RESTAURANTES Y CHUPADEROS - copia_230214_103218
Historia de la comida, restaurantes, comederos y chupaderos de la Vieja Tegucigalpa, el ensayo se titula Indio comido, puesto al camino.
Historia de la comida, restaurantes, comederos y chupaderos de la Vieja Tegucigalpa, el ensayo se titula Indio comido, puesto al camino.
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"Indio comido… puesto al camino”: Notas históricas
de algunos restaurantes, comederos y chupaderos
legendarios de la Tegus que se nos fue
Jorge Alberto Amaya Banegas
Profesor de la UNAH/ UPNFM
1
RESTAURANTES, MERENDEROS, COMEDEROS,
BEBEDEROS Y CHUPADEROS HISTÓRICOS DE
TEGUS
"INDIO COMIDO... PUESTO AL CAMINO...": NOTAS HISTÓRICAS DE
ALGUNOS RESTAURANTES Y COMEDEROS LEGENDARIOS DE LA
TEGUS QUE SE NOS FUE
(Jorge Alberto Amaya, historiador hondureño)
“Dime lo que comes y te diré quién eres”.
(Jean-Anthelme Brillat-Savarin,
gastrónomo francés del siglo XVIII)
Dice Claude Fischler que el hombre es un omnívoro que se nutre de carne,
de vegetales y de imaginario.. Y se explica: «la alimentación conduce a la
biología, pero con toda evidencia, no se reduce a ella; lo simbólico y lo
onírico, los signos, los mitos, los fantasmas alimentan también y
concurren a reglar nuestra alimentación».
La alimentación humana es un acto social y cultural donde la elección y el
consumo de alimentos ponen en juego un conjunto de factores de orden
ecológico, histórico, cultural, social y económico ligado a una red de
representaciones, simbolismos y rituales.
Arjun Appadurai señala que la comida es al mismo tiempo un hecho social
altamente condensado; y una clase maravillosamente plástica de
representación colectiva, con la capacidad de movilizar fuertes emociones.
Por su parte, Uma Narayan dice que pensar sobre la comida nos ayuda
sobremanera a revelar cómo entendemos nuestras identidades personales
y colectivas. Según parece, el simple acto de comer está condimentado con
2
complejos y muchas veces contradictorios significados. Pensar sobre la
comida puede ayudarnos a revelar las ricas y complicadas texturas de
nuestros intentos de autoentendimiento al mismo tiempo que la
interesante y problemática comprensión de nuestra relación con los otros.
Comer, entonces, implica un hecho social complejo que pone en escena un
conjunto de movimientos de producción y consumo tanto material como
simbólico diferenciados y diferenciadores. Y en este sentido, el consumo de
alimentos y los procesos sociales y culturales que lo sustentan,
contribuyen a la constitución de las identidades colectivas, a la vez que
son expresión de relaciones sociales y de poder.
Quisiera partir de la definición de «conducta alimentaria» como la relación
de intercambio con la que el sujeto consigue los elementos que necesita su
organismo para sostener la estructura biológica y mantener sus
necesidades energéticas; en esta conducta se pueden distinguir «procesos
preparatorios» (conseguir alimentos) y «procesos culminantes» (comer).
Por tanto, podría decirse que la alimentación es un «lenguaje» que habla
materialmente de dimensiones sociales y simbólicas: la vinculación de la
«alimentación» con las palabras queda reflejada tanto en sus formas
significantes (lo dulce/lo salado; lo sólido/lo líquido, etc.) como en sus
contenidos metafóricos (como lo rescatan expresiones del español catracho
utilizadas como piropo: «qué buen lomo que tiene esa mujer», «que
mangazo», «que bombón», «que ricura» o bien como descalificadoras: «ese
panzón parece un tamal»). Alimento es, entonces, un material nutritivo
ingresado en la zona de condensación semántica propia del conjunto social
y de las identidades de los pueblos.
De este modo, como dicen varios estudiosos del tema, la "comida" es uno
de los elementos esenciales de la identidad de los pueblos. El antropólogo
brasileño Da Matta afirma que la comida es quizás uno de los símbolos
especiales que destaca las identidades nacionales, regionales, locales,
3
familiares e incluso personales. Da Matta añade que «Lo fundamental es
que el acto de comer cristaliza estados emocionales e identidades sociales.
Fuera del país puedo hacer de una comida regional un emblema de la
identidad nacional por el modo como preparan, sirven y comen ciertos
alimentos».
Por esta razón, inmediatamente reconocemos que los «tacos» son un
emblema identitario mexicano, o las «pupusas» son salvadoreñas, o las«
baleadas» son catrachas o el «tapado» es olanchano.
En el caso catracho, definitivamente que los historiadores, los
antropólogos, y en general los cientistas sociales, hemos desdeñado la
relevancia de la comida como un acto definitorio de las identidades
sociales y culturales, y no hemos historiado su papel en el marco de
nuestra historia social, a pesar de poseer una rica culinaria heredada de
los abuelos Mayas (que nos legaron el maíz y sus miles formas de
consumo, así como del chocolate). Prácticamente no existe historiografía
de la comida catracha; quizás la excepción es el libro de nuestro amigo el
poeta Don Pompeyo del Valle, titulado «Comer y beber en Honduras»,
magistral prosa que hace un recuento de la rica tradición gastronómica del
país, construida a partir de la hibridez aportada por la comida indígena,
española y africana. Asimismo, un grupo de colegas a quienes dirigí en un
"Taller de Investigación" en la Carrera de Historia de la UNAH escribieron
hace pocos años un interesante estudio sobre la historia de las bebidas
titulado «Breve historia sobre las bebidas, la embriaguez y el alcoholismo
en Honduras».
Ese descuido tiene que saldarse un día no muy lejano con la escritura de
un libro, cuando algún colega haga tributo a la "sabrosísima" comida
catracha, así como a las prácticas culturales que definen el acto de comer:
las recetas de las abuelas, las comidas de temporadas, los espacios de
consumo (restaurantes, merenderos, comederos, puestos ambulantes de
4
venta de «pastelitos de perro»), la sociabilidad (expresada en costumbres
como la invitación a comer determinados platos en días festivos o sobre
todo los domingos; la consabida invitación a los visitantes a una taza de
café con pan en las tardes, o a cualquier hora que lleguen a nuestra casa;
o la costumbre de servir determinados platillos en ocasiones sociales o
rituales: por ejemplo «tamales» en los velorios», o «sopa de pescado con
capirotadas» en Semana Santa).
