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Revista Digital Valencia Escribe, número 08, ERA 3

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Revista digital de

Valencia Escribe

Nº 8—Tercera Era

Diciembre de 2023

Especial

El lunes

empiezo


© Todos y cada uno de los derechos de las obras literarias, fotografías o ilustraciones

publicadas en esta revista pertenecen en exclusiva a sus autoras y autores.

Colaboraciones: revistadigitalvalenciaescribe@gmail.com

EQUIPO RDVE

Coordinación, imágenes y corrección: Amelia Jiménez, Ana Marben y Luis Jurado

Ilustración portada y algunas interiores: Vivian Rodríguez (Cas)

Maquetación: Ana Marben

Página 2

Revista digital de Valencia Escribe


Índice

Editorial ............................................................................................................ 5

ACTIVADES DE VALENCIA ESCRIBE

Encuentro de Valencia Escribe en La CASA de Patraix .................................... 8

VIII Maratón de microrrelatos Valencia Escribe-Massamagrell ....................... 11

VII Concurso de relato rápido negro 2023 ..................................................... 17

MONOGRÁFICO: El lunes empiezo

Proyecto definido, de Rafa Blasco ............................................................... 23

Las palabras clave, de Amalia Martínez-Alia ................................................. 24

El contrasíndrome, de Rafa Sastre .............................................................. 24

Entre veïns, de Juanjo Medina Bonilla ......................................................... 25

Tengo que comprar velas, de Luis Jurado Quesada .................................... 26

POEMAS

Colores, de Alicia Muñoz Alabau .................................................................. 30

Habitar, de Gladys Alonso ............................................................................ 31

MICRORRELATOS

Tulipanes tardíos, de Ana Blanch ................................................................ 34

Mudanza exprés, de Marisa Martínez Arce ................................................... 34

El dilluns, de Pepe Sanchis .......................................................................... 35

Toma la vergüenza y corre, de Ernesto Vicente Salcedo .............................. 36

Identidad degradada, de Sonia Mele Puerto ................................................. 36

Nº 8—Tercera Era Página 3


Plagas, de Aurora Rapún Mombiela .............................................................. 37

Tatuaje, de Ginés J. Vera ............................................................................. 37

Reencuentro, de José Antonio Giménez ....................................................... 38

La caja negra, de Carmen Capilla ................................................................. 39

RELATOS

Enganchada, de Françoise-Claire Buffé ........................................................ 42

El regalo, de Miguel Moliné ........................................................................... 44

La vocación, de Francisco Pascual ............................................................... 45

No sent, però entenc, de Irene Lado ............................................................ 46

Sombras de traición, de Maria Grazia Scelfo ................................................ 48

Pantallas, de María Consuelo Orias .............................................................. 49

Intrusión, de Manuela Vicente Fernández ..................................................... 51

Consideraciones sobre el lenguaje humano, de Manuel Serrano ................. 53

NOVELA POR ENTREGAS

Otra oportunidad. Capítulo 8. El cojusin..., de Lucrecia Hoyos .................. 56

LA ENTREVISTA

A Francisco Pascual Sánchez, por Amelia Jiménez y Ana Marben ............. . 60

CRITICAS DE CINE, SERIES Y LIBROS

El amor en Francia, por Ginés J. Vera ........................................................ 64

El informe de Brodeck, por Miguel Moliné ................................................... 65

Nada, por Ana Marben ................................................................................. 66

Chinas, por Inés Table .................................................................................. 67

BIBLIOTECA DE VALENCIA ESCRIBE ............................................................ 70

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Revista digital de Valencia Escribe


Editorial

Y

a lo tonto, llegamos a nuestra segunda Navidad al frente de la Revista Digital

Valencia Escribe. Y seguimos felices de estar aquí. Nos gusta lo que hacemos

y nos gusta llegar a todas esas personas que nos leéis. Tanto nos gusta que, como sabréis

la mayoría, hemos abierto la convocatoria para recibir contribuciones para un libro colectivo.

El tema es los ODS. Tendrá cinco capítulos (con sus cinco convocatorias separadas) y

las bases las podéis leer en el grupo de Facebook o escribirnos para pedirnos más información.

Si es que nos va la marcha.

También nos gusta vernos en vivo, por eso no nos perdemos una convocatoria concursil

y nos gustó organizar un encuentro a finales de octubre. De todas estas actividades encontraréis

reportajes en las páginas que siguen. Os recordamos, por si os habéis despistado,

que el siguiente encuentro de Valencia Escribe será el 25 de enero, de nuevo en La CASA

de Patraix. Contamos los días para vernos.

Volviendo al contenido de la revista, nos alegramos de que sigáis respondiendo de manera

maravillosa a nuestras propuestas temáticas de cada número; vamos manteniendo las

secciones de Poesía y de Reseñas y la de Menudos relatos va y viene, pero no perdemos la

esperanza. Y no os perdáis la Entrevista, vamos a aprovechar la, todavía reciente, sección

para conocernos un poco mejor.

Tenemos que decidir dónde vamos a alojar los números pasados, pues parece que la

gratuidad de algunos repositorios ha tocado a su

fin. Si tenéis alguna propuesta, no dudéis en compartirla.

Y, por último, pero sin duda, lo más importante,

os deseamos una feliz, acompañada, literaria y divertida

Navidad y un magnífico comienzo de año.

Nos seguiremos leyendo en 2024.

Os queremos

El equipo editorial

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Página 6

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Imagen de grmarc en Freepik


Actividades

de

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Encuentro de Valencia Escribe en La CASA de Patraix

Crónica de Amelia Jiménez Graña

Nervios. Emoción. Intriga. Dolor de barriga. El pasado 5 de octubre, Ana Marben, Luis Jurado y yo

sentimos eso. Habíamos quedado a las siete y media de la tarde en La CASA de Patraix con nuestras

amistades de Valencia Escribe, aunque a algunas todavía no les habíamos puesto cara en la vida real.

Teníamos un listado de personas que querían participar en el micro abierto y, tras presentarnos como

los nuevos editores de la revista (junto a Vivian Rodríguez, que diseña las portadas desde la distancia) y

mostrar el nuevo número, dimos paso a nuestros colegas y a algún que otro amante de las letras que

aún no nos conocía. Presentados de manera alterna por nosotros, fueron desgranando sus creaciones y

recibiendo aplausos de los allí congregados.

Finalizamos el encuentro con un sorteo de camisetas, la promesa de un libro del colectivo Valencia

Escribe y un pacto de reencuentro. Como ya tenemos fecha, os la adelanto: el próximo 25 de enero, a

las siete y media, volveremos a encontrarnos y a disfrutar de un momento literario en mutua compañía

de nuevo en La CASA de Patraix, gracias a Carmen, amante de las Artes con mayúscula.

¡Os esperamos!

Página 8

Revista digital de Valencia Escribe


Las que aparecen en estas páginas son solo algunas de

las personas que intervinieron en el micro abierto. Fueron

muchas más. Nuestra capacidad fotográfica es limitada.

A ver si los Reyes Magos nos traen una buena cámara

y en el encuentro de enero os sacamos aún más

favorecidos y no nos dejamos a nadie.

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Minutos antes de empezar,

con Carmen,

preparándolo todo...

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VIII Maratón de microrrelatos Valencia Escribe-Massamagrell

Crónica de Luis Jurado Quesada

Llegó octubre y, aunque el frío se negaba a llegar, el concurso de relatos de Massamagrell en colaboración

con la revista Valencia Escribe no faltó a su cita anual, octava edición, celebrada esta vez el 21 de ese mes.

Este año tuvimos un par de novedades en el concurso: en primer término el gran Pepe Sanchis nos comunicó

a todos que dejaba la primera línea de la organización; una pena, sin duda. Queremos darle las gracias de parte

de todos los participantes por su esfuerzo y dedicación y, por otro lado, destacar que será un rival temible

en próximos concursos.

La segunda novedad fue la variación a la hora de decidir a los finalistas del concurso. Si otros años había

sido eliminatorio según avanzaba cada ronda, el nuevo baremo significó que no hubiera eliminados en la primera

ronda y que los jueces sumaran las puntuaciones de los mejores relatos de cada fase y los mejor puntuados

en el total pasaran a la final: diez finalistas senior y cinco junior. Es curioso que hubo una época en la

que, para participar, había que pagar y, por entonces, el número de concurrentes fuese mayor, cosas de la

pandemia me temo, aunque poco a poco se están volviendo a recuperar las cifras anteriores de concursantes.

Gran mañana, con grandes escritores y aún más grandes relatos. Por supuesto, no todo podía ser bueno,

así que el contrapunto lo dieron los serios y malhumorados jueces del concurso, que tan severamente juzgaron

a los concursantes y rechazaron de malas formas el jamón de Jabugo que bondadosamente les había ofrecido.

Nunca confiéis en jueces veganos. A eso de la una de la tarde, con uno ya eliminado, se oficializaron los ganadores,

que posaron con gusto en la entrega de premios posterior. Os dejamos con las fotos del evento y los ganadores

con sus relatos.

Hubo 27 personas inscritas en la modalidad adultos y 5 en la modalidad jóvenes.

Foto de familia con participantes y organizadores

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Pepe Sanchis nos dirigió unas palabras, relatándonos los inicios del Certamen. Al fondo

los miembros del jurado: Aurora Rapún, Marisa Martínez, Nicolás Jarque, la secretaria del

evento, Asun Martorell, y la concejala de Bibliotecas Ana Abel Moreno.

Arriba, momentos antes de empezar y abajo, ya

concentrados, escribiendo

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Relatos ganadores ADULTOS

Primer premio

¿A TI TAMBIÉN TE DIJERON CÓMO

DEBÍAS SER?

Rubén Moratalla Mayo

Mi vecino es extraterrestre. Lo vi durante años leyendo libros de

Shopenhauer; la baba por su mentón como si fueran la octava

maravilla. Yo no era tan listo, pero no importaba. Vi lo de Ucrania;

me entristecí. Oí lo de Israel; torcí el gesto. Siempre fui moderadamente

triste cuando la situación lo requería. Mi vecino es

el extraterrestre que yo hubiera sido si nadie me hubiera dicho

cómo ser feliz.

Segundo premio

EL MALENTENTIDO

Amelia Jiménez Graña

Mi vecino es un extraterrestre. Me dijo que venía de Planeta, pero

no sé de cuál. Tiene la casa llena de libros, organiza clubs de lectura

e invita a personas de lo más variopinto: escritores, periodistas,

gente así. Querrá robar sus cerebros.

El otro día vino contento tras una fiesta, gritando: ¡Son soles

Omega! No entiendo nada de astronomía, me pondré a estudiar por

si acaso. Pero es extraterrestre, seguro. Nadie tiene tantos libros en

casa.

Tercer premio

CUESTIÓN DE PRIORIDADES

Ana Martínez Benlliure

Mi vecino es un extraterrestre. En la reunión de la comunidad

trajo bizcocho y mistela. No se enfada por los perros que ladran

de madrugada ni con los niños impertinentes. Pero yo he descubierto

su secreto. Cuando nos observa, en realidad, nos graba y

toma notas para preparar la invasión desde dentro. Pero yo no

puedo denunciarlo. Cada mañana, me cede su plaza de aparcamiento

cuando llego del turno de noche, agotada.

