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Expediciones_Vikingos_YUMPU

Los Exploradores del Tiempo irán a la Islandia del año 980 para visitar a los vikingos. Esta vez deben conseguir un broche de plata que el rey Harald II de Noruega le regaló a Erik el Rojo, el explorador que fundó el primer asentamiento vikingo en Groenlandia. Pero Maléfico Durador volverá a hacer de las suyas…

Los Exploradores del Tiempo irán a la Islandia del año 980 para visitar a los vikingos. Esta vez deben conseguir un broche de plata que el rey Harald II de Noruega le regaló a Erik el Rojo, el explorador que fundó el primer asentamiento vikingo en Groenlandia. Pero Maléfico Durador volverá a hacer de las suyas…

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LAS EXPEDICIONES

DE LOS VIKINGOS

ESCRITO POR

JORDI ORTIZ

ILUSTRADO POR

MIGUEL ÁNGEL SAURA



LAS EXPEDICIONES DE LOS VIKINGOS

ESCRITO POR

JORDI ORTIZ

ILUSTRADO POR

MIGUEL ÀNGEL SAURA


¡Hola! Me encanta leer y aprender

sobre CIVILIZACIONES ANTIGUAS.

Pero aún me gusta más visitarlas

con mis AMIGOS Víctor e Ibis,

y mi primo Celoni.

CRISTINA

¡Eh! Estoy impaciente por

empezar otra AVENTURA,

aunque dicen que viajar en

el tiempo es muy peligroso.

VÍCTOR

¡Bah! Con una chica tan LISTA

como Cristina y un chico

tan FUERTE como Celoni,

¿quién dijo miedo?


Las expediciones de los vikingos

LA PANDILLA SE PRESENTA

A ver, si fuera por mí, estaría

echando una SIESTECITA.

Pero alguien tiene que encargarse

de vigilar a estos tres.

¡Qué habilidad tienen

para meterse siempre

en líos!

¡Ji, ji! Yo soy la pequeña

del grupo. No paro de

jugar con Cali, la dragona

que me encontré en el

HIPERMEGASUPER-

BIBLIOMUSEO.

IBIS

CELONI

•9•

CALI


Hum. Durante muchos años,

fingí que estaba muerto

y me escondí en el

HIPERMEGASUPERBIBLIOMUSEO.

Hasta que conocí a Cristina.

Ella y sus amigos son

los únicos que pueden

terminar mi trabajo.


Las expediciones de los vikingos

… Y YO TAMBIÉN

Hum. Tienen que visitar veintiuna

civilizaciones de la historia para

conseguir los últimos objetos

que faltan en mi colección.

Pero hay un problema. Hum.

MALÉFICO DURADOR, mi antiguo

ayudante, se ha propuesto

boicotear todas las misiones de

LOS EXPLORADORES DEL TIEMPO.

Maléfico es

un enemigo formidable.

Mis jóvenes amigos aún no

saben de lo que es capaz.

PROFESOR

ZAPATÓSTENES

•11•


La mayoría de los científicos coincidían

en que VIAJAR EN EL TIEMPO era imposible.

Los más audaces opinaban que,

en teoría, se podría abrir una rendija

en el tejido del ESPACIOTIEMPO

para echar un vistazo a otro momento

de la historia. Eso sí, todos estaban

de acuerdo en que nunca, pero nunca,

nunca, nunca, una persona podría

visitar otra época.

El profesor Zapatóstenes

y los EXPLORADORES DEL TIEMPO

habían demostrado que se equivocaban.


LAS

EXPEDICIONES

DE LOS

VIKINGOS


•14•


Las expediciones de los vikingos

EL REGALO DE UN REY

—¡¡¡ARCHIBALD!!! —bramó el profesor Zapatóstenes, aunque

sabía perfectamente que su mayordomo estaba un par de pasos por

detrás de él.

—Usted dirá, profesor.

—Hum. Tengo que ir a ultimar los detalles del viaje a la época de los

vikingos. Reunión en la SALA DEL PERGAMINO dentro de una hora.

Mientras, que Gertrud prepare el vestuario y que los chicos vayan

vistiéndose.

—Ahorrra mismo, prrrofesorrr —se entusiasmó la cocinera—. ¡Ja,

ja! ¡Eso me gusta! ¡Carrramba si me gusta!

