Terredad

Sus ensayos
El fulgor de su poesía no ha dejado apreciar debidamente
su impecable prosa, heredera de la mejor
de nuestro idioma. Bastante se ha estudiado aquélla,
y poco se repara en ésta que fue criada en el hontanar
clásico y cernida luego por el tamiz de los maestros
modernos. Es sabido que no publicaba poema que no
estuviese bien acabado. Creo que lo mismo se aplica
a todo lo demás que escribió, al menos no conozco
página suya descuidada.
Pero hay algo más que solicita atención: su
poética está derramada en sus ensayos de La ventana
oblicua y El taller blanco, en los autores que creó, en
los comentarios sobre ellos, en las reflexiones de su
“Fragmentario” y en entrevistas. Todo este material
alumbra su propósito hacedor. Con respecto a los autores
estudiados en su primer libro, fueron Gottfried
Benn y Antonio Machado los que dejaron una huella
mayor en el poeta. Su eliminación del adverbio “como”,
por ejemplo, que ha tenido mucha acogida en la lírica
moderna, viene de Benn. Anoto, de paso, que si bien
este planteamiento es saludable y se justifica porque
el “como” desvía del objeto principal, cuando uno
escribe, la comparación, aunque no se use, se cuela
implícitamente.
De Machado, cuya prosa sobre todo leyó asiduamente,
y a quien le dedicó sendos ensayos en sus
dos libros, procede lo de la temporalidad vivida como
componente esencial de la poesía, pero trascendida
hacia lo intemporal en la que escribió Eugenio, como
también lo pedía el maestro español, por boca de su
principal heterónimo. A este planteamiento se opone
la estética más intelectual de la construcción, defendida
por Mallarmé, Valéry y Benn.
En todo caso, tanto “La difícil doble vida de
Gottfried Benn”, de La ventana oblicua como “El
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