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Relatos ganadores ADULTOS

Cuarto premio

DE MISIÓN

Sonia Mele Puerto

Mi vecino es un extraterrestre, como yo. Hace solo dos

meses que lo incorporamos a la misión. Lo sé porque

sintoniza siempre mi emisora favorita. Pero no han debido

darle bien mis coordenadas y estará buscando a su

enlace en otra parte del edificio, a pesar de que le hago

el saludo ritual cada vez que coincidimos en el ascensor.

-Martina, a partir de hoy deberá aumentar la dosis de

su medicación..

Quinto premio

ILUSTRADOS AL RESCATE

Ernesto V. Salcedo Aparicio

Mi vecino es un extraterrestre y me ha dicho que no entiende

cómo podemos vivir sin libros.

Desciende de los colonos que llegaron al satélite Europa en

la Mayflower II con la nave cargada con todas las obras que

pudieron salvar del Holocausto de las letras del dos mil

cien, me asegura que se vuelve mañana a casa para leer El

arte de la guerra y planificar la reconquista.

Creo que me iré con él.

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Relatos ganadores JÓVENES

Primer premio

MI VECINO ES UN EXTRATERRESTRE

Andrea López Pomés

Mi vecino es un extraterrestre. Es como una gelatina viviente, azulada

y con dos ojos negros. Lo descubrí una mañana mientras jugaba en

mi jardín. Me colé en la casa de al lado y le construí una casita entre

las plantas de mi vecina. Sé que si lo encuentran se lo llevarán, por

eso no lo he escondido en mi casa. Si pillan a alguien con un extraterrestre

escondido en el jardín, no seré yo.

Segundo premio

DE OTRO MUNDO

Elizaveta Burnistvova

Mi vecino es un extraterrestre, todos los días camina hacia su trabajo

a paso alegre, destacando entre la amarga monotonía que corroe a la

gente. Todos piensan que es extraño y encuentran su entusiasmo innecesario.

A pesar del rechazo que con constancia recibe, nunca deja

que eso lo desanime. Mientras todos viven pendientes pensando en

sus inconvenientes, mi vecino continúa su camino, En definitiva, a

este mundo no pertenecía.

Tercer premio

EL MEU VEÍ MARTÍ

José Cabotá Hernández

El meu veí és un extraterrestre. Així li deia tothom, ja que no es relacionava,

no parlava amb ningú i quasi mai eixia sa casa. Aleshores,

vaig decidir entrar sa casa i parlar amb ell. Al cap d’una estona vaig

eixir, em va paréixer una boníssima persona! Em digué tots els traumes

de la seua infància, però sobretot vaig aprendre una valuosa lliçó,

no jutges mai a una persona sense conéixer-la.

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Foto de ganadores, organizadores y jurado junto con representantes

del Ayuntamiento de Massamagrell, patrocinador del evento.

Después, pudimos disfrutar de una deliciosa comida. No te pierdas

la próxima...

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Revista digital de de Valencia Escribe


VII Concurso de relato rápido negro 2023

Crónica de Ana Marben

Aún no nos habíamos recuperado del Maratón de Massamagrell

y ya teníamos la siguiente cita en Puerto de Sagunto.

Como cada año, y dentro de los actos de Novembre

Negre, se celebró el VII Concurso relato rápido negro.

Allí nos encontramos los fieles de Valencia Escribe,

también las magníficas amistades de Puerto de Sagunto y

algún rival más que se apuntó al evento.

18 participantes ávidos de sangre que escurrimos

nuestras neurona durante 40 minutos.

La frase para empezar fue: «La chica descendió y encontró»

lo que dejaba abiertas un montón de posibilidades.

Todo podía ocurrir, pero a alguien había que matar… o

algo.

Los participantes, en

plena faena

El jurado: Jerónimo García

Tomás, Eva Molina Noguera,

Catina Cano Verdía y Emma

Trilles Layunta.

-

Y el organizador: Vicente Murria

Esteban, impartiendo la

instrucciones

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Textos premiados

Primer premio

SUPERACIÓN PERSONAL

Aurora Rapún Mombiela

La chica descendió y encontró una mano semienterrada en la tierra

removida por la lluvia. La cogió, la limpió y la observó. La olió y la chupó

con la punta de la lengua. Siempre se había preguntado a qué sabría la

muerte. Sacó el móvil y se hizo un selfiecon uno de los dedos ajenos entre

los dientes, luego subió la foto a redes sociales y esperó, sentada sobre

el barro, las primeras reacciones. Estaba segura de que ahora sí que

iba a superar en likes a la zorra esa que le amargaba la vida en clase. Se

sorprendió cuando llegó una patrulla a detenerla, no entendió muy bien

por qué, al fin y al cabo, ella no había matado a nadie. Sin embargo, se

dejó esposar, encantada, y se preocupó de sonreír y ofrecer su mejor

perfil. La próxima vez, pensó, tendré que esforzarme para superar esto.

Segundo premio

LA GUINDA DEL PASTEL

Vicente Martínez Milla

La chica descendió y encontró la manera de hacer realidad el sueño

que siempre había tenido su maltratador marido. Tan baja había caído,

que ni el espejo que tantas veces la miraba con lástima, llegaba a reconocerla.

Empleó toda esa tarde en preparar la tarta de cumpleaños con la que

celebrar su treinta aniversario. Se empleó en cocinar el plato preferido

de su no querido esposo (manitas de cerdo en salsa).

Esta vez no se vistió de rojo sino de negro. Ella sabía que él no se acordaría.

Nunca lo hacía. Aun así lo recibió con esa misma sonrisa aprendida

que tanto mal le hacía. Lo mejor el postre, le dijo. Paola respiró aliviada.

Su marido había dejado de moverse. También de respirar. Sus

manos, ahora caídas, lo estarían para siempre. Había cumplido su sueño.

Los dos. Él siempre le dijo que el suyo era tener una muerte dulce.

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Tercer premio

MALDITO BOTÓN

Ana María Blanch Carpena

La chica descendió y encontró al caer de la escalera un botón dorado

que apartó con el pie. La sangre corría por su mejilla y la rodilla se quejaba

dificultando sus pasos. El cristal quebrado del móvil no le impidió

marcar el 091. No le había visto la cara. El golpe difuminaba el recuerdo

de su fisonomía.

Al cruzar la calle un tipo se ofreció a ayudarla.

—¿Qué te ha ocurrido? —La voz la intranquilizó.

La sirena del coche policial sonaba cercana.

—No, gracias, ya viene la policía.

—Han intentado violar a esta chica —les dijo cuando la ayudaba a caminar.

Después de ofrecer su ayuda, se alejó. De pronto Lucía exclamó:

—Yo no le he dicho que han querido violarme.

El tipo apresuraba su paso. En su chaqueta de botones dorados faltaba

el último. La sirena comenzó a sonar.

Foto de participantes, organizadores y

jurado al finalizar el evento

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El lunes

empiezo


Cuando publicamos el número anterior estábamos inmersos en el principio de curso. Ya sabemos

que es uno de los momentos para tener buenos propósitos: que si empiezo a estudiar inglés,

que si voy a comer mejor y elaborar unos táperes fantásticos para llevar al trabajo toda la semana,

que si por fin salgo a correr, que si escribiré todos los días a ver si avanza mi novela… Y luego

llega noviembre y el Black Friday y nos damos cuenta que nada de nada y ya para lo que

queda, ya retomaremos las buenas intenciones a principios de año, después de leer el nuevo número

de la Revista Digital de Valencia Escribe, claro.

Así que propusimos como tema extra justo eso: todas esas promesas que nos hacemos y que

quedan en agua de borrajas. O no. También estábamos abiertas a que nos contarais todas las

nuevas costumbres que, por fin sí, van a formar parte de vuestra rutina. Por muy extrañas que

sean.

Así que os dejamos con un puñado de seres procrastinadores, despistados, perezosos e incluso

alguna propuesta curiosa sobre un nuevo hábito

Esperamos que os gusten y que no dejéis su lectura para el próximo lunes ni, mucho menos,

para el año que viene...

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Proyecto definido

Rafa Blasco

Se levantó pletórico, había dormido diez horas y sus ideas estaban tan claras como descansado su

cuerpo. Preparó una taza de café con tres cucharadas de azúcar, sacó dos dónuts de chocolate del armario

y desayunó sentado en el sofá mientras veía las noticias. Encendió el ordenador portátil y comenzó a

escribir un anuncio en una página de compraventa:

«Regalo bicicleta estática con la condición de que retiren los diez kilos de ropa sin planchar que hay

sobre ella. Incluyo una máquina de remo que se encuentra bajo mi cama, la capa de polvo que está incluida

no es rechazable. Adjunto dos cursos de inglés que se componen de cinco libros y diez discos, solo

usados en los dos primeros capítulos. A todo esto será añadido un lote de diez botes diferentes de pastillas

adelgazantes, cuatro cajas de salvado, seis de avena, tres de semillas de lino y dos de chía, además

de dos pares de zapatillas de running con escasos kilómetros recorridos. Si alguien necesita mis buenas

intenciones para con los demás, puedo recitárselas de memoria, pues están sin uso alguno. Como esto

estaría mejor amenizado con música, se añadirá una guitarra clásica con la que apenas he tocado pocos

acordes, y una armónica que solo usé en una ocasión. Si dispone de vehículo de gran capacidad, puedo

añadir todas las demás intenciones que se quedaron en susodicha palabra de mi mujer y mis dos hijos,

entre los que me incluyo. Me urge el espacio, se precisa gente de acción y cumplidores de sus palabras

para este humilde servidor carente de la más mínima inercia e incapaz de terminar un solo proyecto. Razón:

familia sedentaria».

Satisfecho de saber que era el último día de incumplimiento de proyectos, se tumbó en el sofá a descansar.

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Las palabras clave

Amalia Martínez-Alia

Ella lo sabe desde siempre, pero ha ido pasando el tiempo sin

tomar las medidas necesarias. Su problema es bastante importante, ya

que, prácticamente, ha condicionado su vida.

Ahora, es consciente de que, si hubiese sido más atrevida, quizás

todo sería distinto.

Hasta su hija le propuso que cada vez que pronunciara las palabras

claves, pusiera cinco euros en una hucha, para hacerla cambiar.

Un lunes, se levantó con la firme decisión de dejar de ser el comodín

en todas las partidas, para convertirse en una simple ficha. Esa

que solo tiene un sitio inamovible.

Al lunes siguiente lo intentó de nuevo, y al otro y al otro… así

sucesivamente. Pero siguió sin poder negarse a complacer a los demás,

aunque ella no pudiese hacer las cosas que le gustaban. El «me sabe

mal» estaba tan arraigado en su interior, que siempre sería comodín y nunca se convertiría en ficha.