Los chicos se levantaron de la mesa y entraron con Gertrud en el

PROBADOR, que estaba allí mismo, al fondo de la cocina. Archi se

excusó:

—Les ruego que me disculpen, pero debo ir a cambiarle el agua a

Otto. El professor lo necesitará.

—¿Quién es Otto? —preguntó Celoni.

Gertrud contestó:

—Oh. Ya lo verrréis. De momento, vamos al grrrano, solo tenemos

una horrra. A verrr, me parrrece que en el cuarrrto estante de

•15•


la séptima puerrrta, detrrrás de todo, hay algo de estilo vikingo.

¿Dónde he dejado la caja de la costurrra?

Al cabo de pocos minutos, LOS EXPLORADORES DEL TIEMPO ya

estaban probándose el vestuario. Cristina había tenido suerte

porque todo se le ajustaba a la perfección, hasta el cinturón y unos

brazaletes que había encontrado en un cesto de mimbre. Solo le

faltaba una capa a juego. A Víctor había que acortarle un poco

los pantalones, y Gertrud lo solucionó con un corte de tijera sin

miramientos. Su explicación fue la siguiente:

—Se supone que vais vestidos como grrranjerrros. Parrrecerrría

muy rrrarrro que llevases el dobladillo del pantalón perrrfecto.

A Celoni la camisa le apretaba. Sin manías, Gertrud le cortó las

mangas, la abrió de arriba abajo por la parte de atrás y le añadió

un pedazo de tela para ensancharla. Cosía tan rápido que costaba

seguir los movimientos de sus dedos.

El caso más problemático fue el de Ibis porque no había nada de su

talla. Gertrud tuvo que improvisar su vestimenta con unos retales

que encontró revolviendo en el interior de un baúl. Entre tomar

medidas, cortar la ropa e hilvanarla para la primera prueba, no

pasaron más de diez minutos, pero Ibis no podía estarse quieta y

no paraba de dar saltitos. Refiriéndose

al profesor a su manera tan peculiar,

mezclando su nombre con la palabra

abuelo, preguntó:

—¿Qué es lo que creéis que Abuelóstenes

nos enviará a BUSCAR?

•16•


Las expediciones de los vikingos

—Yo lo sé —aseguró Celoni.

La pequeña dio unas palmadas.

—¿Sí? ¿Qué? ¿Qué? ¿Qué? ¡Dilo!

—Un casco de esos con cuernos.

Cristina no pudo quedarse callada y desmintió

a su primo:

—Me parece que no. Eso de los cuernos en los cascos de los

VIKINGOS es una invención.

—Oh. ¿Es mentira?

—Mentira de la buena —le confirmó Víctor.

Gertrud acabó de dar la última puntada al vestido de Ibis y pareció

satisfecha.

—Ya estáis todos arrreglados. Vamos a la SALA DEL PERRRGAMINO

antes de que el prrrofesorrr tenga que rrreclamarrrnos.

Salieron del PROBADOR y fueron hacia la derecha, en dirección a la

SALA DEL PERGAMINO. Cuando cruzaban la cocina, Archi se unió

a ellos. El mayordomo llevaba una pecera encima de una bandeja

de plata.

—¿Qué bicho es ese? —preguntó Celoni—. ¿Es OTTO?

—Sí, es un calamar, señorito Celoni. El profesor lo necesita para

escribir.

•17•


Cuando Celoni iba a pedir aclaraciones, se oyó un grito proveniente

de la SALA DEL PERGAMINO:

—¡Gluglú!

Archi empujó la puerta de la sala y cruzaron por el pasillo que

había bajo las escaleras. Entonces, Ralf, el pavo que siempre

merodeaba por la cocina, salió disparado. El profesor Zapatóstenes

los esperaba con una pluma de Ralf en la mano. Archi le acercó la

bandeja con la pecera, el profesor la golpeó con un dedo y Otto, que

se asustaba fácilmente, llenó la pecera con tinta para camuflarse.

El profesor ordenó:

—Entrad.

Cerró la puerta, mojó la pluma en la tinta del calamar y, tras

acercarse al PERGAMINO colgado tras la puerta, tachó la primera

misión, la que ya habían completado.

LAS LEGIONES DE ROMA

—Hum. Así está mucho mejor —dijo el sabio—. Y ahora que ya vais

vestidos al estilo vikingo, podréis visitar Islandia en el año 980.

Hay un objeto que me gustaría añadir a la colección.

—¿De qué se trata, profesor? —preguntó Cristina.

