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Los sucesos de Chicago (Mayo de 1886 y el proceso de Haymarket)

Las luchas obreras de mayo de 1886 en EEUU y, sobre todo, los acontecimientos que se desarrollaron en Chicago –en donde se condenó arbitrariamente a ocho activistas obrero-sindicales para “escarmentar” a los demás–, forman parte de los insumos que deben fortalecer al ejército proletario en su diario batallar.

Las luchas obreras de mayo de 1886 en EEUU y, sobre todo, los acontecimientos que se desarrollaron en Chicago –en donde se condenó arbitrariamente a ocho activistas obrero-sindicales para “escarmentar” a los demás–, forman parte de los insumos que deben fortalecer al ejército proletario en su diario batallar.

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1


Editorial Aurora

Caracas, 2023

Transcripción

Zenaida Marrero Z.

Revisión y edición

Carlos Aquino G.

Diagramación y diseño

Carolina Sandoval Q.

Portada

Grabado en madera de la «revuelta de Haymarket», de Thure

de Thulstrup (1848-1930), publicado en Harper’s Weekly

el 15 de mayo de 1886. Fragmento coloreado.

https://editorialaurora.home.blog

https://issuu.com/editorialaurora

2


3


E

l Primero de Mayo, como día internacional de

unidad y lucha de los trabajadores, tiene una

importancia y una vigencia que deben ser honradas

por las nuevas generaciones, para lo cual es

fundamental estudiar y reivindicar sus antecedentes,

asimilar su esencia y aprestarse a librar

los combates requeridos para las distintas conquistas

obreras y, especialmente, para la liberación

definitiva de toda forma de explotación.

Las luchas laborales que se llevaron a cabo en

EEUU en 1886 y, sobre todo, los históricos acontecimientos

que se desarrollaron en Chicago, en

donde se condenó arbitrariamente a ocho activistas

obrero-sindicales –de los que finalmente

ejecutaron a cuatro– para «escarmentar» a los

demás, forman parte de esos insumos que deben

fortalecer al ejército proletario en su diario batallar.

Las concepciones anarquistas y anarcosindicalistas

que poseía la mayoría de los «Mártires de

Chicago», no son impedimento alguno para que

un genuino comunista pueda reconocer el heroísmo,

valentía y firmeza que descollaron.

El texto que ponemos a su disposición fue extraído

del folleto Centenario de los sucesos en

Chicago (Editorial de la Agencia de Prensa

Nóvosti, Moscú, 1986), de Svetlana Askoldova,

Doctora en Historia egresada del Instituto de His-

4


toria de la Academia de Ciencias de la URSS. Adicionamos

un apéndice con datos biográficos de

los condenados en el «Proceso de Haymarket», y

la convocatoria al mitin de trabajadores del 4 de

mayo de 1886.

Finalmente, llamamos la atención del lector

sobre algunos detalles formales que encontrará a

lo largo del texto. En primer lugar, agregamos intertítulos

para facilitar la lectura y estudio del

material. En segundo lugar, las notas al pie de página

incorporadas especialmente para esta publicación

se marcaron como notas de la Editorial

(N. de la Edit.), y las del autor se conservaron sin

distintivo. En tercer lugar, los paréntesis pertenecen

al original, mientras que los corchetes denotan

adiciones y supresiones hechas por esta

Editorial.

Editorial Aurora

Abril de 2023

5


A

quel año de 1886 la Federación Estadounidense

del Trabajo [AFL, por sus siglas en inglés]

lo había declarado año de lucha por la jornada

laboral de 8 horas. Naturalmente, se había

planeado organizar reuniones, mítines, huelgas.

En una de las circulares de la Federación se decía:

Camaradas obreros, hemos entrado en la etapa

más importante de la historia del trabajo… Apoyándonos

sólo en nuestras propias fuerzas, nos prepararemos

para la lucha y arrancaremos la jornada laboral

de 8 horas a aquellos que se nieguen a introducirla

en mayo de 1886.

[…]

Camaradas obreros, vuestro deber ante vosotros

mismos, ante vuestras familias y vuestros descendientes

está claramente definido. Estamos dispuestos

a hacer determinados sacrificios para lograr la

disminución de la jornada laboral, el aumento de

los salarios, el mejoramiento de las condiciones de

trabajo y, consecuentemente, el aumento del promedio

de vida de los obreros. ¡La hora de actuar ha

llegado!

Ya en los últimos días de abril [de 1886] una

considerable parte de las organizaciones de trabajadores

había ya presentado sus reivindicaciones

de implantar la jornada de 8 horas o de reducir

de otra manera la que tenían.

Muchas insistían asimismo en que fuesen

subidos los salarios, reconocidos los sindicatos,

etc. Este movimiento cobró las mayores propor-

6


ciones en los grandes emporios industriales:

Chicago, Nueva York, Milwaukee, Cincinnati y

Baltimore, donde las organizaciones obreras

eran fuertes.

Hacia comienzos de mayo en la lucha participaban

340 mil trabajadores. Unos 150 mil de ellos

consiguieron que se les redujera la jornada sin recurrir

otra vez a las huelgas, puesto que una parte

de los patrones accedió a hacer las concesiones

reclamadas. Pero los 190 mil restantes tuvieron

que declararse en huelga.

Pese a la carencia de una acción única, la lucha

adquirió de inmediato un carácter masivo y

enérgico.

En Nueva York, la Central Obrera había fijado

para el 1 de mayo una manifestación general en

pro de la limitación de la jornada laboral.

Desde las seis de la tarde miles de obreros empezaron

a llenar la Union Square. Lo hacían en

forma organizada, llevando banderas, lemas y

pancartas. Se reunieron más de 20 mil personas

en total. En señal de solidaridad, participaron en

dicha actividad incluso quienes ya habían conseguido

no trabajar más de 8 horas.

