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Por <strong>Maruja</strong> <strong>Vieira</strong><br />
POESÍA DE VENEZUELA<br />
C<br />
uando, al vuelo metálico del avión, aparecieron por primera vez ante mis ojos<br />
las costas peladas y rojizas de Venezuela, recordé el poema que ante esas<br />
mismas costas y a bordo del vapor “Colombie” escribió, en su viaje de exilio,<br />
Rafael Alberti:<br />
“Se ve que estas montañas son los hombros de América.<br />
Aquí sucede algo, nace o se ha muerto algo.<br />
Aquí se perdió alguien,<br />
se hundió, se murió alguien,<br />
.Pero aquí existe un nombre,<br />
una fecha,<br />
un origen,<br />
Se ve que estas montañas son los hombros de América.”<br />
En tierra me aguardaban las manos cordiales de Antonia Palacios y Alejo Carpentier.<br />
Màs tarde, el gran cubano me dedicarìa “El Reino de este mundo” , en recuerdo de su<br />
maletero… Entré a Venezuela con los ojos abiertos y los oídos dispuestos a ver y<br />
escuchar. Muchos ecos me habían llegado a través de las hojas fugaces de los<br />
periódicos y del mensaje bien hallado de los libros. Recorrí el itinerario humano de<br />
Venezuela y al regresar traje conmigo un afecto profundo y perdurable por el país, sus<br />
gentes y sus hechos.<br />
En Caracas, bulliciosa y llena de luz, junto al Avila multicolor; en Valencia, como la<br />
Valencia de finas torres del poema de Machado; en Cumaná, la silenciosa, madre de<br />
todas las ciudades; en Barquisimeto de crepúsculos encantados y parques llenos de<br />
margaritas; en Los Teques, al pie de la estatua del cacique Guaicaipuro; en La Victoria<br />
de José Félix Ribas; en la Guayana misteriosa; en la Isla de Margarita, soberana del Mar<br />
de las Perlas; en el dulce Caripe del oriente venezolano; en Carúpano “un brazo largo<br />
como una calle/ con la fe cristalina de su Luisa del Valle”; en Mérida, la señorial ciudad<br />
de los caballeros; en Maracaibo, ardido de petróleo y de sol; en el nombre con sabor a<br />
fruta de Guasipati, la aldea de Jean Aristeguieta; en Ciudad Bolívar, hecha de hierro y<br />
de estrellas; en Valera de Ana Eriqueta Terán; en Barinas de Enriqueta Arvelo Larriva,<br />
descubrí, entre nombres que poco a poco me fueron resultando familiares y rostros<br />
que ahora recuerdo con cariño, la síntesis de un mensaje poético alto y auténtico<br />
como pocos..<br />
Algunos de los poetas a quienes voy a referirme son los que vienen después del Grupo<br />
Viernes, es decir los nacidos entre 1908 y 1925. Para hacer más clara su ubicación diré<br />
que el movimiento más importante de la poesía venezolana es el que establece un<br />
paralelo con nuestra generación de Los Nuevos y se conoce como la Generación de<br />
1918.
Enumero algunos de sus integrantes: Andrés Eloy Blanco, Luis Enrique Mármol,<br />
Enrique Planchart, Fernando Paz Castillo, Félix Armando Núñez, Héctor Cuenca,<br />
Jacinto Fombona Pachano, Rodolfo Moleiro, Angel Miguel Queremel, Angel Corao,<br />
Eduardo Mathyas Lossada, Enriqueta Arvelo Larriva, Luisa del Valle Silva, Gonzalo<br />
Carnevali, , Luis Barrios Cruz, Pedro Sotillo, Julio Morales Lara, Antonio Arráiz, Antonio<br />
Spinetti Dini, Vicente Fuentes...Pero no es a la Generación de 1918 ni al grupo Viernes<br />
a los que voy a referirme, Es a la generación que integran Miguel Otero Silva, Juan<br />
Liscano, Carlos Augusto León, Juan Manuel González y Luis Pastori y a las mujeres que,<br />
a mi entender, representan la más alta lírica venezolana: Jean Aristeguieta, Luz<br />
Machado de Arnao, Ofelia Cubillán y Ana Enriqueta Terán<br />
JEAN ARISTIGUIETA<br />
El tremendo juez que es el tiempo poda. Inflexible, lo artificial y sólo deja en la historia<br />
de una época literaria aquello que es puro y auténtico. Así queda la poesía de Jean<br />
Aristeguieta, pura y valerosa, en la historia literaria de Venezuela y de Hispanoamérica.<br />
Porque Jean es poeta verdadera y "Poeta es fiebre de pasión sencilla / cuando todos<br />
adoran falsos ídolos".."Poeta es dar la sangre alucinada para alcanzar la cruz de la<br />
belleza".<br />
Jean es poeta.La poesía es su pasión, la poesía es su patria. "Padezco su violencia, su<br />
aislamiento/ y ya nada me puede vencer completamente".Las palabras de Jean surgen<br />
de su propio corazón, del corazón de la poesía "Corazón incendiado por la belleza/<br />
No importa que te persigan/que te inventen palabras oscuras/ marcha con tu signo<br />