—De un BROCHE DE PLATA. Concretamente, el que el rey Harald II

de Noruega regaló a Érik el Rojo.

—¿Qué es un broche? —preguntó Celoni. El profesor les explicó:

•18•


Las expediciones de los vikingos

—Es la pieza con la que se sujeta una capa o un abrigo. Bueno, de

hecho, son dos piezas que encajan entre sí.

—Ah.

—Un momento, profesor —interrumpió Cristina—. ¿Ha dicho Érik el

Rojo? ¿El explorador?

—¡Ji, ji! Ese mismo. Ejem. Iréis a verlo mientras prepara la expedición

para colonizar GROENLANDIA. Gertrud, ¿tienes preparadas las

legumbres HABLALENGUAS?

—Las tengo en el fuego dentrrro de un cazo. Ocho judías, catorrrce

grrranos de avena y un garrrbanzo negrrro parrra cada uno.

—Excelente. Ya falta poco para volver a poner en

funcionamiento el Reloj del Tiempo.

Salieron de la SALA DEL PERGAMINO para

volver a la cocina.

—¡A comerrr! —ordenó Gertrud mientras

contaba con mucho cuidado los granos de

legumbres y cereales que depositaba en

los cuencos de madera de los Exploradores

del Tiempo. El profesor esperaba con

impaciencia y Archi parecía tan tranquilo

como siempre, como si preparar un

viaje en el tiempo fuera una ocupación

cotidiana, similar a quitar el polvo a

un esqueleto de mamut o abrillantar la

armadura de un samurái.

•19•


—¿Podemos empezar? —preguntó Celoni, más hambriento que de

costumbre por culpa de los nervios.

—Adelante. Y no os dejéis ni un grrrano o no hablarrréis

corrrectamente la lengua de los VIKINGOS.

Cali esperaba sentada junto a Ibis, con el pico abierto y meneando

la cola, por si su amiga le echaba algo. Ralf, que ya se había

olvidado del daño que le hizo que le arrancaran una pluma, se coló

por debajo de la mesa y sacó la cabeza entre los brazos de Celoni.

Cuando estaba a punto de meter la cabeza en su cuenco, Gertrud

le atizó un golpe con el cucharón que lo obligó a huir como alma

que lleva el diablo.

—¡Larrrgo de aquí, demonio con plumas! ¡Si te pillo, vas a irrr de

cabeza a la marrrmita!

En cuanto terminaron, Gertrud introdujo un guisante hervido en la

oreja de cada uno de LOS EXPLORADORES DEL TIEMPO para que

pudieran entender la lengua de los vikingos y les recordó:

—Rrrecorrrdad que los efectos de las legumbrrres hablalenguas y del

guisante trrraductorrr durrrarrrán una semana, que es mucho más

de lo que os podrrréis quedarrr con los vikingos, porrrque el Túnel del

Tiempo solo estarrrá abierrrto trrres días.


Las expediciones de los vikingos

—Hum. No me gusta ser pesado —advirtió muy seriamente el

profesor Zapatóstenes—, pero os lo recordaré al principio de cada

MISIÓN porque es lo más importante que debéis tener en cuenta:

es imprescindible que estéis de vuelta antes de que pasen tres

días. Si el Túnel del Tiempo se cierra, quedaréis ATRAPADOS

para siempre en el lugar y la época a los que hayáis viajado. Para

siempre. ¿Entendido?

—Entendido —confirmaron Cristina y Víctor. Ibis dio palmadas y

Celoni masculló algo incomprensible.

Salieron de la cocina por la puerta de la derecha para entrar en la

sala que tenía el rótulo «RELOJ DEL TIEMPO».

—Setenta y dos horas —insistió el profesor—. Ni una más. ¿Dónde

está...? ¡¡¡ARCHIBALD!!!

—Estoy aquí dentro, profesor, en la sala del Reloj. De hecho, he

entrado el primero. Soy yo quien ha abierto la puerta para...


—¿Podrías cerrar la boca un rato, Archibald? No quiero perder ni un

segundo más. Estoy impaciente por saber cómo acabará la misión.

—Lo sabrá antes de quince minutos, profesor —replicó el

mayordomo—. Como sus jóvenes invitados ya saben, tres días al

otro lado del Túnel del Tiempo solamente son quince minutos en

el HIPERMEGASUPERBIBLIOMUSEO, de modo que... ¿Por qué se

tapa los oídos, profesor? De acuerdo, ya me callo.

