04.12.2020 Views

2 pideme lo que quieras ahora y siempre de megan maxwell

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

—No voy a permitir que sigas trabajando de camarera ni aquí ni en ningún otro

lugar. Odio ver cómo los hombres te miran. Para mis cosas soy muy territorial y tú...

Alucinada por este arranque de celos, que en el fondo me pone a cien, le suelto:

—Mira, guapo, hoy por hoy hay mucho paro en España y, como comprenderás, si

tengo que trabajar no me puedo poner en plan princesita. Pero, de todos modos, ahora no

quiero hablar de esto, ¿de acuerdo?

Eric se muestra conforme.

—En cuanto al anillo...

—No lo quiero.

¡Guau, qué borde estoy siendo! Hasta yo misma me sorprendo.

—Es tuyo, cariño —responde Eric con tacto y una voz suave.

—No lo quiero.

Intenta besarme y le hago la cobra. Y antes de que diga nada, farfullo:

—No me agobies con anillos, ni compromisos, ni mudanzas, ni nada. Estamos

hablando de nosotros y de nuestra relación. Ha ocurrido algo que me ha desbaratado la vida

y de momento no quiero anillos ni títulos de novia, ¿vale?

Vuelve a asentir. Su docilidad me tiene maravillada. ¿Realmente me quiere tanto?

La canción termina y suena Nirvana. ¡Genial! Se acabó el romanticismo.

Se produce un tenso silencio por parte de los dos, pero no me quita el ojo de encima

ni un segundo. Finalmente, veo que se curvan las comisuras de sus labios y dice:

—Eres una jovencita muy valiente a la par que preciosa.

Sin querer sonreír, levantó una ceja.

—¿Momento peloteo?

Eric sonríe por lo que acabo de decir.

—Lo que hiciste el otro día en la oficina me dejó sin habla.

—¿El qué? ¿Cantarle las verdades a la idiota de mi ex jefa? ¿Despedirme del

trabajo?

—Todo eso y escuchar cómo me mandabas a la mierda ante el jefe de personal. Por

cierto, no lo vuelvas a hacer o perderé credibilidad en mi empresa, ¿entendido?

Esta vez soy yo la que asiente y sonríe. Tiene razón. Eso estuvo muy mal.

Silencio.

Eric me observa a la espera de que lo bese. Sé que demanda mi contacto, lo sé por

cómo me mira, pero no estoy dispuesta a no ponerle las cosas fáciles.

—¿Es cierto que me quieres tanto?

—Más —susurra, acercando su nariz a mi cuello.

El corazón me aletea; su olor, su cercanía, su aplomo, comienzan a hacer mella en

mí, y sólo puedo desear que me desnude y me posea. Su proximidad es irresistible, pero,

dispuesta a decir todo lo que tengo que decir, me retiro y murmuro:

—Quiero que sepas que estoy muy enfadada contigo.

—Lo siento, nena.

—Me hiciste sentir muy mal.

—Lo siento, pequeña.

Vuelve a la carga.

Sus labios me besan el hombro desnudo. ¡Oh, Diosssss, cuánto me gusta!

Pero no. Debe probar su propia medicina. Se lo merece. Por ello, respiro hondo y

digo:

—Vas a sentirlo, señor Zimmerman, porque a partir de este instante cada vez que yo

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!