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Revista moskardon n.2 - Sonidos Libertarios

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cuento titulado “la manzana del diablo”. Buen trozo de historia social la que se vivió en las<br />

calles Patricio Lynch, Matucana y Rosas hace 74 años. Todavía se escucha el crujir apolillado<br />

de las vigas recorridas por ratones que sujetaban el pequeño soviet donde diste tus primeros<br />

pasos entre gente borracha y mal entretenida.... Mucho colorido, mucho sangre, gritos dolientes<br />

y cuerpos tajeados botados a morir entremezclados con esos primeros sueños de mejores días,<br />

vociferados, tan enérgicamente por hombres como Marcos Contreras, un tal Brito y un tal<br />

Villalón; todos ellos iban organizando las legiones de hombres sin casa que, finalmente,<br />

poblarían la Legua y la Juan Antonio Ríos. Y tú, aprendiendo de ellos. Y tú, la menor de<br />

la numerosa prole de la estirpe Concha a tus seis años ya<br />

sabías que el Chanchito en shilito estaba mal pelaito.<br />

Buscaste vida y la calle te abrió los brazos con sus códigos<br />

de supervivencia y viveza. Cambiaste la muñeca de los<br />

juegos infantes por el cuidado de aquel niño que mudabas<br />

en el hogar andes y terminaste mordiendo en un acto que<br />

hasta el día de hoy te avergüenza. Niño rollizo, carne fresca<br />

y nuevecita. La antropofagia instintiva en un Chile carente<br />

de Proteínas, es el desfile huelguístico que tienen los hambrientos<br />

para asonar su furia frente a los escaparates de<br />

la opulencia y el orden. La lista es bastante larga... y sucede<br />

que para ti no hay mejor teoría que la práctica de ir<br />

revolviendo los porotos en una olla común para los hambrientos<br />

de siempre, amasar el pan y curar las heridas de los<br />

enfermos sin asistencia, o salir a cacerolear la hambruna<br />

poblacional ochentera esquivando el plomo dictatorial que<br />

hoy rememoramos en afiches y actos. “A la Marta Cano<br />

la mataron los pacos y nadie se acuerda. Ella era una peluquera que nos echaba una manito<br />

de gato cada vez que íbamos al centro a pelear. Pero ese día- septiembre de 1984- cuando<br />

salieron dieciocho mil milicos a reprimir en las poblaciones, murieron otros tantos más”.<br />

Y ahí estás, sentada en un sillón cara a cara con la historia. La guatonita juguetea<br />

en tus piernas y va alternatinativamente moviendo su cola en clara señal de regaloneo. El<br />

agua de la tetera acaba de hervir y el invitado de siempre no se hace de rogar y acepta la<br />

invitación de este cotidiano compartir. El pan está sobre la mesa, migoso y latigudo. Afuera,<br />

el perro Hugo afila sus colmillos babeantes que intentará -al menor descuido- hundirlos<br />

en la carne revelducha de tus invitados sabatinos. Las malvas se cubrieron de barro por<br />

estos días. Los niños pelusas juegan y hacen reventar sus pelotas y sus risitas frente al<br />

portón por donde se liberan algunas hojas verdes del antejardín. Atrás, el ex penado camina<br />

sobre el techo de su covacha. Está removiendo algunas de las calaminas que fueron levantadas<br />

por el húmedo soplar de Eolo. Hace frío. Hace hambre. Hace rabia en los pliegues añosos<br />

que surcan tu cara de Herminia, Georgina y Chiruca Concha; abono fresco, fertilidad<br />

explosiva, humus mestizo de la tierra baldía que aún queda por TOMAR.<br />

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