clarividente/ avanza hasta iluminar el horizonte/ no escuches el odio de tus<br />
enemigos/sigue creyente de toda verdad / hasta el viento, hasta el silencio/ entrega tu<br />
mensaje heroico/ que te hieran, sí, que te atormenten/saldrás más transparente, más<br />
constante/ de la prueba visionaria.”<br />
Jean, bandera iluminada, río musical, Jean rodeada de ángeles nocturnos, Jean de<br />
Venezuela, con su canto de amor y sus caminos que llevan lejos, infinitamente más<br />
lejos, siempre más lejos y más alto. Jean universal por la Venezuela que ella canta con<br />
la voz que todos los poetas quisieran tener para hablar de la patria... Jean... Poeta!<br />
UN LIBRO DE JEAN<br />
Son hermosos los libros pequeños. Tienen no se que de tierno y brillante, de gota de<br />
agua, de rayo de luz. Algo infantil y desprevenido, que nos hace llegar a ellos con más<br />
confianza de la que nos inspiran los grandes libros solemnes.<br />
Hermoso es este libro de Jean Aristeguieta que acaba de aparecer editado en España,<br />
en la Colección "Doña Endrina". Pequeño y luminoso, diamante exacto de la prodigiosa<br />
cantera poética de Jean, "luz de Guasipati, hija de Venezuela"Se titula "Embriaguez de<br />
mi pulso". Se imprimió en Madrid en la Calle Elvira. Trae dibujos del poeta Luis Alvarez<br />
Lencero. Lleva a España y trae de regreso a Venezuela un mensaje poético de<br />
incomparable altura.
En estas breves veinte páginas está resumido tanto aliento lírico, está contenida tanta<br />
fuerza... La fuerza de la voz de Jean Aristeguieta, llena de luceros y de tempestades<br />
como su Guayana misteriosa plena de horizontes y ardida de esperanza como la<br />
Venezuela que ella encarna, ama y canta:<br />
Canto, canto desencadenada y elemental<br />
iluminada tan solo por el amor,<br />
convencida del precio desesperado de la poesía".<br />
Porque Jean, tal como lo dice Antonio Fernández Molina en el Pórtico para Jean<br />
Aristeguieta "es un poeta en el sentido puro de la palabra. Un poeta arrebatado,<br />
incontenible. Nada en la poesía de Jean parece que responda a un esfuerzo, que esté<br />
dentro de las reglas de determinada tendencia o ideología, sino que está dicho y vivido<br />
sin remedio, por necesidad de su propia naturaleza".
OFELIA CUBILLAN<br />
Un día la piqueta del progreso se acercó, arrolladora, a una casita como de muñecas. Estaba<br />
situada en el barrio El Conde de Caracas y se llamaba "San José" porque tenerla - decía Ofelia<br />
abriendo sus grandes y asombrados ojos oscuros- fue un milagro de San José del Ávila.<br />
Ofelia Cubillán vivió en un ámbito donde los milagros y los sueños eran cosa natural y corriente.<br />
Las imágenes del inframundo, del universo subconsciente, tenían para ella un valor igual al de las<br />
imágenes reales. Estaba asida a un mágico mundo interior. Su poesía es una tonalidad dulce, a<br />
media voz, que de repente cae en hondos y misteriosos silencios.<br />
En el coro de las voces femeninas de la poesía de Venezuela, al lado de la resonancia honda de Luz<br />
Machado, de la alta y tempestuosa canción de Jean Aristeguieta, de la profundidad metafísica de<br />
Ida Gramcko, del ágil, sonoro y desafiante acento de Lucila Velásquez, la voz de Ofelia Cubillán es<br />
una nota dulce, tierna, soñadora que nos sale al encuentro:<br />
Mundo de la verdad.<br />
Amo sus puertas de silencio,<br />
su pura voz, su esencia<br />
que los hombres desechan<br />
porque ella es de los cielos...<br />
Nació en Coro, en el Estado Falcón, la tierra de los médanos interminables, que al paso del viento<br />
cambian de forma como un mar de arena. En sus años de Caracas, en la casita del barrio El Conde,<br />
fue tejiendo a su alrededor una suave atmósfera, donde la soledad ya no herìa. Porque hay una<br />
soledad hiriente, mayor que la del tiempo y el espacio, la soledad de las multitudes y las<br />
distancias, que en la ciudad que crece hora por hora, cerca y asfixia.<br />
Llegó el progreso con su nube de polvo se llevò la casa de muñecas, la casita que era como salida<br />
de un cuento de Hans Christian Andersen. Llegó la prolongación de la monumental Avenida<br />
Bolívar entre un tremendo fragor de maquinarias. De repente, en uno de esos gestos de<br />
prestidigitador con que Caracas cambiaba de la noche a la mañana el curso y la fisonomía de las<br />
calles, en lugar de los árboles crecieron troncos metálicos con deslumbrantes flores de mercurio.