El contrasíndrome

Rafa Sastre

Rafael Blasco López

Mi Paco es buena gente. Aunque no está clínicamente

diagnosticado, estoy convencida de que el pobre sufre un contrasíndrome

de TOC, uno que yo denominaría trastorno omitivo

contemplativo. Cuando tiene que hacer algo, más o menos

necesario o urgente, se sienta en el sofá, sintoniza Teledeporte

y se olvida del asunto. Su frase preferida es «Ya, si eso, mañana».

Mi suegra dice que lo suyo es genético y lo heredó de su

difunto esposo, que tardó seis años en morirse de un único

infarto semifulminante. Según Juana, el embarazo de Paco

duró trece meses. Al final tuvieron que sacarle al niño, que

llegó con bigote, porque él no tenía ninguna prisa por venir al

mundo.

Y toda su vida igual: en el colegio llevaba siempre los deberes retrasados varias semanas; cuando

cumplimos dos lustros de noviazgo, tuve que ser yo la que le pidiera matrimonio y jamás tuvimos viaje de

luna de miel, porque tras la boda el Valencia jugaba tres partidos seguidos en Mestalla y «aquello se podía

dejar para más adelante».

Pero, como digo, Paco es una buena persona además de un excelente fontanero, aunque mengüe

su clientela cada vez más como consecuencia de las maliciosas reseñas que recibe en Google.

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Revista digital de Valencia Escribe

Revista digital de Valencia Escribe


Entre veïns

Juanjo Medina Bonilla

—La veritat és que en un primer moment li vaig dir que no, però comence el dilluns.

»Em va estranyar i molt. Som veïns, dels de «bon dia» a l’ascensor, amabilitat i algun favor de tant

en tant. Ja saps: sucre, oli, dos ous, xe!, veïns. I més encara, que m’ho diguera per correu electrònic. Vergonya,

diu que tenia vergonya. De primeres no vaig contestar-li. Després, com t’ha dit, li diguí que no.

»Però, ho pensí i la veritat és que no em costa res. Està bé ajudar a la gent. Ja saps, l’empatia, i

un poc d’egoisme, no sé si en alguna ocasió necessitaré jo un favor d’ell. I, collons, que diu que em pagarà

trenta euros per mostra, tres vegades per setmana, que no és molt, però ajuda. Diu que seran un

parell d’anys, fes números..., sí, una misèria, però per a unes vacances em donarà. L’esforç es paga...

Que què faré si en dos anys no ha funcionat? Ni idea, però els meus productes són de bona qualitat...,

ha, ha, ha.

»Sí, està fotut, la veritat. Té malaltia de Crohn, la qual no respon al tractament i no pot ni treballar,

ni eixir quasi de casa, ni sexe. Així és impossible. Sempre anant a l’excusat. De baixa, sí, això diu.

No pot fer vida normal, ni de parella, ni res. La malaltia està invalidant-lo per a fruir un poc de la vida.

»Em digué que va vore un documental d’una persona que tenia el mateix problema. Això li despertà

la curiositat i buscà més informació per internet i va llegir en un llibre on trobà explicacions més

concretes, la millor tècnica de processat; així com les millors combinacions per a la introducció dels

espècimens. Les quantitats, les dosis inicials, com pujar-les a poc a poc i els beneficis. I també, com véncer

els prejudicis pensant en els resultats, comprovats, que no sé qui collons pot comprovar eixes coses.

»En un principi, a ell i a la dona, no li semblava una bona solució. Però segons anaren madurantlo,

es van convéncer que era l’única possibilitat, però, per ara estes tècniques tarden molt de temps si ho

fas per la seguretat social i per privat, es veu que val un dineral i no s’ho poden permetre.

»Pel que anaren valorant a qui podrien demanar-li-ho. Descartaren la família per vergonya també.

I a quasi tots els amics, menys dos. Un es negà i el segon ha deixat de parlar-li, que «eixes mogudes sexuals

no li van». No han pogut traure’l d’ahí a pesar d’explicar-li-ho tot amb pèls i senyals. La gent és

molt rara... No et descollones.

»No, no, jo l’única cosa que he de fer és la dieta que m’han passat, i que ja estic fent des de fa uns

dies. Amb més fibra, ja saps, molta verdura, he retallat el café i ni tastar l’alcohol ni les carns roges.

Tampoc m’ha costat molt adaptar-me, ja saps que procure cuidar-me i diu que això, l’aspecte de persona

Nº 8—Tercera Era Página 25


sana, que em veu eixir a fer deport o que no fume, és el que li donà la idea a la dona perquè m’ho digueren.

Bé, tot això, i tractar bé el producte. Depositar-les en uns recipients de vidre que han comprat i que

em tornaran desinfectats per als següents usos. També hauria d’avisar-los si caic malalt o he de prendre

qualsevol medicació, ja que pot alterar les mostres, sí, col·lega, es veu que tot allò que prens acaba en

això..., i hauria de parar el seu tractament, fins que jo acabara el meu.

»Que sí, que és veritat... M’ha ensenyat la batedora que s’ha comprat per a processar els envios,

una d’eixes americanes. Jo només he de proporcionar-li tres mostres de merda setmanals tres mostres de

merda setmanals i em farà un bizum després de cada entrega. Va a fer-se un transplantament dels meus

submarins. Al llibre aquell es veu que ficava que era la millor solució per a la seua malaltia.

»Li he comprat uns caramelets de menta.

Tengo que comprar velas

Luis Jurado Quesada

Estaba muy cansado. El lunes llegó con la energía justa a casa, cenó cualquier cosa e intentó continuar

viendo su serie preferida, pero se durmió a los cinco minutos.

El martes ideó escribir algo durante el trayecto de autobús al trabajo, pero no consiguió sentarse y

unos adolescentes muy pesados llevaban la música tan alta que le impedía concentrarse. Mejor fue dejarlo

para el miércoles.

El miércoles fue imposible.

El jueves encontró un hueco entre el gimnasio y la cena, pero el ordenador tenía una actualización

pendiente y el lápiz no tenía punta. Tampoco encontró un sacapuntas en toda la casa.

El viernes había quedado. Planchó sus camisas, barrió las habitaciones, fregó los suelos. Los cinco

minutos libres que encontró no coincidieron con ningún bolígrafo con tinta, ni con ninguna hoja de papel

limpia.

El sábado salió de compras. Lápiz, bolígrafo de diez

colores, goma de borrar, sacapuntas, dos libretas. Después

de comer, a la hora de la sobremesa, echaron en la

tele su película preferida, no podía perdérsela. Aunque

fuera la décimo quinta vez que la viera. Luego tuvo que

bajar otra vez a comprar, había olvidado un ingrediente

de la cena, allí en el supermercado se encontró unos amigos

y un rato después, en el bar, se olvidó de la escritura.

La resaca del domingo fue espantosa. Desayunó tarde,

comió aun más tarde y se sentó a escribir cuando ya oscurecía.

Tenía papel, lápiz, bolígrafo, el ordenador encendido

y el procesador de textos abierto. Y entonces, solo entonces, cuando el último rayo de luz se desvanece

y solo la oscuridad acecha, se fue la luz en toda la finca.

Página 26

Revista digital de Valencia Escribe

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Imagen de Vivian Rodríguez (Cas)

Nº 8—Tercera Era Página 27



Poemas


Colores

Alicia Muñoz Alabau

Azul oscuro,

turquesa, gris y verde.

Hoy el mar presenta

todos sus colores

y yo me identifico

con el agua transparente.

En mi soledad

nadie me alcanza.

Nadie bucea

en mi profundidad,

ni descubre mis simas.

Abandonada,

pisoteo conchas destrozadas

por la marea

lastimando mis pies descalzos

mientras me hundo.

Ahondo en mis daños

y mis lástimas

y no me recupero.

He decidido

Me repliego

en la humedad de mí misma

y braceo

en busca de un viento

que me reconforte.

Seré arena,

granos minúsculos

y cristales.

Seré playa,

extensión de tibieza

expuesta.

Seré ola,

suavidad de llegada a la orilla,

caricia mojada.

Seré verano,

destierro de fríos y nubes,

tiempo de encuentros.

Seré labios

que besan e insinúan…,

pese a los consejos.

abrir mis ojos bajo la sal

y las lágrimas se confunden

con el océano.

Del poemario Dos mitades y un cuarto.

A. Muñoz, A. Soler, Ed. Neopatria, 2017

Toda sal,

toda bruma,

toda horizonte inalcanzable.

No escucho

las voces lejanas

que me rescatan.

Página 30

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Habitar

Gladys Alonso

Habitar en la corteza

del mundo

cáscara generosa

que nos alberga.

Estar en la cubierta

junto a dunas o cerros

entre bosques o selvas

mares o desiertos.

En ese aparente poderío

descuidar el entorno

sembrar sin reparo

los desechos.

El feudo es propio

hasta que un cataclismo

nos señale

que no somos los dueños

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Nº 8—Tercera Era


Microrrelatos

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Tulipanes tardíos

Ana Blanch

El timbre de la puerta sonó unido al repiqueteo con los nudillos.

Solo los de casa llamábamos así. Ella me lanzó una mirada teñida

de incertidumbre y sospecha y yo la seguí hasta la puerta notando

el pulso en mi pecho. «¡Otra vez no, no, por favor!».

En el rellano apareció su imagen. Había adelgazado bastante en

tan poco tiempo, la barba de bastantes días enmarcaba unas facciones

demacradas, tristes. Su voz sonó nerviosa, alterada y a la

vez suplicante. Sujetaba el ramo como un joven inexperto en su

primera salida con la chica de sus sueños.

—¡Elena, déjame pasar, por favor escúchame! Piénsalo, lo podemos

arreglar, seguro que si hablamos, mira yo no sé estar solo, os necesito… ¿Sabes qué día es hoy? Hace

dieciocho años que nos casamos.

—¡Qué pena, Juan, que lo recuerdes por primera vez! No, no puedes pasar, ya sabes que no voy a

cambiar de opinión, no quiero seguir viviendo contigo. No me obligues a tomar decisiones más duras para

todos. —Ella levantaba la voz cada vez más y extendía el brazo delante de mí en ademán protector.

Evadí el gesto de mi madre y le pedí que se fuera, que si ella no quería, no tenía nada que hacer. Vi

rodar por primera vez, en dieciséis años, las lágrimas por sus mejillas. Me alargó el ramo de tulipanes

rosados al tiempo que acercaba su cara en demanda de un beso.

Mientras oía, pegada a la puerta, sus pasos bajando los escalones de los cuatro pisos, pensé mirando

aquellas flores: «Qué tarde habéis llegado».

Mudanza exprés

Marisa Martínez Arce

—Hemos vivido en este edificio por miles de años, así que tranquilo, hijo, ningún fondo buitre va a poder

echarnos de aquí.

—Pero…

—No hay peros que valgan, te repito que no conseguirán que nos vayamos.

—Papá, ¿tú has leído el cartel del desahucio? En la letra pequeña pone que,

previamente, una empresa de control de plagas procederá a la desinfección del

edificio.

—Caramba, ¿qué día dices que vienen?

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El dilluns

Pepe Sanchis

No recordes com, ni quan ni per què.