Además, varios de nuestros historiadores más connotados elogiaron el
hedonismo que provocaba la comida al paladar. Don Rafael Heliodoro Valle
por ejemplo tenía fama de «tener buen diente» (es decir, era «comilón»,
como decimos los catrachos); además, también coleccionaba "Cartas"
impresas de "Restaurantes Gourmet"; por su parte, don Ramón Oquelí
elogiaba a la «cerveza» como un «regalo de los Dioses»... Varias veces, como
decimos ahora, «me tomé dos que tres con él...», en amena tertulia sobre la
historia del país o de cualquier "Golpe de Estado" que se avecinaba en la
convulsionada vida política del país.
En el caso concreto de la historia de la comida catracha, nosotros
proponemos una serie de pilares que sustentan y caracterizan la
gastronomía hondureña, a partir de una serie de preguntas que
formulamos y respondemos a continuación:
¿A qué sabe Honduras?
Creo y pienso que Honduras huele a tres continentes, a tres
culturas, a tres raíces: la raíz primigenia, la más sólida y robusta es
sin duda la herencia gastronómica mesoamericana. Honduras, por
ser el corazón del istmo, fue desde la época prehispánica un crisol
de pueblos que pasaron de norte a sur y viceversa. Por ello quedó
impregnada de la savia culinaria de los antiguos Mayas, así como de
la savia macro chibcha. De los ancestros Mayas quedó el sabor
bendito de la cultura del maíz: en Honduras se hace una variada
5
comida derivada del maíz, en forma de comida sólida, en sopas y
hasta postres. Hay nacatamales, montucas, tamales pisques,
tamalitos de elote, tamalitos de frijoles, pero también hacemos
rosquillas, tustacas, totopostes y rosquetes. También hacemos
refrescos de maíz: pinol, chilate, pozol. A ello se agrega la herencia
de los frijoles, ayotes, chiles, tomates, y otros manjares de frutas
como el aguacate, la anona, el zapote, la papaya, las guayabas, los
nances, el tamarindo, el marañón y desde luego el chocolate. En fin,
una riquísima vianda de los Dioses. Por su parte, de las culturas
circuncaribes heredamos las benditas raíces: yuca, malanga,
camote, junto con el plátano macho, emblemático como sustituto de
la tortilla en toda la historia del país.
Por su parte, la segunda raíz, la española trajo también a nuestra
dieta manjares exquisitos, que se acoplaron bien en los valles fértiles
y montañas del país: vacas, cerdos, gallinas, y por supuesto
excelentes especias y otras delicias como el ajo, la cebolla, repollos, y
frutas vitales como la banana (tan relevante en nuestra historia
económica), el mango, los melones, las sandías, y quizá lo más rico
de todo: el café.
Y de la herencia africana -la tercera raíz-, el país se impregnó de los
sabores de África y del Caribe, con la suculenta gastronomía del
pueblo Garífuna, que fue declarado “Patrimonio Inmaterial de la
Humanidad” por la UNESCO, que mezcla sabores derivados del mar,
con abundancia de peces y mariscos, así como el uso del aceite de
coco y de la yuca y el plátano. Una verdadera explosión de sabores
que complacerían el paladar de un cardenal.
En suma, la gastronomía catracha se fue haciendo a partir del
mestizaje cultural de los tres pueblos que convergieron en su
historia fascinante, colmada del mestizaje más intenso de la región.
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2) ¿Cuáles son esas características puntuales que identifican
la cuchara hondureña?
Creo que las características puntuales que identifican nuestra
cuchara serían algunas de las siguientes:
La comida es sumamente condimentada. Quizá al paladar
gringo y europeo es extremadamente condimentada: se usan
variadas especias negras, chiles, salsas, colorantes (el más
clásico quizá es el achiote americano). Las carnes se adoban y
condimentan abundantemente con limón, naranja agria, sal y
especias nativas. Para nuestro paladar, todo eso resulta
exquisito.
Otra característica fundamental es que a pesar de la
proliferación de la “COMIDA BASURA” de las grandes cadenas
de comida extranjera, los hondureños siguen aferrados
fuertemente al consumo del maíz y del frijol. Para un
hondureño, una cena sin frijoles no es cena, así de simple.
Estos alimentos se acompañan con lácteos (queso y
mantequilla), y cuando se puede, un tasajo de carne de cerdo
o de res. Y por supuesto, no pueden faltar los refrescos
naturales y el café.
Otra característica es que en general, y sobre todo en ciertas
regiones del país -especialmente las ganaderas- la porción de
comida que se sirve en el plato es abundante, como por
ejemplo en la costa norte o en Olancho. A veces acá
bromeamos que los olanchanos se pueden comer una vaca,
“pero de postre” jajaja. En general la ración de comida, a pesar
de la sempiterna pobreza del país, suele ser abundante
cuando se puede.
Por otro lado, los tiempos de comida son importantes. En el
día, se comen tres tiempos: desayuno, almuerzo y cena, con
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una merienda a media tarde, que suele ser en el 99% de las
veces café con pan: cemitas, polvorones, guarachas, galletas
de arroz, lo que sea, pero que sea pan. Igualmente, el domingo
es día sagrado para la comida en Honduras: suele comerse en
familia, en casa de los padres, y en todos los hogares el
manjar de ese fin de semana suele ser sopa: sopa de res,
mondongo, capirotadas, sopa de caracol, sopa de cangrejo,
albóndigas, sopa de pollo. Sopa sagrada de los domingos
catrachos.
3) ¿Cuáles son los platillos típicos imperdibles de este
hermoso país?
Como apuntamos antes, la gastronomía catracha es mestiza, pero
quizás en las últimas décadas, lo que se ha posicionado son los
siguientes:
El “Plato típico o Catracho”: quizá lo más suculento. Es un plato que
contiene frijoles fritos, carne de res, de cerdo y chorizos, plátano
maduro frito, aguacate, queso y mantequilla.
“La sopa de marinera y de caracol”: riquísimo plato elaborado por los
Garífunas con pescado, camarones, caracol y acompañada de
plátano y yuca, saboreada con coco.
“La Baleada”: una rica tortilla de harina, acompañada con frijoles
fritos, huevo, chorizo, mantequilla y refrescos naturales.
El “Pollo Chuco”: una vianda costeña de pollo frito, acompañado con
tajadas y salsas de los Dioses del Olimpo.