Pedro Rivero<br />
Me voy para España- dijo un dia en Caracas el poeta Pedro Rivero- Me voy porque<br />
España y el Quijote son mi reserva espiritual. Voy a aprovecharla ahora, cuando la vida<br />
ha decantado en mi corazón todas las emociones. Y el poeta margariteño, el cantor de<br />
El Mar de las Perlas, se fue para España.<br />
Mar, siempre mar. Y siempre cielo. Lo vieron brevemente las calles de Madrid. Pero<br />
siguió buscando el mar. Llegaban cartas suyas, escritas, como el poema de Rubén<br />
Darío "con perfume de azahares/ en las Islas Baleares..."Y llegaba su libro "El mar de<br />
Ulises" (Nací en el mar, sucumbiré marino). Ya nada de esto volverá a llegar.<br />
Se fue Don Pedro, con su sonrisa buena, con su melena blanca, como de sal marina.<br />
Aquí, tan lejos de sus Baleares, tan lejos de su Isla Margarita, está la clara presencia<br />
de sus versos.. Es la inagotable, purísima verdad de una poesía donde se escucha el<br />
rumor de las olas del Mar de Ulises:<br />
Con voz de veinte siglos hoy te hablo.<br />
No ha sido tuyo sólo el mar de Homero,.<br />
Después de ti lo conquistó cimero<br />
El mástil taumaturgo de San Pablo.<br />
Ya no està don Pedro en Madrid, ni en sus playas amadas de Alcudia, en las Islas<br />
Baleares. Pero sigue, viajero de sus mares, navegando en el mar de sus v ersos.. Como<br />
el albatros de Baudelaire, su reino invisible está en los altos y anchos espacios<br />
oceánicos. Sigue navegando y soñando. Ya anciano, su corazón, a través de la<br />
distancia y el tiempo, guardaba luz de milagrosa juventud. En bogotana tarde de<br />
bruma, al releer El Mar de Ulises, es como si Don Pedro estuviera aquí, hablando de<br />
sus nuevos viajes de Simbad o contando una vez màs su amada historia. la de su amor<br />
por una frágil muchachita colombiana que se llamaba María Tadea Morales, que lo<br />
acompañó una noche en París, a buscar el nombre de Francisco de Miranda en el Arco<br />
del Triunfo.<br />
CRUZ SALMERON ACOSTA<br />
Era hermoso Cruz María Salmerón. Era hermoso y brillante. Lo amaban las muchachas<br />
cumanesas, que tienen cuerpos altos y espigados y son silenciosas y bellas. Lo amaron<br />
las alegres caraqueñas de sus días de estudiante, cuando entre todos era el que tenía<br />
más claros los caminos, más alto el porvenir, más sonoro el acento. Y de repente, el<br />
horror de la maldición bíblica, Cruz María Salmerón cayó herido por el mal de Lázaro.<br />
Años y años pasaron ante el azul espejo del Golfo de Cariaco y el alma del poeta salía<br />
ilesa, más pura cada día, de la horrenda batalla...Como en el poema “Job” de Guillermo<br />
Valencia: “Bajo el fuego tenaz que la carne mordía/ la pureza crecía de ese humano<br />
crisol. Se enalbaba el metal con hervor refulgente/ y el escombro doliente se doraba<br />
de sol!”
Jamás un grito de amargura, nunca una imprecación salió de aquellos labios<br />
destrozados. Cruz Salmerón Acosta perdura en el recuerdo porque lo reflejan las<br />
palabras de Hugo Salazar Valdés:<br />
Todo se llama ahora Cruz Salmerón Acosta<br />
en la tierra y el aire y el sol de Venezuela.<br />
Todo lleva tu nombre de siempre viva muerte<br />
¡poeta en las entrañas del mar como una estrella!<br />
La lluvia caía, cruel, incesante, deshaciendo la tierra de la tumba hasta convertirla en<br />
triste barro, cuando un grupo de amigos que todavía recuerdan aquella hora con<br />
lágrimas acompañó al poeta en su última muerte.