Només saps que ets aquí, que vius entre aquestes parets pintades de blanc.

Que la teva habitació és la número 18, al primer pis.

Que cada dia baixes les escales fins a una sala on serveixen l'esmorzar.

A tu i a trenta persones més.

Homes i dones.

La majoria són de la teva mateixa edat, ratllant els seixanta.

També n'hi ha de més joves, que s'emparellen pels racons.

Cada setmana us visita un doctor. Fa temps que et coneix, que et nomena pel teu nom, que et pregunta

com estàs.

Bé —li dius sempre— estic molt bé, gràcies per preguntar.

Ahir et va donar una notícia que no t'esperaves.

Dilluns eixiràs –et va dir el doctor– estàs curat, gràcies a Déu.

I dilluns, després de l'esmorzar, et prepares una bossa gran on fiques les teves sabates bones, les teves

camises netes, els pantalons planxats i la roba interior.

Ixes mirant al cel. Camines per un carrer que no reconeixes. Puges a un autobús.

Ningú no sap d'on vens ni on vas.

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Toma la vergüenza y corre

Ernesto Vicente Salcedo

Todo se nubló a su alrededor cuando escuchó aquellas fatídicas palabras.

Pronunciadas en un tono angelical guardaban mucha mala leche en su interior.

Se había equivocado, el problema es que llevaba unas cuantas como esta, a

cada cual peor. Incapaz de enfrentarse a su audiencia, maldecía el día en el que se

hizo profesor por las vacaciones.

Mientras un sudor frío caía por su frente, escuchó nacer las habituales risas

irrespetuosas de su joven alumnado. De pronto sonó el timbre salvador y corrió

como alma que lleva el diablo para nunca más volver. Fue una huida en toda regla.

Identidad degradada

Sonia Mele Puerto

A veces pienso que yo también fui un tábano. Esta

vez le he hecho daño y mi desprecio sigue inflamando

su corazón. Lo veo en su mirada, triste y evasiva.

Lejos quedaron nuestros primeros tiempos en que

fui un colibrí y compartía con ella miles de flores multicolores.

También aquellos en que fui mariposa y danzábamos

hasta el amanecer. O cuando fui cacatúa y la

hacía reír a todas horas.

Con el tiempo he ido degradándome a seres cada

vez más dañinos y despreciables y no me gusta en lo

que me estoy convirtiendo. Quizá ha llegado el momento

de volver a la chistera y empezar de nuevo.

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Plagas

Aurora Rapún Mombiela

Llevan ya días exigiéndome que estudie el tema de las obras en el edificio. Como presidenta de nuestra

pequeña comunidad, debería haberlo hecho ya, pero siempre lo dejo para después. Francamente, me da

pereza y también un poco de miedo.

Están tan obsesionadas, que al final me he visto en la obligación de investigar el asunto en profundidad

a fin de ofrecerles esperanza. He correteado de aquí para allá, indagando en el ascensor, en los garajes,

escuchando lo que tienen que decir unos y otros. Hasta he

hecho el esfuerzo de pasarme por la reunión del administrador

con el equipo técnico… Y creo que el esfuerzo ha valido la pena

porque hoy, al fin, han podido dormir tranquilas. Se han relajado

al asegurarles que la empresa que se ha elegido esta vez para la

reforma es de total confianza. El contratista se ha fugado con el

dinero de la obra y ha dejado a toda la plantilla en la calle, así que

no hay de qué preocuparse. Nuestro hogar está a salvo. La perpetuación

de la especie está asegurada.

Más relatos de Aurora en: https://lahistoriaestaentumente.wordpress.com

Tatuaje

Ginés J. Vera

¿Sabes?, llevamos miles de años poblando este mundo. Mucho antes de que aparecieseis vosotros.

Nuestra existencia es discreta. A menudo, no reparáis en nuestra presencia. Aunque, curiosamente, millones

de personas nos temen allí donde se nos asocia con la muerte. Para nosotros, en cambio, todos

sois iguales; solo apreciamos ciertos matices. Por eso te elegí a ti. Ambas queríamos ser madres. Lo supe

nada más entrar. ¿Te sentías a salvo en la oscuridad, sumergida en el sueño? Llegué porque la noche era

calurosa y habías dejado la ventana abierta. Me acerqué despacio, es más, aún me tomé unos segundos

para rozar tu piel desnuda. Luego, lo de siempre. No es nada personal, ya te lo dije.

Puedes llamarlo instinto o necesidad. Para cuando quisieras darte cuenta, yo ya estaría

lejos. Tan silenciosa como de costumbre. Lástima que antes de marcharme cometiese

un pequeño error. Mi susurro junto a tu oído debió despertarte. Ya no importa.

Sé que la noche se transformó en luz. Con el fogonazo, traté de escapar hacia

el hueco de la ventana… pero no lo conseguí. No te guardo rencor, es ley natural. En

tu mano quedó una diminuta flor de sangre y mi vida.

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Reencuentro

José Antonio Giménez

Se puso la chaqueta y se subió la cremallera. Hacía frío. El cambio en la dirección del viento lo traía

cargado de minúsculas gotas de agua. Sin abrir la boca, se acomodó de nuevo encima del capó, junto a

Telmo, encendió un cigarrillo y retomó la conversación mientras la música salía por las puertas delanteras

abiertas. Hablaron de los compañeros de clase y de dónde habían ido a parar, de chicas con las que

nunca ligaron, de sueños que se desdibujaban como una canción a medio componer. Sobre la vida que

habían elegido, o la que la vida había elegido para ellos, que venía a ser lo mismo, puesto que —como

decía Sébastien— uno solo puede jugar con las cartas que le han repartido.

—Tengo el pelo mojado y el culo caliente —observó Sébastien, después de estar un rato en silencio.

—Los motores viejos son los que mejor calientan —respondió Telmo, dando unas palmaditas al capó.

Él seguía sin mirarle. No era el mismo de antes. Parecía que cientos de vidas hubieran pasado por sus

ojos. La tez pálida iluminada por la luna le confería una imagen casi espectral.

—¿Por qué hemos venido aquí?

—Tenía hambre.

—Y por eso hemos acabado en este acantilado

solitario…

—Sí—. El monosílabo quedó flotando en el

aire, mientras se abalanzaba sobre él, clavando

sus colmillos en el cuello, y drenando todo su

cuerpo.

Saciado, lo lanzó por el acantilado. Las gaviotas

harían el resto.

En realidad, no eran tan amigos.

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La caja negra

Carmen Capilla

Aquella tarde no tenía nada en especial

que hacer. Decidí, tras considerar distintas posibilidades,

asistir a la inauguración de una

exposición en un museo de mi ciudad. Era de

una artista contemporánea que, a pesar de su

juventud, había logrado ya un cierto reconocimiento.

Era la primera vez que iba a ver algo de

ella y no me había informado sobre su estilo y

tendencia. Esperaba que me sorprendiera, como

suele ocurrir con el arte moderno. Cuando

llegué al museo había mucha gente esperando

para entrar en las salas donde se exhibían las

obras de la artista. Me armé de paciencia, pensando

que tanta expectación era indicio de que

valía la pena hacer la cola. Pasó una hora…

dos… y aquello no avanzaba. Pregunté a mis

compañeros de evento si sabían qué pasaba

dentro de las salas que queríamos visitar. Circulaban

diversos rumores sobre la causa de la demora del inicio de la actividad. Poco a poco empezaron a

irse los que ocupaban los primeros puestos de la cola. Se iban mascullando comentarios que no alcanzaba

a oír. Finalmente, avanzaba la fila de asistentes. Súbitamente, se aceleró el avance. Estaba cada vez

más cerca del acceso, aunque me sorprendía el hecho de los que me precedían en la cola no llegaban a

traspasar el umbral de la exposición. Pensé que, tras la espera que ya había hecho, valía la pena averiguar

qué pasaba en la entrada, a qué se debía el abandono de los que estaban delante de mí. En pocos

minutos mis dudas quedaron resueltas. En la exposición solo había una obra que se mostraba en la entrada.

Una caja negra, pequeña, metálica y cerrada… sin más explicaciones.

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Nº 8—Tercera Era


Relatos

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Enganchada

Françoise-Claire Buffé

Cada día tenía sus encantos, pero aquel día fue diferente, incluso excepcional, porque trastornó definitivamente

a la bibliotecaria entrada en años y en carnes de aquella ciudad mediana del oeste de Francia.

Tomó conciencia de lo vacía que era su vida. Y, al mismo tiempo, de las infinitas posibilidades que

podría crear en su entorno.

Con doce añitos ya, apenas empezada la pubertad, le habían fascinado las librerías; pasear entre las

estanterías, rodeada de estos posibles amigos, detenerse ante una pila de libros, sacar del montón un

ejemplar, interesarse en la portada, curiosear adentrándose entre las páginas… Intentaba descifrar en la

foto del autor un brillo, un destello que la llevaría a leerlo. Leer la dedicatoria le resultaba a veces esperanzador

o, al contrario, le provocaba repulsión por lo complicada o hermética que suponía la comprensión

o por lo personal del destinatario. Podía ser un incentivo para la lectura la portada, hasta la elección

de las letras o los colores. Luego se deleitaba olfateando y tocándolas. Difícilmente conseguía salir

de la librería sin un libro o dos, que le costaba elegir entre los muchos que quería leer, a duras penas

descartaba algunos que con seguridad le hubieran encantado.

Por eso les dedicó su vida a los libros, al punto de olvidarse de la vida real. Los universos que los autores

creaban se sustituían a su entorno habitual, los personajes se convertían en sus amigos o sus

enemigos, en sus compañeros, sus cómplices o representaban los obstáculos que tenía que afrontar. Se

ponía nerviosa enfrente de la impotencia del protagonista cuando le ponían trabas, cuando tenía que demorar

un proyecto. Cuando sufría un duelo o una pérdida, ella sufría con él. Se enamoraba y esperaba

con él que se cumplieran las promesas del amor. Los besos no los daba a las personas de carne y hueso,

sino a los personajes ficticios que le hacían estremecer, ruborizarse,

cuando los arrebatos de pasión o sensualidad cobraban vida conforme

los leía descritos en el papel.

Tristán e Isolda fue su libro preferido durante los años de adolescencia.

Desde que tenía catorce años derramaba torrentes de lágrimas

al leer una historia triste y desesperada. Cada vez que abría el libro, lo

cual pasaba repetidas veces a la semana, se preguntaba cómo era posible

que, en la Edad Media, en las neblinas bretonas e inglesas, entre las rocas ariscas y las losas húmedas

y frías, entre el musgo de los bosques, pudiera existir una pasión tan devoradora, una necesidad

tan imperiosa, un amor tan exclusivo. Se imaginaba a sí misma víctima o poseedora de un filtro de

amor, deseaba con toda el alma que alguien la hechizara de esta forma, aunque le costara el sosiego,

aunque se quemara viva de deseo.

