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Edición Digital Revista Natural...Mente Animal - Marzo de 2023

Revista mensual impresa y digital sobre animales de compañía, fauna silvestre y medio ambiente publicada por Natural...Mente Animal en Medellín, Colombia. Somos un movimiento de ayuda al medio ambiente sin ánimo de lucro.

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Cesar y la gata Fermina<br />

resumen <strong>de</strong> su crónica<br />

Recomendado<br />

Maibeth Restrepo<br />

Médica veterinaria- Medicina felina<br />

U. <strong>de</strong> A.<br />

Hace una semana murió Fermina. ¿Qué<br />

puedo <strong>de</strong>cir sobre ella? Que era mi gata,<br />

en la misma medida en que yo era su<br />

humano. Que me amaba al modo algo<br />

difícil <strong>de</strong> enten<strong>de</strong>r –no humano– en que<br />

los gatos saben amar y yo la amaba como<br />

se pue<strong>de</strong> amar a un gato que a<strong>de</strong>más es<br />

compañero <strong>de</strong> la vida <strong>de</strong> uno. Que tenía<br />

una forma <strong>de</strong> ser llena <strong>de</strong> matices que la<br />

hacían única, específica: con<br />

personalidad.<br />

Era mi gata. Un gato no es todos los<br />

gatos. Un gato es un individuo único y <strong>de</strong><br />

esta manera esa gata a la que yo llamé<br />

Fermina cuando llegó a nosotros era<br />

inconfundible con los otros individuos <strong>de</strong><br />

su especie.<br />

El mundo había dispuesto las<br />

condiciones para que yo por primera vez<br />

tuviera un gato propio. En mi familia<br />

siempre hubo gusto por los animales y<br />

estos forman parte <strong>de</strong> nuestra<br />

historiografía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los tiempos en que<br />

mi papá recorría las montañas <strong>de</strong>l Eje<br />

Cafetero con Tony, un pastor alemán que<br />

se fue más allá <strong>de</strong> los límites <strong>de</strong> la<br />

memoria y se me perdió en el olvido; y<br />

en la casa <strong>de</strong> los abuelos, en el cañón <strong>de</strong>l<br />

Samaná, las presencias más alegres<br />

tenían los nombres <strong>de</strong> Cartago y Póquer,<br />

los perros <strong>de</strong> la niñez. En nuestras<br />

primeras casas <strong>de</strong> Me<strong>de</strong>llín hubo una<br />

lora, Lorenza, y más tar<strong>de</strong> un gato,<br />

Gabriel. Lorenza murió entre vómitos en<br />

la casa <strong>de</strong>l zaguán. Gabriel acabó<br />

enmontado en Pueblonuevo, adon<strong>de</strong><br />

mamá lo mandó cuando se hartó <strong>de</strong> que<br />

le <strong>de</strong>járamos a ella los cuidados y la<br />

limpieza <strong>de</strong> la caca y los meados que el<br />

gato <strong>de</strong>positaba por todas partes –aún no<br />

se usaban los areneros–. Nunca más<br />

permitió que hubiera un perro o un gato<br />

con nosotros.<br />

Pasaron las décadas. Los niños <strong>de</strong>l<br />

edificio y mi tía Marta le dieron cobijo a<br />

una gata que llegó embarazada <strong>de</strong> la<br />

calle. Parió cuatro cachorritos y yo<br />

empecé a anunciarle a mamá el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong><br />