LUIS ENRIQUE MÁRMOL<br />
El 17 de septiembre de 1926 murió en Valencia de Venezuela, a los 29 años recién cumplidos,<br />
el poeta Luis Enrique Mármol. Había nacido en la parroquia caraqueña de Santa Rosalía el 21<br />
de agosto de 1897. hijo único de Luis Mármol y Rosa Amelia Infante.<br />
Dejó un libro de versos de corte modernista titulado “La locura del otro” y una selección,<br />
también en verso, de estampas irónicas y finas, que tituló “Pastiches criollos”. Cuando José<br />
Tadeo Arreaza Calatrava publicó, en mayo de 1915, los primeros versos de Mármol, en el joven<br />
de 18 años ya se adivinaba la maestría poética que caracterizó su brevísima obra. De 1917 es<br />
el poema que da título al libro “Aquel otro”;<br />
Un dolor transparente de mis pupilas rueda<br />
y esta ruina que pugna por ser, tan sólo queda<br />
de aquel otro que estaba loco como la vida”<br />
Un recobro del romanticismo y uno de sus temas más logrados es “El Visitante”:<br />
Y quedé solitario con mi tedio..Ya nunca<br />
volverá a visitarme mi espíritu de antes…<br />
Es la de Mármol una poesía de imposibles y de lejanías, con un tinte de resignado<br />
escepticismo. Su actitud es similar a la de nuestro José Asunción Silva. Para ambos poetas, el<br />
uno voluntaria y el otro involuntariamente, alumbró el signo de la muerte prematura y trágica<br />
.Algo en el poema “Ayer” de Mármol se hermana con las “Gotas amargas” de Silva:<br />
No quedaba sino lo cursi<br />
de aquellos “Diarios” de mi amor…<br />
Y en lugar de llorar, reí,<br />
pero era más grande el dolor”..<br />
Bien poco habla vivido el poeta cuando llego la muerte dolorosa e inesperada. Tal vez habría<br />
igualado a los más grandes de su generación de 1917 y el olvido no estaría cubriéndolo .l Sus<br />
versos conservan la vigencia total de una obra de arte bien lograda. Si el destino no le permitió<br />
hacerla más extensa, una mano generosa, la mano de Raúl Carrasquel y Valverde, salvó<br />
delsilencio la obra de Mármol, que había escrito versos eternos como “El Extranjero”:<br />
Gulliver tomó asiento en la piedra rugosa<br />
que los liliputienses llamaban” la montaña.”.<br />
Estas características perdurables están presentes en otro poema que Mármol tituló “Una<br />
mujer me llena de luz”:<br />
Así remota eres más hondamente mía,<br />
que la nada es la inmensa alma del universo<br />
y la belleza una suprema lejanía…<br />
“Claro Recuerdo” tiene el crescendo de las letanías cristianas, que inicia una voz a la cual van<br />
uniéndose otras, hasta formar la angélica Escala de Jacob:<br />
Tú que eres lo único mío,<br />
claro recuerdo, sálvame¡
Un trasunto de sus lecturas de Víctor Hugo presta fuerza y dramatismo al poema “Tendiese a<br />
dormirӬ<br />
Y el cansancio no pudo seguirlo en su carrera<br />
ciega y desatentada a traves de las horas.<br />
contemplaron los días, los años y los siglos<br />
el vuelo de una sombra seguida de otra sombra”<br />
Algo de ese cruel poema que Baudelaire titulo “Las Viejas” , angustiada protesta ante la<br />
ineludible crueldad del tiempo, se encuentra en “Los Mendigos”_:<br />
Y es que en verdad es duro mirar hacia la vida<br />
cuando nunca alcanzamos nada o lo hemos perdido<br />
El 18 de septiembre de 1926, al dia siguiente de morir el poeta, se publicaba en la revista Elite<br />
de Caracas su ultimo poema “El Apóstol Maldito”<br />
Y entonces el poeta detúvose y calló.<br />
EL EXTRANJERO<br />
Gulliver tomó asiento en la piedra rugosa<br />
que los liliputienses llamaban la montaña.<br />
A sus pies extendìase la ciudad populosa<br />
de Liliput – fabril, progresista y tacaña.<br />
La fábrica, el palacio, el parque, la cabaña<br />
y la casona hidalga del abolengo rancio,<br />
nada faltaba, era una ciudad como cualquiera:<br />
cien carruajes cruzaban la blanca carretera<br />
y más allá, labriegos oblicuos de cansancio.<br />
Hormigueaba en las calle muchedumbre irrisoria<br />
-líricos, hijosdalgo, pecheros, mercaderes,<br />
estos ávidos de oro, fanáticos de gloria<br />
aquellos, las mujeres, necias, al fin mujeres¡<br />
Gulliver contemplaba cómo a sus pies hervía<br />
en torpes ansias sórdidas la ciudad trepidante.<br />
Odio, injusticias, crímenes…Y Gulliver sentía<br />
el orgullo de ser gigante¡<br />
********* ******* *****<br />
Gulliver tomó asiento en la piedra rugosa<br />
que los liliputienses llamaban la montaña…<br />
A sus pies descansaba la ciudad bulliciosa<br />
de Liliput – romántica, luminosa y extraña.<br />
Abrìanse en la sombra trémulas luces de oro:<br />
