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] BOLIVIA<br />

“Yo creo que Evo es un reformista, no es alguien que está buscando cambios<br />

violentos ni radicales. Es bromista, lo que muchos toman a mal, el hecho de<br />

que un Presidente esté jugando con las palabras. Creo que lo que la gente<br />

percibe es una profunda honestidad. Da la impresión de que él no te está<br />

mintiendo. Le puedes acusar de no estar preparado, de ser improvisado, pero<br />

sabes que no está engañando a nadie. A todos los demás los veías como<br />

políticos profesionales que estaban calculando el efecto. Él genera mucha<br />

empatía con el ciudadano común.Que el Presidente de la República te diga<br />

‘jefe’ con un sentido casi de humildad, impacta. Es difícil creer que alguien<br />

con tanta importancia sea alguien tan común y corriente”, dice Archondo.<br />

Al lado de las palabras, atravesando las palabras, están los gestos, las distancias,<br />

los cambios de tonos, los movimientos del cuerpo. Puede sorprender a algunos que<br />

frente a las reacciones que pueden generar las palabras de Presidente indio, éste<br />

no se distingue por grandes cambios de volumen en su voz ni por una gestualidad<br />

acentuada. Sólo si ponemos atención percibiremos un modesto movimiento de<br />

brazos, rítmicos movimientos de cabeza, un tono monótono y una mirada que apunta<br />

sin dobles intenciones.<br />

Del digo al hago<br />

Como no sólo de palabras vive el ser humano, aquí o en la China, el discurso político<br />

no puede desmembrarse del hacer cotidiano. “A la gente le encanta un Presidente que<br />

no duerme. Que se levante a las cuatro de la mañana, que reciba a la gente a las cinco,<br />

seis, que se reduzca el sueldo. Al fin alguien que incorpora al gobierno la rutina de los<br />

agricultores. El próximo Presidente no puede entrar tarde a Palacio. Ha cambiado los<br />

términos de referencia del cargo. Él convalida el prejuicio: el indígena es trabajador,<br />

es esforzado, es humilde”, enumera sonriente Archondo. Lo cierto es que Evo Morales<br />

es un Presidente que, planificando o no, ha ido lanzando guiños: comida comunitaria<br />

campesina en interiores de Palacio de gobierno, el baile de una cueca al promulgar una<br />

ley, bandas populares, que el músico carnavalero disfruta doblemente. Wálter Chávez<br />

sonríe cuando describe este cambio: “Es un Presidente menos preocupado por las<br />

formas presidenciales y más preocupado por la gente. Nunca ha dado un cóctel, pero<br />

ha hecho ch’allas (ofrenda a la madre tierra), koas (saumerio de ofrenda), las formas<br />

culturales dominadas han llegado al palacio. Hay serpentinas, hay bandas, hay bailes,<br />

hay pepinos carnavaleros, hay pancartas, hay ponchos”. Para el ex periodista peruano<br />

esto no es una anécdota sino parte del discurso de descolonización del Estado. Así, Evo<br />

la entiende como la apertura de los espacios de la burocracia estatal a la simbología de<br />

los subalternos. Y las elites no lo toleran. Wálter no quiere cerrar sin un último punto<br />

del discurso evista: “asume una visión de líder universal: quiere renunciar a la guerra,<br />

asume un discurso ecologista, pacifista”.

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