Era difícil sacarla de sus ensoñaciones, ahora como antes —cuando se diferenciaba del resto de los

adolescentes que buscaban contacto, enardecidos por los deseos de la carne— tardaba a veces en contestar

o en adaptarse a las peticiones y demandas de los parroquianos de la pequeña biblioteca en la que

había conseguido trabajar. Estar rodeada de libros, poder acariciar sus páginas, poner en valor un libro

que le había encantado o esconder otro al que negaba valor o interés llenaba su vida. A veces se quedaba

hasta muy tarde y ocurrió que se olvidara de la hora de cierre y se encontrara encerrada con sus amigos

de papel.

Estar rodeada de libros, poder

acariciar sus páginas, poner en

valor un libro que le había

encantado o esconder otro al

que negaba valor o interés

llenaba su vida

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Había renunciado a toda intimidad con un ser

de verdad, que la hubiera traicionado o decepcionado.

Poco a poco la pasión se hubiera apagado,

la comunicación se hubiera reducido, las equivocaciones

y los malentendidos se hubieran acumulado.

La literatura nunca le producía este efecto:

sus encuentros eran pasajeros con un libro, un

autor, un género; vivía pasiones consecutivas, a

veces largas, se desvivía por leer todas las obras

de un autor, luego se adentraba en su vida, destacaba

su estilo, y este autor le llevaba a otro, fuente

de su inspiración, era un sinfín de intereses jamás

ilusorios.

Con el tiempo se puso a observar a los lectores

de la biblioteca donde trabajaba. En su mente novelesca

nacían idilios, adivinaba con acierto las

emociones nacientes, las afinidades recíprocas o

unilaterales. Les aconsejaba lecturas que seguramente

acercarían sus almas. Luego esperaba el

primer estremecimiento, acechaba el primer beso,

el roce de manos ansiosas por juntarse en las mesas

de los escritorios.

Sentía celos, es verdad, pero hacer ella de hechicera,

con la ayuda de sus autores favoritos, a

veces osados, compensaba su vida gris y monótona

.Hasta se encariñó con algunos; reconocía en

su andar, sus vacilaciones, su mirada furtiva, un

parecido con la joven que fue.

Hasta aquel día en el que a una pareja se le

ocurrió acercarse a su mostrador. Los dos jóvenes,

cogidos de la mano, venían a agradecerle sus consejos,

le dijeron cuánto había influido tal novela,

tal relato que ella había alabado. Le dieron las gracias

por haber facilitado la eclosión de su amor,

haberlo encaminado hasta el sentimiento profundo

que los unía.

Unos años después, volvieron para invitarla a la

presentación de su primer libro, que habían escrito

a cuatro manos, y ella descubrió con deleite la

preciosa dedicatoria, que llevaba su nombre.

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El regalo

Miguel Moliné

Un año antes de su muerte, mi padre adquirió

una costumbre bien curiosa. Cada tarde, un

poco antes de las ocho, apoyaba la escalera de

mano en el muro cubierto de parra virgen y se

subía, ataviado con su sombrero y su gabán.

A veces, permanecía allí erguido sin apenas moverse

durante una hora; otras, movía un poco las

manos, como señalando algo, o las cruzaba detrás

de la espalda.

Mi madre, al principio, le chillaba que se bajase

de ahí, que se iba a caer y matarse de un golpe

en la cabeza (siempre tan alarmista) o, peor,

fracturarse algún miembro del cuerpo y condenarla

a cuidar de él durante los meses que estuviera

inválido. Le chillaba en vano, mi padre la

ignoraba y se dedicaba a pensar, reflexionar o a

lo que estuviera haciendo allí arriba.

Mi hermano mayor intentó bajarlo alguna

vez, pero mi padre lo fulminaba con la mirada y ascendía los peldaños, haciendo oídos sordos a sus protestas.

Al cabo de un tiempo, dejó de insistir.

Yo no decía nada, solo lo observaba en silencio. Se me ocurrió hacerle varias fotos con mi cámara, pero

no las he revelado hasta ahora. En casi todas se mantiene en su postura erguida, pensativa, a la espera.

No sabíamos qué miraba. Al otro lado del muro no había nada, solo un campo abandonado, lleno de

malas hierbas, salpicado por un par de amapolas que parecían ignorar que ese era un lugar al que nadie

acudía, ni siquiera el dueño de la propiedad. Salvo mi padre, que dirigía su mirada y todos sus sentidos a

contemplarlas.

Un día, mi madre escondió la escalera en la casa del vecino. Mi padre rebuscó por todas partes, sin

discutir ni alzar la voz. Se acercó a mi madre y le susurró unas palabras al oído. Enseguida, fue a buscar

la escalera y se la apoyó en el muro. Mi padre se subió y permaneció

una hora encaramado a ella, contemplando aquello que contemplaba

día tras día, aunque no supiéramos qué era.

Una enfermedad postró a mi padre en la cama hasta que se lo llevó,

una tarde, justo a las ocho. Un poco antes, le pregunté, en voz baja,

qué era lo que le había llevado a subirse a la escalera día tras día, durante

un año. Sonrió, me dijo que lo comprobara por mí mismo y exhaló

su último suspiro.

...le pregunté, en voz baja, qué

era lo que le había llevado a

subirse a la escalera día tras

día, durante un año. Sonrió, me

dijo que lo comprobara por mí

mismo y exhaló su último

suspiro.

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Tras los funerales, mientras recogía la ropa de mi padre, descubrí unos restos de granos en los bolsillos

de su gabán y un documento que atestiguaba que mi padre era el propietario del campo de al lado.

Tomé la escalera del cobertizo, la apoyé en el muro cubierto de parra virgen, que exhibía un tono rojo escarlata

jamás visto y me asomé. Casi me caí de la impresión.

Fui a la tienda y compré dos escaleras de mano. Empujé a mi madre y hermano hacia el muro y les

insistí en que subieran conmigo. Los tres nos agarramos para no caer al ver la creación de mi padre: un

jardín de flores de distintos colores que formaban la cara de mi madre, que solo se podía ver desde lo alto

de la escalera y desde aquella parte del muro.

La vocación

Francisco Pascual

No puedo llamarme a engaño, estaba seguro de que esto iba a ocurrir. Mi estricto padre había puesto

el grito en el cielo; rojo de ira se levantó de su sillón y comenzó a pasearse de un extremo al otro de la

sala como un león enjaulado; gesticulaba con las manos, murmuraba entre dientes. De pronto, se detuvo

y comenzó a enumerar por enésima vez los sacrificios que la familia había tenido que hacer para facilitarme

unos estudios universitarios que me aseguraran el futuro. De vez en cuando paraba de hablar y me

miraba fijamente con ojos que parecían estar a punto de disparar rayos láser sobre mí.

Tal fue el escándalo por su parte, porque yo no me atreví a abrir la boca, que acudió el resto de la familia

en pleno, alarmados por las desabridas voces. Entonces, mi padre vio la oportunidad de compartir

su inquina. Como si de un despiadado fiscal se tratara, señalándome con su dedo índice comenzó a acusarme

de mal hijo, de derrochador, de desagradecido al consentir que hubieran desperdiciado el dinero

en mi esmerada educación.

Cuando agotó los argumentos crematísticos,

pasó a otro nivel. ¡Qué dirían sus amistades!

¡Menuda vergüenza! ¡Qué desesperación! No

podría salir a la calle sin sentir que todo el

mundo lo miraba, se burlaba de él. En ese momento

llegué a la conclusión de que aparte de

sufrir por el desencanto que le causaban mis

palabras, su exacerbado esnobismo provocado

por un cierto complejo de inferioridad que

arrastraba desde su adolescencia también había

sufrido un serio revés.

Por fin, al cabo de un buen rato, cesaron los

gritos y las invectivas. Acababa de darme un

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serio repaso llegando casi al insulto y ya no le quedaban más argumentos. Sabía que conmigo había

perdido la partida porque yo no cambiaría de parecer. Se derrumbó en su sillón y cerró los ojos, estaba

agotado. Yo estuve todo el rato mirando al suelo, sin atreverme siquiera a rechistar. Lamentaba todo

aquello, les había dado un serio disgusto, sobre todo a mi padre. Siempre deseó que cursara la carrera

de Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos, la que él quería haber estudiado y no pudo porque lo pilló

de lleno la durísima posguerra y tuvo que ponerse a trabajar a los once años.

Sin embargo, nunca me preguntó por mis posibles preferencias,

por mis aficiones, ni siquiera por simple curiosidad; lo que yo

deseara hacer carecía de importancia, siempre fue ordeno y mando,

por encima de todo tenía que ser esa carrera universitaria y no

otra.

En fin, después de la tempestad viene la calma, aunque sea calma

chicha, inhóspita y caliente. Sé que mi padre jamás me perdonará

lo que él considera un acto traicionero por mi parte, pero voy

a seguir en mis trece. Caramba, total porque le dije que no quería ser ingeniero de Caminos, Canales y

Puertos, que mi verdadera vocación era llegar a ser… sexador de pollos.

Como si de un despiadado fiscal

se tratara, señalándome con su

dedo índice comenzó a acusarme

de mal hijo, de derrochador, de

desagradecido al consentir que

hubieran desperdiciado el dinero

en mi esmerada educación.

No sent, però entenc

Irene Lado

Com cada matí la Rosa es dirigeix cap a l’estació per agafar el metro. La seua figura és com una silueta

que s'esvaeix entre figures anònimes que s’empaiten mentre s’apressen per agafar el cuc de ferro. La

dona hi entra a correcuita per seure en l’únic seient lliure. Sota el sostre mecànic que està de gom a gom,

de tant en tant observa persones que, dempeus o sedents, subjecten quadres metàl·lics, i capficades,

llambregen pantalles sense adonar-se del seu voltant.

Durant el trajecte es barregen xiulet i veu que anuncien la pròxima parada. Alguns humanoides

s’afanyen neguitosos a baixar, mentre d’altres romanen sense alçar la mirada, teclejant abstrets i escrivint

nerviosos missatges de lletres amb els dits.

La Rosa mira de tant en tant els rètols amb lletres lluminoses per a controlar que no es descuide de la

parada on ha de baixar. Ella se sent com una alienígena entre tanta criatura encisada amb l’andròmina

metàl·lica, perquè pot ser és l’única que llig un feix de fulls de cel·lulosa i pensa que hauria també de ferse

amb una d’eixes pantalles que projecten un món de lletres.

Quan es cansa de llegir, alça la mirada i al fons veu dempeus una jove dona llatina de cabells arrissats

que somriu tímidament mentre un home, amb ulleres de cul de got, se li acosta i li xiuxiueja algunes

paraules.

De sobte deixa d’albirar aquesta parella quan s’espanta pel sacseig del metro produït per la inèrcia en

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frenar bruscament a l’arribar a una estació. Poc després, entra una dona amb un xiquet al braç i un carret.

Una altra dona, que està agafada a una barra, mira amb un poc de menyspreu la gent jove que com

la Rosa no fa cap intenció d'oferir-li el seu seient.

La Rosa, que sembla haver-li llegit el pensament, desitjaria explicar-li que la raó no és el no voler, sinó

el no poder.