luz en palacio, en la cabaña claridad,<br />
Grupos de amantes iban hacia el parque sonoro<br />
y era un inmenso arrullo de amor y de piedad
toda la sombra… Oìase un susurrar de besos<br />
y bajando la vista pudo ver Gulliver<br />
los grupos abstraídos en hondos embelesos:<br />
el hombre siervo, sierva divina la mujer.<br />
Estaba solo en medio de la noche sombría,<br />
junto al amor unánime de la ciudad vibrante.<br />
Estaba solo..sólo…Y Gulliver sentía<br />
la tristeza de ser gigante!<br />
PEDRO SOTILLO<br />
"Dios lo guarde, Don Pedro!" Quien haya caminado alguna vez con él por esas calles<br />
que ya no quedan, habrá oído muchas veces esta frase . Cuando existía el Mercado de<br />
Caracas y Don Pedro iba allí todos los días, con qué alegría lo recibían venteros y<br />
venteras, niños y perros!<br />
Ventas del Mercado. Inmensa sordina,<br />
revuelos de faldas y golpes de cesta,<br />
muchacha que pasa, que mira ladina<br />
y rapaz que al hurto furtivo se apresta.....<br />
Viejos cargadores de puestos seguros<br />
que en las rinconeras muerden el cigarro,<br />
un rayo que escapa de los ojos duros<br />
anima un momento los rostros de barro...<br />
Y el sabio herbolario. Su rostro es tan serio<br />
como el de esos ídolos del viejo Indostán.<br />
Toda su leyenda, todo su misterio<br />
en versos insignes contó Valle Inclán.<br />
Las calles, los tejados, los viejos tejados, refugio de los gatos del aquelarre, los postigos<br />
que esconden misterios buenos y misterios malos...El campo y la ciudad, la calle y los<br />
caminos, los caminos del Llano y de pronto el poema total, el que tiene todos los<br />
horizontes y ecos de música, que vienen de todas partes a la vez.<br />
La penumbra por el campo va silente<br />
y en un árbol se ha parado a meditar.<br />
y tu frente y abatida ya tu frente¡<br />
si en el bosque, si en el cielo, si en el mar....<br />
Cómo pesan los silencios de lo arcano<br />
en el alma que se muere de escuchar.<br />
Y la angustia de tu mano entre mi mano<br />
sii en el bosque, si en el cielo, si en el mar..<br />
El misterio se ha dormido por los prados<br />
y se pierde en las lejuras el cantar.
Yo te he visto con los ojos abismados!<br />
si en el viento, si en el cielo, si en el mar.
FERNANDO PAZ CASTILLO<br />
En la generación poética venezolana de 1918, Fernando Paz Castillo representa una<br />
cifra valiosa. Es un acento finísimo, cargado de evocaciones y nostalgias, donde cada<br />
palabra cobra un valor exacto.<br />
Una palabra bella,<br />
Sólo la intacta intimidad de una palabra bella<br />
Me bastaría para la vida.<br />
Parece que el elemento preferido por cada poeta brota de la esencia misma de su<br />
personalidad. Hay poetas de los cuatro elementos: fuego, aire, agua y tierra. Antes<br />
que dividirlos en escuelas o en etapas cronológicas, valdría la pena agruparlos por el<br />
elemento predominante en sus poemas .Así en la generación poética venezolana de<br />
1918, Pedro Sotillo sería el poeta de la tierra, Vicente Fuentes el poeta del agua, Angel<br />
Miguel Queremel el poeta del fuego y Fernando Paz Castillo el poeta del viento.<br />
El viento es un elemento liberador, que arranca las hojas muertas y deja intacto el<br />
árbol de la poesía pura. El aire es el espacio sin cadenas y puede ser también el<br />
abismo. Para la poesía venezolana Paz Castillo es un Icaro a quien no se le queman las<br />
alas. Sus horizontes de cielo y sol están intactos.<br />
Tarde lenta y profunda.<br />
Paisaje con dos pinos y un desgreñado cedro<br />
y la luz de un camino que va a un cielo de plata<br />
hacia armoniosas cumbres ya frescas de luceros.<br />
A la orilla del monte un reguero de casas tan frágiles<br />
que parece que las trajo el viento.<br />
El viento loco se llevó las casas<br />
y las dejó asustadas como un agrupamiento de estrellas.<br />
Los versos de Paz Castillo son “como flautas de pino en los labios del viento”.<br />
“Ahora las luces son las que se han vuelto locas por el viento”.<br />
Hecha también de aire, invisible y real en su intangible esencia, pasa por la poesía<br />
de Paz Castillo la mujer que no vimos...<br />
Se alejó lentamente<br />
por entre los taciturnos pinos,<br />
de frente hacia el ocaso, como las hojas y como la brisa<br />
la mujer que no vimos.<br />
Fino poeta venezolano de la generación de 1918, Fernando Paz Castillo entrega su voz<br />
a los cuatro vientos, a un horizonte donde la armonía se teje y se desteje en lentos<br />
hilos de aire y niebla.