Las tradicionales “fritangas prehispánicas”: tacos, enchiladas y
pastelitos de maíz.
Asimismo, está también enraizada la gastronomía de maíz que
hemos mencionado. En las carreteras y caminos hondureños hay
siempre un puesto de comida de maíz que ofrece: elotes, tamales,
8
panes de maíz, en fin, una gama de decenas de productos derivados
del maíz heredado de los abuelos Mayas y Lencas.
4) ¿Qué tanto ha evolucionado la gastronomía de Honduras?
La gastronomía catracha ha evolucionado como es normal al proceso
de globalización. Han incursionado platillos internacionales, que
infortunadamente son cada vez más apetecidos por las nuevas
generaciones, pero creemos que la gastronomía tradicional estará
ahí por siempre. Porque nuestro paladar se aferra a ella, pero
también porque sirve de sustento a miles de hogares catrachos, En
todos nuestros barrios y colonias hay puestos de comidas
regenteados por familias que incluso han sido transmitidos de
generación en generación, traspasando recetas de las abuelitas, y
preservando con ello el legado de nuestros ancestros y ancestras.
5) ¿La cocina artesanal y autóctona qué papel juega en la
cultura del país?
La comida hondureña preserva como hemos dicho gran parte de
platillos y recetas de nuestros pueblos originarios, especialmente de
los del área mesoamericana (Mayas y Lencas) y de los pueblos
afrodescendientes (Los Garífunas). De hecho, con la diáspora de
catrachos a USA y a Europa (más de 1 millón de personas), no es
raro encontrar restaurantes Garífunas en Nueva York o en
Madrid. En fin, la comida hondureña es una gama de mezclas
gastronómicas milenarias que merecen ser degustadas por nuestros
nietos. Y por los nietos de nuestros nietos…
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Esos son a nuestro juicio en síntesis las características y pilares que
sustentan la culinaria catracha.
Retomando el tema que planteamos al principio acerca de la historia de los
restaurantes, comederos y bebederos de nuestra Tegucigalpa, en esta
ciudad, entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX empezaron a
florecer una gama de centros y espacios donde era posible comer, beber,
leer y desarrollar tertulias literarias, como por ejemplo en los hoteles,
cafés, parques y en casas particulares. Así lo atestigua Jorge Fidel Durón
en un artículo sobre Tegucigalpa:
El Hotel Picadilly, seguramente idea de alguno que había estado en
Picadilly Circus de Londres… como el Bar Delmónico seguramente a
la usanza del famoso hotel niuyorquino [sic], era el rendezvous de la
sociedad elegante masculina de la época 1 .
Otros sitios que despertaron interés por la realización y combinación de
eventos culturales, conciertos y lecturas fueron el “Jockey Club” y “El
Hotel Progreso”; en este último por ejemplo se realizaron en 1905 dos
eventos recordados, un agasajo al presidente Manuel Bonilla y el
“Cincuentenario de la muerte del Padre José Trinidad Reyes”, que nos dan
cuenta de cómo la clase política acudía a los “letrados” y a modas
europeas para retomar los discursos de la Modernidad. En el primer
evento por ejemplo, el menú de la cena nos provee la inclinación
“afrancesada” de los políticos e intelectuales de entonces, modelo que
vislumbraban como el arquetipo de la Modernidad. El menú fue el
siguiente: Entremeses: aceitunas, butifarras, caviar, jamón, mortadela,
pepinillos, sardinas… Plato fuerte: pavo relleno, rostbeef, carnero frío….
Postres: Macedonia de legumbres, pastelillos diversos, variedades de
1 Cfr. Durón, Jorge Fidel, “Tegucigalpa en las primeras décadas de nuestro siglo”, En: Yankelevich, Pablo
(Compilador), Honduras: Textos de su historia, México DF, Editorial Patria, Instituto de Investigaciones José
María Luis Mora, Colección Textos de de Historia de Centroamérica y el Caribe, 1990, pp. 600-627.
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helados… Bebidas: Vino de Jerez, Geisenhelmer, Chateau Beausejour…
Champagne Heidseick… Digestivos: Cognac, crema de cacao, menta… 2 .
Otro lugar en que se desplegaron tertulias en esos años fue el famoso
“Café El Buen Gusto”, de doña Rosa Bernhard, que estaba ubicado
enfrente del Parque Central de Tegucigalpa, en el edificio llamado por
aquel entonces como “Los Corredores”, donde los hombres, especialmente
los políticos y escritores, se reunían para leer y discutir en los periódicos
las noticias de acontecer político y cotidiano. Más tarde se instaló ahí
mismo el famoso “Café de París”, toda una leyenda de la ciudad.
Efectivamente, dentro del mundo de la cultura, el papel que han ejercido
las tertulias de los cafés ha tenido una notable trascendencia como
espacio de sociabilidad intelectual y núcleo de creación cultural. La
importancia que adquirieron los cafés desde el siglo XIX se derivaba de la
creación de microcosmos gremiales entre los distintos grupos de
intelectuales, a los cuales llegaban poetas, novelistas, filósofos, músicos,
pintores, escultores y desde luego políticos en ciernes que intercambiaban
ideas, fraguaban utopías y por supuesto sus mismas obras artísticas. Así
pues, los cafés se constituyeron en lugares de esparcimiento entre los
artistas y literatos, espacios de descanso y de animada conversación y
tertulia en torno a las cuales se formaron numerosos grupos, en cuyas
discusiones comenzó el declive de algunas corrientes culturales y el inicio
de otros nuevos movimientos vanguardistas 3 .
En síntesis, en estos cafés, parques, espacios culturales y casas
particulares, se toman las nuevas bebidas como el café, se leen, discuten y
analizan los acontecimientos que divulgan los periódicos nacionales y
extranjeros, se comenta la literatura de moda e incluso, los escritores de
2 Cáceres Lara, Víctor, Astillas de Historia, Tegucigalpa, Centro Editorial/ Banco Atlántida, 1992, p. 238.
3 Ribagorda, Álvaro, Caminos de la Modernidad: espacios e instituciones culturales de la Edad de Plata (1898-
1936), Madrid, Editorial Biblioteca Nueva, 2009, pp.97-98.
11
periódicos, aprovechan las tertulias como fuentes para alimentar las notas
que divulgan al siguiente día en los diarios 4 .