Alça de nou la mirada i veu la parella. La cara de la xicota llatina enrogeix i afrontada i ruboritzada no

La Rosa, que sembla haver-li

llegit el pensament, desitjaria

explicar-li que la raó no és el no

voler, sinó el no poder.

sap on mirar. La Rosa s’alça i fa un gest a la mare amb el xiquet perquè

agafe el seu seient i dissimuladament s'aproxima a la parella

mentre mira fixament i seriosament l'home. Li llança una mirada

d'advertiment i mou el cap volent-li dir «això,no».

L'home d’ulleres grosses sembla donar-se per entés i baixa a la propera

parada.

una nota:

La Rosa s’acosta a la dona llatina i esbossant-li un somriure li escriu

«Senyora, no havia d'haver-li seguit la conversació i per sort ha baixat. No accepte la seua proposició,

vosté és estrangera i migrant, però no és cap mercaderia ni té dret a ser tractada com un objecte disposat

a satisfer els capritxos sexuals d'aquest individu».

La dona li contestà en castellà que tenia raó, però que no sabia com treure-se'l de damunt, que en sa

casa sempre li havien ensenyat a ser educada amb la gent major i li sabia mal no fer-li cas.

La Rosa li tornà a escriure una altra nota:

«Malauradament, no puc sentir, però sí llegir els llavis i sé tot el que aquest pocavergonya li estava

proposant».

La dona li va agrair el que havia fet per ella, mentre la Rosa li va fer un señal d'acomiadament i de «no

es mereixen» i es baixà en arribar al seu destí.

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Sombras de traición

Maria Grazia Scelfo

Era una noche fría y lluviosa en Nueva York. La inspectora de policía recibió una llamada desesperada

de su antiguo amor, Daniel. Lo encontró en su ático, paralizado por el miedo, con las manos cubiertas de

sangre junto a su esposa que yacía muerta en el suelo. El horror inundó la habitación cuando Eva inspeccionó

el escenario del crimen. La joven mujer, estaba claro, había luchado con su asesino y la inspectora

estaba casi segura de que Daniel era inocente. Sin embargo, algo no encajaba.

Daniel, en la actualidad, estaba considerado en el mundo de las finanzas como un rico empresario catalán

que había conseguido situarse con éxito en muchos negocios y vivía por este motivo la mayor parte

del año en Estados Unidos. Cuando conoció a Emily, secretaria en una empresa de construcción con la

que tenía varios negocios, se enamoró perdidamente de ella. Era una mujer muy agraciada, joven, morena

de rasgos y con una risa alegre y contagiosa. El dueño de esta empresa era un influyente empresario

de la ciudad llamado Oliver que parecía tener oscuros antecedentes y Eva, la inspectora, muy perspicaz y

buena profesional, estaba decidida a descubrir la verdad de este crimen que parecía querer involucrar a

su antiguo amor, ahora buen amigo.

Se sumergió en las oscuras zonas

de la ciudad en busca de pistas y

sus investigaciones la llevaron a un

mundo que conocía muy bien,

depravado y peligroso, donde

reinaba la mayor corrupción

Se sumergió en las oscuras zonas de la ciudad en busca de pistas

y sus investigaciones la llevaron a un mundo que conocía muy

bien, depravado y peligroso, donde reinaba la mayor corrupción.

Encontró una red clandestina de negocios ilegales y conexiones

con personajes poderosos y como era de esperar, a medida que

profundizaba en el caso, comenzó a recibir amenazas anónimas.

Alguien quería silenciarla y detenerla en su búsqueda de la verdad.

Sin embargo ella no se amedrentaba fácilmente. Con cada

amenaza, su determinación crecía y su instinto de supervivencia se agudizaba. Y en su incansable búsqueda,

descubrió una serie de evidencias que apuntaban a un nombre: Oliver, el cual parecía ser el responsable

de la trama que envolvía el asesinato de Emily.

Eva se enfrentó a Oliver en su propia oficina ―un imponente

rascacielos que se alzaba sobre la ciudad―, en un intenso

cara a cara con ella, que, con valentía y astucia, le exigió

respuestas para el crimen. Este, acorralado, reveló que

quería que Daniel fuera su socio. El americano lo que deseaba

era apoderarse de su fortuna, destrozándole la vida. Dado

que la inspectora había descubierto muchos aspectos turbios

en sus negocios, lo presionó para que contara toda la

verdad. De lo contrario, amenazó con revelar a su mujer tanto

sus ilegalidades como el hecho de que Emily, a pesar de

estar casada, seguía siendo su amante. Además podría llevarlo

a juicio. Así que no le quedó más remedio que confesar

que había puesto en marcha un plan maquiavélico para apoderarse

de la fortuna de Daniel a través de Emily.

El plan consistía en que la joven mujer sedujese a Daniel y se casase con él. Una vez conquistada toda

su confianza debía convencerlo de que compartiera todas sus cuentas bancarias y todas sus propieda-

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des, para finalmente asesinarlo con un veneno indetectable, de manera que su muerte pareciera un infarto

de miocardio. Eva logró grabar la confesión de Oliver y reunir las pruebas necesaria para exonerar a

Daniel. Sin embargo, aún quedaba por descubrir quién era el asesino.

Inesperadamente había ocurrido que Emily se enamoró de Daniel, abandonando y dejando de ser la

amante de Oliver y, por supuesto, le dijo que nunca mataría a su marido. El americano se trastornó le

gritó, amenazándola con que lo pagaría caro. De hecho, debido a su carácter impulsivo y su tendencia a

perder los estribos con facilidad, le reveló a Daniel que Emily era su amante y que a él no lo quería. Se

había casado solo para apoderarse de su fortuna. Estaba convencido de que, después de revelar esta traición,

Daniel pediría el divorcio y dejaría a Emily sin recursos, pero evidentemente, no fue así...

Eva, que había investigado minuciosamente el asunto, había encontrado pistas que la llevaron donde

nunca habría querido llegar. Descubrió la verdad y detuvo a Daniel por el asesinato de su mujer. Sin embargo,

a pesar de la victoria el precio fue alto, la verdad siempre tiene un coste. Su amigo la había decepcionado.

Pantallas

María Consuelo Orias

Desde el umbral de la puerta Nicolás Samper escuchó el sonido de las teclas. Notó cómo su corazón

se aceleraba y un escalofrío recorrió su larguirucho y desgarbado cuerpo. La ausencia de las voces de sus

padres le dio miedo.

Cuanto entró en casa, notó el olor especial del silencio. Los vio sentados en la larga mesa del comedor

mirando, absortos, las pantallas de sus ordenadores. Era la escena habitual a la vuelta del colegio y

le pareció estar contemplando un cuadro. Recordó los domingos que su padre le llevaba al museo, y sonrió

tristemente.

Aquel era el último día de clase y de vuelta a casa en la cabeza de Nicolás Samper la palabra vacaciones,

vacaciones, vacaciones…, no cesaba de martillearle. Iba pegada a la herida invisible que la ausencia

de tiempos familiares había provocado. Faltaban unos diez metros para llegar al edificio en el que vivía

cuando se paró; las puntas desgastadas de sus zapatillas buscaron hambrientas el roce de piedras,

botes, papeles… Dejó pasar unos minutos antes de entrar, y al hacerlo encontró el cuadro cotidiano del

salón: sus padres acariciando las teclas. Le pareció estar viendo, un día más, a los protagonistas del Día

de la Marmota. Se dirigía hacia su habitación cuando cambió el

rumbo. Entró de nuevo en el salón y la mancha que tenía sobre

la ceja parecía una fresa a punto de estallar. Se sentó en el sofá y

encendió la televisión; el salvaje volumen llenó la estancia buscando

salida por las rendijas de ventanas y puertas.

―¡Nicolás! ¡Estás loco!

Nicolás Samper quiso que, en ese

momento, se produjera el tan

repetido apagón digital.

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El grito de su madre se unió al sonido que asfixiaba la habitación. Él, de espaldas a ella, y controlando

las embestidas de su corazón, continuaba viendo el programa de canciones mientras se balanceaba.

―¡Ya está bien!

Nicolás sonreía, sabía que en segundos el calor de su cuerpo le acompañaría en el sofá. Notó sus

suaves dedos cogiéndole el mando de la televisión. Al instante, el sonido desapareció del salón.

―Nicolás, no creas que no me doy cuenta de tus provocaciones.

―Ah, soy yo el que provoca ―dijo con voz seca.

―¿Cuántas veces tenemos que explicarte tu padre y…?

No le dejó acabar, saltó como un leopardo al oír padre.

―¡Padre! ¿¡Dónde está mi padre!?

En ese momento Nicolás vio que su padre se levantaba de la silla y se dirigía hacia ellos. Al llegar y

sentir sus fuertes manos acariciándole los hombros, Nicolás Samper quiso que, en ese momento, se produjera

el tan repetido apagón digital. Cerró los ojos y retrocedió año y medio:

―Valeee, sentaos ya o se enfriará la sopa.

Al coger las sillas se oyeron las risitas calladas de él y de su padre.

―A ver, ¿de qué os reíais?

―El pequeño me comentaba cosas de algunas compañeras del colegio…

―Hablábamos del día en que hicimos la ruta por aquel inmenso robledal, y recordaba lo que me dijo

papá: «El roble es un árbol sagrado para los celtas. Es el templo bajo el cual se reúnen los hombres»

―dijo con voz solemne.

Sus padres comenzaron a reír y él se unió a las risas.

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A Nicolás, con la alegría del recuerdo, se le escapó una de las risas y abrió los ojos: de pie, junto a él,

estaban sus padres. Había conseguido que abandonaran, durante algunos minutos, sus pantallas.

Hacía más de dos años que su padre había llamado a su habitación: quería hablar con él. Abajo, en

el salón, su madre les esperaba:

―Nicolás, esto que vamos a decirte es muy importante. El lunes, el gerente de AC&IB, nos comunicó,

a tu madre y a mí, que dos de los directores iban a ser trasladados y…, ¡tenemos la posibilidad de ascender!

Quizá algunos fines de semana los pasaremos en casa trabajando, pero…

―No debes preocuparte ―interrumpió la madre―, los tres estaremos juntos. ―Su cara mostraba una

gran sonrisa―. ¿Sabes lo que eso significa?

Le dibujaron la magnífica casa con jardín en la que vivirían, el colegio de múltiples instalaciones deportivas

al que iría…

Meneó la cabeza, el recuerdo de aquella grandiosa postal parecía ser la responsable del frío que, día

a día, se apoderaba de su interior.

Se abrazó a la cintura de su padre y percibió, complacido, el suave calor que desprendía. Se sintió

importante. Observó de soslayo las pantallas, ¡no permitiría que le robaran las risas y juegos del verano!

Era la una de la mañana cuando se despertó sediento, fue a la cocina y en segundos vació el vaso de

agua. Estaba saliendo cuando una sonrisa pícara apareció en sus ojos, retrocedió, cogió otro vaso y lo

llenó en el grifo. Se dirigió hacia los ordenadores y les dio de beber por los pequeños agujeros de la parte

posterior. Unos acelerados chisporroteos indicaban el comienzo de la fiesta. Borró las huellas con la

manga del pijama y se metió en la cama.

