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Instituto Revista

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<strong>Instituto</strong><br />

Lincoln<br />

Español<br />

Miss. Pamela Aguilera<br />

Alumno: Moisés Flores<br />

Trabajo: <strong>Revista</strong> de<br />

bombas, adivinanzas,<br />

Etc.


Bombas<br />

ÉL<br />

1.-Desde lejos he venido<br />

rodando como una tusa<br />

solo por venirte a ver<br />

niña ojitos de guatuza.<br />

2.-Las mujeres de este tiempo<br />

son como el café molido,<br />

apenas tienen quince años<br />

ya quieren tener marido.<br />

3.-La mujer que ama a<br />

dos hombres no es tonta sino<br />

entendida si una vela se le apaga<br />

la otra ya está encendida.<br />

ELLA<br />

Si desde lejos llegaste<br />

a yo no me digas eso<br />

mejor andá restregate<br />

esas costras del pescuezo.<br />

Los muchachos de este tiempo<br />

son como el café tostado<br />

se la tiran de jailosos<br />

y andan todos acabados.<br />

Un hombre con dos mujeres<br />

de papo se pasa a veces<br />

no cumple con sus deberes<br />

y al final paga con creces.


Adivinanzas<br />

1.-Dos hermanas diligentes que caminan a compás, con el pico por delante y los ojos por<br />

detrás.<br />

2.-En la mano de la dama casi siempre estoy metido, unas veces estirado otras veces<br />

encogido.<br />

3.-Hablo y no tengo boca, corro y no tengo pies, soy blanca y negra y se aprecia en mí lo<br />

que negro es.<br />

4.-Una vieja tonta y loca con las tripas en la boca.


Refranes<br />

1.-A la fuerza, ni la comida es buena.<br />

2.-El tonto ni de Dios goza.<br />

3.-Come santos, caga diablos.<br />

4.-De las aguas mansas, líbrame Dios mío.<br />

5.-A dos puyas no hay toro valiente.


Leyendas<br />

1.-LA SUCIA<br />

Dicen que cierta noche un joven de un pueblo de Santa Bárbara salió de su casa a visitar<br />

una muchacha que le gustaba, la verdad es que él estaba muy enamorado. Se quedó con<br />

la muchacha hasta pasadas de las 9:00 pm. Cuando regresaba a su casa, al cruzar por una<br />

quebrada (riachuelo) vio a una joven lavando su ropa por lo que debido a que era de<br />

noche y que no había nadie más alrededor trató de seducirla sin que la muchacha le<br />

correspondiera y manteniéndolo ignorado sin darle la cara.<br />

Él, abusivo y al sentir el desprecio de la joven, trató de abusar de ella, sujetándola con<br />

fuerza y trató de apartar la enorme cabellera que le cubría el rostro de la mujer sin<br />

resultado alguno. La mujer se soltó de él y apenas alcanzó a escuchar un ligero sollozo de<br />

ésta, pero el hombre no estaba dispuesto a dejar pasar la oportunidad de seducirla.


Se disculpó por el forcejeo y le dijo que lo único que quería era un beso por lo que la<br />

mujer asintió con la cabeza y él se acercó a ella, apartando su pelo para dejar al<br />

descubierto su rostro y poderlo besar. Haciendo esto se escuchó el mayor alarido que<br />

garganta humana puede escuchar y el hombre salió corriendo volviéndose loco en el acto,<br />

y lo único que exclamaba era que había visto una mujer con cara de monstruo y con un<br />

aliento pestilente. Hoy en día se dice que esta mujer se le aparece a los hombres<br />

mujeriegos en sitios solitarios de su camino y es muy conocida como La sucia por su<br />

costumbre de aparecerse lavando ropa sucia.<br />

2.-LOS CÍCLOPES<br />

Entre los indígenas de la aún poco explorada selva Misquita existe la creencia en un ser<br />

que se asemeja a los cíclopes de un solo ojo. La antropóloga Anne Chapman recogió en los<br />

años 70 relatos que tenían por protagonista a esta criatura y los publicó en su libro Los<br />

hijos de la muerte: el universo mítico de los Tolupanes-Jicaques de Honduras. Una de estas<br />

historias se remonta a mediados del siglo pasado y habla de un indio, Julián Velásquez,<br />

que no quiso ser bautizado. Vivía cerca de la laguna Seca (Departamento de Santa Marta),<br />

pero viajó hacia la costa atlántica en compañía de un brujo. Allí encontró a una tribu de<br />

antropófagos que poseían un sólo ojo. Julián fue capturado y estuvo prisionero junto con<br />

tres ladinos (como se denomina a blancos y mestizos) para ser engordados. "Los matan<br />

con cuchillo, degollados; la carne la comen frita y la echan con manteca en una botella",


cuenta un informante de Chapman. Julián Velásquez logró escapar de la infame tribu.<br />