Estos nuevos negocios empezaron a popularizar el consumo de nuevas
bebidas, como el café, y también licores europeos como los vinos, vermuth,
y un nuevo producto que desde entonces se convertirá en fundamental
dentro de la historia del consumo de bebidas en Honduras: la cerveza. La
cerveza empezó a popularizarse en Honduras desde la Reforma Liberal,
pero fue hasta el siglo XX que se convirtió -junto con el aguardiente o
“guaro”- en la bebida más consumida del país, especialmente en la costa
norte-.
Asimismo, en esta etapa de finales del siglo XIX y comienzos del XX se
dieron importantes transformaciones en el consumo de bebidas en
Honduras, puesto que a partir de mediados del siglo XIX se fue
diversificando el consumo de bebidas en el país. Por un lado, el chocolate
continuó siendo importante en la dieta hondureña, y de hecho fue el
alimento básico de los hondureños en el desayuno y en las meriendas,
pero desde la Reforma Liberal, fue introduciéndose el café, que hacia la
tercera década del siglo XX terminó por desplazar definitivamente al
chocolate como la bebida predilecta de los catrachos. Con el tiempo, en la
segunda mitad del siglo XX, el café se convirtió en la principal fuente de
divisas del país, puesto que aún ostenta en la actualidad. Del mismo
modo, desde la Reforma Liberal, las inclinaciones “afrancesadas” de la
clase política de la época, propiciaron la importación de “licores finos”
como el cognac, el champagne, el brandy, el whisky, el vermut, el vino y
otras bebidas europeas, que fueron consideradas como “bebidas
civilizatorias” y que fueron consumidas especialmente por la élite en las
4 Sobre la importancia de los cafés como mecanismos de transformaciones culturales y de la “esfera pública”
en la Centroamérica del siglo XIX, un estudio relevante es: Vega Jiménez, Patricia, Con sabor a tertulia:
Historia del consumo de café en Costa Rica (1840-1940), San José de Costa Rica, Instituto del Café de Costa
Rica, 2004.
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reuniones sociales y políticas, así como en nuevos espacios que
aparecieron en este entorno urbano “moderno” de la era liberal, como los
restaurantes, hoteles y cafés. Con ello, la élite liberal pretendía afianzar el
ideal civilizado de “orden, progreso y Modernidad”. Igualmente, en esta
etapa fueron introduciéndose otras bebidas que a la postre se
constituyeron en importantes en el consumo nacional, como por ejemplo la
cerveza -que junto al aguardiente fue la bebida embriagante predilecta de
los hondureños en el siglo XX-, así como las bebidas gaseosas -como la
COCA-COLA y la PEPSI-COLA-, las cuales definitivamente fueron
desplazando en la segunda mitad del siglo XX a las “bebidas naturales”
como los famosos “frescos de masa”, el “pozol”, “el fresco de mora”,
“tamarindo” y todas las delicias de la flora catracha.
Del mismo modo, el consumo de estas bebidas como la cerveza se
consolidó a partir del éxito empresarial de la “Cervecería Hondureña”,
empresa creada por las compañías bananeras, la cual en la segunda mitad
del siglo XX logró que sus productos fueran consumidos a escala nacional,
llegando a convertirse en una de las empresas más grandes y mediáticas
del país, impulsando campañas de consumo a través de una serie de
eventos, como los espectáculos deportivos, patrocinando a equipos de
fútbol y a la “Selección Nacional”, animando concursos de belleza; este
proceso se aceleró en los años 70, con el enorme éxito de la música rock, y
luego en los 80, con el fenómeno de la cultura “pop”, que propició el
consumo de bebidas y cervezas en discotecas que emulaban a las “Discos”
de moda en los Estados Unidos, como “ESTUDIO 54”, y otras que se
popularizaban a través de películas como Fiebre de Sábado por la noche o
Fama, y así, moldearon una renovación urbanística y cultural en
Tegucigalpa, San Pedro Sula y La Ceiba, que desde entonces vieron surgir
sus respectivas “Zonas Vivas” y Bulevares atiborrados de discotecas como
“Patines Plaza”, “Metro” o “Rock Castle” en Tegucigalpa; “Confettis” en San
Pedro Sula y “D Lido” y “Arenas” en La Ceiba, en todas las cuales los
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jóvenes “setenteros” y “ochenteros” tomaron cervezas “a lo loco”, como si se
fuera a acabar el mundo…
Por otro lado, ya durante el siglo XX se consolidaron durante décadas
varios bares, cantinas, cafés y establecimientos de divertimento históricos,
algunos de ellos aún existentes. Posiblemente el más reconocido de los
antiguos bares y cantinas populares es el “New Bar”, más conocido como
“Tito Aguacate”, la cantina más antigua de la ciudad y círculo de la
bohemia de Tegucigalpa. “Tito Aguacate” en los últimos años ha tomado
mayor fama desde que los Embajadores de Estados Unidos Larry Palmer y
Charles Ford, así como el Embajador de España Ignacio Rupérez se
convirtieron en visitantes del lugar, sobre todo para degustar el legendario
trago conocido como “El Calambre”. “Tito Aguacate” es hoy en día la más
famosa, antigua y legendaria cantina del Centro de Tegucigalpa. Fue
fundada por don Pedro Maradiaga en los años 40 del siglo pasado -durante
la dictadura del General Tiburcio Carías-. Desde 1945, don Pedro
denominó al local "New Bar", nombre que aún es en teoría el oficial, sin
embargo, los parroquianos prefieren llamarle “Tito Aguacate”, nombre que
se debe a un afable camarero que tuvo don Pedro, llamado José Valentín
Pereira, quien era conocido por los clientes como “Tito”. En 1957, don
Pedro Maradiaga se jubila y Tito le compra el bar. Aquí comienza la
historia del “Tito Aguacate”, famoso por servir el afamado trago
“Calambre”.
Lo primero que hizo Tito fue cambiar el bar a su ubicación actual: en la
esquina opuesta a los billares de Balboni, en la zona céntrica de la ciudad,
donde tenía acceso a una clientela que comprendía a escritores, diputados,
periodistas del “Diario El Día”, funcionarios del Banco El Ahorro
Hondureño, los bufetes de abogados instalados en el centro, los
integrantes de la peña de la Librería El Molino y tantos y tantos más,
donde se hizo una leyenda “El Calambre”.