CARLOS AUGUSTO LEÓN<br />
Este poeta de rostro infantil y maneras desprevenidas es Carlos Augusto León. De sus<br />
labores docentes en el Liceo Andrés Bello de Caracas va a la casa, revuelta y alegre,<br />
que gira alrededor de la bella sonrisa de Lupe, su mujer... ¡y qué gran poeta de<br />
América hay en sus libros! A Solas con la Vida, Los Nombres de la Vida, Elegía a Jorge<br />
Manrique, Canto de mi país en esta guerra...... Los Premios Nacionales y Municipales<br />
de Literatura hacen fila, mezclados con cuadros y juguetes, en los estantes de la<br />
biblioteca.<br />
Para Carlos Augusto León, como para Juan Liscano y para la mayoría de los poetas de<br />
la Venezuela de entonces, lo primero eras lo propio:” Yo te debía esta voz, mi ciudad<br />
de Caracas/ Yo te debía esta voz porque tú eres/ de la gran tierra y ya no mía tan solo.<br />
Asì va Carlos Augusto León con sus poemas por los Andes y le sonríe el pequeño hijo<br />
de algún peón y pasan hombres de ruana azul y colorada...En su poesía predomina lo<br />
positivo; su poema a la muerte es la mejor de las actitudes ante ese gran interrogante<br />
del ser, que teme y espera la respuesta definitiva que está más allá de las cosas:<br />
La muerte es un caballo que llega a nuestra puerta<br />
y comienza a golpear la tierra con sus cascos.<br />
El hombre siente entonces brusco deseo de viaje<br />
al país de las frutas , del silencio, del agua.<br />
El pedazo de tierra que fue la carne nuestra<br />
vuelve a sentir el peso fecundo del arado.<br />
Nuestra piel se transforma en la yerba tranquila<br />
que levanta en el campo su cabeza delgada.<br />
Quizás alguna vez volverán a encontrarse<br />
en la rama de un árbol, en los cuernos de un toro,<br />
esos pequeños seres que formaron el nuestro,<br />
esas fraternas células ya vivirán en otro...<br />
Alégrese la carne con el viaje anunciado.<br />
Regocíjese el cuerpo de sus formas futuras!<br />
Para el hombre que vive con el mundo a su lado<br />
la muerte es sólo un potro, un alto potro oscuro..<br />
La actitud positiva de Carlos Augusto León persiste, hasta en su más desgarrado poema<br />
Elegía a la muerte de mi padre. Allí, ante la amargura de lo que se derrumba, surge la<br />
voz desafiante del hombre que sabe que la vida es un eterno renovarse a través de la<br />
sangre.<br />
Muy lentamente, padre, te nos ibas muriendo;<br />
poco a poco nosotros recibíamos tu aliento.<br />
Como esa larga espera por el nacer de un niño,<br />
así era de larga la espera de tu muerte.
Nadie lloraba recio ni movíase siquiera.<br />
Del hilo de tu aliento pendían las miradas.<br />
El hilo de tu aliento amarraba las manos.<br />
Te vimos forcejeando con la muerte a puro corazón.<br />
Te vimos forcejeando con la muerte y a veces le ganabas.<br />
Ella se alzaba luego con su puñal en alto<br />
y sentíamos de nuevo su violenta llamada.<br />
Nadie podía ayudarte en el morir tan fiero.<br />
Al sitio donde estabas no alcanzaba mi mano.<br />
Estabas solo, solo, luchando con la muerte.<br />
que solo se está siempre para ese amargo trago.<br />
Ahora empiezan de nuevo a contarte los días:<br />
un día ya de muerto, dos días ya, tres días...<br />
como cuentan a un niño el tiempo de nacido<br />
sin pensar que tu muerte, tendida sobre el tiempo,<br />
no podemos medirla con toda nuestra vida.<br />
La llevamos adentro en un recuerdo breve.<br />
Es el recuerdo, padre, de tu clara agonía....<br />
y también tu sonrisa de los tiempos de antes<br />
y el aire de aquel campo donde fui cuando niño.<br />
Con un hijo te pago la vida que te debo.<br />
Yo soy ahora el padre, ¡ oh padre compañero!<br />
Tú me diste estos ojos y encendiste su luz<br />
con la brasa que en ti había puesto el abuelo.<br />
Con un hijo te pago la vida que debo,<br />
porque creo ciertamente que no hay otra manera.<br />
“Con un hijo te pago la vida que te debo”.... Esa es la actitud, vital y erguida, que<br />
corresponde al hombre de este tiempo en América. Ya están lejos los poetas del<br />
alcohol y del humo. Ahora son como Juan Liscano, investigador del folclore popular,<br />
mezclándose con los negros de Barlovento para grabar sus canciones, venidas del<br />
Africa en la pesadilla de los barcos negreros. O como Carlos Augusto León, el profesor<br />
de matemáticas y geografía del Liceo Andrés Bello y quien, sin embargo, no es sino el<br />
poeta...<br />
Sabed que yo no soy sino el poeta<br />
y cuando alzo una torre<br />
o cuando planto un árbol<br />
sólo edifico alguna palabra de mi canto.<br />
Carlos Augusto León entiende que la misión verdadera del poeta es hablar en lenguaje<br />
humano, comprensible. La huella de Antonio Machado se adivina en él, como en la<br />
mayoría de los poetas cuyos nombre tienen signos perdurables. La poesía en América<br />
debe responder a las fuerzas dinámicas de nuestro continente, de nuestro “nuevo<br />
mundo” y no convertirse en eco del trueno lejano de lo que se desmorona más allá de<br />
los mares. Europa tiene valores positivos que deben seguir guiando nuestros pasos.
