Revista Pedro Velarde 2022-23

dándole la vuelta le arreo un sonoro bofetón mientras le preguntaba:
-¿Por qué hacéis esto, qué os ha hecho el perro?-
Nunca más volvimos a ver a Luna, no sabemos qué fue de ella y aunque a veces
nos preguntábamos por ella, pasó a ser un vago recuerdo porque vinieron otros
perros que, estos sí tenían dueño, éramos sus dueños.
EL TELE
Ese era su mote en el barrio. Cuando se hablaba de él o se le nombraba
siempre era “El Tele” o “Telediario”, de hecho, muchos de los más pequeños
ni tan siquiera sabíamos cómo se llamaba. Alguna vez preguntamos a los que
tenían unos años más que nosotros, o los que tenían hermanos mayores, el
porqué del apodo y la respuesta era siempre la misma:
- Porque tiene la cabeza más gorda que la bola del mundo del
Telediario. Ja, ja, ja-.
En realidad al “Tele” nosotros no le veíamos la cabeza
especialmente grande, tampoco tenía ningún rasgo distintivo que pudiera
causar aquella aversión que a otros les causaba, pero el caso es que si quería
jugar con los de su edad, eran tres o cuatro años mayor que nosotros, no le
dejaban participar en los juegos; no le escogían nunca para los partidos, o si
le dejaban participar era para ser el blanco de las mofas, llevarse algún que
otro empujón y si se quejaba, un golpe o una patada. Si llevaba algún cromo
se lo quitaban o le cambiaban diez por uno; si traía alguna canica se la
robaban, si jugaban a policías y ladrones siempre le tocaba ser ladrón, si a
vaqueros e indios era el indio. Siempre era el primeo al que cogían y era
torturado con cualquier pretexto, con más dureza que a los otros que eran
arrestados. Todo valía para humillarle y hacer que se marchase con la cabeza
baja.
No podía hacer nada, era una lucha desigual, era un todos contra él
y cada vez se juntaba menos con nosotros y era más difícil ver al “Tele” fuera
del horario del colegio.
Una mañana, posiblemente sábado, había llovido por la noche y aún
estaban las calles mojadas. Había obras por las calles transversales y alguna