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Junto con ello, hay que señalar un hecho importante, el año de realización del cuadro, 1832. Ese año<br />

fue difícil para la monarquía, pues Fernando VII estuvo a punto de morir y se mostraban ya los síntomas de<br />

cambio en todos los órdenes: políticos, culturales y sociales, hacia modelos que intentaban dejar atrás el<br />

Antiguo Régimen, que darían paso a los regímenes liberales del siglo XIX. Quizás por ello, el marqués<br />

mostraría en el retrato las dos vertientes de su vida, la de afrancesado, sin ocultar el servicio prestado al<br />

Mariscal Soult y al ejército francés; y la de ayuda a su patria de origen: España, mostrando su faceta como<br />

banquero y los uniformes de militar en las filas del ejército español.<br />

Torres apunta que la finalidad última del retrato del marqués era la de mostrarlo como un patriota y<br />

benefactor de su país, para lo que se apoyaría en una pose elegante, su actitud de hombre ilustrado y la<br />

expresión de sus ojos azules que expresarían una discreta benevolencia. 21<br />

Además, en los retratos de los marqueses podemos apreciar también los cambios estéticos de ese<br />

momento caracterizado por la transición hacia el Romanticismo, pues en ellos se pone de relieve el<br />

academicismo intimista de Lacoma, unido ya a ciertos atisbos de la sensibilidad romántica<br />

El pintor utiliza fórmulas compositivas que remiten a modelos tradicionales, como la pureza de líneas y<br />

de color; unidas a la contención y a la ausencia de exaltación de los ornamentos lujosos propia del<br />

Romanticismo. Pero muestra, al mismo tiempo, una delicadeza y cierta expresividad en los rostros de los<br />

marqueses cercanos ya al movimiento romántico que en España estaba a punto de eclosionar.<br />

Más allá de la representación<br />

Los retratos nos muestran también el papel reservado a hombres, mujeres, niños, al situarlos en los<br />

espacios destinados a cada uno y realizando las actividades que les estaban reservadas en la sociedad<br />

decimonónica, de rígidos patrones establecidos.<br />

La mayoría de los retratos se localizaban en el interior del espacio doméstico o lugares de residencia,<br />

pues es ahora en el siglo XIX cuando el espacio doméstico adquiere entidad propia. Dentro de éste, cada<br />

habitante tenía reservado su lugar. El de los hombres era el despacho, el fumoir y la sala de billar; el de las<br />

mujeres era el boudoir o parlour y la habitación o alcoba, lugares en los permanecían la mayor parte del<br />

tiempo, ya que es en este siglo cuando se instaura el papel de la mujer dentro del hogar.<br />

Estos roles los vemos claramente reflejados en las dos obras que nos ocupan. Alejandro aparece en su<br />

despacho, un ámbito ligado al trabajo, de carácter más público, y su esposa Carmen en su habitación, un<br />

ámbito privado y cerrado. Con ello se nos muestran las imágenes de hombre de negocios por un lado, y el<br />

de esposa, tradicional y doméstica conforme a lo que se esperaba de una mujer en la sociedad burguesa de<br />

la época. Por ello es raro encontrar ejemplos de retrato femeninos localizados en el exterior, como el que<br />

vemos, y es que se trataba de una dama soltera. Aunque también es frecuente encontrar fondos de paisajes<br />

en los retratos infantiles y los de pintores andaluces, por influencia de la pintura inglesa.<br />

21 Ibid.

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