conservar alguno . Mis tíos conservaron a<br />

la madre, y a los otros tres me los trajo<br />

mi prima Lina sin darme opción. Ya que<br />

tanto hablaba, eran míos. La vida <strong>de</strong>cidió.<br />

De entrada, ellos hicieron por mí algo<br />

fundamental: por primera vez me<br />

sentí responsable <strong>de</strong> alguien.<br />

Repartí los nombres así: la<br />

anaranjada era niña y la llamé<br />

Fermina; las oscuritas eran niños y<br />

los llamé Florentino y Juvenal. Días<br />

más tar<strong>de</strong>, doña Amparo, la señora<br />

<strong>de</strong>l aseo, que era bruja y sabía <strong>de</strong><br />

todas las cosas <strong>de</strong>l mundo, aunque <strong>de</strong><br />

muchas <strong>de</strong> ellas mal, confirmó mis<br />

sospechas sobre la sexualidad <strong>de</strong> los<br />

gaticos. Entregué a Juvenal a la<br />

amiga. Semanas <strong>de</strong>spués regresó<br />

mamá y, a fin <strong>de</strong> conjurar cualquier<br />

resistencia suya, usé para recibirla un<br />

truco <strong>de</strong> relaciones públicas: la<br />

esperé en la puerta con Fermina y<br />

Florentino acunados en las palmas <strong>de</strong><br />

las manos. Bien se sabe que ninguna<br />

criatura <strong>de</strong>l planeta tiene mayor<br />

po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> seducción que un gato<br />

recién nacido. Mamá se enamoró en<br />

el acto.<br />

TEMA MÉDICO<br />

Fermina y Florentino se hicieron<br />

miembros <strong>de</strong> pleno <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> la familia.<br />

La cotidianidad estableció rutinas y<br />

costumbres. Por ejemplo, las puertas <strong>de</strong><br />

las habitaciones <strong>de</strong>jaron <strong>de</strong> cerrarse por<br />

las noches para que los nenés pudieran<br />

pasar <strong>de</strong> una a otra para dormir un rato<br />

con mamá, otro conmigo y otros tantos<br />

cazar fantasmas y corretear por la<br />

penumbra. A<strong>de</strong>más tuve que <strong>de</strong>socupar el<br />

cajón más gran<strong>de</strong> <strong>de</strong> mi escritorio, al que<br />

ellos ingresaban por un lado que yo no<br />

sabía que estaba abierto, y legárselo como<br />

su refugio inexpugnable. Descubrí,<br />

también, que les gustaba que los viera<br />

comer cuando les servía el cuido. Que les<br />

gustaba muchísimo estar conmigo. Y que<br />

sus personalida<strong>de</strong>s se parecían más a sus<br />

colores que a los roles asignados por el<br />

machismo mundial. Esto es, la oscura<br />

Fermina era más brusca, más <strong>de</strong>cidida,<br />

más imponente, un poco tóxica, pero<br />

también una compañera incondicional:<br />

tanto mía como <strong>de</strong> mamá y <strong>de</strong> D, pero,<br />

sobre todo, <strong>de</strong> Florentino.<br />

El domingo la noté triste. El lunes me<br />

percaté <strong>de</strong> que no estaba comiendo por su<br />

cuenta, así que le llevé bolitas <strong>de</strong> mecato.<br />

Llamé a la veterinaria, que <strong>de</strong> inmediato<br />

or<strong>de</strong>nó hospitalizarla; tenía una masa en<br />

el hígado<br />

Al final <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> regresé a la clínica; en<br />

cuanto nos oyó saludar a la directora,<br />

nuestra gata empezó a maullar. Allí<br />

estaba la veterinaria. Nos miró con<br />

<strong>de</strong>sconsuelo. Fermina se tranquilizó con<br />

nuestros mimos, pero en esas cinco horas<br />

se habían acumulado en su cuerpo todas<br />

las tragedias <strong>de</strong> la gatunidad. A los cinco<br />

minutos estábamos pensando en pedir<br />

que nos permitieran llevárnosla para la<br />

casa y hacer que pasara sus últimos días<br />

con Florentino y la gente que la amaba.<br />

Otros cinco minutos y estábamos<br />

tomando la <strong>de</strong>cisión más difícil. Una<br />

inyección, y todo fue calma y ausencia<br />

para la gata. Como dijo D, los <strong>de</strong> Fermina<br />

ya eran ojos que no miraban. Era 29 <strong>de</strong><br />

abril; anochecía.<br />

7

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