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Sandino - Parte 2 - Biblioteca Enrique Bolaños

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Iluminado 89<br />

de su cabeza un libro descuadernado. Digo esto porque es lo<br />

lógico y mi deseo es que sepan las generaciones venideras, cómo<br />

fueron los hombres del pasado, sin cantar para ellos dolientes<br />

ditirambos.<br />

Muy amigo de gastarse poses teatrales, aparatoso en el<br />

vestir: pantalón britch, botas altas de campaña, sombrero tejano<br />

de anchas alas; pañuelo rojinegro alrededor del cuello, anudado<br />

por una semilla grande que abunda en las montañas. Cadena de<br />

oro atravezada al pecho. Anillo grande de brillantes y un reloj<br />

enchapado en oro que le regalaron en Méjico.<br />

Ojos negros, inquietos, o casi negros. La piel del rostro<br />

como si hubiera padecido de barros. Todos los indios lo tienen<br />

liso como de espejo, pero ya era mezclado. Buena y blanca su<br />

dentadura. Nariz y boca regulares, un poco achatada la primera<br />

y los labios como aquéllos que Dios hizo "para nunca reír". El<br />

cutis, pálido, como el de Robespierre, característico de los<br />

hombres cheles.<br />

Inteligencia sí tenía, hasta para tirar pa rriba, pero sin<br />

cultivo. Cuando platicaba se inclinaba invariablemente hacia su<br />

interlocutor; y sus ideas eran originales aunque salpicadas<br />

siempre de las palabras chingado y cabrón, que aprendió en<br />

Méjico y nunca olvidó. Casi no le gustaba sentarse y cuando<br />

estaba de pies, gustaba de azotarse sus polainas con el fuete y<br />

todo su cuerpo vibraba a impulsos del enorme motor que lo<br />

animaba.<br />

Se creía "iluminado"; y estos hombres son peligrosos,<br />

porque pertenecen a la caravana de los que han realizado<br />

grandes hechos en la historia. Me contaba una vez el general<br />

Estrada, que una mañana <strong>Sandino</strong> se quedó como ido y después<br />

le dijo con tono imperativo: "General, coja tantos hombres y<br />

váyase al punto tal, porque por allí viene una patrulla enemiga".<br />

Y sonriendo continuó Estrada: "y era cierto". ¡Pero: ¿y las veces<br />

que esa iluminación le falló?!<br />

Al hablar abusaba de las exageraciones, tanto a su

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