En la tribuna se sucedían oradores que en

nombre de sus organizaciones apoyaban ese movimiento.

Figuraban entre ellos líderes sindicales

y socialistas. El mitin transcurría con calma.

Cierta inquietud cundió cuando en la plaza aparecieron

los policías. Al principio eran más de mil

y luego les llegó un refuerzo. Los policías habían

sido instruidos de una manera especial, para el

7


caso de que se diesen «circunstancias extraordinarias»,

pero ni siquiera su presencia impidió a

los obreros terminar el mitin tranquilamente.

Los días siguientes tuvieron lugar otras

reuniones. En vista de que la mayoría de los patrones

se negaba a satisfacer las reivindicaciones

planteadas, 45 mil obreros neoyorquinos comenzaron

una huelga. La mayor parte de ellos consiguieron

que se les redujera la jornada laboral.

Los primeros sucesos alarmantes se produjeron

a comienzos de mayo en Milwaukee 1 . Hacia

aquel momento se supo que los capitalistas de

esta ciudad habían hecho caso omiso de las

reivindicaciones obreras. Los trabajadores respondieron

con manifestaciones y huelgas masivas.

El 1 de mayo estaban en huelga ya más de 10

mil. Al anochecer las calles de Milwaukee se llenaron

de gente, salieron muchos huelguistas.

Una parte de las compañías accedió a hacer

concesiones; sin embargo, las luchas continuaron.

La atmósfera venía cargándose cada vez

más.

Entonces los capitalistas y la policía tramaron

una provocación. Habiéndose enterado de que el

3 de mayo debería realizarse una manifestación

de todos los trabajadores de Chicago 2 , hicieron

correr el rumor de que los socialistas estaban

comprando armas. Pero durante la propia manifestación

fueron los policías quienes –bajo el pretexto

de defenderse– usaron armas de fuego. Entre

los obreros hubo muertos.

1

Ciudad del estado de Wisconsin, ubicada al norte de Chicago (N. de la Edit.)

2

Populosa ciudad del estado de Illinois (N. de la Edit.)

8


La indignación crecía, pero los trabajadores

contenían su deseo de desquite, pues querían evitar

una masacre. Al día siguiente sus grupos organizados,

integrados cada uno por varios centenares

de personas, empezaron a recorrer todas

las empresas de la ciudad con el fin de preparar

el paro general.

El gobernador del estado de Wisconsin, J.M.

Rusk, convocó una reunión urgente de sus subordinados

y de los empresarios, para discutir las

«medidas a tomar». Entretanto, la policía comenzó

a disolver a los obreros a porrazos. Al

mismo tiempo el alcalde y el sheriff de Milwaukee

demandaron una inmediata ayuda militar.

El gobernador envió a la ciudad de Milwaukee

grandes contingentes de tropas. Las unidades

militares especiales arribaron a la región de Bay

View con la misión de proteger los bienes de los

dueños de la planta metalúrgica local. Los obreros

de esta empresa se dirigieron, organizados, a

través de toda la ciudad, hacia la oficina central

de la compañía. Cuando su reivindicación de implantar

la jornada de 8 horas fue declinada, el comité

huelguístico anunció el paro. En respuesta

la compañía declaró que despedía a todos los

obreros. En seguida se celebró un mitin. Los policías

comenzaron a disolver a los obreros, las tropas

abrieron fuego. Varios obreros cayeron

muertos.

El 6 de mayo la policía y las tropas lograron reprimir

una manifestación de los trabajadores.

Los líderes de las organizaciones obreras y los

9


miembros de los comités huelguísticos fueron

encarcelados.

Sin embargo, el movimiento no decreció, siguió

en aumento.

Las huelgas comenzaron en esta ciudad aun

antes del 1 de mayo. Una de ellas, la que tuvo lugar

en la fábrica de McCormick, duró varias semanas

y fue aparejada de un lockout. 3 .

A fines de abril se sumaron a la lucha los cargadores

de los principales ferrocarriles del Medio

Oeste: fundaron su organización y eligieron un

comité huelguístico que en nombre de ellos exigió

a los patrones la jornada a 8 horas sin disminuir

los salarios. Los propietarios de los ferrocarriles,

agrupados en su asociación general, declinaron

estas reivindicaciones. El 30 de abril los

cargadores comenzaron la huelga, en la cual hacia

el 4 de mayo participaban ya más de 2.500 de

ellos.

Cuando la Illinois Central Company se negó a

satisfacer las demandas mencionadas, sus cargadores

abandonaron el trabajo y convocaron un

mitin urgente. El obrero Dick Greydee les instó a

entrar en el sindicato correspondiente que formaba

parte de la Orden de los Caballeros del Trabajo

4 y a declarar la guerra a los patrones. Un representante

de la compañía amenazó a los huel-

3

Cierre patronal de la fábrica o empresa, dejando a los obreros sin trabajo (N. de

la Edit.)

4

Organización sindical semiclandestina, con características ritualistas, constituida

a inicios del último tercio del siglo XIX (N. de la Edit.)

10


guistas con el despido, pero ellos no se replegaron.

Los cargadores, junto con los empleados que

registraban las cargas, se dirigieron, organizados,

hacia la sede del sindicato.

Los patrones contrataron a esquiroles 5 y obligaron

a trabajar en la carga y descarga a los empleados

de la compañía, bajo protección de la policía.

No obstante, las líneas principales no funcionaban.

Al poco tiempo la situación de los patrones se

complicó más aún, porque los guardagujas 6 , solidarizándose

con los huelguistas, se negaron a

atender los convoyes cargados por los esquiroles.

