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EDITORIAL
No hace mucho tiempo atrás, el mundo, así como lo conocíamos era otro, la libertad se
paseaba por las calles y las risas de los niños se mezclaban con el ruido de las calles cargadas
de gente corriendo de un lado a otro.
La vida, así como la conocíamos, despreocupados de todo, reíamos, llorábamos, moríamos y
todo aquello de lo que se trata de estar vivo; pero no estábamos preparados ni por
casualidad, para aquello que estaba por desafiarnos como individuos, como sociedad.
Trátenme de loco, pero los pájaros dejaron de cantar y hasta el semáforo de la esquina dejo
de darme tres luces celestes, ¿sabes por qué?... porque el mundo se puso gris.
El miedo se apodero de las calles, de los lugares de trabajo, la pandemia llego para instalarse
y dividirnos como sociedad. Al principio saber que alguien tenía el virus, más en esta pequeña
sociedad en que vivimos, era tratado como “casi” un problema de estado por viejos bisagras
que si no están en la puerta están en la ventana.
Y la primera ola llego y con ella se llevó a más de un vecino, amigo, pariente o conocido.
Mientras tanto los líderes mundiales competían para ver quién iba a ser el mesías que nos
sacara de tal terrible situación. Con el paso del tiempo y con las vacunas presentadas con
bombos y platillos parecía que la situación comenzaba a controlarse, pero una segunda ola y
diferentes variantes del virus aumentaron aún más, la cantidad de muertos como el total de
inmunizados.
Es cierto que las vacunas llegan, como también lo es el hecho de que lo hacen de forma lenta
y la redistribución de las mismas no siempre están coordinadas ni repartida equitativamente.
Hoy por hoy nos encontramos un año y medio después, con menos restricciones gobierno
nacional, con una economía desbastada y una grieta destructiva que no hace otra cosa que
desnudarnos frente al mundo como sociedad, los casos vienen “según los índices” bajando,
pero no es mi intención desde esta pequeña editorial sembrar mis dudas ya que es de claro
conocimiento que una tercera ola está a la vuelta de la esquina, ¿acaso no será que somos
como las palomas mensajeras y nos abrieron la jaula para dar una vuelta?, pienso nomas
porque, ¿No será que este veranito de septiembre y octubre terminara un día después de las
votaciones? Yo por lo pronto, no veo la hora de volver a escuchar cantar los pájaros y que los
semáforos me dan tres luces celestes.
PAULO DANIEL BUSTOS