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La construcción de la imagen, desde un punto de vista político,
adquiere sentido cuando logra establecer vínculos con una
comunidad. La incidencia en la polis, desde el préstamo de
una imagen a la historia, es una forma de armar relatos. Ambas
cosas pueden estar presentes en el arte mural y ciertamente
lo están en aquella parte del trabajo de Román Díaz, que
logra generar pertenencia territorial cuando permite que los
habitantes del sitio participen de la pintura, disolviendo la
figura del autor como un ser individualizado, pasando este a
formar parte de un colectivo que une esfuerzos destinados a
componer asociaciones entre discurso e imagen.
A pesar de haber recibido una formación más teórica que
práctica, en el tiempo que la malla curricular de la Universidad
Católica de Valparaíso contemplaba poco espacio para los
talleres, el trabajo de Román logra representar texturas, brillos
y volumetrías, que evidencian un ejercicio sostenido dentro del
área del dibujo, donde se destaca la delicadeza de sus retratos.
Sin embargo, más allá de su dominio técnico en las áreas
tradicionales del arte bidimensional, dentro del cuerpo de obra
de este autor, resaltan inquietudes vinculadas a la identidad,
que se dejan ver a través del abordaje de la iconografía
del norte andino: flora, fauna, colores y representaciones
indigenistas; que también viene a ser reflejo del orgullo que
parecieran tener, por sus raíces, los habitantes de esta tierra.
En el sentido de pertenencia y mensaje, el arte de Román hace
política, sin llegar a ser panfletaria. No existe un partidismo, ni
propaganda que encubra intenciones poco transparentes. Un
arte vivo, que involucra al territorio y la identidad de quienes
lo habitan.
Victor García Guillén.
Licenciado en Artes Visuales.