Por eso una parte de los empresarios empezó a

mostrarse propensa a hacer concesiones. Pero la

mayoría de ellos se negaba a satisfacer las reivindicaciones

de los huelguistas y decidió combatirlos

con todos los medios (entre otros, reforzar los

grupos de policías, incluir a los huelguistas en las

«listas negras» y demandar del Congreso de

EEUU que «tomase las medidas pertinentes»).

A fines de abril comenzaron a actuar asimismo

los obreros de los talleres ferroviarios, de

varias fábricas madereras, del sistema de suministros

de gas y los fontaneros. En el movimiento

en pro de la jornada de 8 horas participaban también

todos los trabajadores de las fábricas conserveras

de carne.

El 1 de mayo se sumaron al paro otros 30 mil

5

«Persona que se presta a ocupar el puesto de un huelguista.», Real Academia Española,

Diccionario de la lengua española, 23ª edición, 2014 (N. de la Edit.)

6

«Empleado que tiene a su cargo el manejo de las agujas en los cambios

de vía de los ferrocarriles, para que cada tren marche por la vía que le corresponde.»,

Real Academia Española, idem (N. de la Edit.)

11


obreros de las mayores fábricas de muebles, de

las de cobre, siderúrgicas y madereras. Más grande

aún era el número de participantes en las manifestaciones

y mítines. Aquel día dejaron de

funcionar dos tercios de las empresas industriales

de Chicago. La vida oficial se vio paralizada; el

comercio y las operaciones financieras, interrumpidos.

La Central Obrera convocó un mitin

al que acudieron 25 mil trabajadores y en el cual,

entre otros, hablaron August Spies, Albert Parsons,

Samuel Fielden y Michael Schwab, quienes

exhortaron a los obreros a defender con perseverancia

sus intereses y actuar con denuedo y resolución.

Desde que empezó el paro general, las autoridades

no dejaron de provocar a sus participantes

para que emprendiesen acciones susceptibles de

servirles de pretexto para desatar represiones

masivas.

Procurando no dejarse provocar, los huelguistas

se portaban con entereza y organización en el

curso de las luchas. Al protestar contra las arbitrariedades

de los órganos del poder, 12 mil de los

mismos se reunieron en un mitin cerca de la fábrica

de McCormick para exigir que se pusiese fin

a las fechorías de la policía. En este mitin hablaron

Parsons y Schwab.

Pero la policía prosiguió actuando como antes.

Así fue también el día 3 de mayo, en que el sindicato

reunió a los huelguistas en las inmediacio-

12


nes de la misma fábrica para debatir las reivindicaciones

por presentar a los patrones. A petición

de los obreros, la Central Obrera de Chicago envió

a Spies en calidad de su representante en la

reunión. Pero este orador socialista no pudo concluir

su discurso, porque justamente en aquel

momento en la fábrica de McCormick había terminado

el turno de día y de allí comenzaron a salir

los esquiroles, cuya aparición hizo montar en

cólera a los obreros de dicha empresa que estaban

en huelga.

Entonces la policía, llamada por los patrones,

abrió fuego contra todos los reunidos. Seis de éstos

cayeron muertos y muchos fueron heridos.

Aquel mismo día Spies redactó un artículo,

motivado por la amargura y la ira, calificando en

él a los patrones y a los policías de asesinos. Dirigiéndose

a los obreros, decía en dicho escrito:

Sus patrones enviaron contra ustedes a sus sabuesos

–policías–, quienes mataron esta tarde a seis

hermanos suyos de la fábrica de McCormick… Les

mataron a pobres desdichados, porque ellos, igual

que ustedes, tuvieron el coraje de desobedecer la

suprema voluntad de los dueños. Les mataron, porque

ellos habían osado pedir que se les redujera las

horas del trabajo pesado. Les mataron para demostrarles

a ustedes, «libres ciudadanos de América»,

que deben estar satisfechos y contentos con cuanto

sus amos tengan la condescendencia de permitirles,

si no quieren ser asesinados. Años ustedes están

sufriendo las máximas humillaciones; años ustedes

están también sufriendo desmesurables iniquidades…

Si ustedes son hombres, si ustedes son hijos de

sus antepasados que habían derramado su sangre

13


por hacerles libres, deben reunir sus fuerzas hercúleas

y destruir a este hediondo monstruo que pretende

destruirles. 7

Cuando más de mil ejemplares de este texto

redactado por Spies fueron divulgados en las numerosas

reuniones efectuadas la misma noche,

brotó la idea de organizar al día siguiente, en la

plaza de Haymarket, un mitin de protesta contra

las matanzas. La promovió el grupo «Lehr und

Wehr Verein» 8 , por iniciativa de George Engel y

Adolph Fischer. Muchos sindicatos la apoyaron.

Al prepararse para este nuevo mitin, sus organizadores

no se proponían oponer su propia

fuerza armada a la de la policía. La notificación

sobre el mitin, difundida al día siguiente por la

mañana en las organizaciones obreras, llamaba a

protestar con calma y sin entrar en choques con

la policía.

Así, pues, el 4 de mayo a las siete y media de la

noche unos dos o tres mil obreros acudieron a la

plaza de Haymarket. August Spies, Albert Parsons

y Samuel Fielden, quienes condenaron en

sus discursos a las autoridades y a los patrones,

tampoco hicieron incitación alguna a la lucha armada.

Spies, por ejemplo, hablando de cómo venía

desarrollándose el paro general y de los sucesos

registrados en las 48 horas anteriores, dijo que

7

Henry David, The History of the Haymarket Affair, Russell and Russell, New York,

1958, pp. 191-192.

8

«Asociación de Enseñanza y Defensa», una organización miliciana fundada en

Chicago en 1875 (N. de la Edit.)

