radiaron con fervor y su

semblante fue empapado por el rocío de la

honestidad, una clase de expresión escasamente

empleada por su tino estafador, en breve,

volteándose a observar mientras su mejilla

chocaba contra el césped. Topándose con aquella

liviana y alba figura forjando trazos como

bosquejos al cielo que comenzaba a nublarse de

una escarcha espolvoreada al azar, astros

menores refulgieron, y ella seguía la tonada

musical reproduciéndose contra sus minúsculas

aurículas acunando un par de audífonos. Una

confesión rendida a medias, el eco de una

promesa que resonaría eternamente; ojalá el

tiempo se dilatara para disfrutar por mucho más

de su compañía.


El ladrón de

sonrisas

T H E H A T T E R


Había una vez una pequeña niña cuya sonrisa

había sido robada por el tiempo. Inclemente,

desastroso, pero no por eso menos sabio. El

tiempo se había empecinado en robar todas las

sonrisas de los niños que habitaban en aquel

pequeño pueblo que se ubicaba en la colina.

Característico poblado, halagado en su debido

tiempo por poseer las sonrisas más sinceras, y las

risas más joviales de toda la región. Sin embargo,

el transcurrir del tiempo en su forma más

implacable, era lento. Su efecto era demorado, y

denotó con envidia, como sus dones llegaban a

vislumbrarse sólo cuando los problemas

arribaban a cada individuo. O cuando los

pensamientos se fusionaban con inestables

emociones que nublaban la razón, y esa zona en

particular llamada: Emoción.

Con ojos celosos contempla la euforia, la

diversión y las risas que parecen casi un complot

para su más grande visión. Las garras del tiempo


decidieron rasgar la realidad, colándose entre los

pequeños rasguños negruzcos que ha creado

para materializar su energía, y cometer su

fechoría.

Con el paso del tiempo, el pequeño poblado feliz

había convertido su recinto en un escenario

opaco, serio y con expresiones cansadas.

El tiempo había querido ser egoísta, y robó de

entre todas, una sonrisa que alegraba a toda la

comunidad. Una sonrisa que con preciosos tintes,

había acabado con la esperanza, sembrando

soledad en quienes habitaban en la cercanía.

Un día, no muy lejos de aquel hurto, pero si muy

distante de la felicidad de antaño, se encontraba

deambulando por los alrededores de su hogar.

Adentrándose entre verduzcos senderos, parajes

coloridos y un aroma a musgo tan particular

que podría relajar a cualquiera.


No todas las sonrisas pueden ser robadas. Porque

incluso para los que no poseen la capacidad de

sonreír, pueden encontrar el mundo feliz.

Dentro, muy dentro de un pintoresco bosquecito.

Se encuentra un caballero con pintoresco

sombrerito. Su sonrisa es amplia y galante, y una

apariencia impecable.

La niña que no sonríe vislumbra curiosa la

escena que ante ella se impone. Un elegante

caballero con una mesita de té ambulante.

― ¡Oh! Pero, ¿qué hace usted aquí? Tan solo… Y

con una sesión de té a las 10 de la noche.

― La pregunta es, mi niña. ¿Qué hace una

señorita sola, deambulando por el bosque, a esta

hora?

Arrugando la nariz con esa respuesta en rima, se

encoge de hombros, y avanza con curiosidad.


― Pensaba buscar al tiempo y pedirle mi sonrisa

de vuelta, llegó un día en la noche, y quería

atraparlo en su hora.

― ¿Cazas al tiempo? Que temeraria. ¿No tienes

miedo que te robe más cosas?

― ¿Qué podría robarme más que la sonrisa,

señor sombrerero?

― El tiempo no solo roba sonrisas. Roba

momentos, y ahora mismo, buscándolo, estás

regalándole de tu tiempo.

Tenía sentido. Porque, ¿pensar demasiado en lo

que no tenía? ¿Buscar incansablemente una

sonrisa? ¿Por qué…?

― Ven aquí. Toma asiento conmigo. Bebamos un

poco de té y comamos bizcochitos.

― ¡Pero eso me haría perder el tiempo!


― ¡Exactamente! Pero, ¿por qué perderlo en

soledad, buscando a quien no vas a encontrar?

Cuando puedes perderlo conmigo, y sentir ese

confort.

― Sabias palabras, señor sombrerero.

― Lo que se ha ido una vez no se puede

recuperar. Pero puede construirse con un poco

de perseverancia.

Entre charlas de té y unas tazas rotas, una

curvatura se instala en esas comisuras rosas.

― ¡Pero! Estoy… ¿Estoy sonriendo de nuevo?

― Hay momentos que pueden traer sonrisas.