Nunca más se ha oído hablar de tales cíclopes.<br />

Cuentos<br />

1.-La Mejor Limosna<br />

(Froylan Turcios)<br />

Horrendo espanto produjo en la región el mísero leproso. Apareció súbitamente, calcinado<br />

y carcomido, envuelto en sus harapos húmedos de sangre, con su ácido olor a<br />

podredumbre. Rechazado a latigazos de las aldeas y viviendas campesinas; perseguido<br />

brutalmente como perro hidrófobo por jaurías de crueles muchachos; arrastrábase<br />

moribundo de hambre y de sed, bajo los soles de fuego, sobre los ardientes arenales, con<br />

los podridos pies llenos de gusanos. Así anduvo meses y meses, vil carroña humana,<br />

hartándose de estiércoles y abrevando en los fangales de los cerdos; cada día más<br />

horrible, más execrable, más ignominioso. El siniestro manco Mena, recién salido de la<br />

cárcel donde purgó su vigésimo asesinato, constituía otro motivo de terror en la comarca,<br />

azotada de pronto por furiosos temporales. Llovía sin cesar a torrentes; frenéticos<br />

huracanes barrían los platanares y las olas atlánticas reventaban sobre la playa con


frenéticos estruendos. En una de aquellas pavorosas noches el temible criminal leía en su<br />

cuarto, a la luz de la lámpara, un viejo libro de trágicas aventuras, cuando sonaron en su<br />

puerta tres violentos golpes. De un puntapié zafó la gruesa tranca, apareciendo en el<br />

umbral con el pesado revólver a la diestra. En la faja de claridad que se alargó hacia afuera<br />

vio al leproso destilando cieno, con los ojos como ascuas en las cuencas áridas, el mentón<br />

en carne viva, las manos implorantes.<br />

— ¡Una limosna!— gritó — ¡Tengo hambre! ¡Me muero de hambre!<br />

Sobrehumana piedad asaltó el corazón del bandolero.<br />

— ¡Tengo hambre! ¡Me muero de hambre!<br />

El manco lo tendió muerto de un tiro exclamando:<br />

—Esta es la mejor limosna que puedo darte.<br />

2.-Primer Amor<br />

(Froylan Turcios)<br />

La virgen de los quince años, que nunca había amado, en una tarde escarlata interrogó al<br />

hombre taciturno sobre algunas cosas del alma. Le interrogó más bien con la mirada<br />

profunda que con los labios floridos.<br />

-El amor es una embriaguez divina. Es la suprema angustia y la suprema delicia. Amar es<br />

sufrir, es sentir dentro del espíritu todas las tempestades y todas las alegrías. Es vivir una<br />

vida fantástica, impregnada de tristeza y de perfumes. Es soñar dulces cosas a la hora del<br />

crepúsculo y cosas extrañas en la callada medianoche. Es llevar constantemente en las<br />

pupilas la imagen de la mujer querida, y en el oído su voz, y en todo el ser la gloria de su<br />

encanto.<br />

Ella le miraba sonriendo misteriosamente.<br />

El continuó:<br />

-No sé lo que una mujer pueda pensar y sentir; pero me imagino que en ustedes las<br />

sensaciones son más sutiles y más hondas.