Esa mañana, tras las conversaciones acaloradas de sus padres y el paro de los ordenadores, el silencio

invadió durante horas la casa. Al día siguiente hubo trasiego de paquetes, bultos y maletas.

En la cara de Nicolás Samper había una gran sonrisa dibujada.

Intrusión

Manuela Vicente Fernández

Llegó a casa a última hora de la tarde, acalorado y hambriento. Tomó una cerveza fría, mientras

buscaba un tutorial en Youtube para hacer lasaña. Entretenido en enfriar las placas de pasta, blasfemó

al darse cuenta de que había dejado quemar la carne en la sartén. Salvó la parte comestible y comió

directamente del recipiente, mientras abría la ventana para despejar el humo. Tras una ojeada a los

plátanos, se decidió por unas nueces y prendió la tele, quedándose dormido en el sofá.

Mientras roncaba, el gato del vecino entró a través de la ventana abierta, derribando con su peso

varios cubiertos. Ajeno a todo, el hombre soñaba con una máquina tragaperras de la que salían monedas

sin parar. El gato olió la carne y metió los morros en la sartén, rascando con la uña hasta rebañar

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el último trozo adherido, mientras el hombre soñaba que escribía con tiza en un encerado escolar. El gato

afiló sus garras en la alfombra, tirando con el extremo de su cola el cenicero del apoyabrazos del sofá, las

colillas se esparcieron, al tiempo que el hombre que dormía soñaba que sembraba arroz.

Salió de nuevo el gato por la ventana, mientras el hombre perseguía en sueños a un mono que se

comía sus plátanos. Después de un tiempo el durmiente se despertó. Recogió las colillas y los objetos caídos.

Al fijarse en la sartén le sorprendió ver que estaba vacía y con el fondo quemado lleno de arañazos.

No recordaba haber rebañado la misma, pero tampoco haber tirado los cubiertos. En ese instante le vino

a la mente la imagen del mono ladrón y por inercia echó la vista al frutero. Por suerte, los plátanos y las

nueces seguían en su lugar.

«Mañana será otro día», se dijo. No contaba con que una de sus vecinas tenía una ardilla.

Más relatos de Manuela en:

https://lascosasqueescribo.wordpress.com/

https://nosotrasqueescribimos.blogspot.com/

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Consideraciones sobre el lenguaje humano

Manuel Serrano

El ser humano aprende su lenguaje gracias al grupo de referencia que le va enseñando los distintos

sonidos y las palabras. Hay libros sobre el orden de adquisición de cada uno de los fonemas (sonidos) y

el número de palabras que el niño va diciendo año tras año. En cierto momento llega al culmen y de allí

se va especializando en los diversos usos o jergas. Pero la sofisticación mayor, la economía del lenguaje,

la gran concentración se da cuando eres capaz de entender un fragmento como este, dicho en valenciano:

La situación es la siguiente: dos amigos están viendo cómo se sale un coche y da varias vueltas de

campana en un rally. Allá vamos:

—¡Che, tú mira, che mira, ira, ira (cada vez más deprisa), ira! ¡hostia, nano!

También se puede extrapolar a diversas situaciones donde hay un formato de acción conjunta

(como dicen los logopedas, es decir, que los dos ven o miran lo mismo) e incluso es tan universal que

sirve para las diversas lenguas.

Y como guinda de mi disertación sobre el tema os dejo un vídeo de cómo (no) se hace una paella.

Aparte de las aberraciones, la locución no tiene desperdicio. Este fragmento está sacado de otro que circuló

por redes. La situación es la siguiente:

Dos hombres, seguramente pescadores, están viendo un barco que intenta entrar en la bocana del

Júcar en Cullera durante el último temporal. La embarcación está a punto de zozobrar y, desde la orilla,

intentan ayudarle. Incluso sin saber valenciano se les entiende perfectamente.

https://www.facebook.com/reel/2605251166308415

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Novela

por entregas

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Otra oportunidad

Lucrecia Hoyos

Capítulo 8

EL COJUSIN

Descargaron los muebles en un almacén exterior situado detrás de la casa y se fueron a

Valencia a devolver la camioneta. Ya pensaría qué hacer con ellos. Eran nuevos, quizá podría

venderlos en alguna plataforma de Internet.

Estuvieron un tiempo arreglando desperfectos. Juan trajo del pueblo a dos albañiles que

restauraron y pintaron la fachada. Con el permiso de Amalia, construyeron una pequeña cocina

exterior y un aseo con ducha, adosado a ella. Querían cocinar allí paellas, carnes y pescados a la

brasa y todo lo que se les ocurriera. Se estaban preparando para recibir a esos compañeros que

no sabían cómo ni dónde encontrar, pero Bárbara estaba segura de que aparecerían.

Durante el tiempo de las obras todo fue bien. Él estaba bastante animado y trabajaba mucho.

Comían en el bar. Bárbara fue explicándole los fundamentos de la vida en un cohousing.

Juan lo llamaba cojusin. A pesar de las clases de inglés que había recibido en la cárcel,

siempre andaba sumido, por aquellos tiempos, en unas voces internas que solo le hablaban en

castellano y no consiguió aprender casi nada y menos «la endiablada pronunciación de los hijos

de la Gran Bretaña», dijo.

—En valenciano es cohabitatge, ¿te gusta más así? —le preguntó Bárbara con una sonrisa

comprensiva.

—Sí, más fácil —contestó Juan.

Bárbara había asistido a las reuniones de Colla cohabitatge durante un año. Se necesitaba

un periodo de preparación para formar parte de un grupo como ese. Había que aprender a convivir

y desaprender todos los vicios individualistas y competitivos que la sociedad nos inocula. Intentó

trasladar el modelo a la Masía de la Torre, pero encontró muchos inconvenientes y las tensiones

se fueron interponiendo entre ellos.

Desde que terminaron las obras de restauración, Juan se perdía. Volvió a las cervezas, se

quedaba dormido en cualquier parte, no tenía reloj y el móvil descansaba siempre en su habitación,

nadie lo llamaba y él tampoco llamaba a nadie.

Un día, Bárbara, cansada de esperarlo en la gran cocina, salió a buscarlo. Lo encontró plácidamente

roncando bajo una higuera.

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—¡Despierta, hombre! Llevo una hora esperando para hacer la reunión del consenso, ya te

dije que era un tema muy importante.

Él no reaccionaba. Desprendía un fuerte olor a alcohol que la intemperie no mitigaba, lucía

barba de varios días, su ropa no parecía muy limpia. Trajo de la cocina un cubo de agua que

le volcó en la cabeza. Despertó en medio de juramentos y lindezas lingüísticas, pero no le sirvió

de nada. Ella lo llevó medio a rastras y lo metió en la bañera, le obligó a enjabonarse bien, luego

a afeitarse, le cortó el pelo, le hizo ponerse ropa limpia y lo llevó a la cocina donde, por fin, empezó

la reunión con los dos únicos habitantes. No estaba mal para ser la primera.

Sentados a la mesa ante sendas tazas de café bien cargado, Bárbara inició el debate con

una definición de «consenso»:

—Es un acuerdo producido por consentimiento entre todos

los miembros de un grupo. ¿Eso lo tienes claro?

—¿Pero qué grupo? —preguntó Juan.

—Pues qué grupo va a ser, el nuestro.

—O sea nosotros, tú y yo.

—No, no solo nosotros, todos los que se vayan agregando

al grupo. Métetelo en la mollera para que se lo podamos explicar

bien cuando vengan. Van a venir. De eso estoy totalmente

convencida.

—¿Pero en qué tenemos que estar de acuerdo?

—En cómo organizamos la casa y la convivencia. En turnos

de limpieza, de compras, de cocina, horarios y un montón

de cosas más que irán surgiendo.

—Uf, mucho trabajo. Yo más bien quisiera no tener ninguna obligación y vivir a mi aire.

—De eso nada, Juan, si quieres vivir aquí, tendrás que hacer lo que yo te diga y punto.

—¡Ah! ¿Entonces el consenso es lo que tú ordenes?

—Pues mira, sí, hasta que te civilices, tendrá que ser así. Luego me lo agradecerás.

—Oye tía, que yo puse la pasta de las obras.

—¡Dinero, dinero, no todo es el dinero! ¿Te enteras? Además, está todo anotado y los gastos

se repartirán entre todos. Tenemos que vivir como personas decentes, con la casa limpia y la

comida en la mesa a su hora. Y si no te conviene, coges la puerta y te largas. Esta noche cocino

yo. Te quiero aquí a las nueve para cenar, limpio y sobrio, y ni se te ocurra desobedecerme,

¿está claro o te lo repito? Ah y las latas de cerveza que tenías en tu cuarto no las busques, las

he requisado para beber cuando yo lo diga. ¡Se ha acabado la reunión!

....continuará

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La entrevista

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Entrevista a

Francisco Pascual Sánchez

Por Amelia Jiménez y Ana Marben

A Francisco Pascual lo conocimos detrás de un micrófono. Cierto es

que ya habíamos leído algunas de sus contribuciones en la Revista Digital

de Valencia Escribe, pero escucharlas de su propia voz ya es otro nivel.

Su dicción y ese punto de humor que imprime a sus textos nos sedujeron

desde el primer momento.

Francisco acaba de participar en el libro 101 relatos de la enseñanza,

de la Editorial Vinatea, y nos parece un buen momento para acercarnos

a su persona, saber más de él y de sus proyectos.

¿Quién es Francisco cuando no escribe o declama?

Nací en Valencia hace sesenta y nueve años, en una calle del barrio de

la Cruz Cubierta, que hasta bien entrados los setenta no estaba dentro

del casco urbano, sino que era pedanía. Mi vida laboral, que comenzó a

los catorce años, ha transcurrido siempre en la Banca, una actividad poco

creativa.

¿Cómo llegaste a la escritura? ¿Cómo empezaste a publicar?

En 2009 me matriculé en las Aulas de la Tercera Edad de Jesús-

Patraix, en las asignaturas de Inglés e Historia. Ya comenzado el curso vi

que había plazas libres en Literatura y Creación Literaria y me apunté.

Recuerdo que el primer día tuve la impresión de que aquello no era para

mí, quizá esperaba otra cosa como lectura de libros, comentarios de texto,

etc., pero no. La profesora, Elena Torres, nos animaba a escribir relatos y poesía, la clase era más

práctica que teórica. Cuando salí me dije que no iba a volver, sin embargo, al cabo de un par de días me

atreví con el trabajo que nos había encomendado (un relato de tema libre incluyendo unas palabras que

había anotado en la pizarra), y cuál fue mi sorpresa al comprobar que me salió bastante bien y que no

me había costado demasiado esfuerzo escribirlo. Ahí comenzó todo. Regresé a la clase de Creación Literaria

y lo demás fue llegando.

Mi primer libro se publicó en mayo de 2014. Fue un libro de relatos por autoedición. Después vinieron

tres novelas, y el último ha sido otro libro de relatos publicado en abril de 2023.