14


las autoridades habían difundido rumores de que

el mitin fue convocado para provocar nuevos disturbios,

pero que el objetivo real de éste consistía

en discutir hechos bien conocidos por todos. Señaló

que la culpa por la violencia de que vinieron

aparejadas a veces las huelgas, la tenían los patrones,

quienes no reparaban en nada con tal de

amortiguar la legítima cólera de los obreros a

quienes explotaban y de hacerles desistir de sus

reivindicaciones también legítimas. Insistió en

que McCormick debía responder por la matanza

de varios obreros realizada el 3 de mayo. Agregó

que en Chicago de 40 a 50 mil obreros se estaban

muriendo de hambre, porque los jefes de las mismas

no podían aguantar la imposición por parte

de un reducido número de despojadores ni oponerle

una resistencia eficaz 9 .

Este orador habló también del papel poco decoroso

que venía desempeñando la prensa burguesa

de Chicago: tergiversaba los hechos, defendía

a los capitalistas y acusaba a los obreros. Spies

no exageraba en absoluto. Por ejemplo, el Chicago

Tribune llamó «multitud embrutecida» a los obreros

reunidos en el mitin, defendía abiertamente

al asesino de McCormick y elogiaba a la policía

que había abierto fuego contra los obreros. Al informar

al otro día de los acontecimientos en la

plaza de Haymarket, exhortó a aplastar el anarquismo

y el comunismo puesto que representaban

un gran peligro para la nación.

Parsons, en la parte principal de su discurso,

9

Henry David, Op. cit., pp. 199-200.

15


comentó las penosas condiciones de trabajo y de

vida de los obreros. Manejando datos irrefutables

de estadísticas oficiales, explicó que los obreros

reciben sólo el 15% de los bienes materiales que

producen, apropiándose del resto un pequeño

puñado de capitalistas. El alcalde de Chicago,

Carter Harrison, quien escuchó a Parsons, dijo

que fue un discurso audaz contra el capital.

Parsons manifestó que los capitalistas pregonaban

con hipocresía que el movimiento en pro

de la jornada de 8 horas era peligroso para la sociedad,

pretendiendo justificar de tal modo el

trato brutal que daban a los trabajadores: «Toda

vez que ustedes demandan un incremento en el

pago, ellos llaman a la milicia, al sheriff y a los

hombres de Pinkerton para disparar contra ustedes,

para golpearles con porras y para matarles en

las calles. Yo no estoy aquí para tratar de incitar a

nadie, sino para exponerles los hechos tales como

son, incluso si esto me va a costar la vida antes de

que llegue la mañana» 10 .

A Fielden le tocó ser el último orador. Él habló

de la explotación capitalista y de las atrocidades

que se permitía la burguesía para reprimir el movimiento

obrero. «Los obreros nada pueden esperar

de la legislación –dijo–… La ley es solamente un

biombo para aquellos que les esclavizan» 11 .

En aquel instante comenzó a llover y casi la

mitad de los reunidos se marchó del mitin que estaba

ya terminando. De repente arribó a la plaza

un nutrido grupo de policías, que se concentró

10

Henry David, Op. cit., p. 201.

11

Henry David, Op. cit., p. 202.

16


junto a la improvisada tribuna.

Como se conocería más tarde, unos 200 policías

habían sido instruidos con antelación en

cómo «restablecer el orden».

Sin embargo, hasta el alcalde de Chicago,

quien asistió al mitin casi hasta el fin, estaba convencido

de que los policías eran completamente

innecesarios en la plaza de Haymarket, por lo

cual fue a la comisaría, donde dijo al capitán Bonfield

que nadie había instigado a los reunidos a

usar la fuerza, que nada de lo que requiriese la intervención

había sucedido ni sucedería, y que sería

bien que el capitán diese la orden de disolver

el grupo enviado a la Haymarket. Bonfield contestó

al alcalde que él ya había decidido hacerlo

con base en la información de que disponía.

Sin embargo, los policías estaban en el mitin.

A la policía y a quienes se encontraban detrás no

les convenía un desenlace pacífico. No cabe duda

de que existió un plan trazado con el fin de provocar

un incidente serio al objeto de utilizarlo

luego para destruir al movimiento obrero y acabar

con sus líderes. A juzgar por cuanto pasaría la

estratagema no falló.

Todo sucedió en contados minutos. Uno de los

oficiales de policía empezó por dirigirse a los congregados

en la plaza demandando que se marchasen

de allí inmediatamente. Fielden, obligado

a abandonar la tribuna, sólo pudo decir en respuesta:

«Nuestro mitin es pacífico…». En aquel instante

se vio volar en el aire una bomba que cayó

y estalló entre los dos grupos en que estaban di-

17


vididos los policías. Muchos de éstos se desplomaron.

Uno cayó muerto. Los policías no vacilaron

en abrir fuego contra los obreros. Disparaban al

azar… Los obreros, horrorizados, se dispersaron.

Pasados varios segundos, la plaza estaba casi

vacía, quedaban sólo los que no podían abandonarla:

heridos o muertos a causa de las acciones

policíacas.

Así concluyó la «rebelión de Haymarket», como

las autoridades denominaron aquel mitin pacífico,

y comenzó el «proceso de Haymarket».

El estallido de aquella bomba y la muerte de

un policía desataron las manos de los «guardianes

del orden público». Como escribió Sorge, «resonó

un ensordecedor grito de venganza y de furia

que emitieron las autoridades y los ciudadanos, los

custodias y “héroes” de la ley y el orden público. Todas

las garantías constitucionales y legales de la libertad

y seguridad personal fueron pisoteadas,

toda garantía de protección individual fue rechazada,

volviendo a imponerse en la ciudad el despotismo

arbitrario de la policía, la brutal policía de

Chicago» 12 .

