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Así empezaron a pasar mis días en el psiquiátrico Dunowi, aquí
permanecía dopado y confundido la mayor parte del día. Una tarde, en un
mínimo momento de lucidez, pude contarle mi historia a uno de los médicos.
Él me dijo que hacía meses que venía contando la misma cantaleta y que todo
lo que contaba era imposible, que la dirección del lugar donde estaba la
empresa era un edificio abandonado y que no existía ninguna empresa con esa
denominación.
El médico me explicó que estaba allí porque no tenía familia y habían
notado en estudios médicos que me habían realizado un gran daño a nivel
cerebral, no se sabía si era producto de un golpe o si yo había nacido así. Me
dijo también que en personas con este tipo de lesiones cerebrales tienden a
inventar este tipo de historias increíbles de película. El doctor me dijo que
tomara toda la medicación que me daban, así podía sentirme más tranquilo,
que la historia fantasma de la empresa SEPH ya iba a ir quedando en el olvido,
en realidad que iba a entender que todo aquello nunca sucedió.