Los cuatro amores
Libro de C.S Lewis que habla de los tipos de amor y como podemos conocerlos y distinguir su esencia, siempre Lewis con un enfoque Cristiano y una escritura impecable.
Libro de C.S Lewis que habla de los tipos de amor y como podemos conocerlos y distinguir su esencia, siempre Lewis con un enfoque Cristiano y una escritura impecable.
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materno para el que todo cariño y obediencia son pocos. El sacrificio —siempre hay
dos puntos de vista sobre eso— puede ser hermoso; pero no lo es cuando esa vieja lo
exige.
El carácter de «incluido» o inmerecido del afecto arrastra a una interpretación
terriblemente equivocada, que se hace con tanta facilidad como falta de coherencia.
Se oye hablar mucho de la grosería de las nuevas generaciones. Yo soy una
persona mayor y podría esperarse que tomara partido por los viejos, pero en realidad
me han impresionado mucho más los malos modales de los padres hacia sus hijos que
los de éstos hacia sus padres. ¿Quién no ha estado en la incómoda situación de
invitado a una mesa familiar donde el padre o la madre han tratado a su hijo ya mayor
con una descortesía que, si se dirigiera a cualquier otro joven, habría supuesto
sencillamente terminar con ellos toda relación? Las afirmaciones dogmáticas sobre
temas que los jóvenes entienden y los mayores no, las crueles interrupciones, el
contradecirles de plano, hacer burla de cosas que los jóvenes toman en serio —a
veces sobre religión—, insultantes alusiones a amigos suyos…, todo eso proporciona
una fácil respuesta a la pregunta: «¿Por qué están siempre fuera? ¿Por qué les gusta
más cualquier casa que su propio hogar?». ¿Quién no prefiere la educación a la
barbarie?
Si uno preguntara a una de esas personas insoportables —no todas,
evidentemente, son padres de familia— por qué se comporta de ese modo en casa,
podría contestar: «Oh, no fastidie, uno llega a casa dispuesto a relajarse. Un tío
normal no está siempre en su mejor momento. Además, si un hombre no puede ser él
mismo en su propia casa, ¿entonces dónde? Por supuesto que no queremos andarnos
con fórmulas de urbanidad en casa. Somos una familia feliz. Podemos decirnos
“cualquier cosa” y nadie se enfada; todos nos comprendemos».
Todo esto, de nuevo, está muy cerca de la verdad, pero fatalmente equivocado. El
afecto es cuestión de ropa cómoda y distensión, de no andar con rigideces, de
libertades que serían de mala educación si nos las tomáramos ante extraños. Pero la
ropa cómoda es una cosa, y llevar la misma camisa hasta que huele mal es otra muy
distinta. Hay ropa apropiada para una fiesta al aire libre, pero la que se usa para estar
en casa también debe ser apropiada, cada una de manera distinta. De igual forma,
existe una diferencia entre la cortesía que se exige en público y la cortesía doméstica.
El principio básico para ambas es el mismo: «Que nadie se dé a sí mismo ningún tipo
de preferencia». Pero mientras más pública sea la ocasión, más «reglada» o
formalizada estará nuestra obediencia a ese principio. Existen normas de buenos
modales. Mientras más familiar es la ocasión, menor es la formalidad; pero no por
eso ha de ser menor la necesidad de educación.
En cambio, el mejor afecto pone en práctica una cortesía que es
incomparablemente más sutil, más fina y profunda que la mera cortesía en público.
ebookelo.com - Página 32