En la ciudad comenzaron las detenciones y los

registros generales. Fueron apresados todos los

activistas conocidos del movimiento sindical y

obrero, prohibidas todas las organizaciones

anarcosindicalistas y clausurados sus órganos de

12

Friedrich A. Sorge, Labor Movement in the United States, Greenwood Press, 1977,

pp. 214-215.

18


prensa. Los directores y editores del Arbeiter

Zeitung [«Periódico de los Trabajadores»] fueron

encarcelados. La policía se ponía a vigilar a cuantos

intentaban defender a los presos. Quedaron

proscritas todas las reuniones obreras. Bajo el

pretexto de protegerse «contra los atentados posibles»,

las autoridades militares mantuvieron

listo para el combate un regimiento de infantería.

Los patrones formaron grupos especiales al

objeto de «preservar el orden y la propiedad».

La prensa reaccionaria reclamaba que los líderes

obreros presos fuesen ejecutados sin demora.

El New-York Tribune divulgaba el infundio de que

los obreros habían estado esperando en la plaza

de Haymarket a los policías para vengarse por

sus compañeros muertos. Sólo unos pocos periódicos

reprodujeron los acontecimientos con veracidad

y denunciaron a los reales culpables de la

violencia. Así, el John Swinton’s Paper escribió:

No hay motivo alguno para dudar de que los discursos

de los oradores hubieran terminado en

calma y paz, a la hora habitual de las diez de la noche,

si no hubiera acudido a la plaza un grupo armado

o si este grupo se hubiera abstenido de los intentos

de frustrar el mitin, que no presentaba síntoma

alguno de tumulto… 13

August Spies, Samuel Fielden, Michael Schwab,

Adolph Fischer, George Engel, Oscar Neebe

y Louis Lingg fueron detenidos.

La policía no logró capturar a Albert Parsons.

Éste, al enterarse de que lo reclamaba la justicia,

se sentó por su propia voluntad en el banquillo de

13

Henry David. Op. cit., p. 214.

19


los «acusados», solidarizándose con sus compañeros.

Siendo uno de los líderes de los obreros de

Chicago creía que su deber era denunciar en público

las provocaciones fraguadas y defender a

los obreros. «Ellos me matarán, pero yo no he podido

quedarme en libertad conociendo que mis camaradas

estaban aquí y que habrían de verse castigados

por algo de que son inocentes igual que

yo…» 14 .

A todos ellos les incriminaron formalmente el

haber instigado a los asesinatos y el haber asesinado

un policía. Pero, en rigor, les instruyeron un

proceso por sus ideas políticas. Al decir de Sorge,

«el socialismo, el comunismo y el anarquismo –y

hasta el movimiento obrero– están ahora sentados

en el banquillo de los acusados» 15 .

Los juristas ni siquiera lo ocultaban. Por ejemplo,

el fiscal Grinnel declaró lisa y llanamente

que Parsons y sus compañeros serían procesados

por haber dirigido las manifestaciones obreras.

«Ellos no son más culpables que los miles que le siguen

–dijo, reclamando a continuación–: condenen

a estos hombres para aleccionar a los demás,

ahórquenles para salvar nuestras instituciones,

nuestra sociedad» 16 .

El fallo definitivo, referente al proceso por incoarse

a los revolucionarios, lo debía dictaminar

el Gran Jurado reunido el 17 de mayo. Como comentaría

más tarde uno de los abogados defen-

14

Henry David. Op. cit., p. 237.

15

Friedrich A. Sorge, Op. cit., p. 216.

16

Albert R. Parsons, Anarchism: Its Philosophy and Scientific Basis, Chicago, 1887,

p. 53.

20


sores, todo el mundo comprendía que los magnates

famosos que integraban dicho jurado habían

sido seleccionados con un fin determinado. No es

de extrañar que los círculos gobernantes manifestasen

su satisfacción con este motivo. La

prensa capitalista predecía: «Es indudable que

Spies, Parsons, Schwab y otros instigadores del crimen

serán entregados a los tribunales» 17 .

En efecto, el Gran Jurado dictaminó precisamente

este fallo.

La selección de los jurados no fue menos tendenciosa.

Había de elegirse doce personas para

actuar como tales. De mil candidatos presentados

sólo seis eran obreros y, por supuesto, fueron

rechazados. Más aún, fueron declinadas las candidaturas

de cuantos habían tenido contacto alguno

o habían simpatizado con las organizaciones

obreras.

Conforme a la ley, los jurados debían ser absolutamente

imparciales. Pero el juzgado hizo caso

omiso también de este requisito. La mayoría de

los que se desempañarían como tales en el «caso

Haymarket» declararon, de inmediato, que tenían

una idea completa de los acontecimientos.

Todos los jurados eran patrones o personas que

dependían de sus patrones, profesaban un odio

abierto a los obreros y eran firmes enemigos del

socialismo.

El proceso comenzó el 15 de julio. Los procesados

fueron acusados de haber atentado contra la

Constitución, la Declaración de la Independencia

17

The New-York Tribune, May 17, 1886.

21


y la libertad del pueblo estadounidense, así como

de haber participado en un complot y de estar implicados

en asesinatos.

Hubo «testigos», instruidos, naturalmente,

con antelación. Eran los provocadores Waller,

Schrade y Seliger. Pero sus declaraciones resultaron

ser poco convincentes. Así, Waller, cuya hermana

informaría más tarde que él había sido

comprado por el capitán de policía Schaack por

una considerable suma de dinero, debía testificar

que los acusados se habían «confabulado» y tenían

decidido lanzar una bomba contra los policías

en la plaza de Haymarket; pero se confundió

en sus declaraciones, pues, al contestar a las preguntas

que se le formularon, dijo que la policía se

había presentado en el mitin inesperadamente

para todos.