pero los desechos de su gran historia no tienen por qué invadir nuestro camino. No<br />
recojamos la quincalla barata...Hablemos en español y pensemos en latinoamericano.<br />
MANUEL FELIPE RUGELES<br />
Y voy a terminar mis palabras sobre poetas de Venezuela, hablando a ustedes de<br />
Manuel Felipe Rugeles. Quise hablar del inmenso Andrés Eloy Blanco, pero él necesita<br />
un espacio aparte, porque no se puede resumir en pocos minutos su vida de caballero<br />
andante de la libertad, su poesía, legítima expresión del alma venezolana. Hoy<br />
termino hablando de un poeta que sabe vivir tranquila, dulce, descuidadamente el<br />
mandato de un frágil y sereno universo interior...<br />
Estará Manuel Felipe ahora, en el atardecer caraqueño, cuando ya desaparece entre<br />
luces y sombras el verde tierno del Avila y la primera estrella acaricia los jardines de<br />
Galipán... estará Manuel Felipe en su quinta de San Bernardino, la casa de nombre<br />
místico y marinero, Virgen del Valle, patrona de los pescadores de la Isla Margarita...<br />
La quinta Virgen del Valle está situada en una de esas avenidas casi imposibles de<br />
encontrar en la Caracas nueva Se llama la Avenida Licenciado Aranda y no tiene otra<br />
nomenclatura que el color de sus jardines. Pero no será difícil encontrarla hoy, porque<br />
el piano, bajo las manos suaves de Ana Mercedes Azuaje, estará poblando el aire<br />
cercano con las mariposas sonoras de una ronda musical.<br />
Alfredo llegará, con sus cinco años lleno de seriedad y de dulzura, a acurrucarse a los<br />
pies del poeta...<br />
Traerá la carita sudorosa, enrojecida, llena todavía de "agua del sol"? O vendrá a<br />
contar, triste que a la montaña "se la tragó la niebla"? Habrá dejado esperando en el<br />
jardín a los amiguitos con las dulzainas y los acordeones y, abandonado su pequeña<br />
orquesta infantil, estará dirigiendo una propia, individual orquesta, con una partitura<br />
que la dictan la sangre del padre poeta y el alma musical de Ana Mercedes?<br />
En las paredes, cuadros. Flores en todas partes. Afuera el Avila cercano, como una<br />
amatista inmensa. En la casa de Manuel Felipe Rugeles música, poesía, amor. Y una<br />
respuesta para el recuerdo que llama a la puerta y busca las pequeñas manos amadass<br />
de Alfredo:<br />
"Hoy yo tuve en las manos una copa de estrellas.<br />
Me escribieron amigos de países lejanos.<br />
Ellos todos auguran para ti cosas bellas..."
Julio Morales Lara<br />
Inicié a través de los versos y de la amistad de Julio Morales, este amor por Venezuela<br />
que sigue siendo razón y signo de mi vida.<br />
Aprendí a conocer Aragua antes de verla en realidad tangible....<br />
Un domingo, calor y fastidio<br />
En un pueblo tranquilo de Aragua,<br />
Un sol bravo en las calles, realengo<br />
Y un samán conquistando la plaza.<br />
Julio Morales Lara tenía una sonrisa que era como un amanecer llano adentro...Amaba<br />
al sol y él mismo llevaba el sol consigo, el sol de Aragua y Carabobo, sol de los héroes<br />
lanceros...<br />
Está vestido de gloria<br />
el viejo lancero<br />
de aquel !Vuelvan caras¡<br />
Venezuela de Julio Morales, Venezuela de Pedro Sotillo que "tiene un corazón<br />
armonioso" porque entre la piedra de las monumentales construcciones, mientras los<br />
edificios corren buscando el cielo, la venezolanidad "agua arisca que se pintó de cielo,<br />
que cantó como un pájaro en la jaula" sigue fluyendo, alegre, como la voz del agua<br />
dentro del tinajero.<br />
Es el poema más hermoso de Julio Morales Lara: "El tinajero"<br />
Tinajero,<br />
tienes un corazón armonioso.<br />
El agua<br />
que aprendió a cantar en la montaña<br />
se metió como un pájaro<br />
en tu jaula. El agua arisca<br />
que aprendió a cantar<br />
como los pájaros,<br />
que corrió por la quebrada,<br />
que se pintó de cielo<br />
no olvidó su cantar<br />
entre tu jaula.,<br />
Tinajero,<br />
no tuviste corazón<br />
hasta que el agua se metió en tu jaula.<br />
Eras sordo y adusto como un viejo<br />
Y hasta daba miedo contemplar tus rejas.