¿Cuál es tu vínculo de unión con Valencia Escribe?

Fue durante el duro confinamiento a causa de la pandemia. Comencé a visitar la página en Facebook

y un buen día, a la vista de una de las convocatorias, me decidí a enviar un relato para la revista.

Desde entonces, de manera casi habitual, envío textos para la revista y también publico en el muro.

Sabemos que tienes publicadas tres novelas y dos libros de relatos. ¿En qué formato te sientes

más cómodo? ¿O hay un momento para cada cosa?

En efecto, hay un momento para cada cosa, según los ánimos que se tengan. De todas formas, donde

me encuentro más en mi salsa es con los relatos y microrrelatos, con los que he obtenido bastantes

premios. También tengo un poemario bastante extenso y publico algunos poemas en mi página de Facebook.

¿Y esa voz? ¿Es habilidad natural? ¿Entrenamiento? ¿Formación?

Entrenamiento, no, y tampoco formación. Quizá es que he sido fumador muchos años, o quizá me

venga de mi abuelo materno, que fue en su juventud actor aficionado y también cantante de zarzuelas.

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¿Cuál es tu mayor defecto? ¿Y tu mayor virtud?

Tengo tendencia a ver el lado negativo de las cosas, a ponerme siempre en lo peor. Por otra parte,

soy muy disciplinado, aunque a veces, quisquilloso.

Si pudieras cenar con un escritor o escritora, vivo o muerto, ¿con quién te gustaría hacerlo y

por qué?

Admiro a muchísimos escritores y escritoras. En esta actividad el aprendizaje es constante, día a

día. Siempre me ha asombrado la visión de futuro que tuvo Julio Verne. Fue un adelantado a su tiempo.

Además de la escritura, ¿qué otras pasiones tienes?

La lectura, por supuesto. Y el cine, sobre todo el clásico. Y en cuanto a actividad física, soy un forofo

del senderismo.

¿Tienes algún proyecto en mente?

Tengo muchos textos inéditos, así que podría publicar un nuevo libro de relatos, aunque también

tengo ideas para otra novela. No sé cuál de las dos cosas será.

¿Una canción que te acompañe desde siempre?

Muchas, pero una por la que siento un especial cariño es You’ve got a friend, de Carole King. Es uno

de los temas icónicos de los años setenta del siglo pasado, década que tengo bastante idealizada y que

trajo cambios muy importantes en mi vida.

¿Una frase para cerrar la entrevista?

Cuando llegamos a una cierta edad, tenemos que hacer como los tiburones, que nadan constantemente

porque de lo contrario se hunden. Hay que estar siempre activos, con la mente ocupada, no desfallecer.

Todavía podemos hacer y aportar muchas cosas.

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Nº 8—Tercera Era


Críticas de

cine, series y

libros

Nº 8—Tercera Era


El amor en Francia, de J.M.G Le Clézio

Ginés J. Vera

Son ocho los relatos que el escritor galo J.M.G Le Clézio reúne

en este volumen titulado El amor en Francia (Lumen). La juventud

está muy presente en todos ellos, de ahí la tierna imagen de la

portada. La primera sorpresa la podríamos encontrar, acaso, en el

título. Aunque nacido en Niza, el autor es descendiente de emigrantes

de Mauricio en el siglo XVII. Si sumamos a esto que durante

años tuvo una existencia nómada entre África del Norte,

Asia y América, recalando en México en 1970, podremos entender

mejor la narrativa de su obra. Así, esos jóvenes protagonistas de

la mano de Le Clézio nos trasladarán a lugares lejos de la civilización

o en sus regiones fronterizas, salvo quizá, el relato que da

título al libro. Juventud e infancia, protagonistas solitarios o en

pequeños grupos, tratando de forjarse una identidad, un lugar en

el mundo, a veces enfrentándose a una sociedad que no los entiende

o los margina, cuando no, ambas a la vez. Mientras recorría

estas ocho historias, que bien pueden leerse en el orden de

aparición o a gusto del lector, me ha venido a la mente la importancia

de la memoria, del recuerdo, a veces en forma de canciones

infantiles transmitidas con amor, como un hilo conductor entre esa infancia y el presente. También el

olvido y la fragilidad de sus protagonistas, en dura lucha por su supervivencia, en un mundo lleno de

peligros, de prejuicios y de convencionalismos sociales. Desde el relato El amor en Francia, casi a modo

de plegaria o de deseo entre los labios de su protagonista, a Camino luminoso, el más extenso de los

ochos, en el que una adolescente embarazada y un discapacitado huyen de un campo de niños esclavos

en Perú, hay una deliciosa galería de personajes que emocionan y entristecen casi a la par. Porque

Le Clézio nos enfrenta con la lectura de estos relatos a una realidad casi invisibilizada en los informativos

del primer mundo, pero que late a diario. La realidad de los refugiados, de los migrantes, de los

niños esclavos, de la violencia hacia los más pequeños e indefensos en regiones del mundo a las que

pocas veces se les da voz. Eso, a mi entender, es lo que hace el autor aquí, dar voz, iluminar la oscuridad,

tendiendo un hilo de esperanza en cada una de estas ocho historias que recomiendo por la belleza

de la prosa y por el mensaje que dejan tras el punto final.

Valoración

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El informe de Brodeck, de Philippe Claudel

Miguel Moliné

La muerte de Der Anderer (el Otro, en alemán), un extranjero llegado

al pueblo de Brodeck, desencadena un encargo curioso: la redacción

de un informe pormenorizado sobre las causas de ese asesinato,

perpetrado por todos los hombres de la localidad, menos él.

A lo largo de sus 280 páginas, Brodeck va intercalando su propia

llegada al pueblo, de huérfano al cargo de una mujer que hará las

veces de madre, con los hechos que van a desencadenar la muerte

de Anderer y sus vivencias en un campo de concentración.

No tengo palabras para describir la magnífica obra que acabo de

leer. Al principio, puede parecer una novela llena de bellas descripciones

del pueblo, pero, poco a poco, te vas adentrando en un mundo

de tragedias, donde parece que solo reinan el mal y la incomprensión,

el odio hacia lo desconocido, hacia lo que no es como nosotros.

Al mismo tiempo, descubres también la fuerza del amor sin

barreras, sin fronteras, del amor puro como jamás lo has sentido,

de la búsqueda de perdón y redención en un lugar en el que parece

que Dios no existe.

Dan ganas de llorar: por Brodeck, por su mujer Emélia, por el Anderer, por varios personajes que,

sin ser completamente descritos en la novela, te provocan sentimientos encontrados.

Sin duda, una de las más bellas y tristes historias que he leído en este año.

«La guerra es una mano inmensa que barre el mundo. Es la coyuntura en que el mediocre triunfa y

el criminal recibe la aureola de santo, ante quien todos se arrodillan, a quien todos aclaman, a quien

todos adulan».

Valoración:

Nº 8—Tercera Era Página 65


Nada

Ana Marben

Mini serie argentina. Solo cinco capítulos de media hora, 159

minutos en total. Puede verse de tirón, como una película larga.

Pero mejor ir viéndola en pequeñas dosis.

Un crítico gastronómico con muchos años y aún más manías,

pierde a la asistenta de toda la vida, la mujer que hacía que todos

sus deseos y sus caprichos a nivel doméstico fueran cumplidos.

Contrata, de mala gana, a una joven paraguaya para sustituirla.

Al principio de cada capítulo sale el gran Robert de Niro explicando

alguna expresión argentina. Nos contará, por ejemplo, la diferencia

entre boludo y pelotudo de manera didáctica y absolutamente

divertida.

Me ha gustado el protagonista, su mala leche, su curiosidad, sus

comentarios sarcásticos todo el tiempo, sus quejas. El contraste

con la chica joven y cómo sus caminos, tan diferentes, acaban por

converger. Y me gusta el personaje de Robert de Niro hablando argentino,

breve e inmprescindible.

Se tratan temas tan diversos como la vejez, la inmigración, la

honestidad, la sinceridad, el respeto. Para pasar un buen rato y, ya de paso, aprender un poco de la

forma de vida en Argentina, sus expresiones y su gastronomía. La serie puede verse en Disney+

Valoración

Página 66

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Chinas

Inés Table

Chinas, de la directora Arantxa Echevarria, nos cuenta varias

historias que se van entremezclando en una sola narración. Dos

niñas chinas coinciden en un aula y aunque pueda parecer que

sus historias serán similares, sus vidas no tienen nada que ver.

Una de ellas, Lucía, es segunda generación de inmigrantes. Su familia

regenta un bazar que a duras penas les da para sobrevivir.

La otra, Xiang, es una niña adoptada cuyos padres españoles le

dan todo lo que pueda necesitar, a pesar de lo cual ella no encuentra

su sitio. Sin embargo, nada es fácil, como tampoco es fácil para

Claudia, la hermana adolescente de Lucía, esa chinita que no duda

en contestar moro de mierda en ese mundo joven impregnado de

agresividad, sexo, alcohol y necesidad de pertenencia.

No es fácil para ninguno de los personajes que pueblan esta

historia sin principio ni final, que sobreviven como pueden, y que

sin pretenderlo, también se deslizan por esos microrracismos de

los que no siempre sabemos escaparnos.

Me quedo con las dos niñas amigas que vemos en el cartel, una china y otra española, la naturalidad

con la que observan sus diferencias, las risas que les producen, la facilidad para mirar y aceptar

al otro.

Valoración:

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Núm 8. https://www.yumpu.com/es/document/view/65580550/valencia-escribe-numero-8b

https://www.mediafire.com/file/0uayw274w308ahi/Valencia_Escribe._N%25C3%25BAmero_8..pdf/file

Núm 9. https://www.yumpu.com/es/document/read/65864303/revista-digital-valencia-escribe-numero-9

https://www.mediafire.com/file/atpubdvy6vsfpy5/Revista_Digital_Valencia_Escribe._N%25C3%25BAmero_9b.pdf/file

Núm 10. https://issuu.com/52relatosymedio/docs/revista_10_def_9ymedia?fbclid=IwAR3nkqTKg-DyflzrYDTSVSVvqL-

BSIiAX2yWgd36hqHhqRNEKnjVUBIdXZ8

https://www.mediafire.com/file/8j2p53hhcxog2im/RevistaValenciaEscribe_n10.pdf/file

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Revista digital de Valencia Escribe

Revista digital de Valencia Escribe


Están disponibles en la plataforma <https://

www.academia.edu> los 46 números de la

primera etapa de nuestra revista digital

(marzo 2014 a enero 2019). En formato PDF,

para visualizarlos y/o descargarlos. Solo tenéis

que poner en el buscador REVISTA VA-

LEN CIA ESCRIBE y en los resultados escoger

el número que os interese

Valencia Escribe en las redes

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colgando convocatorias de concursos literarios que os podrían interesar.

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de las entradas que publiques, no olvides que también tenemos el grupo Valencia Escribe

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Para los aficionados al Haiku, también tenemos un espacio, que para ser originales nos

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Nº 8—Tercera Era Página 73


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