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SALAMÍN

En el reino de abortilandia se presentó el caso de una mujer que tenía cerca de 24 semanas de embarazo, en una relación estable con un jardinero que laboraba en el castillo del rey Salamín. La mujer se llamada Desmadrina y estaba muy ilusionada por el futuro nacimiento de su primogénito. Todo cambio, un día cuando fue sin previo aviso a visitar a su marido para enseñarle unos mitones que había comprado en el mercado para el futuro bebé, y cuál sería su sorpresa al encontrarlo en los jardines reales, a la sombra de un árbol intimando con una joven cortesana. Después de lo sucedido y quedado evidenciada la infidelidad de aquel hombre, en Desmadrina se despertó un sentimiento de desprecio y aversión hacia su esposo, en quien había confiado siempre, por lo que tomó la decisión de separarse y no concebir a la criatura que tenía en su vientre, para castigar al sátrapa, y porque sabía el profundo dolor que le iba a causar ya que estaba entusiasmado con el nacimiento de su primer vástago y, así de esa manera cobraría venganza. Ante esa decisión se inició una serie de alegatos, en los que el futuro padre insistía en que la mujer debía tener al bebé y, entregárselo para que él se hiciera cargo si ella no lo deseaba. En el pasado, el reino había sido pro vida, pero ante la presión y las protestas permanentes de grupos pro abortista, el anterior soberano se había visto obligado a promulgar una ley que permitía el aborto libre hasta las 24 semanas de gestación, límite máximo en que el feto no se consideraba persona. Así comienza este cuento que no es cuento y por eso lo cuento.


En el reino de abortilandia se presentó el caso de una mujer que tenía cerca de 24 semanas de embarazo, en una relación estable con un jardinero que laboraba en el castillo del rey Salamín.

La mujer se llamada Desmadrina y estaba muy ilusionada por el futuro nacimiento de su primogénito.

Todo cambio, un día cuando fue sin previo aviso a visitar a su marido para enseñarle unos mitones que había comprado en el mercado para el futuro bebé, y cuál sería su sorpresa al encontrarlo en los jardines reales, a la sombra de un árbol intimando con una joven cortesana.

Después de lo sucedido y quedado evidenciada la infidelidad de aquel hombre, en Desmadrina se despertó un sentimiento de desprecio y aversión hacia su esposo, en quien había confiado siempre, por lo que tomó la decisión de separarse y no concebir a la criatura que tenía en su vientre, para castigar al sátrapa, y porque sabía el profundo dolor que le iba a causar ya que estaba entusiasmado con el nacimiento de su primer vástago y, así de esa manera cobraría venganza.

Ante esa decisión se inició una serie de alegatos, en los que el futuro padre insistía en que la mujer debía tener al bebé y, entregárselo para que él se hiciera cargo si ella no lo deseaba.

En el pasado, el reino había sido pro vida, pero ante la presión y las protestas permanentes de grupos pro abortista, el anterior soberano se había visto obligado a promulgar una ley que permitía el aborto libre hasta las 24 semanas de gestación, límite máximo en que el feto no se consideraba persona.

Así comienza este cuento que no es cuento y por eso lo cuento.

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David Francisco Camargo Hernández. Nacionalidad Colombiano.

Escritor, humanista y economista con especialización, maestría y

doctorado. Artista plástico. Inventor. Guionista. Becario de

universidades europeas. Director Fundación Sueños de Escritor y

ediciones Dafra. Premios literarios y académicos en los años 2001-

2005-2008-2010-2016-2017 en eventos internacionales. Profesor de

posgrado. Investigador CVLAC Colciencias. Conferencista

internacional basando los temas en sus propios libros. Propende por

una economía «más humana, más igualitaria, capaz de contribuir a

mejorar la calidad de vida de la comunidad». En 2010 algunas de sus

publicaciones fueron traducidas a varios idiomas. Una de las más

destacadas se titula: “cómo regionalizar el país”. Y por «su

sobresaliente trayectoria literaria y pensamiento comprometido

con los problemas de la cotidianidad».

En el reino de abortilandia se presentó el caso de una mujer que tenía cerca de 24

semanas de embarazo, en una relación estable con un jardinero que laboraba en el

castillo del rey Salamín.

La mujer se llamada Desmadrina y estaba muy ilusionada por el futuro nacimiento

de su primogénito.

Todo cambio, un día cuando fue sin previo aviso a visitar a su marido para

enseñarle unos mitones que había comprado en el mercado para el futuro bebé, y

cuál sería su sorpresa al encontrarlo en los jardines reales, a la sombra de un árbol

intimando con una joven cortesana.

Después de lo sucedido y quedado evidenciada la infidelidad de aquel hombre, en

Desmadrina se despertó un sentimiento de desprecio y aversión hacia su esposo,

en quien había confiado siempre, por lo que tomó la decisión de separarse y no

concebir a la criatura que tenía en su vientre, para castigar al sátrapa, y porque

sabía el profundo dolor que le iba a causar ya que estaba entusiasmado con el

nacimiento de su primer vástago y, así de esa manera cobraría venganza.

Ante esa decisión se inició una serie de alegatos, en los que el futuro padre insistía

en que la mujer debía tener al bebé y, entregárselo para que él se hiciera cargo si

ella no lo deseaba.

En el pasado, el reino había sido pro vida, pero ante la presión y las protestas

permanentes de grupos pro abortista, el anterior soberano se había visto obligado

a promulgar una ley que permitía el aborto libre hasta las 24 semanas de

gestación, límite máximo en que el feto no se consideraba persona.

Así comienza este cuento que no es cuento y por eso lo cuento.

¡ MÁTENLO ANTES DE QUE SEA PERSONA !” David Francisco Camargo Hernández

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