La afirmación de otro testigo de cargo –Gilmer–

de que la bomba había sido tirada por Schnaubelt

[cuñado de Schwab], Fischer y Spies, fue

desmentida por muchos que habían estado en la

plaza Haymarket y declararon que Spies en aquel

instante estaba a la vista de todos, en la tribuna,

mientras que Fischer se hallaba en otra reunión.

En lo que se refería a Schnaubelt, el mentiroso de

Gilmer ni siquiera pudo describir su físico.

Así fueron los «testigos» de cargo. Pero, pese a

que las declaraciones que hicieron eran evidentemente

falsas, los acusadores no admitieron

ningún mentís 18 . Y en razón de que las «pruebas»

de la «culpa» eran muy flojas, se valieron de frag-

18

«Declaración o comunicado que desmiente algo o a alguien o niega su veracidad.»,

Real Academia Española, idem (N. de la Edit.)

22


mentos de los discursos que habían pronunciado

los acusados en distintas reuniones y de los artículos

que habían publicado. Estaba absolutamente

claro que a los procesados se les incriminaban

sus convicciones políticas.

El 20 de agosto el tribunal dictaminó el veredicto.

Pese a que se había comprobado de facto la

inocencia de los acusados, siete de ellos fueron

condenados a la pena capital 19 , y Neebe a 15 años

de trabajos forzados. La apelación que elevaron

los defensores a la Corte Suprema del estado de

Illinois y a la Corte Federal para que el caso fuese

revisado, resultó inútil. El veredicto conservó su

vigencia.

La burguesía de Chicago y de todo el país cantaba

victoria, haciéndolo con el máximo cinismo.

El Chicago Tribune habló de la «satisfacción general

con que fue acogido el veredicto del jurado» y lo

calificó de una «prueba de que la legislación de

EEUU es lo suficientemente poderosa como para

proteger a la sociedad contra las conspiraciones de

los asesinos extranjeros organizados», sosteniendo

a continuación que la importancia de dichos

veredictos «se extiende… mucho más allá de

los límites locales», puesto que no sólo «extirpó el

anarquismo en Chicago, sino que también ha advertido

a toda esta camada de víboras del Viejo

Mundo: a los comunistas…, a los socialistas…, a los

anarquistas… de que no pueden venir a este país y

abusar de su hospitalidad y de la libertad de palabra»

20 .

19

Spies, Parsons, Fischer, Engel, Lingg, Schwab y Fielden (N. de la Edit.)

20

The Chicago Tribune, August 21, 1886.

23


Los comentarios reproducidos demuestran,

en rigor, la causa real de la pena dictada a los revolucionarios.

La clase gobernante de EEUU

creyó que, habiéndola inspirado, logró lo que durante

varias décadas habían venido procurando

los políticos, filósofos y periodistas a su servicio:

convencer a la clase obrera nacional de que el socialismo

le era «ajeno» y «carecía de perspectivas»

en el contexto de la «democracia reinante en

este país».

Los discursos que pronunciaron los procesados,

igual que todo el comportamiento de éstos,

fueron un dechado de valentía y entereza. No

sólo desmintieron tajantemente las acusaciones

formuladas, sino que también denunciaron el intríngulis

político de la provocadora «causa penal»

amañada por las autoridades del estado de

Illinois: primero calumniar y castigar a los líderes

de los trabajadores y después destruir al propio

movimiento obrero.

Spies dijo ante el tribunal que el proceso que

les fue instruido demostró que en el país cualquiera

podría ser acusado de conspirador y, en

casos determinados, de asesino; que esto era válido

para cada miembro del sindicato, de la Orden

de los Caballeros del Trabajo 21 o de cualquier otra

organización obrera. Calificó el veredicto de arbitrariedad

total. Volvió a subrayar que la única

culpa de él y de sus compañeros consistía en volcarse

al movimiento por acabar con la opresión y

los sufrimientos. Reconoció que ellos, realmente,

21

Véase la nota 4 (N. de la Edit.)

24


habían exhortado al pueblo a prepararse para los

cambios impetuosos por sobrevenir y que precisamente

por eso fueron condenados.

Advirtió, dirigiéndose a la burguesía de EEUU,

de que se equivocaba creyendo que, al ahorcarles

a ellos, podría destruir el movimiento obrero, en

el cual buscaban su salvación millones de hombres

que no recibían en recompensa de su trabajo

nada sino penas y miseria. Señaló que al ahorcarles

a ellos apagarían la chispa, pero que ya por doquier

se habían estado prendiendo las llamas, y

los capitalistas eran impotentes de sofocarlas.

Concluyó diciendo que si la muerte era el castigo

por haber revelado la verdad, él pagaría con orgullo

y sin miedo aquel precio tan elevado.

Fischer, después de demostrar que no estaba

implicado en la explosión de la bomba que se produjo

el 4 de mayo, dijo que él y sus camaradas

eran condenados a la pena capital por las ideas y

convicciones que propugnaban. «Este veredicto es

un golpe mortal contra la libertad de palabra, la libertad

de prensa y la libertad de pensamiento en

este país; y el pueblo tomará conciencia de ello

también» 22 .

Lingg declaró que la «conspiración» que se les

imputaba no era sino la de la unidad de ideas,

convicciones y anhelos en la actitud hacia el

monstruoso e injusto sistema capitalista. Dijo

que el fiscal y los jueces, quienes obraban contra

la legalidad en aquel proceso, estaban comprados.

Exclamo: «Les odio a ustedes, a su orden y sus

22

The Chicago Martyrs, Op. cit., p. 21.

25


leyes; odio su poder que se sostiene sobre la fuerza.

¡Ahórquenme por ello!» 23 .

