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La Semana Santa mirandesa acumula siglos de
historia, y aunque sin tanta vistosidad como la
de otras localidades castellano y leonesas, un
año más, las tres cofradías que existen en la ciudad
sacan a la calle las reliquias e imágenes de
los Santos en procesiones llenas de sentimiento
religioso y recogimiento que reflejan el fervor popular
de los creyentes.
Entre los actos más llamativos destacan los que
se desarrollan el Viernes Santo y que congregan
a cientos de fieles en las procesiones del Vía
Crucis, que parte de la parroquia Santa María, y
el Santo Entierro.
Las tallas que salen en procesión –un total de
ocho pasos- destacan por su sobriedad y expresividad
y algunas se remontan al siglo XVII,
como la imagen del Cristo Crucificado -es la más
antigua y data de 1630- de cuya procesión se
encarga la Hermandad del Cristo Crucificado,
procedente de la desaparecida Cofradía de la
Venerable Vera Cruz, fundada en torno a 1613.
Otras, como La Oración del Huerto, del siglo
XVIII, de autor desconocido y estilo barroco, da
idea del alto valor artístico de las mismas.
Espectacular puede calificarse el paso del Santo
Sepulcro, el único que es portado a hombros
por 24 costaleros de la hermandad que lleva su
nombre –la más numerosa-, y de una gran valía
y belleza La Flagelación, La Soledad, La Cruz
Portada a mano, y El Nazareno con la Cruz.
El calendario religioso de la Semana Santa mirandesa,
que con tanto esmero prepara la Junta
Coordinadora de la Semana Santa, cuenta también
con la colaboración de las hermandades
del Santo Sepulcro y el Cristo Crucificado, la
Cofradía de Nuestra Señora de los Dolores, la
Adoración Nocturna, la Cofradía de San Antón,
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Arte y religiosidad
en la Semana Santa
mirandesa
José Luis Montes Lozano
Miranda de Ebro
las Damas de la Soledad, la Legión de María y la
Agrupación Musical de Trompetas y Tambores.
De forma paralela a las procesiones que se celebran
en Miranda, en el barrio de Bayas se solemniza
esta cita religiosa sacando en procesión el
Jueves Santo a la imagen de la Virgen Dolorosa,
de mediados del siglo XX, que abandona por
unas horas el templo parroquial donde permanece
expuesta al culto.
Trompetas, tambores y timbales; velas, túnicas y
mantillas… una Semana Santa, la de Miranda,
que aúna arte, religiosidad y tradición como el
zurracapote y las torrijas.