Hoy tienes voz y frescuras de mujer,<br />
sabes cantar con voz clara<br />
el ritmo de tu corazón<br />
de piedra bárbara.<br />
Tinajero,<br />
esta noche has cantado tánto<br />
que la tinaja se colmó de agua<br />
y se ha dado a cantar alegremente...<br />
Para Julio Morales Lara, Venezuela era la madre, la hija, la novia... Con unción<br />
emocionada decía su nombre, para nuestros oídos ansiosos de escuchar su mensaje<br />
clarísimo... Venezuela:<br />
Venezuela del llanero,<br />
caballero de cotiza y garrasí......<br />
Hombre fuerte de las tierras sin jorobas,<br />
creo en ti.<br />
Venezuela en la dulce y monorrítmica voz del tinajero, en la copia faramallera del<br />
Llano, en el tambor despierto de la noche de San Juan:<br />
Aquiles Nazoa<br />
Noche de San Juan, vino del cañal,<br />
un tambor despierta su ritmo ancestral.<br />
La mistela empuja su rudo cantar,<br />
las coplas dan tumbos dentro del maizal.<br />
"San Juan va contento y yo también.<br />
así como vamos<br />
vamos bien.”<br />
Nace en Caracas el 17.5.1920 - Muere en la Autopista Caracas-<br />
Valencia el 25.4.1976<br />
Escritor, periodista, poeta y humorista,amigo inolvidable de sus<br />
amigos colombianosl .
PARA ALVARO SANCLEMENTE<br />
Alvaro Sanclemente,<br />
amigo mío,<br />
me dicen que estás malo y yo quisiera<br />
darte – rosa cordial de cabecera –<br />
esta canción de afecto que te envío.<br />
Y en cuyo fondo pasa como un río,<br />
un río de tristísima ribera,<br />
tu Bogotá frutal y jardinera,<br />
arrebujada en su gabán de frío.<br />
Pues hoy al escribirte está presente<br />
con su luz de vitral sobre mi frente,<br />
la lírica postal iluminada<br />
que le enviaste a mi noble compañera<br />
cuando yo te abracé por vez primera<br />
Alvaro Sanclemente ¡camarada!<br />
CREDO<br />
Enero 1949<br />
Aquiles Nazca<br />
Creo en Pablo Picasso, todopoderoso creador del cielo y de la<br />
tierra,<br />
Creo en Charlie Chaplin, hijo de las violetas y de los ratones,<br />
que fue crucificado, muerto y sepultado por el tiempo, pero<br />
que cada dia resucita en el corazón de los hombres.<br />
Creo en el amor y en el arte como vías hacia el disfrute de<br />
una vida<br />
perdurable.<br />
Creo en los grillos que pueblan la noche de mágicos cristales.<br />
Creo en el amolador que vive de fabricar estrellas de oro con<br />
su rueda maravillosa.
Creo en la cualidad aérea del ser humano, configurada en el<br />
recuerdo de Isadora Duncan, abatiéndose como una purísima<br />
paloma herida bajo el cielo del Mediterráneo.<br />
Creo en las monedas de chocolate que atesoro secretamente<br />
debajo de la almohada de mi niñez.<br />
Creo en la fábula de Orfeo.<br />
Creo en el sortilegio de la música, yo que en las horas de mi<br />
angustia ví al conjuro de la pavana de Fauré, salir liberada y<br />
radiante a la dulce Eurídice del infierno de mi alma.<br />
Creo en Rainer María Rilke, héroe de la lucha del hombre por<br />
la belleza, que sacrificó su vida al acto de cortar una rosa para<br />
una mujer.<br />
Creo en las flores que brotaron del cadáver adolescente de<br />
Ofelia.<br />
Creo en el llanto silencioso de Aquiles frente al mar.<br />
Creo en el barco esbelto y distantísimo que salió un día al<br />
encuentro de la aurora, su capitán Lord Byron, al cinto la<br />
espada de los arcángeles y junto a sus sienes un resplandor<br />
de estrellas.<br />
Creo en el perro de Ulises, en el gato risueño de Alicia en el<br />
País de las Maravillas, en el loro de Robinson Crusoe, en los<br />
ratoncitos que tiraron del coche de la Cenicienta, en Belarfiro<br />
el caballo de Rolando y en las abejas que labraron su<br />
colmena dentro del corazón de Martín Tinajero.<br />
Creo en la amistad como el invento más bello del mundo.<br />
Creo en los poderes creadores del pueblo.<br />
Creo en la poesía y en fin creo en mí mismo, puesto que sè<br />
que hay alguien que me ama.