Pequeños instantes que se comparten con

sinceridad. Siempre recuerda no buscar lo que te

dejará en soledad ―Entre promesas de té y

galletas crujientes, la hora del té se convirtió en

un evento recurrente.


Varekai_

D A Z E D


Pies descalzos contemplando cielo negro, alas

desplegadas, plumas cayendo por la gravedad al

suelo, viento frío que el torso desnudo acaricia,

un incendio fue apagado y del bosque cenizas

quedaron, humo y polvo.

Un ser que pedía perdón ofreció su último

aliento para rescatar al pequeño arbusto, tan

pequeño que era un milagro que a las llamas no

hubiera alimentado. Aquel ser dio vida por vida,

fue consumido por el fuego.

El destino los había reunido en aquel sitio, ángel

y demonio, coincidieron en un mismo camino.

Una espada atravesó al ser que en el cielo le

fueron arrancadas las alas. El bañado de

divinidad sus manos pintó del color intenso del

infierno: rojo, ardiente y doloroso, porque al

hundir el filo también terminó fracturado. Ambos

seres heridos uno en mortal peligro y el otro casi

perdiendo el espíritu.


Una luz brillante se abrió paso entre las nubes y

abrazó contra su cuerpo al herido, lo envolvió y

curó hasta que caminó con sus pies pegados al

piso. Paso a paso el herido caído decidió tomar

su camino. El ángel eligió la dirección del cielo a

sobrevolar.

La suerte cruzó sus caminos en un descuido y

fue la vida quien se encargó de separar sus

destinos.


Prefiero llamarlo

Magia

S H I Z U


Pronto cedió ante el peso de sus párpados,

dejándose llevar por el flujo onírico hacia

lugares ya olvidados. Flotaba en la aparente

nada, hasta el instante en que una fresca brisa

acarició su rostro.

Lastima que las manos que le agitaron justo

después no fueran tan sutiles.

— ¡Despierta, es nuestra parada!

No pudo ni articular palabra y ya estaba siendo

arrastrada fuera de ese autobús. El edificio al que

la llevó, al fondo de ese iluminado callejón de

Tokio, no le era familiar; pero sí lo era la mano

que sostenía la suya.

¿Cómo podía la calidez de ese agarre calentar

también su corazón?

Tal vez por eso la recorrió un escalofrío cuando

soltó su mano al llegar a la azotea.


— Quería mostrarte este lugar. ¿No es hermoso?

Con las luces de brillantes colores, el viento y el

silencio. Es como un respiro en medio de tanta...

¡Mira! Desde aquí puedes ver el parque donde

nos conocimos. ¿Te imaginabas entonces que

nos volveríamos tan cercanas? —Su voz, aunque

agradable, cargaba un rastro de melancolía. Algo

que la ventana de sus ojos sinceros no podía

ocultar.

Era esa cristalina honestidad la que había

llegado a amar con el tiempo.

— La verdad no sé cómo logramos aguantarnos

mutuamente tantos años —exhaló en respuesta,

divertida. Su mirada permaneció admirando el

escenario que ella le había regalado—. ¿Pero no

es justamente eso lo que lo vuelve genial? Porque

algo me dice que aunque vayas a otra

universidad, nos alejemos y hasta olvidemos el

caos que hicimos estos años, nos volveremos a

reencontrar... y sentiremos de nuevo algo único.


Esta vez fue ella la que tomó su mano y la miró

con una dulce expresión, como la agradable

sensación que nacía de su interior.

— Somos un misterio, pero uno del que no quiero

explicación. Prefiero llamarlo magia.

Lo último que vio antes de que todo se

difuminara fue la suave sonrisa en los labios

ajenos. Y, de nuevo, ese flujo onírico pareció

arrastrar su consciencia hasta arrojarla en un

lugar muy diferente. Y, sin embargo, de nuevo

sintió algo familiar a su lado.

— ¡Que despiertes, te dije!

Se despertó de golpe gracias al dolor ardiente del

arañazo en su mejilla izquierda.

— ¡¿Por qué haces eso?! Mi bello rostro, maldita

sea. ¿Y no te enseñaron a no gritar en una

biblioteca?


Un gato negro con sombrero de mago lo veía

con mirada asesina.

— Esta no es una biblioteca, es una librería. ¡Mi

librería!

Así fue como el chico rubio terminó perdiendo

su almohada a manos del gato gruñón. ¿Por qué

era tan egoísta? Si había como mil copias del

libro de magia "Revive las memorias de tu alma";

una algo babeada no la extrañaría nadie.

— Por alguna razón tengo muchas ganas de

apretar las almohadillas de tus patitas en este

momento. ¿Y si me dejas tocarlas y te perdono

por desfigurarme?

— Ya salte de mi tienda, loco.


Maybe it will rain tomorrow...

B U T L E T ' S J U S T E N J O Y W A T E R T H E N .

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