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Otra cantina famosa de Tegucigalpa fue “Las Camelias”. El ya
desaparecido bar “Casa Popular”, o mejor conocido como “Las Camelias”,
fue una histórica cantina que estuvo ubicada en el Barrio Abajo de
Tegucigalpa, en la esquina noreste frente al Palacio de los Ministerios, hoy
Museo de la Identidad Nacional (MIN), muy cerca del Teatro Nacional y del
Parque Herrera. El negocio fue convertido en cantina en los 1920s; el lugar
fue afamado por ofrecer a sus clientes un clásico brebaje alcohólico,
llamado popularmente como “Pericón”, elaborado con aguardiente y hojas
de pericón, el cual era embotellado por unos días hasta que adquiría un
color amarillento que se servía en pequeñas copas de una onza. Pero lo
que realmente le dio notoriedad a la taberna fue su clientela, pues fue un
sitio predilecto de poetas, dramaturgos y bohemios -entre ellos muchos de
la generación del 35-, como Daniel Laínez, Jacobo Cárcamo, Claudio
Barrera y otros más.
Asimismo, fue legendaria en Tegucigalpa (aunque más bien ubicada en
Comayagüela) la refresquería y cantina “La Magnolia”, que estaba
ubicada en la calle Real, frente al Parque La Libertad y la Escuela de
Bellas Artes. Además de aguardiente, “la Magnolia” ofrecía una suerte de
refrescos naturales que según los ancianos de la ciudad eran una delicia
para monarcas.
Otro lugar emblemático de los años 60 y 70 fue el famoso “Café de París”,
que estaba ubicado en el edifico que en aquellos años era conocido como
“Los Corredores”, y hoy en día es llamado “Edificio Midence Soto”. El “Café
de París” fue interesante porque fue uno de los primeros lugares de la
ciudad en contar con una “Rockola”, y además fue de los primeros lugares
que empezó a ser frecuentado por una clientela de jóvenes de las clases
media y bajas de los años 60 que entraron en la ola del género Rock, de
modo que el arquetipo del llamado por aquel entonces “Movement” se
introdujo en Honduras a través de este legendario café. Con ello, el
Movement, ligado al Rock and Roll y al movimiento hippye y caracterizado
15
por una tendencia a exaltar los valores del pacifismo, el ecologismo, la
liberación sexual, la contracultura y en general el abandono de los ideales
burgueses, penetró en la ciudad por medio de este famoso café.
Finalmente, también persiste otra cantina famosa llamada “Los amigos de
Villela”, uno de los bares más antiguos y famosos del centro de
Tegucigalpa. Antiguamente estaba ubicado frente al Parque Valle, y ahora
está en Barrio La Ronda.
Contrastando con las clases populares, que acudían a cantinas pobres y
populares, la clase media y la elite tegucigalpense frecuentaron desde la
primera mitad del siglo XX otros sitios y bebederos más reservados, donde
se excluía a la mayoría de la población. Por lo general estos sitios ofrecían
un ambiente diferente al de la cantina de los pobres. Estos diferían con las
cantinas tanto en el ambiente como en los productos que ofrecían y en las
personas que frecuentan dichos sitios, e incluso los propietarios de los
establecimientos imponían reglas diferentes a los de las cantinas.
Quizás de estos restaurantes, bares o bebederos, los más famosos fueron
el “Chico Club”, el “Duncan Mayan”, el bar y restaurante del hotel
“Honduras Maya”, el bar y café “Marbella” y el “Jardín de Italia”.
De este modo, estos espacios, restaurantes y bares al estilo del “Chico
Club” se convirtieron en una especie de “marcador de las clases sociales”
de la capital, ya que el ingreso estaba reservado para lo más granado de la
élite local, mientras las clases populares quedaron excluidas y relegadas a
los cantinas de Comayagüela o del Barrio Abajo de Tegucigalpa.
En resumen, desde la primera mitad del siglo XX, en Tegucigalpa se fueron
abriendo espacios de diversión y bebederos para la élite, los cuales eran
exclusivos para la clase acomodada y se convirtieron en “marcadores
sociales”, pues los sectores populares quedaron vedados para frecuentar
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esos espacios, y más bien quedaron relegados a las cantinas de la
periferia.
También hay que destacar que desde los años 90 en la ciudad se han
consolidado algunos espacios de consumo de bebidas para los bohemios,
artistas e intelectuales. El más legendario y tradicional es sin duda “Café
Paradiso”, cuyos propietarios la historiadora Anarella Vélez y el poeta
Rigoberto Paredes fundaron en los años 80. También fue mítica para los
bohemios la famosa “Peña de Toño”, que estuvo ubicada enfrente de la
UNAH, así como “la Güagüita”, “La Mina” y “El Café de Pie”; más
recientemente han sido abiertos “El Bar de Glenn”, y “Cinefilia”, llamada
después del Golpe de Estado del 2009 “Tierra Libre”. Últimamente el
“Duncan Mayan” también es un punto de referencia de los bohemios de la
ciudad.
Así que con este texto que les comparto, quisiera hacer homenaje a
legendarios restaurantes, comedores, merenderos, comederos y bebederos
que tuvo nuestra colonial capital del «Real de Minas de San Miguel de
Heredia de Tegucigalpa"», desde los de clase alta, hasta los puestos de
comidas populares en todos los barrios y rincones de la mágica «Ciudad de
las Canteras»: quién no recuerda la huella que dejaron negocios afamados
como «El Chico Club», «El Café de París», «El Duncan Mayan», «El Jardín de
Italia», «Marbella», «El Mediterráneo», «El Bric-Brac»; o bien otros espacios
más populares pero especiales por la sazón de sus platillos o por la delicia
de sus elixires como los «puestos de sanguches de basura» de las afueras
del «Cine Variedades», los «pastelitos de perro» de «Los toneles» en el Barrio
La Guadalupe, las «baleadas» del «Barrio Abajo», los ricos platillos del
«Restaurante Don Pepe», del cubano-catracho José Barroso (QDDG), o los
fantásticos «calambres» del más afamado bebedero de Tegus: "Tito
Aguacate", la bebida más rica de toda la galaxia.