El profesor Zapatóstenes se acercó al LAVAVAJILLAS que

funcionaba como Máquina del Tiempo y dio la vuelta al reloj de

arena que estaba apoyado encima, el RELOJ DEL TIEMPO, que

estaba sincronizado con el resto de la maquinaria de aquella sala

para medir, con exactitud, la duración máxima de la misión. A

partir de aquel instante, empezaban a contar los quince minutos.

Cristina dijo:

—Estamos preparados, profesor.

Archi, que se había remangado los pantalones hasta la mitad de la

pantorrilla y se había montado en la bicicleta que daba energía a

la Máquina del Tiempo, añadió:

—Yo también estoy preparado.

Gertrud aplaudió.

—¡Adelante, EXPLORADORES! —exclamó el profesor Zapatóstenes,

y abrió el lavavajillas. Víctor fue el primero en entrar de cabeza en el

Túnel del Tiempo. Lo siguieron Cristina, Ibis con Cali sujeta en los brazos

y Celoni refunfuñando que

otra vez se metían en la boca

del lobo.

•22•


Las expediciones de los vikingos

TRES PEQUEÑOS GUERREROS

Celoni le parecía que el Túnel del Tiempo era insoportablemente

ESTRECHO. Los espacios cerrados lo ponían nervioso.

A

Levantó los codos hasta la altura de la cabeza y los separó para

ensancharlo.

—Ve con cuidado —le advirtió Cristina—. La pared del túnel es una

membrana muy delicada.

—El profesor Zapatóstenes no ha dicho que se pudiera romper —

intentó justificarse el chico.

—El profesor —puntualizó su prima— no se imaginaba que tratarías

al túnel con tan poca consideración. No quiero ni pensar en qué

pasaría si lo desgarrásemos. Nos quedaríamos abandonados en

cualquier punto de la HISTORIA sin posibilidad de regresar.

Celoni estuvo a punto de disculparse, pero no le dio tiempo porque

la puerta del lavavajillas se cerró detrás de él. El Túnel del Tiempo

se volvió transparente y los Exploradores comenzaron a flotar

rodeados por millones de estrellas. Ibis exclamó:

—¡Ji, ji! ¡Esta parte de la AVENTURA me encanta!

El trayecto por el túnel fue tan emocionante como lo había sido

la primera vez. Durante casi medio minuto, los cuatro amigos

•23•


tuvieron la sensación de estar deslizándose por un tobogán a

velocidad supersónica.

El túnel se había estirado. Por detrás, a mucha distancia, veían

la puerta del lavavajillas. Era un recuadro negro con los bordes

iluminados. Delante, también muy lejos, estaba la cremallera que

cerraba la SALIDA del Túnel del Tiempo.

Cristina e Ibis chillaban; esa caída infinita era de lo más emocionante.

Celoni gritaba, pero de terror, y Víctor no paraba de reírse de él.

De pronto, la velocidad de caída se moderó y los dos extremos

del túnel se acercaron. Las estrellas perdieron brillo y, antes de

apagarse del todo, pudieron ver que afuera había un bosque. Se

sumergieron en su interior y, repentinamente, la sensación de

ingravidez se acabó.

Estaba OSCURO. Víctor encendió la cerilla que le había dado Archi

para poder encontrar, fácilmente, la salida al exterior. Daba luz

suficiente para ver la pared del túnel, que se había quedado rígida

y opaca, y la cremallera que cerraba la salida.

Cristina se alisó el vestido, se acercó a la cremallera y la abrió. Les

llegó el olor de TIERRA mojada y de hierba.

—Apaga la cerilla, Víctor, y asegúrate de que se quema

completamente y no deja rastro.

—Pero si está oscuro —observó Celoni—. Tendríamos que haber

traído una tea para iluminarnos. Seguro que estamos en el fondo

de una cueva.

•24•



—El profesor sabe muy bien lo que hace. No hay cuevas por aquí —

aseguró Cristina—. Solamente un bosque inmenso. Allí delante hay

luz. Debemos estar en la madriguera abandonada de algún animal.

Salieron del TÚNEL DEL TIEMPO y cerraron la cremallera.

Caminaron unos cuantos pasos guiados por Víctor, esquivando las

raíces de los árboles que crecían por encima de ellos. El camino

ascendía cada vez más, hasta que tuvieron que usar las manos

para no resbalarse.

