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—Sí, sí. Ya sé que suena extraño, pero... ese nombre fue el que surgió en el
tablero. Yo no guie el puntero.
—Ni yo.
—Y no creo que David lo hiciera. A él fue al que más le afectó, por lo que vi. Se
quedó blanco.
Elena también notó la reacción de su amigo. Todos estaban muy asustados, pero el
novio de su hermana palideció cuando en la tabla de la ouija apareció el nombre de
Rocío Costa.
—Siempre nos queda la posibilidad de que Manu nos engañase. Cualquiera se fía
de él...
—Ya lo he pensado. Es el que organizó la sesión de ouija. Puede que encontrara
esta historia en Internet y nos quisiera dar un susto. Pero, si te soy sincero, no creo
que tampoco él manejara el puntero.
—¿Por qué lo dices?
—Porque lo hubiera dicho luego. Las bromas que hace Manu son para reírse de
nosotros. Si todo lo hubiera planeado él, no habría esperado ni cinco minutos para
decírnoslo y poder burlarse de los tres. Además, realmente también lo vi muy
exaltado.
—Madre mía, quién me mandaría a mí meterme en algo así.
Los dos se quedan pensativos unos segundos y luego continúan cenando y
reflexionando sobre el asunto de la ouija. Las puertas del comedor están a punto de
cerrarse, pero en el último suspiro alguien entra. Toni se percata rápidamente de quién
se trata. Isa resopla cuando tiene la bandeja entre sus manos. Ha faltado poco para no
llegar a tiempo. La chica se pone un poco de sopa en un cuenco, un filete de pescado
en un plato y se sienta sola a una de las mesas del principio de la sala.
—¿El accidente fue en Sevilla? —pregunta Elena recuperando la conversación.
—Sí, en Sevilla capital. ¿Por qué?
—No sé. David dijo que no le sonaba de nada el nombre de Rocío Costa.
—Normal. Sevilla es muy grande —advierte Toni—. Aunque se hubiera enterado
del accidente de moto, sería muy complicado que supiera el nombre de la chica
muerta.
Elena asiente con la cabeza. Su amigo tiene razón: que sucediera en Sevilla no
indica que David tuviera que conocer a la chica, ni que se enterase de aquel accidente.
De todas maneras, después de la sesión parecía más afectado que el resto. Incluso su
comportamiento camino de la estación resultó raro. Intentará hablar con él antes de
que termine el fin de semana, aunque será difícil con Marta por allí.
Siguen cenando y haciéndose preguntas sobre el asunto, hasta que Elena recibe un
nuevo WhatsApp de Carmona.
«¿Estás ya en la residencia? Sé que te estoy agobiando, pero necesito hablar contigo y que
aclaremos lo que ha pasado. Ven a mi habitación cuando puedas, por favor. Te quiero».
La joven empieza a sentirse culpable. Martín parece verdaderamente afectado. No
quiere que siga sufriendo. Y es cierto: tienen que hablar.
Sin terminar la cena, se levanta y lleva la bandeja al carrito, guardándose antes una