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Miguel Otero Silva

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Pueblo que aún persigue por las rutas con sol<br />

lo que la arrolladora voluntad de la sombra buscaba.<br />

Hoy la sombra está muerta mas su pueblo está vivo.<br />

Pueblo vivo y en marcha con la mirada fija<br />

en la bandera libre que tremoló la sombra.<br />

Arar nunca es en vano.<br />

Ni en el mar...<br />

Niño campesino<br />

La choza enclenque y parda lo acunaba en su puerta<br />

con el orgullo ingenuo de las ramas torcidas<br />

que tremolan al viento la flor que les nació.<br />

Era un niño terroso que miraba al barranco.<br />

Era un niño harapiento<br />

con los ojos inmutables del indio<br />

y los rasgos ariscos del negro.<br />

Uno cualquiera de los cien mil niños<br />

que nacen en las chozas marchitas de mi tierra.<br />

66<br />

Agua y cauce<br />

Yo me detuve ante la puerta<br />

y el niño de la choza<br />

arrancó su mirada impasible del barranco<br />

para fijarla en mí.<br />

Yo le dije:<br />

—¿Estás solo?<br />

Y él habló con la voz cadenciosa del indio:<br />

—Las flores del barranco son amigas.<br />

(Era un niño poeta.<br />

Yo lo había presentido en los ojos profundos).<br />

<strong>Miguel</strong> <strong>Otero</strong> <strong>Silva</strong><br />

67<br />

—¿Pero no tienes miedo?<br />

Y el habló con la voz jactanciosa del negro:<br />

—Yo soy el macho, ¿sabe?<br />

Mi hermanita se jué con mama a cortá leña.<br />

(Era un niño valiente.<br />

Yo lo había presentido en los rasgos audaces)

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