Víctor apartó algunas ramitas que tapaban la entrada y se asomó al

exterior para observar. Estaban en medio de un bosque, como había

dicho Cristina. El chico sacó los brazos y se dio impulso. Puso una

rodilla en el suelo y terminó de salir. Entonces, ayudó a los demás.

Después, volvió a tapar la entrada con ramitas y hojarasca. Se fijó

en todos los detalles del lugar para poder encontrarlo a la VUELTA.

Cristina, en cambio, observó la posición del sol.

—¿Qué miras? —le preguntó Ibis.

—Fíjate. El sol sale cada mañana

por allí, a la izquierda, y se pone

cada tarde por allí, a la derecha.

ISLANDIA

AÑO 980


Las expediciones de los vikingos

Tenemos que volver al HIPERMEGASUPERBIBLIOMUSEO antes de

que el sol llegue a esta misma altura dentro de TRES días.

—¿Adónde queréis ir? —preguntó Víctor.

Ibis echó a correr seguida por Cali. Cristina se encogió de hombros

y dijo:

—Sigámoslas.

Muy pronto, Celoni empezó a quejarse:

—Por aquí no se puede caminar. ¡Ay! ¡Mecachis! ¡Mi dedo gordo!

He tropezado con otro pedrusco. Además, este BOSQUE no se

acaba nunca. Y encima es aburrido: todos los árboles son iguales.

Cristina explicó:

—Son abedules. Es el único árbol que soporta el FRÍO que hace

aquí. Por suerte, ahora estamos entrando en la primavera. ¿Veis

que las ramas están llenas de brotes?

Ibis llegó corriendo adonde estaban los mayores. Cali la seguía a

poca distancia.


—Allí hay un pueblo de casas de madera, y también el mar.

Pronto llegaron a una pequeña colina desde donde pudieron contemplar

el pueblo que Ibis había descubierto. Había numerosas CASAS, hechas

con troncos de abedules, que tenían tejados de paja y chimeneas

humeantes. Entre las casas, crecía la hierba y merodeaban las gallinas.

El pueblo estaba partido por la MITAD por un camino que llegaba, por

un lado, hasta el bosque en el que se encontraban y, por el otro, hasta la

orilla del mar, que estaba un buen trecho más allá del pueblo.

Mientras estaban entretenidos contemplando el paisaje, oyeron

voces infantiles. Víctor hizo señales a los demás para que se

agachasen y fuesen a esconderse detrás de una roca lo bastante

grande para ocultarlos a todos. Desde allí, sin hacer ruido, podían

ver lo que pasaba en un pequeño claro cercano.

Había tres NIÑOS que, a juzgar por su altura, tendrían unos diez

años. Iban equipados con cascos de cuero y espadas y escudos de

madera. Practicaban técnicas de lucha. Había uno que sabía más

que los otros y les enseñaba.

De pronto, un grupo de cinco chicos armados con palos irrumpió

en el claro y comenzó a repartir garrotazos. El más joven tenía diez

años, y el mayor, catorce.

Eran HERMANOS y,

aparte de parecerse


Las expediciones de los vikingos

mucho, compartían una característica poco frecuente: tenían el

ojo derecho de color azul, y el izquierdo, de color verde.

Los tres que practicaban con las ESPADAS de madera recibieron

algunos golpes, pero enseguida pudieron reaccionar. El que sabía

más se encaró, a la vez, con los tres atacantes de más edad y los

embistió con un aluvión de golpes que los dejó molidos en el suelo.

Por fortuna para ellos, la espada no era de verdad.

Los otros dos duelos eran más igualados, de uno contra uno, y pronto

quedaron solucionados. Los atacantes no tuvieron opción frente a

los niños, que demostraron ser unos grandes guerreros. Con ayuda

de los escudos, consiguieron parar los golpes, y las espadas de

madera golpearon a los adversarios lo suficiente para hacerlos huir.

Cristina salió del escondite y los otros la siguieron. Se acercaron

a los jóvenes vikingos y se detuvieron a pocos pasos de distancia.

Los tres GUERREROS se quitaron los cascos. El que había dejado a

tres asaltantes gimoteando en el suelo tenía una melena rubia que

le cayó hasta más abajo de los hombros. Cuando se dio la vuelta,

Celoni no pudo contener la sorpresa y exclamó:

¡Ahivá!

¡Es una guerrera!

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