El discurso de Parsons, el tribunal lo tuvo que

oír en dos sesiones, el 8 y el 9 de octubre. Parsons

habló con detalles sobre la lucha que había venido

librando el proletariado estadounidense

contra el yugo capitalista, expuso la historia del

socialismo y el anarquismo en EEUU y se detuvo

en el trabajo que había realizado junto con sus

compañeros en el seno de la clase obrera.

Demostró cuál era el verdadero intríngulis de

la inventada versión sobre el «complot»: el movimiento

en pro de la jornada de 8 horas había comenzado

a tomar proporciones colosales y la burguesía

se asustó de que «las grandes bolsas de comercio

se vieron convulsionadas por recelos de una

rápida baja de precios en el caso de que el paro a

favor de la jornada de 8 horas tuviera éxito. Las industrias

permanecían paralizadas, porque miles

de obreros estaban parados, envueltos en el movimiento

de 8 horas. Debía hacerse algo para parar

este movimiento… que tenía la mayor fuerza en el

Medio Oeste, en Chicago, donde 40 mil obreros estaban

en huelga por 8 horas de trabajo…, algo para

dar un ejemplo a ellos, una lección que, al decir del

Times, obligaría a los demás a la sumisión… Repito

que los hombres de Nueva York que fueron capaces

de sugerirlo, son también capaces de llevarlo a

efecto. ¿Acaso esto no les cuesta a ellos los millones

de dólares anuales para hacerlo?» 24 .

23

Idem, p. 23.

24

Idem, p. 74.

26


Parsons denunció la farsa que habían montado

los falsos testigos, el fiscal y el juez, y demostró

que todo el proceso era una conspiración –pagada

por los millonarios de Chicago– que se había

tramado contra la libertad. En la cárcel, Parsons

terminó, poco antes de ser ejecutado, un libro en

que expuso sus criterios referentes al desarrollo

de la sociedad. Lucy Parsons 25 , su viuda, simpatizante

siempre de los encausados, consiguió más

tarde publicar los discursos de los ejecutados, los

documentos del proceso y el libro de su esposo.

Los compañeros de lucha de Parsons lograron

editar dicho libro en Chicago en 1887, año en que

en Londres fueron impresos también los discursos

que habían pronunciado los enjuiciados en el

tribunal.

La noticia referente a los sucesos en Chicago

se divulgó por el mundo. Las máximas simpatías

y solidaridad se manifestaban hacia los procesados,

«mártires de la lucha por la causa obrera y por

la libertad». El gobernador de Illinois recibió de

todos los países peticiones y solicitudes de que indultase

a los condenados, firmadas por individuos

y en nombre de organizaciones enteras

–Bernard Shaw, la Cámara de Diputados de Francia,

el Concejo Municipal de París y el del Departamento

del Seine, obreros de Francia, Rusia, Italia,

España–.

25

Lucy Eldine González Parsons, 1851-1942 (N. de la Edit.)

27


En defensa de los condenados se manifestaron

varias eminencias de la justicia y de la vida

pública de EEUU: Henry D. Lloyd [reconocido periodista

y activista político progresista]; Lyman

Trumbull, veterano senador; Stephen S. Gregory

[destacado abogado de Chicago]; Lyman Gage

[economista de oficio y político]; Robert G. Ingersoll

[veterano de la Guerra Civil, eminente abogado,

político y orador].

Los proletarios estadounidenses vieron una

vez más la fisonomía verdadera de las autoridades

públicas y judiciales. La mayoría de ellos, pese

al terror desatado contra sus organizaciones a

raíz de los acontecimientos relatados, manifestó

su indignación por el arbitrario veredicto. Los

que eran internacionalistas, calificaban las acciones

de las autoridades de Chicago de atentado

contra las propias organizaciones obreras y contra

las libertades democráticas en general.

El Congreso del Partido Obrero Socialista,

reunido en septiembre de 1887, declaró que este

partido y otras organizaciones obreras consideraban

injusto el fallo del juzgado, puesto que había

sido impuesto por la prevención y el odio de

clase. En la resolución que adoptó, se decía:

Fue admitido por todos que ninguno de los condenados

había tirado la bomba… y nosotros no podemos

hallar conexión alguna entre lo que profesa

un individuo y los actos de una persona desconocida,

porque es un hecho que hasta ahora nadie

sabe quién tiró la bomba. No podemos comprender

cómo es posible conocer los motivos que guiaron a

esta persona desconocida. De acuerdo con los testimonios,

el mitin en el cual fue lanzada la bomba,

28


era pacífico y hubiera terminado de una manera

pacífica, si la policía no se hubiera entrometido ilícitamente

para disolverlo. Por eso nosotros declaramos

que el fallo es una arremetida contra la libertad

de palabra y contra la libertad de reunión, y que

la ejecución será un asesinato judicial. 26

En la Orden de los Caballeros del Trabajo, [Terence]

Powderly y sus allegados no ocultaban su

animadversión hacia los mártires de Chicago. En

la Asamblea General que la misma efectuó en

1887, Powderly manifestó (comentando una resolución

que había sido propuesta para condenar

el premeditado asesinato de los líderes obreros)

que más valía ahorcar siete veces a unos siete que

permitir que la Orden fuese mancillada por haber

tenido contactos con elementos destructores

27 .

Los militantes de la base de la Orden de los Caballeros

del Trabajo tenían otros estados de

ánimo. Aún en el verano 28 de 1886 la asamblea de

éstos, cuyo miembro era Parsons, recibió la indicación

de expulsarlo de sus filas, pero se negó a

hacerlo. En noviembre del mismo año la asamblea

distrital de Chicago adoptó varias resoluciones

en que se manifestaban simpatía con los condenados

y se proponía ir recaudando dinero para

organizar su defensa.