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La mayoría de estos negocios eran o son históricos y antiguos, fundados
algunos desde los años 30 del siglo pasado, y otros más entre los años 50
y 70. Posteriormente a partir de los años 80, la capital empezó a sufrir una
transformación urbana que generó el nacimiento de otros restaurantes,
bares y discotecas, alrededor de las avenidas modernas y de los bulevares
que se trazaban en su periferia, sobre todo el «Bulevar Morazán» que se
convirtió en la «zona rosa», o bien en las calles adyacentes del «Bulevar
Juan Pablo II», así como en la zona del «Barrio Palmira», que por un tiempo
fue el espacio urbano de «caché» en la capital, donde vivían los «Callejas» y
otras familias de apellidos rimbombantes y de prosapia. En este barrio
fueron concurridos restaurantes elegantes como «Gauchos», de comida
argentina, o «Kloster´s», de comida alemana; en el «Juan Pablo II»
marcaron huella discotecas como «Rock Castle» y «Domos». Mientras en el
«Bulevar Morazán», destacaron restaurantes como «El Patio» (que aún
existe, y es por antonomasia el «restaurante de comida típica y criolla de la
capital»), y también el legendario bar y restaurante «El Bucanero», a mi
juicio el bar-restaurante más «underground» de la historia de la
«capirucha». Con varias fotos históricas de estos restaurantes y bares
abrimos esta carpeta de fotos históricas de los «comederos» de nuestra
amada Tegucigalpa, ciudad mártir, ciudad de embrujo colonial, y ciudad
que un día tendrá un futuro más halagüeño y prometedor... Agradezco a
mi amiga Ximena Villagrán -hija del propietario del restaurante
BUCANEROS-, quien me compartió muchas fotos para que pergeñara
estas palabras en este pequeño artículo que espero les traiga buenas
nostalgias a los ochenteros, a los que "ya van para viernes", y a los más
jóvenes, que hoy en día desconocen la historia de nuestro patrimonio
histórico debido a la constante demolición de nuestra arquitectura y
espacios públicos...
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FOTO 1
Hermosa fotografía que ilustra el interior del legendario café “EL JARDÍN DE ITALIA”, cuyo propietario
era el señor inmigrante italiano Carmelo Rizzo, que estaba ubicado en la actual Calle Peatonal de
Tegucigalpa, y que entre los años 20 y 80 del siglo XX fue un importante punto de divertimento y
encuentro de intelectuales, artistas y políticos, quienes compartían tertulias tomando café o licores
finos importados de Europa.
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FOTO 2
Don Carmelo Rizzo, propietario del “JARDÍN DE ITALIA”, en esta bonita fotografía posando en el
mostrador del café.
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FOTO 3
Publicidad del “JARDÍN DE ITALIA”, reproducida en el libro “PROPAGANDA PRO-HONDURAS”,
publicado en Cuba en 1932, donde se anuncia que el establecimiento preparaba café al estilo italiano
(café espresso) y además servía licores europeos.
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FOTO 4
En la foto de inicios del siglo XX se aprecia la casa del centro de Tegucigalpa donde funcionaba la
“Fábrica de Aguas Gaseosas La Preferida”, de los testimonios gráficos más antiguos que tenemos de
lugares de esparcimiento de la capital.
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FOTO 5
Establecimiento de “LA PROVEEDORA DE CAFÉ” en Tegucigalpa, con un carro repartidor del producto
frente a la acera. El café se empezó a consumir en lugar del chocolate desde finales del siglo XIX en
Honduras.
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FOTO 6
Hermosa fotografía que ilustra al fondo la famosa “CASA DE LOS CORREDORES”, donde se instaló a
finales del siglo XIX el “CAFÉ EL BUEN GUSTO”, donde asistían políticos, intelectuales, viajeros y
artistas a departir tertulias. La estampa nos muestra a transeúntes paseando por las barandas del
Parque Central, y a la izquierda se observa el atrio y la fachada de la catedral de Tegucigalpa. (Fototeca
del historiador Edgar Soriano).
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FOTO 7
Tarjeta postal de los años 40 que nos ilustra “EL COMERDOR LAS OROPENDOLAS”, que estaba ubicado
en la carretera del norte. Este tipo de comedores sencillos servían a los viandantes -tal como ahora-,
platillos de comida tradicional a precios accesibles: frijoles fritos, huevo, carne asada, plátano frito,
aguacate con abundantes tortillas y café o refrescos naturales como horchata o frutas de temporada.
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FOTO 8
Fotografía de otra de las cafeterías históricas y legendarias de Tegucigalpa: la famosa refresquería “LA
MAGNOLIA”, que estaba ubicada en la segunda avenida de Comayagüela, justo en la esquina frente al
Parque La Libertad y la Escuela Nacional de Bellas Artes. Muchos capitalinos afirman que esta fue la
mejor refresquería de la historia de la ciudad. Se preparaban refrescos y licuados naturales de frutas
con combinaciones de dulces y almibares que aseguran era una delicia de los Dioses.
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FOTO 9
Don Héctor Pineda Ugarte -un personaje famoso de la Tegucigalpa de mediados del siglo XX-, se toma
relajadamente un refresco en el interior de la refresquería “LA MAGNOLIA”, mientras otros
parroquianos esperan atentos a que les sirvan sus bebidas. LA MAGNOLIA fue una leyenda de los
lugares de divertimento de nuestros abuelitos y abuelitas.
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FOTO 10
El legendario “CAFÉ DE PARÍS”, quizá de las cafeterías más emblemáticas de Tegucigalpa, que
funcionó más o menos desde los años 40 hasta los años 70 del siglo pasado en el centro de
Tegucigalpa, justo frente al Parque Central, en la gran casona colonial que se conocía con el nombre de
“LOS CORREDORES”, hoy edificio Midence Soto. Ese café fue importantísimo porque fue una especie
de lugar de tertulias de los jóvenes de esa época, y fue de los primeros lugares que abrió sus puertas a
la música rock como la de Los Beatles y otras bandas famosas de los años 60.
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FOTO 11
Un nutrido grupo de capitalinos se arremolinan en las afueras del “CAFÉ DE PARÍS” frente al parque
central en los años 40. Probablemente era algún día de feria, y seguramente iban en busca de un café o
de un refresco tradicional para saciar la sed. En ese mismo lugar, funcionó desde finales del siglo XIX
uno de los primeros cafés fundados en la ciudad, el famoso “CAFÉ EL BUEN GUSTO”.
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FOTO 12
Otro lugar gastronómico emblemático de la ciudad fue el famoso “CHICO CLUB”, restaurante
internacional fundado por el inmigrante español don Joaquín Blanco en 1938, y que durante décadas
fue quizá el restaurante de la “CREMA Y NATA” de la ciudad. Efectivamente, ahí asistían a comer las
familias de la oligarquía capitalina, y se organizaban banquetes para la Casa Presidencial o para otras
instituciones del Estado, generalmente para agasajar a las visitas diplomáticas. La Carta del
restaurante ofrecía platillos españoles fundamentalmente, aunque también se preparaba comida
italiana y francesa, así como licores importados: vinos, cognac y otras exquisiteces. Hoy en día el lugar
lo ocupa otro legendario bar y restaurante capitalino: “EL DUNCAN MAYAN”.