-Habla usted de tristeza y de sufrimiento -exclamó ella-, y yo creía que en el amor no<br />

cabían esas palabras.<br />

-Yo me he referido únicamente al amor sin esperanza -murmuró en voz baja el taciturno-.<br />

Al hablar de tristeza y de sufrimiento me he referido al amor sin esperanza. He dicho la<br />

emoción de amar; pero no la de sentirme amado.<br />

-Usted, pues, ¿jamás ha sido amado?<br />

-He sido amado locamente por mujeres blancas y tristes, por vírgenes morenas y<br />

ardientes. He sido amado por muchas criaturas seductoras. Las he sentido sollozar en mis<br />

brazos y jugar con mis cabellos y cubrirme de besos apasionados. Pero en el fondo de mi<br />

alma he permanecido impasible, frío ante tus caricias.<br />

-Entonces- dijo la jovencita-, ¿no conoce usted la verdadero placer de sentirse amado?<br />

Porque si usted no amaba, no podía gozar con el amor de las otras...<br />

-Sí, ciertamente, no he gozado con el amor de las otras.<br />

-No conoce usted- dijo ella gravemente- el placer de ser amado. O quizá no habrá sentido<br />

el amor.-No conozco ese placer. Es decir, conozco, ahora, el amor; pero no la felicidad de<br />

sentirme amado.<br />

Diera la vida por una hora de esa felicidad. Usted es la única en el mundo que pudiera<br />

dármela. Ella no contestó. Pero entre la llama violeta del crepúsculo, la vio temblar y<br />

ponerse pálida.


Fabulas<br />

1.-EL CIERVO, EL MANANTIAL Y EL LEÓN


Agobiado por la sed, llegó un ciervo a un manantial. Después de beber vio su sombra en el<br />

agua. Al contemplar su hermosa y variada cornamenta sintiéndose orgulloso, pero quedó<br />

desconcertado de sus piernas débiles y finas. Sumido aún en estos pensamientos apareció<br />

un león, que empezó a perseguirlo. Echó a correr y le ganó una gran distancia, pues la<br />

fuerza de los ciervos está en sus piernas y la del León, en su corazón.<br />

Mientras el campo fue liso, el ciervo guardó la ventaja que le salvaba; pero al entrar<br />

al bosque, sus cuernos se engancharon a las ramas, y no pudiendo escapar fue atrapado<br />

por el león. A punto de morir exclamó para sí mismo:<br />

“Desdichado. Mis pies, que pensaba me traicionaban, eran los que me salvaban, y<br />

mis cuernos, en los que ponía toda mi confianza son los que me pierden.<br />

Moraleja: Frecuentemente, viéndonos en peligro, los amigos de quienes desconfiamos nos<br />

salvan, y aquellos con quienes contamos firmemente son los que nos traicionan.<br />

2.-LA CIGARRA Y LA LECHUZA


Importunaba una cigarra con su ruido insoportable a la lechuza, acostumbraba a buscar su<br />

alimento en las tinieblas y a dormir de día en el hueco de una rama. Rogándole la lechuza<br />

que se callara, y aquélla se puso a cantar con más fuerza; volvió a suplicar de nuevo, y la<br />

cigarra se excitó más todavía.<br />

Viendo la lechuza que ya no le quedaba ningún recurso y que sus ruegos eran<br />

despreciados, atacó a la habladora con este engaño:<br />

—Ya que no me dejan dormir tus cantos, que parecen sonidos de la cítara de<br />

Apolo, tengo el deseo de beber el néctar que Palas me ha regalado ha poco; si no te<br />

molesta, ven, lo beberemos juntos.<br />

La cigarra, abrasada por la sed, en cuanto oyó alabar su voz voló ávida a la cita.<br />

Salió la lechuza de su nido, persiguió a la incauta y le dio muerte.<br />

Moraleja: Quien no sabe ser complaciente encuentra casi siempre el castigo de su<br />

soberbia.


3.-EL CUERVO Y LA ZORRA<br />

Sobre un árbol, un Cuervo presumido tenía con el pico un queso asido. La zorra, que lo olía<br />

y codiciaba astuta, de esta suerte le apremiaba:<br />

—Adiós, señor don Cuervo, muy buen día. Qué hermoso y qué galán. Usted sería el<br />

Fénix de estos bosques, si supiese que a su pluma su voz correspondiese. Con esto el<br />

Cuervo se envanece tanto, que emprende hacer alarde de su canto. Abre el pico<br />

anchuroso, el queso suelta; lo atrapo la zorra y, desenvuelta, le dice: —Sepa usted, buen<br />

caballero, que todo lisonjero vive a expensas de aquel que oído le presta. Bien vale un<br />

queso una lección como ésta. Avergonzado el Cuervo y confundido, juró, aunque tarde, ser<br />

más precavido.

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