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11/27/11 - St. Anthony of Padua Catholic Church

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La Recepción de la Sagrada Comunión En La Misa Page 3<br />

La Iglesia entiende la Procesión de la Comunión y, de hecho toda procesión litúrgica, como un signo de la Iglesia peregrina, el<br />

cuerpo de aquéllos que creen en Cristo, en su camino hacia la Jerusalén Celestial. A lo largo de nuestras vidas, nosotros, los que<br />

creemos en Cristo, nos movemos en el tiempo hacia ese momento en que seremos llevados de este mundo por la muerte y entraremos<br />

en el gozo de nuestro Señor, al Reino eterno que nos ha preparado.<br />

La asamblea litúrgica de los bautizados que vienen a reunirse para la celebración de la Eucaristía es un testigo, una<br />

manifestación, de la iglesia peregrina. Cuando nos movemos en procesión, particularmente, en la procesión para recibir el cuerpo y la<br />

sangre de Cristo en la Comunión, somos un signo, un símbolo de esa Iglesia peregrina “en camino”. Para algunos, sin embargo, la<br />

experiencia de la Procesión de la Comunión es mucho más prosaica y hasta análoga con el hacer cola en el supermercado o en la<br />

Dirección General de Vehículos Motorizados. Una percepción como ésta es una comprensión terriblemente incorrecta y empobrecida<br />

de una acción religiosa significativa.<br />

La Procesión de la Comunión es una acción del Cuerpo de Cristo. Los miembros de la comunidad, respondiendo a la invitacióndel<br />

mismo Cristo por medio del Sacerdote que actúa “en la Persona de Cristo”1 (Bienaventurados aquéllos que han sido llamados<br />

a la cena del Señor)2, donde se dará el compartir el alimento sagrado, recibido en el cuerpo y la sangre de Cristo, señal y fuente de<br />

unidad. De hecho, cada vez que nos disponemos para recibir el cuerpo y la sangre del Señor, nos unimos a los innumerables rangos de<br />

todos los bautizados que han muerto antes que nosotros, nuestros seres queridos, los santos canonizados y no canonizados a lo largo<br />

de los siglos, quienes en algún momento de la historia formaron parte de este gran multitud de creyentes.<br />

Esta acción del cuerpo de Cristo, la Iglesia reunida para la Eucaristía, se manifiesta y se apoya en el Himno de la Comunión,<br />

un himno de alabanza a Cristo cantado al unísono por las voces de quienes creen en Él y comparten Su vida. La Instrucción General<br />

del Misal Romano toma muy en serio este himno, estableciendo que debe empezar en el momento de la Comunión del sacerdote y que<br />

debe extenderse hasta que la última persona haya comulgado.<br />

Sin embargo, algunas personas consideran que cantar este himno es una intromisión en su propia oración, su propia acción<br />

de gracias privada después de la Comunión. Sin embargo, este himno es oración, la oración de acción gracias comunitaria de los<br />

miembros del Cuerpo de Cristo, mutuamente unidos. Una y otra vez, las plegarias litúrgicas y las normas de la Instrucción General<br />

enfatizan este concepto fundamental de la unidad de los bautizados, resaltando que cuando nos reunimos para participar en la celebración<br />

Eucarística, venimos no como individuos sino como miembros unidos del Cuerpo de Cristo. En cada una de las Plegarias Eucarísticas,<br />

aunque la petición se presenta con pequeñas diferencias, se le pide a Dios que envíe Su Espíritu Santo para hacernos un solo<br />

cuerpo, un solo Espíritu; la Instrucción General invita a los fieles a que “actúen, pues, como un solo cuerpo tanto al escuchar la Palabra<br />

de Dios, como al tomar parte en las oraciones y en los cantos y, en especial, al <strong>of</strong>recer comunitariamente el sacrificio y al participar<br />

todos juntos en la mesa del Señor” (IGMR # 96), describe como uno de los propósitos del canto de entrada a la Misa intensifica la<br />

unión de los que se han reunido3. Del Cántico de Comunión dice que su función es expresar abiertamente la unión espiritual de los<br />

comulgantes por medio de la unidad de sus voces, y de resaltar el carácter comunitario de la Procesión de Comunión4.<br />

Para algunos de nosotros es difícil aceptar esta insistencia en que la Misa es la acción de una comunidad en lugar de un acto<br />

individual de nuestra propia fe y piedad; sin embargo, es importante que hagamos todo lo que esté a nuestro alcance para que así sea.<br />

