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<strong>Sol</strong>cultural<br />
¿Cuánto vale tu Bolívar?<br />
RAMÓN ORDAZ<br />
Bolívar hay muchos y, quien más, quien<br />
menos, construye el suyo particular. El<br />
más loado y vendido en los cuadernos<br />
escolares: el mítico, el superhombre, el<br />
que –hombre de las dificultades- salía<br />
airoso como héroe de las tiras cómicas. El empedernido<br />
romántico, de hinojos haciendo invocaciones<br />
ante el Chimborazo de sus sueños. “Cuentan que tuvo en<br />
su faz/ lo que salva y lo que aterra,/ rayo de muerte en la<br />
guerra/ y arco iris en la paz”. Algo de semidios, de estruendo<br />
en las palabras, de inconcebible longitud de hombre<br />
para la magnificencia de su hazaña. Como en el Olimpo: “Si<br />
la naturaleza se opone, lucharemos contra ella y haremos<br />
que nos obedezca”. Obseso, poseso, íncubo en el pandemónium,<br />
atormentado por la herejía de su vida y la fugacidad<br />
del amor. Amor a lomo del viento, de cara al sol, y un<br />
pedestal de su sombra en el retrato de la luna llena. De él<br />
no podía hablarse sino con hipérboles, dijo José Martí.<br />
Rufino Blanco Fombona dedicó su exilio a glorificarlo en<br />
Europa. El poeta peruano Alberto Hidalgo se preguntaba:<br />
“¿La estatura?/ no se ha podido precisar/ VARIABA SEGÚN<br />
LAS EMOCIONES DE SU ESPÍRITU”. Vanguardista y panfletista,<br />
en su “Retrato de Bolívar” Hidalgo fue más allá en<br />
sus pronósticos: “(he ahí el retrato/ de uno de los hombres/<br />
más grande de la creación/ he puesto/ las líneas generales/<br />
le faltan/ un poco de retoque/ alguna sombra,/ un plano/ de<br />
luz,/ un pincelazo/ donde esté débil el color./ AUTORIZO<br />
A UN PINTOR DEL AÑO 2021 A QUE LO ACABE/ ¡ah!, el<br />
otro hombre se llama Jesucristo). Escrito a propósito del<br />
centenario de la Batalla de Ayacucuo, fue publicado en El<br />
Universal (Caracas, 1924). Dejo al lector hacer las analogías<br />
con la historia del siglo XXI venezolano. Las semblanzas<br />
son más abstractas que concretas. Y volvemos a Potentini<br />
bajo la divisa paternal de un turbio siglo XIX: “Todo se<br />
enciende y avanza/ al conjuro de su acento,/ estremece el<br />
pavimento/ con su bridón el Mellao,/ y aquel sol de Niquitao/<br />
no cabe en el firmamento”. Grandilocuencia sin límites.<br />
No era un hombre; era un cometa.<br />
Tuvo también sus interludios para lo superlativo: Mérida<br />
le otorga por primera vez el título de Libertador en 1813;<br />
Santa Ana del Norte (Isla de Margarita) el de Jefe Supremo<br />
del Ejército Libertador en 1816, cabalgando así sobre el<br />
Caribe el nacimiento de la Tercera República. Osadía tras<br />
osadía, se aventuró con su emigración en 1814. Oriente no<br />
era un territorio; era un hemisferio. Aquí el azor de su inteligencia,<br />
acompañado de Mariño, sometió al corsario Bianchi<br />
que huía con los bienes de la causa emancipadora.<br />
Dinero, plata labrada, varios navíos, perlas y un copón<br />
dorado que usaba Bianchi para brindar por el botín que llevaba<br />
a la vela. Los bergantines “El Arrogante” y “La Culebra”<br />
fueron recuperados bajo acuerdo. Ironías de la vida: el<br />
“Intrépido Bolívar” quedó en manos del filibustero. ¿No es<br />
cierto, acaso, que la historia hace malas jugadas a los titanes,<br />
a los héroes? Otro es el fatal. El perdido. El execrado por los<br />
suyos. El que sufría las felonías, los celos, las intrigas de sus<br />
iguales. Otro el jugador, el carnal. Otro el que maldijo<br />
Pedro Carujo desde la prisión de Puerto Cabello, después<br />
de la Conjura de septiembre de 1828: “...malvado, autor de<br />
infinitos males”, al tiempo que se arrepentía de no haberle<br />
dado muerte. Y mientras Bolívar agonizaba rumbo a la costa<br />
colombiana, el Congreso separatista de Valencia absolvía<br />
de culpas y otorgaba la libertad a Carujo. Se vive como<br />
héroe y se muere avergonzado de la nimiedad de los hombres<br />
que, en definitiva, nada los une tanto como el hambre<br />
de los chacales que llevan por dentro como único horizonte<br />
la conquista del poder para eternizarse en él. ¿No<br />
fue esa la historia del libertador de los Llanos y occidente,<br />
el catire Páez? En El General en su laberinto, de Gabriel<br />
García Márquez, otro hombre nacía en 1830: el desahuciado<br />
de sus congéneres, el escéptico, el pesimista, el auténtico:<br />
el que si bien se dio tiempo para pedir perdón antes de<br />
morir, pudo decir también: “¡Puta Patria!”.<br />
<strong>Sol</strong>tando<br />
amarras<br />
LETICIA ROJAS<br />
Navegar…<br />
Enhebrar los ojos en el horizonte.<br />
y empapar el rostro en gotas de lejanía;<br />
entregarse al último trasfondo del poniente<br />
donde picos blancos y espumosos<br />
calan los más permeables sueños.<br />
Este anhelo de ultramar me inunda.<br />
Este afán de tocar otras tierras;<br />
de vestirme en aventuras cristalinas,<br />
donde el aire es más sonoro<br />
y la luz, me besa.<br />
Y es esa misma brisa que susurra<br />
quien le pide al mar que me despose<br />
para así, culminar lo inexorable.<br />
Si.<br />
Quiero.<br />
Milenios de estrellas<br />
ceñidas en vaporosas muselina<br />
me señalan rumbo limpio<br />
hacia el inmensurable destino que me aguarda.<br />
Navegar….<br />
Me iré de nuevo al mar para encontrarme,<br />
dejando atrás los miedos por estela.<br />
MARGARITA<br />
En mares remotos,<br />
-lejos y escondidasbesadas<br />
por olas<br />
y por sal marina,<br />
estoicas islas<br />
esperan galantes<br />
a ser descubiertas<br />
por los navegantes.<br />
Y mientras esperan<br />
le cuentan al viento,<br />
que son tres hermanas<br />
bajo el cielo atento;<br />
Una de ellas, luego,<br />
por su luz bonita,<br />
sería bautizada:<br />
Isla MARGARITA.<br />
(4) SOL DE MARGARITA, Porlamar, sábado 2 de abril de 2016 / www.elsoldemargarita.com.ve