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lB Yo creo que es tamos ante la fascinante
pregunta, por otra parte p lanteada
desde hace tiempo, de si nuestro cerebro
puede comprenderse a sí mismo. Proba­
blemente la re puesta es quién sabe y, en
rodo caso, por qué no. En la actualidad
estamos as istiendo al nacimiento (qui z.,1
renacim iento) de las ciencias cognitivas.
Al igual que la genómica y la proteó mica,
la ciencia cogn itiva ha tenido un gran des­
arrollo en los pasados años, pues se ha
vaJido de los co nocimientos a nivel mole­
cular y celular y de sistema para plantear­
se de una forma más adecuada preguntas
acerca de cómo sentimos, pensamo o
reaccionamos, en definitiva de cómo
so mos y por qué. De hecho, se puede
hablar de una nueva psico fisiología, la
cual U(i liza técnicas y conocimienros de
bio logía molecular y celular, anaromÍa y
fisiología para abordar el estudio de la
cognosis. Con esto en mente no podemos
decir que las funcio nes sup riores del cere­
bro ean problemas inabordables desde un
punro de vista experimentaJ.
Sin duda, ser capaces de enrender nuestro
propio ce rebro es el rero de la neurocien­
cia moderna. La esperanza de que e te retO
se resuelva favo rablemenre puede verse
aJimentada al contemplar la increíble evo­
lución en un tiempo relacivamenre COrto
de los mérodos, al igual que el. enorme
progreso en nues tro conocimienro del
cerebro. Consideremos. por ejemplo, el
camin o andado desde que se emitió la
teoría iónica para explicar la generación,
conducción y propagación del potenciaJ
de acción, aJ lá por la mitad del siglo :xx.
En n uestros d ías conocemos aJ detaJ le las
estructuras moleculares que lo hacen posi­
ble, los canaJes iónicos; so mos capace de
seguir la actividad en tiempo real de una
so la de estas moléculas, así como de deter­
minar en qué residuo anli noacídico resi­
den sus propiedades funcionales y el por
qué de d,iversas patologías asociadas a su
funcionamienro. IguaJmente, e tamos en
condiciones de definir, sobre la base, la
presencia de Wl tipo u orro de canaJ, el
comportamientO normaJ de la neurona en
Necesitamos conocer la estructura,
y los procesos internos del sistema
nervioso, pa ra poder definir
rigurosamente el comportamiento.
térm in os de excitabilidad, respuesta a estí­
mulos, etc. Este progreso, lento pero
imparable, m lleva a pensar que seremos
capaces de defin ir y comprender con de­
taJ le las fun cion es superiores de nuestro
cerebro. Ahora bien, sólo si aceptamos
que nuestro conocimien to del mundo
está basado en nuestro sistema biológico
para percibirlo y que la percepción es un
proceso integrativo que depende tanto de
la información que porta el estímulo
como de la estructura mentaJ del que lo
percibe, podemos contestar a la primera
parte de la pregunta con un sí categó rico.
Hay razones que apoyan esta creencia.
De de los estudios pioneros de Katz,
Miledi y del astillo sobre la transmisión
neuromuscular y la liberación de acetilco­
lina, no ha pasado tanto tiempo. Mora
sabemos, con bastante exactitud, que en la
liberación de una ola vesícula de neuro­
transmisor intervienen de forma concer­
tada docenas de proteínas, la cuales han
sido identificada y clonadas. Aquí surge
un hecho diferenciaJ. H emo aprendido
que defecto en esto mecanismos resultan
en problemas de aprendizaje. Por tanto,
ya estamos en la base de una de la fun­
ciones m ás compleja del sistema nervioso,
la capacidad de apr nder. Este en amblaje
de conocimientos da lugar aJ nuevo
campo de la neurociencia cognitiva, que
en paJabras del reciente Premio obel,
Eric Kandel. no es otra cosa que un inten­
to de combinar las técnicas y los abordajes
experimenraJes de las ciencias del cerebro
con los de la ciencia del comportanliento,
solamente con un objetivo: examinar las
bases biológicas de las fLLllciones cerebrales
superio res. Necesitamos conocer la estruc­
tura, y los procesos internos del istema
nervioso, para poder definir rigurosam en­
te el comportamiento.
o n es te planteamiento en mente, la
necesidad de nuevas técnicas para estudiar
el cerebro ha sido y es obvia; y natural­
m ente algunos de estos nuevos acerca­
mientos no se han hecho disponibles has­
ta hace relati vamente poco. En la
actuaJidad, la emergencia de nuevas técni­
cas de neuroimagen, como la tomografía
por emisión de po itrones o la resonancia
magnética. está haciendo posible explorar
la actividad cerebraJ tanto n an imaJ es
como en humanos. El desarro ll o de las
técnicas computacionaJes y la capacidad
de los ord enadores actuaJ es posibi li ta el.
establ ecimiento de modelo de funcio na­
miento de neuronas individuaJes y de sus
propiedades integrativa . Ello hace tam­
bién posible extender ese conocimiento a
grandes poblaciones neuronaJes y predecir
us propiedades emergentes. De esta for­
ma se pueden contrastar algunas hipótesis
acerca del papel jugado por componentes
específicos del cerebro en comportamien­
ros particulares.
Pero sin duda el mayo r impacto en el pro­
ceso de conocernos a nosotros mismos
vendrá de la mano de los modelos genéticos
animales. Esta afirmación tiene un
reflej o en el pasado y una continuidad
indis utible. D esde que Seymour Benzer,
utilizando DrosophiÚJ, encontró una muta­
ción que claramente afectaba al comportamiento
del animal (el mutante dunce) , la
mosca de la fruta se convirtió en un mode-