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FOTO 13
Otra hermosa tarjeta postal que ilustra la terraza del legendario restaurante “CHICO CLUB” de
Tegucigalpa, adornada al estilo de las viejas casonas andaluzas por su propietario el empresario español
don Joaquín Blanco.
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FOTO 14
En esta señorial mansión neoclásica, que originalmente perteneció al inmigrante suizo don Alberto
Ehrler, estuvo ubicado el famoso “CHICO CLUB”. La casa aún se yergue en el corazón de Tegucigalpa, y
funciona ahora el bar “DUNCAN MAYAN”.
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FOTO 15
Tarjeta postal de los años 30 donde se aprecia a la izquierda la señorial casa en estilo neoclásico en
donde se instaló en 1938 el restaurante “CHICO CLUB” en el centro de la ciudad. Afortunadamente la
casa está aún casi intacta, y funciona ahí el “DUNCAN MAYAN”
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FOTO 16
Miembros de la élite de Tegucigalpa posando elegantemente en el interior del “CHICO CLUB” a
mediados del siglo XX. (Fototeca de Jorge Amaya).
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FOTO 17
Uno de los pasillos interiores del “CHICO CLUB”, que muestra la elegancia y señorío que ostentaba ese
legendario restaurante.
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FOTO 18
Fotografía de los años 50 del famoso “Duncan Mayan”, hoy en día un bar frecuentado por bohemios y
trasladado al antiguo local del “Chico Club”. (Archivo de Jorge Amaya).
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FOTO 19
Otro punto de reunión para la clase alta de Tegucigalpa a mediados del siglo XX fueron el bar y
restaurante del legendario “HOTEL PRADO” (originalmente llamado “HOTEL RITZ”), de la familia
Agurcia. El bar fue regenteado por muchos años por nuestro viejo amigo don Helmut Seidel -inmigrante
judío alemán-.
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FOTO 20
Panorámica del famoso “HOTEL PRADO” en el centro del Tegucigalpa, justo al costado sur de la Iglesia
Catedral. Su bar y restaurante era punto de reunión de políticos, ejecutivos, empresarios y turistas.
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FOTO 21
Uno de los más legendarios bares o cantinas de la capital fue “LAS CAMELIAS”, en el Barrio Abajo de
Tegucigalpa. Este lugar era frecuentado más bien por las clases populares y por artistas y bohemios. El
lugar funcionó desde los años 30 hasta la década de los años 90. Aseguran que uno de los clientes más
famosos fue el recordado poeta Daniel Laínez, el “poeta del pueblo”.
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FOTO 22
Otra de las cafeterías de lujo que hubo en el centro de Tegucigalpa fue la “CAFETERÍA MARBELLA”,
que fue fundada por el inmigrante español Don Gabriel Escancian Diez, originario de Málaga, Andalucía.
La cafetería tenía la estética de los cafés y bares españoles, y servía de tertulia para periodistas,
políticos e intelectuales que se agrupaban en el sitio para hablar de política y artes. Acudían a su
tertulia entre otros el periodista Oscar A. Flores, Mario Hernán Ramírez, Milton Mateo, Jacobo
Goldstein, Toño Mazariegos, José Ochoa y Martínez y otros gallos del periodismo capitalino. La
estampa corresponde al año 1978. (Fototeca de Jorge Amaya).
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FOTO 23
En esta crónica no podían faltar por supuesto el bar y restaurante del “HOTEL HONDURAS MAYA”. Este
hotel, inaugurado en los años 60 fue sin duda el primer hotel “5 estrellas” de la capital, y por lo tanto,
los turistas y los capitalinos de las clases altas frecuentaban su piscina y terrazas para departir “dos
que tres” cervezas o traguitos.
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FOTO 24
En los años 60, la familia Agurcia de Tegucigalpa financió el proyecto de construcción del famoso
“CLUB LA REFORMA”, con piscina, bar y restaurante incluido, para que fuera lugar de esparcimiento
de la clase alta de la capital. Aquí mostramos una fotografía de tres señoritas posando cerca de la
piscina. (Fototeca del poeta José González Paredes).
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FOTO 25
Otra estampa de la piscina del “CLUB LA REFORMA” en la Tegucigalpa de los años 60. (Fototeca del
Poeta José González Paredes).
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FOTO 26
A la izquierda, la famosa cafeteria “EL BRIK BRAK”, al inicio de la Calle Peatonal de Tegucigalpa, a
principios de los años 80. Este café -fundado por una familia chilena- fue quizás de los primeros lugares
que servía las 24 horas del día, y atendía en especialidad de cafés y sandwich. Yo los probe de “cipote”
y eran un “bocado de cardenal”.
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FOTO 27
El mítico "restaurante “EL BUCANERO” (También conocido como “EL BARCO”), en el Bulevar Morazán, construido por la
familia Villagrán en Tegucigalpa en los años 80. Al fondo el cerro El Picacho. Este bar-restaurante era quizás como estar en
un "cuento de hadas"... Era propicio para ir a comer o beber con la novia. Estaba ubicado justamente enfrente del "Mall El
Dorado". Era espectacular, pues era la réplica de un barco pirata. En la proa incrustaron una escultura de una sirena, y en
los alrededores, construyeron una estructura que simulaba un castillo, con torreones y altos muros de piedra. Era como una
especie de umbral o portal en el cual uno viajaba a la época de los piratas, del Pirata Morgan... Quizás de ahí nos quedó la
frase a los capitalinos de "que te lo haga la calavera de Morgan"... jajaja... En el interior, uno podía entrar a los camarotes,
que los instalaron como reservados para comer en las mesas con mayor intimidad, o bien instalaban mesas en la cubierta
del barco, para “echarse las birongas”...
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FOTO 28
Otra espectacular panorámica del "Restaurante El Bucanero". (Fototeca de Ximena Villagrán).
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FOTO 29
Vista de la proa del Restaurante "El Bucanero", en la Tegus ochentera, la época más feliz de mi feliz
vida en la capirucha... (Fototeca de Ximena Villagrán).
