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Luz Mercedes, Próspero y Antonio Botero La Trashumancia Magdalena Medio, de Puerto Berrío y La Dorada y complementariamente en conexión con los ferrocarriles nacionales, surtir las ferias de Medellín y Cartago. Un grupo especializado de hombres de Sampués y de Chinú, conformó equipos especializados en la movilización de ganado; allí no se tuvo en cuenta para nada el caballo, que sí fue elemento vital de la trashumancia. Personas extraídas de los más humildes estratos, bajo el mandato tutelar de un capataz se hicieron “dotores” en las meticulosas labores de la arriería. Todo estaba previamente estudiado; para 100 novillos se requerían 4 vaqueros; para 200 novillos, 8 vaqueros; y así sucesivamente, utilizando siempre un solo capataz, cruzado de izquierda a derecha con la gruesa manila de enlazar, símbolo de su autoridad y competencia. Los vaqueros eran autosuficientes: desde el mismo momento de su partida acarreaban sobre sus hombros, en fuertes “jíqueras ojianchas“, las provisiones requeridas para el viaje, excluyendo aquellos elementos vitales que como el agua, el suero y el queso se compraban de ocasión en los paraderos fijos. De David Acosta, que vivió las realidades del movimiento de ganado en Juan Gordo (su pueblo) recogemos sus palabras que nos llegan como símbolo de abundancia de una época: “Había aquí en Juan Gordo, un señor Juan Cárcamo, de esa época cuando los novillos eran tan gordos que no podían caminar; todavía el horcón donde asoleaban la carne “chorrea manteca 6 ”. 6 ENTREVISTA con David Acosta, ganadero con tierras en Magangué y Juan Gordo. Magangué, 10 de Agosto de 1997. 20
Luz Mercedes, Próspero y Antonio Botero La Trashumancia Este era el rodeo de Don Marcelino Jaraba en Granada (antes Juan Gordo) Quedan en la memoria dando vueltas las leyendas de aparecidos, los legendarios mitos que iban a rayar con la ostentosa fantasía, las noveladas historias de amor que desnudaban la ingenuidad de impudorosas maritornes que despertaban el saudade de la casita lejana donde los esperaba el cariño de su indiecita fiel. En estas noches de encantadores desvelos se escuchaban las misteriosas leyendas de “los niños en cruz” y se abrían a la imaginación los fantasiosos mitos de lo desconocido, mientras al ritmo de las hamacas cómplices se urdían imaginarias historias de brujas y endriagos que van muriendo en el olvido. 21
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