En octubre de 1886 el semanario de la Orden

los Caballeros del Trabajo comenzó a publicar las

autobiografías de los mártires de Haymarket

26

Report of the Proceedings of the Sixth National Convention of the Socialistic Labor

Party, held at Buffalo, N.Y., Sept. 17, 19, 20 & 21, 1887, New York Labor News

Company, 1887, pp.16-17.

27

Terence V. Powderly, Thirty Years of Labor, Columbus, 1890, pp. 285-286.

28

En EEUU es de junio a septiembre (N. de la Edit.)

29


condenados a muerte en el tribunal de Illinois

«por haberse valido de la libertad de palabra».

La Asamblea de los Caballeros del Trabajo, del

distrito de Nueva York, declaró brindar su ayuda

moral y material a los condenados. Junto con la

Central Obrera neoyorquina apoyó el llamamiento

firmado por 14 famosos líderes del movimiento

sindical, instando a las organizaciones

obreras a que realizaran manifestaciones y mítines

de protesta contra el ilícito veredicto.

El 20 de octubre tales mítines obreros se celebraron

en Nueva York, Chicago y algunas otras

ciudades. Sin embargo, este movimiento de protesta

contra la sentencia dictada y contra la ofensiva

que había lanzado la burguesía no pudo cobrar

grandes proporciones, por carecer de una

dirección única y combativa.

Esto permitió a la burguesía estadounidense

ensañarse fácilmente con los encausados.

El 11 de noviembre de 1887 Parsons, Spies, Fischer

y Engel fueron ejecutados en la horca. Estos

mártires dirigieron sus postreras palabras a la

clase obrera. Para Fielden y Schwab la pena capital

fue reemplazada por cadena perpetua.

Los ejecutados y Lingg, fallecido en la cárcel 29 ,

fueron enterrados en el cementerio de Waldheim,

de Chicago. Sus funerales desembocaron

en una genuina manifestación de solidaridad

obrera: 25 mil personas acudieron a rendir el último

tributo a sus hermanos de clase y de lucha.

29

El día antes de la ejecución, accionando en su boca un detonador que le proporcionó

de contrabando un compañero de prisión (N. de la Edit.)

30


Durante años los obreros y los medios democráticos

demandaron revisar el caso Haymarket.

El 26 de junio de 1893, J.P. Altgeld, nuevo gobernador

de Illinois, perdonó a Fielden, Schwab y

Neebe, que estaban presos. Al dictar el acta de indulto,

señaló que estos hombres, igual que sus

compañeros, eran inocentes, y que el castigo que

recibieron había sido resultante de la sicosis y de

una flagrante violación de las normas jurídicas. 30

En el mismo año de 1893 los obreros de

Chicago erigieron un obelisco sobre la tumba de

los mártires de Haymarket.

* * *

30

Véase Gov. John P. Altgeld’s Pardon of the Anarchists and his Masterly Review of

the Haymarket Riot [«Indulto del gobernador John P. Altgeld a los anarquistas y

su magistral revisión de los disturbios de Haymarket»], Lucy E. Parsons,

Chicago, 1915 (N. de la Edit.)

31


August Spies, nació en Alemania el 10 de diciembre de 1855.

Emigró a EEUU con su madre y hermanos en 1872. Activista, articulista

y editor de Arbeiter-Zeitung («Periódico de los Trabajadores»).

Tenía casi 32 años al momento de la ejecución.

Albert R. Parsons, nació en Alabama (EEUU) el 20 de junio

de 1848. Periodista y activista. Tenía 39 años al momento

de la ejecución.

32


Adolph Fischer, nació en Alemania en 1858. Emigró a EEUU con

su familia en 1873. Tipógrafo e impresor de Arbeiter-Zeitung. Tenía

29 años al momento de la ejecución.

George Engel, nació en Alemania el 15 de abril de 1836.

Emigró a EEUU en 1872. Obrero y activista. Tenía 51 años

al momento de la ejecución.

33


Louis Lingg, nació en Alemania el 9 de septiembre de 1864.

Emigró a EEUU en 1885. Carpintero. Tenía 23 años al momento

de su muerte.

Michael Schwab, nació en Alemania el 9 de agosto de 1853.

Emigró a EEUU en 1879. Activista, articulista y coeditor de

Arbeiter-Zeitung. Tenía 32 años al momento de los sucesos de

Haymarket. Falleció en Chicago el 29 de junio de 1898, a causa

de una enfermedad respiratoria contraída en prisión.

34


Samuel Fielden, nació en Inglaterra el 25 de febrero de 1847.

Emigró a EEUU al cumplir la mayoría de edad. Jornalero y activista.

Tenía 39 años al momento de los sucesos de Haymarket.

Falleció en Colorado (EEUU) el 7 de febrero de 1922.

Oscar Neebe, nació en Nueva York (EEUU) el 12 de julio de 1850,

de origen alemán. Obrero manufacturero, vendedor, gerente de la

oficina de Arbeiter-Zeitung. Tenía casi 36 años al momento de los

sucesos de Haymarket. Falleció en Chicago el 22 de abril de 1916.

35


Volante (en inglés y alemán) convocando al mitin de trabajadores

en la plaza Haymarket, el 4 de mayo de 1886, puntualizando:

«Buenos oradores estarán presentes para denunciar

el último acto atroz de la policía, el tiroteo

de nuestros compañeros de trabajo ayer por la tarde.

¡Trabajadores, ármense y aparezcan con toda su fuerza!»

36


La Editorial Aurora valora altamente

su opinión acerca del contenido, diseño

y diagramación de la presente publicación.

Igualmente, agradece cualquier otra sugerencia.

editorialaurora1917@gmail.com

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