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FOTO 30
Otra vez la proa del restaurante “EL BUCANERO”". Se me olvidó escribir en el texto que la histórica
"Banda Blanca" grabó un video merenguero, de los que bailábamos en la Tegus ochentera... (Fototeca de
Ximena Villagrán).
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FOTO 31
Otra foto donde se aprecian los camarotes donde estaban las mesas para la "comilona". (Fototeca de
Ximena Villagrán).
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FOTO 32
Mi amiga Ximena Villagrán, hija del dueño del "Restaurante El Bucanero", atendiendo en el bar... Me
dice que todavía sabe algunas recetas de la época jejeje...
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FOTO 33
Otra foto de “EL BUCANERO”, sin duda uno de los restaurantes más bonitos que ha tenido la capital.
Hacen falta lugares así la verdad. Cuanta falta hacen en la ciudad...
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FOTO 34
Tarjeta postal del “RESTAURANTE LA CUMBRE”, que desde los años 80 del siglo pasado sorprende a
sus comensales con las mejores vistas de la ciudad desde sus terrazas en los riscos del Cerro El
Picacho. De noche, la ciudad parece un manto cubierto por luciérnagas fantásticas. Su ubicación y su
menú lo convierten en uno de los más exclusivos de la ciudad.
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FOTO 35
Fotografía del mítico “RESTAURANTE EL PATIO”, quizá el más emblemático restaurante de comida
criolla de la capital. Fundado en los años 70 en el centro de la capital, posteriormente abrió en los años
80 otro segundo establecimiento en el por entonces concurrido Bulevar Morazán. Ese nuevo local se
convirtió en el restaurante donde solían llevar a las celebridades que visitaban la capital: comieron ahí
estrellas como Cantinflas, Pedrito Fernández, Vicente Fernández y cuanto famoso llegara a la ciudad.
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FOTO 36
La famosa discoteca "EL CASTILLO" o "ROCK CASTLE", en el bulevar Juan Pablo II. A principios de los
90 causó furor en Tegus, y junto a otras discos ochenteras, como “Plaza”, “Metro” y “El Bucanero”, son
ya parte de la leyenda de la juventud tegucigalpense de la época...
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FOTO 37
Foto histórica de los años 90, que nos muestra de fondo el local de “ROCK CASTLE” sobre el Bulevar
Juan Pablo II, y en primer plano una carrera de carros. ROCK CASTLE o “EL CASTILLO” como le decían
los chavos fue un importante espacio de divertimento para la chavizada de la época.
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FOTO 38
Panorámica de los años 80 del “CENTRO COMERCIAL PLAZA MIRAFLORES”, importante plaza
comercial que antes de que vinieran los “MALL” sirvió como antesala de los grandes centros
comerciales al estilo norteamericano. Ahí se instalaron dos espacios fundamentales para el
divertimento de los jóvenes de esa época: uno fue “PATINES PLAZA”, una pista de patinaje que fue
sensación en la ciudad, y el otro fue “DISCO PLAZA MIRAFLORES”, una de las primeras discotecas
modernas de la capital, al estilo de las discos gringas.
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FOTO 39
La “DISCOTECA METRO” en el Bulevar Morazán fue sin duda de las que causó más sensación en los
años 80 del siglo XX. Era ultra moderna, al estilo de las Discos gringas, con pista iluminada al estilo de
la película “FIEBRE DE SÁBADO POR LA NOCHE”.
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FOTO 40
Un grupo de jóvenes departiendo en la pista de la Discoteca “Metro” en la Tegucigalpa de los años 80.
(Fuente: Página de Facebook de Cecilia Marquina, en:
http://www.facebook.com/cmarquina#!/cmarquina?closeTheater=1
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FOTO 41
Restaurante “BIGOS” de la colonia El Prado. Bigos fue sin duda la primera hamburguesería de rotundo
éxito en la capital. Creada a comienzos de los años 70, tuvo un éxito arrollador, por la delicia de su
famosa “salsa rosa”, el exquisito sabor de su carne y su precio relativamente competitivo. Para los
jóvenes ochenteros, Bigos se convirtió en el lugar donde tomarse “la penúltima cerveza”, pues los
chicos solían pasar por los locales después de asistir a las discotecas o bares, así que antes de irse a
dormir, se tomaban su última cervecita en esos locales que aún existen por media ciudad.
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FOTO 42
El famoso "Tito Aguacate", probablemente el bar o cantina más emblemático e histórico de Tegus, por su famoso trago "El
Calambre", degustado por famosos artistas y embajadores del Imperio... El "Calambre" se hace mezclando en un recipiente
de vidrio hielo, azúcar, vino tinto, extracto de limón y ginebra. Se agita vigorosamente y está listo para servirse. Según la
tradición capitalina, es uno de los mejores “desengomantes”, y un solo trago es suficiente para librarse de la resaca
producida por una agitada noche de copas. Eso sí, tres o más tragos pueden ser suficientes para volverse a emborrachar.
De acuerdo a los conocedores de la historia del susodicho trago, el “calambre” no se inventó en el Tito Aguacate. Es una
creación de Tacho Valle, un personaje de principios del siglo XX, hijo de un antiguo alcalde de Tegucigalpa. Este señor abrió
un negocio donde vendía libros, especies fiscales como timbres, papel sellado, estampillas y otros artículos justo en el
edificio del ayuntamiento presidido por su padre. Le añadió, anexa, una cantina. Todo eso era en la Avenida Cervantes. En
ese local, que se llamaba “El Bosque”, don Tacho inventó el “calambre”. Cogió el nombre de quienes lo tomaban, pues
decían que después de ingerirlo sentían en el cuerpo una contracción espasmódica o estremecimiento que les devolvía la
vida.
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FOTO 43
Aunque no es Tegucigalpa, esta foto de la familia BAHR merendando frutas en la mesa de su terraza
familiar en su residencia de San Pedro Sula nos ilustra la importancia que tenía la “comida familiar”
como práctica fraternal y de camaradería y sociabilidad a principios del siglo XX. (Fototeca del poeta
José González Paredes).
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FOTO 44
Anuncio comercial de principios del siglo XX de el Diario de Honduras, donde se ofertan los nuevos y
diversos productos importados de Europa, como vinos y licores finos. Esta nueva estrategia
publicitaria, ya consolidada en los medios de comunicación europeos y de Estados Unidos en el siglo
XIX, daba cuenta de la inserción de la Modernidad en la Honduras de la época liberal. (Colección Diario
de Honduras, ANH).
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