El propio Cristo en la última Cena le imploró a Su Padre: "Padre Santo, cuida en tu nombre a los que me has dado…para que todos<br />

sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado"(Juan<br />

17:<strong>11</strong>b; 21)5. El Bautismo nos ha unido a Cristo y a nuestro prójimo como la vid a sus ramas. La vida de Cristo, el Espíritu<br />

Santo, nos anima a cada uno de nosotros de manera individual y a todos colectivamente y guía nuestros esfuerzos por llegar a ser uno<br />

en Cristo.<br />

Finalmente, el hecho de que la Procesión de Comunión es una acción pr<strong>of</strong>undamente religiosa nos dice algo sobre la manera<br />

en que debemos participar en esta procesión. Somos el Cuerpo de Cristo, avanzando para recibir a Cristo que nos hace uno con Él<br />

mismo y con nuestro prójimo. Nuestra procesión debe avanzar con dignidad; ¡nuestro comportamiento debe ser como el de aquéllos<br />

que saben que han sido redimidos por Cristo y que están viniendo a recibir a su Dios!<br />

La nueva edición de la Instrucción General solicita a la Conferencia Episcopal de cada país que determine la postura corporal<br />

de la Comunión y el acto de reverencia que se ha de realizar por cada persona en el momento de recibirla. La Conferencia de los<br />

Obispos Católicos de los Estados Unidos ha determinado que en este país, la Comunión se reciba de pie y que se haga una venia como<br />

signo de reverencia por parte de aquellas personas que la reciben. Estas normas pueden requerir ciertos ajustes de parte de aquéllos<br />

que han estado acostumbrados a otras prácticas; sin embargo, el significado de unidad en la postura y el gesto corporal, como símbolo<br />

de nuestra unidad como miembros del único cuerpo de Cristo, debe ser el factor predominante sobre nuestras propias acciones.<br />

Quienes reciben la Comunión pueden hacerlo tanto en la mano como en la lengua; sin embargo, la decisión final está en la<br />

persona que la recibe, no en la persona que la distribuye. Si la Comunión se recibe en la mano, las manos deben estar completamente<br />

limpias. Si uno es diestro, la mano izquierda debe descansar sobe la mano derecha. La hostia será luego depositada sobre la palma de<br />

la mano izquierda y luego tomada por la mano derecha hasta llevarla a la boca. Si una persona es zurda, se hará del modo contrario. Es<br />

inapropiado tomarla con los dedos directamente de la mano de la persona que la distribuye.<br />

La persona que distribuye la Comunión dice a cada persona que se aproxima y de manera que se oiga, "El Cuerpo de Cristo".<br />

Esta fórmula no debe ser alterada ya que es una proclamación que invita a una respuesta de fe de parte de la persona que la recibe. El<br />

comulgante debe responder de manera audible "Amén", indicando, por su respuesta, su creencia de que este pequeño pedazo de pan y<br />

el vino de este cáliz son en realidad el cuerpo y la sangre de Cristo, el Señor.<br />

Cuando uno recibe la Comunión del cáliz, la persona que distribuye la Comunión hace la misma proclamación y el comulgante<br />

nuevamente responde "Amén" . Cabe notar que no está permitido que una persona introduzca la hostia que ha recibido dentro<br />

del cáliz. Si, por alguna razón, el comulgante no puede o no desea beber del cáliz, debe recibir la Comunión sólo en la forma de pan.<br />

Parece apropiado concluir esta reflexión sobre la Procesión de Comunión y la recepción de la Comunión con una cita del<br />

Catecismo de la Iglesia Católica: "En el Bautismo fuimos llamados a no formar más que un solo cuerpo (Cf. 1Co 12, 13). La Eucaristía<br />

realiza esta llamada: ‘El cáliz de bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la Sangre de Cristo Y el pan que partimos ¿no<br />

es comunión con el Cuerpo de Cristo Porque aún siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un<br />

solo pan’ (1 Co 10, 16- 17): Si ustedes mismos son Cuerpo y miembros de Cristo, son el sacramento que es puesto sobre la mesa del<br />

Señor, y reciben este sacramento suyo. Responden "Amén" (es decir, ‘sí’, es verdad) a lo que reciben, con lo que, respondiendo, lo<br />

reafirman. Oyes decir "el Cuerpo de Cristo" y respondes "Amén". Por lo tanto, sé tú verdadero miembro de Cristo para que tu "Amén"

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